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Carta a Jonathan Swift,

autor de los Viajes de Gulliver

Estimado Jonathan:

Recibe un saludo generoso de mi parte.

He leído tu obra, Viajes de Gulliver, y he considerado el escribirte sobre la primera parte, sobre
el viaje a Lilliput. Me ha gustado mucho tu experiencia y agradezco el que permitas que otras
personas se enriquezcan con tu aporte. Permíteme presentarme. Soy inglés igual que vos y de
familia real. Estoy a cargo de uno de los doce virreinatos del reino de Inglaterra. Tengo bajo
mis órdenes un Ejército y bastantes miles de personas a gobierno. No te inquietes conmigo por
no decirte mi nombre; por un juramento a nuestro Rey no puedo referirme de asuntos políticos
y económicos del reino, que por una necesidad te haré saber, pero sin identificarme, para
guardar el sigilo que por dignidad real he jurado.

Me he estado mezclado con aldeanos porque visito a una hermosa joven campesina en las
fronteras de mi reino. Para toda la aldea soy desconocido porque guardo mi identidad con
mucha cautela. Sin embargo, ella sabe quién soy y por amor a mí no revela mi identidad. Ella
me cuenta que los aldeanos se están reuniendo para revelase contra mi gobierno. Cada día se
reúnen los representantes de cada aldea cercana a tramar la rebelión, y según tu experiencia,
aunque dudes de mí, me hace pensar que tienen razón por las cosas que están pasando en mi
administración. Te contaré cómo he llegado a esta determinación.

Mi padre me enseñó que la dignidad se lleva en la sangre, y mis años frente al virreinato los he
gobernado bajo esta máxima. Los nobles que están bajo mi reino, todos ellos, son capaces de
limpiarme los zapatos por un puesto en la corte. Así como los nobles liliputienses pasaban
grandes pruebas para que el rey valorara su determinación, así éstos hacen grandes pruebas de
honor para conservar sus puestos. En cambio, veo a aquellos aldeanos que, aunque pobres,
tienen una fuerte dignidad que les impulsa a autoafirmase a sí mismos y a no dejarse vencer por
las imposiciones de un gobierno malogrado como el que lamentablemente hemos construido.
Sin embargo, los liliputienses tienen cosas fabulosas: la educación, la organización, el uso de
los impuestos para el bien común, etc. Todo parece perfecto a pesar de las infamias que se dan
en la corte. Pues, reconozco gracias a ti lo bien o mal que podemos estar. Contrastando tu
experiencia con nuestra experiencia he llegado a una determinación. Promover el diálogo con
vistas a la paz y el bien común.

Pero, estoy en un debate con mi conciencia. No dejo de pensar en la valentía de estos hombres
que se esfuerzan por inquirir un cambio. Sus necesidades deben estar insatisfechas por la mala
distribución de la riqueza que hemos promovido. Tampoco dejo de pensar en los despilfarros
que se dan en la corte entre fiestas y bailes a costa del trabajo de los pobres. El reino de Lilliput
podía alimentarte porque tenía los medios. Pero si viniese un gigante de 50 metros de alto a
nuestro dominio, se moriría de hambre. Vos que fuiste capaz de mediar por la paz entre los
liliputienses y los blesfuscienses, aconséjame cómo mediar entre las clases sociales de mi reino
que están por armar una guerra. Si disminuyo los beneficios de los nobles sobre los
campesinos, éstos se sublevarán y me derrocarán, alcanzando a los campesinos quizás una
tiranía. No puedo cobrar más impuestos para bien de los campesinos; además no pueden
pagarlo, es imposible. Y de esta forma aceleraría la rebelión provocando seguramente una
masacre que no ayudará en nada a la convivencia de nuestro feudo.
Espero tu respuesta, no quiero proteger mis intereses sino los de todos. Permíteme, en esta
ocasión que me das, demostrar que también los ingleses podemos ser emprendedores de paz e
igualdad.
Me despido de vos, un hombre también, con espíritu viajero.

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