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Esté claro que ¢s el inconfundible propio funeral. Por un instante, a los ojos; luego, él baja la vista él,sino Italo, He confiundido aI nor. sefior Palomar asistiendo a au breve y demencial, nos miramos ¥ observa el cajén donde no esti talo con Floriano, su hermano me- Me setiro del iugar antes que los demis. En el 50 4 Roma, el sol esti cilido y brillante; de repente, vee Como dicen en el Sur, ef demenio esta pegando 4 su ma " cr. Enseguida un arco iris cubre todo el cielo hacia el este. Paro gens To fornanon, antiguos habitantes de la zona que ahora sel arco iris era un heraldo resagiador de proxi mutaciones en los asuntos humat side cis nos, de muertes de sation reyes, de ci dads 1 mundo, Hago un gesto para apartar el mal de ojo; ho- el tiempo puede acabar, pero, «si el tiem , 0 Pero, © no tiene final, se I puede describir instante iene ins Por instante ~piensa Paloma: i tante, al ser descrito, se ihe ponte se expande de modo que su final vista. Palomar decide ote des i ponerse a describie cada instan ; te de su vida hasta que no los haya tegistrado todos, no pensar mis en uae muecrto. En ese momento, mueres." Asi acaban emis tutimas medi. taciones sobre la naturalez: uralezae, Ahora, Calvino y la tcons sobre y la Naturaleza son aje de regre- empieza a lo The New York Review of Books, 21 de noviembre de 1985 “Ato gue bua de Calvino tara dl fel Willan Weer pork ules sda a een largo de muchos alos. (N del A.) Hones 476 Montaigne «En toda obra maestxa -escribié Emerson= reconocemos nuestros propios pensamientos descartados; vuelven a nosotros con una cicr= ta majestad alienada.» Cuatro siglos después, la curiosa genialidad de Montaigne sigue provocando ese efecto en sus lectores y, una y otra vez, encontramos en su autorretrato nuestros aperrus mas bri- llantes (los que, de algim modo, olvidamos anotar y en consecuen- cia olvidamos), que nos son devueltos en sus ensayos (tentativas) de aquilatarse (sopesarse) a i inismo en su propia época, asi como, si se ponta a ello, en todas las Epocas, i es que se puede hablar de algo asi. Durante treinta afios, he conservado la traduccién de Donald M. Frame de las Obras compleias de Montaigne, si no en la mesita de noche,al menos a mano, Hay numerosos circulos entrelazados sobre Ja encuadernacién granate donde posé vasos tras haber escrito al margen algtin comentario que ya no resulta inteligible o, sencilla mente, «{cuén ciertoly. La verdad es que no legué a leer las Obras completas en sa totalidad, sino que lef escritos por agut y por alld, y relei mis ensayos proferidos en vez de intentar leer el famoso «Pa negirico de Raymond Sebonds, que, a mi modo de ver, no nece- sitaba panegirico ni conmemoracién alguna. Pero ahora esti en marcia la generacin del siglo xxt, , para celebrar su entrada en el invetnadero, hay una nueva waduccidn al inglés de los Ensayos com- pletos de Montaigne, a cargo de M. A. Screech, gien, hace aiios, me abrié camino con pericia -r incluso con rigurosidad~ a través de la obra de Rabelais. Me ha llevado un mes entero leer todas y cada una de las 1.2649 piginas. (Montaigne, [TI-8: «Acabo de leer de una sentada las His- a torias de Tacito [tosa que rara ver me ocurre, hacia veinte afios que no pasaba toda una hora con un solo libro]...r.) Disfruté con la comparacién entre Screech y Frame. Alli donde Frame es sonoro ¥ cufemistico, Screech se muestra preciso y actual, como sospeche- rian quienes hayan leido su Moniaigne and Melancholy (1983}.Aun- que me inclino por naturaleza a incluir a Montaigne en la escue- [a relativista de Lucrecio y los epicireos, convirtiéndolo asi en an protoilustrado, Screech lo sitiia con toda firmeza en el seno dela Iglesia catélica romana de su época, sitada como estaba por la Re~ forma, que adopté la forma de una guerra civil en Francia entre catélicos y protestantes, una guerra ideolégica ~es decir, absurds~ como el crudo enftentamiento que ha centrado nuestro interés durante una buena parte de este siglo infestado de ciencia Michel Eyquem nacié en 1533 en la hacienda de su padre, Montaigne, al este de Burdeos. Los Eyquem, una familia de tra tantes de pescado y vino, se ennoblecieron minimamente con la adquisicién de Montaigne, motivo por el que se les otongé el «des, La familia materna descendfa de judios espaiioles, es de suponet ‘que convertidos mucho tiempo atts. Cuando legs el cisma, mien- tras que Michel, sus padres, dos hermanos y una hermana siguie- ron siendo catdlicos, un hermano y dos hermanas se convirtieron al protestantismo. Hacia la década de 1560), habia una guerra civil declarada que continué hasta la muerte de Michel en 1592. La familia Montaigne siguié levindose bien no solo con la corte ca- t6lica en Parfs, sino también con la del soberano protestante de la cercana Navarra, que tan proverbialmente celebré una misa para pasar a ser el rey Enrique IV de Francia. La educacién de Montaigne fixe tan singular como atl. Pues- to que su tutor no hablaba franeés, e} latin, tanto hablado como escrito, se convirtié en su primera lengua hasta los seis afios. Des- pués pas6 siete afios en una escuela latina, donde se sumergié en Jos clasicos romanos; aunque el griego no lo tocé demasiado, ‘También aprendié el francés concertado de la época, asi como el dialecto gascén. Se le preparé, en mayor 0 menor medida, para 8 fs soldad, abogado, estadistay lo que antato se denominabs ‘eaballero, categoria que yao existe en temps especiaizados como los que correa, Como tal, Montaigne aborrecia mentit; naturalmente y fue su ensayo sobre el asunto To gue primes Fie ota de 6 hace aos, HLa mencia e+ on vieo infausto, bo B inico que nos une y nos hace humanos son nuesttas pall ra BE nos percatiramos del horror y el peso de nuestras ments wera= f mos que merece la Boguera en mayor meda que otoscrme- Fes [..] Una vez defamos que la lengua adquiera la costumbre de Kents es stombroso cua diel resulta ja» (-8), Como per sona que me he visto obligada a pasar todg una vida en mundos de mentica de lo mis diverso (mundos en os que al mentiroso se Ec tiene ex: mayor estima cuando se le conoce por mentir cons G cantemente y salirse con la suys), encuentro Montaigne recon- eae auc el pad de Montige se consi en alae de Burdeos, su hijo pas6 trece afios en el consejo juridico de la civ: Bsa, Fue durante ese periodo cuando conocié a otro funcionario piblico, Erienne de La Boitie. El uno se convertiia en el alter «ge del otro. «$i me obligaran a decir por qué le quezia, cengo Basen acion de que sélo podria expresarlo con Ia contestacién: “Por que era él: porque exa yo". [..] Nes buscabanmes el uno al oro anes de ilegar a vernos...» (I-28). Su relacidn fue un intenso ai eee sobre cualquier tema itapinable La Boatie x ints cia j habia escrito contra la tirania y mt en. seer cara de Montaigne a su padze acerca de los dias poureros de La Botte es como Ja de Amiano Marcelino sobre le muerte de emperador Juliano, una especie de héroe para Monnigne s en no para el Santo Oficio, (Carta a su padre: Expir6 2 fesen pu to de la madrugada del miércoles, el 18 de agosto de 1563, tras treinta y dos afios, nueve meses y diecisiete dias...) ae “79 Sin duda alguna, todos estamos en deuda con e! pobre La Boétie por haber muerto, pues Montaigne no volveria a encontrar otto compafiero espiritual, y por tanto, a su debido tiempo, tras casarse, tener hijos y heredar las tierras, een el afio de Nuestro Sefior de 1571,a la edad de treinta y ocho aifos, el iiltimo dia de febrero, en su cumpleafios, Michel de Montaigne, hastiado de la servidum- bre ala corte y de la administracién piiblica...», se retité 2 Mon- taigne, donde dio comienzo a sus tentativas de entenderlo todo, lo que significaba, antes que nada, entender el yo incognoscible (al menos eso pensaba Sdcrates). Al no tener un amigo con cl que hablar 0 un Atico al que escribir, Montaigne empezé a escribirse a si mismo sobre si mismo y sobre lo que habia leido, y pas6 a for ‘mar parte de si mismo. Hizo numerosas tentativas ~essayer- antes de dar con su géneto, «Si tuviera alguien a quien escribir, lo habria escogido como medio para dar a conocer mi patloteo. [,..] A menos que me engafie a mi mismo, mi logro habria sido de ese modo mucho mayor» (I-40)}.Al principio, escribia breves apuntes: «mo sitiar una ciudad o el mejor modo de sacar provecho a una frase de Séneca. Mas adelante, opté por el ensayo largo que se pudiera leer en una hora. Tendia a la libre asociacién, ya que «todos Jos te mas estin ligados entre sis (IH-5}, Sobre todo, escribié como un hombre de accién, implicado en ef mundo tanto local como na- Gonalmente, Lo tenfan en gran estima Catalina de Médici, Em que Ill, Marguerite de Valois y Enrique de Navarra, que le visit en Montaigne en dos ocasiones, y, como rey de Francia, lo habria nombrado consejero si el ensayista no hubiera hecho une iiltima tentativa de entender Ia muerte: la vida a través del acto de morit. La accién més importante de este hombre de accidn fue reti- rarse a su biblioteca con objeto de leer, pensar y eseribirse notas que, a la larga, se convirtieron en libros para el mundo: En casa, me escapo a la biblioteca (en el tercer piso de una torr; me resulta facil vigilar mi hacienda desde alli, Estoy encima del portico y veo el jardin, el gallinero, el patio trasero y la mayor 480 parte de la casa, Ali puedo pasar las piginas de este o aque! libro, tun pirrafo tras otro sin orden ni propésito. Unas veces se me va la cabeza, otras camino de aqui para alli, tomando notas y ordenando estas veleidades miias. [..] Mi biblioteca esta dis- puesta en forma circular y slo se interrumpe por la necesidad de colocar una mesa y una silla: en su curvatura, me permite abarcar de un vistazo todos y cada uno de mis libros, dispues- tos en cinco estantes que revisten toda la pared Tiene tres esplén- didas vistas sin estorbo alguno y un circulo de espacio despe- jado de dieciséis yardas de didmetro (III-3) Montaigne da la impresién de haber leido hasta el diltimo autor latino; también le intrigaban las historias contemporineas de los ameticanos y otros lugares exdticos en los que coexistian caniba- les y reinos donde abundaba el oro. Una buena parte de sus escri= tos comienza con una cita que le impulsa a meditaciones de cose- cha propia, reforzadas por mis citas, lo que constituye una suerte de palimpsesto. Cuando menos, se le daba de maravilla arreglar jar- dines ajenos. Le gustaban especialmente las anécdotas de cacicter biogtifico, y tuvo la suerte de que, poco después de haberse apo- sentado en su torre, el obispo Jacques Amyot publicara una tra~ duccién al francés de Plutarco que pronto se convirtié en fuente de conocimientos y piedra angular de Montaigne. De hecho, uno no puede menos que preguntarse como habrian sido sus ensayos sin Plutarco, :Habria encontrado Montaigne el mismo atractivo en 805 titanes humanos, Alejandro y César?, z0 en esos paradigmas de Ja virtud humana, Epaminondas y Cat6n el Jovent? Enare los miles de libros en los cinco estantes, Montaigne sue~ Je volver a menudo a Lucrecio y Séneca.Venera a Homero, pero se encuentra mis a gusto en compaiiia de esos dos escritores mun- danos que apelan a su propio caricier mundano. El primero, de- bido a su sentido de la diversidad ~de la relatividad, incluso~ de las coxas, el segundo, como juicioso consejero, no s6lo con respec- to al modo de conducirse en la vida doméstica, sino también en 41

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