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Pero, además, el precio ha de ser cierto. Esta exigencia de certidumbre obliga a que el recio
sea determinado o, cuando menos, determinable al tiempo de la celebración del contrato.
Por ello, se ha dicho que "la previsión del precio es el momento esencial de la venta, cual
contrato caracterizado por la función de intercambio entre la alienación de un derecho y un
correspectivo pecuniario".
En este punto conviene destacar que el Código Civil, en la sección dedicada a los contratos
en general, no contiene una norma que discipline expresamente el requisito de la
determinación o determinabilidad del contenido u objeto contractual. En efecto, el
ARTÍCULO 1402 se limita a establecer que el objeto del contrato consiste en crear, regular,
modificar o extinguir obligaciones; mientras que el ARTÍCULO 1403 menciona la licitud y
la posibilidad, omitiendo pronunciarse sobre el mencionado requisito. No obstante esta
omisión, debe entenderse que la determinación o determinabilidad también es un requisito
del contenido u objeto del contrato. En efecto, como se ha visto, el Código Civil, en su
ARTÍCULO 219, numeral 3), establece la sanción de nulidad para el contrato (negocio
jurídico, en general) cuyo "objeto" sea imposible o indeterminado, omitiendo esta vez
pronunciarse acerca de la nulidad por su ilicitud, lo que no implica que el contrato cuyo
contenido sea ilícito no deba ser afectado con la nulidad.
Para un mejor abordaje del tema concerniente a la nulidad del contrato de compraventa
cuando el precio ha sido determinado de modo meramente arbitrario por una de las partes,
es necesario efectuar algunas precisiones previas.
El contrato, como todo acto de autonomía privada, tiene una estructura. Dicha estructura
está compuesta por: (a) un comportamiento o manifestación de voluntad, por la que se
expresa un acuerdo; (b) un contenido o reglamentación para la concreción de los intereses
que forman parte del acuerdo; y (c) una función económico-individual. Para que estos
elementos puedan cumplir su cometido es necesaria la presencia de ciertos presupuestos,
esto es, de aquellas entidades que, siendo ontológicamente distintas del contrato y
preexistiendo al mismo, tienen una importancia que puede ser influyente, según el caso,
sobre su relevancia, su validez o su eficacia. Estas entidades son los sujetos de derecho (las
partes, en el ámbito del contrato) y los bienes. A los primeros se les llama presupuestos
subjetivos ya los segundos presupuestos objetivos.
Por otro lado, es también necesaria la existencia de ciertos requisitos, o sea de aquellas
peculiares maneras de ser o características que deben presentar tanto los elementos cuanto
los presupuestos del contrato, para que opere la calificación normativa de este hecho
jurídico por parte de la norma jurídica estatal. En cuanto atañe a los requisitos de los
elementos, debemos decir que los requisitos del comportamiento son la forma, la ausencia
de vicios y la seriedad; los requisitos del contenido u objeto son la licitud, la posibilidad y
la determinabilidad y, por último, el requisito de la causa es la licitud. Expuesto lo anterior,
es preciso referir que, tanto la nulidad como la anulabilidad son especies pertenecientes al
género conocido como invalidez.
En líneas generales puede sostenerse que la invalidez supone que uno de los requisitos que
el ordenamiento exige para los presupuestos o para los elementos del contrato, no se ha
verificado o lo ha hecho de manera defectuosa, motivo por el cual el acto de autonomía
privada resulta inidóneo para desplegar sus efectos. La ineficacia del contrato subsiguiente
a la calificación de invalidez puede ser "actual" o "potencial".
Para que se califique a un contrato como nulo, el requisito incumplido debe interesar al
ordenamiento de manera general, es decir, debe tutelar intereses generales o, cuando
menos, indisponibles para las partes (como, por ejemplo, licitud, imposibilidad jurídica o
física, etc.). Esto explica por qué el legislador ha decidido, en el ARTÍCULO 220 del
Código Civil, que la legitimación para pedir su declaración judicial (o arbitral) sea bastante
amplia y por qué pueden actuarla no solo las partes, sino también cualquiera que tenga un
interés relevante y hasta el Ministerio Público. Por el contrario, para que se califique a un
contrato como anulable, el requisito incumplido no debe interesar al ordenamiento de
manera general, esto es, debe tutelar intereses particulares o, cuando menos, disponibles
para las partes (ausencia de vicios, etc.).
Esto esclarece, entre otras cosas, por qué la legitimación para pedir la nulidad de un
contrato anulable, según el ARTÍCULO 222 del Código Civil, está limitada solo a las
partes. 8. Lo expuesto hasta aquí nos permite interpretar los alcances y significado del
ARTÍCULO 1543 del Código Civil y, por consiguiente, las razones que han inducido al
legislador a optar por la solución que contiene dicha norma. Se ha visto que el precio, entre
otras cosas, debe estar determinado o, cuando menos, debe ser determinable. Esta exigencia
se conecta con la regla general de proscripción de la arbitrariedad en el ejercicio de las
situaciones jurídicas subjetivas, es decir, de los derechos, deberes, cargas, poderes, etc.,
proscripción que opera, incluso, en las operaciones del mercado, por su compatibilidad con
la esencia misma del Derecho y por contribuir a la eficiencia en las operaciones
económicas. Se trata, entonces, de una elemental norma de convivencia social y económica.
Ya en el plano civilístico esta norma debe interpretarse en el sentido de que el precio no
puede dejarse al mero arbitrio de una de las partes. Huelga decir queesta norma no colisiona
con el ARTÍCULO 1360 del Código Civil, referido a la reserva de estipulaciones, cuyos
alcances son claramente distintos. La sanción establecida por el ARTÍCULO bajo
comentario encuentra su ratio en que el precio es una de las reglas o disposiciones
convencionales que forma parte del contenido u objeto contractual, de modo que resulta
entendible que, ante su determinación proveniente del mero arbitrio de una sola de las
partes, el contrato de compraventa sea necesariamente nulo.
Naturaleza jurídica del tercero designado por las partes para la determinación del precio
Así, el tercero podrá ser designado por las partes exclusivamente en razón de la confianza y
credibilidad que tengan estas en su persona; por ejemplo, que un hermano venda a otro un
libro de Derecho, y, al no ponerse de acuerdo sobre el precio del mismo, pero deseando
celebrar el contrato, acordasen que la madre de ambos -neófita en materia de Derecho-
determine el precio del libro. Será evidente que los hijos habrán recurrido a la madre a fin
de que a criterio suyo señale dicho precio, pero los hijos no han contratado en el entendido
de que la madre hará una apreciación fundamentada en sus conocimientos respecto de los
valores objetivos de textos similares al que es objeto de dicho contrato. Los hijos, entonces,
se habrán remitido a su mero arbitrio.
Distinto sería el supuesto en el cual, los hijos remitiesen la determinación del precio del
libro vendido a una persona que ocupara en ese momento el cargo de jefe de compras de la
Biblioteca Central de la Pontificia Universidad Católica del Perú, ya que esta persona tiene
la capacidad y conocimientos suficientes para determinar el precio del libro con carácter
equitativo, debido a que, dada su versación en la materia, podrá calcular, de manera
bastante aproximada, el justo precio del libro vendido. Será claro que los hermanos habrán
querido remitirse a su arbitrio de equidad o arbitrio boni viri.
En torno a la posición que sostiene que la función del tercero es la de un perito, queremos
precisar que no siempre se dará esta característica en el tercero. Sin embargo, sería
susceptible de presentarse en caso las partes remitan su decisión al arbitrio de equidad,
precisando que además dicho tercero deberá reunir los conocimientos suficientes como para
ser considerado un experto en la materia.
Es necesario subrayar que nunca podrá ser considerado perito el tercero elegido por las
partes, tomando en consideración exclusivamente sus cualidades personales y no técnicas.
Respecto de la relación existente entre las partes contratantes y el tercero, puede decirse
que resulta evidente que se trata de un contrato de mandato, por el cual el tercero es el
mandatario, y el comprador y el vendedor son los mandantes. La obligación que asume
dicho mandatario es la de establecer el monto del precio en el contrato de compraventa que
ambos han celebrado. Debe quedar claro que el tercero no tiene como función la de celebrar
el contrato, pues este ya ha sido celebrado por comprador y vendedor.
2.Posibilidad de impugnación de la decisión del tercero En primer lugar debemos
manifestar que estamos en desacuerdo con aquella posición legislativa y doctrinaria que
señala que la decisión adoptada por el tercero es inimpugnable o inconmovible, ya que si
bien las partes se han remitido a la decisión del tercero para que este determine el precio de
la venta, dicha decisión no necesariamente estará ajustada a Derecho. Por tal razón, si se
tratara de una decisión que no revistiese tal característica, podrá ser impugnada por las
partes contratantes o por alguna de ellas. Para analizar el tratamiento que otorga el Código
Civil peruano al respecto, debemos precisar si nos encontramos ante un supuesto de
arbitrium boni viri o de arbitrium merum.
2.1. Si el tercero manifiesta su voluntad, señalando un precio De ser este el supuesto, habría
que diferenciar si se trata de un arbitrio de equidad o de un mero arbitrio.
2.1.1. Arbitrio de equidad El Código Civil peruano no se manifiesta sobre el particular. Sin
embargo, existen dos posiciones al respecto.
2.1.1.2. El juez no está facultado para modificar el precio señalado por el tercero
Esta posición es nuestra. Creemos que una vez que el tercero ha determinado el precio del
bien, solo cabe que la parte contratante que se sienta perjudicada por dicha determinación,
acuda a los tribunales para demandar que se anule la decisión del tercero, fundamentando
su pretensión en argumentos de forma o de fondo; y al anularse la decisión del tercero, el
juez no tendrá facultad alguna para variarla, sino simplemente, al declarar fundada la
demanda del contratante, el contrato será nulo por no haberse integrado al mismo el
elemento esencial-especial que le faltaba, vale decir el precio.
2.1.2. Mero arbitrio El Código Civil peruano, en su ARTÍCULO 1408, establece que la
determinación librada al mero arbitrio de un tercero no puede ser impugnada si no se
prueba su mala fe; y que si faltara la determinación y las partes no se ponen de acuerdo para
sustituir al tercero, el contrato es nulo.
Pensamos que al haber planteado el Código Civil de manera expresa la solución que
acabamos de anotar, si faltase la decisión del tercero y no haber contemplado el supuesto de
que exista decisión, pero esta sea inicua o errónea, se ha cometido un error. Sin embargo,
consideramos que la solución planteada por esta norma es extensiva al supuesto que
acabamos de anotar.
Delimitación conceptual
Debemos señalar que cuando nos referimos al título materia de análisis, lo hacemos
teniendo en consideración el supuesto en el cual ambas partes -comprador y vendedor-
hayan previsto de manera expresa en el contrato celebrado, que si bien no determinan el
monto del precio del o de los bienes vendidos, dejan su determinación al precio que
tenga(n) en un determinado día, a la vez que en un determinado mercado, plaza o bolsa.
Sin lugar a dudas, de sostenerse siempre el principio de que se deba pagar el precio que
tenga dicho bien en el mercado en un determinado lugar y día, se crearía en el supuesto
bajo análisis, una multiplicidad de problemas, ya que, de seguro, una parte: el vendedor,
exigirá que se le pague el precio más alto cotizado ese día (5/.150); mientras la otra: el
comprador, buscará pagar el precio más bajo, es decir SI. 100.
Por ello, algunos Códigos Civiles intentan dar solución a este problema, estableciendo que
en caso de existir varias cotizaciones el mismo día, se tomará el promedio o la media
proporcional entre ellas. Esta es la única opción que manifiesta la legislación consultada al
respecto, pero existen otras posibles soluciones a las que las partes pueden remitirse en caso
de librar la determinación del precio de un bien que se venda al precio que el mismo
registre en un mercado señalado para tal efecto. En la doctrina consultada se pronuncian a
favor del precio medio un grupo numeroso de autores.
Por nuestra parte, consideramos indispensable para que se analicen los casos concretos del
tema que venimos estudiando, el hecho de que se hagan ciertas precisiones de índole
temporal y valorativo, relativas al precio de compra o de venta, además de otras de índole
geográfico, que estimamos necesarias para el esclarecimiento del problema planteado por el
precio promedio
En realidad, el ARTÍCULO 1235, al que hace remisión el ARTÍCULO 1546, menciona tres
posibilidades a las que las partes pueden dejar la determinación del precio en el contrato de
compraventa:
a. Índices de reajuste automático que fija el Banco Central de Reserva del
b) Perú;
c) Otras monedas, lo que equivale a decir, monedas extranjeras;
d) Mercancías.
Sin embargo, debemos anotar que consideramos poco oportuna la existencia del
ARTÍCULO 1546, bajo comentario, ya que podría dar a entender, al reiterar la norma del
numeral 1235, que esta es de aplicación al contrato de compraventa (y al de permuta, por
razones obvias), pero no a otros actos, pues en los demás contratos típicos no se consignan
normas similares al ARTÍCULO 1546, situación que no impide -en lo absoluto- la
aplicación del ARTÍCULO 1235 a dichos actos, pues esta es una norma que corresponde a
la generalidad de obligaciones.
Pero en realidad, la licitud de que las partes pacten en su contrato cualquiera de las
posibilidades antes mencionadas, no es óbice para que acuerden alguna otra forma de
determinación del precio que les parezca conveniente.
1. Delimitación conceptual
Ya hemos analizado el supuesto en el cual si bien las partes no, hubiesen determinado el
precio, sí han establecido reglas para su posterior determinación, es decir, los supuestos de
precio determinable por expresa designación de las partes contratantes.
Ahora nos toca analizar el supuesto en el cual las partes no hayan ni determinado ni
establecido siquiera reglas para la posterior determinación del precio.
Por principio, a falta de precio, el contrato de compraventa resulta nulo, pero la doctrina y
la legislación se han encargado de establecer algunos principios a través de los cuales dicha
nulidad podría dejarse de lado y establecerse, en virtud de normas expresas (de la ley),
procedimientos para la determinación del precio del bien vendido.
Cabe resaltar que los supuestos en los que podrían aplicarse estas normas se basan,
fundamentalmente, en bienes fungibles, de comercialización corriente y masiva, tal como
veremos en el punto siguiente.
2.1. Se tomará el precio corriente de plaza del día de la entrega del bien Existe una
importante corriente legislativa en el sentido de asumir que, a falta de determinación del
precio, este deberá ser entendido como el precio corriente de plaza del día de la entrega.
En doctrina, comparte este criterio un importante número de profesores.
2,2. Se tomará el precio por el cual el vendedor expende habitualmente ese bien
Esta posición es seguida por un reducido grupo de Códigos Civiles. En doctrina, este
criterio es sostenido, entre otros, por Messineo.
El Código Civil peruano adopta una posición bastante interesante, pues comprende a los
dos supuestos que son mencionados por la legislación y doctrina consultadas.
Concretamente nos estamos refiriendo al ARTÍCULO 1547, bajo comentario.
La posición del Código Civil, a este respecto, ha sido tomada, evidentemente, del
ARTÍCULO 1474 del Código Civil italiano de 1942, que a la letra establece (texto
original):
ARTÍCULO 1474.- "Falta de determinación expresa del precio.- Si el contrato tiene por
objeto cosas que el vendedor vende habitualmente y las partes no han determinado el
precio, ni han convenido el modo de determinarlo, ni el mismo es establecido por acto de la
autoridad pública o por normas corporativas, se presume que las partes han querido
referirse al precio normalmente practicado por el vendedor.
Si se trata de cosas que tienen un precio de bolsa o de mercado, el precio se toma de los
Iistines o de las mercuriales del lugar en que debe realizarse la entrega, o de los de la plaza
más próxima.
Cuando las partes hayan querido referirse al justo precio, se aplican las disposiciones de los
apartados anteriores; y cuando no concurran los casos previstos por ellos, el precio, a falta
de acuerdo se determina por un tercero, nombrado a tenor del segundo apartado del
ARTÍCULO anterior".
Respecto a la importancia de este numeral, se manifiesta Badenés Gasset diciendo que:
"Como se ve, el legislador italiano ha estado dominado por la preocupación de salvar de la
nulidad el contrato de contenido incompleto. Pero para alcanzar dicho fin, se ha excedido,
puesto que, como observa Luzzatto, cuando el precio no ha sido del todo determinado, falta
un elemento esencial y es dudosa la oportunidad de encomendar a un tercero el encargo de
determinarlo.
Esta norma puede recibir una amplia aplicación, aplicación que comprende, puede decirse,
todos o casi todos los casos, en los cuales el precio no haya sido determinado por las partes,
porque el Código no exige que las partes se hayan referido expresamente al justo precio,
como hacía, en cambio, el abrogado Código de Comercio (art. 60, apartado 2),
contentándose solo con que hayan entendido referirse a ese, y, por otra parte, en la
grandísima mayoría de los casos en que falta determinación del precio es de presumir,
precisamente, que las partes han entendido referirse al justo precio. Se llega, pues, en el
Derecho italiano, a determinar elementos esenciales del contrato, no por las partes
contratantes, sino por una voluntad extraña a ellas, e impuesta por un órgano estatal".
En lo referente a las ventas por peso, los cuerpos legislativos consultados casi no se ocupan
del tema. Las excepciones están constituidas por el Código Civil peruano de 1984, en el
ARTÍCULO 1548, y el Código de las Obligaciones de Suiza, en su ARTÍCULO 212.
En lo que se refiere a la compraventa por peso, estamos de acuerdo con lo expresado por la
doctrina nacional consultada, la misma que es favorable a la redacción del ARTÍCULO
1548, bajo comentario, debido a que lo que interesa al comprador es, precisamente, el
contenido (peso) neto del bien vendido. La envoltura o envase tiene por finalidad
resguardar el producto del clima o de su traslado de un lugar a otro (por ejemplo, del lugar
donde se ha producido, hasta el lugar donde se ha pactado su entrega), pero -al fin y al
cabo- ella resulta siendo accesoria.