Está en la página 1de 3

ILUMINANDO ESFERAS

Los hijos traicionamos a los padres, cuando pensamos que


podemos ser mejores que nuestros progenitores, má s capaces,
má s sensibles, má s inteligentes, sin tomar en merito sus proezas.
Y los padres traicionamos a los hijos, pensando que lo sabemos
todo y que nada grandioso podemos aprender de los hijos. La
falta de confianza en unos y otros, degenera no solo en la
falsedad de la comunicació n, sino también en el vacío interno por
la falta de armonía con nuestra fuente sagrada. Privamos a
nuestros niñ os de amor real y en cambio le asignamos deberes y
exigencias, para poder ganarse el abrazo de sus padres, de sus
cuidadores y responsables, algo que debe estar en abundancia
familiar.
Ahora ya no golpeamos con las manos, pero lo hacemos con las
palabras, o con nuestra indiferencia. La fragmentació n familiar
de hoy es muy dolorosa, cada uno vive encerrado en una burbuja
de cristal, y los demá s son una amenaza que pueden romper
nuestro mundo físico y mental. Lo nuevo y diferente es un
absurdo, en muchas culturas, pero todo es una farsa social, lo
nuevo y diferente siempre será digno de admiració n.
Bajo este cuadro y percepció n de la vida humana, nos quedarían
pocas opciones para empezar una nueva forma de relacionarnos.
Comprendiendo que somos parte de una misma fuente. Y que
solo siendo fieles a nosotros mismos alcanzaremos a ver un
nuevo amanecer. Reflejado en cada corazó n, en cada aliento de
vida que vibra en nuestro infinito universo. Nuestra fuerza y fe
aú n está n presentes, solo necesitamos confiar en nosotros y las
puertas se abrirá n al caminar. Ya es hora de empezar a ver a ese
pequeñ o ser, dotado de presencia divina, de ver el rostro de Dios
en nuestro corazó n y el de ellos también. Entonces, cual sería
nuestra actitud frente a este acontecimiento? Los niñ os
representan nuestro má s grande maestro en el mundo humano.
Y aunque queramos dar un buen ejemplo, como padres o
madres, el mensaje se quebrara, sino somos capaces de
ponerlos en primer plano, ver y escuchar con atenció n, toda la
sabiduría que irradian los niñ os. Su desafío a ser diferente, a
cuestionar nuestras acciones, a ser espontaneo, a ser ellos
mismos. No será suficiente sino le vemos en su má s elevada
presencia, cristo nos dijo: Dejad que los niñ os vengan a mí
porque de los que son como ellos, de esos es el reino de los
cielos.
Cristo nos recuerda el lugar privilegiado que deben tener todos
los niñ os. Nos hace meditar en la bondad de su ser, y nos enseñ a
que su compartimiento es semejante de Dios, por lo tanto su
grandeza no debe ser manchada, condicionada, ni ignorada.
Cristo conocía su alma, su poder, su esencia y su verdad. No es
que parecen Dioses, es que son el alma de Dios.
Uno de mis primeros empleos, fue compartiendo con niñ os que
vivían en extrema pobreza. Un día descubrí algo insó lito y
desconcertante. Me había contagiado con una enfermedad
venérea. Al principio me sentí desvanecer, era algo realmente
indescriptible, pero jamas pensé en abandonar el trabajo. Este
hecho me trajo otros recuerdos de niñ a, cuando era enfermiza y
me daba mucha gripe y jaqueca. De niñ a pensaba, que en todo
esto había algo bueno, que yo no podía ver, es decir algo bueno
para mi organismo, inmunidad, naturaleza. Por tanto de alguna
manera me sentía má s adaptada, má s fuerte. La enfermedad me
permitía soltar la energía negativa acumulada en el ambiente y
restaurarme nuevamente con mi naturaleza original. Era el
tiempo para estar quietos, calmados y ver claramente en el
interior. En esta ocasió n había algo mucho má s profundo, vi que
tenía que romper un poco con mi ego, de que todo estaba muy
bien, porque tenía un trabajo que me gustaba y me sentía
importante. Sin embargo, había algo que no veía, y me estaba
hablando desde una fuente má s oculta de mi misma, una fuente
que expandía mi conciencia por primera vez. Comprendí
entonces, que para querer algo tenía que tener valor,
comprensió n, voluntad y tomar una decisió n, lo demá s era solo
aprender a solucionarlo o dejarlo ir. Fue una de las experiencias
má s dolorosas en todos los sentidos, sin embargo continú e mi
camino, haciendo lo que tenía delante, para mejorar y mejorarme
a mí misma. Aprendí a ser consciente de mis decisiones y a la vez
a no tener que dar explicaciones convincentes. De esta forma
aprendí, que el dolor tiene sus misterios, sus enseñ anzas, su luz. Al
igual que la pobreza. Unidas en el bien y el mal, crean un nivel
superior fuerza.
. A pesar de que la pobreza también es una política para enriquecer a
muchos, también es un sistema de humillació n para crear
desequilibrio mental, miedo y ansiedad. Pero lo que nadie sabe es
que si misma ella guarda una riqueza, una manera compleja y
difícil de aprender, algo que está oculto a los ojos humanos, pero
que les permite a ellos, sin necesidad de palabras estar en armonía
con ellos mismos y Dios. Los niñ os son limpios en su corazó n.
Ellos no comprenden su importancia como la comprendemos
nosotros. Y aun en la marginalidad permanece intacta la semilla
del aliento de vida. y pueden escuchar su voz interior y disfrutar
de la vida, igual que lo hace cualquier otro niñ o que dice tenerlo
todo. Todos está n llenos de vitalidad, como si el mismo alimento
les fuera de má s. Sin pensamientos, ni preocupaciones, sin
imaginar siquiera, que pronto sus vidas estarían infectadas por
toda esa basura del color y la pobreza material. Y que los mismos
que dicen protegerlos, será n después los que los acusaran,
encarcelaran, y dirá n toda clase de mal contra ellos.
Benditos será n por siempre los que padecen persecució n por sus
propias creencias y por Dios. Jamá s morirá n. Porque es preferible
ser aborrecido a ser idolatrado.

También podría gustarte