Ladrón de Corazones

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Ladrón de corazones. Sin corazones. No hay corazones. Sin latidos. Así no es.

Hoy. Aquí estoy. Pensando y pensando un montón de cosas. A veces con un cierto orden,
pero en su mayoría apenas utilizo alguna dirección.

Detrás de mi alguien esta luchando por llamar mi atención. De veras se esfuerza, pero
continuo absorto en la escritura. Apenas finalizo de escribir el punto anterior, cuando en un
salto sube hasta mis piernas un pequeño gato. Llega hasta la altura de mi cintura y sólo se
me ocurre rascar su lomo. En recompensa recibo algunas muestras de afecto y sobretodo
sus ronroneos, también algo de pelos.

- Mini. ¿Dónde está Megol? Le pregunto. Obviamente, no espero una respuesta, sólo
consigo mas ronroneo.

- Mini. ¿Dónde has dejado a Megol? Le repito.

Finalmente, puedo volver tranquilamente a mis ideas. El pequeño gato se ha cansado de mis
mimos y ha saltado por una ventana. Sigo escribiendo y escribiendo, algo que he escuchado
llama mi atención y debo hacer una pausa. Creí haber escucho algo en un volumen muy
bajo, pongo más atención y se trata de una canción. Zombie, era y es un excelente tema de
la agrupación Inglesa - The Camberries –

Tenía ya un buen tiempo sin haberla escuchado, serán algunos 20 años. Recuerdo que
estaba muy de moda en los 90 y aún continúa sonando...

11 de Julio 1994

Finalmente, tras cinco meses de haber iniciado en un nuevo lugar, ya había logrado ser
parte de un grupo. El grupo parecía más bien un boceto de caricatura, uno alegre, que podía
mostrar a los ojos curiosos muchas diferencias y semejanzas. Edades y alturas similares,
siendo diferentes los pesos y volúmenes. Había una cierta diversidad. Una muy rica y útil,
las diferencias les unían más y las similitudes no pasaban a ser más que eso, algunos puntos
en común. La suerte y la casualidad lo había llevado hasta ese grupo el mejor y el peor de
todos, pero al final era su grupo.

Las mentes criminales nacen y se fortalecen desde la infancia, pero es a la edad de trece
años que están presentes en cualquier colegio de la secundaria. Al menos así lo creía el
profesor Jaime Valle. En realidad no era un educado de oficio más bien su trabajo consistía
en vigilar y hacer cumplir la necesaria disciplina. En todo momento, ya sea en los pasillos y
aulas del centro de estudio era necesaria la disciplina. Por ello, se había ganado el
sobrenombre del Profe... sin embargo tenía unos más ocurrentes.
- Para dónde van? Le pregunto a la pareja de estudiantes que camina por el pasillo
durante la hora de clases.

- Al baño Profesor Jaime. Respondió uno, claramente tranquilo.

- Los dos al baño y juntos. Sólo los dos. Se escucho el comentario con cierta ironia.

- Si. Fue la seca respuesta del alumno que hasta el momento no había dicho ni una
palabra.

Cualquier persona que pudiera leer la mente, se habría percatado que en ese momento,
tenía más que decir que un simple y seco Si.

- Entonces, los dos se dirigen al baño y al mismo tiempo, por simple casualidad.
Termino de decir el profesor y agregó. Llevan algún tipo de permiso para poder
dirigirse al Toilet durante la hora de clases. Finalizo a manera de burla.

- Jaime. Dijo uno. La profesora Catalina no se presentó a la primera hora de clases y


en virtud de las circunstancias tuve la necesidad de venir al toilet, como tú mismo lo
has dicho. Gabriel salió después de mí y también se dirigia al mismo lugar. No
hemos hecho nada malo, estamos limpios y finalizo con una mueca en el rostro y un
par de gestos con sus manos.

- Cata... apenas fue un susurro. La profesora Catalina no se presento a su hora de


clases. ¿Por qué no se había presentado? Se pregunto y mostraba al mismo tiempo
un cierto desconcierto.

- Ejem... Podemos continuar, le interrumpieron.

- De prisa y sin distracciones. Así que partió rumbo al aula dónde debería estar Cata.

Gabriel.

Gabriel o gabo, eran las formas en que le llamaban sus compañeros. No era tan gordo,
tampoco era flaco, presentaba el típico cuerpo de un niño común de trece años y en
crecimiento. En un par de años ya no sería el mismo. Amaba el fútbol y todo lo que
tuviera que ver con este increíble juego, los jugadores, sus diferentes equipos y clubes,
incluso adoraba repetir esas atrevidas jugadas que realizaban sus veloces y lejanos
héroes.

Desafortunadamente el centro donde estudiaba no contaba con esas instalaciones, la


mala suerte le había tocado justamente cuando su emoción por este deporte estaba en su
mayor apogeo. Sin embargo, la escuela si contaba con una pileta de buen tamaño,
vestidores, área de duchas. Por supuesto, sólo algunos sapos y ranas podían deleitarse al
frecuentar y usar esta gigante charca de color verde.

- Te veías bastante nervioso. Un poco más y te habría atrapado Cara de pájaro.

- Nos habría atrapado. Recuerda que tú venias conmigo. Pero en realidad, a mi me


volvió a molestar su comentario.

- No le des tanta cabeza. El señor de las aves, siempre ha sido así, bueno desde que le
conozco. Un verdadero hijueputa volador y oportunista.

Entraron al baño y trancaron la puerta. El arma que saco uno de los alumnos de su
cintura apenas era disimulada con su camisa por fuera. Por suerte, la ironía del mensaje
que quería transmitir el Profe a los dos alumnos supero la llamada de atención ante la
camisa del uniforme fuera lugar. También la ausencia de la profesora Catalina alias La
novia del nido había ayudado a los alumnos a zafar.

El Profe Jaime

En verdad el aula era un completo desorden, pupitres por aquí, pupitres por allá. Un
grupo de alumnos y alumnas sentados sobre el escritorio que en ese momento debería
estar ocupando Cata. Otros sentados en pequeños grupos, nadie se había percatado de la
llegada del disciplinario. Tampoco lo vieron los alumnos más callados que se
encontraban de manera solitaria en sus pupitres tan sólo mirando. Ni siquiera la clásica
parejita del salón lo había advertido, por supuesto, cuando uno se está besando
mantiene los ojos cerrados.

- Todos a su lugar. Finalmente explotó el grito detrás de los alumnos.

En cuestión de segundos un tremendo alboroto tomo por sorpresa a los estudiantes. La


mayoría corrió hasta sus lugares, evidenciando su actuar. Los que estaban más cerca de
su sitio fueron los que menos alboroto crearon, el resto se llevo por delante pupitres y
compañeros de clases con tal de llegar a un sitio seguro. Sólo muy pocos se quedaron
completamente inmóviles en el sitio donde estaban de pie y hasta hubo una risa
nerviosa que se le escapo a alguien mucho más nervioso.

- Todos a su lugar. Se repitió la orden con un volumen mayor. ¿Qué pasa con todos
ustedes? Un par de minutos y se creen los amos y dueños del colegio. Apenas,
volvió a hablar. No tienen ojos sobre sus espaldas y creen que pueden hacer todo lo
que les viene en gana, gritó nuevamente y evidentemente irritado.

Un momento después del silencio una voz en un tono casi lastimoso dijo.
- No han sido un par de minutos.

- La profesora no se ha presentado en su primera hora clases y nadie había venido


hasta ahora. Dijo una chica, la de mayor tamaño en el grupo.

- Venga o no venga nadie. No puede haber indisciplina, no hay ninguna excusa para
lo que he visto. Todos ustedes son un montón de...

- Un montón de qué? Se escucho una voz descabelladamente desafiante y segura, tan


tranquila que sólo podía venir desde atrás.

Jaime se volvió molesto, casi encolerizado y de pronto se detuvo, todas las energías que
se había propuesto utilizar contra su desafiante había desaparecido. Sólo pudo reparar
en el alumno que había interrumpido a su persona, ese alumno que se había atrevido a
cortar sus palabras, al que había escuchado lleno de seguridad y tranquilidad, también
llevaba un arma en su mano derecha y le apuntaba. Un arma realmente bella, no sabía
mucho de armas pero estaba seguro que era elegante y letal.

- ¿Qué estás haciendo muchacho? Dijo nerviosamente.

- Nada. Fue la respuesta y continúo. Tan sólo quiero que termine de decir qué es lo
que somos todos nosotros y lo volvió a apuntar.

- Na... Nada. Tartamudeo. Alumnos. Eso es, alumnos que no deberían traer armas a
sus colegios. Trato de retomar el control de la situación.

- Yo no la he traído. Respondió y bajo lentamente el cañón. La he encontrado en el


baño, no sé a quién pertenece y tampoco me interesa, pero todavía tengo curiosidad
de saber qué es lo que somos.

Se acerco hasta el profesor. Tomó una de sus manos sudorosas y frías, para colocar
dentro de ésta ese lindo y peligroso juguete. Se aparto del nervioso hombre y se dirigió
hasta su pupitre. Todos y nadie se atrevían a decir nada, tan sólo, algunos pocos le
miraron, un silencio incomodo se había tragado por completo al aula, tan sólo el timbre
de final de una hora logro traerlos de nuevo a este mundo y exploto más de un llanto.

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