MacClur

Por Antonio Hernández Rolón

Lupus era un caimán que vivía solo, salía a la playa cuando el sol estaba a
pleno, no antes. En las mañanas, apenas asomaba la nariz para sentir el aire
fresco. Retozaba en el agua cálida del pantano, se restregaba en la hierba
sumergida solo para sentir su contacto. Le gustaba hacer las cosas solo.
Cuando veía otros caimanes, se daba la vuelta y regresaba a sus juegos en el
agua.

Un buen día, estando tomando todo el sol en la playa, pasó cerca una
tortuga, lentamente como acostumbraba.

— Hey, tu, ¿adonde vas con paso tan lento?—, le preguntó.

—Voy al agua, ¿qué no ves? Mecachis, estos lagartos grandotes y sus
preguntas—.

Lupus se quedó pensando un rato, pero como la tortuga iba muy lento le
volvió a preguntar antes de que llegara a la orilla.

—¿Y para qué si lo bueno ahorita está aquí, en lo cálido del sol?—
—Será para ti—, contestó Testu.
—Yo ahorita prefiero ir a nadar un rato, tal vez comer un pececillo que se
descuide, no sentir este peso que siento en tierra—.

Lupus siguió pensando la respuesta de Testu. Se volteó para que el sol le

diera de costado. Nada más pasó.

Al rato, paso cerca una iguana.

—¿A dónde vas con tanta prisa?—

—A ningún lado, solo no quiero estar en el mismo lugar siempre,— contestó

Maiquel.

Lupus volvió a pensar otra vez, ya las cosas no eran tan claras.

Al día siguiente, llegó Santiago McQueen y se los llevó a un lugar donde

todos podían hacer lo que querían.