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NO SEMOS NADIE

Un regato es la linde que separa

la tierra los vivos del campo los muertos.

Y al atravesar el cauce sediento,

la corriente arrambló con los sueños.

Se escabulló con la infancia,

se tragó los mi juegos.

Un zagal dende la otra orilla

grita perdío en el tiempo.

Aluego deambula solitario

apedreando las ventanas y los perros.

Com’un alma en pena

de la que naide se percata.

Porque los vivos está tos muertos


y los muertos campan a sus anchas.

Malvivo en un pueblo fantasma

enlleno de bisalmas y de espectros.

El entusiasmo  de la mocedad,

las ilusiones, las  promesas y los besos…

Son restos de papeles que revolotean

en la Corredera desque pasó el festejo.

El río del orvió farató

d’un plumazo los mis recuerdos.

Y ora no sé si pertenezo

al bando de los vivos o al de los muertos.

¿Qué más da?

Pal caso es lo mesmo.

No semos naide. Si acaso

un espejismo en el desierto.
La cirigoncia de un loco,

el defarío d’un cuerdo.

La llama mortecina d’un fuego fatuo

consumiéndose en el cementerio.

LA  PROSECIÓN

Ponte ya, María,

el babero nuevo

que vamos a dir

p’arriba pal pueblo.

Repican campanas,
estrumpen cohetes

y toa la plaza

s’enllena de gente.

Los hombres se ponen

en carrefilera

pos ya va saliendo

la cruz de la iglesia.

Las mujeres cantan

coplinas mu tiernas,

coplas qu’aprendieron

de las sus agüelas.

Pola ca la Plaza

ya van ahilando

una detrás d’otra

las cruces de mayo.

Que no es pa contalo,

qu’esto ties que velo;

asín qu’hora mesmo

cogemos el pendingue

y no vamos pal pueblo.

Van a lo primero
las chiquinininas,

aluego las grandes;

y al final de to

la cruz más bonita

y más presumía,

pos tengo pa mí

que los forasteros

le tienen envidia.

Y no es para menos

qu’hasta el mesmo sol

se quea clisao

al vela pasar

entre los hermanos.

En dispués le siguen

las hartoriades

y los señoritos,

tos mu abotonaos

y «todosss» mu pinchos

con sus trajes nuevos

y sus crucifijos.

Asín qu’espabila,

que ya te lo he dicho:
Qu’esto no es pa velo

sino pa vivilo.

Y endilga’l zagal

qu’hoy nos vamos tos

p’arriba pal pueblo,

a la proseción.

Y va se mester

que l’hagas hermano,

hermano la cruz,

a este muchacho,

qu’el que no lo es

o no es buen corito,

o no es buen cristiano.

Qu’anque tú de Feria

no tengas ni un bago,

yo a m’hijo lo quiero,

queátelo grabao:

CORITO y HERMANO.
POLA  CA  LOS  MÁRTIRES

A Cipriana, mi madre

La veían pasar tolas tardes

pola ca los Mártires,

camino la ermita

onde vive la su «Virgencita»,

una vigen que llaman de Consolación,

buscando el consuelo del su corazón.

La veían pasar pola calle

arrengá baj’un peso tan grande,

que pahe que lleva la probecina

la torre y el castillo encima.

Y al pasar, tolas puertas se cierran:

“¡Las penas, del lumbrá pa fuera;

que si en casa se meten,

ya no hay quien las eche!”.


Eso dice la gente

desque ve pasar

a la viva imagen de la Soledá.

Namás q’una puerta

permanece abierta,

la d’aquella ermita

onde vive la su «Virgencita»,

una vigen que llaman de Consolación

porqu’es el consuelo y es Madre d’Amor.

Una madre que siempre la espera

paque vaya y le cuente las penas:

“El hombre sigue en el paro

que no es quien pa encontrar trabajo,

y hora el mi niño

sa puesto malino,

que las desgracias nunca vienen solas

pos pahen llamase unas a otras.

Y yo, anque no doy abado,

pa dijustos no gano.

Que ni me fían ya en el comercio

porque dicen qu’es mucho lo que les debo…”

Y asina va repasando

las cuentas del su rosario.


Hasta qu’al final va y le dice

la vigen al despedise:

“Vaite tranquila, mujer, y ten pacencia,

vas a vé como to s’arregla;

y no te s’orvíe besar al tu hijo

que ese beso lleva tol cariño mío”.

Hoy viene la vigen a ver al su pueblo

y tolos vecinos  salen  al encuentro.

Tamié acude a vela

la mujer aquella,

que veían pasar tolas tardes

pola ca los Mártires…

Anque ya no pahe la mesma,

pos de la su casa huyeron las penas

y es la cara un espejo

de la dicha qu’alaga el su pecho.

Flotando en el aire com’una pavesa

—asina se siente, asín de ligera—

va con el marío, qu’encontró trabajo,

y un niño en los brazos,

más sano q’un pero

y tan guapo que da gusto velo.

Y al ver a la vigen, el chiquino le manda


un beso que vuela y s’aposa en la su mesma cara.

Un besino qu’a ella la gustao

más que tolos abalorios que rebrillan tanto.

Como brillan dos lágrimas de gozo

de aquella mujer en los ojos,

mientras dice con el corazón:

“Gracias, Gloriosa Siñora de Consolación”.

MI  PUEBLO  TIENE

El mi pueblo…

como los otros pueblos

de la mi tierra.

Tiene la virgen
más milagrera

y un personaje famoso

que estuvo en América.

Tiene un castillo

con su fantasma:

Es la sombra del duque

que nos aplasta.

Tiene gente que juega

a levantar su  tierra

cruzaos de brazos

en la Corredera.

Tiene un pasao glorioso

que recordar

y un porvenir escuro

para olvidar.

Tiene la espalda hería

por mil rejones

y el tiempo parao

en el reló de la torre.
Tiene su historia

y su leyenda,

su tonto del pueblo

y su “poeta”.

El mi pueblo…

como los otros pueblos

de la mi tierra.

NANA  DEL  PASTORCINO

Duerme, sentrañas mías,

cachino pan,

que si no viene el bo-bo

y te va a llevar.
A este chiquirrinino

le espantó el sueño

la pantaruja

y el tío del sebo.

Si te duermes, tu papa

te va a traer

un repión de la feria

de San Miguel.

Desenderó al mi niño

la pantaruja.

¡Cómo te coja mi papa…,

so vieja bruja!

El búho lastimero

ulula en la tueca

y el lobo hambriento

ronda la hesa.

Los borreguinos sueñan

en la majá

con la miel de los besos


de este zagal.

Ya se durmió el mi niño.

¡Qué guapo está!

Si pahe un angelino

de mazapán.

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