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La teoría aristotélica del alma 

 
    En la doctrina de Platón sobre el alma, que se remonta a través del
pitagorismo a la religión órfica, hemos visto al alma separable y separada del
hombre de carne y hueso, y  siguiendo un destino que bien podemos llamar
religioso. El característico dualismo platónico mundo material/mundo
inmaterial ahondaba en la antropología la contraposición cuerpo/alma, hasta el
punto de considerar al alma como habitante originaria del mundo inmaterial, y
al cuerpo como cárcel del alma. Ello conducía a Platón a proclamar para sus
teorías el extraño papel de una filosofía de ultratumba. 
    Aristóteles formula la cuestión del alma de una manera muy diferente. Se
desentiende de la cuestión religiosa. Es el biólogo, o mejor dicho, el filósofo
de la vida, el que se pregunta por el alma. El objeto de la psicología
(psicología viene del griego psijé, alma ) para Aristóteles no es sólo la
naturaleza superior del ser humano, sino todo el ámbito de la vida, pues todo
lo que tiene vida tiene alma. ¿Qué es pues el alma?
  Aristóteles aplica a la cuestión los conceptos fundamentales de su física y de
su filosofía primera:
 
                       forma                                                              materia
 el alma es       acto             mientras que el cuerpo es             potencia
                        fin                                                                 instrumento
 
La definición de alma que da Aristóteles es: primera entelequia del cuerpo
físico que en potencia tiene vida.  El alma es al cuerpo lo que la función es al
órgano: El alma es al cuerpo  lo que la visión al ojo. De esto se deduce que el
alma no es un ser subsistente en sí mismo. La sustancia no es el alma sino el
compuesto de alma y cuerpo (igual que la sustancia primera era, como vimos,
un compuesto de materia y forma). Las relaciones entre alma y cuerpo ya no
serán, como en Platón, las  relaciones entre dos sustancias unidas
accidentalmente. En cada ser vivo hay sólo una sustancia y el alma es lo que
designa el aspecto formal (esencial) y activo de ese ser.  De esto se deduce
también que el alma no trasciende al cuerpo, es decir, que no es inmortal; no
hay alma sin cuerpo, como no hay visión si el ojo no ve. Carece de sentido la
doctrina platónica de la transmigración de las almas, siendo el alma forma
sustancial de un cuerpo. Como actividad (entelequia, recordemos, significa
plenitud de actividad) o principio de vida, el alma es un conjunto de
operaciones de los seres vivos, operaciones que pueden agruparse en tres
clases (por lo que puede hablarse de  tres almas): 
 + Vegetativa, con las siguientes funciones: nutrición, crecimiento y
reproducción. Las plantas tienen exclusivamente alma vegetativa.
 + Sensitiva, con las funciones de sensación,  apetito (deseo) y locomoción. La
sensación va ligada al movimiento. Las plantas no necesitan sentir  porque no
se mueven, realizan su alimentación automáticamente. En cambio,
los  animales capacitados para moverse necesitan tener sensaciones, pues les
sería  inútil moverse si no pudieran reconocer (sentir) lo que pueden
encontrarse.
+ Racional, alma exclusiva del hombre, que tiene las funciones del
razonamiento  y la volición racional. 
 Alma vegetativa, alma sensitiva y alma racional, son una serie en la cual la
posterior supone la anterior y se distingue de ella. En el hombre, como
veremos en la exposición de la ética aristotélica, las distintas operaciones se
ordenan jerárquicamente en función del alma racional, que tiene (ha de tener),
como en Platón, una función rectora.
En cuanto al alma sensitiva, Aristóteles distingue con precisión
distintas  funciones, que se articulan fácilmente con las funciones racionales o
intelectuales. Así distingue:
   a) Sentidos externos: los cinco sentidos clásicos; son potencias que pasan al
acto por la presencia en acto de los llamados sensibles propios : color, sonido,
etc. 
Y b) Sentidos internos, en los que distingue a su vez:
 b,1) El sentido común, que no es el buen sentido habitual, sino un sentido
encargado de las siguientes operaciones:     
     -Percepción de los sensibles comunes. número, figura y movimiento.         
  -Apercepción, que consiste en la percepción reflexiva de sí mismo que
acompaña a las percepciones propias.         
    - Síntesis de los sensibles propios, función que permite unificar los datos
provenientes de los distintos sentidos en un mismo objeto.     
b,2) La imaginación. Es la facultad que produce imágenes. Es condición de la
memoria y hace de puente con el entendimiento. La imagen, que Aristóteles
define como sensación debilitada, posee la ventaja de no requerir la
presencia   actual del objeto, con lo que la conciencia puede emanciparse de
lo  singular   y alcanzar lo abstracto y universal (que es el objeto de la
inteligencia).   No es posible pensar sin imágenes, dice Aristóteles.   
b,3) La memoria. En ésta se distingue la retentiva o memoria involuntaria y el
recuerdo o memoria voluntaria. Sólo los hombres tienen recuerdo, pues éste es
una especie de deducción intelectual.      
 
 En cuanto al alma racional, Aristóteles define  la inteligencia con esta
fórmula: La inteligencia es en cierto modo todas las cosas, lo cual parece
precisamente lo contrario de una definición, pues en ésta se trata de delimitar
algo frente a todo lo demás.  Pero la inteligencia está abierta a todas las cosas:
no está más cualificada para entender unas más que otras. Cada sentido está
abierto a una parcela de la realidad, para la que es sensible; ahora bien, la
inteligencia no tiene ninguna restricción. Como facultad, la inteligencia está
en potencia respecto a los inteligibles. ¿Ahora bien, cómo pasa de la potencia
al acto? No podrá ser únicamente por obra de la presencia de los sensibles,
que son sin duda indispensables para la operación de abstracción, pero de los
que no podrían nacer espontáneamente los inteligibles en acto, ya que las
impresiones sensibles contienen los inteligibles sólo en potencia. Conforme a
la regla general según la cual un ser sólo puede pasar de la potencia al acto por
obra de otro ser que esté ya en ese acto, Aristóteles se ve obligado a hacer una
oscura distinción que trajo de cabeza a los comentaristas medievales: la
distinción entre entendimiento pasivo o paciente y entendimiento agente o
activo. Por encima del entendimiento pasivo, que no piensa siempre, hay una
inteligencia siempre en acto, que produce los inteligibles (o más bien la
inteligibilidad) a la manera de la luz que pone en acto los colores. Sobre la
naturaleza de este entendimiento, si es parte del hombre o es una sustancia
separada del alma humana, si es inmortal o no, Aristóteles siembra una
confusión enorme.

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