Está en la página 1de 6

Relatos del Altiplano

Capitulo 1

La chola (brief but deadly)

I
Todavía puede hallarse en los anales de la brutalidad
criminal el caso de la chola, ex-policia que dió a luz luego
de aceptar en su cráneo el rústico metal de un hacha. El
mito en torno a la difunta madre dice que la niña, al nacer,
se alimento de sangre y fluido encefálico. El tierno
infante ingirió estas sustancias, que fluían del mango del
arma, logrando sobrevivir durante cuatro días.
Cuando los vecinos de Chuñawi (small town by the
Yungas) hallaron a la beba, ésta lucía muy sana, su tez, ya
cobriza debido a la pureza de su raza, tenía además un
saludable tinte rojizo. El lactante se hizo infante, luego
niña y finalmente asesina. Ella es el personaje principal de
la historia que narramos y la historia misma.

Bajo la tutela de su hermanastro (all day in the


mines) la chola Asesina se crió en laderas de cerro, de
espesa vegetación y mañanas entre la niebla. Su casa era
humilde y consistía de dos cuerpos: uno lúgubre y
estrecho con las paredes cubiertas de hollín (kitchen, hall)
y otro de paredes blancas a la cal y piso de tierra
(dormitory or killing room). El nombre que precedió al
apodo era Lidia, o bien Miriam, sin ánimos de ofender.
De niña, la killer chola, solía ser por demás
hospitalaria con los turistas que visitaban Chuñawi.
Viéndolos extraviados por los cerros o regresando
fatigados de una caminata frustrada, los invitaba a su casa
y les convidaba con mate de coca (chola juice) que los
extranjeros acogían extasiados en sus barrigas.

II
Ya en su infancia o temprana pubertad se
distinguía notoriamente del resto de los pobladores del
altiplano por su carácter verborrágico y ocurrente (very
talkeable, seducing through many phrases), pero ante todo
por sus maneras inocentes de campesina huacha (early
housemaid) que completaban un cuadro de infranqueable
amabilidad.
Del primer asesinato cometido por esta heroína del
crimen no se tiene conocimiento específico, ya que las
fosas comunes halladas en las inmediaciones del rancho
contenían cadáveres indocumentados (bad results from
cabon-14 test), pero suponen los principales cholólogos
que se inició en las artes del asesinato a través del
chanchicidio (kind of brutal guiso).
El hermanastro de la chola, luego mormón Elder
Sánchez, es considerado el principal responsable de la
mutación espiritual que se operó en un alma tan
bondadosa como la de la chola (non sancta). Se le atribuye
el ingreso al hogar del elemento de culto homicida más
estimado por la otrora campesina, nos referimos al hacha
(tomá!:Hawk). Aquí quizás esté demás profundizar en la
estrecha relación que nuestra dama roja mantenía con
dicha arma desde su estado de lactancia (psicoanálisis is
not fair).
En cuanto a la inenarrable sexualidad de la chola
poco nos atrevemos a referir, aunque una serie de indicios
insoslayables, como ser algunas armas olvidadas en
escenas de crimen (I like mango), llevaron a los
principales eruditos a la conclusión de que obtenía el
placer sexual valiéndose del extremo fálico del hacha
(witchy feelings), además de otros medios sumamente
morbosos que no describiremos. Estos estudiosos han
llegado a circunscribir tales tendencias dentro de las
denominaciones de “fetichista temprana” o "cultora de la
madera sin astillas" en un serio resumen publicado
recientemente.
El habitus-mortem o “vestimenta” de la sujeto en cuestión
podría ilustrarse fácilmente remitiéndose al modelo de
“pollera de chola con múltiples blusas sin sostén”
(altiplano fashionable), al cual habría que añadirle un
“interior sofisticado de armería” o “tienda de hachas”
(dead over tanga). Esto no es más que el acervo estable de
la vestimenta de la chola; rollers, patineta, metralla, gabán
o ligas son algunos de los accesorios que acompañan una
moda tan singular como funesta (dressed for success).
La “cuestión de oler” de la chola asesina no se
diferencia demasiado de los aromas femeninos del
altiplano o “culiolientes”, con lo cual afirmamos que la
chola olía como las demás (try chola´s red desire and get
the nasty-doll for free).
III
Siguiendo un poco la carrera criminal de nuestra asesina
altiplanense notamos fácilmente que llegó primera
(Krugger bites the dust). Su mudanza a La Paz significó
mucho para la comunidad muchomatante de dicho paraje:
todavía recuerdan ignotos maleantes verla asistir a las
reuniones clandestinas del comité sin emitir palabra
alguna, limitándose a escudriñar con su mirada las paredes
en actitud introspectiva, sugiriendo la sospecha de que se
hallaba abocada en ajustar los últimos detalles de su
próximo ataque.
Su presencia en la ciudad complicó por demás el
avance del seguimiento que venía realizando el servicio
secreto boliviano debido a la masiva implementación del
asesinato con hacha (chola´s clonation or dolly Parton).
Sin embargo, agentes encubiertos lograron grabaciones
sonoras de asesinatos por ella cometidos (crazy little thing
called chola) al costo, por cierto, de su propia vida; en
ellos puede oírse el horrísono lamento de sus víctimas en
los momentos previos a su trágico deceso.

IV
Pero no todo es amargura y sordidez en la vida de nuestra
malhechora de turno, también ella hizo uso de su derecho
a amar. Y se dejó seducir por un tierno feto de llama que
lucía en el aparador de una tienda esotérica de la capital
boliviana.
El “rescate del feto” (all my loving) fue uno de los
golpes más astutos y brutales de la chola asesina, llegando
a conmocionar al mundo entero por la paradójica
dicotomía que encerraba: sangre y ternura (blody Mary).
Los hechos tuvieron lugar en la calle Sagárnaga
s/nº en el barrio paceño de "la Ceja", en un atardecer de
enero nublado y lluvioso. La innómina tienda era visitada
por dos osados turistas argentinos que manoseaban las
ropas y demás objetos buscando nada (ok Beavis,
hmm...jeje). Al rato se les sumaron dos mujeres de tiendas
vecinas y un vendedor de salchipapa que tenía su carrito
estacionado en la puerta. Éste último solía frecuentar a la
dueña del negocio con intenciones non sanctas, que la
señora desdeñaba sin miramientos (Figaro´s weddings). La
calle se hallaba poblada de transeúntes y vendedores
ambulantes de variada índole, los autos iban y venían
mezclándose con el singular aullido de los voceadores.
Nada singular ocurría en la cuadra, ni siquiera la presencia
de la chola asesina llamaba la atención. Su aspecto,
exceptuando la cadena cromada de skater que llevaba
prendida a la pollera, no se distinguía con notoriedad del
de las demás cholas. Su actitud de indolencia impenetrable
se parecía superficialmente a la de otros pobladores,
hondamente desanimada y vacía, diferenciándose
únicamente por su mirada torva y nerviosa (go away
Satan! Leave this virginal body).
Se presentó a la tienda con las trenzas al frente, de
brazos cruzados, y exclamó: "Quiero ese feto de llama,
mamacita." A lo que la dueña respondió "Son doscientos
pesos, cholita, es de tres meses y esta embalsamado por
tiahuanacotas con aceite de cacto."
Los turistas presenciaban la conversación sin poco
asombro, uno de ellos codeó al otro y lo invitó a mirar el
artículo en cuestión. Las amigas de la dueña no
interrumpieron su escueta interlocución: "Si, yo creo que
esa Carmen se lo merece." "Ahorita le va a ir a llorar."
"Tengo cien." Las palabras de la chola encerraban
un significado tan profundo que ni siquiera la dueña pudo
leerlas de manera correcta. "¡Tú, chola, pidiendo
descuento!, de estos jóvenes me lo esperaba, pero nunca
de ti, es costumbre de malagradecidos regatear;
doscientos bolivianos es lo que vale el fetito, ni un peso
menos." Al momento de iniciarse este altercado las
vecinas parecieron dejar de lado su charla, o bien una
larga pausa tomo lugar; miraron a la chola y percibieron
todo el mal que brotaba de sus ojos, recibieron sendos
escalofríos. Los turistas estaban asomados al aparador y
ya tocaban al feto como olían sus dedos, ya se pegaban y
se hacían bromas como miraban de reojo la escena. Uno
de ellos en un momento miró un espejo herrumbrado y
oscuro ubicado al fondo del negocio y le pareció percibir
el paso de un extraño animal, le sobrevino una áspera
sensación y sintió miedo. El otro tocaba el feto
inescrupulosamente (jamming could be dangerous).
Súbitamente la chola levantó sus polleras y, como
si fuera el mismo movimiento, extrajo un hacha cuya
férrea cara pareció capturar la escasa luz que reinaba en el
tugurio, y asestó un golpe mortal a la nuca del más
curioso, cuyo cuerpo ,exánime, se desplomó sobre la
vidriera y sobre el feto. El más profundo terror se vió
reflejado en las caras de los presentes, la dueña hizo un
leve ademán (involuntario quizás) y fue suficiente para
captar la atención de la homicida que le arrojó el arma al
entrecejo, sin antes mirarla por última vez con temeraria
arrogancia. Una leve sonrisa surcó los labios de la chola,
posiblemente un recuerdo de su infancia en Chuñawi, o la
anticipación de la inmensa felicidad que le esperaba al
lado de su bienamado querubín.
Al verla desarmada el turista con vida atinó a
correr en dirección a la puerta (blade runner), al mismo
momento que el vendedor de salchipapas tomaba la misma
dirección. Dos hachas estuvieron pronto en las manos de
nuestra asesina perfecta, las que arrojó simultáneamente
en distintas direcciones; una de ellas encontró lugar en el
cráneo del vendedor, la otra - no por impericia de la chola,
sino más bien debido a un tropiezo salvador de su
receptor- se clavó en la pared produciendo a continuación
el singular sonido de las flechas que vibran al hincarse en
el blanco. Las vecinas se persignaban (William Tell loves
apple pie).
El turista ya estaba en la calle pidiendo socorro
cuando la chola apartó violentamente (hair desarranging
included) el cuerpo que yacía sobre el objeto de su
desmedida pasión, tomándolo en sus brazos con la ternura
de la madre que abraza a su vástago por primera vez.
A pesar de la emoción que tal escena les prodigaba,
el horror tomó el ánimo de las vecinas que juntaron las
manos con fuerza; y ya comenzaban a levantarse cuando
la silueta de un policía se dibujó en el vano de la puerta.
"¡Todos quietos!" Gritó con fuerza el agente, empuñando
un antiguo revólver. Nadie se movía, la chola se mecía
abrazando a su bebé y las dos vecinas, perplejas, miraban
al policía aterradas. El representante de las fuerzas del
orden dio un paso hacia adentro, y luego otro; sus ojos
miraban a uno y otro lado con nerviosa celeridad, su ceño
fruncido y su expresión de desconcierto eran poco
alentadoras para su esperanza de vida (Throw granma
from the train). Avanzó hasta estar a un lado de la chola;
cuya fisonomía, hemos dicho, representaba a la
maternidad misma; y preguntó: "¿Dónde se ha ido el
asesino?" Fueron sus últimas palabras.....

V (Obituary)
La forma en que la chola escapó del sitio que le había
hecho la policía alrededor de aquel negociucho todavía
presenta algunas dudas a los criminólogos. Un grupo de
asalto ingresó a la tienda, en ella reinaba el gas
lacrimógeno y los oficiales vieron moverse varios bultos, a
los que dispararon ciegamente...

También podría gustarte