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Los sentimientos de pudor que rodean a las relaciones sexuales entre las
personas han ido intensificándose y cambiando considerablemente con el proceso
civilizatorio. Esto se muestra claramente en la dificultad con que tropiezan los
adultos de las últimas fases de la civilización cuando tienen que hablar con sus
hijos de tales relaciones. Pero esa dificultad se nos antoja hoy algo natural. Hoy
pensamos que, por razones biológicas, el niño no puede saber nada de las
relaciones entre los sexos y que constituye una cuestión extraordinariamente
delicada y difícil ilustrar a los adolescentes sobre sí mismos y sobre lo que pasa
en torno suyo. En realidad, esta situación no tiene nada de natural; antes bien, es
el resultado del proceso civilizatorio, como puede comprobarse en cuanto se
observa el comportamiento correspondiente de los seres humanos en otra fase
del proceso. El destino que sufrieron los famosos coloquios de Erasmo de
Rotterdam nos ofrece un buen ejemplo de lo que estamos diciendo. (...)
Hasta cierto punto lo mismo cabe decir de la relación sexual en general, incluso
de la matrimonial. Podemos hacernos una idea de ello considerando las
costumbres de la noche de bodas. Al hacer su entrada en la cámara nupcial, la
comitiva iba precedida por los mozos de honor. La doncella de honor, a su vez,
desnudaba a la novia, quien tenía que despojarse de todas sus joyas. Para que el
matrimonio fuera válido era necesario que los novios entraran en el lecho en
presencia de testigos. Esto es, «se les acostaba juntos». «Cuando en el lecho se
ha entrado, el derecho se ha conquistado». se decía en la época. En la Baja Edad
Media fue cambiando paulatinamente esta costumbre de modo que los novios
podían echarse en la cama vestidos. Por supuesto estas costumbres cambiaban
en función de las clases sociales y también en función de los distintos países. No
obstante sabemos que en algunos casos, como en Lübeck, por ejemplo, este uso
antiguo se mantuvo en vigor hasta los comienzos del siglo XVII. Todavía en la
sociedad cortesano-absolutista de Francia se mantenía el uso de que los testigos
acompañaran al novio y a la novia hasta el lecho nupcial donde éstos se
desnudaban y recibían el camisón de manos de aquellos. Todo esto constituye un
síntoma del cambio de pautas en los sentimientos de pudor suscitados por las
relaciones sexuales.
http://identidades.org/fundamentos/elias_relaciones.htm