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La perinola

El nuevo rostro de las palabras


Álex Ramírez-Arballo

En ese mundo tradicional, moderno y ya ido, es decir, el siglo XX, los medios de comunicación
formaban opinión, construían y preservaban nuestros recuerdos; había, sí, críticos y proponentes
alternativos, voces que se dignificaban en la discordia, pero su esfera de influencia se remitía
casi a lo interpersonal y el movimiento callejero. El problema para los disidentes era que no
había manera de combatir un discurso vertical, unívoco y descendente que -semejante al rayo de
Dios- distinguía o aniquilaba a sus escogidos. La tecnología era un monopolio que se cuidaba
con profundo celo pues de ella dependía la continuidad de todo un sistema de control.

No me engañaré, actualmente los poderes de seducción de los medios tradicionales siguen siendo
omnipresentes y en cierto sentido continúan su regencia; sin embargo, la tecnología se ha
refinado y popularizado de tal manera que hoy resulta muy posible proponer, fundamentar y
sostener alternativas informativas serias. Las radios comunitarias, los sitios de internet, las redes
sociales, todo esto tiende a cobrar cada vez más interés y mayor prestigio público; ha sido tal el
impacto de estos nuevos canales que los propios medios establecidos han recurrido a ellos
tratando también de participar en el juego.

Ahora bien, cuál es la relevancia de esta contrarrevolución cibernética; sin duda alguna las
implicaciones son variadas e importantes. Por principio de cuentas, la dispersión de la opinión
completa el cuadro social, el sentido de las opiniones de la comunidad respecto a nuestras
circunstancias; lo público y cotidiano ha dejado de ser un reflejo y se ha constituido en una
refracción no exenta de cierta belleza. Más que dialógico podemos hablar de un caos dirigido, de
una expresión colectiva y anónima, casi un mural de voces que nos dicen mucho, pero mucho
más de lo que pudiera decirnos alguno de los noticiarios nocturnos de la televisión nacional.

En el siglo XIX a los periodistas se les denominaba cronistas, pues se creía que su deber era
mediar entre lo sucedido y la audiencia, siendo fieles en todo momento a la verdad o, por lo
menos, a lo verídico. En cierto sentido nosotros, los twitteros y demás conectados (trolls
incluidos) somos los nuevos cronistas, los que forjamos una experiencia conjunta, compleja e
inasible, la cual habrá de ser rememorada, referenciada y acariciada en el futuro como una de los
rostros más intrigantes de la comunicación humana.
P.S. Toda posibilidad, toda puerta que se abre y libera a un cúmulo de fuerzas que ha estado
contenido durante mucho tiempo termina por generar aberraciones; tal es el caso de los medios
cibernéticos. El abuso del anonimato, la insistencia granuja de muchos que usan la tecnología
para expectorar su rabias más inexplicables me provoca mareos. El día de antier, precisamente,
en una de sus aportaciones para Milenio el escritor Héctor Aguilar Camín apuntaba lo siguiente:
"Hay simples lectores incontinentes que expresan su disgusto con lo dicho por el autor de la más
primitiva y ebria de las maneras... Uno acaba digiriendo mal o bien todos los géneros anónimos
de la rabia que suscitan sus opiniones firmadas, pero no puede dejar de pensar que hay algo
profundamente podrido en la idea de plaza pública que tienen estos lectores." Yo no puedo estar
más de acuerdo y aun recuerdo aquello que muy bien decía la gente de antes: ni tanto que queme
al santo...

Álex Ramírez-Arballo es doctor en literaturas hispánicas por la University of Arizona y actualmente trabaja como
profesor en el departamento de Español, Italiano y Portugués de la Pennsylvania State University. Su correo
electrónico es alexrama@orbired.com y su página web www.orbired.com Además puede establecer contacto con
él en las redes sociales:  Youtube: www.youtube.com/orbired Twitter: www.twitter.com/orbired Facebook:
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