:: TEXTO: FRANCISCO APAOLAZA :: FOTOGRAFÍA: AHMAD NAAFI/AFP
Ardi tiene lo que los franceses llaman ‘de
l’allure’, esa elegancia innata que desprende cuando agarra el cigarro entre sus recién es- trenados dientes, al estilo de Winston Chur- chill cuando sujetaba el puro mientras con- templaba el cruce del Rhin de las tropas alia- das, contumaz, victorioso, seguro de sí mis- mo. Es un fumador con clase, como si hu- biera visto ya la displicente suficiencia con la que Bogart sostenía el cigarro en ‘Casablan- ca’, con el hilo de aire blanco acariciándole los dedos en láminas antes de disolverse en la atmósfera estática del Rick’s Café. El niño podría ser una estrella de Hollywood de las de antes, cuando las tabacaleras pagaban a los actores por fumar en pantalla, si no fuera porque realmente Ardi Rizal no es más que un niño ‘yonki’ de la nicotina en Indonesia, víctima de un mundo que no alcanza a en- tender. En eso no está solo. Nadie en el mundo se ha explicado aún la irresponsabilidad de su padre, Mohammed, que le ofreció su primer pito cuando tenía 18 meses. Ahora, la criatura se mete al día dos paquetes en- tre pecho y espalda, como una curiosa cele- bración del Día Mundial sin Tabaco, que se conmemoró ayer. Es muy joven. Dos años. Hasta viste pa- ñales, con lo que no sabe cuándo tiene que ir al baño, pero sí cuándo le falta un ciga- rro... y al cabo del día se fuma unos cuatro por hora en su horario infantil. ¿Por qué se lo dan? Nadie ha encontrado una respuesta a la pregunta. No hay lógica en esta histo- ria. A su madre, Mum Diana, le falta todo el carácter que tiene el pequeño Ardi en sus rabietas. «Es adicto al tabaco. Si no se lo damos, se enfada y grita, golpeando la ca- beza contra la pared y dice que se siente enfermo». El niño quiere comida, mucha comida, su triciclo y tabaco rubio para hacer aros en el aire, como si fuera un intelectual maldito o el dictador de una república ba- nanera. Nada se sabe de sus amigos, ni del resto de sus juegos, aunque todos se hacen una idea de la catadura del padre que le ve «perfectamente sano» y no ad- vierte problema alguno en el chaval. A nadie le ha hecho la misma gracia ver el vídeo del pequeño Ardi, que ha durado en Youtube lo que un caramelo en la puerta de un colegio.