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conducta adecuada a una situacion interacciong it al dada, tn marco de referencia que es opuesto a la vision psiquidtion Clisica. La importancia de este cambio es maxima. Asi, Ja ‘squizofrenia” vista como la enfermedad incurable y progre- siva de una mente individual y la “esquizofrenia” entendida como la tinica reaccién posible frente a un contexto comuni- cacional absurdo 0 insostenible (una reaccién que obedece y, or ende, perpetiia las reglas de ese contexto) son dos cosas totalmente distintas y, no obstante, la diferencia radica en la ‘incompatibilidad de les dos marcos conceptuales, en tanto que laid clinico al que se aplican es el mismo en ambos casos. [as consecuencias de la aplicacién de eriterios divergentes en Re cnlogues etiolégicos y terapéuticos también presentan gran- les discrepancias. De ahi nuestro interés por examinar y des- tacar el punto de vista comunicacional como algo mis qu —> mero ejercicio intelectual. ee a 2.1 Introduccion jgunos axiomas exploratorios de Ja comunicacion ‘Las conclusiones aleanzadas en el primer capftulo destacaban ‘en general la imposibilidad de aplicar numerosas nociones psi- quidtricas tradicionales al marco que proponemos. Todo esto parece dejar muy poca base para el estudio de la pragmética de la comunicacién humana. Nos proponemos demostrar ahora ‘que ello no es asi, para lo cual debemos comenzar con algunas propiedades simples de la comunicacién que encierran conse- uencias interpersonales bisicas. Se comprobaré que tales pro- piedades participan de la naturaleza de los axiomas dentro de nuestro calculo hipotético de la comunicacién humana, Una vez definidas, estaremos en condiciones de examinar algunas do cus poribles patologias en el capitulo 3. 2.2. La imposibilidad de no comunicar 2.21 En lo que antecede, el término “comunicacién” se utilizé de dos maneras: como titulo genérico de nuestro estudio, y como una unidad de conducta definida de un modo general. ‘Trata- remos de ser ahora mas precisos. Desde nego, seguiremos de- nominando simplemente “comunicacién” al aspecto pragmitico de la teorfa de la comunicacién humana. Para las diversas unidades de comunicacién (conducta), hemos tratado de ele- gir términos que ya son generalmente comprendidos. Asi, se lamar mensaje a cualquier unidad comunicacional singular ‘© bien se hablaré de una comunicacién cuando no existan po- sibilidades de confusién. Una serie de mensajes intercambiados entre personas recibir el nombre de interaccién. (Por quienes | anhelan una cuantificacién mis precisa, s6lo podemos decir que | Ja secuencia a que nos referimos con el término “interaccién” es mayor que un timico mensaje, pero no infinita.) Por tiltimo, fen los capitulos 4 a7, agregaremos pautas de interaccién, que constituyen una unidad de un nivel afin mis elevado en In co- municacién humana. ‘Ademis, con respecto incluso a la unidad mis simple posible, ‘es evidente que una vez que se acepta que toda conducta es ‘comunicacién, ya no manejamos una unidad-mensaje monofé- nica, sino mis bien con un conjunto fluido y multifacético de ‘muchos modos de conducta —verbal, tonal, postural, contextual, ete.— todos los cuales limitan el significado de los otros. Los diversos elementos de este conjunto (considerado como un to- do) son susceptibles de permutaciones muy variadas y com- plejas, que van desde lo congruente hasta lo incongruente y paradéjico. Nuestro interés estar centrado en el efecto prag- ‘mitico de tales combinaciones en las situaciones interpersonales. 2.92 En primer lugar, hay una propiedad de Ia conducta que no podria ser més bisica por lo cual suele pasirsela por alto: no hay nada que sea lo contrario de conducta. En otras palabras, no hay no-condueta, 0, para expresarlo de modo atin mis sim- pple, es imposible no comportarse. Ahora bien, si se acepta cue toda conducta en una situacién de interaccién tiene un valor de mensaje, es decir, es comunicacién, se deduce aie por mu- ‘cho quo uno Io intente, no puede dejar de comunicar. Activi- dad 0 inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demés, quienes, a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende, tam- “bién comunican, Debe entenderse claramente que Ja mera au- sencia de palabras o de atencién mutua no constituye una ex- ‘cepeién a To que acabamos de afirmar. El hombre sentado a tun abarrotado mostrador en un restaurante, con la mirada, per- dida en el vacio, o el pasajero de un avién que permanece sentado con los ojos eerrados, comunican que no desean hablar ‘con nadie o que alguien les hable, y sus vecinos por lo general “captan el mensaje” y responden de manera adécuada, dejin- dolos tranquilos. Evidentemente, esto constituye un intercam- bio de comunicacién en la misma medida que una acalorada aiseucién.? 1. Cabra agregar ave, inelnso cuando se esti solo, es posible sostener distrgor en la fonts! con Tas propias aluciaciones (15) o con Ta vida (5.83). Quisis em “comoniencion” inter siga algunas de las mismas Feglas que nobieman la comunicacién interpersonal sin embargo, los f- rémenos incbservables de este tipo estan mis alla del alcance del sig- nifieedo con que empleamos el termino. 2. Una jnvestigacién muy interesante en este campo es la efectunda por Loft (88), quien estudio lo que cl llama “deprivacion de estilo 50- Gial”, Revnid 0 dos detconceidos en ume babtaci6n, Tos hizo sentarse tuna frente al otra les indi que no lisblaron ni se comunicaran de ‘Tampoco podemos decir que la “comunicacién” sélo tiene lugar ‘cuando es intencional, consciente o eficaz, esto es, cuando se ogra un entendimiento mutuo. Que el mensaje emitido sea o zo igual al mensaje reibido constituye un orden de anilisis im- portante pero distinto, pues, en iiltima instancia, debe basarse cen evaluacién de datos especificos, introspectivos y proporcio- nados por el sujeto, que preferimos dejar de lado en la exposi- ‘cién de una teoria de la comunicacién desde el punto de vista de Jo conducta. Con respecto a los malentendidos, nuestro in- terés, dadas cfertas propiedades formales de la comunicacién, de, ~y, de hecho, a pesar de, las motivaciones o intenciones se reiere al desarolo de patologiasafines relacionadas, aparte de los comunicantes. 2.93 La imposibilidad de no comunicarse es un fenémeno de inte- x65 no sélo tedrico; por ejemplo, constituye una parte integral del “dilema” esquizofrénico. Sila conducta esquizofrénica se observa dejando de lado las consideraciones etiolégicas, pare- ceria que el esquizofrénico trata de no comunicarse. Pero, puesto que incluso el sinsentido, el silencio, el retraimiento, Ta inmovilidad (silencio postural) o cualquier otra forma de negacién constituye en si mismo una comunicacién, el esqui- zolrénico enfrenta la tarea imposible de negar que se est co- municando y, al mismo tiempo, de negar que su negacién es ‘una comunicacién. La comprensién de este dilema biisico en la esquizofrenia constituye una clave para muchos aspectos de Ta comunicacién esquizofrénica que, de otra manera, permane- cerfan oscuros. Puesto que, como veremos, cualquier comu- nicacién implica un compromiso y, por ende, define el modo en que el emisor concibe su relacién con el receptor, cabe su- gerir que el esquizofrénico se comporta como si evitara todo compromiso al no comunicarse. Es imposible verificar si, este manera alguna. Entrevistas posteriores revelaron le enorme tensién im hherente a esta situacién. Dice el autor: sctiene delante de si al otto individuo ‘nico, desplegando una clerta condueta, pero muda, Se postula que en ese momento tiene lugar el Verdadero anilisis o estudio interpersonal, y sélo parte de ese anilisis puede hacerse conscientemente. Par ejemplo, goimo responde el otro su: foto @ su presencia y a los pequefios indicios no verbales que él envia? @Existe algin intento de comprender su mirada inquisidora, o se la ig- hora friamente? gManifiesta el otro sujeto indicios posturales de tension, que demuestran ‘cierto malestar ante Ia posiblidad de enfrentarlo? ¢Se Sente cada ver mis cOmodo, indicando alguna clase de aceptacién, 0 lo tratard. como si fuera um cost, como si no exsticra? Estas y muchas otras clases de ccnducta ficiimente discernible parccen tener lugar. €s su propésito, en el sentido causal, 0 no; pero se demostraré en S32, en forma mis detallada, que éste oto de. eee , que éste es el efecto de la 2.24 En sintesis, cabe postular un axioma metacomunicacional de ta pragmitica de la comuniencién: no es posible no comunt- 2.3. Los niveles de contenido y relaciones de la comunicacién 2.31 En los pirrafos precedentes sugerimos otro axioma cuan sefalamos que toda comunicacion implica un comapromiee se por ende, define la relacién. Esta es otra manera de decir que ‘una comunicacién no s6lo transmite informacién sino que, al mismo tiempo, impone conductas. Siguiendo a Bateson (139, pp. 179-181), estas dos operaciones se conocen como los aspec- tos “teferenciales” y “conativos” *, respectivamente, de toda gomuniencién. Bateson ejemplifs los dos aspectos por meio le una analogta fisiolégica: supongamos que A, B y C consti- tayen una cadena lineal de neuronas, Entonces, el disparo de Ja neurona B es al mismo tiempo “informacién” de que la new- fore Alba dlsparadoy una intrusion” para que Ie nourena C El aspecto referencial de un mensaje trasmite inf por ende, en la comunicacién fee es sinénimo in ones del mensaje, Puede referirse a cualquier cosa que sea comuni. cable al margen de que la informacién sea verdadera o falsa, vilida, no vilida o indeterminable. Por otro lado, el aspecto conativo se refiere a qué tipo de mensaje debe entenderse que 5, ¥, por ende, en iiltima instancia, a la relacién entre los co- municantes. Algunos ejemplos contribuirin a una mejor com- prensién de estos dos aspectos. Apelando a un cierto nivel de abstraccién, constituyen la base de la siguiente adivinanza: Dos guarding vigan & un pronto en unt habit . en umn tabtctin que Heme don pumas. EI prisooero sabe gve tim de elas et cored con lovey 1a otra mo, peo no ell dels In gue esa biota, También abe appear * Lor teminos del vg on ingle “Topo” y “eonmand” mea intr nace, (0 nde), eetvannoty an sido eden rent” y “conan, Sigsendo ‘buen ede’ or ok Se Homi: Jkobson pa ncaponatl nomeseeters EM, Se quo uno de los guardias siempre dice la verdad y que el otro siempre Gmiente, pero n0 cvil de cellos hace una cosa u otra. Por iltimo, se le fa dicho que la nica manera de recuperar su libertad consste en iden- fificar Ia puerta que no esti cerrada con lave haciéidole una pregum ta a uno de los guardias El encanto de esta improbable situacién radica no silo en el hhecho de que un problema con dos incdgnitas (las puertas y Jos guardias) se resuelve elegantemente mediante el descubri- miento de un simple procedimiento de decisién, sino también fen que la solucién sdlo resulta posible si se tienen en cuenta fos aspectos de contenido y relacionales de la comunicacién. ‘Al prisionero se Ie han dado dos érdenes de informacién como ‘elementos para solucionar el problema. Una de ellos tiene que ver con objetos impersonales (as puertas) y Ia otra con scres hhumanos como emisores de informacién, y ambas son indis- pensables para alcanzar la solucién. Si el prisionero pudiera examinar las puertas por si mismo, no necesitaria comunicat- se con nadie acerca de ellas, pues Je bastaria con confiar en Ta informacién que le proporcionan sus propios sentidos. Co- mo no puede hacerlo, debe incluir Ja informacién que posee acerca de los guardias y sus maneras habituales de relacio- arse con Ios dems, esto es. diciendo la verdad o mintiendo. Por ende, lo que el prisionero hace es deducir correctamente €l estado objetivo de las puertas mediante la relacién espe- cifica entre los guardias y él mismo y, asi, Hega aventualmen- to a una comprensiin correcta de la situacién empleando in- formacién acerca de los objetos (las puertas y el hecho de {que estén 0 no cerradas con Ilave) junto con informacién acer~ (ea de esa informacién (los guardias y sus formas tipicas de relacionarse especificamente, transmitiendo a los demés in- formacién sobre los objetos). Y ahora veamos un ejemplo mis probable: si una mujer A sefiala el collar que Teva otra mujer B y pregunta: “Son ‘auténticas esas perlas?”, el contenido de su pregunta es un pedido de informacién acerca de un objeto. Pero, al mismo tiempo, también proporciona —de hecho, no puede dejar de hhacerlo— su defineién de Ia relacién entre ambas. La forma fen que pregunta (en este caso, sobre todo el tono y el acento do Ja voz, Ta expresiin facial y el contexto) indicarian una cordial relacién amistosa, una actitud competitiva, relaciones 3. El prisionero medita durante largo tiempo acerca de este problema faparentemente insoluble, pero eventualmente hace la pregunta correcta: ‘efi una do las pues y” pregunta. ano de os guarding (no ime porta qué puerta o/qué qundin): “Si yo le prguntra a sy compe: Rero si est puerta esté ablerta, gqué dria?” Si la respuesta es sf, en- tonces esa puerta esti cermada y, viceversa, si es no, esti abierta, comerciales formales, etc. B puede aceptar, rechazar o defi- nir, pero, de ningin modo, ni siquiera mediante el silencio, puede dejar de responder al mensaje de A. Por ejemplo, la definicién de A puede ser maliciosa y condescendiente; por otro lado, B puede reaccionar a ella con aplomo 0 con una actitud defensiva. Debe notarse que esta parte de su inter- accién nada tiene que ver con la autenticidad de las perlas 0 ‘con perlas en general, sino que sus respectivas. definiciones do la naturaleza de su relacién, aunque sigue hablando sobre perlas, consideremos mensajes como: “Es importante soltar el em- Ibriague en forma gradual y suave", y “Suelta el embriague y arruinars la transmision en seguida’. Aproximadamente tienen el mismo contenido (informacién) pero evidentemente defi- nen relaciones muy distintas Para evitar malentendidos con respecto a To dicho, queremos. aclarar que las relaciones rara vez se definen deliberadamen- te o con plena conciencia. De hecho, pareceria que cuanto mds espontinea y “sana” es una relacién, mis se pierde en el trasfondo el aspecto de la comunicacién vinculado con Ia relacién. Del mismo modo, las relaciones “enfermas” se ca- racterizan por una constante lucha acerca de la naturaleza de Ja relacién, mientras que el aspecto de la comunicacién vincu- Judo con el contenido se hace cada vex menus importante. 2.8, Resulta interesante que antes de que los cientificos condue- tistas comenzaran a indagar en estos aspectos de la comuni- cacién humana, los expertos en computadoras hubieran trope- zado el mismo problema en su propia labor. Se hizo evidente en tal sentido que, cuando se comunieaban con un organismo artificial, sus comunicaciones debian ofrecer aspectos tanto 8 como conativos. Por ejemplo, si una computado- ra debe multiplicar dos cifras, es necesario alimentar tanto esa informacién (las dos cifras) como informacién acerca de sa informacién: esto es, la orden de multiplicarlas, Ahora bien, lo importante para nuestras consideraciones es la conexién que existe entre los aspectos de contenido (Io refe- rencial) y relacionales (Io conativo) en Ia comunicacién. En esencia ya se la ha definido en el pirrafo precedente al_se- falar quo una computadora necesita informacién (datos) e informacién acerca de esa informacién (instrucciones). Es evidente, pues, que las instruceiones son de un tipo légico superior al de los datos; constituyen metainformaoién puesto que son informacién acerca de informacién, y cualquier con- fusion entre ambas levaria a un resultado carente de signi- ficado. 2.33 Si volvemos ahora a la comunicacién humana, obse-vamos ‘que esa misma relacién existe entre los aspectos referencia y conativo: El primero transmite los “datos” de la comunica- cién, y el segundo, eémo debe entenderse dicha comunica- cién. “Esta es una orden” o "s6lo estoy bromeando” constitu- yen ejemplos verbales de esa comunicacién acerca de una co- municacién. La relacién también puede expresarse en forma no verbal gritando 0 sonriendo o de muchas otras maneras. Y la relacién puede entenderse claramente a partir del con- texto en el que la comunicacién tiene Tugar, por ejemplo, en- tro soldados uniformados o en Ia arena de un citco. El lector habré notado que el aspecto relacional de una co- municacién, resulta, desde luego, idéntico al concepto de me- tacomunicacién desarrollado en el primer capitulo, donde se Jo limité al marco conceptual y al lenguaje que el experto en andlisis comunicacional debe utilizar cuando comunica algo acerca do Ia comunicacién. Ahora bien, os dablo observar que no sélo ese experto sino todos nosotros enfrentamos di- cho problema. La capacidad para metacomunicarse en forma adecuada constituye no sélo condicién sine qua non de la comunicacién eficaz, sino que también esti intimamente vincu- lada con el complejo problema concemiente a la percepcién del self y del otro. Esta cuestién serd objeto de una expli- cacién més detallada en S.3.3. Por el momento, y como ilus- tracién, s6lo queremos sefialar que es posible construir men- safes, sobre todo en Ia comunicacién escrita, que ofrecen in- dicios metacomunicacionales muy ambiguos. Como sefiala Cherry (34, p. 190) Ia oracién: “Crees que bastari con uno?”, puede encerrar una variedad de significados, segin cudl de esas palabras se acentie, indicacién que el lenguaje escrito nd siempre proporciona. Otro ejemplo serfa un cartel en un res- taurante que dice: “Los parroquianos que piensan que nues- tros mozos son groseros deberfan ver al gerente”, lo cual, por Jo menos en teorfa, puede entenderse de dos maneras total- mente distintas, Las ambigiiedades de este tipo no constitu: yen las tinicas complicaciones posibles que surgen de Ia es- tauctura de niveles de toda comunicacién; consideremos, por ejemplo, un cartel que dice: “No preste atencién a este car- tel’. Como veremos en el capitulo sobre comunicacién para- déjicas, las confusiones © contaminaciones entre estos niveles —comunicacién y metacomunicacién— pueden llevar a impasses idénticos en su estructura a los de las famosas paradojas en el campo de la légica 2.34 Por el momento, limitémonos a resumir Io antedicho y esta- blecer otro axioma de nuestro cfleulo tentative: Toda comu- nicacién tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional tales que el segundo clasifica al primero y es, por ende, una ‘metacomunicacién.s 2.4. La puntuacién de la secuencia de hechos 2.41 La siguiente caracteristica bisica de la comunicacién que de- seamos explorar se refiere a la interaccién —intercambio de mensajes— entre comunicantes. Para un observador, una serie de comunicaciones puede entenderse como una secuencia #- interrumpida de intercambios. Sin embargo, quienes pattici- pan en Ia interaccién siempre introducen lo’ que, siguendo a \Whorf (165), ha sido llamado por Bateson y Jackson la “pun- tuacién de la secuencia de hechos”. Estos autores afirman: Los psicdlogos de la escuela “estimulo-respuesta” Timitan su atencién 2 secuencias de intercambio tan cortas que es posible califiear un item de entrada como “estimulo” y otro ‘tem como “refuer20”, al tiempo que Jo que el sujeto hace entre estos dos hechos se entiende como “respuesta” Dentro de In breve secuencia ast obtenida, resulta posible hablar de le “psicologia” del sujeto. Por el contrario, las secuencias de intercambio que examinamos aqui son mucho mis largas y, por lo tanto, presentan la caracteristica de que cada item en la secuencia es, al mismo tiempo, estimulo, respuesta y refverzo. Un item dado de la conducts de A cs un estimulo en Ia medida en que Jo sigue un item proveniente de B ¥ este sitio, por otro item correspondiente a A. Pero, en In medida 4, En forma algo arbitraria hemos preferido decir que Ja relacién sifica, o incluye, el aspecto del contenido, aunque en el anilisis cs igtalmente exacto decir quo la clase esti definida por sus miembros Ys par ende, cabe afirmar qite el axpecto del contenido define el aspecto ‘elacional, Puesto que nuestro interés central no es el intercambio de Informacion sino Te pragmitica de la comunienciéa, utiizremos el pri mer enforte. fen que el item de A esti ubicado entre dos items correspondientes a B, se trata de una respuesta. Del mismo modo, el item de A cans. tituye un refuerzo en tanto sigue @ un item correspondiente a B. Asi, log intercambios que examinames aqui constituyen wna cadena de vincu- los triddicos superpuestos, cada uno de los cuales resulta comparable 2 una secuencia estimulo-respuesta-refuerzo. Podemos tomar cualquier triada de nuestro intercambio y verla como un ensayo en un experi- mento de tipo aprendizaje por estimulo-respuesta Si observamos desde este punto de vista, los experimentos convencicn les sobre aprendizaje, motamos de inmediato que los ensayos repctidos ‘equivalen a una diferenciaciin de Ja relacién entre los dos organismos participates; el experimentador y su sujeto. La sccuencia de ensayos ‘esti puntuada de tal manera que siempre es el experimentador el 4) parece proporeionar Jos “estimulos” y los “refuerzos", mientras el su- Jeto proporciona las “respuestas”. Estas palabras aparecen deliberada- mente entre comillas, porque las definiciones de los roles de hecho sélo dependen de Ia disposicién de los orgenisnias a aceptar el siste- ma de puntuacién. La “realidad” de las definiciones de rol pertenece por cierto al mismo orden que la realidad de un moreiélago en una Himina de Rorschach, tna ereacién mis menos sebredeterminada del proceso perceptual. La rata que dijo: “Ya he adiestrado a mi experi- mentador, Cada vez que presiono la palanca, me da de comer”, se negaba a aceptar Ia puntuacién de Ja secuencia que el experimentador trataba de imponer. Gen todo, es indudable que en una secuencia prolongada de intercam- bio, los erganismos participantes especialmente si se trata de pers rnas~ do hecho puntian Ia secuencia de modo que uno otro tiene infeiativa, predominio, dependencia, ete. Es decir, establecen centre ellos patrones do intercambio (acerca de los cuales pueden 0 no estar de acuerdo) y dichos patrones constituyen de hecho reglas de contingencia con respecto al intercambio de refuerzos. Si bien las ratas son demasiado amables como para modificar los xétulos, algunot pacientes psiquiitricos no Io son y producen mis de un trauma psi- ealigico en ol terapeuta (19, piys. 273-74). No se trata aqui de determinar si la puntuacién de la secuen- cia comunicacional es, en general, buena o mala, pues resulta evidente que la puntuacién organiza los hechos de la conduc- ta y, por ende, resulta vital para las interacciones en marcha. Desde el punto de vista cultural, compartimos muchas con- venciones de puntuacién que, si bien no son ni mds ni menos precisas que otras vsiones de los mismos hechos sirven para reconocer secuencias de interaccién comunes e importantes. Por ejemplo a una persona que se comporta de determinada manera dentro de un grupo, Ia Hamamos “lider” y a otra “adep- to", aunque resultaria dificil decir cudl surge primero o qué seria del uno sin el otro. 2.42, La falta de acuerdo con respecto a Ia manera de pun szouencia de hechos es Ia cuss de incomes colic ct las relaciones. Supongamos que una pareja tiene un problema marital al que el esposo contribuye con un retraimiento pasiv meatras quo la mujer colabora con sus eriticas eee al explicar sus frustrecions, el marido dice que su retraimiento 0 gs es mis que defen conta los constantes regatos de su mules, mientras que ésia dis que esa expicacin constituye luna distorsén burda ¢ intencional de To que “realmente” su- cede en 21 matrimonio, esto es, que ella lo ertion debido a gu pasividad, Despojadas de todos los elementos efimeros y fortuitos, sus discusiones onsiten en un intercambio moné- foun de estos mensajes: “Me retigo porque me regafa y “Te regafio porque te retraes”. Este tipo de interacién ya ha oe ee ee en S.1.65. En forma grifica, ‘con un. Punto fifa arbitrario, su nteraccién aspecto un as. Puede observarse que el marido sélo percibe las triadlas 2-3-4, 456, 67-8, etc., donde su conducta (Iimeas Menas) es “me- ramente” una respuesta a la de su mujer (Iineas de puntos). En el caso de la mujer, las cosas ocurren exactamente al re- yes: punta la secuencia de hechos en las triadas 123, 345, 346-7, etc, y entiende que slo reacciona frente a la conducts do su esposo pero no que Ta determina. En la psicoterapia de parejas, a menudo sorprende a intensidad de lo que en la Psicoterapia tradicional so llamaria una “distorsiin de la re- Fiaad” por parte de ambos éényuges. A menudo resulta di- ficil creer que dos individuos puedan tener visiones tan dispa~ res de muchos elementos de su experiencia en comin. Y, sin ‘embargo, el problema radica fundamentalmente en un érea jque ya se mencioné en numerosas ocasiones: st ineapacidad para metacomunicarse acerca de su respectiva manera de pau- tar su interaccién. Dicha interaccién es de una naturaleza os- Cilatoria de tipo si-no-si-no-si que, tedricamente, puede conti- ‘nuar hasta el infinito y esta casi invariablemente acompafiada, ‘como veremos més adelante, por las tipicas acusaciones de maldad 0 locura. También las relaciones internacionales estin plagadas de pa- trones andlogos de interaccién; considérese por efemplo, el andlisis de las carreras armamentistas que hace CEM. Joad: si, como mantienen, Ja mejor manera de conservar la paz eon sisto en preparar la guerra, no resulta del todo claro porgiue todas Tas rmaciones deben considerar lot armamentos de otros paises como un ‘amenaza para la paz. Sin embargo, asi lo hecen y se sienten lleva- das por ello a incrementar sx propio armamento para superar a aque- Tlos por los que ereen estar amenazadas... Este aumento de los ar- ‘mamentos, a su vez, significa una amenaza para Ia mcién A. cuyo lirmamento sipuestamente defensive lo ha provocado, y es entonces tutilizado por la nacién A como un pretesto para acumular aim mis farmamentos para defenderse contra la amemaza, Sin embargo, este fincremento de armamentos es interpretado a su vez por las naciones vecinss como una amenaza, y asi sucesivamente,.. (79, p. 69). 2.43 ‘También las matemiticas proporcionan una analogia deseripti- va: el concepto de una “serie alternada infinita’, Si bien cl término mismo fue introducido mucho después, las series de este tipo fueron estudindas de manera légica y persistente por primera vez por el sacerdote austriaco Bernard Bolzano poco Entes de su muerte, acaccida en 1845 cuando, segiin parece, se hallaba dedicado al estudio del significado de Ja infinitud. Sus ideas aparecieron en forma péstuma en un pequefio libro titulado The paradoxes of the infinite (30) que se convirtié en un clisico de Ia literatura matemitica. En dicho libro, Bol- zano estudié diversas clases de series (S) de las cuales la més simple sea, tal vez, la siguiente: S=a-ata-at+a-at+a-ata-ata-—... Para nuestros propésitos, puede considerarse que esta serie representa una secuencia comunicacional de afirmaciones y negociaciones del mensaje a. Ahora bien, como lo demostré Bolzano, esta secuencia suede agruparse o como dirfamos ahora, puntuarse de varias maneras distintas, pero aritmética- mente correcta.* El resultado es un limite diferente para la serie segiin la manera en que se elija puntuar lg secuencia de sus elementos, resultado que consterné a muchos matemiticos, incluyendo a Leibniz. Por desgracia, hasta dénde alcanza nues- tro entendimiento, la solucién de la paradoja ofrecida even- tualmente por Bolzano no resulta vitil en el dilema andlogo que se plantea en la comunicacién.. En este dltimo caso, c0- ‘mo sugiere Bateson (17), el dilema surge de la puntuacién es- pirea de la serie, a saber, Ia pretensién de que tiene un co- mienzo, y es ésto procisamente el error de los que participan en tal situacién. 2.44 Asi, podemos incorporar un tercer axioma de la metacomuni- cacién: La naturaleza de una relaciin depende de la pun- tuacién de las secuencias de comunicacién entre los comu- nicantes, 5. Les tres posibles agrupamientos (puntuaciones) son: s aa) + (aa) + (aa) + (aa) 4 +OF0H 2. Otra manera de agrupar Ios clementos de la seouencia. serfa: S =a (a~a)— (a~a) (aa) — (aa) — Una tercera manera seria: Ssan(a-apa-apa—apa—...) ¥ puesto que los elementos encerrados entre paréntesis no son otra cost ‘que la serio misma, se deduce que: S=a-8 Por lo tanto 2$ = ays =: (80, pigs. 49.50). 2 a 2.5. Comunicacién digital y analégica 2.51 En al sistema nervioso central las unidades funcionales (neu- ronas) reciben los lamados paquetes quanticos de informa- cién a través de elementos conectivos (sinapsis). Cuando lle- gan a las sinapsis, estos “paquetes” producen potenciales post- sindpticos excitatorios o inhibitorios que la neurona acumula ¥ que provocan o inhiben su descarga. Esta parte especifica de actividad nerviosa, que consiste en Ia presencia 0 ausencia de su descarga, transmite, por lo tanto, informacién digital binaria. Por otro lado, el sistema humoral no esti basado en la digitalizacién de informacién. Este sistema comunica libe- rando cantidades discretas de sustancias espeoificas en el to- Trento circulatorio. Asimismo, se sabe que las modalidades neuronal y humoral de comtmicacién intraorginica no s6lo existen In una junto a Ia otra, sino que se complementan y dependen mutuamente a menudo de manera muy compleja. Estos dos modos bisicos de comuuiecciéu apsreren también cn el campo de los organismos fabricados por el hombre *: hay computadoras que utilizan el principio del “todo 0 nada’, de los tubos al vacio o los transistores a Tas qua se Mama” di- gitales, porque bésicamente son caleuladoras que trabajan con digitos; y hay otra claso de aparatos que manejan magnitudes positivas discretas —anélogas a Ios datos— por Io cual se los Nama analégicos. En las computadoras digitales tanto los da- tos como las instrucciones son procesados bajo Ia forma de rnimeros, de modo que a menudo, sobre todo en el caso de las instrucciones, sélo existe una correspondencia atbitraria enire Ia informacién y su expresién digital. En otros términos, estos niimeros son nombres codificados arbitrariamente asig- rnados, que tienen tan poca similitad con las magnitudes rea- 8. Existen motivos para creer que los expertos en computadoras llegsron & ete renlado sin conotTo ques bogey Se ban es eae mento, hecho que en st mismo constituye una hermosa iustracion del Postulddo de von Bertalanffy (25) de que los sistemas complejos tienen sus propias leyes inherentes, que, pueden ser detectadas a traves de los Alversos niveles del sistema, es decir, atémico, molecular, celular, smlco, individual, societal, ete. Se cuenta que durante una. reuniéa {ntexdisciplioaria de cientificos interesados en los fendmenos de Ta retro. alimentacién (probablemente ‘una de las reuniones dea Josiah, Macy Foundation), el gran histélogo von Bonin tuvo ocasién de examinar el giagrama de’ un aparato de lectura selectiva, y de inmediato manifest “Pero dsto es, precisamente um diograma de'la tercera cape dela teza visual..." No podemos garantizar Ia autentiidad, de esta, historia, pero pensainos que se aplica aqui el proverbio italiano: “se non ® vero, 6 hen trovato” (st-no es cierto, es umm buena historia). les como los mimeros telefénicos con aquellos a los que estén asignados. Por otto lado, como ya vimos, el principio de la analogia constituye Ia esencia de toda computacién analégica. ‘As{ como en el sistema humoral de los organismos naturales los portadores de informacién son ciertas sustancias y su gra- do de concentracién en la corriente sanguinea, en Jas compu tadoras analégicas los datos adoptan In forma de cantidades discretas y, por ende, siempre positivas, por ejemplo, la tensidad do la corriente eléctrica, el mimero de revoluciones do una mueda, el grado de desplazamiento de los componen- tes, etc, La Hamada méquina de mareas (un instrumento com- puesto por escalas, levas y palancas que solia utilizarse para computar las mareas durante un lapso determinado, puede considerarse como una computadora analdgica simple y, des- de luego, el homeostato de Ashby mencionado en el capf- Jo Les un paradigma de una miquina analégiea, aun cuando no compute nada. 2.52 En Ia comunicacién humana, es posible referirse a Tas obje- tos, -en el sentido més amplio del término— de dos maneras totalmente distintas. Se los puede representar por un simil, tal como un dibujo, o bien mediante un nombre. Asi, en la ora- cién escrita: “El gato ha atrapado un ratén”, los’ sustantivos podrian reemplazarse por dibujos; si se trata:a de una frase hablada, se podria sefialar a un gato y a un ratén reales. Evi dentemente, ésta constituiria una manera ins6lita de comuni- carse y Io normal es utilizar el “nombre”, escrito 0 hablado, es decit, la palabra, Estos dos tipos de comnunieacién —uno mediante una semejanza autoexplicativa y el otro, mediante una palabra— son, desde luego, equivalentes a los conceptos do las computadoras analégicas y digitales, respectivamente. Puesto que se utiliza una palabra para nombrar algo, resulta obvio que la relacién entre el nombre y la cosa nombrada est arbitrariamente establecida. Las palabras son signos arbitra- rios «ue se manejan de acuerdo con la sintaxis Iogica del len- guaje. No existe ningiin motivo por el cual Tas cuatro letras “gato” denotan a un animal particular. En tiltima instancia, so trata sélo de una convencién semintica del lenguaje espa~ fol y fuera de tal convencidn, no existe otra correlacién entre ninguna palabra y la cosa que representa, con la posible aun- uo insignificante excepeién de las palabcas onomatopévicas. ‘Como sefialan Bateson y Jackson: “No hay nada ‘parecido a cinco’ en el mimero cinco: no hay nada particularmente ‘si- milar a una mesa’ en Ja palabra ‘mesa’” (19, pas. 271), 69 Por otro Indo, en In comunicacién analégica hay algo particn- Tarmente “similar a la cosa” en lo que se utiliza para expresarl, Es mis facil referir la comunicacién analégica a la cosa que representa, La diferencia entre ambos modos de comunicacién so volver algo més clara si se piensa que, por ejemplo, por mucho ce escuchemos un idioma extranjero por la radio no Jograremos comprenderlo, mientras que es posible obtener con facilidad cierta informacién basica observando el lenguaje de signos y los lamados movimientos intencionales, incluso cuan- do los utiliza una persona perteneciente a una criatura total- mente distinta. Sugerimos que la comunicacién analégica tie- ne sus raices en perfodos mucho mas arcaicos de la evolucién y, por lo tanto, encierra una validez mucho més general que ‘el modo digital de la comunicacién verbal relativamente re- ciente y mucho més abstracto. Qué es, entonces, la comunicacién analégica? La respuesta és bastante simple: virtualmente, todo Io que sea comunica- cién no verbal, Con todo, este término resulta engafioso, por- que 2 memado se lo limita a los movimientos corporales, a la conducta conocida como kinesia. Opinamos que el término de- bbe incluir Ja postura. los estos, Ia expresiOn facial Ia inflexién de Ta vor, la secuencia, el ritmo y la cadencia de las palabras mismas, y cualquier ofra manifestacién no verbal de que el ‘organismo es canaz, asi como los indicadores comunicaciona- les que inevitablemente aparecen en cualquier contexto en que tienen lugar una interaceién. 7 El hombre es et \inico organismo que utiliza tanto Ios modos de comunicacién analégicos como los digitales. ° La significa- cién do tal hecho no ha sido atin acabadamente comprendida, pero puede vislumbrarse su gran importancia. Por un lado, no cabe duda de que el hombre se comunica de manera di- gital; de hecho, la mayorfa, si no todos, sus logros civilizados resultarian impensables sin el desarrollo de un Ienguaje digi- tal, Ello asume particular importancia en Io que se tefiere a compartir informacién acerea de objetos y a la funcién de 7. La enotme importencia comunicacional del contexto se. pasa, ficil- mente por alto en el aniliss de la comunicacién humana y, sin embargo, quien se lavara los dientes en una calle lena de gente, en lugar de ha- carlo en el bafio de su casa, podria verse rapidamente ‘rasladado a una ‘comiseria oa un manicomio, para dar s6lo un ejemplo de los efectos ‘pragmticos de la comunicreién no verbal. 8. Existen motives para ereer que las ballenas y los delfines pueden lizar también la comuniescién digital, pero la Investigacion en este feampo atin n9 es concluyente, continuidad temporal inherente a la trmsmisin de conoci- miento. Y, sin embargo, existe un vasto campo donde utiliza- nos en forma casi exclusiva la comunicacién analégica, a me- nudo sin introducir grandes cambios con respecto a la heren- cia analégica recibida de muestros antepasados mamiferos. Se trata aqui del dea de la relacién. Baséndose en Tinbergen (153) y Lorenz (96), asi como en su propia investigaciOn, Ba- teson (8) ha demostrado que las vocalizaciones, los movimien: tos intencionales y los signos de estado de Animo de los ani- males constituyen comunicaciones analégicas para definir la naturaleza de sus relaciones antes que para hacer aseveracio- nes denotativas acerca de Ios objetos. Asi, para dar uno de sus ejemplos, cuando abro la heladera y el gato se acerca, se fr0- ta contra mis piernas y mailla, ello no significa: “Quiero le- che", como To expresaria un ser humano sino que invoca una relacién especifica: “Sé mi madre”, porque tal conducta sélo so observa en los gatitos en relacién con gatos adultos y nun- ea entve dos animales maduros. Del mismo modo, quienes aman a los animales domésticos a menudo estin convencidos de que aquéllos “comprenden” lo que se les dice. Evidente- mente, lo que el animal si entiende no es por cierto el signi- ficado de las palabras, sino el caudal de comunicacién- ana- ~l6gica que acompafa’ al habla. De hecho, puesto que la vomunieacién so centra cn aspectos relacionales comprubauus quo el lenguaje digital carece casi por completo de sivmifica- do. Esto ocurre no sélo entre las animales, y entre el hombre y los animales, sino en muchas otras situaciones de Ia vida humana, por ejemplo, el galanteo, el amor, los actos de sal- vataje, el combate, y, desde luego, todo trato con nisos muy pequefios o enfermos mentales muy perturbados. A los niios, los tontos, y Ios animales .se les ha atribuido siempre una intuicién particular con respecto a Ia sinceridad o insinceri- dad de las actitudes humanas, pues resulta muy ficil procla- mar algo verbalmente pero muy dificil Hevar una mentira al eamno de lo analdgico. Un gesto 0 una expresidri Facial puede S tevelar mAs que cien palabras. ® 9, Ea Ia secoién 3.3 se examin ta tranemisién de definiciones de relacion por camles amalégices y sus efectos pragmiticos sobre el emisor y el receptor. Sin embargo, a esta altura es necesirio referitse a Tas ine Vestigaciones pfoneras de Rcbert Rosenthal y sus colahoradores en la Universidad de Harvard, sobre la influencia de las expectativas del ex perimentador sobre los resultados de los experimentos psicolégicos.y Ia comunicacion, evidentemente muy extraconsciente de tales expectativas Jon sujetos Su trabrjo cuenta con wn eurioso predecesor en la literatura psicolégica al que Rosenthal (130 bis, pég. 131 y sig.) hace plena jus ticia. Se tats de Clever Hans, el caballo del sefior van Osten, que hace aproximadamente 60 leanz6 fama internacional debido’ a su. sor- prendente expacided para realizar operaciones de aritmétes, Clever Hans 4 En sintesis, si recordamos que toda comunicacién tiene un < specto de contenido y un aspecto relacional cabe suponer que comprobaremos que ambos modos de comunicacién no sélo existen Indo a lado, sino que se complementan entre si en cada mensaje, Asimismo, cabe suporier que el aspecto relativo al contenido se transmite en forma digital, mientras que el aspecto rela- tivo a la relacién es de naturaleza predominantemente ana- 2.54 En esta correspondencia radica la importancia pragmitica de ciertas diferencias entre los modos digital y analégico de comunicacién que examinaremos ahora, Para que tales dife- encias resulten claras, volveremos a los modos digital y ana- J6gico tal como se dan en los sistemas de comunicacién arti- ficiales, El rendimiento, la exactitud y la versatilidad de los dos tipos do computadoras —digitales y analégicas— son enormemente distintas. Los andlogos utilizados en las computadoras analé- gicas en lugar de magnitudes reales nunca pueden ser més ppodia sefilar con uno de sus cascos el resultado correcto de un proble- ‘ma aritmético que le planteaba su amo, siempre presente, u otra persone El psloélogo alemén Pfungst, no muy ‘satisfecho con el conmovedor st puesto de un caballo genial, lleg6 a la conclusion correcta de que el sefior van Osten (de cuya honestidad no podia dudarse) de alguna ma- neta le indicaba al caballo cudndo habia dado suficientes golpes con el ‘casco y debia detenerse. Pfungst pudo mostrar que el caballo ‘munca co- menzaba a dar golpes hasta quo su amo le miraba el casco con actitud expectante, y que van Osten levantaba la cabeza casi impereeptiblemente y miraba hacia arriba cuando el caballo habia dado el némero necesario de golpex. Evidentemente, la permanente admiracién del piblico y el argullo ds samo deben haber ‘conttulda pederosos fetuses pax el desempefio del animal. Se dice que poco después del descubrimiento de el sefior van Osten literalmente murié de pena, hecho que nos pproporciona una idea adicional en cuanto a la profundidad del repport gmocional que debe haber existido entre amo y eaballo, En su propia inyestigacién, ‘Rosenthal pudo reproducir este fenémeno con aninnales ¥¥ con seres humanos. Por ejemplo, demastx6 que las ratas de laboratorio ‘cuyos experimentadores estaban convencidos de que esos animales eran particularmente jnteligentes, enian un desempefo sigificativamente mejor o.ct deca ata do i lone cope pero omy sqpertmentdores mn Megado a creer que los a ‘eran “estipidos”. Los experi- ‘mentos de Rosenthal con seres humanos resultan casi perturbadores. Tam- Dbién en ellos se pudo demostrar quo existian comunicaciones muy sutiles ppero sumamente poderosas, cuya transmisién estt fuera de la percepeion do emisores y receptores, pero que influyen enormements sobre la com. ducta y el desempefio de los segundos. Por el momento, ni siquiera se uedo tentativamente evaluar Ja importencia de estos hallazgos para Ia educacién, la dinimica de la vida familiar y de otras relaciones humanas, en particular la psicoterapia. que aproximaciones a los valores reales, y esta fuente per- manente de inexactitud aumenta durante el proceso de las ‘operaciones que realiza la computadora, Nunca pueden cons- truirse de manera perfecta levas, engranajes y transmisiones, y aunque las méquinas analégicas se basan totalmente en in- tensidades discretas de corriente eléctrica, resistencias elSctri- cas, redstatos, etc, tales andlogos siguen estando sometidos a fluctuaciones virtualmente incontrolables. Por otro lado, se podria decir que una mfquina digital trabaja con precisién. perfecta si el espacio para acumular digitos no estuviera li- mitado, lo cual hace necesario redondear todos los resultados que tienen més digitos de los que contiene la maquina. Quien haya utilizado una regla de célculos (excelente ejemplo de ‘una computadora analégica) sabe que sélo puede obtener un resultado aproximado, mientras que cualquier miguina de calcular proporcionara un resultado exacto en tanto los digi- tos requeridos no excedan el méximo que la caleuladora pue- da manefar. Aparte de su precisién perfecta, la computadora digital ofrece Ja enorme ventaja de ser una m&quina no sélo aritmética, sind también Idgica. McCulloch y Pitts (101) han mostrado que las dieciséis funciones de verdad del céleulo Iégico pueden re- presentarse mediante combinaciones de elementos de tipo “to- do o nada” de modo que, por ejemplo, Ia suma de dos pulsa- ciones representa al “y” Beutce la mutua exclusién de dos pulsaciones representa al “o” légico, una pulsacién que inhibe Ta descarga de un elemento representa una negacibn, ete. Na- da siquiera remotamente comparable puede lograrse con las computadoras analégicas. Dado que operan sélo con canti- dades positivas discretas, no pueden representar ningin valor negativo, incluyendo Ia negacién misma, o cualquiera de las otras funciones de verdad. Algunas de las caracterfsticas de las computadoras se aplican también a Ia comunicacién humana: el material del mensaje digital es de mucha mayor complejidad, versatilidad y abs- traccidn que el material ‘analégico. Especificamente, compro- bamos que la comunicacién analégica no tiene nada compa- rable a Ja sintaxis Idgica del lenguaje digital. Ello significa que en el lenguaje analégico no hay equivalentes para ele- ‘mentos de tan vital importancia para discurso como “si... Juego”, “o... 0”, y muchos otros, y que la expresién de con- ceptos abstracts resulta tan dificil, si no imposible, como en la escritura ideografica primitiva, donde cada concepto sélo puede representarse por medio de una similitud fisica. Ade- ‘mis, el lenguaje analégico comparte con la computacién ana- Iégica Ta falta del negativo simple, esto es, de una expresién para “no”. Por ejemplo: hay légrimas de tristeza y légrimas de alegria, el puio apretado puede indicar agresién o control, una son: isa puede transmitir simpatia 0 desprecio la reticencia puede {nterpretarse como discrecién 0 indiferencia, y cabe pregun- tarso si todos los mensajes analégicos no tienen esta cualidad curiosamente ambigua, que recuerda al Gegensinn der Ur worte (sentido antitético de las palabras primarias) de Freud. La comunicacién analégica carece de calificadores para indi- car cul de los dos significados dispares esti implicito, y tam- poco cuenta con indicadores que permitan establecer una dis- tincién entre pasado, presente 0 futuro. #° Desde Iuego, tales calificadores o indicadores existen en Ia comunicacién digital, pero lo que falta en ésta es un vocabulario adecuado para re- ferirsa a la relacién. En su necesidad de combinar estos dos Ienguajes, el hombre, sea como receptor 0 emisor, debe traducir constantemente de uno al otro, y al hacerlo “debe enfrentar curiosos dilemas, que se examinarén con mayores detalles en el capftulo sobre la comunicacién patolégica (S.3.5). En la comunica- cién humana la dificultad inherento a traducir existe en am- bos sentidos. No sélo sucede que la traduccién del modo di- gital al _analégico implica una gran pérdida de informacién (véase 8.3.55 sobre la formacién de sintomas histéricos). si- no que 10 opuesto también resulta sumamente dificil: hablar acerca de una relacién requiere una traduccién adecuada del modo analégico de comunicacién al modo digital. Por tltimo, podemos imaginar problemas similares cuando ambos modos dchen coexistir, como sefiala Haley en su excelente capitulo, “Marriage Therapy”: Cuando un hombre y una mujer deciden legalizar si vineulo median. to una ceremonia matrimonial, so plantean un problema que pers tick durante su vida marital: ahora que estin casados, ¢siguen jon- tos porque lo desean 0 porque deben hacerlo? (60, pig. 119). 10, El lector habré deseubierto ya por si solo cuén sugestiva militud que existe entre los modos analégico y digital de comunicacién y los conceptos psicoanaliticas de proceso primario y. secundarlo, res- Pectivamente. Si se la lleva del marco intrapsiquico al marco fnterper- somal de referencia, la descripeién que Freud hace del Ello se convierte virtualmente en una definicion de la comunicaclin analégiea: Las leyes de la I6gica sobre todo, la ley de la contradiccién— no son edlidas para los proceses que tienen lugar en ef Ello. Impulsos contradictotius existen lado a lado sin neutralizarse o exclurse.... Nada hay en el Ello que pueda comperarse a la nogacién, y nos quedamos aténites al encontrar alli una excepeién @ la afirmacién do los fldsofos en el sentido de que 1 cepacio y'el tiempo consttuyen formas necetarias de nuestro: actos rmenta'e:. (49, pig. 104; las bastardillas som nuestas,) A la luz de todo esto, dirfamos que, cuando a la parte fun- damentalmente analégica de su relacién (el galanteo) se agre- ga una digitalizacién (el contrato matrimonial), la definicién inequivoca de su relacién se vuelve muy problemstica, 2.55 Para resumir: Los seres humanos se comunican tanto digital como analégicamente. El lenguaje digital cuenta con una sin- taxis légica sumamente compleja y poderosa pero carece de ‘una seméntica adecuada en el campo de la relacién, mientras que el lenguaje analégico posee la seméntica pero no una sintaxis adecuada para la definicién inequivoca de la natu- raleza de las relaciones, 2.6, Interaccién simétrica y complementaria 2.61 En 1935, Bateson (6) describié un fenémeno de interaccién que observé en la tribu Iatmul de Nueva Guinea y que en su libro Naven (10), publicado un affo después, examiné con mayores detalles. Denomind a este fendmeno cismogénesis y lo definié como tn proceso de diferenciacién en las normas de la conducta individual resultante de la interaccién acu- ‘mulativa entre los individuos. En 1939, Richardson (125) apli- 6 este concepto a sus anilisis de Ia guerra y Ia politica ex- terior; desde 1952 Bateson y otros han demostrado su utilidad en el campo de la investigacién psiquidtrica (cf. 157, pags. 7-11, también 143). Este concepto que, como podemos ver, posee un valor heuristico que ya més allé de los limites de cualquier disciplina particular, fue elaborado por Bateson en ‘Naven de la siguiente manera: Cuando definimos muestra disciplina en términos de las reacciones de ‘un individuo frente a las de otros individuos, se hace inmediatamente fevidente que debemos considerar que la relacién entre dos individuos ‘puode sufrir altoraciones do tanto en tanto, incluso sin ninguna per- tupbacién procedente del esterior. No sélo debemos considerar las re- tacciones de A ante Ia conducta de B, sino que también debemos exa- ‘minar Ia forma en que ello afecta Ia conducta posterior de B y el efecto que ello tiene sobre A. «02 Resulta obvio que muchos sistemas de relacién, sea entte individuos © grupos de individuos, manifiestan una tendencia hacia el cambio pro- sresivo. Por ejemplo, si una de las putas de la conducta cultural, con- siderada adecuada para el individuo A, esti eulturalmente concebida ‘como pauta de autoridad, en tanto que se espera que B responda a cella con lo que culturalmente se considera sometimiento, es probable quo tal sometimiento promveva una nueva conducta autoritaria y que festa ltima exija um nuevo sometimiento. Asi, encontramos una situs cién potencialmente progresiva y, a menos que otros factores. inter- vensan para restringir los excesos de la conducta autoritario y some- tida, A debe necesariamente volverse cada mis autoritario, mientras ‘quo B se volveré cada ver més sometido; y este cambio progresivo se producirin sean A y B individuos independientes o miembros de gru- ‘pos complementarios. Cabe describir los cambios progresives de este tipo como cismogénesis complementaria. Pero existe otro patrén de relaciones entre individuos © grupos de individuos que también contiene Jos gérmenes del cambio rogresivo. Por ejemplo, si encontramos que la jactancia es el patrén cultural de conducta en un grupo, y que el otro grupo responde & aquél con jactancia, puede desarrollarse una situacién competitive en ‘quo la jactancia da lugar a mis jactancia, y asi sucesivamente. Este tipo do cambio progresive. podria denominarse eismogénesit eimétrica (10, pigs. 176.177), 2.62 Los dos patrones descriptos han Megado a utilizarse sin hacer referencia al proceso cismogénico, y en la actualidad se los suele denominar simplemente interaccién simétrica y_comple- mentaria. Puede describirselos como relaciones basadas en la igualdad o en la diferencia. En el primer caso, los participan- tes tienden a igualar especialmente su conducta reciproca, y asi su interaccién puedo considerarse simétrica. Sean debili- dad o fuerza, bondad o maldad, la igualdad puede mantener- s0 en cualquiera de esas Areas. En el segundo caso, la con- ducta de uno de los participantes complementa la del otro, constituyendo un tipo distinto de gestalt y recibe el nombre de complementaria, Asi, pues, la interaceién simétrica se ca- racteriza por Ia igualdad y por Ia diferencia minima, mien- tras que Ia interaccién complementaria esti basada en un méximo do diferencia, En una relacién complementaria hay dos posiciones distintas. Un participante ocupa lo que se ha descripto de diversas ma neras como Ia posicién superior o primaria mientras el. otro ‘ccupa la posicién correspondiente inferior o secundaria, Estos términos son de igual utilidad en tanto no se los identifique con “bueno” o “malo”, “fuerte” o “débil”. Una relacién com- plementaria puede estar establecida por el contexto social 0 ‘cultural (como en los casos de madre e hijo, médico y pa- ciente, maestro y alumno), o ser el estilo idiosincrésico de relacién de una diada particular. En cualquiera de los dos ‘casos, es importante destacar el caricter de mutuo encaje de Ja relacién en la que ambas conductas, dis{miles pero interre- lacionadas, tienden cada una a favorecer a la otra. Ninguno do los participantes impone al otro una relacién complemen- taria, sino que cada uno de ellos se comporta de una manera que ‘presupone Ia conducta del otro, al tiempo que ofrece motives para ella: sus definiciones de la relacién encajan (8.2.8) 2.63 So ha sugerido un tercer tipo de relacién, a saber, la “meta~ complementaria”, en la que A permite u obliga a B a estar en control de Ia relacién mediante idéntico razonamiento, po- drfamos arreglar Ja “pseudosimetria’, en la que A permite u obliga a B a ser simétrico. Sin embargo, este regretio ad infi- nitum potencial puede evitarse recurriendo a la diferencia- cién ya planteada (8.1.4) entre la obsorvacién do Tas ro- @undancias en Ia conducta y las explicaciones inferidas bajo Ja forma de mitologias; esto es, nos interesa saber como se comporta la pareja sin distraemnos tratando de averiguar por- qué (creen ellos que) se comportan asi. Sin embargo, si los miembros utilizan los_miltiples niveles de comunicacién (5.2.22) para expresar distintas pautas a distintos niveles, pue- den surgir resultados paradéiicos de gran importancia prag- mitica (5.5.41; 6.42, oj. 3; 7.5, e}, 2d). 2.64 En el préximo capitulo se examinaran las patologias potencia- les de estos modos de comunicacién (a saber, escaladas en la simetria y rigidez en la complementariedad). Por el momen- to, nos limitaremos a formular nuestro iltimo axioma tenta- ~> tivo: “Todas los intercambios comunicacionales son simétricos ‘© complementarios, segiin que estén basados en la igualdad o ~ Sen la diferencia, 2.7, Resumen Es necesario volver a sefialar ciertas reservas con respecto a los axiomas en general. En primer lugar, debe quedar acla- rado que tienen caricter tentativo, que han sido definidos de modo bastante informal y que son, por cierto, mas preliminares que exhaustivos, Segundo, son heterogéneos entre si en tanto tienen su origen en observaciones muy variadas de los fend- menos de la comunicacién. Su unidad no surge de sus origenes, sino de su importancia pragmitica, Ia cual a su vez depende no tanto de sus rasgos particulares como de su referencia in- terpersonal (y no monidica). Birdwhistell ha legado incluso a sugerir que lun individuo no comunica; participa en una comunicaelén o se con: Vierte en parte de ella. Puede moverse 0 hacer nuidos... peri mn ev ‘unica, De manera similar, puede ver, oit, oler, gustar o sentir, pero 9 comunica. En otras palabras, no ‘origina comunieacién sino «ue participa en ella. Asi, Ia comunicacién como sistema no debe enten- derse sobre Ia base de un simple modelo de accién y reaccitn, por compl:ja que sea su formulacién. Como sistema, debe entemlerse a tun nivel transaccional (28, pay. 104), Asi, la imposibilidad de no comunicarse hace que todas las situaciones en las que participan dos o mas personas sean interpersonales y comunicacionales; el aspecto relacional de tal comunicacién subraya atin mas este argumento. La im- portancia pragmitica, interpersonal, de los modos digital. y analégico radica no s6lo en su supuesto isomorfismo con los niveles de contenido y de relacién, sino también en a inevita- ble y significativa ambigiiedad que tanto el emisor como el receptor enfrentan en Jo relativo a los problemas de traduc- cién de una modalidad a la otra. La deseripeién de los pro- blemas de puntuacién se basa precisamente en la metamor- fosis subyacente del modelo clasico de accién-renceién. Por liltimo, el paradigma simetria-complementariedad es, quiz4, lo que mis se acerca al concepto matematico de funcién, sien- do las posiciones de los individuos meras variables con una in- finidad de valores posibles, cuyo significado no es absoluto sino que surge sélo en la relacién reciproca.

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