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i DERECHO PENAL: PARTE ESPECIAL “7 EL DELITO DE AMENAZAS* Miguel Bajo Fernandez. Abogado, Catedrdtico de Derecho Penal Universidad Auténoma de Madrid SUMARIO. L- Generalidades y bien juridico, Il- Concepto. III.- Elementos. IV. Modalida- des: |- Amenazas simples; 2- Amenazas condicionales: A) De mal que constituye delito; B) De mal que no constituye delito, 3- Las fattas de amenazas. I- GENERALIDADES Y BIEN JURIDICO 1.- Resulta imprescindible —por las analogias que les unen— mante- ner coherencia en la regulacién de los delitos de amenazas, coacciones y extorsion, pudiendo sostenerse que, aparte de los fallos técnicos que pudie- ran detectarse, dicha coherencia se consigue en el Codigo Penal espanol! que, por lo que se refiere a estas tres figuras delictivas, se corresponde con el llamado sistema latino francés, caracterizado por una amplia concep- cidn del delito de amenazas condicionales y la inclusién del delito de extor- sion en el robo. El sistema alemdn ha preferido reducir al minimo el alcan- ce de las amenazas, ampliando paralelamente el delito de coacciones y el delito de extorsion. *- Este trabajo presentado al homenaje del Prof. Dr. A. Beristain Ipina, es un capitulo del tercer tomo de mi Parte Especial. Ademas de las obras generales constiltense: E. CUFLLO CALON, “Sobre el delito de chantaje”, en ADP, 1952; F. Diaz Patos, Amenaza, en NEY, I, 1959; E, Larraurt, Li- dertad y amenazas, Barcelona, 1987; J. M. Ropricuez Devesa, Voz, Chantaje, en NES, IY, 1954; J. M. ZUGALDIA ESPINAR, “‘Delitos contra la libertad”, en Documentacidn Jurt- dica, 37/40, 1983. 1 Vid. M. Baso, Parte especial, Manual, Tomo 2, Capitulo II], N° 240 a 243 hy 049 MIGUEL BA1O FERNANDEZ Ninguno de los sistemas puede decirse que fuera preferible al otro, ya que la bondad de los distintos sistemas de regulacién no depende del crite- rio escogido, sino de la coherencia interna de cada uno. En este sentido, Ja utilizacién del Derecho comparado ha de hacerse con sumo cuidado de bido a las diversas técnicas legislativas existentes *. El Proyecto de 1980 y el Anteproyecto de 1983, confundidos por un estudio poco meditado del Derecho comparado y por los problemas deri- vados del delito de chantaje, han hecho modificaciones en la regulacién de la extorsion, las amenazas condicionales y las coacciones que han so- portado criticas muy severas. Hemos advertido con anterioridad que en di- chos proyectos se ha triplicado el tratamiento de multitud de supuestos al ampliar desmesuradamente el delito de extorsion, seguir admitiendo las ame- nazas condicionales de caracter lucrativo y regular aparte un pretendido delito de chantaje. 2.- El chantaje carece de definicién, ya que no es una expresion legal, pero normalmente con ella la doctrina se refiere al comportamiento con- sistente en el anuncio de una mal (ordinariamente revelacién de un secreto) condicionado al pago de una cantidad. Pues bien, en el Derecho penal es- pajiol este comportamiento queda incluido, sin género de dudas, en las ame- nazas condicionales’, por lo que la pretensién de crear una nueva figura delictiva, como hacen el Proyecto de 1980 y el Anteproyecto de 1983, sdlo conduce a una confusi6n sistematica entre la extorsion, las amenazas y las coacciones. Opino, con la Doctrina dominante, que es innecesaria la crea- cidn de un nuevo delito dedicado especificamente al chantaje, ya que basta con las amenazas condicionales de caracter lucrativo*. La Jurisprudencia se refiere al chantaje bajo la denominacion “‘precio del silencio” y no manifiesta ninguna duda sobre su calificacién de ame- nazas condicionales (SS. 25 abril 1983, 30 abril 1976). Ha de tenerse en cuenta, ademas, que mientras algunos supuestos de chantaje se castigan como amenazas condicionales, otros podrian incluirse en el delito de estafa si media engafio, 0 en el robo o extorsién’. La con- fusién de algun sector doctrinal sobre la punicién del delito de chantaje, ha llegado al extremo de que se preconizara en alguna ocasidn una reforma de la legislacién procesal vigente, de modo que pudiera dejar de perseguir- se el delito que el chantajista amenaza revelar, con el fin de no poner mas obstaculos a la denuncia de la amenaza en que consiste el chantaje. Tal idea fue recogida en el Anteproyecto de 1983. A mi juicio, constituye un dispa- rate que, @ priori, se opte por preferir la persecucién de la amenaza y no el del delito que el chantajista pretende anunciar, porque no puede genera- lizarse qué intereses politico criminales deben de predominar en cada caso conereto. 2- Ropricuez Devesa, Parte especial, pag. 295. 3. En contra de la opinién dominante Cono-CarBoNeLt, Parte especial, pag. 703. - pt MuNoz Conbe, Parte especial, pag. 137; RopRIGUEZ DevEsa, Parte especial, Pag. 5 Vid. Ropricurz RAmos, Parte especial, pag. 137, donde cita Jurisprudencia. 650 a EL DELITO DE AMENAZAS. En realidad, lo que se trata de dirimir en la cuestién sobre la posible inclusidn del delito de chantaje en una nueva figura delictiva, es la necesi- dad de castigar mas severamente determinadas amenazas condicionales de caracter lucrativo. Bastaria, entonces, con establecer una agravacién en los casos en que la condicién tenga ese cardcter o que el autor obre con animo de lucro, sin necesidad de crear una nueva figura delictiva que puede pro- ducir confusion. En cualquier caso, recuérdese que la extorsién responde al principio de castigar con mds severidad aquellos ataques a la libertad, en que los fines de apoderamiento patrimonial ilicito por parte del autor rigen el comportamiento. 3. El bien juridico protegido en el delito de amenazas, se circunscribe ala libertad de formacion de la voluntad, es decir, a la libertad de elegir y valorar los estimulos, condicionamientos, motivos y contramotivos que se presentan en el proceso en que la voluntad se va formando para la toma de una decisién’. En la medida en que en algunos casos Ia ley castiga la simple amenaza como anuncio de un mal sin exigir ulteriores resultados, ni siquiera la real intimidacién del sujeto pasivo, el delito de amenazas se presenta como un delito de peligro para el bien juridico, salvo en aquellos casos en que la lesion del mismo constituya exigencia tipica y determine la pena a impo- ner, como es cl caso de la amenaza condicional cuando el autor consigue su propésito (art. 493, 1). En las discusiones doctrinales sobre el bien juridico en los delitos con- tra la libertad y seguridad, y particularmente en los delitos de amenazas, se produce una cierta confusién porque cada autor utiliza lenguajes de sig- nificaciones diversas. No podemos aqui resolver si es la libertad de delibe- racidn, decision o libre voluntad en cualquiera de sus fases’, 0 si es la li bertad de actuacién y no la libertad de resolucién* el bien juridico prote- gido en el delito de amenazas, porque sc trata de expresiones con un signi- ficado concreto dentro del conjunto de la obra de cada autor, dificilmente conjugable con la terminologia utilizada por otros autores, y entre ellos, nosotros en el texto, y no susceptible de critica por movernos en planos se- manticos heterogéneos. En realidad cualquiera de estas posiciones es co- rrecta, si guarda una coherencia dentro de la interpretacién sistematica de los delitos contra la libertad y seguridad. La Jurisprudencia y un sector doctrinal incluyen al lado de la libre for- macion de la voluntad como bien juridico protegido, los sentimientos de seguridad o de tranquilidad’ entendiendo algunos que la seguridad es el 6. En este sentido, Ropatauez Drvesa, Parte especial, pag. 300; un estudio exhausti- Vo sobre las distintas formas de entender el bien juridico en el delito de amenazas, en LA. RRAURI, pag, 83 y 5s. 7- Vid. Ropricuez RAMOS, Parte especial, pag. 128. 8. Terminologia utilizada por BUstos, Parte especial, pag. 110. 9.- MuXoz Conner, Parte especial, pag. 134; RODRIGUEZ RAMOS, Parte especial, pig. 128; Bustos, Parte especial, (rig. 110; Ss. 19 diciembre 1974, 2 noviembre 1982, 13 diciem- bre 1982, 25 octubre 1983, 9 octubre 1984, 25 marzo 1985. bl 651 MIGUEL BAJO FERNANDEZ tinico objeto de proteccién en las amenazas simples". A mi juicio, intro- ducir aqui la referencia a la seguridad y tranquilidad, sdlo sirve para per- turbar el exacto entendimiento de lo que se quiere decir al circunscribir el bien juridico a la libre formacion de voluntad. Entiendo que si un sujeto ve perturbado —por acontecimientos externos que le producen reacciones pasionales—, su sosegado andlisis de las cosas a la hora de elaborar una decision de voluntad, efectivamente, realizard dicha operacién psicolégica intranquilo e inseguro, pero ello equivale a decir que ha sido afectada su libertad en el proceso de formacién de la misma. De aqui que sea innecesa- rio referirnos a la seguridad y tranquilidad para describir el bien juridico, Sujeto pasivo del delito puede serlo cualquiera, incluso el penalmente inimputable, siempre que sea capaz de comprender cl sentido de la amenaza", o “que tenga aptitud y capacidad para percibir la amenaza” (S. 27 noviembre 1981). H- CONCEPTO Articulo 493: “El que amenazare a otro con causar al mismo o a su familia, en sus personas, honra o propiedad un mal que constituya delito, sera casti- gado: (...)”. 1+ El Cédigo penal concibe la amenaza como el anuncio de causar a otro o a su familia un mal en sus personas, honra o propiedad. El concepto de amenaza gira, pues, en torno a la nocién de ‘mal’, elemento tipico normativo necesitado de un esfuerzo interpretativo para de- limitar con la precision necesaria sus contornos y su ambito de aplicacién. Una Jurisprudencia constante viene exigiendo que el mal sea futuro, injusto, determinado, posible, dependiente de la voluntad del sujeto activo y susceptible de producir intimidacién en el sujeto amenazado”. A conti- nuacion haremos cl comentario de cada uno de los predicados exigidos por la Jurisprudencia. Salvo en el caso de las amenazas condicionales", ¢l mal anunciado debe ser injusto; esto no significa que el Derecho entienda que todos los comportamientos ‘‘justos’’, es decir, realizados bajo el amparo de la nor- ma juridica no son males y han de considerarse valiosos y beneficiosos pa- ra todos los miembros de la comunidad, lo que seria una ingenuidad. El propio Derecho se ve obligado en muchas ocasiones a reconocer que las reglas dictadas para la resolucién de conflictos produce como resultado un 10. LARRAURI, pig, 243; Cono-Carsonrtt, Parte especial, pag. 703. AL En este sentido, RopRIGUEZ DEVvESA, Parte especial, pag. 299. 12. Vid. entre otras, las Ss. 13 diciembre 1982, 25 octubre 1983, 9 octubre 1984, 11 junio 1986, 18 septiembre 1986. 13 Vid. Infra. 652 a EL DELITO DE AMENAZAS dafo concreto, sélo justificable por razones de necesidad"’. Es decir, que también para el Derecho los comportamientos juridicamente aprobados pue- den constituir desde una concepcién vulgar ‘‘males’’. ‘Lo que ocurre es que en el delito de amenazas —salvo en las amenazas condicionales como ya advertimos—, el mal a que se refiere la ley slo pue- de ser el injusto, porque constituyendo las amenazas la simple exterioriza- cién de un propésito, castigar esta exteriorizacion cuando el popésito se refiere al cumplimiento de una conducta Iicita atentaria contra los princi- pios mas elementales que rigen cl Derecho penal moderno". El anuncio de un mal que implique conducta conforme a Derecho, por muy dafioso que sea y muy inmoral que fuere, no constituye delito de amenazas salvo en los supuestos que veremos mas adelante de amenazas condicionales. E] anuncio del mal tiene que tener una apariencia de realidad, es de- cir, verosimilitud de realizacién, al menos desde el punto de vista del sujeto pasivo. En este sentido, la Doctrina viene a sostener que del anuncio de un mal tiene que derivarse la existencia de un propdsito real, serio y persistente”. Dicha apariencia de seriedad y firmeza habra de valorarse en relacién con la capacidad del amenazado. Si bien, como veremos mas ade- lante, no es preciso para cl delito de amenazas cl resultado de intimidacion del sujeto pasivo —por eso lo calificamos de delito de peligro—, si es pre- ciso que el sujeto pasivo conozca el anuncio del mal y comprenda su signi- ficacién. Pues bien, la apariencia de seriedad o firmeza en el anuncio del mal ha de valorarse en funcién de la capacidad del sujeto pasivo, de modo que si éste, por su ingenuidad 0, sus escasos conocimientos entiende cierta- mente como un mal el anuncio que el sujeto activo le dirige, estaremos frente al delito de amenazas. Por ejemplo, quien mediante conjuros amenaza a un ingenuo campesino analfabeto. Se dice también que el anuncio del mal debe de tener una édoneidad objetiva para intimidar, bastando que sea objetivamente adecuado para ello, aun cuando no se consiga el efecto intimidatorio por la sobresaliente ente- reza del sujeto pasivo (Ss. 13 mayo 1980, 22 febrero 1980 y 11 junio 1986). En esta linea de exigencia de idoneidad del anuncio del mal, se suele enten- der que, como consecuencia de ello, el mal debe de tener una cierta concre- cién sin que basten anuncios de males extraordinariamente genéricos (por ejemplo: un dia sufriras las consecuencias) y sin que tampoco constituyan amenaza males cuya ejecucién no depende de la voluntad del que amenaza {por ejemplo: cl ciclo te castigue o yo te maldigo)’’. La Jurisprudencia exige, ademas, que el mal sea futuro, como criterio determinante de la diferencia entre las amenazas y las coacciones. En otro lugar hemos advertido ya de la impropiedad de este criterio diferenciador, al que se opone normalmente la Doctrina. 14.- En este sentido, RODRIGUEZ Devesa, Parte especial, pags. 297-298, pone como ejemplo el desahucio en cl cjercicio de un derecho. 15. Seguiremos aqui a RODRIGUEZ DEVesA, Parte especial, paz. 298. 134, 10° Ropriouez Devesa, Parte especial, pag. 298; MuNoz COND, Parte especial, pig. 17.- En sentido similar, RODRIGUEZ DevEsA, Parte especial, pag. 299. MIGUEL BAIO FERNANDEZ En primer lugar, hay que tener en cuenta que la exigencia de que el mal sea futuro no aparece previsto en la ley, y en segundo lugar, ha de ob- servarse que mas bien puede deducirse lo contrario, ya que el art. $85 con- sidera amenaza, aunque leve, la proferida en el calor de la ira, que luego se demuestra no persistent. La misma amenaza y la misma calificacién soporta quien dice a otro ‘“‘te mato por lo que has hecho”, que quien sos- tiene ‘‘te mataré””” 2.- El mal que se amenaza puede dirigirse tanto contra el sujeto pasivo de la amenaza como contra su familia segtin expresamente reconoce el art. 493. La expresién familia constituye un elemento normative de muy dificil conerecién, ya que ni desde el punto de vista vulgar, ni cientifico, mi juridi- co, la familia es susceptible de definicién. El llamado Derecho de familia no se refiere a un objeto preciso, sino mas bien a una disciplina de condi- ciones personales 0 estados, como el de conyuge, de padre, de hijo, de pa- riente, etc. En cualquier caso, el llamado Derecho de familia suele abarcar las relaciones de matrimonio, consanguinidad, afinidad, adopcién y tutela. Una extension como la indicada para el delito de amenazas no es en absoluto aconsejable. Sin embargo, cualquier limitacién utilizando como argumento sistematico otros preceptos como el parricidio o la circunstan- cia agravante del art. 11, resulta totalmente arbitraria. A mi juicio, sera el Juez quien interprete en cada caso si fue propésito del autor de la amenaza conseguir el efecto intimidante atentatorio de la libertad de formacion de voluntad de Ja victima, en funcién del conocimiento que el autor de la amenaza tenga de las relaciones intimas y personales exis- tentes entre la persona a la que dirija la amenaza y el familiar sobre quien pretende ejecutar el dafio. 3.- E] mal enunciado ha de hacerse en relacién con dajfios dirigidos a las personas, honra o propiedad. La Doctrina tradicionalmente interpreta estas expresiones en un sentido amplio, comprendiendo, por tanto, la vida, integridad, honor, propiedad, libertad, seguridad, honestidad, etc.”. Ill.- ELEMENTOS La accion consiste en poner en conocimiento del amenazado el propé- sito de inferir un mal en el sentido anteriormente expuesto, exigiéndose pa- ra la consumacién del hecho que el sujeto pasivo tenga conocimiento del mal anunciado. La consumacién, pues, se cifra, no en el momento en que la intimidacién en el sujeto pasivo se produce, lo que la ley no exige (Ss. 18.- En este sentido, Ropricucz RAMos, Parte especial, paz. 135. 19. Ropricuez Devesa, Parte especial, pég. 297; una amplia criti pags. 244 y ss 20.- Ropriauez Drvesa, Parte especial, pag. 298; QUINTANO, Tratedo, 1, 2, pag. 1042; MuSoz Conpe, Parte especial, pag. 134. ‘a en LARRAURT, sa @ EL DELITO DE AMENAZAS 27 noviembre 1981, 11 junio 1986; exigen la produccién del miedo o temor las Ss. 7 abril 1982 y 27 octubre 1982) y puede no llegar a tener lugar, sino en el momento en que el sujeto pasivo tiene conocimiento de la amenaza que se le dirige (S. 7 diciembre 1981), lo que por otra parte requiere que el sujeto pasivo, como ya advertimos mds arriba, tenga capacidad de com- prender el sentido de ia amenaza”. Cuando la amenaza no llega a conocimiento del amenazado pero si al de un tercero, se han apreciado formas imperfectas de ejecucién (asi, S. 20 mayo 1944) con aprobacion de la Doctrina”. Sujeto activo del delito es el que anuncia el mal a realizar, sin que ten- ga que coincidir con la persona que en su caso Io ejecuta, que puede ser un tercero, El ejercicio de un derecho excluye la responsabilidad por el hecho de- lictivo, salvo, como veremos mas adelante, en los supuestos de amenazas condicionales donde cl ejercicio de un derecho puede en determinadas oca- siones constituir delito de amenazas. Asi, quien anuncia a su inquilino que se va a proceder al desahucio o quien anuncia a su consocio que se va a denunciar un delito social, etc., esta ejercitando su derecho, con la salve- dad de que este ejercicio del derecho puede, sin embargo, constituir delito de amenazas en algunos supuestos de amenazas condicionales como vere- mos en su lugar. Evidentemente no es posible la comisidn culposa como se deriva de una simple interpretacion gramatical, ya que el verbo amenazar se compa- dece malamente con el comportamiento imprudente. En la practica la Ju- risprudencia nunca ha apreciado amenazas imprudentes, y suele utilizar co- mo argumento la exigencia de un dolo especifico de amenazar a otro”. Por lo que se refiere a los supuestos en que el mal amenazado se cum- ple, ha indicado la Jurisprudencia que el castigo por las lesiones u homici- dio producido consumen la propia amenaza (asi Ss. 2 marzo 1987, 25 ju- nio 1981). Se ha apreciado, por el contrario, concurso de delitos cuando la amenaza va acompaiiada de otra actividad con relevancia juridico pe- nal, como es el caso de quien intimidé al conductor de un yehiculo con el constante uso del revdlver sobre la cabeza de su esposa, a llevarle de San- tander a Bilbao, en cuyo caso no sélo se comete delito de amenazas sino también utilizacion ilegitima de vehiculos de motor (S. 13 julio 1987). 1V.. MODALIDADES Ha de tenerse en cuenta que, aparte del delito de amenazas que con cardcter genérico recogen los arts. 493 y ss., hay otros supuestos especifica- mente contemplados en nuestro Cédigo penal. Asi, por ejemplo, los arts. 21- Ropricurz Drvesa, Parte especial, pag. 298; MuNoz Cone,Parte especial, pag 134; RopriGuez RAMOS, Parte especial, pag. 136. 22. RODRIGUEZ RAMOS, Parte especial, pig. 136; MUSOz CONDE, Parte especial, pig. 134; aunque Cowo-CarsoneLt, pag. 704, considera muy dificil la frustracién, 23 Vid. RODRIGUEZ RAMOS, Parte especial, pags, 135-136. ul 655 MIGUEL BAIO FERNANDEZ 146 y 147 se refieren a amenazas al Jefe del Estado; los arts. 157 y 158 cas. tigan un supuesto de amenazas a los miembros de las Cortes; los arts. 16] y 162 describen amenazas graves al Regente, Gobierno, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo o Gobier- nos de Comunidades Auténomas. El delito de desacato de los art. 240 y concordantes es substancialmente un delito de amenazas. Téngase en cuen- ta también que la amenaza esta implicita en todos aquellos delitos en los que el tipo exija la concurrencia de intimidacion (arts. 335, 336, 337, 429, 430, 440, 490, S01, 517, etc.). (Hay muchas formas de clasificar las amenazas. RODRIGUEZ DEVE- SA y MUNOZ CONDE prefieren distinguir entre amenazas graves y menos graves, dividiendo las primeras entre las que son condicionales y aquellas que no lo son. RODRIGUEZ RAMOS, por el contrario, clasifica las amena- zas segiin se anuncie un mal constitutivo de delito o un mal no constitutivo de delito, diferenciando en ambos casos si la amenaza esta condicionada ono esta condicionada. Nosotros preferimos distinguir entre amenazas sim- ples y condicionales L- Amenazas simples Articulo 493: “B] que amenazare a otro con causar al mismo o a su familia, en sus personas, honra o propiedad, un mal que constituya delito, sera castigado: iGese)) 2° Con la pena de arresto mayor y multa de 30.000 a 150.000 pesetas si la amenaza no fuere condicional””. EI tipo bdsico del delito de amenazas se caracteriza por no imponer el autor condicién alguna. Es de aplicacién aqui todo lo dicho en el apar- tado anterior relativo a los elementos, que se refieren a todas las modalidades. Formas agravadas de este tipo basico, lo constituyen las amenazas con- dicionales que se estudian en el apartado siguiente y el caso en que la ame- naza se realice con el propdsito de atemorizar a los habitantes de una po- blacién que, segtin el art. 496 bis, obligard a imponer la pena superior en grado. Las amenazas simples 0 no condicionales constituyen falta, bien por gue tienen caracter leve, bien porque el mal amenazado no constituye delito. Ciertamente la regulacién de las amenazas simples y la diferenciacién entre el delito del 493,2 y las faltas del 585,2 y 4, presenta importantes defi- ciencias de coordinacién que ha merecido severfsimas criticas de la Doetrina™. 2. Amenazas condicionales Las amenazas condicionales se tratan por el legislador de forma dis- tinta segun el mal con que se amenace constituya delito (art. 493,1) 0 no (art. 494). Haremos un estudio separado de ambos supuestos. 24~ Con especial ahinco, QuERALT, Parte especial, pag. 125, Vid. Infra. 636 ia) EL DELITO DE AMENAZAS A) De mal que constituye delito Articulo 49: ““E] que amenazare a otro con causar al mismo o a su familia, en sus personas, honra o propiedad, un mal que constituya delito sera castigado: 1° Con la pena de prisién menor, si se hubiere hecho la amenaza exi- giendo una cantidad o imponiendo cualquier otra condicién, aunque no sea ilicita, y el culpable hubiere conseguido su propésito, y con la pena de arresto mayor si no lo hubiere conseguido. La pena se impondra en su grado maximo si las amenazas se hicieren por escrito o a nombre de entidades reales 0 supuestas”” Sustancialmente el hecho consiste en amenazar con un mal que cons- tituye delito, imponiendo una condicién. Fl mal con que se amenaza ha de constituir delito, entendiendo por tal, a mi juicio, lo contrario que falta (asi S. 18 septiembre 1986)", ya que considerar incluida también la falta del Libro Tercero del Cédigo Penal haria inexplicable la pena de prisién menor en algunos supuestos, tales como el de la amenaza con un mal, im- poniendo una condicién licita, y consiguiendo su proposito. Debemos de aceptar como politico-criminalmente razonable que se cas- tigue el delito de amenazas de un mal que constituye delito imponiendo una condicion licita (por ejemplo, te mataré si no pagas tu deuda), porque igualmente se lesiona el bien juridico, y, por otra parte, la licitud de la con- dicién no elimina el caracter delictivo o antijuridico del anuncio del mal’*. Ahora bien, la pena de prisién menor con un limite maximo de seis aflos prevista para el caso en que el autor hubiera conseguido su propésito, (es decir, el amenazado hubiera pagado su deuda), parece severa cuando la con- dicién es licita. Pues bien, si ademas se impusiera la pena de prisi6n menor aun cuando el mal con que sé amenaza constituye una simple falta (por ejemplo, me quedaré con el pafiuelo que me prestaste si no me pagas), s ria exagerado. En conclusion, el mal con que se amenaza debe de consti tuir delito entendiendo por delito, la infraccién criminal castigada en el Li- bro I] del Cédigo Penal y no las faltas del Libro Tercero. La amenaza del art. 493,1 es condicionada porque se exige una canti- dad 0 se impone cualquier otra condicién, aunque no sea ilicita. A mi jui- cio, como acabamos de advertir, el hecho de que la condicion sea licita no es 6bice para encontrar justificado desde el punto de vista politico crimi- nal el castigo de la amenaza de mal que constituye delito. Distinto seria entender que toda condicién licita se equiparare a la ilicita. Aunque acepta- ble politico-criminalmente la punicién de las amenazas con condicién lici- ta (te mataré si no pagas la deuda), lo es menos el hecho de que no se haya apreciado como cireunstancia agravante el caracter lucrativo e ilicito de la condicién. De este modo hubieran quedado cubiertas de forma correcta desde 25. En contra Quekatr, pag. 122. 26.- En sentido similar, Bustos, Parte especial, pag. 112. p 657 MIGUEL BAJO FERNANDEZ el punto de vista politico criminal, las formas mas graves de chantaje” y otras formas mafiosas de extorsién. En cualquier caso, algunas formas de chantaje pueden ser incluidas en el art. 493,1 por la observacién que acaba de apuntarse de que hacer ptiblica una actividad deshonrosa constituye una amenaza de un mal que constituye delito. El legislador ha graduado la pena no en funcién de que la condicién sea licita o ilicita, o en funcién de que la condicion tenga caracter lucrativo © no, sino dependiendo de que el culpable consiga su proposito al imponer la condicion o no. En el primer caso la pena es de prisi6n menor y en el segundo de arresto mayor. La Jurisprudencia cifra la consumacién en el delito de amenazas con- dicionales en el momento en que se consigue la condicién, si bien advierte que cuando la condicién es lucrativa, no ¢s preciso que cl autor haya obte- nido toda la cantidad exigida, bastando para la consumacidn que se entre- gara alguna parte de lo exigido (Ss. 28 octubre 1982, 25 marzo 1985), por- que de exigir para la consumacién obtener la totalidad de la condicidn ‘‘le bastaria con exigir cantidad muy superior a la que conocidamente sepa que podra serle entregada para que, si slo consigue una parte de ella —la por él calculada—” se degrade el delito a un supuesto mas leve (S. 28 octubre 1982). Cicrtamente la agravacion del parrafo siguicnte del precepto en fun- cion de que la amenaza se haya hecho por escrito o @ nombre de entidades reales 0 supuestas, resulta poco explicable”. En efecto, no puede afirmar- se que las amenazas realizadas por escrito sean siempre mas graves que las realizadas de palabra, ni tampoco tiene sentido que se agrave cuando se realizan a nombre de entidades reales 0 supuestas y no cuando se realizan a nombre de otras personas. Recuérdese que también es aplicable aqui la agravante del art. 496 bis, segun la cual se debe de imponer la pena en su grado maximo cuando la amenaza se cometiere con el propésito de atemorizar a los habitantes de una poblacién. Entendemos que si este comportamiento se realiza por es- crito se acumulan las dos agravantes, de tal forma que la pena a imponer seria la del grado maximo del grado maximo. Si la amenaza se realiza exigiendo una cantidad y se consigue tal pro- posito, entra en colisién el art. 493 con el art. 501, 5°. Como ya hemos apun- tado en su momento” entiendo, con la Doctrina dominante, que habré ro- bo cuando se exija la entrega inmediata de la cosa y delito de amenaza con- dicional cuando se exija la entrega aplazada de la cosa (S. 27 octubre 1982). Problematica especial plantea el caso de la amenaza condicionada al pago que no consigue el propdsito perseguido (por ejemplo, quien anuncia a otro su intencién de Ilevarse un objeto valioso de la propiedad de este 27. Téngase en cuenta que la S. 16 de diciembre de 1974 considerd que el anuncio de hacer ptiblico un defecto o una actividad deshonrosa implica amenazar con un mal que constituiye delito, por lo que el anuncio de hacer publico un supuesto deshonroso bajo la condicién de un pago constituye amenazas lucrativas del 493,1. 28. Criticamente, QUERALT, Parte especial, pag. 128. 29.- M. Baio, Parte especial, Capitulo 3 NM. 16. 658 10) EL DELITO DE AMENAZAS ultimo si no le paga lo que le debe). No cabe en el art. 337, ni siquiera en grado de tentativa, porque el acreedor no ha dado principio a la ejecucién del apoderamiento. Se cumplen, por el contrario, todas las exigencias tipi- cas del art. 493,1, referido a las amenazas condicionales. Sin embargo, cas- tigar el hecho conforme a este delito significaria castigar mas severamente el caso de amenaza con condicién de pago sin logro de la condicién y sin real cumplimicnto de la amenaza, —en este caso apoderarse del objeto va- lioso (arresto mayor)—, que el caso en que el mal amenazado llega a cumplirse—, es decir, se produce el apoderamiento (multa del art. 337). Las exigencias de proporcionalidad no permiten la aplicacién del art. 493. La impunidad, de todas formas, tampoco satisface, siendo quizds la solucién més oportuna la calificacién de falta de amenazas del art. 585. En favor de esta solucién no hay més argumentos que los derivados del principio de proporcionalidad de las penas y de las exigencias politico criminales. Las formas més leves de esta clase de amenazas, al igual que en las amenazas simples, se encuentran recogidas en los arts. 585, 2, 3 y 4. B) De mal que no constituye delito Como ya hemos advertido las amenazas condicionales pueden distin- guirse segtin que el mal con que se amenace constituya delito, supuesto que acabamos de estudiar, 0 que no constituya delito, hipotesis que afronta- mos a continuacién. Articulo 494: “Las amenazas de un mal que no constituya delito, hechas en la for- ma expresada en el nimero 1° del articulo anterior, serdn castigadas con la pena de arresto mayor’’. Las amenazas de un mal que no constituya delito s6lo dan lugar a res- ponsabilidad criminal, cuando son amenazas condicionales, castigandose en el presente art. 494. Es decir, las amenazas simples de un mal que no constituye delito se castigan sélo como fa/fa en el mimero 4° del articulo 585 (con la absurda limitaci6n afiadida de que tal falta s6lo es punible cuando. Ja amenaza se realice de palabra). El articulo 494 significa que las amenazas condicionales son punibles aun cuando el anuncio del mal no tenga trascendencia juridico penal. La pregunta inmediata, entonces, es la de saber si con ello el legislador esta advirtiendo que el anuncio de un mal justo o licito se castiga también en el articulo 494. La respuesta dominante en Doctrina y Jurisprudencia es la de que cabe igualmente castigar en este precepto amenazas que implican anuncios de males justos 0 licitos, lo que es inimaginable en los casos de amenazas simples. En efecto, en los casos de amenazas simples anunciar algo justo 0 licito, aunque represente un mal para otro, no es mas que ex- presién de un derecho y en la medida en que el pensamiento no delinque no pueden tener relevancia juridico penal. En este sentido, amenazar al arren- datario con el desahucio o amenazar a otro con denunciar un delito, no puede constituir delito de amenaza simple. my 659 MIGUEL BAJO FERNANDEZ La cuestién cambia si se trata de amenazas condicionales. Rige en este punto segtin la Doctrina, la Hamada feoria de Ja relacién, segin la cual el amuncio de un mal justo 0 licito constituirfa delito de amenazas condicio- nales cuando se hiciera imponiendo condiciones ilicitas, inadecuadas al tra- fico y sin relacién con el mal con que se amenaza. Se dice, entonces, que si la condicion es licita y adecuada al trafico (“te denuncio si no me resar- ces ¢ indemnizas”’; ‘‘declaro la huelga si no pagas los salarios’’) no hay delito (S. 2 febrero 1981: pedir al Secretario se ausente por la responsabili- dad en que pudo haber incurrido). Si, por el contrario, la condicién es ili- cita e inadecuada y no relacionada con la amenaza (‘‘te denuncio si no me pagas el doble de lo que me debes”’, ‘‘te desahucio si no accedes a mis de- seos deshonestos”’ etc.) hay delito de amenazas condicionales del art. 494. Obsérvese cémo tambien en el art. 494, pueden incluirse, por tanto, supuestos de chantaje. Es opinién dominante en Doctrina y Jurisprudencia”. Asi, QUINTA. NO observé que constituye delito de amenazas ‘‘con toda evidencia’’, cuan- do el amenazador carece de titulo alguno para fundamentar su exigencia; por ejemplo, reclamando un crédito inexistente, aadiendo ‘los no menos frecuentes casos de combinar con denuncias, que de versar sobre hechos falsos se calificarian por el articulo 493 y si sobre veridicos, por el 494°". En el mismo sentido, DIAZ PALOS sefialando que ‘debe destacarse que es posible la comisidn del delito amenazando con realizar una conducta en si misma licita (verbigracia, la denuncia de un delito), y asi se encuentra reconocido expresamente en nuestro Cédigo cuando incrimina en el art. 494 las amenazas condicionales, poniendo como ejemplo el que exige la condicién econémica a un tercero distinto de los perjudicados por el delito con cuya denuncia se amenaza o cuando se carece de derecho a pretender?’”. En este mismo sentido, la Jurisprudencia representada por la (S. 19 enero 1968) que senala: no es equitativo ni licito admitir la exigencia de cantidades no debidas o superiores a las que realmente lo fuese (...) para no denunciar hechos criminales, porque entonces se pretende un enriqueci- miento injusto, aprovechandose de una situacién extraecondémica para lu- crarse, y del estado de temor creado con la conminacién condicional, por lo que, el delito de amenazas se genera porque el mal es claramente injusto, antijuridico 0 contrario a Derecho, al querer obtener un beneficio por el silencio, no autorizado moral ni legalmente’’, No son aplicables a las amenazas condicionales de mal que no consti- tuya delito del art. 494, las agravantes de escrito 0 realizacién del hecho a nombre de entidades reales o supuestas que aparecen en el art. 493,1. Por el contrario, si le es aplicable la agravante del art. 496 bis referente al pro- posito de atemorizar a los habitantes de una poblacién. 30- Vid. RopRIGUEZ Devrsa, Parte especial, pigs. 135-136; MuRoz CONDE, Parte es- pecial, pags. 118-119; Quintano, Tratado, 1, 2, pag. 1095 y 1100. Bn contra CoBo- CARBONELL, Purte especial, pag. 703. 31.~ QUINTANO, Tratado, 1, 2, pags. 1100 y 1095 32. Diaz PALos, Chantaje, en NES, pag, 187. 660 2) EL DELITO DE AMENAZAS: Si la amenaza del mal que no constituya delito se realiza de palabra, estaremos en presencia de la falta del art. 585,4. 3- Las falias de amenazas Articulo 585: “‘Seran castigados con la pena de uno a cinco dias de arresto menor o multa de 750 a 7.500 pesetas: (2) 2° Los que, de modo leve, amenazaron a otro con armas 0 las saca- ren en rifia, como no sca en justa defensa. 3° Los que de palabra y en el calor de la ira amenazaren a otro con causarle un mal que constituya delito, y con sus actos posteriores demos- traren que no persistieron en la idea que significaban con su amenaza. 4° Los que de palabra amenazaren a otro con causarle algiin mal que no constituya delito”. La regulacién de las faltas del delito de amenazas es especialmente de- ficiente. Llama la atencién, en primer lugar, el hecho de que una descoo dinacién sistematica permite la impunidad de las amenazas simples reali- zadas por escrito de un mal que no constituye delito, mientras que las ame- nazas realizadas de palabra del mismo mal que no constituye delito se ca: tiga como falta en el numero 4° del art. 585. En efecto, las amenazas reali zadas por escrito de un mal que no constituya delito no puede castigarse a través del art. 585, 4° porque se refiere a amenazas de palabra, tampoco por el art. 493 porque este precepto castiga sdlo los puestos en que se ame- naza con un mal que constituya delito y tampoco en atencién al art. 494, porque se refiere sdlo a las amenazas de una mal que no constituya delito pero de cardcter condicional”. Tres mimeros recogidos en el articulo 585, 2, 3 y 4, son referibles tanto a supuestos de amenazas condicionales como no condicionales”. EI N° 3 del art. 585 se diferencia de las figuras delictivas de los arts. 493 y ss. por una menor culpabilidad’*’. Puede producir una cierta perplejidad el hecho de que se considere como falta en el art. 585,2 la amenaza mediante armas, cuando deberia de supo- nerse que sacar un arma en una rifia o anunciar un mal a otro portando un arma, son comportamientos graves. Sin embargo, hay que observar que, con independencia de que se amenace a otro con armas o se saquen en ri- fia, la amenaza, es decir, el anuncio de un mal, ha de ser leve, por lo que debe de concluirse que el legislador en el art. 585,2 esta pensando en su- Puestos intermedios entre la amenaza proferida en legitima defensa y la ame- naza proferida por un autor plenamente responsable. Sdlo asi se explica que en cl precepto se haga referencia innecesaria a la ‘‘justa defensa”’. 33.- En sentido eritico, QuerALr, Parte especial, pag. | | 34.- No acaba de entenderse por qué QuEKALT, Parte especial, pag. 129 sostiene, zénero de dudas, que en el articulo 585, 3° “'s6lo se privilegia la modalidad del art. 493, 35.- Ropkiuez Ramos, Parte especial, pag, 137; QUERALT, Parte especial, pag. 129, 13) 661 MIGUEL BAJO FERNANDEZ En realidad, la diferencia entre ¢l delito y la falta de amenazas en este caso esta dependiendo de circunstancias que han de interpretar los Jueces para determinar si la amenaza se ejecuta ‘de modo leve o no”, La Jurisprudencia ha castigado la amenaza como falta en los casos en que no parecia serio el propésito de realizar el mal (S. 27 octubre 1982) cuando la amenaza no es idénea para crear un efecto intimidante (§, 23 diciembre 1986), o cuando no ha existido una auténtico propésito lesivo (Ss. 7 abril 1982 y 30 septiembre 1985, aunque en ambos casos se esgrimié una pistola y en la ultima sentencia se Ilegaron a producir dos disparos), 662 i FREEDOM OF RELIGION IN EGYPT: THE BAHA’IS’ CASE M. Cherif Bassiouni Professor of Law, DePaul University, Chicago (EEUU) Secretary General, International Association of Penal Law President, International institute of Higher Studies in Criminal Sciences This paper deals with the Baha’is’ freedom of religious practices un- der Egyptian Law in light of the 1971 Contitution, and Egypt’s Obligation under the International Covenant on Civil and Political Rights. 1. THE BAHA’] PROSECUTION CASE On February 23, 1985, the Egyptian State Security Police arrested 13 Baha’is alleging their violation of a Presidential Decree No. 263 of 1960 which prohibited Baha’is from holding religious meetings and propagating their faith. The State Security Police asked the State Security Prosecutor to prosecute the Baha’is, but the latter declined to prosecute under the Sta- te Security laws, contending that the matter was not one which arose under State Security law. The Case was then transferred to the jurisdiction of the General Prosecutor’s office who brought charges against 50 persons named in Case No. 2266, 1985, Misdemeanor Tribunal of Kasr-el-Nil, Gobernora- te of Cairo, 13 of whom were present and the others were tried im absentia. The Kasr-el-Nil Tribunal in its decision of May 11, 1987 acquitted two per- sons and sentenced 48 to three years imprisonment with labor subject to conditional release on payment of 1,000 pounds bail (equivalent to $400). The Tribunal found, in accordance with a 1973 case decided by the Supreme Constitutional Court, that the applicable Presidential Decree No. 263 of 1960 was not violative of the accused’s right of freedom of religion for the same reasons as those enunciated by the Constitutional Court in its 1973 decision on the constitutionality of the said Decree (discussed below). fo 663 M. CHERIF BASSIOUNI At the Proceedings before the Kasr-el-Nil Tribunal (the lower misde- meanor court) the prosecutor argued that the Baha’is belief was: (J) not protected by the Constitution because it was not one of the three monotheistic religions (Islam, Christianity and Judaism); (ii) that it subverted these three religions and constituted a danger thereto; (iii) that it sought to establish a ‘new religion” (presumably unpro- tected by the constitutional protection of freedom of religion); (iv) that its followers were ‘‘non-believers’’ of the three monotheistic religions); and (vy) that the followers of this belief constituted a ‘‘danger”’ to the ‘‘so- cial and religious safety of society.’” The conviction was then appealed to the Court of Appeals of Cairo which overturned the conviction in its Judgment Number 2961 for 1987, entered 17 February 1988. The Court of appeals found that the facts did not sup- port the conviction in that none of the individuals found guilty by the lo- wer court committed any of the acts prohibited by the 1960 Decree. The Court of Appeals specifically found that the Baha’is did not: engage in re- ligious associations, in the propagation of their faith, and that they did not act in any other manner which violated the 1960 Presidential Decree. The Court of Appeals did not deal with the consitutionality of the 1960 Decree but it did emphasize that the right of freedom of religion was gua- ranteed by Article 46 of the 1971 Egyptian Constitution and by Article 18 of the Covenant of the International Covenant on Civil and Political Rights. But the Court relied on paragraph 2 of Article 18 of the Covenant which, in the Court’s opinion, subjected the exercise of freedom of religion to na- tional law. Thus, the Court of Appeals avoided the controversy of the 1960 Decree’s Constitutionality, while emphasizing the Constitutional right un- der which the said Decree could eventually be held unconstitutional at a later time. It also reaffirmed the direct applicability of the right of freedom of religion and belief under the Covenant though subject to national law. This was a careful exercise of judicial balance which restored the rights of the convicted persons but avoided confrontation with the Constitutio- nal court and law enforcement authorities. It also succeeded in avoiding a conflictual issue with Islamic institutions opposed to the Baha’is and it did not generate tensions with Muslim fundamentalists. The Court of Ap- peals showed a certain wisdom in its gradualist approach. 2.- THE APLICABLE EGYPTIAN LAW The law applicable to Baha’is in Egypt is the subject of a special Presi- dential Decree No. 263 of 1960 which had not been passed by a duly cons- tituted Parliamentary body but decreed by the late President General Abdel- Nasser. At the time of the entry into effect of the said Decree no Constitu- tional guarantee of freedom of religion existed. Furthermore, Egypt at that time was not a party to the International Covenant on Civil and Political Rights. 664 pl FREEDOM OF RELIGION IN EGYPT THE BAHAIS' CASE The 1960 Decree ordered: (a) the ‘‘dissolution’’ of all Baha’i houses of worship and centers, (b) the cessation of all Baha’i activities, (c) the sei- gure without compensation of all assets belonging to the Baha’is, and their disposition by the Minister of the Interior as he may deem fit, and, (d) the criminal punishment of all those who violate the above proscriptions by imprisonment of no less than 6 months and not more than three years, and a fine of up to 100 pounds (or either one of the two penalties). Thus, the collective practice by Baha’is of their belief in an assemby or, their gathering in a house of worship or, the establishment of a house of worship was forbidden by law and subject to criminal punishment, and the collective property of Baha’i worshipers was subjected to seizure wit- hout compensation. 3. LEGAL ACTION SINCE THE 1960 DECREE After the entry into force of the 1971 Constitution an action was brought before the Supreme Constitutional Court in 1973 as Case No. 70, challen- ging the constitutionality of the 1960 Decree. In 1974, the Supreme Consti- tutional Court rendered its decision upholding the constitutionality of the 1960 Decree even in light of Article 46 of the Constitution which guaran- tees freedom of religion. The bases for that decision were: (i) That the Constitution guaranteed individual freedom of religion, which the Decree did not violate, because it only forbade the co- lective exercise of the belief in houses of worship and not indivi- dual worship and individual belief; (ii) That Article 46 of the Constitution, though it does not contain any restrictive, limiting or qualifying language, nonetheless impli- citly included the right of the State, by law, to abridge, limit, cur- tail and regulate the public or collective exercise of the said right; Gii) That law could be passed for the protection of ‘‘public order’ or ‘‘morals’’, and prohibit certain manifestations and expressions of the said right; (iv) That the presumed intent of the constitutional proviso applied only to the protection of freedom of religion for the members of the three monotheistic religions of Islam, Christianity and Judaism as had been decided in an earlier case by the Court of Cassation under the 1923 Constitution; (v) That there was no violation of the constitutional principle of “equality’’ since there was no discrimination against believers of the three monotheistic religions of Islam, Christianity and Judaism which are the persons intented to be protected under Article 46. The distinction between the individual right of personal belief which the Supreme Constitutional Court recognized for all persons irrespective of what their religion or belief may be, and that of the peaceful collective exercise or peaceful public manifestation thereof, has no constitutional foun- dation in the textual language of the 1971 Constitution. But the Court re- lied on a decision of the Court of Cassation (the Supreme Court) which was rendered in connection with the interpretation of the 1923 Constitu- BI 65 M. CHERIF BASSIOUNI tion. The Constitutional Court in its decision in the 1973 case did not ho- wever show how a prior ruling by another Court applying a prior Constitu- tional text could be applied even by analogy to a subsequent Constitution. But the inference could be drawn that analogous texts could be interpreted in a similar way (SIC). Another Constitutional issue was also presented in the 1973 Case, that of the right of ‘‘equality”’ of all citizens which the 1960 Decree was alleged to have violated. The Court ruled against that argument on the proposi- tion that “equality” of all citizens before the la was not violated by the 1960 Decree since there was no discrimination against members of any of the three monotheistic religions intended to be protected under Article 46, Tf one accepts the validity of the Court’s interpretation that Article 46 ap- plies only to the members of the three monotheistic faiths, then it follows that the rights of the members of these groups were not violated by a de- cree that applied to persons outside the protected groups. Since Baha’is are not members of these three protected groups, they are presumably exclu- ded from the Constitutional protection of ‘equality’? with respect to Arti- cle 46 on ‘freedom of religion.”’ But as stated above, nothing in the Cons- titution implies that exclusion other than two provisions which establish Islam as the official religion and recognize that the Shari'a as the principal source of law. It can be assumed therefore that if a given religious practice violates Islam, then it cannot be protected by the Constitution. The issue then becomes whether the Baha’i faith is contrary to Islam. Before addres- sing this issue the Constitutional Court found that the State has the right to pass laws that protect ‘‘public morals”? and public safety.” But there was no finding that the Baha’is’ either violated “public morals’? or ‘‘public sa- fety,” The inarticulated premise of this aspect of the decision was, however, that the exercise of Baha’i religion would so inflame Muslims and even Chris- tian citizens that it would constitute a danger to ‘‘public safety’’. It is then that the Court dealt in a very desultory fashion with the issue of whether the Baha’i Faith is contrary to Islam and thus not entitled to the protection of Article 46, The Court referred to the record of the Case which included “‘memoranda,”’ (in the nature of what would be amicus curiae briefs in the United States), by Al-Azhar University, the Mufti, and by the Organiza- tion of the Islamic Conference, all of which took the position that the Ba- ha’i Faith is a subversion of Islam. No specific finding on this issue was however made by the court which relied on these assertions. The Supreme Constitutional Court did not address the issue of the cri- minalization of those who violate the 1960 Decree and the penalties provi- ded. In Egypt, a general principle of criminal law exists whereby conduct is criminalized to protect society from the actual harmful conduct of indi- viduals. In this case, there is no identifiable harmful conduct that merits such harsh punishment as a maximum of three years of imprisonment with labor. Thus the harshness of the penalty is not commensurate with whate- ver the presumed harm may result from peaceful assembly for prayer. Cu- riously, however, the ‘‘memoranda’’ by Al-Azhar University, the Mufti and the Organization of the Islamic Conference referred to above stated that the penalties were too light and urged more stern ones. 666 ia FREEDOM OF RELIGION IN EGYPT THE BAHA'IS’ CASE 4- DECREE 263 OF 1960 AND THE INTERNATIONAL COVENANT ON CIVIL AND POLITICAL RIGHTS Egypt ratified the International Covenant on Civil and Political Rights by virtue of a Presidential Decree dated December 9, 1981. Later, in March 1988, the Higher Court of State Security, in an unrelated case involving a right to strike, found that the Covenant is directly applicable as a self- executing treaty under the 1971 Egyptian Constitution. The relevant provisions of the International Covenant on Civil and Po- litical Rights applicable to this case are: I5) Article 2 y to the present Covenant undertakes to ensure to all its territory and subject to its jurisdiction the rights re- cognized in the present Covenant, without distinction of any kind, such as race, colour, sex, language, religion, political or other opinion, natio- nal or social origin, property, birth or other statu: 2.- Where noi already provided for by existing legislative or other measu- res, cach State Party to the present Covenant undertakes to take the neces- sary steps, in accordance with its constitutional processes and with the pro- ons of the present Covenat, to adopt such legislative or other measu- res as may be necessary to give effect to the rights recognized in the pre- sent Covenant. 3.- Each State Party to the present Covenant undertakes: (a) To ensure that any person whose rights or freedoms as herein re- cognized are violated shall have an effective remedy, notwithstanding that the violation has been committed by persons acting in an official capacity; (b) To ensure that any person claiming such a remedy shall have his right thereto determined by competent judicial, administrative or legisla- tive authorities, or by any other competent authority provided for by the legal system of the State, and to develop the possibilities of judicial remedy; (© To ensure that the competent authorities shall enforce such reme- dies when granted. Article 18 1. Everyone shall have the right to freedom of thought, conscience and religion. This right shall include freedom to have or to adopt a religion of belief of his choice, and freedom, either individually or in community with others and in public or private, to manifest his religion or belief in worship, observance, practice and teaching. 2.- No one shall be subject to coercion which would impair his freedom to have or to adopt a religion or belief of his choice. 3.- Freedom to manifest one’s religion or beliefs may be subject only to h limitations as are prescribed by law and are necessary to protect pu- blic safety, order, health, or morals or the fundamental rights and free- doms of others. 4- The States Parties to the present Covenant undertake to have respect for the liberty of parents and, when applicable, legal guardians to ensure 67

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