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Barrington Moore, Jr: Los origenes sociales de la dictadura y de la democracia El sefior y el campesino en la formacién del mundo moderno ‘Traduccién de Jaume Costa y Gabrielle Woith p EDICIONES PENINSULA Los origenes sociales de la dictadura y de la democracia ‘La edicin original ingesa fe publicada por Beacon Press, ‘de Boston, Mass, USA, com el tuo Saal Origins of Ditatship nd Demeracy: Lord and Pesont the Maing sf tbe Madern Worl © Barrington Moore, Je Cyt eae rity nan cin ell i te ses criti arent ala pac eet case mes ofr cals, Y teeta ccs hs sence hereaeza no Laprimera edicin castellana de esta obra fue publicada ‘enka coleceiin «tistoria, Cienca, Sociedade en 1995 Primera edicién en esta coleccin: octubre de 2002. (© de esta edicin: Ediciones Peninsula sa, eu de la Creu 4, o8003-Barcelona, ‘malt: correu@grupsz.com ssrenver: heep//wwpeninsolaed.com, Fotocompusso enV. Igual s, Crcega 237, "sn of, Barelona Inpresoen Danna, Pol nd. Can Magarl, P Autopia ave 3, Stoo Mole del Vlas erdstto areas n. 3B.o00"7002, won By Spon grt CONTENIDO Prélogo Primera parte. Origenes revoluconarias de a democra- ia capitalita 1. Inglaterra y las contribuciones violentas al gra- dualismo 1, Impulsos aristocriticos coadyuvantes. a la transicin al eapitaismo en el campo 2, Aspectas agrarios de la Guerra Civil 3. «Enclosures» y destruccisn del campesinad 4 Gobierno aristocratico para el capitalismo triunfante IL, Evolucién y revolucidn en Francia 1. Contrastes con Inglaterra y causas que los originaron 2. La respuesta nobiliaia a Ja agricultura co- mercial Las relaciones de clase bajo el absolutismo real La ofensiva aristocritica y el colapso del ab- solutismo 5. La relacion de los campesinos con el raiea- lismo durante la Revoluciin 3 25 25 a sf 2 B 7 106 116 6. Los campesinos contra la Revolucion: la YV. El fascismo asitico: el Japén 333 aie 1. Revolucién desde arriba: respuesta de las 7. Consecuencias sociales del terror revolucio- clases dirigentes « las nuevas y a las vejas nario 159 famenazas 333 8. Recapinulacion 169 2, Laausencia de una revolucién campesina 368 3, El orden de los Meiji los nuevos terrate- UI. La Guerra Civil Americana: la sltima révolu- » ientesy el eapitalismo 398 cin capitalists a 4. Consecuencias poiticas: naturaleza del fas- 1, Plantacién y fbria: zun conflict inevita- «iso japonés a0 ble an 2. Tres formas de erecimiento capitalist nor ‘VI. La democracia en Asia: la India y el precio del tcamericano 179 cambio pacifico 457 3. Hacia una explicacién de las casas de la 1. Relevancia de la experiencia india 430 Guerra Civil i 2 LaTndia mogol: obstéculos ala democracia 455 4 Elimpolso revolucionarioy su fracaso 215 5, Lasociedad aldeana: obsticulos ala rebelién 473, ‘5. El significado de la Guerra Civil 226 4. Cambios producidos por los brtinicos has- 13 1857 388 5 Pax Britannica 1857-1947: 2Un paraiso para Segunda parte. Tres ruas baci el mundo moderno en el terrateniemte? 504 ‘Asia 237 6. BI vinculo burgués con el eampesinado 4 través de la no violencia 536 Nota preliminar 2 7. Una nota sobre la extensién y el caricter ie de la violencia eampesina 338 IV. La decadencia de la China imperial y los orige- 8. Laindependenca yel preci del cambio pa~ nes de a variante comunista 243 sifco sa7 1 Las clases alta y el sistema imperial 243 2, La-egentry» y el mundo del comercio 256 3. Lanoadopeién dela agricultura comercial 262 “Tercera parte, Inferencias y proyeccionestesricas $83, 4 Colapso del sistema imperial y auge de los caciques guerreros 266 VIL. La ruta democritica hacia la sociedad moderna 585 5. Elintrludio del Kuomintang y su sentido 275 VII. Revolucién desde aribay fscismo 615 6. Rebeliones, evolucién y campesinos 294 IX. Los campesinos y la revoluc 643, Epilogo. Imigenes revolucionarias y resccionarias Apéndice ‘Una nota sobre la est srafia conservadora Notas Bibliografia. 685 me 833, PROLOGO Este libro pretende explicar los diferentes papeles pol ticos desempefiados por las clases superiores terrate- nientes y el campesinado en la transformacién de las sociedades agrarias (definidas simplemente como sis- temas donde una gran mayoria de la poblacin vive de la tierra) en sociedades industriales modernas. Algo mis especificamente, trata de descubrir la gama de con- diciones histéricas bajo las que uno de aquellos grupos rurales 0 ambos ala vez se convirtieron en fuerzas im- portantes para la emergencia de las versiones parla- mentarias occidentales de la democracia y de las dic~ taduras de derecha y de izquierda, es decir:de los regimenes fascistas y comunistas. _ ‘Como ningun problema Hega nunca a secas y sin lover al estudioso de la sociedad humana, vale la pena indicar muy brevemente las consideraciones implica- das en el que nos ocupa. Ya algin tiempo antes de in ciar en serio esta obra hace més de diez aftos, me habi vuelto escéptico sobre la tesis de que el industralismo serfa la causa principal de los regimenes totaitarios del siglo xx, por el hecho muy obvio de que Rusia y la China eran paises eminentemente agrarios cuando los, 9 comunista se establecieron en ellos. Mucho antes atin me habia convencido de que la comprensién te6rica adecuada de los sistemas politicos requiere que se atienda a las instituciones y la historia de Asia. Por eso ‘me parecié a lo menos una estrategia prometedora in- vestigar qué corrientes politicas se dieron entre las cla- ses que vivian del campo, y dedicar tanta atencién a las sociedades de Asia como a las occidentales. Para empezar (en la primera parte), el libro consi- dera el itinerario democrético y capitalista hacia la Edad Moderna, y asimismo cémo se resolvié tal trans- formacién en Inglaterra, Francia y los Estados Uni- dos. Mi intencién original habia sido completar esa, seccién con capitulos similares sobre Alemania y Rusia ‘on miras a mostrar cémo los origenes sociales del fa5- cismo y-del comunismo en Europa diferian de los de la democracia parlamentaria. Tras algunas vacilaciones, ‘me decidi a prescindir de esos dos capitulos, en parte porque el libro ya era bastante largo, en parte porque durante el curso de su redaccién se hicieron asequibles tratados.excelentes a los que me hubiera sido imposi- ble afiadir nada en cuanto a interpretacién dela histo- tia social de ambos paises. Por otto lado, no he dejado de aprovechar libremente materiales sobre Alemania y Rusia con fines de ilustracidn comparativa y en la ex- posicién tedrica de la tercera parte. La bibliografia rei- ne las fuentes que han formado la base de mi concep- cién de la historia social de Alemania y Rusia. No referirse explicitamente a Alemania y Rusia tiene por Jo menos la ventaja compensatoria de permitir una ex- posicién més extensa (en la segunda parte) de las ver- siones asiiticas de fascismo, comunismo y democracia parlamentaria, en el Japén, la China y la India, donde los problemas agrarios son ain agudos. Dado que la historia y la estructura social de dichos paises a menu- do.es bastante desconocida de los lectores occidentales ccultos, cabe suponer que los criticos serin indulgentes con un autor que escribe mas sobre lo que menos co- ‘Contra semejante seleccién de casos es posible ob- jetar que su ambito es demasiado amplio para que lo cubra una sola persona y, a la vez, demasiado estrecho para permitir generalizaciones bien fundadas. Acerca de la posibilidad de que la empresa sea demasiado am- biciosa,osinico que el autor, propiamente, tiene dere- cho a decir es que.ha habido muchos momentos en {que él mismo lo hubiera reconocido de buena gana. Las criticas del segundo tipo podrian sefialar que nin- uno de los Estados de extensin menor —Suiza, Es- candinavia 0 los Paises Bajos entre los.democriticos, Is dreas mis educa de victoria o control comnis- ta por otro lado, como Cuba, los satélites de la Europa elena, Vietnam del Norte, Corea del Norte— rec ben consideracin alguna. ¢Cémo es posible generali- zar sobre el desarrollo de la democracia occidental o del comunismo excluyéndolos? La exclusi6n de los Estados democriticos occidentales de segundo or- den, zno da un sesgo antirrural a todo el libro, desde el principio hasta el fin? A esa objeci6n, creo que existe ‘una respuesta objetiva. Este estudio se concentra en. ciertos estadios importantes dentro de un prolongado proceso social que se ha ido conformando en diversos u paises. Como parte de tal proceso han ido imponién- dose nuevos ajustes sociales, con o sin violencia, que hhan dado a ciertos paises el liderazgo politico en dis- tintos momentos de la primera mitad del siglo xx. Lo que interesa aqui de modo central es la innovacién que ha conducido al poderio politico, y no la propagacién y la recepci6n de instituciones que han sido forjadas aci y alli, salvo donde han conducido a una pujanza significativa en la politica mundial. El hecho de-que los paises de menor relieve dependan econémica y po- lisicamente de los grandes y poderosos indica que las causas determinantes de su politica se encuentran fue- ra de sus limites. Indica asimismo que sus problemas politicos no som en realidad comparables con los de los palges més importantes. Por eso un estudio general so- bre las precondiciones historicas de la democracia y del autoritarismo que incluyera lo mismo pequeiios que grandes paises seria probablemente tan amplia ‘como Iena de lugares comunes abstractos. Desde ese punto de visa, el anilisis de la transfor- macion de la sociedad agraria en paises especificos produce resultados tan valiosos, por lo menos, como amplias generalizaciones. Es importante, pot ejemplo, saber e6mo la solucién de los problemas agrarios con- twibuy6 al establecimiento de la democracia parlamen- taria en Inglaterra, mientras que el fracaso hasta hoy en la solucién de aquellos, planteados de modo muy distinto, constituye una amenaza para la democracia en Ia India, Ademés, para un pais cualquiera en parti- cular, uno esté obligado a encontrar lineas causales ue no encajarian ficilmente en teorias de aleance mis amplio, Una dedicacién demasiado devota a la teoria, por el contrario, entraia siempre el peligro de que uno pponga excesivo énfasis en hechos que encajan en la teoria mas alld de su importancia en la historia del pais en cuestién, Por todas esas razones la interpretacién de la transformacién en distintos paises ocupa la ra~ rte del libro. POF el eafverzo por entender la historia de un pais especifico, una perspectiva comparativa puede llevar al planteamiento de cuestiones muy titles y,a veces, nue~ ‘vas. Hay atin més ventajas. Las comparaciones pueden servir para rechazar de plano explicaciones histéricas aceptadas. Y una aproximacién comparativa puede lle- ‘vara nuevas generalizaciones historicas. En la prictica todas esas caracteristicas constituyen un proceso inte~ lectwal tinico y hacen que un tal estudio sea més que tuna coleccin heterogénea de casos interesantes. Tras ‘observar, por ejemplo, que los campesinos indios han venido a sufrir de hecho durante los siglos xix y xx tanto como los campesinos chinos sin engendéar un ‘movimiento revolucionario masivo, uno empieza a re~ considerar las explicaciones tradicionales sobre fo que hha tenido lugar en ambas sociedades y presta atencién a los factores relacionados con alzamientos campesi- nos en otros paises, con la esperanza de discernir cau- sas generales. © was tener noticia de las desastrosas ‘consecuencias para la democracia de la coalicién entre ites agrarias eindustriales en la Alemania del siglo x1x Y principios del xx, el tan trafdo y Ilevado matrimonio del hierro y del centeno, se pregunta por qué un ma~ trimonio similar entre hierro y algodén no impidié en B los Estados Unidos que se produjera la guerra civil yrasiuno ha dado un paso cara aespecficar ls configue taciones favorables y desfavorables al establecimiento de la democracia occidental moderna. Es obvio, con todo, que el anilisis comparativo no representa nin- ‘gin sustitutivo para la investigacién detallada de los casos especificos. Las generalizaciones bien fundadas se asemejan ‘una carta en gran escala de un extenso territorio, como. Ja que utilizarfa un piloto de avién al atravesar un con- tinente. Tales cartas son tan esenciales para ciertos fines como son necesarias las més detalladas para otros. Nadie que busque una orientacién preliminar res- pecto a determinado.territorio pretenderé:conocer la localizacién exacta de cada casa y cada sendero. En ‘cambio, si se explora a pie —y en la actualidad el his- toriador comparatista no hace otra cosa buena parte del tiempo—, lo primero que se conoce son los de Iles. Su sentido y su parentesco emergen tan sélo gra- dualmente. Puede haber largos perfodos'en que el in- vestigador se sienta perdido en una maleza de hechos habitda por expeciaiatsccupades en slaesdspa- tas sobre sila maleza es un pinar o una jungla tropical. Es improbable que salga de tales relregas . et y magulladuras.Y si cartografia el érea que ha visitado, puede muy bien suceder que uno cualquiera de los na- tivos le acuse de haber omitido su casa, triste eventua- lidad si el investigador ha encontrado alli, justamente, buen sustento y refresco. Es probable que la protesta sea atin més viva si el explorador, al fin del viaje, inten- ta fijar en forma muy sumaria para quienes quizé sigan 14 «sus pasos las cosas mis notables que ha visto. Eso es exactamente lo que voy a intentar llevar a cabo ahora, © sea esbozar con trazos muy gruesos mis hallazgos principales con miras a dar al lector un mapa prelimi- nar del terreno que vamos a explorar juntos. En el conjunto de casos aqut examinados, se pue- den distinguir tres grandes vias en el trénsito del mun- do preindustrial al moderno. La primera de ellas pasa por lo que me hia parecido apropiado denominar revo- Juciones burguesas. Ese término, ademés de ser una ‘bandera roja para muchos eruditos a causa de sus con- hotaciones marxistas, presenta otras ambigtiedades y desventajas. ‘Sin embargo, por razones que se verin 2 su tiempo,:pienso-que es una.designacion necesaria para ciertos cambios violentos que tuvieron lugar en. las sociedades inglesa, francesa y norteamericana en el curso de su evolucién hacia democracias industriales modernas, y que los historiadores asocian con la Re- volucién Puritana (también llamada con frecuencia Guerra Civil Inglesa), la Revolucidn Francesa y la Gue- 11a Civil Americana. Un rasgo clave de tales revoluci nes es el desarrollo de un grupo social con base econd- mica independiente que ataca los obsticulos que se oponen a la versién democritica del capitalismo, obs- taculos heredados del pasado. Aunque gran parte del impemu procediera de las clases ciudadanas mercantiles y artesanas, ello esté lejos de explicarlo todo. Los alia- dos que encontr6 ese impetu burgués, los enemigos ‘con que chocé, varian muchisimo de un caso a otro. Las clases altas rurales, principal punto de partida de nnuestras consideraciones, o bien fueron una parte im- 45 portante de la marea capitalista y democritica, como en Inglaterra, o bien quedaron al margen en las con- valsiones de la revolucién o guerra civil. Lo mismo se puede decir de los campesinos. O bien la orientacién primordial de sus esfuerzos politicos coincidié con quel empuje hacia el capitalismo y la democracia po- Iitica, o bien, de lo contrario, fueron irrelevantes, ya porque el avance capitalista destruyé la sociedad rural, ya porque se inicié en un nuevo pais, tal como los Es- tados Unidos, sin auténtico campesinado. A través de grandes revoluciones y guerras civiles, la primera y mas temprana de las tres vias arriba dis- tinguidas condujo a la combinacién de capitalismo y defnocracia occidental. La segunda via también fue ca- pitalista, pero culminé durante el siglo xx en el fascis- ‘mo. Alemania y el Japén son los dos casos més obvios, jen tan sdlo el Gltimo se trata con detalle en este es- tudio, por las razones ya comentadas. La calificaré de forma capitalista y reaccionaria. Representa un tipo de revolucién desde arriba. En tales paises el impulso bburgués fue mucho més débil. Si leg6 a cobrar cariz evolucionario, la revolucin fue desbaratada, Méstar- de sectores de la relativamente débil clase comercial ¢ industrial contaron con elementos disidentes de las més rancias y ain dominantes clases rectoras, recluta- dos sobre todo en el campo, para imponer cambios politicos y econémicos indispensables para la cons ‘miccién de una sociedad industrial moderna, bajo los auspicios de un régimen semiparlamentario. El de- sarrollo industrial, bajo tales auspicios, fue quizé répi- do, Pero el resultado, tras un breve e inestable periodo 16 de democracia, fue el fascismo. La tercera via es, por supuesto, el comunismo, ejemiplificado en Rusia y en China, Las magnas burocracias agrarias de esos paises, sirvieron para inhibir los impuestos comerciales y lue~ 40 industriales en mayor medida atin que en Jos casos precedentes. Los resultados fueron biformes. En pri- mer lugar las clases urbanas fueron demasiado débiles para constituir siquiera un asociado advenedizo segiin Ja forma de modernizacién adoptada por Alemania y el Japén, aunque hubo tentativas en tal sentido. Y al fal- tar los mas minimos pasos hacia la modernizacién, el campesinado continu6 siendo ingente. Ese estrato, su- jeto a nuevas sobrecargas y presiones al introducirse el ‘mundo moderno, suministré la mayor afluencia de fuerza revolucionaria destructiva que eché abajo el an- tiguo orden c impuls6 a aquellos paises a la era moder- na bajo regimenes comunistas que hicieron de los eam- pesinos sus victimas predilectas. Finalmente, podemos ver en la India un cuarto modelo general que se caracteriza por el débil impulso hacia la modernizacién. En aquel pais, hasta’el mo- ‘mento, no se ha dado ni una revolucién capitaista des- de arriba o desde abajo, ni una revolucién campesina {que haya conducido al comunismo. Asimismo el im- pulso hacia la modernizacién ha sido muy débil. Por otro lado, no han dejado de hacer acto de presencia en 41 algunos, por lo menos, de los requisites histéricos previos de la democracia occidental. Hace cierto tiem- po que posee un régimen parlamentario que es consi- derablemente més que mera fachada. Justamente por- que en la India el impulso hacia la modernizacién ha "7 sido més débil, su caso resulta algo aparte de cualquie- ra de los esquemas tedricos que parece posible cons- truir para los restantes, A la vez sirve de saludable re~ futacién a tales generalizaciones. Es wil, en especial, ppara tratar de entender las revoluciones campesinas, por cuanto el grado de miseria rural en la India, don- de no se ha dado revolucién campesina alguna, ¢s més ‘o menos igual al de la China, donde rebelidn y revolu- ‘in han sido decisivas lo mismo en los tiempos pre- ‘moderns que en los recientes ara resumirlo con la mayor concisién posible, nos mueve el propésito de comprender ¢l papel de las clases altas rurales y de los campesinos en las revolu- ciones burguesas que.condujeron.a la democracia ca- pitalista, las revoluciones burguesas abortadas: que condujeron al fascismo, y las revoluciones campesinas que condujeron al comunismo. Las formas como las clases altas rurales y los campesinos reaccionaron al reto de la agricultura comercial fueron factores decis vos para que se dieran determinados resultados poli- ticos. Espero que en el curso de la exposicién que va a seguir se pondra de manifesto la aplicabilidad-de aquellas etiquetas politicas, los elementos que tienen ‘ono en comtin aquellos movimientos en diversos paf- ses y distintas épocas. Hay un punto, con todo, que merece ser puesto de relieve en seguida, Aunque en ceada caso destaque una configuracién dominante, es posible discernir configuraciones subordinadas que en ‘otro pafs constituyen los rasgos dominantes. Asi en Inglaterra, durante la wltima parte de la Revolucién Francesa y hasta después del final de las guerras napo- 8 nicas,existian algunos de los elementos de una con- rminantes en Alemania: una coalicién entre las mas rancias élites terratenientes y las comerciales ¢ indus triales en ascenso, dirigida contra las clases bajas ciu- dadanas y rurales (pero capaz a veces de atraerse el importante apoyo de éstas en determinadas cues nes). De uno u otro modo, en efecto, tal combinacién reaccionaria de elementos aparece en cada una de las sociedades estudiadas, incluso en los Estados Unidos. Tgualmente el absolutismo real en Francia muestra al~ {gunos efectos sobre a vida comercial idénticos alos de las grands monarqusburocrtas dele ra zaris- ya Chinarimperial. Observaciones de ese tipo acre~ 2am ant a confine en pond de que categorias fundadas empiricamente trasciendan los ¢2- s particulares. “om nt, sin embargo, una fuerte tens ene las exigencias de explicar en debida forma un caso parti- cular y la basqueda.de generalizaciones, en especial porque es imposible saber a ciencia cierta cudn impor- tante puede ser un problema particular hasta que uno hha terminado de examinarlos todos. Esa tension es res~ ponsable de una cierta falta de simeua y de elegancia en la manera de presentar esta obra, que deploro, pero que he sido incapaz de eliminar tras varias redaccio- nes. De nuevo el paralelo con el explorador de tierras, desconocidas puede no estar de més: no se le pide que construya tn camino real Ilano y directo para el grupo de viajeros que va a seguirle. De ser su guia, se consi- deraré que cumple adecuadamente con su cometido si 19 evita las pérdidas de tiempo en marchas atris y errores de su primera exploratién, se abstiene cortésmente de cconducir a sus compaiieros por lo mis intrincado de la ‘maleza y, mientras les va guiando con cautela hacia de~ ante, les indica los pozos de lobo més peligrosos. Si un tompe deslz le hace caer en una tramps, puede incluso que algunos de los de la partida, lejos de regodearse 4 sus expenses, estén dispuestos a darle una mano para ponerle otra vez en su camino. Es para tn equipo asi de compaiieros en busca de la verdad que he escrito este libro. El Gentro de Investigacidn Rusa de Harvard me ha favorecido con una preciosa dadiva de tiempo. Por el interés comprensivo que me han manifestado sin el me- nor vestigio de impaciencia, estoy especialmente agra- decido a diversos funcionarios del Centro durante ceo ejerccio el libro ha sido escrito: los profesores William L. Langer, Merle Fainsod, Abram Bergson, diregtor, Marshall D. Shulman, director asociado. Mis numerosos descuidos han obligado a la sefiorita Rose DiBenedetto a mecanogeafiar repetidas veces inconta- bles paginas del manuserito siempre con inalterado buen humor. Alo largo de toda la empresa, mi excelente amigo cl profesor Herbert Marcuse me ha sostenido con su amalgama tnica de cilido aliento y de critica pene- trante. Quizi cuando mis me ha ayudado ha sido ‘cuando me ha creido menos. Otro buen amigo, el di- fanto profesor Otto Kirchheimer, leyé el manuscrito 20 de cabo a rabo y sacé a la luz algunas tesis implicitas ‘que después he tratado de hacer explicitas. El concur- so que me ha prestado Elizabeth Carol Moore en to- dos los estadios ha sido tan fundamental y tan variado gue sélo un autor y marido puede apreciarlo. Ambos nos hemos beneficiado a menudo, y en gran medida, de la inteligencia y la prudente inventiva de algunos de los que integran el personal de la Widener Library, en especial del sefior Foster M. Palmer y de la seftorita Y. T. Feng Distintos colegas con especiales conocimientos objetivos, gracias a sus observaciones sobre capitulos particulares, me han salvado de necios errores y me hhan hecho sugestiones valiosas. Su generosidad al con- fesarme que en esta obra han encontrado materia de reflexién e incitaciones a replantearse algunos puntos fen sus respectivas especialidades ha constituido para mi una recompensa de sumo valor. Por mis aclaracio- nes que hiciera constar, enumerar aqui sus nombres les identificaria en cierto modo con mis puntos de vista y conferiria a este libro una injustficada auredla de consenso era. Por eso he peferido dares Iga: ‘as privadamente. De aquellos no mencionados aqui To mismo que de los que's lo han sido, he aprendido que la nocién de una comunidad de eruditos es mis que pura ret6rica. BARRINGTON MOORE, JR PRIMERA PARTE OR{GENES REVOLUCIONARIOS DE LA DEMOCRACIA CAPITALISTA 1 INGLATERRA Y LAS CONTRIBUCIONES VIOLENTAS AL GRADUALISMO 1, IMPULSOS ARISTOCRATICOS COADYUVANTES. ALA TRANSICION AL CAPITALISMO EN EL CAMPO ‘Al acometer el estudio de la transicién del mundo preindustrial al moderno examninando Ia historia del primer pais que dio el salto, viene a la mente de modo casi automético esta cuestién: cpor qué el proceso de industrializacién en Inglaterra culminé en el estable- cimiento de una sociedad relativamente libre? Que la Inglaterra contemporénea lo es hace ya largo tiempo, Y quizés incluso considerablemente mas liberal que los Estados Unidos en las areas cruciales dela libertad de expresiGn y la tolerancia de oposicién politicaror- ganizada, parece bastante claro. El componente aris- tocritico en esa actitud magnanima de las clases do- minantes es asimismo ostensible. Indicar todas las razones importantes por las que vino a crearse tal si- tuacién serfa una tarea que iré mas alld de nuestras ne- cesidades, aun siendo necesario contar con otras posi- bles causas que las aqui investigadas a fin de mantener tuna perspectiva apropiada. Este capitulo se centraré cen el papel particular y muy significativo que las cla- 35 ses rurales ejercieron en la transformacién hacia el in- dustrialismo. Si el énfasis puesto en las vicisitudes de nobles y campesinos —asi como en las numerosas gradaciones intermedias que son un rasgo distintivo de la sociedad inglesa— procede del plan general de este libro y de las cuestiones de que ha arrancado, otro eje de la in- vestigacién resulta del examen de lo dado por eviden- te, No es necesario leer mucha historia ingles, ni ser mis escéptico que en el grado prescrito en los textos standard sobre el método cientifico, para reconocer que hay un elemento mitico en los lugares comunes sobre la peculiar capacidad briténica de resolver sus diferencias politicas y econémicas mediante.procesos pacifcos, limpios y democraticos. Tiles ideas, més que ‘un mito, son una verdad parcial. Limitarse a desacre~ ditarlas no pone en claro las cosas. Las convenciones de los escritos hist6ricos que inician la crénica de lain dustrializacién inglesa en algiin punto después de 1750 ayudan a perpetuar esa verdad parcial iluminan- do la pacifica historia doméstica, muy pacifica-en con- traste con Francia;.durante los siglos xvmi y.xtx, y de jando en la sombra la época de la Revolucién Puritana ‘© Guerra Civil.' La mera observacién de ese hecho significa enfrentarse con la cuestién de cual ha sido el nexo entre violencia y reforma pacifica: ante todo en las democracias modernas y, mas generalmente, en la transformacién aqufy allé de las sociedades basadas en la agriculeura, en sociedades basadas en las tecnologias industriales moderna. Las pugnas sociales que estallaron en la Guerra 26 Civil inglesa del siglo xvu tenian sus origenes en un complicado proceso de cambio que habia empezado varios siglos antes. Es imposible decir con exactitud ceusndo empezd, como también lo es probar que debia revestr la forma de una guerra civil. Pero el cardeter del proceso en si mismo esté razonablemente claro. Una sociedad moderna ysecularizada iby sbrindose 50 poco a poco en su camino ascendente a través de Tn vigorosay muy enmarafada exuberanca dl orden feudal y eclesistico.’ Mis especificamente, desde el si- glo x1v en adelante se manifiestan algunos signos que indican la creciente importancia del comercio tanto en. cl campo como en las ciudades, la desarticulacién del feudalismovy su reemplazamiento por la relativamente pilida versién inglesa del absolutismo.real; ambos fe- rnémenos prosiguieron en el contexto de un conflict religioso cada vez més Aspero, en parte reflejo y en parte causa de las ansiedades y amarguras que necesa- riamente acompafan el declive de-una clase de civil zacién y el ascenso de otra nueva ‘Aunque la explotacién de la lana se conociera ya en Inglaterra de" antiguo, fue'a fines dela’ Edad Media, ‘cuando el pats se convirt6 en la fuente mas rica ¢ im- portante de lana fina? Las repercusiones del negocio Janero se dejaron sentir, no tan sélo en las ciudades, sino asimismo en el campo, posiblemente atin més en éste, y por supuesto en la politica. Como los mereados ingleses de la lana estaban en el Continente, en parti- cular en Ttalia y los Paises Bajos, es al desarrollo de ciudades mercantiles en esos paises donde deberia acudirse para encontrar los inicios del fuerte impulso 37 comercial que com el tiempo iba a regir la sociedad in- glesa. Tal anilisis nos Hlevaria demasiado lejos; para huestros propésitos basta con admitir esa influencia decisiva como puro dato. Operaron también otros fac- tores importantes. En 1348-1349, la Peste Negra seg con profunda guadaftada la poblacién de Inglaterra y Fedujo las disponibilidades en mano de obra. No ‘mucho después estallaron dentro de la «Lollardy» los primeros retumbos de mal agiiero de revuelta religio- $3, seguidos en 1381 por una seria rebelidn campesia, Mis adelante habré ocasién de examinar tales conmo- a:la’superficie.. Mucho. antes de ‘Adam Smith, grupos dispersos de ingleses residentes cen el campo empezaron a considerar el interés privado y la libertad econémica como la base natural de la so- Ciedad humana.’ Ante el prejuicio muy extendido de que el individualismo econémico surgié principal- ‘mente entre la burguesia, vale la pena notar que los propietarios rurales «cercadores», con anterioridad a la Guerra Civil, proporcionaron ya a tales docuinas subversivas un semillero por lo menos notable. 3 Uno de los signos més reveladores del cambio de perspectivas fue el biom en el mercado de tierras que empezé alrededor de 1580 y duré aproximadamente medio siglo. Las rentas anuales subieron a un tercio del precio de venta de las fincas pocas décadas antes? ‘Semejante boom dificilmente se hubiera dado sin cam- bios estructurales de gran envergadura en la misma or- ganizacién de la agriculrura, y puede interpretarse como una consecuencia de tales cambios. Los mas importantes de ellos fueron las enclosures («cercamientos»). Este término tiene diversidad de sentidos que se refieren a hechos bastante diferentes que sucedieron todos por aquellos tiempos y cuya im- pOftancia relativa no esta enteramente clara. Durante el siglo xv1 el primordial fue el de «usurpaciones con- sumadas por lords of manors o sus farmers de la tierra sobre la que la poblacién de aquéllos tenia derechos comunales o que consistia en labrantios abiertos.° ‘Movidos por la perspectiva de las ganancias que ob tendrfan ya por la venta de lana ya por el arrenda- ‘iento de sus tierras alos que se dedicaban a ello, con aumento de las rentas, los sefiores encontraron una gran variedad de métodos legales y semilegales para privar a los campesinos de sus derechos de cultivo en los campos abiertos y asimismo de sus derechos a uti- lizar ls tierras comunales para apacentar sus ganados, recoger lefa,y otros por el estilo, Aungue el 4rea con- feta afectada por tales enclosures parece que fue pe- guetta —menos de una vigésima parte del drea total de los condados que més las suftieron—, ese hecho, si realmente es un hecho, no significa que la situaci6n en 32 aquellas zonas no fuera grave, Del mismo modo se po- dria argiii, como nota Tawney, que la superpoblacién urbana no tiene en Inglaterra ninguna importancia puesto que el érea total del pais dividida por la pobla- cién da un cociente de aproximadamente un acre y medio para cada ser humano. «La expulsién de un colono de cada una de cincuenta manors, y el desahu- cio de cincuenta colonos de un solo manor, dan exacta- ‘mente los mismos resultados estadisticos» —y muy distintos resultados sociales. Al fin y al cabo, el desor- den politico y social de aquellos tiempos hubo de tener una base real. «Los gobiernos no se arriesgan a ofen- der a las clases poderosas por mero capricho, ni gran- des masas de hombres se amotinan por haber confiin- dido un labrantio con un pasturaje de ovejas».” No cabe duda que una cantidad considerable de tierra anteriormente sujetas a normas consuetudina- rias que prescribian los métodos de cultivo se iban con- virtiendo en tierras de que los individuos podian dispo- ner a discrecién, Simulténeamente la comercializacién dela agricultura significaba pasar del sefior feudal —que, cen el peor de los casos, era un tirano arbitrario,y, em el mejor, un padre despético— a un terrateniente més préximo a un avisado hombre de negocios que explota- ba las riquezas materiales del dominio pensando en el provecho y el rendimiento.” Tales habitos, en el siglo xvi,no eran por entero nuevos. Ni estaban tan difundi- dos como lo estarian tras la Guerra Civil y durante el siglo xvut y prineipios del xix. Ni quedaban limitados a [a aristocracia rural, También se habfan propagado entre las capas superiores del campesinado. 33 Estas estaban constituidas por los yeomten, una cla se cuyos limites fueron definiéndose poco a poco entre la pequeiia gentry arriba y los campesinos menos prés- petos abajo." Aunque no todos ellos, en modo alguno, fueran poseedores de tierras francas ni disfrutaran de los derechos modemnos de la propiedad privada de bie- nes raices, empujaban apremiantemente en esa direc- cién a la vez que se desembarazaban de las obligacio- nes feudales que atin subsistian."* Econémicamente eran un «grupo de pequefios capitalistgs ambiciosos ¥ agresivos, conscientes de que no tegtan, suficiente sobrante para aventurarse a grandes riesgos, atentos a que con frecuencia el provecho consiste, tanto como en el. gastar, en el ahorrar, pero.determinados a sacar ventaja.de toda oportunidad, cualquiera que fuere su ‘rigen, para incrementar sus ganancias».** Sus pose- siones podian ir de veinticinco a doscientos acres en zonas de labranza y hasta unos quinientos oseiscientos en terrenos de pasto. Si bien los grandes ganaderos de ‘ovejas podian, por supuesto, trabajar a costes por uni dad mas bajos y vender'su lana con.mayores benefi? cios,1os.yeomen e incluso los-campesinos menos prés= peros se dedicaban asimismo ampliamente a la cria de ovejas.* Oura fundamental fuente de ingresos para la _yeomanry era el cultivo de cereales comerciales. Los proximos a Londres y a otras florecientes ciudades, asi ‘como los que tenfan acceso al transporte por agua, po- sefan sin duda enormes ventajas sobre los otros."” Los yeomen fueron la principal fuerza impulsora de las enclosures campesinas: Esos cercamientos, que per- seguian ganar tierras para la labranza, se diferenciaron 34 bastante de los que llevaron a cabo los sefiores dedica- dos a la ganaderia lanar. Fueron ante todo-una forma de roturar baldios,tierras comunales, y muy a menudo ‘campos de vecinos, incluso de sefiores que no velaban demasiado por defender sus derechos. Otras veces las «enclosures campesinas fueron convenios para consoli- dar parcelas y abandonar el sistema de hazas en cam- pos abiertos. Dentro de los limites de su situacién, los “yeomen sentian también el ansia de superar las rutinas ‘agricolastradicionales y de experimentar nuevas técni- ‘eas que dieran mayor rendimiento."" Desde el punto de vista comparativo, los yeomen del siglo xv equivalen un tanto alos kulaks de la Rusia de fines del siglo x1x-y-aun-de-después de la Revolu- ion, si bien vivian en un medio mucho més favorable ala empresa individual que sus homélogos rusos. Los _yeomen, por regla general, son los héroes de la historia inglesa, mientras que los kudaks son los villanos de la rasa, lo mismo para los conservadores que para los so- cialistas, contraste muy revelador de las diferencias en- tre ambas sociedades.y sus respectivas trayectorias ha- cia el mundo moderno. Los que promovieron Ia ola del capitalismo agra- rio, los principales beneficiarios de la victoria sobre el antiguo orden, procedian de Ia yeomanry y ain mis de la aristocracia rural. Las méximas victimas del pro- _greso fueron, como de costumbre, los campesinos co- rrientes. Ello sucedié asi, no porque los campesinos ingleses fueran particularmente tercos y conservado- res, se apegaran a los habitos precapitalistas y preindi- vidualistas por pura ignorancia y estupidez, por més 35 que tal pareciera ser el caso para los contempordneos. La persistencia de los viejos habitos tuvo sin duda un papel; pero ante ese hecho, como ante otros muchos ue irin ofreciéndose en el curso de este estudio, es necesario preguntarse por qué los viejos habitos per- sistieron. La razén es bastante fécil de advertir. Una de las caracteristicas del sistema agricola de la Edad Me- dia en Inglaterra, como en otras muchas partes del mundo, era que la tenencia de cada campesino estaba formada por una serie de hazas estrechas desparrama~ das entre las de sus iguales en campos no cerrados 0 abertales. Como el ganado pacia en esos campos tras la cosecha, el tiempo de proceder a ella debfa ser aproxi- “¥madamente el mismo para todos los interesados, y las “operaciones del ciclo agricola debian estar mas me- “nos coordinadas. Dentro de tales ajustes, habfa cierto ~ margen para las variaciones individuales," pero sobre todo una imperiosa necesidad de organizacién coope- rativa que ficilmente podia petrficarse en costumbre como Ia manera més fécil de resolver los problemas. ENo cabe duda que reajustar el uso de las hazas cada temporada, pese a que ello aconteciera alguna que otra vvez, hubiera sido una empresa muy ardua. Es también obvio que los labriegos estaban interesados en seguir disponiendo de las tierras comunales, que les propor- de tal tipo fue el acto simbético de decapitar a Carlos I. La exigencia de juzgar al rey salié en primer lugar del jercito. Las influencias populares eran en él bastante intensas. Procedian de estratos inferiores a la‘gentry, muy probablemente de menestrales urbanos yslabrie~ gos.” Por la época de la ejecucién, Cromwell y'us ofi- ciales habian logrado ya refrenarlas. En cuanto a la ejecucién misma, cuvo que ser impuesta en el Parla- ‘mento précticamente a punta de espada. Asty todo, un nimero respetable de sus miembros (cuarenta y nue~ ve) se negaron a juzgar al rey; los que firmaron, la or- den de muerte sumaron cincventa y nueve. Hay indi- ios de preponderancia de la gentry menos acaudalada centre los regicidas, y de la més rica entre aquellos que se negaron a juzgar al rey. La imbricacién entre ambos, a grupos, sin embargo, era considerable; un anilisis so- ciolégico mecénico no cerners al justo los sentimien- tos politicos del momento.” Cabe suponer que la mo- ‘arquia constitucional hubiera podido advenir de otro modo, Pero la suerte de Carlos I fue una tremenda ad- vertencia para el futuro, Ningiin rey inglés posterior watarfa ya de reintroducir seriamente el absolutismo real. La tentativa de Cromwell de establecer una dicta- dura parece un mero intento de recomponer la situa ibn a posteriori y, de hecho, no puede compararse con la fase senidictatorial de la Revolucién Francesa, en que atin se dio mucha destruccién del ancien régime. Los campesinos y la plebe urbana, por otro lado, que ccortieron con la «faena sucia» en las dems revolucio- nes, no se significaron durante la Guerra Civil Inglesa, salvo en ciertos breves actos simbélicos muy impor- tantes. Innovadores y tradicionalistas se hallaban unidos por muchos vinculos, inchuidos temores. comunes frente a las capas-inferiores, la «baja suerte». Tales vineulos ayudan.a explicar por qué las alineaciones de clase estuvieron lejos de ser claras en aquella revolu- ci6n. Carlos I hizo como mejor pudo para cortejar ala _gentry, y consta que consiguié atraérsela en una escala muy amplia.” A despecho de la oposicién de los Es- tuardo a las enclosures; el apoyo de buena parte de la sgenery rica a la causa real no puede sorprender dema- siado. Dificilmente cabria esperar de gentes acomoda- das como eran aquéllas que tuvieran la conciencia laxa cuando se trataba de dar un puntapié a dos de los mé- ximos puntales, rey e Iglesia, que sostenian el orden a social. A la larga, transformados éstos, mas de acuerdo ‘con sus necesidades, volverfan a darles la bienvenida En las tres otras grandes revoluciones mencionadas, asi como en la Guerra Civil Norteamericana, se iba ‘a manifestar la misma actitud ambigua respecto a los aspectos del antiguo orden que sostenian los derechos de propiedad. La politica de los dirigentes de la rebe~ lién, por el contrario, fue clara y sin rodeos. Se opu- sieron a toda interferencia en los derechos de propie- dad de los seftores rurales por parte del rey y de los radicales de las capas baja. En julio de 1641, el Long Parliament abolié la Star Chamber, la nis eficaz arma monérquica contra los sefiores rurales «cercadores», a la vez que simbolo relevante del poder real arbitra- rio, Las amenazas radicales desde dentro del ejército de los levellersy diggers fueron desviadas por Cromwell y sus colaboradores con firmeza y habilidad.!* Existen atin otros factores que explican que la Re- volucién Puritana no desembocara en ningiin mo- mento en una pugna'bien definida entre estratos st- periores ¢ inferiores. En el conflicto se:combinaron ‘cuestiones econémicas, religiosas y constitucionales No se dispone de suficientes datos para sefalar con- cluyentemente hasta qué punto coincidieron: la base social del puritanismo esta por analizar. Pero los indi- cios son de que, en diversos momentos, se produjeron cristalizaciones de la opinién en torno a ellas. De ahi que, al desplegarse los avatares dramaticos de la Revo- lucién y encontrarse enfrentados los individuos con acaecimientos que no podian controlar y cuyas im- plicaciones no podian prever —en otras palabras, al B avanzar y retroceder el proceso de polarizacién revo- lucionaria—, muchos de ellos, ya en encumbrada ya en hhumilde posicin, se sintieran terriblemente apurados y s6lo pudieran decidirse con enormes dificultades. Lealtades personales podfan arrastrarles en direccién ‘opuesta a principios que s6lo seguian a medias, y vice~ En el plano econémico, la Guerra Civil no produ- jo un traspaso masivo de la propiedad rural de un gru- poo clase a otro. (A ese respecto, todo indica que se ha entendido mal a Tawney.) Sus efectos sobre la pose~ sién de tierras fueron atin menores, probablemente, que los de la Revolucién Francesa, para la cual la in- vestigacién moderna ha ratificado la tesis polémica de Tocqueville de que el desarrollo de una clase de cam- pesinos propietarios, lejos de ser la consecuencia de la venta de haciendas de émigrés, precedié a la Revo- lucién, En Inglaterra, el bando parlamentario anduvo crénicamente corto de dinero y financié la guerra en parte usufructuando la administracién de los dominios de los realistas, en parte confiscindolos directamente. Agentes realistas se las arreglaron para readquirir al- unos dominios, aun contribuyendo con ello al finan- ciamiento de sus enemigos. Los dominios recuperados después fueron muchos més. Un estudio de esas tran sacciones en la Inglaterra sudoriental, cuyo autor cree «que puede tener aplicaciones mas amplias, muestra que nds de las tes cuartas partes de las haciendas vendi- das bajo la Commonwealth volvieron a sus propieta- rips con la Restauracién, Las otras habfan sido ya re- cuperadas antes de 1660. Los adquiridores de tierras " de la corona y de la Iglesia no parecen haber sido ca- paces de retenerlis tras la Restauracién, aunque Thirsk. no da estadisticas sobre este particular.” ‘Tales constataciones, sin embargo, no se aducen en apoyo de la tesis de que la Revolucién Puritana no fue ‘en absoluto una revolucidn. Sus consecuencias revolu- , le 57 ddaba lo mismo sil tirdn de las ciudades o fibricas era més o menos importante que el empujén que le ex- pulsaba de su mundo rural. A fin de cuentas, en uno uwotro caso, estaba atrapado entre alternativas que sig- nificaban degradacién y sufrimiento comparadas con 1a vida tradicional de la comunidad aldeana. Que la vio- lencia y la coetcién que produjeron tales resultados tu- vieran lugar durante un largo espacio de tiempo, y casi por entero dentro del marco de la ley y el orden, que contribuyeran a la larga a establecer Ia democracia so- bre una base mas firme, todo ello no debe ocultarnos' la masiva violencia ejercida por las clases altas contra las bajas. 4- GOBIERNO ARISTOCRATICO PARA EL CAPITALISMO “TRIUNFANTE EI siglo sax, por el contrario, se caracteri26 por la transformacién pacifica; durante su transcurso, la de- mocracia parlamentaria fue estableciéndose con fir ‘meza y amplidndose de precedente en precedente: An- tes de examinar qué papel desempefiaron los cambios agrarios en ese proceso, conviene hacer una breve pausa y considerar cOmo la violencia de los siglos xvi y xvini —abierta y revolucionaria en el primero, mas disimulada y legai, pero no por eso menos violenta, en el segundo— habian preparado el camino para la tran- sicién pacifica del x1x. Romper la conexidn entre am- bos procesos seria falsificar la Historia. Afirmar que aquélla, de alggin modo, fue necesaria ¢ indispensable, 58 PET SAR RE RR RETESET MCHC justificar el presente por el pasado con un argumento que es imposible comprobar. Todo lo que puede hacer el historiador social es apuntar una conexién contin- gente entre cambios en la estructura de la sociedad. Puede que el legado més importante del pasado violento fuera el haberse fortalecido el Parlamento a expensas del rey. El hecho de que el Parlamento exis- tiera significaba que se contaba con una institucién flexible que constitu, tanto una arena en la cual podia integrarse a nuevos elementos sociales a medida que planteaban sus exigencias, como un mecanismo insti- tucional para componer pacificamente los conflictos, de intereses entre los distintos grupos. Si bien el Par- Jamento, tras la Guerra Civil, habia quedado ante todo como un instrumento de las clases altas rurales con mentalidad comercial, no era tan sélo eso; como iba a mostrar la experiencia, podia llegar a ser mucho més. El haber desarrollado aquella clase una base econémi ‘ca que la habfa conducido a oponerse violentamente a la corona antes de la Guerra Civil tuvo mucho que ver con la vigorizacidn del Parlamento, punto que se veri is claro cuando ser posible comparar el curso de los hechos en Inglaterra con otros casos en que ello no su- cedi6. El fuerte tono comercial en la vida de las clases altas rurales, lo mismo de la gentry que de la nobleza ti- tulada, levé también aparejado que no existiera nin- guna falange demasiado compacta de oposicién aristo- cratica al progreso de la misma industria. A pesar de que algunos de sus miembros expresaran a menudo sentimientos adversos, se puede afirmar con justicia que el sector mis influyente de las clases altas rurales 59 ‘actué como una avanzada politica del capitalismo co- ‘mercial e industrial. Asi continuaban actuando, s6lo que de nuevas maneras, durante el siglo xrx. La otra gran herencia era la destruccién del cam- pesinado. Por brutal y despiadado que parezea el con- cluirlo, hay razones de peso para sostener que contri- buyé al cambio democritico pacifico en Ia misma medida, quizé, que la pujanza del Parlamento. Implicé que la modernizacién pudiera avanzar en Inglaterra sin el inmenso fondo de fuerzas congervadoras y reac- cionarias que ha existido, en determinados momentos, en Alemania y el Jap6n, para no menéionar a la India. ‘También, por supuesto, que la posibilidad de revoho= ciones campesinas a la manera de Rusia y de la China zo entrara ya en el orden del dia de la Historia A fines del siglo xvmt y principios del xrx, la victoria de la democracia parlamentaria no tenia, ciertamente, nada de inevitable. Es improbable, en efecto, que la {gran mayoria de los individuos tuvieran ni la nocién més vaga de qué podian significar tales palabras y de qué clase de sociedad se dibujaba en el horizonte. El comercio, durante el siglo xvi, habia hecho progre- sos considerables, Se manifestaban ahora los primeros signos de conflicto entre los intereses rurales y los re- lativos al comercio. Elementos influyentes de éste tra- taban de promover una politica exterior agresiva en pos de materias primas y mercados, mientras que gran parte dela gentry se resista a pasar adelante por miedo, de contribuciones més elevadas, en una época en que lacontribucién territorial era la maxima fuente de ren- tas piblicas, Entre tanto empezaban a hacerse ofr vo- 60 cueenre ces radicales que denunciaban la necesidad de revisar Ia anticuada estructura social de Inglaterra, en especial su corrompido Parlamento. El cliché de que la politi- 2 del siglo xvin fue un batallar de camarillas sin au- ténticos puntos en disputa es simplemente falso. Exis- ‘fan las mismas tensiones entre nuevas y antiguas formas de sociedad y de civligacién que en el siglo xvu, ‘taspuestas a una nueva era, aunque quiza sea exagera- do afirmar que, tras la pérdida de las colonias america- nas, Inglaterra estaba a dos dedos de la accién revolu- cionaria.** El estallido de la Revolucién Francesa puso fin «toda esperanza de reforma. Mas especificamente, tan pronto como la Revolucién Francesa dejé atris su fase liberal, cuando la huida de Luis XVI a Varennes y sa nueva captura «arrancaron el velo de ilusiones» sobre expectativas liberales y la Revolucién empez6 a entrar en una fase radical, los que simpatizaban con ella en Inglaterra se encontraron en una posicién cada vez mids embarazosa. Pit el Joven corts toda especulacién sobre reforma. Inglaterra empez6 a entrar en uria fase de represién que se prolongé hasta después de las guerras napolednicas. Su caracteristica fundamental fue que las clases alta, tanto en las ciudades como en. ‘el campo, cerraron filas en torno de lemas patriéticos y-conservadores contra la amenaza del radicalismo y la tirana franceses y contra la més remora de que sus pri- vilegios peligraran.” Si la amenaza de revolucién y dictadura militar no se hubiera desvanecido con la ba- talla de Waterloo, es sumamente improbable que In- slaterra hubiera reanudado en el siglo x1x aquellos pa- or 0s lentos y titubeantes hacia la reforma politica y so- cial que habia interrumpido a fines del xvint. Que exis- tieran regimenes aceptables en Europa y no se cernie- ra, por lo tanto, desde ésta ninguna amenaza era uno de los requisitos previos para la evolucién democritica ppacifica de Inglaterra. Para comprender por qué la fase reaccionaria fue relativamente breve y por qué el movimiento hacia una sociedad més libre rebrot6 dtirante el siglo xrx, es ne- ccesario llevar Ia atencién mis allé de las clases terrate- nientes. Estas habian alcanzado el cenit de su poder, ‘econémico y politico a la vez, antes del cambio de glo; su desenvolvimiento posterior combina defensa y concesiones, otorgadas tanto més ficilmente cuanto €l proceso de erosién fue pausado y su base econdmica qued6 firme. Las habituales metéforas mecénicas son aqui engafiosas. Aunque los elementos urbanos capita- listas «subieron», las clases rurales superiores no intentos arménicos de violencia, ponia a dura prueba los prin- ipios liberales. El trato relativamente suave que le dispensaron las clases dirigentes puede imputarse a tues factores. En primer lugar, a que entonces exitia tuna fuerte corriente de opinién favorable a hacer algo para aliviar la miseria de las masas, a Ja vez que mar- ‘cadamente adversa a recurrir a la fuerza. Esa corrien- te de opinidn es atribuible, a su vez, 2 la experiencia histérica de Inglaterra, cuando. menos a partir de la Revolucidn Puritana. Russell era un whig doctrinatio consagrado al ideal de la libertad y ansioso de evitar todo atentado ala libre discusién de las cuestiones po- litcas.” Y, en tercer lugar, cabe que, al combinarse una legislaci6n que tendfa a mejorar la situacién de los po- 65 bres con un giro favorable de la situacién econémica, el movimiento «cartista» perdiera gas antes de haber egado a constituir una amenaza realmente seria. ‘La situacién inglesa durante la primera mitad del siglo x1x, y aun hasta bastante después, contrasta viva- mente con la que se observa en Alemania, donde en quel mismo periodo de tiempo (y también més tarde) ‘una burguesia mucho més débil se apoyaba en la aris- tocracia rural para protegerse contra el, descontentp’ popular e imponer las medidas politicas y econémicas necesarias para la modernizacién. En Inglaterra los in- tereses terratenientes se enzarzaron, hasta cieito pun- to, en una contienda de popularidad con la burguesia’ para ganarse el apoyo de las masas. Después de 1840 la clase de los propietarios rurales encontré en el soste- nimiento de las leyes sobre las fabricas una forma ade-, ‘cuada de responder a los ataques de los industriales contra las Corn Laws, aunque convendria notar que hhubo clarividentes partidarios de reducir Ia jornada la~ boral entre los mismos industrales.”” ‘Asi pues, el tema de la oposicién acérrima al progre~ so de la democracia parlamentaria no constituyé sino tuna corriente rara y menor entie la aristocracia rural de Inglaterra en el sigho x1x.” No es posible encontrar en. Ia historia inglesa el equivalente de aquellos conserva- dores alemanes cuyos representantes parlamentarios se ppusieron en pie para mostrar su encendido aplauso al desafio resonante de Herm von Oldenburg auf Janus- chau: «El rey de Prusia y Kaiser de Alemania debe estar siempre en condiciones de decir a cualquier teniente: “Tome diez hombres y fasle al Reichstag!”>” 66 CaP PRATT i eames Una de las razones por que semejante escena pare- ‘ce incongruente con la Inglaterra del siglo xrx es que, a diferencia de los Junker, la gentry y la nobleza de In- glaterra no tenian gran necesidad de confiar en palan- ‘as politicas para apuntalar una posicién econémica tambaleante. Ni siquiera la abolicin de las Corn Lawes twvo los efectos calamitosos pronosticados por algu- ‘nos. Si acaso, las condiciones de la agricultura después de 1850 fueron més bien mejores que antes. Los pre- ios seguian aumentando. La administracién de las ha- ‘iendas se acercaba cada vez mis a la de las empresas capitalists a medida que los encargados se esforzaban por sacar ventaja de los grandes progresos en técnicas agricolas llevados a efecto en las décadas precedentes. Hubo ahi, claro esté, considerables diferencias. En los sectores cimeros, confiar gran parte de la responsabili- dlad a un agente fue una costumbre bastante extendida, De esa manera el propietario ganaba tiempo libre para cl deporte, la cultura y la politica, al paso que el come- tido del agente adquiria muchas de las cualidades de ‘una profesi6n liberal..El gran sefior rural, con todo, tomaba las decisiones principales o asumia la respon- sabilidad de ellas, y no dejaba para los agentes sino la ratina, Para la gentry, la alternativa més bien estaba en- tte una administracion solicita por sf mismos 0, por el contrario, confiarla 2 abogados de las ciudades, que a menudo ignoraban las peculiaridades rarales y que se hacian ricos —asi pensaban algunos de los miembros de aquélla—a costa dela pobreza de los propietarios."* Participes del avance general de la era vietoriana y da- dasa adquirir de continuo caracteres burgueses y capi- 6 talistas, las clases altas rurales de Inglaterra tenian mu- cchas menos razones que sus equivalentes continentales para oponerse al progreso del capitalismo y de la de- ‘mocracia. En el siglo x1x, como ya antes, los limites entre Ti nobleza acaudalada y la gentry, por un lado, y los sec~ tores més elevados del mundo de los negocios y de las profesiones liberales, por el otro, eran desdibujados ¢ inciertos.* En numerosos casos individuales, resulta ‘muy dificil determinar si una persona pertenece a una uw otra de aquellas categorias. Esa dificultad, la deses- peracién de todos aquellos que emprenden un anilisis estadistico de la estructura de las clases en Inglaterra, constituye en si misma uno de los datos més importan- tes sobre tai estructura.” Cabe la posibilidad de que, cuantitativamente, la ésmosis entre mundo de los negocios y aristocracla ru- ralen el siglo xnx no fuera muy distinta en Inglaterra y en Alemania, Hay incluso.algunas exploraciones esta- jeas que indican, cosa bastante sorprendente, que fue mis intensa en Prusia. Un investigador afirma que ha logrado averiguar que, en una dilatada serie de aftos antes de 1918, la Cémara de Diputados prusiana in- cluia entre sus miembros algo més de un 78 por cien- to, por término medio, procedentes de la burguesfa (Biirgertum) y la nobleza nueva. En la diplomacia y la administracién, por otro lado, auténticas claves del poder en Alemania, las proporciones de elementos no nobles eran, respectivamente, de un 38 y un 43 por ciento, Para Inglaterra, cierto estudio del Parlamento durante los aftos 1841-1847 halla tan sélo un 40 por 68 ciento de miembros relacionados con el mundo de los negocios, mientras que el 60 por ciento restante no es- taban unidos a él por ningin vinculo.”” El manejo de tales datos plantea espinosos problemas téenicos; por ejemplo, si las cifras totales estadisticas de cada pais son realmente comparables. ¢Es apropiado poner uno allado de otro, el go por ciento del Parlamento inglés relacionado con el mundo de los negocios y el 78 por ciento de la Camara de Diputados prsiana proceden- te del Biirgertum? Soy escéptico sobre el particular; creo, por el contrario, que ni siquiera si pudiéramos resolver los problemas técnicos habriamos avanzado demasiado. ‘Una medida cuantitativa, por s{ misma, nos dice bien poco acerca de la anatomia social y el funciona- mmiento de las distintas partes de la sociedad. En la Prusia del siglo x1x, los miembros de la burguesia que se asociaron con la aristocracia abrazaron, por lo gene- ral, los habitos y las actitudes de esta dlkima. La rela- cin entre ambas clases en Inglaterra tuvo un signo casi opnesto. Por lo tanto, aunque dispusiérathos de tuna medida técnica perfeeta que diera una lectura nu- imérica idéntica de la cantidad total de fasién en Ingla- terra y Prusia, caerfamos en un error catastréfico si di- jéramos que los dos paises se comportaron de modo parecido. Las estadisticas, cuando abstraen de la esen- cia de la situacién el todo del contexto estructural en. que la ésmosis social tuvo lugar, tienden un lazo al lec- tor incauto. Vale la pena recalearlo porque las estadis- ticas estén ahora de moda. Los hombres que detentan 1 poder no necesariamente lo ejercen en interés, tan 69 sélo, de la clase de que proceden, sobre todo en las si- ruaciones de transicién. “También en Inglaterra se dio cierta tendencia a la adopcién de caracteres aristocriticos por la élite co- ‘mercial e industrial. Todos los andlisis de la Inglaterra anterior a 1914, y segtin y como inchuso més allé de quel hito, dan fuertemente la impresién de que el po- seer acres de césped que allanar con el rodillo y una casa en el campo era indispensable para la preeminen- cia politica y social. Sin embargo, a partir aproximada- mente de la década de 1870, los dominios rurale’ dejg- ron, cada vez més, de ser los fundamentos del poder politico para convertirse en meros simbolos de pree- rminencia social. En parte porque el fin de la Guerra Civil America- nay el empleo del bugue de vapor habjan empezado a hacer asequibles en Europa los cereales norteamerica- rnos, sobrevino entonces una depresién agricola que paso a erosionar seriamente la base econémica de los cestratos rurale. superiores.™ Mis 0 menos lo mismo sucedié en Alemania, y serd de nuevo instructivo con- templar a Inglaterra sobre el fondo de aquélla. Alli los Junker podieron servirse del Estado en sus esfuerzos ;para preservar su posicidn y, asimismo, para formar un frente agricola unido con los campesinos propietarios del resto de Alemania. En ningiin momento atraves6 ‘Alemania por una experiencia comparable a la aboli- cién de las Corn Laws. En vez de ello, los sectores prin- les de la industria forjaron el matrimonio del hierro y el centeno (plenamente consumnado por el aran- cel de 1902), del que sacaron, como su parte en el ne- 70 E E | gocio, un programa de construccién naval. La coali- cidn entre los intereses de los Junker, del campo y de la industria en torno de un programa de imperialismo y reacci6n tuvo, en conjunto, resultados desastrosos para Ia democracia alemana. En la Inglaterra del siglo xm, tal amalgama, no se produjo. Los programas politicos imperialistas tenian ya en Inglaterra mucha historia de- tris, Eran una alternativa, quizis incluso un apéndice de los programas librecambistas, més que un fenémeno social completamente nuevo que surgiera del capita- lismo avanzado.” Ante los problemas agricolas, los go- biernos conservadores de 1874-1879 no tomaron sino ‘timidas medidas paliativas; los liberals, de 1880 en ade- lante, 0 dejaron que las cosas siguieran su curso 0 ata- cearon activamente los intereses agrarios.* La norma fue dejar que la agricultura se las apaiara por s{ misma, cs decir, se suicidara de una manera decorosa conforta- da por algunas ligrimas retricas. Dificilmente se la hubiera abandonado asia su suerte sin la circunstancia de que a la sazén hacfa ya tiempo que los estratos supe- riores de Inglaterra no eran ya agrarios. El centro de la actividad econdmica habia pasado a la industria y al co- mercio. Disraeli y sus sucesores demostraron que, con alguna que otra reforma, se podia mantener y sostener una base popular para el conservadurismo dentro de un contexto democritico. Iban a sobrevenir atin conflic- tos, como cuando Lloyd George cargé le mano sobre la nobleza terrateniente en su presupuesto de 1909 y ello provocé una crisis constitucional. Pero por entonces, pese al furor de los sectores afectados, el problema agrario y la cuestién del poder de la aristocracia rural n habjan quedado en segundo término para ceder el paso 4 nuevas cuestiones, en especial cémo incorporar el obrero al consenso democritico. Si echamos una mirada retrospectiva al conjunto del siglo xx, qué factores se destacan como responsa- bles del progreso de Inglaterra hacia la democracia? Los herederos de un pasado violento han sido ya men- cionados: un Parlamento relativamente fuerte e inde~ pendiente, influencia del comercio y la industria, con su propia base econémica, ningsin problema campesi- no serio. Otros factores son especificos del siglo xx. Gobernando dentro del contexto de un capitalism in dustrial en répido desarrollo, la clases rurales superio- res integraron a los nuevos elementos en sus filas a la ‘vez que competian con ellos en busca del apoyo popu- lar —o, por lo menos, evitaron un descalabro con con- cesiones oportunas. Tal politica era necesaria por no existir un aparato de represién eficaz. Era, ademés, posible, por cuanto la posicién econémica de las clases dirigentes se desgast6 lentamente y de una manera que les permitié pasar de una base econémica a otra con sélo un minimo de dificultades. Por tltimo, tales orientaciones tan necesarias como posibles se materi lizaron gracias a que lideres prestigiosos vieron y manipularon los problemas harto correctamente y @ tiempo. No hay ninguna necesidad de negar la signifi- cacién hist6rica de los hombres de Estado moderados e inteligentes. Es preciso, sin embargo, atender ala si- tuacién dentro de la que se movieron, una situacién creada en gran medida por hombres que habian sido también inteligentes, pero muy poco moderados. np u EVOLUCION Y REVOLUCION EN FRANCIA 1, CONTRASTES CON INGLATERRA ¥ CAUSAS ‘QUE Los onIGINARON Entre los factores decisivos en el desarrollo de la de- ‘mocracia en Inglaterra figuraron, como hemos visto, Ia independencia de la gentry y ls nobleza rurales res- pecto a la corona, su adopeidn de la agricultura co- mercial, en parte como respuesta al ascenso de una clase mercantil y manufacturera con sélida base, eco- rnémica propia, y la desaparicién del problema eampe- sino. La sociedad francesa entré en el mundo’moder- no por un camino muy distinto. En vez de abrifse paso 4 brazo partido hacia un alto grado de independencia, la nobleza francesa, o mis especificamente su sector cimero, se convirtié en una escolta decorativa del r. ese ala inversion de esa tendencia en la segunda mi tad del siglo xvi, laconseeuencia final fue la destrue- cin de Ia aristocracia. En ver de una clase alta rural que recurriera a la agricultura comercial a la manera inglesa,en la Francia de la monarqufa borb6nica en- contramos primordislmente una nobleza que vivia de lo que podia sacar de las obligaciones que gravitaban B sobre los campesinos. En lugar de la destruccién de la propiedad campesina, observamos su consolidacién gradual, lo mismo antes que después de la Revolucién. El comercio y la fabricacin franceses marcharon re~ zagados con respecto a Inglaterra. Desde el siglo xvt hasta el xvut inclusive, las principales variables estruc- turales y tendencias hist6ricas que caracterizaron a la sociedad francesa del ancien régime difirieron en gran manera de las de Inglaterra. Cémo y por qué hubo cierta semejanza en el resultado politico final durante los sighos xrx y xx constituye, junto con algunas de las diferencias importantes, el enigma central que voy a tratar de descifrar en este capitulo. Toda vex que sin la Revolucién es muy improbable que se hubiera llegado ‘a ninguna semejanza, aquel gran acontecimiento seré ‘el tema central de mi ansliss En comparacién con su equivalente en Inglaterra durante el siglo xvi, la nobleza francesa vivia en gran parte de los derechos percibidos en especie o en meti lico de sus campesinos. Los origenes de tal diferencia arrancan de suficientemente atris en las nieblas de la primitiva historia francesa para hacer desaconsejable que un aficionado trate de mirarselos muy de cerca, sobre todo desde el momento que el gran historiador francés Marc Bloch prefirié levantar las manos de la empresa antes que apuntar una explicacién, Me limita- ré, pues, a decir que, aproximadamente a fines del si- glo xiv y durante el siglo xv, habjan empezado ya 1 aparecer muchos de los rasgos fundamentales. Ante todo que el sefior consagraba relativamente poca aten- cién al cultivo de su dominio estricto, més bien poco "4 = extenso, y que parece habérsele encogido atin al ir cediendo fracciones de él en pequefias parcelas a los ‘campesinos a cambio de una parte de la cosecha. De ser posible, el sefior preferfa arrendar su tierra en blogue y, en muchos casos, en condiciones que indican que esperaba recobrarla en el futuro. Pero ello no siempre era posible. El noble se encontraba a menudo ‘muy lejos guerreando y, por otro lado, era dificil hallar mano de obra para trabajar la terra. La mejor solu- «i6n, al menos para muchos, parece haber sido descar- garse lo mis posible de las responsabilidades del culti- vo en renteros que llevaran grandes unidades o, con mayor frecuencia, directamente en el campesino. Al- gin tiempo antes la nobleza francesa habia empezado a adquirir un régimen juridico més preciso mediante reglas estrictamente definidas en términos de ley. Esos dos rasgos de un régimen legal més defini- do —aunque lejos de estar tan claro como el agua— dde dependencia de los tributos campesinos iban a dife- renciar la nobleza francesa de la gentry inglesa para el resto de sus dias. Ya en’ fecha bastante. temprana, el ceampesino francés habia conseguido escapar de la ser- vidumbre personal, sobre todo aprovechndose de la demanda de mano de obra en el campo, que aumentd cuando el desarrollo de las ciidades ofrecié la posi dad de ganarse la vida de otra manera. Por los tiempos de la Revolucidn, los campesinos estaban cerca de po- seer derechos de propiedad de fact.! Debajo de esa continuidad, hubo también impor tantes elementos de cambio. El sistema de grandes po- sesiones territoriales trabajadas por siervos, como aca- 5 bamos de ver, empez6 a suftir modificaciones no més tarde de la segunda mitad del siglo xa. Al final de la Edad Media y durante los comienzos de la era moder- na, en especial quizis en el curso del siglo xvi, cuando ‘un aumento en la afluencia de oro y plata parece haber hecho subir los precios, hay indicios de cierta crisis en los ingresos seftoriales. Amplios sectores de la nobleza militar, la noblese d’épée, resultaron duramente afecta- dos. Ello debié de hacer mas facil para los reyes y sus talentosos ministros extender la autoridad real, proce- so que culminaria en el largo reinado de Luis XIV (2643-1715). La nobleza, por supuesto, no acepté su suerte pasivamente. Frente ala catéstrofe, muchos no- bles intentaron volver grupas, dejar de ser rentiersy re- constituir, bajo su propio control, los dominios.* Pero, por lo general, es faltaba para ello la base econ6mica, como la produccién lanera que hizo posible semejante politica en Inglaterra Los miembros de la burguesia que habfan hecho dinero en las ciudades y empezado a adquirir tierras de los nobles en apuros tuvieron algo més de éxito. El Proceso se inicid en el siglo xv y prosiguié hasta el fi- nal del siglo xvun. Gracias a esa afluencia de caudales, se produjo cierta reconstitucién-de los dominios rura- les, con lo cual se creé en algunas partes de Francia una nueva situacién que presentaba semejanzas con la de Inglaterra, por cuanto los nuevos propietarios vi- vian en sus haciendas y las administraban pensando en los beneficios. Pero ia afinidad es superficial. En la Francia del siglo xv1, ¢ incluso con posterioridad, los beneficios no procedian de la venta de productos en el 76 mercado, sino de percibir rentas de, los campesinos. ‘Como observé Bloch, la fortuna que pudiera producir una gran hacienda procedia de percibir una serie de pequefios triburos, algunos de ellos en especies, de una serie de pequefias unidades. Aunque en ocasiones se delegara la responsabilidad en un intermediario, las mejores perspectivas de éxito dimanaban de una admi nistracién cuidadosa, detallada y més bien pleitista Era una situacién ideal para los abogados, y en mis de un aspecto. Los cada vez mds extendidos tenticulos de la burocracia real necesitaba abogados en su pugna con la nobleza vieja. ¥ los burgueses ricos que adqui- rian tierras escalaban circulos sociales mis altos © por serles concedida nobleza 0 por compra de un: puesto burocratico (ofice o charge)" Aunque la noblesre-de robe fuera a menudo enojosa para el rey —s6lo Luis XIV supo tratarla a su tiempo con deliberado desdén—, proporcioné uno de los principales instrumentos al absolutismo en su pugna con las tendencias localistas y-con la nobleza militar. Dadas las pingties ganancias, ue se solfan alcanzar en la burocracia real, especial- mente en el siglo xvut al aflojarse el control del rey, es probable que sus atractivos sirvieran para menoscabar cualquier tendencia a dirigir las haciendas segtin los criterios ingleses, En todo caso, el «retorno» al gran dominio cons- tituy6 un fendmeno relativamente limitado. No fue, ni de lejos, tan comiin en Francia como en Inglaterra 0 en el Este de Alemania. Grandes sectores del pais si- guieron en manos de los campesinos. Asi pues el sste- ima, en conjunto, se caracteriz6 por la coexistencia de 7 grandes y pequefas unidades.’ Francia no experimen- t6 un vasto movimiento cercado». En lineas generales, cl gran propietario ten‘a interés en preservar las te- nencias campesinas, desde el momento que le pro- porcionaban la base de su propia existencia." Sélo en la'segunda mitad del siglo xvm1 empez6 la situacién a cambiar. La decadencia de la noblese d'épée formaba parte del mismo proceso por el que el rey consolidiaba y ex- tendia su autoridad. En el curso del siglo xvi, y en los sighos subsiguientes, el rey desposeyé a los nobles He muchas de sus funciones judiciales, recluté soldados y colect6 contribuciones en sus tierras, intervino con frecuencia en sus asuntos, y les forzé a someterse a sus parlamentos.’ En los tiempos de Luis XIV; la nobleza parecia haber quedado reducida a un papel de fastuosa indolencia en Versalles 0 bien al de vegetar plicida- ‘mente en las provincias. Esa impresién, sin embargo, es algo engafosa. Es cierto que el Rey Sol la hizo en ‘extremo inofensiva. Pero-debi6 pagar ciertas costas que sélo en parte resultaban ventajosas para la'corona: Pado conseguir para muchos de los miembros de aquélla buenos puestos en la Iglesia, que reportaban enormes ingresos, entonces mucho mayores incluso que los del Estado. A cambio de esa colaboracién de la Iglesia haciéndose cargo de un sector de la nobleza, el rey protegié a la Iglesia contra la herejia."" Una de las ‘consecuencias fue la revocacién del Edicto de Nantes. En segundo lugar, la corona debié pagar con la guerra Si bien Luis XIV barrié a la nobleza del centro del go- bierno, dejé en sus manos tanto el ejército como la 8 Iglesia."" La guerra perpetua constituia el perpetuo tema de conversacidn entre la nobleza cortesana, y ayu- daba a crear una atmésfera de lealtad al rey." En Versalles, el sistema de vida que compelia al consumo ostentativo arruiné a muchos nobles. La en- cuesta de Colbert, levada a cabo a través de los inten- dentes, revel6 asimismo en las provincias una pobreza muy extendida."* De ahi que sea tentador establecer tuna conexi6n entre el absolutismo real y el no afianza- miento de la agricultura comercial como factores que se afirmaron uno a otro durante un largo periodo de tiempo. Hasta hace bastante poco, la contraposicién por los historiadores de una aristocracia brillante y pa- rasitica en Paris al noble rural que se desmoronaba or- gullosamente en el campo en medio de una agricul- tura estancada tendia a explicar asi el trasfondo de la Revolucién y la desaparicién de la aristocracia por vio- lencia revolucionaria. El trabajo de investigacién del erudito norteamericano Robert Forster; publicado desde: 1960, ha modificado en gran manera esa imagen familiar. Al ponernos en. condiciones: de determinar més precisamente las diferencias estructurales entre la modernizacién del campo inglés y la del francés, ha hecho una contribucién de sumo valor para compren- der el trasfondo y las consecuencias de la Revolucién. Como el papel de la agricultura comercial es bsico para el eje de la argumentacién del presente libro, sera ‘oportuno hacer una pausa para examinar la situacion de cerca 79 2. LA RESPUESTA NOBILIARIA A LA AGRICULTURA comERCIAL En lo que concierne a ls ltimas décadas del siglo xv y la primera del siglo xvm, hay pocos motivos para ‘dudar de la tesis de que el impulso hacia la agricultura ‘comercial fue débil comparado con el que se dio en In- glaterra, yno sélo entre la nobleza, sino en Francia en conjunto. Al igual que en Inglaterra, el problema agri- cola clave era el de abastecer de grano a las clases que comian pan pero no cultivaban trigo. La produccién de cereales presentaba un cuadro global de estanca- miento roto por cierto impulso hacia la produccién para el mercado en los alrededores de las grandes ciu- dades. En tales éreas, los maximos beneficiarios pare- ‘cen haber sido los campesinos més ricos, con pre- ferencia a la aristocracia rural. Generalmente no se extendian mis alli de las vecindades de unas pocas ‘grandes ciudades y de ciertos depésitos para la expor- tacién en las fronteras. Sélo Paris formé un hinterland notable. La mayor parte del territorio sacaba sus pro- visiones de reas inmediatas."* La concepcién general que se tenfa del problema del grano consistia en regular un abastecimiento limi- tado obtenido de un érea limitada. La succién de las contadas grandes ciudades se sentia sobre todo en tiempos de escasez, y entonces como un factor disrup- tivo." En las tiltimas décadas del siglo xvu y a princi- pios del siglo xvi, los mercaderes y sus agentes en al- gunas localidades, en especial las cercanas a Paris, adoptaron la préctica de recorrer el campo para com 80 prar cualquier excedente que pudieran hallar. Tal pric tica despert6 grandes rencores por representar un tristomo de las fuentes locales de abastecimiento; se extendié en oposicién a la costumbre reinante y, asi- mismo, 2 la legislacién."* Aunque los propietarios de dominios ricos podian recibir grano en concepto de derechos feudales y disponer de él a través de comisio- nistas en las ciudades, era préctica muy comin com- prar grano de los campesinos més pudientes, claro in- dicio de que éstos competian con éxito con los nobles por un mercado limitado.”” Si acaso existieron en Francia, en las décadas finales del siglo xvu y en la primera del xv, terratenientes emprendedores que acercaran un plano a otro a la manera inglesa, han pa- sado inadvertidos a los historiadores. Posiblemente hhubo unos cuantos. Pero es sumamente improbable que tuvieran la menor importancia. Durante el siglo xvi, al subir de punto los alicientes del comercio, los nobles franceses respondieron de un modo entera- mente distinto. i Si s6lo se considerara el trifico del grano, secorre- ria el riesgo de dar una impresién muy engafiosa. El vino fue un producto comercial, y de enorme impor- tancia, De hecho el vino fue para la agricultura france- s, quizas incluso para el conjunto de la sociedad fran- ccesa, lo que la lana para la agricultura y la sociedad inglesas en los siglos xv1 y xv. Un estudioso amante de las estadisticas ha calculado que, durante los ili- mos tiempos del ancien régime, en un afio ordinario, Francia producia vino suficiente —unos treinta millo- nes de hectolitros— para proporcionar cargamento a 81 la totalidad de la flota mercante britinica de enton- ces." Era tan imposible para un francés beber todo el vino que podia producir como para un inglés Hevar téda la lana de las ovejas que podia criar. De ahi que el ‘cultivar la vid y el criar ovejas significaran igualmente ser empujado hacia el mercado, pasar a depender de los derechos de reyes ycancilleres y watar de influir en ellos, hallar métodos eficaces y congeniar con los li- bros de cuentas mis que con el ba geste, la espada dargessey otras actitudes aristocriticas. Pero lassi tudes no van més alld, no afectan a lo que realmente importa. ‘Las consecuencias econémicas y politicas de la vi- nicultura y la eria de ovejas son muy distintas: En lo que parece haber sido un arranque de entusiasmo galo, ‘combinado con la mania estadistica norteamericana, el eminente historiador econémico francés CE. La- brousse se ha esforzado por demostrar con copiosas estadisticas que una prolongada depresién en la eco- nomia del vino constituyé un factor decisivo para el atraso de la economia francesa en general y el estallido de la Revolucién. Los resultados, a mi entender, son ‘mis aplastantes que convincentes. El nexo con el atra- 0 industrial no queda demostrado. Los dos ingentes estudios de Labrousse, tan solo una pequefia parte de Ja totalidad de la empresa tal y como habia sido pla- neada originalmente, se limitan casi por entero a aspec- tos agricolas. Aunque sea agradable ver en el consumo de vino una cura, cuando menos potencial, del atraso ‘econémico, algurios hechos aducidos por el mismo au- tor indican que, para la Francia del siglo xviu, tal pers- 82 pectiva era poco realista. Las nueve décimas partes del vino producido, estima Labrousse, se consumian en la propia Francia. El cultivo de la vid estaba difundido por toda Francia: de las treinta y dos généralités 0 divi- siones fiscales del ancien régime, slo tres situadas en el Norte y en el Noroeste no eran zonas productoras de vino.” Malos transportes, cultivo de la vid extendido por todo el pais, la mayor parte del vino bebida en la propia Francia; todos esos hechos inducen a concluir {que la mayor parte del vino era vin ordinaire, probable- mente bastante mas detestable que el de hoy en dia, no un producto de lujo que posibilitara ganar foreu- nas y sostener la economia. Los vinos que proporcionaban un buen rendi- miento comercial parecen haber sido producidos en Jas mismas éreaslimitadas de Francia que ahora. La fa- vorable circunstancia de su proximidad al transporte maritimo debié de conferir una enorme ventaja al puerto de Burdeos durante el siglo xvin. El vino depa- 16 a base econémica para el auge, durante el siglo xvnt, de una nobleza provineiana muy préspera y fuer- temente orientada hacia el comercio en Burdeos y sus cercanfas. Las uvas se transmutaban en oro, y el oro en formas muy atractivas de cultura que iban desde las bailarinas hasta el Esprit des Lois de Montesquieu. (Ese destacado fildsofo fue ocasionalmente para la industria vinicola lo que los modernos Ilamarian un «cabilde- ro».)" De suyo, sin embargo, los beneficios vinicolas se acaban ahi, como parece que sucedié en Burdeos. La vinicultura no puede formar ta base de una in- dustriatextil como la ganaderia lanar. Tampoco puede 83 proveer de alimento a la poblacién urbana como el cultivo de trigo. En todo caso, el impulso para el cam- bio proviene de las ciudades, no del campo. Lo que acontece en el campo resulta importante primordial- ‘mente por los cambios sociales, en la medida que pue- dan 0 no extenderse a la generalidad de los que siguen constituyendo la mayoria aplastante de la poblacién durante los primeros estadios del desarrollo industrial. La viticultura no produjo en Francia cambios en- tre el campesinado de la naturaleza de los que la agri- cultura comercial trajo consigo en Inglaterra, tales como cercamientos masivos. Aqueélla, en partiilar an- tes de los fertilizantes artificiales, era lo que los econo- ‘mista Haman una variedad de agricultura intensiva de ‘mano de obra: requeria grandes cantidades de mano de obra campesina bastante especializada y, en cambio, cantidades relativamente pequefias de capital en forma de tierra o de bienes de equipo. La situacién inglesa, a grandes rasgos, se caracterizaba por todo lo contra- rio, Ahora bien: la sociedad raral francesa del siglo xvi estaba constituida de tal modo, que pudo enfrentarse con los problemas de Ia agricultura intensiva de mano de obra bastante satisfactoriamente —si no desde el punto de vista del campesinado, por lo menos desde elde laaristocracia. Como hay, cosa extrafia, escasa di- ferencia entre los reajustes sociales de un drea de gran desarrollo viticola y los de las areas cerealeras donde habjan penetrado y adquirido fuerza influencias co- ‘merciales, podemos pasar aqui por alto los detalles. La distincidn esencial es bien simple: el aristécrata fran- cés retenia al campesino en la tierra y utilizaba los re- 84 sortes feudales para extraer de él mayor cantidad de productos. Después el noble vendia esos productos en el mercado, En el caso del vino, sus privilegios legales eran especialmente titiles, puesto que mediante ellos podia hacer mucho para impedir que los campesinos lle- varan vino a Burdeos en competencia con el de los cha- teaux nobles. Careciendo del privilegio de llevar vino a 1a ciudad, y asimismo de los recursos necesatios para aplazar su venta hasta el momento més favorable, los, productores més modestos se vefan obligados a vender su vino al terrateniente noble.” En el Burdeos del siglo xvi, s6lo encontramos fortunas de grandes. dimensiones basadas en el vino centre la nobles de robe, la nobleza judicial, cuyos orf genes eran principalmente burgueses, aunque en el si- ‘lo xvin, para muchas familias de robe de toda Francia, el origen burgués podia ser algo que pertenecia a un pasado remoto. La rancia nobleza militar, la noblese @ ép, no era ni rica ni ilustre. Y sus miembros parecen haber constituido la aplastante mayoria de las éuatro- cientas y pico familias nobles de la region de Burdeos. Sélo unas pocas brillaban en la alta sociedad de Bur- deos. La mayor parte vivian en o cerca de sofiolientas parroquias, a menudo en chateaux celados por élamos © perdidos en las aldeas. Dominios trigueros de alre- dedor de cien acres y pensiones reales de algunos cen- tenares de livres proporcionaban la base de una exis- fencia que no era ni austera ni opulenta, sino en extremo provinciana. Los sefiores de parroquias, mu- chos de ellos oficiales del ejército retirados, tenian in- sres0s no superiores a tres mil livres por aflo, casi de 85 indigencia comparados con los ordinarios de un noble acomodado con vifiedos en que sustentar su prosperi- dad.” Por lo menos en aquella zona, el contraste entre Ia vieja nobleza militar y la mis reciente noblesse de robe cra impresionante. Y debia de haber por toda Francia muchos nobles que se asemejaban a tales sefiores de parroquias. Muy probablemente los nobles no’ em- prendedores eran una mayoria —sospecho que una mayoria aplastante—, aunque todavia no se poseen da~ tos que remachen esa conjetura. Al nétar sginejante contraste, a un socidlogo de nuestros diag fe vienen a la" mente de modo casi automatico ciertas ‘cuestiones. :Habfa alguna suerte de barreras legales y culturales {que impidieran a la noblesse d'épée practicar con éxito el comercio? Que importancia tenian esas: barreras?, 0 sea: chasta qué punto explican las'caracteristicas eco= némicas y politicas de la nobleza francesa y el hecho de que la arrollara una gran revolucién? ‘Un cimulo de constataciones me induce a contes- tar con una negativa muy firme al dltimo interrogante: y a argiir que es un planteamiento falso para com= prender la conexién entre cambios econémicos y poli- ticos. Tanto Marx como Weber, en algunos de esos puntos; han Ilevado por mal camino a sus seguidores —en particular a aquellos que pretenden ser lo més ¢s- trictamente cientificos posible—, por inestimable que haya sido su contribucién en otros aspectos. Pero con- sideremos primero las constataciones. Existian, ciertamente, obsticulos culturales y lega~ les que 'resultaban del prejuicio aristocritico contra el comercio y de la ley de dérageance, a saber que todo no- 86 ble que se dedicabs a una ocupacidn degradante perdia su estado noble. La legislacin sobre dérogeance apun- taba con preferencia al comercio urbano y a la indus- tia, Pretendia trazar una divisoria entre actividades gran escala tales como la venta al por mayor y el co- ‘mercio internacional, que la monarquia fomentaba ac- tivamente, a veces enfrentindose a las objeciones del “Tercer Estado, y actividades menores como explotar tuna tienda de venta al detalle, que eran las que estaban prohibidas a la nobleza. En la agriculrura, existia una ley categérica renovada en 1661 contra el que un no- ble explotase por si mismo sus tierras, salvo una pe- quefia extensidn, cuatro charrues, o sea cuatro veces el rea que podia labrarse con un solo arado.”' La princi- pal fuerza que mantenia dichas leyes, asi como la opi- jén piblica que las respaldaba, era la monarquia. Sin embargo, incluso bajo Luis XIV, su politica en ese te- reno resultaba ambivalente y confusa. La monarquia querfa'una nobleza préspera como apéndice decorati= vo de Ia corona y, asimismo, como auxiliar para retener alas gentes en.sus sitios, y se.mostraba afligida en las frecuentes ocasiones en que tropezaba con la evidencia de pobreza entre los nobles. Pero la corona no queria 4que la nobleza se creara una base econémica indepen- diente que le permitiera desafiar el poder real. EI prejuicio contra la pretensién de ganar dinero dedicéndose a la agricultura probablemente pesaba mucho sobre la nobleza mis alta, incluso sobre los no- bles sujetos de modo menos directo a las costumbres de la vida cortesana. Una vida de hidalga indolencia y de intriga en Versalles seria sin duda mucho mas apa- 87 sionante que cuidar de vacas y de campesinos y ense- fiarfa a encontrar molesto el tufo del estiércol en las botas. Por otro lado, un buen ntimero de aristécratas cludfan las leyes amasando sus fortunas en las Indias Occidentales, donde a menudo trabajaban hacha en mano y a la cabeza de cuadrillas de negros de su pro- piedad. Después volvian a Versalles oa Paris para par- ticipar en la vida cortesana. En otras palabras: dedi- ccarse a una agricultura comercial Iyerativa implicaba para el alto aristécrata un abanidono temporal de la alta sociedad francesa."* En el primer cuarto del siglo xvmt, el prejuicio general contra las ocupaciones hu- tildes parece que fue bastante fuerte: Carré cita algu- ‘nos testimonios sacados de cartas coetineas, entre ellos el caso de un duque que abri6 una especieria, con Jo cual se granje6 la inquina del gremio especiero. ‘Cuando el asunto se hizo pablico, los mozuelos le per- seguian por la calle gritando: «ll'« cié au lts."* Den- tro del mismo siglo xvut, se manifest6 més tarde una vvigorosa corriente de opinién en sentido contrario,fa- vorable a que la aristocracia desarrollara actividades comerciales. Inglaterra y todo lo inglés, incluyendo las précticas agricola, se pusieron muy de moda en los altos efrculos y, por breve tiempo, ejercieron alguna influencia en el plano politico. Tavo lugar una enco- nada guerra de panfletos en torno a la conveniencia del comercio para la nobleza. Con el correr de los aos, la elusin de las leyes se extendi6 mas y mis. Muchos aristécratas estaban envueltos en empresas comerciales, cuya presencia en ellas disimulaban con ficciones y testaferros.” 88 Todos es0s hechos indican que, durante el siglo xv, las barreras culturales y legales fueron volvién- dose mucho menos importantes. Para el noble de pro- vincias, el que nos interesa aqui de modo primordial, eran en gran parte letra muerta. Como sefialaba un panfleto coeténeo, cuando el noble rural habia vendi- do su trigo, vino, ganado o lana, nadie le acusaba de dé- rogeance.”” Cuando se le presentaba la oportunidad, F quicé deberia decirse la tentacién, de proceder asi, la nobleza de espada no demostraba ninguna repugn: cia por ganar dinero comerciando. En el caso de las cercanias de Tolosa, regién donde podian conseguirse ‘buenas ganancias con el trigo, los habitos y costum- bres de la més antigua nobleza se hicieron por entero -utilitarios e indistinguibles de los de la semiburguesa rnobleza de toga.” Refiriéndose a la nobleza de provin- cias en general, Forster ha explicado la siguiente tesis: Lejos de ser un holgazin, lerdo y empobrecido bobereau, el noble provinciano era igualmente capaz de ser un propieta- "fio rural activo, sagaz y prospero. Esos adjetivos pretenden suger algo mis que una cartera abultada. Implican dha ac- tiud respecto als fortuna familiar earacterizada por la aus- teridad, la disciplina y la administracion estrcta habitual- ‘mente implicadas en el término «burgués»."” De ahi se desprende con meridiana claridad que la le- gislacin y el prejuicio arriba referidos no obstaculi- zaron por si mismos de modo significativo que los puntos de vista y comportamientos comerciales se ex- tendieran entre la aristocracia rural francesa. Pero no ¢s éste el lugar de perquirir una explicacién, cualquie- 89 : ra que sea, del supuesto atraso de la agricultura france- sa con respecto a la inglesa. GBs que estaba tan atrasada como eso? Hasta qué punto era representativo el tipo de noble cuyo bosque- jo por Forster acabamos de citar? Por ahora Ja res- puesta a interrogantes de ese orden no puede ser sino sumamente provisional. Si fuera posible establecer al~ ‘gin indice del grado de penetracién comercial en la agricultura y situar las diferencias en un mapa de la Francia de fines del siglo xvi, nos encontrarfamos sin duda con ambitos considerables donde algo que po- drfa llamarse espiritu de capitalismo agrario era muy fuerte. La ejecucién de semejante tarea, sin embargo, seria muy laboriosa y, desde el angulo de las cuestiones planteadas, no serviria para mucho. Las estadfsticas no resolverin por sisolas el problema, que es ante todo de naturaleza cualitativa ‘También ahi esti en debate mucho mis que la mera emergencia de.una nueva actitud-psicolégica'y sus posibles causas. Los.que siguen a Weber, en espe- cial aquellos que hablan en términos de.cierta abstrac- ta energia hacia la realizacién; negligen la importancia’ del contexto social y politico en que los cambios se manifiestan. El problema no se reduce a saber silos, nobles rurales franceses trataron o no de organizar sus dominios cara al rendimiento y de vender sus produc- tos en el mercado. Ni tampoco consiste simplemente en echar cuentas sobre cudntos nobles adoptaron tal actitud. La cuestién clave estriba en aclarar si ha dolo, alteraban o no la estructura de la sociedad rural de modo parecido a lo que tuvo lugar en aquellas pa 9°. tes de Inglaterra donde fue més fuerte el movimiento de enclosure. La respuesta es negativa. Los nobles que ‘epresentaban la punta de lanza del avance comercial j en cl campo francés trataban de sacar més de los cam- © pesinos. Por fortuna Forster nos ha obsequiado con un de- tullado estudio de la nobleza en una parte de Francia, la discesis de Tolosa, donde el impulso comercial fue * sigoroso y donde el cultivo de granos para el mercado, fue una ocupacién noble por excelencia. El cuadro que waza permite poner los dedos con bastante precisién Een las similitudes y diferencias entre la gentry reforma- dora de’Inglaterra y su equivalente en Francia, no me ‘nos atenta a la economia En la Francia meridional, y quiza también en otras = partes de Francia mas ampliamente de fo que se ha re~ conocido, el incentivo a cultivar granos para el merca- do fue bastante poderoso. La poblacién se desarrollé "muy de prisa tanto en la totalidad del reino como en © aquella zona, donde aumentaron asimismo:los precios de los cereales: Ciertas presiones politias:locales ha- bian ocasionado grandes mejoras en el transporte, gra- més favorable al sefior, en especial porque fa manipu- lacién de los derechos sefioriales le permiti6 hacerse con la parte del ledn en lo tocante al ganado, el princi- © pal capital agrario de aquella regién. También favore- i al senor el crecimiento de la poblacién, al aumen- tara competencia para llevar sus tierras."° En la practica, asimismo, la diferencia entre maitre talet y aparcero era escasa. La unidad basica de pro- duccién era la metairie, una granja de treinta y cinco a 93 setenta acres, cultivada por una sola familia campesina ya como asalariados ya como aparceros. En el caso de los nobles mis hacendados, la unidad de propiedad podia ser mayor y contener varias métairies. Una aplas- tante mayoria de los dominios nobles se administraban de ese modo. Fl arrendar la tierra a un gran explotador por rentas en dinero, la prictica inglesa, existia tam- bign en aquella regidn, pero era raro.”” ‘Semejante sistema de tener a los campesinos én la tierra como mano de obra encontraba apoyo en insti- tuciones legales y politicas heredadas del feudalismo, pero esos derechos eran de importancia menor como fuente de ingresos en la didcesis de Tolosa. Con todo, el derecho de justicia sefiorial, por ejemplo, deparaba un buen instrument para forzar a los llevadores.ne- gligentes a pagar los atrasos y formaba‘parte de la serie de sanciones politicas que permitian ala nobleza ginar- se su superivit econémico." En breve los campesinos iban.a hallar aliados que les capacitarfan para asaltar. | tales murallas politicas y desarmar asia la nobleza. Al contrario que en Inglaterra, las influencias co- ‘merciales, al penetrar en el campo francés, no minaron ni destruyeron la organizacién feudal. A lo sumo in- fundieron nueva vida a los viejos ajustes, aunque de tuna manera que a la larga tendrfa desastrosas conse- ‘cuencias para la nobleza. Tal es la leccidn que se puede deducir de los detallados estudios de Forster, asf como de las fuentes clasicas mas antiguas y las descripciones sis generales si se miran con la penetracién que pro- porcionan las descripciones mas detalladas. Si trata- mos de representarnos la situacién de Francia como 94 un todo hacia el final del ancien réginte, lo que proba- blemente veremos sera, por un lado, una serie «le cam= =. pesinos cultivando la tierra y, por el otro, el noble colectando una parte de lo que han producido, ya di ," rectamente en forma de productos, ya indirectamen- te en forma de dinero efectivo. Es muy posible que las descripciones clisicas del pasado subvaloraran el al- cance del papel del noble, que los economistas califica- fan de contribucién directiva a la produccién total Pero estaba atrapado en una situacién, embarazosa ‘Todas las contribuciones que habia aportado bajo el feudalismo en el sentido de salvaguardar el orden po- litico y la seguridad habjan pasado @ manos de los fun- sonarios reales, si bien habia sabido-retener ciertos derechos de justicia local y aprovecharlos. para fines ‘econdmicos. Tampoco habia llegado a convertirse, por = otro lado, en un auténtico granjero capitalista. Lo que elsefior rural poseia eran, esencialmente, ciertos dere- chos de propiedad,-centrados en Ia‘ exigencia de una parte especifica del excedente:econémico,-cuyo cum- _- plimiento aseguraba el aparato represivo. del Estado. "Aunque en términos formales y legales lo esencial de los derechos de propiedad estribara en la tierra, aque- lio que describian los titulos de propiedad (terriers) ‘euidadosamente conservados del noble, la tierra slo cra itil al noble en la medida que los campesinos que 1a cultivaban le produefan ingresos. Podia obtenerlos por convenios de aparceria, que venian a cubrir entre dos terceras partes y tres cuartas partes de Francia Los aparceros coincidian a menudo con los pequefios, ‘propictaires campesinos, los cuales, de tener esa forru- 95 za, tomaban a veces pequeiias piezas de tierra en apar- cerfa para aumentar la produccién insuficiente de las reducidas parcelas propias.” Por lo comin la tierra se arrendaba a campesinos cuyas explotaciones no sobre- pasaban las cincuenta hectireas.” En algunas regio- nes, los nobles arafiaban ingresos del campesinado de- vengando una serie de tributos feudales, sin poseer por simismos una hacienda importante. Las principales fuerzas que crearon las relaciones ‘econémicas hasta aqui descritas fueron las influencias capitalistas que irradiaban de las ciudades y los persis- tentes esfuerzos de la monarquia para sojuzgar ala no- bleza. Como en Inglaterra, la relaciones con elerhen- tos comerciales ¢ industriales y con el rey influyeron de modo decisivo en la determinacién de las caracte- risticas de la nobleza. También como en Inglaterra, la respuesta al nuevo mundo del comercio y de la indus- ‘ria implicé un grado muy considerable de fusién en- te las clases altas rurales y la burguesia. Pero si esas variables abstractas, rey, nobleza y burguesia, fueron las mismas en ambos paises, su carfcter cualitativo y su interrelaci6n fueron muy distintas. En Inglaterra, la fasién entre campo y ciudad anduvo dirigida en gene~ ral contra la corona, no tan sélo antes de la Guerra Civil sino durante buena parte del periodo subsiguien- te. En Francia, la usin tuvo lugar gracias ala corona, con consecuencias politicas y sociales muy distintas, 3+ LAS RELACIONES DE CLASE Bajo | Basta con una simple ojeada al comercio, la fabriea- ny la vida urbana durante el apogeo del absolutis- } mo real en el siglo xvur para que uno se pregunte de © dénde pudo salir la fuerza para engendrar una revolu- in burguesa y capitalista en el siglo xvm, y si aque- llos que caracterizan asia la Revolucién Francesa no E habrin sido victimas de un espejismo doctrinal, punto que se discutiré mejor més adelante. Bajo la monar- quia del siglo xvn, la burgu P habia pasado a ser su equivalente en Inglaterra, una ia francesa no era, como F ponta de lanza de la modernizacién que arrastrara - eonsigo el campo hacia el ain invisible mundo del ea- pitalismo industrial. Dependia, en cambio, estrecha- mente del favor real, y estaba sujeta a la regulacién real yorientada hacia la produccién de armas y de ob- _jetos de lujo para una clientela restringida.* Dejando aparte el grado mucho mayor de control y el més'alto ‘nivel tecnolégico, especialmente en las artes bélicas, fa situacién quizé se asemeja més a la del Japén dé los tikimos Tokugawa o incluso a la de la India de la era de Akbar que a le de Inglaterra en el mismo periodo. Enel plano politico, también la vida municipal estaba sujeta a controles reales, que habian ido aumentando ¢de modo intermitente desde el restablecimiento de la pazy el orden bajo Enrique IV. Tras haberse produci do un breve renacimiento municipal durante la Fron- = deen Burdeos, Marsella, Lin y Paris, Luis XIV se de- idi6 a no tolerar ya oposicidn alguna de sus bonnes 7 oS NL aR RA villes. Los controles reales, a lo largo de su reinado, tomaron répido incremento en las partes mas anti- guas de Francia. A través de las ciudades el rey con- twolaba las provincias, si bien existfan muchas dife- rencias locales; aun permitiendo a veces que siguieran celebrindose elecciones municipales, era siempre él} quien designaba el corregidor, directa o indirecta- _ mente. De todo ello resulta evidente que, bajo Luis XIV, el impulso hacia el establecimiento de las bases de una sociedad moderna, es decir un Estado unificado e in- cluso algunos de los habitos modernos de precisién y. de obediencia, procedia mucho més de la burocracia real que de la burguesfa. Es improbable, sin embargo, que ello obedeciera a un designio deliberado de la co- rona. Su auténtica funcién consistia entonces en man- tener el orden, supervisar la economia y extraer de la sociedad francesa cuantos recursos pudiera para sus- tentar Ia politica real de guerra y de magnificencia. De las dos, la guerra.costaba mucho més cara que la mag- nificencia, aunque no sea posible llevar a cabo evalua ciones exactas. Ni qué decir tiene que la burocracia real de los dias de Luis XIV era mucho menos eficaz ‘en cumplir tales tareas que el aparato administrativo deun Estado del siglo xx. La administracién real francesa debié afrontar las mismas dificultades que han atormentado también a otras burocracias agrarias, como las de la Rusia zaris- ta, la India mongol y la China imperial. En las socie- dades preindustriales, era précticamente imposible engendrar y extraer el excedente econémico necesa- 98 rio para pagar a los miembros de la burocracia un sa- lario que asegurara su dependencia efectiva de la co- ona. Otros métodos de pago si que eran posibles, por «jemplo la garantia de obtener ingresos de determina- das tierras 0 la préctica china de tolerar la corrupcidn para colmar la diferencia entre las ingresos que co- rrespondian a un rango oficial y lo que el monarca po- dia permitirse pagar en concepto de salarios. Tales compensaciones indirectas, no obstante, implican los riesgos de disminuir el control central y.de alentar tuna explotacién que puede excitar el descontento po- pular. La monarquia francesa intenté resolver el pro- blema vendiendo puestos en la burocracia. Aunque 81 practica no se haya dado tnicamente en Francia, la medida en que los reyes franceses recurrieron a ella y el modo como no tan s6lo impregné toda la buro- cracia real sino que adems influy6 en el caracter de la sociedad francesa en conjunto, distinguen a Francia bien marcadamente de otros paises. La sociedad fran- cesa de los siglos xv y xvi nos depara una ilustrativa mezcla de rasgos encontrados que algunos estudiosos © consideran como caracteristicamente occidentales y | caracteristicamente orientales: el feudalismo, la bur- sgvesia y la burocracia. La venta de oficios compendia dicha mezcla de instituciones comerciales y preco- merciales, y represent6 asimismo una tentativa para conciliarlas. Durante largo tiempo la venta de oficios fue una medida politica de sentido comin. Al dar acceso a la burguesia a la administracién real, ganaba aliados para el rey entre esa clase. Probablemente, en las condi- 99 ciones francesas, era un ardid indispensable para con- solidar el poder del rey y, por lo tanto, para marginar Ja nobleza vieja, superar las barreras del feudalismo y echar asf los cimientos de un Estado moderno. Y, des- de el punto de vista del rey, era a la vez una importan- te fuente de ingresos y un método barato de admi- nistraciSn, aunque ninguna de esas particularidades resultaba ventajosa para la sociedad francesa en con- junto.* Pero encerraba asimismo desvettajas, que cobra- ron cada vez mayor importancia con el correr del tiempo. La venta de oficios significaba de hecho que Jos puestos se convertian en una forma de propiedad privada que pasaba de padres a hijos. Fomentaba, pues, que el rey perdiera el control sobre sus subordi nados. La famosa Paulette de 1604, durante el reinado de Enrique IV, garantizé plenos derechos de propie- dad alos detentores de oficios a cambio del pago de un impuesto, con lo que vino a sellar la transicién del car- 4g0 burocritico a la propiedad. A fin de paliar tal situa- ‘i6n, los reyes recurrieron a la caracteristica contra- medida de crear nuevos oficiales, los intendentes, para ‘que vigilaran las actividades de los otros.** Esos mis- ‘mos cargos, no obstante, pasaron a hallarse pronto in directamente sujetos a compra.” Al principio, el estado de nobleza adquirido por 1a compra de un oficio quedabe limitado a la persona del comprador. Después se hizo hereditario. Bajo Luis XIV, desaparecié la norma de que se requerian tres genera- ciones en el mismo cargo para conferir nobleza here- ditaria. Como los altos cargos tendian, de todos mo- { visibles en pleno apogeo del absolutism. Si £ dos, a permanecer en la misma familia, el cambio fue © mas que nada simbilico." El impulso burgués hacia la = propiedad encontré considerable satisfaccién en la bu~ = rocracia real, mientras que cualquier impulso hacia la independencia politica se vio frenado al convertirse el Dburgués en un aristécrata. Mis tarde ello iba a limitar ‘muy severamente la capacidad de la monarquia para | adaptarse a si misma y ala sociedad francesa a proble- F mas cada vez més acuciantes. Las contradicciones y paradojas del sistem eran ya el re- p curso de la venta de oficios, «el mané que nunca falta», F Luis XIV habria tenido que buscar probablemente el [ consentimiento de la nacién, através de los Estados Ge- nerales, para reunir dinero.” La venta de oficios estaba, E pues, en la raiz de la independencia del rey respecto ala f aristocracia y a cualquier control eficaz por un parla- mento. Era el punto de apoyo clave del absolutismo real ‘Al mismo tiempo, con todo, aquella prictica mina "bala independencia del ey. Esti en la raz de la para- doja el que el rey més poderoso de Europa, contra F quien no era posible, ni siquiera imaginable, la mienor P resistencia intestina, aparezca atin a los historiadores F tan mal obedecido, que tenia que considerar la deso- bediencia como perfectamente normal."° «Si bien en las primeras fases del desarrollo de la ‘monarquia la venta de oficios habia ayudado a vincu- lar la burguesfa a la arremetida del monarca contra el feudalismo, el recurso continuo a tal medida debia re- = velar més y més que comunicaba también caracterist- _ eas feudales a la burguesfa. En 1665, Colbert basd su propuesta para abolir la venta de oficios en el argu- mento de que la suma de dinero envuelta en el trifico de cargos volveria con ello al comercio efectivo, lo que resultaria beneficioso para el Estado. Sugiri6 que dicha suma importaba quizés el valor de todas las tierras del reino.” No cabe duda que la afirmacién de Colbert era exagerada. Pero es ciertamente correcta su tesis de que el sistema distrafa energia y recursos del comercio y la industria. Por otro lado, al dar a los plebeyos burgueses un titulo’ de nobleza e imposibili- tar que se supervisaran con rigor sus actividades, la venta de oficios ayudé a que se crease un sentido de identidad corporativa y de inmunidad a las influencias, de fuera, o sea esprit de corps. Los que detentaban car~ {gos se cerraban a la influencia real y se convertian en tenaces defensores de los intereses locales y privile- sos establecidos. EI proceso se ve con mayor claridad en los parle- ‘ments, érganos judiciales que, como los de otros paises, incluso en la Norteamérica del siglo xx, habfan adqui- ido considerable: poder administrativo. Durante la Edad Media. habian proporcionado al rey tuna de las armas més eficaces contra la nobleza. En tiempos de la Fronde, y con posterioridad, querian pasar por uno de los baluartes de la libertad contra el despotismo abso- Iuto. En el siglo xvin se habfan convertido ya en el principal bastién de la reaccién y los privilegios, «la barrera inflexible contra la que se hacia afticos en vano cl espiritu reformador del siglo». A los parlements, en ‘esa pugna con el rey, se unieron otros 6rganos corpo- rativos. Segin Martin Gohring, cuyo estudio sobre ta- 102 les aspectos se ha hecho clisico, dieron a la monarquia el empujén final que la derribé. Por la luz que proyecta sobre nuestro problema, vale la pena referir aqui un episodio de aquel conflicto, la tentativa de Luis XV y su canciller Maupeou de ter- minar con la venta de oficios y la venalidad de lajusti- cia. El incidente tuvo lugar en 1771, poco antes de la muerte de Luis XV, y levanté al punto una tempestad de oposicién. Guiada por la nobleza, aquélla se expre- 6 en términos de derechos naturales del hombre y de libertad individual y politica, e incluso eché mano del Contrato Social. Voltaire se apereibié de la impostura ¥ apoy6 a Maupeou. Detestaba a los parlements en cuanto perseguidores no tan s6lo de Calas sino de lite- +atos como él mismo.** Nos equivocariamos si pusiéramos a-un lado la aparicién de consignas revolucionarias al servicio de una causa reaccionaria por no ver en ello sino wn ex- ponente de privilegios egoistas que buscan justificarse a si mismos.mediante cualquier argumento oportuno. Por alguna cosa nada menos que Montesquieu situado en un puesto de influencia viera el problema _- Lo vefan muy claramente. Que los intereses eréados = hubieran opuesto dura resistencia, es0 es obvio.“Serfa dificil, no obstante, argiir que tales obsticulos eran f insuperables. Habrian sido acaso mis severos que los © afrontados por Enrique IV al forjar la unidad francesa? Por ahora basta con indicar la direccién hacia la que conducen tales consideraciones. Es concebible que L Francia hubiese podido seguir el camino conservador de modernizacién a la manera de Alemania o del Ja- pon. Por otro lado, y debido a razones que s6lo pue- F den ir apareciendo de modo gradual en el curso de la totalidad del libro, es probable que en tal caso los obs- 105 ia aOR NRA EER. ‘taculos hubiesen sido atin mayores. Sea como fuere, la ‘monarquia no procedié segtin ningzin programa pol tico consecuente, y no sobrevivi6. Los problemas agra- rios contribuyeron con un papel muy importante a ocasionar ese resultado. 4 LA OFENSIVA ARISTOCRATICA Y EL COLAPSO DEL-ABSOLUTISMO ida mitad-del siglo xv, el campo la reaccién seforial y experiment6 tun breve y limitado movimiento cercador. Llamar a aquella reaccién feudal es engafioso. Lo que sucedis, como hemos visto mas arriba en este mismo capitulo, fue que penetraron pricticas comerciales y capitalistas en la agricultura a través de métodos feudales. Tal fe- némeno llevaba ya largo tiempo produciéndose, pero en la segunda mitad del siglo xvut adquirié mayor am- plitud. Una de las formas que-revisti6 dicha penetra- ‘in fue la restauracién de los derechos y tributos feu- dales alli donde se habia dejado que cayeran en desuso. Algunos historiadores econémicos ven sus origenes en lanecesidad de dinero contante del sefior, en continuo aumento." Puede que buena parte de la presin pro- cediera de los recién ennoblecidos, que adoptaban una actitud mas comercial y menos patriarcal respecto a sus dominios: hacfan su administracién més estrecha, explotaban los derechos fendales antiguos y estable- cfan nuevos tributos cuando era posible. Ese proceso parece haberse caracterizado sobre todo por los es- 106 fuerzos de los sefiores para obtener una parte mayor ie las cosechas de los campesinos con miras ala venta. Conseguir controlar las tierras de los campesinos era secundario; importaba mucho més hacerse con sus co- sechas. Los tributos feudales pagados en frutos eran los ingresos agricolas que mas rendian, en parte por- que se recaudaban en proporcién directa con la co- secha.” Limitarse a acentuar los aspectos puramente eco- ‘némicos, no obstante, representaria pasar por alto el punto clave, Como se ha indicado repetidas veces en estas paginas, los reajustes feudales, combinados con los del absolutismo real, constituian los mecanismos politicos a través de los que la aristocracia rural fran- ese extraia un excedente econémico de los campesinos. Sin esos mecanismos politicos, el sistema’ econéinico del campo no podia funcionar. Tal era el significado conereto de los privilegios. He aqui también el rasgo esericial que distinguta a la aristocracia francesa de las altas clases rurales inglesas, que desarrollaron métodos: de excraer el excedente totalmente-distintos: Y es en este punto, asimismo, que una versién simplificada del marxismo, cualquier nocién de que la subestruc- tura econémica determina de algin modo automsti- ‘camente la superestructura politica, puede llevar por mal camino. El mecanismo politico era decisivo, y los campesinos, en la época de la Revohicién, revelaron un agudo instinto politico al perseguir hacer pedazos tales engranajes y palancas, instinto que no siempre les acompaii6, como veremos dentro de poco. Contribu- yendo a destrozar aquéllos, imposibles de reparar, co- 107 adyuvaron a destruir el ancien régime, La significacién de la reaccién seitorial, insisto en ello, reside en el impulso, sea cual fuere, que dio a tales cambios poli- ticos. El movimiento cercador fue una forma més osten- sible de transformacién capitalista de la agriculeura. as6 a cobrar fuerza durante la segunda mitad del si- glo xvii, aunque jamds legara a ser tan amplio como en Inglaterra, salvo quizas en la Normandia, donde las industrias textiles, en especial en los contornos de Caux, tomaron ineremento lo misnto en las ciudades que en el campo." El movimiento cercador francés sig- nificé, pues, en parte una respuesta al comercio, como en Inglaterra. Pero en Francia, mientras duré, fre mu- cho més asunto de politica gubernamental y de discu~ siones intelectuales que en Inglaterra, donde consistié en tin movimiento espontineo de la gentry. Cuando, por algin tiempo, los fisidcratas consiguieron que le prestaran ofdos importantes oficiales reales, la politica de cercamiento fue momentineamente promovida.” Sin embargo, asi que el gobierno encontré resistencia, se eché atris. El impulso se extingui6, en lo esencial, por el afio 1771. La timidez fue la nota dominante del ‘ancien régime hasta el final.® El embate fisiocratico duré més. Aunque por largo tiempo no se atrevieran los fisidcratas a arremeter contra el feudalismo, en 1776, bajo el ministerio de Turgot, su amigo y secreta- rio Boncerf propuso, cuando menos para la siguiente generacién, la redencién monetaria de los derechos feudales."* Asi pues, el capitalismo se estaba infiltrando en el 108 ‘campo francés por cualquier hendedura que se le abrie~ 13, ya revistiendo la forma del feudalismo a través de la reaccién seftorial, ya la de un ataque al feudalismo, ya bajo la bandera del «progreso» y la «razén» a través del movimiento cercador oficialmente patrocinado. La penetracién mis rapida tuvo que aguardar a las me- didas de la Revolucién, y a sus mucho mis tardios re- sultados, Ciertos derechos de pasto comunal, por ejem- plo, no se abolieron hasta 1889." ‘Aunque la limitada penetracién capitalista fracasa- ra durante el siglo xvnt en revolucionar la agriculeura y eliminar el campesinado, advino de tal manera, que intensified fuertemente la hostilidad campesina contra el ancien régime. Los campesinos se resintieron del au- tnento de los derechos feudales y del restablecimiento de antiguos derechos por hibiles abogados. Cosa mis importante atin: el frrteo del gobierno con los cerca- mientos motivé que los campesinos se volvieran con tra la monarquia. Muchos cabiers de las communes en 1789 exigian enérgicamente la restauracién del anti- guo orden y la retirada de los edictos de cercamiento.* ‘Todo ello trajo por consecuencia alentar la unidad del Tercer Estado y empujar a muchos campesinos y a un sector de Jos habitantes de las ciudades a una oposi- cin més vehemente contra el antiguo orden. Tales eo- rrientes explican en gran parte por qué el campesina~ do més préspero de Europa llegé a convertirse en tna fuerza revolucionaria de primera magnitud. A través de los parlements, los peldaiios mas altos de la noblesse de robe apoyaban ¢ intensificaban la reac~ ci6n seftorial. Con anterioridad, segiin hemos visto, la 109 burocracia real habia servido para atraer caudales merciales a la causa real. A la vez, sin embargo, habia, provocado que pequefios, pero influyentes secrores de la burguesia se convirtieran en vehementes defenso- res de privilegios concebidos como propiedad privada vvinculada al individuo. He aqui, de nuevo, maneras de pensar y de hacer capitalistas infitrandose por entre los poros del antiguo orden. Durante el siglo xv, esas tendencias no tan sélo continuaron, sino que se intensifiearon. Ya en 1715 trascendian signos de que Ja nueva nobleza judicial habia ganado aceptacién, de ‘que los muros no cesaban de allanarse y de que, en rea- lidad, Francia conoceria pronto una sola nobleza que defenderia el mismo conjunto de privilegios contra la, intrusién real y popular. Hacia 1730, la fusién-era muy visible.” Dado que la nobleza vieja carecia de cualquier base institucional que le permitiera desafiar con eficacia al rey y que, en cambio, el grupo més re- ciente posefa tal base en el sistema de tribunales sobe- ranos, el estrato més antiguo creyé necesario, pensan~ do en dichas ventajas politicas, concederle aceptacién. ial. Como el estilo de vida de los dos sectores se hacfa cada vez. mis semejante, las dificultades para fu- sionarse fueron disminuyendo también sin cesar.” Bajo Luis XIV, el aparato judicial del rey continué fancionando como un gran centro de reclutamiento aque integraba a los plebeyos ricos en aquella parte de las fuefzas vivas que consttufa el punto focal de la opo- sicin a la reforma. De novecientos evarenta y tes par Jementaires reclutados durante el petiodo 1774-1789 y todavia en funciones en 1790, no menos de tres 10 cientos noventa y cuatro, 0 sea el 42 por ciento, eran antiguos roturiers convertidos en nobles en virtud de su nueva posicién. De la més o menos operante coalicién que hemos venido exponiendo, la nobleza vieja deveng6 el poder reservindose ciertas posiciones clave para si misma Hacia el final del ancien régime consiguid, en efecto, le- vantar més y més barreras al poder del dinero. Los al- tos cargos y el ejército constituyeron vedados donde aquél encontraba sus fronteras.”° Por los afios ochenta, Ia coalicién aristocrética en un todo habia «arruinado a Maupeou y Turgot, reconquistado todos los obispa- dos del reino, impuesto la norma de los cuatro cuarte- les de la nobleza para los altos mandos.del ejército y forzado a la monarqui a una amilanada y, a la larga, fatal solicitud por los intereses privilegiados».”" La integracién de muchos burgueses en la nobleza hhace muy dudosa una difundida exégesis de la Revolu- cin: que una.de:sus.causas capitales fue el caricter cerrado de la aristocracia francesa; cerrado; claro esté, en comparacién con los limites fluidos y'lafacilidad de acceso que reinaban en la Inglaterra contemporénea. Las constataciones precedentes indican que el con- traste estribé sobre todo en una formalidad legal. En la prictica, el acceso al estado aristocratico puede que zo presentase vallas més dificiles en la Francia de la se- gunda mitad del siglo xvun que en la Inglaterra del mismo periodo. Estamos faltos de estadisticas. Otra ‘vez nos encontramos aqui, sin embargo, con una cues- tién en la que las evaluaciones cuantitativas no pue- den penetrar las importantes diferencias cualitativas. ‘Como se ha indicado antes, la situacién en que se die- ron movilidad social ascendente y fusién fue en con- junto muy distinta en uno y otro pais. En Inglaterra, la fusi6n tuvo lugar en gran medida fuera del émbito de influencia de la monarquia y contra el rey. Los pro~ pietarios rurales cerradores no querfan que el rey se entrometiera en los asuntos de sus campesinos; los ciu- dadanos acaudalados, que hiciera de las buenas opor- tunidades de negocio un vedado para un puiiado de favoritos. Importantes sectores de ambas clases ni ne- ccesitaban ni querian en aquel pais armas politica reci- bidas en préstamo del arsenal de un feudalismo muer- to 0 del absolutismo real. En Francia, por el contrario, Ja monarquia convirti6 a plebeyos en aristécratas ha- cendados que necesitaban proteccién feudal; a fin de cuentas, por tanto, en obstinados defensores de los privilegios y vigorosos oponentes de sus propios es- fuerzos intermitentes para una reforma. ¥ lo hizo con tales procedimientos, que se cre6 enemigos entre los sectores de la burguesia que no estaban identificados con el antiguo orden. Estos burgueses, entre tanto, iban volviéndose cada vex. més fuertes. Hasta aqui no han recibido atencién de los historiadores y sociélogos en el mismo grado que Ia nobleza y los campesinos.” No obstante, al- gunos puntos de gran importancia para el presente anilisis se hallan pasaderamente bien establecidos. El siglo, en sus lineas fundamentales, fue de acusado pro- sgreso econémico para el comercio y para la industria Sobre todo se intensified el comercio con el extranje- ro, de hecho con mayor rapidez.que en la misma In- glaterra.”” En lo que concierne a los iltimos afios del ancien régime, hay diversidad de opiniones. C. E. La- brousse, que ha llevado a cabo un detallado estudio de los precios, cree que desde alrededor de 1778 en ade- lante se atraves6 por un periodo de fuerte depresin, que afecté tanto a la industria como a la agricultura.”* En cambio, en una obra anterior, Henri Sée describe las dos iltimas décadas del siglo como una fase en que se produjo un esfuerzo supremo en la gran industria; si Francia continuaba rezagada con respecto a Inglaterra al estallar Ia Revolucién, ello se debia tan s6lo a que habia partido de mucho més atras que su competidora del otro lado del Canal.® La regulacién por el gobier- no de la industria fue aiin muy importante en'el siglo xvin, aunque la oleada de edictos sugiere que lis regu laciones no resultaban muy eficaces. En la segunda mitad del siglo, el control del gobierno disminuyé.”* Al irse ensanchando la base social del comercio y en menor grado, de la industria, subieron de punto las exigencias de que se desembarazase el trfico ¥la pro- duccién de sus ancestrales cadenas. = ‘Turgot sirvid de portavoz. a tales fuerzas. Cre firmemente en el despotismo ilustrado y en la liber- tad de produccién y de intercambio lo mismo para la industria que para la agricultura, y llegé al poder. Una ojeada a las reformas que intenté y a la oposi- cci6n que despertaron nos ayudard a apreciar la po- tencia de las fuerzas impulsoras de una versién cli ca del capitalismo, basado en la propiedad privada y la libre competencia y sin el apoyo de las institucio- nes precapitalistas. Su programa, slo en parte reali- 13 zado, incluia una reforma del sistema contributivo, libre trifico de granos (introducido por el edicto del 13 de setiembre de 1774) la supresin de la corvée la supresién de los gremios, y libertad de los trabajado- res para elegir su ocupacidn.” La politica de Turgot descontents a los pequeftos consumidores de alimen- tos, gravemiéente trastornados por el alza de precios que siguié al libre trafico de granos. Estallaron tu- multos en todo el pais; algunos amotinados llegaron a invadir el patio de Versalles para exigir que se obl gara a los panaderos a reducir los precios del pan, he- cho que prefiguraba los de la Revolucién en el apo- geo del Terror. Aunque en esa ocasién Luis XVI se mantwvo firme, el incidente dificilmente podia refor- zar el crédito de Turgot en la corte." No eabe duda que existia una fuerte exigencia popular de una eco- noma controlada de tipo muy arcaico, es decir de tuna economia en que el énfasis no estuviera puesto en el aumento de la produccién, sino en que-une au- toridad benevolente asegurara una «equitativa» dis- tribucién de las necesidades elementales a los pobres. Ese sentimiento, con hondas raices entre los estratos inferiores de los campesinos y de la plebe urbana, los famosos sans-culotes seria la fuente més importante de medidas radicales alo largo de la Revolucién. Los proyectos de Turgot despertaron, ademas, la oposi- idn de los financieros que se aprovechaban de la co- rupcién de la burocracia y de los fabricantes que es- taban indignados de que aqueél se negara a proteger la industria francesa, en particular la que dependia del algodén y el hierro, contra la'competencia extranjera 14 ya prohibir la exportacién de materias primas nece- sarias para la industria.” La cozlicién de intereses contra Turgot es un indi- cio mas de que las fuerzas que persegufan romper las, duraderas cadenas del feudalismo y establecer algo asi ‘como la propiedad privada y la libre competencia esta- ban lejos de ser las dominantes en Ia sociedad francesa en visperas de la Revolucién, por més incremento que hubieran tomado durante lo ya transcurrido del si glo xvut, Calificar a la Revolucién de burguesa y capi talista tan sélo en ese sentido es a todas luces erréneo. Al introducirse en Francia, el capitalismo se revistié a menudo de una méscara feudal, sobre todo en el cam- po. La apetencia de derechos de propiedad dentro del sistema reinante era muy fuerte, como lo demuestran la venta de oficios y la reaccién seftorial. El capitalis- ‘mo, como advirtié Jaurés, el gran historiador socialis- ta de la Revolucién, sin sacar Iuego de ello las nece- sarias conclusiones, impregné el ancien régime, y lo srerorcié de tal manera, que exasper6 a importantes sectores de las clases privilegiadas y, asimismo, a los campesinos, ala vez que les volvia también contra la monarquia. En parte por esa razén, el empuje radical aque aliment6 a la Revolucién, centrado en los sans-cu- lottery en ciertos sectores del campesinado, fue expli- cita e intensamente anticapitalista. Los campesinos 0s, como veremos, fijaron los limites hasta dénde podia llegar el anticapitalismo radical. A la larga, las fuerzas que pugnaban por una propiedad privada libre de ancestrales cadenas alcanzaron importantes victo- rias en la ciudad y en el campo. Para conseguir riun- 15 sat miata far, sin embargo, los capitalists tuvieron con frecuen- cia necesidad de la ayuda de sus més acerbos enemigos. 5: LA RELACION DE LOS CAMPESINOS CON EL RADICALISMO DURANTE LA REVOLUGION Hasta aqui se ha tratado de ifuminar las fuentes tanto de la rigidez.como de las exigencias de cambio que se acumulaban de modo gradual entre las clases domi-, nantes. Al pasar a analizar la propia Revoluci6n; los hechos imponen un cambio de enfoque que centre la atencidn en las clases bajas. La sociedad francesa se de- sintegré de arriba abajo cuando la monarquia, por ra~ zones institucionales y personales, fue cada vez menos capaz de controlar las fuerzas disgregadoras especifi- cadas en los apartados precedentes. El colapso aumen- 16 el descontento latente entre las clases bajas y posibi- Jit6 que saliera a luz. Nos consta que hacia ya cierto tiempo que ello se fraguaba, Revueltas campesinas en que también participaba la gente menuda de ls ciuda~ des salpican el transcurso de! siglo xv. Acontecieron en distintas partes de Francia en 1639, 1662, 1664, 1670, 1674y 1675." Por sisolo, no obstante, el resentimien- to popular no podia promover una revolucién. $i se intensificé 0 no en la fase previa a la Revolucién, no esté del todo claro; es muy probable que silo hiciera. Sea como fuere,s6lo al combinarse, aunque por breve tiempo, con los de grupos ms poderosps, podrian los agravios populares contribuir a echar 2 pique la mo- narquia entre fuego, sangre y humo. n6 La causa de los estallidos previos, la naturaleza del mundo de los campesinos, los problemas de los que constituian la gran mayoria de la poblacién francesa, zo aparecen sino confusamente en los estudios de los grandes dias del absolutismo real" Al aproximarse la Revolucidn, trascienden més detalles, hasta el punto de que por lo menos algunos de los perfiles esenciales de la sociedad campesina resultan bastante distingui- bles. En ausencia de una revolucién comercial como la «que tuvo lugar en Inglaterra o de una reaccidn seftorial por el estilo de la que se dio en Prusia, y también en Rusia por razones bastante distintas, muchos campesi- nos franceses se habfan convertido de hecho en peque- fios propietarios. Si bien es imposible dar cifras preci sas sobre esos cogs de paroise —cuyos equivalentes recibirin el nombre de kuaks en Rusia en una etapa ‘is tardia—, no cabe duda que representaban tna mi: noria considerable y muy influyente. La gran mayoria de los campesinos quedaban por bajo de ellos segtin imperceptibles gradaciones, desde los que tenian re- ducidos lopins de terre hasta los que no tenian naila de nada, los jornaleros agricolas. A uno le da la impresion —pero no es més que una impresién— que el ntimero de los pequefios explotadores de tierras y de los que no. disponfan de ninguna habfa ido aumentando, con len- titud pero de continuo, por lo menos desde dos siglos atris. Lefebvre afirma que en 1789 la gran mayoria de los propietarios rurales no posefan suficiente tierra para vivir y debian trabajar para otros o encontrar al- guna ocupacién auxiliar. Tropezamos aqui de nuevo con la falta de estadisticas de conjunto. Pero, en mu- ny ‘has partes del pas, las familias sin ninguna tierra pue- den haber significado del 20 hasta incluso el 70 por ciento de la poblacién campesina." Entre los campesinos mis pobres, cabe discernir dos grandes reivindicaciones. Primeramente, y quicé més que cualquier otra cosa, querian una parcela de tierra si no tenfan ninguna, y ensancharla un tanto si ya tenjan una. En segundo lugar, ansiaban preservar aquellas costumbres especificas de la comunidad al- deana que les beneficiaban. El apego de los campesi- ‘nos pobres a la comunidad aldeana no se extendia a to- dos sus aspectos. Cuando vislumbraron, durante la Revolucién, la oportunidad de conseguir una parcela de tierra si se dividian los terrenos comunales de fa al- dea, lo reclamaron a voz en grito. Fueron sobre todo los campesinos ricos quienes se opusieron al parcela- miento de aquéllos, en parte porque a menudo eran los tinicos que los utlizaban como pastos para el gana- do con que labraban sus tierras."' Sin embargo, ciertas précticas.colectivistas eran importantes para los cam= pesinos pobres. La més notable consistia en el derecho de vaine pérure, En las extensiones cultivadas, ese dere- cho formaba parte del antiguo sistema de campos abiertos, que imperaba atin en amplias zonas de Fran- cia a falta de un movimiento cercador poderoso. Los labrantios, dispuestos en hazas, rodeaban el racimo de viviendas que constitufan la aldea. Debian pasar todos por cada fase del ciclo agricola al mismo tiempo, pric- tica conocida en Francia con el nombre de assoement forcé, y con el de Flurzwang en los paises de habla ale~ ‘mana. Una vez recogida la cosecha, los derechos del 18 propietario, como observa grificamente Bloch, se dor- ran, y el ganado vagaba libremente por los campos, no cercados. También en los henares, propiedad a la saz6n o de un sefior o de la aldea en conjunto o de un ‘campesino acomodado, imperaba en muchas zonas un concierto similar: una vez.que se habia segado el heno, Jos prados se dejaban abiertos para que el ganado pu- diese pacer en ellos y comerse la segunda hierba (re- ‘gtin), El derecho de vaine pature era importantisimo para los campesinos mas pobres, expuestos a que se les impidiera hacer mucho uso de los terrenos comunales. ‘Aunque @ menudo carecfan de caballos y de arados, so- lian poser una vaca 0 uns oveja y algunas cabras que Jes procuraban carne para comer o la oportunidad de conseguir un poco de dinero. Eran también importan- tes el derecho de espigar, que llevaba a hordas de cam- pesinos pobres a pulular por los campos durante un iiimero especificado de dias bajo la ansiosa mirada de los propietarios, y los de recoger leita y pastorear ani- males en los bosques." Las consecuencias politcas fueron un cisma den- tro del campesinado y una desintegracién muy marca- da de la comunidad campesina. Como en muchas otras partes del mundo, los campesinos més pobres resulta- * ron en Francia las victimas principales cuando las fuer zas de la modernizacién desbarataron la vetusta so- ciedad aldeana que habia gobernado la divisién del trabajo y les habia conferido a ellos desde tiempo in- memorial un lugar modesto, pero respetado, dentro de su pequefio mundo. Si bien las aldeas francesas, de las que existian muchos tipos distintos, sufrieron por 119 lo general més tarde y con menor intensidad y por dis- tintas razones que sus equivalentes inglesas, no obs- tante, al acercarse el siglo xvi a su final, tal forma de sociedad aparece sometida a un embate muy visible." La situacién creada entonces empujé a muchos pobres rurales violentasteorias igualitaias. Para ellos la mo- dernizacién significaba ante todo que los campesinos présperos bloqueaban el reparto del suelo (incluso de has tierras confiscadas durante la Revolucién) y les condenaban al hambre al restringir los dérechos de’es~ pigar y de pastoreo, una de las secuelas del avance ru- ral hacia formas modernas de propiedad privada. En la ciispide de la Revolucidn, el radicalismo de las ciuda~ des y el del campo se dieron la mano, hecho que ayu- da 2 explicar la profundidad y violencia de la Revolu- cién Francesa en comparacién con su precursora inglesa. No hubo, sin embargo, una sola revolucién campesina que Hlevara un solo camino, a veees wnién- dose, a veces oponigndose a la revolucién de las ciuda- des y dela capital. Coexistieron, por lo menos, dos re- voluciones campesinas, fa de I aristocracia campesina yy lade la mis amplia y difusa mayoria, cada una de las ‘cuales siguié su propio curso que, eventualmente, las levé a fusionarse o a entrar en oposicién con las olea- das revolucionarias de las ciudades. Volviendo ahora a los rangos superiores del cam- pesinado, parece claro, por lo menos pasaderamente claro, que sus motivos de descontento dimanaban de ‘su posicién ambigua: posefan la tierra sin que en rigor les perteneciera."* De todas formas, como es bien sabi- do, la posicién legal y social del campesinado francés, 120 en sus niveles més altos, estaba sujeta a menos restric- ciones represivas que en cualquier otro pais del conti- nente. La mayoria de ellos eran personalmente libres. Por eso sus exigencias, hasta donde podemos alcanzar ‘ver por las refracciones de los cabiers, apuntaban pri- ‘mordialmente a eliminar los aspectos arbitrarios del sistema feudal, que habfan venido aumentando duran- te Jos iltimos afios del antiguo orden. En agudo con- taste con la burguesfa, no impugnaban la posicién social y los privilegios especiales de la nobleza. Al con- trario: a menudo los reconocieron de modo expreso,”” hecho que indica que no percibian quiza ninguna co- nexi6n general entre los privilegios de la nobleza y sus propios problemas. No cabe duda que, en 1789, sin que hubieran mediado graves trastornos, no se habrian convertido en una fuerza revolucionaria activa. Bsas sacudidas no tardaron en llegar. ‘Uno de los impulsos revolucionarios procedié de los manejos de la nobleza y de las vacilaciones del rey que precedieron y siguieron a la reunién de los Esta- dos Generales. Los campesinos, ciertamente, ni perci- bian el alcance ni se preocupaban demasiado de cues- tiones tales como la de que se votara por estamentos © por individuos, que agitaba el resto de Francia. Es asi- mismo improbable que les inquietase de modo pro- fando el quebranto de las finanzas borbénicas y la perspectiva de bancarrota. La distribucién de las ear- fs scales entre los distintos estamentos tampoco de- bia de apasionarles en exceso; el campesino se intere- saba por su cuota en su aldea, la cual variaba de un lugar a otro en forma tan aturdidora, que sélo los es- nr pecialistas podian alcanzar a comprenderla.** Todas esas cuestiones, en cambio, agitaban sobre manera a un amplio sector de los ciudadanos instruidos. La no- bleza estaba tratando de aduefiarse del Estado valién- dose del mecanismo de los Estados Generales, logica secuela de sus objetivos durante la llamada reaccién feudal. Su aversi6n a transigir en tal empefio hizo mo- mentineamente de Jo que no era més que una etique- ta para designar los sectores que no pertenecfan ni ala nobleza nial clero —el Tiers Etat— algo préximo a una tendencia politica homogénea. ‘Muchos de los nobles mas ricos y, en especial, de los liberales, que desempefiaron un papel conspicuo ‘en aquella primera fase de la Revolucién, estaban bas tante dispuestos a hacer concesiones considerables. En lo tocante a las cuestiones agrarias, incluso lo estaban a sacrificar algunos de los derechos feudales més opre- sivos sin indemnizacién. El elemento reaccionario que por algiin tiempo se fusioné con el Tiers Etat procedia muy probablemente en gran medida de la multitud de pequeiios sefiores rurales que vivian de sus derechos y no tenian ni voluntad ni capacidad ni oportunidad de llevar sus negocios como los plebeyos, aun cuando se les indemnizara por la pérdida de los derechos feu- dales.”” ‘Otros impulsos eran més fortuitos. En 1786, el go- bierno francés habja reducido fuertemente sus dere- cchos de aduana sobre las manufacturas inglesas, lo cual dejé sin trabajo 2 mucha gente. Resultaron también afectados, en algunas regiones, los campesinos, al que- dar restringido 0 eliminado el empleo exterior. Un de- creto del afio 1787 anulé las restricciones al trifico de ‘granos, entre ellas las que imponian que los cultivado- +5 los levasen al mercado local. La cosecha del oto¥io de 1788 fue desastrosamente escasa. Siguieron un vierno de extraordinaria crudeza y una primavera pla- gada de violentas tempestades e inundaciones.” En el * verano de 1789, las calamidades naturales se combina- ron con las incertidumbres y ansiedades politicas para suscitar una serie de pénicos y de revueltas campesinas en muchas partes de Francia. Empez6 con ello a ponerse de manifiesto el poten cial radical del campesinado. Aunque los trastornos conocidos como la Grande Peur revistieran distintas formas en las diversas partes de Francia, la oposicién al feudalismo se present6 por doquier. Incluso en las 20- nas donde no se alzaron, los campesinos se negaban a cumplir con sus obligaciones feudales.”' Se propaga- ban con rapidez toda suerte de rumores exagerados; Jos temores de un complot aristocritico, no carente de fandamento, facilitaron que.los campesinos obcuvie~ sen el apoyo de las clases ciudadanas més pobres. Al deteriorarse la autoridad del gobierno central, Francia parecia estarse descomponiendo en una red de peque- fiasciudades y comunidades. La desintegracién del or- den piiblico motivaba que los ciudadanos acomodados de la burguesia acogieran de buena gana en sus filas a Jos nobles liberales. Las clases més pobres, por otro lado, recelaban de ellos y tataban de marginarlos. Asi, en las zonas donde reinaba el pénico, los duefios de propiedades medianas en la ciudad 0 en el campo se constituian en grupos de defensa locales para prote- 133 .gerse a si mismos contra los bandoleros, que suponian ‘movidos por una aristocraciaintrigante.” Alli donde se produjeron auténticas revueltas agra- rias y jacqueries, no existié Grande Peur.®* En esas 20- ras, el bandolero era el campesino en marcha. No ha] bia ninguna necesidad de pensar en bandoleros, y ninguna posibilidad tampoco de imaginar que eran el instrumento de los arist6cratas. La violencia campesi- za en gran escala asustaba a la burguesia, en particular, | a aquellos burgueses para los que los derechos feudales' representaban una forma tan segrada de propiedad como cualquier otra, y los echaba en brazos de'la no- bleza. Después de la toma de la Bastilla, la burguesia de algunas regiones, sobre todo de Alsacia, donde los alzamientos campesinos fueron especialmente violeny tos, cooper6 sin reservas con las clases privilegiadas para reprimitlos.* La Revolucién habia ya desencadenado fuerzas so- ciales ansiosamente dispuestas a ponerle fin. La con- trarrevolucién tenia algo asi como su liderazgo en Paris, y valimiento cerca del rey. Por algiin tiempo, parecia posible que le sonriera el éxito. El rr de julio de 1789, Necker fue destituido precipitadamente y desterrado de Francia. La nobleza habia dado mues- tras de que no estaba dispuesta a aceptar la victoria del Tiers Etat, que se habia separado de los Estados Gene- | rales llevindose consigo al clero y a cuarenta y siete nobles para formar la Asamblea Constituyente, for- malmente establecida el 7 de julio de 1789. Se estaban ‘concentrando tropas alrededor de Paris. El campo se hallaba agitado por la razones que ya hemos visto. El 124 hambre amenazaba. Existfan sospechas de que el rey preparaba un golpe. La Asamblea Constituyente se te- mia lo peor. En aquel momento, un alzamiento popu- lar salv6 la revolucién moderada y la propulsé hacia © adelante. La poblacién de Paris no tenia la intencién de salvar la Asamblea; actué «de rechazo», a manera de reaccién defensiva. En aquellos dias fueron con- tinuos los pénicos, primeras manifestaciones de la Grande Peur. Viendo Paris rodeado por tropas reales y «bandoleros» y temiendo que seria bombardeado y tentregado al pillaje, masas de ciudadanos levantaron barricadas y se apoderaron de treinta y dos mil rifles | enlos Invalidos. Por la mafana del 14 de julio, se diri- © gieron a la Bastilla para conseguir mas armas y acaba ron tomando por asalto el famoso simbolo de la auto- ridad arbitraria. En la toma de la Bastilla y la breve oleada de ven- ganza popular que le sigui6, aparecieron ya, como in- | dica Lefebvre, algunos de los rasgos esenciales del componente radical de la Revolucién Francesa: el te- __ mor de complots contrarrevolucionarios, el alzaniien- | to defensivo de las masas, integradas sobre todo: por artesanos pobres y oficiales, y la voluntad de castigar y destruir a los enemigos.” ‘Tales caracteristicas reaparecen en cada uno de los principales flujos populares de la Revolucidn. Es bien © sabido que la Revolucién empezé con una ofensiva de la nobleza y fue radicalizandose a medida que avanzaba, Hasta poco antes de la caida de Robespierre, el 9 Ter- midor 0 27 de julio de 1794, fueron llegando al poder sectores cada ver més radicales de la burguesta que se- 15 {guian, asimismo, orientaciones politicas mas y mis ra «ales. Siempre que las fuerzas conservadoras —que, por supuesto, fueron cada vez menos conservadoras esta- vvieron representadas, en las sucesivas ocasiones, por un grupo distinto—, trataron de frenar la Revoluci6n, una “ofensiva radical desde abajo las propulsé hacia delante ‘Tres grandes convulsiones populares, tres famosas jour- nées, jalonaron esa serie de giros repentinos hacia Ia iz~ quierda. La primera fue la toma de la Bastilla el'1q de julio de 1789. La segunda, la toma de las Tallerias el 10 de agosto de 1792, que condujo a fa ejecucién de Luis XVI. El tercer alzamiento, el del 31 de mayo de | 1793, tuvo lugar en medio de circunstancias parecidas; pero mis graves, y formé parte de la cadena de sucesos que llevaron al reinado del «terror» ya la breve supre- | ‘macia de Robespierre. El principal impulso que deter- iné cada flujo procedia de los sans-culottes parisienses. Y¥ el éxito de las sucesivas oleadas duraba siempre tan s6lo lo que el apoyo activo del campo. Cuando ése cesa- ba, cuando las exigencias de los sans-euotesentraban en. conflicto con las de-los campesinos propietarios, el im- pulso motor de la revolucidn radical se iba agotando, y sus residuos urbanos eran ficilmente reprimidos. Por eso es justo sostener que el campesinado, aun no siendo la principal fuerza propulsors, fue el érbitro de la Revolucién, una fuerza muy importante, en una medida responsable de lo que, retrospectivamente, pa- rece el logro mas importante y perdurable de la Revo- lucién: el desmantelamiento del feudalismo. Volviendo al curso de los hechos, la toma de la Bastilla fue mas trascendental en un sentido simbolico 16 que como una victoria politica o militar concreta. Re~ sultarfa més importante el golpe mortal asestado al ~ -feudalismo pocas semanas después, en la famosa noche del 4 de agosto de 1789, cuyos origenes, segtin se aca- ba de indicar, pueden hacerse remontar de un modo directo a disturbios campesinos. La Asamblea Consti- tuyente se encontré entonces en delicada postura. La mayorfa de sus miembros eran hombres de ley y or- den, por mas que les hubiera salvado un alzainiento popular. Poseedores de considerables bienes, no te- fan por lo general ningiin deseo de ver desenfrenarse a los campesinos. Sin embargo, de volver al rey y a lo que quedaba del aparato real para restaurar el orden, harfan el juego a los elementos intransigentes de la © aristocracia y se perderian las ganancias de la Revolu- cién, Estando asi las cosas, las maniobras de una mi- noria lograron llevar a la Asamblea a aprobar los de cretos. Aunque ef texto de la declaracién empiece afir- ‘mando que la Asamblea destrufa por completo el feu- dalismo, ello era exagerado. La anulacién de los dere- chos feudales basados en la tierra quedaba sujeta a pagos que los redimiesen, lo cual hubiera significado su supervivencia por bastante tiempo. Subsistian tam- bign otros remanentes, entre ellos las prerrogatives honorificas. Slo mas tarde, en fases més radicales de Ja Revolucién, vino a consumar la legislaciGn posterior la casi totalidad de la tarea de desmontar los residuos de la estructura feudal, no cabe duda que en una linea de continuidad con la obra del absolutismo real, como subray6 ya De Tocqueville. La Asamblea, con todo, 127 vot6 Ia igualdad ante Ia ley, la abolicién de los dere- chos feudales de naruraleza personal (sin indemniza- ci6n), la igualdad de las puniciones, la facultad de ac- eso de todos los ciudadanos a los servicios piblicos, la abolicién de la venta de oficios y la supresién del diez- | ‘mo (sin indemnizacin). Semejante serie de decretos justifiea que se considere aquel seftalado momento ‘como el «certificado de defuncién del ancien régime». Permitaseme insistir en que no se trétd dey un ‘arranque de generosidad espontinea. La Asamblea ac- ‘6 con un pufal al pecho: los des6rdenes populares. Echar mano de ocasiones como esa, en que las clases | altas se mostraron propicias a las concesiones, fuera de su contexto para argiiir que no habia necesidad del ra- dicalismo revolucionario, seria falsificar completa- mente la situacién, La segunda fase radical, provocada también por un conato de reaceidn, repitié el mismo modelo, pero con intensidad mayor. La tentativa de Fuga del rey, frustra- da en Varennes (20-25 de junio de 1791), destruyé cualquier hipotética posibilidad de que la Revolucién viniese a parar a una monarquia constitucional gober- nada por las clases superiores como en Inglaterra. En lia primavera de 1792, estallé la guerra con Austria, Los adalides de la Gironde, dentro de la que pesaban fuertemente los intereses comerciales y exportadores, Ja promovieron para difundir el evangelio revolucio- nario y, ala vez, por razones més materiales. Lafayette intent utiizarla para un fin radicalmente opuesto: restaurar el orden. El peligro de un golpe militar era real.” A partir de noviembre de 1791, se produjeron 128 F una serie de alzam 3 sntos populares en muchas zonas F rurales para protestar contra la exportacién de granos F en aquel momento de aguda escasez. La idea de enviar ‘granos fuera del pais —cuando valian mais en Francia que en el exterior— era, de por si, certamente absur- Fda, Los alborotos, aunque reprimidos sin grandes difi- cultades, revelan el estado de excitacién y de desorden. | Las capas pobres de las ciudades, asimismo, sufrian Fduramente los efectos de la creciente inflacion. A ‘una atmésfera tan cargada, se afiadian atin los reveses militares. El golpe que clarificé el aire, la toma por asilto de las Tallerias y la famosa matanza de guardias suizos —r0 de agosto de 1792— fue obra otra vez de & las multitudes parisienses, en especial artesanos’p bres, oficiales, eteétera.'* Aunque centrado en Pa ; el movimiento popular y radical recibi6 el apoyo act vo de las provincias. Fue el gran momento de la can- én de guerra y revuelta de Rouget de Lisle, cantada ‘por los batallones jacobinos en su mareha desde Mar- > sella para acudir en ayuda de sus camaradas de Paris. La convalsin del 10 de agosto no se limits tan sélo a Paris como la del 14 de julio, sino que tuvo earicter de alzamiento nacional." En el plano politico interior, las consecuencias fue- ron la virtual abdicacién de Ia Asamblea Legislativa, que habia reemplazado a la Asamblea Constituyente | octubre de 17915 el proceso de Luis XVI, si bien no se celebraria hasta fines de 1792; y, mas de inmediato, Ja venganza popular que trajo las que atormentaban al pucblo bajo una revolucién pre- tendidamente llevada a cabo en su nombre. Y, acto se~ guido, expresé a las claras su nostalgia por los das en F ‘que reglamentaciones paternalistas evitaban que los pobres tuvieran que pagar por las necesidades elemen- Fo tales tres veces més de lo que valian. El programa’de Roux, si puede llamarse asi, no iba més alld de esas no- © ciones. Proclamarlas, sin embargo, por muy simples ‘que fueran, representaba impugnar el derecho de pro- F piedad y la legitimidad de la Revolucién entera, y cier- F- tamente requeria valor. Ast pues, los radicales del campo y de la ciudad _ compartian una hostilidad comin contra los ricos que se estaban aprovechando de la Revolucién y del fun- E cionamiento sin trabas del mercado. Otro testimonio © de que el radicalismo urbano y el rural estaban persi- “7 guiendo objetivos compatibles, nos lo depara un signi- ficativo deta citado por Mathiez en relacién con el levaniamiento del 31 de mayo de 1793. Algunos meses antes, habjan venido a Paris delegados de los fédérés de} cchenta y tres departamentos. Aunque los lideres de la Gironda esperaban utilizar a ese grupo en su pugna | contra la Comuna de Paris y la Montafa, los delega- dos cayeron bajo la influencia de los enrages." Que | sgentes dé las provincias en quienes confiaba la Giron- | dda fueran susceptibles de tales ideas indica la amplitud del radicalismo anticapitalsta a la sazén. Fue, probablemente, por ese motivo que la Mon- tafla, poco después del levantamiento del 31 de mayo de 1793, creyé aconsejable hacer importantes conce- siones al campesinado. El 3 de junio decreté la venta de las haciendas de émigrés por pequetias unidades, pa- gaderas en diez afios; el 10, el reparto voluntario de las tierras comunales de las aldeas entre sus habitantes —se ignora, sin embargo, si se lev6 jamas a efecto—, ysel 17 de julio, la abolicién sin indemnizacién de todo. Jo que quedaba de derechos seforiales."® Para resumi el significado del alzamiento y de los hechos que gira- ron a su alrededor, diremos que la revolucién burgue- sa habfa sido fuertemente empujada hacia la izquierda bajo la presién radical y forzada a desembarazarse de los moderados (vicisitud dramatizada en el arresto de treinta y un diputados girondinos el 2 de junio) al mar- char codo a codo, aunque en irregular formacién, los radicales urbanos y campesinos. El flujo popular ayud6 a hacer posible el perfodo heroico y desesperado de la Revolucién, el reinado del 438 terror y a llamada dictadura del Comité de Salud Pi blica, a creacidn de un nuevo ejército, el rechaza- © miento de los aliados contra Francia al otro lado del Rin, la derrota de la contrarrevolucién en la Vendéi Claro esta que, en comparacién con los niveles del = glo xx, la dictadura del Comité de Salud Pablica fue algo informe y primitivo. Los medios téenicos de co- municacién y transporte éxcluian el control centrali- zadlo de la economia. No se intent6 ninguna medida a = escala nacional para racionar el consumo de la pobla- cién.'*" Esa negligencia fue una de las razones princi- : «pales de que los sans-culottes urbanos dejaran al final de =» sostener a Robespierre, En el plano agrario, los pro- s blemas clave fueron el de conser granos, en ae lugar para los ejércitos y después para Paris y ls gran- des ciudades, yel de asegurar su trasiego de las zonas ‘donde habja un excedente a las que padectan escasez Ese tiltimo aspecto protongaha, en condicion =. yevolucionarias, una dificultad que habia afligido lar- go tiempo-al antiguo orden, Para resolver dicha serie {i-de problemas, el gobierno revolucionario recurrié a + requisas y a controles de precios. Pero, en muchos ea ss, elrequisar no implicé sino, transferencias aun de: | partamento cercano 0 a un ejército en activo por las _. inmediaciones.'* El complicado sistema administrati- vo se veia embarazado de continuo por conflictos de jurisdiccién, y los representantes del Comité de Salud ~_Pablica tomaban partido bastante a menudo por inte~ reses locales opuestés a los de Paris yla Revolucién.""* E. Sin embargo, pese a la dura resistencia, pese a © fusién reinante, el sistema funcioné: abastecis las ciu- 139 dades y os ejéritos,salvé la Revolucién y evit6 el ham- bre. La necesidad patridtica y revolucionaria vencié los eseriipulos teéricos de los dirigentes, entusidsticos partidarios del liberalismo econémico.”* Por encima de tales convicciones, la situacién de cemergencia lleg6 a conducir a algunos experimentos dispersos que apuntaban hacia una direccién socialista {y que son significativos como antecedentes de ls gran- jas colectivas del siglo xx. Se hablé algo de convertir las grandes haciendas confiscadas a los émigrés en granjas nacionales 0 alguna variedad de empresas comunales ‘con miras a alimentar las ciudades."* Como comple- mento de la levée en maste, 0 reclutamiento nacional, decretada el 23 de agosto de 1793, el gobierno intents conseguir que los que explotaban haciendas confisca~ das entregaran la produccién a depésitos nacionales de almacenaje, grenirs d'abondance, con lo cual ponia en efecto, aunque probablemente sin tener conciencia de clo, una de las ideas claves del radialismo agrario. La tentativa, con todo, result un fracaso."* Los campesinos mis ricos, aquellos que producfan tun excedente considerable més allé de sus propias ne- ‘cesidades, eran quienes més vivamente sentfan el im- pacto de los controles del Comité de Salud Péblica, y constituyeron la fuente principal de resistencia. Aun que la legislaci6n anticlerical habia motivado que al- gunos campesinos se sintieran a disgusto ya desde 1790 (cuando se instituyé la Constitucién Civil del lero), lo que volvi6 a gran mimero de ellos contra la Revolucién fueron las medidas de urgencia de 1793- 1794 relativas a los suministros de alimentos. Como 140 produetores, los campesinos evadian el sistema de controles de precios. Hacerlo era relativamente ficil pesar de los esfuerzos para evitar las ventas clandesti~ nas, no entrafiaba demasiados riesgos. La compulsién del antiguo régimen sobre el campesino para que lle- vara sus productos al mercado ya no existia."” Como ~ Fespuesta a las evasiones ya las imperiosas necesidades que le acuciaban, el gobierno apreté los tornillos. Al principio las requisas habfan permitido a los campesi- nos retener lo suficiente para sus familias y para la siembra, reglamentacién elistica que los campesinos ensanchaban cuanto podian. La Convencién suprimié la réserve familiale el 25 Bramario (15 de noviembre de 1793)-"" Los esfuerzos del gobierno para obtener gra- rno y compeler a su venta por los canales y precios le- gales, respaldados por la amenaza de la guillotina y a veces por medidas expresas contra el sacerdote, pare- cian a las aldeas algo mas que medidas de guerra pro- visionales. ¥ en efecto: en muchos lugares, la fase radi- cal de la Revolucién consistié en un ataque directo contra los campesinos acomodados, aunque breve.y turbio." Quizi lo peor de todo estribara en que sus principales agentes fueron individuos de las ciudades y = eutsiders —con frecuencia mucho mis despiadados E que los administradores y recaudadores cle impuestos dela monarquia—, ayudados algunas veces de un ejér- cito revolucionario: en el apogeo del «terror popular», ‘sea, entre la adopcién del maxinnumn général, el 15 de © septiembre de 1793, y la ejecucién de Hébert y otros adaldes de los san-culertes, e124 de marzo de £794, 1 = gobierno permitié la formacién de «ejércitos» revolu- 14 ionarios, cuyo objetivo fue més el de allegar grano que combatir al enemigo.”” El hecho decisivo de la fase radical es, obviamente, « ste: los sans-cuottes urbanos habian conseguido em- pujar a los dirigentes jacobinos a directrices politicas gue salvaron la Revolucién, pero a costa de que los campesinos se volvieran contra ella, La fase radical ha- bia podido ir mas ali siel gobierno de Paris hubiera estado en condiciones de contar con las masas eampe- sifas contra los campesinos ricos. Pero lo limitado de 1a capacidad y voluntad del gobierno en cuanto a ro- bustecer Jos controles de precios contribuyé a evitar que tal divorcio se materializara. Las subidas de pre~ ios pusieron en graves apuros alos poseedores de pe- quefias parcelas, que tenfan poco para vender, y a los braceros, que debian comprar por lo menos una parte de sus subsistencias, Fueron es0s dltimos quienes mas sufrieron de la violacién del maximum. Durante alggin tiempo, su situacién resultaba atin tolerable —confor- ‘me los detallados y completos estudios del Norte por Lefebvre—, por cuanto los precios del pan subieron. con menor rapidez que los jornales. Pero, a fines de 1793, padecfan estrecheces peores que los habitantes de las ciudades.’” Hasta tal punto, que las condiciones imperantes en el campo enajenaron a la Revolucién el apoyo radical y secaron las fuentes del radicalismo rural. Las medidas que propusieron en marzo de 1794, inmediatamente antes de la ejecucién de los lideres sans-culottes, ponen de manifiesto que Robespierre y Saint-Just eran conscientes de que necesitaban epun- talar su régimen con concesiones a los campesinos po- 142 bres. Si las propuestas que formularon en aquel mo- mento, conocidas como decretos de Ventése,132 eran ‘ono algo més que.una maniobra politica, es objeto agin hoy de debate, Sea como fuere, lo que demuestra el episodio es que Robespierre y Saint-Just sabian muy « poco acerca de los problemas de los campesinos y que sus propuestas no Megaban ni con mucho a satisfacer las exigencias de aquéllos, expresadas en peticiones ceuyo contenido general tenian que haber conocido los dirigentes revolucionarios.”” Por otro lado, aunque hubieran querido hacer més, Robespierre y Saint-Just disponian de reducidisimo espacio para maniobrar. Las tierras confiscadas a los émigrés no habrian sumi- aistrado lo suficiente para satisfacer las necesidades de los pobres. Dividir toda la tierra disponible y conceder las piezas resultantes a la masa de campesinos con poca © ninguna tierra que las pagaran en plazos cémodos habria desvalorado atin mas el assignat.’* Habria sido muy dificil, quizis imposible, satisfacer los deseos ex- plicitidos por los campesinos pobres sin ubstaculizar la revolucién burguesa y capitalista. Tal y como esta- ban las cosas, incluso las moderadss propuestas de Ro- bespierre y Saint Just tropezaron en la Convencién y ‘1 Comité de Salud Pablica con una oposicién tan in-. tensa, que vinieron a parar en nada. Asi, durante la fase radical, las necesidadles y aspi~ raciones de los sans-culottes urbanos terminaron por entrar en directo y abierto conflicto con todos los sec- tores del campo. El sintoma més revelador fue el de- terioro de los intercambios entre las ciudades y el campo, en particular del aprovisionamiento de las ciu- 143 dades, problema que iba también a influir en extremo sobre el curso y las consecuencias de la Revolucién Rusa Durante el invierno de 1793-1794 Ia situacién econémica de los sans-culttes parisienses empeoré sensiblemente, pues los campesinos, resintiéndose de las correrfas de las organizaciones sans-culotter por el campo, suministraron cada vez menos." Una encues- ta del gobierno simulténea con el proceso de Hébert ppso al descubierto que los campesinos ya no llevaban provisiones a Paris debido a que habfa individuos que salfan al campo y compraban los productos a un precio més alto que el fjado. Es obvio que ese subterfugio sélo era viable para los parisienses que posefan algiin dinero. Los campesinos, asu vez, se quejaban de que ir 1 Paris no les reportaba ninggin provecho, puesto. que no podfan obtener alli lo que necesitaban.’ Y tal si- ‘uacién no quedaba limitada a Paris. También en otras partes de Francia las cindades se cerraban a los foras- teros, mientras que los mercaderes de la aldeas opina~ ban que no podian procurarse en ellas lo que les ha- fa falta.” Los historiadores marxistas explican el fracaso de la revolucidn radical y la caida dramitica de Robes- pierre por el aserto de que una revolucién burguesa no podia satisfacer as exigencias de los sans-cuotte pari- sienses.° Aunque en parte iluminadora, tal explica- ‘ci6n me parece metafisica y unilateral en conjunto. Es cierto que los sans-cubottes no defendieron a Robes- pierre y que el mismo Robespierre tampoco buscé de ‘eras su ayuda durante la crisis, an cuando otros si tentaron agitarlos. El descontento de los sans-culottes 144 fue, pocas dudas caben al respecto, la causa inmediata de la ruina de Robespierre, El sostén de las masas se habia evaporado. Pero gpor qué se habia evaporado? En ese punto, hablar de un conflicto entre una revolu- cién burguesa y una revolucién més radical oscurece Jas cosas. Robespierre y el Comité de Salud Piibica se habian mostrado dispuestos a ir mucho mas allé de los limites de una revolucién en beneficio de la propiedad privada. Lo malo fue que las medidas politicas en ese sentido, si bien surtieron efecto para asegurar la victo- ria militar, pusieron al campo en conflicto directo con Jos pobres urbanos, y ello en tal forma, ademés, que la miseria de los habitantes de las ciudades, lejos de re- sultar aliviada, se agravé. En realidad, el élan revolucionario de los sans-ulot- tes no se disip6 con la ejecucién de Robespierre. Des- pués de Termidor y del desmonte de los controles econémicos subsistentes, la situacién material de los parisienses pobres atin se deterioré mas, si abe. Repli- ‘caron con motines en la primavera de 1795, quizé de ‘mayor violencia todavia que las grandes jomadas revo- lucionarias del rq de julio de 1789, ro de agosto de 1792 y 31 de mayo de 1793. El populacho invadié la sala de la Convencién, maté a uno de sus miembros y ‘enarbolé una cabeza en la punta de una pica." Pero «se fervor popular revolucionario no tuvo consecuen- cias. El campo se resist a moverse en ayuda de Paris. ‘No existia tampoco ninguna razén para que el gobier- no revolucionario hiciera concesiones al radicalismo. El rey habia sido eliminado, la nobleza parecia que también, y los ejércitos revolucionarios defendian vie- 145 toriosamente las fronteras. De ahi que las fuerzas del orden y la propiedad pudieran utilizar el ejército (que actus entonces por primera vez contra una insurrec- cién popular) para’atajar la ultima oleada poderosa de los sans-culotes."* La represién subsiguiente dio prin- pio al Terror Blanco. Por muy radical que fuera la ciudad, no podia hacer nada sin la ayuda de los campe- sinos. La revolucién radical habia llegado a su fin, 6, LOS CAMPESINOS CONTRA LA REVOLUCION: LA VENDEE ‘Antes de pasar a examinar las consecuencias generales del impulso radical en la Revoluci6n, sera witl detener- nos brevemente en el andlisis de la resistencia campe- sina violenta que caracteriz6 la famosa contrarrevo- lucién de la Vendée. En estado latente desde cierto tiempo atras, se hizo contienda declarada en marzo de 1793, para prolongarse con distintos altibajos hasta 1796, Seguirfan sus huellas imitaciones un tanto pil das en las crisis politicas posteriores, como la cafda de ‘Napoleén en 1815 y el mal concebido alzamiento legi- timista de 1832. La contrarrevolucién de la Vendée re- sulta hoy en dia un tema quemante como pocos por ser cl nico alzamiento campesino de grandes proporcio- nes dirigido contra lo que se ha dado en llamar, con es- ‘casa exactitud, la izquierda. Los rebeldes se batian a los gritos de «Viva el rey y nuestros buenos curas! ;Que~ rFemos nuestro rey, nuestros curas y el antiguo régi- men!»."* Es quizé significativo que, en aquellos mo- 46 ‘mentos de espontaneidad, se olvidaran de reclamar el retorno de los nobles, aunque aceptaron lideres no- bles. Si miramos los hechos algo més de cerca, com probamos que la paradoja de una revolucin campesi- na conservadora se desvanece. El impulso esencial de la contrarrevolucién fue de signo anticapitalista, con- tra los comerciantes y fabricantes de las ciudades pré- ximas y los dispersos por el mismo corazén de la Ven- dée, En su violento rechazar el capitalismo que iba introduciéndose en el campo, la contrarrevolucién de la Vendée se asemeja a los grandes alzamientos campe sinos de Rusia y China suministradores de la parte mas considerable de la fuerza popular que derruyé los an- tiguos regimenes antes de las victorias comunistas del siglo xx. Descubrimos también en aquélla, por supuesto, +asgos especificos de Francia y de la época, anterior a Ja aparicién de los movimientos anticapitalistas mar- sistas, Segtin. acabamos de ver, el anticapitalismo era en el campo francés una fuerza de entidad. :Qué fac- tores permnitieron y provocaron que explotara en la Vendée en forma de auténtica contrarrevolucién? Con miras @ aclarar esa cuestién, dos investigado- res han estudiado a fondo hasta qué punto la sociedad de la Vendée diferia de la de las regiones adyacentes adheridas @ la corriente mayor de la Revolucién.'* Sus Pesquisas han establecido de modo muy convincente ue las diferencias existian, En la zona contrarrevolu- ciongria, la agricultura comercial no habia penetrado. En vee de vivir en aldeas rodeadas de campos abiertos distribuidos en caracteristicas hazas, los campesinos 147 habitaban en alquerias individuales aisladas o en case~ ros dispersos y cultivaban parcelas de tierra cercadas con setos. Las técnicas agricolas se hallaban estanca- das. Los nobles, absentistas, posefan mis de la mitad de la tierra. En las

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