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LUIS VILLORO CIENCIA POLITICA, FILOSOFIA E IDEOLOG{A IENCIA POLITICA. PILOSOPIA e ideo- logia: tres formas de pensamiento que se sustituyen, se entremezclan y confunden 8 menudo en el lenguaje politico. {Cudle: 290n sus relaciones? No tengo la pretensién de desen- tradiar la madeja. Sélo puedo sugerir una hipétesis para empezar a desenredarla. Bl discurso ideolégico podria entenderse como un resultado de la contradic- cién a que conduce, en le préctica politica, el choque tre otros dos discursos politicos: el filoséfico y el cientifico. Exploremos esta poeibilidad. En la mayoria de los textos politicos encontramos ‘enunciados que pertenecen a dos géneros de discurso distintos. Por una parte, los que se refieren a un es- tado social deseable. Pueden ser proyectos de gobier- 1o, indieaciones de fines por alcanzar, juicios de valor sobre la sociedad, prescripciones sobre las conductas politicas correctas, 0 atin proposiciones descriptivas © teGricas que se refieren a un ordenamiento social ‘considerado justo 0 legitimo. Cualquiera que sea su forma, suponen una concepcién, més o menos expre- se, de una sociedad posible que no nece- sariamente a la existente. Toda filosofia politica se formula, en gran medida, en ese tipo de discureo. Por otra parte, encontramos enunciados que se re- fieren a caracteristicas de In sociedad existente, con independencia de la evaluacién que nos merezcan. No hablan de los proyectos politicos elogibles sino de las fuerzas histéricas que podrian favorecer u obstacul- zar su realizacién, no formulan los fines deseables si- no las relaciones entre los medios para alcanzarlos. Sus prescripciones, si las hay, no eon normativas si- no hipotéticas, hablan de la efectividad de la accién, no de su obligatoriedad. Cualquiera que sea la forma de sus enunciados, se refieren a caracteristicas y me- canismos de poder, 0 a las fuerzase intereses histéri- 0s ligados a su ejercicio. Si el primer tipo de discurso juzga la sociedad en relacién con lo posible, el segun- do la explica por lo real, si aqué] trata de justificar cuél seria el poder legitimo, éste pretende explicar el poder efectivo. En su forma més sistemstica y rigu- Tosa, este segundo discurso pretenderia formuiar una “técnica” o una “‘ciencia” del poder. El lenguaje poll tico no se entiende sin una mezcla y confluencia de ‘enunciados que pertenecen a uno y otro discursoe, Pero el discurso filoséfico y el que aspira a eer cien- ‘fico na preguntas distintas, Iotanlo formes ee peooemiono dfeeaiea Vuelta 137 Desde sus inicios, en Grecia, la Filosofia politica se pregunta por la sociedad justa. Por ello figura mode- los de sociedad que no coinciden con la deecripcién de tun orden social existente. Porque la sociedad justa no coincide con la real, la filosofia politica tiene que ser tun pensamiento de ruptura con la situacién existen- te y de postulacién de un orden distinto. Porque la sociedad s6lo se legitima en la medida en que reepon- de a ese orden diferente, el pensamiento politico ha de ser una reflexién sobre el fundamento de legitimi- dad del Estado. ¥ lo fundante no puede coincidir con Jo fundado. La filosofia politica ha sido siempre la bis- queda de un orden fundante o de un acto de funda- cién que no forma parte del orden fundado por 61. Seguin las distintas filosofias, fundamento puede ser Ja voluntad divin, le naturaleza, un orden racional, ‘bien un convenio voluntario entre contratantes; pue- de conoverse por revelacién o por razén pura, por el examen de la naturaleza o de las aspiraciones huma- ‘nas; pero siempre se trata de algo que esté fuera de Ia eociedad empfrica, presente; pertenece a una cate- gorfa distinta a la de los componentes fécticos de la sociedad existente. Por ello se coloca en un estado que trasciende la historia o que se encuentra en su ori- gen o en su fin. La filosofia politica pregunta por lo otro de esta sociedad, capaz de fundarla. En Platén la sociedad justa responde al orden eterno de las ideas; en todos los utopistas, a un orden racio- nal oa las aspiraciones de la naturaleza humana; en el contractualismo, se legitima en un acto de funda- ci6n a partir de un estado, natural o racional, ante- rior a la historia. El llamado “estado de naturaleza” no es una suposicin arbitraria, sino la expresién de Ia situacién ofra en la cual se da el acto fundante de toda sociedad legitima. En algunce fildeofos, al recha- zar ese “estado natural” originario, lo que presta sen- tido a Ia accién politica ya no se sitéa en el origen hhipotético de la historia sino en su fin. La sociedad justa advendré con la eliminacién de la actual. La ‘meta final, aun inexistente, da sentido y valor a la accign presente. En otros pensadores, Ia reflexién fi- lossfica tendria que plantear las condiciones de una sociedad racional. La basqueda del fundamento de legitimidad remite entonces a las condiciones de la racionalidad. Sea el origen de la sociedad “por natu- raleza” o “por convencién”, e] fundamento no forma parte de Ins fuerzas histéricas que mueven la sociedad real: es un orden ofsmico, un orden racional o una 18 Abril de 1968 CIENCIA POLITICA, PILOSOFIA E IDEOLOGIA ppor ello sélo puede formularse con modelos raciona- les de sociedad o bien representarse ya sea por un ac- to primero que rompe el estado previo a la sociedad actual o por un acto altimo que la abole para iniciar Ja verdadera historia. La sociedad actual se puede juzgar entonces en re- lacién con el orden o con el acto que la funda y legiti- ma, A su luz, la situacién existente revela su grado de inadecuacién al fundamento que podria justifiear- 1a. Ast, toda filosofia politica tiene, por necesidad, un contenido evaluativo, de carécter religioso o ético. No 8 separable de la postulacién del valor y el sentido. Lo que da valor a cualquier sociedad varia, natural- mente, segin las doctrinas filoséficas. Puede ser la realizacién del bien comtin conforme a la voluntad di- vina, el cumplimiento del derecho natural, al adve- nimiento de un orden moral auténomo entre sujetos libres, la realizacién del mayor bien para el mayor ntimero 0, en fin, la deeaparici6n de la enajenacién y la dominacién entre los hombres. En cualquier ca- ’0, Ia filosofia, al preguntar por la sociedad justa, es también una reflexién sobre el fin valioso que da sen- tido a la accién politica. El discureo filoséfico, en po- Mtica, no puede prescindir de un lenguaje valorativo. Pero la pregunta por el fundamento de legitimidad no es una pregunta cientifica. Porque la ciencia —al menos la ciencia empirica, en la version que compar- timos actualmente— trata de procescs del mundo real, de hechos y de relaciones entre hechos, no de fines ni de valores. ‘La ciencia politica empieza en Occidente cuando la pregunta cambia. Ya no se dirige a la sociedad justa ‘sino a la sociedad real, no busca el fundamento de le- gitimidad sino les causas del poder. Su respuesta no acude a algo fuera del decureo histérico sino a los fac- tores que constituyen y explican ese decurso. Algunos fil6sofos antiguos, desde Aristételes hasta Marsilio de Padua, se plantearon ya esas preguntas. En esa medida podemos encontrar en ellos un diecureo sientifico al lado del filoséfico. Pero si Maquiavelo para unos, Hobbes para otros, son los pioneras de la iencia politica moderna es porque ambos trataron de responder de manera explicita a esas preguntas. Maquiavelo nunca desarrollé una teoria acabada, ni siquiera propuso una concepcién global nueva dei cuerpo politico. ;Por qué puede consideréreele enton- ces uno de los fundadores de la ciencia politica? Por- que su pregunta es distinta a la de sus predecesores. Interroga por las causas realea del Estado y, en su origen, no encuentra naturaleca ni razén, ni pactos entre iguales, en su origen encuentra un hecho des- carnado: la fuerza. El origen del poder esté en la vo- Tuntad del principe. A Maquiavelo le interesa e! Es- tado como una realidad que cumple, de hecho, una funcién necesaria. Importa la sociedad como un pro- ducto histérico de fuerzas ciegas, antes que como un orden deseable y elegido. La historia e el resultado del juego entre la Fortuna y la virtd, es decir, entre las fuerzas reales que rebasan la voluntad del individuo el denuedo de éste para conocerlas y aprovecharlas. ‘Vuolta 137 El arte del politico consiste justamente en compren- der y utilizar para su propio poder las fuerzas ciegas. de la Fortuna. El problema de la legitimidad cambia eneste contexto: la legitimidad es uno de los factores del poder real que el principe debe propiciar para mantenerlo, El fil6sofo anterior decta: la voluntad co- min otorga legitimidad al principe. Maquiavelo di: ce; el poder del principe es legitimo porque ejerce la voluntad comin. En el primer caso, Ia voluntad ge- neral funda el derecho al poder, en el segundo, el he- cho del poder expresa la voluntad general. En Hobbes la reflexién es diferente. Aunque su en- foque es atin més filoséfico que cientifico, su pregunta principal tiene analogias con la de Maquiavelo. Al igual que éste, Hobbes se pregunta por las causes rea- les que explican el poder existente, pero no parte de a observacién de la mecénica real del poder, sino de un modelo racional que, al instar de la mecénica de Galileo, le permita deducir todos los movimientos 50- ciales a partir de ciertas fuerzas elementales. El Es- tado es la consecuencia de esas fuerzas que entran en colision de manera necesaria. E! miedo a una muerte violenta, la lucha entre los deseos egoistas estén en el origen del poder polftico. Hobbes reflexiona también detenidamente sobre las condiciones de legitimidad del Estado, pero le interesa més una cuestion previa: {gull es Ia causa el movil que da origen al Estado? encuentra un elemento real, el miedo, a partir del cual inferir todos los movimientos politicos. Por distintas que sean sus reflexiones, tanto en Maquiavelo como en Hobbes ha aparecido un nuevo ‘enfoque: 1a biésqueda de los mecaniamos efectivos del poder politico, independientemente de su cardcter deseable. La filosofia politica, en su discurso de legi- timidad se preguntaba: dado el fundamento jcudl esel poder legitimo? Cabe ahora otra pregunta: dado el poder existente jcbmo lograr la legitimidad? El discurso cientifico se refiere al poder real, a los me- canismos que lo obstaculizan o promueven y s6lo a partir de 61 estudia la legitimidad, como parte de esos ‘mecaniamos. Si las dos preguntas difieren por principio, también seré distinto el contenido de una y otra respuesta. La pregunta filoséfica remite a lo otro de la sociedad exis- tente, la pregunta cientifica, a los componentes de esta. ‘misma sociedad que explican su existencia. El discur- #0 filoséfico, por ejemplo, habla del interés general que se cumple en una sociedad justa, el discurso cientifi- ‘co, de los intereses particulares que chocan en la 80- ciedad existente. La filosofia no puede prescindir de juzgar la sociedad conforme a fines y valores, la cien- ‘ia politica sélo puede juzgar de la eficacia de los me- dios para lograr los fines elegidos o de los intereses cefectivos que seleccionan los valores, pero no puede elegir fines o preferir valores. Le filosofia politica es ‘una reflexién sobre el fundamento y la legitimidad del poder, la ciencia politica, sobre sus causas y efec- tos. Por eso sélo la filosofia politica puede justificar ‘una préctica politica que rechace el poder existente por juzgarlo injusto, porque sélo ella puede postular ‘un orden que niega lo existente. En cambio, sélo el conocimiento de las causas y efectos reales del poder 19 Abril de 1988 Luis Vittoro puede suministrar una técnica para alcanzarlo, sea © no justo. El discureo de La justificacién y el diseurso de la efec- tividad del poder son légicamente independientes, no pueden deducirse uno del otro. Del conocimiento de las fuerzas sociales que actéan en la historia y de los medios que ran el Iftico no pueden con- {Taio ne careiertlias det sociedad ds veloc. Ala inversa, de la postulacién de la sociedad desea- ble no pueden inferirse las précticas adecuadas, en cada caso, para realizarla, Una ciencia politica pre- ‘tende deeentrasiar los factores que permiten realizar tuna forma de dominacién, aunque no formule juicios sobre su valor; s6lo una reflexién filoséfica puede pro- poner las condiciones de una sociedad justa, aunque ignore los mecanismos necesarios para realizarla, Cualquier teorfa de la accién politica racional re- quiere, por ende, de ambos discursos. Porque toda a cién racional supone un conocimiento tanto de los fines deseables como de los medios para realizarlos. Una teorfa de la accién politica es asi un hibrido de dos lenguajes que no se implican logicamente: un len- ‘gunje sobre el poder efectivo y un lenguaje sobre la #o- Ciedad deseable. Una teoria politica que, por preten- der ser cientifica, se limitara al primer lenguaje, po- dria darnos a conocer las condiciones para realizar un fin Ultimo, previamente elegido, pero no justificaria la conveniencia de elegir ese fin; podria explicarnos las causas y las consecuencias de una forma de poder, pe- ono legitimarla, A la inversa, una teorfa politica que prescindiera de ese lenguaje, podria determinar las condiciones de posibilidad de una sociedad justa y, por Jo tanto, postular los fines tiltimos por elegir, pero se- ria incapaz de comprender las condiciones efectivas de su realizacién. La ciencia politica sin filoeofla tien- de a reducir la préctica politica a la accién eficaz en relacién con el poder, la reflexin filoséfica sin ciencia tiende a concebir la préctica politica en términos de tuna accién justa o racional. La primera conduce a una teor‘a de la accién como medio para el poder, con in- dependencia de la bondad del fin, la segunda a una reflexién sobre los fines deseables, sin un conocimien- to seguro de la oportunidad de realizarlos. En las grandes teorias politicas subsisten necesa- riamente ambos discursos, aunque no sean siempre claras sus relaciones conceptuales. El capitulo xi de El Principe legitima los actos del soberano al postu- lar como su fin un estado social deseable: la realiza- cién de la nacién italiana, pero ese capitulo no se deduce de las técnicas para mantener el poder des- critas en los anteriores. De parecida manera, en El Leviatdn, de la mecénica psicolégica que conduce ne- cesariamente al Estado no puede deducirse la obliga- toriedad de preservar los derechos naturales. La postulacién de ese fin para el Estado no forma parte de Ia mecénica del egotamo, sino de una filosofia ra- clonal comin al siglo. ‘An en el intento més consistente para clevar Ia teoria politica al nivel de una ciencia, el de Marx, al lado del discurso sobre las leyes que determinan la dindmica econémica y social —asunto de ciencia— sub- siste el discurso humanista y moral sobre la sociedad digna del hombre. Es, por decir lo menos, muy dificil de demostrar que éate Ultimo pueda derivarse del pri mero, pese a los esfuerzos de Lukacs y sus seguido- res. Si el primer discurso aspira a conformarse a los requisitos de un lenguaje cientifico, el segundo deri- va de una antropologia y una ética filoséficas. Si los dos discursos no son derivables uno del otro, ‘abe que, al jusgar una préctica concreta, puedan re: sultar inconsistentes. Un discurso filoséfico, al pro- yectar los fines de una sociedad deseable, puede inducir a una préctica politica que un conocimiento ientifico de la realidad mostrarfa inadecuada para lograr los fines propuestos, y a la inversa. Tratar de realirar a toda costa la sociedad deseable sin adecuar- sea las circunstancias existentes conduce a un resul- tado contrario. “Qui fait I’ange fait la béte” decia Pascal. ¥ esa sentencia es especialmente verdadera en politica. El “puro” que trata de llevar adelante, 2 cualquier precio, el proyecto de una sociedad sofiada toele despertaree con una realidad inbumana entre Cuando la préctica politica sigue las propuestas de ‘un discurso filoséfico, en contradiccién con las condi- ciones sefialadas por el discurso sobre la realidad del poder, surge el utopismo. A la inversa, cuando la préc- ttica politica sigue, de hecho, las prescripciones de un discurso sobre el poder, en contradiccién con las pro- puestas de un diseurso filoséfico que lo legitima, sur- Re Ia ideologia. Veamos este Gltimo punto. El concepto de ideologia es de los més ambiguos. ‘Suele ser usado en muchos sentidos. No podemos entrar aqui en una discusién sobre ellos, que hemos intentado en otro lugar.' Nos referimos ahora a un tipo de ideologfa usual en los textos politicos. Utili- zaremos el término para referirnos a un conjunto de enunciados insuficientemente justificados que tiene Por funcién mantener el poder de un grupo o clase social mediante el intento de prestar legitimidad a ‘ese poder. Pues bien, el discurso ideolégico podria verse como ‘un intento fallido de superar Ia antinomia que sur- girfa, en la préctica politica, entre un discurse filosé- fico, que legitima un poder, y un discureo empfrico ‘sobre los mecanismos eficaces para mantenerlo, entre Ia filoeofia politica y la ciencia del gobierno. ‘Todo grupo o clase pretendiente al poder intenta legitimar su pretensién por un proyecto politico que opone a la situacién existente medidas susceptibles de conducir a otra situacién més justa. Supone pues una reflexién sobre el fundamento de In sociedad y sobre los valores que responden al interés general. To- do proyecto politico tiene que referirse asi, de mane- a expresa o implicita, a una filosofia politica. Pero, al ejercer el poder, todo grupo o clase requiere de otro tipo de conocimiento: el de los mecanismos que debe utilizar, en una circunstancia concreta, para mante- ner e} poder. Supone pues un conocimientode la préc- tica real del poder, independiente de sus fines, que intenta fundarse en una ciencia o un arte politicos. Este responde al interés particular de un grupo. Entre el interés general y el particular suele sur- gir una antinomia. En muchas acciones politicas Vuelta 137 20° Abril de 1988 Ciencia PoLtrica, FILOSOFIA & IDEOLOGIA concretas, el detentador del poder se ve obligado legir entre una préctica fiel al proyecto politico de- rivado de su filosofia y otra que le prescriben las ne- cesidades de] mantenimiento del poder. Tiene que adecuar su proyecto a las circunstancias reales, limi. tarlo a lo posible, entrar en compromisos con las fuer- zas contrarias, 'variarlo para hacerlo factible. A menudo se ve obligado a elegir entre escuchar la voz de su filosofia, a riesgo de perder el poder, o seguir Ina prescripciones de una ciencia del gobierno, a cos- ta de ser infiel a sus proyectos. Si sigue la primera posibilidad daré testimonio de los valores elegidos pe- ro seré derrotado. Es el destino de los “puros” en po- Iitica, los utopistas, los profetas sociales, los mArtires politicos, los posesce de una idea, los justicieros. Si, en cambio, ve inclina ante las fuerzas existentes, po- dr& mantener el poder, pero el estado social que s0s- tendré no serd ya el deseado. Es Ia suerte de los politioos realistas, “dialécticos”, oportunos y eficaces, que no temen “ensuciarse las manos” El poso de las fuerzas histéricas puede ser tal que el mantenimiento del poder por un grupo conduzca a un estado de cosas contrario al proclamado por bu filoso- fia. Los jacobinos justifican su poder en un pensamien- tolibertario y, para mantenerlo, tienen que ejercer el terror. El liberalismo eldsico proclama la bondad de ‘una sociedad de hombres libres e iguales ante la ley, pero los regimenes burgueses en el poder dan lugar aun orden social que, de hecho, coarta la libertad real de un gran namero. El marxismo—leninismo proyec- ta una sociedad liberada de la enajenacién y de toda forma de dominio y, después de la revolucién, desem- ‘boca en un Estado burocrdttico totalitario, El lama- do “neoliberalismo” proclama las virtudes de un “mini—Estado” en favor de la autonomia individual, y tiene que frenar los sociales que prote- gen la autonomfa real de muchos. Muchos partidos ‘socialdemécratas o populistas acceden al poder con el proyecto de reformar un estado social injusto y se ven obligados a administrarlo. En todos esos casos, el gru- podominante tiene que manejar dos discursos: el que expresa un proyecto conforme con el interés general y el que responde a un interés particular dé poder. ‘La ideologia supone la tensién entre ambos. El pensamiento ideologico permite concilier aque- os dos lenguajes contrapuestos. Responde a la nece- ssidad de ocultar la contradiccién entre la préctica del poder y los principios filosdficos invocados para legi- timario. Supone una hazaia lingifstica: borrar, con las palabras, la contradiccién logica entre un discur- ‘80 que, por principio, niega la sociedad existente y otro euyo objetivo es exponer los procedimientos para man- tener el sistema de poder. Tiene que efectuar asf una labor de ocultamiento: oculta el lenguaje descarnado del poder bajo e! lenguaje de In sociedad deseable. Pre- senta, para ello, las necesidades del poder real como fueran acciones que se derivaran del proyecto filo- s6fico sobre la sociedad deseable. Procede asi a una interpretacién de la filosofia politica que permite, me- diante la ambigitedad o el cambio de sentido de sus ‘términos, justificar las précticas contrarias a los prin- clpioe de 8 filoetia. a ideologia ee un dlscureo de Jegitimacién del interés particular de un grupo, me- diante una lectura de una filosofia politica que pro- clama el interés general de toda la sociedad. Intentar deducir de la doctrina cristians 1a legitimidad de In conquista, de una doctrina libertaria la justificacién del terror, interpretar una tearfa revolucionaria a mo- do de legitimar un Estado opresor o una filosofia li- beral para justificar le explotacién, son ejemplos claros de pensamiento ideolégico. En todos ellos, un pensamiento filoséfico que proclama las condiciones de una sociedad més justa se distorsiona de manera ‘que no parezca contradecir una politica de manteni- miento del poder. La ideologia es pues un pensamiento ambiguo. En- traiia una reflexidn filosdfica sobre la sociedad deses- ble y, ala vez, una aceptacién consciente de los medios necesarios al mantenimiento del poder efectivo. In- tenta hacer consistentes esos dos elementos. Por una arte, el discurso filoséfico, que propone una sociedad posible conforme al interés general, debe distorsionar- se para justificar la situaciGn real, conforme a un in- terés particular. Por otra parte, el discurso cientifico, que seitala los factores conducentes al poder de un grupo, tiene que presentarse como si justificara la s0- ciedad deseable, conforme al interés general. Dijimos que toda filosofia politica opone a La socie- dad existente una sociedad otra. Pues bien, la ideolo- gia invierte la direccién de ese pensamiento al ponerlo al servicio de la sociedad existente. La filoeofia es pen- samiento de ruptura, la ideologia, de reiteracién. Su funcién consiste en distorsionar un pensamiento filo- s6fico para que parezca legitimar lo existente. Pero, aunque distorsionado, subsiste en ella el pensamiento filoséfico originario, con su capacidad de ruptura y su Propuesta permanente de una sociedad distinta. La liberacién de la ideologia no consiste en oponerle ‘un pensamiento cientifico. Todo lo contrario, el pen- ‘samienta cientifico no puede oponer al poder efectivo valores y proyectos que lo nieguen. Su funcién es otra: ‘comprender los factores de) poder real, con indepen- dencia de sus valores, Puede anunciar 1a posibilidad de otra situacién social, pero no proponeria como va- Tiosa ni, mucho menos, legitimarla. La eritica del pensamiento ideolégico consiste en mostrar la distorsién que ejerce: sefialar los intere- es particulares que encubre y sus discrepancias con el discureo filoséfico que invoca. La critica de la ideo- logia es pues una actividad filoséfica. Recupera la flexién filosdfica originaria mediante el andlicis critico de los enunciados y de las funciones del dis- curso ideolégico. Muestra cémo el poder y la situacion, cocial existentes no ee justifican en el discureo filoss- fico que la ideologia invoca. Redescubre asi un pen- samiento de ruptura bajo el pensamiento de poder que occulta. La critica contra la ideologia consistiria en mostrar, por ejemplo, que el terror no defiende a la libertad, que las fuerzas libres del mereado no garan- tizan Ia autonom{a individual, que el Estado totali- tario no puede justificarse en la doctrina socialista y asi sucesivamente, En todos los casos, la critica no ‘confronta la ideologia con la ciencia politica sino con una reflexién filoséfica. Puede recuperar el contenido Vuela 137 21 Abril de 1988 Luts Vitoro genuino de una doctrina libertaria sepultada y con- fundida bajo 1a ideologia, o bien oponer a ésta una ‘nueva reflexién que conduzea a nuevos proyectos de sociedad, libres de In distorsién ideolégica. Lleguemos a alguna conclusin. Bs frecuente con- siderar toda filosofia politica como una ideologi. Es- to sblo tiene sentido si se toma “ideologia” en una acepcién muy amplia como un conjunto de creencias condicionadas por las relaciones sociales. Pero enton- ces el enunciado “toda filosoffa es ideologia” se con- vierte en un simple truismo. Sélo quiere decir que toda filosofia tiene condiciones sociales, lo cual es al- g0 obvio que puede predicarse de cualquier actividad humana. Tampoco puede inferiree de ese enunciado nada acerca de Ia verdad o faleedad de una filosofia, pues del condicionamiento social de una creencia no puede deducirse su valor de verdad. Plantear la relacién entre filosotia ¢ ideologia sélo tiene interés si se toma “ideologin” en un sentido es- tricto, mas preciso: si ve entiende por ese término creencias que no estén suficientemente justificadas, como las de la ciencia, y que distorsionan la realidad, por cumplir una funcién en favor del poder de un gru- po social. Si las reflexiones anteriores tienen algin- peso, la filosofia politica no podria confundirse, sin ‘més, con la ideologia. En la medida en que una doc- trina filoséfica se utiliza para legitimar una situacién de poder de una clase o grupo social se convierte en ‘ideologia; a6lo entonces el pensamiento filosdfico ejer- ce una funcién reiterativa de las creencias existentes que permiten mantener un sistema de dominacién. Perola crea del ideologta no puede ser, ella mis- ma, ideo ‘La actividad filoasfica auténtica ha tenido siempre por funcién liberar a las mentes de las creencias reci- bidas sin discusién, despojarlas de los prejuicios acep- tados, ponerias en franquia para ver, detrés de las distorsiones del lenguaje, la realidad. En la medida en que la critica filoséfica revela las distorsiones del discurso ideolégico, en la medida en que, frente a las creencias que apoyan la situacién existente, puede roponer una sociedad otra, la actividad filoséfica ejer- ce una funcién disruptiva de las creencias, que abre a posibilidad de una liberacién del dominio. Entre la imparcialidad de la ciencia y la ilusién ideolégica, Ia filosofia politica conserva su propio cam- po: por un lado, plantear las condiciones de una s0- ciedad deseable, conforme a la razén, por el otro, Jiberar las conciencias para poder alcanzarla. Nota 1 Bl conceple de ideologlay otros ensayos, F.C, México, 1986. ‘Vuelta 137 22 Abril de 1988

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