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el método, la autoridad reli- e ser sustituida por «esto es ia toda afirmacién que recla- :su procedencia. Pero cuida- © hay instancias firmes y se- tuestros discursos y nuestras ilegiados desde los cuales ar- siento. Si ya no podemos re- ndamentar nuestros conoci- podemos recurrir a santuario ccién, La eritica? Si claro, amis desde un lugar seguro, fuerza de nuestros argumen- laraz6n, peroala razén con fucido a lo largo de la histo- | ja nada més. Y no me digan | sus propias interpretaciones, = las puertas a la ley del mas * soy mas fuerte que ti. Al | postulan criterios absolutos | soa la fuerza para hacer en- gen de ellos. 0, la psicologia social sélo znlla labor critica que sea ca- ‘az6n alguna para no preferir que exaltan la cientificidad de *al sustituir un tipo de legiti- mos el riesgo de que se nos ‘tenencia al émbito dela cien- dinero, credibilidad, pres “o buscamos reconocimiento vodemos elegir de quién nos instituci6n cientifica? Es una 0s la psicologia social como Por poco que sea, las condi- ‘ntan ka explotacién y la mar- onces de otras fuentes, unas ‘en mucho mas valiosas. Construccionismo y psicologia La incont le irrupcién de la disidencia construccionista Permitanme empezar con una simple constatacién. La reciente emergencia y el fuerte desarrollo del construccionismo son cierta- ‘mente notables en el marco de la psicologia contemporiinea pero no constitaye, ni mucho menos, un fenémeno que sea exclusivo de la psicologia. Se trata de un fenémeno que se esti manifestando con extraordinaria pujanza en el conjunto de las ciencias sociales. Lo encontramos, por ejemplo, en el campo de la sociologia, de la an- tropologia, de la economia, de las ciencias de la organizacién, de la lingiifstica, de la filosofia, de la ciencia de la ciencia... Pero es més, su influencia se manifiesta también en crecientes sectores de las Ilama- das «ciencias naturales», véase, por ejemplo, la fisica de los sistemas alejados del equilibrio, con los trabajos de Tlya Prigogine y todo lo que gira en torno a los sistemas cadticos y a la creacién de orden 2 partir del desorden, véase también el campo de la biologia con las aportaciones de Henri Atlan, o el campo de las neurociencias con los trabajos de Francisco Varela. En definitiva, nos encontramos ante un ferémeno bastante generalizada-y no cabe duda de que se esta configurando estos iltimos afios lo que yo llamaria una autén- tica «galaxia construccionista», ciertamente heterogénea, no exenta de imprecision y de confusién, pero que se asienta, cuando menos, sobre un conjunto de preocupaciones y de formulaciones que son comunes a todos sus integrantes. 225 Frente al innegable auge del construccionismo lo primero que se nos plantea es intentar explicar las razones de este desarrollo, y esto es tanto més acuciante cuanto que ese conjunto de preocupaciones y de formulaciones al que antes me referia se sittia en una posicion de ruptura frontal con buena parte de los presupuestos que confi guran lo que podriamos llamar la . ocimiento especializado ndamentado y mas sdli- 1, es decir, de esos cono- 1 todos los seres huma- uyendo a lo largo de la ssultarén, sin duda, muy Fun conocimiento tan upleja realidad psicolé- 4 para algunos psicélo- ‘odos de las ciencias na in, y otros psicélogos *ipo de racionalidad in- e impera en las ciencias claramente establecida. vsicdlogos es, sencilla- vilidos, constituido en demasiado aqui) para ‘oblemas de tipo psico- adecen, las personas en ad de vida de los seres varentemente muy no- las intenciones que se suelen existir notables argumentacién. Daré réal pie de la letra, sin la psicologia. Pero in- aflorar sus peligrosas para no hacerme atin a0 éste, me limitaré al constituir un conoci- >osible instituida afios presa de una ver que tan sélo era uuna imagen porque precisamente estaba dentro de ella. Esa imagen fue configurada por la moderna ideologia de la ciencia y me gusta- ria ir dibujando aqui nuevamente esa imagen, 0 por lo menos esbo- zar algunos de los elementos que le daban forma, porque es esa ima- gen la que conferia su pleno sentido al noble propésito que alentaba ala psicologia. Primer trazo de esa imagen: una materia prima hacia la cual en- focar la operaci6n de produccién de conocimientos, es decir, un ob- jeto que algunos llaman la para la cuesti6n que rnsando en ese tipo de én. gPor qué? Pues 10 menos la existencia de la realidad. Por supuesto que la realidad existe y que nos constri- fe y nos potencia al mismo tiempo, con total independencia de cémo nos gustaria que fuese. Lo que aqui se esté afirmando es que la realidad no existe con independencia de nuestro modo de acceso ala misma, y esto es algo muy diferente, contra lo cual no sirven los supuestos contraejemplos que he mencionado. Ni la distancia, ni el fuego, ni el arbol, ni el cdncer, ni la paranoia existen en la realidad con independencia de nosotros, de nuestra conformacién como se- res humanos y como seres sociales. Los objetos de los que creemos que esta hecha la realidad «son como son» y existen en la realidad porque «nosotros somos como somos» y los hacemos existir. Daré ‘un ejemplo trivial, tenemos manos-y ésias nos sirven para prender cosas, ef el mundo hay miles de objetos que podemos prender con Jas manos y otros, como el aire, las llamas o las montafias, que no podemos prender, el mundo esta dividido, por asi decirlo, en objetos «aprehensibles» y otros que no los son, pero la «aprehensbilidad> no es una propiedad de los objetos, es una propiedad que conferi- ‘mos nosotros a los objetos debido a nuestras propias caracteristicas. Lo mismo ocurre con todas las propiedades y con todos los objetos cen los que podamos pensar, no hay objetos duros y objetos blandos, gases y liquidos con independencia de nosotros. Las sillas 0 los ob- jetos «iaturales» sobre los que uno se puede sentar no existen, por supuesto, en el mundo de las hormigas y no existirian para nosotros si, manteniendo todo lo demas por igual, tuviéramos la conforma- én anatémica de una hormiga. Ningiin objeto existe como tal en Ia realidad, no es cierto que el mundo esti constituido por un nii- mero determinado de objetos que estan ahi fuera de una ver. por to- das y con independencia de nosotros. Creemos que si podemos re- presentar, nombrar, conocer los objetos del mundo es porque ya estin ahi'y porque pre-existen a su representaci6n y al acto de nom- brarlos. Pero esto no es asi. Lo que tomamos por objetos naturales no son sino objetivaciones que resultan de nuestras caracteristicas, de nuestras convenciones y de nuestras practicas. Esas practicas de objetivacién incluyen, por supuesto el conocimiento, cientifico 0 no, las eategorias conceptuales que hemos forjado, las convenciones ‘que utilizamos, el lenguaje en el cual se hace posible la operacin de pensar. Por lo tanto, si volvemos a retomar, por un momento, la metafo- ra que antes utilicé acerca de la imagen en la cual se hallaba presa la 233 psicologia, lo que queda disuelto a partir del momento en que re~ chazamos la idea de una realidad independiente es simplemente esa dicotomia radical, esa separacién nitida entre la realidad, por una parte, y el conocimiento de la realidad, por otra parte. No hay for- ‘ma de romper la relaci6n interna que une inextricablemente la rea- lidad con el conocimiento. Somos nosotros quienes instituimos como objets los objetos de los que aparentemente esta hecha la realidad. El objeto no genera nuestra representacién de él sino que resulta de las pricticas que articulamos para representarlo. Y son esas précticas las que trocean la realidad en objetos diferenciados. Insisto una vez més, la realidad existe, est compuesta por obje- tos, pero no porque esos objetos sean intrinsecamente constitutivos de la realidad sino porque nuestras propias caracteristicas los «po- nen», por asi decirlo, en la realidad. Y es, precisamente, porque son nuestras caracteristicas las que los constituyen por lo cual no pode- mos trocear a realidad a nuestro antojo y creer que sila realidad de- pende de nosotros, entonces podemos construir la realidad que nos venga en gana. Creer que la realidad existe con independencia de nuestro modo de acceso a la realidad es una ingenuidad, hoy por hoy, insostenible. Pero, ¢qué implica esto de cara ala psicologia? Pues, simplemen- te, que los objetos que componen la realidad psicol6gica no proce- den de una supuesta dos de la norma psicolégi ‘Veamos ahora la segun: que existe un acceso priv amparo deta objetividad, creencia, al igual que la ar menda fuerza porque tam utilidad a lo largo de nue que existen conocimiento procedimientos que cond racién de conocimientos 1 ‘Todos sabemos la utilic tos la posesién de un mag conocemos las catastrofe mapa equivocado. Todos un buen mapa es necesaric definidas en lugar de otras Lejos de mi intencién | mientos son mejores que qué son més fieles a la rea rresponden més exactame razones por las cuales un Jel momento en que re- iente es simplemente esa utre la realidad, por una otra parte. No hay for- nextricablemente la rea- 0s quienes instituimos antemente esté hecha la sentacién de él sino que uta representarlo. Y son objetos diferenciados. std compuesta por obje- secamente constitutivos caracteristicas los «po- -ecisamente, porque son ‘en por lo cual no pode- cer que sila realidad de- truir la realidad que nos dencia de nuestro modo *y por hoy, insostenible. gia? Pues, simplemen- d psicolégica no proce- cn la cual estarian pre- iltas de las practicas de desarrollado. ¥ cuando esto, a los psicélogos, y cluyo, por supuesto, el nensiones. Esto signifi- psicolégicos no vienen ‘una praeticas que, por entes, sociales e hist6ri- ivas a una cultura dada. psicolégicos estin par- tc los representamos, es ‘sacerca de ellos. Y esto an a conformar la reali- us conocimientos para ante a partir de los pro- Es precisamente todo esto lo que queda enmascarado cuando se cree que la realidad «es como es» con independencia de nuestro modo de acceder a ella, y es asi como queda difuminada bajo la apa- riencia de la neutralidad, la responsabilidad que tienen los psicélo- gos sobre la conformacién de la realidad psicolégica. Se naturaliza, de esta forma, una realidad que aparece como consustancial con la condicién humana, se enmascara el papel que desempefian determi- nadas practicas humanas en la construccién de esa realidad y se su- giere que existen, por lo tanto, unas pautas de normalidad psicolé- gica que vienen marcadas por nuestra propia naturaleza y a las que debemos, por lo tanto, conformarnos para ser plenamente miem- bros de nuestra especie. La presi6n para que nos adecuemos a la rea- lidad psicol6gica tal y como es encuentra en este proceso de natura lizaci6n su modo de ejercicio mas sutil y eficaz, superando con creces, la eficacia de las exhortaciones normativas que nos conmi- nan a ser de tal 0 cual forma. Ingenuidad, por lo tanto, pero ingenuidad peligrosa que deja ala persona sin otra alternativa mas que la sumisi6n frente a los dicta- dos de la norma psicol6gica. ‘Veamos ahora la segunda gran ingenuidad, es decir, la ereencia en que existe un acceso privilegiado a la realidad que nos permite, al amparo de la objetividad, conocer la realidad «tal y como es». Esta creencia, al igual que la anterior, se impone a nosotros con una tre ‘menda fuerza porque también experimentamos su legitimidad y su utilidad a lo largo de nuestra existencia cotidiana. Todos sabemos que existen conocimientos més confiables que otros y que existen procedimientos que conducen con mayor seguridad hacia la elabo- raci6n de conocimientos mas acertados que otros. Todos sabemos la utilidad que tiene para nuestros desplazamien- tos la posesién de un mapa que se atenga fielmente a la realidad, y conocemos las catistrofes hacia las que nos puede conducir un mapa equivocado. Todos sabemos, por fin, que para confeccionar un buen mapa es necesario seguir unas reglas de procedimiento bien definidas en lugar de otras. = Lejos de mi intenci6n la pretensin de negar que ciertos conoci- mientos son mejores que otros. Pero, por qué son mejores? zPor qué son mas fieles a la realidad? gPor qué la reflejan mejor y se co- rresponden mis exactamente con ella? No voy a entrar aqui en las razones por las cuales un conocimiento ¢s mejor que otro aunque 235 tengo, por supuesto, mis ideas al respecto, pero imagino que nadie se atrevera a decir que lo propio de los conocimientos acertados, pongamos por caso los conecimientos cientificos, radica en que se corresponden con la realidad. Porque si alguien se atreviese a decir esto incurriria en una tremenda barbaridad légica. Veamos, para sa- ber si una cosa, el conocimiento por ejemplo, se corresponde con otra, la realidad por ejemplo, hay que comparar entre si esas dos co- sas. Si no las comparamos no podemos saber si una se corresponde con la otra y, para compararlas, tenemos que tener acceso a cada una de ellas con independencia de la otra, no podemos definir una de ellas en los términos de la otra porque si lo hiciéramos, la compara- cidn seria una simple parodia de comparaci6n: Ahora bien, ge6mo puedo acceder a la realidad con independencia del conocimiento que tengo de ella para compararla con el conocimiento de la real dad? Nadie ha sabido decirlo hasta ahora y sin embargo, es precisa- mente lo que deberia explicarnos quien pretenda que el conoci- miento cientifico se corresponde con la realidad y nos dice cémo es la realidad. No tiene sentido, por lo tanto, pensar que el conocimiento cien- tifico nos dice cémo es la realidad porque, obviamente, no hay for- ma de saber cmo es la realidad con independencia de su conoci- miento y no hay forma, por lo-tanto, de saber si el conocimiento cientifico acierta en su descripeién de la realidad. El conocimien- to cientifico tiene, desde luego, otras virtudes pero no la de reflejar la realidad tal y como es. ‘También queda lejos de mi intencidn la pretension de negar que ciertos procedimientos conducen a elaborar mejores conocimien- tos. Pero, gpor qué permiten obtener ese resultado? :Seri, acaso, porque garantizan la objetividad? Voy a dejar de lado la evidencia de que si no hay objetos, como lo he argumentado hace un rato, 16- zgicamente tampoco puede haber y voy a aceptar por un momento la idea clasica de la «objetividad>. :Qué es la objetivi- dad? Es la forma de impedir que la presencia del sujeto esté inscrita en los conocimientos que este produce. Un conocimiento es objeti- vo si la voz del sujeto que la enuncia no determina el enunciadoy la ‘mejor forma de asegurarse de que un conocimiento es objetivo con- siste en someterlo al veredicto de los hechos y no a la opinién de las personas. Volvemos una vez més al famoso «tribunal de los he- chos». Es el cientifico quien dice cémo es la realidad, pero es la pro- 236 pia realidad, los hechos, « quien pondré en evidencis tualmente al enunciado. I hechos que tengan voz y « Para que la realidad dig hechos» alguien tienen qu desmienten 0 confirman los hechos no pueden po: Alguien tienen que interp: formes con lo que se dice dad consiste en someters cjercicio de ventriloquia r hechos tienen voz propia guien> les presta su voz. La objetividad no es si ventriloquia Sin duda, hay procedit producir conocimientos, | su eficacia reside en que p blemas con los que ha top: han sido tan insalvables q de la cobjetividad> no ha minos de «inter-subjetivic prictica, la idea nuclear cc vidad. Por fin, no pretendo, r no hay diferencia entre er que la nieve es blanca, que la represion existe y que si el suelo. El concepto de csencial para nuestra exist terio, Sabemos que ningu Jo que es verdadero y lo q verdad no tienen ningan sotros, a nuestras convenc absoluto. Por ejemplo, cu blanca» sé perfectamente « es algo que es conferido a sin embargo, el enunciad« pero imagino que nadie ‘nocimientos acertados, tificos, radica en que se tien se atreviese a decir gica. Veamos, para sa- lo, se corresponde con war entre si esas dos co- r si una se corresponde tener acceso a cada una odemos definir una de riciéramos, la compara- 5n. Ahora bien, ge6mo incia del conocimiento nocimiento de la reali- in embargo, es precisa retenda que el conoci- dad y nos dice como es + el conocimiento cien- bviamente, no hay for- sndencia de su conoci- ber si el conocimiento ilidad. El conocimien- s pero no la de reflejar retensién de negar que mejores conocimien- ssultado? ¢Sera, acaso, ar de lado la.evidencia atado hace un rato, 16- 4+ y voy a aceptar por ts. zQué es la objetivi- del sujeto esté inserita anocimiento es objeti- mina el enunciado y la aiento es objetivo con- no a la opinion de las » tribunal de los he- salidad, pero es la pro- pia realidad, los hechos, quien dira si el enunciado es aceptable y quien pondra en evidencia la parte de subjetividad que marca even- tualmente al enunciado. Pero, han visto ustedes alguna vez unos hechos que tengan voz y que hablen por si mismos? Para que la realidad diga algo y se exprese en el «tribunal de los hechos» alguien tienen que prestarle su voz. Decir que los hechos desmienten 0 confirman algo es un enunciado metaforico porque los hechos no pueden por si mismos desmentir 0 confirmar nada. Alguien tienen que interpretarlos en tanto que conformes o discon- formes con lo que se dice acerca de ellos. Pretender que la objetivi- dad consiste en someterse al veredicto de los hechos implica un ejercicio de ventriloquia mediante el cual se crea la ilusién que los hechos tienen voz propia cuando en realidad, y obviamente, «al- guien» les presta su voz. La objetividad no es sino el nombre que se da a este ejercicio de ventriloquia. Sin duda, hay procedimientos que son mejores que otros para producir conocimientos, pero es absurdo pensar que el secreto de su eficacia reside en que permiten aleanzar la objetividad. Los pro- blemas con los que ha topado el concepto positivista de objetividad han sido tan insalvables que, al final, los defensores més acérrimos de la «objetividad» no han tenido més remedio que definirla en tér- minos de «inter-subjetividad», lo que equivale a abandonar, en la préctica, la idea nuclear contenida en el propio concepto de objeti- vidad. Por fin, no pretendo, ni mucho menos, defender la idea de que no hay diferencia entre enunciados verdaderos y falsos. Es verdad que la nieve es blanca, que los campos de exterminio existieron, que la represion existe y que si me tiro de un sexto piso me estrellaré en cl suelo. El concepto de la verdad es un concepto absolutamente esencial para nuestra existencia cotidiana y no entraiia ningtin mis- terio. Sabemos que ninguno de nosotros puede decidir a su antojo lo que es verdadero y lo que no lo es, pero también sabemos que la verdad no tienen ningdn cardcter trascendental, que es relativa a no- sotros, a nuestras convenciones, a nuestra experiencia, no es ningtin absoluto. Por ejemplo, cuando digo que «es verdad que la nieve es blanca» sé perfectamente que la nieve no tiene color porqueel color ¢s algo que es conferido a los objetos por mi sistema perceptivo y, sin embargo, el enunciado «la nieve es blanca» es plenamente ver- 237 dadero, pero verdadero relativamente a un sistema de convenciones yauna perspectiva particular que es la que dibuja mi conformacién neurofisiolégica. Para un ser que no percibiera colores, o los perci- biera diferentemente, hay muchos en la naturaleza, el enunciado ela nieve es blanca» seria totalmente falso. Es precisamente esa relatividad> de la verdad la que desaparece a partir del momento en que se unen las creencias de que «la reali- dad es como es con independencia del modo en que accedemos a ella» y de que «existe un modo de acceso privilegiado que permite acceder al conocimiento de la realidad tal y como es». Estas dos creencias se conjugan para arrebatarnos el criterio de la verdad y si- tuarlo en un plano trascendente y absoluto. El procedimiento para secuestrar la verdad, arrebatarla a nuestras decisiones y situarla fue- rade nuestro alcance, es simple, pero de una logica aplastante. Pun- to primero, la realidad es como ¢s, por lo tanto, es una y tinica. Punto segundo, podemos llegar a conocer objetivamente cémo es la reali- dad. Punto tercero, por lo tanto cuando decimos eémo es la rea- lidad, la verdad de ese enunciado es absoluta y tinica. No hay vuel- ta de hoja, siendo una la realidad y siendo posible su conocimiento objetivo solo hay un conocimiento que sea verdadero y la verdad de este conocimiento no es relativa a mi condici6n sino que transcien- de esta condicién porque radica en la propia realidad. Cuando comprobamos a qué barbaridades légicas y a qué conse- cuencias insostenibles conduce la creencia en la existencia de un modo de acceso privilegiado que permita decir cémo es en realidad |a realidad, no nos queda mas remedio que admitir que se trata de una ingenuidad. Pero ademas, es una ingenuidad peligrosa porque establece una «retorica de la verdad» tanto mis poderosa cuanto que la decisién acerca de lo que es verdadero o falso ya no depende de las convenciones, las caracteristicas y pricticas de los seres huma- nos sino que se sittia fuera de ellos, en el seno mismo de la realidad y en el procedimiento que permite acceder a ella . . Estas dos iterio de la verdad y si- El procedimiento para scisiones y situarla fue- 6gica aplastante. Pun- >, esuna y dnica. Punto nente cémo es la reali- cimos cémo es la rea- y-tinica. No hay vuel- »sible su conocimiento srdadero y la verdad de 6n sino que transcien- realidad. légicas y a qué conse- an la existencia de un ir c6mo es en realidad sdmitir que se trata de idad peligrosa porque mis poderosa cuanto © falso ya no depende cas de los seres huma- mismo de la realidad y 1 «objetivamente>. to para la psicologia? objetividad coloca al realidad desvinculan- -omiso. No es élo ella A psicol6gica sino que docas y, como la cien- a definitiva, la propia realidad la que habla directamente por su boca. La ingenua adhe- sidn al mito de la objetividad produce, de esta forma, tremendos efectos de poder sobredas personas. El discurso del psicélogo tan sdlo puede ser cuestionado si se demuestra que ha infringido la re- gla de la objetividad, porque si no lo ha hecho, entonces dudar de su palabra ser‘a tan absurdo como dudar de la propia realidad. ‘Con esta operacién se impiden cuatro cosas. En primer lugar, se impide ver que la realidad psicol6gica es una construccién contin- gente, dependiente de nuestras practicas socio-hist6ricas y que, por Io tanto, no nos define en términos esencialistas, no nos define en términos de algo que estaria inscrito en nuestro ser. En segundo lu- gar, se impide ver que el discurso del psicologo esta marcado por las Convenciones que este acepta y que no constituye, por lo tanto, mas que una interpretacién de la realidad psicolégica entre otras posi- bles sin que se pueda nunca privilegiar ninguna de ellas aduciendo que se corresponde «mejor> con la propia realidad. En tercer lugar, se impide ver que el discurso del psicélogo desempefia, él mismo, un papel en la conformacién de a realidad psicoldgica y que se puede exigi, por lo tanto, al psicdlogo que explicite cules son las opcio- nes normativas que guian su actividad. Por fin, en cuarto lugar, se impide que la gente pueda terciar en las cuestiones psicol6gicas, porque si lo tinico en lo que puede fallar el psicdlogo es en la co- recta aprehensiGn de la realidad, entonces, tan s6lo otro especialis- ta puede detectar este fallo y puede enjuiciar si el procedimiento se- tle ba file 4 alocande ons. Eluage gooll exaee compadtces y el pueblo sélo tiene derecho a contemplar la contienda, y en verdad ni siquiera la puede contemplar porque la jerga terminolégica se en- carga de levantar una pantalla opaca entre él y el especticulo, En su conjunto, los efectos de la ingenua ereencia en la objetivi- dad han constituido a la psicologia en un dispositivo autoritario que dice a las personas la verdad de su ser sin dejar otra salida mas que la del acatamiento. Contra el construccionismo El construccionismo nos dice, y creo que con raz6n, que el pensa~ miento humano construye sus elaboraciones de manera argumenta- tiva y dilematica. Es decir, recurriendo a argumentos y contra-argu- 239 mentos sin perder nunca de vista, por consiguiente, que toda postu- ra se inserta en un conjunto abierto de posturas posibles. Sabemos, por lo tanto, que no basta con exponer los argumentos a favor de una postura para convencer de su validez, sino que es conveniente examinar los contra-argumentos y mostrar que no son convincen- tes. Me permitiran, por lo tanto, que comente algunas de las obje- ciones més habituales que se esgrimen en contra de las posturas mantenidas desde el construccionismo. Esto nos permitira ademas adentrarnos mas finamente en la comprensién de lo que es el cons- truccionismo, puesto que es precisamente mediante el juego de las. criticas y de las contra-criticas, es decir, mediante la confrontacién de argumentos como mejor se llega a entender una determinada postura. El primer gran reproche que se le ha hecho al construccionismo es el de caer en la falacia del «reduccionismo lingiiistico». En efecto, al poner tanto énfasis en el papel que desempena el lenguaje y las convenciones lingiiisticas en la construccién de la realidad, parece quel construccionismo esté dando a entender que «todo» es len- guaje y que la realidad es de naturaleza lingiiistica. Si las cosas no existen por si mismas, sino que las hacemos existir mediante nues- tras categorias lingiiistico-conceptuales, mediante las convenciones que establecemos y mediante nuestras pricticas discursivas, parece obvio que las cosas serian de otra forma, 0 que habria otras cosas, si todas esas categorias, convenciones y practicas fuesen distintas. A partir de aqui parece que se pueda dar fécilmente el paso que nos Ieve a decir que basta con cambiar las palabras para cambiar la rea- lidad. Esta claro que si el construccionismo defendiese esta postura mereceria plenamente la acusacién de caer en la falacia del reduc- cionismo lingiiistico y, por lo tanto, de «idealismo», ya que imputar ala realidad una naturaleza lingiifstica no constituye sino la version moderna de aquel idealismo que reducia la realidad a las ideas sobre la realidad. Pero esto no es asi. ‘No es asi, en primer lugar, porque cuando se comete una falacia ¢s precisamente cuando se contunde el plano epistémico con el pl no ontolégico y cuando se confunden las condiciones de posibili dad de un fenémeno con el propio fenémeno. Quienes acusan al construccionismo de reduccionismo lingiiistico cometen, ellos mis- ‘mos, la falacia de confundir la afirmacién de que «algo» adquiere su estatus de objeto real mediante un proceso de construccién lingiiis- 240 tico-conceptual con la afin de naturaleza lingiifstico-c mativo» de la realidad no s sea de naturaleza lingiiisti edificio debe su existencia entonces ese edificio cons saberes téenicos. En segundo lugar, se co do se olvida que nuestro | nuestros caprichos sino ¢ Saussure da a éste términ précticas, nuestra historia Esto significa que el lengu: tricciones que no permiter y cambiarla a placer. Curiosamente, se podri: zan contra el construecior duccionismo lingiifstico qu giiistico sin saberlo y quie efecto, no se dan cuenta qt Jo que tan sélo son propiex sas y de nuestra manera de (que atribuyen a las cosas | de representarlas. No deja construccionismo de ideali cién sobre el caricter forn no hacen sino hacer aflora las posturas realistas. Hay « de las cosas lo que no pert cllas, para ver en el constrt ahi esté la gran paradoja. Un segundo reproche ¢ desembocar sobre un rela puesto, que esto constituy: objeto de unos ataques y « prolongados en el tiempo « ante tal acusacién y se afan En efecto, se da por sentad: ti6n, que el relativismo es iente, que toda postu- ras posibles. Sabemos, argumentos a favor de ino que es conveniente que no son convincen- ate algunas de las obje- contra de las posturas » nos permitira ademas sn de lo que es el cons- rediante el juego de las liante la confrontacién nder una determinada 10 al construccionismo lingitistico». En efecto, rpefa el lenguaje y las de la realidad, parece er que «todo» es len- iistica. Si las cosas no existir mediante nues- iante las convenciones cas discursivas, parece habria otras cosas, si cas fuesen distintas. A nente el paso que nos as para cambiar la rea- efendiese esta postura ha falacia del reduc- smo», ya que imputar stituye sino la versién dlidad a las ideas sobre se comete una falacia epistémico con el pla- adiciones de posibili- ©. Quienes acusan al ‘0 cometen, ellos mis- ue «algo adquiere su construccién lingiiis- tico-conceptual con la afirmacién de que, por lo tanto, ese objeto es de naturaleza lingiifstico-conceptual. Decir que el lenguaje es «for- mativor dela realidad no significa, ni mucho menos, que la realidad sea de naturaleza lingiistica, es como si dijéramos que porque un edificio debe su existencia a las técnicas de quienes lo hacer existir entonces ese edificio consiste exclusivamente en un entramado de saberes técnicos. En segundo lugar, se comete también una tremenda falacia cuan- do se olvida que nuestro lenguaje no es una abstraccién nacida de nuestros caprichos sino que esté ero la negativa a entrar hho menos, que se aban- ras y de considerar que ~ ejemplo, que el relati- Lo iinico que se afirma distintas posturas son s convenciones, a nues~ vo pueden apelar, por lo tey supra-humano. ros criterios son obra iega, y éste es el punto lad de una ética sino que misma de la ética. cesta nuestra plena res +s valores y es evidente ipleto, y con ella pierde -mamos que los valores altos, por lo tanto in- dependientes de nosotros, no relativos a nosotros, que dictaminan sin discusién posible lo que es digno de ser defendido y lo que no lo es. En este sentido, el relativismo no sélo no conduce a la pasividad politica sino que, por el contrario, fomenta la implicacién politica porque soy yo, con unos criterios que sé que me son propios y que sélo cobran sentido en funcién de mi compromiso con ellos, quien soy responsable de defenderlos y de procurar que configuren el tipo de realidad sociopolitica que he decidido potenciar. En definitiva, un construccionismo consecuente reconoce plena- mente la adecuacién del calificativo de

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