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ganz1912° La imaginaci6n simbolica Gilbert Durand Amorrortu editores Buenos Aires , Director de la biblioteca de filosofia, antropologia y religién, Pedro Geitman Imagination Symbolique, Gilbert Durand Primera edicién en francés, 1964; segunda edicién, 1968 Traduccién, Marta Rojeman Unica edicién en castellano autorizada por Presses Universitaires de France, Paris, y debidamente protegida en todos los paises. Queda hecho el depé- sito que previene la ley n? 11.723. © Todos los dere- chos reservados por Amorrortu editores S.C. A., Luca 2223, Buenos Aires. La reproduccién total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada, escrita a maquina por el sistema multigraph, mime6grafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola derechos re- servados. Cualquier utilizacién debe ser previa- mente solicitada. Impreso en la Argentina. Printed in Argentina. FILOBOFIA vet aAe «— Le gritamos: ; Abraham! ;Creiste en tu suefio! ;En verdad, aqui esta la prueba evidente > Corfn, XXXVII, 104-106. ganz1912 Introduccién. El vocabulario del simbolismo «Un signg es una parte del mundo fisico del ente (being); un simbolo es una parte del mundo hu- mano de la significacién (meaning)», E. Cassirer, An Essay on Man, pig. 32. Siempre ha reinado una gran confusién en el em- pleo de los términos rclativos a lo imaginario. Quizd sea necesario suponer ya que tal estado de cosas proviene de la desvalorizacién extrema que sufrié la imaginaci6n, la , 0 — Ia «divinidads, puede ser significado por cualquier cosa: un alto pefiasco, un Arbol enorme, un 4guila, 14 Sobre la etimologia de Sumbolon, cf. R. Alleau: De la nature des symboles. Tanto en griego (sumbolon) como en hebreo (mashal) o en alemén (Sinnbild), el término que significa simbolo iraplica siemprala_unids iMicad a 16 una serpiente, un planeta, una encarnacién huma- na como Jestis, Buda o Krishna, o incluso por la atraccién de la Infancia que perdura en nosotros, Este doble imperialismo * —del significante y dei _significado— en la imaginacién simbélica carac- teriza especificamente al signo simbélico y consti. tuye la «flexibilidad» del simbolo.’* El imperialis- mo del significante, que al repetirse llega a inte- grar en una sola figura las cualidades mas contra- dictorias, asi como el imperialismo del significado, que llega a inundar todo el universo sensible para manifestarse sin dejar de repetir el ‘acto «epifani- co», poseen el caracter comin de la redundancia. Mediante este poder de repetir, el simbolo satisface de manera indefinida su inadecuacién fundamen- tal. Pero esta repeticién no es tautolégica, sino per- feccionante, merced a aproximaciones acumuladas. ‘A este respecto ¢s comparable a una espiral, 0 mejor dicho a un solenoide, que en cada repeticién circunscribe més ‘su enfoque, su centro. No es que un solo simbolo no sea tan significativo como todos Tos demés, sino que-el-conjunto de todos los sim- bolos relativos a un tema los esclarece entre si, les agrega una «potencia» simbélica suplementaria.”” ‘Ademés, a partir de esta propiedad especifica de redundancia perfeccionante, se puede esbozar una clasificacién somera, pero cémoda, del universo simbélico, segdn los simbolos apunten a una redun- 15 Cf. P. Godet, op. cit.: «El simbolo, cuya caracteristica manifestar un sentido dele es portador, puede tener numerosos_set Z Cassirer, An Essay on Man. 17 Veremos més adelante que este método de «conver- gencia> es el método por excelencia de la hermenéutica. 17 . Fones lingitisti de imé- lo que se podria denominar simbolo iconagrdfico, dancia de gestos, de relaciones Hngisticas 0G ims constituye miiltiples redundancias: «copia» redun- er eee . dante, sin duda, de un lugar, una cara, un mo- a ee delo, pero también representacién, por parte del Ta clase de os ees en ae : espectador, de lo que el pintor ya represent6 técni- a la hora de la oraci6n se prosterna hacia el este; camente . .. En el caso de los iconos religiosos, hay fel sete ote creat ae eee cued también «copiay de un mismo modelo en muchos el soldado que rinde honores a la bandera; el bai- ejemplares: cada estatuita de Nuestra Sefiora de larin o el actor que musical: «El simbolo (...) xt: «Les structures des mythes». Este autor demuestra que A nunca queda explicado de una ver para siempre, sino que bajo el «diacronismoy aparente del relato es el «sincronis- siempre hay que volver a descifranlo, lo mismo que una par- Isat dels ecenencinl yea as [edad = 1oT Tet Sempre hay que voluera deca, Jo mismo que una par nificativo. G. Durand, Les structures anthropologiques de aotaqua sienna tecieetenaYejecaientaaens’ 2 Pimaginaire. pee 19 San Mateo, xm, 3-52. SUE codec ic 18 : % . nera, la intencién simbélica de un icono bizantino, © incluso de un Giotto, es més intensa que la del pintor impresionista, a quien solo interesa la «ex- presién» epidérmica de la luz. Una pintura o una escultura de valor simbélico es la que posee lo que Etienne Souriau llama —ya veremos si el término est4 justificado— «el Angel de la Obra», es decir que encierra un «contenido que la trasciende>.”? El verdadero icono «instaura> un sentido; la simple imagen —que muy pronto se pervierte, convirtién- dose en {dolo o en fetiche— esta cerrada sobresf mis- ma, rechaza el sentido, es una «copia» inerte de lo sensible. En cuanto a intensidad simbélica, el icono que mas la contiene, desde el punto de vista del consumidor, parece ser el bizantino, que satisface mejor el imperativo de la conduccién; y desde el punto de vista del productor y el consumidor, la pintura Chan y taoista, que conduce al artista chino al sentido del objeto sugerido con algunos trazos 0 manchones de aguada.”* Detengémonos por el momento en esta definicién, 22 Gf. E. Souriau, L’ombre de Dieu, Paris, 1955. Cf. lo que Focillon lama el aura que transfigura la obra (La vie des formes, Paris: Leroux, 1934) ; cf. también H. Cor- bin, op. cit. y P. Godet, of. cit. 23 El VII Goncilio Ecuménico (Nicea, 781) define el icono como anamnesis 2% Para todo el Extremo Oriente chino-japonés, asi como para Platén, la belleza concreta es reconduccién que ilu- mina a la belleza en si y al més alld inefable de la belleza. Se dijo del pintor chino Yu-K’O que cuando pintaba bam- bites «olvidaba su propio cuerpo y se transformaba en bambies». Pero estos bambiies son, a su vez, simbolos, y reconducen a un éxtasis mistico, Gf. F. 8. C. Northrop, The meeting of East and West. 20 {del simbolo como Gigno que remite a un significado inefable ¢ invisible, y por eo debe encarnar con- C1 lent “esta adect Yan inagotablemente la inadecuacién, fe advierte desde un primer momento que un modo tal de conocimiento nunca adecuado, nunca. «ob- jetivo», ya que jams alcanza un objeto, y que siem- Dre 3 prétende esencial, ya que se basta a si mismo y Ileva en su interior, escandalosamente, el men- saje inmanente de una trascendencia; nunca.expli- cito, sino siempre ambiguo y a menudo redundante, -verd planteadas en su contra, en el curso de la “historia, muchas opciones. religiosas 0 filos6ficas. Este conflicto es el que nos proponemos describir sucintamente en el primer capitulo de este libro. Pero después de haber constatado que, a pesar de la ofensiva de toda una civilizacién, el simbolo se mantiene, y que el mismo desarrollo del pensa- miento occidental contempordneo debe, de grado © por fuerza y so pena de alienacién, encarar me- tédicamente el 0 opons oponsopp “apo 9 aquoin|ns aquowoioing oponoopy *(euoqquin) -oumur sv wiseq ag |opeoyuais of ap pep ‘agar |-yfend wun ‘otaurara aqueoytusig “quis x] e aonpuog | un ‘oued wun sas op 4 sang “opeayuass [op | pouoyouanuoe oy | jouorusnues squat “[eiauo8 ugioensnt] ouingsn ox oping ON (oroensa opnuas ua) ofoquas 13 euodore ey | outs 19 opoutpur oqwsnwusou0s 9p Sopow so7] “| o1pency x , 1. La victoria de los iconoclastas o el reverso de los positivismos «El positivismo es la filosofta que, en un mismo mo- vimiento, elimina a Dios y clericaliza todo pensa- miento». Jean Lacroix, La sociologie d’Auguste Comte, pag. 110. ‘Acaso parezca doblemente paradéjico referirse al «Oceidente iconoclast». ¢Acaso la Historia cul- tural no reserva este epiteto para la crisis que con- movié al Oriente bizantino en el siglo vu? ¢Y cémo podria ser tachada de iconoclasta una civilizacién que rebosa imagenes, que invent6 Ia fotografia, el cine, innumerables medios de reproduccién icono- grafica? Pero es que hay muchas formas de iconoclastia. Una por omisién, rigurosa: la de Bizancio, que se manifiesta desde el siglo v con San Epifanio y se ir reforzando bajo la influencia del legalismo ju- dio o musulman, ser4 més bien una exigencia refor- madora de «pureza» del simbolo contra el realismo demasiado antropomérfico del humanismo cristo- légico de San German de Constantinopla, y después de Teodoro Studita.! La otra, ms insidiosa, tiene 1 CE. V. Grumel, ¢Liconologie de saint Germain de Cons tantinoples en Echos d’Orient, vol. 21, pig. 165 y eLiico- nologie de saint Théodore Studites, en Echos d@’Orient, vol. 21, pag. 257. Ch. también H. Leclerc, Dict. d’archéologie chrétienne et de liturgie, articulo sobre «Las imagenes». Cf. nuestro articulo, «L’occident iconoclastes, en Cahiers In- ternationaux de Symbolisme, n° 2, 1963. 24 de alguna manera, por exceso, intenciones opuestas a los piadosos concilios bizantinos. Ahora bien; aunque la primera forma de iconoclastia haya sido un simple accidente en Ia ortodoxia¢trataremos de~ demostrar que la segunda forma de iconoclastia, por exceso, por evaporacién del sentido, fue el ras- go constitutivo y sin cesar agravado de la cultura eccidentak > rimera_instancia, el analiticas se presenta como el método universal.{Incluso en Descartes —y en él antes que en ningén otro— se aplica precisamente al «yo pienso», tiltimo «simbolo» del ser, sin duda, pero simbolo temible, ya que el pensamiento y por lo tanto el método —es decir, el método matemiti- co— se transforman en el tinico simbolo del ser. El simbolo —cuyo significante ya no tiene mas que la diafanidad del signo— se esfuma poco a poco en la pura semiologia, se evapora, podriamos decir, metédicamente en signo)De esta manera, con Ma- lebranche, y sobre todo con Spinoza, el método re- ductivo.de la geometria analitica se aplicar4 al Ser absoluto, a Dios mismo. En el siglo xvm, por cierto, se insintia una reac- cién contra el cartesianismo. Pero esta reaccién solo 5 Cf. R. Guénon, Le régne de la quantité et le signe des temps. 27 ¥ esta inspirada en el empirismo escolastico, tanto de Leibniz como de Newton; veremos mas adelan- te que este empirismo es tan iconoclasta como el método cartesiano. Todo el saber de los diltimos dos siglos se resumirA en un método de anilisis y de medicién matemdtica, producido por un deseo de enumeracién y de observacién en el cual des- embocard la ciencia histérica. Asi se inaugura la era de la explicacién cientificista que en el siglo 20x, bajo las presiones de la historia y su filosofia, se transformar4 en positivismo.’ TBsta concepcién «semiolégicay: del mundo serA la oficial en las universidades occidentales y en es- pecial en la universidad francesa, hija predilecta de Auguste Comte y nieta de Descartes. No solo el mundo es pasible de exploracién cientifica, sino que la investigacién cientifica es la nica con de- recho al titulo desapasionado de conocimiento. Durante dos siglos la imaginacién es violentamente anatemizada. Brunschvicg la considera ademas como «pecado contra el-espiritu», mientras que Alain se niega a ver en ella otra cosa que la infan- cia confusa de la conciencia;” Sartre sdlo descubre en Io imaginario «la_nada», «objeto fantasmal», «pobreza esencial».* Bajo el influjo cartesiano se produce en Ia filosofia 6 Cf. F. S.C. Northrop, The meeting of East and West, donde el autor asimila este reino del algoritmo a la igual- dad politica en la democracia de Locke, inspiradora de los te6ricos franceses de Ia Revolucién. 7 Gf. Brunschvieg, Héritage de mots, héritage @idées. Alain, Préliminaires & la mythologie. Gusdorf, Mythe et méta- physique.te 8 Sartre, L’imaginaire.t. 28 contempordnea una doble hemorragia de simbo- lismo: ya sea que se reduzca el cogito a las «co- gitaciones» —y entonees se obtiene el mundo de la ciencia, donde el signo sdlo es pensado como tér- mino adecuado de una relacién—, 0 que «se quie- ra devolver el ser interior a la conciencias ° —y entonces se obtienen fenomenologias carentes de trascendencia, segiin las cuales el conjunto de los fenémenos ya no se orienta hacia un polo metafi- sico, ya no evoca ni invoca lo ontolégico, no logra sino una «verdad a la distancia, una verdad redu- cida»—.%1En resumen, se puede decir que la im- pugnacién cartesiana de las causas finales, y la re- sultante reduccién del ser a un tejido de relaciones objetivas, han climinado en el significante todo lo que era sentido figurado, toda reconduccién_hacia ‘Ja profundidad vital del llamado ontolégico] Tan radical iconoclastia no se ha desarrollado sin graves repercusiones en la imagen artistica, pin- tada o esculpida. El papel cultural de la imagen pintada es minimizado al extremo en un universo donde se impone todos los dias la potencia prag- mitica del signo. Incluso un Pascal proclama su desprecio por la pintura, iniciando de esta manera el menosprecio social en que el consenso occiden- tal mantendré al artista aun durante la rebelién tistica del romanticismo. El artista, como el ico- no, ya no tiene lugar en una sociedad que poco a poco ha eliminado la funcién esencial de la ima- gen simbélica. Asi también, después de las vastas '¥y ambiciosas-alegorias.del Renacimiento, se ve que 9 Alquié, op. cit 10 P. Ricoeur, op. cit. 29 en su conjunto el arte de los siglos xvm y xvm se empequefiece hasta convertirse en una simple «di- versién», en un mero de Aristételes, que la cristian- dad adoptara hasta Galileo, corresponde a un mun- do secularizado, combinacién de cualidades sen- sibles que solo conducen a lo sensible o a la ilu- sién ontolégica que denomina ser a la cépula que une un sujeto a un atributo. Lo que Descartes re- chaza en esta fisica de primera instancia no es su positividad, sino su precipitacién. Es cierto que para el conceptualismo la idea posee una realidad in re, en Ia cosa sensible donde va a tomarla el intelecto, pero solo conduce a un concepto, a una definicién literal que quiere ser sentido propio. Y no condu- ce —como la idea platénica— de un impulso me- ditativo a otro, al sentido trascendente supremo si- tuado «més alld del ser en dignidad y en potencia». Ya se sabe con qué facilidad este conceptualismo se disolveré en el nominalismo de Ockham. No se equivocan los comentaristas de los tratados de fisica peripatética * que contraponen las historiai (investigaciones) aristotélicas —tan cercanas en espiritu a la entidad . 20 Ibid. Sobre Ia literatura «simpaticay de Bolos el De- mocriteo, autor de un Tratado de las simpatias y antipatias. 34 Este deslizamiento hacia el mundo del realismo perceptivo, donde el expresionismo —incluso el sensualismo— reemplaza a la evocacién simbélica, es de los més visibles en la transicién del arte ro- ménico al gético. En la plenitud roménica florecié una iconografia simbélica heredada de Oriente, pe- ro esta plenitud fue muy breve con respecto a los tres siglos de arte «occidental», del arte llamado g6- tico2! El arte romanico es «indirecto», de evoca- cidn simbélica, frente al arte gético, tan «directo», cuyo profongamiento natural ser la apariencia flamigera y renacentista. Lo que se transparenta a través de la encamacién escultural del simbolo ro- mAnico ¢s la gloria de Dios y su sobrehumana vic toria sobre la muerte. La estatuaria gética, por el contrario, muestra cada vez mas los sufrimientos del hombre-Dios.” Mientras que el estilo romAnico, sin duda con me- nos continuidad que Bizancio,” conserva un arte del icono basado en el principio teofanico de una angelologia, el arte gético aparece en su proceso como el prototipo de la iconoclastia por exceso: acentéia el significante a tal punto que se desliza 21 Cf. E, Male, Lart religiewe du XUP sidcle en France; M, Davy, Essai sur la symbolique romane, y O. Beigheder, Liconographie religieuse des pays entre Rhéne et Loire. 22 FAcil serfa sospechar al arte romAnico, en especial el de los cAtaros, de «docetismo>, herejia que conduce a cre que en realidad Cristo no fue de carne. Basilides, Valentin ¥ mis tarde los cAtaros, consideran que la crucifixién de Jestis es un escdndalo y Ia cruz un objeto de repulsién. (Cf. Valentin, citado por Clemente de Alejandria, Stromata.) 23 El cisma data de 1054, pero no quedé realmente consu- mado hasta principios del siglo xa, con el saqueo de Constantinopla por los cruzados (1204). 35 del icono a una imagen muy naturalista, que pier- de su sentido sagrado y se convierte en simple or- namento realista, en simple «objeto artisticon. Pa- radéjicamente, el purismo austero de San Bernar- do es menos iconoclasta que el realismo estético de los géticos, nutrido por la escoléstica peripatética de Santo Tomés. Por cierto que esta desvalorizacién del . La imagen simbélica estaba destinada a perder es- tas virtudes de apertura a Ja trascendencia en el seno de la libre inmanencia. Al convertirse en sis- 27 Cf R. Alleau De la nature des symboles. 28 Cf. B. Morel, Le signe et le sacré: «Les conventions sacramentaires». 29 Op. cit. 30 Las bastardillas son nuestras. 38 tema se funcionaliza; casi podriamos decir que, con respecto a los clericalismos que la van a definir, se purocratiza. Al encarnarse en una cultura y en'un Jenguaje cultural, la imagen simbélica corre peligro de.esclerosarse en dogma y sintaxis. Es aqui donde a forma amenaza al espiritu cuando la poética pro- fética es cuestionada y amordazada. Sin duda, una de las grandes paradojas del simbolo es la de no expresarse sino por medio de una «letray més © menos sistematica, Pero la imaginacién simbélica se presenta como vigilia del espfritu mds allé de la letra, so pena de morir. Ahora bien: toda iglesia es funcionalmente dogmatica y en lo institucional est del lado de la letra. Como cuerpo sociolégico, una iglesia «divide el mundo en dos: los fieles y los sacrilegos>;* sobre todo la iglesia romana que, en el momento culminante de su historia, sosteniendo con mano firme la «espada de dos filos», no podia admitir la libertad de inspiracién de la imagina~ cién simbélica. La virtud esencial del simbolo, co- mo ya dijimos, es asegurar la presencia misma de la trascendencia en el seno del misterio personal. Para un pensamiento eclesidstico, semejante pre- tensién se presenta como el camino que conduce al sacrilegio, Ya sea fariseo, sunita 0 .°* Ahora bien; es significativo que todo el misticismo occidental recurra a estas fuentes platnicas. San Agustin nunca reneg6 completamente del neopla- tonismo, y fue Escoto Eritigena quien introdujo en Occidente, en el siglo 1x, los escritos de Dionisio Arcopagita.” Bernardo de Clairvaux, su amigo Gui- lermo de Saint-Thierry, Hildegarde de Bingen," est4n todos emparentados con la anamnesis platé- nica. Pero ante esta transfusién de misticismo, la institucién eclesistica vigila con recelo”} 37 Platén no solamente considera al Amor (Eros) el proto- tipo del intermediario (Banguete), al que la iconografia an- cigua representaba como un , «la Madre»... Cf. los resurgimien- tos de platonismo en la Madonna intelligenzia de los plato- nistas de la Edad Media y en la figura de Fatima-Crea- cién_ del sufismo, en H. Corbin, of. cit. Sobre ia Schekinah, cf. G. Vadja: Juda ben Nissim ibe Malka, philosophe juif marocain. 38 Cf. B. Morel, of. cit. 39 «De Jos nombres divinoss, «De la teologia misticay, «De Ja jerarquia celeste> (cf. M. de Gandillac, ed., Obras com- pletas) son titulos significativos que remiten tanto a la doc- tina uaa de los nombres divinos como a la angelologia 40 Cf. Leisegang, La gnose. 42 f Jegamos aqui al factor mAs importante de [a icono- (/ clastia occidental, pues la actitud dogmatica impli- ca_un rechazo categérico del icono como apertura espiritual par medio de una sensibilidad, una epifa- fa_de comunién_ individual, Es verdad que, para fas iglesias orientales, el icono debe ser pintado se- gin medios canénicamente establecidos y, asi pa- rece, de manera mis rigida que en la iconogra- fia occidental. De todos modos, lo cierto es que el culto de los iconos utiliza plenamente el dobie po- der de conduccién y de epifanfa sobrenatural del simbolo. Solo la iglesia ortodoxa, al aplicar de leno las decisiones del Séptimo Concilio Ecuménico —que prescriben la veneracién de los iconos—, otorga plenamente a la imagen el papel sacramen- tal de «doble sometimiento>, gracias al cual, me- diante la imagen y el significante, las relaciones en- tre el significado y la conciencia adorante «no son puramente convencionales, sino radicalmente inti- mas»."" Asi se revela el papel profundo del simbolo: es «confirmacién> de un sentido a una libertad per- sonal, Por eso el simbolo no puede explicitarse: en Ultima instancia, la alquimia de la transmutacién, de la transfiguracién simbélica, solo puede efectuar- seen el crisol de una libertad. Y la potencia pottica 41 Cf. B. Morel, of. cit., «Les asservissements liturgiquess CL, Olivier Clément, of. cit.: «Cristo no es Dios, sino también su imagen. La encamacién futdamenta al icono y el icono prueba la Encarnacién (...) La gracia divina reposa en el icono». Este papel de intermediario que el icono desempefia est simbolizado por el iconostasio mismo, que, en su centro, fi- gura en todos los casos la Deesis (la intercesién) repre- sentada por la Virgen y San Juan, los dos grandes inter- cesores. 43 del simbolo define la libertad humana mejor que ninguna especulacién filoséfica: esta tiltima se obs- tina en considerar Ia libertad como una eleccién objetiva, mientras que en la experiencia del sim- bolo comprobamos que la libertad es creadora de un sentido: es poética de una trascendencia en el interior del sujeto més objetivo, mas comprometido con el acontecimiento concreto. Es el motor de la simbélica; es el Ala del Angel." J Henri Gouhier dijo alguna vez qae la Edad Media se extinguié cuando desaparecieron los Angeles. Se puede agregar que una espiritualidad conereta se esfuma cuando los iconos son secularizados y reem- plazados por la alegorfa. Ahora bien; en las épocas de reaccién dogmatica y de rigidez doctrinaria, en el apogeo del poder papal con Inocencio III 0 des- pués del Concilio de Trento, el arte occidental es esencialmente alegérico. El arte catélico romano es dictado por la formulacién conceptual de un dog- ma. No conduce a una iluminaci6n; se limita a ilus- trar las verdades de la Fe, dogméticamente defini- das. Decir que la catedral gética es una «biblia de piedra» no implica en absoluto que en ella se tolere una interpretacién libre negada por la iglesia a la Biblia escrita. Esta expresién quiere decir, simple- mente, que la escultura, el vitral, el fresco, son ilustraciones de la interpretacién dogmitica del Li- bro. Si el gran arte cristiano se identifica con el 42 Por eso la iconografia —e incluso la etimologia de calma> entre los griegos— Ia considera una hija del aire, del viento. El alma es alada como la victoria, y cuando Delacroix pinta su Libertad en lo alto de la barricada, 0 cuando Rude esculpe en el arco de triunfo, reproducen es- pontineamente el vuelo de La Victoria de Samotracia 44 bizantino y el roménico (que son artes del icono y del simbolo), el gran arte catélico (que sos-tiene toda la sensibilidad estética de Occidente) se iden- tifica tanto con el «realismo» y la ornamentistica gotica como con la omamentistica y el expresionis- mo barrocos. El pintor del «triunfo de la iglesia» es Rubens y no André Roublev, ni siquiera Rem- brandt. De esta manera, en el alba del pensamiento con- tempordneo, en el momento en que la Revolucién Francesa est4 por terminar de desarticular los so- portes culturales de la civilizacién occidental, se advierte que la iconoclastia occidental resurge, con- siderablemente reforzada, de seis siglos de «progre- so de la conciencia». Pues si bien el dogmatismo literal, el empirismo del pensamiento directo y el cientificismo semiolégico son iconoclastias divergen- tes, su efecto comin se va reforzando en el curso de Ia historia. Tanto es asi, que Comte ® podr cons- tatar esta acumulacién de los «tres estadios de nues tras concepciones principales, y esto es lo que va a fundamentar el positivismo del siglo x1x. Porque dl positivismo que Comte extrae del balance de la historia occidental del pensamiento es, a la vez, do matismo «dictatorial» y «clerical», pensamiento di recto en el nivel de los

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