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¡V
Con la listeza pecul iar de las muje res , durnbre, nacida ac aso d e las imprudent es
compre nd ió la Almc ndrita bien pronto que noti cias facilitadas po r For tuna. Los píca-
el án imo de su prometido s ufría u na pesa- ros cel os empezaron á agi tar se e n el co ra-
Cuando alguna de las amigas le recor- par que removien do el de su amor , al corre,
da ba á Gabriel, decía ella que es taba J It - las lágri mas por sus mejillas , no se curó de
pertorlJlellte sin novio. Y esto lo decía aco m- restaña rlas. Tomín las vió, y puso mal ges-
pañándolo con un mohín tan gracioso, que to, comp rendi endo el estado psicológico de
no había manera de sustraerse al influjo de Marga ra.
aquella complacen cia, revelada en el rostro - ¿Q ué j ace, zagala?... - Ie dijo.
de u na muchacha alegre, si las hubo. - ¿ Qué he de hacer, sino av ivar la
Pero á los cuatro días, cuando trans cu - ca ndela:
rrieron tantas horas sin ver á Gabriel, tan- Se ace rcó, entonces, y aña dió:
tos momentos sin hablarle, tantas noches - ¡Pero , oye:... ;Xo ha y tanto JillllO, /J1T
sin sentir el roce y el calor de su cu erp o tanto lloro:
varo nil, la alegría comenzó á trocar se en Rápidarnente , de un manotazo, limpi óse
tr ist eza. los ojos la Almend rita.
¿ Por qué se había dejado llevar de la y después de un corto silencio , reanud ó
rabia? .. <: La rabia es mala con sejera. " sus palabr as Tomín d e esta suerte:
Aca so Gabriel no pe nsara en Ana; aca- - i Me /Jaec e á mí que tú no llora s por
so el desaliento que Marga ra hab ía cre ído el [n nto (' la ca nde la . Es por Otro jlllllO. Ya
nota r en su p rometido, fues e más aparente te lo he dich o muc has veces , zagala: «La
que real. No le cabía ya duda de que rabia es mala co nsej e ra.» Er muchacho
había extremado su furor. Gabriel no había .(·/m dio porque tú lo ecllale... Y no debe
mentido , aca so, al asegu rarle que ap en as .f u,, "." ¡L a razón es la razón ! Ahora, qu e á
si record aba á fa bll m a /Jieza que andaba ti, maldit a la }¡rla que te j ace ese barba-
perdida por las grandes ciudad es. rote. Tú tienes los novios asilla (juntando
Ad ernás , ¿á '1u é negarl o ? :\[argara reco- los d edos y poni endo las ye mas de éstos
nocía que Gabriel le era indi spensable ; que hacia arriba), en cuantico qu e digas «p ío • .
sin Gab riel no podía vivir. ¿Por qu é le - ~. Pa qué q uiero yo esos 1l0 , '!f).:.-
ha bía despedido, hiriendo su amor propio, preg untó, malhu morada, Margarita.
al decirle q ue ella podía encontrar novios - ;Anda: Ya lo veo. Tú no ql!¡' ~' más
mejo res? novio que (,·rabié. ..Po :Jalti lo tienes; no
//(lbc--;/o cspnctuu:: En la er a está tr iyalld" .
*** ¿Lo siente s cantar ? .. . Pero!... ¡Caytl! ¡Si
Lo que más extrañaba á Margara, en
esa copla no va /' a ti, que venga el' diablo
punto á su desesperac ión , era que ésta no y me lle ve ! '
se hubiese man ifestado hasta algunos días La copla se oía; la letra llegaba clara
de spués de la gresca. ¿Cómo se había sen- al oído de Xl argarita ; pero llegaba como
tido tan placentera en los pr imeros días ? .. un q uejido romántico.
i Difícil sit uac ión. Gab riel no volvería, Entonaba Gabriel su cantar lentamen te
porque era testarudo y frío; y ella no osa- como si lo utilizase para at rae r el sueño
ría llama rle , primero por el imperioso man- sobre algún niño confiado al amparo de su s
dato de la d ignida d; después, por temor á braz os .
u n funesto desengaño. Decí a la copla:
¿Q ué hacer entonces? ... Lo mejor era
resi gnarse y ocu ltar el dolor bajo el velo Datd« qu e DO te job/o ,
del disimulo , para que el ingrato no rego- me se conoce:
cijara su amor propio con el espectácu lo de sus piro por el día ,
lloro de noche .
una faz anhelante ó de unos ojos lacri -
mosos. To rnín, mos trando sus menudos dientes
¿Por qué pr ocedió ella, contra Gabriel , al sonreír, rep etí a la letra del cantar, que
con tal rigor ? Había valido aquello tanto era mu y sab ida e n aquellos contorn os :
como escu pir al cielo . IAy! «La ira es mala
conscjera. » . Dmd, que DO te job/o..."
* - / '0 aho ra debe s tú dt!ja(fo con un
* *
Como estaba sola e n el portalón de su parmo " lengua jlltl·a. j ast,¡ que venga y
casa, removiendo el fuego de la cocina, al ~ agad!/!.
- ¿Y quié n le dice astd, padre , que eso toria pinto resca del partido rural. Sábese,
ya por mí?, - interrogó l\fa rg ara, e nroje- no obstan te, q ue Margara, al ver al mo-
ciendo d e celos, al imaginar q ue Gab riel cetón d e ce rca, r uborizóse.
pudiese tener puesto el p en sami en to en Tamb ién se ha di ch o q ue Gabriel , ac u-
A na. sa do, un tanto , po r la propia co nciencia, no
- i Siempre lo mesuso! T u ma d re era , qu iso nc gar el sal udo á la Almendrita; por
/ami/1I, una mijila ce losa, i Lo q ue yo sufrí Jo qu e se sirvió di rig irle el siguie nte:
con (W1.' ... - - Ciienas la/tÍ/' 11/0,1" dé D ios .
- Ese ca nta r va d la otra , á aquélla .... El so l pon iente arrebolaba la graciosa
- ¡P er o chi(jll!:)'fl .' Si jJfii á la otra, lo figu ra d e Margara ; aquella fig ur ita breve, de
mcsmitico q ue aho ra ca nta , l/IIiJid ul1Ila(J ojos fulgurantes y de e ne rgías ostensibles.
cnauü: Desde un p lan o algo más elevado del
- Sí , lo ca ntó. Hace muc hos dí as lo qu e oc u paba la hija de Tomín , vió la Gabriel,
c a nt ó , y e ntonces no rst.iho rno rc/iio. cu a ndo lleg aba á ella (antes de sa ludarla),
- Pero eso e la cop la.... no 'filie' de.dl n d , y le par eci ó más h erm osa qu e otros días.
Porq ue, e ntonces, c ua ndo ca nta q ue te va Si hubiese conocido Ga briel la historia
á ira? de Vele un perrito d'ag l/.a, ¿se rá sacra, par eci ér ale Ma rgarita, con su odre al
tcrdd, tanud», que va á dí á ! 'd{ ' , ~ ¡S iem pre c uad ril, la bíblica figu ra de la mujer de
la razó n !... Sa maria.
Ni Marga ra hi zo po r reco nciliarse aq ue l Se cuenta qu e res pon d ió la Almendrita,
d ía, co n Gab riel, ni éste se aproxi mó lo co mo e ra de buen a crianza, á la sa lutación
m ás mínimo á la muc hac ha. de Ga brie l; qu e ambos se detuvieron, como
Ga brie l no la ec ha ba de men os, Tenía si alguic n se lo h ub iese así ordenado, y
ocu pados la men te y el cora zón co n el re - q ue Margara dej ó el ca ntarillo en el suelo.
cuerdo y el amo r de la avent ure ra, que Segura me nte es t uv ieron largo espacio
lucía su gentilez a p or las capita les ... ¡C on d e ti empo s in d ecirs e más pa labras; pero,
c uá nta puj an za hab ía resu citad o aq ue l am or , al ca bo d e un rato, ec hó mano Gabriel de
fénix q ue se el e vab a de una s ceni zas oc ul- un tern a socorridís irno e n toda turbación:
ta do ras d e inten sísim o fuego! el co me nta rio de la te mp er a tura.
- j U f!...¡ L a (IlM que j aa /... ¡Es JJIi'Jllía.'
- ; M<'II/t,, / , - repitió Margara,
E l punto d e partida d el diá logo, rué
és te ; el final, fué la recon cilia ción .
Tres dí as pasar on, sin qu c las cos as y la historia ha g ua rdado un detalle,
ca mbiara n. s uma me nt e curioso, qu e const ituyó el digno
A tardecía, cua ndo Gabriel baj aba por rema te d el en cu entro de los novios Margara
la cuesta q ue conducía á la ca rrete ra y la y Gabrie l : pu es és te desanduvo lo andado,
fue nte. su bió d e nu evo la ca lzada, y, como era
Po r desig nios de ese pod er q u e el pa ga- natur al, ca rgó co n e l cá ntaro, para aliviar
nis mo llam ab a los ha dos, su bía, en co nt rario de s u peso ti la A lme ndri ta,
se n ti do , Margara , ca n un bre ve cá nta ro
puesto en el c ua d ril; pues aun q ue habí a * **
ag ua e n lo alto, gustábale á la A l rnendr i- E n es ta paz octaviana tra nscurrieron los
ta aderezar el ajo co n el ag ua finísi ma del rncses ; y, e n tal la pso de ti e mpo, Margara
man an tial de la c ue nca del a rroyo: « E l agua a fic io nóse much o al zagal, pero el zagal no
de arriba cor taba el majado de almend ras; p udo ec ha r á An a en olvido.
el agua de abajo dába le buen gusto y ligá- V e rd ad q ue Fortu na habl ó, no poco,
ba lo á ma rav illa,» segú n era sa bido e n co n Ga brie l, ace rca de las gracias de la
aquellos co nto rnos. bella cria t ura qu e viv ía e ntre el mundanal
V éase, pues, Cómo po r la interve nc ió n ruido, j\ Igullas veces fu é el g racioso Fortu-
de un ajo b lanco, juraron paces Margara y na á la leja na cap it a l~ y otras tantas trajo
Ga br iel. de ta lles qu e co ntar á Gabriel.
Las pr ime ras p alabras ' llle Mar ga ra y y c ua ndo es ta ba próximo el mes de
Ga brie l se dijer o n , no ha n pasado (1 la his- Diciem bre, e n qu e los p icos de la cordillera
vecina se c ubría n con su caperuza de hielo, da. Pero J ort una, que era muy largo ; que
e 1 propio Fo rtuna supl icó á Gabriel, en conocía el corazón de los hombres, y que
nombre de los mozos del partido, que se tenía bien pulsado á Gabriel, sab ía que éste
prestase á acompañarles á la ciudad, for- accederia, en aquel año, á ser de los suyos;
mando en la parranda que solía postular, ten ía la seguridad de que no habría de
cantando coplas, por las popu losas calles, negarse á formar entre los inocentes, por
durante la fiesta de los Santos Inocentes. aquella vez, ávido de presentarse en la
Jamás quiso Gabriel incorporarse á aquel capital con cualquier pretexto.
pelotón de braceros que, con los sombreros Por ello , se atrevi ó á hacer presente al
adornados de flores artificiales y de cintas «maestro de violín > el empeño que tenían
abigarradas, iba anua lmente á la urbe, para todos de llevarle en la parranda; y, con
cantar sus coplas uerdiaiesras y á recoger gran contentamiento de los mozuelos ino-
dinero, que, equitativa me nte, dist ribuíanse cortes, Gabriel accedió.
iuego todos los miembros de la célebre
comparsa.
i y que no era antigua aq uella costum- C uando se acercó la época, cometió
bre 1... Fortuna había vis to á su abuelo, Gabriel á Marga ra el ado rno de su som-
cuando él era muc hacho, tai'íendo la mo- brero.
numenta l gu itarra, y lucie ndo el cha peo No poco dió que cavilar á la hija de
descomun al, en que se combinab an artís- Tomín la decisión de su novio. Pasóle por las
ticamente los lazos, las flores y los espe- mientes la idea mortificante de que Gabriel
jitos red ondos. Hu bo época, segú n decía hub iese accedido á formar parte de la pa-
Fortuna, en la cua l volvie ron los inocentes rranda por el deseo de encont rarse co n Ana
con el cin to lleno de onzas y doblones. en la capital ; pero, antes de pro mover
Pero ya no suced ía lo mismo; la co lecta gresca por ello, habló con Fo rtuna, á furto
no pasaba de las moned as de cobre; mas, de su padre y de su nov io, pidiéndole
así y todo, pro ducía «una cosita decente> opinión sobre los pro pósitos de Gabriel.
aquel paseo por las calles de la capital. Fortuna, que no era tonto, desvaneció
Fortuna era propietario de la bandera los temores de Margara.
que la parranda solía lleva r. La bandera - : ()uita, umjd], - le dijo . - Ni ,,'rabié
era blanca, muy ado rnada de arrumacos s'acu erda ya de aquella ianbra ni ella de be
de seda, y en el ce ntro de la tela aparecía, de estar en la siu dá, po rque yo
no he gücrlo
habilidosamente adherida, u n a litogr afía á verla. Acmd : d ame/o á mí, que yo te
representando á la Mad re de Dios . respondo.
El ado rno de los sombreros era ob ra, - ¿De veras, l: ortuna '
generalme nte, de las novias y de las madres, - . \ C'rabié lo tienes tú cogio. No te
é iban todos los com parsas ta n majos con rescata, Margara. Es tá entonlecio po r ti : te
ellos, que no pas aba n por una calle donde camcla ; ya no hay que temer; no se ar re-
no les re quebraran las mozas. 11m de ti. Por éstas que son cruces... (Y
I.a pa rranda de Fortun a iba siem pre besóse las manos, cruzándo las antes.)
muy nu trida de gu itarristas y de ca11taores.
Llevaba, ta m b i n , dos
é ó tres pandere-
tó logos, y u n par de pr ofesores e n el arte y cuando llegó la víspera del d ía se ñala-
de frotar los pla ti llos d e aljófa r. do, bajó la comparsa por aquellos rep ech os
Pero rara vez lle vaba un buen violin ista y encaminóse, con la bandera en alto, aper-
el pe lotó n; porque en el partido habíase cibidos los instrumentos y esplendente de
aminorado l a antigua afició n á ap render vistosos adornos, á la capital lejana, dond e
la ciencia d el violín, y au nque Gabriel todos buscaban dinero: donde lino solo
manejaba el arco co mo un "1rlu050, negá- buscaba amor.
base siempre, por rarezas y encogimientos (S, conti nuarii.}
de carácter, á engrosar la célebre parran- ( /)ib ujlJ J, .\'. •1I¿"d, . ¡;,.i,,¡¡a.)
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