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EL JV\UNDANAL RUIDO

:>:OVEI.A MOll EIt:>:A, ORIGINAl. D I> RA1I¡r'J]'\ A. T.:RB:\:\O


C OliT I :!'o' VA CJ ÓN)

¡V
Con la listeza pecul iar de las muje res , durnbre, nacida ac aso d e las imprudent es
compre nd ió la Almc ndrita bien pronto que noti cias facilitadas po r For tuna. Los píca-
el án imo de su prometido s ufría u na pesa- ros cel os empezaron á agi tar se e n el co ra-

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EL .\ IU N DANA L RU IDO

zón de Ma rgara ; y á med ia voz co menzó, base en la puerta de la casa; ,i la lu z de la


e n ro nc es , la gresca entre ambos a man les. luna; sentados, e l padre en u n sillón d e
l\Iarga ra, q ue era un ta nto irascible, res- eneas, y Margara y Gabriel en sillas tan
pi ra ba po r las heri das de su amor propio, bastas co mo el si llón.
la nza nd o re proc hes á su galán y pi d ié ndole
cuentas ele aq ue l abatimiento q ue s u espí-
ri tu d isimu laba ape nas. ***
Gabrie l discu lpábasc co mo pod ía ; con y mie nt ras los no vios pe laban aquella
me dias pa la bras, con tenues so nrisas , con pa va fur iosa, pr cs c ntábase e l charlatán F o r-
promesas engañosas; pero ello no o bs tante, t una en la vivienda de Gabriel y contaba á
Margara ardía e n aquel mismo furor que la ma d re de éste cuanto se refería ,í Ana;
hizo á Otelo parri ci da. pre vin iendo á la bu e na vieja de lo que ocu-
- Va me lo habían d icho ü mí: que e n rri r po día, inclin .indo la á que llen ase de
é

la mcsmita ho ra q ue tú le acordara d e aque- consejos saludables la cabeza de aquel ino-


lla tunan ta, que te t raía á mal traer, me d e- ce ntó n , no fuese cosa de que metiera la
jarías jJltlll!<Í. Y si eso ha d e se r, q ue sea pa ta e n la ciudad y lo atra para aquella sier-
pron to; q ue yo te ngo mé rito jNl encont rar pe mal igna.
ot ro h o mb r e mejor que t ú cie n veces. - No sea[asina, Fortuna. Ti,: mi Gra-
¡Largo! úitE mús ve rgüenza que /J,/cee, y tocante á
- i Chiq uilla J. .. Es t.is como loca. ¿QuióJ esa mo zuel a , que a ncla por los andurriales
r ila IIId ío esos ii~/itlldiojt'lt la ca beza ? dcr mundo (sa be Dios cómo), uaita hay
- I Júrame po r la glo ria de t u pa d re! , - qu e decii . Aq uello jll¿ cosa de muchachos ,
exclamó la Almendrila, so r pre nd ie ndo á qu e se [eduu: por nov ia la primera que
Ga brie l co n la energ ía d e su ace nto . - i.l1í - /1I)mll; pero asina q ue Ana se Iarg(¡, mi
r um c que no te ac uerdas de esa mu jer !... (¡'rabil: no iJ~)I7I"rÍ á rezarle ar sa nto de su
Gabriel dcsconce r tóse un ta nto , se rasc ó noml ire.
e n la nuca, encogióse de homb ro s, y no te- - c;ÜC/iO es t á, .l"CIl d María ; pero como
ni cn do ot ra COS¡t q ue dcci 1', dijo : ha y I/!tercle qu e se aga r ran co n ralee y a/nc-
- (¡"¡¿ello, IIlI(j/; lo que tú quier« .I~l (1,> ,tIa I' rota n á lo 11U:j,í...
sd. - To los rjlter d e de m i Grabié so n jJa
- ¡ J úramelo! , - ins is tió Marga ra, co n mí y jJa la A rmcudri/a, que es una giiena
los ojos bri llantes y la boca co nt ra íd a po r niñ a y lié s u lIli/ila de pan jJa mañan a.
la rabi a, - A r rjlteré, cu ando se sube <í la cabeza,
- j Por uic/m d!... I~j',rl/l c á mí de /ti/a/ic- no se le importa lUí ni del pan ni de l vino.
ría : no juro. - ¡ J oslÍ, Fortuna, q ué p esa o te jJoJ/e!
- No j llra, porq ue le tem es áj"rd e n ¡Qué m a r COI/ose t ú ú mi 6'raúié.t
tarso : pero lo qu e yo he di ch o es uerd.i, - Co nozco las cosas de l mundo, por-
¡verdd ,l; co mo a hora es d e noc he . q ue he roao,
Desp u és d e es to, di ó me dia v ue lta Mar- - Vía te d é Di os ¡la verlo.
gara sobre el as ie nto de s u silla y volv ió - y asu', .I'c/ld María. V me voy, pero
Un poco las es pa ldas ú Ga briel. ¡":stc e nmu- le e nc argo asid qu e no sarga de su boca ni
de ció, y durante algunos min utos rein ó a llí tan to asiu: q ue no qui ero que me tomen
e l !lJ,ís profun do si lencio. po r c his moso. Voja/JIo con las mejoresjill-
T om ín, que vig ilaba ¡Í los no vios, d ióse tensio nes, i V lid IIId! 1V s' acab á! ¡V jajOla
cuen ta d e l d isgll stil lo, y so nr ió par a s í re- más ucl!
corda ndo sus moced ad es ; cuando él r ega- Dirig'ic'lse Fo rtuna <Í la c himenea, cogió
ña ba, tam bién, con su no via ; co n la q ue de detr ás de UBa de sus orejas cierta punta
rué , luego , ma dr e d e Margara. «Es ta,- d e cigarro, q ue hahía guardado en tan ori-
pe nsó T om ín ,- tie ne ci mesmo gen io de su gi nal petaca; encend ió la co lilla en la lu z del
ma d re , qu e es té en g loria; quie n lo herra, can di l, y luego qu e d i6,dos ó tres chupeto-
11 0 10 hur ta. > ncs, sa lió d e la cas a murmu ra n do filosófica-
T od a esta esce na, en que peleaba n los mente :
novios y e n q ue hacía Tomí n la g ua rdia, - i Cilarrj lli,í adeuiua los jJn:Juido que
nun ca mejor lla ma da de hon or, desarrolla- p ilé acar rcd un quen: puro y ne to l... '\ /
T. X I. lr;

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HOJ AS SE LECTAS

Bien pr onto re gresó Gabriel á su casa. j>rll,'Jlcla da ma ñana ; lo qu e rila entra»


A penas entró , descalz óse, y, de sc iñen do la es lajonJu::;H1)'a de Ana: lo q ue yo t e ca nte .
c amisa, mostró desnudo el tors o varoni l. ¡Sabré yo lo que tú querla á aq ll~ya real
E ch óse desalentado en su ca mastro , bos- moza! ... ¡ Lo sabré yo '... U n ca riñ o de eso
tezó ru idosamente , y dij o á su madre, con q ue paece» calentu ra, de las q ue no se qui-
voz soñolienta: tan llIOJlilll, se LOmen toas las rnelcstnas
- Gilenas noches IIlO S d é Dio, dcr mun do . ¿Por qué tlbaja.1 lo zojo y tira
La seiid Mar ía , mu rmurando oracion es, jcse rcsoplio , qu e plh'se que t e farta cr
c erró la puerta d e la ca sa, apagl) el ca ndi l viento ? .. Po rque es asilla. Y m ás te ig(l,
y, á tientas, t end ió s u cuerpo en el jerg ón Graoic, ella, ella .... pe ro no, qu e es 1Jl ~jlíll
he nchido de hojas de mazorca, que , al r e- no melé len a ar fuego !
cibir aquella carga de viejos años, dejó o ír -iDili o.' ,·f)irlo! :'E r q ué )... ¡Fort una !
el./nt:/nt de sus quejidos. i Po r la gloria l' tu pad re ~ ...
- ' Hombre }, 11/-' //(IS tucntao un a cos a
de nuotcho rispeto/Ja mí : c ¡ Por la gloria /'
v mi pa d re : • Pos mira: te lo voy <Í desi. Ell a
tamié» te quería 1I11111e/1O: ¡ remu ncho'
No se dijo, pero se dic e ah or a, que la - i Pero ahora 1...
Al me nd r it a pu so tér mino á sus relacion es - Aho ra lallliéll, -afi rmó Fortuna, ce-
a morosas con Ga briel aquella misma noch e rra ndo los ojos .
e n q ue le volv ió lindamente las espaldas. - ¿ Cómo? .. ( f e !jo .~ ... ¿ Qué t e Ijo/oo.
Enr édanse las pa labras como las cere- -Como desii, ijo IIlUJl c/IllS cos as. Ve-
zas , seg ún el dicho popular ; y aquella no- rás: va y se pOlleo' c J"0rlltlziYll : ¿ y mi novio ?
c he , ¡Í últim a hora, se enredaron complica- ( por que ella no t e ice más qu e s u novio ).
damen te las d e los no vios. ¿Toca eu toauia er u/gu/in h - Y d ígole: «Ya
D e la ruptura tuvieron cu lpa los cel os y no rasca ni tanto asina : ende qu e tú qj aJ/c
la ne r viosidad de Margara, y el d esaliento el /,m-Iío, s' acabó la rnúsica.s - Y se POI/l ' :
qu e, sin dar se él cuenta, cayó sobre el co- ci Po jd tocaba cr fandango IIIl(/dJZ qu e un
razó n de Gabriel, com o cae la plaga d es- maestr o ~ • - Y le arresp ondo: « PIIL: qu e si
t ructora en los sembrados. te vie ra, tocar a hogaño.. i Y se j ecf¿a á reí.
y como si Fortu na hubiese recibid o en- con aq uel los dien te bla nco ji cliÍljlleli:l'o qu e
c argo de regar, para que prevalecieran, las t ien e e n la boca !
ilus io nes de Ga briel por An a, enta bló al dí a - GíicJlo: ¿ y po r q ué sacas tú e n claro
s iguien te , con el mancebo, este coloquio, que me q uier e ?
m ientras descansaban junto á la era , aguar- - . Qué sé yo ', - repuso Fortuna, en-
d ando el refrigerante gazpacho, que apaga cogién dose de hombr os. - Porque el Ijlltd
la rab iosa sed causada por el calor y la sale á la cara. j Si t ú j ueras j i al/tÍ!.. .
ta rea : - j Quié n sa be !...
- JVa, Grabicliito, eso d e la Armendrita - Pe ro eso de la A nuendrita, no te lié
s'arreglar á, como si lo viera. Los hombre s cue n ta er d~jalt'o : la ch iq uilla lié po. ma-
semos súbitos y uo cuojama por un quí tam c ñana.
e sa paja; pero la 'i.!erdd es, com o dice t u - i Fja mc á mí de cue ntas! Esa es la
mad re , qu e la A rmcudrita lié su po co de jerillgo::a c mi madre . ¿Y el" g usto? ¿Y ar
pan pa mañana, y que no hay qu e pensar gusto, na se le da nalta.? La couucncucia
en lo qu e pasó Ú no pasó : ¡fielillo ja la md! no s'lra [echo Jin er corazón.
- No hables jarreúo, Fortuna, q u e lo -s-Asina /: cr co ra zón pie lo suyo. Pero
id rbote mo j o:vcu. i11a~t;'ara ejuna lo billa , y Ana ...
m ue rd e de c uando en cuando. Icm q ue su - ,-Erqué) ...
madre era asina, y qu e no I(j aba de uiul á -- Ana no es :¡ Ia ~!i"(lra .
n didcn del' mundo. Aho ra es ti empo: r'ver- - G¡¿l'IlO, ¿y qu é ? ..
dd, Fort u na? Maña na se ría lalde. L a niña - l¡la~¡;i7I' a no ha salio d e estos tcrron r:
!té... lo su yo. i Su pa dre lo hice! tiene la inocencia dcr cam po ... Ana es t{¡
- Caya, CraúlClillo: los !'(~l'O, no enga- aturdia po r el rulo der mun do ; y á mí me
ña n á los recooero, Lo q ue tú liis no es paeccque. eso es má s malo q ue un ta/!lI!diy o...

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EL MUNDANAL RUIDO

1Jes pués de es te di álogo , no se sabe ban el cántaro en el sue lo y oían , puestas en


por qu é, pero es lo ciert o qu e el mocet ón jarras, aqu ellas notas qu e Ga brie l sabía pro-
e nt ró e n su casuca , y descolgó el violín, ducir como ningún violinista del partido.
que tan olvidado y lleno (le telarañas tenia. También se detenían en el camino los
E llo Iué que Ga briel atesó las cuerdas, chiquillos, que paseaban co n el traje de
e nde rezó el pu ente , di ó volteretas á las Adán, y las muchachas, qu e no obstante el
clavijas y untó resina al arco. ca lor, lucían refajo s.
No poco ex trañó á la sclid María que su Hasta un guarda-jurad o, pers on a de
hijo echara mano de aquel instrumento, malísimo genio, y cuyo espírit u no parecía
qu e, com o el arpa de Béck er , sólo aguarda- susceptible á ninguna delicadeza , estaba
ba quien supiera arrancar sus notas . allí de pie, haciéndose el distraíd o , pero ,
Pronto rasgó el silencio virgiliano de en realidad, solazándose con lo que oía.
aquella he redad el áspero sonido de l violín , Fortuna, sin embargo, echaba de me nos
produciendo las so natas campestres con que la armonía : el complemento de aquellas
suelen danzar los labriegos sus típ icos bai- piezas musi ca les, donde sólo se escuc haba
les . E l fandango, que guarda en sus melo - el son ido de la melodía.
día s añoranzas de serrallos, vibró triunfante - ¡No jártll/lll tttd que una g /Iellll guita-
al conj uro del arco, manejado hábilmente rra, y unos p latillos de metá, bien tocao!
por aquel virtuoso rural, espoleado por una Así eran las orquestas de aquel partido
suerte de inspiración románt ica qu e nacía rural: se compon ían de tales inst rum en tos,
de las rememb ranzas de un amor guardado y si ú ellos se añadía la voz robusta de un
en el relicario de l alma. labriego, que tuv iese arte para cant ar las
Acertó á pasar por la vivienda de Ga- coplas añejas, hab íase logrado el efecto ar-
briel, que se situaba á dos d edos del cami- tístico á q ue aspiraban las bu enas ge nt es
no, el avisado Fortuna; y fué de ver la de l campo.
complacencia de su cara al escuchar las Cuando repitió Gabriel el fand ango , hí-
melodías del violín. zolo muy de prisa : á tiempo tan vivo, que
Llegó, á poco, una recua. E l mulo de - apenas si hubi eran podido seguirlo bailan-
lantero llevaba colgado del cue llo el gran do, aunq ue fuesen acróbatas los bailador es.
cencerro, que sonaba rítmicamente á com- Fortuna, queriendo dar á entend er á
pás de la pausada marcha de los cuadrúpe- cuantos le rodeaban la pericia qu e Dios
dos . F ortuna se ade lantó solemnemente y había querido concederle en aquellas cosas
detuvo el animal que perturbaba el con - ar tísticas, manifestó á s u s oyentes que
cierto con aquella cencerrada diso nante. aqUéllo de tocar tan ligeramente un aire,
Al observar esta decisión de Fortuna, llamá base tocino en lenguaje támco.
descabalgó el arriero, que iba montado -Cuan do se oye de ioal asill a, se dice :
sobre el lomo de l muleto último . Ade lan- « i Toci no , tocino! »
tóse el campesino , y miró á Fortuna con Los que escucharon estas palabras, re-
cierta so nrisa interrogativa. pi t i éronlas , para esculpirlas en el recu erdo:
- ¿No oyes á Grabid?... Está tocando «¡T ocino, toc ino l s
cmjm / de tanto tiempo. ¡V qué re t e bi én lo
[ace! ... ¡Oye la cop la i' uerdiair que está V1
ahora cantando con el violín 1
El arriero se sentó sobre una piedra. e Mula consejera es la rabia , » había
Fortu na sacó la roñosa petaca , y d e ella dich o no pocas vec es Tornín {¡ su hija ; y
ex trajo un libr illo de papel de fumar, del esta frase reaparecía en el pensam iento de
cual regaló una hoja al conductor d e [as Margara, cuatro días d espués de hab erse
cab alle rías. Despu és d i óle tabaco, y ambos interrumpido el noviazgo.
liaron un pitillo, mientras los cu adrúpedos En los primeros momentos, en las horas
permanecían cabizbajos y el violín sonaba. que siguieron á la rUR ura, vi óse á la céle-
Parecía como si se hub iesen dad o ci ta br e / I I III I.!IId r i l tl dis currir por la e ra, bajar
las personas, para disfru tar del co ncierto: ú la hu erta y dir"igirse al llano, con cara
llegaban ante la casa algunas mujer es, de las es ple nde nte de sonrisas. Dij érase qu e j Iar-
que iban por ag ua á la fuente pró xima. Deja- gara celebraba su libertad.

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HOJAS SEL ECTA

Cuando alguna de las amigas le recor- par que removien do el de su amor , al corre,
da ba á Gabriel, decía ella que es taba J It - las lágri mas por sus mejillas , no se curó de
pertorlJlellte sin novio. Y esto lo decía aco m- restaña rlas. Tomín las vió, y puso mal ges-
pañándolo con un mohín tan gracioso, que to, comp rendi endo el estado psicológico de
no había manera de sustraerse al influjo de Marga ra.
aquella complacen cia, revelada en el rostro - ¿Q ué j ace, zagala?... - Ie dijo.
de u na muchacha alegre, si las hubo. - ¿ Qué he de hacer, sino av ivar la
Pero á los cuatro días, cuando trans cu - ca ndela:
rrieron tantas horas sin ver á Gabriel, tan- Se ace rcó, entonces, y aña dió:
tos momentos sin hablarle, tantas noches - ¡Pero , oye:... ;Xo ha y tanto JillllO, /J1T
sin sentir el roce y el calor de su cu erp o tanto lloro:
varo nil, la alegría comenzó á trocar se en Rápidarnente , de un manotazo, limpi óse
tr ist eza. los ojos la Almend rita.
¿ Por qué se había dejado llevar de la y después de un corto silencio , reanud ó
rabia? .. <: La rabia es mala con sejera. " sus palabr as Tomín d e esta suerte:
Aca so Gabriel no pe nsara en Ana; aca- - i Me /Jaec e á mí que tú no llora s por
so el desaliento que Marga ra hab ía cre ído el [n nto (' la ca nde la . Es por Otro jlllllO. Ya
nota r en su p rometido, fues e más aparente te lo he dich o muc has veces , zagala: «La
que real. No le cabía ya duda de que rabia es mala co nsej e ra.» Er muchacho
había extremado su furor. Gabriel no había .(·/m dio porque tú lo ecllale... Y no debe
mentido , aca so, al asegu rarle que ap en as .f u,, "." ¡L a razón es la razón ! Ahora, qu e á
si record aba á fa bll m a /Jieza que andaba ti, maldit a la }¡rla que te j ace ese barba-
perdida por las grandes ciudad es. rote. Tú tienes los novios asilla (juntando
Ad ernás , ¿á '1u é negarl o ? :\[argara reco- los d edos y poni endo las ye mas de éstos
nocía que Gabriel le era indi spensable ; que hacia arriba), en cuantico qu e digas «p ío • .
sin Gab riel no podía vivir. ¿Por qu é le - ~. Pa qué q uiero yo esos 1l0 , '!f).:.-
ha bía despedido, hiriendo su amor propio, preg untó, malhu morada, Margarita.
al decirle q ue ella podía encontrar novios - ;Anda: Ya lo veo. Tú no ql!¡' ~' más
mejo res? novio que (,·rabié. ..Po :Jalti lo tienes; no
//(lbc--;/o cspnctuu:: En la er a está tr iyalld" .
*** ¿Lo siente s cantar ? .. . Pero!... ¡Caytl! ¡Si
Lo que más extrañaba á Margara, en
esa copla no va /' a ti, que venga el' diablo
punto á su desesperac ión , era que ésta no y me lle ve ! '
se hubiese man ifestado hasta algunos días La copla se oía; la letra llegaba clara
de spués de la gresca. ¿Cómo se había sen- al oído de Xl argarita ; pero llegaba como
tido tan placentera en los pr imeros días ? .. un q uejido romántico.
i Difícil sit uac ión. Gab riel no volvería, Entonaba Gabriel su cantar lentamen te
porque era testarudo y frío; y ella no osa- como si lo utilizase para at rae r el sueño
ría llama rle , primero por el imperioso man- sobre algún niño confiado al amparo de su s
dato de la d ignida d; después, por temor á braz os .
u n funesto desengaño. Decí a la copla:
¿Q ué hacer entonces? ... Lo mejor era
resi gnarse y ocu ltar el dolor bajo el velo Datd« qu e DO te job/o ,
del disimulo , para que el ingrato no rego- me se conoce:
cijara su amor propio con el espectácu lo de sus piro por el día ,
lloro de noche .
una faz anhelante ó de unos ojos lacri -
mosos. To rnín, mos trando sus menudos dientes
¿Por qué pr ocedió ella, contra Gabriel , al sonreír, rep etí a la letra del cantar, que
con tal rigor ? Había valido aquello tanto era mu y sab ida e n aquellos contorn os :
como escu pir al cielo . IAy! «La ira es mala
conscjera. » . Dmd, que DO te job/o..."
* - / '0 aho ra debe s tú dt!ja(fo con un
* *
Como estaba sola e n el portalón de su parmo " lengua jlltl·a. j ast,¡ que venga y
casa, removiendo el fuego de la cocina, al ~ agad!/!.

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I'L MUNDAN AL H UI DO

- ¿Y quié n le dice astd, padre , que eso toria pinto resca del partido rural. Sábese,
ya por mí?, - interrogó l\fa rg ara, e nroje- no obstan te, q ue Margara, al ver al mo-
ciendo d e celos, al imaginar q ue Gab riel cetón d e ce rca, r uborizóse.
pudiese tener puesto el p en sami en to en Tamb ién se ha di ch o q ue Gabriel , ac u-
A na. sa do, un tanto , po r la propia co nciencia, no
- i Siempre lo mesuso! T u ma d re era , qu iso nc gar el sal udo á la Almendrita; por
/ami/1I, una mijila ce losa, i Lo q ue yo sufrí Jo qu e se sirvió di rig irle el siguie nte:
con (W1.' ... - - Ciienas la/tÍ/' 11/0,1" dé D ios .
- Ese ca nta r va d la otra , á aquélla .... El so l pon iente arrebolaba la graciosa
- ¡P er o chi(jll!:)'fl .' Si jJfii á la otra, lo figu ra d e Margara ; aquella fig ur ita breve, de
mcsmitico q ue aho ra ca nta , l/IIiJid ul1Ila(J ojos fulgurantes y de e ne rgías ostensibles.
cnauü: Desde un p lan o algo más elevado del
- Sí , lo ca ntó. Hace muc hos dí as lo qu e oc u paba la hija de Tomín , vió la Gabriel,
c a nt ó , y e ntonces no rst.iho rno rc/iio. cu a ndo lleg aba á ella (antes de sa ludarla),
- Pero eso e la cop la.... no 'filie' de.dl n d , y le par eci ó más h erm osa qu e otros días.
Porq ue, e ntonces, c ua ndo ca nta q ue te va Si hubiese conocido Ga briel la historia
á ira? de Vele un perrito d'ag l/.a, ¿se rá sacra, par eci ér ale Ma rgarita, con su odre al
tcrdd, tanud», que va á dí á ! 'd{ ' , ~ ¡S iem pre c uad ril, la bíblica figu ra de la mujer de
la razó n !... Sa maria.
Ni Marga ra hi zo po r reco nciliarse aq ue l Se cuenta qu e res pon d ió la Almendrita,
d ía, co n Gab riel, ni éste se aproxi mó lo co mo e ra de buen a crianza, á la sa lutación
m ás mínimo á la muc hac ha. de Ga brie l; qu e ambos se detuvieron, como
Ga brie l no la ec ha ba de men os, Tenía si alguic n se lo h ub iese así ordenado, y
ocu pados la men te y el cora zón co n el re - q ue Margara dej ó el ca ntarillo en el suelo.
cuerdo y el amo r de la avent ure ra, que Segura me nte es t uv ieron largo espacio
lucía su gentilez a p or las capita les ... ¡C on d e ti empo s in d ecirs e más pa labras; pero,
c uá nta puj an za hab ía resu citad o aq ue l am or , al ca bo d e un rato, ec hó mano Gabriel de
fénix q ue se el e vab a de una s ceni zas oc ul- un tern a socorridís irno e n toda turbación:
ta do ras d e inten sísim o fuego! el co me nta rio de la te mp er a tura.
- j U f!...¡ L a (IlM que j aa /... ¡Es JJIi'Jllía.'
- ; M<'II/t,, / , - repitió Margara,
E l punto d e partida d el diá logo, rué
és te ; el final, fué la recon cilia ción .
Tres dí as pasar on, sin qu c las cos as y la historia ha g ua rdado un detalle,
ca mbiara n. s uma me nt e curioso, qu e const ituyó el digno
A tardecía, cua ndo Gabriel baj aba por rema te d el en cu entro de los novios Margara
la cuesta q ue conducía á la ca rrete ra y la y Gabrie l : pu es és te desanduvo lo andado,
fue nte. su bió d e nu evo la ca lzada, y, como era
Po r desig nios de ese pod er q u e el pa ga- natur al, ca rgó co n e l cá ntaro, para aliviar
nis mo llam ab a los ha dos, su bía, en co nt rario de s u peso ti la A lme ndri ta,
se n ti do , Margara , ca n un bre ve cá nta ro
puesto en el c ua d ril; pues aun q ue habí a * **
ag ua e n lo alto, gustábale á la A l rnendr i- E n es ta paz octaviana tra nscurrieron los
ta aderezar el ajo co n el ag ua finísi ma del rncses ; y, e n tal la pso de ti e mpo, Margara
man an tial de la c ue nca del a rroyo: « E l agua a fic io nóse much o al zagal, pero el zagal no
de arriba cor taba el majado de almend ras; p udo ec ha r á An a en olvido.
el agua de abajo dába le buen gusto y ligá- V e rd ad q ue Fortu na habl ó, no poco,
ba lo á ma rav illa,» segú n era sa bido e n co n Ga brie l, ace rca de las gracias de la
aquellos co nto rnos. bella cria t ura qu e viv ía e ntre el mundanal
V éase, pues, Cómo po r la interve nc ió n ruido, j\ Igullas veces fu é el g racioso Fortu-
de un ajo b lanco, juraron paces Margara y na á la leja na cap it a l~ y otras tantas trajo
Ga br iel. de ta lles qu e co ntar á Gabriel.
Las pr ime ras p alabras ' llle Mar ga ra y y c ua ndo es ta ba próximo el mes de
Ga brie l se dijer o n , no ha n pasado (1 la his- Diciem bre, e n qu e los p icos de la cordillera

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HOJAS SELECTAS

vecina se c ubría n con su caperuza de hielo, da. Pero J ort una, que era muy largo ; que
e 1 propio Fo rtuna supl icó á Gabriel, en conocía el corazón de los hombres, y que
nombre de los mozos del partido, que se tenía bien pulsado á Gabriel, sab ía que éste
prestase á acompañarles á la ciudad, for- accederia, en aquel año, á ser de los suyos;
mando en la parranda que solía postular, ten ía la seguridad de que no habría de
cantando coplas, por las popu losas calles, negarse á formar entre los inocentes, por
durante la fiesta de los Santos Inocentes. aquella vez, ávido de presentarse en la
Jamás quiso Gabriel incorporarse á aquel capital con cualquier pretexto.
pelotón de braceros que, con los sombreros Por ello , se atrevi ó á hacer presente al
adornados de flores artificiales y de cintas «maestro de violín > el empeño que tenían
abigarradas, iba anua lmente á la urbe, para todos de llevarle en la parranda; y, con
cantar sus coplas uerdiaiesras y á recoger gran contentamiento de los mozuelos ino-
dinero, que, equitativa me nte, dist ribuíanse cortes, Gabriel accedió.
iuego todos los miembros de la célebre
comparsa.
i y que no era antigua aq uella costum- C uando se acercó la época, cometió
bre 1... Fortuna había vis to á su abuelo, Gabriel á Marga ra el ado rno de su som-
cuando él era muc hacho, tai'íendo la mo- brero.
numenta l gu itarra, y lucie ndo el cha peo No poco dió que cavilar á la hija de
descomun al, en que se combinab an artís- Tomín la decisión de su novio. Pasóle por las
ticamente los lazos, las flores y los espe- mientes la idea mortificante de que Gabriel
jitos red ondos. Hu bo época, segú n decía hub iese accedido á formar parte de la pa-
Fortuna, en la cua l volvie ron los inocentes rranda por el deseo de encont rarse co n Ana
con el cin to lleno de onzas y doblones. en la capital ; pero, antes de pro mover
Pero ya no suced ía lo mismo; la co lecta gresca por ello, habló con Fo rtuna, á furto
no pasaba de las moned as de cobre; mas, de su padre y de su nov io, pidiéndole
así y todo, pro ducía «una cosita decente> opinión sobre los pro pósitos de Gabriel.
aquel paseo por las calles de la capital. Fortuna, que no era tonto, desvaneció
Fortuna era propietario de la bandera los temores de Margara.
que la parranda solía lleva r. La bandera - : ()uita, umjd], - le dijo . - Ni ,,'rabié
era blanca, muy ado rnada de arrumacos s'acu erda ya de aquella ianbra ni ella de be
de seda, y en el ce ntro de la tela aparecía, de estar en la siu dá, po rque yo
no he gücrlo
habilidosamente adherida, u n a litogr afía á verla. Acmd : d ame/o á mí, que yo te
representando á la Mad re de Dios . respondo.
El ado rno de los sombreros era ob ra, - ¿De veras, l: ortuna '
generalme nte, de las novias y de las madres, - . \ C'rabié lo tienes tú cogio. No te
é iban todos los com parsas ta n majos con rescata, Margara. Es tá entonlecio po r ti : te
ellos, que no pas aba n por una calle donde camcla ; ya no hay que temer; no se ar re-
no les re quebraran las mozas. 11m de ti. Por éstas que son cruces... (Y
I.a pa rranda de Fortun a iba siem pre besóse las manos, cruzándo las antes.)
muy nu trida de gu itarristas y de ca11taores.
Llevaba, ta m b i n , dos
é ó tres pandere-
tó logos, y u n par de pr ofesores e n el arte y cuando llegó la víspera del d ía se ñala-
de frotar los pla ti llos d e aljófa r. do, bajó la comparsa por aquellos rep ech os
Pero rara vez lle vaba un buen violin ista y encaminóse, con la bandera en alto, aper-
el pe lotó n; porque en el partido habíase cibidos los instrumentos y esplendente de
aminorado l a antigua afició n á ap render vistosos adornos, á la capital lejana, dond e
la ciencia d el violín, y au nque Gabriel todos buscaban dinero: donde lino solo
manejaba el arco co mo un "1rlu050, negá- buscaba amor.
base siempre, por rarezas y encogimientos (S, conti nuarii.}
de carácter, á engrosar la célebre parran- ( /)ib ujlJ J, .\'. •1I¿"d, . ¡;,.i,,¡¡a.)

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