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Adela Cortina Construir confianza Etica de la empresa en la sociedad de la informaci6n y las comunicaciones amartya sen manuel castells jests conill ignacio ramonet alvaro davila georges enderle juan luis cebrian justo villafahe gerd schulte-hillen domingo garcia-‘marza EDITORIAL TROTTA LAS TRES EDADES DE LA ETICA EMPRESARIAL Adela Cortina 1. Empresa y ética: la forja del caracter de las organizaciones En los afios setenta del siglo xx surge con fuerza en Estados Unidos Ja ética de los negocios (Business Ethics), que buena parte del mun- do europeo prefirié rotular como «ética de la empresa»'. Tal vez porque el capitalismo renano, que conformaba en tan alto grado el modo europeo de entender la empresa, llevaba a concebirla, no s6lo como un negocio, sino como un grupo humano que lleva adelante una tarea valiosa para la sociedad, la de producir bienes y servicios, a través de la obtencién del bencficio®. La empresa, desde este punto de vista, se «emprende» con espiritu creador. La nueva ética empresarial se extendié por Europa en los aiios ochenta, por América Latina y Oriente en los noventa, y resulta curioso compro- bar cémo habitualmente las gentes se asombraban de que alguien osara ligar dos términos como «empresa» y «ética». El comentario, en una lengua u otra, era siempre el mismo: es como querer juntar aceite y agua. Ciertamente, este comentario pierde todo su sentido a poco se reflexione, porque la actividad empresarial es actividad humana y, como tal, puede estar mas o menos alta de moral en sus distintas dimensiones (en la calidad del producto y en las relaciones con los distintos afectados por ella), puede aproximarse mas o menos a las 1. Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigacién sobre éticas aplicadas BFF2001-3185-C02-01 del Ministerio de Ciencia y Tecnologia. 2. M, Albert, Capitalismo contra capitalismo, Paidés, Barcelona, 1992. 17 ADELA CORTINA metas que le dan sentido como actividad y por las que cobra legiti- midad social, y puede hacerlo con los medios que Ja conciencia moral de esa sociedad exige o quedar por debajo de ella, pero no puede situarse mas alla de todo ello. Y esto es lo que reconoce sobradamente el discurso empresarial, no s6lo cuando pronuncia la palabra «ética», sino cuando trata de cuestiones que en realidad son aquellas en las que se desgrana la ética empresarial, es decir, cuando habla de cultura de empresa, evaluaciones de calidad, recursos hu- manos o capital humang, clima ético, capital social, responsabilidad corporativa, direccién por valores, comunicaci6n interna y externa, balance social, necesidad de anticipar el futuro creandolo, no diga- mos ya si habla de cédigos éticos, auditorias éticas o fondos éticos de inversion. En suma, cuando se pronuncia sobre ese conjunto de dimensiones de la empresa, algunas de ellas ineludibles, que com- ponen el cardcter de la organizacién, es decir, su éthos, y que im- - porta que estén a la altura de las circunstancias para cumplir con bien la misién de la empresa. Las organizaciones, de modo andlogo a las personas, se forjan un cardcter u otro a lo largo de sus vidas, un cardcter por el que se identifican y por el que los demés las identifican, Al nacer no tie- nen, como dirfan los clasicos, sino una «primera naturaleza», no cuentan sino con los caracteres de las personas que se adhieren al proyecto y con los textos escritos sobre la misién y la visién de la empresa. Pero a lo largo de su existencia la organizacién va toman- do decisiones que la sociedad no imputa a cada uno de sus miem- bros como personas particulares, sino como miembros de la organi- zacién, de suerte que bien puede decirse gue la organizacién como tal toma decisiones, por analogfa con las personas, y se la puede responsabilizar de ellas. Las organizaciones son, pucs, agentes mo- rales, no sélo las personas lo son, tienen libertad para forjarse un cardcter u otro?. Libertad, eso sf, condicionada interna y externa- mente, como toda libertad humana. La ética desde sus origenes se ha gestado como un saber que se propone ofrecer orientaciones para la accién de modo que actue- mos racionalmente, es decir, que tomemos decisiones justas y bue- nas‘. Y justamente recibe el nombre de «ética» porque tomar tales decisiones exige cultivar las predisposiciones a tomarlas hasta que se conviertan en habito, incluso en costumbre. 3. A. Cortina, Hasta un pueblo de demonios. Etica piiblica y sociedad, Taurus, Madrid, 1998, cap, 8. 4, A. Cortina, J. Conill, A. Domingo y D, Garcla- Marz, Btica de la empresa, Claves para una nueva cultura empresarial, Trotra, Madrid, $2000. 18 LAS TRES EDADES DE LA ETICA EMPRESARIAL De igual modo que en la vida corriente Jas personas convierten en costumbre levantarse de Ja cama de una forma determinada, coger el ascensor o acudir al trabajo. De la misma manera que convierten en costumbre —y esto es m4s complejo— comportarse de una forma u otra con cada una de las dems personas y con las instituciones, !evar a cabo de una forma u otra su trabajo, también las organizaciones acaban convirtiendo en costumbre comportarse de una forma u otra. Y esto supone un ahorro de energfa, porque seria agotador tener que partir de cero en cada toma de decisién, es esencial estar ya predispuesto a actuar en un sentido determinado. Para ser justo, decia Aristdteles, es indispensable adquirir el habito de tomar decisiones justas, igual que para ser prudente, fuerte o magnénimo, Las buenas decisiones no se improvisan: llegar a to- marlas sin derrochar una enorme cantidad de energfa cada vez exige forjarse el habito adecuado para tomarlas. La palabra «habito» tiene sin duda una gran riqueza. En espajiol no sélo se refiere a la predisposicién de las personas y las organiza- ciones a tomar decisiones y a actuar en un sentido determinado, de forma que quien es justo est4 predispuesto a tomar decisiones jus- tas, sino que nos remite también a Ja expresién «habérselas con» la realidad de una forma u otra’. Toda persona y toda organizacién tienen que habérselas con !a realidad de una manera u otra, y la que es justa se las ha con Ja realidad desde la disposicién a ser justa. A Ja persona o la organizacion justa lo que le costar4 menos esfuerzo serd decidir con justicia; decidir de una forma injusta, en cambio, le exigirA entre otras cosas hacer el esfuerzo de enfrentarse a sus pro- pios habitos, que ya han generado —por decirlo también con los cldsicos— una segunda naturaleza. Adquirir unos hdbitos u otros es inevitable. Es inevitable forjar- se una segunda naturaleza que predispone mds 0 menos a actuar con transparencia, a asumir 0 no la responsabilidad corporativa, a tratar con justicia a los afectados por la empresa. De abi que /o inteligente sea incorporar aquel tipo de babitos que mejor puedan conducir al fin de la persona o de la organizacién, por dos razones al menos: por- que tener que clegir es inevitable y porque es un auténtico ahorro de energia. En este sentido es en el que {a ética tiene un mayor alcance que el derecho, En el sentido de que la legislacién trata de evitar con- ductas desviadas, ¢ incluso de comunicar lo que una sociedad tiene 5. J. LL, Atanguren, Etica, en Obras completas, vol. 2, Trotta, Madrid, 1994, I parte, cap. 2. 19 ADELA CORTINA mayoritariamente por correcto, pero la ética trata del éthos, de incorporar en el cardcter de las personas y de las organizaciones aquellos habitos que pueden llevar a decisiones justas y buenas. De forma que lo «natural», en el sentido de esa segunda naturaleza adquirida, sea ya tomar decisiones a favor de la integridad y de la transparencia. Hablar de «naturaleza humana» resulta dificil, a pe- sar de los nuevos intentos de hacerlo’, pero no resulta tan dificil percatarse de que es inevitable adquirir un cardcter, una «segunda naturaleza», y que, en consecuencia, es inteligente hacerlo de forma que tomar buenas decisiones resulte poco costoso. Por eso una organizacién que adquiere buenos habitos ha gene- -rado las disposiciones requeridas para tomar buenas decisiones y no s6lo le cuesta menos esfuerzo tomarlas y ahorra, por tanto, energfas, sino que también quienes se relacionan con ella pueden esperar con fundamento que actuard de acuerdo con los fines y los medios que exija de la organizacién Ia conciencia moral social. Pueden confiar en ella. Para comprender a los pueblos —decfa con buen acuerdo Alexis de Tocqueville— es mas importante conocer sus leyes que su geo- graffa; pero mas importante atin que conocer sus leyes es conocer sus costumbres, los «habitos de su corazén». Y eso es lo que ocurre con los pueblos y con las organizaciones que constituyen su trama social, que cuando sus habitos y sus costumbres no predisponen a tomar decisiones justas y buenas, el mundo Iegislativo y judicial resultan insuficientes, amén de actuar contra corriente. En tales casos las sociedades se encuentran ya atrapadas en ese circulo vicioso del que hablan las teorfas de la eleccién racional*, un circulo que refuerza las conductas nocivas para la sociedad, porque las organizaciones y las personas que viven en una socie- dad en la que habirualmente se incumplen los contratos, se usa el engafio, funciona la «contabilidad creativa», no ven ningtin beneficio en actuar de otra manera. No pueden esperar que los demés actiéen de otra forma, se les engafiard y, por lo tanto, no parece racional en un ambiente adverso apostar por el cumpli- miento de los acuerdos, actuar con transparencia, arrumbar Ja 6. W. Van der Burg y F. W. A. Brom, «Legislation on Ethical Issues: Toward an Interactive Paradigm: Ethical Theory and Moral Practice 3/1 (2000), pp. 57-75. 7. F. Fukuyama, El fit del hombre, BSA, Barcelona, 2002. El tienlo inglés es mucho més expresivo del contenido del libro: Our Posthuman Future. 8. RD. Putnam, Making Democracy Work. Civic Traditions in Modern Italy, Princeton University Press, Princeton, NJ, 1993. 20 LAS TRES EDADES DE LA ETICA EMPRESARIAL «contabilidad creativa>. El circulo vicioso se alimenta a si mismo y resulta dificil romperlo: écémo es posible iniciar un circulo virtuoso? El circulo virtuoso, obviamente, es aquel en el que reinan los h4bitos contrarios a los arriba expuestos y, como cabe confiar cn que los demés actuar4n segiin ellos, todos pueden seguirlos, y ade- mas les conviene, porque el incumplimiento de los pactos y 1as malas actuaciones es lo que esta castigado con Ia sancién social, amén de estarlo con Ja sancién legal. Los circulos virtuosos en realidad benefician al conjunto de la sociedad, como intentan mos- trar los dilemas de la eleccién colectiva, pero necesitan para ser efectivos una adhesién mayoritaria a esos buenos hdbitos, que en la tradici6n griega recibieron el nombre de «virtudes» (greta), «exce- Jencias» del caracter. Las virtudes son los habitos que predisponen a elegir bien, mientras que los vicios son los habitos que predispo- nen a elegir mal; quienes incorporan Jas virtudes son excelentes. Curiosamente, el discurso de la excelencia hizo fortuna en el mundo de la empresa a fines del pasado siglo. Desde que Peters y ‘Waterman publicaran su libro Er busca de la excelencia, se vino a entender que las empresas excelentcs son las que mejor saben jugar en el mercado. En cualquier caso, conviene indicar que las expre- siones que estamos manejando, tales como «hdbitos», «virtudes» («excelencias»), «costumbres», pueden entenderse en un doble sen- tido: o bien como las costumbres que se adquieren por herencia, sin reflexionar sobre su validez moral, o bien como las costumbres conscientemente adquiridas o conscientemente refrendadas por su validez moral. Y aunque es verdad que las buenas costumbres en la empresa constituyen un bien por si mismas, es todavia mejor, por- que es expresién de la libertad, que quienes las asumen las valoren en lo que valen, las refuercen por entender que potencian la liber- tad real del mundo social, que se percaten de que los buenos habi- tos constituyen un bien publico. Ese tipo de bien del que se benefi- cian, no sdlo quienes se han esforzado en crearlo, sino muchos mas. En este sentido entendia Hegel que la libertad, para encarnarse de modo efectivo, ha de incorporarse a las costumbres, que constitu- yen las «leyes del mundo humano libre»: Ast como la naturaleza tiene sus leyes, y los animates, Jos arboles y el sol cumplen con las suyas, asf la costumbre es lo que corresponde al espiritu de la libertad (...]. La pedagogia es el arte de hacer éticos a los hombres: considera al hombre como natural y te muestra el camino para volver a nacer, para convertir su primera naturaleza 21 ADELA CORTINA en una segunda naturaleza espiritual, de tal manera que lo natural se convierte en bdbito®. Cudles deberian ser esos habitos, esas excelencias en el caso de las empresas es una de las grandes cuestiones de la ética empresa- rial, una cuestién a la que sélo se pucde responder aclarando en qué consiste la actividad empresarial, cules son sus metas y, por lo tanto, sus principios y valores!°. Cosa bien dificil de hacer, sobre todo habida cuenta de que las empresas desarrollan su actividad en un mundo cambiante desde el punto de vista social, econédmico y politico, en un mundo con tradiciones y culturas diversas, en un mundo con diferencias de conciencia ética en distintos contextos. En ese mundo, que es todo menos inmutable, las propias empresas cambian su concepcién acerca de si mismas y tienen que compren- der los cambios de su entorno para bregar por su viabilidad'"'. De ahi que, mds que hablar del ethos de la empresa, sea preciso hablar de los ethoi de las empresas, de sus caracteres, de los habitos que deberian incorporar, teniendo en cuenta las posibles concep- ciones de empresa y el nivel ético adquirido por la sociedad en que se inscribe; sin olvidar que en el nivel internacional van aparecien- do paulatinamente propuestas que pretenden dar orientaciones, siquiera sea m{nimas, para el quehacer empresarial en su conjun- tol, Propuestas que, a mi juicio, modulan para el Ambito empresa- rial Jo que son las exigencias de una Etica Civica Transnacional, que se va gestando poco a poco”, Si estas exigencias planteadas en el nivel global, como la del Global Compact de las Naciones Unidas", son declaraciones verba- 9. GW. F, Hegel, Principios de la Filosofia del Derecho, par. 151, agregado. 10, De ello nos hemos ocupado A. Cortina, J. Conill, A. Domingo y D. Garcia- ‘Marzi en Etica de la empresa, cit., y mds tarde, junto con A. Castifieira, J. B. Lozano y J. M, Lozano, en Rentabilidad de la ética para la empresa. 11, B. Nino Kumar y H. Steinmann (eds.), Ethics in International Management, ‘Walter de Gruyter, Berlin, 1998. 12, G, Enderle (ed.), International Business Ethics. Challenges and Approaches, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 1999. 13. A, Cortina, «Bioética transnacional como quehacer publico», en J. J. Ferrer y J-L. Martinez (eds.), Bioética: un didlogo plural, UPC, Madrid, 2002, pp. 541-554. 14, Ademas del Globe! Compact de las Naciones Unidas existen otros cédigos con pretensién global, como pueden ser los Principios de la Caux Round Table © los Principios globales Sullivan de responsabilidad social corporativa. Ver al respecte G. Enderle, op. cit.; J. Fernandez (coord.), La ética en los negocios, Ariel, Barcelona, 2001; J F. Lozano, Fundamentacién, aplicaci6n y desarrollo de los eddigos éticos en las em- presas, tesis doctoral, Universidad de Valencia, 2002. 22 LAS TRES EDADES DE LA ETICA EMPRESARIAL Jes de buenas intenciones, alejadas de una realidad empresarial des- interesada de ellas, o si, por el contrario, estén enraizadas en las necesidades del mundo empresarial; si la forja de ethoi, de habitos con calidad moral, es una exigencia de la actividad empresarial en Jos distintos contextos y tradiciones, es la cuestién a la que se enfrentan los distintos trabajos de este volumen. Se sitdan en nues- tros dias, en esa sociedad de la informacién y las comunicaciones, en la que vivimos, nos movemos y somos, en esa nueva «era» en que se desarrolla la actividad empresarial, tras haber vivido al menos otras dos, la industrial y la postindustrial. En las dos iiltimas los habitos generados desde creencias y convicciones han sido piezas clave en el buen hacer de la empresa, y cabe preguntar si asf es también en la era informacional y en qué modo y medida’. 2. La edad industrial En efecto, en la edad industrial obras sefieras, como las de Adam Smith y Max Weber, abonan la conviccién de qué entre empresa y ética existe una estrecha conexion, de forma que el éxito empresa- rial exige condiciones, no slo legales, sino también morales. En lo que hace a Adam Smith, no estA de m4s recordar en principio que cra profesor de Filosoffa Moral y creia en la econo- mfa como una actividad capaz de generar mayor libertad y, por ende, mayor felicidad. En este orden de cosas, con anterioridad a La riqueza de las naciones escribié una extraordinaria Teoria de los sentimientos morales, que tenia por clave el sentimiento de simpa- tia. Un sistema econémico necesita siempre un respaldo ético y, junto al amor propio como motor para el intercambio, junto al afan de lucro, existen otros sentimientos y valores indispensables para comprender la actividad econémica en su conjunto'’, En este sentido es en el que apunta Sen con todo acierto que un buen nimero de especialistas parece no conocer ningiin otro parra- fo de Smith mds que el célebre texto del carnicero, el cervecero o el panadero, de los que esperamos que nos proporcionen nuestra co- 15. Ver también al respecto Journal of Business Ethics 39/1-2 (2002), que recoge una seleccién de las comunicaciones presentadas al XIV Congreso de la European Bu- siness Ethics Network y cuyos editores son A, Cortina y J. C. Siurana. 16. P. Koslowski, Ethik des Kapitalismus, Mohr, Tubingen, 1986; J, Conill, «De Adam Smith al impetialismo econémica»: Claves de Razin Préctica 66 (1996), pp- 52-56. 23 ADELA CORTINA mida, no movidos por la bencvolencia, sino por su propio interés: «no nos dirigimos a su humanidad, sino a su amor propio». De donde deducen tales especialistas que en el mundo econdémico la ética esta de mds. Sin embargo, Smith es bien consciente de que la economia no es s6lo intercambio, sino también produccién y discri- bucién, y que en todos estos momentos del proceso es imprescindi- ble una ética que no es sélo 1a del amor propio: el habito de cum- plir los contratos, el compromiso con la calidad de los productos, la fiabilidad de Jas instituciones, y todo un amplio mundo que incluye en ocasiones motivaciones distintas al autointerés. Crear riqueza para la comunidad, mantener el honor de una familia de comer- ciantes, fomentar lazos cooperativos son moviles de la accién que no se identifican con el antointerés y, sin embargo, son imprescin- dibles para la actividad econémica’’, Por su parte, Max Weber, en La ética protestante y el espiritu del capitalismo, intent6 mostcar cémo el espiritu del capitalismo precedié a su encarnadura econémica, cémo un tipo de ética la ética protestante en este caso— conformaba ese espiritu que alenté el cuerpo del capitalismo al nacer. ¥ ha venido a convertirse en un lugar comin, al menos desde Weber y Tawney, el atribuir a la influencia de la ética protestante, de sus creencias y hdbitos, el fomento de la produccién, el ahorro y la inversién que pusieron en marcha el capitalismo'*. Cuando el capitalismo tomé carne social —ha Ilegado a decir Manuel Castells en La era de la informacion— su espiritu ya estaba presente en la ética calvinista. Y es verdad que al plantearse Weber la pregunta crucial «écé6mo pudo convettirse en una vocacién, en un calling, en el sentido de Benjamin Franklin, una actividad guiada por el afan de lucro, que era tolerada desde el punto de vista cristiano en el mejor de los casos?», creyé encontrar Ja respuesta en la interpretacién luterana de la vocacién y en la idea calvinista de predestinacién. El empre- sario, Hamado a crear riqueza, esta justificado porque responde a su vocacién divina en el mundo, y el éxito en su tarea ser4 signo de salvacién, Quedan asi justificados éticamente, no sélo el trabajo, 17. A, Sen, Does business ethics make economic sense?»: Business Ethics Quarter- Jy 3/1 {1993}, pp. 45-54 (trad, castellana en Debats 77 [2002], pp. 116-127); cf. asimis- mo, «Etica de la empresa y desarrollo econémico», en este mismo volumen, pp. 41-45. 18. M. Weber, La ética protestante y el espiritu del capitalismo, Peninsula, Barce- tona, 1969; R. H. Tawney, Religion and the Rise of Capitalism; a Historical Study, John Murray, London, 1936. Tawney afirma, sin embargo, que las cosas son menos esquemuiticas de lo que Weber pretende (jbid., pp. 320 y 321). 24 LAS TRES EDADES DE LA ETICA EMPRESARIAL sino también Ja acumulacién consciente y legal de riqueza. El em- presario debe responder dedicando su esfuerzo a la produccién de bienes, forjandose asi un cardcter que ve en la creacién de riqueza una tarea que trasciende el interés egoista. Es verdad que la tesis de Weber se ha visto criticada desde dis- tintas perspectivas”. Una de ellas es la que expone Amartya Sen en su contribucién a este volumen, y consiste en poner en cuestién la tesis de Weber y Tawney de que el capitalismo nacié ligado a un tipo de ética determinada, concretamente, !a protestante, cuando Japén ha interiorizado el capitalismo de forma magistral desde un ethos bien diferente. Sin embargo, esta discusién no afecta a la tesis de nuestro trabajo: las creencias, las convicciones y los hdbitos éticos son indispensables para el buen funcionamiento del mundo empre- sarial. Una segunda critica pone en cuestién que fuera el protestantis- mo el que impulsé el capitalismo, y no el catolicismo, Weber traté de mostrar cémo la actitud de la Iglesia catdlica ante el beneficio fue habitualmente hostil y, sin embargo, algunos autores han recor- dado y recuerdan que también parte del pensamiento catélico apo- y6 la obtencién de beneficio. No sdlo es que el «espiritu del capitalismo» estuvo presente en Ambitos catélicos, como Florencia y Venecia en el siglo xv, y en ef sur de Alemania y en Flandes, porque eran centros comerciales y financieros, sino que también en el pensamiento catélico se pueden espigar rasgos que apoyan el nacimiento del capitalismo**. Por ejemplo, la Escoléstica espafiola del siglo XvI, muy especialmente la Escuela de Salamanca, no sélo no anatematiz6 la creacién y el comercio de riquezas, sino que puede afirmarse que en sus contribuciones se encuentran algunas de las rafces del pensamiento clasico liberal”, Naturalmente, escapa a mis posibilidades terciar en esta polémica, pero lo bien cierto es que las dos posiciones consideran las creencias religiosas y éticas como elementos indispensables de Ia vida empresarial. La tercera de las criticas trata de complementar a Weber ase- gurando que también la ética protestante hizo posible otra dimen- 19. A. Cortina, Por una étice del consumo. La ciudadania del consumidor en tn mundo global, Taucus, Madrid, 2002, cap. 8. 20. H. M. Robertson, Aspecis on the Rise of Economic Individualismr, CUP, Cam- bridge, 1933. Frente a Robertson ver J. Brodrick, The economic Moral of Jesuits, Lon- don, 1934, 21. M. Grice-Hutchinson, Ensayos sobre el pensamiento econdmico en Espaiia, Alianza, Madrid, 1995; A. Chafuen, Economia y ética, Rialp, Madrid, 1991. 2s ADELA CORTINA si6n fundamental de la actividad econémica, distinta a la produc- cién: el-consumo”. Ciertamente, Weber entiende que la ética protestante del siglo xvii, que es la que él analiza, modela una actitud en relacién con el consumo, al condenar el consumo de bienes suntuarios y favorecer el ahotto y la reinversién con el fin de aumentar la riqueza. Si !a misién del empresario consiste en crear riqueza para la comunidad, el consumo de bienes suntuarios difi- culta el ahorro y la reinversién, con lo cual quienes consumen satisfacen sus deseos, pero no contribuyen a crear riqueza social. En este sentido es en el que Weber habla de un

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