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fete Relei [eo ISMO CORTESANO El Museo del Prado alberga, quizd, la mejor coleccién de pinturas de desnudos del mundo. Muchas de ellas han ado por “salas reservadas” y algunas fueron condenadas al fuego por lascivas. Esta e la historia de la relacion entre desnudo, moral y poder en Espatia Javier Portis riental del ba puerta de Murillo, y que A diferencia de su padre, el rey Felipe IV cambi6 radicalmente de actitud respecto a las pinturas de desnudos, a las que convirtid en la parte mas intima, personal y querida de sus colecciones una alegoria de la prostitucién, © por las que quieren encon trar oscuras referencias al mi Danae, una obra maldita. La pintura mas veterana en experiencias en lugares de reclusion era la Dénge de Tiziano, cuya protagonista fue en cerrada en una torre por un padre temeroso de que se cumpliera la fatal profecia que le augura ba una segura muerte a manos de su nieto. El destino se cumplié, y Acrisio murié petrificado Por Perseo, el hijo que un Jipiter transformado en lluvia de oro concibi6 en el vientre de la joven, La suerte de este cuadro parece marcada por {a propia historia que narra, y el papel del padre fue interpretado por los sucesivos monarcas que gobernaron Espafia durante trescientos afios, en los que la princesa vivid encerrada, no ya en to rres, pero si en salas de acceso sumamente res tringido. Pero no a todos sus carceleros les mo- vieron las mismas razones para mantenerla re “>| cluida. Algunos, como Felipe Il o Felipe I, la con taron entre sus bienes més queridos y estima dos, y reservaron para ella sus espacios de pla. cer; mientras que otros la consideraron una ame. naza piblica que era imprescindible mantener alejada de las miradas de la gente; y no falté Quien llegé a proyectar su extincién en una ho: uera purificadora, Déinae fue pintada para el primero de sus car: celeros, Felipe Il, por Tiziano, quien la concibié ‘como parte integrante de un conjunto de cuadros mitol6gicos destinados a un “camerino” privado y en los que se llevaba a cabo una reflexion plésti ca sobre el desnudo, el amor y la fabula antigua La primera noticia que se conoce sobre ella se encuentra en una carta de 1554 con oca sién del envio de Venus y Adonis: *Y por que la Dénae, que ya mandé a VM. se vela toda por la parte de delan. te, he querido en esta otra poesia variar,y hacerle mostrar la contra ria parte, para que resulte el ca merino, donde habia de estar, més agradable @ la vista. Pronto 0s mandaré la poesia de Perseo y Andrémeda, que tendré una vista diferente a éstas; y también Jasén y Medea’. Aunque el texto demuestra que el artista veneciano se guiaba por intereses.primordialmente forma. les, el destino de la pintura ha sido re cibir las interpretaciones més varia. das, que oscilan entre las que ven en ella una alusién a la Inmaculada Con: cepcién, las que la interpretan como Aw * nx tico Toisén de Oro. A diferencia de lo que ocurrié coon la princesa mitol6gica, el cuadro de Tiziano no vivié su clausura en solitario, pues desde muy pronto estuvo acompatiado por una coleccién de ‘Maravillosas pinturas de diosas y dioses en car. hes, cuyo nmero oscilé mucho a lo largo del tiempo. Por eso, hacer un repaso a los lugares en los que estuvo encerrada esa obra significa tam: bién estudiar la peculiar'sima relaci6n que se es tablecié en Espafia entre el desnudo y sus colec: ccionistas durante tres siglos. Eso, a su vez, per mite reflexionar de una manera completa sobre el peculiar estatus que ha tenido siempre esta forma artistica, que durante siglos ha encarnado la idea mas alta de “arte” y perfeccién, pero ala que también han estado asociadas numerosas connotaciones peyorativas desde el punto de vis ta moral y social La fortuna de la Dénae y sus compaferas fue muy variada, y sufrié constantes altibajos de- endiendo de ios gustos estéticos y los criterios morales de sus sucesivos duefios. Asi, tras el episodio de aprecio protagonizado por Felipe II os encontramos con que su hijo prefirié depo: sitar estos cuadros al cuidado de su guardajo: yas, para que no ofendiesen, segin un contem Poréneo, “su modestia y gran virtud”. El suce: sor, Felipe IV, cambié radicalmente su actitud respecto a las pinturas de desnudo, a las que conwvirtié en la parte mas intima, personal y que: rida de sus colecciones. Los diferentes episo: dios por los que pasaron durante su reinado sir. ven muy bien para mostrar cémo fue afian: zandose su gusto artistico. La sala intima de Feli- pe IV. A principios de ios afios veinte se acondicion6 el llamado “Cuarto bajo de vera: no" en la zona norte del Alcd. zar de Madrid, para residencia estival del rey. Se conoce cémo estaba decorado en 1626, gracias a la descrip. cin del importante erudito romano Ca: siano dal Pozzo, que indica que se mezclaban retratos de cardcter fami liar con cuadros de desnudo, especial mente las “poesias” de Tiziano, y deta lla que éstos se hacfan cubrir, por pu dor, cuando pasaba la reina, En 1636, diez afios después, junto a es: tas salas en las que convivian retratos y dioses mitol6gicos se localizaba la habita cién “en que Su Majestad se retira después Diana y Calisto, por Pedro Pablo Rubens, etale, Madrid, Museo del Prado, x que estaba n cuadros de Tiziano que tenian c inador la incl “poesias el amor y la masica, y tenti ba un lugar singul rvado de todo el edificio era el corazén pi to aquilataba antuario de Tizian mo ningdn desnudos: én y Eva, V y de la carne en la estructura simbélica y ado a un uso tan int obremesa del rey, habita far mas persc ero al mismo tiem rico del mismo, por cuan: gustos més personales de Felipe IV. El ltimo paso evolucién se dio en los afos cincuenta, cuando en la zona meridional de salas a las c de desnudos. Son las llamadas segufan siendo un lugar ded de una calidad media muy alta, del rey, y que cont lacio se habilitaron una que se traslad6 la “pOvedas de Tiziano", que do a la intimidad as cuarenta pintura Diecinueve de Danae reeibiendo ta Muvla de oro, por Tualano, Madr, ‘Museo det Prado ellas estaban atribuidas a Tizian« y tres a Veronés. Hal fe Durero (Adan y Eva), Las tres Gracias de Ru: nd 0s de Jordaens y Cambia lecir, la parte mds intima de los aposen. ‘aquélla en cuya de nosible rastrear de manera mas nitida las claves de su hallaba dedicada a la es eneciana (y muy especial y al desnudo, no a Tinto fa también dos obras Pasion por los desnudos. En la ép constante. de mente el namero de a través de una import or de adquisicién de pinturas, que convierte a este rey en una de las figuras fundamentales de la historia del rnismo europeo. Las mas importantes escuela: los artistas mé sta tarea, que en muchos ca: s de desnudo. Y los medios para fan muy div 25 llegaron por Adan y Eva de Durero, que fueron en la reina Cristina de Sue 1 ab: af ja tras Las tres gracias, por Pedro Pablo Rubens, Madrid, Museo de! Prado, dicacién. Hoy nos podriamos preguntar cémo una mujer tan culta y aficionada a la pintura pudo desprenderse de esta pareja de tablas que figuran entre las obras maestras del Renacimiento nérdi co. Pero ella misma nos ha dejado respuesta en Una carta en la que afirma de su colecci6n: “Hay algunas cosas de Alberto Durero y otros maestros, alemanes cuyos nombres desconozco, y cual: uier otra persona las tendria en gran estima, pe: ro yo juro que ese lote lo cambiaria por un par de obras de Rafael, y aun creo que seria hacerles de- masiado honor”. Lot y sus hijas, de Francesco Fu: Fini, uno de los cuadros mas sensuales de las Co. lecciones Reales fue también un regalo de carécter diplomético que hizo el Gran Duque de Toscana. En este caso existfa una correspondencia muy direc: ta entre su temética y la ocasi6n para la que sirvié de presente: la boda de Felipe IV con Mariana de Austria. La pintura reproduce un famoso incesto biblico, y el rey espafiol se casaba con Su sobrina, que en principio estaba destinada para su propio hijo. Tres: Clentos afos después no deja de ser Curioso este juego de relaciones, muy probablemente involuntarias, aunque sf existe una evidente intencién en vin cular una escena amorosa con un re. galo nupcial a través de este lienzo del que el embajador espafiol en Toscana subrayaba su “alegria” Gran parte de los desnudos que incre: mentaron la coleccién de Felipe IV lle garon a través de compras o de encar. 05 directos del rey. Este es el caso del Juicio de Paris, que fue encargado a Rubens hacia 1638, y de cuya realiza- cién nos quedan noticias a través de la correspondencia del cardenal infante don Fernando de Austria. A través de ella sabemos que el pintor utiliz6 como modelo a Helena Fourment, su segun- da mujer, muy celebrada en Amberes por su belleza. Y también conocemos los reparos del cardenal infante ante la demasia. da desnudez de las diosas, y su interés por ha: cerlas adecentar. Afortunadamente Rubens se ne- 6 en rotundo, argumentando que “es menester Para que se vea la valentia de la pintura’. A este Tespecto hay que recordar que durante sigios el desnudo ha sido la forma artistica por excelencia en Occidente, aquélia capaz de expresar mejor que ninguna otra los valores del color y de la ma teria pict6rica, Pero no todos los cuadros de desnudo que in gresaban en las Colecciones Reales hacian com: Pafiia a Dénae en sus celdas de reclusion, Es lo Los cuadros condenados al fuego por Carlos luna asociacién inmediata entre calidad artstica y eficacia ppersuasiva. Por eso, cuando en 1762 Carlos Ill deci se- leccionar las pinturas més lascivas de sus colecciones para des- ‘uirlas, se formé una lista que integraba auténticas obras ma- estras de la historia del desnudo occidental. Por fortuna, las gestiones de Mengs y del marqués de Esquilache lograron sal- vvar de la hoguera los cuadros, que fueron confinados en la lla- E nel pensamiento artistico occidental siempre ha existido 76 mada ‘Casa de Rebeque’, El inventario realizado a la muerte del rey aclara la identidad de estas pinturas :Dainae, Venus re- ‘redndose en el amor y la musica, Venus recredndose en la misica, Venus y Adonis y Venus dormida, de Tiziano (Ia tiktima desapare- ‘ida en el siglo XIX); Venus, Adonis y Cupido, de Annibale Ca- rracci; Andrémeda liberada por Perseo, Las tres Gracias, Diana y Calisto y El juicio de Paris, de Rubens; El tocador de Venus, de Francesco Albani; y Hipomenes y Atalanta, de Guido Reni. que los que pintaron Rubens y su ta: para d 0 rar el de caza conocido co: del Pardo y repleto de obras de Y es lo que pas6 tambiér ntenido mitolé: ‘on la Liberacién inacabada Ru Jordaens. Se trata que se hace un ma anatémica o de la mujer alcanza una ca ia més explicita de trofe yor alarde en la exhibic: en los que el cuery de perr en el Salén de los Es de los lugares de mayor importancia protecolaria del Alcézar de Madrid. Sin duda, de- bido a la gran densidad de connotaciones heroi que tenfa la historia que narraba, la cual du rante mucho tiempo se ha de la responsabilidad de! principe hi gion. En el si ia su patria Ill, cuando desapare: ciones, la pintura fue ct nte y apartada de la vista pal sus primeros doscientos afios de existe fa levado una vida placida feliz. Es verdad que apenas habia dia y que habian sido muy en contemplar su be tadores se con Cieron esas asox rada indec Dura jeza. Pero est taban entre mas poderosos de la tierra, y an admirado y querido como al may Venus, Adonis y Cupido, por Annibalo Carracel,izquierda I Julelo de Paris, Pedro Pablo Rubens. echo. Venus, ef ‘amor y la msica, por Tualano, abaic ‘La Venus det espe, or Diogo Velszques, Londres, National Gallery. La mala desnuda, por Francisco de Goya, Mackid, Museo det Prado, abalo. La caste Susana, por Podro Pablo Rubens, Madrid, Rea ‘Academia de San Femendo, pégina erecha, aba soros. Nada perturbaba su descanso, y no habla ‘ninguna raz6n que hiciera temer por él fin de su ‘ma cémplice a sus més ilustres visitantes, De re. pente se convirtié en un peligro pablico, que ame: languido abandono. Europa, ademés, entraba en Una era que dio en llamarse a s{ misma como de la raz6n" 0 “ilustraci6n’, y en esas circunstan: cias todo parecia apuntar hacia el triunfo de la idea de belleza que encarnaba como nadie la princesa Sin embargo, la realidad fue distinta, y Dénae contemplé un auténtico vuelco en su situacién. Ya no era la joya que se guardaba porque se amaba, y a la que se destinaba el refugio mas intimo de nazaba con extender la impureza moral. Sus deli clas se convirtieron en anzuelos fatales y su be- lleza se tradujo en peligrosidad. Y dejé de ser queria y de habitar en santuarios de pintura, y paso a ser perseguida y amenazada, y a vivir en auténticas cédrceles y lazaretos de cuadros. Carlos Ill los quiso quemar, (a historia de este cambio radical del estatus de Danae y sus ‘compaferas en el contexto de las Colecciones Re: los aposentos reales. Ya no era el secreto que ca- ales se escribe a base de tres grandes episodios da uno de sus duefios sucesivos desvelaba de for. que se sucedieron en la segunda mitad del siglo DOR ACC ECM EER mca tue el desnudo ha sido un material siempre propicio _espaftola. La personalidad fuerte yarrebatada de Goya y la fran- Para tejer en torno suyo leyendas y anécdotas lo prue- queza inusual con que estin representadas las Majas se han ba no s6lo la historia que se ha estado contando enes-unido para otorgar una personalidad concreta a la supuesta tas paginas, sino también las interpretaciones que han recibido modelo. dos de los cuadros més conocidos de la Historia de la pintura La duquesa de Alba, unida a la memoria del pintor y de Go- doy ha sido la candidata preferida, aunque no faltan. ‘quienes prefieren sugerir nombres como Josefa Canda- ddo (ama de llaves del pintor), Pepita Tudo (amante de Godoy), o la joven quetida de un fraile lamado el Ago- nizante, Sin embargo, cada vez esta mas claro que el ‘marco en el que hay que encuadrar el origen de estas ‘obras no es el de la leyenda sentimental, sino el de las ttadiciones seculares del coleccionismo espatiol en re- lacién con el desnudo, La tinica explicacién plausible a que en tomo a 1800 un pintor espafiol realizara un, desnudo de tamafio del natural en el que ha desapare- ‘ido cualquier excusa narrativa y cuyo tinico tema es el desnudamiento de una mujer, es que lo pintara expre- samente y por encargo para un gabinete reservado, Carlos Ill decidié seleccionar las pinturas mas lascivas de su coleccién para hacerlas quemar. Queria desterrar asi cualquier objeto pernic XVIII y las cuatro primeras décadas del XIX. El acontecimiento inicial fue la decisién de Carlos III en 1762 de seleccionar las pinturas més lascivas de su coleccién para hacerlas quemar. Semejante iniciativa del que se considera rey “ilustrado” por excelencia puede sorprender actualmente. Pero en el fondo cuadra muy bien con otros datos so: bre su perfil psicol6gico y su moral sexual, y tam: bién con su sentido de la responsabilidad perso: nal, que le movia a “dar ejemplo” y a desterrar ‘cualquier objeto 0 accién que consideraba perni: ciosa para la moral publica. Por otro lado, hay que decir que, aunque du rante su reinado florecieron los grandes artistas, no fue un monarca con un gusto demasiado arrai gado por la pintura... También hay que tener en. Cuenta que el papel del funesto oréculo que pre- dijo a Acrisio su desgracia, fue probablemente desempefiado ante el rey espariol por el padre Eleta, también llamado “fray Alpargatilla”, quien le predispondria contra esas mujeres desnudas que solo sirven para excitar a la concupiscencia. Se trataba de su confesor y su guia espiritual mas influyente, y su estrechez de miras era universal mente conocida. El encargado de seleccionar los cuadros fue Mengs, una de las figuras claves del arte de su 6poca. Afortunadamente logré convencer al mar: oso para la moral piblica qués de Esquilache para que disuadiese al rey de sus propésitos purificadores. Para ello argumen: t6 que se trataba de cuadros con grandes posibi: lidades para el aprendizaje del colorido, con lo {que apelé a una de las razones que podian mover mas eficazmente a un monarca ilustrado: la util dad pedagogica. Pero aunque no perecieron en la hoguera, estas pinturas fueron confinadas en la llamada’ “Casa de Rebeque”, situada en el extre: mo de! palacio, donde tenia su estudio el pintor de Camara. Pero su confinamiento no habia arrancado es tos cuadros de la memoria de los aficionados al arte, y en 1792 Bernardo de Iriarte y el marqués de Santa Cruz consiguieron el depésito de 24 pinturas de desnudo en la Academia de San Fernando con objeto de facilitar el estudio del colorido, que era una parte de la pintura tradicionalmente asociada a este tema pictorico. Aunque desde época muy temprana se formé la leyenda de que la intenci6n previa de Carlos IV era imi tara su padre y hacerlas quemar, la do: ‘cumentacién niega esta version y prueba la iniciativa académica. De hecho, sélo se permi- tid el trasvase de los cuadros que se considera ‘ban poco indecentes. Todo ello, sin embargo, de muestra hasta qué punto el desnudo es un tema conflictivo que propicia la creacién de leyendas con objeto de adecuar la realidad a esquemas ar- quetipicos de comportamientos, como es, en es: te caso, la reaccién destructora ante la figuracién erética, ‘Mercurio instruye 2 Cupido detante de Venus, por Corrego. Londres, National Gallery, izquierda. La ‘educacién det Amor, or LM. Van Loo, Mactid, Academia de Sen Fernando, detalle — que eran basicamente las mismas que habia se- leccionado Mengs treinta afios antes. Desnudo, moral y poder. La estrecha re- laci6n que ha habido siempre en Espafia entre desnudo, moral y poder justifica que con el cam: bio de régimen se modificara también el estatus de estas coleccién de cuadros. Asi, José Bona: arte en vez de seguir manteniendolos encerra: dos, decidié exponerlos piblicamente para que sirvieran “de estudio a los discipulos de la Aca demia, de examen e imitacién a los profesores y de complacencia a los amantes de las Bellas Ar- tes". El mismo eligié tres de esas obras para su residencia de la Casa de Campo. eee i Coe coce CM ee nn peg Ni qué decir tiene que el fin de la Guerra de la Independencia supuso la reanudacién del confinamiento de ‘Manuel Godoy, por Francisco de Goya, Ma Bel Fee or Alberto Durero, Maciid, Museo det Pra das. Como para muchas otras cosas, en esto también fueron un ejemplo a se- guir por los nobles que tuvieron a su servicio. ¥ también en este caso se ob- serva una tradicién ininterrumpida desde la segunda mitad del siglo XVI hasta princi ios del XIX. Antonio Pérez, el famoso secretario de Felipe Il, inaugura la serie con las salas de desnudos que posefa en su residenciasuburbana junto a Atocha, en la que ha- bia joyas como Addn y Eva de Tiziano o varios de los famosos “Amores de hipiter” de ‘Corteggio. Un siglo mas tarde, el Almirante de Castilla tenia su casa del Prado de San Jer6nimo organizada como un auténtico museo, en el que las habitaciones estaban de- dicadas a pintores como Rubens, Ribera, etc, y a géneros como los bodegones o los Paisajes. Dos de ellas tenfan como tema el desnudo. Algo parecido ocutria en el pala- cio de los condes de Altamira, en Morata de Tajufia, que se nutra de la magnifica co- lecciGn que habia formado el marques de Leganés en época de Felipe IV. Pero el gabi- ete secreto mas famoso de los que nos ha quedado noticia es el del todopoderoso ‘Godoy, muy importante no tanto por su ntimero cuanto por su calidad, pues contenia ‘obras maestras de la talla de la Venus del espejo de Velazquez, las Majas de Goya o La Escuela del Amor de Corregzo. N © slo los reyes posetan desnudos y los confinaban en habitaciones reserva- Aunque la Academia intenté dar cierta pro- yeccién semipdblica a esta coleccién de desnu: dos, sus propésitos fueron abortados por el rey, ue insistié en que se mantuviesen encerrados en Una sala reservada cuyo acceso era sumamente restringido. Y la reclusin se mostré tan eficaz co- mo para que cuatro afios después decidiera en. Viar las pinturas mas lascivas de sus colecciones, cd, Academia de las Artes de San nando, ariba. Eva, 0, derecha, Para saber mas GEORGE, B,, Las ldgrimas de Eros, Barcelona, Tusquets, 1997. KENNETH, dio de esta historia pendular de aprecios y rechazos se localiza en el “gabinete de descan. so”, que estaba situado en uno de los lugares mas hermosos del Museo, una gran sala con amplios ven tanales que miran al Bots. nico. Era un espacio desti- nado al solaz de los reyes en las contadisimas oca: siones en que visitaban e! los cuadros, que permanecieron en la Academia hasta que, en 1827, fueron reclamados por el Museo del Prado e instalados en la sala que vi sit6 Mérimée. Once afos después, los responsables del Museo, plena. mente conscientes de lo anacrénico que resultaba ese lugar cerrado y restringido, decidieron exponer las pinturas a’ la vista indiscriminada del ptiblico, e integrarlas a las salas generales. Pero la disolucién de la Sala Reser: vada no significé la exposicién pabli ca de Dénae, que parecia destinada a vivir siempre en una torre en la que sélo pudiera ser visitada por unos pocos elegidos. El peniiltimo episo: C., £1 desnudo. Un estudio de la forma ideal, Madrid, Alianza, 1981, ED: WARD, L., Sexuality in Western Art, Londres, Thames and Hudson, 1991, MORAN, M. y CHECA, FE] coleccionismo en Esparia, Madrid, Cétedra, 1985. PORTUS, J. La Sala Reservada de! Museo del Prado y el coleccio. ‘ism de pintura de desnudo en la Corte espafole, 1554-1838, Madrid, ‘Museo del Prado, 1998. WV. AA., El desnudo en el Museo del Prado, Ma drid y Bareelona, Fundacién Amigos del Museo del Prado y Circulo de Lectores, 1998, Museo, y en 6! Dénae com: Partia paredes con las dos Venus y la misica de Tiziano. Y las tres sin duda recordarian los tiempos en que, reunidas en la sala “donde Su Majestad se retira después de co: mer’, eran lo més querido de uno de los mayores amantes de la pintu: ra de su siglo.

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