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ple se | Tee ee acca Roa ete a rie ta i Eocene career tia Eee AU RITE EY SN Ioan ee lepein eee Ee tearm tiny dora HOU UBT THEY Ei niente maine rear ibe oe 1 eda ESC noes ge 7 ee oe | oe Radcliffe - Brown, Goodenough, Kaplan, Escenas neue Er crecunc dance feroe wfc a ann ome ana Lewis, ara tots cs Seeeeatererne s ets Petit Pee ear emee e eee Sop gre ose ialplceceorha leh = Goes cs aero wee be pe a aa eee ioe itay pepe aoe eee per Roa are cee cer ee Compilados y prologados por Serta a RICO eA cy ec rma Arete arian aes i Ee ey te mirspotonin, | Bence, ene reba Cd) I Pee eae peehrena bealcieetan Seared Eee er eh eer ned SS i Ae eumritrreeeae nate tet eee vet oe C3 Ieee ba rebates ai candy ot tab can env, ee nal Se ea do etree ciated ent tear ohae scepter thn 2 © eee renege eigen ot Ge Ree itr ences eat reg Meme ee ry Pics oe ee cere Uo ee red © (4 ehrreiay Met retipereentontat Basie rcs ac pe nee ty preci einer 7 poe ce tierra act etapa Se ee ra Se ee Ce a Pater iran = eo ars Pea oa aie or tee hcp hn Sa - Poort teas a4 AVA ELST WEY 2 iblioteca Anagrama de Antropologia ARIE cee José R. Llobera La antropologia como ciencia mn EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA. Tradaceidn: Antonio Desmonts, Helena Valentt y Manvel Urie Revisidn: José BR Llobera Maguela de ta colecctcin: Argeote y Mumbrit Primera edicédn: 1575 Segunda edicidn: 1988 © EDITORIAL ANAGRAMA, S.A, 1975 Pedré de Ja Creu, 58 08034 Barcelona ISBN: BPS3IS2- Depésite Legal: B, 40537-1988 Printed in Spain Libergraf, 5.4, Constitucld, 19, (019 Barcetonn INDICE José R. Liobera TMT RO DL CE TONS cra ara ae eee 1. APRONIAACIGN ALA DESCIPLINA Claude Lévi-Strauss Las tres fuentes de la reflexidn etiwldgica , Ward H. Goodenough Unicoducchiuatiinistipa cece “ellie 2H ae A. RB. Radcliffe-Brown Amtropologia social... David Kaplan y Robert A. Manners Antropalogia, Viejos temas ¥ nuevas orientaciones - TT, La BTNOGRAFIA Michel y Francoise Panoff ¢Para qué sirve la emografia?. " W. H. RB. Rivers El métado gonesldgico de investigacién Srilsopaldiicn Oscar Lewis Controles y experimentas en el trabajo de campo. Bronislaw Malinowski Confesiones de ignorancia y fracaso , . Max Gluckman Datos etnograficos en la antropologia social inglesa Harald €. Conklin Etnografia . . . . se THT, COMPARACIONES EN ANTROFOLOGIA Edmund R. Leach El método comparativo en antropologia Fred Eggan La antropologia social 4 conroladneee a ok el método de la comparacidn 25 a7 oF 129 141 167 1? 7 George Peter Murdock if Muestra etnogrifica mundial. . - 1 eee William J. McEwen a ie Formas y problemas de validacién de la antropologia social ome ety ene shee a= fe aed e-Sa TV. ALGUNOS PROBLEMAS EFISTEMOLOGICOS I. C. Jarvie . Nadel; sobre los Fines y métodos de Ja antropologia social J. H. M. Beattie " Camprensién y explicacidn en antropologia social . . Edmund RB. Leach ip Problemas de clasificacion en antropologia social ste Stephen A. Tyler Una ciencia formal 2. | Pee Emilio de Ipola Some ee Etnagralia c historia en Ja epistemologia estructuralista, Huge G. Nutini : oa ibe Sobre log conceptos de orden cpistemaldgico y de defini- ciones coordinalivas 2... 7 ee ee José R. Liobera ae POSI-SCRIPTUM: ALGUNAS TESIS PROVISIONALES S0RRE LA Ka RALEZA DE LA ANTROPOLOGIA . 00. 0-6 8 8 eet Fuentes 2... eer pene : 203 2a 271 293 alt 317 353 373 389 sa oe INTRODUCCION Titular a la compilacion de textas? que sipuc a continuacidn LA ANTROPOLOGIA COMO CIENCIA Parecera al lector avisada um ca- lificativo cuando menos sorprendente, si no temerario, al ser aplica- do a una disciplina de perfiles borrosos y clentificidad discutida como Ja antropologia social y cultural. Pero qué duda cabe que la antropologia posce una vocacién cientifica —junto a sus alinidades con la historia individualizante o las humanidades— ¥ cS precisa- mente este aspecto, si se quiere mds programdtice que real, el que nos interesa recalear en esta coleccién de textos. El criterio que he seguido para la seleccién tiene came finalidad ofrecer al lector una muestra represcntativa, tanto de las distintas tradiciones nacionales y escuelas coma de los distintos momentas del proceso de adquisicion y de confirmacién del conocimiento antro- poldgico, y todo ello dentro de Iss limitaciones de espacio de un libro de Ia extensién del prese: Por otra parte, he tritade de evilar, por Jo menos hasta alli donde me ha sido posible, que mis preferencias personales se interfiricran tanto con el criteria de representatividad en Ia seleccién como en la presentacién de los textes, En esta intros duccidn la misién que me he encomendado es, simple y llanamente, la de presentar log textos, dejando para el poste iptum Is exposicién de mi particular postura antropoldgica, Nuestra primera preocupacién puede expresarse con la pregunta: ¢de qué pretende ser ciencia In antropologia? En otras palabras, qcual es el objeto de Ia antropologia? Dicha Pregunta mos Heva in- mediatamente consideraciones sobre el Origen, alcance, desarrallo y estado actual de la disciplina. La respuesta a este camulo de pre- guntas no es facil o, mejor dicho, depende en gran medica de Ja tradicién o perspectiva en la que una se sitte, Es por esta raz6n que en Ia primera parte del libro, titulada 1, Salvo cn unos pocos casos, no 40 trata de extractos de libros, como tal ven Im palubra “textoa" podria sugerir, sino de articulos o trabajos completes, aparecitios en revistan eapecialleadan 6 en publicuclanes calectivas sxiranjeras, 6 indditos on lengua castellann, PROXL A LA DISCIPLINA, he recogido cuatro textos que da al- one Eee ea de responder a las preguntas anteriores. El ar- ticule de Lévi-Strauss hace referencia a algunos de los eee ex. ternos que hicieron posible la reflexion antropoldgica, mien que el trabajo de Goodenough pucde considerarse como un ceemee bien que peculiar, de la historia de la tearia antropal seis oon = pecial referencia a las teorlas norteamericanas contempor neas. ; capitulo de Radcliffe-Brown es un intento de delimitar la sees lo- gia social con respecte a otras disciplinas antropolagicas y sora ee Finalmente, Kaplan y Manners exponen su punto de vista sobre cl de Ja discipline. nage nee a la antropologia, por To menos desde Beary Malinowski, es cl trabajo de campo intensive, Ja Hamada obsanagl i" participante. Rito de pasaje, laboratorio indispensable o simp! Somers técnica de investigacién elevada a la categoria de desis ex ie a el trabajo de campo en una comunidad exética forma parte a glamour antropolégico y hasta la fecha ha constituido Ja fuente pri cipal de informacion de la disciplina. La segunda parte, titulada simplemente La ETNOGRAFIA, cae de presentar dicha cuestidn de una forma bastante eatiasilye: ex: tracta de Panoff intenta justificar la necesidad del eee) ‘ an po para todo antropdlogo. A continuacién siguen dos trabajos, aus si bien no som recientes, nos permiten apreciar la fmporisniey trabajo de campo; el articulo de ‘Rivers, un cldsioo eo ja a = ha proporcionado una de las técnicas mas efectivas y ae fats recoger material etnogrifico, en particular en el campo de’ Bare tesco: el extracto de Malinowski describe con detalle las prune! ‘ y Miserias de su trabajo de campo entre los islefios de Iss Trobriand_ La contribucién de Lewis es cn extremo importante ya Bite de los pocos intentos de presentar lo que podrian ser {spree de una etnografia critica. Finalmente, los articulos de Glucl soe Conklin tienen un cardcter mds bien deseriptivo y pretenden a qar al lector de las tendencias recientes en la ctnografia britén! cricana, Tespectivamente. 4 Bicimeqnacereon jor datos etnogrificos una vee recogidos, Ongena: dos y analizados? El método comparativo, es decir, las Sone nes entre las diferentes sociedades y culturas, o cntre patel le z 2 (economia, religién, parentesca, ete.) o simplemente entre elementos culturales, ha gozado de gran popularidad en antropolo; eee dria decivse que es su razén de ser y lo que la Sienna one disciplinas sociales, La tradicion antropoldgica ha consi es a dicho métuda desempefiaba Ia misma funcién que el meta 3 & ee timental en lag clencias naturales y que, tarde o rempranciicste ne cedimlento inductivo basado en Ja compuiacien permitiria la mulacidn de leyes generales sobre la sociel!sd La tercera parte, COMPARACTONES EN ANTROPOLOGIA, Sc propone exa- Minar este aspecto fundamental de Ja disciplina. En una primera aproximacién, cl articulo de Leach ofrece un panorama histérico en el que se consideran las principales tendencias comparativistas. EL texto de Eggan propone Ia utilizacidn del métedo ‘COMparative dnica- mente dentro de un marce geogrifico que exhtba variaciones cultu- rales limitadas o dentra de ciertos tipos sociales o culturales, El ar- ticulo de Murdock, que presentamos aqui como ejemplo del métedo estadistico en antropologia, correlaciona un cierto ntimero de cle- mentos culturales estandarizadas con una muestra etnogrifica repre- Sentativa. Para finalizar el apartado he clegido un large estudio de McEwen, que en parte transciende cl marco del comparativismo, en el que se considcran los tres tipos bdsicos de validacion que utiliza ja antrepulogia: ilustracién, o andlisis de los casos, comparacién, 0 analisis tipoldgico, y contrastacién, o andlisis estadistica, Al final de nuestra recorride nos hallamos ante un producto ter- minade; hemos completade to que podriamoes denominar el procesa de adquisiciin del con lignlo antropoldgico, Por lo comdn, el an= tropologu na inguiere mas alla y deja los problemas cpistemaldgicas Para lus filisofos de Ia ciencia. No ubstantc, algunos amtrapologos, especialmente en Gpocas recientes, han tratado de superar esta limi- tacién y hay empezado a hacerse preguntas sobre la naturaleza del conncimicnic antropolugico, Si hay algun tema comin que subyace a estas rellexiones episiemoldégicas es sin duda lo que podria deno- minarse, de una Jorma un tanta ampulosa, la preocupacién por el complejo de inferioridad cpistémico de In antropolagia, La antrapo- Joga. al igual que las otras ciencias sociales y humanas, se ha mirado siempre en ¢| espejo de las ciencias naturales, imitando servilmente sus métados, pero sin jamas conseguir resultados equiparables. La cuarta y diltina parte, denominada ALGUNOS PROBLEMAS EeISTE- MoLOGICOS, reine de una forma un tante arbiiraria un cierto mamero de articulos de orjentaciones y tentiticas muy diversas que, si bien dificilmente pueden considerarse una respucsta apropiada a los enar- mes problemas cpistemaldégicos de Ja discip] vonstituyen tal yer una muestra adecuada del trabajo que se realiza cn cste campo. El arliculo de Jarvie enjuicia criticamente la obra metodoldgica de Na- del desde una perspectiva popperiana. Por su parte, Beattie consi dera, entre alras cosas, los distintos tipos de explicacién que utiliza fa antropologia, Leach, en un articule en cl que incide uno de sus temas favoritos, castiga a la antropologia social britdnica por sus manias taxonémicas, El texto de Tyler sugiere que la antropologia debe decidir si su perspectiva de estudio sobre cl hombre debe ser ecléctica uw holistien. Los dos articulos finales consideran, desde pers- pectivas distinias y con resullados opuestos, la revolucién anitropo- Idgicn de Lévi-Strauss; Ipola, desde un althusserianismo cstricto, condena Ia empreva estructuralista coma ideolégica, mientras que Nutine, apoyandose en un neopositivismo atemperado, sostiene el caracter cientifico y modélico de la obra de Lévi-Strauss. i Como he dicho al principio, en esta breve intraduccién he tratado: de presentar de una forma muy sucinta, rayando casi en lo telegra- fico, los textos de lo que creo constituyen los iitiles metodolégicos de In disciplina tal y como los concibe Ja profesién antropoldgica en Ja actualidad. Mi esperanza es que cstes textos, junto con las coplo sas bibliograflas que acompafian a la mayor partc de ellos, sirvan al lector para formarse su propio juicio sobre la antropologia como ciencis. Mi opinién personal sobre el tema la he relegado a un post- criptum, que el lector desinteresado bien puede pasar por alta. José R. Liopera University College London, Abril, 1974. 12 —ttt— I. Aproximacién a la disciplina CLAUDE LEVI-STRAUSS. LAS TRES FUENTES DE LA REFLEXION ETNOLOGICA Parece obvio que la etnologia disponga de plaza reservada en una compilacion consaprada a las clenclas humanas. La etnologin, en efec- to, tiene por objeto de estudio al hombre y en principio sélo se dis gue de las demas ci s humanas por lo acusadamente alejado, en espacio y liempo, de las formas de vida, pensamiento y actividad humana que trata de deseribir y anal No hacia otro tante, con una simple diferencia de grado, el humanismo clisico al intentar reflexionar acerca del hombre desde aquellas civilizaciones diferen- tes a las del observador, y de Ins que la literatura y los monumentos precorromanos Ie mostraban el reflejo? Pues éstas constitulan, por aquel entonces, las civilizaciones mds distantes de entre aquellas a las que se podia tener acceso, Las humanidades no clasicas han intenta- do extender el campo de accién, y Ja etnologia, desde este punto de vista, no ha hecho sino prolongar hasta sus lmites wiltimos el tipo de curiosidad y actitud mental cuya orientacién no se ha modifi- ado desde el Renaci nto, y que sélo en la observacian y en la reflexion etnologicas encuentra definitive cumplimiento. De esta ma- nera, la ctnologia aparece como la forma reciente del humanismo, adaptando éste a las condiciones del mundo finito en que se ha con- vertido el globo terrestre en el siglo xx: siglo a partir del cual de a, ¥ no solo de derecho, como antes, nada humano puede ser hombre, Sin embargo, la diferencia de grado no es tan simple, pues va unida a une transformacién obligatoria de los métades a emplear. Las se acuipa el etndloge, si bien tan humanas como difieren, sin embargo, de las estudiadas por las uorientales, en que en su mayor parte no cono- n que de entre ellas poseen bien pocos, por 0, Monurnentas representatives de fipuras animadas Gltimias, heel n mimterinies perecederos, sélo nes son conocidas a trivés de los obras mis recientes. La etnologia puede, Numanidacdes clisies cen In escritu 15 pues, por lo que hace a su objeto, permanecer fiel a la tradicién huma- nista; no asi por lo que se refiere a sus métodos, dado que la mayo- Tia de las veces echa en falta los medios —textos y monumentos— utilizados por aquella. De esta forma, la etnologia se ve constrefiida a buscar nuevas perspectivas. Ante la imposibilidad de seguir los pro- cedimientos clasicos de investigacitm, le es necesarlo valerse de todos los mecios a su alcance: ya sea situdndose, para ello, bien lejos del hombre en su condiciin de ser pensante, como hacen la antropala- gia fisica, la tecnologia y la prehistoria, que pretenden deseubrir ver- dades sobre el hombre a partir de los huesos y de fas secreciones 0 a partir de fos wlensilios construidos; ya sea, por el contrario, tudndo- se mucho mas cerca de lo que lo estan el historiador o el fildlogo, lo que acontece cuando el etndgrafe (es decir, el observador de campa) ivata de identificarse con el grupo cuya manera de vivir comparte. iempre forzado a permanecer en el agwende o en al allende del huma- nismo tradicional, el etndéloge, haciendo de la necesidad virtud, Nega sin quererlo a dotar a éste de instrumentos que no dependen nec Be Hamente de las ciencias humanas, y que han side 2 menudo tomados a préstamo de Jas ciencias naturales y exactas, por un lado y, de es Ciencias sociales, por otro, La originalidad de la etnologia teside precisamente en el hecho de que siendo, como es, por hipétesis una ciencia humana, no puede, sin embargo, permitir que se la aisle de las elencias naturales y sociales con las que varios de sus propios méto- dos manticnen tantas cosas en comin. Desde este punta de vista, la etmologia no sGlo transforma el humanisma cuantitativamente hablan- do (incorpotandole un mimero cada vez mayor de civilizaciones) aap también cuslitativamente, dado que las barreras pee ac je- yantadas entre los diversos Gndenes de conocimiento, no constituyen para ella sino obsticulos que forzosamente debe vencer para pro- gresar. Por lo demas, csta necesidad Ja empiczan a sentir cada una de Jas restantes modalidades de investigacién humunista, ‘ Ben por Jo que a éstas respecta, de forma mucho mas tardia y provisionalmen- te en menor grado. Los problemas que se plantean a la etnologia moderna sdlo Sy aprehenderse claramente a la luz del desarrollo histérico que es | dada origen. La etnologia es una ciencia joven. SNe ae autores de Ia antigiiedad recogieron el relato de cosa ees ae 5 practicadas por pueblos proximos o lejanos. Ast lo Meee care Diodoro y Pausanias. Pero en todos estos casos la eee p ae nece bien alejada de toda observacién anténtica, con cl obits nue cipal de desacreditar 2 Jos propies adversarios, como acon eck a: ae Tudo en las relaciones que se dan acerca de las pretendidas oe _ bres de Jos persas; o bien, se reducen a una escueta anotaci © U3 eostumbres heterdclitas cuya diversidad y singularidad ae mites ee Hegade a suscitar en sus obs es curiosidad intelectua vs dai is: Ta mi inquietud moral alguna. Es sovprendente, por ejemplo, 4) 16 _ en sus Moralia, Plutarco se contente con yuxtaponer interpretaciones: corrientes acerca de ciertas costumbres Eriegas Oo romanas, sin plan- Tearse Ia cuestién de su valor relativo y sin interrogarse sobre los Problemas (de los que apenas se da cuenta ¥ abandona una vez for- Toulados), Las preceupaciones etnolégicas se remontan a una fecha mucho mis reciente, y en su expresidn moderna se situan, por asi decirlo, en una encrucijada: nacen, no Jo olvidemos, del encuentro de Warias co- trientes de pensamiento heterogéness, lo que en cierta medida, expli- ca las dificultads de Jas que Ia ctnologia, atin hoy, no es sino heredera alormentada, La m4s importante de dichas influencias esta lirectamente rela- cionada con el descubrimiento del Nuevo Mundo, En la actividad, nos sentimos inclinades a valorar este hecho en funcién de consideracio- hes gevgrdflcas, politicas o econdmicas, pero para Ins hombres del siglo Xvr fue antes que nada una revelacién cuyas consecuenclas inte- lectuales y morales permanecen atin vivas en el pensamienta moder- no, sin que constituya obstdculo el que ya casi no nos acordemos de un verdadero origen. De manera imprevista ¥ dramdtica, el descubri- Miento del Nuevo Mundo forzé el enfrentamienta de dos humanica- des, sin duda hermanas, Pero no por ello menos extrafias desde el punto de vista de sus normas de vida material y cspiritual, Pucs el hombre americano —en un contraste realmente turbador— podia Ser contemplado como habiendo sida desprovisto de la Etacias y de la revelacién de Cristo y a Ia vez camo ofreciendo una imag: evocaba inmediatamente reminiscencias antiguas y¥ bfblicas: edad dorada y de une vida Pumitiva que simullaneamente se presen- taban en y fuera del pecado. Por Primera vez, ¢l hombre cristiano no estuvo solo o cuanto menos en la exclusiva presencia de paganos cuya condenacién se remontaba a las Eserituras, y a propésito de los cuales no cabla experimentar ninguna suerte de turbacion interior. Con el hombre americano fo que sucedié Fue algo totalmente diferen- te: fa existencia de tal hombre no habia sido prevista por nadie o, lo que es atin mas importante, su stbita aparicién verificaba y desmen- tia al unfsono el divino mensaje (cuanto menos asf se creia entonces) puesto que Ja pureza de corazon, la conformidad con Ja naturaleza, la Benerosidad tropical y el desprecio por las complicaciones madera, sien su conjunto hacian recordar irremisiblemente el paraiso terre- nal, tambien producian el aterrorizador efecto contrario al dar cons- tancia de que la caida original no suponia obligatoriamente que el hombre debiers quedar ineluctablemente desterrado de aquel lugar. Simultaneamente, cl acceso a los recursos tropicales, que suponen Una gama de variedades mucho mas densa ¥ rica que Ta que pueden Suministrar con sus propios recursos las regiones templadas, provaca: ba en Europa el imiento de una lad mds Sutil, y afadia con ello un elemento de experiencia dir reflexiones precedentes. Ante el ardor extraordina con que el lujo exético; made- ras de tint que ejemplifican los manos y aquellos longs que come se lee en el inventaria de un flete er que la de una 17 214 aORLOntA CoD CHiaiera naviero de regreso a Europa en los primeros afios del siglo xvi— «ha- Dlan ya algunas palabras en francéss, se tiene la impresion de que la Europa culta descubre dentro de si inéditas posibilidades de delecta- cién y emerge de esta forma de un pasado medieval elaborado, al menos en parte, a base de ins {pides alimentos ¥ monotonia sensorial, todo lo cual obnubilaba la conciencia que el hombre podia tener de si mismo y de su candiciém terrestre. En efecto, es verdaderamente en suclo americano donde el hombre empieza a plantearse, de forma concreta, el problema de si misma y de alguna manera a experimentario en su propia carne, Las imdage- nes, fuera de toda duda exactas, que nos hacemos: de la conquista estén pobladas de matanzas atreces, rapifias y explotaciones desenfre- nadas, Sin embargo, no debemos olvidar que con ocasi6n de ello la corona de Castilla, asistida por comisiones de expertos, pudo formu- jar la unica politica colonial reflexiva y sistematicu hasta ahora cono- cida, lo que hizo con tal amplitud, profundidad y cuidado por las responsabilidades diltimas que el hombre debe al hombre que, st bien es cierto que NO se pusicron en prictica, no lo es menos el que a nivel tedrico al que Ja han reducido la brutalidad, la indisciplina y la avi- dez de sus ejecutores, sigue siendo un gran monumento de sociologia aplicada, Podemos sonrele ante Jas que hoy Mamariamos comisiones scientificass, compuestas por sacerdotes enviados al Nuevo Munda con ¢l solo objeto dé zanjar la cuestion relativa a saber si los indige- nas eran meros animales o tambien seres humanos dotados de alma inmortal. Habia mas nobleza en el planteamiento ingenuo de estos pro- blemas que en cl mero aplicarse, como $© hard mas adelante, 2 matan- zas y explotaciones desprovistas de toda preacupacién tedrica. $i a esto anadimos que los desgraciados indigenas adaptaban la misma actt tud —acampando durante varios dias junta a los caddveres de los espafoles que habian ahogade, a fin de observar si se corrompian o si por el contraria posefan una naturaleze inmortal— s¢ debe reco- nocer en tales episodios, « la vez grotescos ¥ sublimes, ¢l testimonio fehaciente de la gravedad con que se encara el problema del hombre y donde ya sc revelan los modestos indicios de una actitud verdadera- mente antropaldpica, pese a la rudeza propia de la época en que por primera vee aparecieron, America ha ocupado durante tante: tiempo un lugar privilegiado Jos estudios antropalagicas por haber colocado ala humanidad ante su primer gran Caso: de conciencia. Durante tres siglos, el indigena americano dejaria el pensamiento curopeo qravado de Ja nostal; y el reproche, que ura Tenuvada experiencia similar Vegard en el siglo XVvITL can Ja apertura de los mares del Sur a las ansias exploradoras. Que «el buen salvaje conozca nm cl estado de naturaleza cl bienestar que se niegs al hombre civilizada @s, en si misma, una proposicién absurde y dublemente inexacta, puesto que el estado de naturaleza no ha existido ja nds, ni el salvaje es 0 ha sido mas @ menos nee: mente bueno o dichosa que el hombre civil: garo. Pero tal mito encubria un hallazgo positive y mas pe igrose: en Adelante Europa supo que existen otras formas de vidi econdmica, otros regimenes politicos, otros usos montles y OLAS er igio- 14 sa5 que las que hasta aquel entonces se ereian radicadas en un dere- cho y revelacién de origen igualmente divino y respecto a lo cual sdlo cabia poseerlos para su pleno disfrute o carecer absolutamente de ellos. A partir de ahi todo pudo ser puesto en entredicho. No resulia casual que en Montaigne, la primera expresin de lag reivindicaciones que solo més tarde verdn Ja luz del dia en la Declaracién de Derechos Humanas sea puesta en boca de Indios brasilefios, La antropologia habia llegado a ser prdctica incluso antes de haber aleanzado el nivel de los estudios tedricos. En tales condiciones no deja de resultar curioso que el s impulso que debian experimentar las preocupaciones eee eeda de la reaccitn politica e ideoldgica que sigue inmediatamente ala Revolucion Tancesa y a las ruinas dejadas por las conquistas napolesnicas. Y sin embargo, esta paradaja incontrovertible puede explicarse fae imente. En lo que va del siglo xvr al siglo xvi, el ejemplo suministrado por los pucblos indigenas habia alimentado Ia critica social de: dos modes diversos: la coexistencia, en el presente, de formas socisles profundamente heterogéneas, planteaba la cues. tién de su reciproca relatividad y permitfa poner en duda a cada una de ellas. Por otro Jado, Ia mayor simplicidad de las Namadas socie- dades salvajes o primitivas suministraba un punto de partida concre- to para una teoria acerca del progreso indefinido de la humanidad: pues si se habla partido de un lugar tan bajo, no habia razén alguna para suponer que el movimiento hacia adelante debiera detenerse y que las actuales formas sociales representaren un ideal definitivo, im- posible de mejorar. ‘ Ahora bien, el inicio del siglo x1 sorprende a la sociedad a tradicional en un estado de profunda desintegracion: el anteniaccial del antiguo régimen ha sido definitivamente sacudido y la naciente revolucién industrial trastorna los marcos-de la vida cconémica sin que puedan atm discernirse las nuevas cstructuras que ella misma alumbrara. No se ve sino desorden en todas partes y, amte ello, se pretende definir el destino del hombre mas bien en funeion de un pasado transfigurado por Ia nostalgia del orden antiguo, que no por un porvenir imposible de precisar. Para las antiguas clases privile- iadas, que sdlo en una minima fraccién vuelven a encontrar su posi- eién anterior, la historia no puede ser aprendida como el aparecer de algo que se hace sino, por cl contrarie, como cl de una cosa que se deshace. No tratan de comprender un hipotético «progresas, en Jo que les concierne vacio de sentido, sino la catastrofe que les ha maltratado ¥ que filoséficamente no puede ser aceptada sino coma la ticular de un movimiento de descomposicién que deja ladero estilo en la historia humana, Y este punto de vista, otro que el de log principios del romanticismo, modifica ¥ Ja indagacién etnoprafien, La modifica por cuanto hace del no fen todas sus form no tanto la bisqueda de un 19 LL humilde punto de partida del progres humano, como la de un perio- do privilegiado en que el hombre habia disfrutado de virludes hoy dia desaparecidas, Y la enriquece introduciendo, por primera vex, preocupaciones folkléricas con que adornar en cl scene mismo de la sociedad contempordnes las condiciones antiguas superviventes y las tmds vicjas tradiciones. El Renacimiento habia ya conocido en sus ort genes una actitud andloga cuando, tras la toma de Constantinopla por los tureos en 1454, creja ser el tinico depositario de la herencia filosdfica, cient{ifica y artistic de la antigiiedad. Pero esta beateria, orientada exclusivamente hacia el pasado, debia quedar bicn pronto desbordada por el descubrimiento en 1492 de las virtualidades insospe- chadas del presente, lo que provocd una ereciente confianza y espe- ranza en ¢l porvenir. En los inicios del siglo xTx, por el contrario, de una parte el pesimismo social y de otra el despertar de las nacio- nalidades oricntan la investigneién hacia un pasado a la vez lejano, circunscrito en el espacio y cargade de signiticacion. Pero simultancamente se produjo una transformacion importante. Era contradictorio concebir el curso de la historia en el sentido de una decadencia cuando, por otra parle, jos hechos de que se disponia evidenciaban la realidad del progreso técnice y cientifico, asi come jo que ain se tendia a considerar como Un progresivo refinamicnto de las costumbres. Para hacer sostenible la posiciém pesimista a la cual s¢ vinculaban tantas razones politicas ¥ sentimentales, s¢ hacia necesario, pues, emplazar la evolucién humana en un terreng dis- {into en el que la contradiccién entre los hechos y su interpretacién no se hiciera tan Mamativa. Ahora bien, con el crecimiento de la pobla- cién ¥ la multiplicacién de las relaciones € intercambios resultantes de la civilizacidn, hay ciertamente algo que de forma ineluctable se deshace: Ja integridad fisica de los grupos humanes, en etro tiempo aislados unos de otros dado su reduc ido nimero, Ja falta de medios de comunicacién y el estado de gencral ignorancia hostilidad exis- tentes. A partir del hecho de su intercomunicacién las Tazas 5¢ Tee clan y tlenden a homogeneizarse. No necesitard mas Gobineau para, 4 partir de ahi, asociar arbitrariamente a la nocion de raza ciertas disposiciones fundamentales de naturaleza intelectual o afectiva y otorgales ¢l valor signi ntiva com que establecer un sistema de ex- plicacién que, mas alla de las aparicncias superticiales, pueda dar cuenta del inevitable declinar de una humanidad dentro de la cual los valores vitales se diluyen progresivamente hasta llegar a su total cclipsamiento, De esta manera, Sot exigencias filosoficas las que, poniendo en primer plano Ia nocién de raza, fundamentan, al unisono, el interés orientado hacia los documentos osteclégicos, contempora- eos o arcaicos, en el preciso momento en que —en parte debide a jos grandes trabajos exigidos por la revolucién industrial— ls atencién se dirigia hacia los que, en numero reciente, cgtaban puestos al dia. Sin embargo, aun en este caso, no se trate de un fendmena abso- Jutamente nuevo. La crisis polit ys 1 que resulta ce 1a Fronda, rancia, al iniciarse el siglo XVITL, habia Vevada o rastrear, en as ¥ el origen de situacion contradieto- ay ria que entonces se Higaba al doble orjgen de Ja poblacién francesa: Ja nobleza franca y el pueblo galorromano, Lu nueva tentativa iba a ser més duradera, y debia experimentar una completa transformacién en su primitivismo, a la vex que preparaba el terreno para una ter- cera y mis nueva orientacién. * hoa Uno de los acontecimientos més decisives de la historia cientifica del sigho x1x estaba, verdaderamente, a punto de producirse, Sdla cinco afios separan la publicacién del Ensayo sobre la desigualded de las razas Runuanes a la del Origen de fas especies. Preparada por Jas investigaciones de Boucher de Perthes en arqueologia prehistérica + por el progreso de Jos studios geoldgicos, debido a los trabajos de Agassiz y de Lyell, la teoria evolucionista de Darwin iba, en efecto, a suministrar una interpretacién global de la historia biolégica dentro de Ja cual los documentos relativos al hombre, hasta entonces reco- gidos en forma disperse, podfan encontrar su lugar adecuado y recibir su plena significacién. _ En adelante, ya no nos las habremos de ver con construcciones filosdficas tales como la teoria del progreso indefinido del siglo xvi ola del declinar de Ins razas humanas del siglo xrx, La concepcién de una evolucidin gradual de las especies entes, operando a lo largo de inmensos periodos geoldgicos, suglere facilmente pensar otro tanto sobre la historia de la especie humana. Los documentos osteold- gicos y los silex tallades que les acompafaban ya no son contempla- alas como vestigios de una humanidad antediluviana, destruida por algiin cataclismo. Por el contrario, ahora se ven como testimonios normales de la lenta evolucién que, desde los estadios miéis lejanas, debis conducir a los antepasades del hombre moderno hasta las for- mas # ctuales. Y en la medida en que el utillaje prehistérico se parece al utilizade todavia en numerosas pueblos primitives contemporanens cabe aventurarse a ver en éstos la v: imagen de los diferentes esta: dios por los que, en su marcha progresiva, la humanidad habia discu- rrido durante milenios. Los objetos patrimonio de los salvajes, las descripciones de las costumbres: extrafias y Iejanas, lo visto y relatado por los viajeros, la mayoria de Jas veces deja de ser eonsiderada como si se tratase de curl fades exoticas ode meros pretextos desde los que fundamentar vaticinios de indole filoséfica o moral. Ahora se les promucve al esta Uo privativo de los documentas cientificos, con cl misma derecho que Re an los fisiles y las colecciones botdnicas y zooldgicas. A partir ie ahi Tos ri qui todo ello encaminade a cl isidn coherente de las diferentes: as que ha transcurride la humanidad, en su paso del saiva- 2 y¥ de Ia barbari vilizacion 4 ambiciones no son yi nuestras. Inclusa los progres ame bioligice tienen lugar semin una concepcién 21

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