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FEDERACIÓN LATINOAMERICANA DE MAGISTRADOS (FLAM).

GRUPO IBEROAMERICANO DE LA UNIÓN INTERNACIONAL DE


MAGISTRADOS (UIM).
ASOCIACIÓN DE MAGISTRADOS Y FUNCIONARIOS DE LA JUSTICIA
NACIONAL.
FEDERACIÓN ARGENTINA DE LA MAGISTRATURA.

ASAMBLEA DE LA FEDERACIÓN LATINOAMERICANA DE


MAGISTRADOS (F.L.A.M.) Y DEL GRUPO IBEROAMERICANO DE
LA UNIÓN INTERNACIONAL DE MAGISTRADOS (U.I.M.)

MAR DEL PLATA

DISERTACIÓN DE LA
DRA. GABRIELA CARINA KNAUL DE ALBUQUERQUE E SILVA,
RELATORA ESPECIAL DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE LA
INDEPENDENCIA DE MAGISTRADOS Y ABOGADOS,
SOBRE EL TEMA:

INDEPENDENCIA JUDICIAL

MAR DEL PLATA


12 DE ABRIL DE 2010.
Excelentísimo Señor Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación Argentina.
Excelentísimo Señor Intendente de Mar del Plata.

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Excelentísimo Señor Presidente de la Federación Argentina de la
Magistratura
Excelentísimo Señor Presidente de la Federación Latinoamericana de
Magistrados
Excelentísimo Señor Presidente de la Unión Internacional de
Magistrados.
Excelentísimo Señor Presidente de la Asociación de Magistrados y
Funcionarios de la Justicia Nacional-
Excelentísima Señora Vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación Argentina.
Excelentísimos Señores y Señoras Presidentas y Presidentes de
Asociaciones Nacionales de Magistrados.
Señoras y Señores Magistrados, Jueces y Abogados.
Señoras y Señores.

Es para mí un verdadero honor haber sido invitada a este magno


evento que reúne a representantes de asociaciones de Magistrados y
jueces de 17 países Iberoamericanos y poder tener así la oportunidad
de dirigirme ante ustedes. Este evento tiene lugar en un país
sumamente entrañable para mí, y que supo dar en el siglo diecinueve
su aporte decisivo a la independencia y a la construcción de
Repúblicas en varios actuales Estados latinoamericanos, con
personalidades de valores inmarcesibles, como don José de San Martín,
Belgrano, Yrigoyen y Saavedra.

Pero es también un país que sufrió durante la década de los


setenta del pasado siglo los embates de graves violaciones a los
derechos humanos cometidos por una dictadura que interrumpió el
curso normal de su democracia, pero que, reconstruido su Estado de
Derecho, ha sabido dar muestras de su voluntad de sancionar las
violaciones cometidas en el pasado y se orienta sereno hacia el futuro,
promoviendo que dichas violaciones no se repitan ni aquí, ni en ningún
otro lugar del mundo.

Quiero empezar por ello rindiendo mi homenaje a la República


Argentina, a sus esfuerzos por combatir la impunidad y por prevenir las
violaciones a los derechos humanos, y, principalmente, a la memoria
de las víctimas y de quienes sufrieron la injusta pérdida de seres
queridos.

Estamos aquí reunidos representantes judiciales de varios países


latinoamericanos. Pienso que nuestra comunidad debe ser
Iberoamericana, abrirse no solamente a España y a Portugal, sino a
otros países que hablan nuestras lenguas y comparten nuestra cultura,
como Angola, Guinea Bissau, Guinea Ecuatorial o Mozambique.

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Debemos enmarcar nuestros esfuerzos en las entidades de nuestra
región, como la Organización de Estados Americanos, y también en las
máximas instituciones universales, como la Organización de las
Naciones Unidas, que me ha honrado nombrándome su Relatora
Especial.

Fui nombrada Relatora Especial de las Naciones Unidas en


agosto del año pasado y desde en entonces trato de desempeñar la
importante tarea que me ha sido encomendada con optimismo,
intentando superar barreras burocráticas y aventurándome por nuevos
caminos, teniendo como único fin ejercer mi mandato de una manera
proactiva y con eficacia. Aporto al cargo, que como pocos saben, es
ad-honorem, mis once años de experiencia como jueza, pero sobretodo
con mi juventud, mi entusiasmo y mi voluntad de obtener progresos
reales en la protección de la independencia de las Magistraturas y de
la independencia e imparcialidad de magistrados, jueces, abogados,
defensores públicos, procuradores y fiscales. Pero estoy sola. Por eso
necesito el apoyo de todos ustedes, las asociaciones, los magistrados,
jueces, juristas y abogados de esta Patria Grande que es, para todos
nosotros, la América Latina.

Estos primeros meses en el desempeño de mi mandato me han


permitido confirmar mi creencia en la inmarcesibilidad de
determinados principios fundamentales, aquellos principios del
Derecho Internacional y del Derecho Constitucional que basan toda la
construcción del sistema jurídico internacional y de los sistemas
nacionales o domésticos. Y también me han permitido al mismo
tiempo observar una tendencia de aumento de los ataques contra la
Independencia de los Poderes Judiciales y contra la independencia e
imparcialidad de los magistrados y jueces, incluso en nuestra región.

Señoras y señores:

El primer punto que quisiera destacar es la Independencia del


Poder Judicial respecto a los otros Poderes del Estado.

Uno de aquellos principios es el de la Separación de Poderes. Las


funciones del Estado no pueden ser ejercidas por un solo Poder, sino
por varios, actuando cada uno en el ámbito de su competencia. Los
distintos Poderes del Estado interactúan entre sí, y ninguno es superior
al otro. Ninguno debe intervenir ni influir en el otro.

De este Principio Fundamental se deriva la Independencia


Judicial. Ya en la Carta de las Naciones Unidas los pueblos del mundo
afirman, inter alia, su voluntad de crear condiciones bajo las cuales

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pueda mantenerse la justicia. La administración de Justicia debe
ejercerse de manera totalmente autónoma y libre de cualquier presión
o interferencia de los otros Poderes del Estado. El Poder Legislativo es
plenamente libre de aprobar las leyes que mejor le parezca, siempre
que concuerden con el Derecho Internacional, pero no puede intervenir
ni influir en su aplicación al caso concreto. Ésa es la función de
magistrados y jueces. El Poder Ejecutivo gobierna, cumple y debe
asegurar el cumplimiento de la ley, pero debiendo ser muy cuidadoso
de no intervenir ni influir en la administración de Justicia.

No hay Estado de Derecho sin Separación de Poderes. Y no hay


Separación de Poderes sin independencia del Poder Judicial. Y no existe
independencia del Poder Judicial si éste no está integrado por
magistrados y jueces independientes e imparciales.

La Separación de Poderes es fundamental para la existencia del


Estado de Derecho y la clave de una administración de justicia con
garantía de independencia, imparcialidad y transparencia.

Permítanme recordar, en este acápite, que la Declaración


Universal de Derechos Humanos consagra el derecho de toda persona
a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido por la ley. El Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos garantiza el ejercicio de
ese derecho al establecer, inter alia, en su artículo 14 (1), el derecho
humano fundamental, de toda persona a ser oída públicamente y con
las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e
imparcial. Garantiza además el derecho de toda persona a ser juzgada
sin demora indebida.

Como puede observarse, este requisito de competencia,


independencia e imparcialidad, es un derecho absoluto que no puede
ser objeto de excepción alguna. Por tal razón, todo Estado democrático
y de Derecho debe adoptar las medidas necesarias y concretas que
garanticen la independencia del Poder Judicial, la independencia e
imparcialidad de los magistrados y jueces y protegerlos de toda
intervención o injerencia política.

El Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que es


el órgano que supervisa la aplicación del Pacto Internacional de los
Derechos Civiles y Políticos y que desarrollo sus principios, ha
subrayado este elemento en varias ocasiones. La última fue en su
Observación General No. 32 (CCPR/C/GC/32, 2009, párr. 19) en la cual
precisa que toda situación en la cual las funciones y competencias del
Poder Judicial y las del Poder Ejecutivo no fueran claramente
distinguibles, o en la que este último pudiera controlar o dirigir al

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primero, sería incompatible con el concepto de un tribunal
independiente estipulado en el Pacto Internacional.

El Comité de Derechos Humanos, en varias de sus


recomendaciones finales y decisiones sobre casos individuales, ha
instado a los Estados a establecer una diferenciación clara entre los
Poderes de las diferentes ramas del Estado.

Este aspecto ha sido también subrayado varias veces por mis


predecesores en esta Relatoría Especial, el ilustre jurista malayo
Paaram Cumaraswamy y el ilustre jurista argentino Leandro Despouy.
Ellos han recomendado incluso que el principio de la Separación de
Poderes sea no solamente consagrado en las Constituciones
Nacionales sino incluso recogerse en la legislación ordinaria. La
independencia del Poder Judicial debe considerarse un principio
general fundamental del Derecho, incluso en los países que no se rigen
por una Constitución Política escrita.

La Independencia Judicial es también absolutamente necesaria


cuando se trata de proteger y promover los derechos humanos. El
poder tiene tendencia a influir sobre la Judicatura cuando se trata del
tratamiento judicial de las violaciones de derechos humanos.

El segundo tema es la independencia e imparcialidad de


magistrados y jueces.

El requisito de la imparcialidad tiene dos aspectos principales:


a) los jueces no deben permitir que su fallo esté influenciado por
sesgos o prejuicios personales, ni tener idea preconcebidas en cuanto
al asunto sometido a su estudio; b) el juez debe parecer imparcial a un
observador razonable.

Una audiencia ante un tribunal no es imparcial, por ejemplo, si


el acusado en un proceso penal enfrenta la expresión de una actitud
hostil de parte del público o el apoyo de una parte en la sala del
tribunal que es tolerada por el tribunal, con lo que se viola el derecho a
la defensa. Véase por ejemplo la decisión del Comité de Derechos
Humanos en su Comunicación N° 770/1997, Gridin con la Federación
de Rusia, § 8.2; o la Opinión No. 19/2005 (Estados Unidos de América)
del Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de las Naciones
Unidas sobre el enjuiciamiento de cinco ciudadanos cubanos acusados
de espionaje ante tribunales de Miami, Florida. El Grupo de Trabajo
consideró que la detención de esas cinco personas era arbitraria, entre
otras razones, por la ausencia de una atmósfera adecuada en el
tribunal durante las audiencias de juicio por la actitud hostil del
público, tanto al exterior como al interior del tribunal.

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Otro aspecto importante de la imparcialidad de un juicio es su
carácter expeditivo. Si bien el artículo 14 del Pacto Internacional en el
apartado c) de su párrafo tercero aborda explícitamente la cuestión de
las dilaciones indebidas en los procedimientos penales, las demoras en
los procedimientos civiles que no pueden justificarse por la
complejidad del caso o el comportamiento de las partes tampoco son
compatibles con el principio de una vista imparcial consagrado en el
párrafo 1 de esta disposición (Pueden verse as a este respecto las
Comunicaciones Nos. 203/1986, Muñoz Hermoza con el Perú, párrafo
11.3; 514/1992, Fei con Colombia, párrafo 8.4).

No podemos seguir aceptando que la falta de recursos


presupuestales necesarios o la deficiencia crónica de financiación
sigan siendo culpables de demoras o dilaciones indebidas en la
tramitación de los procesos. Nunca será suficiente insistir en que los
Estados, particularmente sus Poderes Legislativo y Ejecutivo, deben
asignar a la administración de justicia los recursos presupuestarios
necesarios.

Cada Estado debe proceder a revisar el nivel de recursos que


asigna al Poder Judicial con miras a incrementarlo progresivamente. En
tal sentido, pienso que quizás lo mejor sería que se estableciese un
porcentaje fijo del presupuesto nacional para la Rama Judicial.

Otro tema fundamental vinculado al concepto de


Independencia Judicial está referido a los procesos de selección,
nombramiento y promoción de magistrados y jueces. La Independencia
Judicial pasa por el nombramiento de los jueces. La tradición en varios
de nuestros países ha tenido tendencia a admitir un cierto grado de
politización y partidización en el nombramiento de magistrados y
jueces. Se consideraba más o menos aceptable que cada Gobierno
tuviese activa participación en el nombramiento de magistrados y
jueces. Si el partido en la oposición criticaba este proceder, una vez
llegado al poder continuaba con esta práctica execrable.

Los procesos de selección, nombramiento y promoción de


magistrados y jueces deberían a estar a cargo de órganos
independientes ajenos a los Poderes Legislativo y Ejecutivo, si lo que
pretendemos es establecer salvaguardias para garantizar la
independencia de magistrados y jueces y limitar las indebidas
interferencias políticas de los otros Poderes del Estado.

Debe reflexionarse profundamente en la composición ideal de


dicho órgano. Sobretodo si se decide admitir algún tipo de
participación de representantes de los otros Poderes del Estado. En

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todo caso, dicho órgano debe estar integrado, sino exclusivamente - lo
que sería lo ideal- por miembros del Poder Judicial, al menos sí
mayoritariamente por magistrados y jueces.

Por ejemplo, actualmente en relación a Argentina, el Comité de


Derechos Humanos de las Naciones Unidas, durante su nonagésimo
octavo período de sesiones, el 22 de marzo de 2010, ( véase
documento CCPR/C/ARG/4), en sus Observaciones Finales, punto 10,
recuerda el principio contenido en el articulo 114 de la Constitución y
recomienda “ tomar medidas con miras a hacer efectivo el equilibrio
previsto en el precepto constitucional en la composición del Consejo de
la Magistratura, evitando situaciones de control del Ejecutivo sobre
este órgano.”

Igualmente importante es que los magistrados y jueces sean


seleccionados, nombrados y promovidos o ascendidos, de conformidad
con criterios objetivos fijados con anterioridad. Dichos criterios deben
incluir la integridad y honestidad personal; las cualidades morales;
profesionalismo; habilidades específicas y competencia demostrada.
Uno de los objetivos que me he impuesto en el ejercicio de mi mandato
es el de contribuir a que los jueces y magistrados sean nombrados y
promovidos a través de mecanismos objetivos de evaluación de sus
méritos y calidades personales y profesionales y a través de concursos
públicos de oposición abiertos y transparentes. Debemos impedir que
la clase política continúe manipulando estos procesos en función de
intereses impropios al Poder Judicial.

Un importante instrumento de estos procesos de selección,


nombramiento y promoción pueden estar constituidos por concursos
públicos de oposición, escritos y orales. La selección, nombramiento y
promoción de los magistrados debe realizarse a través de un
procedimiento transparente que garantice la objetividad,
independencia, imparcialidad y transparencia del proceso, que debe
basarse en criterios objetivos previa y claramente determinados,
basados en la idoneidad, probidad y antecedentes personales,
académicos y profesionales de los postulantes a la magistratura.

Quisiera mencionar a este respecto, la labor desarrollada por mi


predecesor en la Relatoría Especial, el Dr. Leandro Despouy, respecto
al nombramiento, en 2005, de los magistrados de la Corte Suprema
de Justicia del Ecuador, el mismo que se realizó siguiendo las
recomendaciones que él había formulado y al establecimiento previo
de criterios objetivos de selección de los postulantes en orden a
garantizar su independencia, competencia e integridad.

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En dicha ocasión, no solamente se garantizó la transparencia de
los procesos de selección y nombramiento, sino que además se
celebraron las primeras audiencias públicas de examen de los
postulantes en la historia del Ecuador, en las que pudieron examinarse
de manera abierta los antecedentes, el perfil, los conocimientos y las
habilidades de los candidatos. Fue un buen ejemplo de lo que hoy se
denomina “mejores prácticas” o “prácticas idóneas”. (Véase al
respecto el documento de las Naciones Unidas A/HRC/11/41, párrafo
32).

Un cuarto elemento de particular importancia para la


Independencia Judicial concierne a la titularidad y la inamovilidad de
los magistrados y jueces. El requisito de la independencia se refiere
también a las garantías necesarias para asegurar su estabilidad en el
cargo sin estar sujeto a presiones sobre una posible remoción hasta la
expiración de su mandato o su jubilación o retiro. Los magistrados y
jueces sólo deben ser destituidos por razones de falta grave, mala
conducta o incompetencia manifiesta y siempre de conformidad con
procedimientos equitativos que garanticen la imparcialidad y
objetividad (Véase a este respecto las comunicaciones ante el Comité
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas DU No. 814/1998,
Pastukhov versus Belarus, § 7.3 y No. 933/2000, Mundyo Busyo y otros
con DRC, § 5.2).

Atentan contra la Independencia Judicial la corta duración del


mandato de los magistrados y jueces en algunos países y el requisito
de que autoridades del Poder Ejecutivo deben confirmar
periódicamente su nombramiento. Recientemente, durante mi primera
visita en misión oficial, observé en Colombia que el mandato de los
magistrados de las cuatro Altas Cortes con que cuenta aquel país (la
Corte Constitucional; la Corte Suprema de Justicia; el Consejo Superior
de la Judicatura y el Consejo de Estado) está limitado a un máximo de
ocho años. Ello puede posibilitar que magistrados que se retiren
después de servir ocho años se encuentren todavía en edad de
trabajar y deban buscar trabajo ante el principal empleador, que no es
otro que el Estado.

El nombramiento de jueces para mandatos de corta duración y el


nombramiento de magistrados y jueces de carácter temporal debilita
el sistema judicial y afecta a la independencia y al desarrollo
profesional de los jueces.

Independientemente de que el nombramiento de un juez sea de


duración indefinida, es decir, un nombramiento de carácter
permanente, o sea por un período limitado, es fundamental que la
permanencia en su cargo se garantice mediante la inamovilidad del

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juez durante el período para el que ha sido nombrado. La inamovilidad
de los jueces es uno de los pilares fundamentales de la Independencia
Judicial.

Por supuesto, la aplicación de este principio no afecta la posible


aplicación eventual de medidas disciplinarias. Inamovilidad no es
impunidad. Estas medidas pueden incluir la suspensión temporal del
ejercicio de sus funciones y llegar incluso a la separación del cargo y a
la destitución. De todos modos, la ley debe precisar de manera
detallada las infracciones que pueden dar lugar a la imposición de
medidas disciplinarias contra los magistrados y jueces, estableciendo
también la gravedad de la infracción y precisando el tipo de medida
disciplinaria que se aplicará en cada caso. Estas medidas disciplinarias
deben ser proporcionales a la gravedad de la infracción cometida.

En este contexto, la revisión por una instancia judicial superior


de una decisión adoptada por un juez, la revocación de tal decisión en
apelación, o la simple comisión involuntaria de un error judicial
sustantivo o de procedimiento, no deben ser motivo para su
separación del cargo.

En quinto lugar, la ley debe garantizar adecuadamente la


seguridad de los magistrados y jueces, principio también consagrado
en los Principios Básicos relativos a la Independencia de la Judicatura,
adoptados por el Séptimo Congreso de las Naciones Unidas sobre
Prevención del delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en
Milán en agosto de 1985. Le compete al Poder Ejecutivo garantizar la
seguridad y la protección física de los magistrados, de los jueces y de
sus familias, en todo momento. En su Observación General No. 32,
párrafo 19, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas
afirmó que es necesario proteger a los jueces contra la intimidación y
los conflictos de intereses.

Sin embargo, durante los ocho meses que llevo ejerciendo mi


mandato de Relatora Especial he podido comprobar, con pesar, que
muchas veces los esfuerzos de las autoridades del Poder Ejecutivo han
resultado inadecuados para responder a los ataques y amenazas y
proteger adecuadamente a jueces y magistrados. Si bien en ocasiones
se brinda a magistrados y jueces amenazados escolta policial durante
veinticuatro horas o vehículos blindados para su desplazamiento, en la
mayoría de ocasiones la seguridad se limita a proporcionarles un
teléfono celular o brindarles algunos consejos de seguridad básicos,
como el de cambiar de itinerario o recorrido cada día o modificar sus
hábitos. Y ello incluso en casos en que las amenazas han sido
denunciadas.

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En la trinchera de la defensa de la seguridad del juez de menor
nivel que se encuentre en la región más remota, estaremos
defendiendo la Independencia Judicial. No debemos cesar en nuestro
empeño de subrayar la importancia de que se adopten medidas
preventivas efectivas y eficaces de seguridad para mejorar la
protección de los magistrados y jueces, en particular de los que se
encuentran instruyendo o investigando causas relacionadas con el
terrorismo, la subversión, los crímenes de lesa humanidad, violaciones
a los derechos humanos, la delincuencia organizada o la corrupción.

Señoras y señores:

Quiero aún referirme a la formación de magistrados y jueces en


Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

He dedicado buena parte de mi primer informe temático, que el


Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas examinará a
comienzos de junio, a subrayar la importancia de una formación
continua para los magistrados, jueces, fiscales, procuradores,
defensores públicos y abogados en los principios y normas del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y en su posible aplicación a los
casos nacionales sometidos a los tribunales internos. Una formación
continua está estrechamente vinculada a asegurar, no solamente una
mayor capacitación, sino una mayor independencia institucional del
poder judicial.

La gran mayoría de nuestras Constituciones reconocen la


incorporación del derecho internacional al derecho interno, y la
primacía de las normas del derecho internacional de los derechos
humanos. Es importante que nuestros magistrados y jueces tengan
conocimiento de este cuerpo jurídico internacional para aplicarlo en los
casos nacionales como también deben aplicar las normas
constitucionales.

Debemos reconocer que todavía muchos de nuestros


magistrados y jueces continúan atados a un pensamiento judicial
tradicional, demasiado preocupado con la aplicación de códigos
procesales y leyes orgánicas; demasiado formalista en la valoración de
las pruebas; muy apegado a una interpretación literal de la legislación.
Y sin considerar, muchas veces, las consecuencias económicas y
sociales de sus decisiones.

Como dijo el Doctor Ricardo Recondo en una reciente entrevista:


"El juez debe ser independiente del poder político, del poder
económico; debe tener independencia interna y debe ser
independiente de sí mismo, de sus propios prejuicios y valores".

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Quiero destacar igualmente, porque lo estimo sumamente
necesario, la importancia de la ética. Nosotros, como
representantes de los magistrados y de los jueces, debemos también
reconocer la importancia que hemos venido adquiriendo en nuestros
países conforme la democracia y el Estado de Derecho se han venido
construyendo y consolidando. Hoy desempeñamos un papel esencial
en los nuevos Estados democráticos y de Derecho que constituyen
nuestras Repúblicas. Ello nos confiere una gran responsabilidad: La de
reforzar nuestra integridad, nuestra honestidad, y revalorizar el papel
y la importancia de la ética en nuestro trabajo cotidiano y en la
formación, inicial y continua, de los magistrados y jueces.

Debemos también tener presente que las expectativas y las


exigencias de la sociedad respecto a nuestro papel, y en general,
respecto a todos los servicios públicos y todas las instituciones del
Estado se han incrementado en los últimos años. El componente
jurisdiccional del Estado tiende a ganar importancia. El papel del juez
como controlador de la legalidad, como árbitro de conflictos y como
ejecutor de la ley se ha acrecentado. También han aumentado las
expectativas de los distintos sectores económicos y sociales y la
observación permanente de la prensa y los medios de comunicación.

La exigencia por la Independencia Judicial proviene tanto del


mayor desarrollo de nuestras democracias, de las necesidades de
economías sociales de mercado eficientes, pero también de la
necesidad de asegurar el pleno respeto y goce de los derechos
humanos. Magistrados y jueces debemos estar a la altura de nuestras
elevadas funciones y de las nuevas exigencias que la sociedad nos
impone.

Sólo reforzando nuestra preparación, especialmente en el área


del derecho internacional de los derechos humanos, y la ética de
nuestro comportamiento nos haremos merecedores a la confianza de
nuestras sociedades. Un dato sociológico es que algunas encuestas
entre el público siguen dando escasa valoración al prestigio y a la
autoridad moral de nuestras instituciones. En algunos países hay un
alto nivel de malestar con la justicia, considerándola a veces lenta; en
ocasiones amiga del poder; e incluso falta del coraje suficiente para
aplicar imparcialmente la ley, y aun, corrupta.

En este aspecto de fortalecimiento ético he observado sin


embargo avances positivos. En los Estados Unidos Mexicanos, por
ejemplo, se ha establecido una Comisión Nacional de Ética Judicial y
se ha creado un Instituto de Promoción y Difusión de la Ética Judicial.

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Espero que estas nuevas instituciones cumplan plenamente sus
objetivos.

Quisiera ahora, señoras y señores magistrados, compartir con


ustedes algunas observaciones sobre la situación real en la Región
Latinoamericana.

Lamentablemente, durante los ocho meses que ejerzo mi


Relatoría Especial, he podido apreciar que muchas veces la situación
real, incluso en América Latina, no se compadece con los principios
señalados. Si bien durante los últimos veinte años, la Región ha dado
importantes pasos y realizado significativos progresos en la
construcción de la democracia y del Estado de Derecho, pueden
todavía percibirse, y en ocasiones con mayor y mayor frecuencia,
ataques contra la Independencia Judicial y contra la independencia e
imparcialidad de magistrados, jueces, procuradores, fiscales,
defensores públicos y abogados.

Todos los Estados deben garantizar la Independencia Judicial,


proclamarla en la Constitución Política y asegurar legislativamente su
respeto. Las decisiones de los tribunales y jueces deben ser respetadas
y acatadas, sin formularse comentarios que pongan en duda la
integridad, la competencia o la imparcialidad del juez. Sin embargo,
puede percibirse hoy un mayor recurso por parte de autoridades de los
Poderes Legislativo y Ejecutivo, e incluso a veces de las más altas
autoridades del Estado, a criticar, deslegitimar y descalificar
resoluciones judiciales, incluso en la prensa o en discursos oficiales,
cuando no son del gusto del Poder. Ello no solamente deslegitimiza la
importante función judicial sino que desacredita, ante los ojos del
pueblo, al Poder Judicial y a sus jueces y magistrados. Se concretiza así
un artero ataque contra una de las instituciones fundamentales del
Estado.

Como Relatora Especial recibo alegaciones, no hechos


debidamente comprobados. Debo en consecuencia valorarlos como lo
que son, alegaciones. Si reúnen determinados requisitos de
verosimilitud y admisibilidad, las transmito a conocimiento de los
gobiernos respectivos, para que me brinden información al respecto. Y
después de un minucioso examen arribo a una conclusión.

He recibido alegaciones de actos de intimidación y seguimiento


policial contra una jueza por parte de autoridades de un Gobierno de la
Región por haber firmado una medida cautelar que aplazó el despido
de un alto funcionario de una entidad autónoma. El fallo judicial tuvo
implicaciones económicas y financieras durante varios meses. La jueza
fue denunciada por fraude procesal. Dos meses después, funcionarios

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gubernamentales la denunciaron también por los delitos de
prevaricato y abuso de autoridad. Se afirma que se trata de hechos de
naturaleza meramente política y que la acción de amparo en la que
intervino esta Jueza había sido promovida por legisladores de la
oposición. Se afirma también que la presentación de recursos
judiciales no puede confundirse con supuestas intromisiones del poder
político sino que obedecen a la simple defensa de los intereses
públicos. Pero debemos estar atentos y vigilantes cada vez que se
interpone una denuncia penal contra un juez o magistrado, alegándose
abuso de autoridad, exceso de funciones o atribuciones, fraude
procesal o aun prevaricato.

He recibido alegaciones que en algunos países pretende


reformarse el estatuto de los jueces, modificándose las leyes orgánicas
que regulan al Poder Judicial o a sus Consejos de la Magistratura o de
la Judicatura. Se pretende, por ejemplo, someter a los magistrados y
jueces, periódicamente, a pruebas de idoneidad y de conocimiento del
Derecho, con el objeto de separar de sus cargos a quienes no
aprueben dichos exámenes.

En otros países son los Poderes Legislativos los que promulgan


leyes autorizando al Poder Ejecutivo a nombrar los puestos acéfalos
del Poder Judicial, incluyendo de las Altas Cortes tales como la Corte
Constitucional, la Corte Suprema de Justicia o los Consejos de la
Judicatura.

Hay jueces procesados por prevaricato por haber ignorado leyes


de amnistía y pretendido investigar crímenes de lesa humanidad
amnistiados. Se alega el haberse infringido reglas preestablecidas.
Debemos estar atentos a que los jueces no resulten en situaciones de
indefensión.

En otros países, magistrados y jueces que asumieron una


posición contraria a golpes de Estado o golpes de fuerza estarían
sufriendo una serie de medidas de carácter discriminatorio, incluyendo
traslados forzosos. Se me ha informado que están utilizándose
procedimientos disciplinarios para intimidar la actuación independiente
de los magistrados.

En otros países, las máximas autoridades de la Fiscalía General o


de la Procuradora General han sido suspendidas provisionalmente con
el objeto de someterlas a investigación judicial por delitos de abuso de
autoridad y exceso de funciones. En ocasiones se trata de la
autorización de intercepciones telefónicas con el objeto de investigar
delitos o luchar contra la corrupción. A veces las máximas autoridades
del Ministerio Público consideran que son autoridades judiciales e

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interpretan que como tales pueden ordenar tales intercepciones y
escuchas.

También he recibido alegaciones de supuestas invocaciones


formuladas públicamente a las máximas autoridades judiciales de un
Estado para que cambien a un juez, lo desvinculen del conocimiento
de un caso, lo transfieran de manera forzosa o simplemente lo
sancionen. Estas intervenciones de gobiernos son indebidas y deben
ser rechazadas con la máxima energía en aras a preservar la
Independencia Judicial.

En otros casos los actos de intimidación contra magistrados y


jueces han ido aún más lejos. Como Relatora Especial estoy muy
preocupada por la situación de la Jueza María Lourdes Afiuni en la
República Bolivariana de Venezuela. El delito de dicha jueza, una
funcionaria de carrera con décadas de experiencia, fue aplicar una
recomendación del Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de
las Naciones Unidas. El Grupo de Trabajo había considerado que la
detención durante más de dos años de una persona con carácter
preventivo y sin ser juzgada, era arbitraria. La jueza Afiuni se limitó a
cambiar la medida prohibitiva de libertad por una medida de liberación
condicional bajo estrictas condiciones. Pero fue inmediatamente
arrestada y su Despacho Judicial fue ilegalmente allanado sin su
presencia. Máximas autoridades del Poder Ejecutivo pidieron
públicamente que se la condenase a la máxima pena, es decir a 30
años de prisión.

Hoy la Jueza Afiuni lleva ya más de cuatro meses siendo


mantenida en detención conjuntamente con prisioneras que ella había
condenado. He recibido alegaciones que habría incluso sufrido en la
prisión atentados contra su vida e integridad física, y que habría sido
rociada con gasolina en dos ocasiones por otras internas. He pedido al
Gobierno información urgente sobre estas alegaciones. Que todavía no
he recibido.

Señoras y señores Magistrados:

Lamentablemente en la Región, todavía muchos magistrados o


jueces son destituidos, cesados, suspendidos disciplinariamente o
trasladados por la simple razón que sus decisiones no son conformes a
los deseos del Gobierno o a intereses poderosos.

Pero si un juez es arbitrariamente detenido, el temor no será ya


solamente el del traslado involuntario o el de la destitución, sino el de
ser enviado a prisión. Y todavía, en muchos de nuestros países, la
condena a prisión no se limita a la privación de libertad, sino que

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implica, desgraciadamente en la práctica, una amenaza a la integridad
física e incluso a la vida.

Ninguna de las alegaciones que he referido tiene relación con la


República de Colombia, un país que he visitado recientemente en
misión oficial y debo informar de mi misión al Consejo de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas en junio próximo.

Por eso considero necesario formular una invocación para que


continuemos avanzando en el proceso de plasmar la Declaración de
Campeche en un instrumento internacional regional vinculante.
Debemos continuar progresando por la vía de elaborar un tratado
internacional Iberoamericano que consagre la Independencia Judicial y
la preserve de las amenazas actuales y futuras. Para tal efecto,
debemos sensibilizar a la mayor cantidad de nuestros Gobiernos e
intentar que representantes de los Ministerios de Justicia participen
activamente en nuestras reuniones orientadas a tal fin.

Debemos estar alertas y defendernos conjuntamente de todas


las presiones e intimidaciones que comprometen la Independencia
Judicial, particularmente aquellas que provienen de los otros Poderes
del Estado o de centros de poder económico o social. Esto es
particularmente grave cuando se trata del conocimiento judicial de
violaciones a los derechos humanos, aspecto básico sobre el cual
reposan nuestras democracias y nuestros Estados de Derecho.

Y para terminar quisiera decir, Señoras y Señores, con César


Vallejo, el gran poeta peruano:

“Hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

Muchas gracias.

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