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Agamben Giorgio - Homo Sacer (Scan)
Agamben Giorgio - Homo Sacer (Scan)
Vista en esta perspectiva, la leyenda kafkiana expone la for-
"ama para de la ley, en la que ésta se afirma con mas fuerza pre
‘Gsamente en el punto en que ya no prescribe nada, es decir
= como puro bando, E} campesino es entregado a la potencia de
Hla ley, porque ésta no exige nada de él, no le oriena mis que
su propia apertura. Segiin el esquema de la excepcién sobera-
© ma, la ley Je es aplicada desaplicandose, le mantiene en el mm-
bjto del bando abandonindole fuera de él. La puerta abiert,
B que s6lo a él esta destinada, le incluye excluyéndole y le &x-
_dhuye incluyéndole. ¥ ésta es precisamente la culminacién y la
de caminar sobre el haga en que Is imagen ha sido enterada. Si, por-
fe contato, es el jefe el que decide consagrarse, como sucedio en el
‘ako de Decio, ¥ no moete, no podié evar a cabo ningtin sto, si po
1
Biico ai privado.. 8,
Por qué constituye la supervivencia del devotus ina situa
«in tan embarazosa para la comunidad hasta et punto de obli-
zgarla al cumplimiento del complejo ritual cuyo sentido se tra-
ta precisamente de comprender? ;Cuil es la condicién de ese
‘cuerpo viviente que ya no pasece perenecer al mundo de los
16
vvivos? En un estudio ejemplar, Schilling ha observado que si el
= devotus superviviente queda excluido tanto del mundo profa-
|| no como del sagrado, se debe a que este hombre es sacer. No
| puede en ninggin caso ser restituide al mundo profano, porque
ha sido justamente su consagracién la que ha hecho que toda
4a comunidad haya podido escapar ala ira de los diasese (Schi-
ling, p. 956). Es en esta perspectiva en Ia que debemos consi
derar la funcion de la estatua, que ya hemos encontado en el
funus imaginarium del emperador y que parece unir en una
‘onstelacion Gnica el cuerpo del soberano y el del devorus
Sabemos que el signumr de siete pies de altura, del que ha-
bla Livio, no es otra cosa que el coloso- del devatus, es decir
su doble, que ocupa el lugar del cadaver ausente, en una es-
“ pecie de funeral per imagenemo, més precisamente, como eje-
cucion sustitutoria del voto que ha quedado incumplido. J. P
‘Vernant y Emile Benveniste han mostrado cuil es, en general,
la funcién det coloso: al atraer y far en si un doble que se en
* cuentra en condiciones anormales, -permite restablecer, entre
© el mundo de los vivos y el de los muertos relaciones correctas-
> (Verna, p. 229). La primera consecuencia de la muerte es, en
sigor, la de liberar a un ser vago y amenazante (Ia larva de los
“latinos, la psyche, el eidolon o el phisma de los griegos), que
‘yuelve con las apariencias del difunto a los lugares frecuenta-
dos por él y que no pertenece propiamente al mundo de los
vivos ni al de los muertos. El objetivo de los itos funerarios es
asegurar la ransformacién de ese ser incémodo e incieto en.
‘un antepasado amistoso y fuerte, que pertenece irrevocable
‘mente al mundo de los muertos y con el cual se mantienen te
laciones que se definen de manera ritual. La ausencia del ca
BE daver (0, en algunos casos, su mutilacion) puede, empero,
& impedir cl ordenado cumplimiento del rito funeratio; en estos
13505, un coloso puede, en determinadas condiciones, susttuir
al cadaver y permitr a celebracion de un funeral vicar,
roPero zqué le sucede al consageado que sobrevive? Aqui no.
se puede hablar de falta de cadaver en sentido propio, desde |
el momento en que ni siquiera ha habido muerte. Una ins-
cripeién hallada en Cirene nos informa, no obstante, de que el
coloso podia realizase incluso en vida de la persona a quien
estaba llamado a sustituir. La inseripcién lleva el texto del ju
ramento que habian de pronunciar en Tera, como garantla de
sus obligaciones recfprocas, los colonos que marchaban a Alri
cc los ciudadanos que permanecfan en la patria. En el mo=
‘mento de pronunciar el juramento, se fabricaban unos kolossof
de cera que eran arrojads a las llamas diciendo: «Que se de
rita y desaparezca el que sea infel a este juramento, él, su es-
tirpe y sus bienes-({bid, p. 222). El coloso no es, pues, un simn~
ple sustinuta del cadaver. Mas bien, dentro del complejo sistema
aque regula en el mundo clisico la relacion entre los vivos y los
muertos, representa, de forma andloga al cadaver, pero de ma-
rera mis inmediata y general, la parte de la persona viva que ©
se debe a la muerte y que, en cuanto ocupa amenazadoramente
el umbral enize los dos mundos, ha de ser separada del con-
texto normal de los vivos. Esta separacién tiene lugar de ordi-
nario en el momento de la muerte, por medio de los ritos fu
nerarios que recomponen la justarelacién entre vivos y muertos,
perturbada por el fillecimiento, No obstante, en determinadas
Docasiones no es la muerte la que perturba este orden, sino la
ausencia de ella, y la fabricacion del coloso se hace necesaria
para restablecerio.
Hasta que no se cumple el rto (que, como ha mostrado Vers
rel, no 5 tanto un funeral vieasio, como un cumplimiento sus-
Ututorio del voto: Versnel, p. 157), el devotus superviviente cs
lun ser paradojico que, aunque parece seguir llevando a cabo
tuna vida normal, se mueve, en realidad, en un umbral que no.
pertenece al mundo de los vivos ai al de los muertos: es un.
‘muerto viviente o un vivo que es, de hecho, una larva, el co-
ey
loso representa precisamente esa vida consagrada que ya se
habia separido virtualmente de él en el momento de la com:
> ‘sagracion,
5.5. Si volvemos ahora a considerar en esta perspectiva la vie
"da del bomo sacer, es posible asimilar su condicién a la de wn
“ devorus que ha sobrevivico, y para el cual no ¢s ya posible nin
guna explacién vicaria ni posibilidad alguna de ser sustiiido
“por un coloso. El cuerpo mismo cel homo sacer, en su concl-
Ein de insacrificable al que, sin embargo, se puede matar, es
la prenda viviente de su sujecién a un poder mortal, que no
‘onsiste, sin embargo, en el cumplimiento de un voto, sino que
fs absoluta © incondicionada. La vida sagrada es vids consa-
srada sin que sea posible ningin sacrifcio y mis alli de cual-
{quier cumplimiento, No es, pues, un azar que Macrobio, que
_ durante mucho tiempo ha sido consiclerado por los intéxpretes
como oscuro y corrompido (Sat, 3.7.6.) asimile al booio sacer
con las estatuas (Zanes) que en Grecia se consagraban a Jip-
ter con el importe de las multas impuestas a los atletas peri
10s, ¥ que no eran otra cosa que los colosos de aquellos que
‘habian violado el juramento y se entregaban asi vicasiamente @
la justicia clivina Caimas... sacravoram bomintim, quos zanas
- Graeci vocand). En cuanto encama en su persona los elemen:
tos que son de ordinario distintos a la muerte, el boro sacer
por ast decrlo, una estatua viviente, el doble 0 el coloso de si
+ mismo. Tanto en el cuerpo del consagrado superviviente, co-
mo, de manera todavia mis incondicionadia, en el del bono sa-
Seer, el mundo antiguo se encuentra por primera vez frente a
una vida que, separindose en una doble exclusién del contes
© to real de las formas de vida tanto prafanas como religiosas, se
F define tan s6lo por haber entraclo en una simbiosis intima con
Ja muene, pero sin pertenecer todavia al mundo de os difsa-tos, Y es en la figura de esta vida sagradas donde hace su apa
ricién en el mundo occidental algo similar a una nuda vida. |
Es decisivo, sin embargo, que esa vida sagrada tenga desde ct
principio tn caricter eminentemente politico y exhiba un vinov-
fo esencial con el terreno en el que se funda el poder sobe-
5.6. El ito de la imagen en la apoteosis imperial romana de-
be ser considerado a la luz de lo anterior. Si el coloso repre
senta siempre, en el sentido que hemos visto, una vida consa-
‘grid a la muerte, esto significa que la muerte del emperador'
Ga pesar de la presencia del cadaver, cuyos restos son ritual-
mente inbumados) libera un suplemento de vida sagrada que,
‘como sucede con la de aquel que ha sobrevivido a la consa-
graci6n, es necesario neutralizar por medio de un coloso. Es
decir, todo se desarrolla como si el emperador tviera en si no |
dos cuerpos, sino dos vidas en un solo cuerpo: una vida natu
ral y una vida sagrada que, a pesar del rito funeral ordinario,
sobrevive a la primera y que sOlo después del fiunus imagina
rium puede ser asumida en el cielo y divinizada. Lo que une
al devotus superviviente, al bomo sacer yal soberano en un.
sinico paradigma es que en todos estos casos nos encontramos
ante una nuda vida que ha sido separada de su contexto y que,’
al haber sobrevivido, por asi decislo, a la muerte, es, por eso
mismo, incompatible con el mundo humano. La vida sagrada
no puede habitar en ningiin caso en la ciudad de los hombres:
para el devotus superviviente, el funeral imaginario acta co-
mo cumplimiento sustitutorio del voto, que restituye al indivi-
duo a la vida normal; para el emperador, el doble funeral per
rite jar la vida sagrada que debe ser recogida y divinizada en:
Ja apoteosis; en el caso del homo sacer, por Ghimo, nos en-
contramos ante una nuda vida residual e irreducuible, que de-¢
10
bbe ser excluida y expuesta a la muerte como tal, sin que
{gin rito 0 ningon sacrificio puedan rescatarla
En Jos tres casos, la vida sagracla esta ligada, de alguna ma
nera, a una funci6n politica. Todo sucecle como si el poder a
[premo ~que, como hemos visto, es siempre vitae mecisguue po-
lestas y se funda siempre en el hecho de aislar una viea a la
‘que puede darse muerte pero que no es Sacrificable~ llevara
‘consigo, por una singular simetia, la asuncién de wna tal vida
‘en la persona misma de quien ostenta aquel poder. Y si, en ef
caso del devotus que ha sobrevivide a su promesa, es la mier-
te fallida la que libera esa vida sagrada, en el caso del sobera
‘no es la muerte la que revela el excedente que como tal pase
ce inherente al poder supremo, como si éste no fuera otra cos
{en Gitimo término que ia capacidad de constituirse a sf mismo
.yde constituira los otros como vida a la que puede dase muer-
fe pero no sacrificar
Con respecto a la interpretacion de Kantorowiez y Giesey, la
‘doctrna de los dos cuerpos del rey aparece ahora bajo wna luz
diversa y menos inocua. En efecto, a partir del momento en
que ya no es posible poner entse paréntesis su relacién con la
consagracién imperial pagana, es el sentido mismo de la te0-
tia lo que cambia radicalmente. £1 cuerpo poltico dll rey (que,
‘en palabras de Plowden, -no puede ser visto ni tocado- y, «pri-
vyado de infancia y de vejez y de todos los demis defectos a
= que esté sujeto el cuerpo natursl, magnifica el cuespo mortal
§uniéndose a é1) deriva, en itima instancia, del colaso del em-
perador; pero, precisamente por eso, no puede sepresentar
| splemente (como pensaban Kantorowicz y Giesey), la conti-
auidad del poder soberano, sino también y sobre todo el
excedente de vida sagrada del emperador que, por medio de
+ la imagen, es aislada y asumida en el cielo en el rial coma
1, 0 transmitida al sucesor en el rita inglés 0 francés. Pero to-
do esto cambia el sentido de la metéfora del cuerpo politico:deja de sere simbolo de la perpetidad de ta dignity se
convene en la dl carcterabsoluo y no hurmano de a 0:
brani. Las formulas fe mort sat eof fe Rol ne meu fa
mats se enlenden de modo mucho més literal de lo que se
Suele pensar al muerte del soberan, la vida sagrada en qu
se fundaba su poder recae sobre la persona del sucesor. Las
dos formulas sigan laconinldad del poder soberano ao
Jo-en la medida en que expresan,a taves del oscuro vinci
on uoa vidn ala que se puede dar muerte pero que es Ins
Cieable, su earkler abso
Por es0 Bodin, el eoico mis agudo del soberania moder
ode een ta Gu, se astro
sala perpetual poder poltic, en referencia 43
Einleza absolut et pout eschbe en el sexo bro de
taRepablca-on dt en ce royane quel oy ne meu
Gui ext un proverbe ancien, qu monte bien que le eoyaume <4
te fut oneques elect quil ne tent son sceptre du Pape, yf
dearchevecque de Rheims, ay du peuple, ans de Dieu seul
{Boxkino p. 585)
Consttuye, por el contrario, un delito especial que (desde que:
a pamtir de Augusto, la nocion de maiestas se asocia cada vez
mds estrechamente a la persona del emperadon) es definido co-
‘mo crimen laesae maiestatis. Desde nuestro punto de vist, no
imporez que el dar muerte bomo sacer pueda set consideracle
‘como menos que homicidio, yal soberano como mas que ho:
micidio: lo esencial es que, en los cos casos, el hecho de mma
tara un hombre no se inciuye dentro del géneto del hin
dio, Cuando, todavia en carta consttucional de Cartes Albert
de Saboya, leemos que sla persona del soberano es sige
‘eviolables, sentimos resonar en esta singular adjetivacivin un
eco de la sacralidad de la vida del bonto sacer.
Pero también la otra caracteristica que define la vils cel be
‘mo sacer, su insacrificabilidad en las formas previstas por cl si
‘0 0 por la ley, se da puntualmente en relacion con la passer
del soberano. Michael Walzer ha observada que, en lt vision
de los contemporiineos, la enormidadl de la ruptura «js in
a la muerte de Luis XVI el 25 de enero de 1793, no cansisivs
tanto en el hecho de que se diera muerte al monana, 1K
en la circunstancia de que fuera sometido a proceso y ast
tiado en cumplimiento de una condena a la pena capital (Wil
2et, pp, 184-85). En las constituciones madernas sobe-vive ti
ddavia una huella seculasizada de la insacrificabilidal ee kt vila
del soberano, en el principio segiin el cual el jefe cel Katinks
‘80 puede ser sometido 2 un proceso judicial ordinarie, Fi la
Constitucién norteamericana, por ejemplo, el impeat hist
implica un juicio especial del Senado presidido por el «hivj
Jstice, que solo puede ser celebradlo por bigh crimes cl itis
5.7. Sila simetria entre el euerpo del soberano y el del bo-
mo sacer, que hemos tratado hasta aqui de ilustrar, corres-
ponde a la verdad, nos seri posible encontrar auevas analo-
gias y correspondencias entre la condicion juridico-poltica de 48
estos dos cuerpos tan distantes en apariencia. Una primera ¢
el acto de matar al soberano. Sabemos que el matar al Bomo
Sacer no consttuye homiciio (parriidt non damnatur). Pues ‘demeanors y cuya consecuencia es tinicamente la depen in
bien, no hay ningin ordenamientojuridico (incluso aquellos: el cargo y no una pena judicial Los jacobinos que ri 1
en que el homicidio se castiga siempre con la pena capita en a4M¥i. durante las discusiones en la Convencion queriantann: le
el que el acto de dar muerte al soberano haya sido tipficado. ¥B4HF ma muerte al rey sn ms, sin necesiad de proceso sya
de forma permanente como un simple homicidio. Tal accién. 44486. taban llevando hasta cl limite, aunque probablemente sy lee
1m, tase cuenta, la fidelidad al principio de la insacrificabilidad de 3%
Ih vida sagrada, a quien cualquiera puede dar muerte sin co-
meter homicidio, pero que no puede ser sometida a las for-
mas establecidas de ejecucién,
[P-6 BLmanpo VEL LoRO
F611 Todo el carfeter del sacer esse muestra que no ha na~
+f ado sobre el suelo de un orden juridico establecido, sino que
se remonta hasta el periodo de la vida pre-social. Es un frag-
‘mento dle la vida primitiva de los pueblos indoeuropeos... La
[8 antigiedad germinica y la escandinava nos ofrecen mas alli
E de cualquier duda un hermano del homo saceren el basside
yel fuera de la ley (Wargus, vargr,el lobo, y, en sentido re-
“ligioso, el lobo sagrado, vargry veum). Lo que la antighedad
romana considera como una imposibilidad el matar al pros-
ito sin celebrar un juicio y al margen del derecho- fue una
realidad incontestable en la antigiiedad germanica: Jhering,
i usgata del bomo sacer al wargus, el hombre lobo, y el Friedlos*
Eiisin paz- del antiguo derecho germénico. El autor situaba de
testa forma la sacratio sobre e! felon de fondo de fa doctsina
Ue la Friedlosigheit,elaborada hacia la mitad del siglo XIX por
fl germanista Wilda, a euyo parecer el antiguo derecho ger-
fmanico st fundaba sobre el concepto de paz (Fried) y sobre la
Correspondiente exclusion de la comunidad det malhechor, que
Se convertia por eso en Friedlos, sin paz, y al que, como tal,
Cualquiera podia dar muerte sin cometer por ello homicidio,
También el bando medieval presenta caractersticas andlogas:
se podia dar muerte al banido"* (bannire idems est quod dice
‘re quiibet posst eum offendere. Cavalca, p. 42) 0 incluso se le
Ilegaba a considerar como ya muerto Cexbannitus ad mortem
ide sa civitate debet baberi pro moriuo: ibid, p. 50). Fuentes
‘germaanicas y anglosajonas subrayan esta condicién limite del
fanido definiéndole como hombre-lobo (wargus, wervol, lat
sganulpbus, de donde procede cl francés foup-garos), licantto-
po (lupo mannarc) Asila Ley Sélica y la Ley Ripuaria emplean
Fr formula wargus sit, boc est expulsus en un sentido que Fe
‘cuerda el sacer esto que sancionaba la posibilidad de dar suet-
te al hombre sagrado, y las leyes de Eduardo el Confesor Gl,
30.35) aman al banico wulfesheud Cliteralmente: cabeza de»
jbo) y Ie asimilan a un licéntropo (lypinum enim gertt caput
‘adie uilagationis suae, quod ab anglis wulfesheud vocal). Lo
{que iba a quedar en el inconsciente colectivo como un mons:
tuo hibrido, entre hombre y animal, dividido entre la selva y.
la ciudad ~el licantropo- es, pues, en su origen, la figura del
{que ha sido banido de a comunidad. El que sea llamado hom
Bre-tobo y no simplemente lobo Ceaput lupinums tiene Ia for
ma de una condicion jurdica) es algo decisivo en este punto:
fase nota Hl sf wader, pe. 25
ase oa If waueion, ag. 255,
1a vida del banido ~como la del hombre sagrado~ no es un
simple fragmento de naturaleza animal sin ninguna relacién
con el derecho y la ciudad; sino que es un umbral de tadife-
rencia y de paso entre el animal y el hombre, ka pbysisy el
‘mos, la exclusion y la inelusion: loup-garou, licintropo preci-
samente, 14 bombre ni bestia feroz, que habita parad6jicamente
tn ambos mundos sin pertentecer a ninguno de ellos,
62 Solo a exa luz adqulere su sentido propio el miologe
st hobbesano del coud de naturtess, Com ya hemos ws
Toc estado de naturaleza no es una epoca rel, romeo
mente anteior la undacion de fa Chad, sno Un principio
fem a sa, que aparece enel momen en que [a Ciudad
te considerada tanga disoita (algo sia, pes, s-
fade de encepcon). As, cuando FHobes finda Ta sobeanta
por medio de a tension al homo bom! Iups, es peso
Revert que el lobo es en este cas wn eco del teargisy de
Capua lupinum de as eyes de Elva el Confesor 0 si
plement fra besiay vis natural, sino os bien 2008 de
Eisner enve lo humano y lo animal, eéntzopo, hombre
gue ae taforma en lobo 7 lobo que se converte en hom
ie eB, hom acer a de rate
Sivestno no es uma condeton prejuriiea completamente
Indore al derecho de neha, sno la excepoin el
Umbra que consituyen ese derecho fabian en no ©
tanto ut guerra de fodos conta todos, cant, mas ec
mente, una condicion en que cada uno es patel ovo muda
ida yom saceren que cada uno es, ples, Wer, get
apa lupin Eta piicacion del hombre ext bei
tacon cel lobo son posbles en todo momento en el estado
deexcepci, on la dsolutio cla S60 este unbi, qUe
fo con la spe vida natural oa vida Soi, sno Tac
wrvida o Ia vida sagrada, es el presupuesto siempre presente y
operante de la soberania,
Contrariamente a todo lo que los modernos estamos habi-
tuados a representarnos como espacio de la politica en téemi-
nos de derechos del ciudadano, de libre voluntad y de contra
to social, slo la nuda vida es auténticamente politica desde e
punto de vista de la soberania. Por esto, en Hobbes, el funda-
mento del poder soberano no debe buscarse en la libre cesion,
por parte de los siibditos, de su derecho natural, sino mas bien
‘en la conservacion, por parte del soberano, de su derecho na-
tural de hacer cualquier cosa a cualquiera, que se presenta aho-
ra como derecho de castigar: Este es el fundamento ~escribe
Hobbes- de ese derecho de castigar que se ejerce cn todo Es-
taco, puesto que los subditos no han conferido este derecho
al soberano, sino que s6lo, al abandonar los propios, le han
dado el poder de usar el suyo de la manera que él crea opor-
tuna para la preservacion de todos; de forma, pues, que aquel
derecho no le fue dado, sino dejado, a él solo, y ~excluyendo
Jos limites fiados por la ley natural- en un modo tan comple:
to, como en el puro estado de naturaleza y de guerra de cada
‘uno contra el propio semejante> (Hobbes 2, p. 214).
‘A esta condicién particular del ius puniendi, que se conti
‘gura como una supervivencia del estado de naturaleza en el
corazon mismo del Estado, corresponde en los sUbditos la
facultad no ya de desobedecer, sino de resistir a Ta violencia
ejercitada sobre la propia persona, -porque no se supone que
ningin hombre esté obligado por un pacto a no resistir a la
violencia, y, en consecuencia, no puede suponerse que dé a
oteos un derecho 2 poner violentamente las manos sobre su
petsona- (ibid), La violencia soberana no se funda, en verdad,
sobre un pacto, sino sobre la inclusi6n exclusiva de la nuda
vida en el Estado. ¥, como el referente primero e inmediato ©
del poder soberano €s, en este sentido, esa vida a la que pue~
18
[de darse muerte pero que es insacrificable, vida que tiene su
paradigma en el homo sacer, asi, en la persona del soberano,
@l licintropo, el hombre lobo para el hombre, habia establ
"> mente en la. ciudad.
En el Bisclavert, uno de fos mis bellos dais ce Maria de Francia, se
exponen con extreordinara vivezs la paricularnaturaleza del licinsopo
como umbral de trinsto entre naurleza y poles, mundo animal y
mundo humano, ¥; al mismo dempo, su estrecha vinculacion cone
soberano, fai relta los hechos de un barbn que tene una rlacidin e
‘especial cercania con su rey (le sur semur eset privez, v.19), pero que
‘ada Semana, despoés de haber escondlo ss vestidoe bajo una pie,
se censforma durante ces dias en lobo (bisclaver) y vive en el bosque,
eas presas y de la pina (a plus expés de fa gaudin’ self de pre @
de ravi). La mejer, que soxpecha algo, consiguearrncie a confesion,
de esta vida secretay le convence para que le revele donde escont: los
‘vestidos, aunque sepe que, alos perieseo fuer sorprendio en el acto
de ponérselos, se converisa para siempre en lobo (Bar si es ens por
ue /e de coo feusse aparceus flav: sere a hz jour), Sleviadese
de un coe
tides del escondaio y el barn se convert pars siempre en lcntiopo.
ice, que se conver en su amante, 4 mujer se eva los
‘sencial es en este cao Ia circunstnci, ya atetiquads en Plinio en Is
leyenda de Anus (Wat. 8, VID, del caricter temporal de la metamor
fosis, igado a la posblidad de despojarse o de recuperar @ exconclidae
su apariencia humana, La transformacion en licintropa cosesponde per
fetamente al exado de excepcién, en el ve mientras se martien® a di
racion (pecesaviamente limitada) la ciudad se cisueve los hombees en
tran en una zona de indstincién con las fers, Se encients denis en
sta historia la necesidad de cumplimensar formalidaces paniculares que
rmarcan el ingreso en fa 2004 de indfereacia, ola slica de el, entre lo
ninal y lo humnano (que se cortesponde con la clara proelamacisn del
esado de excepcion, formalmente dstnto de la norms). También en et
folelorcontemporineo se atestigua esta necesied en los tes golpes que
19cllicéntropo que ests volviendo a ser hoabxe debe dar en la puerta dela
casa antes de que se le bra (Cuando Haman ala puesta la primera vez,
J mujer no debe abit. St aber, veria al mardo todavia enteramenteIo-
bo, y éste I devorara hia para siempre al bosque. Cuando golpean
por segunda ver, la mujer no debe abrir todavia: le veria con el cuerpo
‘eansformado ya en hombre, pero con cabeza de lobo Slo cuando sel
‘ma a la puerta por tercea vez se abrir, porque entonces se han trans
formad del todo: he desaparecid el labo y respasecido e} hombre de
antes: Lev, pp. 1065)
La partici proximidad ene home lobo y soberano también se vue
‘yea encontrar en a continuaclén de aque lato. Ua aa (ast lo cuenta el
Ja ol rey va de caza al bosque donde vive Bisclaver y la walla de pe
rros descubre inmediatament al hombre lobo. Pero nada mis ver al so-
berano, Biselavert corte hacia él y se afeea a su estbo, lamiéndle las
piernas y los pes como sl implorase plead. El rey, maravilado por la hu
manidad dela fera Cesta fera tiene sentido e lnteligencia /.. Daréa la
besa mi paz /y por hoy ya no cazaré mis), Sela leva a fa come a vivie
con él, y en ela se hacen inseparable, Sigu el inevitable encuentro con
la antigua expose y el cago de la mujer. Bs importante que al final, cuan-
co Biscaver: vucive a convertise en hombre, el hecho tenga lugar en la
cama del soberano.
1a proxlmidad ene trano y hombre lobo se encuentra también en la
-eqalicaplatboica (S65d), donde la transformacién det protector en te
ano se vinculs al mito arcidico de Zeus Liceo: Pero nde comienza
la transformacién del protector en tirana? .No es clazo que se produce
‘cuando empleza a hacer aquello que se cuenta en la fabula del remplo
de Zeus Lceo en Ascade.. EL que hs gustado de entrafas ismanas, des”
‘menvzadas junto con as de las otras vicimas, fatalmente queda conver
Lido en lobo... ¥ asf cuando el efe del demes, contando con una mule
tad totalmente déei, no sabe abstenesse dela sangre de los hombres
Ce ai trba,.. No sek necesario que perezca necesaramente 2 manos de
ss enemigos, o bien que e haga tireno y que de hombre se wansforme
en fod0%
0
“ winsito permanente entre el hombre y la bestia, la natu
63. Ha llegado, pues, el momento de volver a leer desce el
principio todo el mito de la fundacién de la ciudad moderna,
de Hobbes 2 Rousseau. Bl estado de naturaleza es, en verdad,
un estado de excepcién, en el que la ciudad aparece por un
instante (que €s, a la vez, intervalo cronolégico y moment in:
E> temporal) tanquam dissoluta. Asi pues, la fundacion 10 es un
Acontecimiento que tenga lugar de una vez para todas it illo
_ tempore, sino que opera continuamente en el estado civil en la
forma de la decision soberana. Esta, por otra paste, se refiere
‘inmediatamentea la via (y no a la libre voluatal) de los cit
dadanos, que aparece, pues, como el elemento politico ori
natio, el Urphdromenon de la politica: pero esta vida no es
simplemente la vida natural reproductiva, la 20€de los griegos,
nitel bfos, una forma de vida cualificada; es més bien la nuda
vida det bomo sacery del wargus, zona de incliferencia y de
ya cultura 7
Por esto la tesis, enunciada en el plano logico-formal al final
«de la primera parte, segiin la cual la relaci6n politico-jusfdica
‘originaria es el bando, no es sélo una tesis sobre la estructura
formal de la soberania, sino que tiene un carieter sustancial,
porque aquello que el bando mantiene unidos son preciss:
mente la nuda vida y el poder soberano. Es preciso despedir:
se sin reservas todas las representaciones del acto politico or-
nario que consideran a éste como un contrato 0 una convencién
que sella de manera precisa y defintiva el paso de la naturs
leza al Estado. En lugar de ello, 1o que hay aqui es una zona,
de indeterminacién mucho més compleja entre némos y phy-
«sis en que el vinculo estatal, al revestir Ia forma de bando, es
2 siempre, por es mismo, no estatalidad y seuconatusaleza,
¥y la naturaleza se presenta siempre como néios y estado de
lexcepci6n. La errada comprensi6n del mitologema hobbesia-
10 en términos de contratoy na de banda ba supwesto la con-dena a la impotencia de la democracia cada vez que se wata-
ba de afrontar el problema del poder soberano y, al mismo
tempo, la ha hecho constiutivamente incapaz de pensar ver-
daderamente una politica no estatal en la modernidad.
La relacion de abandono es tan ambigua que nada es més
dificil que desligarse de ella. £I bando es esencialmente et po-
der de entregar algo a si mismo, es decir el poder de mante-
nerse en relacién con un presupuesto que esti fuera de toda
relacion, Lo que ha sido puesto en bando es entregado 2 la pro-
pia separaci6n y, al mismo tiempo, consignado a la merced de
quien lo abandona, excluido e incluido, apartado y apresado =
la vez, La ateja discusién en la historiografia juridica entre los
que conciben el exilio como una pena y los que lo consideran,
por el contratio, como un derecho y un refugio (ya a finales de
la repablica Cicer6n piensa el exilio en contraposicin a la pe:
‘a: exiltum enim non supplicium est, sed perfugium portusque
supplictt, Pro Caec., 34) tiene su raz en esa ambigiledad del
bando soberano. Tanto en Grecia como en Roma, los testimo-
nios més antiguos muestran que ms original que la oposicién
enire derecho y pena es la condicion, «no cualificada ni como
ejercicio de un derecho ni como situacion penale (Csif® 2, p.
11, de quien va al exilio a consecuencia de la comisién de un
hhomicidio 0 de la pérdida de la ciudadania al converse en clue
dadano de una civitas foederata que goza del fus exit
Esta zona de indiferencia, en que la vida del exiliado o del
aqua et ign imtertictus limita con la del bomo sacer, a quien se
puede matar pero que es insacriicable, sella la celaci6n politica
‘riginaria, ms original que la oposici6n schmittiana entre arni-
20 Y enemigo, entre conciudadano y extranjero, Hl extrftamiento
iutidico-religioso estrarieta) de aquél sobre quien pesa el ban-
do soberano es mds intimo y germinal que la condicién de ex-
‘wahamiento territorial Gestraneit2) del extranjero (si es licto de-
sarrollar de este modo la oposicién que establece Festo entre
va
extrarius, es decir qui extra focus sacrament issue sty ex
Iranews, €s decir ex altera terra, quasi exterraneus)
De esa forma se hace comprensible Ia ambigledad semantien
‘ya sefalada por lz cual las locuciones italianas in baado», «4 ba
‘dono signfican originariamente tanto a la merced de (a la mer-
cé di) como a voluntad propia, a discreccién libremente (a pro-
pio talento, liberamente-), como en la expresion -correse a
bandonos y banido Gbandito-) tiene a la vez el valor de ex-
cluido, puesto en bando escluso, messo al bande») y el de
abierto a todos, libre (aperto a tut, iberor, como en mesa li
bre ~-mensa bandita— 0 a rienda suelta ~a redina bancita--). EL
bando es propiamente la fuerza, a la vez atractiva y sepulsiva,
que lige los dos polos de la excepeién soberana: la nud viel
yeel poder, el Boma sacery el soberano. Y s6lo por esta razén
puede significar tanto I ensefia de la soberania (Bandum. quod
ostea appellasus futt Standardum, Guntfanonum, italice Con
{fatone, Muratoti, p. 42) como la expulsi6n de la comunidad.”
Is esta estructura de bando la que tenemos que aprender a
reconocer en las relaciones politicas y gn los espacios piiblicos
‘en los que todavia vivimos. Mas fatima que toda interioridad
J) mds externo que toda exterioridad es, en la ciudad, el coto we
‘dade por el bando (-bandita.) de Ia vida sagrada, Es el némos
soberano que condiciona cualquier otra norma, la espacializa
ci6n originaria que hace posible y que tige taca localizacisn y
toda territorializacion. ¥ si, en la modernidad, la vida se sitia
cada vez mis claramente en el centro de la politica esata (com
verti, en los términos de Foucault, en biopolitiea), si, en nues-
{ro tiempo, en un sentido particular pero realisimo, todos los
‘ludadanos se presentan virwalmente como bomsines sacri ello
“es posible s6lo porque la relacién de bande ha constitice des.
de el origen la estructura propia del poder soberano,
+ Vease now Ua J wade, pe. 5naa
Si el elemento politico originario es la vida sagrada, resulta,
comprensible que Bataille buscara la figura acabada de la so-
bberania en la vida aprehendida en Ja dimensién extrema de la
verte, del erotismo, de lo sagrado, del lao y, al mismo tiem
po, dejara impensado el nexo esencial que la amarra al poder
Soberano (-La souveraineté dont je parle ~escribe en el libro
homénimo concebido como tercera seccién de la Part matidt-
te- a peu de choses a voir avec celles des ftats, Bataille 1, p.
247). Lo que Bataille trata de pensar es, con toda evidencia, esa
‘misma nuda vida (0 vida sagrada) que, en la telacién de ban-
do, constiuye el referente inmediato de la soberania, y el hax
bet reivindicado la experiencia radical de ella es precisamente
Jo que hace que, a pesar de todo, su intento sea ejemplar Sk)
“4
E ‘guiendo en esto, sin darse cuenta de ello, el impulso que lle
© waa la modernidad a hacer de Ia vida en cuanto tal aquello
que se ventila eseacialmente en las luchas politica, ba tratado
de hacer valet la propia nuda vida como figura soberana ms,
en lugar de reconocer su cardcter eminentemente politico (©
smis bien, biopolitico), inscribe la experiencia de ella, por una
parte en la esfera de lo sagrado, que entiende erroneamente
segtin los esquemas dominantes en la antropologia de su em
poy tomados de su amigo Caillois, como originariamente am-
bivalente, puro e iamundo, repugnante yfescinador,y, por otra,
en a intesoridad del sujeto, a quien tal experiencia se le ofve-
ce siempre en instantes privilegiados y milagrosos. En ambos
cass, en el sacilicio ritual como en el exceso individu, la vi
da soberana se define para é! por medio de la transgresion ins
-tantinea de la prohibicién de mata
De este modo, Bataille confunde desde el primer momento
el.euerpo polico del hombre sagrado, expueso absolutamente
aque se le mate pero que es también absolutamente insuei-
cable, que se inscribe en la logica de la excepcién, con el pres-
tigio del cuerpo sacrificial, definico de manera diversa por la
Jogica de la transgresion. Si comresponde a Bataille el mérito de
huber vuelto a sacar a la luz, aunque fuera de manera incons-
lente, el nexo entre nuda vida y soberana, la vida queda en
completamente apresada en el circulo ambiguo de lo sagra-
do, Por exe camino no era posible otra cosa que la repeticion,
real o en forma de farsa, del bando soberano, y se comprende
bien que Benjamin llegara a estigmatizar (segin el testimonio
| de Klossowski) las investigaciones del grupo de Acépbale con
‘una formula perentoria: Vous travaillez pour le fascism.
Y¥ no es que Bataille no aisbe la insufciencia del saciiio
siel que éste sea, en Gltima instancia, una omediae (dans Je
sacrifice, le saciflant sidentie a animal feyppe de mom. Aine
simeurtil en se voyant mourt, et, méme, en quelque sone,ppar sa propre volonté, de coeur avec Varme du sactifice. Mais
Cest une comédiel: Bataille 2, p. 336); pero de lo que no con-
sigue dar cuenta (como muestra la fascinacién que sobre él -
ejercian las imagenes det chino martirizado, que comenta am- |
pliamente en Les larmes d’Bras) es de la nuda vida cel bomo
sacer, que el aparejo conceptual del sacrificio y del erotismo
no consigue apurar.
Hay que atribuir a Jean-Luc Nancy el mésito de haber pues-
to de manifiesto la ambigiedad del pensamiento de Bataille so-
‘be el sacrifcio y haber afiemado decididamente, frente a toda
tentacion sacrificial, el concepto de una vexistencia insacrifica-
bles, Pero, en el caso de que nuestro anilisis del bomo sacer
haya dado en el blanco, la definici6n que offece Bataille de la
soberania mediante la transgresin resulta inadecuada com res-
ecto a la realidad de esa vida que esté expuesta a la muerte
cn el bando soberano; como insufiente es asimismo el con
ccepto de -insacrificable- para explicar la violencia que esti en!
juego en la biopolitica moderna, El bomo saceres, en elect,
insacrificable, y, sin embargo, cualquiera puede matarle, La di-
imensién de la nuda vida que constituye el referente de la vio-
Tencia soberana, es mas originaria que la oposici6n sacrfica- 1
puede definise por completo mediante el par conceptual ido- 7
reidad para el sacrificio/inmolacién en las formas prescritas
por el ritual (que, en las sociedades que conocian el sactifcio,
ho tiene nada de oscuro). En la modernidad, el principio de la.
sacral de I vida se bn emancipado as por completo de
yy no la del sacrificio Cy de aqui la insuficiencia de las desmiti-
ficaciones, por justas que sean, propuestas hoy desde muchos
lados, de la ideologia sacifical). Lo que ahora tenemos ante
‘nuestros ojos es, en rigor, una vida que est expuesta como tal
6
| nueva soberania biopolitica y, com¢
‘una violencia sin precedentes, pero que se manifiesta en las
formas mis profanas y banales. Nuestro tiempo es aquél en el
que un fin de semana festivo produce mas vietimas en las a
topistas europeas que una campaia bélica; mas hablar, en se
lacién con esto, de una ssacralidad de! “garde-ral’+ es, obvia-
mente, s6lo una antifrasis (La Cecla, p. 115).
Desde este punto de vista, el haber pretendido restituir al ex-
terminio de los jucios un aura sacrificial mediante el término
sholocausto- ¢s una ieresponsable ceguers historiogrifica. El ju-
dio bajo el nazismo es el referente negativo privilegiaclo de la
tal, un caso flagrante de
omo sacer, en el sentido de una vida a la que se puede dar
‘muerte pero que es insacrificable. HI matarios no constiuye, por
50, como veremos, a ejecueién de una pena capital ni un st-
cifci, sino tan s6lo la actualizacién de una simple posibilidad
de recibir la muerte que es inherente a la condicién de jucfo
como tal. La verdad dificil de aceptar para las propias vicimas,
pero que, con todo, debemos tener el valor de no cubyir con
velos sacrificiales, es que los judios no fueron exterminadlas en
el transcurso de un delirante ¥ gigantesco holocausto, sino, ic
“teralmente, tal como Hitler habia anunciado, como piojos., es
decir como nuda vida. La dimensién en que el exterminio two
lugar no es la religion ni el derecho, sino la biopolitca
Si es verdad que la figura que nuestro tiempo nos propone
es la de una vida insactficable, pero que se ha convertido en.
eliminable en una medida inaudita, la nuda vida del bomo sa-
er nos conciemne de modo particular. La sacralidad ¢s una i
nea de fuga que sigue presente en la politica comtemporinea,
que, como tal, se desplaza hacia regiones cada vez més vastas
yoscuras, hasta legar a coincidir con la misma vida biolégica
de los ciudadanos. Si hoy ya no hay una figura determinable de
antemano del hombre sagrado es, quizs, porque todos somos
virualmente homines sacriPARTE TERCERA
EL CAMPO DE CONCENTRACION COMO
4RADIGMA BIOPOLITICO DE LO MODERNO1. La pourrizactOw DE 1A viDA
“UL. Bn los Glkimos afios de su vida, mientras tabajaba en la
mbito, los dispositivos del poder, Michel
Foucault comenz6 a orientar sus investigaciones con una in-
stencia cada vez mayor en lo que definia coma bio-politica,
1s deci la reciente implicacion de la vida natural del hombre
“en los mecanismos y los cAlculos del poder. Al final de la Vo
luntad de Saber recapitula, como hemos visto, en una fortit-
lacion ejemplar el proceso mediante el cual, en los umbrales
~ de la Edad Moderna, la vida pasa a ser lo que realmente ocu
© pa el centro de la politica: -Durante milenios, el hombte sigs
© siendo lo que era para Aristételes: un animal viviente y capa!
ademas de existencia politica; el hombre moderno es un ani-
stmal en cuya politica esté puesta en entredicho su vida de set
viviente.. No obstante, Foucault continué investigando tenaz-
‘mente hasta el final los -provesos de subjetivacions que, en el
ttnsito entre el mundo antiguo y el modemo, llevan al indivi-
duo @ objetivar el propio yo y 2 constituirse como sujeto, vin
cculaindose, al mismo tiempo, a un poder de control exterior,
pero no transfirié su instrumental de trabajo, como habrfa sido
legitimo espera, a lo que puede aparecer como el lugar por
excelencia de la biopolitica moderna: la politica de los gran-
des Estados totaltarios del siglo veinte, La investigacion, que
se habia iniciado con la seconstruccién del grand enfermement
«en los hospitales y en las prisiones, no coneluye con un ar
sis de Tos campos de concentracién,
Por otta parte, si los penetrantes estudios que Hannah Arendt
dedicé en la segunda posguerra a la estructura de los estados
totalitaros tienen una limitaci6n, ésta es precisamente la falta
de cualquier perspectiva biopolitica, Arendt establece con cla:
ridad el nexo entre dominio totalitario y esa particular cond
cién de vida que es el campo de concentracién (El totaltass-
mo ~escabe en un Proyecto de investigacién sobre fos campos
de concentracion que, por desgracia, no tuvo continuidad tie-
‘ne como objetivo tlkimo la dominaci6n total det hombre. Los
‘campos de concentracién son laboratories para la experimenta-
ciéa del dominio total, porque, siendo la naturaleza humana lo
que es, este objetivo sélo puede alcanzarse en las condiciones
extremas de un infierna construido por ef hombre» Arendt 2
p. 240). Pero lo que se le escapa es que el proceso es, de al~
‘guna manera, inverso y que precisamente la transformacién ra
dlieal de la politica en espacio de la nuda vida (es decir, en un
campo de concentracién), ha legitimado y hecho necesario el
dominio total, Sélo porque en nuestro tiempo la politica ha par
sado a ser integralmente biopoltica, se ha podido constituir, en
luna medida desconocida, como poiltica totalitaria
Que los dos estudiosos que quizis han pensaclo con mayor
agudeza el problema politico de nuestro tempo no hayan con
seguido entrecrazar sus propias perspectivas es ciertamente un
buen indicio de la dificultad de este problema. El concepto de
snuida vidae 0 wida sagradas es el foco através del cual vamos
"a ttatar de hacer converger sus puntos de vista. En tal con:
cepto, politica y vida han pasado a entrelazarse de manera tan,
‘intima, que no se deja analizar con facilidael. & la nuda vida y
a sus avararesen el mundo modemo (la vida biol6gica, la se
xualidad, etc) le es inherente una opacidad que es imposible
clarificar si no se cobra conciencia de su caréeter politico; in-
versamente, la politica moderna, una vez. que entra en sim-
biosis con la nuda vida, pierde esa intligibidad que todavia
nos parece caracterfstca del edifcio juridico-politica de la po-
Titica clasica
1.2. Ha sido Karl Lowith el primero que ha definido como
| spolitzacién de la vida el caricter fundamental de la politica
de los estacos totalitarios y, al mismo tiempo, el primero que
hha observado, desde este punto de vista, la cutiosa relacién de
contighidad entre democracta y totalitarismor
sa neutalizacion de las diferencias poliicamente relevantes M
selaiva pérdida de importanca de Ins decisiones se han desi olla
2 partir de la emancipacioa del Tercer Estado, la formcion dela de
rmocracla burguesa y su trnsformacién en democrucia idostial de
‘masas hast leg al punto devisivo en que todo esto se ha trocado
en sv opuesto:en un politzaci total de todo (toate Poltiser
incluso de las exferas de Ia vida as neutales en apariencia, Ast ern
pez6 en la Rusia marrsta un Estado del eabajo que es mis inten:
| vamente esata que todo Yo que oe lia conocido ues en los Extacos
de los soberanos absolutes; ea a tala fascists un Estado corpo,