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depende de un trasplante de órgano, toda una carrera contra el tiempo. Por si esto fuera
poco, se estima que dentro de algunos años, no habrá familia mexicana sin un enfermo en la
imperiosa necesidad de recibir un trasplante.
Pensar en morir para dar vida a otros, puede sonar como algo fuera de la realidad, pero no
es que escojamos morir, sino simplemente que al morir podemos dar la oportunidad de
vivir mejor a otros, y por que no, si ya no necesito mas mis piernas, ni mis ojos; para que
permitir que se pierdan, si otros pueden disfrutar de ellos.
Ahora bien: imagina que no es aquel conocido que en realidad nos es absolutamente lejano.
Supón por un momento que se tratara de ti de tu propio órgano.
Pero, bueno, tratándose de un simple supuesto y teniendo evidencia de nuestro buen estado
de salud, la tranquilidad volverá a sentar sus redes en nuestra conciencia. Intentemos
entonces de otra manera lancemos directo a los sentimientos.
¿Y si fuera, un hermano, padre, madre, abuelo o la persona mas amada? Piensa en los seres
que más quieres y sobre los cuales no hay garantía de salud.
Creo que así es: la mayoría de nosotros estaríamos dispuestos a donar, lo que fuera,
cualquier parte de nuestro cuerpo, si con ello logramos restaurar la salud de quienes están
muy cerca de nosotros
Por fortuna hay varios órganos que podemos donar completos (como un riñón, de los cuales
poseemos dos) o una parte de él (como sucede con la médula ósea), y lo mejor es que ni
siquiera tenemos que morir nosotros para hacer el regalo.
Ahora compliquémonos mas, hagámoslo mas real en muchos casos el órgano necesario
sólo puede ser tomado de alguien que ya ha fallecido, porque no se puede compartir, por
ejemplo el corazón, que no pude regenerarse a partir de un fragmento y tampoco puede ser
compartido por dos personas. En esos casos, se depende de lo que los médicos llaman
donante cadavérico. Órganos o tejidos que provienen de alguien que ha muerto.
En sociedades tan grandes y con condiciones de inseguridad como la nuestra hay muchas
personas que fallecen todos los días”, sí, de acuerdo, pero el sólo hecho de morir no
garantiza que haya una donación de órganos. Debe contarse, por fuerza, con la voluntad
explícita de quien dejó de vivir o de la autorización de sus parientes.
La realidad es que existen muy pocos individuos que están dispuestos a regalar sus órganos
después de la vida y sobre todo escasean los familiares que toman esa decisión, al enfrentar
con dolor la muerte del ser amado.
Vaya, pues queremos llegar y que lleguen completos al sitio final, y es que sin duda hay
muchos factores involucrados, existen mil razones que son válidas para cada cual, pero
podríamos intentarlo.
De nada sirve que nos entierren completos, o si, en todo caso sólo beneficiará a los
gusanos.
Cierto: hay que lidiar con el dolor de la pérdida del ser querido, como para todavía tener
que realizar trámites y procedimientos médicos posteriores, cuando uno lo que desea es que
todo acabe. Aun asi, la ausencia es un hecho irremediable y de cualquier forma debemos
transitar por el camino del duelo.
Piensa en ello, ponte al menos por un momento en los zapatos de aquel que necesita, de
aquel que sabe que su vida depende del gesto generoso de alguien que esté dispuesto a
donar. Ponte en el lugar de los padres o hermanos que aun queriendo, se ven impotentes
para ayudar, porque lo que procede es que el órgano provenga de un donante ya muerto.
Donar nuestros órganos es una oportunidad de regalar lo más caro que existe, no en el
sentido económico, sino en el sentido de vida. No hay bien material, ninguno, que pueda
equipararse al beneficio que se otorga al reintegrar a la vida, a la sociedad y a su familia a
alguien que está por morir
Donación de órganos.