En Amrica deberase evitar, ms que en parte alguna, la
superchera de los "nios prodigios" y de las obras de fulminante ejecutoria. Los indo-americanos somos ya, por ndole y por naturaleza telrica, precoces. Estimular, con el mito de los "nios prodigios", nuestra precocidad y la falencia temprana de nuestra vida, es peligros y hasta funesto. A los treinta aos, hemos dado ya toda nuestra sangre, en arte, en vida, en novelera. "Si pasa usted los treinta aos, -me deca un inteligente amigo peruano- con toda felicidad, es decir, sin perder ni mancillar su austeridad espiritual y su fe creadora, est usted salvado. Temo que a los treinta aos, cuelgue la lira y aterrice". Hasta los treinta aos creemos, amamos, odiamos, remos exclusivamente y lloramos exclusivamente. Despus se llora riendo y se re llorando. Viene el escepticismo total o parcial, refugiando, en este ltimo caso, nuestra fe vital, en el jamn superior y en el queso de vaca. Despus reemplazamos el noble y desinteresado espritu de la primera juventud, por un prctico y bovino sentido comn. En contados casos sobreviene el suicidio, la locura, un...(1) o una esttica borrachera de desesperacin. Nos volvemos pesimistas est-