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LAS CRUZADAS COMO GUERRA SANTA: Un problema historiografico de definiciones conceptuales (1095-1204) * José Marin Riveros Las nociones de cruzada y guerra santa se hallan en el centro de las diferenclas Ristérleo- culturales de las tres cviizaciones del Mediterrineo, Dada la importancia que tales conceptas tienen ‘para la comprensiOn de las relaciones entre aquélas, se impone precisar su alcance. A ello, precisa- mente, se dedica el presente articulo, destacando que, por una parte, la guerra santa no es sinénimo de cruzada —aunque se Hegue a confundir con ésta—, por cuanto la primera se define por el martrio on la guerra. Por otra pant, se desiaca que, concebida asi, la guerra santa tiene remotos antecedentes en la historia de Occidente, las que permiten diferenciarla de concepciones de la guerra en relacién a la religién en el mundo bizantina y musulméns El tema de las Cruzadas, entre los siglos XI y XIII, dada su complejidad, implica diversas vias de estudio o lineas de andlisis. En efecto, se puede abordar el problema desde una perspectiva, s6lo econdmica, o social, o politica, o religiosa, y cada una de ellas abre, a su vez, nuevas interrogantes de la mas diversa indole. Nos ha parecido interesante, en esta oportunidad, indagar en aquellos t6picos que dicen relacién con la culminacién de un proceso de larga data, cual es la ““Brecha Historica” que separé, en forma definitiva desde entonces, a las tres grandes civilizacio- nes del Mediterréneo. Si se considera solamente al mundo cristiano, durante el siglo XIII, y como efecto de la Cuarta Cruzada (1204), el abismo que separaba a Oriente y Occidente se ensancha- 14, haciéndose pricticamente insuperable, constituyéndose entonces Io que podemos denominar “Gran Brecha de la Cristiandad”. Dicha expresién —Gran Brecha—, desprovista eso si de sus connotaciones de época oscura, la tomamos de un articulo de D. Zakythinés', pues nos parece que, asi como los afios 650 a 850 4.C. separan dos espacios histéricos del helenismo, asimismo el * Clase Mogstal lida con ocasién de I inauguracion del flo Acedémieo 2000 del Instituto de Humanidades de la Universidad Adolfo Ibiiez. Este trabajo corresponde a un adelanto de una investigacién mayor que, bajo el titulo “Aportes para una historia comparada de las Civilizaciones Mediterréneas en la Epoca de las Cruzadas. Bl valor histrico del concepto de Guerra Santa (s. XI-XIII), ha sido aprobada como Proyecto Fondecyt 2000, N° 1000262. "La Grande Bréche dans la tadtion historique de Mhellnisme du Septitme au Newviéme siele” en: Xapior" es is "Aonariowy K. “Ophivton, Amuooiensa vis és ABS" v15 “Apuaiodoyniy "Braipiag (Gr 'AV vats, 1966), ahora en: Zakythinds,D., Byzance: Etat-Economie-Societé, Variorum Reprints, 1973, London, passin. INTUS-LEGERE N° 4 (2001) Pégs. 141-158 14 José Marin Riveros siglo XIII separa dos espacios hist6ricos del mundo cristiano, y mediterraneo en general, no en una sucesién cronolégica, como en el primer caso, sino en una relacién de contemporaneidad. Creemos que este problema puede ser abordado desde una perspectiva simbélica y conceptual. Dicho de otro modo, analizar en las fuentes de la época el fendmeno de la alteridad y la identi- dad culturales, en este caso a través del concepto de “guerra santa”, legando a establecer si dicha expresién refleja 0 no Ja mentalidad de la época y, por tanto, determinar si es posible o no utilizarla historiograficamente para referirse al periodo, Parafraseando a P. Lemerle?, no es con- veniente utilizar literariamente, como imagenes, ciertas expresiones cuyo contenido debe ser muy preciso, pues de otra manera s6lo se leva a la confusién, y no a la claridad, en los problemas histéricos. Precisamente, uno de los motivos que nos lleva a plantear este tema, como ya veremos, es la utilizacién indiscriminada del concepto “guerra santa” para referirse a las mas disimiles situaciones histérica: La cuestién planteada tiene relevancia por cuanto permite comprender de mejor manera problemas actuales que afectan en forma significativa las relaciones entre las tres civilizaciones del Mediterrineo. Samuel Huntington? ha hecho notar recientemente que, en lo que a las Relacio- nes Internacionales se refiere, las civilizaciones podrian tener en el futuro cercano un rol protagénico; de hecho, sefiala que en aquellos puntos donde se rozan los limites de distintas sociedades existe una alta probabilidad de conflicto, no ya por intereses de estado 0 de cardcter ideologico, sino de indole cultural, esto es, en aquellos sitios donde la alteridad se hace especialmente manifiesta, tanto asi como para afirmar las identidades que se encuentran frente a frente. James Turner Johnson’, a partir de los postulados de Huntington, indica que el gran problema es de indole val6rico y conceptual, y que mientras las culturas en conflicto potencial no sean capaces de entenderse cabalmente en sus concepciones fundamentales —en las cuales se pueden hallar semejanzas insospechadas o soterradas—, la distancia seré insalvable. Tenemos la conviccién de que algunos de estos problemas contemporineos que afectan a las Relaciones Internacionales en el Mediterraneo, hunden sus raices, precisamente, en la época de las Cruzadas, cuando las rela- ciones de tolerancia entre la cristiandad occidental y la oriental y el mundo islimico se deteriora- ron progresivamente hasta quebrarse, siendo sustituidas por relaciones donde se hicieron sentir Jas distancias culturales, la animosidad y desconfianza mutuas, cuando no el odio. 2 «Byzance eta Croisade”, en: Relazioni del X Congresso Internazionale di Scienze Storiche Roma/4-11 settembre 1955), Vol. I, Storia del Medievo, Florenci, 1955, pp. 595-620, ahora en: Lemerle, P, Le Monde de Byzance: Histoire et Institutions, Variorum, 1978, London, 614, n. 1 + “The Clash of Civilizations?”, en: Foreign Affairs, 72, Summer 1993; v. tb, el libro que incluye el debate: ET ‘Choque de las Civiizaciones, Paidés, 1997, Barcelona. “The Holy War Ideain Western and Islamic Traditions, The Pennsylvania State University Press, 1997, Pennsylvani pp.4yss,y 18y ss. V.tb, Parner, P, The God of Batles. Holy Wars of Christianity and Islam, Princeton U. Press, 1998 (1997), pp. XV-XXVIL. 142 i LAs CRUZADAS CoMo GUERRA SANTA: UN FROBLEMA HISTORIOGRAFICO De hecho, el verdadero cisma de la Cristiandad, por ejemplo, debe ser comprendido, precisa mente, y como Paul Lemerle’ ya lo demostré, a partir de la Cuarta Cruzada, accién que, entendida ‘como una “guerra santa” por los latinos, resultaba del todo incomprensible para los bizantinos. Esto ultimo debe estudiarse desde una perspectiva mas amplia, considerando las enormes diferen- ccias culturales que ya se habian hecho manifiestas entre la Cristiandad Latina y la Griega, provo- cando roces y conflictos, pero no rupturas de caracter permanente®. En efecto, el verdadero coup de griice a las relaciones entre Oriente y Occidente, llegaria junto con la Cuarta Cruzada que, en 1204 y desviada de su objetivo —Egipto—, llevé a los eruzados a tomar Constantinopla y, previo saqueo, instaurar un Imperio Latino que duraria cincuenta y siete afios’. Tal actitud era, para los bizantinos, incomprensible entre cristianos y, por tanto, una confirmacién mas del caricter barbérico de los occidentales, quienes supuestamente actuaban con la anuencia del Papa, aun cuando éste sancionara, incluso con la excomunién, tan lamentable episodio. Desde el siglo XIII Roma y Constantinopla representan dos mundos irreconciliables: el resentimiento de los bizantinos—més alla de los problemas de tipo eclesidstico y dogmatico— y la indiferencia de Occidente frente ala angustia del Imperio amenazado por los turcos otomanos, hardn infructuosos los intentos por unit ambas iglesias. “La Cuarta Cruzada, como apunta Steven Runciman’, destruyé la ittima oportu- s “L:Orthodoxie byzantine et oecuménisme mediéval: les origines du “schisme” des Eglises”, en: Bulletin de Association Guillaume Budé, Quatriéme Série, , Paris, 1965, pp. 228-246, ahora en: Lemerle, P, Essais sur le monde byzantin, Variorum Reprints, 1980, London, passim. Una visién sucinta en Marin, J., “Bizancio y la Civilizacién Cristiana Ortodoxa”, en: Bizancio, Arte y Espiritu, Ed. del Centro de Estudios Bizantinos y Neohelénicos de la U. de Chile, 1995, Santiago, pp. 72-73. *\.por ej. Frolow, A. Recherches sur la Déviation de la 1Ve Croisade vers Constantinople, PUF, 1955, Paris, pp. BBys. * Acerca de la IV Cruzada v.: Frolow, A., op. cit; De Mundo Lo, S., Cruzados en Bizancio, Universidad de Buenos Aires, 1957, Buenos Aires; De Muschiett et alt, “Devastatio Constantinopolitana. Introduccin, traduccién y notas”, cen: Anales de Historia Antigua y Medieval, Vol. 15, 1970, Universidad de Bs. Aires; Egea, J.,La Crénica de Morea, Ed. del CSIC, Col. Nueva Roma, 1996, Madrid; Gill, J., “Eleven emperors of Byzantium Seek Union with the Church of Rome”, en: Eastern Churches Review, 1X, 1977, ahora en: Church Union: Rome and Byzantium (1204-1453), Variorum Reprints, 1979, London; Gill, J., “Franks, Venetians and Pope Innocent IIT”, en: Studi veneziani, II, 1970, ahora en: Church Union: Rome and Byzantium (1204-1453), Vasiorum Reprints, 1979, London; Godfrey, J., 1204. The Unholy Crusade, Oxford University Press, 1980, Oxford; Queller, E.D., “Innocent III and the Crusader Venetian ‘Treaty of 1201”, en: Medievalia et Humanistica, XV, 1963, ahora en: Medieval Diplomacy and the Fourth Crusade, Varioram Reprints, 1980, London; Queller, E.D., “A Century of Controversy on the Fourth Crusade”, en: Studies in Medieval and Renaissance History, V1, 1969, ahora en: Medieval Diplomacy and the Fourth Crusade, Variorum Reprints, 1980, London; Runciman, S., Historia de las Cruzadas, Trad. de G. Bleiberg, Alianza, 1997 (Cambridge, 1954), Madrid, vol 2; Selton, K.M., A History of the Crusades, The University of Wisconsin Press, 1969, Madison and Milwaukee, Vol. UL: The Later Crusades: 1189-1311, Cap. IV: Hussey, J, “Byzantium and the Crusades, 1081-1204". Cap. V: McNeal ct alt, “The Fourth Crusade”; Vacalépoulos, A., Historia de la Grecia Moderna, Trad. de N. Nikolaides y A. Zorbas, Ed. del Centro de Estudios Bizantinos y Neohelénicos de la U. de Chile, 1995, Santiago; Pears, E., The Fall of Constanstinople, Darf Publish. Ltd., 1987 (1885), London; Norwich, Byzantium, The Decline and Fall, Viking, 1995, London, Bradford, E., The great betrayal. Constantinople 1204, Hodder and Stouhton, 1967, London. * La Civilizacién Bizantina, trad, de A.J. Dorta, Pegaso, 1942, Madrid, p. 112. 143, José Marin Riveros nidad de una reconciliacion verdadera”, y, segin Charles Dieh|’, “es el resultado de odios religio- sos, ambiciones politicas, codicia econémica ¢ irreductible antagonismo de dos razas y dos mun- dos”. A comienzos del siglo XV, en el Concilio de Florencia-Ferrara (1439), se intent6 la unién, declarando superadas las diferencias; pero en Constantinopla la respuesta fue categérica: el Du- que Lucas Notaras dijo que preferia el turbante musulmén a la tiara pontificia y, efectivamente, a pesar de los sufrimientos que acarreé la turcocracia, el Sultdn de la Sublime Puerta permitié a la iglesia griega conservar su espiritu peculiar, cosa que Roma habria negado". Para el caso iskimico, la vigencia de estos problemas es notable. El escritor egipcio Sayyid Qutb, un musulmén radical, veia el imperialismo occidental sélo como una mascara, tras la cual esté oculto el espiritu de Cruzada (!), segin muchos musulmanes vivo aun hoy dentro de la estra- tegia de las potencias occidentales hacia los paises iskimicos"”. Un tedlogo algerino, Abu Jara Sultani Ahfadh Muhammad, escribié que la victoria de los algerinos sobre Francia en 1961, fue una segunda victoria del Islam contra la Cruzada (de los francos), homologdndose la hazafia a la victoria de Saladino sobre Jerusalén en 1187". Occidente, por su parte, por razones histéricas, religiosas, psicoldgicas, o de cualquier otra indole, ha terminado por rechazar la idea de una guerra santa", y, en consecuencia, este tipo de acusaciones de parte de los musulmanes, es visto como “etiquetas medievales” acufiadas por un pueblo con “ideas medievales”. No deja de ser curioso constatar que, si bien a los occidentales choca ser tratados de “medievales”, no se ve mayor problema, entre los mismos, en aplicar tal denominacién a otras culturas. Tal vez uno de los conceptos que refleja con mayor claridad las diferentes sensibilidades de las sociedades del Mediterraneo, en la época en estudio, sea precisamente el de “guerra santa”, témino del cual la historiografia ha usado y abusado, aplicandolo indiscriminadamente a realida- des tan diversas como la cristiana y la islamica y, ademés, en cualquier época. De hecho, contras- tael positivo contenido que hoy asignamos, en Occidente, ala palabra “Cruzada”, con la negativa carga de la expresién “guerra santa”, como paradigma absoluto de la intolerancia, A nivel erudito, el panorama no es menos confuso. Esta situacién exige un estudio pormenorizado del tema, lle- ° Byzantium: Greatness and Decline, Trans. rom the french by N. Walford, Rutgers University Press, 1957, New Brunswick-New Jersey, pp. 221 y ss. ™y, Vacaléponlos, A., op. cit, pp. 36 y 88 ° Partner, P, “Guerra Santa, Croviate ¢ had’: Un tentativo de definirealcuni problemi”, en: Stud Storiei, Revista ‘Trimestrale dellisttuto Gramsci, 4, Ottobre-Diciembre 1995, Anno 36, p. 954 " Rouadjia, A. Les fréres et la mosquée: enguéte sur le mouvement islamiste en Algérie, Pais, 1990, pp. 147-148, cit, en: Partner, at cit, p. 954, Johnson, LT, op. city p. 10 y ss ™ Partner, P, op. cit, p. XIX. 144 LAS CRUZADAS COMO GUERRA SANTA: UN PROBLEMA HISTORIOGRAFICO ‘gando a precisar, primero, qué se entiende por “guerra santa” y, segundo, si el término es aplicable por igual a las realidades de la cristiandad latina, de la cristiandad ortodoxa y del mundo islémico. Dicho de otra manera: es posible entender las cruzadas como una “guerra santa”? {Hubo nocién de “guerra santa” en el Imperio Bizantino? {El djihad musulmén corresponde a lo que comiin- ‘mente se llama una “guerra santa”? La respuesta a estas interrogantes puede clarificar de mane- 1a significativa la comprensién o incomprensién mutua de las dichas tres culturas en la época de las Cruzadas y, por tanto, sus proyecciones hacia nuestro presente. Se debe tener en cuenta, primero que todo, que los términos “cruzada” y “guerra santa” son acufiados con posterioridad a los hechos a analizar, por lo que se debe iniciar el estudio estable- ciendo si ambos son equivalentes o no y si son, en consecuencia, aplicables por igual a Ia realidad de los siglos XI al XIII. Como primer paso, pues, se debe estudiar diacrénicamente cada uno de los conceptos; una vez establecida la viabilidad de la aplicacién del término, se puede proceder a incorporarlo al estudio de la realidad historica de la época de las Cruzadas. ‘Una obra fundamental para esta primera etapa es la de A. Dupront’, estudio en el cual el autor no s6lo se detiene en algunos aspectos histéricos de cardcter relevante, sino también (y con ello no hace sino continuar la tarea iniciada por Paul Alphandéry'*) en el problema de la mental dad y la espiritualidad del cruzado. Es justamente a partir de tales problemas y de lo que Dupront”” lama “el mito” y las fuerzas irracionales de la Cruzada, alimentadas de escatologia y milenarismo, que ser mas facil entender cémo la peregrinatio" se termina transformando en cruzada, inte- grandose ésta en una gran Historia Sagrada. Por otra parte, segin Frolow”®, la nica forma de comprender la desviacién de la Cuarta Cruzada es ingresando al problema de la imagineria religio- sa del momento, especificamente aquello que tiene que ver con la devocién a las reliquias. tee ' Du sacré. Croisades et Pélerinages. Images et Langages, Gallimard, 1987, Paris. v.tb., del mismo autor, Le Mythe de Croisade, Gallimard, 1997, Paris, 4 Vols. ‘La Cristiandad y e! Concepto de Cruzada, Trad. de A. Garzén, UTEHA, 1959, Méxio. " Dupront, A., op. cit, pp. 12 y ss. " Sobre los origenes de las peregrinaciones alos lugares santos, v. Marin, J., “Peregrinaciones a Oriente y Loca Sancta (6. -V)", en: Temas de Historia (Bx Revista de Historia Universal), 11, 1991-1992, Depto. de Historia Univer- sal, P, U, Catolica de Chile, Santiago, y la bibliografia alli citada. Sobre el simbolismo de la peregrinacién y sus raices hebreas, v. Marin, J., “Espacio Sagrado y Peregrinacién, Simbolos y tradicién veterotestamentaria”, en: Tlempo y Espacio, 7, 1999, Universidad del Bio-Bio, Chillin, pp. 93-111 " Frolow, A., op. cit, pp. 52 y $8. 145 José Marin Riveros Segin A. Dupront®, el término cruzada es una de aquellas palabras que, por s6lo nombrarlas, crean una realidad. En los siglos XIX y XX el concepto adquiere una carga ambivalente; asi, se hablar de “cruzada ideolégica” (v.gr. la “cruzada espafiola” de 1936 a 1939), o de “cruzadas de caridad”. En todo caso, se terminaré imponiendo una idea profundamente positiva, como empresa comin de bien en la que todos se empefian, pero privada de su sentido sacral original, aunque conservando la idea de un absoluto al cual se aspira. El término, al menos en espaiiol”, aparece alrededor del siglo XV, designando una empresa militar dirigida contra un enemigo irreconeiliable, en este caso, el infiel, Por ahora nos quedaremos con esta definicion, que serviria para aplicarla a todas las guerras emprendidas por la Cristiandad, desde el afio 1.000, o incluso antes, contra los infieles (musulmanes) o los herejes. Mas adelante veremos la validez de esta proposicién. El acto central que constituye a un fiel en cruzado es, huelga decirlo, ponerse la Cruz, la cual es el signo visible del voto realizado, Pero es, ademés, el signo de la Redencién, esto es, el estan- darte de la Humanidad Rescatada y, Hevarla —tal como Cristo lo hizo— es integrarse en el curso de una Historia Sagrada. Por lo mismo, es igualmente un signo de la proteccién sobrenatural en el combate asi como el signo juridico de la misién de los cruzados. Es, por iiltimo, una figura de la Vera Cruz y, por ello, exige al fiel una actitud tal que lo haga digno de ella. Asi lo daa entender la Historia Anénima de la Primera Cruzada (c. 1099): “Como se acercaba ya el fin que el Sefior Jesiis anuncia cada dia a sus fieles, especialmente en el Evangelio, donde El dice: ‘El que quiera venir en pos de mi, nigguese a si mismo, tome su cruz y sigame’, se formé un gran movimiento por todas las regiones de las Galias, a fin de que quienquiera que fuese, de un corazon y de un espiritu puros, que desease seguir al Sefior con celo y quisiese llevar la Cruz consigo, no tardase en tomar con toda prontitud la ruta del Santo Sepulero™ Si nos centramos en las fuentes de la época, veremos que los términos que comparecen son”: peregrini, gens Christi, nostri, populus Christi, exercitus Dei, milites Christi, expresion esta liltima (soldados de Cristo) de caracter muy significativo por cuanto la palabra miles (soldado) se homologa a “vasallo”, en el vocabulario feudal, es decir, el miles Christi debe entenderse como el vasallo de Cristo, a quien esta ligado por un juramento de fidelidad, un homenaje, y a quien sirve militarmente™. Es una verdadera sublimacién de las relaciones feudales, en las cuales ta fidelidad juega un rol esencial: se debe ser fiel a Cristo, tal como El es fiel a los creyentes. La vida del hombre, en efecto, segiin las Sagradas Escrituras, es una peregrinacién que, ademas, se asume como un servicio militar, y de alli la relacién que se puede establecer, a nivel espiritual, * Dupront, A., op. cit, pp. 28 y s. # véase Corominas, J, Diccionario Critico Etimolégico de la Lengua Castellana, Gredos, 1954, Madrid, s.v. ® Histoire Anonyme de la Premiére Croisade (Gesta Francorum et aliorum Hierosolimitanum), Editée et Traduite par L. Bréhier, “Les Classiques de I'Histoire de France au Moyen Age”, Les Belles Lettres, 1964, Paris, p. 3. ® Al respecto, v. Dupront, A., ap. cit, pp. 239 y ss. * Niermeyer, J.F, Mediae Latinitatis Lexicon Minus, B.J. Brill, 1984, Leiden, s.vs véase tb. Undurraga, V., San Bernardo de Claraval y la Orden Militar de las Caballeros Templarios en el Liber ad Mites de Laude Novae Militae, ‘esis inédita, Instituto de Historia de a Pontificia Universidad Catblica de Chile, 1998, Santiago de Chile. 146 ie LAS CRUZADAS COMO GUERRA SANTA: UN PROBLEMA HISTORIOGRAFICO entre los peregrini y los milites Christi. En las cruzadas, pues, y siguiendo los postulados de Dupront, cocxisten en la practica dos sociedades, la de los peregrini y la de los milites, y la labor de estos iltimos s6lo adquiere sentido en relacién a los primeros*. Siguiendo tal idea, cuando los, intereses de los caballeros (milites), se aparten de aquellos de los peregrinos, la Cruzada se desvirtuara, Es, de alguna manera, lo que acontecié con la Cuarta Cruzada”. Asi, entonces, los cruzados son peregrinos, pero peregrinos armados —Io que los convierte en milites segin el sentido antes dicho— y que combaten por un derecho a lo sacro”. Ells realizan la iltima peregrinacién a las fuentes, después de la cual ya no habri necesidad de fuentes, y de alli que podemos hablar de una peregrinacién escatoldgica”. La marcha de los cruzados es una marcha hacia el Porvenir. En cuanto a si la cruzada es una guerra justa, cuestién esencial para entender su origen, es preciso sefialar, sumariamente por cierto, que los principios de la guerra justa fueron elaborados en la Antigtiedad y recepeionados y reorientados en el Mundo Medieval a partir de San Agustin”. Fundamentalmente, son tres los principios que nos permiten hablar de una guerra justa: Pri- ‘mero, la defensa de ta patria y las leyes. Las cruzadas son convocadas precisamente para la defensa de la Cristiandad frente a la amenaza islmica; por otra parte, esta involucrada también la defensa de Jerusalén, entendida como la patria comin de todos los cristianos. Segundo, la recupe- racién de los bienes arrebatados injustamente, Para el caso que nos ocupa, se trata del Santo Sepulero y, por extensién y ampliacién, de todos los Loca Sancta. Quiz no sea aventurado pensar que este argumento pueda explicar de alguna manera la desviacién de la Cuarta Cruzada en un sentido que podriamos llamar “preventivo”, en cuanto evitar que Constantinopla —incluida entre los lugares santos en fuentes del siglo VIII— fuese arrebatada injustamente por los inficles, ¥ junto con ella todas las reliquias que se conservaban en la Ciudad, especialmente el Lignum Crucis. ¥ tercero, reparar las injurias. En cuanto a esto, se debe tener en cuenta Ia penosa situacién de los cristianos de Oriente, y especialmente de los peregrinos, a partir del siglo XI y la invasion de los turcos selyuquies’. Todas estas circunstancias comparecen en el llamado que Urbano II hizo a la Cristiandad el 27 de noviembre del afio 1095. % Dupront, A., op. cit, pp. 242 ys. 2%y, Frolow, A.,op. cit, p. 54: “La Santa Sede protesté con energia. Capturando Constantinopla en vez de liberar Jerusalén, los francos habian preferido los bienes terrestres a las riquezas celestes, terrenas opes celestibus praeferando™. ® Dupront, A., op. cit, p. 249. % Dupront, A., op. cit, p. 24. v. tb, Partner, P., op. cit, p. 16 » y, Vismara, G., “Problemi Storici e Instituti Giuridii della Guerra Altomedievale, en: SSS, XV, Ordinamenti Militari in Occidente nell’ Alto Medioevo, 1968, Spoleto, p. 1157; tb. Canard, M., “La Guerre Sainte dans le monde {slamique et dans le monde chrétien”, en: Revue Africane, Alger, 1936, pp. 605-623, ahora en: Canard, M., Byzance et les ‘musulmans du Proche Orient, Variorum Reprints, 1973, London, pp. 611 y 8.3 Partner, P, op. ci, p. 29. >, Frolow, A., op. cll p. 49, $2 ss; Runciman, S., Historia de las Cruzadas, op. cit, vol. 1, p. 49. ™ Ibid, passim. 147 José Marin Riveros Si, atendiendo a lo seffalado con anterioridad, concebimos a las Cruzadas como una guerra justa, debemos conctuir que no fueron convocadas por fanatismo religioso y, ademés, no compa- rece una idea de conversién del infiel —y menos a través de la espada—®. Para poder hablar de “guerra santa” deben buscarse otros argumentos. Si se acepta la definicién de Cruzada como “una empresa militar dirigida contra un enemigo irreconciliable”, como ya se seiial6 con anterioridad, cabe preguntarse si es posible aplicar dicha terminologia a épocas anteriores. Analizaremos, brevemente, para aclarar tal duda, tres casos: PP Segtin Gregorio de Tours, Clodoveo (f 511), en la vispera de la Batalla de Vouillé (507), dijoa sus hombres: “No soporto que esos arrianos ocupen una parte de las Galias. Vamos, con la ayuda de Dios y, después de haberlos vencido, hagamos esa tierra nuestra”. Enseguida envi6 emisarios ala basilica de San Martin con el fin de obtener algin “presagio de victoria”, sefialando: “Si tit estas de mi lado, Seftor, dijo, y si tit has decidido entregar en mis manos a esa nacién incrédula y perpetuamente mi rival, dignate hacerme el favor de manifestar, en el seno de la basilica de San Martin, tu voluntad de ser propicio a tu servidor”. Contimia Gregorio de Tours el relato de la siguiente manera: “Obedeciendo la orden real, los servidores se apresuraron hacia su propésito y, al momento de entrar en la santa basilica, el primicerio entona sibitamente Ia antifona: ‘Sefior, ta me has revestido de fuerza para la guerra y tii has derribado bajo mis pies a aquellos que se alzaban contra mi; ti has hecho volver la espalda a mis enemigos delante de mi y has dispersado a.aquellos que me aborrecian’”. La referencia veterotestamentaria aqui parece ser la clave, aun mis si consideramos la conclusién del episodio: “Siempre Dios hizo inclinarse a sus enemigos bajo su'mano y acrecenté su reino, porque él marchaba en su presencia en la rectitud de su corazon y Jo que él hacia era lo que era agradable a sus ojos”. El episodio aludido parece reunir las caracteristicas que definirian a priori una cruzada, en este caso contra los herejes arrianos. Clodoveo es un verdadero “elegido”, al cual le es revelada una “misién” que consiste en defender la fe cristiana combatiendo bajo la proteccién divina. No obstante, seria aventurado definir las guerras de Clodoveo como Cruzada. De cualquier modo, es claro que las guerras de Clodoveo, tal como las presenta el obispo de Tours, constituyen un antecedente importante en el largo proceso que lleva hasta las Cruzadas™. % Canard, M., art. cit, pp. 610 y ss Gregorii Episcopi Turonensis Historiarum Libri X, Il, Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Rerum Merovingicarum, T. 1, P.1, Fase I, Eitionem Alteram Curavit Bruno Krusch, Hannover, 1937. Tb. en: Tessier, G., Le Baptéme de Clovis, Gallimard, 1964, Paris, pp. 51 y ss Fragmentos de la “Historia Francorum” de Gregorio de Tours, Trad, de José Marin [http:/iwww-geocities.com/milan313/gregorio html), %v, Erdmann, C., Alle Origine dell'dea di Crociata, Trad. e cura di R. Lambertini, Centro Italiano di Studi sull"Alto Medioevo, 1996 (Stuttgart, 1935), Spoleto, p. 15 148, LAS CRUZADAS COMO GUERRA SANTA! UN FROBLEMA HISTORIOGRAFICO 2 Carlomagno parece también un “‘cruzado”, y sus guerras se ajustan a la definicién antes apunta- da. En una carta dirigida a Le6n II el afio 796, sefiala: “...deseo establecer con Vuestra Beatitud un vinculo inviolable de fe y caridad; afin de que con la Gracia de Dios y porlas oraciones de los santos, ‘g0ce por doquier de los efectos de la bendicién apostélica, y pueda siempre defender la Santa Sede dela Iglesia Romana. Puesto que es a mi, con la ayuda de la divina Piedad, a quien pertenece, fuera de las fronteras de la Iglesia de Jesucristo, defenderla contra los ataques de los paganos y las devastaciones de los infieles Y a ti, muy santo padre, ayudar a los esfuerzos de nuestros ejércitos, elevando las manos hacia Dios, como Moisés; a fin de que por vuestra intercesién y por la gracia de Dios, el pueblo cristiano obtenga siempre la victoria sobre los enemigos de su santo nombre, y que el nombre de Nuestro Sefior Jesu-Cristo sea glorificado en todo el universo”*. El rey Carlos, asi, sume el rol de defensor de la Cristiandad como un verdadero miles Christi, , otra vez, la referencia veterotestamentaria marca el tono de su discurso. Los deberes del rey alcanzan el plano religioso, en cuanto a la defensa y expansién de la fe. Sin embargo, a diferencia de Clodoveo, Carlos no piensa en expulsar a los enemigos de la fe, sino en convertitlos, y, justamente, un elemento que no encontramos en las eruzadas es la voluntad de convertir al infiel”. Bastaria con ese argumento para sefialar que las guerras de Carlomagno no constituyen una Cruzada. La confirmacién del sentido misional de la obra del rey franco queda de manifiesto al considerar Jas palabras que usa Eginhardo al referirse a la campafia contra los sajones™. En efecto, los califica de paganos y enemigos de la religién, para afiadir que Carlos los combatié hasta terminar con la perfidia sajona. Este término es importante porque revela los afanes del rey por convertir a los sajones; en efecto, la aplicacién del concepto perfidia s6lo se explica por cuanto los sajones, atin paganos, por una parte no cumplian sus promesas de hacerse cristianos, 0, por otra, obligaban a aquellos que ya se habfan convertido a abjurar de la fe cristiana, atentando contra la fe jurada y perturbando el orden. Escuchemos otra vez a Eginhardo: “Y ya se sabe que la guerra, que duré tantos afios, concluyé con las consiguientes condiciones, impuestas por el rey y aceptadas por ellos: Jos sajones, tras abandonar el culto a los demonios y sus ritos ancestrales, recibirfan los sacramentos de la fey la religion cristiana y se unirian a los francos formando con ellos un solo pueblo”, » Karolus Rex Francomum, Epistola ad Leonem III Papam, en: Tesicr,G., Charlemagne, Albin Michel, 1967, Paris, p. 385. v tb, Carta de Carlomagno a Leén Ill (796), Trad. de José Matin [hitp:/vww. geociies.com/milan313/ francos.htralicartos796). > y, Erdmann, C., op. cit, p. 26. ¥. Halphen, L., Carlomagno y el Imperio Carolingio, Trad. de M. E.Jorge Margallo, Akal, 1992 (1947), Madrid, pp. 102 y s » Canard, M., at. cit, p. 612. ™ Sobre el particular, Halphen, L., op. cll, pp. 57 y ss. » Eginhardo, Vida de Carlomagno, 7 (Trad. de A. de Riquer, Gredos, 1999, Madrid), p. 68. v. tb. Tessier, G., Charlemagne, Albin Michel, 1967, Pars, p. 195-215: Barrios, M., Fuentes para la Historia de Carlomagno, Memoria Inédita, UCV, 1966, Valparaiso, pp. 27 y s.,38,39, 41 y s43 ys Fragmentos de la Vita Karoli de Eginhardo, Trad. de José Marin [htp://www:geocities.conv/milan313/eginhardo html} El texto latino se puede consulta integra y ficilmente en: Binhardi Vita Karoli Magni (http://www gmu.edw/departments/fl4/CLASSICS/ein html], parte de The Latin Library [btpz/patrit net-tillardepatib,y tambien en a Bibliotheca Augustana [http:/www.Sh-augsburp, de/-harsch/egiv07 html) 149 José Marin Riveros Como en el caso anterior, la tentacién de atribuir a las guerras de Carlomagno el cardcter de Cruzada es grande: se trata de guerras Ilevadas a cabo para la defensa de la cristiandad contra un enemigo irreconciliable, dentro de una dimensién misional. Sin embargo, tampoco aqui comparece 1 sentido de una “guerra santa” definida por el martirio. Estamos, més bien, frente a una guerra que adquiere caracteristicas religiosas. 3° Contremos nuestra atencién en el Imperio Bizantino, en la época de las guerras del empera~ dor Heraclio contra los persas, guerras que, en la interpretacién de los contemporineos, Ilegan a adquirir dimensiones religiosas. El hecho més sorprendente es que estas guerras parecen una verdadera prefiguracién de las Cruzadas, compareciendo pricticamente todos los elementos que caracterizardn a éstas siglos més tarde, lo que le valdra a Heraclio el titulo honorifico de “primer por cierto, con Carlomagno—. Paradéjicamente, sera precisamen- te en el oriente bizantino donde la idea de Cruzada no llegar a plasmnarse nunca. Después de practicamente una década de inactividad, Heraclio se decidié a llevar a cabo una fuerte ofensiva militar contra los persas sasénidas, la que culminara con una gran victoria de los bizantinos en el afto 629. Los persas —verdadero preludio de los avances musulmanes de siglos mis tarde— habian capturado varias ciudades del Cercano Oriente, entre ellas Jerusalén, de donde habian tomado la Santa Cruz para llevarla a Ctesiphonte. La guerra, de ese modo, adquirié caracteristicas de guerra religiosa, tal como ha quedado registrado en diversos documentos™. ‘Teophanes, por ejemplo, seiiala que Cosroes, el Sha persa, llegé a decir que no tendria compasion de los cristianos hasta que dejasen de adorar al Crucificado y adorasen al Sol. Pisides, més cercano a los hechos, en su Heracliada, llama a Heraclio como un hypostrategos (imorrpd:rmy0s), una suerte de subgeneral o subcomandante, bajo el mando de un superior y generalisimo de los gjércitos que es el mismo Dios; en palabras de Agostino Pertusi, Heraclio es presentado como una suerte de condottiero de Dios. Pisides, en los versos finales de su cantar épico, escribe: “Salve, ux, por quien el mundo renace, pues la ciudad toda y la regién sienten que es vivo el renacer de Ja vida por obra de tu esfuerzo... Toda la poblacién del mundo, desde sus cuatro partes, te aplaude en el teatro de la vida. Todos adornan su ciudad cuando tii apareces y te coronan con preces cual si fueran rosas”. “El arrogante Cosroes —registra una carta de la época—, que se levanto contra Dios, ha caido”, mientras que en el Chronicon Paschale se lee: “Cay6 el soberbio Cosroes, enemigo de Dios; cayé y fue precipitado al Infierno y destruida su memoria en la tierra... y murié con estruendo”. Heraclio, triunfante, junto a su esposa Martina avanz6 por las calles de Jerusalén levando la Sagrada Cruz para depositarla finalmente en el Santo Sepulero. Synkellos, en un ser~ mén, comparaba a los enemigos de los bizantinos, avaros y persas, con los enemigos de Israel, sirios y samaritanos; a Constantinopla con Jerusalén, al patriarca Sergio con Moisés y Heraclio, asi como David habia depositado el Arca de la Alianza en el Templo de Jerusalén, llevaba la Cruz “v. Spain Alexander, Susan, “Heraclius, Byzantine Imperial Ideology, and the David Plates”, en: Speculum, Il, 2, April 1977, donde se citan las fuentes pertinentes 150 sine [LAS cRUZADAS COMO GUERRA SANTA: UN PROBLEMA HISTORIOGRAFICO de Cristo, a salvo y también después de rescatar el precioso objeto de manos de los paganos, para depositarla en el Santo Sepulcro. Las referencias veterotestamentarias son realmente impresio- nantes, mostrando las guerras de Israel como una verdadera prefiguracién de las guerras del Imperio, las que quedan asi inscritas dentro de un Plan Providencial Cuatro topicos comparecen en las guerras de Heraclio, y los tres primeros dicen relacién con las causas de una guerra justa: defensa de la Cristiandad, recuperacién de bienes arrebatados injustamente, reparacién de las injurias, a todo lo cual se debe agregar el elemento clave de la petegrinacién, en cuanto la defensa de Tierra Santa es al mismo tiempo una defensa de los pere- ‘grinos, y también considerando que el mismo Heraclio aparece retratado como un peregrino en su viaje a Jerusalén. A partir de los antecedentes expuestos podria pensarse, entonces, que, con una mis clara justificacién que en los casos de Clodoveo y Carlomagno, se pueden comprender las guerras de Heraclio como una “una empresa militar dirigida contra un enemigo irreconciliable”, esto es, a priori, como una cruzada. En cualquier caso se trata de una idea a comprobar. Ahora bien, si, como ya se ha adelantado, Ia idea de Cruzada esta estrechamente ligada a la de “guerra santa”, y ésta, a su vez, con la de mattirio, cabe preguntarse sien los tres casos precitados, y especialmente en el ultimo, puede realmente aplicarse el término “cruzada”. Apa- rentemente no hay razones fundadas en los textos de la época para decir que se haya tenido una nocién de martirio en relacién a una guerra de connotaciones religiosas. Sin embargo, es impor- tante hacer notar las referencias veterotestamentarias y, en el caso de Heraclio, los verdaderos paralelismos que se llegan a establecer entre el mundo hebreo y la Cristiandad. En el Deuteronomio (XX, 1-4) se sefiala expresamente lo siguiente: “Cuando vayas a hacer la guerra a tus enemigos, al ver los caballos y los carros de un pueblo mas poderoso que tit, no los temeras, porque Yahvé, tu Dios, que te sacé de Egipto, esta contigo. Cuando se vaya a dar Ja batalla, avanzara el sacerdo- tey hablaré al pueblo, y le dira: jOye, Israel! Hoy vais a dar la batalla a vuestros enemigos; que no desfallezca vuestro corazén: no temdis, no os asustéis ni os aterréis ante ellos; porque Yahvé, ‘vuestro Dios, marcha con vosotros para combatir con vosotros contra vuestros enemigos, y El os salvara”. Estas iltimas palabras nos parece que no se pueden interpretar de otra manera sino es como aquellos que mueran combatiendo por Dios, por la causa de Dios y bajo Su mandato, serén considerados mArtires. Se podria pensar, pues, que, sin estar sancionada canénicamente, la nocién de martirio resonaba en la mentalidad de los contemporéncos. El citado J.T. Johnson ha establecido una categorizacion del concepto de “guerra santa” en 10 puntos, abarcando sintéticamente la mayor parte de los problemas que plantea el término, tanto para la realidad islamica como para la cristiana. Asi, se entender como “guerra santa” una ‘guerra hecha bajo la guia divina, o cuando se combate por la fe en Dios a partir de la convocatoria de una autoridad representativa, o una guerra en la cual Dios mismo combate; también una guerra por la defensa de los enemigos de la religion, asi también aquella cuyo fin es imponerla verdadera 151 José Marin Riveros teligién, etc". No obstante, pasa por alto un componente a nuestro juicio fundamental: el martirio, Es por ello que —aparte de los motivos ya expuestos— la definicién que hasta ahora hemos ocupado, “una empresa militar dirigida contra un enemigo irreconciliable”, es inadecuada. En efecto, nos parece que sélo se puede hablar de “guerra santa” cuando se incorpora una recom- pensa celestial a quienes mueran en el campo de batalla defendiendo una causa que debe ser justa y legitima, S6lo considerando tal variable se puede establecer una diferencia entre “guerra santa”, “guerra de religion”, “guerra religiosa”, etc. Asi, el campo de aplicacién del concepto se reduce notablemente. La cuestién es determinar si, desde tal perspectiva, las cruzadas son una “guerra santa” 0 no, y si algo similar existe en el mundo bizantino o el iskimico. Cuando Paul Lemerle'? define el concepto de cruzada, apela, precisamente y como algo central, al tema del martirio: “Una peregrinacién militar, cuyo objetivo es la liberacidn de los Santos Lugares y de los cristianos de Oriente, situada bajo la autoridad de la Iglesia, iniciada con una bula pontificia, por la cual los Participantes se reconocen en ciertos signos exteriores, beneficiéndose de ventajas espirituales, y, ene plano temporal, son protegidos por un régimen de excepeién que los sustrae a las obligacio- nes y a las jurisdicciones normales...”. Esas “ventajas espirituales” a las que se refiere Lemerle, no son otra cosa que remisién de los pecados y martirio, en cuanto la primera es requisito para el segundo. Segiin esta definicién, que nos parece muy exacta, no se puede hablar de cruzadas antes del siglo XI 0 fuera de Occidente, aunque si de “guerra santa”, Cruzada, asi, se Megard a identificar con la idea de “guerra santa”, pero no se trata de sindni- ‘mos, por cuanto la segunda se definirfa por e! martrio, la recompensa celeste prometida a quienes ‘mueran en la guerra y, desde tal perspectiva, la “guerra santa” preexistirfa a la Cruzada, como se desprende de las palabras del Papa Leén VI en el 847 y del Papa Juan VIII en el 879, El primero lama a los sefiores francos a reunir sus ejércitos para defender Ostia y Roma de los sarracenos, diciendo que “deseamos que sepan que se les daré como recompensa el reino de los cielos a ‘aquellos que mueran en esta guerra, El Omnipotente sabe que perdieron sus vidas luchando por la verdad de la fe, por la preservacién de su pais, colaborando en la defensa de los cristianos™®, Juan VIII, por su parte, seré muy claro al decir que “quienes, por amor a la religién cristiana, ‘muriesen en batalla luchando valientemente contra paganos o infieles, recibiran la vida etena”™*, © Johnson, J.T, op. cit, pp. 37-42. # “Byzance et la Croisade”, op. cit, p. 615. ‘© v. Runciman, S., op. cit, vol. 1, p. 92. Mansi, Concilia, XIV, 888, El texto, muy citado, se puede consultar {cilmente en: Papa Leén V (847-855): Perdén de los pecados para aquellos que mueran en batalla contra los paganos, en: Migne, Patrologia Latina, 115: 656-657, and 161: 720, trans. Oliver J. Thatcher, and Edgar Holmes MeNeal, eds. A Source Book for Medieval History (New York: Scribners, 1905), 511-12, Este texto forma parte del Internet Medieval ‘Sourcebook [htp:/wwrw.fordham.edu/halsallsource/Ieo4-ind850 html). v. tb. Erdmann, C., op. cit, pp. 28 y ss. “Migne, Patrologia Latina vol. CXXV1, col. 816, v. Runciman op cit, p. 92. Este texto, también muy citado, se puede consultar en: Papa Juan VIII: Indulgencia por char contra los paganos, en: Migne, Patrologia Latina, 126:816, trans. Oliver J. Thatcher, and Edgar Holmes MeNeal,eds.,4 Source Book for Medieval History (New York: Seribners, 1505), $12. Este texto forma parte del Internet Medieval Sourcebook {htp:/www.fordham.edwhalsallsource/john?, ind878.html)) v. tb. Erdmann, C., op. cit, pp. 30-31 1s2 Las cRUZADAS COMO GUERRA SANTA: UN PROBLEMA HISTORIOGRARICO Es precisamente eso lo que podemos constatar en la Historia Anénima de la Primera Cruzada, en diversos parrafos; a modo de ejemplo, en la Narratio II se dice que “Muchos de los nuestros recibieron alli el martirio y, en la alegria y el jbilo, rindieron a Dios sus almas bienaventuradas (..) Elevados triunfalmente al cielo, vistieron la ropa del martirio...”; mas adelante, en la Narratio ‘VIL, anota el cronista: “Ese dia, mas de mil de nuestros caballeros y de nuestros infantes suftieron el martirio y, como lo creemos, se elevaron al cielo donde reciben la blanca ropa del martirio™®. Jean Flori* se detiene, precisamente, a considerar este aspecto, el del martirio, como el elemento clave en la configuracién de una idea de “guerra santa”, Acierta Flori al sefialar que, efectivamente, en el siglo XI no se da un salto cualitativo del pontificado en cuanto a su idea de la guerra, ya preconizada desde el siglo IX al menos, sino un cambio esencial en el rol fundamental de ta propia Santa Sede en los asuntos mundiales, al mismo tiempo que una afirmacién de la autoridad apostélica al interior de la Cristiandad. De esta manera los planteamientos de Flori se aproximan a los de Dupront, cuando éste sefiala que la “guerra santa” es una suerte de sacralizacién de la guerra, plena y absoluta, dentro de la dindmica de una religion triunfante, en relacién directa con la Reforma Gregoriana; “todo podria resumirse —dice— en el uso de la triple invocacién Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat... Victoria, Reino, Imperio, tal es la triada de la religion triunfante, donde el vencedor es Cristo”, cuya victoria es, precisamente, sobre la muerte. “La guerra —dice Flori, por su parte—, en cuanto predicada o solicitada por el soberano pontifice y decretada por interés de la Santa Sede, confundido aquél con el de la Iglesia y la cristiandad, adquiere ipso facto un cardcter sacro que la hace a la vez justa, santa y meritoria™*, ‘Tomando en cuenta lo anterior, pues, es posible identificar mas claramente qué procesos pueden ser calificados de “guerra santa” y cudles no, por cuanto no bastard con motivaciones de cardcter religioso, lo que nos puede llevar solamente al concepto de “guerra de religién”. Tampo- co basta con sefialar que los cruzados son peregrinos que combaten por un derecho a lo sacro. Asi, por ejemplo, las guerras emprendidas por el emperador bizantino Heraclio (610-641), a pesar de todas las caracteristicas religiosas con que los hechos seran interpretados por los contempora- ‘eos, no aleanza a constituirse en una “guerra santa”, En efecto, en el mundo bizantino, no s6lo en época de Heraclio, como explica claramente Bréhier®, se tenfa claridad respecto de los debe- * Histoire Anonyme... op. et, pp. 43 y 91, respectivamente *Laglise tla Guerre Sainte: de la Paix de Dieu ala croisade”, en: Annales. Economies, Sacietés Cvilisations, 47, 2,Mars-Avril 1992, ahora en: Flor, ., Croisade et Chevalerie XI-XII sidcles, De Boeck Université, 1998, Bruxelles, pp. I2 ys. © Dupront, A. Du Saeré op. lt, p. 269. 4 Flot, op. cit, p. 16. ‘y. Spain Alexander, Susan, “Heracius, Byzantine Imperial Ideology, and the David Plates”, en: Speculum, Ll, 2, April 1977) ® Las Instituciones del Imperio Bizantino, Trad. de J. Almoina, UTEHA, 1956, México 153 José Marin Riveros tes teligiosos que deben cumplir los soldados antes de la guerra, incluso existia el culto a los santos militares, Dios es concebido en algin caso como general de los ejércitos y el arcéngel Miguel como archiestratega de los ejércitos celestes; sin embargo, por razones de indole histérica, cultu- ral y religiosa, nunca se llegé a concebir la guerra como “santa”, lo que se consideraba practica- mente una blasfemia’'. Bjemplar es el caso de Nicéforo Focas, en el siglo X, emperador de acentuado cardcter militar y de fuerte vocacién mistica, que, comprendiendo el significado del jihad musulmén, solicita al patriarca la declaracién de una “guerra santa”, esto es, prometer a los caidos la palma del martirio; el patriarca Polyeucto respondié con el rechazo mas absoluto, Y es que en Bizancio predominaba la doctrina de los Santos Padres anteriores a San Agustin, espe- cialmente para este caso San Basilio (330-379), quien en la Epistola 188 aconsejaba hasta tres afios de penitencia para el soldado que mataba un enemigo, aun si la guerra parecia justa, por cuanto Cristo exige amar al enemigo; la venganza o el castigo final se deja a la misericordia y Justicia divinas. Todas las guerras del Imperio, sean contra los cristianos biilgaros 0 contra los musulmanes, en tanto son guetras por la defensa de la Cristiandad, que es lo mismo que decir Imperio, son consideradas justas. Por ello, la propia finalidad de las Cruzadas —como sefiala Antonio Bravo®— era dificil de comprender para los bizantinos, “ya que vefan en ellas la usurpa- ci6n de un titulo de defensores de la Cristiandad y, al tiempo, un pretexto de los occidentales para enmascarar sus verdaderas intenciones expansionistas contra el Oriente”. Canard recoge el caso de un obispo de Capadocia del siglo X, quien interrumpié la misa que celebraba y, con ornamentos sacerdotales, salié a combatir a los musulmanes, hiriendo a varios y haciendo huir a otros. El hecho, que seria celebrado en Occidente, es causa de castigo en el Oriente Bizantino, siendo el obispo suspendido en sus funciones; no pudiendo esperar el perdén, hhuy6 a territorio musulmén donde abjuré del cristianismo enrolindose en el ejército arabe y vol- viendo sobre Capadocia en varias ocasiones para saquearla, La repulsién que Ana Comnena en el siglo XI, en época de la primera cruzada, manifiesta frente al caso de un sacerdote-guerrero es notable y sintomatica, tanto como su afirmacién de que en tal tipo de actitudes reside también la barbarie de los occidentales: “Un sacerdote latino, que estaba junto a otros doce compaiieros de armas del conde y que se hallaba a proa, al ver estos hechos disparé numerosos dardos contra ‘Mariano. Pero tampoco asi cedia Mariano y mientras combatfa, exhortaba a hacer lo mismo a los que estaban a su mando, de modo que en tres ocasiones hubo que relevar a los hombres heridos *'v, Badenas, P, “A la bisqueda del concepto de diplomacia bizantina”, at. inédito correspondiente a una Clase ‘Magistral dictada en la Universidad Gabriela Mistral en octubre de 1998, y que se publicard en el volumen 19 de Byzantion Nea Hellis, correspondiente al afio 2000, * San Basilio, Bp. 188, en. Migne, Patt Gr, vol. 32, col. 681. Se puede consultar fécilmente en: Saint Basil, Letter 188. To Amphilochius, concerning the Canons, en: Christian Classics Ethereal Library server, at Wheaton College Thitp:Vecel.wheaton.edw/fathers2/NPNF2-08/Npnf2-08-206 htm#P4693-1443028); tb. en: (http:/aww.newadvent.org/ fathers/3202188.htm] ® Bizancio. Perfiles de un Imperio, Akal, 1997, Madtid, p. 33. 134 LAS CRUZADAS COMO GUERRA SANTA UN PROBLEMA HSTORIOGRARICO y agotados que rodeaban al sacerdote latino. En cuanto al sacerdote, aunque habfa recibido mu- chos impactos y estaba empapado en su propia sangre, aguantaba a pie firme. No hay coinciden- cia de opiniones sobre la cuestién de los clérigos entre nosotros y los latinos; a nosotros se nos prescribe por os cénones, las leyes y el dogma evangélico: ‘No toques, no murmures, no ataques; pues ests consagrado’. EI barbaro latino, sin embargo, lo mismo manejara los objetos divinos que se colocard un escudo a la izquierda y aferraré en la derecha la lanza, y de igual modo comulga con el cuerpo y la sangre divinos que contempla matanzas y se convierte en un ser sanguinario, como dice el salmo de David. Asi, esta bérbara especie no son menos sacerdotes que guerreros. Pues bien, aquel combatiente, mejor que sacerdote, lo mismo se vestia con la estola sacerdotal ‘que manejaba el remo o se dedicaba a combatir en batallas navales, luchando con el mar y con los hombres simulténeamente. En cambio, como acabo de decir, nuestro modo de vida se remonta a ‘Aarén, a Moisés y a nuestro primer pontifice”. La princesa bizantina no hace sino recordar el canon séptimo del Concilio de Calcedonia. La exacerbacién de los sentimientos mutuos de hostilidad tuvo su culminacién en la desvia- cién de la Cuarta Cruzada, la que, por no contar con Ia bendicién del Papa Inocencio III, no puede considerarse, segiin lo aqui expuesto, como una “guerra santa”, En verdad, pareciese que Jos temores bizantinos se confirmaron con tal hecho; aiin més, esta desafortunada Cruzada apare- cera s6lo como una expedicion de cardcter militar cuyo fin es el dominio politico y econémico del Imperio. No es que los motivos religiosos ya no estuviesen presentes; sin embargo, se estaban sociando las dos sociedades que conviven en la Cruzada, peregrinos y milites, por cuanto estos lltimos, los caballeros, ya no luchan solamente por los primeros, que si conservan un ideal religio- 80, sino por intereses propios y mundanos. f’stos, que son legitimos en iltimo término, habian sido siempre aceptados, pero considerados totalmente secundarios respecto del fin religioso; a co- mienzos del siglo XIII tales intereses se habian transformado en las verdaderas motivaciones, al menos de los dirigentes de la Cruzada. Inocencio III, tristemente célebre por estos acontecimien- tos, en realidad condené la accién de los eruzados, tanto en Zara como en Constantinopla, por lo cual, como ha sefialado Gill, atribuir a Inocencio el destino de la IV Cruzada es una injusticia para con su reputacién. No obstante, es preciso sefialar que el Papa, una vez consumados la toma y saqueo de Constantinopla, como apunta Ia historiadora argentina Sara de Mundo Lo”, “alab6 al Sefior que milagro tan grande se habia dignado operar”, puesto que, entre otros motivos, no se debe olvidar que la Cruzada contemplaba la existencia de una Iglesia Catdlica Universal. En carta dirigida a los eclesidsticos de Constantinopla, y fechada el 13 de noviembre de 1204, Inocencio III + y, Ana Comnena, La Alexiada, X, VIlL, 7-8, Trad. de E. Diaz Rolando, Editorial Universidad de Sevilla, 1989, Sevilla, pp. 416-417... Egea, J, La Crénica de Morea Ed. del CSIC, Col. Nueva Roma, 1996, Madd, pp. XX y s ° Franks, Venetians and Pope Innocent Il, en: Std venecani IM, 1970, ahora en: Church Union: Rome and Byzantium (1204-1453), Vatiorum Reprints, 1979, London, p. 102 * Ibid, pp. 105 ys. * De Mundo Lo, Sop. cit, p. 140. 155 José Marin Riveros sefialaba que Dios “ha transferido el Imperio de Constantinopla del orgulloso al humilde, desde el desobediente al devoto, desde el cismético al catdlico, esto es, de los griegos a los latinos... la recta ‘mano del Sefior ha dado hechos de valor para exaltar la Santa Iglesia Romana, como haciendo regresar la hija a la madre, la parte al todo, y el miembro a la cabeza” (Reg. VII, 15)®, Siendo justos, hay que reconocer que el Papa no podia obrar de otra manera, es decir, después de conde- nar a los cruzados, perdonarlos y aceptar el fait accomplit. Como sea, la TV Cruzada aceleré irremediablemente el proceso de desintegracién del Imperio Bizantino. Al mismo tiempo, dado el traumatismo causado por el comportamiento de los eruzados y la frustracién griega, naci6 un nuevo “patriotismo bizantino”, marcado por el odio antilatino y los suefios de restauracién del Imperio. tee Finalmente, es preciso desmitificar aquella idea segiin la cual la “guerra santa” cristiana tiene su origen en el djihad musulmén, esto es, que los cristianos elaboran una idea de “guerra santa” cuando se sienten amenazados por los musulmanes, especialmente en la Peninsula Ibérica. Tam- poco es acertado sefialar lo contrario, es decir, que en el Mundo Islimico se concibe el djihad ‘como respuesta a la amenaza de las Cruzadas; es cierto que en el siglo XII se avivan los senti- mientos religiosos respecto de la guerra®, pero las raices del dizhad son mucho mas profundas y complejas. Djihad significa, literalmente, “esfuerzo (en la via de Ala)” y existe un djihad menor y otro ‘mayor, tal como lo expresé Mahoma al terminar Ia batalla de Badr: “hemos terminado con el pequefio djihad, ahora comienza el gran djihad”®. El segundo es esencialmente espiritual, y consiste en una lucha contra s{ mismo por aleanzar la perfeccién en el camino que conduce a AIA EI “pequefio” comprende el djihad por la espada, esto es, el “esfuerzo” en el campo de batalla, el que seré considerado siempre como ultima ratio, El djihad se entiende dentro de una concep- cién universalista que divide el mundo en dos: dar al-islam, la casa del islam, esto es, el mundo de los ereyentes, y dar al-harb, la casa de la guerra, que incluye a los Pueblos del Libro y a los infieles, los cuales deben someterse a la autoridad islimica, convertirse o morir, segiin sea el caso. Asi, el djthad islimico se entiende sélo desde una perspectiva universalista y misional, por cuanto intenta convertir el mundo a la fe islémica (a diferencia de la Cruzada cristiana, que no intenta convertir al infiel, sino expulsarlo de territorios injustamente arrebatados), James Turner Johnson *v,Gill,J, “Innocent IH and the Greeks: Aggresor or Apostle?" en: Relatios between East and West in the Middle Ages, ed, D. Baker, Edinburgh University Press, Edinburgh, 1973, ahora en: Gill, J, Church Union: Rome and Byzantium (4204-1453), op. cit M, p. 100 » y, Partner, P, art cit ‘ v. Dermenghem, E., Mahoma y la tradicién islimica, Trad. de C. Carrasco, Aguilar, 1959, Madrid, p. 43; t. ‘Shaik Taner Ansani, “The Greater Jihad” [htp://www.qadiri-rifa.org/jihad.html], 1996, Debo éstas y otras referencias sobre el tema al Sr. Diego Melo Carrasco, promisorio arabista, 156 [LAs CRU2ADAS COMO GUERRA SANTA: UN PROBLEMA ISTORIOGRAFICO afirma que la concepcién iskimica de la guerra dice relacién con la integracién a un orden politico y religioso que se encuentran confundidos, en contraste con la concepcién occidental de la sepa- racién de las esferas de lo temporal y espiritual*'. Fue después de la Hégira, en Medina, cuando se fund6 esta concepcién teopolitica, al transformarse Mahoma en el lider religioso, politico y mili- tar, Seria, justamente, en el period medinés cuando el Profeta habria recibido las primeras revelaciones que hacen licita la guerra en defensa de la fe, lo que dice relacién con la precaria condicién de la naciente comunidad islimica. Muchos autores han visto en la Batalla de Badr (624) el inicio del primer djihad; en efecto, tal batalla fue el gran acontecimiento de la primera comunidad musulmana, y se entiende como una continuacién de la ghazawat o razzia que, dadas Jas circunstancias, se transforma en la primera victoria contra los infieles® De alli, pues, que el djthad, como “guerra santa” adquiera un carécter mis total y absoluto, Por cierto que la aplicacién del concepto corresponde a un uso post-cordnico, mis bien tardio en relacién con los juristas clésicos. En el vocabulario ardbigo encontramos otras palabras, como ital, que significa combate, o harb, guerra: Mair Ali desafia a cualquier intelectual —en una pagina web— a encontrar en el Cordn o en los hadices, la palabra djihad significando “guerra santa”, expresién que en arabe se traduciria como al-harbu al-mugaddasatu. El problema, pues, y sélo en el ambito conceptual es muy complejo al referirse a la realidad islamica respecto de la guerra, No obstante, debemos aceptar el hecho de que la palabra djihad ha sido la que ha gozado de mayor recepcién en el piiblico —erudito o no— para describir lo que denominamos una “gue- tra santa” musulmana. ‘Usando la palabra djihad, entonces, en un sentido restringido —y aceptando que podria ser inexacto— como sinénimo de “guerra santa”, ya se puede afirmar que, efectivamente, se justifi- caria asimilar uno y otro término por cuanto también se incorpora en el islam la nocién de martirio; aquellos que perezcan combatiendo contra los infieles y en la via recta de Alé, los mujahidiin, llegardn a ser martires, shahid, gandndose asi un lugar en el Paraiso, tee © Johnson, 4-T, op. cit, p. vi © Gaudefroy-Demombynes, M., Mahoma, Trad. deP. Lopez, Akal, 1990 (1957), Madrid, pp.97y ss; Dermenghem, E,,op. cit, p. 41 © Gaudefroy-Demombynes, M., op. cit, pp. 106 y ss; Dermenghem, E., op. cit, p.40; Abdalati, H., Luces sobre Islam, Planeta, 1990, Santiago, p. 136. Amir Ali, M., “Jihad Explained”, published by the Institute of Islamic Information and Research and reproduced with permission by Islamic Academy for Scientific Research [htp:/ivww.cco.caltech.edu/~calmsw/iie/18 jihad]. © v, Cordn, Il, 169-171: ““#Y no penséis que quienes han caido por Dios hayan muerto. ;Al contrario! Estén vivos y sustentados junto a su Sefior, "contentos por el favor que Dios les ha hecho y alegres por quienes atin no les hhan seguido, porque no tienen que temer y no estardn tristes, "alegres por una graciay favor de Dios y porque Dios no deja deremunerar a los ereyentes”. £1 Cordn, texto érabe de la edici6n oficial patrocinada por el Rey Fad I de Egipto (El Cairo, 1923), y versin castellana de Julio Cortés, 1999, Herder, Barcelona, p. 91 187 José Marin Riveros Si aceptamos que una “guerra santa” se define por el martirio, y que en Occidente la encon- tramos ya en el s. IX, es evidente que su origen es independiente del djihad, y que la “guerra santa” del siglo XI en adelante, sea en Espafia o en el Cercano Oriente, no es una reaccién frente al Islam, sino la culminacién de un largo proceso que involuera las nociones de guerra justa y guerra “de religion”, Las relaciones entre djihad y “guerra santa” hay que buscarlas en profun- das raices semiticas, que en el caso cristiano corresponden al Antiguo Testamento, mientras que en el caso musulman, ademas, estén muy vivas y cercanas, adaptandose al espiritu de conquista ‘universal que busca una conversién y dominacién también universales. Los musulmanes, dado su sentido religioso, y puesto que también consideran a Jerusalén una Ciudad Santa, pueden incluso egar a comprender el sentido religioso de la Cruzada. 158

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