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Tusquets Editor Edicién a cargo de Félix de Aziah land Barthes gPOR DONDE EMPEZAR? (tulos otiginales: Le simuiacre, de Marc Hutfat («Wel Quel» i ne 47, 1971), Réponses («Tel Quel», n° 47), Parot commen. Indice cer (aPoéticiuen n° 1, 1970) De Veuore ax texte («Revue GEsthétiquen, 1." 3, 1971), Eorieains, Intelectuels, Profes. seurs (dTel Quel», n2 47), La intte avec Vange: analyse lex * tuelle de Gendse 32. 23:33 (De Analyse structurale et analyse ~ biblique, Delachaax & Nistle, Necchitel, 1971, pp. 27 a 40), Le troisidme sens («Cahiers duu Cinémay, n° 232, 1970) y Le ‘grain de voix (eMlusique en jeu, n° 9, 1972) \ P. 7 Prélogo 15. El simulacro, de Mare Buffat ~ 7 Respuestas z Disefio de este volumen: Clotet-Tusquets # 59 {Por dénde empezar? 1 x mT 111 La Iucha con el Angel Traducida: Francisco Llings De la obra al texto 3 Escritores, intelectuales, profesores 123 El tercer sentid © Roland Barthes - Editions du Seuil y a Tusquets Editor para Ia seleccién, ef prélogo y la traduccion, Barcelona, - 1974 145 El grano de la yor ISBN 84.7223.555-6 Depésito Legal: B. 42961-1974 Printed in Spain i ’ Prélogo sioh Ue Cuando me puse a pensar en este prélogo, de iin, modo u otro el prélogo ya habia empezado. Parai | f jicamente, el prélogo se sittia al final del prologuista || Y al principio det lector, Esa diferencia es, en sf mis- ma, digna de analizarse, ya que pone de manifiesto | que entre cl lector del prélogo y el prologuista sdlo_ hay una diferencia: Ja Jectura en potencia o la lec- tura en acto del texto prologado. Pero si el prolo- guista puede darse al pfélogo finalizada Ja lectura, y el lector slo puede hacerlo (a menos de que una manfa de originalidad y desdén, muy justificable en estos tiempos, le Heve a Ja accién extravagante y ge- neralmente pretenciosa de leer el prdlogo finalizada la lectura de‘lo prologad©) antes de comenzarla, eso quiere decir que el prélogo es el puente que elimina el abismo entre el acto de abrir un libro y el acto mismo de leerlo. Esta banalidad sélo puede resultarnos especial: mente obvia tras una prolongada adicién prologuisti- ca que de dia en dia gana mds adeptos. De hecho, la mayor parte de los libros que hoy se editan no son més que prdlogos, Algunos de ellos son admira- bles prélogos que llegan @ ser més voluminosos que el texto prologado, como esa deliciosa introduccién a la lectura de Hegel, del maestro Kojeve. Sin em- bargo, no hay que hacers¢ ilusiones, por lo general estos prélogos no son sin0 sistemas de defensa, Do- fensa de su insignificancia para el novel, defensa de sus intereses para el editor del novel, defensa de su bolsillo © de su prestigio para el autor de prélogos (un Frdlogo, si no otra cosa, cuando menos asegura =a veces falsamente— que el prologuista ha leido ¢l texto prologado, Jo cual parece darle ciertas pre- mogativas sobre la vida del futuro lector del prélo- 20), defensa, en general, de ataques exteriores al texto. Un verdadero sistema de defensa. Pero gde qué hay que defenderse? Sin duda se trata de defen- i peerage gegen gegen Cees | derse de Ja lectura. En unos casos porque requiere una previa domesticacién del lector, como en los ine- | vitables prdlogos a Lautréamont o a Marx, 0 a Nietzsche y a toda esa jauria que compone nuesira imaginada reserva de agresividad. Ea otras porque es necesario vencer Ja desconfianza mercantil de los ciudadanos: es este caso muy general, pues el rd que cometa Ia torpeza de querer comprarse un libro de algiin autor cuya lectura Je han asegurado que es imprescindible, que es un clisico, que es un inmor- tal, que ¢5 una fuente de eterna dicha, pongamos por caso San Juan de la Cruz, se encontrard trdgica- mente con cuarenta o cincuenta ediciones; no le que- dard. més remedio que, como en los ritos adminis- trativos, driirse a la recomendacién y elegit aque- lla edicién cuyo prologuista asegure, vagamente, cierta seriedad, Un caso muy curioso es aquél gue tiende a quitarle importancia a la Teetura, cuando un texto reputado por insoportable, digamos Fin- negans Wake, viene a set protogado por alguien cu: yas virtudes intelectivas estén al alcance de todo mundo, un actor de teatro, un politico joven, bh deportista. En tales ocasiones ef prélogo acta de incitador y de guiflo, como diciendo «no es para >. ero siempre como puente, como aquello que Hea una brecha por la que se cuela el insidioso malo, Porque fo insoportable es cl vacio: o bien ya se ha Ieido el Libro, o bien se esté leyendo, o bien una se leeré, pero ese instante de estar a punto de leer sin haber comenzado todavia, es tan angustioso como cualquier divisién al infinito: jen qué momento co- mienza Ja Jectura?_ {En el momento de la compra? {En el momento de abrir y hojear, tras aprendara de memoria el titulo y el nombre del autor? iea el momento de acudir a Ia solapa, leer ta biograffa del escritor, siempre tan enigmética, de escrutar' su sa fotografia? ‘ a esta engustia viene ef socorro del rologus- ta, Y se presenta como aquello que dulcemente, oe paternalmente, con ternura y vigor, Hevaré al con- fuso comprador (cuyo espiritu conserva todavia la oscura sospecha de haber sido estafado) hasta la dorada puerta del primer renglén. Asi aparece la lectura original sacralizada por los pasillos y, antesa~ las de la arquitectura dieciochesca, sobredeterminada por la suma de influencias y movimientos de los bedeles, asistentes, jefes de protocolo y ujierés (tam: bign alguna cortesana), todos Ios cuales organizan. una puesta en escena de tanto mayor aparato cuanto, mayor sea Ja capacidad de aguante del catectimend,, Asi hay libros espléndidos, despéticos itustrados, fhe ottentan prefacio, introduccién, un par de. pré- logos y multiples ¢ insignificantes prologos a cada reedicién. Y as{ (que 20 de otro modo) conoct yo a Roland Barthes un dia caracterizado por la turba: cidn y la furia, en que se le ocurrié venit a Bar celona a dar una conferencia, Con todo rigor, aquél fue el primer momento del prdlogo, porque fuimos a almorzar con él Carlos Barral, José Maria Castes Uct, un disereto cabaliero (gel cénsul?) y yo, pero no me fue posible legar a ofr a Barthes, Carlos Ba. tal oficié de prologuista y oculté el habla original del invitado mediante el ‘interesante “procedimiento de contaros a los presentes cual era ci mejor ugar del Mediterraneo para pescar ostras, las virtudes del ancla para la reproduccién de las otras, la diferencia entre ancla y ancora, la etimologia de la palabra divén y un sin fin de curiosidades, algunas de nota. ble in‘erés. Luego, en efecto, Barthes dio su con. ferencia, a 1a que no asistimos los de Ia comida por- ue supongo que sostenfamos la disparatada idea de chaber ofdo hablar, ya, a Barthes». Por lo que luego 205 contaron. tampoco en su conferencia logré Bar thes escapar al prologo, pues Barcelona entera coins idia en sefialar que Gabriel Ferrater le habia hecho unas preguntas tremendas que lo habfan reducido a escombros. Nadie podia repetir las preguntas. Aquel que no resiste la tentacién de dejar de com- prar tedo libro que Heve incluido un prélogo, debe satenerse a las consecuencias. No es facil introducirse en el laberinto de los prélogos y hay en ellos su minotauro. Por el contrario, aguel que se maneje, | puede pasar el resto de sus dias no leyendo otra cosa. jCudnto més inteligible es el aparato episte- molégico kantiano en uno de esos ensayos sobre Kant, que en el mismo Kant! ;Pero cuénto més en un ensayo sobre el ensayista del estudio sobre Kant! YY quizd el colmo, el paroxismo de Ja adicién, sea el prélogo general, el prélogo total, la Historia Uni- versal, los tratados de psicoandlisis, las enciclopedias, las antologias, los panoramas y esos restimenes que pueden ponernos en pocas pdginas y a una misma mesa con Ia trayectoria del vaso campaneiforme y la Reforma en su capftulo ginebrino. En estos gran- des prdlogos, gigantescos, sobrehumanos, la impor tancia fundamental radica en el indice: es él quien actiia de prélogo del prdlogo y si Ia consulta del mis- mo ofrece seguridades (los nombres fundamentales, las fechas imprescindibles, los acontecimientos im- borrables) la compra agota la lectura misma. El pro- ceso de administrar el prdlogo total requiere, como todo buen aparato organizativo, el anonimato o la ambigiiedad y uno de los procedimientos més acer- tados ha consistido en Ja firma multitudinaria, des- compuesta, disgrezada, bajo el sospechoso carisma de Ia especialidad. Esto (que no otra cosa) es Io que me sucedié la segunda vez que intenté Hegar hasta el habla misma de Barthes: tropecé con un segundo momento del prélogo. Estaba yo, por aquel enton- ces, preparando este prdlogo y debfa entrevistarme con él para resolver un par de detalles de edicién. Para ello, se me habfa dicho, nada mds facil que pedir una cita en Les Editions du Seuil. Ese prélogo no lo olvidaré en la vida: Ia primera parte consistié en una circunspecia secretaria que me pregunté si yO era autor o traductor y a la que contesté que ambas cosas por lo que fui clasificado, sin duda, en el apartado de fantasiosos. A pesar de la desconfian- za que le inspiraba mi persona, me consiguié una 10 | cita {muchos dfas después) con otra sefiorita, ésta ya invisible. Pero cuando acudi a la cita, la sefiorita invisible habfa desaparecido, como su propio nom- bre indica. Indignado y no teniendo a mano més que armas de orden melodramatico, dejé una nota pi- diendo ser Ilamado o escrito, la cual, por supuesto, nunca fue atendida. Meses mds tarde acerté a pasar por Paris la editora, en Espaiia, de este libro, la cual, segtin informes dignos de todo crédito, tenfa con- tacto personal con Ja sefiorita invisible. Esta segunda parte del segundo momento del prélogo tuvo algin efecto, pues recibi, pocas semanas mds tarde, una carta. Llevaba un membrete sobrecogedor: Ministé- re de ! Education Nationale. Ecole Pratique des Hau- tes Etudes. WIe Section. Sciences Economiques et Sociales. Sorbonne. Centre d'Etudes des Comunica- tions de Masse. CECMAS. Equipe de Recherche As- sociée au CNRS. Venta firmada por un desconocido de nombre inquietante: Percheron. En ella se me decia que Barthes estaba fuera de Paris, pero se me daba un teléfono al que podia lamar por mi cuenta y riesgo. En este momento del prélogo es cuando el lector debe pararse a reflexionar. Pero su reflexién no debe orientarse hacia objetivos faciles de empantanarse como «¢Pero realmente merece la pena?», sino que debe ser audaz y situarse en una auténtica medita- cién sobre los habitos del hombre, su fortaleza y su perdurabilidad. Que para iniciar una lectura sea ne- cario tanto trabajo, algo nos dice sobre la opinién que el hombre tiene del hombre. Y si para leer algo inocentemente es necesario, primero, este proceso de perversién hasta rozar la locura, ,qué clase de ejer- cicio previo requerird la escritura misma? Han sido necesarios muchos siglos de terco desarrollo, de obs- tinado progreso para conseguir que casi nadie lea. Quizé esté empezando el momento en que todos de- bamos dejar de escribir: el terreno necesariamente ha de quedar libre para los prologuistas, para los organizadores de prélogos, para los constructores y maestros de tan dificil arte, porque nuestra concien- cia misma quizé se esté preparando a una gran lec- tura, a una lectwra original y terrible que requiere tados y abundantes afios de miseria prologal, antes de emprender un nuevo y peligroso camino: esta- dos, naciones y sociedades prologando una desata- da, desonftenada lectura salvaje fuera de toda cons- triceidn y sabia violencia; un wniverso para leer que se viene anuncianda en siglos de derrotada sumisin al prélogo y al uniforme de los porteros. Cuando menos, puedo asegurar que el implaca- ble lector de un prélogo siempre llega (es inevitable) hasta la frontera que le separa del texto mismo fun- dador y manantial del prélogo, al texto gratificador| y libre. Asf fue también (que no de otro modo) con} Barthes: emprendi el tercer y ultimo momento del| Prélogo con auténtico desenfado, Hamando insisten- temente al teléfono que me habfa proporcionado Percheron. Al final de aquella Ifnea (que no quiero pensar por dénde pasaba). se supone, una voz aca- barfa diciéndome que fuera a un mimero determi- nado de Ja Rue Tournon, un dia y a una hora. ¥ asi fue. Y asf lo hice, legando a un edificio blanco y destartalado, al lado mismo de mi casa. Y entré por} un gran portico de rejas ruinosas a un patio encan- tador, Ieno de arbustos que se sacudian el frfo del anochecer; entre los macizos de boj sin cortar, al- gunas estatuas soportaban magnificamente absurdas mutilaciones. Se me habia dicho que entrara por una puerta mimiscula que hay a la derecha de Ja| gran entrada y que subiera por aquella crujiente| escalera, agrietada y caduca. En lo més alto, tras! tres pisos de grufidos apagados, me encontré en| una carbonera. Cref, una vez mds, estar en el pré-| logo mismo, pero el repique de una maquina de es- cribir me orienté hacia una rendija de luz que mis torpes sentidos no habian apercibido. La puerta daba sobre un pasillo flanqueado de pequefias salitas| con mesas de trabajo. Al final del pasillo sonaba insistente la maquina. Ante la puerta, como todo| lector de prélogos, sent una auténtica emocién; podfa, en efecto, estar a punto de encontrar al Bare thes que hay, al de verdad; podia encontrar, por el contrario, a Percheron, a la sedorita invisible, a Bea triz de Moura o a Carlos Barral y entonces todo volveria a empezar (como ti, lector, estés a punto de encontrar el texto de Barthes, u otto prologo, 0 un esiudio sobre Barthes hecho por algin famoso lingtista), No quise golpear con los nudillos, pues Ja voz, sonando en la oscuridad, hubiera roto el eneantamiento, asi que absf Ia puerta como un bit- aro, Félix de Azia ener et El simulacro “Notas para una diacronia I Desde 1962, Roland Barthes prosigue una activi- dad, sino de censefantex, al menos de «investiga- dor» (en el sentido institucional de este término), que implica, bajo la forma de «seminarios» un ejer- cicio de exposicién oral. Entre palabra y escritura, aparentemente, no hay diferencia alguna, puesto que, aun sin tener en cuenta los textos propiamente di- @écticos (es decir, que transcriben una palabra) ?, un cierto niimero de escritos —mds o menos directa- mente, m4s 0 menos completamente— ha «salido» de los seminarios*. Habrfa, pues, que admitir (Io cual, en cuanto a Barthes, no deja de ser una pa- radoja): que su coexistencia no constituye un pro- blema y que participan de un solo y mismo uso, y que pensar: que su relacién sobre el modo de la equivalencia (de la repeticién), como dos significan- tes intercambiables, vehiculos in-diferentes de un significado trascendente que se mantiene idéntico a si mismo mds allé de aquello que ya no se podria, desde este momento, llamar una transformacién, Pongamos el ejemplo de S/Z que recoge, sin ma- yores modificaciones, al parecer, el contenido de un seminario de dos afios. El objeto del seminario es designado asi; «Andlisis estructural de un texto narrativo, el Sarrasine de Balzacs (E.P.HE., Sec- cién VI, programa 1970-1971, pag. 154). El titulo del seminario y el titulo del libro que, diagramati- 1. Por ejemplo: «Elementos de semiologfan (apatecido en Conmunications, n# 4, recogide en libro de bolsillo a conti« nuacién de EI Grado cero de la oscritura, bibl. Médiations, Ed. Gonthier); «La antigua retérica, ayuda-memotian (Com. munications, n° 16). 2. Entre otros: «Retérica de ta imagen» (Communications, a’ 4) y, por supuesto, 5/Z (Ed. du Seuil, col. «Tel Quel). 15 ticamente, le cortesponde, entran en una relacién de oposicién paradigmatica que los sobredetermina: al oponerse S/Z a «Anélisis estructural de un texto narrativo, nos dice: soy escritura; «Anilisis es- tructural de un texto narrativo», al oponerse a S/Z, nos dice: soy palabra. La relacién entre lo oral y Jo escrito no es, pues, de orden mimético, sino de orden analégico: por el hecho de que hablo, no puedo ya escribir sin saber qué escribo (y que escribir es ‘no hablar); por el hecho de que escribo, no puedo ya hablar sin saber qué hablo (y que hablar es no escribir), No existe ya categoria neutra —como el «discursox— que pueda llegar a subsumir la antinomia: todo enun- ciado esté obligado a «tomar partido», a situarse en Ja oposicién palabra / escritura, Hablar (0 escribir) es siempre, a partir de esto, producir una diferen- cia: distinguir, antes que cualquier otra determina- cién, lo oral de lo escrito. Tal es, en Ia economia del trabajo barthesiano, Ja funcién de la palabra. Da cuenta de la aparente aberracién de un uso de lo oral por quien pretende, por otra parte, asumir la escritura como prictica: se trata, en suma, de ha blar para poder escribir. Actividad dual, emblemé- tica de aquello que constituye —digamos, a fin de seiialar la contradiccién—, lo propio de la escritura: Ia impureza —puesto que s6lo existe el paradigma palabra/escritura—. La escritura se hace siempre contra la palabra. Siendo una produccién y no un producto, est4 siempre ausente y siempre presente, siempre en curso. Distinguimos con dificultad lo que podria ser una escritura «establecida». Caducar Ia palabra es una tarea infinita. Habrin reconocido en esta diferenciacién lo que S/Z denomina «evaluacién fundadora» (p. 10), Hablar mientras se escribe co- rresponde a «someter de golpe (los epunciados) a una tipologfa fundadora, a una evaluaciény (ibid.) (@, bien entendido, Ia palabra es desvalorizada). Y al igual que el desarrolio de los seminarios se orde- na con respecto a una ausencia, la del Texto Mo- 16 demo —que es, recordemos, «el texto que todavia no exister «Ant, ret.r, op. cit.)—, la palabra barthe- siana dibuja, en el vacio, el lugar de lo que es a la vez plenamente actual y siempre por venir, de lo que no es otra cosa que su vacfo: el lugar de Ia escri- tura, tf El principio de la «ensefianzan de Barthes coin= | cide con los comienzos (al menos en Francia) de la semiologfa. Disciplina todavia por venir! debe ela- borat sus métodos e intentar una primera definicién de su objeto. A este trabajo se consagra el semina- | rio de 1962-64, dedicado al andlisis de los «sistemas contempordneos de significaciones: sistemas de ob- jetos». El método seré tomado de Ia lingiiistica. Unos «Elementos de scmiologian recogen los conceptos fandamentales de la lingiistica (conceptos dicotémi- cos: Lengua/Palabra; Significante/Significado; Sin- tagma/Sistema; Connotacidn/Denotacién) y determi- nan algunas de sus utilizaciones sémioldgicas. En cuanto al objeto, se define negativamente como el conjunto de los «lenguajes no lingiiisticos» (entre Jos cuales son estudiados con mayor precisién: la imagen publicitaria, la musica —mtsica popular, cancién— y el resto). Dos observaciones: La semiologia se piensa entonces como una «cien- cia humana» entre otras (se dedica un apartado a un desarrollo de «la situacién de la semiologia en el contexto de las ciencias humanas»). Postula un estatuto intra-cientifico presuponiendo (y sin duda este era necesario para empezar) una cierta idea de la ciencia (concebida como investigacién de un «ob- jeto» por medio de los «métodos> apropiados). Pero, simulténeamente, se perfila en esta contra- 17 diccién de un método lingiiistico aplicado a un ob- jeto no lingiiistico, lo que se convertiré en el mayor problema semiolégico (la semiologfa como proble- ma): que su objeto —el objeto de la semiologfa— no es otro, a fin de cuentas, que su relacién con su objeto. La «inversién» de la concepcién saussuriana de Ia lingiifstica como parte de Ja semiologia (cuyos Presupuestos «fonologistas» se han sefialado, por otra parte)* ha tenido, en este aspecto, una importancia decisiva: si la winica significacién es la lingilistica, Equé sucede con los «sistemas significantes no Jin- listicos»? El objeto semiolégico se determina como limite del sentido *. mW EI seminario de 1964-1966 tiene como titulo «In vestigaciones retéricas». El estudio diacrénico («via~ 3. _eHlay, en soma, que admitir desde chota la posibilidad de invertir tun dfa Ia proposicién de Soussure: Ia lingtifstica no es una patte, ni siguieta privilegiada, de la ciencia general de los signos;, es Ja semiologia la que es una parte de la lin- glfstica...» (Commivrications, n° 4, Presentacién). El afono- logismo» inhetente a_esta «inversién» ha sido sefalado por Jacques Derrida en De la Gramatologta. Tomada en forma absoluta, la proposicidn batthesiana es, en efecto, indefendi- ble. Es necesario leesla en el interior de Ja historia de la semiologia. : 4. A’la aciencia general de Jos signos» se le opone, pues, no una ciencia regional del signo, sino una ciencia de la ge- gionalidad del signo: aquello por fo que la semiolosia, des- cubriéndose en sn objeto, no puede ser mfs que contestén. dose. La «inversidn» batthesiana ha disipado Ja ingenuidad inherente al pan-semismo de Saussure: [a postulacién de un sentido natural, objcto mftico si cl mito se define como con- ciliacién de los contratios. Participan aun de este mito todas las concepciones de los lenguajes no verbales como «mensajes sin c6digo» 0 «lenguajes sin lengua». Remitimos, para Ja teo- xia de lo que intentamos decir aqui, a los trabajos de Julia Kristeva, 18 je» a lo largo del arfo» retérico desde el primer siglo a.C. hasta el siglo xix), mas tarde sistemdtico (el arte retérico como «redx) de Ja antigua retérica, se prolonga en esta interrogante: «Qué ha reem. plazado la retérica? {Qué conciencia tiene la mo- dernidad de los signos de Ja literatura? (Anuari EPH.E., 1966-67). Notemos de entrada que la retérica —y ésta es la raz6n del innegable placer que exisie, digamos, en repetitla— propone Ja sistematicidad como valor (cuando nosotros vivimos bajo el régimen de la sis- tematicidad vergonzosa): el sistema retérico no am- biciona codificar una palabra anterior, sino produ- cir Ja palabra. No existe en un principio una pala- bra esponténea que habria que deslizar en el molde tetérico: la palabra nace codificada. Nada puede, pues, parar el movimiento vertiginoso de una estruc- turacidn vacia, de un estructurante que no tiene es- tructurado, A partir de esto, en la presente abundancia de trabajos sobre Ja retérica, hay que esforzarse por precisar la especificidad de la andadura barthesia- ha: tentativa, no de realizar la retérica (ese trabajo interminable de reclasificacién, sistematizacin, for- malizacién, que pretende crectificars los werroresy de una disciplina que aparece repentinamente dotada de no sé qué poder teérico), sino de realizar nuestro saber de la retérica y designarlo, por eso, como 1 dundante. Movimiento, pues, cn sentido doble: que actualiza la retérica y que remite esta actualidad misma al pasado (que conduce a Ia retérica, si ast Jo prefieren, hacia la retérica). Esto da una idea del vempo de una palabra demasiado lenta, demasiadd| minuciosa, demasiado precisa, inadecuada a su obs) jeto. O mejor: tenemos que vérnoslas con una pala || bra que designa su misma precisién, su adecuacion’ a su objeto —su felicidad— como un «demasiado»: El «demasiado» constituye el ser de una palabra que en ¢. momento preciso en que se identifica con su objeto descubre que no hace mas que afirmar una 19 identidad ausente, que designa su necesidad misma como superflua 5. Vv El seminario de 1966-67 aborda los problemas de Ja lingiifstica del discurso. Mientras que la lin- 5, Podriamos intentar cl mismo andlisis a propésito del seminario consagtado a Sarrasine. De nuevo se trata aqui de realizar nuestro saber de un texto (exigencia de exhaustivi- dad) para descubrir que el texto no es otra cosa que este sa- ber, Lo que se exhibia como desproporcionado en este semi. nario (dos afios de andlisis pasa un texto de treinta paginas) era la conformidad misma de} discurso a su objeto, Denomi, znamos simulacto a esta necesidad superflua o esta superfiuidad necesatia. Porque hay que evitar cl doble desconociiniento de Ge es objeto la sevidic de Barshes: dexementne que la remiten a lo noserio de la «literatura> (Mitologias tenia todavia la coartada de Ja «critica social» y de un tono «irénicos, pero, ey Sistema de la mada? ¢Qué hay més frivolo que su seriedad misma? Es precisamente ahi donde reside su impacto, su cardcter escandaloso; digamos que en la inade- ccuada adecuacién del discurso a’ su objeto: cuando lo. serio est en todas partes, incluso en Io més frivolo, la trivolidad, est nevesariamente en todas partes, incluso en'lo més setio); desconocimiento inverso de aquellos que, también unilateral mente, la remiten a Ia setiedad de la «ciencia» (buscando en ella una Docttina, un Método, wn Saber). No es penseble més que a partir de catcgotias’ que transgreden Ia oposicion de lo setio y de Io Nidico; por ejemplo, Ia nocién de «pare. gtamatismo», Remitimos una vez més a los trabajos de Julia isteva, especialmente en Jo referente en Sistema de la moda a el sentido de la Moda» (en Séméiotiké, Col, «Tel Quel»; Ed. du Seuil), de quien recogemos Ja siguiente formulacién: «Podria decirse que al ser empleado todo ¢l aparato lingiifstico para revelar ropiamente dicha no se preocupa de uni- dades superiores a la frase (el discurso no es mas que una repeticién de frases), él trata de postular una organizacién del discurso que, asf, tendria su clengua» 0 su egraméticay. {Describir una lengua del discurso? Habrén reconocido en este proyecto el mismo de Io que se titula «Poétican, «Gramitica del Relator, «Ciencia de Ja literatura», y el estudio de sus esiructuras narrativas scr el sector més desa- mrollado (Barthes recensiona los principales concep- tos en «Introduccién al andlisis estructural del rela- to», (Communications, ne 8). No se trata de osbozar aqui una historia del «es- tructuralismo literarion, de recensionar sus fuentes, de exponer sus métodos, Anotemos simplemente la aparicién, en 1966, de un libro que tendré una gran influencia: Problemas de lingiiistica general, de Emi- Je Benveniste, al que Barthes se referiré con fre- cuencia, Introduce en Francia cierto ntimero de nociones nuevas (la nocién de «performativos, por ejemplo, que procede de la filosofia analitica inglesa, y la oposicién ediscurso/historian —que repite en otros términos la oposicién tema/fabula de los for- malistas rusos—) y pone el acento en los problemas del estatuto de la enunciacin en el discurso (Cfr., entre otros, «Estructura de las relaciones de persona en el verbo», «De Ia subjetividad en el lenguaje> (PL.GP,, p. 225-237 y p. 258-267) 6, Los principios de esta «lingiifstica del discurso» son «ilustrados» por un anilisis del ediscurso de la historia». Ateniéndose a la historia narrativa (de Herodoto a Michelet), Barthes estudia especialmen- 6. Sefialemos igualmente Ia aportacién de los formalistas susos (Teoria de la literatura aparece en 1966), especialmente ge Popp (en el origen del «andlisis funcionals}, de Jakobson (que definié, entre otras, Ia nocién de Finalmente, huella visible de este trabajo de plu- ralizacién, hay que efectuar un determinado mimero de tansformaciones en las modalidades de la inves- tigacién y de su exposicién: analizar, no ya un cor- Us, sino un solo texto, analizarlo exhaustivamente Gar cuenta de todos sus detalles), exponer este and lisis que se esté haciendo, en su «paso a pasoo, asu- miendo el caricier digresivo propio de lo que cs, a la vez, descubrimiento y exposicisn. 9. Habria mucho que decir sobre lo que, en un ultimo anilisis, hace posible el proyecto de ciencia de Ia literatura: la nocién de literariedad, Y, en primer Jugar, que ella la hace imposible. Porque es simultdneamente otigen y fin de la inves. igacién, sujeto y predicado, agucllo gue todo tiende a expli cat y aquelio que lo explica todo. Quisiéramos simplemente sefialar aqui que, si la nocién de literaricdad ha jugado un Papel importante en el enfrentamiento idcoldgica con los mantenedores ce una ciftica etrascendentals, quicss seria el momento: de sefialar que, de hecho, vuclve'a lo mismo (en nombre de Ia literaviedad Raysnond Picard ha eserito su pan flero contra Ja «nueva critican) y de preguntarse si —como se pretende en ciertas vniversidades wen puntar— una «ense, fianza moderna de Ja literatura» cs posible, si la modemidad Ro pasa, precisamente, por la disolucién de Je nocion de lite- satura, 24 v Habrin comprendido por qué las paginas prece- qemtes desconocen aquello de que se supone que hablan. No solamente porque Ja linealidad de Gna diactonfa no da cuenta de un movimiento «desorien. lado», que se hace deshaciéndose, sino también por- gue aislar algo como cla palabra de Barthesy es 2O Ver que esta palabra no es pensable mas que ea su telacién con Ia escritura, y que lo que Ham: remos, en Io sucesivo, entte comillas, la «especif Cidad» del texto cbarthesianos, esta ligado al hecho de que remite a lo imaginario toda afirmacién de la idontidad en sf, a la vez de la palabra y del su. jeto. | Y desconocen aquello de la que hablan: pio desconocimiento. Por: una palabra, no critura, , su pro- que queriendo escribir de pueden hablar mds que de una es. Mare Buffat 28 aa ee Respuestas (Entrevista de Jean Thibaudeau a Roland Barthes) Para una serie de entrevistas televisadas grabadas con el titulo general de «Archivos del siglo xx», pero que sin duda no seran emitidas jamés, quizds sola- mente en caso de muerte del autor, Jean Thibaudeau habia tenido la gentileza de preparar para mi un largo cuestionario, preciso, directo, bien informado, tratando al mismo tiempo (ésta eta la regla) sobre la vida y la obra. Se trataba, con toda seguridad, de un juego, en el que ni él ni yo, legados de un lugar teérico en el que la biografia no esté muy considerada, podiamos ser engafiados. La entrevista tuvo lugar, pero aqui s6lo es posible reproducir una Pequefia parte de las numerosas cuestiones que se plantearon. Las respuestas han sido reescritas —Io gue no quiere decir que se trate de escritura, puesto gue, visto el propdsito biogréfico, el vo (y todos sus Kities de verbos en pretérito) debe ser asumido aqui ‘como si el que habla fuera el mismo (en el mismo sitio) que et que ha vivido, En consecuencia, se acep- tard que ‘a persona que ha nacido al mismo tiempo que yo el 12 de noviembre de 1915 se convertira continuamente por el simple efecto de la enuncia- cién en primera persona enteramente «imaginaria» : habré, por tanto, que reestablecer implicitamente en las paginas siguientes las comillas que convienen a todo enunciado ingenuamente referencial: toda bio- graffa es una novela que no se atreve a confesar su nombre. RB. i Primeras preguntas: nacimiento, familia, origen de clase, infancia... Nacf durante Ia guerra del 14 (a finales de 1915, el 12 de noviembre) en Cherburgo, ciudad que no conozeo porque, en sentido literal, nunca puse los 27 fencia cuando la abandoné. Mi padre era oficial de marina: fue muerto en 1916, en el Paso de Calais, en el curso de un combate naval; yo tenia once meses, : La clase a que pertenezco es, pienso, la burgue- sia. Para permitirle juzgar, Je daré la lista de mis cuatro abuelos (era lo que hacia Vichy, bajo la ocu- pacién nazi, para determinar 1a cantidad de sangre judia presente en un individuo): mi abuelo paterno, funcionario de la Compafifa de Ferrocartiles del Me- diod‘a, descendfa de una familia de notarios instala- dos en una pequefia ciudad del Tam (Mazamet, segtin me han dicho); los padres de mi abuela pa- terna eran nobles provintianos empobrecidos (de la regién de Tacbes); mi abuelo materno, procedente de una familia alsaciana de maestros vidrieros, el capitin Binger, fue explorador; exploré en 1887- 1889 Ia cuenca del Niger; en cuanto a mi abucla matera, la tinica afortunada de esta constelacién, sus padres, legados de Loreno, tenfan en Parfs una Pequefia fébrica de fundicién. Por la parte de mi padre, cran catélicos; por la de mi madre, protes- tantes; muerto mi padre, me dieron Ja religidn de mi madre; a saber, Ja calvinista. En resumen, hay en mi origen social una cuarta parte de burguesfa propietaria, una cuarta parte de antigua nobleza y dos cuartas partes de burguesfa liberal, todo ello amasado y unificado por un empo- brecimiento general: en efecto, esta burguesia era, © bien poco generosa, o bien pobre, a veces hasta Ia estrechez; lo que se refleja en que, una vez mi madre «viuda de guerran y yo «pupilo de Ia naciéns, mi madre aprendié un oficic manual, la encuaderna- cidn, con el que mal viviamos en Paris, donde co- menzamos a habitar cuando yo tenia 10 afios. Considero que «mi pafs> es el Sudoeste; es el pais de mi familia paterna, el pafs de mi infancia y de mis vacaciones de adolescente (todavia vuelvo, a menudo, a pesar de no tener alli parientes ni am 28. Leg Ne 80s): Bayona, donde vivian mis abuelos paternos, es una ciudad que en mi pasado ha tenido un papel proustiano —también balzaciano, puesto que alli of discutrir, a lo largo de muchas visitas, una cierta burguesia provincial; escucha que ya tempranamen- te empez6 a distraerme, mas que a oprimirme, Otras cuestiones biogrificas: zsu adolescencia? estudios? Pasé mi adolescencia en Parfs, siempre en el ba- trio de Saint-Germain-des-Prés (que era entonces un barrio provincial), en la calle Jacob, la calle Bona- Parte, la calle Mazarine, Ia calle Jacques-Callot y la alle de Ja Seine; todavia hoy habito no lejos de él. Pero las tres vacaciones escolares del afio las pasé siempre en Bayona, en casa de mi abuela y de mi tia, que vivian’en una casa con un gran jardin, res- tos de una antigua cordeleria on las Aliées Paulmy. En Bayona lefa mucho (las novelas que encontraba, Ja mayor parte de las cuales las recogia de una bibliotzca, en Ia calle Gambetta), y, sobre todo, hacia mucha misica; mi tia era profesora de pin. 20; alli escuchaba este instrumento durante todo el dia (incluso Tas escalas no me aburrian) y yo mis- mo, apenas estaba libre el piano, me sentaba ante él para interpretar; compuse pequeiias ‘piezas mucho antes de escribir; y més tarde, antes de caer enfermo, tomé lecciones de canto con Charles Panzera, hacia quien guardo una inmensa admiracién y a quien no quiero olvidar; todavia hoy, cuando iniento precisar nociones de teoria literaria aparentemente muy aleja- das de 1a musica clasica y de mi juventud, me ocu- me que en mf encuentro todavia a Panzera; no su filosofia, sino sus preceptos, su forma de cantar, de pronunciar, de tomar los sonidos, de destruir la ex- presividad psicolégica bajo una’ produccién pura- mente musical del placer: tantas iluminaciones que me son actuales: si quiero saber qué es la lengua | (francesa), no tengo més que repasar el disco de su) Bonne Chanson, desgraciadamente una re-grabacin ; ésus Ja desgracia de Panzera lia sido, en etecto, tener que dejar de cantar justo antes de ia Hegada del micro- surco, abandonando asf para la generacién actual un sitio que ha venido a ocupar abusivamente el indis- creto Fischer-Dieskau. Recibi mis clases, primero en el liceo de Bayona, después en Paris, en el Liceo Montaigne y, més tar- de, hasta el final, en el Liceo Louis-le-Grand. A los dos meses del bachillerato de Filosofia, el 10 de mayo de 1934, tuve una hemoptisis y parti para cuidarme en cura libre a los Pirincos, a Bedous, en el valle de Aspe, Este incidente rompié mi «voca- ciény: siendo ebueno en letras», queria, hasta el momento de mi enfermedad, hacer Ja Escuela nor- mal superior; pero al régresar a Paris en 1935, me contentaba con preparar una licenciatura de letras clasicas: flaca titulacién que compensé fundando con un compafiero hoy desaparecido (asesinado por los nazis), Jacques Veil, el grupo de Teatro antiguo de la Sorbona, del que me ocupé activamente (en de- trimento de mi certificado de licenciatura) més 0 menos hasta 1939. 2Qué «medion le ha formado? {Qué es un cmedior? Un espacio de lenguaje, una red de relaciones, de apoyos, de modelos, En este sentido, estaba sin «medio»; he vivido mi ado- Iescencia solo con mi madre, estando ella, a su vez, «desintegrada» socialmente (pero no edesclasadas), quizas, simplemente, porque trabajaba: no tenfamos «elaciones» ; mi tinico medio era el escolar, el lice; no me comunicaba mds que con mis compafieros de clase; el entorno de mis abuclos, en Bayona, forma- ba sin duda un «medios, pero ya he dicho que este «medio» era para mf un especticulo, Esto no quiere decir que no haya sido formado segiin un cierto tipo de vida burguesa, a pesar de la pobreza: la educa cién es suficiente para ello, sobre todo cuando es exclusivamente materna (esti autorizado a ver lo siguiente en mi respuesta: la Madre est despegada 30 del medio; es declarada inocente por ello, no par- ticipa en sus tics; es, por sf misma, un cbuen» me~ * dio, 0, al menos, es quien filtra el medio: en un sentido, pues, restelve la alienacidn social). En cuan- to al entorno cultural, era esencialmente. escrito eran los libros encontrados en casa: clasicos, Ana- tole France, Proust, Gide, Valéry, las novelas de los. afios 20-30; ni surrealismo, ni filosoffa, ni eritica, ni, menos atin, marxismo: se lea L’Ocuvre, perio: dico radical-socialista, pacifista y anticlerical, perié- dico de «izquierda», en suma, para la época. {Cémo ha vivido la guerra? Quién era usted, inte- leciual y politicamente, cuando la Liberacin? Vivi la guerra, mas 0 menos, en un echo de sa- ) ve : natorio. Habia sido eximido del servicio militar a causa de mi primera tuberculosis; cuando la decla- racidn de guerra, fui nombrado profesor (de 4° y de 3.°) en el liceo de Biarritz; més tarde, al regresar a Paris después de la derrota, fui vigilante de estu- digs en el liceo Voltaire y en el liceo Carnot. Enton- ces (en 1941) tive una recafda de tuberculosis y partf para cuidarme al Sanatorio de Estudiantes, en Saint-Hilaire-du-Touvet, en el Istre; mds tarde, tras un corto regreso @ Paris y una nueva recaida, en 1943, fui a Leysin, en Suiza, hasta 1946. Fue un largo perfodo que, en general, es el de la Ocupa- cidn, En el sanatorio, exceptuando el periodo final, en que me sent{ saturado, excedido por el sistema, fui feliz; lef y dediqué mucho tiempo y energia a mis amistades. Por un momento, habia pensado en abandonar Jos estudios de letras para comenzar estu- dios de medicina (querfa hacer psiquiatrfa); comen- © Jo que entonces se lamaba el P.CB., pero una Pequefia recaida me retuvo y me contenté con ter- ninar mi licenciatura en letras clésicas (habia obte- nido mi diploma de estudios superiores antes de aca- bar mi licenciatura, con un hombre a quien queria mucho, Paul Mazon, el helenista, sobre los sortilegios y las evocaciones en Ia tragedia griega). Durante mi 31 — ae estancia en el sanatorio, escribi algunos artfculos } forma, Nadeau me pidi i ; para la revista del sanatorio de Estudiantes, Existen- } se los di (en 1947 ae e ‘el orger da oie ees Ges, especialmente sobre Bl Exiranjero de Camus, | de la escritura; puesto que, un pce Mads wate ee que acabeba de aparecer, donde capié la primera | puis de una estaneia como lector de Taree eh eee idea de la eseritura eblancay, es decir, el grado cero | carest y en Alejandria, cuando rearese a Pasion, de la tecentaea? | burécrata (bastante libre) en ta Direceién generat En Leysin, en Ia olinica universitaria, donde éra- ; de relaciones culturales, desatrollé este women mos una treintena los atendidos, un amigo, Fournié, } en nuevos articulos para Combat (en 1950). ae me hablé de forma convincente del marxismo; era | de Nadeau, a quien debo esta cosa capital, em mire un antiguo topSgrafo, un militante trostkista que sa- | tipio, dos hombres se intetesaron por estos peers t Via de Ia deportacién; Ia inteligencia, la flexibilidad, | textos y me pidieron que con ellos hone ee Ja fuerza de sus andlisis politicos, su izonfa y su cor- } Raymond Queneau (pero Gallimard sechune ane dura, una especie de libertad moral, en resumen, el { nuscrita) y Albert Béguin, que, con Jean Cayrol, wehtt éxito total de este caricter que parecia desprovisto | hizo entrar en Editions du Seuil dome sige eogees } de toda excitacién politica me proporcioné una ele- | > 1g0 todavia, vada idea de la dialéctica marxista (o mejor: Jo que { Su primer libro es, en 3 ‘2 By percibi, gracias a Fournié, en el marxismo, fue la # critura. Este breve es ee Hi mrinchs oe ‘al dialéctica);posteriormente no encontré de nuevo f excepcional firmeza. ¢Estaba usted subjetivamer a esta seduccién més que en la lectura de Brecht. Por ff eseguros de usted mismo (de sus medion eens otra parte, 1945-1946, era la gpoca en que se descu- # gramaj? 5, GES Pron. brfa a Sartre. En el momento del armisticio, para # El esujeto (que é a su pregunta, soy, pues, marnista y sartriano: in- f repartido, En tanto que sujelo de vn combete wee tento xcomprometery In forma Titeraria de la que J lo que yo estimaba como fal a saber oe tuve un vivo sentimiento con El Exiranjero de Ca- én del compromiso politico e hisiérco vege, mus y marxizar el compromiso sarttiano, o, al me- }litrario, estaba seguro de mf mine oes eae nos —y en ello habia quizds una insuficiencia— dar- J que sujeto producior de un objcio oireedy Hee le una justificacién marxista: doble proyecto que f mente a Ja mirada de los demis, eave nee es bastante visible en el Grado cero de la escritura. Fevergonzado: me acuerdo de una noche: despean de estar ya seguro de art . éCémo ltegd usted a ta erttica literaria? cado en Scull, caminabs por aed be @He Megado simplemente a elle? O, al menos, ges |y me ruborieé, totalmente solo, once ot eet Miche! Brecisaments a Ta eritien Titeraria a fo que he Hegs- | de que aste libro ya no podia cor seen ee do? Aguf expondré solamente algunas circunstan- |sentimiento de panico me invade todavis tag, aa cias. El amigo de que he hablado, Fournié, conoela | pués de haber escrito ciettos tentos tac fabio a Maurice Nadeau, que ditigfa en aquellos momen fra de mi repugnancia, que ceo so en tos la pigina literaria de Combat —cuya importan- frcler mis libros pasado); de golpe at mast 42 cia en ta época todavia so recuerda—. Presonté (de- fas palabras me parece exoxbitante’ au Tene sate bia ser por 1946) 2 Nadeau un corto texto sobre la |lidad, insostenible: me siento demasiado teen nos idea de Ta eseritura blanca y ef compromiso de ls Ja propia escritura: sin embargo, contin. pone 32. a

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