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FRANTZ FANON ‘POR LA REVOLUCION AFRICANA ESCRITOS POLITIOOS COLECCION ral POPULAR FONDO DE CULTURA ECONOMICA México i Primera edicién en francés, Primera edicién en espaiiol, Primera reimpresién, Segunda reimpresién, ‘Vraduccién de Demernro Acurtera MALTA Titulo original: Pour la révolution africaine. Kerits politiques 1964 1965 1978 1975 © 1964 Francois Maspero, Paris D. R. © Fonpo ve Cuntura Economica Ay. de la Universidad 975; México 12, D. F. Impreso en México NOTA DEL EDITOR FRANCES Los rexros politicos de Frantz Fanon incluidos en este volumen abarcan el periodo mds activo de su vida, desde la publicacién de Peau noire, masques blancs, en 1952 —tenia.entonces veintiocho afios— hasta la de Los con- denados de la tierra,* en 1961, que debfa coincidir, con diferencia de unos cuantos dias, con la fecha de su muerte. La mayorfa de, estos textos no son inéditos. Han sido publicados en diversos periddicos y revistas, de los cuales damos, en cada oportunidad, la referencia y la fecha. Pero estaban dispersos y eran dificiles de encontrar. Particular. mente los de El Moudjahid que en la actualidad son casi inaccesibles y que, en la época de su aparicién, s6lo estu- vieron al alcance de una parte limitada de piblico. Reagrapados por orden cronolégico, estos esctitos co- bran una vitalidad singular. Marcan las etapas sucesivas de un mismo combate, que evoluciona y se expande, pero cuyo objetivo y los medios para conseguirlo han sido vis- tos y sefialados desde el comienzo. Los textos que siguen son un hilo conductor. mds cotidiano, el itinerario de un pensamiento en perpetua evolucién, que se va ampliando y enriqueciendo constantemente, aunque siempre perma- nece fiel a si mismo. Los dos primeros articulos, “El sindrome_norafrica- no” y “Antillanos y africanos”, publicados en 1952 y 1955, respectivamente, pueden sefialar las etapas iniciales. En ese momento, Frantz Fanon ha concluido sus estudios de psiquiatria: puede asi, por una parte, darse cuenta cienti- ficamente, a partir de su experiencia médica diaria, de la situacién del colonizado; por otra, ha vivido esta situacién histéricamente, la vive todavia, es para él una experiencia * Volumen n? 47 de esta Coleceién Popular. [E.] II. RACISMO Y CULTURA* La REPLEXION sobre el valor normativo de ciertas culturas decretado unilateralmente merece retener la atenci6n. Una de las paradojas répidamente descubierta es el choc en re- compensa de definiciones egocexitristas, sociocentristas. Se ha afirmado en un comienzo la existencia de grupos humanos sin cultura; después, de culturas jerarquizadas; finalmente, la nocién de relatividad cultural. De la negacién global al reconocimiento singular y es- pecifico. Precisamente debemos trazar esta historia despe- dazada y sangrante al nivel de la antropologia cultural. Existen, podriamos decir, ciertas constelaciones de ins- tituciones, vividas por hombres determinados, en el marco de zonas geogrdficas precisas que, en un momento dado, han sufrido el asalto directo y brutal de esquemas culturales diferentes, El desarrollo técnico, generalmente alto, del grupo social as{ apatecido lo autoriza’a instalar una domi- nacién organizada.. El empetio de la desculturacién se en- cuentra con que es el negative de un trabajo de servidum- bre econémica, hasta biolégica, mds gigantesco. La doctrina de la jerarquia ‘cultural no es, pues, més que una modalidad de la jerarquizacién sistematizada, pro- seguida de manera implacable. La teorfa moderna de la ausencia de integracién corti- cal de los pueblos coloniales es su vertiente anatomo-fisio- logica. La aparicién del racismo no es fundamentalmente determinante.’ El racismo no es un todo sino el elemento mis visible, mas cotidiano —para decirlo de una vez—, en ciertos momentos, mAs grosero de una estructura dada, 3 Texto de la intervencién de Frantz Fanon en el ler. Congreso de Escritores y Artistas Negros en Paris, septiembre de 1956. Publicado en el ndmero especial de Présence Africaine, junio-noviembre de 1956. 38 Estudiar los rendimientos del racismo y de la cultura es plantearse la cuestién de su accién reciproca. Si la cultura es’ el conjunto de comportamientos motores y mentales naci- do del encuentro del hombre con la naturaleza y con su semejante, se debe decir que el racismo es verdaderamente un elemento cultural. Hay pues culturas con racismo y culturas sin racismo. Sin embargo, este elemento cultural preciso no est4 en- quistado. EI‘ racismo no hd podido esclerosatse. Le ha sido preciso renovarse, matizarse, cambiar de fisonomia. Le ha sido preciso experimentar la suerte del conjunto cultural que lo informaba, El racismo vulgar, primitivo, simplista, pretendia encon- trar en lo biolégico, ya que las Escrituras se habian reve- lado insuficientes, la base material de la doctrina, Seria fas- tidioso recordar los esfuerzos emprendidos entonces: forma comparada del crdneo, cantidad y configuracién de los sur- cos del encéfalo, caracteristicas de las capas celulares de la corteza, dimensiones de las vértebras, aspecto microse6pico de la epidermis, ete. .. El primitivismo intelectual y emocional aparecia como una _consecuencia banal, un reconocimiento de existencia. Tales afirmaciones, brutales y masivas, ceden lugar a una argumentacién mds elegante. Aqui y alld, sin embar- go, salen a la luz algunos resurgimientos, Asi, la “labilidad emocional del negro”, “la integracién subcortical del dra- be”, “la culpabilidad casi genérica del judio” son ideas que se encuentran en algunos escritores contempordneos, La monografia de J. Carothers, por ejemplo, auspiciada por la O.MSS., se sitda a partir de “argumentos cientificos” de una lobotomia fisiologica del negro de Africa Estas posiciones sectarias tienden, en todo caso, a des- aparecer. Este racismo que se quiere racional, individual, determinado, genotipico y fenotipico, se transforma en ra. cismo cultural. El objeto del racismo deja de ser el hom- 39 bre particular y si una cierta manera de existir. En el ex- tremo, se habla de mensaje, de estilo cultural. Los “valores occidentales” reasumen singularmente la ya célebre lama- da ala lucha de la “‘cruz contra la media Tuna”, Cierto que la ecuacién morfoldgica no ha desaparecido totalmente, pero los hechos de los tiltimos treinta afios han sacudido las convicciones més encasquilladas, trastornado el tablero de juego, reestructurado tin gran mimero de relacio- nes, E] recuerdo del nazismo, la comtin miseria de hombres diferentes, la servidumbre comin de grupos sociales impor- tantes, la aparicién de “colonias curopeas”, es decir, la institucién de un régimen colonial en pleno territorio de Europa, la adquisicién de conciencia de los trabajadores de los patses colonizadores y racistas, la evolucién de las técnicas, todo esto ha modificado profundamente el aspec- to del problema. Es necesario buscar, al nivel de la cultura, las conse- cuencias de ese racismo. El racismo, lo hemos visto, no es mas que un clemento de un conjunto més vasto: el de la opresién sistemati- zada'de un pueblo. gCémo se comporta un pueblo que oprime? Aqui volvemos a encontrar algunas constantes. Asistimos a la destruccién de los valores culturales, de las modalidades de existencia, La lengua, el vestido, las téenicas son desvalorizadas, ;Cémo llevan cuenta de esta constante? Los psicélogos que tienen tendencia a explicarlo todo por movimientos del alma, pretenden encontrar este comportamiento al nivel de los contactos entre particulares: critica de un sombrero original, de una manera de hablar, de caminar... Parecidas tentativas ignoran voluntariamente el cardc- ter incomparable de la ‘situacién colonial. Em realidad, las naciones que eniprenden una guerra colonial no se preocu- pan de confrontar culturas. La guerra’ es un negocio co- mercial gigantescd y toda perspectiva debe ser relacionada 40 a este ctiterio, La servidumbre, en el sentido més riguroso, de la poblacién autéctona es su primera necesidad. Por esto se deben modificar sus sistemas de referencia. La expropiacién, el despojo, la razia, el asesinato como objetivo se duplican en un saqueo de los esquemas cultu- rales 0, por lo menos, son condicionadas a este saqueo. El panorama cultural es desgajado, los valores burlados, borra- dos, vaciados. ‘Las Iineas de fuerza se desploman, no ordenan més. Frente a una nueva unién, impuesta, no propuesta sino afirinada, pesan con todo su peso los cafiones y los sables. ‘Sin embargo, el entronizamiento del régimen colonial no enttafia la muerte de la cultura autéctona. Por el con- trario, de la observacién histérica resulta que el fin buscado es ms una continua agonfa que una desaparicién total de la cultura preexistente. Esta cultura, otrora viva y-abierta hacia el futuro, se cierra, congelada en el estatuto colonial, puesta en Ia picota de la opresion. A la vez presente y momificada, da testimonio contra sus miembros, Los de- fine, en efecto, sin apelacién. La momificacién cultural entrafia una momificacién del pensamiento individual. La apatfa tan universalmente sefialada de los pueblos.colonia- Tes no es mds que la consecuencia légica de esta operacién. El cargo de inercia que se dirige constantemente al “ind{- gena” es el colmo de la mala fe. Como si le fuera posible a un hombre evolucionar en otra forma que en el marco de una cultura que lo reconozca y que él decide asumir. Asistimos a la aparicién de organismos arcaicos, inertes, que funcionan bajo la vigilancia del opresor y caleados ca- ricaturescamente de instituciones otrora fecundas. Estos organismos traducen aparentemente el respeto de la tradicién, de las especificaciones culturales, de la perso- nalidad del’ pueblo oprimido. Este seudorrespeto se iden- tifica de hecho con el menosprecio mds consecuente, con el sadismo més elaborado. La caracteristica de una cultura 41 6s sex abierta, recomida por ineas de fuerza espontine: generosas, fecundas, La instalaciOn de “hombres segues! encargados de ejecutar ciertas proezas es una mistificacion que no engafia a nadie, Asi, los djemaas de los. kabilas nombrados por la autoridad francesa no son. reconocidos por Jos autéctonos, ‘Son duplicados por oti djemaa elegi- do democrdticamente. Y naturalmente el segundo dicta, en gran parte, la conducta de los primeros, : La constante afitmacién de “respetar la cultura de Tas Poblaciones autéctonas” no significa, pues, considerar los valores aportados por la cultura, encamnados por los hom. bres. Bien pronto se advierte en este propésito una volun. tad de objetivar, de encasillar, de aprisionar, de enquistar, Frases tales como “yo los conozco”, “ellos son asi”, trad. cen esta objetivacién méxima alcanzada. Asi, también conozeo los gestos, los pensamientos que definen asus El exotismo es una de las formas de esta simplificacién, Por consiguiente, no puede existir ninguna confrontacion cultural. Por una parte hay una cultura a la que se le Teconocen cualidades de dinamismo, de -expansin, de Profundidad. Una cultura en movimiento, en perpetua Tenovacién. Frente a ella se encuentran caracteristicas, cu- riosidades, cosas, jamds una estructura, : _ Asi, en una primera fase, el ocupante instala su domi- nio, afirma masivamente su ‘superioridad. El grupo social, sujeto militar y econémicamente, es deshumanizado segin tun método polidimensional. Explotacién, torturas, razias, racismo, liquidaci coletivas, opresién racial, se rlevan en dlfermecs ce Jes para hacer del) autéctono, literalmente, un objeto en- tre las manos de la nacién ocupante, ‘Este hombre objeto, sin medios de existencia, sin razén de ser, es quebrantado en lo més intimo de su sustancia El deseo de vivir, de continuar, se hace mas y mds inde. 42 ciso, més y més fantasmal. En este estado de cosas aparece el famoso complejo de culpabilidad. Wright nos da una descripcién muy detallada en sus primeras novelas. ‘Sin embargo, progresivamente, la evolucién de las téc- nicas de produccién, la industrializacién, por otra parte li- mitada, de los paises sojuzgados, Ja existencia més y mds necesaria de colaboradores, imponen al ocupante una nue- va actitud. La complejidad de los medios de produccién, Ja evolucién de las relaciones econdmicas que entrafian, de buen o mal grado, la de las ideologias, desequilibran el sis- tema. El racismo vulgar en su forma biolégica corresponde al periodo de explotacién brutal de los brazos y las piernas del hombre, La perfeccién de los medios de produccién pro- voca fatalmente el camuflaje de las técnicas de explotacién del hombre y, por consiguiente, de Tas formas del racismo. Desde luego, no es en la persistencia de una evolucién de los espititus donde el racismo pierde su virulencia. Nin- guna revolucién interior explica esta obligacién del racis- mo de matizatse, de evolucionar. En todas partes los. hom- bres se liberan atropellando el letargo al que la opresién y el racismo los habjan condenado. En pleno coraz6n de las “naciones civilizadoras” los trabajadores descubren, finalmente, que la explotacién del hombre, base de un sistema, presenta diversos aspectos. En este estadio el racismo no osa salir sin afeites. Se impugna. El racista, en un mimero mds y mas grande de circunstan- cias, se oculta. Hl, que pretendia “sentirlas”, “adivinarlas”, se encuentra enfrentado, observado, juzgado. El proyecto del racista es entonces un proyecto frecuentado por la mala conciencia. La salvacién no le puede venir mas que de una unién pasional como la que se encuentra en ciertas psicosis. Y el haber precisado la semiologia de estos delirios pasio- nales no es uno de los menores méritos del profesor Baruk. El racismo nunca es un elemento agregado, descubierto al azar de una investigacién en el seno de los elementos 43 culturales de un grupo. La constelacién social, el conjunto cultural son profundamente transformados por la existen- cia del racismo, Se dice comiinmente que el racisino es’ una Ilaga de la humanidad. Pero es necesario no satisfacerse con tal frase. Es necesario buscar incansablemeute las repercusiones del racismo en todos los niveles de la sociabilidad. La impor- tancia del problema racista en Ia literatura norteamericana contemporanea es significativa. El negro en el cine, el ne- gto y el folklore, el judio y las historias para nifios, el judio en Ia taberna, son’ temas’ inagotables. E] racismo, para retofiar en Norteamérica, atormenta y vicia la cultura norteamericana. Y esta gangrena dialéc- tica es exacerbada por la tomna de conciencia y la voluntad de lucha de millones de negros y de judios amenazados por el racismo. : Esta fase pasional, irracional, sin justificacién, presenta para su examen un aspecto espantoso. La circulacién de grupos, la liberacién, en ciertas’partes del mundo, de hom- bres anteriormente inferiorizados, vuelven més y més pre- cario el equilibrio. En forma bastante inesperada, el grupo racista denuncia la aparicién de un racismo entre los hom- bres oprimidos. El “primitivismo intelectual” del periodo de explotacién deja lugar al “fanatismo medieval, verda- deramente prehistérico” del_periodo de liberacién. En un momento determinado se pudo creer en la des- aparicién ‘del racismo. Esta impresién euforica, irreal, era simplemente consecuencia de la evolucién de las formas de explotacién. Los psicélogos hablan entonces de un pre- juicio vuelto inconsciente, La verdad es que el rigor del sistema vuelve superflua la afirmacién cotidiana de una su- perioridad. La necesidad de hacer un lamado a grados di- versos de adhesi6n, a la colaboracién del autéctono, cambia las relaciones en'un sentido menos brutal, mds matizado, mas “cultivado”. Por otra parte, no es raro ver aparecer en 44 ese estadio una ideologia “‘democrética y humana”. La em- presa comercial de servidumbre, de destruccién cultural cede el paso, progresivamente, a una mistificacién verbal. E] interés de esta evolucién esti en que el racismo es tomado como tema de meditacién, a veces aun como téc- nica publicitaria. : ‘Asi es como el blues “Jamento de esclavos negros” es presentado a la admiracién de los opresores, Es un poco de opresién estilizada que retorna al explotador y al racista. Sin opresién y sin racismo no hay blues. El fin del racis- mo tocard a muettos Ja gran musica negra... Como diria el demasiado célebre Toynbee, el blues es una respuesta del esclavo al reto de la opresién. En la actualidad, todavia, para muchos hombres, aun para los de color, la misica de Atmstrong no tiene verda- dero sentido més que en esta perspectiva. El racismo infla y desfigura el aspecto de la cultura que Io practica, La literatura, las artes plisticas, las canciones para modistillas, los proverbios, las costumbres, las pautas, ya sea que se propongan seguir el proceso o vulgarizarlo, restituyen el racismo. Es decir, un grupo social, un pats, una civilizacién, no pueden ser racistas inconscientemente. Lo afirmamos una vez més, el racismo no es un descu- brimiento accidental. No es un elemento oculto, disimu- lado, No exige esfuerzos sobrchumanos para evidenciarlo. El racismo salta a la vista porque esta, precisamente, en un conjunto caracteristico: el de la explotacién desvergon- zada de un grupo de hombres por otro que ha Ilegado.a un estadio de desarrollo técnico superior. Debido a esto la opresién militar y econémica precede la mayor parte del tiempo, hace posible, legitima, al racismo. : Debe ser abandonado el habito de considerar al racis- mo como una disposicién del espfritu, como una tara psi- coldgica. - Pero el hombre arrinconado por este racismo, el grupo 45 social sometido, explotado, desustancializado, jo6mo se comportan? ;Cudles son sus mecanismos de defensa? 2Qué actitudes descubrimos aqui? En una primera fase se ha visto al ocupante. legitimar su dominacién con argumentos cientificos y a la “raza in- ferior” negarse como raza. Ya que ninguna otra solucién le es permitida, el grupo social racializado ensaya imitar al opresor y a través de ello desracializarse. La “raza inferior” se niega como raza diferente. Comparte con Ia “raza su- perior” las convicciones, doctrinas y otros considerandos que Ie conciernen. Al asistir a la liquidacién de sus sistemas de referencia en el derrumbe de sus esquemas culturales, no Je queda al autéctono més que reconocer con el ocupante que “Dios no esté de su lado”. El opresor, por el cardcter global y tremendo de su autoridad, llega a imponer al autéctono nuevas maneras de ver, singularmente un juicio peyorativo en cuanto a sus formas originales de existir. Este acontecimiento llamado coméinmente enajenacién es desde luego muy importante. Se le encuentra en los tex- tos oficiales bajo el nombre de asimilacién. Pero nunca se logta totalmente esta enajénacién.: Sea porque el opresor cuantitativa y cualitativamente limita la evolucién, ciertos fenémenos imprevistos, heterdclitos, ha- cen su aparicién. El grupo inferiorizado habia admitido, siendo implaca- ble la fuerza del razonamiento, que su desventura procedia directamente de esas caracteristicas raciales y culturales, Culpabilidad ¢ inferioridad son las consécuencias habi- tuales de esta dialéctica? El oprimido intenta, entonces, 2 Un fenémeno poco estudiado aparece alguna vez en este estadio. Intelectuales, investigadores, del grupo dominante, estudian “cientifi- camente” la sociedad dominada, su estética, su universo ético. En las universidades, los raros intelectuales colonizados ven revela- do su sistema cultural, Llega un momento en que hasta los sabios de los paises colonizadores se entusiasman por este 0 por aquel rasgo espe- 46 escapar, por una parte, proclamando su adhesién total incondicional a los nuevos modelos culturales, por otra par- te, pronunciando una condenacién irreversible de su estilo cultural propio. Sin embargo, la necesidad del opresor, en un momento dado, de disimular las formas de explotacién, no cntrafia su desaparicién. Las relaciones econémicas mds clabora- das, menos groseras, exigen un revestimiento cotidiano, pero la enajenacién a este nivel sigue siendo espantosa. Habiendo juzgado, condenado, abandonado sus formas culturales, su lengua, su alimentacién, sus costumbres se- xuales, su manera de sentarse, de descansar, de refr, de di- vertirse, el oprimido, con la energia y la tenacidad del néu- frago, se arroja sobre la cultura impuesta. Al desarrollar sus conocimientos técnicos con el contac- to con maquinas més y més perfeccionadas, al entrar en el circuito dindmico de la produccién industrial, al encontrar hombres de regione alejadas en el marco de la concentra- cién de capitales y de lugares de trabajo, al descubrir la ca- dena, el equipo, el “tiempo” de produccién, es decir, el rendimiento por hora, el oprimido da valor de escindalo a la actitud para con él del racismo y del menosprecio. A este nivel se convierte el racismo en una historia de personas. “Hay algunos racistas incorregibles pero reco- noced que en conjunto la gente los ama. . .” Con el tiempo, todo esto desaparecerd. Este pais es el menos racista.. . . Existe en la O.N.U. una comisién encargada de luchar contra el racismo, Peliculas cinematograficas’ sobre el racismo, poemas so- bre el racismo, mensajes sobre el racismo.. Las condenaciones espectaculares e imitiles del racis- mo. La realidad es que un pais colonial es un pafs racista. cifico. Los conceptos de pureza, ingenuidad, inocencia, aparecen. Aqut debe redoblarse Ja vigilancia del intelectual indigena. 47 Si en Inglaterra, en Bélgica 0 ef Francia, a despecho de los principios democraticos afirmados por estas naciones, hay atin racistas, son estos racistas los que, contra el con- junto del pais, tienen raz6n. Légicamente no es posible someter a la servidumbre a los hombres sin, inferiorizarlos parte por parte, Y el ra- cismo no es més que Ja explicacién emocional, afectiva, al- gunas veces intelectual, de esta inferiorizacién. EI racista, pues, es normal en una cultura con racis- mo. La adecuacién de las relaciones econémicas y de la ideologia que comportan son perfectas. Fs verdad que a idea que nos formamos del hombre nunca depende total- mente de las relaciones econémicas, es decir, no olvidemos que las relaciones existen histérica y geogrdficamente en- tre los hombres y los grupos. Cada vez mds miembros pertenecientes a sociedades racistas toman posicién, Ponen su vida al servicio de un mundo.en el cual el racismo seria imposible. Pero este retroceso, esta abstraccién, este com- promiso solemne no estan al alcance de todos. No se pue- de exigir sin menoscabo que un hombre esté contra los “prejuicios de su grupo”. Asf pues, digémoslo nuevamente, todo grupo colonia- lista es racista, ‘Ala vez “aculturado” y deculturado, el oprimido sigue obstindndose contra el racismo, Encuentra ilégica esta se- cuela e inexplicable, cuanto le ha ocurrido, sin motivo, inexacto. Sus conocimientos, la apropiacién de técnicas precisas y complicadas —algunas veces su superioridad it telectual consiguié la atencién de un gran mimero de raci tas— lo Hevaron a calificar el mundo racista de pasional. Se apercibe de que la atmésfera racista impregna todos los elementos de la vida social. El sentimiento de una injusti- cia agobiante es entonces muy vivo. Olvidando el racismo- consecuencia se encarniza con el racismo-causa. Se empren- den campafias de desintoxicacién. Se hace un llamado al 48 sentido de lo humano, al amor, al respeto de los valores supremos.. . De hecho, el racismo obedece a una légica sin falla: Un pais que vive saca su sustancia de la explotacién de pueblos diferentes, inferioriza a esos pueblos. El racismo aplicado a estos pueblos es nonnal. El.racismo no es, pues, una constante del espiritu humano. Es, nosotros-lo hemos visto, una disposicién inscrita en un sistema determinado. Y el racismo judio no es dife- rente del racismo negro. Una sociedad es racista, 0 no lo es. No existen grados de racismo. No es necesario decir que tal pafs es racista pero que en él no se realizan linchamien- tos ni existen campos de exterminio.. La verdad es que todo esto y algo.mas existe en-el horizonte. Estas virtua- Jidades, estas fuerzas latentes circulan dindmicas, valuadas en la vida de las relaciones psicoafectivas, econémicas. . . ‘Al descubrir la inutilidad de su enajenacién, la profun- dizacién de su despojo, el inferiorizado, después .de esta fase de culturacién, de extrafiamiento, encuentra sus posi- ciones originales, El inferiorizado se ata con pasién a esta cultura aban- donada, separada, rechazada, menospreciada. Existe una muy clara promesa ilusoria que aparenta psicolégicamente el deseo de hacerse perdonar. Pero detrds de este andlisis simplificante hay. en’el in- feriorizado la intuicién de una verdad: espontaneamente aparecida. Esta historia psicolégica desemboca en la His- toria yen la Verdad. Al-encontrar un estilo antes desvalorizado, el inferio- tizado asiste a una cultura de Ja‘ cultura. Tal caricatura de la existencia cultural significaria, si fuera necesario, que la cultura se viva, pero que no se fraccione. No se.puede es- tudiar una parte y pretender que se conoce el. todo.. Mientras tanto, el oprimido se extasia con cada redes- 49 cubrimiento, El maravillarse es permanente. Antafio emi- grado de eu cultura, el aut6ctono ta explora hoy con arse to. Se trata, pues, de esponsales continuos. El antiguo inferiorizado est en estado de gracia, Pero no se sufre impunemente una dominacién, La cul- tura del pueblo sometido esta esclerosada, agonizante, No le circula ninguna vida. Mis precisamente, la nica vida existente esté disimulada. La poblacién que normalmente asume aqui y alld algunos trozos de vida que mantienen significativas dindmicas en las instituciones, es una pobla- cidn_anénima, En el régimen colonial son, los tradiciona- listas. El antiguo emigrado, por la sibita ambigiiedad de su comportamiento, introduce el escéndalo. Al anonimato del tradicionalista opone un exhibicionismo vehemente y agre- sivo. Estado de gracia y agresividad son. dos constantes que volvemos a encontrar en este estadio. La agresividad era el mecanismo pasional que permitia escapar a la morde- dura de la paradoja. A Puesto que el antiguo emigrado posee técnicas precisas y su nivel de accién se sitta en el marco de relaciones ya complejas, estos encuentros revisten un aspecto irracional. Existe un foso, una separacién entre el desarrollo’ intelec- tual, la apropiacién técnica, las modalidades de pensamien- to y de logica, altamente diferenciados, y una base emo- cional “simple, pura”, etc... Reencontrando la tradicién, la que vive como mecanis: mo de defensa, como simbolo de pureza, como salvacién, el deculturado deja la impresién de que la mediacién se venga sustancializandose. Este reflujo de posici i cas sin relacién con el desarrollo técnico es parad instituciones valorizadas de este modo no corresponden a os métodos elaborados de accién ya adquiridos. La cuiltura encasquillada, vegetativa, a partir de la do- 50 minacién extranjera, es revalorizada. No es nuevamente pensada, tomada otra vez, hecha dindmica en su interior. Es gritada. Y esta revalorizacién subita, no estructurada, verbal, recobra actitudes parad6jicas. En ese momento se hace mencién del cardcter incorre- gible del inferiorizado. Los médicus 4rabes duetrmen en tierra, escupen sin importarles dénde, etc. . . Los intelectuales negros consultan al brujo antes de to- mar cualquier decisién, etc... Los intelectuales “colaboradores” tratan de justificar su nueva actitud. Las costumbres, tradiciones, creencias, an- tafio negadas y pasadas en silencio, ahora son violentamen- te valorizadas y afirmadas, La tradicién ya no es ironizada por el grupo. El grupo no huye més. Se reencuentra el sentido del pasado, el cul- to de los-antepasados. .. EI pasado, de aqui en adelante una constelacién de va- lores, se identifica con la Verdad. Este redescubrimiento, esta valorizacién absoluta de un modo de ser casi irreal, objetivamente indefendible, revis- te una importancia subjetiva incomparable, Al salir de aquellos esponsales apasionados, el autéctono habrd deci- dido, con “conocimiento de causa”, luchar contra todas las formas de explotacién y de enajenacién del hombre. Por el contrario, el ocupante durante esta época multiplica Jas Hamadas a la asimilacién’ y a la integracién, a la co- munidad. El encuentro cuerpo a cuerpo del indigena con su cul- tura es una.operacién demasiado solemne, demasiado abrup- ta, para tolerar cualquier falla. Ningéin ‘neologismo puede enmascarar la nueva evidencia: el sumergitse en la inmen- sidad del pasado es condicién y fuente de la libertad. El fin légico de esta voluntad de lucha ¢s la liberaci6n total del territorio nacional, Con el propésitu de realizar esta liberacién, el inferiorizado pone en juego todos sus 51 recursos, todas sus adquisiciones; las viejas y las nuevas, las suyas y las del ocupante. La lucha es total de golpe, absoluta. Pero, entonces, casi no se ve aparecer el racismo. En-el momento de imponer su dominacién,. para jus- tificar Ja-esclavitud, el opresor habla apeladoa argumen- taciones cientificas.. Aqui no hay nada semejante. “Un pueblo que emprende una lucha de liberacién, rara vez legitima el racismo. Niven el curso de periodos agu- dos de lucha armada de insurreccién, se asiste a la toma en masa de justificaciones biolégicas. La lucha del inferiorizado se sitéa en un nivel. indu- dablemente mds humano. Las perspectivas son radical- mente nuevas. Es, la oposicién, clasica, desde ese momen- to, de las luchas de conquista y de liberacién. En el curso de la lucha, la nacién dominadora trata de renovar argumentos racistas, pero la elaboracién. del ra- cismo se hace més y més ineficaz. Se habla de fanatismo, de actitudes primitivas ante la muerte, pero una vez mas el mecanisme ‘ya socavado no responde.' Los -antiguos in- moviles, las debilidades constitucionales, los miedosos, los inferiorizados de siempre se apuntalan y se levantan eri- zados, El ocupante no comprende. El fin del racismo comienza con una repentina incom- prensién, La cultura espasmédica y rigida del ocupante, liberada, se abre al. fin a la cultura del pueblo vuelto realmente fraterno. Las dos culturas. pueden ‘confrontarse, enrique- cerse, En conclusién, la ‘universalidad reside en esta’ decisién de darse cuenta: del’ relativismo reciproco de ‘Jas culturas diferentes una vez que se ha excluido inteversiblemente ad estatuto colonial. 52 Il. POR ARGELIA 1, CARTA A UN FRANCES Cvuanpo me has manifestado tu deseo de abandonar Arge- lia, mi amistad se ha hecho stibitamente silenciosa. Cier- tas imégenes surgidas, tenaces y decisivas estaban en’ el umbral de mi memoria, Te miraba y tu mujer estaba a tu lado. Te vas a Francia ya... Nuevos rostros rondarén en tor- no a ti, muy lejos de este pais donde desde hace algunos dias las cosas decididamente no van bien. Ta me has dicho: La atmésfera se deteriora, es, nece- sario'que me yaya, Tu decisién, sin ser irrevocable por ha-, berla ya expresado, tomaba forma progresivamente, iEste pais inexplicablemente erizado! Los caminos han ejado de ser segutos. Los campos de trigo se han trans- formado en braseros. Los arabes se hacen perversos. Se habla. Se habla, Las mujeres serin violadas Los testiculos serin ‘corta- dos y clavados entre los dientes. jAcuérdense de Sétift ,Queréis otro Sétif? Ellos lo tendran, pero no nosotros. ‘Ta me has dicho todo ésto riendo. Pero tu mujei no refa. Y.he mirado tras de tu risa. He visto tu esencial ignorancia de las cosas de este pais. Cosas que yo te explicaré, Quizé partirés, pero dime, cuando se te pregunte: “Qué pasa en Argelia?” ;Qué responderds? - ‘Cuando tus hermanos te pregunten: “,Qué ha sucedi- do en Argelia?” Qué les responders? 53

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