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II. LA IGLESIA Y LA RESTAURACION 1. Ideas fundameniales — El principio fundamental que inspiré a las estructuras politicas de la sociedad liberal con respecto a la religion fue diametralmente opuesto al que se habia mantenido inalterado durante el Antiguo Régimen. — Mientras hasta entonces habia habido una unién estre- cha Altar-Trono, desde la Revolucion francesa prevalecié la dis- tincidn entre el orden politico y el espiritual, entre el civil y el re- ligioso, entre el temporal y el sobrenatural. — Esto llevé en términos generales a una separacién neta Iplesia-Estado, de tal modo que ambos procedieron por caminos paralelos que no se encontraron jamds, — A finales del siglo xvitt, la Santa Sede comenz6é a dejar de ser considerada como protagonista de la vida internacional. — En el Congreso de Viena (1815) parecié llegado el mo- mento de la revancha. — Pero, durante la Restauracion, la Iglesia quedé margi- nada del mundo moderno y al papa no se le quiso reconocer el papel de drbitro internacional. — El papa qued6 excluido de todas las combinaciones di- plomdticas de la Restauracion porque las grandes potencias no querian que les propusiera criterios extrafios a sus intereses ba- sados sobre la fuerza. —— El papa no tenfa potencia militar, ni territorial, ni colo- 104 Historia de la Iglesia nial y por ello su presencia molestaba, ya que introducta crite- rios morales a nivel de derecho internacional no adiitidos pues los criterios eran los de los equilibrios, de la justificacion le la potencia, de la hegemonia y del legitimismo. _ Pio Vil rato de actuar una verdadera restauracion espe- cialmente religiosa. — Gregorio XVI conden el liberalismo en 1832. —Alo fern del siglo xix prevalecid un modelo de Iglesia coma «sociedad perfecta», con una dignit fe , ignidad semejante ome ig yante a la del on — En cambio, la vision de la Iglesia como cuerpo mistico de rtsto ¥, por consiguiente, como sociedad diversa del Rstado fanto por su naturdleza como por su finalidad y por sus medios comenz6 a aparecer en aleutos aut ( s autores, ya en el primer terci ee y primer tercio : _ Un aspecto significativo de la vitalidad de la Iglesia en el “e lo ue fue la gran actividad apostolica de muchas comunida- les religiosas ya existentes y el casi incretble florecimiento de riots eongregaciones, grandes y pequefias, sobre todo en el campo de la educacién de los jovenes, de la asistencia a los en- fermos y del empefio misiouero. 2. La Restauracion Tras la Revolucién francesa vino la Restauracién. Con este término se quiso indicar el retorno de los Borbones al trono de Francia y més tarde se aplicé también al restablecimiento de los regimenes pasados y de las antiguas condiciones polfti- cas. El ministro austriaco, principe de Metternich (1773- 1859), que muy pronto se convirtié en el drbitro de Europa fue el artifice de este movimiento politico, que encontré des- pués otros elementos favorables. Metternich firmé la paz de Paris (1814), presidié el Congreso de Viena (1815), organizé la La Iglesia y la Restauracion 105 Santa Alianza y firms el segundo tratado de Paris (1815). La Justracion del Seiecientos protegié la nueva corriente y por eso las ideas religiosas catélicas y el papado no resultaron los mas favorecidos. Las supresiones eclesidsticas en Alemania fueron e} fruto de los principios que influyeron sobre la res- tauracion politica tras la caida de Napolen. La situacion que ofrecian la Iglesia y la sociedad al co- menzar el siglo xix era completamente diversa a la de los si- glos anteriores porque el principio fundamental, que inspiré a las estructuras politicas de la sociedad liberal con respecto a la religion fue diametralmente opucsto al gue se habia mante- nido inaltcrado durante el antiguo régimen. Mientras hasta entonces habia habido una unién estrecha Altar-Trono, desde la Revolucion francesa prevalecié la distincion entre el orden politico y el espiritual, entre el civil y el religioso, entre el tem- poral y el sobrenatural, que llevs en términos generales a una separacion neta Iglesia-Estado, de tal modo que ambos proce- dieron por caminos paralelos que no se encontraron jamas. En la Francia postnapolednica y en la Iglesia en general, Jas tendencias conservadoras en la sociedad y los catdlicos in- transigentes hicieron todo lo posible para restablecer el es- tado anterior, En la Iglesia, en particular, aunque salida del periodo revolucionario rodeada de respeto por los estigmas del martirio, la experiencia napolednica habia dejado una la- cerante sensaci6n: la modernidad era un fruto adulterino de la raz6n y de la libertad, de modo que, como antidoto, habia que reforzar la fe y la autoridad. Concretamente, alianza del Trono con el Altar. En este sentido influyeron el {ilésofo francés Joseph de Maistre (1753-1821), defensor acérrimo del principio de auto- ridad ast en lo religioso como en. lo politico y uno de los fun- dadores del tradicionalismo, autor de una obra titulada Du Pape (1819), que tuvo gran difusion; el vizconde de Bonald (1754-1840), también filésofo y estadista francés, que fue mi- 106 Historia de la Iglesia nistro de Estado en 1822 y defendié los principios monarqui- cos y religiosos; el marqués Cesare d’Azeglio (1798-1866) y el principe de Canosa (1768-1838). Todos ellos eran fautores de una religién de poder y ligada al poder. ; Retorno a la escolastica medieval y conservadurismo so- cial calificaron al cristianismo de la Restauracién. También la espiritualidad se resintié de este clima, acentuando el pesi- mismo, el dolorismo y el ascetismo exasperado, mientras que en Ja eclesiologia volvia en auge un clericalismo autoritario, muy poco dispuesto a valorizar a los laicos y se oponfa al ra. cionalismo liberal un no menos peligroso fideismo. Las apolo- gias religiosas de Chateaubriand provocaron un vasto retorno al cristianismo dentro de un cuadro sentimental. En el Congreso de Viena (1815), la habilidad diplomatica del cardenal Consalvi (1757-1824), secretario de Estado, con- siguis la restitucién del Estado Pontificio en casi toda su pre- cedente extensi6n, y el papa tral6 de reordenarlo para acabar con el caos provocado por las guerras continuas, los saqueos y violencias. Aunque fueron restauradas viejas instituciones, se mantuvieron y desarrollaron otras reformas de la época revo- lucionaria para dar una mayor unidad y uniformidad a la or- ganizacién econdémica y administrativa de la justicia. / Pio VII traté de actuar una verdadera restauracién espe- cialmente religiosa y, sin destruir las buenas reformas que los franceses habian introducido en sus Estados, intenté armoni- zar los viejos sistemas con las nuevas necesidades, aboliendo el c6digo napoleénico, pero conservando la organizacién fi- nanciera francesa, necesaria para colmar las grandes deficien- cias del erario pontificio. Pasada la tempestad napolednica, Pio VI restituy6 a la Iglesia la Compafifa de Jestis, que la persecucion antirreli- giosa habia hecho sacrificar durante la prepotente politica borbénica, Pio VI habia permitido repetidas veces, aunque siempre de viva voz, que en Rusia los jesuitas vivieran segiin La Iglesia y la Restauracién 107 la voluntad de Catalina Ii. Pio VII aprobs la existencia de los hijos de San Ignacio en aquella nacion con un breve del 7 de marzo de 1801 y después de tres afios extendié esta aproba- cién a todo el reino de las Dos Sicilia, hasta que en 1814 lego el momento del restablecimiento completo de la Compafifa. También fueron resiauradas las otras ordenes religiosas, si bien el papa impuso una oportuna reforma, sobre todo de aquellas ordenes que durante la persecucién no habfan dado buena prueba de fidelidad a sus deberes. No todos los principios de la restauracion politica fueron conformes al espiritu eclesiéstico, ya que los nuevos deseos de los pueblos estaban inspirados en doctrinas que insidiaban la mision y libertad de la Iglesia. Por ello, Pio VII traté de reor- ganizar los asuntos eclesidsticos en los diversos paises de Eu- ropa con los medios oportunos, es decir, los concordatos, uni- formandose al esquema del concordato napolednico. Pero también esta iniciativa enconiré grandes dificultades pues en Francia, por ejemplo, algunos obispos del Antiguo Régimen, no queriendo someterse a los deseos pontificios, hubieran de- seado que los obispos concordatarios fuesen depuestos y que el concordato napolednico fuese denunciado. En Austria, a pesar de la religiosidad del emperador, no fue posible concluir um acuerdo con el papa y el Estado legislo sobre matrimonios mixtos en contra de las normas eclesiasticas y en las escuelas reinaba un espiritu de independencia de la Iglesia. El acuerdo pudo hacerse en Baviera y también en las Dos Sicilias. Muy diffciles fueron las negociaciones con los Estados protes- tantes. En la Espafia de Fernando VU fueron imposibles las nego- ciaciones y la Iglesia tuvo que sufrir persecuciones. Tras la constitucién espafiola de Cadiz de 1812, aprobada por el rey en marzo de 1820, el llamado trienio liberal introdujo una se- rie de medidas antieclesidsticas que afectaron gravemente a las didcesis, a los obispos y al clero en general. Se intenté la 108 Historia de la Iglesia creacion de un episcopado capaz de asumir las ideas liberales 0, al menos, de colaborar con sus promotores. Esta fue una iniciativa tomada por aqucllos gobiernos constitucionales para conseguir 0 completar sus objetivos polfticos. La Iglesia espaficla necesitaba una profunda renovaci6n, pero tanto la Santa Sede como la jerarquia del Trienio no sélo rehuyeron tomar iniciativas, sino que no supieron o no quisieron prose- guir, al menos, la labor reformista de los obispos ilustrados ni prestaron una adecuada atenci6n a los proyectos nacidos en el seno de las Cortes de Cadiz. La linea de actuacién de los obispos ilustrados del siglo xvii se truncé al perderse la opor- tunidad de cubrir sedes episcopales con unos obispos libera- les que podrian haber sido sus continuadores natos. El sucesor de Pio VIt fue Leén XI (1823-1829) (Annibale della Genga), elegido en 1823; habfa sido nuncio en Alemania y tuvo un pontificado muy agitado debido a Ja situacion in- terna de los Estados Pontificios, en los que conspiraciones y revueltas estuvicron a la orden del dia, ya que predominaba la corriente reaccionaria de los «zelantes». Proliferaron las sec- tas, consideradas derivaciones de la masoneria, pues en mu- chas de ellas se infiltraron masones; y también proliferé el bandidismo. El papa traté de impedir las graves consecuen- cias que las sociedades secretas provocaban al orden juridico de los Estados curopeos, pero tensiones y conflictos politicos alteraron la vida de Ja Iglesia, mientras el papa —impopular por sus medidas politicas- desarrollé una intensa actividad espiritual para reorganizar la Iglesia en diversos pafses y en 1825 celebré el jubileo. Su sucesor Pio VII (1829-1830), perteneciente a la noble familia Castiglioni, tuvo un pontificado brevisimo, de poco més de un afio y medio y pudo conocer diversos acontecimien- tos. En Francia subi6 al trono el revolucionario Luis Felipe de Orleans, poco amigo de las organizaciones eclesidsticas. En Bélgica, los catdlicos se sublevaron junto con los liberales para La Iplesia y la Restauracion 109 do separarse definitivamente de Holanda en 1830 y fe han Ne iguid la i ja, con ventajas para la + se consiguid la independencia, c uN i result6 tan afortunada la sublevacion de los polacos contra ies tusos. Y en Italia los conspiradores tomaban cjempi> | Or ies estos acontecimientos y confiaban “ la ane ‘ es " rane . sacion, en los Estados Unidos de ses, Como compensacién, en \ — Iglesia gozaba de plena libertad y en 1829 pudo rounirse ¢ ° rm mer concilio provincial de Baltimore, que prepar6 nor muy tiles para el desarrollo religioso. 3. Gregorio XVI¥ el primer liberalismo En febrero de 1831 Lue elegido papa con el nombre ee Gregorio XVI el cardenal Mauro Cappellari, gene : i” los maldulenses, austero y buen conocedor de los a psec sidsticos, porgue habia intervenido en muchos | e “ “ae rante los pontificados anteriores. Aunque intro me alg es cambios en la administracion de sus Estados, sus t me te formas no impidieron movimientos sediciosos, que el p Oe primio con todo rigor y severidad, provocando la intervene on de Austria y Francia en los asuntos de Talia. * lo este ne hizo mas que complicar ulterarte veien de s nya ue el papa traté de reformar la adminis le su ae i mayor autoridad a los ciudadanos a través ee Tiberales no se sintieron satisleches y dese denaron una serie de movimientos insurreccionales n poms y luego en otros sitios de Stalia, siendo cada ven mayor la py sién independentista en los Estados Pontificios. rice de En Francia surgié el movimiento dirigido por Félic ee Lamennais (1782-1854), que se rebel6 abientamen cont fae papa atacando las instituciones monarquicas y . eles Se Jésofo y tedlogo, Lamennais publico en 1817 su s i wee la indiferencia en materia de religion, en el que impugn 110 Historia de la Iglesia cionalismo filoséfico, Después, junto con Montalembert, funds la revista L’Avenir, alrededor de la cual reunié a lo més selecto de la juventud catdlica francesa, y defendié el libe- ralismo y la separacion de la Iglesia y el Estado, por lo que Gregorio XVI le conden en 1832 con la enciclica Mirari vos. Lamennais abandoné la Iglesia, se hizo librepensador y se convirtié en fautor de una filosoffa pantefsta y del socialismo que comenzaba a organizarse como partido polftico; escribié contra la Santa Sede, en 1848 fue elegido diputado en Ia asamblea nacional y murié fuera de la Iglesia en 1854. Recientes estudios sobre las verdaderas razones de la con- dena de Lamennais demuestran que éstas fueron de carActer teologico y no politico, pero se explican por el hecho de que los jueces romanos de Lamennais vivian en un mundo mental superado e insisten en atirmar que en lugar de hablar de dos Lamennais, segtin la distincién que se ha hecho cominmente, habria que decir que Lamennais vivié una especie de dualidad interior, ya que fue simultaneamente uno de los espiritus mas avanzados y, al mismo tiempo, uno de los mas antiguos. Como contrapartida, el papa conté en Francia con el apoyo de un grupo de catélicos convencidos que trabajaron especialmente en favor de la libertad en el campo de la es- cuela, dado que el monopolio estatal de la ensefianza favore- cfa notablemente el ateismo. Destacaron, entre ellos, el dominico Lacordaire (1802- 1861), uno de los mas brillantes predicadores y conferencian- tes del siglo xix, que inicialmente comulg6 con las ideas de Lamennais, pero al ser éstas condenadas por el papa, acaté la autoridad pontificia; y el conde de Montalembert (1810-1870), que defendié la ensefianza religiosa y consiguié buenos resul- tados en este sector y la autonomia de las 6rdenes y congrega- ciones. Este colaboré con Lamennais y Lacordaire, pero final- mente se reconcilid con la Iglesia. Lacordaire, Montalembert y mas tarde Dupanloup fueron tres catélicos romanticos com- La Iglesia y la Restauracion 11 prometidos en lo «temporal», que desearon ardientemente servir a Ja Iglesia en medio de los radicales cambios sue se produjeron en Francia desde 1830 hasta 1870 y que cs ae ron durante los meses cruciales de la crisis de 1848- . aunque fueron promotores de un cierto «orden social» " por ello dejaron de ser muy sensibles a Jas exigencias evangélicas. También confortaron al papa el periodista y polemista Louis Veuillot (1813-1883), que desde el diario L’ Univers come batié el galicanismo y el falso liberalismo, y fue un a fen'e propagandista catélico con un estilo vibrante y tleno a genes, que tuvo numerosos imitadores, mieniras que ire ei Ozanam (1813-1853), profesor de la Sorbona de Paris, ine pliaba la presencia de la Iglesia entre las gentes mas vn “ a través de las conferencias de San Vicente de Patil, funda - por él, Esta iniciativa ocupa un lugar muy importante en a gran movimiento de renovacién catélica de la primera mia del siglo xix. Ozanam, beatificado en 1996, puede ser consi de- rado como un precursor de la Accion Catélica en el campo in- telectual y social. Gregorio XVI también condend en 1835 el chee nianismo», las doctrinas difundidas por Georg Hermes ( 1S- 1831), profesor de teologia en Miinster y Bonn, quien. ~ fluido por el kantismo, intento demostrar racionalmen e sélo los motivos de credibilidad, que para él eran. los motivos de la fe, sino también los motivos de la fe misma, con um sis- ionalista sobrenatural. ; em Oresorio XVI habia dicho desde al comienzo de = ponti- ficado que no queria conflictos politicos, y sin em aree no tuvo mas remedio que ocuparse de cuestiones espailo. as portuguesas, ya que los gobiernos liberales de los respectivos paises tomaron una serie de pedicas contra la Iglesia que i al papa a intervenir directamente. ia eT ntieclesiastica de Portugal fue desastrosa para 112 Historia de la Iglesia la Iglesia y el espiritu liberal llegé a penetrar entre el clero hasta tal punto que el patriarca de Lisboa consagré un obispo impuesto por el rey don Pedro (1794-1834) en contra de la vo- luntad del papa. Cuando Heg6 al trono la reina Maria da Glo- ria (1819-1853) se intensificé la legislacién antieclesidstica ¥ aunque, en 1842, el papa traté de reconciliarse con la reina, el espfritu masénico del gobierno retras6 las buenas intenciones del pontifice. Durante el pontificado de Gregorio XVI, la Iglesia cono- cié en Espafia el periodo mas funesto de todo el siglo xix. Las relaciones diplomiaticas entre la Santa Sede y el gobierno es- pafiol quedaron interrumpidas por decisién unilateral del Papa para mostrar su desaprobacién por la politica anticleri- cal de los gobiernos liberales. Desde 1834 hasta 1847 no se hi- cieron nombramientos de obispos y mas de 40 didcesis que- daron vacanies por fallecimiento o desticrro de sus respectivos prelados. Muchos obispos que permanecieron en sus didcesis no pudieron ejercer el ministerio episcopal a causa de las limilaciones impuestas por el Gobierno. La legis- lacién civil contra los religiosos provocé la exclaustracién de los regulares. La desorganizacién eclosidstica fue total, Tam- bién a las religiosas se les impidi6 el desarrollo normal de sus actividades. La primera guerra carlista, desde 1833 hasta 1839, ensangrenté el pais y dej6 huellas profundas de odio v rencor que permanecieron en el corazén de los espafioles du- rante muchos decenios. Fl Gobierno crey6 resolver el gravi- simo problema econémico del Estado con desamortizaciones eclesidsticas y civiles y la consiguiente venta de los bienes de la Iglesia a quienes mayores posibilidades financieras tenfan de adquirirlos, con lo cual los ricos fueron mas poderosos y los pobres mas miserables. Muchos fueron los errores politicos cometidos por Grego- rio XVI, a quien la historia no considera un gran pontifice, pero fue excesivamente maltratado por historiadores liberales La Iglesia y la Restauracion 113 y escritores de su tiempo, condicionados sin duda por la + transigencia que caracteriz6 su gobierno y por la cert a7on He sus mas estrechos colaboradores, hostiles a cualquier innova. cién en el campo socio-politico, Este papa favoreci6 Ja accién, misionera de la Iglesia sobre todo en América y desde su por tificado comenzo a acentuarse cada vez mas el influjo de la st6lica en nivel universal. se ae antimos afios de Gregorio XVI, fallecido en 1846, y los primeros de Pfo IX, elegido el 1 de junio del mismo afi, Per tenecen al periodo histérico de la Iglesia caracterizado por e comienzo de la revision de las estructuras eclesiales y de la ac- cidén de los catélicos en un mundo que comenzaba a ees primeras experiencias de la moderna revolucion industria ‘ pudo dar frutos sazonados solamente en los tllimos afios del siglo. 4. Progresiva marginacion de la Santa Sede Desde finales del siglo xvi, la Santa Sede fue sometida a un lento pero progresivo proceso de marginacion enel campo internacional, por parte de las potencias politicas que no qui- sieron reconocerle al papa el papel de arbitro. Fista fue una de las primeras consecuencias del Estado ab- soluto, que no podia admitir algo que le invadsa, como la ie sia, una institucién que establecia comunicaciones con rea dades que el Estado no podia controlar, como obisos. religiosos y catélicos entre ellos y con Roma. Los juris: d eclo- nalismos y regalismos han de ser estudiados desde esta Optica. Las monarquias absolutas no querian reconocer nae otro poder por encima de ellas y mucho menos el po ee e Roma. Una de las razones fundamentales para suprimir ove nes 0 expulsar religiosos era que tenfan superiores o centrales fuera del Estado, Esta situacién provocé que, por ejemplo, en 14 Historia de la Iglesia Austria y Espafia se exigiera a los religiosos que tuvieran sus superiores generales equivalentes en Viena o en Madrid, pero no en Roma. E! Estado querfa controlarlo todo y no podia permitir la existencia de instituciones o realidades incontrola- das por él. Al llegar la Revolucién francesa, el poder temporal de la Iglesia y su capacidad de autonomia habia quedado reducida a la minima expresi6n. Y tanto el Estado liberal, a lo largo del siglo x1x, como los regfmenes totalitarios del xx, trataron de anular la presencia de la Iglesia en el Estado para neutralizar su influjo en la sociedad. Tras la Restauracién, el papa regresé triunfalmente a Roma, pero no consiguié recuperar plenamente su poder poli- tico, ya que el restablecimiento del Estado Pontificio no signi- ficé nada, porque no ten{fa ninguna importancia. La prueba mas evidente de esto la tuvo el cardenal Consalvi, en el Con- greso de Viena (1815), cuando vio que se le trataba como mi- nistro de un pequeiio Estado sin poder ni influjo. El papa quedé exchuido de todas las combinaciones diplomaticas de la Restauracién porque las grandes potencias no querian que les propusiera criterios extrafios a sus intereses basados sobre la fuerza. El papa no tenia potencia militar, ni territorial, ni co- lonial y por ello su presencia molestaba, pues introducia crite- trios morales a nivel de derecho internacional no admitidos, ya que los criterios eran los de los equilibrios, de la justificacién de la potencia, de la hegemontfa y del legitimismo. El espiritu religioso del romanticismo catélico del que Chateaubriand fue exponente tipico, hubiera deseado una plena Restauracion de la Santa Sede, pero las potencias, que hubieran querido prescindir por completo del papa, se limita- ron a demostrarle un obsequio verbal y a desinteresarse de su situacién real cuando comenz6 el Risorgimento. De este modo el papa qued6 cada vez mas aislado polfticamente. La Iglesia y la Restauracion 115 5. La Iglesia ante la sociedad liberal A lo largo del siglo xix prevalecié un modelo de Iglesia como «sociedad perfecta», con una dignidad semejante a la del Estado, En cambio, la vision de la Iglesia como cuerpo mistico de Cristo y, por consiguiente, como sociedad diversa del Estado tanto por su naturaleza como por su finalidad y por sus medios comenz6 a aparecer en. algunos autores, ya en el primer tercio del siglo, como Antonio Rosmint (1797-1855), un gran pensador, fundador de la Congregaci6n de Sacerdotes de la Caridad, que escribié sus Cinco llagas de la Iglesia en 1832, aunque las publicé en 1848. Sus doctrinas, condenadas en parte por la Iglesia, influyeron considerablemente en los pensadores y escritores italianos de la segunda mitad del siglo xix, ya que sobre él se dividieron las opiniones. Los filésofos idealistas italianos consideraron a Rosmini como «el Kant ita- liano» y se apropiaron de su patrimonio ideolégico, mientras que el mundo intelectual catélico italiano lo aislé después de su condenacién péstuma en 1888. Pero otra tradicién minori- taria, formada por religiosos rosminianos y un pequefio grupo de laicos cultos, traté por todos los medios de conservar la he- rencia cultural y de demostrar la ortodoxia fundamental de Rosmini ante un neo-tomismo hostil, pero hegeménico, con- ducido por los jesuitas de La Civilta Cattolica. Segin De Giorgi, la espiritualidad de Rosmini no ha sido estudiada hasta ahora mas que de una forma expositiva sin penetrar en el fondo de la misma. Esta tuvo su realizacion concreta en el Instituto de la Caridad, que se entreg6 sobre todo a la caridad espiritual, que comprendia la «cura animarum». El pensamiento de Rosmini tard6 en abrirse camino du- rante el siglo xix porque sobre é] pesé durante mucho tiempo la condenacién de sus cuarenta proposiciones por parte de Le6n XIII. Pero comenzé a ser visto de forma distinta a partir del siglo xx y, ahora, tras su completa rehabilitacién, ha sido 16 Historia de la Iglesia abierto su proceso de beatilicacién. La fria légica del tiempo ha justificado ampliamente la accidn politica de Rosmini, ba- sada sobre la independencia, sobre la unidad italiana y sobre el primado del poder espiritual. Pero sobre todo ha alejado de la figura de Rosmini muchos elementos mediocres que en- sombrecian su figura, y ha puesto de relieve su originalidad y la amplitud de su genio espiritual y politico. El Vaticano I insistié en esta linea en el primer esquema de constitucién sobre Ja Iglesia, si bicn esta idea estaba toda- via muy confusa en la mente de muchos obispos y tedlogos. Las consecuencias de esta nueva concepcidn de la sociedad li- beral fueron la conviccién de que cl origen de la sociedad y de la autoridad es puramente humano y convencional, y por con- siguiente, sin ninguna referencia a la autoridad divina, y de gue la unidad politica se funda sobre Ja identidad de los inte- reses politicos. Desaparecié el concepto de «religion de Es- tado» y se reafirmé la plena libertad de conciencia. La legisla- cién civil no tuvo en cuenta el ordenamiento candénico. El Estado reivindic6 varias actividades ejercidas prevalente- mente por la Iglesia hasta entonces, por ejemplo, se estable- cieron los registros civiles, la administraci6n de los cemente- rios, la direccién de instituciones benéfico-caritativas y docentes, colegios, hospitales, etc. Desaparecieron las inmu- nidades y privilegios tipicos del antiguo régimen. Por lo gue se refiere a la separacién Iglesia-Estado, ésta se realiz6 de modo diverso segiin los paises y las circunstancias socio-politicas de cada uno de ellos. En unos hubo una sepa- racion neta, como fue en los Estados Unidos de América, y qued6 establecida en la Constitucién de 1787. En otros, la se- paracién fue parcial, como ocurrié en Bélgica. ¥ fue hostil en casi todas las naciones latinas: Espaiia, Francia, Italia y Por- tugal y en diversos paises de Latinoamérica. Para resolver los conflictos existentes en muchos de estos paises se buscé la via La Iglesia y la Restauracion 47 concordataria, mediante la cual Iglesia y Estado se hicieron concesiones reciprocas. La nueva situacidn obligé a la Iglesia a buscar una nueva jdentidad, que le permitiera desarrollar su misién entre la tra- dicién y la modernidad. Y no todo fue negativo para la Iglesia, ya que, al perder los antiguos privilegios, perdié también los antiguos lazos que la vincularon excesivamente al poder civil. La Iglesia adquirié mayor independencia y libertad, pero esta independencia obligé a los catélicos a unirse mas estrecha- mente con el papa y produjo como primera consecuencia el llamado «ultramontanismo», que tuvo su momento mas al- gido en la unién a la persona de Pio 1X tras la pérdida de los Estados pontificios. Este fenémeno llev6 consigo a una mayor centralizacién del poder cspiritual en la persona del papa y de la Curia Romana. El clero secular disminuyd sensiblemente con respecto al del Antiguo Régimen y tuvo caracteristicas diversas en Amé- rica, donde hubo siempre poco clero, y en Europa, donde a pesar de la disminuci6n de vocaciones, se maniuvo un nivel bastante elevado de sacerdotes. Y lo mismo hay que decir de los institutos religiosos, que en Europa y América ofrecieron situaciones contradictorias, pues, mientras en el viejo conti- nente eran suprimidos y sufrian fuertes crisis, en el nuevo mundo tenfan un desarrollo prometedor. 6. Nuevas congregaciones religiosas Un fendémeno tipico del siglo xix fue el nacimiento de un gran mimero de congregaciones religiosas femeninas de vida activa, solamente en Italia fueron mas de cien y en Francia, entre 1815 y 1846, surgieron casi 400 nuevas fundaciones. Algo semeijante ocurrid en Espafia y en otros paises. La mayo- ria de estas fundaciones fueron obra de religiosos 0 sacerdo- 118 Historia de la Iglesia tes y de seglares comprometidos en tareas sociales y benético- docentes. También a lo largo de siglo xIx se observ6 una sensible evolucién en la cura pastoral, que cuidé aspectos hasta enton- ces un tanto olvidados, como una mejor administracién de los sacramentos y de la predicacién, una mayor atencién a las ne- cesidades de los fieles en general y un aumento de las devocio- nes populares: algunas fueron tipicas del xix, como a San José, al Corazén de Jestis 0 a la Virgen. Y, junto a todo esto, surgieron también el movimiento catélico y el apostolado de los laicos y se intensificé la accion misionera en territorios de Africa, Asia (China, Japon, Indochina) y Oceanfa con el naci- miento de institutos misioneros de cardcter nacional y de con- gregaciones fundadas precisamente para fomentar las misio- nes en dichos continentes. Un aspecto significativo de la vitalidad de la Iglesia en el siglo xix fue la gran actividad apostdlica de muchas comuni- dades religiosas ya existentes y el casi increible florecimiento de nuevas congregaciones, grandes Y pequefias, sobre todo en el campo de la educacién de los Jévenes, de Ja asistencia a los enfermos y del empefio misionero. La mayor parte de estas fundaciones fueron europeas y, en concreto, espafiolas, italia- nas y francesas. Fueron instituciones religiosas que surgieron con un espiritu nuevo y se presentaron a la sociedad como en- carnacién de una expresién de Cristo o de la Virgen, de una actitud conereta, de un hecho de sus vidas. Asf aparecieron Hermanos y Hermanas de la Caridad, del Amor Divino, de la Misericordia o de la Providencia, etc. Los nombres o titulos de muchas congregaciones surgidas enton- ces indicaban diversos aspectos del misterio de Cristo: Euca- ristfa, Salvador, Redentor, Buen Pastor, Sagrado Corazén, 0 etapas de su vida terrena: infancia, presentacion, pasidn, muerte y resurreccion. Todas estas congregaciones fueron fundadas por obispos, sacerdotes, religiosos 0 laicos, movidos La Iglesia y la Restauracién 119 por circunstancias historicas particulares para hacer iene a necesidades muy concretas. No faltaron casos, como el er as Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazén, en que la m- dacién se debié al entendimiento entre un sacerdote italiano, san Benito Menni (1841-1914), y dos mujeres seglares, una viuda, Maria Josefa Recio Martin (1846-1883), y otra solters Maria Angustias Giménez Vera (1849-1897). Caso poco fre- cuente en la historia de la Iglesia. 7. Bibliografia esencial comentada General: ; A. J. REINERMAN, Austria and the Papacy in the Age of Met- ternich, If. Revolucition and Reaction, 1830-1838 (Washing- ton, DC, Cath. Univ. of America P., 1989). 7 Sobre Rosmini: F. pe Gioral, La scienza del cuore. Spiritua- lita e cultura religiosa in Antonio Rosmini (Bolonia, Tl Mulino, 1995), demuestra los limites de la tradicién laica sobre la espiri- tualidad de Rosmini y la analiza desde su génesis historica hasta su fundacién religiosa y sus escritos mas conocidos. Sobre Francia: " Muy abundante es la bibliografia sobre los exponentes del romanticismo y del liberalismo. Me limito a citar Lactualite de Lamennais (Estrasburgo, Cerdic, 1981), que retine las actas del coloquio de La Tourette de 1878 sobre Giversos aspectos de este complejo personaje, del que tanto se ha escrito; J. e NABIS, aunque €s un. novelista, se ocupa también de temas his- téricos con seriedad y en su obra Lacordaire et quelques au- tres, Politique et religion (Paris, Gallimard, 1982) traza lines sintesis biograficas, centradas en los aspectos psicolégicos le Montalembert, Dupanloup, Lacordaire y otros contemports neos menos conocidos. Lacordaire. Son pays, ses amis et la u-

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