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PSYKHE - Vol. 3, N°2, 1994 ARTICULOS Hacia una Psicologia postmoderna y postoccidental!:? KENNETH J. GERGEN* Resumen La investigacién psicoldgica necesariamente procede sobre la base de supuestos para los cuales no hay fundamentos. Estos supuestos enmarcan tanto los problemas a resolver como los medios a través de los cuales ellos son abordados. En términos generales, la Psicologia del siglo veinte ha tenido como supuestos la racionalidad individual, el ordenamiento racional del universo y el lenguaje como vehiculo para reflejar el universo. Sin embargo, un amplio espectro de trabajos recientes ha cambiado la concepcién modernista en este campo. Los argumentos postmodernos trasladan el foco desde la racionalidad individual hacia las relaciones interpersonales, ven el universo como socialmente construido y entien- den el lenguaje no como reflejo sino como accién en si misma. Se examinan las implicancias que ello tiene para la teoria psicolégica, la metodologia y la accién social en las culturas. Abstract Psychological inquiry must necessarily proceed on the basis of assumptions for which there are no foundations. Such assumptions frame both the problems to be solved and the means by which they are to be approached. For the most part, 20th century psychology has been based on the presumptions of individual rationality, a rationally ordered cosmos, and language as a vehicle for reflecting this cosmos. However, a broad array of recent scholarship has challenged this, the modernist conception of the field. Postmodern arguments shift the center of rationality from the individual to relationships, see the cosmos as a socially constructed, and view language not as reflection but action in itself. The implications for psychological theory, method, and social action within and across cultures is examined. INTRODUCCION Si yo fuera actor (y tal vez lo soy) y ésta fuera una obra de teatro (y tal vez. lo sea), el escenario deberfa retratar visualmente dos conceptos interrelacionados: tiempo y espacio. Moverse en el tiempo es, al menos en forma metaférica, dis- tanciarse uno mismo del pasado; moverse en el espacio es, en la mayoria de los casos, también moverse en el tiempo. Los conceptos comparten, © Conferencia dictada en el XXIV Congreso Interamerica- ‘no de Psicologia, Santiago, Chile, 1993. > Traducido del inglés por Irmagard Jacob. asimismo, la afinidad de marcar una diferencia. Cambio, variacién y diferenciacién son cataloga- dos tanto temporal como geogréficamente; noso- ‘os cambiamos con el tiempo, diferimos en nues- tra posicidn en el espacio, Con nuestra realidad de “aldea del mundo” -expandiéndose— todos es- tamos altamente sensibilizados ante estos concep- tos. ¥, como disciplina, estamos bordeando el It mite del siglo, una demarcacién temporal de cierta significacién. La ciencia sistematica de la * Psicdlogo, Ph.D., Profesor del Departament of Psycho- logy, Swarthmore College. Direccién: 500 College ‘Avenue, Swarthmore, Pennsylvania, 19081-1397, U.S.A. E-mail: kgergen] @cc swarthmore edu 105 GERGEN psicologia est4 cumpliendo (o ha cumplido, de- pendiendo de la ubicacién geogréfica) un siglo de crecimiento y desarrollo. Es, sin duda, ¢! mo- mento apropiado para una autorreflexién, para evaluar nuestros esfuerzos y considerar nuestro futuro, ,Debemos presionar para lograr una Psi- cologia que sea diferente del pasado? También ‘estamos agudamente conscientes del espacio, del hecho que en nuestros orfgenes abarcdbamos el hemisferio. Llegamos a la Psicologfa con diferen- cias significativas e importantes, {Deberdn ser éstas reconciliadas, integradas o ignoradas? {Cémo debemos tratar las diferencias que nos se- paran? Propondré aqui que en el siglo pasado el cam- po de la Psicologia estaba ligado a una enorme negacién tanto del tiempo como del espacio. En ambos casos la disciplina aspiraba a trascender los limites, para alcanzar una dimensi6n univer- sal y eterna, Al hacerlo, no solamente hemos li- mitado drdsticamente nuestro potencial como profesiOn sino que, en el peor de los casos, he- mos sido una fuerza destructiva en los asuntos humanos, Propondré que, admitiendo tanto el tiempo como el espacio en nuestros conceptos y précticas, localizaremos fuentes de enriqueci- miento para el futuro y maximizaremos las posi- bilidades de précticas humanitarias y de un mun- do viable. LA PSICOLOGIA COMO UN CUENTO DE MISTERIO Déjenme empezar con una historia sobre noso- tros mismos que, como psicélogos, nos hemos contado por mucho tiempo. Es una historia con rafces importantes en la Filosoffa Iuminista. En su traducci6n al siglo veinte, ésta retrata la profe- sién como generadora de conocimiento funda- mental, es decir, transhist6rico y universal. Esta historia es convincente, en parte, porque es una autojustificacién; es un cuento que provee a los psic6logos de un sentido de propésito intrinseco. Sin embargo, y enfocando mi presente tesis, tam- bién nos desalfa como una historia de misterio. ‘Comienza con un “algo” misterioso y desconoci- do y promete una revelacién tiltima a través de la cual lo conoceremos. Los secretos desconocidos son aquéllos referidos al funcionamiento indivi- dual. Y, para revelar los misteriosos engranajes de la mente, nos fortalecemos a través de conoci- dos métodos de investigacién. Nos apoyamos en métodos de estudio empfricos para sondear las profundidades de la mente y reemplazamos el velo de ta ignorancia por un espejo de conoci- 106 OCTUBRE 1994 miento, desempatiado de valores, motivos o sen- timientos personales. Para sustentar estos esfuer~ 208, para proveerlos de fundamentos racionales, nos hemos apoyado en “conocimientos” de la fi- losofia de la ciencia. Como nos han ensefiado los fildsofos, al confiar en la légica del método po- dremos movernos por siempre hacia adelante. Tendremos epifanfas de comprensién, en las que una introspeccién al estilo de Copérnico nos mo- ‘ver més all4 de un Ptolomeo, o un Einstein vera més profundamente dentro del universo que un Newton, En efecto, hemos experimentado un si- glo donde hemos explorado lo desconocido Ia vida mental del individuo— armados con los co nocimientos del método y de la metateorfa filos6- fica. Es principalmente sobre la base de esta histo- ria que hemos producido amplias bibliotecas de To que creemos es conocimiento psicol6gico, he- mos construido edificios, creado programas edu- cacionales y fijado esténdares para la publicacién y la difusidn. Sin embargo, miremos més de cer- ca esta historia, sus exigencias tanto a la ignoran- cia como al conocimiento. {Es cierto que somos ignorantes respecto de la manera como funciona Ja mente? Porque, si fuéramos realmente ignoran- tes, si realmente fuera un misterio, entonces, je6mo podriamos presumir de que existe un mundo de la mente a ser explorado y respuestas @ ser reveladas? ;Sobre qué fundamentos podria~ mos seleccionar métodos para develar estos se~ cretos, 0 creer que los filésofos tenfan algo rele~ vante que decir al respecto? Considérenlo més de cerca: si comenzamos con supuestos diferentes sobre el funcionamiento de la mente, favorecere- mos métodos distintos, y nos inclinaremos a ex- traer informacién de apoyo de sectores diferentes de la filosofia o de otras disciplinas. Si creemos en Ia experiencia fenomenolégica como el ingre~ diente central de] funcionamiento humano, enton- ces favoreceremos métodos cualitativos y se hard imperativa la Iectura de Husserl 0 de Heidegger. Si partimos con la accién voluntaria como el mis terio fundamental, entonces se evade la sola idea de capturar la esencia humana a través de la me- todologia y somos atraidos por los escritos de Sartre © de Charles Taylor. Solamente cuando asumimos que estamos dotados de mecanismos mentales universales, modelados por la herencia y reactivos a las contingencias ambientales, es {que parecen relevantes los métodos experimenta- les, y la filosoffa empiricista Hega a ser un recur so racionalizador. Revirtamos los dominios del conocimiento y Ja ignorancia y consideremos las implicaciones de una historia muy diferente. Hemos comenzado Vou.3 62 nuestras exploraciones del funcionamiento ink vidual comprometidos de antemano con Ia idea de lo que es esencial; armados con esta preestruc- tura empezamos a explorar “aquello desconoci- do”, para desarrollar métodos, construir institu- ciones, establecer précticas y expandir nuestras bibliotecas. Los supuestos sobre la mente, enton- ces, operaron como preestructuras preliminares que hicieron aparecer comprensible el resto de nuestras actividades como psicélogos ~investiga- ciGn, terapia, propuestas de politicas a seguir, etc.. De este modo, hemos —engafiosamente~ pretendido ser ignorantes del funcionamiento de la mente, ya que, una vex comprometidos con una preestructura dada, s6lo existen ciertos méto- dos que pueden ser considerados dignos para la tarea y ciertas proposiciones que cuentan como conocimiento, Todo el resto aparece como mal informado 0 contrario. Si esta contrahistoria parece razonable, enton- ces nos confrontamos con un enigma profundo. No podemos proceder a practicar la Psicologia sin una preestructura de supuestos. {Pero c6mo seleccionaremos dentro de una gama de posibles preestructuras? No podemos apelar al conoci- miento cuando seleccionamos una visién sobre otra acerca del funcionamiento humano, porque, como hemos visto, uno no puede proceder a ge- nerar conocimiento sin una cantidad de supuestos ya presentes. ,Estamos, entonces, volando “sobre la sentadera de nuestros pantalones” sin funda- mentos, sin base, sin ningin argumento fehacien- te sobre una teorfa, método o metateorfa superior a otra? gPodemos simplemente tener cualquier teorfa de la mente que queramos, y es la batalla entre escuelas psicolégicas simplemente una cuesti6n de verdad impuesta por medio de la tira- nfa? La respuesta a tales preguntas es “si” y “no”. En principio, no existe limite al rango de formulaciones razonables sobre la accién humana y ninguna raz6n de principios para preferir una sobre la otra. Es posible que exista una multipli- cidad de conceptualizaciones en competencia y, de hecho, existe; y no hay una raz6n trascendente (una razén que no necesite, a su vez, de una ra- z6n) para gobernar entre ellas. Sin embargo, en la préctica nuestras posibilidades conceptuales estén bastante disminuidas. Estamos reducidos a slo un pufiado de teorfas y sus correspondientes mé- todos y metateorfas. Esto es principalmente asi =yo planteo— porque nuestra profesién esté imbuida dentro de un contexto més amplio de significados culturales. Logramos nuestra com- prensibilidad como ciencia solamente porque compartimos los significados de una cultura ge~ HACIA UNA PSICOLOGIA POSTMODERNA ¥ POSTOCCIDENTAL, neral y hemos tenido éxito en suministrar “cono- cimiento” a esta cultura, en gran parte, porque nuestros puntos de vista hacen sentido en los tér- minos de los conocimientos ya existentes. (Decir a alguien que él posee motivos castorianos y poluxianos, por ejemplo, sin ser capaces de expli- car con palabras comunes cuales son esos moti- vos, constituirfa, en el mejor de los casos, una comunicacién malograda y, en el peor, un sinsen- tido total). Es este tiltimo argumento el que fija el escena- rio para el resto de esta presentacién. Porque la tesis que quiero desarrollar es que el agin infante siglo de la ciencia psicolégica ha adquirido su conocimiento desde varios discursos mayores de Ja cultura. Estos discursos —o textos culturales—le han dado intelegibilidad y fuerza persuasiva a los textos propios de la Psicologia. Caracterizaré este conjunto de textos como modernistas. Luego de explorar estos discursos claves del Zeitgeist modernista, quisiera dar consideracién a varios discursos emergentes en la cultura, especffica- mente aquellos que puedan ser identificados como postmodernos. Tal como propondré, si la Psicologia pretende superar su infancia -para evitar transformarse en una curiosidad cultural-, entonces deberd acomodarse a los discursos emergentes. Desde mi punto de vista, esta aco- modacién requeriré que nos relocalicemos tanto en el tiempo como en el espacio, vale decir, en lahistoria y la cultura. Ello invitaré a una iransformaci6n radical en la concepcién del fun- cionamiento humano y a una importante recon- ceptualizacién de métodos, razonamientos y précticas’, LOS TEXTOS DEL MODERNISMO Hay muchas historias que contar sobre el modernismo cultural, pero me limitaré aquf solamente a una de ellas. Es una historia con co- mienzos importantes en el Tluminismo (el resurgimiento desde las edades “oscuras” o “me- dievales"), un perfodo en el cual los trabajos de filésofos, tales como Descartes, Leibniz, Locke y Kant, ponfan téminos sofisticados a concepeio- nes emergentes acerca del individuo y el cosmos. Es una historia que, con algunos rodeos significa- 5 Deberia agregar que la presente conferencia puede ser solamente una inttoducsi6n a estos temas. Para una dis- ‘usin adicional, véanse mi libro Bl Yo Sarurado (1991), junto con el libro editado por Steiner Kvale (1992), Posimodern Psychology, y a hristlieb, (19912), 107 GERGEN tivos (por ejemplo, el Romanticismo del siglo XIX), contintia hasta el siglo actual. Los supues- tos del Iluminismo, entonces, estén presentes ac- tualmente en el compromiso modernista con la ciencia, con el fundacionalismo empiricista y con las grandes narrativas del progreso cientffico y cultural. A continuacién me referiré a tres temas recurrentes que exigen una atenci6n particular. La racionalidad individual como centro Como podemos ver en forma retrospectiva, el Tuminismo fue una vertiente hist6rica, principal- mente debido a la dignidad que otorgaba a la mentalidad individual. Para los pensadores del Iuminismo ya no fue necesario someterse incuestionablemente ante la fuerza totalitaria de un dogma real o religioso, por cuanto dentro de cada uno de nosotros -se argumentaba— hay una soberanfa confinada y sagrada, un dominio gobernado por nuestras propias capacidades indi- viduales de observacién cuidadosa y de delibera- cién racional. Es solamente mi propio pensamicn- to -proponfa Descartes~ el que suministra un fundamento seguro para todo lo demés. Es esta valorizacién de la mente individual del siglo XVIII la que sirve como el principal medio de racionalizacién para los comienzos de una Psi- cologia sistemética del siglo XIX. El efecto aqui es doble: primero, a nivel de la investigacién, la mente individual se convierte en un objeto pre- eminente de estudio, y, segundo, a nivel institu- cional, el conocimiento de la mente es considera- do un subproducto de las mentes individuales de Jos investigadores cientificos. Si la mentalidad individual es la fuente de toda conducta humana, entonces develar los secretos del proceso mental es ganar control sobre toda accign humana. Es también el investigador individual, dotado de las capacidades de observacién y de racionalidad, el que esté mejor equipado para tales estudios. Es- tos supuestos contintan marcando a la investiga- cin psicolégica. Como sostenemos ahora, al re- velar el funcionamiento de esquemas cognitivos, del almacenamiento y la recuperacién de infor- maci6n, de las emociones, los prejuicios, y asi sucesivamente, el cientifico individual mejora nuestras capacidades de predicciGn y control. Ar- mados con el conocimiento cientifico de estos procesos fundamentales podemos derivar proce- dimientos para el cambio terapéutico, la educa- ciGn piblica, el control del crimen, ete. En efecto, es a través de la investigacién del cient{fico sobre los estados mentales del individuo que nos podre- mos encaminar progresivamente hacia una socie- dad ideal. 108 OCTUBRE 1994 La racionalidad del universo Si son los procesos especfficamente racionales los que se celebran, entonces debemos proponer un universo susceptible a ser comprendido racio- nalmente. O, puesto més sintéticamente, el com- pafiero perfecto para una mente racional es un mundo racional. Es en este aspecto que los traba- jos iluministas de figuras tales como Isaac Newton y Francis Bacon son de tan crucial im- portancia. Pues, como sus escritos lo demostraron tan convincentemente, si consideramos el univer- so como de naturaleza material y presumimos relaciones causales eficientes entre todas las enti- dades materiales -en efecto, un universo fun- damentalmente mecénico—, entonces podemos avanzar enormemente en nuestra capacidad de prediccién y control. Es, por cierto, la precisa de- terminacién de la composicién del mundo y las relaciones causa-efecto entre sus constituyentes Jo que definiremos como conocimiento. Nueva- mente, estos puntos de vista del siglo XVIII fuc- ron més tarde insertados en Jos escritos sobre la vida mental del siglo XIX (por ejemplo, en los trabajos de Wundt y Titchener). Ellos continian actualmente reverberando en supuestos amplia- mente compartidos, tales como que los procesos mentales estén esencialmente basados bioldgica- mente, que estén relacionados de una manera causal con los insumos ambientales, por un lado, y con las consecuencias conductuales, por el otro, y que el método experimental es superior a todos Jos otros para captar estas relaciones. El lenguaje como reflexién Existe un tercer texto modernista que alimenta las historias tradicionales de autojustificacién del psic6logo. En comparacién con las historias so- bre el conocimiento individual y el cosmos racio- nal, ésta es de menor significacién. Sin embargo, demostraré ser un punto critico cuando nos mo- vamos al contexto postmoderno. El énfasis, en este caso, esté puesto en la funcién del lenguaje, tanto en la ciencia como en la cultura en general. John Locke captura el punto de vista iluminista del lenguaje: Nuestras palabras ~de acuerdo a Locke (1937)- son “signos externos de concep- ciones internas”, Ellas representan “marcas para las ideas dentro de la mente (del individuo), que posibilitan que éstas puedan ser dadas a conocer a otros; y los pensamientos de Ja mente humana (ic) puedan ser transferidos de uno a otro”. Y es esta manera de ver el lenguaje, como una expre- si6n exterior de una mentalidad interior, la que ha sido transmitida a través de los siglos, modelando VOL. 3 N'2 Ja Psicologia segiin el patrén modernista. Sus in- fluencias son dobles. Dio lugar a una tradicion de investigacién largamente estimada que busca cla- rificar la relacién entre lenguaje y mente. Nos preguntamos: jesté la estructura del lenguaje de- terminada por una estructura anterior de la men- te? y/o zson las convenciones del lenguaje exis- tentes las que determinan el caréctet del proceso mental? Adicionalmente a la determinacién de un dominio de contenido, Ia visién modernista del Ienguaje también influye en nuestras précticas cientificas. Como cientificos, consideramos al Jenguaje como la principal manera para informar fa nuestros colegas y a nuestra cultura sobre los resultados de nuestras propias observaciones y pensamientos particulares. En efecto, usamos el lenguaje para informar sobre la naturaleza del mundo (espectficamente, del mundo mental) en tanto podamos verificar su cardcter. LAS VOCES EMERGENTES DEL POSTMODERNISMO- Como hemos descubierto, estos tres temas modernistas -el énfasis en los atributos de la mente individual, en un universo racional y comprensible y en el lenguaje como un medio de expresién individual de Io conocido- son las pie- dras angulares de la ciencia psicol6gica en su si- glo inicial. Sin embargo, hagamos una pausa para considerar nuestras reacciones a este recuento. Es posible que ustedes, asf como yo, experimenten un cierto aburrimiento con esta historia: “;los viejos clichés recitados otra vez?" Y este abucri- miento quizds esté teffido de un cierto sentimien- to de desagrado isritante, un sentimiento como “bueno, es més complicado que esto, pero si dis- cutimos con Gergen no podremos proseguir con nuestro trabajo”. Y, para algunos, jno habré un poco de remordimiento nostalgico en los limites de su conciencia, un sentimiento de pérdida de “Jos buenos viejos tiempos” cuando podfamos confiar verdaderamente en nuestro progreso como ciencia y sociedad? Admito que estas reac- ciones -aburrimiento, irritacién y nostalgia~ no son especificas a los supuestos de la Psicologia modernista. Mas bien, son comunes a un rango amplio de instituciones, ideologfas y mitos que componen el modernismo cultural. ;No rondan sentimientos de aburrimiento, irritacin y nostal- gia en nuestros recuerdos de los grandes planes econémicos (como aquéllos perseguidos por esta~ dos comunistas o socialists), del crecimiento ili- mitado de las empresas, de los programas educa- cionales homogéneos, por ejemplo?, jacaso no HACIA UNA PSICOLOGIA POSTMODERNA Y POSTOCCIDENTAL colorean nuestros recuerdos de la arquitectura moderna, del expresionismo abstracto y de las or- ganizaciones mammut? y ;no nos dan una tregua cuando escuchamos sobre “la sabidurfa de las cortes judiciales”, “los paneles de expertos” y “un mejor vivir por medio de la quimica”; todos subproductos del romance occidental con la racionalidad individual y el orden césmico? Jurgen Habermas (1983) resume esta sensibilidad comtn: “el modernismo es lo dominante, pero esté muerto”” Las criticas a la Psicologia modernista -y all modernismo cultural— hace ya tiempo que estén con nosotros. Tales eriticas, ientamente, han dado paso a la transformacién; muchos sienten ahora gue, tanto intelectual como culturalmente, el pai- saje ha comenzado a cambiar. El cardcter y las dimensiones de este cambio han estado sujetos a amplios debates. En el mundo intelectual, mu- chos ven una interconexién estrecha entre los principales desarrollos de la teorfa literaria (en particular, la teorfa de la deconstrucci6n y Ia teo- rfa de la respuesta del lector), el movimiento de estudios retéricos, el desarrollo de la historia de la ciencia y Ia sociologia del conocimiento, el movimiento de estudios sobre la mujer y el cam- bio hacia un curriculo multicultural; cada uno de los cuales tiene supuestos inestables y una larga tradicién prictica. Entre los que se interesan por el tema del cam- bio cultural, hay muchos que ven un paralelismo entre estos movimientos del mundo académico y la explosién mds general de las tecnologfas de la comunicaci6n, la expansién de la comerciali- zacién, la aceleracién de los cambios estilfsticos y la tensién emergente entre el movimiento hacia 1 orden mundial, por un lado, y el intenso regio- nalismo politico y étnico, por otro. Més que ex- plorar con mayor detalle estas diferentes facetas y sus interconexiones, déjenme concentrarme brevemente en tres temas principales de la trans- formacién postmodema. Cada uno de éstos esté vinculado con uno de los textos centrales del modernismo, expuestos anteriormente. De la racionalidad individual a la comunal* Mientras la fe en la racionalidad individual se sitta en algdn lugar cercano al centro de la visién El término “co Jabra “comunal” en lugar de" tana asociacidn estrecha con un drea especifica de la Psi- cologia, cual es Ia Psicologia Comunitaria. De este ‘modo, se espera dar cuenta del sentido mis general en gue ol ein e nlizado po amor (ow del El 109 GERGEN mundial modernista, los textos del postmodernis- ‘mo consideran el concepto de racionalidad in. vidual tanto vacfo como opresivo. Su vacfo es demostrado con mayor clatidad por los movi- mientos literario y ret6tico. Expresado sintética- mente, estos movimientos desaffan el supuesto modernista que nuestro lenguaje es la expresién de nuestros pensamientos. Tal como ellos propo- nen, el lenguaje es un sistema en s{ mismo, un sistema que precede y sobrevive al individuo. Por Io tanto, hablar como un agente racional es parti- cipar de un sistema ya constituido; es pedir pres- tado a los idiomas existentes, es apropiarse de las, formas de hablar (y de la accién correspondiente) que ya estén establecidas. O bien, para expresarlo més ampliamente, “hacer racionalidad” es parti- cipar de una forma de vida cultural. Segiin lo que agregan los retéricos al respecto, la discusién sistemética no habilita a una forma superior de procesamiento racional a ganar por sobre una in- ferior, sino que ello resulta del ejercicio de habi- lidades y estrategias ret6ricas particulares. En efecto, no existe ningin actor individual racional (0 logos) escondido tras el argumento racional. La racionalidad es un ejercicio discursivo. El potencial opresivo de la visién modernista acerca de Ia racionalidad individual se hace més evidente en las erfticas feministas y multicultu- rales. Como proponen estas criticas, existen jerar- quias de racionalidad dentro de una cultura y, en general, en el mundo. Algunos individuos y cul- turas se consideran més racionales y, por lo tanto, més merecedores de liderazgo, status y riqueza, que otros. Resulta interesante ver que los que ocupan estas posiciones sisteméticamente provie- nen de un sector muy pequefio de la poblacién. En efecto, los argumentos iluministas -al mismo tiempo de ser efectivos en destronar el poder to- talitario de 1a corona y la cruz actualmente le- vantan nuevas estructuras de poder y dominacién. Y, si el ejercicio de racionalidad es, después de todo, un ejercicio de lenguaje; si las descripcio- nes y explicaciones convincentes son, después de todo, constituidas ret6ricamente, entonces, ,sobre qué bases se justifica una forma de racionalidad, descripcién o explicacién sobre otra? Y, :no se- fan tales justificaciones -si fueran oftecidas— otro ejercicio similar de persuasién retérica? En efecto, las jerarqufas existentes, la exclusién sistemitica de ciertas voces de las salas del poder ~ya sea en Psicologéa, en la cultura o en el mun- do en general~ son injustificables y opresivas. Sin embargo, tal como yo lo veo, las expresio- nes postmodernistas nos Hlevan mucho més alld de la critica Porque, cuando estas diferentes ideas son combinadas con los nuevos argumentos 110 OCTUBRE 1994 de ta historia de la ciencia y la sociologfa del co- nocimiento, emerge un punto de vista alternativo de la racionalidad humana, uno mucho més pro- metedor, tanto para la Psicologia como para la cultura. Consideren una vez. més el sistema del Ienguaje. El lenguaje es inherentemente un sub- producto del intercambio humano. No puede ha- ber un “lenguaje privado” (siguiendo a Wittgen- stein, 1963), porque tener un sistema de simbolos exclusivo para uno mismo no tendrfa ningin sen- tido. O bien, como nosotros los psicdlogos dirfa- mos, tal lenguaje serfa una forma de autismo, posiblemente un s{ntoma esquizofrénico. Un len- guaje viable, entonces, depende de la coopera- cién comunal ~"la accidn conjunta” (en los térmi- nos de Schotter, 1980)- de dos o més personas. Hacer sentido es un logro comunal. Ahora bien, si ser racional es sobre todo un logro del lenguaje (y/o de las acciones coordinadas), tal como ha sido propuesto previamente, entonces la racio- nalidad es inherente y necesariamente una forma de participacién comunal. El ser racional no es, por tanto, un ser individual sino una participacién comunal 0 cultural. Yo no puedo lograr racio- nalidad como actor individual sino solamente a través de Ia cooperacién y apoyo de ustedes, y viceversa. El universo construido Para los modernistas, el universo simplemente esté (0 se puede asumir que est) ordenado racionalmente. Dentro de los textos del post- modernismo no existen fundamentos para tal afir- macién, El universo no es ni ordenado ni capri- choso. Lo que “el universo” sea, es esencialmente impronunciable. Porque los conceptos “ordena- do” y “caprichoso” son ellos mismos constitu- yentes de sistemas de lenguaje. Hablar, entonces, del “mundo material” y de “las relaciones cau- sales” no es describir lo que existe sino participar en un género textual, es extraer algo del inmenso depésito de dichos que constituyen una tradicién cultural particular. O bien, para ampliar mis aseveraciones introductorias, ver a los seres hu- manos como constituidos por mecanismos uni- versales (cognitivos, emocionales, ctc.), siste- méticamente relacionados con antecedentes ambientales y consecuencias del comportamien- to, no es una derivacién a partir de “casos”; més bien, esta concepcién dominante en Psicologia es Ja consecuencia de una tradicién particular de la literatura, especificamente occidental. Es una vi- siGn que no puede ser demostrada o refutada a través de la observacién; mds bien, ella precede a la observacién y le da inteligibilidad. Vou. 3 N2 Estos argumentos estén ampliamente represen- tados en los textos postmodernistas del cons- truccionismo social. Actualmente, los escritos construccionistas sociales estén emergiendo a lo largo de todo el espectro académico, siendo la Psicologia solamente uno de los participantes en este didlogo (véase Gergen, 1985; Christlieb 19916). Tales escritos son emancipatorios y des- criptivos. En su funcién emancipatoria, destacan varios aspectos del mundo-dado-por-supuesto, ‘como, por ejemplo, la existencia de una “guerra de drogas” 0 de una “carrera espacial”, la distin- ci6n entre los géneros, la existencia de la enfer- medad mental o la adiccién, y tratan de demostrar su cardcter socialmente construido. Intentan de- mostrar, como nos recordaba Gregory Bateson, que “el mapa no es el tertitorio", y asf nos liberan de la garra de las inteligibilidades tradicionales; invitan a formulaciones alternativas, a la creacién de nuevas y diferentes realidades. En su rol expositivo, tales escritos también tratan de eluci- dar los procesas por medio de los cuales se crean diferentes racionalidades y realidades. Nos sensi- bilizan para participar en la constitucién de nues- tro mundo, enfatizando, asf, nuestro potencial para el cambio comunalmente organizado, El lenguaje como accion Como vemos, para los postmodernistas el len- guaje no es el hijo del proceso mental sino de la accién cultural, Asimismo, nuestras descripe nes del mundo no son para el postmodernista ex- presiones exteriores de un espejo interno, es de- cir, reportes sobre nuestras “observaciones” 0 “percepciones” privadas. En el émbito cientifico esto equivale a decir que lo que informamos en nuestras revistas y libros no es un espejo o mapa que en alguna forma corresponda a nuestras ob- servaciones sobre lo que existe. Pero, si se aban- dona el punto de vista modernista sobre el len- guaje como un recurso representacional, gde qué manera podrd ser reemplazado? Es en los ilti- mos trabajos de Wittgenstein quien, junto con Nietzsche, con frecuencia es considerado un pre~ cursor significative del postmodernismo— donde debe hallarse la respuesta principal. Tal como lo propuso Wittgenstein (1963), el lenguaje adquie- re su significado no a partir de sus coordenadas mentales o materiales, sino a través de su uso en accién. O bien, enfatizando de nuevo el lugar sig- nificativo de la interrelacién humana, el lenguaje adquiere su significado al interior de formas or- ganizadas de interacci6n -0 “juegos de lenguaje”, como Wittgenstein las llam6é-. Aqui, “decir la verdad” o “reportar nuestros recuerdos” no es en- HACIA UNA PSICOLOGIA POSTMODERNA Y POSTOCCIDENTAL tregar un cuadro potencialmente exacto de “lo que realmente pas6”, sino que es participar de un conjunto de convenciones sociales; es una “ma- nera de ver las cosas” establecida dentro de una “forma de vida” determinada. “Ser objetivo” es actuar de acuerdo a las reglas de una determinada tradicion de pricticas sociales. Expresado més ampliamente, esto quiere decir que el lenguaje para el postmodernista no es un reflejo desde y hacia un mundo exterior sino una constitucién de mundo. El lenguaje no versa sobre la accién sino que es la propia accién. Hacer ciencia, entonces, no es ponerle un espejo al mundo sino participar activamente dentro de la cultura. LA PSICOLOGIA EN EL CONTEXTO. POSTMODERNO Los discursos postmodernos actualmente re- verberan en las humanidades y las ciencias. Den- tro de las ciencias humanas, y més notablemente en la Antropologia, Ia Sociologfa, en los estudios organizacionales, los estudios sobre la mujer y los estudios culturales, los principales efectos son ampliamente evidentes. En este aspecto, la Psico- logia ha sido la més aislada de las disciplinas. El intento de remover todos los estimulos extrafios en los experimentos, todos los ruidos contami- nantes de nuestros laboratorios, en cierto modo se refleja en nuestra resistencia a la polucién desde el ethos intelectual. Sin embargo, hay sefiales que advierten sobre la contaminacién dentro de la Psicologia; la conmocién es particularmente evi- dente dentro de las esferas terapéuticas, del desa- rrollo, organizacionales, feministas y también te6ricas y filosficas. (Y es mds evidente en los paises de Latinoamérica y Buropa, investidos de una mayor intelectualidad, que en América del Norte). Desgraciadamente, el espacio es insufi- ciente para discutir estos desarrollos en detalle. En vez de ello, en las paginas siguientes deseo explorar lo que para mf son las tres caracterfsticas generales de una Psicologia modelada por los dis- cursos del postmodernismo. Especfficamente, consideremos el concepto que tiene la Psicologia sobre la persona, su concepcién sobre los méto- dos y su rol dentro de la sociedad en general. ‘Como sabemos, la concepcién modernista del funcionamiento humano, tan ampliamente descri- ta en los textos de Psicologfa, es la del “individuo autocontenido” (en términos de Sampson, 1977), es decir, una racionalidad limitada; que opera so- bre la base de mecanismos universales, biolégica- mente basados; y sisteméticamente responsivo a los antecedentes ambientales. Con la informacién uu GERGEN de los didlogos del postmodernismo, esta concep- cién ya no puede ser viable. Los didlogos post- modernistas nos Hevan en dos direcciones alter- nativas, una general y otra especifica. A nivel general, el postmodernismo tiene el efecto de relativizar, cultural e histéricamente; rechaza lo fijo y lo hegeménico, en favor de un abierto plu- ralismo. Restaura tanto el tiempo como el espacio historia y cultura— a la préctica psicolégica. In- vita a generar miiltiples concepciones del funcio- namiento humano, representativas de diversas investiduras intelectuales e ideol6gicas, pertenen- cias étnicas y realidades culturales. La sola idea de una Psicologia de “corriente principal” o de un “positivismo unificado” (Staats, 1991) es sospe- cchosa, al guiar, como Io hace, hacia el imperialis- ‘mo, la miopfa y la inflexibilidad. Esto no solamente pretende abrir la Psicologta al rango completo de conceptualizaciones occi- dentales ~pasadas y presentes— sino también abo- ‘gar por una apertura completa de las puertas a las Psicologia no-occidentales —a los discursos del karma de la India, amae del Jap6n o Sung para los Ifaluk. Y ello no porque tales conceptos sean “jgualmente ciertos” -el tema de la verdad objeti- va ya no es el punto-, sino, mds bien, porque a medida que generamos nuestros discursos —nues- tros medios para construir el self y el mundo- expandimos nuestros recursos culturales, nuestras capacidades para la accién y nuestro potencial para la coordinacién en la “aldea del mundo”. ‘Al mismo tiempo que los textos del postmo- dernismo favorecen un pluralismo generalizado, también invitan a una transformacién especifica de nuestras concepciones sobre el funcionamien- to humano. Como hemos visto, en la corriente postmoderna no es el individuo quien precede Io social sino al revés. Los sistemas de significado cultural preceden al individuo y, por cierto, es sdlo dentro de las convenciones lingijfsticas de una cultura determinada que un concepto tal co- mo el de “agente racional” se vuelve inteligible. Se invita, entonces, a una formulacién de la con- ducta humana que site lo relacional e interde- pendiente de lo humano en el centro del interés. Hay sefiales que esta transformacién desde el individuo autocontenido al ser relacional est4 ccurriendo actualmente en Psicologia. Esta apa- rece, por ejemplo, en el énfasis que da Gilligan (1982) a la ética socialmente negociada, en opo- sici6n a la formulacién de Kohlberg sobre la ética autodeterminada; el renacimiento de Vygotsky en la Psicologia evolutiva, la difusién del pensa- miento sistémico en los dominios terapéuticos y organizacionales, e] interés candente en la cogni- cion culturalmente enmarcada (Markus & Nurius, 112 OCTUBRE 1994 1986), el movimiento de relaciones intimas en Psicologia Social, el libro de Bruner (1991), Acts of meaning, y el matrimonio entre la Psicologia ‘Comunitaria y la Psicologfa Social en varios con- textos latinoamericanos. Més radicalmente, un puflado de psicdlogos esté trabajando actualmen- te en pos de una importante reformutacién de los procesos psicolégicos tradicionales en términos relacionales. Asf, por ejemplo, mantener una acti- tud serfa ocupar una posicién particular en una conversacién (Potter & Wetherell, 1987), poseer una identidad seria jugar un rol en una relacién dada Davies & Harte, 1990), tener una emocién es conducirse apropiadamente en una danza 0 es- cenario relacional (Gergen & Gergen, 1988) y poseer una memoria es actuar de acuerdo con las reglas socialmente negociadas sobre lo que cuen- ta como historia (Middleton & Edwards, 1990). En efecto, no se puede hacer una distincién en este caso entre actividad psicolégica y cultural, Actuar psicolégicamente es actuar como un ser cultural. {Qué se puede decir de la metodologia en el marco postmoderno? En principio, dado que el pensamiento postmodern socava la idea que el Tenguaje es portador de la verdad, también desa- fia la idea tradicional que los métodos rigurosos sean esenciales para la produccién de proposicio- nes titiles. Una de nuestras contribuciones princi- pales a Ja vida cudtural, en e) marco posimoderno, dcberfa ser 1a creacién de lenguajes o inteligibi- lidades tiles: metéforas, narrativas y l6gicas para la liberacién y el enriquecimiento de las re- laciones. Excepto en aquellos pocos casos en los que la prediccién actuarial es esencial, la investi- gacién resulta importante, principalmente como un recurso pict6rico 0 retérico, que da un sentido de realidad al mundo que construimos. La pers- pectiva sobre los métodos oftecidos también es pluralista, y es bienvenida una expansién vital en las formas metodolégicas. Tal como nosotros expandimos el espectro tedrico, abriéndolo a un conjunto més amplio de expresiones, asf también deberfamos anticipar un enriquecimiento de las posibilidades metodolégicas. Ademés, a la luz del foco relacional de muchos escritos postmo- dernos, también podriamos acoger las concepcio- nes relacionales en metodologia —dialégica, participativa, précticas multiexpresivas-, en las cuales no trabajamos en miras a una sola verdad (como en la tradiciGn empfrica) sino en pos de una expansi6n de realidades inteligibles. Este interés por los métodos también deberfa ir acompaftado de un aumento de las habilidades de representacién, Actualmente, estamos debilita- dos como psicélogos por una variedad de con- VoL.3 N°2 venciones literarias que hacen que nuestros traba- {jos sean, en el mejor de los casos, inaccesibles y, en el peor, aburridos e irrelevantes para el resto de la cultura. Si no nos podemos comunicar efec- tivamente con nadie, salvo con nosotros mismos, entonces somos una carga para nuestra cultura y no un recurso. Este desarrollo de habilidades de- berfa extenderse, asimismo, més allé de lo litera- rio, para incluir, por ejemplo, la cinematografia, el arte y la poesia. Una Psicologfa comprometida culturaimente deberfa tener muchas voces para hablar. Finalmente, es necesario prestar brevemente atencién al lugar que ocupa la Psicologia en la sociedad. Dentro de la tradicién modernista, 1a Psicologfa operaba como una fuente de conoci- miento basico, desde el cual otros (no cientificos © profesionales practicos) hacfan derivaciones ha- cia circunstancias espeefficas. El flujo de infor- maci6n iba desde la disciplina “hacia abajo”, des- de la clase erudita hacia la desinformada. Desde el punto de vista postmoderno, esta formulacién modernista es autocongratulatoria, engafiosa e in- eficaz. En cambio, podrfamos mirar la disciplina en forma Optima, enmarcada en una relacién de dislogo dentro de 1a cultura. Si queremos mante- ner viabilidad como disciplina, si queremos apor- tar significativamente a la vida cultural, debemos ser oyentes tanto como oradores. ¥ 1a forma de escuchar debe ser una especifica: no estratégica sino relacional. Al escuchar en forma estratégica, ofmos sdlo aquello que nos permite extender 0 reforzar las posiciones que ya sustentamos. Al escuchar en forma relacional, estamos dispuestos a ser cambiados, ampliados 0 transformados por el otro. Las implicancias que esta visién tiene para la investigacién cientifica, la terapia y la préctica educacional son enormes y dignas de una intensa exploracién, Més alld de lo dicho, como disciplina debemos estar preparados para evaluar los efectos de nues- tras aseveraciones sobre la vida cultural. Como hemos visto, las concepciones de la Psicologia sobre la persona, junto con sus concepciones so- bre el método y la préctica, se insertan en las construcciones culturales, afectando, asf, las practicas culturales. Cuando hablamos de las per- sonas como mecanismos computarizados, como fundamentalmente reprimidas, como manejadas jolégicamente, etc., estamos suministrando imé- genes de amplia ramificacién. Tales formula- ciones son en sf mismas acciones culturales, poli- ticas € ideolégicas y merecen nuestro escrutinio cereano y continuo. En conclusién, la Psicologia contempordnea es profundamente modernista en su racionalidad y HACIA UNA PSICOLOGIA POSTMODERNA Y POSTOCCIDENTAL, sus précticas. Como tal, intenta trascender Ia his- toria y la cultura. Pero, en vez de hacerlo, graba lo universal con un discurso peculiarmente occi- dental y peculiarmente elitista. Mientras el modernismo pierde su poder ~al movernos hacia el campo de lo postmoderno- podemos tener Ia esperanza de ver florecer perspectivas multiples, una articulacién avanzada de la existencia relacional, una profusién de metodologias y una telacién més enriquecedora e intensa con la ecologia de nuestro mundo. BIBLIOGRAFIA Bruner, J. (1991). Acts of meaning. Cambridge: Harvard University Press Chrisilieb, P-F. (19912). La postmodemidad como el fin de la seriedad y su individuo, Jnvestigacién Psicoldgica, 1, 11-130, Christlieb, PF. (1991b). Bl esptritu de la calle, psicologia politica de la cultura cotidiana. Guadalajara: Universi- dad de Guadalajara. Davies, B. & Harre, R. (1990). Positioning: the discursive production of selves. Journal for the Theory of Social Behaviour, 20, 43-63, Gergen, KJ. (1985). The social constructionist movement in modern psychology. American Psychologist, 40, 266- 215. Gergen, KJ. (1991). The saturated self. New York: Basic Books. 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