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372 LAS REVOLUCIONES H ISPANOAMERICANAS en las haciendas, objetando que como ciudadanos libres e iguales los indios estaban obligados por los contratos. Mora arguyé que la nueva legislacién remplazaba 1a antigua distincin entre indios y no-indios por una nueva divisién entre ricos y pobres, «en adelante extendiendo a todos los beneficios de Ia sociedad». La idea liberal de igualdad entre todos los ciudadanos fue responsable de graves errores en el desarrollo de la politica india y agraria, errores que los conservadotes fueron demasiado complacientes en corregir. Carlos Maria de Busta- mante fue una excepcién porque vio el peligro: «Oigo decir a la gente que ya no hay indios, que todos somos mexicanos. [...] Esto me suena como una brava ilusién, una ilusién para remediar un real y grave mal. [...] No existen indios ahora, pero las mismas necesida- des que los indios sufrian siguen existiendo».!® Por sus intereses propios, los criollos eliminaron las tensiones del sistema colonial de castas, aboliendo el armazéa legal y sustituyéndolo por la igualdad social y racial. La nueva estratificacién de las clases, al tiempo que introduefa un minimo de la movilidad, mantenfa las diferencias bé- sicas y conservaba la superioridad criolla. Pocos indios —Benito Jué- tez fue uno de ellos— pudieron beneficiarse de Ja nueva movili- dad. La proteccién o situacién social de «casta» que los indios po- sefan en la sociedad colonial les ayud6 a asegurar la continuidad de su cultura, Ahora, en una sociedad «libre» basada en divisiones que no estaban legalmente definidas sino en clases, los indios eran inca- paces de integrarse en la nacién. Siguieron siendo un grupo separado, concentrado en aquellas partes del pais que les oftecian un refugio, y protegidos, por el momento, por sus tierras comunales. Era esto lo que preferian. Pero no podfan permanecer aislados, porque Ia mera cexistencia de las tierras comunales era anatema para el individualismo liberal. Asf, los indios se enfrentaron a la independencia en una vul- nerable posicién, con poca fe en los blancos. En 1824 un miembro clerical del congreso de Veracruz describié a los indios a un observa: dor inglés como «completos salvajes que han resistido con éxito todos Jos intentos que se han hecho para educarlos. A un indio le pregun- taron quién querrfa que le reprecentara a él 0 a su nacién en el con greso. Después de pensarlo un momento, respondié: “El Espiritu Santo'».*®? Para los indios Dios no era blanco. 300, Citado por Moisés Gonzsler Navarro, «Mestizaje in México dating the ational periods, en Mémmer, Race and clarr in Latin America, . 147. 101. ‘Debate, 1824, citado por MBmer, Rece mixture in the bitary of Latin Avierics, ». 104 102.’ Morier « Canning, 19 de noviembre de 1824, PR.O., F.0. 50/6, t & estos del Ros Capitulo 10 EL BALANCE No todos los frutos de Ia victoria fueron dulces. La independen- cia fue una gran fuerza libertadora, pero 1a liberacién podfa ser usada tanto para bien como para mal. Al final, con profundo pesimis- mo, Bolivar tenia sus dudas: «Me ruborizo al decirlo: la independen- cia es el tinico bien que hemos adquirido a costa de lo demés».? Las naciones no se podian edificar en el curso de una sola genetacién. Era tun logro suficiente ganarle la libertad a Espafia, destruir aunque no crear. Pero habfa nuevos factores que favorecfan un més positivo concepto de nacién, La guerra revolucionaria era en s{ una noble causa, en la cual los ejércitos insurgentes combatieron en glotiosas batallas, y el pueblo tuvo que hacer grandes sactificios aunque de ma- la gana. Los hispanoamericanos tenfan ahora su propio heroico pasa- do, su propio honor militar, sus propios mitos revolucionarios. Se vieron obligados, ademés, a entrar en relaciones con otros estados, en Europa y en América, un proceso que los hharla ms conscientes de su propia identidad y més expuestos a las rivalidades nacionales, Al- gunos de los nuevos estados —Uruguay y Bolivia— encontraron su verdadera identidad precisamente en conilicto con sus vecinos eme- Los simbolos y el lenguaje del nacionalismo adquieron una nueva urgencia. Fn el Rio de la Plata, Ia derrota de los invasores briténicos en 1807 fue celebrada como una victoria argentina en el poema de Vicente Lépez y Planes, «El triunfo argentino», que anticips el uso del nombre de Argentina, un nombre ya consagrado en el uso local pero carente de connotaciones «coloniales». El Telégrafo Mercantil propagé atin més la palabra, refiriéndose con frecuencia a las . También solfa ser una forma de go- bierno costosa. La proliferacién de gobiernos y de legislaturas estata- les era un medio por el cual las clases dominantes controlaban los cargos piblicos y los favores politicos en sus regiones y creaban em- pleos y sinecuras para si mismas. Con su crecimiento, las clases bu- rocriticas, federales y provinciales, se convirtieron en intolerables pardsitos de llos nuevos estados; como lamentaba Bolivar, «no hay pue- blo, por pequefio que sea, que no tenga un juez de derecho y otros empleados absolutamente inttiles; no hay ciudad, por insignificante que sea, que no tenga una cotte de justicia y mil otros tribunales que devoran las pocas rentas del estado». Ademés, los nuevos estados renfan gastos desconocidos en el gobierno colonial. Los congresistas, los jueces, los ministros, los diplométicos tenian que recibir sus sala- ios, haba que financiar nuevas escuelas, hospitales y rudimentarios 14. Bolivar, Obras completas, T, p. 1334. 382 LAS REVOLUCIONES HISPANOAMERICANAS servicios sociales, aparte de los ingresos que los burdctatas, hijos 0 clientes de Ia clase dominante, consideraban como su justa parte del botin. Uno de los principales gastos era el presupuesto militar. El ta- mafio y el costo de los ejércitos sobrepasaban de toda proporcién con sus funciones, particularmente después de que las wiltimas bases espa- fiolas habjan’ sido eliminadas; porque era necesario poco discern miento para percatarse de que los invasores europeos tendrfan escasas posibilidades de sobrevivir en una América Latina independiente. De este modo, en los nuevos estados habia lo que en Ja préctica podian considerarse como ejércitos de ocupacién, cuya funcién principal era el bienestar de sus miembros.* Licenciatlos era dificil porque era caro. En la inmediata postguerra el ejército colombiano estaba com- puesto por un niimero que oscilaba entre los veinticinco y los treinta mil hombres, y su presupuesto representaba las tres cuartas partes de los gastos totales del gobierno de Santander. Los ejércitos republi canos eran instituciones relativamente democriticas: aunque la aris- toctacia criolla monopolizaba los altos mandos, hombres de origen humilde e incluso pardos podian hacer carrera en los cuadros medios del ejército. Pero los salarios eran escasos y casi siempre se pagaban con retraso; Jos resultados inevitables eran las deserciones, los amo- tinamientos, el pillaje y la delincuencia general. Lejos de proporcionar. la ley y el orden, el ejéscito era a menudo 1a causa primera de la vio- lencia y la anarquia. Segtin un informe de Venezuela, «dado el em- pobrecido estado del Tesoro, las tropas han estado sin pagas durante mucho tiempo, el resultado de lo cual se ha empezado a manifestar yaren Ia desercién de casi todas Jas acuarteladas en Valencia, mar- chando Jos soldados insatisfechos hacia las Uanuras del Apure, co- metiendo toda clase de depredaciones y de: itregularidades»7 Los grandes ejércitos libertadores y sus sucesores, pues, eran vistos por Jos civiles con mezcla de sentimientos. Los liberales eran positivamen- te hostiles a los ejércitos fjos, prefiriendo Jas milicias estatales; e in- tentaron varios ardides para alejar la athenaza de los militares, prol biendo Ja unién de los mandos civil y militar, subordinando el ejérci- t0 al gobierno civil, y sobre todo aboliendo el fuero militar. Pero los militares se agarraban a su fuero como un remanente vital de privile- 15, John J. Johnson, The militery and society in Latin Americs, Stanford, 1964, pp. 32:38 16, Bor supuerto, Is gverra coatiauaba en el sur; véase Bushnell, Sentender regime, pp. 249-250, 17. Ker Porter a Canning, Caracas, 24 de enero de 1827, PRO., FO. 18/47. & estos del Ropes BL BALANCE 383 gio, en-un tiempo en que las perspectivas econémicas eran pobres. Al contrario de otros grupos de poder, los hacendados y la Iglesia, los militares no tenfan una fuente independiente de ingresos. Por lo tan- to, se sentfan tentados a dominar el estado y controlat la distribucién de los recursos. Latinoamérica se convirtié en el prfstino hogar de Jos golpes y de los caudillos. El caudillo era un jefe militar. Nacié del perenne y universal ins- tinto humano en tiempo de guertas de conceder poderes absolutos a ui hombre fuerte, un solo ejecutivo que pueda reclutar tropas y requisar los recursos. El régimen colonial se mantenfa con un mi- nimo de sancién militar. Pero el movimiento de independencia fue tuna guerra, en algunas regiones una larga guerra, y las guerras crean a los guerreros. El papel preponderante de los soldados, en un tiem- po en que las instituciones civiles se estén desintegrando, significa que los soldados no sélo combaten en las batellas sino que do- minan la politica, La revolucién americana, pues, engendrs el milita- rismo y produjo la personificacién del militarismo, el caudillo. Porque Ia revolucién introdujo una caracteristica desconocida para Ia andnima burocracia del régimen colonial: el personalismo, la Jealtad a un indi viduo. Los ejércitos revolucionarios no eran ejércitos profesionales, ni tampoco los caudillos eran necesariamente soldados profesionales; los ejércitos ‘surgieron como un informal sistema de obediencia de varios intereses, que los caudillos representaban y podian reunir. El militarismo luego fue perpetuado pur los conflictos de Ia postguerra, entre unitarios y federales en Argentina, entre,estados vecinos como Colombia y Peri, y entre México y los Estados Unidos en el norte. ‘Aunque originariamente el caudillo era un jefe militar, también respondia a los grupos civiles de presién de varias clases. En algunos casos representaba a una élite vinculada por el parentesco; éste fue el papel de Martin Giiemes, que era creacién de un grupo de pode- rosos estancieros en Salta, formado y controlado por ellos, y que 20 posefa ningiin poder personal al margen de esa estructura de paren- tesco.!# Mas por lo comin los caudillor simplemente representaban intereses regionales. A veces eran poco mas que los que estaban «fue- ra» combatiendo con los que estaban «dentro». Pero, de modo ca- racterfstico, en Argentina, el caudillo defendia los intereses econdmi- cos regionales contra la politica del centro. A su vez, como el centro habitualmente utilizaba la fuerza, las regiones podian encomendar su 28, Roger M, Haigh, Martin Giemes: tyrant or tool? A study of the sources of power of an Argentine ceudill, Fort Worth, 1968, pp. 3132. 384 LAS REVOLUGIONES HISPANOAMERICANAS defensa a un fuerte guerrero local. Algunos caudillos —Quiroga, «el tigre de los Llanos», era uno de ellos— adquirieron su posicién po- Mitica como delegados del centro m4s que como representantes de su propjo pueblo, Pero habia una fécil transicién desde Ia autoridad de- Jegada al liderazgo local. ¥ muchos caudillos —Venezuela, al igual que Argentina, proporciona ejemplos— fueron locales hasta que se convirtieron en nacionales, federales hasta que se convirtieron en unitarios. A escala nacional, un golpe afortunado podfa dar recom- pensas espectaculares. Llegados a este punto, surge otra imagen del caudillo: el caudi- lo como benefactor, como distribuidor de clientela. La independen- cia proporcioné a los criollos lo que habfan largamente ambicionado: el acceso a los cargos publicos. Este particular fruto de la indepen- dencia se les subié a la cabeza y se atiborraron sin pensar en sus consecuencias. Bolivar consideraba.a los nuevos burécratas como pardsitos que estaban devorando a la revolucidn antes de que se hu- biera completado, utililizando el gobierno como un servicio para su bienestar. No habfa administracién civil, ni exdmenes de competen- cia, y por supuesto escasa seguridad; porque los nombramientos se evaban a cabo de acuerdo con un sistema de reparto, los gobiernos entrantes reemplazaban a los antiguos funcionarios por sus propios clientes. El caudillismo, personalista como era, se ajust6 enseguida a ese papel. Los caudillos podfan atraer a una necesaria clientela pro- metiendo a sus seguidores cargos puiblicos y otras recompensas cuan- do legaran al poder. Y los clientes se vinculaban al posible patrén en la esperanza de ser preferidos una vez que éste hubiera legado a la cumbre. Era considerado como mucho més seguro aceptar una pro- mesa personal de un caudillo que una anénima garantia de una ins- titucién, fuera legislativa 0 ejecutiva. De este modo las necesidades mutuas de patrén y clientela fueron uno de los sostenes del caudi- llismo en los nuevos estados. Pero la recompensa mds preciada era la tierra, y un caudillo no era nada si no podfa conseguir y distribuir tierra. A pesar del esptireo populismo asumido por algunos caudillos, éstos no eran reformadores. Rosas era un demagogo que se identifi caba con los gauchos primitivos para dominarlos y explotarlos. Esto lo hizo despiadadamente, viendo en ellos tan sdlo a peones © cons- criptos. La principal recompensa de la revolucién, Ia tierra, fue re- servada para sus partidarios de élite. Sarmiento lo entendia asf cuan- do preguntaba: | Testos det Ros EL BALANCE 385 eQuién era Rosas? Un propietario de tierras. 2Qué acumuld? Tierras. 2Qué dio a sus sostenedores? Tierras. Qué quitd o confiscé a sus adversarios? Tierras..® El caudillismo perpetué el latifundismo. La desorganizacién de la economfa, debida a las guerras revolu- cionatias y al subsiguiente subdesarrollo, dej6 un gran excedente de desempleados que se alistaban en los ejércitos de los caudillos, lo que les daba la ilusién de una participacién. Pero la relacién precisa entre ‘caudillismo y subdesarrollo es oscura. Los caudillos se dieron en regiones dominadas por las haciendas, donde provincias enteras eran propiedad’ de unas pocas familias, donde los grandes propietarios, cuya fuerza residia en sus fincas y en sus dependientes, se disputaban el poder. El ambiente social, la actividad econémica, 1a mentalidad de la hacienda, todo destilaba autoridad, obediencia y valores sefio- riales. Incluso en el supuesto de que el caudillo no fuera en realidad tuno de los grandes terratenientes, incluso. si procedia de los mérgenes del complejo rural, debia continuar en contacto con el sistema y utilizar las relaciones sociales establecidas para juntar poder y reclutar su propia clientela. Como, bajo el impacto de la revolucién y de Ia guerra civil, el estado execié débil y 1a hacienda fuerte, los hacenda- dos consiguieron una posicién en la que no s6lo controlaban el es- tado sino que eran el estado. En Ja época de los caudillos, Ia mayor parte de las repiiblicas hispanoamericanas parecian poco més que aglo- meraciones de haciendas. El caudillismo reflejaba la debilidad de las instituciones repu- blicanas, que ni tranquilizaban mi convencian, y que no podian de modo inmediato cubrir la brecha dejada por el colapso del gobierno colonial. Pero el ascenso y caida de los caudillos, el frecuente cam- bio de presidentes, los repetidos golpes, la suspensién de las cons- tituciones, el constante clamor politico, enmascaraban Ia estabilidad bisica y el aguante de las sociedades en la postindependencia, que hhacian de América Latina uno de lus lugares menos 1evolucionarios del mundo. Porque éstos eran cambios superficiales, luchas por el poder que se celebraban dentro de la propia clase dominante, con- flictos de facciones que no tenfan nada de revolucionatios, y que 19, Rodsiguer Molas, Historia social del saucho, pp. 228231. || T, Halperin Donghi, «Et surgimieato de Jos audios en el marco de la ad tioplatense portevolucionarian, Estudios de Historia Social, Buenos Aires, 1965), pp. 121149. | Testos det Ros 386 LAS REVOLUCIONES HISPANOAMERICANAS no afectaban a las’ masas populares. La independencia fue una fuerza poderosa pero finita, que se abatié sobre Hispanoamérica como una gran tormenta, barriendo los vinculos con Espafia y la fébrica del gobierno colonial, pero dejando: intactas las profundamente arraiga- das bases de Ia sociedad colonial. Los campesinos mexicanos decian que era el mismo fraile en diversa mula, una revolucién politica en Ja-cual una clase dominance desplazaba a otra** La independencia politica era sélo el principio, América Latina segufa esperando —to- davia espeta— revoluciones en su estructura social y en la orga- nizacién econémica, sin las cuales su independencia seguird-siendo incompleta y sus necesidades permanecerdn insatisfechas. 21. Ucampo, Lar ideas de wn dia, p. 270. PERSONAJES PRINCIPALES Apascat x Sousa, José Fernando de (1743-1821). Virrey del Peri ea los afios de crisis 1806-1816; defensor incondicional del imperio, ene- migo tanto del liberalismo espafiol como de la independencia ame- ricana, AtamAn, Lucas (1792-1853). Estadista e historiador mexicano; hijo de ‘una adinerada familia de propietarios de minas en Guanajuato; sim- patizante de los valores y de la estructura social espafioles pero par ‘tidario de la independencia politica en 1821; su. conservadurismo estaba atemperado por un gran interés en el desarrollo econémico. Auvean, Carlos de (1789-1852). Oficial argentino en el ejércivo espaiiol que volvié de Europa al mismo tiempo que San Martin para setvir a Ia causa de la independencia, primeramente como militar, luego como supremo dictador en 1815; exiliado en Brasil. Atzaca, Martin de (1756-1812). Rico mezcader espafiol hecho a sf mismo ‘en Buenos Aires; centro de la resistencia realista, primero al libera- lizante virrey Liniers (1808-1809), luego al. régimen independiente desde 1810; ejecutado por conspiracién en 1812. Anricas, José Gervasio (1764-1850), Caudillo gaucho de Ja Banda Orien- tal, que dirigié el primer movimiento uruguayo de independencia com tsa Espafia, Buenos Aires y Portugal; nacionalista, federalista extremo, y hasta cierto punto populista; derrotado por los invasores portugue- ses en 1820, pasd el resto de su vida en forzoso exilio en Paragu: BELGRANO, Manuel (1770-1820). Intelectual eriollo. que utilizé su posi- ‘cidn como secretario del consulado de Buenos Aires (1794) para pro- mover la causa del desarrollo econémico del Rio de ia Plata; desem- pefié un papel dirigente en’ Ia Revolucién de Mayo y después como general de un ¢jército patriota, mandando las fracasadas expediciones Paraguay (1810-1811) y al Alto Pend (1812-1813). Botivar, Siméa (1783-1830). El més grande de los Libertadores; hijo de ‘una fica familia venezolana, se educé en un ambiente ilusttado, viaj6 mucho, trascendié su clase ¢ intereses nacionales y buscé 1a liberacién, de todos los pueblos y los pafses de la América espafiola; fue perso-

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