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TeoRin ¥ CRiTICA Coleccién divigida y disefiade por Luis Arenas y Angeles J. Perona JOHN STUART MILL y HARRIET TayLor Ensayos sobre la igualdad sexual Traduccién de Pere Casanellas Misino Tiss A- MACEDO Lt LA EMANCIPACION DE LA MUJER [1] (851) Harriet Taylor Mill Los mis rei intes de estos ensayos fueron escritos conjuntamente por mi [2] y por alguien cuya pérdida, incluso desde un punto de vista meramente intelectual, nunca se podré reparar o aliviar. Pero el puesto que mi participacién en él ha sido poco mis que la de un editor y ama- ensayo que sigue es suyo en un sentido partic nuense. Habiéndose conocide por aquel tiempo su autorfa, y atri- buida pablicamente a ella, es conveniente manifestar que ella nunca lo considers como una discusién completa del tema sobre el que versa. Y, aunque lo aprecio muchisimo, preferiria que permancciera ignorado a que fuera lefdo con la idea de que en él se puede encon- trar siquiera la mis tenuc imagen de una inteligencia y un corazén {que en su unién con las excelencias mis extraordinai sy que se consideran como més contradictorias, no cenian igual en ningin ser [1] Impreso por primera vez en la Westminster Review de julio de 1851. (N. de ABR] [2] La introducci6n a este ensayo (dos primeros pitrafos) es de John Stuart Mil, Sobve las hip6tesis a propsita de la autorta del ensayo, cf pp. 63 ss. de este rolumen. [N. del T] 13 4 hhumano de los que he conocido o sobre los que he lefdo. Mientras que era la luz, la vida y Ja gracia de todas las sociedades en las que participaba, la base de su cardcter era una profunda seriedad, que resulraba de la combinacién de los mis fuertes y més delicados sen- timientos con los mis elevados principios. Todo lo que suscita admiracién cuando es hallado separadamente en otros, parecta que se encontraba unido en ella: una conciencia sana y a la vez delicada; tuna generosidad limitada dinicamente por un sentido de la justicia que olvidaba a menudo sus propias reivindicaciones, pero nunca las de los demas; un corazén tan geande y leno de amor, que quien- quiera que fuese capaz de hacerle la mis pequeia devolucién de simpacia, recibla siempre diez veces més; y, en el campo intelectual, un vigor de exactitud y de imaginacién, una finura de percepcién, una exactitud y delicadeza de observaci6n, igualados tinicamente por su profundidad de pensamiento especulativo, y por un juticio y discernimiento pricticos casi infalibles. Era tan elevado el nivel general de sus facultades, que la m4s sublime poesia, filosoffa, ora- toria 0 arte parecian triviales a su lado y aptos sélo para expresir una pequefia parte de su espiritu. Y facilmente hubiera podido sobresalir en cualquiera de estos géncros de manifestacién, si su afi- cidn no la hubiera llevado en gran parte a contentarse con ser Ia ins- piradora, apuntadora y coadjutora oculta de otros. El presente ensayo fue escrito para promover una causa que cenfa hhondamente metida en su coraz6n, y aunque recurte a la mis estricta razén, fue pensado para un lector no especializado. La cuestién se hallaba, en su opinién, en una fase tal que slo podia ser tratada con provecho de una forma puramente dialéetica, mientras que fue imenester omitir muchos de los argumentos mis fuertes por no ser adecuados para conseguir un efecto popular. Si hubiera vivido para poner por escrito todos sus pensamientos sobre este importante tema, hubiera producido algo que habria excedido mucho en profuan- didad al presente ensayo: al igual que, si no hubiera refrenado firme- mente sus sentimientos, lo hubiera aventajado en vehemente elocuen- cia, Con todo, nada de lo que hubiera podido escribir sobre cualquier tema particular, hubiera dado una idea adecuada de la profundidad y extensin de su espiritu. Asf como durante su vida continuamente Hawsirr Toston Mi devectaba, antes que ninguna otra persona pareciera percibielos, aque~ los cambios de tiempos y circunstancias que diez o doce afios mis tarde fueron objeto de observacién general, igualmente me atrevo a profetizar que si la humanidad continda progresando, su historia espiritual durante los préximos afios consistiré en un progresivo lle- var a cabo sus pensamientos y en la realizacién de sus concepciones. Quizé muchos de nuestros lectores se enterarin por estas paginas de ‘que en la parte més civilizada e instruida de los Estados Unidos ha surgido un movimiento sobre un nuevo asunto; nuevo, no para los pensadores, ni tampoco para ninguno de los que sienten y reconocen los principios de un gobierno libre y popular, sino nuevo, y aun inau= dito, como tema de asambleas pablicas y de la accién politica pr: Este asunto es la emancipacién de la mujer: su admisi6n, de derecho y de hecho, ala igualdad, en todos los derechos, politicos, civiles y socia- les, con los dems ciudadanos de la sociedad. Para colmo de la sorpresa con que muchos recibirin esta noticia, y hay que advertir que el movimiento que ha empezado, no es una defen- | sa de las mujeres hecha por escritores u oradores del sexo masculino, permaneciendo las que declaradamente se tienen que beneficiar de ello ya indiferentes, ya ostensiblemente hostles. Se trata de un movimien- to politico, de finalidad préctica, levado adelante de una forma que denota una intencién de perseverar. Y no es un movimiento meramen- | te a favor de las mujeres, sino llevad a cabo por ellas. Su primera manifestacién pablica parece haber sido una Convencién de Mujeres, celebrada en el estado de Ohio, en la primavera de 1850. No hemos visto ninguna informacién sobre esta asamblea. El 23 y 24 del pasado octubre, en Worcester (Massachusetts) se celebraron una serie de iicines bajo el nombre de «Convencién de los Derechos de la Mujer»: su presidente fue una mujer, y mujeres fueron casi todos los principa- les oradores, aunque abundantemente reforzadas por hombres, entre los que se encontraban algunos de los més distinguidos Iideres de la causa similar de la emancipacién de los negros. Se nombré un comité general y cuatro especiales con la finalidad de llevar adelante la empre- sa hasta la proxima asamblea anual Le euavcincids De La mune us 6 Segin el informe aparecido en el New Yok Tribune, asistieron mis de un millar de personas, y «si se hubiera dispuesto de un es {his extenso, hubieran concurrido muchos mille, mas». Elugar se describia como satestado, desde el comienzo, de oyentes flenos de *eneion y de interés». En cuanto ala calidad del dliscurso, las aetua- sane tentajaron en mucho las de cualquiera de loc movimientos Populares que conocemos, de este pats » de América, Muy posas teees en la oratoria de los mitines es tan Pequefia la parte de la ver- bosidad y declamacién, y tan considerable la de una sensatez y sen- fido comiin serenos. El resultado de la Com fenci6n Fue en todos los Mpsstos alentador para quienes la habian convocada ¥ probable- sri destinada a inaugurar uno de los mov imientos mis deans 69 pro de una reforma politica y social, movimientos ue son los mejores distintives de nueser, €poca actual Que los promotores de este nuevo movimiento se basan en Principios, Sin contemporizacién ni componenda, se ve 4 partir de los acuerdos ‘omados en la Convencisn, parte de los evalet transcribimos: oe ion cet deelararlos en su mis dilatado alcance, Acordade: Que cada ser humano de edad madura, y residente Tn satetado periodo de tiempo en el terrtorie dk hh al que se exige obedien dura iaa la ley tiene detecho a vor en pick basin: que cada una de ess personas, sobre cys, pro- Piedad © trabajo se imponen trucos para ef sostenimiento del Gobierno, tiene derecho a partcipar em ta gobierno: por consi- aguente, Acordado: Que las mujeres tienen derecho a suftagio y a ser saeidradaselegibes para las Funciones de gobiema [ee] y que ‘odo partido que pretenda representa ala havanrt ad Ia civiliza- der Ptogreo dela Epc, etd obligado a inscrbir on en ‘eras la iualdad ance aly in dicincon de na color. Acordado: Que los derechos civles y politicos rc tienen en cuenta el sexo, ¥ que por cons potrads de la constcucién de cada uno de ke fe ados. Acordado: Que. puesto que la perspectiva de un empleo honora- rte la palabra veri debe ser De Gul mis adelante en la vida esl mejor earn Para el apro- “echamiento de los beneficios de la educacién, Y puesto que la Imer educacion es ly que nosotros mismos nos ine en os Hauer Trion Mi esfuerzos, empleos y disciplina de la vida, por consiguiente, es imposible que las mujeres aprovechen plenamente la instrucci6n que ya se les otorga, o que su profesién haga justicia a sus facul tades, hasta que les sea abierto de par en par el acceso a los diver: sos empleos civiles o profesionales, Acordado: Que todo esfuerzo por educar a Las mujeres, sin ‘otorgarles sus derechos y concienciarlas del peso de sus respons. bilidades, es vano, y es un derroche de ener Acordado: Que las leyes de la propiedad, rena las personas easadas, exigen su entera revistén, de manera que n cuanto que se refie todos los derechos sean iguales entre los esposos; que lr mujer tenga, durante st vida, un igual control sobre la propiedad ganada con el trabajo y sacrificios de los dos, y sea heredera de su marido sate en la misma medida en que él es heredero de ella, y de disponer segin su voluntad de lo misma parte de la propiedad comin de que él puede disponer Lo que sigue es un bre ¢ resumen de las principales peticiones: 1. Fducacién en escuclas de ensehanza primaria y media, universi- dades, ¢ instituciones médicas, jurfdicas y ecoldgicas. 2, Pariipecén en los trabajos y ganancias. los riesgos y las remuncraciones de Ia actividad productiva 3. Lina participaién coigual en la formacion y administracion de las leyes —municipales, estatales y nacionales— mediante asam- bleas Ie lativas, tribunales y cargos cjecutivos. Parece dificil expresar un contenido verdadero, justo y razonae Je en un estilo 18 poco a propésito para ser alabado come el de algu- 10s de los acuerdos. Pero, por n is que se pueda obj ganas de as expresiones, en nuestra opinién nada se puede objetar a las pet jones en si mismas. En cuanto a su justicia, la cosa nos parece iado clara para discutiela, Por lo que se refiere a su oportunidad o mis a fondo lo examinamos, mis fuertemente nos aparece. Que las me sres al suftagio o el derecho d eres tienen un derecho personal igual que los hom- formar parte de los jurados, seria lficil que alguien lo negara. A buen seguro, no lo pueden negar los Estados Unidos de América, como pueblo 0 como comunidad. Sus us instituciones democréticas se basan manifiestamente en el derecho inherente de cada uno a voto en el gobierno. Su Declaracién de Independencia, compuesta por los hombres que atin son sus princi« pales autoridades constitucionales, documento que ha sido desde el principio, y es ahora, reconocido como base de su politica, comien- za con la declaracién categérica: Consideramos que estas verdades son evidentes por sf mismas ue todos los hombres son creados iguales; que estén dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables; que entre éstos esti el derecho a la vida, a la libertad y a la bisqueda de la fe- licidads que para proteger estos derechos, entre los hombres se instituyen gobiemos, que derivan sus justos poderes del consen- timiento de los gobernados. No ereemos que ningiin demécrata americano vaya a evadir la fuerza de estas expresiones con el subterfugio deshonesto 0 necio de que en este memorable documento «hombres» no significa seres humanos, sino sélo los de un sexo; de que «el derecho a la vida, la libertad y a la busca de la fli lienables» de solamente una mitad de la especie humana; y que «los gobernados», cuyo conse fuente del poder justo, quiere decir solamente aquella mitad de la hhumanidad que, respecco a la otra, ha asumido hasta el presente la categorfa de gobernantes. La contradiccién entre la teorfa y la prictica no se puede explicar satisfactoriamente, Un parecido abandono dé las maximas fundamentales de su credo politico han cometido los americanos en el caso escandaloso de los negros: idad» son «derechos ina- iento se afirma que es la énica peto sobre esto estin empezando a reconocer su torpeza. Después dle una lucha que, por diversos incidentes, merece el nombre de heroica, los abolicionistas son actualmente tan fuertes en ntimero y en influencia, que tienen el poder de decidir entre los partidos de los Estados Unidos. Seria conveniente que los hombres cuyos nombres quedarin asociados a la extirpacién de la aristocracia del color del suelo democratico de América, se encontraran entre los Ge levantarsn, en fayor de América y del resto del mundo, la pri- mera protesta colectiva contra la aristocracia del sexo, una distin- Hiagaier Toston Mit) 7 2 SS sen in tan accidental como la del color y tan ajena como ella a todas cuestiones de gobierno. El derecho que la mujer reivindica a la igualdad civil y politica, expela ineluctablemente no sélo a los demécratas de América, 10 también a los radicales y cartistas [3] de las Islas Brieénicas, y los demécratas del Continente, que reclaman lo que llamamos fragio universal como derecho inherente del hombre, y que sin bargo se le niega injusta y opresivamente. Porque, icémo podria- 9s Hamar de una manera verdadera y razonable «universal» al fragio, mientras la mitad de la especie humana permanece exelui- de él? Declarar que todo el mundo tiene derecho a voto en el bierno y pedir este derecho sélo para una parte, a saber, la parte jue el mismo demandante pertenece, es demostrar claramente que 0 no tiene principios. El cartista que niega el sufragio a las muje- sdlo es cartista porque no pertenece a Ia clase noble; es uno de s partidarios de abolir las desigualdades sociales, que no quieren ir mas que las diferencias entre ellos y las clases superiores a Aun los que no consideran que tener voz en el Gobierno forme te de los derechos de la persona, ni profesan principios que exi- 1 que este derecho se extienda a todos, suelen tener méximas dicionales de justicia politica con las cuales es imposible recon- ar la exclusign de las mujeres de los derechos comunes de ciuda- va. Es un axioma de la libertad inglesa que la tributacién y la resentacién deben aplicarse a las mismas personas; pero incluso o las leyes que entregan las propiedades de la mujer al marido, as mujeres solteras que pagan impuestos. Una de las do nas fundamentales de la Constitucién Briténica es que todas las sonas deben ser juzgadas por personas de su misma clase; sin no bargo, cuando se juzga a mujeres, las juzgan jueces del sexo mas- [3] El cartismo fue un movimiento reformista inglés, promovido por las ela populates a partir de 1837, que reclamabs el sufagio universal (masculino), el > secreto, la igualdad de los distrtos electoraes, la limitacin de ls legislatu- un afo, la remunetacin de los miembros del Parlamenta y la eleyibilidad de no propietatios. [N. del T. 120 culino, y tin jurado formado también por varones. La ley concede a los extranjeras el privilegio de reclamar que la mitad del jurado esté formada por extranjeros: pero no se concede el mismo privilegio las mujeres. Prescindiendo de normas de detalle que encarnan i ‘mis bien locales o nacionales que universales, es una mxima de ticia reconocida universalmente que no hay que hacer distinciones degradances sin necesidad. En todas las cuestiones hay que incli- narse del lado de la igualdad, si no hay nada que demuestre lo con- trario. Hay que dar razones para permitir algo a una persona y prohibirsclo a otra, Pero cuando lo que se prohibe incluye casi todas las cosas que mis estiman aquellos a quienes se permiten, y ser pri- vado de ello lo consideran grave ultraje: cuando no sélo la libertad poli a sino también la libertad personal de accién es prerrogativa de una casta; cuando hasta en Ia industria, casi todos los empleos que atarean las facultades superiores en un campo importante, los que evan a la distincién, la riqueza © hasta la independencia pecuniaria, se rodean de una valla como dominio exclusivo de la see cin prepotente, dejando apenas ninguna puerta abierta a la clase dependiente, excepto aquellas por delante de las cuales pas. entrar quienes tienen acceso a otras partes; entonees, las miserables s que se alegan como excusa para una distribucién tan burdamente parcial, no bastarfan, aunque fu que esta discriminacién no sea una injusticia escandalosa. Ademis, in reales, para hacer estamos firmemente convencidos de que, lejos de ser conveniente, ta division de la humanidad en dos castas, nacida una de las dos para dominar sobre la otra, es, en ese caso, lo mismo que en cualquier otro caso, un perjuicio inconmensurable, una fuente de perversién y de corrupeién, a la vez para la clase favorecida y para aquellos a expensas de los cuales es favorecida; que no produce ninguno de los bienes que es costumbre atribuirle, y que forma una barrera, casi insuperable mientras dura la divisi6n, para cualquier perfecciona- iento realmente esencial del earicter o de la condicién social del zgénero humano. Nuestro propésito, ahora, es mantener estas proposiciones. Pero antes de comenzar su discusién, quisiéramos tratar de disipar las objeciones preliminares que pueden impedir que el tema sea exa- Hauser Toston Mu minado sincera y detenidamente por el espiritu de personas para quienes ¢s quevo. La principal de estas dificultades, y tremenda, es Eos as mujeres nunca han tenido los mismos derechos que Ios Hombres. El uso universal se opone a la reivindicacién, en de los derechos generales de los hombres. En realidad, este 7 Fiejuicid, ol mis fuerte de todos, contra lo nuevo y lo desconocido, poca de cambios como la actual ha perdido mucha de su fuerza; si no fuera asi, pocas esperanzas habria de vencerlo. En tres cuartas partes del mundo habitable, a hoy, la respuesta asiempre hha sido ast» termina con toda discusién. Pero los europeos eee americanos, de que saben y hacen muchas cosas que sus antepasados no sal nos se jactan, lo mismo que sus emparentados y quizas el punto en que los tiempos actuales mis indiscuti- blemente superan a los tiempos antiguos es que actualmente el Rabito)ya no es el tirano de las opin como era antaflo y que el culto de la costumbre es una idolatria que nes y de los modos de actuar esti en decadencia. Una idea nucva sobre un asunto que concierna a los intereses capitales de la vida, odavia alarma cuando se expone por primera vez; pero si se puede mantener ante el enten hhasta que desaparezca la impresi6n de rareza, obtiene la oportuni- dad de que se la tenga en cuenta y de que se la examine con la misma racionalidad con que se acostumbra a juzgar cualquier otro asunto. En el caso de que estamos tratando, el prejuicio de la costum- bre estd a favor del lado injusto. Es verdad que grandes pensadores, en diferentes épocas, desde Platén hasta Condor 2 aden algunos de los hombres mis eminentes de Auestras tiempos, han presentado protestas enérgicas a favor de la igualdad de la mujer Y ha habido asociaciones, religiosas o seculares, entre las cuales la Sociedad de los Amigos es la més conocid que reconocieron este principio. Pero no ha habido ninguna comunidad politica o nacién en que, segtin la ley y el uso, las mujeres no se hayan encontrado en un estado de inferioridad politica y alegaba el mismo hecho, y con igual verdad, en defensa de la escla- vitud. Se hubiera podido alegar a favor de Ia forma mitigada de esclavitud, la servidumbre, durante toda la Edad Media En el mundo antiguo se arguyé en contra de la libertad de industria, de la libertad de conciencia, de ma 12 la libertad de prensa; ninguna de estas libertades se consideraron compatibles con un Estado bien ordenado, hasta que hubieron pro- bado su posibilidad mediante su existencia de hecho. Que una ins- titucién 0 una préctica sea habitual, no es ninguna presuncién de {que sea buena, si se puede sefialar alguna otra causa suficiente para su existencia. No es dificil comprender por qué la sujecién de la mujer ha sido una costumbre. No se necesita otra explicacién que Ja fueraa fisica, ~ Que 10s que eran fisicamente més débiles se convirtieran en legalmente inferiores esté muy de acuerdo con la manera segin la cual se ha regido el mundo. Hasta muy recientemente, el principio de la fuerza fisica fue la ley general de los asuntos humanos. A lo largo de toda la hiscoria, las naciones, las razas, las clases que se die- ron cuenta de que eran més fuertes, en fuerza fisica, en riqueza o en disciplina militar, conquistaron y mantuvieron en sumisién a las demds. Si en las naciones més adelantadas finalmente se condené la I siglo xvim. Las guerras de conquista sdlo cesaron desde que em- pezaron las revoluciones democréticas. El mundo es muy joven, y no ha hecho més que empezar a abandonar la injusticia. Sélo ahora esté desembarazindose de la esclavitud de los negros. Sélo aho- ra esta desembarazindose del despotismo monérquico, Sélo ahora est4 desembarazindose de la nobleza feudal hereditaria. Sélo aho- ra esté desembarazéndose de las incapacidades en el campo de la teligién, Sélo esté empezando a tratar a todos los hombres como cit dadanos, salvo los ricos y una porcién favorecida de la clase media. éNos podemos admirar de que todavia no haya hecho otro tanto en favor de las mujeres? Tal como estaba constituida la sociedad hasta escas iltimas generaciones, la desigualdad era su mismisima base; apenas existfan asociaciones basadas en una igualdad de derechos; ser iguales representaba ser enemigos; dos personas dificilmente podfan cooperar en nada 0 encontrarse en una relacién amistosa, si y de la fuerza como indigna, fue solamente desde el calumniado la ley no sefialaba que una de las dos era el superior de la otra. La humanidad no puede ya mantenerse en esta situacién y actualmen- te todo tiende a sustituir, como principio general de las relaciones hhumanas, el dominio del més fuerte por una justa igualdad. Mas, de Haweier Tavtox Mitt a _ entre todas, la rela xima ¢ intima y es i6n entre hombre y mujer, como es la més pré- enlazada al mayor niimero de emociones, For- zosamente tenia que ser la ii ima en librarse del viejo régimen y aceprar el nuevo: porque con la fuerza de un sentimiento guarda Proporcién la tenacidad con que se aferra a las formas y circuns- tancias con las que, aunque sea casualmente, se asocié, Cuando un prejuicio que tiene ‘imientos se ve en la desagradable necesidad de tener que dar raz0- nes, se crec que ha hecho suficiente cuando ha afirmado de nuevo el Iguna influencia sobre los sen- mismo punto que estd en discusién, en frases que recurren al sen- ‘imiento preexistente. Asf, muchas personas piensan que han justi- ficado sulicientemente las limitaciones del campo de accién de la ‘mujer cuando han dicho que las ocupaciones de que se excluye a las mujeres son poro fomeninas, y que la esfera propia de la mujer no es la pol © la notoriedad, sino la vida privada y doméstica Negamos el derecho de que cualquier parte de la especie decida por otra p
    Que todas las ocupaciones estén abiertas a todos, sin que se favorezca ni se desaliente a nadie, y los empleos caerin en las manos de aquellos hombres 0 de aquellas mujeres que la experiencia demuestre que son mis aptos para ejer- cerlos dignamente, No hay por qué temer que la mujer quite de las manos del hombre ocupaciones que el hombre ejerce mejor que la mujer. Cada individuo, hombre © mujer, demostraré sus aptitudes de la nica manera como se pueden demostrar las aptitudes: | mediante la experiencia; y el mundo se aprovecharé de las mejores} acultades de todos sus habicantes. Pero intervenir de antemano Le meascineros 0 1 wun 4 mediante una limitacién arbitraria, y declarar que sea cual sea la capacidad natural, el talento, la energta o el vigor espiritual de un individuo de un determinado sexo o clase, esas facultades no podein ejercitarse, 0 sélo se podrin ejercitar de algunas pocas maneras de centee las muichas mneras segiin las cuales se permite a los demés ejercitar las suyas, no es s6lo una injusticia para el individuo y un petjuicio para la sociedad, que pierde aquello de lo que no puede prescindis in que le cause detrimento, sino que ademas es el modo ands eficaz de procurar que, en el sexo o clase asé encadenado, dejen de existir las cualidades que no se dejan ejercicar. Seguiremos el acertado ejemplo de la Convencién, y no nos imeteremos en la cuesti6n de las supuestas diferencias en cualidades fisicas o espirituales entre los sexos. Y no porque no tengamos nada que decit, sino porque tenemos demasiadas cosas: para discutir regularmente slo este punto necesitarfamos todo el espacio que tenemos que dedicar al asunto entero [4]. Peto si los que afirman que la sesfera propiaw de las mujeres es la doméstica quieren decir con esto que las mujeres no se han mostrado idéneas en otras esfe~ 12s, con tal afirmacién demuestran gran ignorancia de la vida y de [4] No podemos abstenemos de citar un excelente pasaje sobre esta parte dl ssunto, scado de una dels contribuciones de Sydney Smith aa Edinburgh Rev: , sexcelentes. [N. del T] Hawaier Tovtok Mu Hemos descuidado una multitud de objeciones vulgares, bien Por considerar que no merecen una respuesta, bien por considerar ue ya han quedado contestadas por el curso general de nucsteae observaciones. Con todo, hay que decir algunas palabras sobre wn jfumento que en Inglaterra se usa mucho para dar una apuriencia de desincerés ala defensa de privlegios egoistas, y al que personas Poco observadoras y poco reflexivas dan mucho mas valor del que tiene, Las mujeres se dice, no_quieren, no buscan, lo. {que se llama su_emancipacidn. Al contrario: generalmente renuncian a estas rei, vindicaciones hechas a favor suyo, y se echan con saia sobre cual. quiera de ellas que se identifique con su causa coman Suponiendo que eso sea verdad en el sentido mis pleno que nunca se haya afirmado, si ello demuestra que las mujeres curopeas deben Permanecer tal como estén, también demuestra exactamente lo misino Gr “Pesto las mujeres asistcas: también ells, en vez de quejarse de su apartamiento y dela sujecién que sles impone, se enorgullecen de elo y se admiran del arevimienco de las mujeres que reciben la vit £3 de conocidos del sexo masculno y que se dejan ver por las clle sin velo. EL habito de la sumisién vuelve servil el espritus tanco del horns bre como de [a mujer. La inmensa poblacién de Asia no desea ni apre- cia probablemente no aceptaria, la libertad politica; tampoco los ea sajes dela sel, la civilizacién, Lo cual no prucba que estas corse no scan deseables para ellos, que, en algin tiempo futuro, ne disfranc, dk ella. La costumbre hace que los seres humanos se vuelvan insensi bes a cualquier clase de degradacién, al debilcar Ia parte de su nan taleza que se opondria a ella. Y el caso de la mujer ew en este respec fe un &2s0 peculiar, porque ninguna casta inferior de as que hemos odo hablar aprendi6 a considerar su degradacién como su honon Cog todo, este argumento implica una conciencia secreta de que la preee dida preferencia de la mujer por su estado de dependencin es slo apa- ‘ents Y Provine del hecho de que no se le deja escoger; porg Prelerencia fuera natural, no habria necesidad de que la ey a impusie- {2 Hasta ahora no ha habido ningiin legislador que creyera neecesris hacer leyes que obligaran a la gente a seguir sus inclinaciones El argu: ‘mento de que la mujer no quiere ningiin cambio es el mismo que se ha alegado desde tiempos inmemoriales contra la propuesta de abolir sil 141 12 cualquier mal social: «No hay ninguna queja». Esto no suele ser ver- dad, y cuando lo es, es solamence porque no existe aquella esperanza de triunfar sin la cual pocas veces la queja llega a hacerse audible para tunos ofdes maldispuestos. (Cémo sabe el objetante que la mujer no desea la igualdad y la libertad? Nunca conocié a ninguna mujer que no las deseara, © desearfa, para su propia persona. Serfa muy ingenuo suponer que si la mujer tuviera tales deseos, los expresaria. Su posicign es andloga a la de los arrendatarios o trabajadores que votan en contra de sus propios intereses politicos para complacer a sus arrendadores 0 patronos; con la tinica diferencia de que ala mujer se le inculea la sumisién desde Ta nifiez, como el atractivo y gracia peculiares de su carder Se las enseia a pensar que resi aucéntica injusticia que se les ha hecho, seria mejor dejarlo para un amigo o protector del sexo masculino. La acusacién de rebelarse contra cualquier cosa que pueda Hamarse una disposicién de la sociedad, se las ensefia a considerarla como imputa- cién de un atentado grave, por no decir cosa peor, contra lo propio de Su sexo. Es necesario que una mujer tenga un valor moral poco usual y un gran desinterés, para que se atreva a expresar opiniones favorables a la emancipacién de la mujer, por lo menos mientras no haya alguna esperanza de obtenerla. El bienestar de su vida individual y su consi- dracién social suelen depender de la voluntad de los que detentan el poder injusto; y para Tos que tienen el poder, cualquier queja contra su abuso, por virulenta que sea, es un acto de insubordinacién menos escandaloso que protestar contra el poder mismo. En eso, las declara- ciones de la mujer nos recuerdan a los reos de Estado de antafio, los cuales, antes de ser ejecutados, solfan protestar su amor y su lealtad al soberano que injustamente habia decretado su suplico.La propia Gr- selda [7] podrfa ser igualada por los parlamentos puestos por Shakes ppeare en boca de hombres victimas del capricho y la tirania del rey: Duque de Buckingham, por ejemplo, en Henry the Eighth y hasta Wol- fr activamente incluso a una , no es muy femenino, y que [7] Heroina del dime cuento del Decemerin, de Giovanni Boccaccio. Famost por su paciencia y obediencia al marido, puestas a prueba hasta el extremo por éste Francesco Pecrarcacradujo esta historia l latin y Besnat Merge, del lain al eata- Un. Geoffrey Chaucer ene su versininglesa en los Canterbury Tales. [N. del T.] Haauer Tvuoe Mu sey. Las mujeres con vocacién literaria, sobre todo en Inglaterra, hacen costentacién de repudiar el deseo de igualdad y de ciudadania, y de pro clamar su total satisfaccién con el lugar que ly sociedad les sefala; de esta manera ejercen, como en muchos otros aspectos, una influencia de lo mis perniciosa sobre los sentimientos y opiniones de los hombres: éstos admiten sin ningtin recelo los servilismos de la adulacién como concesiones hechas a Ia fuerza de la verdad, y no consideran que esas ‘mujeres estin personalmence inceresadas en profesar cualquier opinién que esperan que agradari a los hombres. No es entre los hombres de talento, que destacan del pucblo y son protegidos y halagados por la aristocracia, donde buscamos los Iideres de un movimiento democrs- tico. Las mujeres literatas, en la medida que triunfan es menos proba- ble que preficran la causa de la mujer a st propia consideracién social Dependen de la opinin de los hombres para su éxito literario y feme- nino; y es tan mala la opinién que tienen de los hombres, que no ereen que haya mis de uno por cada diez mil que no desapruebe y tema la fortaleza, ls sinceridad y Ia aleivez en la mujer. Por eso se afanan en sgranjearse el perdén y la olerancia de los hombres por cualquiera de estas cualidades que aparezcan en sus escritos sobre otros temas, haciendo alarde, premeditadamente, de su sumisin en cuanto al tema que tratamos: asf piensan que los hombres vulgares no cendein moti- vo para decir (aunque nadie podra impedir a los hombres vulgares que lo digan), que el aprender vuelve a la mujer poco femenina, y que muy probablemente las mujeres literatas seein unas malas esposas. ‘Mas, ya hemos trarado suficientemente este punto; sobre todo si tenemos en cuenta que el hecho que nos oftece la ocasién para estas observaciones, hace imposible seguir afirmando el universal asentimiento de las mujeres (salvo excepciones individuales) a su condicién de dependencia. En los Estados Unidos, por lo menos, hay mujeres, segtin parece numerosas y organizadas actualmente para actuar sobre la opinién pablica, que exigen la igualdad en el pleno sentido de la palabra, recurriendo lisa y lanamente al sentido que tiene el hombre de la justicia, y no implorindola con timidos ruegos para evitar su desagrado. Sin embargo, lo mismo que otros movimientos populares, éste puede ser seriamente retardado por los desaciertos de sus partidarios. 1493 Juzgados en comparacién con el nivel ordinario de otros mitines, los discursos de la Convencidn son notables por la preponderancia de lo racional sobre lo declamacorio; pero existe alguna excepcién, y cosas a las que es imposible atribuir ningén significado racional han pasado a los acuerdos. Asi, el acuerdo que expone las reivindicaciones he- chas a favor de la mujer, después de exigir una igualdad de educacidn, de ocupaciones industriales y de derechos politicos, enumera como «uarto punto de peticién algo que llama eunién social y espirituale, y «un instrument para expresar las supremas miras morales y espici- tuales de la justicia, junto con occas muchas palabras iniiles que sélo sirven para desfigurar la simplicidad y la racionalidad de las otras peti- ciones; pareciéndose a los que intentan débilmente combinar una igualdad nominal entre hombre y mujer con unas distinciones forza~ das en cuanto 2 sus privilegios y funciones. Lo que se quiere para la mujer es una igualdad de derechos, una igualdad de admisién a todos los privilegios sociales, no una posicién aparte, una especie de sacer- docio sentimental. A este principio, el sinico justo y racional, se adhie- tanto los acuerdos como los discursos. Tanto unos como otros contienen tan poca cosa que se pueda comparar al disparatado pierafo en cvestidn, que s de las mismas manos que han redactado la mayoria de los demi pechamos que éste no es obra dos. La fuerza de la causa descansa en el apoyo que le presten quienes estén influidos por la razén y los principios; intentar acreditarla mediante sent rentalismos, absurdos para la razén e inconsiscentes con el principio en que se funda el movimiento, ¢s poner una causa buena en el mismo plano que otra mala, Hay indicios de que el ejemplo de América se seguird en esta parte del Atlintico; y ya se ha dado el primer paso en aquella parte de Inglaterra donde empiezan todos los movimientos serios para el progreso politico: los distritos industriales del Norte. El déa 13 de febrero de 1851, el Conde de Carlisle presenté a la Cémara de los Lores una peticién femenina aprobada por un mitin celebrado en Sheffield y que reivindicaba el derecho a voto. Hauner Toston Mus

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