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EL ARROYO DE LOS ENAMORADOS

Entre las cristalinas y dulces aguas del arroyo de los enamorados se encontraba un joven, que miraba
atentamente como corría el agua. En sus ojos parecía que también corrían aguas, pero no de paz y
tranquilidad como cualquier arroyo, más bien parecía un mar en plena tempestad. Su cuerpo tiritaba y no era
de frío, sino de odio. De un odio que hasta los animalillos que se acercaban, esperaban en la oscuridad de las
sombras hasta que se fuese. Os preguntareis a que era debido ese odio, pues si tenéis un momento os lo
contare.
Hace muchos años se contaba una leyenda allá por las tierras de Andalucía, sobre un arroyo donde iban
los enamorados, de ahí su nombre. Allí ocurrieron unos hechos en los cuales andaba un joven pastor. Iba
todos los días a darle de beber a sus ovejas. Un día descansaba en la fresca sombra de un árbol, escucho una
suave y deliciosa voz. Cantaba una canción popular de aquel lugar:
En una tarde fría
vi que tus ojos me miraban
y creí que mi alma se llevaba…
Esta voz provenía detrás de unos arbustos que estaban un poco más arriba de donde él se hallaba. La
curiosidad le hizo levantarse y acercarse hacía aquella voz, muy despacio, como si de un vulgar ladrón se
tratase. Cuando llegó a la altura de los arbustos se alzo para ver por encima de ellos. Lo que vio lo dejo
perplejo. Era una joven de pelo largo y negro, como la noche, al igual que sus ojos. Sus labios rojos carmesí,
su piel tersa y morena, sus senos pequeños y bien formados, y unas manos de dedos largos y delgados. En
esos momentos sintió celos de hasta las gotas de agua que recorrían aquel cuerpo desnudo, y quedo prendado.
Todos los días fue a aquel arroyo, pero no la volvió a ver. El joven debido a que estaba mucho tiempo
solo componía versos. Diversión que se torno tormento desde que vio a la joven del arroyo.
Entre la niebla difusa
que me confunde la mirada
creo ver una silueta
que hacía mi se acerca.
Extiendo mis manos hacía ella
y se aleja,
corro hacía ella
y ella se queda quieta
pero nunca logro tocarla.
Al terminar esta poesía prorrumpió en un sollozo silencioso, pero muy doloroso, porque nunca había
escrito una poesía con tanto sentimiento. Los días transcurrían con una monotonía desesperante. Por la noche
al regresar a su casa tenía la cara pálida, los ojos hinchados y el corazón cada vez más abatido. Una noche,
como cualquier noche desde aquel día que vio a la joven, tuvo un presentimiento. ¿Y si en vez de acudir al
arroyo por el día, acudía por la noche? Esta vez no se quedo en su casa, castigándose más el alma, se vistió y
marcho rumbo al arroyo, como si el mismísimo demonio anduviese tras sus talones. Cuando llego al arroyo se
quedo blanco, como la Luna que en lo alto del cielo brillaba. Allí estaba, y la miro a los ojos, esos inmensos y
brillantes ojos negros. La joven giro la cabeza y le conmino a que se acercara.
.- Has tardado mucho tiempo.
.- No te encontraba.
.- Siempre he estado aquí.
.- Y tú, ¿Por qué no me has buscado?
.- El que andaba perdido eras tú.
.- Sí, tienes razón estaba siempre perdido aquí. Pero dime. ¿De dónde eres? Nunca te he visto antes por estos
lugares.
.- Yo soy de donde todos tenemos que ir, pero ninguno quiere estar. De donde la luz es nuestra meta pero
nunca la podremos alcanzar. De donde somos muchos pero nunca vemos a nadie. ¿Quieres venir conmigo?
.- Sí, yo voy donde tú me quieras llevar y si es preciso que muera, yo moriré por ti. En esos momentos una
brillante luz lo envolvió, y cuando pudo volver a ver un grito quería de su garganta salir pero no pudo. El
horror de lo que vio le dejo sin habla. La joven ya no era tal. Su pelo negro se transformo en larguísimas
hebras de color blanco. Sus ojos ya no eran de color negro, simplemente no existían. Sus pechos estaban
flácidos y arrugados. Y en su corazón tenía clavada una daga, por la cual emanaba abundante sangre, negra
como la noche. Por las cuencas de sus ojos y por la boca se veían gusanos.
.- ¿Y ahora también vendrás conmigo? Ahora que sabes lo que soy realmente. ¡Eh! Yo, al igual que tú estuve
enamorada. Por el hubiese dado la vida. Cuando descubrí su mentira rehusé de su compañía. Un día me
estaba bañando en este arroyo, me encontró y simplemente me mato. Porque yo era suya y de nadie más.
Pero, antes de morir jure venganza. Y desde entonces mi alma no descansa. Ahora vete y escucha lo que te
digo: En el amor el que más da es el que más pierde.
Esta es la leyenda que se cuenta y dicen que aquel joven vivía atormentado y termino sus días sobre un
árbol colgado. Y comenta los más viejos del lugar que el día de los enamorados nadie se acerca a este arroyo.
Porque se ven a estas dos almas pasar y se escucha una voz con esta letanía:
Ven a mí
cariño mío
no tengas miedo
no te voy hacer daño
solo quiero
que me acompañes
en mi camino
hasta el fin.

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