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NESTOR BRAUNSTEIN Kl Siglo veintiuno editores Argentina s.a. ‘TUGUMAN 1621 7° N (GIO50AAG), BUENOS AIRES, REPUBLICAARGENTINA Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. (CERRO DEL AGUA 248, DELEGACION COYOAGAN, 04310, MEXICO, D. F. PRINGIPE DE VERGARA 78, 2° (28006) MADRID Siglo veintiuno de Espajfia editores, s.a. Braunstein, Néstor A. El goce: Un concepte lacaniano - 1a ed. - Buenos Aires : Siglo XXI Editores Argentina, 2006. S44 p. ; 21x14.cm. (psicologia y psicoanilisis, dirigida por Octavio Chamizo) ISBN 968-23-2634-6 1. Psicoandlisis. I. Titulo CDD 150.195, Primera edicién, 1990 Séptima edicién, aumentada, revisada y actualizada por el autor, 2006 © siglo xx! editores, s. a, de c.v, Portada de Peter Tjebbes © 2006, Siglo XXI Editores Argentina S. A. ISBN: 968-28-2634-6 Impreso en Artes Grifieas Delsur Alte. Solier 2450, Avellaneda, enel mes de junio de 2006 Hecho el depésito que marea la ley 11.723 Impreso en Argentina ~ Made in Argentina REEDITAR, REESCRIBIR, ACTUALIZAR Goce era el nombre original de este libro cuando aparecié en Mé- xico en 1990. En 1994 me explicaron que la edicién en francés no podria aparecer con ese titulo tan parsimonioso porque era poco explicito para el lector galo. Asi es como Goce vio la luz en la edi- torial Point Hors-Ligne con el titulo de La jouissance: un concept la- canien. A partir de entonces se fueron sucediendo reimpresiones tanto en castellano como en francés hasta que la editorial Point Hors-Ligne dejé de publicar. Al poco tiempo recibi una solicitud de Editions Erés, casa muy prestigiosa, que proponfa sacar una nueva edicién. Respondi que preferia que no fuese otra reimpre- sién pues habia detectado errores que queria corregir y que la tra- duccion al francés se beneficiaria con una revisién. La invitacién de Eras me Ilev6 a una relectura cuidadosa y, con ella, ala convic- cién de que hoy podria transmitir de un modo mas claro los con- ceptos elaborados quince afios antes. Asi, en mayo de 2005, apa- recié una nueva edicién en francés meticulosamente revisada por Daniel Koren, con una nueva portada (Klimt fue sustituido por Parmigianino) y con muchos cambios, incluyendo algunas refe- rencias bibliogrdficas de actualizacién que me parecieron impres- cindibles. Goce era bien recibido en toda América latina, hacia su carrera en Espana y era frecuentemente citado en la bibliografia lacania- na internacional en inglés y en francés. Varios capitulos aparecie- ron en inglés y esta en marcha la edicién en portugués (Editorial Escuta) después de una completa traduccién. Mi amigo Jean-Mi- chel Rabaté me honr6 pidiéndome que escribiese el capitulo so- bre “Deseo y goce en la ensefianza de Lacan” para el Cambridge Companion to Lacan que él preparaba. Redactar ese capitulo impli- cé resumir muchas de las tesis propias del texto del libro en espa- fiol; alli descubri también, especialmente por los sefalamientos 7) 8 EL GOCE de la traductora, Tamara Francés, que podia y debja explicar me- jor mis propuestas aunque fuesen escasas las criticas que se me formulaban desde el exterior. A la vista de todos estos antecedentes, ;autorizaria una nueva reimpresién en castellano o someteria todo el material a una revi- sién exhaustiva acorde con los cambios hechos en la edicién fran- cesa? Me decidi por esta ultima opcién y trabajé febrilmente a me- diados del afio 2005 en la transformacién del texto. El resultado es el volumen que el lector tiene en sus manos. Resolvi cambiar el titulo y utilizar el de la edici6n francesa por dos razones: primero, para ser mas explicito, aunque se perdiese el magnifico equivoco que presenta el volumen en espanol: Goce, que se puede escuchar también como ;Gocel, y, en segundo lugar, para hacer saber que este libro es y no es el mismo que venia circulando desde 1990. La organizacién no ha cambiado; se mantienen los ocho capitulos, que conservan sus titulos originales. Pero no hay un solo parrafo que tenga la misma redacci6n, algunas referencias han de- saparecido, varios errores y erratas han sido corregidos (nada garan- tiza que no aparezcan nuevos), la bibliografia ha sido actualizada a partir de la edicién de los Autres écrits de Lacan en 2001, muchos tex- tos importantes elaborados por colegas en estos afios han sido incor- porados al aparato referencial del libro, y, en algun caso, concreta- mente en el capitulo 3, “Goce y sexualidad”, he sentido, mas que la conveniencia, la exigencia de incluir un apartado especial, el quin- to, para abordar las relaciones complejas entre la ensefianza de La- can y el pensamiento de Foucault. Es asf como surgieron esas pagi- nas, articuladas con el conjunto del libro, bajo el encabezamiento de “Freud (Lacan) o Foucault” que actualizan el punto mds debati- do hoy en dia de la aportacién lacaniana en torno del goce. En ese tercer capitulo tambiér es donde aparece una innovacién terminoldgica que me parece imponerse, por lo menos en espajiol: el psicoanilisis es una gozologia. Algunos (Jean Allouch, etc.) han Ppropuesto que es una erotologia, pero esos mismos autores recono- cen que esta dimensién que yo califico de gacera del psicoanilisis tiene poca relacién con Eros y si una intima conexién, cuando no una consustanciaci6n, con la freudiana pulsi6n de muerte. En fran- EL GOCE 9 cés o en inglés seria dificil encontrar una palabra euf6nica y correc- ta para nombrar eso que en espaiiol resulta tan claro y opulento de significacién: gozologia. Junto a ese nuevo término aparecen otros sintagmas que la timidez y el respeto por convenciones lenguajeras habian mantenido a distancia tiempo atrds: aspiractones gaceras, con- sideraciones gozoldgicas, gocificacion y desgocificacién del cuerpo, etc. Una vez que el goce ha tomado su lugar en la conceptualidad freudiana y lacaniana, el aporte de los sufijos que nuestra lengua ofrece se convierte en necesidad expresiva a la que no hay razones para re- nunciar. Tras estas precisiones podemos volver al principio y En el prin- cipio... NESTOR A. BRAUNSTEIN, Cuernavaca, México, enero de 2006 PRIMERA PARTE TEORIA 1, EL GOCE: DE LACAN A FREUD 1. EN EL PRINC'PIO... Siento la tentacién de comenzar con una formula gnémica: Im Anfang war der Genuss (En el principio era el goce), que, es claro, evocaria y se contrapondria al comienzo del Evange- lio de San Juan: Im Anfang war das Wort (En el principio era la palabra). No me decido a hacerlo porque advierto que tal contraposicién. seria falsa. Entre goce y palabra, no puede decirse cual es primero en la medida en que ambos se delimitan reciprocamente y se im- brican de un modo que la experiencia del psicoandlisis muestra co- mo inextricable. Porque sélo hay goce en el ser que habla y porque habla. ¥ sélo hay palabra en relacién con un goce que por ella es hecho posible a la vez que resulta coartado y desnaturalizado, se- gtin veremos. Es claro que la formula Im Anfang war der Genuss hu- biera podido complacer al ultimo Lacan, pero era inimaginable pa- ra Goethe y su Fausto que del verbo (Wort) de San Juan pasaran a la fuerza, al sentido y, por fin, al acto: En el principio era el acto, un acto que es también, por fuerza, un efecto de la palabra y esta en relacién con el goce. Una alternativa seria la de hacerlo equivoco buscando un sindé- nimo que parezca aceptable y escribir: Im Anfang war die Freude (En el principio era la alegria), un aforismo que subrayaria el aspecto bienaventurado y jubiloso que O13] 4 EL GOCE acompaiia al goce. Sin embargo, al escribir de tal modo mi tentado- ra f6rmula gnémica comenzaria a confundir el goce con su significa- cién corriente, inespecifica, tan distinta de la que le adjudicamos al considerarlo un concepto central del psicoanilisis contemporadneo. Por cierto que, tratandose de psicoanilisis, la siguiente formula que inevitablemente surge en nosotros se oye como muy parecida ala anterior: Jm Anfang war Freud (En el principio era Freud). Y, una vez pronunciada, hay que buscar el Genuss, el goce, en Freud, en un Freud para quien el goce nunca fue otra cosa que un vocablo de la lengua, que no hizo de é] un concepto de su teoria. La significaci6n vulgar, la del diccionario, es una sombra de la que conviene distinguirse constantemente si se quiere precisar el yocablo como concepto psicoanalitico. En ese trabajo de discrimi- nacién uno nunca queda del todo conforme; las dos acepciones pa- san siempre, imperceptiblemente, de la oposicién a la vecindad. La vulgar convierte en sin6nimos el goce y el placer. La psicoanalitica los enfrenta, y hace del goce ora un exceso intolerable del placer, ora una manifestacién del cuerpo mas proxima a la tensién extre- ma, al dolor y al sufrimiento. Y hay que optar: o la una o la otra. Yheme aqui, dispuesto a eslabonar un discurso sobre el goce, una tarea imposible pues el goce, siendo del cuerpo y en el cuerpo, es del orden de lo inefable, a la vez que sdlo por la palabra puede ser cir cunscrito, indicado. El goce es lo que se escurre del discurso, mas sin embargo ese objeto inefable es la sustancia misma de la que se habla a todo lo largo de un anilisis y, trataré de mostrarlo, aquello de lo que habla siempre y desde siempre el discurso del psicoanilisis. “Goce”, en espaiiol, es un imperativo, una orden, una intimacién que no podria confundirse con su precedente mas arcaico en la len- gua, el “gozo” que, por aquello de lo inefable, es imposible de decir como presente del indicativo de la primera persona del singular. Pues al decirlo se lo disuelve, como sucede con el impronunciable nombre de Dios. “Goce” en espanol, der Genuss en aleman, la jowissanceen francés. EL GOCE: DE LACAN A FREU" 15 Jamas enjoyment. Gozaran los traductores al inglés buscando en su lengua la palabra justa. Atendiende a la imposibilidad de nombrar- lo yal origen lacaniano del concepto, muchos optan simplemente por el uso del francés: jouissance. “Goce” y “jouissance", que deriva del verbo latino gaudere (alegrarse), (sich freuen, Freusdie, |Freud!) y que reserva algunas sorpresas en la lengua corriente cuando se desdo- bla en sus acepciones segtin la autoridad, segtin !a Real Academia Espanola: Gezar: 1. Tener y poseer alguna c7sa; como dignidad, mayorazgo o ren- ta. // 2, Tener gusto, complacencia y alegria ¢ 2 aiguna cosa. // 3. Co- nocer carnalmente a una mujer. // 4. Sentir placer, experimentar sua- ves y gratas emociones. Es interesante que la dimensién objetiva de la primera acep- cién predomine sobre la dimensién subjetiva de la segunda y la cuarta, que el goce sea algo que se tiene mas que algo que s? sieri- te. Y sorprende la tercera de las acepciones. No puede dudarse d - Io involuntario del desenfado del académico al no excluir que sea “otra” mujer la que puede conocer carnalmente a “una” y tampo- co puede dudarse de su pudor no exento de lacanismo en el uso del articulo indefinido “una” pues a las mujeres no puede acceder- se sino tratandolas una por una. El sexismo semantico imprime su sello inconfesado en esta acepcidn: gozar, si, pero de una mujer en el conocimiento de la carne. Pareceria que fuese inconcebible que se gozase de un hombre. Y, para ellas, s6lo quedaria gozar “conocien- do” a otra. No hay reciprocidad en el goce. Palabra de académico que el psicoanalista debera pensar. “Gozar”, que deriva del latin gauderey que tiene una herencia no reconocida en el muy castizo verbo “joder’, un vocablo que tuvo que esperar a que el calendario marcase el afio 1984 para que la Real Academia Espariola le diese cabida por primera vez en la tri- gésima edicidn de su diccionario y con una etimologia que se anto- ja arbitraria pues lo hace descender del latin futuere (fornicar), del que indudablemente deriva la palabra francesa foutre. Un verbo que tuvo que esperar siglos para entrar en el diccionario hasta que fi- 16 EL GOCE nalmente lo consiguié aunque precedido por una advertencia in- s6lita: “Voz muy malsonante”! (alguna relacién, aunque sea por oposicién, con la afirmacién lacaniana sobre el psicoanilisis co- mo una “ética del bien decir”?). De todos modos el verbo “joder” no tendria mucho de qué quejarse pues, una vez admitido, irrumpe cargado desde un principio con cuatro acepciones muy ligadas al gau- dere latino y a sus derivados en romance: gozary joutr. Esas cuatro acep- ciones son, en sintesis, las siguientes: 1. Fornicar.? // 2. Molestar, es- torbar. // 3. Arruinar, echara perder // 4. Interjeccién que denota asombro o incredulidad. Las vecindades semanticas de “gozar” y “joder” podrian llevarnos a agregar a ese par el verbo “jugar”, especialmente si consideramos Ja vecindad fonolégica en francés entre jouéry jouer. No obstante, la investigacién filolégica nos ensena que palabras como “jugar” y “jo- ya” no proceden del gauderesino del jocum, que es una broma o una chanza, algo préximo al Wit freudiano, si nos colocamos en el pla- no del lenguaje y de sus artificios. Podria pensarse también que este “jugar” da cuenta del “conju- gar”, la operacién gramatical que se realiza sobre el verbo, pero s6- Jo para advertir al cabo que la “conjugacién” no es juego sino sub- yugaci6n, un someter a los verbos al tormento de un mismo yugo (jugum en latin). Jugar y conjugar que remitirfan al célebre senti- do antitético de las voces, ahora no primitivas, ahora derivadas, que interesaran en su momento al Freud paralingiista. Valgan deslinde, semdntica y etimologia para introducir este vo- cablo “goce” que recibird del psicoanilisis otro brio y otro brillo. En psicoandlisis el goce entra atravesando el portén de su signi- ficacién convencional. Asi aparece, a veces en la escritura de Freud, veces en el Lacan de los primeros tiempos, como sinénimo de una gran alegria, de placer extremo, de jubilo o de éxtasis. Ocioso y pedestre seria hacer el relevamiento de las oportunida- des en que Freud recurre a la palabra Genuss. Pero estaria bien re- cordar, independientemente de los vocablos usados, ciertos mo- mentos capitales en que el goce, lacaniano ahora, es reconocido por Freud en el espacio de la clinica. Al respecto, no puede dejar de mencionarse la voluptuosa expresién que él advierte en el hom- EL GOCE: DE LACAN A FREUD 7 bre de las ratas en el momento en que recuerda él relato de la tor- tura, un intenso placer que era desconocido por el paciente en el momento de llegar al colmo del horror evocativo. O el jiibilo que Freud percibe en el rostro de su nietecito, cuando esté empefiado en jugar con un objeto, el célebre carrete, de la misma manera en que el propio nifo es jugado por la alternancia entre la presencia y la ausencia de la madre; juego del vaivén del ser que se reitera cuando hace entrar y salir su imagen del marco de un espejo. O el goce voluptuoso, infinito, que experimenta el presidente Schreber, también ante el espejo, al constatar la transformacién paulatina de su cuerpo en un cuerpo femenino. El vocablo “goce” aparece en la ensefanza de Lacan afectado tam- bién por el uso convencional; no podia ser de otra manera. Asi fue hasta un momento que puede precisarse con rigor cronolégico. Has- ta entonces encontramos al goce como equivalente al jtibilo y al ju- bilo encontrando su paradigma en el reconocimiento en el espejo de la imagen unificada de si mismo, del moi (aha Erlebmis). Luego lle- ga el goce en el advenimiento al simbolo (fert-da) que permite un primer nivel de autonomia frente a los apremios de la vida. Referencia al goce que es erratica en los primeros afios de una ensenanza, la de Lacan, que se centra en torno del deseo: Ia rela- cién del deseo con el deseo de] Otro y del reconocimiento recipro- co, dialéctico, intersubjetivo de los deseos. Un deseo que ha trascen- dido los marcos de la necesidad y que sdlo puede hacerse reconocer alienandose en el significante, en el Otro como lugar del cédigo y de la Ley. No es que el deseo esté desnaturalizado por la alienacién y por tener que expresarse como demanda por medio de la palabra; no es que el deseo caiga bajo el yugo del significante o que éste lo des- vie o lo trastorne, no, es que el deseo sélo llega a ser deseo por la mediacién del orden simbélico que lo constituye como tal. La pa- labra es esa maldicién redentora sin la cual no habria sujeto, ni de- seo, ni mundo. Tal es el eje de la ensevianza de Lacan durante unos pocos afios, hasta finales de la década de los cincuenta. Lés concep- tos clave en ese perfodo son: deseo, alienacién y significante. Su dis- curso gira en torneo de las vicisitudes del deseo, la refraccién de és- 18 EL GOCE te en la demanda articulada, el deseo de reconocimiento y el reco- nocimiento del deseo, el acceso a Ja realidad que pasa por la im- posici6n al sujeto de las condiciones impuestas por el Otro (el mundo, el orden simbélico que induce efectos imaginarios, la re- gulaci6n de Ja satisfaccidén de las necesidades y el ajuste de las con- diciones de esa satisfacci6én). Son las consecuencias ineludibles de ver la practica analitica como molinete de palabras y de reconocer la funcién de Ia palabra en el campo del lenguaje. No fueron pocos los discipulos y los lectores de Lacan que se que- daron en esta apreciaci6n menos patica que patética de los concep- tos. No fueron muchos, si es que alguno, los que advirtieron la sacu- dida del arbol conceptual del psicoandlisis que tuvo lugar en aquel hoy ya muy lejano dia en que Lacan anuncié que la originalidad de la condicién del deseo del hombre se implicaba en otra dimensién diferente, en otro polo contrapuesto al deseo, que es el goce. De inmediato nada parecié notarse. Fue muy lentamente como se hizo patente que el nuevo concepto replanteaba el estatuto del psi- coanilisis y obligaba a practicar un segundo retorno a Freud, a colo- carse mas alld de la dialéctica del deseo en la empresa de subversi6n del sujeto, tanto del sujeto de la ciencia como del de la filosofia. Nada habia de arbitrariedad en Lacan al promover sorpresiva- mente la nocién del goce a un lugar central de la reflexién analiti- ca contraponiéndolo al deseo, su “otro polo”. Por eso es necesario que el concepto de goce tenga que deslindarse en una doble opo- sicién, por un lado, con respecto al deseo, y por otro, con respecto a lo que parece ser su sindnimo, el placer. Definir el goce como con- cepto es distinguirlo en su valor diacritico, diferencial, en esa do- ble articulacién, con el placer y con el deseo. ¢Mas, de dénde la jouissance? Por qué recurre Lacan al término de “goce” y hace de él un concepto nuclear? No lo extrae del diccio- nario de la lengua donde se confunde con el placer, no lo encuen- tra en la obra de Freud, donde se liga al jubilo y a la voluptuosidad, aun la masoquista. Hemos de admitir que /a jouissance llega a Lacan por un camino inesperado, que es el del derecho. Lacan se nutre con la filosofia del derecho de Hegel; es alli donde aparece el Ge- nuss, el goce, como algo que es “subjetivo”, “particular”, imposible EL GOCE: DE LACAN A FREUD 19 de compartir, inaccesible al entendimiento y opuesto al deseo que resulta de un reconocimiento reciproco de dos conciencias y que es “objetivo”, “universal”, sujeto a legislaci6n. La oposicién entre goce y deseo, central en Lacan, tiene pues una raigambre hegeliana. La- can lee a Freud con un cuchillo afilado en la piedra de Hegel. No se ha insistido suficientemente sobre este punto aun cuando Lacan lo indicara con claridad en las primeras lecciones del Semi- nario xx. Esta importacién conceptual desde la teoria del derecho (prohibiciones) y de la moral (deberes) podria desarrollarse larga- mente con profusién de citas. Me contentaré simplemente con re- mitir al lector a los apartados 36 al 39 de su Propedéutica filoséfica de 1810.3 Es entonces cuando el dialéctico toma partido contra el go- ce que es “accidental” y cuando se pronuncia en favor del olvido de uno mismo para orientarse hacia lo que él considera “esencial” de las obras humanas, aquello que remite e incumbe a los demas. Desde este remoto origen se ve que la cuestién del goce como par- ticular es a la vez una cuestién de ética. El psicoanilisis no puede ser indiferente ante esta oposicién que enfrenta al cuerpo gozante con el deseo que pasa por la regulacién del significante y de la ley. La filosofia y el derecho, en sintesis, el discurso del amo, privilegia la dimensién desiderativa. Hegel en el texto citado puede sostener: “Si digo que una cosa también me gusta, o si me remito a mi goce, sélo expreso que la cosa vale asi para mi. Con ello he suprimido la relacién posible con otros, que se basa en el entendimiento”. Goce que, en discurso del derecho remite a la nocién de “usu- fructo”, del disfrute de Ja cosa en tanto que es un objeto de apro- Piacién. El discurso jurfdico oculta que la apropiacién es una ex- propiacién pues algo sdlo es “mio” en tanto que hay otros para quienes lo “mio” es ajeno. Sélo puede gozarse legitimamente de aquello que se posee y para poseerlo plenamente es necesario que el otro renuncie a sus pretensiones sobre ese objeto. Aqui, de gol- pe, se encuentran y confluyen las teorias del derecho y del psicoa- nalisis. Desde un principio se plantea en ambas la cuesti6n funda- mental de la primera propiedad de cada sujeto, su cuerpo, y las relaciones de este cuerpo con el cuerpo del otro tal como ellas es- tin reglamentadas en un cierto discurso o vinculo social. Cuesti6n 20 EL GOCE de la compra y la posesién del otro en el esclavismo, el feudalismo © el capitalismo, y también problematica psicoanalitica del objeto de la demanda, tratese tanto del objeto oral como del excrementi- cio. Lo central es el goce, el usufructo, la propiedad del objeto, la disputa en torno del goce de] mismo y del goce mismo como obje- to de litigio, la apropiacién o expropiacién del goce en la relacién con el Otro. ¢Es mfo mi cuerpo o est consagrado al goce del Otro, ese Otro del significante y de la ley que me despoja de esta propie- dad que sdlo puede ser mia cuando consigo arrancarla de la ambi- cién y del capricho del Otro? El derecho muestra en esto su esencia: Ja regulacién de las res- tricciones impuestas al goce de los cuerpos. Es, dicho de otra ma- nera, el contrato social. ¢Qué es licito hacer y hasta dénde se pue- de llegar con el cuerpo propio y con el de los demas? Asunto, como se ve, de las barreras al goce. Licitud y licencias. Pero no es sélo la teoria del derecho. También la medicina y lo que el psicoanilisis descubre en ella actian como fuente de inspira- cién para la promocién lacaniana del concepto de goce. Fue el 5 de marzo de 1958 cuando, en su seminario dedicado a “Las formacio- nes del inconsciente”,4 Lacan propuso la mencionada bipolaridad del goce y el deseo. Pero fue en una ocasién bastante posterior, en 1966, disertando sobre el tema de “Psicoanilisis y medicina”, cuan- do Lacan records la experiencia banal del médico obligado a cons- tatar una y otra vez que bajo la apariencia de la demanda de cura- cidn se esconde a menudo un aferrarse a la enfermedad que derrota sin atenuantes a los instrumentos que la técnica pone en manos del médico. Que el cuerpo no es tinicamente Ia sustancia extensa pre- conizada por Descartes en oposicién a la sustancia pensante sino que “esta hecho para gozar, gozar de si mismo”. Este goce —dice— es lo mas evidente al mismo tiempo que lo mas oculto en Ia relacién que entablan el saber, la ciencia y la técnica con esa carne sufriente y hecha cuerpo que se pone en manos del médico para su manipu- lacién. Alli est, a la vista de todos: el goce es la carta robada que el imbécil del prefecto de policia no puede encontrar en el cuerpo del paciente después de fotografiarlo, radiografiarlo, calibrarlo y diagra- mario hasta una escala molecular. El goce es lo viviente de una sus- EL GOCE: DE LACAN A FREUD 21 tancia que se hace ofr a través del desgarramiento de si mismo y de la puesta en jaque al saber que pretende dominarla. La medicina surge, hay que recordar la lecci6n de Canguilhem,® como una reflexi6n acerca de la enfermedad y el sufrimiento dolo- roso de los cuerpos. La preocupacién por la salud y por la fisiolo- gia son secundarias al interés por la patologia. La medicina define su meta como el logro de un estado de bienestar, de adaptacién y de equilibrio. No es dificil reconocer en ella el ideal freudiano ini- cial (médico, por cierto) del principio del placer, de la menor ten- sién, de la constancia y el equilibrio. La salud recibe de la medici- na su cldsica definicién: “es el silencio de los érganos”. Pero el silencio no es sino la ignorancia, la indiferencia del cuerpo y de sus partes ante el bullicio de la vida. “Gozar de buena salud” puede ser, asi, una renunciaa la experiencia del goce en favor de las vivencias del placer, de lo que aleja y enajena al sujeto de la vida de su cuer- po como la propiedad de alguien, él mismo, que lo usufructia. En la mencionada conferencia decia Lacan: “Lo que yo llamo goce en el sentido en que el cuerpo se experimenta es siempre del orden de Ia tensién, del forzamiento, del gasto, incluso de la hazafia. In- discutiblemente, hay goce en el nivel en que comienza a aparecer el dolor, y sabemos que es sdlo en ese nivel del dolor que puede ex- perimentarse toda una dimensién del organismo que de otro mo- do permanece velada”. El “goce de una buenasalud” puede ser lo contrario del goce del cuerpo como experiencia vivida del mismo. La medicina se ve asi dividida entre las metas del placer y el goce, y, por lo comin, asu- me sin critica la demanda que se le formula: la de poner barreras al goce, desconociéndolo como dimensi6én corporal de la subjetivi- dad. Se puede aludir a la pregunta acerca de esta relaci6n entre me- dicina y goce y el vinculo que ese no querer saber del médico tiene con el discurso del amo o se puede eludirla. Prefiero aludir a ella: otros podran tratarla minuciosamente.’ No seran los primeros pe- To si, tal vez, los mas atinados. Al terminar su conferencia de 1966 Lacan definia su ambici6n: la de continuar y mantener con vida propia el descubrimiento de Freud convirtiéndose él mismo en un “misionero del médico”. Era destacando esta idea del goce del 22 EL GOCE cuerpo ubicado “mas alld del principio del placer” como Lacan asumia de modo radical su misi6n, contraria a la empresa univer- sal de la productividad, El saber resiste a la nocién del goce inhe- rente a los cuerpos, una idea que sdlo puede plantearse desde el “descubrimiento de Freud”, de Freud en el sentido subjetivo del “de”, lo que Freud descubrié, y también en el sentido objetivo, lo que Lacan descubrié-ai descubrir a Freud. Ese descubrimiento de Freud tiene un nombre inequivoco: el inconsciente. Cabe pues la pregunta: gpor qué sélo a partir de la novedad aportada por Freud es que puede plantearse la articulacién del goce y el cuerpo? Para responderla hay que hacer un segundo “retorno a Freud”. 2. EL GOCE EN FREUD Pues... Jm Anfang war Freud, En el comienzo estaba Freud plegado al discurso oficial de la me- dicina, adherido a una concepcién mecanica y fisiolégica del siste- ma nervioso como un aparato reflejo que recibia y descargaba las excitaciones que le Hegaban. El organismo tal como lo concibe el primer Freud est4 regulado por vias nerviosas aferentes y eferen- tes que aspiran a evitar la tensién y el dolor y a provocar estados de distensién, de apaciguamiento, de diferencia energética mini- ma, que se sienten subjetivamente como placer. Para ese Freud mé- dico y neurélogo, escenario mas que autor del descubrimiento del inconsciente, las neurosis eran estados mérbidos que sobrevenfan tomando la forma del sufrimiento cuando el aparato no podia de- sembarazarse de los incrementos de energia que lo trastornaban. Recordemos esquematicamente que él reconocia tres organizacio- nes diferentes:® un sistema ¢, para recibir las excitaciones y dar cuenta de las modificaciones que se producian en el entorno; un sistema , para equilibrar las cargas, para facilitar los caminos de descarga, para acotar y aforar las excitaciones, y un sistema w, para registrar los sucesos como experiencia memorizada y ofrecer un ac- ceso directo a la realidad. EL GOCE: DE LACAN A FREUD 23 En esta primera exposicién metapsicolégica, la de 1895, el yo for- ma parte del sistema y ocupa un lugar decisivo en el proceso de- fensivo al servicio del principio del displacer-placer. Con este apa- rato se presenta una primera versién del origen y funcionamiento del inconsciente. E| paciente de la neurosis, el “enfermo”, es un nifio que ha vi do pasivamente una seduccién por parte de un adulto; la sexuali- dad aparece primero én el Otro. Ese nino ha registrado (en w) es- ta irrupcién de lo real sexual exterior. El recuerdo es una huella que no puede integrarse en el sistema de representaciones (0 de “neuronas”) que es el sistema del yo (i), porque su presencia pro- voca un aumento tensional que no encuentra vias para su descar- ga. En otras palabras, el recuerdo traumitico es una suerte de cuer- po extrano al yo, que amenaza el sistema en su conjunto. Para el principio del placer, que pretende el equilibrio energético, este re- cuerdo es inasimilable, no cabe en la memoria y, por ese motivo, es separado del sistema reconocido de las representaciones. Es asi co- mo el recuerdo ha devenido traumatismo, a la vez herida y arma hi- riente que no se puede tolerar; dolor y tortura de una memoria in- conciliable con el yo. El aparato neuronal —o el sujeto, sise quiere arriesgar una premonicién de lacanismo— se aparta horrorizado del recuerdo. Pero este distanciamiento, esta represion, lejos de ha- cer desaparecer la evocacién del trauma, la eterniza: imposible de metabolizar y de digerir queda el recuerdo como un quiste incrus- tado en la estructura psiquica. Ya no se lo puede atenuar, ya no se lo puede esquivar con el razonamiento 0 con el olvido. La paradoja es evidente: el principio del placer ha determinado el ostracismo y el exilio del recuerdo traumatico. Para protegerse del displacer, el aparato ha decretado la ignorancia de esa presen- cia de un Otro lascivo y de su deseo que interviene sobre el cuerpo de un nifio, objeto indefenso del que se abusa para gozar. Sin em- bargo, al escindirse como ntcleo reprimido de representaciones in- conciliables con el yo, este réprobo del psiquismo, metamorfosea- do en memoria inconsciente, se conserva para siempre, se hace indestructible, atrae y liga con él las experiencias ulteriores y retor- na, martillante, una y otra vez, en las que luego se Ilamaran “forma- 24 EL GOCE ciones del inconsciente” de las cuales es el sintoma la mas estrepi- tosa. Lacan insistird en sefialar que lo reprimido no existe mas que por su retorno y que la represién es lo mismo que el retorno de lo reprimido. E] principio econémico del placer ha engendrado la persistencia onerosa y antiecondmica de lo intolerable que vuelve y que lastima. E] sujeto, el del inconsciente, se experimenta a si mis- mo en la tortura de esta memoria recurrente que lo pone en esce- na como objeto de la lascivia del Otro. El yo ha producido el efecto paraddjico de aprisionar al enemigo peligroso, el desencadenante de reacciones imprevisibles si se lo de- jan libertad. Para conservarlo en la carcel debe vivir defendiéndo- se de su posible fuga, de una fuga que no deja de realizarse en cuan- to se debilitan sus defensas. Queda sometido a su sometido, esclavo de su esclavizado. Ahora el agente traumatizante no es ya el Otro si- no el recuerdo de la seducci6n que ataca—y siempre— desde aden- tro, desde su prisién. No hay escape posible. E! sistema ha generado aquello de lo que en adelante tendré que defenderse. Lo externo de- vino lo mas intimo, un interior inaccesible y amenazante. Esta primera teoria de la etiologia de las neurosis es el suelo na- tal del que el psicoandlisis nunca acabard de desprenderse. La teo- ria del goce alli incluida. La seducci6n. El cuerpo del nino es la cosa indefensa presta al abuso. El objeto reclamado por y para el Otro. La seduccién se ha- ce presente con los primeros cuidados, con los modos en que se ad- ministra la satisfacci6n de las necesidades, con la regulacién y la su- peditacién del cuerpo del nifio a las exigencias y a los deseos inconscientes del Otro. Hay una raz6n de la que no puede haber ra- z6n, un enigma irresoluble. ¢Quién podria definir el lugar que el ni- fio ocupa como objeto en el fantasma del Owo, en especial el Otro materno, que es el sujeto? ;Quién podria saber lo que él mismo y desde que nace representa en el deseo del Otro? La se-duccién vec- toriza y atrae y enajena el deseo del nifio hacia el deseo de ese Otro que llama hacia si (se-duce) a la vez que implanta defensas y emite prohibiciones que constituyen y rodean con alambradas de pias al objeto de un goce eventual. Desear es desear lo prohibido. La seduc- cién originaria, esencial, no anecdética, localiza el goce en el cuer- EL GOCE: DE LACAN A FREUD p) po y, a la vez, lo prepara para su inmediata reprobacién. El goce Ile- ga asi aser inaceptable, intolerable, inarticulable, indecible. En otras palabras: queda sometido a la castraci6n. Se hace asi sexual a la se- xualidad y se la canaliza por las vias que Freud bautiz6 con el nom- bre de cierto rey de Tebas de suerte tan infausta como su memoria. Parecia que seguiamos en el camino de Freud pero, sin apartar- nos de sus formulaciones, lo hemos desviado en lo que hace a las con- secuencias. E] aparato psiquico que hemos resefiado no esta gober- nado por un principio soberang, el del displacer-placer, sino por dos Principios contrapuestos. Para decirlo de modo esquemitico: de un lado, el clisico principio del placer, regulador y homeostatico (si nos atrevemos a usar una palabra que Freud nunca usé si es que lleg6 a conocerla); del otro lado, un principio que esta mds all4, llamémos- le por ahora del goce, goce del cuerpo, que comanda un retorno in- cesante de excitaciones indomables, una fuerza constante que dese- quilibra, que sexualiza, que hace del sujeto un deseante y no una maquina refleja. {No es licito figurar asi, goce mediante, al Aqueron- te del indeleble epigrafe de la Traumedutung, la zarza ardiente don- de moran las sombras irredentas que perturban por siempre el dor- mir de los vivientes. Flectere si nequeo superas, Acheronte movebo. La carne del infans es desde un principio un objeto para el go- ce, el deseo y el fantasma del Otro. EI deber Hegar a representar- se su lugar en el Otro, esto es, debera constituirse como sujeto pa- sando, de modo ineluctable, por los significantes que proceden de ese Otro seductor y gozante y, a la vez, inter-dictor del goce. El go- ce queda de este modo confinado, por esa intervencién de la pala- bra, en un cuerpo silenciado, el cuerpo de las pulsiones y de la buis- queda compulsiva de un reencuentro siempre fallido con el objeto. Hablo del Wunsch freudiano, efecto de la experiencia de satisfac- cién. Hablo del deseo inconsciente y de su sujeto. El sujeto, el que Lacan introduce en el psicoandlisis por haberlo oido hablar en él, se produce entonces como funci6n de articula- cién, de bisagra, entre dos Otros, el Otro del sistema significante, del lenguaje y de la Ley, por un lado, y el Otro que es el cuerpo go- zante, incapaz de encontrar un lugar en los intercambios simbéli- cos, apareciendo entre lineas de texto, supuesto. 26 EL GOGE La teoria traumatica del primer Freud es la puesta en escena de este exceso de excitaci6n y carga, de este goce imposible de mane- jar que se presenta rebasando el sistema amortiguador de las repre- sentaciones (Freud), de los significantes (Lacan), que son el lugar del Otro. El goce: inefable e ilegal; traumatico. Un exceso (trop-ma- tasme, C. Soler) que es un hoyo (trou-matisme) en lo simbélico, segin la expresién de Lacan.!° Ese hoyo marca el lugar de lo real insopor- table. De este modo llega el goce a ser lo exterior, lo Otro, dentro de uno mismo, recordatorio del Uno resignado para entrar en el mundo de los intercambios y la reciprocidad. Un. dopos inaccesible para el sujeto que lo alberga y que, por la razén ajena, la del Otro exterior interiorizado, debe ser cautelosamente exiliado. Esa posi- cién de exterioridad interior, tan emparentada con lo que Freud Ilamé Eso (Es), el Ello, es trabajada topolégicamente por Lacan cuando ha- bla de extimidad.'' Es, sin lugar a dudas, el oscuro niicleo de nuestro ser (Kern unseres Wesen). No es en él cuestién de palabras, no se tra- ta del inconsciente. Pero tampoco es ajeno al Jenguaje pues es del lenguaje que resulta excluido y es slo por el lenguaje que podemos cernirlo. No; no es palabra, es letra, escritura por descifrar. El des- ciframiento del goce requerira un capitulo especial, el cuarto. Al resefiar su seminario sobre La légica del fantasma en 1967 La- can!? lleg6 a decir de este goce, nticleo de nuestro ser, que “es la tinica 6ntica admisible (avouable confesable) para nosotros”. La sub-stancia del andlisis. Pero el goce no puede ser abordado sino a partir de su pérdida, de la erosidn del goce producida en el cuerpo por lo que viene desde el Otro y que deja en él sus marcas. El Otro no corresponde a ninguna subjetividad sino a las cicatrices dejadas en la piel y en las mucosas, pedtinculos que se enchufan en los ori- ficios, ulceraciOn y usura, escarificaciOn y descaro, lastimadura y lds- tima, penetraci6n y castracidn. (Todo esto no es sino parafrasis.) El trauma freudiano explicaba las psiconeurosis de defensa; aho- ra podemos decir que tal defensa es defensa frente aun ascenso en el goce, que la defensa es neutralizacién de un recuerdo vivido de modo placentero o de modo displacentero. Si la experiencia fue de placer, las defensas y los controles deben erigirse en el sujeto mis- mo: la configuracién sintomatica, centrada en la formacién reacti- EL GOCE: DE LACAN A FREUD 27 va, serd la de la neurosis obsesiva, la de alguien que se distancia de su propio goce. Si la experiencia fue displacentera, segiin Freud, el peligro sera representado como proviniendo del Otro seductor; las defensas seran las del asco y la conversién somatica propias de la histeria frente a un goce supuesto en el Otro. Los dos modos de re- lacién con el deseo del Otro que caracterizan, distinguen y oponen a la neurosis obsesiva y a la histeria son, asi, modos de separacién. E] sujeto se extrafia del goce que resulta desplazado y reubicado en el cuerpo como sintoma. Con el establecimiento de la neurosis, eso (Ello), el cuerpo, ha- bla; el goce desterrado vuelve por sus fueros, demanda un interlo- cutor, se dirige a un saber que falta para que sus inscripciones pue- dan ser descifradas por el tinico desfiladero vosible, la palabra. Esa es la doctrina freudiana del sintoma. La formula consagrada y rei- terada varias veces por Freud para definir el sfntoma es “satisfacci6n sexual sustitutiva”. La teoria de la cura psicoanalitica esta fundada desde un princi- pio en la posibilidad de habilitar el camino de la palabra a este go- ce sexual, encapsulado y secuestrado, no disponible para el sujeto. En Freud, también en Lacan al principio, el objetivo es la inclusi6n de lo reprimido en el contexto de un discurso amplio y coherente. La practica del andlisis deberia permitir la inclusién del goce en la historia del sujeto integrandolo a un saber que puede llegar a ser el saber de alguien, presto a dotarse de sentido, presto, por eso mis- mo, al equivoco y a lo inconmensurable. Wo Es war soll Ich werden. Imposible decirlo con mayor economia. Esta posici6n del sintoma como goce encapsulado es paradigmati- cay vale para todas las formaciones del inconsciente. El inconsciente mismo consiste en —y no es otra cosa que— la actividad de los proce- sos primarios encargados de operar un primer desciframiento, una transposici6n, una Entstellungde los movimientos pulsionales hasta fi- gurarlos como cumplimientos del deseo. La condensaci6n y el despla- zamiento, operaciones ejercidas sobre una sustancia significante, son pasajes de esa escritura primigenia a la palabra, son procesos de trans- formacién del goce en decir, del goce del cuerpo en decir en torno de ese goce. Los procesos primarios ejecutan un contrabando del go- 28 EL GOCE ce. El goce, por tener que decirlo, es evocado, fallado, desplazado al campo de lo perdido, al otro polo: el del deseo. Pero el inconsciente existe s6lo en 1a medida en que se lo escuche. Sélo silo que se dice encuentra un buen entendedor, uno que no lo ahogue en la marejada del sentido, alguien que rescate su condicién enigmatica y habilite un posible gozar del desciframiento. Asi, el in- consciente depende de Ja formacién del analista. El goce, supuesto previo, sera el efecto y el producto de la accién interpretativa que produce la buena suerte, la feliz enhorabuena de un saber gayo. Toda la teoria freudiana sobre los suefios y su interpretaci6n es re- volcada por Lacan a partir de sus conferencias por radio de junio de 1970,'5 donde los procesos del inconsciente son puestos en relacién con el goce. Y luego, poco después, en el Seminario 20," precisaré su planteo al establecer que, si bien el inconsciente esta estructurado co- mo un lenguaje, no es menos claro que el inconsciente depende del goce y es un aparato que sirve a la conversi6n del goce en discurso. No creo que sea injusto buscar alli el sentido del apotegma freudia- no clasico: “el suefio es el cumplimiento de un deseo”. El cumplimien- to del deseo (Erfiillung) es su llenado, por lo tanto, su desaparicién como deseo, como falta en ser, como escisién en el sujeto. Por eso puede decirse que el suemio es alucinacién del goce y también defen- sa frente a éste (en resumen, formacién de compromiso) pues topa con lo imposible de representar y de decir. Es sabido que el proceso de interpretacién del suefio encuentra un limite en el contacto con la satisfaccién desnuda del deseo que él debe figurar; ése es el mo- mento del despertar y de la angustia. La angustia es e] afecto que se interpone entre el deseo y el goce, entre el sujeto y la Cosa. Es sabido que la interpretaci6n del suefio conduce a un enigma no interpretable; el punto donde el suefio arraiga en lo no cognoscible, en un inaccesible lugar para siempre en sombras. Freud! reconoce y bautiza este punto con el nombre de “ombligo” del suenio; él es, vale generalizar, el ombligo de todas las formaciones del inconsciente. To- das ellas pueden comprenderse como eflorescencias, come hongos que se elevan desde un micelio que estd mas alla de las posibilidades del de- cir: S (XX). Faltan las palabras para simbolizar esto que por las palabras mismas llega a producirse como lo imposible, lo real, el goce. EL GOCE: DE LACAN A FREUD 29 No seria empenio vano el de releer a la luz de esta clave toda La intenpretacion de los suerios, mostrando la relacién que hay entre la Enistelfung (distorsién) operada por el trabajo del suefio como pri- mer desciframiento del goce y el trabajo interpretative del analista. Por ese camino se desembocaria en el capitulo 7 y se descubriria en la concepci6n del aparato psiquico la maquinaria que convierte el goce en un discurso que lo evoca y que es la tinica via que permite abordarlo. Raz6n por la cual el sueno es el camino real que condu- ce... alo imposible, a ese imposible descifrado y hecho irreconoci- ble por el trabajo del inconsciente. Elinconsciente en su telar, urdiendo los suefios, permite seguir durmiendo. Es el guardian del reposo. Si el suefio es formacién de compromiso al servicio del principio del placer, lo es por su natu- raleza bifronte. Descifra el goce, lo palabrea, vigilando a la vez que su mon.ante no rebase ciertos limites de seguridad, tratando de colocar el flujo de las representaciones oniricas en el centro de ese “ladrillo de seguridad” por donde deben volar los aviones para evitar la pertur- bacién del encuentro con otros objetos voladores. Puede recordarse que el primer Lacan (en la conferencia del 6 de julio de 1953 sobre Jo imaginario, lo real y lo simbélico), mientras preparaba su discurso de Roma, sostenia que la lectura de “La intenpretacion de los suefios” mos- traba que sofiar era imaginarizar el simbolo mientras que interpretar el sueno era simbolizar la imagen. Y ello bien pudiera ser asi pero al precio de desatender el resto, el significante de lo indecible con que se tropieza al querer simbolizar la imagen [S ()] y el de lo irrepresenta- ble cuando se trata de imaginarizar el simbolo. ;Qué quedaria afuera? Lo no especular, el objeto @* que, como causa del deseo (plus-de-go- * El lector puede sorprenderse al encontrar esta grafia para referirse alo que Lacan consideraba su invento més importante. El comenzé por utilizar laa en cursivas para indicar que se trataba de un objeto imaginario, El uso habitual como la letra a minuiscula se prestaa confusiones en distin- tos contextos con la preposicién “a” en espaitol o con la conjugacién del verbo “tener” (if/ elle a) en francés. Si Lacan hubiese dispuesto de nuestros actuales dispositivos de escritura es mds que posible que hubiese acogido este signo (@) con entusiasmo: es una pura letra, sin valor fonema- tico, una eseritura carente de toda significaci6n, el matema por excelencia. Habria que decir que @es@-fOnico. Quisiera que este uso de la letra @ en el texto que sigue pudiese llegaraser de uso universal en nuestra dlgebra lacaniana. En el lenguaje hablado, de todos modos, habré que seguir pronunciando la primera letra del alfabeto, de la misma manera que decimos “cero” o “uno” pa- Ta matemas que slo pueden resultar lastimades por el habla. 30 EL GOCE ce), es precisamente el micelio sobre el cual se eleva el hongo del sue- fhe como discurso y también el discurso como sueiio, asiento y sopor- te de un primer desciframiento del goce. Asi entendemos, con Lacan, la mic6tica metéfora de Freud. El suefio, champifién del goce. ¢Desplazamiento? Sf; desplazar, transponer. Ese es el trabajo del inconsciente. Un maldito (sacré) desplazamiento. JY el de Lacan? Entstellung, re-flexién de Freud a partir del goce. Segundo retorno. También nosotros tendremos que retornar. La Psicopatologia de ia vida cotidiana’® ilustra, tomando el discur- so como un sueno, la presencia de este ciframiento y desciframien- to del goce. El sujeto trastornado, subvertido por la emergencia de un saber inesperado (lapsus) 0 por la falta de un significante que trae asociaciones perturbadoras (olvido de nombres propios, el inolvidable Signorelli) o por una acci6n que fallaa la hipocresfa del yo. El sujeto queda descolocado y avergonzado. La tensién (uneasi- ness) del cuerpo confiesa el goce que se escapé por los resquicios de la funcién intencional de Ja palabra que consistia en mantener- lo escindido y desconocido. El sujeto del lapsus es el sujeto “emba- razado” que manifiesta su embarazo al no saber ya quién es él mis- mo porque el Otro éxtimo se ha expresado. La verdad atrapa a la mentira en la equivocaci6n y el yo se revela en ese momento como funcién de desconocimiento, de proteccién frente al exceso. La pa- labra, normalmente, tiene la misién de impedir que esas fugas (co- tidianas y psico-patoldgicas) se repitan. Misi6n imposible. Se sabe que Freud trabajaba en 1905 sobre dos mesas. En una es- cribfa El chiste y su relacién con el inconsciente,"” en la otra, los Tres en- sayos de teoria sexual.'® :Quién ha senalado que las dos obras hacen una? Los freudélogos se preocupan aun por descubrir cual de las dos se termin6 o se publicé primero sin advertir la hermandad so- lidaria entre los dos postigos, dos postigos que son el cuerpo de Io simbélico y lo simbdlico del cuerpo. El chiste y la sexualidad, el anu- damiento de la palabra y el goce, se revelan en uno y otro texto. Del lado del Witz, el afecto, la alegria, la explosion jocunda de Ia carca- jada, la excitaci6n del recuerdo del chiste escuchado o relatado, la risa como objeto de intercambio, la demanda que va implicita al re- latar un chiste: “Dame tu risa”, la sacudida corporal que es provo-

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