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‘RUTA LIBRE Historia de Sami Veréniea Munguia El mejor amigo del hombre, el perro, comparte con nosotros la adversidad urbana, Bn sus aventuras callejeras reconocemos algo de ‘nuestra propia experiencia; si curamos sus heridas es, en parte, por amor propio. Para los Iturbe Yo nunca habfa tenido perro. No es que me cayeran mal, ni me adhiero a esas teorfas que afirman que los amantes de los gatos ~entre [os que me cuento- son gentes propensas al misterio y a la sutileza, mientras ‘que los amantes de los perros son mas bien bobalicones y extrovertidos. Si ese fuera el caso, yo habrfa tenido perro siempre, pues pertenezco al segundo grupo. Tampoco les tengo miedo. Lo que pasa, entre atras cosas, es que los perros tienen mal aliento “los gatos también, pera suelen andar con el hacico cerrado- y ademas les debo algunos ridiculos inalvidables. Por ejemplo, cuando tenia ‘ocho afios me mordi6 un perro rabioso, el Zombi. En esa época, las catoree inyecciones alrededor del ombligo eran de rigor, ya pesar de que al principio fingi sentir una gran serenidad, acabé por morderle el antebrazo a una enfermera. Mas tarde, una maftana aclaga en la {que me ful de pinta calzada con los zapatos de tacén de mi mama, un perro ~mas bien chiquito, debo confesar- se aventé ladrando como tun loco contra la rela, y yo, que en ese momento pasaba sintiéndome lo maximo, salfdisparada y acabé de bruces en el suelo los tacones me fallaron-, com las puntas de los zapatos del chavo que me gustaba bajo la frente. Todos sabemos cémo se saludan los perros entre sf Lo que me parece Inquletante es que traten de saludarlo a uno de la misma manera. Nunca falta el perro que se acerca para dejar una huella hdimeda en el trasero de tu pantalén -si bien te va~ mientras los duefios ren nerviosamente, (O el que te ladra como un poseso a pesar de que “nunca le ladra a na die” y, por supuesto, aquél al que le entra un enamoramiento repentina ye te prende de la pierna, con gemidos y todo. Es por lo anterior que los perros no me gustaban mucho. Hasta que conoct al Sami EI Sami-ignoro quién lo bautiz6~es un esmirriado perro blanco con negro que parece un hibrido de zorrilloy pastor alem&n. Vive en la Del Valle. En las mafianas, en compafiia de su banda, marcaba los érboles del parque de San Lorenzo y en las tardes se iba a rolar por Radio Edu- cacin. No acostumbraba ladrarle a la gente, ni pertenece a esa raza ta rada que persigue a los coches. Es més bien un perro melancélico que andaba muy serio -es decir, sin la lengua de fuera ni nada por el est lo~ de un lado a atra, coma si tuviera mucho qué hacer. El Sami, hay que decirlo, siempre fue un poco temeratio. Sospecho que en parte era odio de clase, pues taba a los perros de raza, grandes y bien alimentados, a uienes sus duefios sacaban a pasear El chiste es que el pobre percié un ojo. Nos dimas cuenta de casualidad, por- ue no se quejaba. En esa 6poca sélo se quejaba y de una manera absolutamente cinematogratica -con aullidos, estremecedores-, cuando la alarma de algin coche se quedaba encendida. Una de las vecinas se dio cuenta, y campadecida, recalect6 algo de dinero en el edificioy lo lev6 al veteri- nario, El Sami se comport6 como un héroe. No mordi6 a nadie, no se uels, ni orind el coche. Los vecinos, impresionados por su estoicismo, ‘nos cooperamos para el retazo con hueso y las medicinas, Gente a la que sélo conocfamos de vista se acercaba para preguntar por él El Sami abria su nico ojo y movia las orejas hacia adelante, mientras, a su alre- dedor, vecinos que antes se ignoraban estudiadamente, se informaban del estado de sus vidas. El Sami se convirtiéen el cemento universal Hace poco, y tal vez era de esperarse, o atropellaron. Un equipo de cemergencla, compuesto por la sefiora de la librerfa, un seFor a quien [e digo “el licenciado” porque no me sé su nombre y yo, lo envolvimos ‘en una colchoneta y a llevamos al veterinario Allélleg6 otra coprople- taria, a darle de besos en la nariz, Con el aliento que tiene. La veteri naria, contagiada del espiritu de la reunin,llamaba al perro “tocayo”, ya que ella se lama Samantha ‘Antes de que entrara a cirugia, el licenciado y la sefiora dela librerfa le dieron una apresurada sesién de una especie de transmisién de ‘buenas vibras lamada reiki. Los veterinarios no salfan de su asombro. Yo tampoco. Salf de la clinica con un papel en el que se lee “Paciente Sam Murguia", Orgullosisima, EL Sami sobrevivi, Perdié la cola ~otro vecino dice que es un Inocen- te: “Ya no tiene cola que le pisen"- y también tiene rota la pelvis. Cuando le amputaron la cola el rea rasurada parecta el trasero pelén y amoratado de un mandril. Ademas cojea. El ndmero de gente que se ‘acerca a preguntar por él ha aumentado. Nos hemos corwvertido en una especie de cofradta extravagante y sentimental, reunida alrededor de un perro que parece que llegé de Marte. Y a pesar de tener en comdn las cexperiencias que el D.F le regala asus habitantes (tobos totales o parcia- les de autos, por ejemplo) y de habernos visto los unos a los otros des- filar en plyama, 0 peor, ahora todos nos saludamos. Es por el Sami. ©

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