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Prélogo 0 también soy de esa especie de wieia leche: zas instructoras, La primera vez que lei Un sem nario en la jungla me nes... y también a muchos de los participantes «que he tenido ocasién de conocer. Fuesen emplea- dos enviados por sus empresas, 0 «voluntarios», © incluso «admiradores», las personalidades de los participantes son como un cajon de sastre, y ellos acuden movidos por expectativas muy di Para empezar, estin los perfeccionistas, los que xen realidad» tienen demasiado trabajo, que no tienen tiempo para perder, asisten al seminario nerviotos y malhumorador, y se\niegan a detco: nectar el movil econoci en tantas situacio- Fs que necesito estar localizable en todo mo- mento. Luego, los que profesan el principio de no to: _marse en serio los seminarios. ZA qué viene toda esa psicoparla? -Qué toca 1 santo EN LA INGLA hoy, bailar en corro alrededor del caldero de las brujas, 0 qué? ‘Alyunos asisten muy # gusto, aunque slo sea porque el cusillo los saca dela rutina durante un par de dias Otros adoptan un aire citico, de veteranos gue ya han ofdo infinidad de seminatos. —La cosa no es como aqui se explica. En el dl- fimo curso en que estuve, y le aseguro que quien lo dirigia era una eminencia, aprendi que. Contratias a éstos son los que estén en todo momento «pendientes de nuestros labios», como esperando la receta magica y la explicacion de todas las dificultades, 0 «cémo muiirse de caché cen tres dias». ¥ luego le piden cuentas al director de estudios porque sus problemas no se han re- suelt. No es menuclo el desafio para un instructor. Pero que alegria cuando comprobamos que todos es0s'tipos diferentes «ligan» durante el seminario y acaban por constituir un equipo. En tan poco tiempo que casi no se puede cree unas personas ue ni siquiera se conocian forman un colectivo y se rofueraan. Eto es lo mie interesante, Ahi e fun den las resistencias y germina la confianza, Ahi ‘vemos cima nace el desea de darse feedback mv tuamente, de aprender los unos de los ottos, de ‘ofrecersealtemativasintelectuales. Prilogo (Que alivio para los participantes cuando van sabiendo, por lo que dicen los demas, que todos cllos se enfrentan a los mismos acertijos y tienen problemas similares. Ciertamente lo mejor de los seminarios consste en que apreciamos en otros las rismas debilidades que hemos identificado en nosotros, y les proponemos unas soluciones que ‘a nosotros mismos pueden sernos titles. ¥ todo cea par medio de acciones y vivencias comunes: los juegos, os coloquios, los tallereso grupos de trabaio, Y qué diferente la despedida, si recordamos las cautelosas exploraciones mutuas de los comienzos: shora se intercambian direcciones, se prometen amistades duraderas, se imparten los sltimos con- jos iQue no vuelvan a tomarte el pelo! Se-auguran contactos telefonicos. Todo va a cambiar. ¥ de pronto, nos hallamos otra vez en la ‘empresa en la oficina, en la nave, a solas con nues- tros buenos propésitos, con las estrategas y los procedimientos que hemos practicado virtualmen- te. Porque, a la hora de a verdad, estamos siempre sole. Este libro puede servir de preparacién para el semninati, 0 para acampaar Ia puesta en pctica, para espolear la ambicién o para ayudar a perseve- rar. En todo caso, es una lectura amena, Sigamos a Un SeMInatto BN LA JUNGLA Aurelio en su viaje a través de Un seminario en la Jungle: SaBINE AscoDom ENTRENADORA, COACH ¥ ESCRITORA, PROPIETARIA DE ASGODOM LIVE, Mt 2 » Unas ideas personales para empezar He trabajado durante muchos afios como instruc tor y dgetior de sensinatios en un ingportante eu tidad financiera de mi pais, lo hice de muy buena ‘gana. No me importa reconocer que la separacién no me result6 nada fécl, porque ali siempre tuve la sensacién de estar haciendo algo importante y dotado de sentido. Sin embargo, en un momento dado no tuve mas remedio que tomar la decision de despedime. Por aut? El que alguna vez haya tratado de escribir du rante su escato tiempo libre, sabe en qué consiste Iadificultad, Siempre ocurre algo que lo estorba, y cuando por fin consigue uno sentarse delante del ‘ordenador, la ideas no quieren acudir la lama dda, Resumiendo, que decidi convertie mi aficién —Ia de escribir—en profesion. Y viceversa:sigo dando seminarios. No tantos como en otros tiem pos, pero scum la asiduidad sufiiente para man B [UN SEMINARIO EN LA UNGLA tenerme al dia, tatar con la gente y evitar el pet sro de convertime en un ermitaio. ‘Nacuralmente las experiencias adquiridas du- rante mi actividad como insteuetor han quedado incorporadas a este libro, Los cursillistas que van apareciendo sin duda le parecerin al letor proto- tipor conocidor, aunque me he permitido carica turizar un poco algunas veces ‘También he procurado dacuimentarme, como debe hacer un escrtor serio (si es que eso existe) El tema central de este libro es «el éxito». Su fun- damento principales el conocimiento de los pro- pios puntos fuertes, unido a la disposicién para aprender. Esa es la nica base que permite progre- sar, es decit, seguir desarrollando los puntos fuer- tes y tratar de compensar tal o cual punto débil Esa regla sirve tanto para la vida profesional como para el ambito privado. Las reglas del éxito que in dco en Un seminaro en la jangla son de validez sseneral. En el fondo, no se trata de nada nuevo, € incluso diria que muchas de ellas son verdades de Perogrullo, Se preguntaré el lector critco: ¢A qué viene entonces esta fbula? ‘Alo que yo contesto: 2No son las cosas més bi sicas de la vida as verdades de Perogrullo, las que colvidamos con demasiada frecnencia entre eles ‘és cotidiano? El ejemplo mas palmario: todos sa- bemos que sélo se vive una vez, pero ;qué pocas nas ideas personales pare empecar personas emplean su tiempo conscientes de que es su activo mis valioso! Un serminario en la jungla trata de abrir los ojos a factores del éxito que por elementales muchas, veces pasan desapercibidos. Quicre dar una sacu: ida, sensbilizar¢incitar a la reflexi6n, Silo con: sigo, habré cumplid con mi propésito, Queda el lector cordialmente invitado a seguir el camino de Aurelio hacia Un seminar om la jun ala, para que... pero bah! Es mejor que lo lea usted mismo, BORIS VON SMERCEK El primer dia Como todas las matianae el sol se levants sobre el horizonte para disipar la neblina que velaba la sa- bana. La sombras de los drboles encogieron poco 1 poco y la inmensa estepa africana empers a ca lentarse como un homo. Los péiaros cantaban en Jas ramas, los antilopes y los fus pacfan la escasa hiesba, y ls jrafasestiaban hacia el cielo sus lar gos cucllos, Para la mayoria de Tos animales, una mafiana como cualquier otra No asi para Aurelio, desde luego. Normalmente, Aurelio vvia su vulgarisime vida de hormiga laboriosa, infatigable, siempre algo apresurado, pero dentro de unas normas. ;Y es0 cra o que le gustaba, y mucho, ademas! Vivia con su adorada Aurelia en una pequefia cueva del ex- tearsadiv, un pooo aparte delay galeries princi Jes del hormiguero. No era un nicho excesivamen te confortable, pero a ellos lea parceia acogedor y les bastaba. Ademés, Aurelio trabajaba tanto, que casi nunea paraba en casa. Con lo cual tena bas. [UN SEMINAHO EN LA JUNGLA tante resentida a Aurelia, que habria preferido pasar mis tiempo con su pareja. Pero qué podia hacer Aurelio, Era preciso eumplit con la ley de la comunidad, ‘Aurelio era picado, es decit, que su ofllo con sistfa en cavartinelesy galerias. Oficio nada exi- sente peso sf ny vavindo, que Te obligabe a vigjar mucho. Ademis, era un trabsjo importante. Sin salerias no funcionaba ningiin hormiguero, y lo podia funcionar bien mientras se tuviese en buen estado la complicada red de tineles y paros de ventilacién. En fin de cuenta, Aurelio ganaba una cantidad suficiente de cereales para alimentatse @ simismo y mantener a Aurelia, Si, En lineas generale, Aurelio estaba contento consigo mismo y con la vida que Ilevaba. En lineas generale. Pero no ese dia, Aunque ardiese la arena de la cestepa, é tenia los pies ios. que tratindose de tun himen6ptero son seis pies. Porque, en vez de desayunar en buena paz y compaiia como otras ‘mananas, para acudir luego a su trabajo y regresar su casa por la tarde, iba al encuentro de un esti La mochila pesaba sobre sus espaldas. Record cl grano de trigo quc Aurelia le habia dado para cl viaje. Pero no tenia apetito, Mas bien todo lo con Elprimer dig A primera hora de la mafiana, al despedirse de ‘Aurelia, ella le dese6 mucha diversion —La tendré, jdescuida! —habia contestado él Pero lo que sentia en realidad era: «jque te crees ti eso!» Aurelio miré al sol y.se enjugé una gota de sudor de la frente, Era sudor fro, can fro comme sus pis. (Si por lo menos supiera lo que le espera- ba! La incertidumbre lo ponta nervioso, y en los “ltimos das, intranguilo y excitado; habia corrido tanto galeraeariba yabsjo que sus compatieros le preguntaban si estaba entrendindose para los Jue 2208 Olimpicos de las Hlormigns ‘Ya podian reir tranquil. Claro, como nadie {os oblisaba a deiar la obra ara. Si, epara qué, bien mirado? ‘Aurelio no lo sabia, Su jefe, el encargado de las cexeavaciones del hormiguero, no quiso decirsco. Y se habia limitado a explicate: —Uno de esta seecin tiene que asisti al semi- nario ése, Aurelio, y quiero que scat {Un seminario! Lo mismo que Aurelia, el encargado le dese6 smuchs diversion, y para colmo, pontiendo cara de estar hacigndole un gran favor. Y eso que el encar ado sabia mejor que nadie cusntos metros de gale sale faltaban a Aurelio para antes del fin de mes. ¥ cra esencial que estuviesen terminados a tiempo. Aurelio no quetia ni acordarse de que el seminario iba a durar toda una semana, ;Siete dias!, y sin nadie que lo sustituyese en el tajo, El no tenia su plentes, y bastante agobiados que andaban sus com: pafieros con lo suyo, En una semana, ademés, sezu ramente se recibirian mis érdenes de trabajo. Si se Je acumulaban las demoras, como se las arreglaria Juego? Por una vez tuvo ganas de decile su opinién al encargado, Bn qué estria pensando cuando lo cligis para el seminario? ;Seguro que no le impor taba ni pizea el compromiso en que lo pon 2O tal vez el encargedo queria darle a entender «que estaba descontento con su trabajo? Tal ver la superioridad lo consideraba demasiado lento, 0 poco euidadoso, 0 que no guardaba la precision necesaria. Esa idea, que no se le habia ocurrido antes, hizo que se le enfiasen los pies todavia mas. Aurelio trat6 de echar aun lado semejantes preo ‘cupaciones. Hasta entonces habia tenido siempre la Jmpresin de que su jefe estaba contento con é. Por supuesto, él no era un trepa como aquel colega que recién terminados los estudios de arquitectura fue nombrado a dedo director de proyectos y encarga- do de restaurar la cimara de la rina, Pero tampoco era tan perezoso y desmotivado como aquel otto compariero que todas las mananas se presencaba con los ojos llenos de legaias para tomar un trago dl licor real y luego seguir durmiendo en un rine6. 20 Elprimer de No, Aurelio era un obrero consciente, un trabaja- dor en el que se podia confiar.O, por lo menos, tal se.consideraba é a si mismo, Era posible que estuviera equivocado? Junto a esta vagas preocupaciones, ensombrecia ¢l dnimo de Aurelio otro temor macho més grande, Por cierto que l nunca habia participado en un se rinario, pero habia hablado del tema con algunos ‘compaierossuyos que hubian pasado ya por ea ex- periencia, Aunque bastante desagradables, por lo ue ellos contaban, todos los seminatiossolian de- sarrollarse de una manera bastante parecia. Tal circunstancia, en teora propia para tranqui- lizar un poco a cualquier principiante, a Aurelio no Je tranquilizaba ni poco ni mucho. Estaba enterado de que, ademés dela tateas de grupo y las conferen cias del jefe de estudios, le tocara interven en los lamados «juegos de rol y presentaciones. Perspec- tiva que con sélo pensato le enfiaba los pies hasta dejarlos convertidos en auténticos carimbanos de hielo, En aquellos momentos nose podia hacer nada, excepto rezarfervorosamente para que pasara de él ‘se ciz durante los dias venideros De nuevo ditigié Aurelio Ia mirada al ciclo, La altura del sol le indic6 que Ilevaba retraso. Con tantas cavilaciones y angustia, habia olvidado la hora. Apreté el paso, lo que habitualmente le ser via para desahogar un poco cl estrés. Ademés, no a tenia ningiin deseo de presentarse cuando el semi natio hubiese comenzado ya. Por una part, le ha bria azorado mucho notar las miradas de los asi tentesfijas en el, En segundo lugar (lo que era ‘mucho mis importante), por nada del mundo que ria que el instructor se fijase en su persona. Por due tan pronto como le tomaban a uno en su ppunto de mira, inmediatamente quedaba uno mar ‘ado como «voluntario» para toda clase de activ: dades. ¥ esto era precisamente lo que convenia cvitar a tox costa En consecuencia, Aurelio se cifé la mochila con fueraa y aceleré todavia més. No hay nada como ir sobre seguro, se dijo. Mis vale presentar: se demand prnta que demasiada tarde Media hora mis tarde seguia caminando con cele ridad por la estepa cada vez mas castigada por el sol. Poco despues, sin embargo, el puisaje cambi6 repentinamente. Paso a paso las dunas iban ce diendo a la tierra huimeda y blands, y las hierbas agostadas a las mata, los helechos y os arbustos de lozano verdor. Hasta los arboles, antes nudosos y retorcidos, presentaban otro aspecto, ms tal dos y coronaclos por abundante y vigoroso follaje. El dosel verde tamizaba la luz del so, ya préximo su cenit en aquellos momentos. En otras circuns 2 El primer dis tancias, Aurelio seguramente habria juzgado muy agradable el cambio y poder acogersea a sombra. Su camino le levaba a erwza la selva Esta sees pesaba cada vez mis, y tanto asf que Aurelio empeas a sentirse un poco sobrecogido, Mis de una vez ‘emi equivocar la ruta, Cuando ya casi desesperaba de haber acestado con la dreccion, se vo en su hugar de destino, Muerto de fatiga, pero ain a tiempo Mejor atin llegaba el primero. Ni siquiera se habia presentado todavia el director del seminari.

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