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Sergio Dahbar

Historia del traidor y del héroe

13/02/2010 Todo mito esconde una historia que nos concierne. El principito,
uno de los libros más leídos hasta la fecha (80 millones de ejemplares
vendidos, más de 150 traducciones), no escapa a esta verdad.

Lo escribió el piloto francés Antoine de Saint-Exupéry hacia 1942, exiliado en


Nueva York. Descendiente de aristócratas, bohemio, mujeriego, vagaba por
Manhattan como alma en pena. Lejos de los aviones que le devolvían la
libertad, comenzó a trabajar en una historia sobre la sabiduría de los niños y
la estupidez de los adultos.

El protagonista, aviador como Saint-Exupéry, se accidenta en el desierto del


Sahara. Allí aparece un pequeño príncipe, habitante del planeta Asteroide
B612, con el que comienza a conversar. De esos diálogos surge una peculiar
mirada sobre lo que es importante en la vida Dos años más tarde de haber
escrito una obra inmortal ("lo esencial es invisible a los ojos, no se ve más
que con el corazón''), Antoine de SaintExupéry venció las resistencias que lo
alejaban de los aviones (había sufrido demasiados accidentes; padecía
sobrepeso y apenas cabía en la cabina de los aviones de la época) y volvió a
volar.

Vetado por la fuerza aérea francesa y por el general Charles De Gaulle (que
no lo soportaba), con 44 años (edad difícil para mantenerse activo en
aviones militares), logró convencer a los americanos, que le asignaron un
avión de reconocimiento Lockheed P-38.

El 31 de julio de 1944 salió del aeródromo de Bastia, en Córcega, a las 8:45


de la mañana. La misión consistía en volar sobre los Alpes franceses y
Grenoble. Casi dos horas más tarde la base aérea perdió contacto con el
avión de SaintExupéry. Debía regresar a las 12:35 pm, pero nunca más se
supo del avión ni del piloto.

Como el tripulante era un hombre conocido, se gestó una leyenda plagada


de conjeturas: infarto, defecto de la máscara de oxígeno, suicidio, choque
entre aviones en el aire...

Habría que esperar hasta septiembre de 1988 para descubrir la punta de la


verdad. Un pescador de Marsella, de apellido Bianco, extrajo del mar, entre
sus redes, una pulsera de plata.

Los nombres grabados correspondían con los del escritor.

Pero la familia no le cree.

Bianco busca ayuda en una empresa especializada en rescates submarinos.


Tardará dos años este equipo, bajo la dirección de Luc Vanrell, en encontrar
el avión de Saint-Exupéry, cerca de la isla de Riou, a 85 metros de
profundidad.

Vanrell descubre muy cerca del avión de Saint-Exupéry un motor de un avión


alemán.

Otra vez aparece el fantasma de un choque en el aire como motivo de la


desaparición de Antoine de Saint-Exupéry.

Contactan a un aristócrata alemán, Lino von Gartzen, especializado en


historia de la Luftware.

Lino von Gartzen entra en contacto con pilotos octogenarios de la


Jagdgruppe 200, unidad aérea alemana durante la Segunda Guerra Mundial.
La consulta deriva en el nombre de un periodista jubilado de la televisión
alemana ZDF, Horst Rippert.

Este ex piloto confiesa inmediatamente que él derribó el avión de Antoine de


SaintExupéry. Lo dice como alguien que se quita un peso de encima. Tenía
24 años entonces y la mañana era luminosa en las cercanías de Marsella,
cuando divisó el Lockheed P-38 en el horizonte. Pensó: "Si no te apartas
ahora, te acribillo". Y no lo perdonó.

Rippert se enteró días más tarde de quién era el piloto que había derribado.
Y nunca se imaginó que la vida le jugaría semejante broma pesada. Él se
había convertido en piloto leyendo las obras de Antoine de Saint-Exupéry.
"Adorábamos sus libros. Era capaz de describir el cielo y el sentimiento de
los pilotos como pocos".

Olivier d'Agay, sobrino nieto de Saint-Exupéry, saludó a Rippert, por su


valentía al hacer pública una historia que sin duda no lo dejó dormir por años
y que parecía haber salido de la cabeza de un novelista.

Hasta la fecha el curioso destino de Antoine de Saint-Exupéry y Horst Rippert


ha sido registrado en dos libros: La verdadera historia del El Principito, de
Alain Vircondelet; y El último secreto, de Jacques Pradell y Luc Vanrell,
ambos editados en 2008. Dos obras que exploran la mala suerte de un lector
que acabó con la vida del hombre que lo hizo soñar en su infancia.

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