Esa maana l se despert como siempre, relajado, melanclico,
pero sabiendo que era un da especial. Se dio una ducha, se afeit. Se visti con una camisa blanca, corbata color azul noche, un traje gris y unos zapatos negros. Pein su cabello ondulado de forma muy prolija y se mir el mismo al espejo, como queriendo ver a la mujer que tanto amaba. Pero en esos ojos pardos, no pudo ver ms reflejo que el de todos los das. Prepar su caf, mir el sol que mostraba la primera maana de primavera. Desayun pensando en este da tan especial para l. Se lav los dientes, y repiti la mirada hacia el espejo, intentando de forma insistente, ver el reflejo de la mujer que lo haca ms humano, ms sensible, ms real. Tom sus llaves, abri la puerta y se dispuso a esperar un taxi. Durante el recorrido estuvo callado, pensando slo en el encuentro. Haca un ao que haba estado con ella por ltima vez y este encuentro era distinto a cualquier otro, era ms sublime, ms frgil. Lleg al lugar donde se veran de nuevo, esta vez con una mirada ms profunda que las otras veces. Pag al taxista, lo salud de forma cordial y se acerc hasta un lugar que estaba de paso, a comprar flores. Sus pies iban lentos, tranquilos; no tena apuro, ni tampoco ansiedad. Pisando sobre un csped hmedo se acercaba hasta en donde ella estaba. Mir el cielo, ese cielo que le haca recordar a esos intrigantes y vibrantes ojos azules del amor de su vida, de su eterno amor. En un momento se detuvo, estaba frente a ella despus de tanto tiempo. l se arrodill, teniendo las flores en sus manos, mir de nuevo hacia el cielo. Luego baj su mirada, dej las flores sobre el corto y suave csped; mir el nombre de la mujer, de la cual estaba tan enamorado, escrito en una fra y desgastada lapida y le dijo: "Te amar siempre y seguir esperando, hasta que podamos estar juntos otra vez"