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Una pequea aventura

Cuando la glida noche


exhalaba sus ltimos alientos,
dos personas
buscaban calor verdadero.
Alejados de la multitud
solo por un momento
se encerraron en un solitario cuarto
y entre las tinieblas
besos furtivos desfilaron.
Usando la inconciencia
como excusa,
la pasin se revolcaba
entre las sbanas,
pasin contenida
por los lmites de lo prohibido
pero siempre latente,
esperando que alguno de los dos
desborde apenas la lnea
para dar rienda suelta
al fuego
que a almas enamoradas quema.

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