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Serie Breves Emilia Ferreiro dirigida por ENRIQUE TANDETER Pasado y presente de los verbos leer y escribir KL e FONDO DE CULTURA ECONOMICA México - Argentina - Brasil - Chile - Colombia - Espata Estatlos Unidos de América - Pert - Venezuela Pasado y futuro del verbo leer Esta presentacién tiene un objetivo bien defini- do: problematizar el futuro de la lectura en tér- minos de la comprensién del pasado. Los verbos leer y escribir no tienen una defini- cién univoca, Son verbos que remiten a construc- ciones sociales, a actividades socialmente defini- das. La relacién de los hombres y mujeres con lo escrito no esté dada de una vez por todas ni ha si- do siempre igual: se fue construyendo en la his- toria. Leer no ha tenido ni tendré la misma signi- ficacién en el siglo Xil y en el Xxt. La tipologia textual tampoco consiste en un conjunto cerrado de géneros. De hecho, estamos asistiendo a la aparicién de nuevos modos de de- cir y nuevos modos de escribir, a nuevos modos de escuchar lo oral y nuevos modos de leer lo escrito. Es preciso ubicarse entre “la nostalgia conser- vadora y la utopia ingenua” (Chartier, 1997). En * Ponencia presentada en el Segundo Congreso Interame- ricano de Editores, México D. F, 27 de noviembre de 1997. ‘Trad. al italiano: “Diversita e processo d'alfabetizzazione", en id evolutiva, 51, 1995, pp. 49-57, Trad. al francés: “Diversité et processus d'alphabétisation’, en: Emilia Ferrero, L'éeiture avant la lettre, Paris, Hachette, 2000, pp. 219-234 4 el centro del debate, como ayudar a construir esos nuevos lectores del siglo XX1, nuevos lecto- res que también hay que concebir como nuevos productores de textos? iEstamos frente a una renovacién (grevolu- ci6n?) en la definicién del texto y del lector, de las practicas de lectura y de los modos de leer? Creo que la respuesta debe ser positiva. En momentos de cambios radicales (y en fin de milenio) es de rigor buscar en el pasado mo- mentos similares para tratar de atisbar el modo de ser de los cambios que se avecinan, que son parte del presente, pero un presente siempre mal comprendido porque esta engullido en las pre- muras de lo cotidiano. ‘Veamos algunas constataciones de este presen- te confuso, antes de ir a las interpretaciones: a) La expresién computer literacy (para hablar Ja lengua del imperio) esconde mas de lo que ex- plicita, porque una buena parte de la poblacién del planeta, supuestamente letrada, resulta iletra- da en relacion con esta nueva tecnologia b) Todos los aqui presentes somos parte de una generaci6n intermedia, que “vio legar” la compu- tadora. Asistir a la Ilegada de una tecnologia o na- er con esa tecnologia instalada en la sociedad son situaciones diferentes. Nosotros somos como aque- Ilos que vieron llegar el teléfono (del tinico apara- to, bien instalado en un lugar predeterminado, al teléfono inalémbrico y al celular, marca de status 42 tanto como instrumento de comunicacién); 0 co- mo las gencraciones que vieron Hegar las repro- ductoras de sonido (de los discos de pasta dura a los casetes y los discos compactos...). Ademis del acceso a la tecnologia, una variante importante es haber nacido con esa tecnologia ya instalada en la sociedad. Que se tenga 0 no en la casa un repro- ductor de discos compactos, el hecho de saber que tal cosa existe, modifica fundamentalmente las ex- pectativas y las actitudes, Nosotros hemos “visto llegar” la computadora. Los nifios que ahora estén en las aulas de primaria son nifios que nacieron con las computadoras instaladas en la sociedad (no cen sus casas, no en sus escuclas, pero si en la socie- dad). Son nifios que, por ese solo hecho, tienen una diferencia radical con sus maestras (casi todas ellas atacadas por ese virus de la computer illiteracy). ©) Como corresponde al espiritu de fin de mi- lenio, se anuncia el fin de las bibliotecas, de los i- bros y los derechos de autor. Parece tun poco adormecido el sentido critico ya que se cita con creciente insistencia el dictum de McLuhan (the medium is the message) mientras que, al mismo tiempo, se proponen a la firma de los autores los contratos mas fantasiosos relativos a publicacién total o fragmentada de la obra, en cualquier me- dig conocido o por conocer, como si el mensaje fuera independiente del medio. 4d) Todos ensalzan la educacién como la clave de la pertenencia al siglo Xx1, pero casi nadie se 43 atreve a enfrentar los nuevos desafios de la alfa- betizacién. En efecto, en medio de promesas it cumplidas de alfabetizacién universal, en medio de la realidad brutal de una alfabetizacién masi- va que apenas si alcanza para el libro de texto (gratuito 0 no), nadie se atreve a plantear abier- tamente el grado de analfabetismo de los maes- tros y de sus alunos, la incapacidad para pasar de EL libro (en singular) a LOS libros (en plu- ral)... sin hablar de las redes informaticas y otras lindezas similares. No es cierto que la primera gran revolucién en el comportamiento lector se debi6 a una invencién tecnolégica: La primera gran revolucién en los procesos de lectura fue anterior a Ia imprenta, Muchas de las virtudes atribuidas durante déca- das a la imprenta se sabe, gracias a recientes in- vestigaciones histéricas, que son de origen me- dieval. La imprenta difundié cambios que desde el siglo vu fueron introducidos por algunos escri- bas; no fueron los copistas de los grandes centros de cultura medieval, sino Copistas irlandeses, en Jas fronteras geograficas de la cristiandad medie- val, quienes comenzaron a dividir el texto siste- méticamente en unidades graficas (“palabras gré~ ficas"). Un texto que, asi dividido, permitia una comprensién casi inmediata, sin pasar por la in- termediaci6n de la voz. Esa innovacién tardé va- ios siglos en recibir aceptacién general. Pero lle- g6 a tiempo para la gran renovaci6n escoléstica dé los siglos X1 a Xi! en Europa (Saenger, 1997). 44 Procedimientos insdlitos de copia veloz fue- ron inventados para suplir las necesidades de textos de las nuevas universidades (asi, por ejem- plo, el sistema de los peciae, utilizado por los co- pistas profesionales de la universidad de Paris desde el siglo XI). Pero es claro que la impren- ta permitié la realizacidn de ese suefio medieval nunca alcanzado: estar frente a una copia exacta del mismo texto. Tmaginemos el escenario: la pagina de la anti- giiedad clasica (justracién 1) estaba hecha para probar las habilidades de intérprete del lector. ‘Una pagina sin distincién de palabras y sin pun- tuacién: ambas cosas quedaban a cargo del lec- tor, Prepararse para “dar vor, al texto”, para ha- cerlo “sonar”, era similar a la preparacién del lector de musica de nuestra época. El texto cla- sico estaba hecho para que “sonara”, al igual que ‘una partitura musical. Y, también al igual que la miisica, lo de menos eran las letras (muchas de as cuales habia que restituir, por la abundancia de abreviaturas). Lo que realmente importaba era la interpretacion. Control social sobre la ‘interpretacién (una mala lectura en voz alta podia equivaler a la‘he- rejia, algunos siglos més tarde) "Esa aa de la antigiiedad clasica y de los primeros siglos medievales es radicalmente di- ferente de Ia pagina con la cual hemos convivi- do durante casi diez siglos: una pagina que per- mite (sugiere) una interpretacién (ilsutracién 2). 45 BSdiN enottinraseeniwuxryie x HLRASNALLCTOMERIAUEIUIT os MUDROUIASAIOSUMAAGINMTINOAIERCAPS jpittiprarpongscunntolnttusapayen se iannieecs ees enaccasti nena a a i Hunttruuoostastlectnounsm bese, PHNSINALOCtTeLLeUNONIMRRARO IEE AWERESOALAssantANORULLO- TAU AINMOUNUNICNARUSA INI AISoIMSCI TFECEAKTONINBotIWSLLUEGUNUSOM NEFUEEE SHIRPUADASCANIOPUCNAININORDrneE HINARITUINIOLIEIAMNAU ORIG INANIMONS Pxeeubuisstivransuninesmutcu se ASRTAUIND In PN UBOSILLAMIERATECERULCEN ELDORRED { Auletifalionoshcontonniins one Lo Mice Roe EHIME ROM RMETRATING tt6) Ff conssvaduensienen Newscrneins ks 4 Nsbigennisvguiocnouunteensuneiee $: Nommilinisinthsintegnasces totam art { “rest inunaeasirestioc:Ataaunvine £ ONRMATLOUISKN TIARAMEMIA Migr ILUSTRACION 1. Texto en scriptio continua (Gidlo ¥, copia de la Eneida de Virgilio). iid aap iat actl Ait — 1 Dpgtlnaa nies Rhaetttn it ee te Doom biter gr Tennent pepe mato ct Seah Deter Euan mie pairs, : 3 DemioeEaxcbin Mcp sdscspdsm user dione * P merormint fashion ee 9 Qcentohertacctn lescegetme 2 Qeevlawtcin eae ere ple exiles tpee a 4 Debsetdion’gerl Todo an tsps {DiS rac pep ined, 1 Deenpecen Moya es Nase fckamarp cana queria ‘nbad pias Gd Danidpenipaserbctmcnotsbens emai Anpottdtaiamiotalgad Abzm alge ac rl mre Gee deb mics facili anon otis in niomrncosbusinpleslonerpe em parasite Goeocbarincksteessamaictes pence quia in cori bes poft Not qui car conloge es lip reside ats later per area or rreatepalsi jopreal ete ere eens se pepe rn Siteecimeliegtonga cron acne dara ss wea rpmnoann peel oiibcs fercron nl sb ide Cee eis ees tee facet (sbdorbirine tse car tniacen Vadee Scat od cetacean dan me -us Fapher¢habiterin demibes sir Sene Charan priser : Soesp hen Note pli cx Sle sient Bloestncpcnlapesinpnpttit gaan iateededegnnie i stopover, ve oe : penton it se elccea er te Sem Ses aT ea tiene inde biomass a eats Es at ILUSTRACION 2. Texto impreso en Basilea en 1522. Una pagina que permite la extraccién de un fragmento para un acto de citacién (Ilich, 1994). Los cambios que dieron lugar a esa “gramatica de la legibilidad” (Parkes, 1992) produjeron ese tipo de texto que nos resulta familiar: un texto con titulo y autor claramente visibles al comien, zo, con paginas numeradas, con indice, con divi. sin en capitulos, secciones y pardgrafos, con un ordenamiento numérico o alfabético, con letras ampliadas para indicar comienzo 0 titulacion, con una puntuacién que ayuda al lector a en, contrar los limites externos e interos de cierta parte del discurso argumentativo. Esa pagina dio origen a la lectura individual sin censura social, Es esa pagina la que esté a punto de estallar con las nuevas tecnologias de la comunicacién. Pero la lectura silenciosa aliments al mismo tiempo dos consecuencias no previstas: la herejin y elerotismo. La nueva intimidad con el texto ge. nera dos movimientos complementarios en ‘un mismo acto de complicidad: la libertad del lector, Cuya interpretacion queda momenténeamente fuera de la esfera de la censura, y la libertad del escritor, duefio de su pluma y de su vor apagada, que puede permitirse expresar, en la intimidad de la celda o de la recémara, lo que ninguna voz podria expresar en voz alta (Saenger, 1997b). La pagina heredada del medioevo esta ahora a Punto de estallar. Esa pagina permitié la practica sistematica de la citaci6n y esa distincién impor- tantisima entre comentario y citaci6n (exact wor- 48 ding), Esto es levado al extremo con las nuevas tecnologias. La fragmentacién toca se = uede producir tanto un exceso de citacién Lea rai tiempo, la posibilidad indefinida de plagio por causa de la superabundancia de ‘textos en circulacién. iq brs La pagina medieval permitié una relaci6n tini- ca y singular entre el lector y el texto. La pagina de la computadora rompe la intimidad con el texto, La pagina iluminada y en posici6n vertical transforma la lectura en computadora en una lec- ablica. and ‘poco tiempo hemos pasado del elogio de la posicién décontractée frente al texto (abandono de la posicién escolistica y escolar de la lectura por la posibilidad de leer tirado en el piso, sobre almohadones, en la cama...) a una nueva postura rigida, La pantalla de la computadora nos retro- trae a la época del scriptorium medieval: las ma- nos en una posicién fija, sobre el teclado; los ojos mirando un texto expuesto en vertical; la ee igida. Rigidez de la posicién y potencial pu- aes fee Jeido 0 de lo producido son dos consecuencias molestas de la nueva tecnologia: Antes del cédice las manos del lector queda- ban atrapadas, sosteniendo los extremos del rollo que leia. Las manos se liberaron progresivamente ¥ permitieron esa maravilla de los tiempos mo- dernos: un lector podia tomar notas mientras leia. Ahora, en cierto sentido, volvemos al rollo: el desplegarse de las paginas que leemos o esct 49 bimos en la pantalla no tiene nada de similar con el hojear. El movimiento del texto es vertical y no horizontal, y las manos quedan atrapadas entre el teclado y el mouse (palabra que nadie se anima, felizmente, a traducir como “ratén”). Los libros se fueron diferenciando y personali- zando progresivamente. Su aspecto nos permitia ponerles nombres de inmediato, Pero la computa- dora nos impone una imagen neutra, donde todos Jos textos se parecen. (Tomemos como ejemplo el correo electrénico por oposicién al correo donde el sobre tiene una existencia material. Cuando re- viso el correo normal, decido si abro 0 envio di- rectamente algo al cesto sobre la base de una can- tidad de indicadores: el tipo y tamafio del sobre, el logotipo, la presencia o ausencia de letra ma- nuscrita, etc. Por contraste, el correo electrénico me impide esta primera decision, y me obliga al ¢jercicio seudodemocratico: todos los mensajes se presentan con la misma tipografia, como si todos fueran igualmente dignos de nuestra atencién.) Lo que acabo de escribir parece tener taas que ver con “la nostalgia conservadora” que con el rea~ lismo del usuario. Pero no es eso. En una época en donde s6lo escuchamos el elogio de las nuevas tecnologias he juzgado oportuno recordar a los editores aqui presentes que de lo que se trata es de una ruptura radical con respecto a pricticas medievales (preimprenta, si se las quiere llamar asi) y, en cierto sentido, de un retorno a algunas de esas pricticas que se creian superadas. 50 Como los cambios son muy acelerados y la in- vestigacion sobre el impacto de las nuevas tecno- logias queda rezagada con respecto a la propi evolticién de éstas, solo nos resta imaginar cudles de todos los cambios tendrin, realmente un im- pacto en las practicas de produccién y compren- sign de textos, en los usos sociales de Ja lengua eserita y en Ja educacién Haré un listado que tiene la intencién de pro- vocar la reflexin, mas que la pretensién de propo- ner una agenda de discusién. 1) La aglutinacién de funciones. La disociacion de funciones que hoy dia nos parecen solidarias fue a norma durante los siglos pasados: el autor no era el ejecutor material de las marcas; los escribas no eran lectores autorizados; la escritura se exhi- bi6 durante siglos delante de poblaciones incapa- ces de leer lo exhibido; los monarcas tenian el poder de controlar lo que podia ser escrito a pe- sar de ser analfabetos, etcétera. Durante siglos el productor del texto a ser escrito y el productor de las marcas ~el escriba— estuvieron disociados. El trabajo de escriba era trabajo de esclavo o de subalterno por la carga laboral manual involucrada en la escritura. El escriba de la Edad Media, por ejemplo, debia raspar y pulir la piel del animal y preparar el pergamino; debia dar el corte adecuado a las plumas de ganso con un instrumento que atin hoy llamamos “cortaplumas", debia preparar las 51 tintas, ete. (Ong, 1987). El autor dictaba pero no producia las grafias Los desarrollos tecnolégicos permitieron jun- tar dos funciones que durante siglos se habjan mantenido separadas: el autor intelectual y el au- tor material de las marcas. Con ello surge el “ma- nuscrito de autor” (junto con la idea de autor, que es una idea moderna). Con la difusién de las maquinas de escribir la idea de “manuscrito de autor” se redefine. El autor intelectual y material puede desprenderse ahora de sus propias grafias y elegir tipos de imprenta para su produccién. En cierta medida, empieza a ser tipografo. Con la legada de los procesadores de palabras y el rapido perfeccionamiento de las impresoras personales, por primera vez el autor material y el autor intelectual se retinen con la idea de editor. Este autor puede variar el tamafio y el tipo de los caracteres, puede decidir la mise en page, puede insertar dibujos 0 recuadros... y puede enviar di- rectamente su disquete a la imprenta. Los contratos camera ready establecen una nue- va relacién autor/editor, de cuyo destino no juzgo ni prejuzgo. Simplemente, me parece un dato a tener en cuenta. 2) La tipologia de textos no est cerrada. No sélo tenemos nuevos estilos de comunicacién escrita sino también nuevos modos de comunicacién oral. Hablar a una contestadora automitica ge- nera un estilo de “hablar por teléfono” que es di- 52 ferente del que ya conociamos (y algunos lin- gilistas se estén interesando en esto). De la mis- ma manera, enviar un fax 0 un e-mail no es equivalente a enviar un telegrama ni, mucho menos, a enviar una carta. En el anilisis de estos, materiales la edad de los usuarios parece ser un dato crucial (por lo que ya dijimos acerca de ser contemporaneos 0 no de la aparicién de la tec- nologia).. 3) La distincion imagen/texto resulta problematica. Esta distincién, extremadamente importante desde la introduccién de las “iluminaciones” en los textos medievales, y firmemente establecida en Ia Edad Moderna, por primera vex resulta cuestionada por las nuevas tecnologias: simple- mente, porque el texto puede ser tratado como tuna imagen. La interfase texto/imagen (y los cambios de percepcién por parte de los ustiarios) es sin duda un tema que merece la mayor aten- cién. Precisamente porque las nuevas tecnologias llegan en un momento de superexplotacién de recursos graficos para guiar la interpretacion del lector. (Lo cual es una de las manifestaciones més obvias de la falta de confianza en el lector: parti- cularmente en textos didécticos, se utiliza toda clase de recursos —dibujos, recuadros 0 fondos de diferente color, cambio de tipografia, etc. por- que ya la puntuacién no basta para guiar la inter- pretacién de un lector considerado, a priori, co- mo incompetente.) 53 4) Pantalla de TV versus pantalla de computado- ra. Antes de la proliferacién de las PC asistimos a la instalaci6n en la sociedad del televisor. Panta- lla por pantalla, son ambas similares (de hecho, su interfase es cada vez més intensa), Pero una es previa a la otra, en términos de difusién social. Y en su momento se hablé de la posibilidad de que la imagen reemplazara al texto..., pero las com- putadoras restablecieron con fuerza la prioritaria necesidad del manejo eficiente del alfabeto. La pantalla del televisor tiene algo que la otra pantalla no tiene: el control remoto. Segiin algu- nos, este instrumento -no la pantalla es lo més innovador, porque ha creado una “cultura de la interrupcién y de la impaciencia” (Barbier Bou- vet, 1993) que conduce hacia la fragmentacién del texto. Yuxtaponer, privilegiar los “tiempos fuertes’ en detrimento de las transiciones, cam- biar continuamente antes de tener el tiempo de analizar... Esos son comportamientos de la nue- va generacién (la que nacié conviviendo con el televisor) que; aparentemente, se trasladan con la mayor facilidad a la otra pantalla de la vida contemporénea: la de la computadora. Podemos suponer, con fundamento, que el modo de actuar frente a estas dos pantallas puede afectar la re- lacién con lo impreso, no sélo en frecuencia de uso sino en el modo de relacién con lo impreso. “La manera de circular entre las imagenes (y no s6lo en la imagen) cambia la manera de circular en el texto” (Barbier Bouvet, 1993). Y yo agrega- 54 ria: cambia también la manera de circular entre los textos. 5) _Imperialismo lingitistico y consecuencias orto- graficas. En principio, no hay limite a la capaci- dad de las computadoras para procesar simbolos. Sin embargo, el hecho de que las tecnologias se desarrollen en una lengua que desconoce los dia- criticos lleva, de hecho, a considerar a estos como. “complicaciones innecesarias”. Por lo tanto, las diferentes ortografias que, junto con las diferen- cias de lenguas, fueron consideradas durante este siglo como “modbs alternativos", igualmente vé- lidos, de decir o escribir, vuelven a ser sometidas al paradigma de valoracién del “latin de los tiem- pos modernos”, o sea, el inglés. A los franceses se les pide que escriban sin acentos (lo cual equivale a ejercer una violencia inaudita sobre esa escritura). En espafol, la pobre letra “ni” sufre las mas extrafias transformaciones: faicilmente suprimible sin afectar la comprension en nifio (= nino), no ocurre lo mismo en otros ca- sos frecuentes, por ejemplo afio (que he registra- do en mi e-mail como anio, anho, agno). La omi- sién de los acentos (factible en espafiol) traera consecuencias ortograficas, con 0 sin el benepla- cito de la Real Academi El imperialismo lingiiistico se expresa, por su- puesto, en otros frentes: nuevas palabras se adop- tan por asimilacién, incluso cuando hay términos perfectamente instalados en la lengua (deletar es ya un verbo aceptado en portugués de Brasil, en 55 lugar de apagar). El imperialismo va mis allé del terreno computacional. El inglés literacy ha dado lugar a aberraciones tales como literacie (francés) 0 letramento (portugués). Todos somos conscien- tes de las insuficiencias del termino alfabeticacin que nos lleva a contrasentidos tales como “alfabe- tizado en una escritura no alfabética’. Pero si bien alfabetizacién esta anclado en “alfabeto”, na- da solucionamos con un letramento que esta an- clado en “letra. Lo que debemos decir es “cultu- ra letrada’, para acercarnos al significado original de literacy (ya que actualmente, con expresiones tales como 1V-literacy, no sabemos de qué literacy estamos hablando...). En fin, que en estos tiempos modemos cual- quier propuesta de “simplificacién ortografica” esti inevitablemente tenida de imperialismo or- tografico, 6) Desfase generacional. Creo que todos los aqui presentes hemos tenido la misma experien- Gia: los Gnicos informantes técnicos confiables para nuestros problemas con las nuevas tecnolo- gias son los jévenes. Cuanto mis jévenes mejor. Cuando en nuestras oficinas Hega algiin “técnico computacional” de 40 afios preguntamos: :no pueden mandar a alguien més joven? Es uno de los pocos dominios en donde todos los de 40 afios y mas reconocemes sin dudar la competencia de los mas jévenes. Lo cual tiene in- negables implicaciones educativas, 36 Y porque de educacién también se trata (especi- ficamente de alfabetizacién, que sigue siendo lo bisico de lo basico en educaci6n), la pregunta que se impone es: cesté la escuela, como institu- cin social, preparada para responder a los nue- vos requerimientos de alfabetizacién? La res- puesta es rotundamente negativa. ‘Como decia antes: estos cambios tecnolégicos, que probablemente estén redefiniendo —lo que- ramos 0 no- los términos “leer” y “escribir”, legan en medio de promesas incumplidas de alfabetiza- cién universal (Unesco: més de 960 millones de analfabetos, dos tercios de los cuales son mujeres; més de 100 millones de nifios -de los cuales 60 millones son nifias- sin acceso a la educacién ba- sica en el mundo). El objetivo multiples veces declarado —“iniciar el siglo Xx1 sin analfabetos’— es inalcanzable. En términos porcentuales ha ha- bido una disminucién global del analfabetismo, pero en términos absolutos hay cada vez mas analfabetos en el mundo. Peor atin: la definicién de “alfabetizado” que manejan estas estadisticas es obsoleta. Si usira- mos como definicién “formar parte de la cultura letrada” o “poder circular en la diversidad de tex- tos que caracteriza la cultura letrada, al menos como receptor de la misma’, las cifras serian es- peluznantes. Es posible -y deseable- que el debate tecnol6- gico sirva para hacer obsoletas preguntas enveje- cidas que ain hoy dia se plantean como tema de 8s7 debate pedagogico: ghay que usar letra cursiva 0 de imprenta para la alfabetizacidn inicial?; zhay que ensefiar con lépiz. 0 con boligrafo?; ges lo mismo ser diestro que ser zurdo? A esas pregun- tas se responde de inmediato: lo més urgente es introducir a los nifios al teclado (sea éste el de tuna maquina de escribir o el de una computado- 1a, que basicamente son lo mismo). La escritura * de los tiempos modernos es con las dos manos y con caracteres separados. Hay que introducir primero a los nifios a los textos narrativos y luego, paulatinamente, a otros tipos de textos? Respuesta también inmedia Gircular entre diversos tipos de textos es la exi- gencia fundamental de los tiempos modernos. No hay textos privilegiados sino exposicin si- multénea a la diversidad (tal como es el caso en la adquisicién de la lengua oral). Ser lector criti- co y tener criterios para poder seleccionar no son objetivos que puedan posponerse hacia los iilti- mos afios de la primaria. Con cuiles criterios juzgamos que un texto es mejor que otro? Aqui lo éinico que cabe es un signo de interrogacién: es posible que estemos asistiendo a una nueva estética textual, una espe- cie de “estética de la fragmentacién”, que yo atin nt comprendo pero que acepto como posibili- dad. Los criterios de “texto bien construido” de- ben necesariamente cambiar si aceptamos que estamos en un momento de transicién. Quiza es- tos cambios sean més pronunciados en el caso de 58 la creacién literaria que en el caso de textos aca- démicos argumentativos, En todo caso, si las nuevas tecnologias sirven para enterrar SIN honores debates pedagogicos caducos, bienvenidas sean. Porque en ese entie~ rro seran actores los nifios, quienes, interrogados por investigadores marginados y marginales (en- tre los ctuales me incluyo) en la década de 1980, nos ayudaron a complejizar la vision de la alfa betizacién que se tena hasta entonces. Ellos =nifios de 4 a 6 afios~ nos ayudaron a argumen- tar muy seriamente que leer no era equivalente a decodificar; que ser alfabetizado no equivale a “saber el alfabeto’; que las dificultades cogniti- vas para entender ese modo particular de repre- sentar el lenguaje (Ia escritura) no tienen nada que ver con les dificultades para acceder a tal 0 cual tecnologia de la escritura. Ellos -nifios de 4 a 6 afios- obligaron a los investigadores a re-sig- nificar la relacién de la escritura con la lengua, a reintroducir TODOS los niveles de anilisis lingiistico para comprender el comportamiento lector (sin privilegiar exclusivamente el nivel fonol6gico).. Fue preciso mostrar que los copistas no son productores de texto, destrozar los rituales del recitado de las familias silébicas, ridiculizar los enunciados escolares... y dejar entrar, de pleno derecho y en la gran escena, a dos grandes ausen- tes del planteo tradicional: la lengua escrita y el nifio que piensa. 59 Los que no entendian lo que estabamos ha- ciendo, nos acusaron de estar contra los méto- dos; otros, creian que estabamos inventando un nuevo método pero por inconfesables raz0- nes no lo queriamos bautizar con su verdadero nombre. Lo que si estébamos inventando eran nuevas preguntas, para las cuales los nitios die- ron respuestas tan novedosas que basté ampli ficar bien alto la voz de los nifios para sacudit el amodorrado pensamiento escolar y sacarlo de los apolillados armarios de la discusién me- todolégica. Por ejemplo, la liberacién de la es~ critura permitié poner de manifiesto la exis- tencia de escritores en potencia de apenas 6 0 7 aftos, como lo muestra el notable texto de Samuel (6 afios y 8 meses). El cuento tiene un claro titulo y un comienzo convencional (“Ha- bia una vez..."). No es muy original hablar de castillos y de brujas. Lo extraordinario comien- za con la intencién de hablar de un castillo donde “las horas pasaban al revés", y encadenar con las acciones en sentido inverso “primero se secaba y luego se lavaba”. El desafio que Sa- muel trata de enfrentar, con su poca experien- cia de escritor, es de grandes proporciones, y parece no haber medido bien sus fuerzas, ya que el episodio siguiente escapa a la logica del “mundo al revés" (“La bruja hechizé a un seitor y lo convirtia en sapo y se fue brincando"). Pero alli aparece un punto salvador, ala vez. cierre del desliz y recuperacién brillante de la idea original 60 EL CUEMTO DE TERROR Hagiee Uva ver uN CASTILLO DE UMH BR VTn ALLY LAS HORAS PASDBAN NL REVES CUAWPO iBA & LABARSE Lh BRUIA PRIMERS SE SECABA YLUECO SELA BAB LA PRUTA HECK 20 @ UW SERORYLO COonvi RTO EW SAPO Y StEFUE BRIMCKWDO. Y RQUi ENPI ESA UR HISTORIA PORQUE DOWDE LA EWPESE & SUFI VAL, Cuento escrito por Samuel, de 6 afios y 8 meses, «en situacién escolar: “El cuento de terror’. 61 Version normalizada EL CUENTO DE TERROR HABIA UNA VEZ UN CASTILLO DE UNA BRUIA ALL LAS HORAS PASABAN AL REVES CUANDO IBA A LAVARSE LA BRUJA PRIMERO SE SECABA Y LUEGO SE LAVABA LA BRUIA HECHIZO A UN SENOR ¥ LO CONVIRTIO EN SAPO Y SE FUE BRINCANDO. Y AQUI EMPIEZA LA HISTORIA PORQUE DONDE LA EMPECE ES EL FINAL Precisamente a partir de ese punto (el tinico de todo el texto) Samuel no solamente recupera su intencién original sino que es capaz de convertir el texto en un metatexto que habla sobre si mis- mo. En un rapto de genio, que preanuncia recur- sos de gran escritor, Samuel cierra brillantemen- te su pagina: “Y aqui empieza la historia porque donde la empecé es el FINAL". (Y, como si fuera poco, agranda los caracteres de la altima palabra, dando al texto una mise en scéne grifica entre el titulo, claramente diferenciado del resto del tex- to por un interlineado mayor, y el FINAL, centra- do) Indudablemente, para producir un texto asi 62 hace falta una experiencia intensiva con cuentos y con lectores, y un contexto escolar que sabe distinguir entre la construccién textual y la obe- diencia a las convenciones ortogréficas.”! Los nifios de todas las épocas y culturas han sabido enfrentar los desafios de la cultura donde les toca crecer. La escuela tradicional, hoy por hoy, les propone una definicién de alfabetizacién mientras que la sociedad les empieza a exigir otra. Destino de nacer en una época de transi cidn. La cultura letrada no se agota en Ia literatts- ra ni en el libro informativo. El acceso a la diver- sidad de libros deberia darse en la escuela, pero si ella no cumple su funcién hay otros espacios a ser creados 0 recreados: las bibliotecas pablicas, Jos centros culturales, los espacios televisivos, el cine, el periédico, las redes informaticas. Sin embargo, quiero manifestar pablicamente mi enorme desconfianza hacia los discursos pura- mente ideol6gicos que nos anuncian la democra- cia via Internet. Ya nos dijeron y repitieron du- rante décadas que el alfabeto era la escritura més democratica de todas (simple, scientific, easy to lear), y hoy sabemos que esa visién de la histo- ria de la escritura en la humanidad es més ideols- gica que cientifica. El real desafio es el de la creciente desigual- dad: el abismo que ya separaba a los no alfabeti- 11 Agradecemos a Myriam Nemirovsky el acceso a este texto, obtenido en México, en una de las experiencias didéc- ticas bajo su asesora 63 zados de los alfabetizados se ha ensanchado atin més. Algunos ni siquiera Ilegaron a los periédicos, los libros y las bibliotecas, mientras otros corren detras de hipertextos, correo electrénico y pigi- nas virtuales de libros inexistentes. {Seremos ca- paces de damos una politica del acceso al libro que incida sobre la superacién de esta creciente desigualdad? ¢O nos dejaremos llevar por la vo- régine de la competitividad y la rentabilidad, aunque la idea misma de democracia participati- va perezca en el intento? Habia una vez un nifio... que estaba con un adulto... y el adulto tenia tn libro... y el adulto lea. Y el nifo, fascinado, escuchaba cémo la len- gua oral se hace lengua escrita. La fascinacién del lugar preciso donde lo conocido se hace descono- ido, El punto exacto para asumir el desafio de conocer y crecer, 64 Diversidad y proceso de alfabetizacién: de la celebraci6n a la toma de conciencia" La alfabetizacion ha dejado de ser vista como la simple transmisién de una técnica instrumental, realizada en una institucién especifica (la escue- Ia). La alfabetizacién ha pasado a ser estudiada por una multitud de disciplinas: la historia, la an- tropologia, la psicolingitistica, Ia lingtiistica (ade- mis de las tradicionales, como la epigrafia, la ar- queologia, la numismitica). Muchas cosas han cambiado en los tltimos aiios. Yo me atreveria a decir que estamos asis- tiendo a la aparicién de un nuevo campo multi- disciplinario, Es como si la escritura, dejada en jerra de nadie” por los lingiistas de este siglo,!2 * Conferencta inaugural del 15° World Congress of the Intemational Reading Association (Buenos Aires, julio de 1994) durante el cual le fuera otorgada a Emilia Ferreiro la Intemational Citation of Merit de dicha asociacin. Texto pu- blicado inicialmente por la Revista Latinoamericana de Lec- ‘ura Leona y Vida, vol. 15, nim. 3, pp. 5-14, 1994. 12 G Sampson (1985, p. 11) cite las expresiones axiomé- ticas de os discipulos de L. Bloomfield, la primera de las cua 65

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