Amada familia, tios, tias, primos, primas, amigas y amigos.
Ante la tumba del abuelo lloramos,
quienes lo amamos y nos aman, quiz menos de a los que en vida l am. Lo hacemos, no por perderlo, pues un da quiz ms cercano de lo que esperemos, nos reencontraremos con l, lo hacemos por el vaco que su ausencia ahora nos deja. Lloramos no porque los ultimos aos se hubiese transportado al mundo del recuerdo, sino porque eso le haca perderse el presente. De hecho no lo perdimos ayer, sino que hace aos empezamos a perderlo de a poco. Nos entristece no el ya no tener sus historias de personajes pasados, sino porque esa era nuestra ltima ancla familiar con la generacin anterior, que ahora pasa al olvido. Derramamos perlas no por lo que no hicimos, ni por las penas que quizs el mismo abuelo nos haya causado, sino por las que no compartimos con l, por aquellas que en nuestra alma quiz guardamos y que ahora pesan ms. Nos consuela parcialmente el recuerdo de las palabras jocosas, los apuntes brillantes, las pilatunas que alguna vez, de pronto fueron confesadas tras algunas copas. Duelen aquellas historias que no supimos, las que no nos han contaron y que tendrn que esperar un poco ms hasta que el mismo abuelo nos las de a conocer.