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Martin Amis La Casa de los Encuentros ‘Traduecin de Jenis Zuaika m EDITORIAL ANAGRAMA Querida Venus: Silo que dicen es cierto y mi pals est agonizando, tal ves yo pueda decires por qué. Ya ves, chiguilla, le conciencia es un “rgano vital, y no un aditamento como las aanigdalas 0 las ve- staciones. “Mientras tanto, mi enbonabuenc. Albont tenes a un nue ‘merasocontingense de jdvenes:el.de todos aguelles condenades 4 offecer a la venta las purulentas memorias de un viejo fi- mili. Pero ti no tendrds que ir ljo: lo hasta Gagarin Press, en Jones Street. ¥ preguntar por elseior Nosrin, No te \ preocupes: no veya hacerlo que aguel pobre tarado del que let- os que mandé a revelar a One Hour Photo carretes enseros dosus rabajos manuales. Lo be arrelado con Nasri: nose le debe nada, todo extd pagado. Ademds, es compatriota mio, ast que No entenderd. Quiero una tirada de un solo eiemplar. ¥ ei) ‘Sempre me has preguntado por qué nunca «me abrian, por qe me resultaba tan dificil dar salida> y oliberar pre. sina yee tipo de coses. Bien, con un pasado camo el mito, vi- ses en gran medida para esos ratos em que no ests pensando an ello yet claro que el tempo que pasas bablando de ello 9 no es de ningtin modo sno de eos momentos ¥ habla wna inhibicién atin mds oxcura: el miedo abiertamente neurbtco ddeque no me creyerts Imaginé que me dabas la expalda, ima sginé que apartabas la cara y sacudias despaci la cabeza agi- hada. ¥ le perpectiva me resultaba inseportable, He dicho que este miedo era neurétco, pero sé que lo compavten muchos hombres con historias parecidas. Son neurosis compartides, snsiedades compartides, Emocién de masa: tendremas que solver una y ofnt wer al tema de a emacién de masas. Al principio, cuando empect a juntar los hechos ante ml, palabras negras sobre una hoja blanca, me sorprendi mirando ‘fimente a 1m pequeto montén informe de degradation y de horror. Ast que be iratado de davle todo esto wn poco de e:- sructura. Ya que cuando lograba darle certa apariencia de pata o forma me sentia menos aislado y podia percibir la ‘ayuda de fucrzas impersonales (algo que neceitaba de forma Jmperiosa). Bea imprest de unidad ena quizd engarisa. La _pasria es eternamente pridiga en antiluminaciones, en epifi- las negatioas, pero no en unidad. En mi pats no bay uni- dades. En la década de 1930 bubo un minero lamado Alexti Stajénov que -segin algunos sacaba mds decientoneladas de carbén la cuota era de siete en un solo turne de trabajo. De abt eleulo alas extajanovistas,o trabajadores ede choquer: le nadores de barrancos,aplanadores de montaias, bulldosers cexcavadoras humanas. Los estajanovitas, com mucha frcuen- cia, eran obviosfraudes; com mucha frecuencia, también, eran colgados por sus comspafers, que adiaban las normas sobre al ts rendimiento.. Habla también escritores ede chogues: los sacaban de las fibricas a millare los ponfan a exribir pro- paganda disfacada de narrativa. Mi objesivo es difrente, ‘pero serd mejor que me veas de ese modo: como wn escritore=- tajanovista 0 ade choques que estddiciendo la verdad. 10 La verdad va a resulsarte dolorosa. Me viene alas mien- tes una vee mds (en forma de lacenacién sutil, como cuando te cortascon un papel) que el acto mds deshonroso lo perpetré nna en el pasado remoto, como casi todos los demds, sino en el espacio de tu vida, y unos cuantas meses antes de que me presentdran a tu madre. Mi fantasma espera censuna. Pero ‘que sea personal, Venus: que sea tu reprobacién y no ta de tu ‘grupo y 1 ideologla, St, me estdseyendo, oven dma: tu ideo- legla. Ya, es una ideologla suave, estoy de acuerdo (la suavi- dad es su tinica idea). Nadie se va a bacer saltar en pedazos por ella ‘a asimilaciOn de lo que hice va a exigirt, en cualquier caso, wna gran dess de valory generosidad. Peo creo que has- ta-una retribucionista estricta (gue no eres) se sentirlanizo- nnablemense fli con la forma en que las cosas acabaron resol- vitndose. Podrla objetare —y yo no lo dicutirle- que no rerecta atu madre. Tempoca be merecido tenerteen casa du- ante csi veinte ais. ¥ tampoco es que abora tenga un mie- do enorme a que me excomugues de tu memoria, No creo que ways a hacerlo. Porque entiendes lo que significa ser wn e- clave, Venus, siento que te fueras preocupada por que no teh int dejado que me lewaras a O'Hare. «Flo que sempre ha- comose, me dijste: «Nos levamos y nos traemos del dcropuer- ‘o.*\'Te das cuenta de lo raro gue es exo? Ya nadie lo hace. Ni siquiera los recién casados, De acuerdo: fue egoista por mi pparteyno dejarte que lo hicients. Dije que ena porque no que- va dirt adids en un sitio pilice. Pero creo que lo que me ‘moifcaa renner laser del asin, Ty 90 siempre nos hemas levado al y nos hemos trio del aero- uefto, ¥ no guerta exe al cuando sabia que ya no iba a bea- bey un del | stds tan preparada como cualquier joven occidental po- u ctrta sofia etarle,y note fta de mada: una buena dicta, wn generoso seguro miédico, dos licenciaturas, viajes internaciona- les idiomas, ortadoncia, psicoterapia, propiedades y capital Y tu piel es de un color preciosa. Mirat., mira el Brunido de hu re. 2 Primera parte 1. EL YENISEI, 1 DE SEPTIEMBRE DE 2004 ‘Mi hermano pequeto vino al campo en 1948 (cuando yo ya estaba all) nel apogeo de la guerra entre ls bstias y las tas. No serfa mala frase para empezar el relato como es de- biido, y estoy impaciente por escrbirla, Pero no atin: «(Atin no, ain no, mis preciosasl» Es lo que ef poeta Auden solfa decitles a los versos, a las locuaces epfstolas que parecfan apremiarlo para nacer antes de tiempo. Adin es demasiado pronto para hablar de la guerra entre las bestias y las putas, Habré guerra en estas péginas, inevitablemente: he lucha- do en quince batalas,y, en fa sptima, poco me falt6 para «que me castrara un misilinsignficante (an pemno de hierro de casi un kilo y medio de peso), que se me qued6 incrus- tado en la parte interior de! muslo, Cuando te hieren tan gravemente, durante la primera hora no sabes si eres hom- bre o mujer (o si eres viejo 0 joven, o quién fue tu padre 0 c6mo te llamas). Unos cuancos centimetros més arriba, como sucle decise, y no habria habido historia que con- (ar... porque ésta es una historia de amor. De acuerdo, de amor ruso. Pero amoral fin y al cabo 1a historia de amor es triangular, y el tridngulo no es 15 equilitero. A veces me gusta pensar que el tridngulo es isés- cles: ciertamente acaba en una puna muy afilada. Pero sea- mos honestos y admitamos que el tiéngulo sigue siendo brutalmente escaleno, Conffo, quetida mia, en que tengas tun diccionario a mano, Nunca hubo que animate mucho para que respetases como es debido los diccionatios. Esca- leno, del griegoskalends: desigual. Es una historia de amor. As{ que, por supuesto, he de empezar por la Casa de las Encuenttos Estoy sentado en el comedor en forma de proa de un vapor de cutistas, el Georgi Zhukov, en el rio Yeniséi, que discurre desde las estribaciones de as cordilleras de Mon- golia hasta el océano Artic, hendiendo asia lanusa eura- sidtica septentrional ~una distancia de unas dos mil qui- nientas verstas-, Dadas las distancias rusas, y lo arduo de la vida en Rusia, uno imaginarla que una versta equivale Ay no sé, sesenta y tres kilémetros, por ejemplo, cuando dehecho mide poco més de un kildmeuo, Pero sigue sien- do un largo viaje. El folleto describe el erucero como «un viaje a ese destino de toda una vidas —frase que lleva en su Seno una resonancia poco grata~. Téngase en cuenta, por favor, que naci en 1919, A diferencia de en todas las demas partes, aqui el Geor- .¢ Zhukoo no es ni una cosa ni otra: ni fueuristamence phu- tocritico ni futuristamente austero. Es la viva imagen del Komfortismus viejo. précticamente zarista, De la linea de fotacién para abajo, donde los miembros de la eripulacién y del servicio duermen y arman jarana, el bareo es, claro ‘sci, una ruina ftida; pero mitese el comedor, con sus col gaduras de tono dorado y miel, y sus terciopelos rojos de Jupanar, ¥ la carga es liviana. Yo tengo un camarote de cus- 16 ito literas para mi solo. El tour del Gulag ~me dice el so- brecargo- nunca ha acabado de gustar.. Mosci es impre- sionante... sombrlamente fantéstico en su riqueza. ¥ San Petersburgo, también, sin duda, después de su cumpleafios de il millones de délares: tricentenario de la citidad cons ‘ruida por esclavos y erobada al mar». ¥ ahora todos los de nds lugares estén debajo de la linea de flocacién. Mi vision periférica percibe un cerco de camareros que se inclinan, listos para saltar. Por dos razones. La primera: que estamos ya en el pentiltimo dla del viaje, y que a estas altiras ya es de dominio publico a bordo del Georgi Zhukoo «que soy un vicjo cascarabias y malhablado, enorme y mele~ nnudo, pero no con esa sedosa cabellera blanca del anciano chocho y poco protestén, sino con grefias cortadas a tijere- tazos y de un gris desapacble, ‘También saben, a estas altu- ras, que doy unas propinas que rozan la psicopatia. Ignoro por qué. Supongo que desde el principio he sido de los que dlejan un veinte por ciento en lugar de un dice por ciento. ¥ a partir de entonces no he hecho mas que ir aumentado dia a dia el porcentae, lo cual es ridiculo, Siempre he levado en. el boksllo un montén de efectivo, incluso en la extinta Unidn Sovigtica, Pero ahora soy rico. Para informacién ge- neral (y yo doy Ia informacién que se me antoja),dité que sélo tengo una patente, pero con mltiples aplicaciones: un recanismo que mejorasignificativamente cl sjucgow de ls ‘extremidades protética... Ast que todos los camareros saben {que si sobreviven a mis arrebatos cloacales, al final de cada ‘comida les espera un buen pelizeo, Apuntalado ance mi, un libto de poemas. No de Mijafl Létmontoy ni de Marina ‘Twviettieva. Sino de Samuel Coleridge. Bl marcador de pi- ginas que utilzo es un sobre grueso con wna larga epistola dentro, Lleva en mi poder veintidés aos. Un vicjo uso, de regreso a casa, ha de evar consigo un recuerdo signlicativo 7 su deus ex machina- La carta no la he lide atin, pero lo hraré. Lo haré, aunque sca la iltima cosa que haga en este ‘mundo, Si, slo sé. Los viejos no deben jurar. Tt y tu madre tenfais toda la raz6n al poner los ojos en blanco cuando me ofais. Un espectéculo ciertamente lamentable, sin la menor gracia: una boca anciana soltando sapos y culebras, con dentadura postiza o sin dientes,y labios medio borrados de tan lamidos. ¥ lamentable porque es una protesta tan niti- da contra las facultades que nos abandonan: decir ejoder, por cjemplo, esa tinica cosa procaz que atin podemos pet- mitirnos. Pero me gustaria hacer hincapié en las propieda- des terapéuticas de las palabrotas. Todos aquellos que han suftido de verdad conocen el alivio que al cabo procuran, hhundic fa cabeza y, una hora tras otra, lorar y maldecit. Dios, mira estas manos. Son del tamafio de tables de que- so, no, de quesos, de quesos enteros, con sus oquedades y sus ondulaciones, con su blanduta, su verdin, He herido a ‘muchos hombres y mujeres con estas manos. EL 29 de agosto cruzamos el Circulo Polar Artico, y hhubo una celebracién muy completa a bordo del Georg! Zhukov. Un acordesn, un violin, una guitar toda enjoya- da, chicas con blusas de la vida alegre, un borracho con pantalones de montar que fingla una y otra vex bailar la danza cosaca y se cafa continuamente del taburete. Yo aho- ra tengo una resaca que, dos dias después, no hace ms que empeorar por momentos. Y 2 mi edad, ochenta y muchos aos ~como suelen decir ahora (en lugar de «casi nonage- narios.' por las connotaciones poco afortunadas que esta 1. En realidad ta expres original, lar ghey, da agar 2 un juego de palabra inesdcible, pues significe canto -litealmente— «il Timor ochenta» camo de new lerslmente- aifinros ochenes 18 Ultima expresi6n entrafia)- no hay lugar para la resaca, sencillamente, Dios, oh Dios... Oh Dios oh Dios ob Dios. No erefa que avin fuera cape de contaminar mi organismo 1a conciencia, Peor ain: he sucumbido, Sabes perfecta- mente a qué me refiero. Me un{ a todos los brindis (nos pusieron un minicontenedor para que pudiéramos romper las copas dentro), y canté todas las canciones. Lloré por Rusia, ysequé mis lagrimas en la bandera, Hablé un mon- ‘t6n del campo de Norlag, de Predposilov-; y hacia el alba empecé a impedir fisicamente que cierta gente abandona- rael bar, Luego hice algunos destrozos de consideracién en ii camarote y al dia siguiente tuvieron que trasladarme a otro, en medio de una ventisca de maldiciones y de bille- tes de veinte délares. Georgi Zhukov, general Zhukov, mariseal Zhukov: servi en uno de suis ejécitas (estaba al mando de todo un frente) en 1944 y 1945. También contribuyé a salvarme la vida ~ocho afios después, en el verano de 1953-. Georgi Zhukov fue el hombre que gané la Segunda Guerra Mun- dial Nucstro barco grufie, como si estuviera echandose al hhombro més cargas y tareas. Me gusta ese ruido. Pero cuando las puertas de la cocina se abren de golpe y chi- rtiando oigo la misica del radiocasete (cuatro por cuatro, tuna vor adolescente gritando cosas sobre descubritse a st rmismo), me hace dafio en los ofdos. A un solo parpadeo de mi ojos, claro est los camareros entran en tromba en la (Gapresén obviamentederfortanadss se a cep, pues scat no ragenarion, porque no parece demasiado ico aoc el longvidad 2 prosimidad dela muerte. (N. del) 19 cocina, Cuando eres viejo, los ruidos te legan como un do- lor. El frfo te llega como un dolor. Cuando salga a cubier- ta esta noche, cosa que pienso hacer, la nieve hiimeda me legaré en forma de dofor. No era ast cuando era joven. El despertar: eso sf dolfa, ya medida que pasaban los dias do- lla mis y mds, Pero el fifo no dolta. (Por cierto, trata de gri- tar y maldecir mAs arriba del Circulo Polar Artico, en in- vierno: las Iigrimas'se te hiclan al momento, y hasta las cobscenidades se vuelven gotita de hielo ycaen con un tin- tineo a tus pies) Te deblitaba, te minaba profundamente, pero no te llegaba en forma de dolor. Respondiaa algo. Era como un reflector haciendo un barrido por el universo de nuestro odio. ‘Ahora ya no es el radiocaset, sino una radio. Levanto fa mano. Eso sf esté permitido, Hoy hemos visto cl co- mienzo del secuestro de Ja Escuela de Enseftanza Media Niimero 1, en Osetia del Norte, Coincidié que algunos de Jos nifios estaban mizando en el momento en que los pis- toleros ~hombres y mujeres~ cruzaron la via del tren con sus pasamontafias negros, y se rieron y los seialaron con el dedo, pensando que se trataba de un juego 0 de unas pric- ticas. Luego la furgoneta se decuvo y el grupo armado sal- 16 al suelo, y ef pistolero con la enorme barba anaranjada dijo: «Rusos, rusos, no tengtis miedo. Vamos, vamos...» Las autoridades dicen que son trescientos o cuatrocientos, pero en realidad hay més de un millar de rchenes ~nifios, padres, profesores~. ¥ por qué estamos ya prepardndonos para algo cercano al peor de los desenlaces posibles?¥ zpor qué nos estamos ya preparando para ese fendmeno que el mundo entero comprende: la torpeza de Rusia? Por qué tenemos las manos tan torpes y pesadas? Qué es To que las astra? Orr café, otro cigarro y subo a cubierta, El vasto te- 20 rritorio siberiano, la inmensidad verde oliva ~te asustarf creo; pero hace que los rusos se sientan importantes; La masa dela tierra, del campo, el tamafio de su parte del pla- neta: eso es lo que nos obsesiona, es0 es lo que subvierts la corduira del Estado... Estamos avanzando hacia cl norte, pero sfo abajo, Lo cual se percibe como anémalo. Desde cubierta es como si el batco estuviese inmévl y Fueran las orillas las que se desplazaran, Estamos quictos; las ofillas fluctdan, cabecean. Eres impelido hacia delante por una fuerza que se desplaza en sentido contratio, ‘Tienes la sen- sacién, también, de que te cietnes sobre los hombros del mundo y te diriges hacia una catarata infinita. Donde em- pezarla Los monstruos.! Mis ojos, en al sentido conradiano del término, dejado de ser occidentales para empezar a ser orientale Vuelvo al seno de una vasta familia de los suburbios. Aho- sa tienen que valerse por s mismos. Todo el dinero tend que ser dividido entre los delincuentes y el Estado. Es curioso. Teclear la palabra «Kansas» sigue parecién- dome tranquilizadoramente bana. ¥teclear la palabra eKras- noyarsk» sigue pareciéndome absolutamente grotesco. Po- defa, porsupuesto,teclear «K.,.», al modo de un escritor de otra época. «Viaj6 a Mou fa capital de Ru» Pero ahora ya tes una chica mayor, «Mosc, «Rusia: no son sitios que no hayas visto nunca. Mi lengua matemna... me doy euen- ta de que me apetece usatla lo menos posible. Si Rusia se 1. Here be oe monster (literalmente: sue aga estén los mons: ‘rvos): leyenda en certs mapas ndutensaniguos queindicaba dén de empernbalodesconocide (om a menudo ilstrada con cibujs de smonstos). (N. de 7) au estd deshaciendo, el ruso ya se ha deshecho, Tardamos mu- cho, gabes?, en crear un lenguaje del sentimiento. El pro- ces0 fue interrumpido al cabo de un siglo escaso, y en la ac- tualidad codas las asociaciones y connotaciones se han perdido. Debo decir que al contar mai historia en inglés todo resulta coherentemente cufemistico, haciéndolo como lo hago, ademds, en un inglés inglés al estilo antiguo. Mi historia sera ain peor en ruso. Porque en verdad es una historia de articulaciones sibilantes y gueutales El testo de mi ser, pese a elo, se esté volviendo orien- tal, se estd rusificando otra ver. As{ que, de aqut en ade- Jante, mantente atenta 2 otros rasgos nacionales: la libertad respecto de toda responsabilidad y escripulo, la defensa enérgica de opiniones y ereencias no sélo irreconciliables sino mutuamente excluyentes, a debilidad por un humor de misera y cinismo, la tendencia a hablar con més pasién ‘cuando se es mis insincero, y la sed de argumentaciones abstractas (abstractas hasta el extremo de la pretenciosidad) en los momentos mds intempestivos—en mitad de una eva- sién carcelaria, por ejemplo, 0 en el punto dlgido de una revuelta del célera o en la fase més sepulcral de una ham- bbruna det Tertor. Bueno, y una cosa, para quitéenosla de encima. No es 1a Unién Sovidtica lo que me disgusta. Lo que no me gus- ta es a llanura curasética del norte. No me gusta la ede mocracia directa, y no me gusta el poder soviético, y no ime gustan fos ares, y no me gustan los sefires feudales mongoles, y no me gustan las dlinastiasteocriticas del vie jo Mosed y el viejo Kiev. No me gusta imperio multiét- nico de la tierra de los doce husos horarios. No me gusta la Janura curasidtica septentrional. Por favor, sf indulgente con mi pequetia excentticidad cen el uso de los didlogos. No estoy siendo ruso. Estoy sien- 2 do singlés», Y¥ me da la impresién de.que no esté bien ci tarse a uno mismo. Digimosl ast Si, en el nivel individual, Venus, bien podtia ser cierto aque dl cardcter es ef destino. ¥ viceversa. Pero en un nivel is general el cardcter no significa nada. En un nivel ms general, el destino es la demografia:y la demografia es un ‘monstruo. Cuando te is bien, cuando examinas el caso uso, percibes las sacudidas de una fuerza colosal, de una fuerza no s6lo ciega sino absolutamente insensible. Como un rerremoto o un maremoto, Hasta ahora no habla suce- dido nunca nada parecido. “Tengo delante de mi, en la pantalla del ordenador, el sgrifico con las dos lineas rizadas que seintersecan, tina rost y la otra aul. La tasa de natalidad, la tasa de mortalidad, Lo llaman la cruz ruse, ‘Cuando mi pats empez6 a morir, yo estaba al: a no che del 31 de julio de 1956, en la Casa de los Encuentros, justo encima del paralelo sesenta y nueve. 23 2. LA CASA DE LOS ENC! TROS Hubo cierta ceremonia por mi parte, recuerdo, en la forma de ensefarle a mi hermano pequefo el lugar donde recibitfa a su desposada. Y digo adesposada». Llevaban ca- sados ocho atios, pero és serfa su primera noche juntos como marido y mujer.. Sales de la zona en direceién nor ts, y al cabo de algo menos de un kildmetro te desv(as har cia la izquierda y subes por el empinado sendlero y cl inve- rosimil rramo de viejos escalones de piedta Y helo alli: més alld, en la cuesta del monte Schweinsteiger, se ala la casita de dos plantas llamada la Casa de los Eneuentros, y, a un lado, su envidiado anexo, una solitaia cabatia de éroncos que era como el reducto de la completa libertad. Sélo una habitacidn, por supuesto: el camastro estre- cho de sibana afelpada y manta gris y pesada como una fsa, el barril de agua con la jatra de hojalara atada con tuna cadena, el cubo paca las deyecciones -impoluto y con una discretatapa de madera-. Y a sila (sin brazos, sin respaldo), y la bandeja de la cena: dos trozos de pan del ta- mafio de un pufo, un azenque entero (ligeramente verde por los bordes) y la gran jatra de caldo flo con al menos cuatro o cinco bolas de grasa florando en la superficie. Se 24 habfan empleado muchas horas en prepatar todo aquello, y muchas manos. Lev silbé. Dije: Bien, chiquillo, hemos hecho un buen trabajo. Mira Santo Dios -dijo Y saqué del bolsillo un termo grucso y corto de vodka, los seis cigacillos (liados con papel de periédico del Esta- do) y las dos vela. Puede que atin se estuviera recuperando de la mia guera de presién y de la esquiladora(tenfa goticas de suddor tencima el Iabio superior). Pero enconces me dirigié la mi- rada que yo conocla tan bien: el rictus triste. con is dos wes invertidas en mitad de la frente, Lo tomé—sin apenas temor 2 equivocarme- por una expresién de duda sexual. Dida sexual esa rémoraexclusivamente masculina. Dime, squerida mia: cpara que sire tal duda? La respuesta utlca fia, supongo,serfa que srve para que nos abstuviéramos de reproducirnos si estabamos débiles o enfermos © éramos, simplemente, demasiado viejo. Quizd, tambien ~y esto se darfa en la fase de concepcién de la idea masculina- po- defa ser que los fiascos ocasionales, o el fiasco como posi- bilidad siempre presente, hayan contribuido a que los va- ones se mantengan castos. ¥ esto sdlo se daria en la fase de concepcién de la idea. Ley, muchacho, le dije. Esto es un maldito paraiso. Y luego le die, com la falta de seguridad que la cosa requerta: No esperes mucho. Ble no espera mucho. Asf que no es peres mucho tit ampoco, El dijo: =No creo que yo esté esperando mucho. ‘Nos abrazamos. Al enderezarme después de agachar la cabeza pata salir de la cabafia vi en el alféizar interior de la 25 ventana algo que antes no habia visto ~y muy agrandado gracias al efecto lupa de un abombamiento del cristal-, Era tun tubo de ensayo, de base redondeada y mantenido en pie en una pequefia peana de madera tallada a mano. Una ti ca flor, silvestre, sin tallo, lotaba dentro de dl, desbordn- dolo una flor de un amoroso tono borgofiz—. ae peat que pel un exetinento sobre aalina, Un experimento poético, tal vez, pero experimento alfin. ' peo El guardia dio un paso al frente y me hizo un gesto con su arma: debfa ir delante de él por el sendero. En direecién contraria se acereaba también escoltada— mi cufiada Aquella manera de anda, su famoso tatnbaleo altivo... Po- nfa el mundo en movimiento. ‘Nos adentrdbamos ya en las cinco semanas del verano 4rtico, Era como si la naturaleza despertara en julio y se dliera cuenta de lo abandonados que tenia sus invitados, YY luego, por supuesto se propusiera subsanatlo con creces Habia algo de demasiado efusivo e histérico en el espec- téculo que montaba a continuacién: el sol, con el disco en- cendido, mirindonos, en alerta constante; la alfombra roja de las flores del campo, los colores, exuberantes pero tan virulentamente iritantes que hacfan que me picaran los ojos: y los regocijados mosquitos, gordos como colibrics. Segui andando bajo una red de mosquitos de todo tama6o Y tipo. Habia, recuerdo, una enorme y brillante nube gris por encima de nuestras eaberas; y su punta ms avanzada pareefa como mellada, y esta a punto de desmenurarse y deshacerse en llavia Recuerdo iden mas- La noche del 31 de julio de 1956: la noche de la ver- dad. sCbmo la pasé yo? 26 Primero, el Café del Conde Kraysttov. En el Café del Conde Krzysztov sucedié lo siguiente: tratando de no reft- se, Kraysztov te servia una taza de jugo de esticol negro y caliente; y, tratando de no refrte, ti te la beblas. Krayszrov me conté, entre otras cosas, que iba a haber una conferen- cia en el comedor a las ocho de la tarde. Sobre Iria. Las conferencias sobre otros patses, sobre todo pafses limttro- fes, siempre tenfan mucho éxito («los maorfes de Nueva Zelandao seguto que no atraia a multitudes, pero cualquier cosa sobre Finlandia o Afganistén llenaba el comodo) Bllo se debfa a que las descripciones de la vida al otro lado de la frontera daban pabulo a fantasfas de huida, Los hombres se quedaban allf sentados, con cara de pasmatlos, como si es- tuuvieran vierido a una bailarina exétiea. Por razones pare~ cidas, la representacin de ms éxito jamas llevada a esce- nna fue una funcién doble: dos anodinas y anénimas y pequetias pieza tiuladas Tres gandules y Kedril el Thagdn. Eran tan populares que solfan representarse casi menstal- mente; y Lev y yo siempre nos abrfamos paso a codazos para conseguir un sitio, Ah, el culto de los Ties gandules y de Kedril el Thagon... ero aquella noche me apeiecla evitat los estimulos. En lugar de esa distracci6n, pucs, busqué algo que me deprimiera un poco. Ast que hice una visita a Tania ‘Nuestro campo era mixto desde 1953 ~afio en que se derribé el muro divisorio- y muchos de nosotros tenla- ‘mos amigas. Conceblamos una amplia gama de nombres genéticos para ellas (como hacfan ellas con nosotros: emi ‘dolon, «mi papattos, «mi Tristins, «mi Dafnis»), y podtas saber mucho de un hombre por la Forma en que se referfa a su chica. «Mi Evay, ami diosa, 0 incluso «mi esposar in dlicaban que se tataba de un roméntico. Otros individuos ‘menos maniticos empleaban todo posible sindnimo de la 27 e6pula, amén'de todo posible sindnimo de la vulva. Pero aunque habia relaciones ede verdad» (embarazos, abortos, y hasta matrimonios y divorcios), el noventa por ciento ~aivfa yo~ eran absolutamente platénicas, Sé que la mia lo cra, Tania era una obrerafabsil,y no habla comerido nin- gin delito politico, Pero habia sreincidido tes veces». Lo haba hecho tres veces: habfa legado tres veces tarde al ta- bajo. Con menos ternura de lo que a primera vista pueda parccet, yo la lamaba «mi Duleineas: como la dueia del Quijote, era en gran medida un proyecto de la imagina- ibn, El amor de un preso por otro podia ser algo de una gran pureza, Habfa, de hecho, enormes cantidades de amor feusttado, de amor irsedento, en el archipiélago de los es- clavos. Declaraciones de amor, esponsales, manos enlaza- das a teavés de la alambrada. Una vez, en un campo de ‘nsito, vi una boda en masa espontinea (con cura inclui- do) de veintenas de perfectos desconocidos, a quienes acto seguido se volvié a separar y conducie en ditecciones con- trarias.. Lo mio con ‘Tania era algo prosaico y banal, Sim: plemente habia descubierto que al tener 2 alguien a quien caidas 6 a quien buscar, apuncalaba mi voluntad de sobre vivir. ¥ eso era todo. Aquella noche nuestra cta no fue ningin éxito. En el campo era algo axiomaético que las mujeres eran més datas y ms resistentes que los hombres. Les débamos listima y hnacfan de madres. También a ti we habrlamos dado léstima y también ti habsfas hecho de madre con nosotros. Nues- ‘ta suciedad, nuesttos harapos, Ia forma en que tbamos c2- yendo en el abandono sin remedio... Eran més fuerte; pero el precio que pagaban era la pétdida de toda esencia femenina, de la ihima gota de su rocio. «Soy al mismo tiempo vaca y toro», escribié la poetisa del campo. «Una 28 iujer y un hombre» Ya no segregaban hormonas. ¥ lo tismo nos pasaba a nosotros. Estibamos ~unas y otros abocados a una tierra de nadie. Yo solla hacer magia con Tania, y reteaba la ctiacura dliciosa que seguro que habia sido cuando era libre. Pero aquella noche, mientras estuvimos sentados durante una hora en los tes tocones dl claro de detris de la enferme- sfa, lo nico que pu sentir fue una especie de fscinacién insensible, Su boca. Su boca se parecla esos jeroglificos grabados que se ven en los muros de las celdas de los soli- tatios procotipicos, en los eémics, en las ilustraciones de las novelas del siglo xIx sobre confinamientos épicos: una It nea horizontal sobre seis rayas vertcales (que representan luna semana més en la vida del cautivo). El tinico impulso «que pudiera ascmejarse a deseo que Tania despertaba en mi eran unas fagaces y apremiantes ganas de comerle los bo- tones de la camisa, que estaban hechos de bolas de pan masticado. Oh, si la texeura de lia de la carne arrebola- dda de sus mjllas, al erepisculo blanco, me hacia anhelat la edscara de una naranja, Una semana después la traslada- ron. Tenia tu edad. Veinticuatro afios. lege la medianoche, y se fue. Cuando Hlegas al cam- po, los siete pecados capitales adopran una nueva configa- facién, Tas pilares en la vida en libertad, la soberbia y la avarica, los echas por la borda al instante y Jos sustituyes como obsesiones desenfrenadas, fuente de insospechados deleites~ por otros dos que antes jamas tuviste en mente: la gula y la pereza. Mientras mi mente vigilaba la Casa de los Encuentros, donde Lev yacfa con una mujer con apa- riencia de mujer, yo yaela solo con los otros tres pecedos capitales: la envidia, la lujuriay la ia ‘Ahora se ofa a mi alrededor el débil pero uneénime so- nido como de unas bocas que salivaban y sorbfen. Incluso 29 podria haberme resultado alentadoramente librico si no hubiera sabido lo que era. Pero lo sabla. Era el sonido de tres centenares de hombres comiendo en suchas. La vida era fil en 1956, Habla suciedad y fro, ham- bre y odio; pero la vida era ci. [dif Vissaridnovich habta ‘mucrto, Beria habia cafdo y Nikita Serguéievich pronun- id el Discurso Secreto." EI Discurso Secreto caus6 una conmocién planetaria, Era «la primera vez» que wn lider ‘uso reconocta las tranggresiones del Estado. La primera ver. ¥ la ltima, més 0 menos. Pero volvetemos sobre elo. Iosif Vissariénovich: conocla su cara mejor que la de 'mi propia madre. Su sonrsa mostachosa de saxgento de r- cfutamiento (te quiero a 4) y sus ojos amarillentos, resen- tidos, montanes, escrutadores desde las sombras del risco olagica Ie quiere at, pero tino le quieres a él, Uilizo la for ma ecortectay, el nombre cristiano y el patron{mico, Venus, para marear distancia, Durante muchos aos esa distancia nno existié. Debes esforzarte por imaginatlo, la repulsiva proximidad del Estado, de su olor corporal, de su aliento ‘en tu nuca, de su mirada estipidamence expectant Al inal sientes sobre todo vergilenza por haber sido tan fntimamente moldeado por semejante presencia, Por un llenaciels y abarcaocéanas como lésif Vissariénovich. Y peleé en la guerra que tuvo con el otro: el de Alemania, Es- 1, Tésif Vissaisnovich es Stalin, lider de Rusia (19282-1953) “Laren Beri ue ef de la Chek, apis wcreta (1938-1953). Ni kta Serotievieh es Kruschev, méximno divigente de Rui de 1953 3 964. No veo el modo de evar este nota. El aurbidgrao haba te ido que renunca asa propia alma me cansea~ pata exribir a pa labea Stalin. 30 tos dos Iideres tenfan ciertas cosas en comin: la baja esta tur, la mala dentadura, el antisemitismo, Uno tenta una ‘memoria excepeional; otro era un orador histético, pero sin duda tremendamente petsuasivo (por lo menos para aguella nacién y en aquel momento). ¥ estaba también, por supucsto, la intensidad de su voluntad de poder: Por lo demas, ambos eran personas grses «No soy un personaje de novelan, dice ef Razumov de. Conrad mis de tna vez (a medida que el pavoroso dilema va materializindose en torno a é), y muy razonablemente, crea, Yo tampoco soy un personaje de novela. Como mu- chos otros millones de personas, mi hermano y yo somos personajes de una obra de historia social wdesde abajo», en Ia era de los seres insignificant y titinicos. Pero la vida, en 1956, era ici 31 3, LA GUERRA ENTRE LAS BESTIAS ¥ LAS PUTAS Mi hermano Lev llegé a Norlag en febrero de 1948 (yo yacestaba all), en el apogeo de la guerra entre las bests y fas putas. Llegé de noche. Lo reconoet al instante, de lejos, entre la multitud, porque un hermano, Venus, de forma mucho més evidente que un hijo, desplaza una cantidad fija de aire. Un hijo crece, mientras que sus padres perma- necen estitcos en el espacio. Con los hermanos siempre persiste la misma diferencia, Me estaba fumando un pitillo con Semyon y Johnteed cen el tejado de la Fabrica de cemento, y via Lev en la fila ‘que estaba entrando en el bloque de desinfeccién, que se alzaba absurdamente expuesto por su enorme bateria de bombillas enjauladas. Cusremta minutos después estaba entrando en fila en el patio. Desnudo, si exceptuamos la malla de grueso ungilento blanco aplicado con manguera, para la eliminacién de pequefios bichos: el cfustico fuego que generaba en la superficie de la piel no servia en abso- to para liviar el emblor galvén ta grados bajo cero. Dio un traspié (tenfa ceguera noctur- na), cay6 al suelo y se quedé a cuatro patas, y el fifo se apoders de él: parecfa un perro sin pelo sacudiéndose para 20 causado por los trein- 32 secarse, Lugo se levants, ¥ se quedé allf quieto; prote- giendo algo en las manos ahuecadas ~algo precioso—. No Fue el afio en que los poderes tutelares perdicton el monopolio de la violencia, Fue un tiempo de salvajismo es- pasmédico, en el que las bestias arvemetfan cont las pc tas y las putas arremetlan contra tas bestas. Las Facciones dispontan de sends talletes de herramientas; y ello fij6 la t6nica de sus enfrentarmientos: concienzudos trabajos con fa llave inglesay los ilicates, la barra y la palanea, el torni- lo de banco, el punz6n, el torno, manfacos martllos neu- miticos, atroces cinceladoras, En el momento mismo en que Lev cruzaba el patio en direccién a la enfermerfa, nos llegaroin a través de la nicbla los gritos ensordecedores des dela entrada de la fibrica de juguetes, donde dos bestias ‘cupimos luego) estaban siendo eastradas por tha pandilla de putas armadas con seguctas, en venganza por un cega- rmienco de aquel mismo dla La guerra entre las bestiasy las putas era una guerra ci vil, porque tanto las bestias como las putas eran urkeas Subgrapo social de criminales hereditatios, los urkas te nian varios siglos de existencia ~de una existencia invisi- ble-. Fran fugitivos en dos sentidos: hufan y estaban all borde de la extincién. Fuera,en la tierra dela libertad, po- dian verse muy raras veces, y con bisofio asombro, como verla un nif esas figuras medio escondidas entre bastido- res en un circo © una feria: un mundo de hermanos siame- sesy de tritones y de mujeres barbudas, de monscruosos ea tuajes y escarificaciones, un mundo de caos eodificado. A veces también era posible ofles:en una calleja de Mosc te podias quedar pettficado de repente: el silbido urka, es candalosamente agudo (que implicaba estabas seguro un uso indecente de la lengua). En el exterior, los urkas eran 33 una fantasmagética clase inferior. Bn los campos, claro std, formaban una conspicua y vociferante dite. Pero aho- ra estaban en guerra. He aqui cémo se distribufa el poder en nuestra granja de animales. En Jo ms alto estaban los cerdas, a clase su- balterna de administradores y guardias. Detrés venfan los turkas; onsiderados «elementos socialmente afectoss, go72- ban del estatus de individivos leales que, ademas, no traba- jaban. Debajo de los urkas estaban ls serpientes: los infor- adores, los «uno de cada dicz, y debajo de ls serpientes estaban las sanguijuelas, los defraudadores burguescs(flsi- ficadores y malversadores y gentes de esa aya). Cerca de la base de li pirimide se hallaban los fascstas, los contra, los del articulo cincuenta y ocho, los enemigos del pueblo, los politicos. ¥ luego tenfas alas dengostas, ls juveniles, los pe- «quefis calibanes: hijs ilegitimos de la revolucién, cl des plazamienco y el terror, eran los huérfanos salvajes del ex- perimento sovitico. Sin sus leyes y protocolos sin sentido, los urkas habrian sido iguales 2 las langostas,sdlo que més grandes. Las langostas carecfan por completo de normas.. Finalmente, tirados en el polvo estaban los comemserda, los que estaban en las tltimas, los més miseros; ya no podian trabajar, y tampoco seguir soportando la tortura del ham- bre, ast que lo que hacian era pelearse débilmente por ba- zofias y basuras. Como mi hermano, yo era un eelemento socialiente hostile, un politico, un fascista. Huelga decir que yo no era fascsta. Yo era comunista. Y segut siéndolo shasta primeras horas de la tarde del 1 de agosto de 1956. Habia también animales, animales reales, en nuestra gran: ja animal. Petros. La guerra civil de los urkas fue consecuencia de la ren. tativa de Mose de minar tanto el poder urka como su ociosidad. Su polftica consistfa en promover avin més a los 34 urkas: en dale, 2 cambio de ctimplir con cirtas tareas, aga y privilegios parecidos a los de los subalternos. Las putas eran los urkas que querfan dejar de ser urkas para converttse en cerdos: la bestias eran los urkas que querfan seguir siendo urkas. Al principio, cuando empezs la gue- 1a, nos dio la impresién de que iba a venirnos bien. De pronito los urkas tenfan. algo que hacer con su infinico tiempo libre “en lugar de torcura fascists, su actividad primera~. Pero ahora la guerra entre las besiasy las putas estaba fuera de control. Al perder el monopolio de la vio- lenca, los cerdos aplicaron atin més violencia. Habia una ferocidad y aleatoriedad en ef ambiente que emperaba a percibirse casi como abstracta ‘Venus. Recucrdas lo decepcionada que-te sentste con los cocodrilos en el reptilario del 200 porque dlos lgartos no se movian jamdss? Imagina esa quictud hibematoria, ese éxtass fétido, ¥ de pronto un latigazo, una convulsin de instancaneidad fantética: y al cabo de medio segundo uno de los cocodrilos est en una esquina, rigido y medio -muerto por el shock, y sin la mandibula superior. Pues ad cera la guetta entre las bestiasy las putas. Ahora bien, cuando hablo de esto ~aqut y en otros momentos-, de Moset y sus ~asf llamiadas~ politicas, lo hhago con la seguridad del conocimiento de causa retros- pectivo, Pero entonees no sabfamos lo que estaba pasando. Jamés tavimos la menor idea de lo que estaba sucediendo, El primer dia de Lev (pasar la mayor parte de Al con los eximenes médicos y la asignacién de trabajo) fue tam- bign el dia mensual de descanso. Me acerqué a l por detris. Estaba en el patio, sentado cen el muro bajo de piedra donde un dia estuvo el poro, con 35 las rodillas juntas y los hombeos hundidos.‘Tataba con sumo cuidado sus lentes rotas, intentaba dar crédito a sus ojos. . AY que es lo que estaba viendo? Lo més dificil de asi- ilar era la ercala de las cosas la desmesurada cantidad de ‘espacio necesario para contenerlas-, En su linea visual ha- bia cinco mil hombres (y dien veces mds los lados, mas alld, deteés). Caando te acostumbrabas a ello, tenlas que hacerte a la idea de estar viviendo en un sitio parecido:a tuna base militar, donde alos reclutas los habfan sacado de tuna expantosa casa de indigentes locos. O de un espantos0 hospicio para indigentes. A la nari ya l boca te legaba el aliento hnimedo del campo, de Norag, y, de mas lejos, el cemento fresco de la novisima ciudad értica, la monumen- tal dentadura postiza de Predposilov.¥ al final tenfas que absorber y aceptar la agitacién incesante, la danza demen- te de los insectos palo... la furia nerviosa del entorno. Dije: No te des la vuelta, Dinitiko. ‘Nunca més volver a llamarlo asi, No eran tiempos de diminutivos. Nunca lo habfan sido... Un administeador de campo que permitiera que dos familiares se viesen el uno al otro ~y no digamos encontrarse y hablar; y no digamos vivir en ef mismo lugar durante casi diez aios~, serfacasti- gado por lenidad criminal. Por otra parte, no necesitdba- mos ser maestros en simulacién -o al menos as{ me lo pa recla a m&- para evitar que se nos notara demasiado. Eramos medio hermanos, con apellidos diferentes, y por completo distineos Fisicamente. Resumiendo: mi padre, Valeri era cosaco (y edisuclto» como tal cosaco en 1920, cuando yo tenia un afio). El padre de Lev, Dmitri, era un ‘ampesino con posibles, o kulak(y sdisuelto» como tal ku- lak en 1932, cuando Lev tenta tres aios). Los genes de los padres habjan resultado dominances: yo media uno ochen- 36 tay site, y tenia el pelo negro y espeso y facciones correc «as, mientras que Lev. Parece que seré mejor que To deseriba ahora, atu me- dio, to, para preparar el terreno para la bomba que te es- pera poco mas alli de la pagina siguiente. Habla algo como de palurdo, algo casi trogloditico en las asimetclas de su cara cra como si las facciones se le hubieran juntado sin la ‘menor atencién, como a oscuras. Hasta la oteas parecfan pertenccera dos personas completamente diferentes, Pode decir de ella lo que se quiera, pero no hay le menor duda de que mi nariz es una nari, miencras que la de Lev era una mera protuberancia. Y.cuando lo mirabas de peril, te preguntabas: zs0 cs la barbilla o la nuez? De chico era bajo, muy'delgado,y enfermizo, un crfo que mojaba la ‘cama, tartamudo y con gafas con cristaes de dos dedos de sgrueso, Lo tinico que tenfa era Ia sontisa (en el desastre de aquella cara habitaban los diences de una mujer hermosa) Y unos ojos zzules lenos de vida, los ojos de la éntelgencia St, rotundamente: de un set iniligente. Dije: No te des la vuelta. Y cuando lo hagas que no se note que te alegras de ver a tu hermano mayor. Se irgui6; se alej6, dio un rodeo y volvié a entrar en mi campo visual. Por espacio de un instante no fui capaz-de in- texpresar la expresién autoindulgente de sus ojos ligera- mente entornados. Parecta, en aquel trance, alguien senci- llamente ajeno. Después de la cde! y los interrogatorios, al cabo del trslado, muchos de los recign Ilegados habfan per- dido yal juicio, y emt que mi hermano fuera uno de ellos. ~Adivina lo que me ha pasado ~dij. Dije, paciente:"Te han arestado =No: bueno, sf, Pero no. Me he easado, Felicidades, dije. Asi que por fin has dejado prefiada a la pequetia Ada... 0 era la pequefia Olga? 37 No me contest. Mirale los ojos shora ~son los ojos de tun Viejo Creyente-. Parte de su mente estaba en otra par te, danzando consigo misma. Era claramente un gran fle chazo: un Grand Slam del amor. Te ha pasado ati alguna vez, Venus? El color del dia cambia de pronto y se vuelve sombra. ¥ sabes que vas a recordar ese momento durante cl resto de tu vida, Entonces, con una terrible contraccién, del coranén, dije: No con Zoya. El asintié con la cabera = con Zoya, Hijo de puta, die. Me di por el patio. Al cabo de unos instantes, me alejaba yo dando tum- bos, encorvandome y enderez4ndome, sacudiendo la cabe- za, rascindome el pelo, cuando senti que me aleanzaba y segufa andando a mi ado. ~Lo siento, Por favor, no me odies, Lo siento tanto. No, no lo sientes. Me volvl. ¥ con la crueldad bien aprendida de un hermano mayor (prolongando al maximo Ia sonoridad del monoslabo), dij: ¢ Ti? Aspiramos con avid el aire y miramos hacia el sector central del campo. :¥ qué vimos? En el espacio de eres mi rutos vimos a una puta petsiguiendo a toda velocidad a tuna bestia con un azadén ensangrentadlo en la mano, a un cerdo golpeando metédicamente con un garrote a.un fas- cista hasta derribarlo, a una serpiente haragana rebandndo- se los dedos de la mano izquierda que le quedaban, a una pandilla de langostas enfangando a un vicjo comemierda en un montén de estiéreol, y por Gltimo a una sanguijuela que, con los dientes hacia fuera, en Angulo recto con las en- cas (escorbuto), hacta denodades esfuerzos por comerse tno de sus zapatos. vuelta y eché a andar 38 Lo susurré: Lev y Zoya se han casado, Si logro sobre- vivir a eso, no moriné jams. No, hermano, no mosis jams Suspirando con herofsmo, afiadi con vor cara: Y ti podeés sobrevivir a exo, Tendrés que hacerlo 39 4, ZOYA Caando un hombre exalta categéricamente a una jer, ysélo a una mujer, y esobre todas las mujeres», puedes estar seguro de que estis delante de un miségino. Ello lo faculta para pensar que las dems son una mierda. Ast que {qué say yo? Has consumido tu parte alfeuota de novelas rusas: cada ver que aparece un nuevo personaje, hay un pa 16n en el capltlo y de pronto te ves leyendo la historia de sus abuelos. Esto ‘ambién cs una digresién. Y de content do sexual. Ast que hante un favor y vete a buscar una foto- graffa enmarcada que hay en mi escitorio y ponla derecha ante ti mientras lees. No quiero que pienses en cémo soy ahora. Quiero que pienses en aque teniente de veinticinco afios que tira la gorra al aire el Da de la Victoria scucha, En Rusia, después de la guerra, habla una gran excasez de todo, hasta de pan. Hubo, en efecto, una gran hambruna después de la guerra, y murieron dos mi- llones mds de personas. Habia, también, escasez de hom- bres. Bueno, tambin habla escasez de mujeres (y de nits, de viejos), pero la excasez. de hombres fue tan extrema ‘que Rusia jamés logré recuperarse de ella: la despropor- cid, hoy, es de diex millones. Asf que eran tiempos co- 40 rruproramente buenos pataser varén en Rusia, después de la guerra, sobre todo si eras un soldado guapo (y herido) llegado del frente, como era mi caso, y de vuelta en el gran pozo de-grativud'y alivio -méxime ctando, como yo, ya ras un'ser corrupto~. Mis manejos con las mujeres, lo ad- mito, eran erueles e impiidicos y desleales,y solipsistas has ta dl punto de la malevolencia, Mi comportamiento tiene 4quizd wna explicacién Ficil: en los primetos tres meses de 1945 violé a montones de mujeres en lo que pronto seria la Alemania Oriental. Me vendefa de perlas el que, en este punto, pudiera orientalizar tus ojos occidentales, tu corszén occidental, Los soldados rusos violaban a toda mujer alemana de ocho a ochenta afios, escribié un testigo. «Ere un ejército de violadores. ¥, sf, yo avanzaba con ese ejército de viola- dores. Podia ampararme en los niimeros, y diluirme en el grupo de camaradas; porque sabemos, Venus (el estudio clave es EL batallin 101), que los maestros alemanes de iediana edad, casi sin excepcién, preferfan ametrallar a mujeres y nifios durante todo el-dia antes que pedir un cambio de destino y enfrentarse a las consecuencias. Las consccuencias no eran cl castigo oficial, como que los en- viaran al fence, o incluso que los marcaran con la desa- probacién oficial las consecuencias eran unos cuantos dias ‘molestos entre sus compaficros antes de que les egara el cambio de destino —las palabras ésperas, los empujones en las colas de la comida. Ast que ya ves, Venus, el grupo de camaradas puede hacer que la gente haga cualguier cost, y jue la bags un dia sly otro también, En el ejécito de vio- Jadores, todo el mundo violaba, Hasta los coroneles. Y yo también violé Hay otra circunstancia arenuante, a saber: la Segunda Guerra Mundial, y cuatro afios del frente més sucio de la 4l guerra mas sucia de la historia. No me apliques tina role- rancia cero ~politica que corresponderia a un pensamiento ceto- Te pido que no apartes la cara hacia otro lado. Pa> gud un precio, como te he dicho, y ain tengo trabajo que hacer -un trabajo espectfico para pagarlo cabalmente. “Tengo trabajo que haces, y lo haré. Sé que lo haré, Ast que te pido, Venus, que sigasleyendo, y que de momento te li- mites a tomar nota de eémo va formtindose cierto tipo de naturaleza mesculina. Yo era un jovensmelo vergonz0s0 y aficionado a los libros que busca su forma de ser en la dé cada de los afios tinea (tiempo de catistrofes y de terror generalizado pero también, si me permites, de vigilante ‘mojigaterfa desde arriba), y per la viginidad con un ama de casa silesiana, en una ranja de carretera al cabo de una persecucién de diez minutos. No. No: fue una iniciacién bendecida por los mejores auspicios. Afiadiré, con espfritu pedlagégico, que la mutacin del flo en arma, en la victo- Fia, es un fenémeno antiguo, un hecho que volvimos a ver manifestarsea gran escala en Europa en 1999. En mi fren- te, en 1945, muchas, muchas mujeres fueron ascsinadas ademés de violadas. Yo no maté a ninguna mujer, No en- Estoy a punto de describir a una jovencita extraordi nnariamente atractiva,y la experiencia me dice que no va a gstate, porque eso es [o que ti eres también, Estoy segu- ro de que piensas que has evolucionado y te has ibrado de ello ~de la envidia-. Pero la evolucién no es cosa de una tarde, ¥ la experiencia me dice también que una mujer atractiva no quiere ni oie hablar de ora mujer aractiva. Y aiin te va a resultar més problematic, quizé, por el hecho de que va a despertaren tun dnimo protector hacia eu ma- 2 dre, lo cuales natural, Asf que te invito a ponerte en la pie! de cualquier fémina contemporinca de Zoya, Tenia dieci- nnueve afios, y, ya desde el principio, su reputacin era fran- camente terrible, Seguro que eso te anima. ¥, aun ast las corras chicas la vefan como un ser excepcional. Instintiva- ‘mente la disculpaban, pues vefan en ella una figura de van- guardia ~Lesprit fore. Vivla més que ellas, pero también sufrla més que ella; y les mostraba posibilidades Solfa decirse que Mosci era el pueblo més grande de Rusia. En los artabales, en invierno, habfa pequetios sen- dderos en la nieve que comunicaban cada casa con las para- das de tranvia y ls tiendas de comida (Leche, dectan los le- tretos), y la gente andaba de un lado para otro atrastrando los pies como risticos, con sus abrigos cortos de piel de bo- rego, y parecfa que en cualquier momento ibas a ver un rmamut 0 un iceberg. Pero es un recuerdo de la nifex (hoy dla no hay leche). El panorama cambié:-una maraia pri- ritivaen Ja que se habsan incrustado varios altos hornos y fundiciones y fAbricas de gas y curtidurfas en medio de las, casitasy los empedrados. ‘Tenfamos un pueblo dentro del pueblo (el discrto del sureste conocido como El Code), y cuando Zoya entré en dl en enero de 1946, cayé como un rapapolvo contra las condiciones imperantes a falta de co- rida y combustible, la fata de libros, ropa, cristal, bombi- Was, elas, ceilas, papel, goma, pasta de dientes,cuerday sa, jabén. No, més: era como un acto de desobediencia ci vil. Zoya era temerariamente Hlamativa,y judla -usi blanco natural para la deauncia y Ia derencidn—, Porque asf era como se resolvian en mi pats desde hacta silos los resent rientos y las envidias. As{ era como podia resolverse de forma maravillosamente simple, por ejemplo, un etrdngu- Jo amoroso». Una llamada telefonica andnima, o una carta sin firma a la policia secreta, Te lo esperabas de un mo- g mento a otto, pero abt seguta ella dfa tras dla, no en el ‘campo ni en prsién sino en Ja calle, con la misma sonrisa, Jos mismos andares. Y me sorprend{ a mf mismo: yo, l violador heroico; ‘con todas mis medals y mi insignia amarilla. Mi primer pensamiento no fue el primer pensamiento habitual en mé cualquier vatiante de Cuando pueda le arvanco la repa~ No. Fue éste: :Cudntos poctas se quitarin la vida por ti? Zoya no era un gusto adquitido, Su cara era original (més turca que judia, de nari. que apuntaba hacia abgjo, no ha- cia fuera; la boca inusitadamente ancha cuando se rela 0 Iloraba), pero su figura era como un lugar comiin: alta y ampliay con cincura de avisp. Todo macho estaba conde nado a recibir su mensaje, Lo sentias 2 todo lo largo del e- pinazo. Desde el goffillo dela calle que le rogaba que le de- jara levarle los libros y cogede de la mano hasta nuestro peélido y anciano cartero que cada mafiana se paraba y Ia miraba detenidamente, con la boca més abierta de un lado que de otro y un ojo cerrado, como si estuviera mirando por la mira de una escopeta. Quiz lo més singular ¢ increfblemente maravilloso en ella era que tenfa su propio piso: un stico del tamao de tuna plaza de aparcamiento, dos plantas més atiba del piso de su madre, pero con escaleras y puerta independientes. Una chica de diecinueve aios, en Moses, que tenia su pro- pio habitéculo: el equivalente, Venus, de una chica de die- cinueve afios que en Chicago tuviera su propio yate. Podias verla entrar en él porla noche, con un hombres podias ver- la salir de 41, con un hombre, por la mafiana. Y habia algo mds. No te lo creens, peo dadas ls circunstancias no pue- do pasarlo por alto. Uno de los rumores més maledicentes que corrian sobre lla ra que, antes de cada relacién con tun hombre, hacia no sé qué suerce de ablucién hasidica 44 ‘que la protegla contra el embarazo. Este, entonces, ra st modo personal de llevar a cabo:la querencia judta de ma- tata bebés cristianos. Por supuesto, no habfa anticoncepti- vos en la Rusia de 1946. Y, como tus potenciales amantes te tecordaban de forma monécona, la pena por aborto (bastante leve, dados los patrones imperantes) cra de dos aos de cétcel Sabemos muchas cosas sobre las consecuencias de la violacién ~para la violada, se entiende-.Pero se ha peisa- do muy poco en las consecuencias de fa violcién para el violador, lo cual es comprensible. En la peculiar repercu- sién de su tristeza poscoito, por ejemplo; no hay animal nds triste después del ayuntamiento carnal que el. viola: dot.. En cuanto a los efectos a mis largo plazo, blo hoy cmmpiezo a entender los que se obraron en mi persona. He qu! la forma mental que adoptaron: no podia ver a una Iujer en su cotalidad, intacta y entera. Ni siquiera podia ver el cuerpo femenino como un todo, Ahora bien, Zoya hhacfa gala de un escandaloso abanico de dones fisicos, y mi estilo con ella habria sido atomizarlos: hacet lo que Mar- vell hizo con su recatada amante (recuerda que hasta sus pechos debfan consideratse por separad), despedazarlaso- bre la losa de mérmol, poner una etiqueta con el precio en cada parte, Asf era como mi mente trataba el asunto. Di- gamos, para resumir: Zoya, a diferencia de stodas las de- ‘ms», era a mis ojos indivisible. ser indivisible era su ras- 0 constitutive més importante. En cada accién ponta la totalidad de su ser. Cuando caminaba, todo se le bambo- leaba. Cuando refa, se agitaba encera. Cuando estornuda- ba... te daba fa impresién de que pod'a pasar cualquier cosa. Y cuando hablaba, cuando discutfa y se oponta a algo, desde cl otro lado de una mesa, se inclinaba sobre ella Y eecutaba una danza del vientre sedente de la refuraci. 45 Y¥ como es natural yo me preguntaba qué otras cosis harfa de esa forma, con ia toralidad cle su cuerpo. Eramos veci- nos, y también compaieros en @l Técnico, el Tnstituto de Sistemas, donde ella estudiaba con el grupo judo. Yo tenta veinticinco alos y ella diecinueve. Y Ley, por el amor de Dios, todavia estaba en la escuela, Le hacta regularmente un recado a su madre, a vieja Bstet, que consistfa en llevarle algo de comer al rabino es- ctofuloso que yacta rezando y muriéndose interminable- mente cn cl sétano de nuestro edificio. La viniea manera de llegar a l era a través de a planta baja, bajando por la e- calera en espral que empezaba justo al salir de nesta co- ina. Los escalones de hierto estaban a menudo cubiertos de hielo, y después de un par de resbalones -y ante mi ‘marcial insistencia~ se avino a regafadientes a que la pre- cediera salers abajo cogida dea mano. No es eas Iuto capaz, de mantenerse en equilibtio sobre los pies, y lo subfa, Mucho después, Lev aprenderia que Zoya carecta de ciettas destezasespaciles, de ciertas disposiciones natura- les, porque, de nifa, nunca habia aprendido a gateat.. A la puerta del s6tano siempre me dedicaba una sonrisa de gratitad, y yo siempre me preguntaba eudl seria la fuetza, la fuerea que me impedta rodearla con mis brazos, o inclu. 0 mirarla a los ojos, pero la fuerza estaba alli, y era una fuerza muy poderosa. Llimame cuando quieras volver a su- bir, le decta, Pero ella nunca lo hacla. Por su aspecto, a ve- ces, yo dirfa que subfa aquellas escaleras a cuatro patas Una noche of su vor, lejana y ronca, llamiindome a gritos. Sally la cogé de la mano, una mano sorprendentemente cdlida, Dios, dij al llegar alo ako, romper Ia erisma, Ella sonrid como con ansia, dijo: ‘que esta ver m 6 “Hay que ser una maldita cabra montesa para subir hasta aqut arriba. Nos refmos. ¥ supe que estaba perdido. Si, Venus, en ese momento mi fascinacién desesperada se convirtié en amor fulminantes y lleg6 a mi como uni ho- nor. ‘Tenfa todos los sintomas del trovador: no comfa, no dormfa, y suspiraba casi cada vez que aspiraba el aire. ;Te acuerdas de Montesco padte, en Romeo Julieta’: Mi me- Iancélico hijo huye de la luz» Ast es como me sentia: me- Fancélico, inerefblemente melancélico, Con esa melancolfa que sientes cuando, después de toda una hora entera de Ii- char por eu vida en un mar andrquico, la matea te expulsa con fas olas y te deposita en la arena, y sientes la gigantes- ca atraccidn del centro de la tetra. Todas las mafianas me preguntaba eémo podta soportar mi peso la camiaen la que dormia, Kseribfa poemas. alfa por la noche a caminar, Me gustaba quedarme de pie en medio de las sombras enften- te de su casa, bajo la lluvia, en el aguanicve, o -me gusta- ba més~ bajo una tormenta eléctrica, Cuando la petsiana seguia subida sabjas que ibas a seguir alt hasta que ella la bajara ‘Una vez via un hombre apoyado sobre el marco de la ventana, con una eamiseta interior que le dejaba las axilas insolentemente a la vista, y la barbillalevantada, Tenta ce- los y todo eso, pero al mismo tiempo estaba tremendamen- te excitado, Eso es, Podia enfurrufarme y estar triste, pero ri obsesidn era indubitable y bérbaramente carnal. Incli- 0 confesaré que, aunque en el fondo no le daba ningin cexédivo, me encandilaba mucho la historia de la ablucién profiléctica. Yo estaba acostumbrado a cierto patréns ma nnoseos a medio vests, confusos tratos de muslos,secuelas de resoplidos (cosas que sucederfan en escaleas, en calljo- nes y et ruinas de bombardeos; © encima de una alfombra 47 © contra unna:mesa, con la familia en pleno amonténada al otro lado de una puerta cerrads con Ilave. El alivio «oral, de medio minuto de duracién, era cl acto sexual que la ne- cesidad convertia en més frecuente. Y consigno esta obser- vacién final (muy vulgar, pero no enteramente gratuita) con espiritu pedagégico, porque muestra cémo las muje- tes, hasta en sus intercambios més {ncimos, se hallaban ‘marcadas por la realidad socioeconémica. En los.afios de la posguerra, no habla mujeres que éno ragaran» en la Unién Sovietica, Ni una sola. Sin exe pequefio Roreo de entusiasmo, la atmésfera se- ual se volvfa de coercién: mi insistencia sin gracia, la st- i6n vacilance de:aquellas a quienes solictaba. Ast que en la pequeta tore de Zoya, bajo su cima de bruja, de apa- gavelas, aguardaba algo mis Futurista que l consentimien- to de la fémina o inchiso su abandono. Me tefiero a la lu- juriafernenina ~Sabes lo que pareces euando estés con ella? Lev dijo esto ~pensé con disimulada malevolencia: yo scababa de rechazar su offecimiento de una pattda de aje- dez.con un abstraido movimiento de la mano que indica- ba cierta imputacién de frivolidad. Ast que me preparé para lo que iba a oft. =Si quieres te digo lo que pareces. El, con diecisieteafios, sabfa mucho mas de chicas y tenia mas escarceos amorosos que los que yo habia tenido a1su edad, Y también sus amigos. Ademds, la escasez de vi- vienda se vela compensada ligeramente por la eseaser de genes habia apenas algo mis de espacio y aire (aunque munca estuve muy seguro de hasta dénde llegaba Lev en aquellos intervals de reclusi6n con sus vatias Adas y Ol 48 s..) El tempo de la edad se estaba acelerando, o al me- nos se detecraba esa tendencia, Uno no puede verse a sf mismo en la historia, pero ahi es donde esti: en la histo- ria; y, después de la Primera Guerra Mundial, dela Revo- lucidn, el Teor, la hambruna, la guerra civil, ebezrory la hambruna... y ef terror de después, y la Segunda Guerra Mundial, la hambruna subsiguiente, habia un sencimien- to de que las cosas no podian sino cambiar. La insatis «OK» Lo que esttis diciendo, con esos «OKs, es lo siguiente: de ‘momento no.me he ofendido. Ain no me habéis hecho ‘ninguna afrenta, Nadie ha sido humillado hasta ahora. ‘Una generalizacién podria entenderse como un inten to.de estereotipo, y eso no podemos admitirlo. Yo estoy en el otto extremo. Yo adoro las generalzaciones. Y cuanto iis abarque, mejor. Me muero por las generalizaciones de ifs amplio abanico. ‘Vuestra ideologia -por si a alguien se le ocurre pre- guntar~ es el Occidentalismo. Y de nada os servirfa aqul Ahora, a-mediodla, los pasajeros y la tipulacién del Georgi Zhukov estin desembarcando en Dudinka con todo cl triunfalismo que les permite su niimero. La megafonia atruena, y mi resaca y yo bajamos por la pasarela al com- pois de una briosa marcha militar. Ya eso esa lo que se pa- fece un puerto: a una loca banda de mtsica, con sus em- budos y sus pitorros curvos, sus sirenas y bocinas, y, a ‘media distancia, los timbales de las cubas de almacenaje. Pero esto es diferente, Esto es un Marte de herrumbre, de variadas concentraciones y tonalidades. Algunas de las superfcies se han atenuado hasta un modesto tono albari- coque, después de perder fos moluscos adheridos y otras asperezas. En otras el tono es de sangte arterial recién ver- tida, recién seca, El éxido hicrve y se tiza, y la quilla del ttansbordador un poco hundide de proa reflge en el agua con una furia personalizads, como sila oxidacién fuera un crimen que a uno pudiera imputérscle. Bambolesndome y renqueando sobre el bastn, pien- so en aquellas palabras més 0 menos ridfculas ~que vienen del griego— que nombran los miedos irracionales, muchas 69 de las cuales describen rastornos més 0 menos ridicules: antofobia (miedo a las flores), yogonofobia (a las batbas), deipnofobia (alas cena), trscaidecafobia (al nero tre- ‘). Sf, son almas sensible, Pero existe una fobia al dxido (ofobia), y creo que yo la tengo. Tengo iofobia, Bs un tras- torno que a mf ahora no me resulta en absoluto ridicule ni en absoluto ieracional-. La herrumbre es el fracaso del trabajo del hombre. El proyecto, el empefio, el experimen- to: un fraeaso, un abandono (sin siquiera adecentar lo que se deja detrés). Un estupor de satisfaccién con uno mismo: de ese es- tado en el que se ha de estar cuando fa vida llega a su fin Y no en este estado: no en mi estado. No es la muerte lo que parece tan pavoroso, Lo que me asusta es la vida, mi propia vida, y lo que atin me espera ‘Hay tna carta en mi bolsillo que atin no he leido, Los grandes errors... Llegas a un punto en el que los tiendes aun lado y se duermen. ¥ es enronces cuando los pequefios errores despiertan-y muerden con sus dienteci- los ruines, Lo que me resulta enojoso ahora es la mojigaterla dic- sada por el Estado que imperaba en la década de 1930, mis atios de adolescencia; mi punto de partida, pues, pudo ha- ber sido mucho mds amable. Me veo con emocionado afecto volando la cometa con Katia, buscando setas com Masha, desizindome en tinco con Bronislava... el primer beso, el primer amor. Pero el Estado no lo iba a permite, EL amor libres estaba oficialmente clasficado como wna deformidad burgucsa. Era lo de elibre» lo que en realidad no les gustaba. Pero tampoco les gustaba lo de «amor» ‘Apenas este mismo afo ha sido ala luz una suerte de 70 estampa de las costumbres sexuales dela corte de TésifVis- satidnovich. Y a nadie sorprende que lo que se ha puesto de manifiesto es que la energia revolucionaria tenfa su di- mensin erética. Hl cfrculo del Kremlin era, en pocas pala: bras, un avispero de adulterio y de derecho de pernada, Era como la comida y el espacio para respirar. Ellos po fan tenerlo. ¥ nosotros no. ¢Por qué? El'sexo no es un re: caso finito y el amor libre no cuesta nada, Pero el Estado como creo que sefialé Nikita Serguéievich— querfa dar la impresién de que Rusia era ajena al conocimiento carnal. En expresién sencilla y Hana, vendrfan a deci: ¢De qué va En el muclle espera una pequefa flota de monovolt- imenes para llevar a Predpositov a los pasajeros mds impa- cientes: No, no somos muchos; lamentablemente, somos sélo unos pocos. El tour del Gulag, me dijo el sobrecargo con un indulgente encogimiento de hombros, siempre daba pérdidas ~y acto seguido hizo como que bostezaba~. De forma parecicla, en el vuelo desde la capital a mi punto de embarque, of claramente a una azafata referrse a mi (lla y tuna colega estaban preparindome lo que habia pedido de bebes) como vel pelmaro del Gulag del 28». Conforta com. probar que su indiferencia ance la esclavitud rusa ~abolida, es cierto, apenas en 1987~ ha ido calando hasta en la casta del turismo, Dejé que la azafata se fuera de rositas. Si mon- tas una bronca en un avién en los tiempos que corren aca- bas con quince balas en la cabeza. Pero el sobrecargo indul gente (muy curtido, muy enriquecido) sabe hoy que tiene delance a un hombre que ain malice y lora, que tiene de- lance a un hombre que atin odia y se enciende, Decimos adiés a nuestros compafieros de travesia y me 7 quedo solo en ef muelle. Quiero legar a la ciudad drtica como la primera vez, y voy coget el tren. Al eabo de diez 0 quince minutos, y al cabo de unos cuantos juramentos (aunque sin regateo), un estibador razonablemente sobrio se aviene a llevarme a la estacién en su camién. Qué me pasa; por qué tanta maldicién y tanta propina? Qui lo hhago porque quiero que mi conducta sea ejemplar. Mis transgresiones de las normas son frecuentes, es cierto, pero al menos siempre me muestro presto a reparatls, a pedir disculpas en forma de dinero contante y sonante La luz incierta del Artico ~caigo en la cuenta hace {que mi reloj corporal funcione demasiado répido 0 dema- siado lento; todos los dias siento como si me hubiera le vantado en plena madrugada o ~para mi vergiienza— hu- biera dormido hasta muy tarde. Los colores de los coches tampoco me parecen completamente norinales; es como si no fueran los de siempre sino vistos al alba bajo a lz de las farolas. La resaca no se me ha pasado. Todos los edifi- cios, todos los bloques de techo plano y media altura se al- zan sobre pequefios y fiemes pilotes que se hunden en el permafiost semihelado y en el lecho de roca. Es el mundo de los huecos inferiores La ceorla googrifica de Lev sobre el destino de Rusia no la sustentaba s6lo él, sino que en la actualidad era com- partida por varios historiadores serios. La llamura eurasidti- ca septenerional, con sus temperaturas extremas, su suelo nada generoso, su leanta de las rutas comerciales meridio- nales, su falta de otro océano distinto del Artico.s y el Es- tado ruso, con su expansién compulsiva y autoprotectora, su imperio territorial de veinte naciones, sus fronteras de dimensiones continentales... Todo lo exige un centro n fucrtemente autoritatio, una vasta y vigilante burocracia, porque de otro modo Rusia acabar(a desmembrindose. “También nuestra galaxia se desmembrarla si no fuera por ls gigantescos agujeros negeos de su ntcleo, cada uno del tamafio del sistema solar, y la presencia por doquiera de a materia oscura y Ia energfa oscura, velando por la arac- cid hacia el centro. ‘Esta explicacién atrafa 2 mi hermano porque ~decfa~ cera del staiaiio justos: del mismo tamafio que fa masa continental. Podemos sacudir a cabeza y decir que lo ha hecho la fisica, Que To hizo la geografia, Con su yeso azul claro y su ora crema, la estacién de tren tiene el aspecto de un pabellén dle verano, aungue el bat, donde estoy esperando, esté oscuramente atestado (de lugarefios, no de viajeros) y ello ne reconforta, Hasta aho- 1, la escasez. humana de Dudinka me ha producido una sensacidn de eafda libre o de inmminente levitacién. Y los te- cuerdos de mi primer viaje aqut, en 1946, son como un horrible suefio de constriccién humana, de inconcebible amontonamiento y apelmazamiento y estrujamiento. Un litro de vodka norcoreano de cincuenta grados ~caigo en la euenta— cuesta menos que un litro de cervera aguada rsa. Hay una impresionante dedicaciSn, por par- te de los patroquianos, al «oloroso, 0 vino reconstituyen- te (sjetez dulce»), Este oloroso es una bebida de borrachos, y no viene precisamente de Jerez. Esa es la distincién que hace Dostoievski, cuando en una mesa que de forma nada auspiciosa desborda ya de alcohol, ineluye «una botella del jerez ms fuerte de la bodega nacional, Mi resaca sigue empeorando. ,O deberia decir que mi resaca sigue mejorando? Porque, en efecto, va francamente 3 bien. Quiero mucho alcohol, necesito mucho alcohol, pero Ilevo quince afos sin estar borragho, zee acuerdas? Estaba en Ja cama, un sibado por a tarde, y me mora en silencio, De cuando en cuando susurraba agua, en ruso, Sefial de una auténica necesidad animal de ella. T4 entraste en el cu to con paso tenso, con la cabeza baja intensamente con- centrada: no querfas derramar el liquide claro del vaso de tuna pinta que Hevabas entre las manos. «Toma», dijiste, Alargué una mano esquilmada. Y dijste: «Es vodka» Y capté la maliciosa inteligencia de tu mirada. Entonces es- taba casado con ru madre, Tenfas nueve atos. Enel televisot, suspendido en la pared sobre una mén- sul, aparece la familiar y pavorosa vision del edificio de la- daillo rojo en forma de E Me acerco a dl, a tiempo para oft fora falsedad: que «no hay planes» para asaltar la escuela, Enconces, de stibito y sin explicacién alguna, la pantalla chisporrotea, y la Escuela de Ensefianza Media Niimero Uno es reemplazada por una telenovela sudamericana in ‘media rs, y, como siempre, con més de un centimetro de ‘maquillaje cada uno de ellos, una vieja vampiresa lorosa le cendilga una sarta de reproches a un altivo gigol6. La inte- rrupcidn pasa inadvertida -o nadie comenta nada, al me- nnos~. Mi instinto me pide montar otra rabieta, otro ni mero costoso pero :dirgida a quién, y para qué... En cualquier caso no lo soporto, asi que pago, dejo la propina y salgo con la maleta rodante al andén, y me quedo mi- rando las vias ~de ferrocarrl de via estrecha— que condu- cen a la ciudad értica. No, sefiorita, mo tengo desconectado ef teléfono. Es que he estado usindolo muchisimo ~Escuela de Enscha 22 Media Niimeto Uno, en Osetia del Norte. Cuando me "4 marché yo era~como sabes- un per bastante gordo en Ru- sia, con muchos contactos en el estamento militar. Quizd también tecuerdes el problema no demasiado grave que esto me ocasioné hasta 1991, cuando se expidié ~y en- marcé en Paris~ el diploma que certificaba la muerte del experimento ruso, De ese experimento ruso en concreto. Mis contemporineos, por supuesto,-hace mucho tiempo que han muerto, y en muchos casos trato con los hijos de los hombres que conoct. Me hablan. Y me entero de algu- nnas cosas incretbles. Los nifios, a estas slturas, estén en rope interior y sen- tados con sus padres y profesores en el suelo del gimnasio sembrado de bombas, De las canastas de baloncesto per den minas tachonadas de tornillos. Cuando los nifios g tan pidiendo agua, se les hace eallaedisparando un tiro al techo. Para faciitar la ventilacién, algunas de las vertanas del gimnasio han sido deferentemente destrozadas, pero los asesinos, al parece, siguen decididos a lograr la deshi- dratacién de sus rehenes ~si es que es0 es lo que son, y hhan destrozado a golpes los gifos de la cocina y los bao. Los nfios se ven ahora abocados y a algunos incluso se les fuerza~a beber sudor y orina filtrados a uavés de capas de ropa. Cudnto puede sobrevivie un nifio sometido a altas temperaturas y sin agua? ;Tres dfas? Por supuesto que hay planes para asalear fa escuela Se sabré, una ver hechas las autopsias, que Tos asesinos cstaban bajo los efectos de la herofna y la morfina, y algu- nas de las dosis serén descrtas como «més que letales». A medida que el efecto analgésico de estas sustancia se des- vanece, lo que estaba insensbilizado empieza a sentirse en came viva. Pienso una y otra vez en el miembro pelirojo del comando, y en cémo la barba de color de dxido le es cueee y le pica. Pogonofobia... Osetia del Norte ha empe- 75 aado a recordarme otra masacre en otro centro de ense- fianaa, perpetrada con arrogancia, atizada por las drogas: Columbine. St, ya lo sé. Columbine no fue nada politico 10 puramente recreativo, y acabé en cuestién de minu- tos. No fe sino una brevisima visita a aquel universo pa- ralelo donde el asesinato de unos jévenes puede co rarse algo ocurrente Ahora dicen que los asesinos, que no formalacon nin guna wexigenciay, eran yihadistas de Arabia Saud y Yemen, Tal vex sean yihadistas, pero casi con toda certeza son de Chechenia, y lo que quieren es la independencia, La raxén por la que eso no puede ser, Venus, es que Chechenia, des- pués de sigos de ocupacién, de opresién, de deportaciones, en masa y (en tiempos mds recientes) de bombardeos por parte de Rusia, es ahora un énte ongnicamente demence AAs que eller est metido en un buen lio, lo mismo que a Iosif Vissaiénovich le parecié estalo con ta cuestién de los judfos en 1948: «No puedo tragarlos, y no puedo escupir- los.» Lo dnico que podta hacer era mastcatos, AI principio del asedio del Teatro Dubrovka de Mos- ci, tomado en 2002, los asaltantes dejaron salir a algunos de los nifios. En Osetia del Norte se tiene la sensacién de que, de liberar a alguien, srfa a los adultos. ¥ todos recor damos cbmo acabé lo de Dubrovka. Con la mejor volun- tad del mundo, la policia secteta hizo algo que se habria hecho acreedor de un mayor oprobio en otras partes del planeta en el Kurdistin, por cjemplo-. Gascaton a sus propios ciudadanos civiles.” Te horrorizaste, recuerdo, lo mismo que todos los occidentales; pero aqut se considet6 1. Inmovlzados por un serosal anesscon, los reine y cinco secuesirdoresfuston jecutados in sr. De los erecientor res, cientotreinta musieron a causa del gas tas cits, bien alo apro vadas, se acercan mucho a las reales, 76 todo un éxito, Sentado ance la mesa del desayuno en Chi cago, deseusificado y angléfono y leyendo el New York Tie ‘mes, hasta yo me sorprend! sisurrando: Mmm... No est mal Por supuesto que hay planes para asaltar la escuela, Decir planes quizd tora el €xceso, pero de una forma o de otra van a tomar la escuela por aslo. Lo sabemos porque la Spetsnax, nuestras fuerzas especiales de dlite,esté com- prando balsa los vecinos que se arremolinan en el exterior ‘con mosquetes y fusiles de chispa, A tus pares, a tus iguales, a cus confidences de Occ dente el dinico éscritor ruso que les sigue diciendo algo es Dostoievski, aquella vieja cotorra, aquel présidiario, aquel genio. Todos vosottos lo amas porque sus personajes estén bien jodidos « propdsto:Y es esto, al fin y ala postre, lo que no puede soportar Conrad del viejo Dusty! y sus chiflados sagrados, sus personajes encopetados sin blanca, sus estu- dliantesfamélicos y sus buréeratas paranoicos. Como sila vida no fuera ya lo bastante dura, se dedican ala invecién del dolor. Y lavida no es lo bastante dura, no para ti... Estoy pen- sando en tu primera tanda de novios hace ocho 0 nueve afios-. En la expresién de eagados que tanco les gustaba celtivar, eon los vaqueros holgados a la altura de la cadera yy las zapatillas de deporte evisceradas. Estilo cércel: nada de ‘inturdn ni de cordones, no vayas a ahorcarte con ellos. Al mmirar a aquellos chicos, de cabeza rapada y nariz lena de muescas y orejas escarificadas, me sentla como si hubiera vuelto 2 Norlag. ,Serd esto la invencién del dolor? O una 1. Duane iteralment,epolvoriensos. (de) 7 pequetia recre pesa. ¥ mucho, * No estoy diciendo en absoluto que tu anorexia fuera de ningiin modo woul, La dureza de todo aquello me des- pojé de coda valentfa, ytu madre y yo loramos cuando vi- mos en la cinta dela CCTV tu figura oscura, como de bas- tn leno de nudos, haciendo fiexiones en mitad de la noche junto ala cama del hospital Sélo afadiré que euan- do faiste al otto sitio, que Hamaban Manor, y via un cen tear de seres como tt a través de la alambrada que rodcaba 1 apatcamiento, no pude evitar pensar que me encontraba ante otra escena paradigmtica del siglo Xx. Perdéname, ¥ no son sé los j6venes, de todas formas. En el vardn occidental se da un fenémeno llamado crisis de los cuarenta, Con frecuencia viene precedida por un di- vorcio, Lo que la historia podrla haberte hecho trauméti- camente, tt lo provocas a propésito: la separacién de la es- posa y los hijos. No me digas que tales hombres no estin fustando los antiguos sabores de la muerte y la derrota En Norteamérica, con la consecucién del divorcio, al hombre de edad mediana le cabe esperar una vida mds 1e- creativa, mds discrecional. Puede casi disefr el tipo de crisis que va a padecer: motocicleta, novia quinceafera, vegeta- rianismo, jogging, coche deportivo, novio maduro, cocaina, dicta de choque, motora, otro bebé, religién, trasplante de cabello, Aqut, ahora, no hay modo alguno de encauzar a crisis rmasculina de los cuarenta. Te viene dada, y siempre os la misma, La muerte. de los dolores del pasado? El pasado El ren avanza bamboleéndose y traquetcando pot los, accidentes simplificados de la wndra: la gran pagina en 78 blanco de Rusia, a la espera de los personajes y frases de fa historia. No hay colinas ni valles, slo monticulos y hone donadas. Aqui, las variaciones ropogréficas son. obra del hombye: gigantescas concavidades y movimientos de terra y pirdmides de escoria, Si de pronto vieras una montata, ‘una meseta, un acantilado, tendas la sensacion de que se cierne sobre ti como un planeta. Hayiuna colina hueca en Predposiloy a la que llaman montafia: el monte Schwwein- steigerrecibe el nombre del gestoge (ruso-alemén, creo; de Ia cuenca del Volga) que descubrié ali el'niquel a finales dll siglo 1x. En las planicies de Arboles sin ramas se alzan torres de alta tensién en las que no se ve cable alguno, ‘Nuestro pequefio tren de cercanias es un diligence bar- quero de almas: las transporte de las ciudades dormitorio al Kombinat. Entre los pasijeros hay muchas earas const- das, y también algunas muy freseas (cabezas de choslico jen rapadas sobre sblidos chéndals), pero todas elas llevan Ja mascara de la calma de ls ciudades dormitorio, ajenas a todo lo desacostumbrado, ajenas a cualquier pesailla 0 cualquier cosa inolvidable. ‘Ast que en este viaje estoy ~como suele decirse ras- treando mis pasos para ineentar rescatarlos del pasado? Para hacerlo habria tenido que descender por debajo de la linea de flotacién del Georgi Zhukov, y lograt que pasajeros y tr- pulacién se cubrieran de mierda y vémitos y se pusieran encima de mi persona durante mes y medio. ¥, de igual ‘manera, ste tren, con las ventanillascegadas y los vagones subdivididos en diversas jaulas de alambre, con vivos y muertos anclados todos en posicién vertical, tendrfa que ser desviado a una via muerta y abandonado hasta media- dos de noviembre. Y no hay gente suficiente... -sencilla- ‘mente, no hay geate suficiente. Cando ain falta una hora para finalzar el viaje, el "9 ten hace una parada en un humilde municipio Hamado Coercién: ;Cémo es posible esta exhibicién de candor? @Dénde estén las localidades hermanas de Fabulacidn y Amnesia? Cuando estamos saliendo de Coercién, el vagéti recibe la sibita visita de una nube de mosquitos; y los pa- sajeros, con. una unanimidad silenciosa -sin palabras 0 sontisas o miradas, sin sentido alguno de empresa comin, se ponen a matatlos a diestro y siniestro. Cuando hasta el tltimo de ellos esté muerto (aplasta- dos entre‘as palmas, contra las ventanillas), uno aleanza a ver en el horizonte plano una densa neblina, que, como un ‘manto que amarillea por los bordes, cuelga del cielo para caldear esa ciudad imposible. 80 2, «OH, PUEDO SOPORTARLO» Le dije a Lev, més de una ver, que sts probabilidades de supervivencia eran razonablemente alta, Era una cora- zonada, Pero acto seguido podiamos echar mano de las matemdticas, En el Gulag no es que la gente muriera como moscas, ces que las moseas morfan como gente. O eso se deciaen los atios anteriores a la guerra, cuando los campos se hicieron letales como parte de la pujanza del Terror. Habia fluctua ciones, pero en general la rasa de mortalidad venta de- terminada por la disponibilidad de alimento. Ingente y vvergonzoso, el sistema del campo era un fendmeno ali ‘mentatio, En acl famélico afto 33» murié uno de cada dice cau tivos; en 1943, uno de cada cinco; en 1942, uno de cada cuatro, Fn 1948 la tasa descendié de nuevo ~en la totali- dad del sistema-, y ls probabilidades de supervivencia no ran mds bajas que en la tosca Unidn Soviética, 0 ela zona grande», como la conoefa todo el mundo en el campo: la zona de los doce husos horarios. En 1948 las moscas ha- bian dejado de morir como gent, y la gente habfa vuelto 81 Sin embargo, aquello era el Artic. Y, en lo que se re- ferfa a Lev, estaba la cuestién de su masa fisica. Lo que el ‘cuerpo hace en el campo es comerse lentamente a sf mis- mo; mi hermano ere ahora mis ancho de pecho y hom- bros, pero con su metro sesenta de estatura no era mucho ms que un saco de huesos. Un aceuatio lo habria expresa: do de este modo: si en 1948 habta diez Levs en Nora, uno de ellos morirfa. Eso seguia sin significar que tuviera ‘muchas probabilidades de sobrevivit a sus diez afios de pena, Significaba que renfa bastantes probabilidades de so- bievivir a 1948. Har las cuentas mateméticas, y verds que sus probabilidades de supervivencia eran exactamente ceto, No, menos incluso que cero. Porque a finales de la primne- ra semana, Venus, se saba ya que mi hermano no eta slo fascisea. También era pacifist ‘No puedo dar aqut un inventario completo de los pro- blemas de Lev durante su proceso de habituacién, y, si en alguna medida to hago, es porque todo lo que sucedié en Nortlag le sobrevino a un tiempo y confluyé en la noche del 31 de julio de 1956, en la Casa de los Encuentros. Fue su cruz. rsa. Y también a mia E! primer dia crucial de trabajo general a Lev se le asig- nig a una brigada de fuerza dedicada al evaciamiento de tie- rrav. Lo que significaba que lo bajaban a un foso a las seis de la mafiana, equipado con media pala, y lo subian doce hhoras mds tarde. La brigada Ilegaba al sector central poco antes de las ocho de la tarde. Escudrifé sus earas; me que- dé mirindolas tan Aijamente que me dio la sensacién de aque mis ojos tenfan el poder de tallar la suya dela nada. Si, mi hermano estaba entre ellos. Con la eabeza gacha, los hhombros hundidos y las piernas arqueadas: pero estaba en- 82 tre ellos, Supe entonces que Lev habla dado la talla, De lo contratio, lo habrfan dejado allé abajo hasta cumplic con su parte del trabajo, El jefe dela brigada, el letén Markar- gan, se habria ocupado de ello, Aquélla era una brigada de fuerza, A finales de semana su cara ya no era roja como el a dill, Bra negra y azu Que eres quel, die “Pacifsta. No queria decrtelo la primera noche. —Es- cupié salva con sangre, y se pasé la mano por los labios he- chos pulpa-. Soy partidario de la no violenc Quin te a hecho lo dela cara? “Hay un tértaro que quiere mi media pala. Tiene la otra media. No quiero pelear, pero no quiero dssela. ¥ é yalo va entendiendo. Ayer casi me arranca la mano de un mordisco en la mufieca. Mira. Tengo diecinueve afos. Se me curaré. ¥ no le dejé que me fa quicara Pero gqué ests diciendo?, dij. Ti sabes pelea. Te he visto. Durante un tiempo fuiste bastante bueno peleando, bastante fino, Después de zurrarle a Vad. Y ahora eres atin mds fuerte. Te tuvieron cuatro afios en Ia calle cavando pu- tas zanjas, No eres ningtin eagueta Ya no soy débil. Pero soy pacifsta. Pongo la otra gjill, Escucha ~dijo-. No soy Gandhi. No creo en el cielo. Si veo amenazada mi vida, Iucharé para defender- ime. Y creo que lucharia también para defender la tuya. Pero no serfacapaz de hacer més. Eso es todo. Tengo mis razones. Tengo mi razén. ~Sacudié la cabeza, y volvié a escupir-. Tampoco te dije otra cosa. Mataron a Solomon Mijoels. Solomon Mijoels era el judfo mas famoso de Rusia: ac tor venerable, emisario intercontinental. Durance la guerra ‘movilizé a los judios norteamericanos y recaudé millones 83 de dares, Una vex actud para lésif Vissariénovich en el Keen Shakespeare. Lf rey Lear Lo mataton los Organos. Un’ accident de circula- «ign», Lo mataron a palos, le pasaron por encima con un ‘amin. ¥ es s6lo el comienzo. Zoya vomité cuando se en- werd, Dije: Ti no puedes hacer nada. ;Cémo se Hlama exe crcaro? No estés alll. Estés aqut. ~Es cierto. Estoy aqul. Yaves, Lev me acababa de decir que al cabo de una se- sana en los barracones —uno de los més mugrientos y em- batrados de todo Norlag-, segufa durmiendo en cl suelo. (Siento la necesidad de ponerlo en cursva: en ef suelo) Y «0 tenfas que evitarlo 2 toda costa, En el suelo te amonto- nabas con blandos comemierda, fascistas decrépitos y (otra subdivisidn) Viejos Creyentes que avanrabban paso a paso hacia el martirio. ¥e olor, el olor... Cuando las hordas mo- golas de Ia Alta Edad Media se acercaban a tu ciudad, te herfan los ofdos ya desde muy lejos de las murallas, Pero aterrador que aquel ruido ea el hedor, expresamente ido —Ia militarizacién de la iamundicia, de las gre- fas, de los sobacos, de los culos, de los pies. ¥ el aliento: cl aliento, exacerbado por la dieta mongola de leche de bu- nra fermentada, de sangre de caballo y de otros mongoles. Lo mismo sucedfa en el campo. Bl hedor era como una pena, como un arma. El suelo de los barracones era el sitio donde se acumulaba..., todo el aliento de la zona, conden- sado. Todo se te viene encima -reconocié-. Me mero la mano en la camisa para coger un purado de piojos. Y si son muy pequefios pienso, joder, y me los dejo ahi dentro. Habfa unas quince razones por las que no podia segui alll abajo. Tenfa que conseguir subir al segundo estrato, Los 84 tablados mas altos cran, por supuesto, las perchas inaiena- bles de los urkas, de ls bestias, de las putas: peto Lev tenia que conseguir subir al segundo de los tablados. ‘As{ que volv{ a repetitselo todo, con una seriedad de tono suave. Markargan va a guardarte las espaldas, le [Necesita tu trabajo; necesita tu suefio, tu silud, No vas @ ddurar en esa brigada, asf que empieza a soltar guantazos «ahora mismo, Harte tespétat. Quttale la litera de abajo a al- guien que esté a’ media facidn, No la defender mucho. ¥ luego cdmbiala por la de més arriba. Quitasela @ una san- guljucla, Habrd subido a fuerza de untar alos que estaban antes. ¥ échalo para abajo. Pero ;con qué derecho? Supuse que si alguna vez. se pataba a pensar en ello, Ley me verla mucho inds pobre humanamente. ¥ es0 ¢s 0 que de pronto parecia estar haciendo, Para mi,a aquellas altura, la violencia era un instrumento neatro. No era siquiera diplomacia por otros medios. En moneda cottien- te, como el tabaco, como el pan. Le dije: Con qué derecho? Con el derecho a la vida. Te han a- talogado como fascista. Actia como tal. Lev no queria hacetlo, Siguié en el suelo, ¥, de resultas de ello, estaba siempre enfermo, «Tienes la pelagta>, dijo Janusz, el joven médico-preso, y extendié las manos. Se trataba de una deficiencia que se manifestaba en forma de dermatitis, diartea y desorganizaci6n del pensamiento. on accesos de calor en los hielos de la tundra y sudores fifos en el horno de los barracones, y tritonas, continuas tiritonas, Lev seguta trabajando como un mulo en la bri ada ‘Acuna de as escuetas caracterstcas de la vida rusa que aventura Conrad la frecuencia de lo excepcional- yo afia- dlinfa ota: la frecuencia de lo total. Estados totalitarios, en 85 los que tus suftimientos los seleccionan como si de un. rent se tratara~ tus peores enemigos. Antes he dicho que estaba conmocionado por lo de Zoya, y era verdad. Me dard hasta el dia en que slié el sol. Sélo se le podia ver la corona, un liquide nacarado que ‘manchaba el horizonte dela tundta. El largo eclipse habia acabado: los dedos apuntaban, y los hombres lanzaban vi- tores grufiones y guturales. ¥ yo también saf del eclipse y del oscurecimiento, Ya no me sentfa amortiguado por las sustancias qulmicas de la calma, Empecé a calibrat mis pérdidas. Y eran muy graves. Caf en la cuenta de que ahora no habla nada, nada en ab- soluto, que me apeteciera pensar... En el campo se practi aban con profusién pecadillos més o menos lamentables, pero el onanismo no era uno de ellos. Los urkas slo hactan, yen pablico. ¥ supongo que los nistcos mds jévenes se las arreglaron asi durante un tiempo. Para el resto de nosotzos asé a ser parte del pasado. Pero todos tenfamos pensa- mientos. Creo que todos segulamos albergando esos pen- Yo segula teniéndolos. Noche tras noche hacfa mi expe- rimento, Entraba en el cuarto donde Zaya estaba durmien- do, A dltimas horas de a tarde. Estaba echada en el lecho, entre almohadas que brilaban como estrellas, en combina: «ign o con un camis6n corto (en esto, y sblo en est, podian ddatse algunas variaciones). Me sentaba a su lado y le cogia tuna mano, La besaba en los labios. Luego venfa el momen- to dela transformacién, cuando ella se incorporaba, se des- bordaba ¢ iba a caer en mis brazos,y todo comenzabs, Esta Fata Morgana nocturna sollaresultarme una fuer te de fuerca una reconexién con las potencias vitales~, 86 Pero ahora estaba debilitindome, y corroyéndome. Y mientras el sol segula su camino hacia lo alto en el hori- zonte, empecé a decitme a m{ mismo, al principio en un susurto de insomnio y luego a gritos a la luz del dia, em- pecé a decieme: No tenfan intencién de hacerlo, péro eso ‘slo que me han hecho, Han atacado mi voluntad. ¥ es es lo dnico que tengo. res un tipo con suerte, le dije. Era su segundo dia de descanso, y Lev estaba sentado sobre el muro bajo del patio, raxcéndose. Levanté la vista, :me mir6 con ojos entrecerrados y ~ Suerte, dices? ‘cabo de recibir mi carta anual. Kity. =gDénde la tienes? Cuando se la tendi Lev se puso de pie... pero se estre- ‘mecié y retrocedid, Comprendi, En ef momento de la de- iencién te sientes ya desaparecido a medias. En la cétcel res alguien que fust, y ya estés muerto, En el campo es- tis asi seguro de que nunca has existido. Las cartas de casa son como comunicaciones de un debilitado médium, de tuna Madame Sosostrs enferma, con sus posos de «é y su tablero roto de la oui, 'No puedo dejércela ver enter, dij, El censor soy yo Pero son buenas noticias. En lenguaje esdpico, Kitty me contaba la detencién de Lex, y su inminence partda hacia un wlestino desconoci- do». Como resultado de esta segunda desapaticion, la fa- nila por desc, habia ped el apatamenia.¥ Madre el empleo. Kiery seguia diciendo que sla gripes era muy virulenta en la capital, y que Zoya y su madre habfan vuelto a Kazdn, 87 DDije: Donde la gripe ha sido més leve. Otra vex buc- nas noticias. ; Se apoy6 en my me pegé la cara al pecho. Me haces muy feliz, hermano. Eso es. Sacarla dela ciudad. ¥ ya. no me importa qué més pueda contar Kitty. Mejor ast, Kitty decia que le parectaincrefble que Zoya pudieta sesperar» a Lev, Segin ella, Zoya tenla ya otro fa vorito en el Técnico, y estaba siempre «encima de do en la cantina, Es mi deber solemne, Venus, admitir el gozo gro- sero que me produjo esta frase. Dije: (Qué esperabas? Es Kiey ~Tienes raaén, Es Kiey. Sf, era Kitty: una narradora muy poco fiable. Habrla preferido alguien con més autoridad para decitme que era verdad... lo de que Zoya se habla voleado sobre su nuevo favorito. Que fra alguien como Georgi Zhukov 0, mejor atin, Winston Churchill quien me dijera que era verdad. Puedes contestarle? dijo Se supone que sf, Pero no les gusto. Aunque de todas formas nunca hay nada con que escrbis. Ni encima de qué escribir. ~Por qué no les gustas? Bueno, puedo pensar en un par de razones. Pero oudl es a razén, Por los perros. Ah, los perros. ‘Yo era bastante famoso en el campo por la forma que tenfa de tratar a los perros. La mayorta de los presos, in- cluido Ley, les tenfan un miedo cerval. Pero yo no. Cuan- do era muy pequefio tenlamos una perra borzoi del tama- fio de una mula, Ni siquiera me acuerdo de ella; pero me ejb algo antes de irse. No tengo miedo a los perros. Ast que sole hacer que se agacharan al verme, No son més que perros, con alma de cerdos. No hacen mis que grufir, pero 88 censeguida se agachan y encogen. A veces me atiesgo.a una paliza por hacerles agacharse, Lev dij: Pui ala oficina de los guardias y pregunté, En mii forme pone: Sin Derecho a Correspondencia. Pensé que, «en cédigo, era cjecucién inmediata. ¥ ambin lo pens6 el cerdo, Se quedé miréndolo, y hiego me miraba mf. No tengo derecho, Pero scguir¢ insistiendo, Y lo consegui ‘Dije fltando a la verdad: Me alegro de que no te preo- cupes por Kitty. Ni por Zoya, ~@Preocuparme? Soy de los que se preocupan demasia~ do, Cuando empecé.a ser su amigo, bueno, antes, slia preo- cauparme por que alguien la dejara prefiada, Pero no se que~ 6 prefada. No puede. Tavo un aborto cuendo tenfa die» cistisafos, y no puede tener hijos. Luego me preocupaba que fueran a detenerla.o a matarla a patadas en la cale Pero por otros hombres, quieres decir? No, Lo que pasa con alla... Zoya es tnica ciento por ciento. ¥ yo tambi hora. Mi... bueno, mi condicién de no combatiente. Es por ella. Bs por nosotros. Hablas en adivinanzas, Lev. zNo entiendes que lo que hhagas aqui no cuenta? No? js que no va a importar nada? Té no lo ves, verdad? Importars ya lo ver Y por si fuera poco estaba la bestia enorme, Arbachul, que senifa debilidad por mi hermano aunque de una for- ma que parecia ser la peor de todas-. Lo buscaba todas las noches. Para qué? Para revolverle ef pelo y mecerse con él y darles besos y hacerle cosquills. En aquella época estaba de moda que una bestia tuviera 2 un fascsta de mascota, aunque Lev decfa que més bien era justo lo contraio. «De 89 repente soy {ntimo amigo de un mandi, dijo, y ue muy animoso por su parte, porque estaba muy asustado (y con raz). Cuando Arbachuk sc abrfa paso a empyjones en los barracones, con sus tatuajes su sonrisa himeda y tacho- nada de oro, Lev cerraba los ojos durante un segundo y la Ju se le iba dl semblante. Lo tinico que podta hacer yo en relacién con lo de Arbachule era indicate a aquel gigante, con una mirada y un gesto de los hombros, que si la cosa se ponia fea el gigante tendrfa que vérseas también con- migo. Lev dijo que era mucho peor cuando yo no estaba presente. Asf que siempre estaba cerca. ¥ cuando no podia, confidbamos en Semyon o en Johnreed, dos de los oficia- les vetetanios de més alto rango, coronel y capitén, y ambos Heroes de la Unign Soviética (honor del que, una ver de- tenidos, fueron por supuesto despojados...).Te estaris qui- 24 preguntando por este nombre: Johnreed. Montones de gente de st edad se llamaban Johnteed, en honor de John Reed, autot de Diew dias que extremecieron al mundo. Ha- bia tantos Johnreed en el campo que se habjan ganado el estatus de phylum o grupo especifico, los Jobnreed. Como los norieamericanas y, més tarde, los doctors los médicos judtos-. En su agitada crénica de la Revolucién de Octu- bre, el libro de John Reed apenas mencionaba a Iésif Vis- sariénovich, quien pese a ello lo prohibié, quitindoles la alfombra ~por asf decir de debajo de los piesa todas los Johnteed Arbachuk solia regalarle exquisteces a Lev, pero mi hermano siempre se negaba a aceptarlas, No eran sola rmente chuscos de pan, sino carne -picada, slchichas-, y en una ocasi6n una manzana. xNo tengo hambrer, le decla Lew. Yo no daba crédito: él allfsentado, con la lengua de Arbachuk pegada a su oreja y media chuleta de cerdo bai- indole bajo la narizs y diciendo: «No tengo hambre.» 90 —+Abrelal—dijo Atbachuk, apreténdole con la mano la articulacién de la mandibula. No renigo hambre. Bsc tatuaje, Ciudadano, No pue- do ver més que la ikima palabra. ;Qué dice? Lenta y sombriamente, Arbachulk se remangé la man- ga. ¥ dej6 al descubierto las palabras amoratadas: Podhds vivir pero no amar. Un bocado. ;Abrela Me como toda mi racién, No tengo hambre, Ciuda- ano. Trabajo en una brigada dura, Como esos hombres que no pueden olvidar o perdo- nar el pasado de una, mujer, y que de cuando en cuando tienen que sentarla por la noche! para volver a hacérselas pasar moradas una vez més (¢Te toc... :dinde? Le besas: te... qué), yo instaba a Lev una y otra vex a que me con: tara sus més dolorosas intimidades. Conozeo ese tipo de hombres, porque yo soy ly él es yom. Afios después era Ja inica forma en la que podla estar seguro de que me in- teresaba una mujer: querfa que confesase, que denunciase, que informase. ¥ al principio les gustaba mucho, porque querfa decir que les dedicaba atenci6n. Y pronto llegaban a temetlo. Pronto cafan en fa cuenta... Este rasgo milo, en- trea guerrayy el campo, en realidad no cave tiempo ni oca- sin para afianzarse. Veris, casi todos los ex amantes de casi todas mis novias estaban muertos. Y si estaban muertos no me importaban, Serfa un ruso muy taro si no perdonara a los muertos. Los muertos no me importaban. Los que me rmolescaban eran los vivos ‘Cuando, poco antes ce que me detuvieran, Lev me pi- 4ié permiso para probar suerte con Zoya, ni siquicra me tomé la molestia de refrme en su cara. Le respondf con un on «eTikt, y e50 fue todo. , sinceramente, no pensé en elo ni tun segundo mis. Pero Lev eraccomo esos hermanos peqe- fos listos que hay en todas partes, Observaba fo que yo ha- «fa y luego hacfa lo contrario. Llegé a Zoya sin intensidad, Oh, bien hecho, dije, en una de nuestras dlkimas con- versaciones en libertad. Fres su chico de los recados. Y su mascota, —Bso es -dijo dl, tartamudeando, Siempre estaba rare mudeando-. Venga, zcémo de cerca has llegado con ella? Yo estoy en su cuarto, Estoy en su euarto todo el dia. Es- toy con ella cuando se esté cambiand {Camblando? “Detris de la cortina. Como es de grande la cortina? ZY ebmo de gruesa? Grucsa. Va desde el suelo hasta aqui artiba, Y deja la ropa colgada, encima, {Qué top? “Combinaciones y cosas. Santo Dios.. ¥ ahora se es follando a ese lingtisea. No sé cémo puedes soportarlo. -Oh, puedo soportarlo, La cosa siguié asf durante casi un afio -un ao en el «que Zoya tvo otros tes romances. Uno cada trimestre ~me estaba diciendo ahora. Y fie alli sentado, en el ético e6nico, cogiéndole la mano, y escuchéndole hablar de su iltimo desengaio, donde Lev dio al siguiente paso. Se lo dije como toméndole el pelo. Dije: «Tienes mala suerte en el amor porque te atraen los hombres que no te convienen. Los tipos demasiado ereidos. Prucba con tipos mis pequefios, y mas feos. Como yo. Somos mucho mds atcntos.» Flla se eché a elt, y luego se quedé callada unos cinco segundos. La siguiente vex que se lo dije se ech6 2 are también, y se quedé callada unos diex segundos. Vast muchas veces. ¥ entonces tuvo otto. Otro qué? “Otro romance. Uno en toda reg. Zs posible, dije, que tty yo tengamos una sola gota de sangre en comiin? ;No estabas celoso? —:Celoso? No habrfa podido soportaro ni un minuto si hubicra estado celoso, No tenla derecho a estar celoso. 2A santo de qu? Estaba demasiado ocupado aprendiendo, Espere. ~Aprendiendo lo que tenia que hacer para quedarme con ela » Pequefio cabton.. Son cosas que pasan, En mi vida quizd he visto tes cjemplos de esto. ¥ td, Venuis, eres uno de ellos. Ta y ese Roger. Como dije en su dia, puede que con bastante dure- za: Ti estdsadiesrada como al setnta y cinco por cientoen el pensamiento de que todo el mundo tiene el mismo aspect. Es ‘a ilusion que ru gente se endilga a s{ misma. Ast que piensas que es esnob que no te gusten los tudes. ¥ abora levas a ese imurcidlag enfermo pegado a los talones. Sigo pensando que mayormente es lo de siempte, Venus: listima y devocién. Me dijiste que habia compensaciones, y te rel. Hablaste de su gratitud,., desu gratitud y de tu iberacin de cier- tas preocupaciones. Y veo que hay mujeres obviamente atractivas que a veces acaban hartas de hombres obvia- mente atractivos: con sus presrogativas, sus expectativas, sus corszones anodinos. As{ que una mafiana la princesa besa al sapo, y le gusta, &¥ luego? “Bra domingo, Cala la tarde, Estébamos tumbados en al atico, y lo repett, Se quedé muy callada. Y al final se puso de pie y se quits. 93 Basta, Se quité la rope, supongo: Se habfa quitado ya la ropa, Casi toda. No, me cogié Basta Esruvieron nueve meses; y luego, como todos los com- pafieros y profesores de Lev iban eayendo uno tras otro, fue alla la que tomé la decisién. Movilizaron al rabino escro- fuloso en su s6tano, Fue algo clandestino, y supongo que de dudosa legitimidad. Pero pisaron y rompieron el vaso, ‘envuclto-en el pafuelo ~ia deseruccién del remplo, la re rnunciaa los lazos anteriores~, E hicieron los votos. ‘Me qued una pizca de corisuelo (en el banquete de la afliccién se dan esas migajas de alivio). Su eficacia no re- sultard quizd muy clara para aquellos que estin acostum- brados al ejrcicio del libre albedtfo. Supe que Zoya, aun- que no se mostraba indiferente a hombres mayores (a punto estuvo de provocar un escéndalo con un recién ca- sado de treinta aos), jams tuvo aventura alguna con nin- guno de mis ms estrechos pares: los veterans de guerra Asi que pude decirme a mf mismo que cuando nos besa- mos, y ella me tetuvo el labio inferior durante un segundo entre sus grandes y cuadrangularesdientes, el sabor que no le gusté fue el hormonal y ferroso de la guerra Y ello me reconforts, porque podia atribuir mi fracaso alas fuerzas histérieas—junco con todo lo-demés~. La his- toria tenfa la culpa. El toque de diana, en el campo, se hacfa de la forma si- gguiente: una especie de mazo de metal, blandido por una ‘mano que parecia una garra, golpeaba de arriba abajo, du- rante un minuto completo, des barras de hieero paraels. Era algo alo que no te acostambrabas nunca. Mafana tas 94 mafiana, mientras te preparabas para a jornada en el pa- tio, te quedabas mirando.aquel artilugio tan simple y te preguntabas cimo podta tener tal potencia actstica. Hoy ‘6 que, por alguna raz6n barbara (la més répida deteccién, tal vez, del animal mds diminuto), el hambre agudiza el ‘odo. Pero no es que fuera slo més estentéreo; era mucho sds agudo y estridente, y en cierto modo incluso més ar- ticulado. Aquel sonido parecta anunciar el advenimiento cde un nuevo reino (mis salvaje, més estipido, mis cierto) y tepudiar la laxitud y el amateurismo de los dias prece- ‘dentes. Hasta que Lev legé al campo mi primer pensamiento, al despertar, era siempre el mismo, no admitfa modulacién alguna. Y era el siguiente: darfa la vista por diez segundos mds... Ante ti haclan que varrancaray un nuevo da; el dfa mismo, ef alba oscura (el brillo vitro del sector central y la neblina como de tiza que los pulmones rechazaban) era ‘como el resultado del trabajo de toda una cuadrilla, de un turno de noche ~el resultado de horas y horas de dura fae- rna~, Me espera el fifo, pensaba; me estd esperando, y todo ‘std ya listo. Cuando sales a a luvia, querida mia, ;no sien- tes que siempre dispones de un instante de gracia antes de sentir las primeras gotas en el pelo? El fro no es as. El frfo tiene filo, obviamente, y quiere todo tu calor. ¥ se pone encima de ti. Ye agarra y ve cachea en busca de todo tu. calor. Luego, tras la llegada de Lev al campo, la conciencia del despertar me encontraba cada dia incorporado sobre el tablado. El cerdo seguia fustigando las barras de hierro y yo ime dejaba caer al suelo, Siempre era el primero en salir del barracén, y siempre lo hacta con la sensacién de que me es- peraba un regalo algo morboso pero bastante sustancioso. Qué tipo de regalo, exactamente? Mi primer vistazo a Lev, 95 y contemplar cémo se le suavizaba el ceo en la earne de la Frente, No sucedia en el instante mismo en que ponia la mirada on mf, Exhibfa su tensa, estrada sontisa, pero el cefio ~cl galén invertido de la preocupacién— le duraba un poco mas, para desaparecer luego como un artilugio que tidicra mi poder para tranquilizarlo. Y a veces siento que Jamas estuve mas cerca de la cima que durante aquellos in- tercambios o transfusiones —jamés més vivo, {Lo cual parece normal, zn es cierto? Morboso, enton- ces, zen qué sentido? Veo que no puedo evitar lo morboso. iro sol habla amanecido en mf. Un sol negro, cuyos ca ys, cuyas llamas estaban hechas de esperanza y de odio. Lex dicho sea de paso, no duré mucho en la brigada, la brigada de fuerza que dirigla Markargan, Aunque para eentonces ya estaba en plena forma. Muy enfermo y muy en forma: eta posible estar ax{en aquel campo, y seguir asf du- rante bastante tiempo. Pero no. Bra raro que un fascista

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