Fantasmas en
la casa rodanteEsa noche, como’ das las
owas en tos titimos afios, ef Gene-
ral don Amador de las Correas se
preparé para ir a dormir cerrando
hasta el uitimo rincén de su Casa.
Cerré ventanas y puertas,
cortinas y persianas, hasta la chi-
menea quedé cubierta. Luego, ya
tranquilo, se retird a descansar.
Esto no fo hacfa por miedo,
pues ef General no ‘le temia aladrones nia animales salvajes, ni
a gatos nia ratones.
Lo que don Amador no que-
ria era perder al fantasma que
habitaba en su casa. Pues éste era
oe distratdo y se extraviaba
Si ficilmente en el bosque.
Ademds, con los siglos,
habia perdido la fa-
cultad de traspasar
las paredes.
Tantos aos
Hevaba — escu-
chando sus rui-
os tenebrosos,
Piguc ya no podia
fvivir sin