y las estrellas parecen pronunciar mi nombre con su csmica voz de lejana. Decido entonces abandonar mi lecho, y, vestida de oscuridad, me lanzo a un mundo que parece dormitar emitiendo un dulce ronroneo. Y me acaricia el aire fro de la noche; y me divierten las risas de los noctmbulos; y me dejo llevar como hoja que danza juguetona con el viento. Transida de emocin deambulo, deambulo sin tregua, hasta que la primera luz del futuro da se insina. Entonces, terrible y odiado momento, regreso cabizbaja, huesijunta, a la endemoniada soledad de los muertos; al incmodo hueco de la tumba. Sumisa, me visto nuevamente de atad y tierra, y retomo ese mascar los das sin saborearlos, esa muerte que es mi eterna condena.