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Dio CoN aca Meta eo oRacy Reece ge serie es rat a See) aera pocrattes aS CeCe owe Gnc ond catedratico: te TE OR Ce eer cee Ce crete CoP se ee Com ey Soe ae ee me : Le “Si la multitudl esta mal dispuesta con la filosofia, los culpables son aquellos inrusos que han itrumpido en ella de modo desorde- nado ¢ indehido, vilipendiéndose y enemistindase unos con otras reducienda siempre sus discur rsonales, compor- ‘dindase lel modo menos acorde eon ta filesofia”™ as a cwestiones p Reniiblica 5006. “Sabed bien. atenienses. que si yo me hubiera anteriormeme meti- do en politica, haria ya tiempo que se me habria dado muerte ¥ no ‘os habria side titi a vasouras ni a mi misma, ¥ no os enojgis eon- ‘migo, porque lo que ox diga es la pura verdad. Pues no hay hombre ‘que pueda conservar su vide, si se opone noblemente a voxolros 0 @ cualquier otra pueblo y si wata de impedir que sucedan en la cit- dad muchas cusas injustas ¢ ilegales” Ipolagia dle Sécrates 30d. Magueta RAG eee cial de exe libro, ni su tratamiento informal Senos ome oe says cote Segara Emmi poy yor ei elon hares Copyright.» (© Carls F. Liriay Santiago ‘Aiba Rico, 1989 © Ediciones Aka, S. A, 1989 Ls Berrocales del Jarama ‘Apdo. 400 - Torrején de Ardoz elf: 656 56 11 ~ 656.49 11 ‘Madrid - Espata ISBN: #4-7600-382-X Deposits legal! M-29735- 1999 Impreto en GREFOLYS. A, Pol Il- La Pensanea eds Olena Printed in Spin CARLOS F. LIRIA SANTIAGO ALBA RICO VOLVER A PENSAR Una propuesta socratica a los intelectuales espafioles Es sorprendente comprobar que miles de tomos de biblio- grafia sobre Platgn hayan sido redactados sin la menor in- dignacién, Pésima garantia erudita es ésta de pretender comprender a un filésofo entusiasmado sin sentir el menor entusiasmo por su filosofia. Los autores de este libro han intentado comprender a Pla- 16m; y por eso mismo, no hablan de Platén, sino de la in- telectualidad contemporinea con la que Platon se habria visto obligado a discutir y del poder politico que estuvo a punto de aplastarle como hoy nos aplasta a todos nosotros. No quisieramos que este libro se tomara por una critica general de la filosofia espafiola. Entre nosotros hay muchos pensadores luchando por la filosofia, unos tan conocidos como los que aqui citamos. otros menos conocidos y tam- bign muchos desconocidos silenciosamente comprometidos en la insélita tarea de pensar. No queremos mencionar nin- gin nombre. ni emitir ninguna muestra de agradecimien- to personal que correria el riesgo de dejar deslizar algin ol- vido importante. Estamos seguros de que muchos de clos sabran reconocerse aqui sin necesidad de alusién expresa, A todos estos, que tanto nos han ayudado y de los que tan- to hemos aprendido. se lo debemos todo en este in campo de lo teérico. 4 INTRODUCCION EL TRIUNFO DEL EUNUCO La mitologia griega -opima en mineral freudiano- nos relata cémo Tiresias el Adivino, habiendo sido sucesiva- mente hombre y mujer, fue preguntado por Hera acerca de cual de los dos sexos, si el masculino o el femenino, alcan- zaba mayor placer en el acto del amor. La respuesta (“si el placer pudiese descomponerse en diez partes, nueve corres- ponderian a la mujer) no satisfizo a la diosa y ésta, llevada de la célera, infligié al desdichado Tiresias el mas terrible de los castigos: la ceguera. Semejante fue cl destino del héroe Edipo: tras haber yacido con su madre, Yocasta, y haber dado muerte a su padre, Layo, en su desesperacién se perfo- 16 los vjos con alfileres. No hace falta acudir al psicoandlisis para identificar la ficil metonimia que opera bajo la puni- ién (la invidencia), casi codificada en el universo de los simbolos, consecuente a un delito de origen sexual: la pérdi- da de la vista traduce la pérdida de los genitales y la cegue- ra, en consecuencia, equivale, sin duda, a la castracién 0 emasculacién. Y sin embargo, ninguna metonimia es gratui- ta; no es por casualidad que un nombre sustituye a otro en 5 la légica del desplazamiento simbélico: el signo emergznte no sélo burla la realidad que no nombra, como'si la metoni- mia no fuese més que una especie de sinominimia negativa, sino que ademas dice algo de la realidad burlada, No se li- mita, pues, a usurpar el espacio semantico de un sustantivo, sino que, por efecto de su propia usurpacién, una vez locali- zado el verdadero sustantivo, se afiade a éste en la forma de conocimiento adjetivo. Quiero decir, en este caso concreto, que si la ceguera funciona como metonimia de la castracion es, en definitiva, porque el castrado, el eunuco, es de alguna ‘manera CIEGO. La Historia y la Literatura nos muestran al eunuco ocu: pado en la vigilancia de las concubinas del Emperador. Vi gilar cs la misin ‘natural’ del eunuco, pues, vigilar quiere decir mantenerse despierto para un sélo objeto (como el vi- vacque que hace guardia) y permanecer ciego para todo lo demds: el eunuco no ve (ya nunca podra ver en la mujer una encrucijada de concupiscencias) y hasta tal punto esta aso- ciacién emasculacién-invidencia trasciende el valor de una simple metéfora que antafio los turcos arrancaban los ojos a los nifios engendrados en el recinto del Serrallo y, por otro lado, segiin nos refiere el historiador Apiano, abiendo con- traido el Rey Mitridates una enfermedad que salpicaba su cuerpo de iilceras y bubones, slo desembozaba su rostro delante de Trifén, Dionisio y Baco, sus tres eunucos, como si éstas rio pudieran verle. El eunuco, en efecto, no ve y por- ‘que no ve vigila: no se hace preguntas, cierra los ojos a las intrigas de palacio, sirve fielmente a sus amos y sus jefes (el tal Baco pas6 a cuchillo, por orden de Mitridates, con obe- diencia ciega, a todas las hermanas, concubinas y esposas del monarca: prueba de que las habia vigilado muchos afios pero que nunca /as habia visto. Y es que esta privacién concomitante (invidencia-castracién), al mismo tiempo que le impide ver el objeto determina una particular forma de relacién con él: esa relacién es ahora su objeto y el eunuco 6 se ensimisma en ella, concentrando todas sus fuerzas ~como la mosca que se frota las patas~ en una meticulosidad casi enfermiza, un rigor casi cientifico y una escrupulosidad en el cumplimiento de sus funciones casi burocritica. El Impe- rio Romano se sirvié de ellos, en efecto, como de individuos especialmente dotados para cl ejercicio de la represién, la intendencia y la administracién: baste recordar a Carpéforo, prefecto de Comodo, a Eusebio, chambelin de Constancio y fiel ejecutor de la muerte de Galo, 0 al bueno de Mardonio, preceptor de Juliano. El eunuco ya no tiene més objeto que la reglamentacién y el orden (en relacién a un objeto cual- quiera) y esto por una especie de ley de desplazamiento se- xual que desarrolla simultineamente en él una a modo de coqueteria estéril, de engolosinamiento absurdo en las for- ‘mas accesorias de la sexualidad. El eunuco, porque no ve, vigila, Pero, porque no ve, ya s6lo aspira a ser visto; esto es, seduce a quienes vigila. Rueda, si, en el vacio de la seduc- cin infinita en la que las estrategias del ardor amoroso sus- tituyen a su satisfacién: se muestra, asi, atildado, meticuloso en el vestir, tentado por el lujo, afecto a las hipérboles de la Virilidad, Puesto que no puede acceder a los goces de la car- ne, no tiene més obsesién que la de cumplimentar, con rigor de autémata, sus ritos y sus seiiuelos: pesados anillos, sun- tuosas libreas, el gusto por la geometria, la retérica y los sa- bles. Y es.que el eunuco es algo més que una figura extin- guida en el polvo de la Historia; es-un espiritu, una forma de relacién con la realidad que se ha conservado -casi hegelia- namente- en aquellos oficios o instituciones en las que se conjugan la disciplina y la obediencia ciega con el desplaza- miento de la sexualidad hacia sus formas més exteriores 0 preliminares: el mayordomo, el policfa, el militar (el tnico rival amoroso al que ningtin soldado podré nunca vencer es a su propio uniforme: de ahi su empefio en idemificarse con 0. El eunuquismo, en efecto, ha sobrevivido a los Bacos y los 7 Eusebios. Y no sélo en las instituciones castrense y policial Hoy todos somos eunucas, Ceguera y seduccién son las dos caracteristicas ideolégicas indisociables bajo las que se pre- senta y mediante las que asegura su existencia nuestra socie- dad post moderna y democritica etigida sobre la hegemonia de la Imagen. Ceguera porque Ia ideologia en general -en ‘cuanto que es siempre la ideologia dominante— no es mas que eso: un no-ver interior al ver o, si se prefiere, la repre- sentacién necesariamente imaginaria de nuestra relacién con nuestras condiciones materiales de existencia. Seduc- cién porque el sujeto cristalizado a partir de esa ~ tacién imaginaria” es hoy un sujeto seduci a ceguera. Platén, hace ya casi veinticinco siglos...describid este ‘topos’ del eunuco como una caverna: alli donde las imagenes (lo imaginario) han usurpado el lugar de los Con- ceptos (la visién de lo real) y donde el ruido ha usurpado el lugar de ese silencio en ef que empiezan a hablar las casas mismas y en el que, por tanto, s¢ ve por primera vez la necesidad de lo imaginaria como funcién de reproduccién de las relaciones reales que rigen nuestras vidas (¢ incluso la actual inflacién de lo imaginario sexual, en ta que el look evoca un desnudo ideal e inaprehensiblé. convierte a la postmodemidad en una especie de “orgia ralentizada” en la que una imagen vale no s6lo mas que mil palabras sino in- cluso mas que mil orgasmos). Vivimos, si, en la caverna y en la caverna hay que luchar contra las evidencias porque alli toda evidencia es engaiio- sa, Para luchar contra las evidencias, sin embargo, hay que pensar y pensar es esa violencia del conocimiento mediante 4a que el conocimiento descubre, contra todas las evidencias “ideolégicas”, la violencia ininterrumpida sobre la que se constituye y reproduce nuestra sociedad del bienestar. Pen- sar es ver: ver que los tres millones de parados son una ne- cesidad del capital, que los diez millones de pobres son una necesidad del capital, que las guerras, el uso amenazador 8 de la tecnologia y la degradacién de los ccosistemas son tuna necesidad del capital, que incluso el sujeto-seducido (que no puede ver todo esto) no es mas que UNA NECESI- DAD DEL CAPITAL. Pensar, por tanto, es la visién vio- lenta de la violencia real y si hoy ya no se ve esta violencia es porque, en efecto, todo ™ tedrico” es siempre un “Ileno ideolégico": el “macizo” inexpugnable de la ideolo- sia dominante 0, lo que es lo mismo, la ideologia del eunu- cu, Todos somos eunucos, decia. Y asi es: ya no es necesario Que la policia encarrile por la fuerza la ley ‘natural’ de la oferta y la demanda; ya no hace falta que el ejército reprima a la chusma revolucionaria; ya no es necesario que los eu- nucos rigilen a los estudiantes -parados disfrazados-, a los parados -obreros ‘en visperas'-. ni a los obreros ~privilegiados’ que trabajan, Hoy todos somos eunucos: ya no hay peligro. Gobernantes y gobernados, policias y delin- ‘cuentes, patronos y obreros, han aleanzado al fin esa *koino- nia* mistica en la que toda lucha de clases se disuelve: el eu- nuquismo, Ya nadie piensa (hemos dedicado este libro a nuestros ins telectuales eunucos, todos ellos, salvo honorables pero mal- tratadas excepciones, convertidos hoy en los Melmoths re- conciliados de la postmodemidad), ya nadie ve la violencia real de unas estructuras econémicas que tienen sus propias necesidades, las cuales no sélo son independientes de las necesidades de los hombres sino que amenazan con destruir ‘Ia Humanidad misma (categoria tan apreciada por los hu- ‘manistas ~cunucos que eunuquizan el pais desde la Mon- loa). Fue un gran filésofo eunuco ~itiempo habri para ha- blar de Savater!- del siglo IV a. de C,, Yang Chiu, el que es- cribio “no sacrifiques un sélo cabello de tu Persona aunque de ello dependa la salvacién de todo el universo”. Esta es Precisamente la consigna del sujeto-cunuco, de! ‘Sujeto post- modemo, que se aferra 2 su astillita de libertad —a su ‘copa, a su look, a su yo-sadabasavateriano, a su “movida’-como si- 9 fuese otra cosa que la porra que los empala y los sujeta (como sujetos que son). Tal vez Julian Marias 0 Francesco Alberoni atribuirdn este egofsmo cinico del eunuco al meca- nismo de autodefensa de una sociedad que vive bajo la per- ‘manente amenaza de un apocalipsis nuclear. Yo diria més bien que esta consigna -al igual que el sujeto que la prox ‘ma- no ¢s mais que el mecanismo de defensa y reproduccién de unas relaciones de produccién cuyo desarrollo no ex- cluye en absoluto la necesidad de un apocalipsis nuclear. éRecuperaremos algin dia la vision y por lo tanto, con perdén, los cojones suficientes como para volver a pensar la violencia real y, en consecuencia, para combatirla de nuevo como antafio, salvando asi, al mismo tiempo que la “cabe- Hera universal”, nuestra propia cabellera? Recordemos para terminar ~las introducciones siempre son engafiosas-, las prescripciones del Levitico y los lamen- tos de Abelardo tras ser castrado por el tio de Eloisa. Un eu- ‘nuco ni siquiera sirve para el sacrificio (no puede devenir sagrado). Soto sirve para el matadero. O mejor dicho: Ya estd muerto, PRIMERA PARTE ENCADENADOS Y EUNUCOS CAPITULO PRIMERO 1. Gianni Vattimo o la nueva caverna 1 éQué ha sido de Althusser, de Balibar, de Macherey? iQué ha sido de todos aquellos pensadores marxista que, en la década de los sesenta -y sufriendo por ello, en la céle- bre frase de Joly, “todos los males que se puede infligir a un hombre sin matarlo”— lucharon por demostrar que el mate- rialismo histérico habia abierto, junto a la Fisica y las Mate- miticas, un nuevo continente cientifico: la Historia? A la mayoria de nuestros lectores pueden parecer ociosas, y atin absurdas, estas preguntas. Mucho mds, desde luego, si para colmo se admite que no se hacen con el mero propésito de saciar una especie de curiosidad arqueol6gica mas o menos académica sino que se formulan en serio y ~1o mas imperdo- nable- sin sonrojo. Porque, éacaso no es de todos sabido que cl pensamiento de Marx ha sido superado? éAcaso no habiamos convenido que el pensamiento mismo habia supe- rado a Marx? Cierto que otrora los pensamientos no se deja- ban liquidar tan facilmente: a un pensamiento sdlo se le po- dia oponer una refutacién; esto ¢s, otro pensamiento, Pero ésta es quizds una de las muchas ventajas que el milenio 13 postmodemo recién inaugurado nos ha proporcionado a los hombres: un pensamicnto no refutado puede ser sin embar- 0-9 sin incurrir en et principio de no contradiccién- supe- rado (superado como el brasero de carbon en relacién al brasero eléctrico 0 como los embaraizosos corsés decimond- nicos en relacién a la cémoda, erdtica y liviana lenceria de hogaiio). Porque, ademés, Zqué es lo que dijo Marx? iQué es lo que realmente nos dijo Marx? He aqui, en definitiva, el problema. Ciertamente, Marx no dijo nada, pues el propési- to de Marx no era decir sino demostrar o, si se prefiere (re- metifora geogrifica del continente) descubrir. Por ejemplo: descubrié que un hombre s6lo es un obrero bajo determinadas relaciones de produccién. Por ejemplo: descubrié que el hombre no hace la Historia sino que ésta es -en palabras de. Althusser un proceso sin sujeto ni fin(es), Esto quiere decir no sélo que el hombre no es sujeto de la Historia (no son sus necesidades las que es- tan en juego) sino, ain més, que la Historia no es ningiin Sujeto, con lo que se hace imposible localizar en su desarro- Ilo ningin principio de necesidad inmanente. Por ejemplo: descubrié que el hombre, en todo su espe- sor, no es més que un “macizo ideolégico”, a partir del cual cada hombre piensa, se adhiere a un determinado credo po- litico © religioso y se reconoce en determinadas emociones © sentimientos, De este modo, la problemética que todo filésofo 0 historiador debe proponerse como objeto de su reflexién (y su reflexién misma no es mas que esa problema- tica en acto, no consciente de si) no puede leerse “a libro abierto” en la Historia sino que debe ser “arrancada" del in- terior det “macizo ideolégico” en el que se encuentra, siem- pre activa pero escondida. Leer a “libro abierto”, en conse- cuencia, significa permanecer en “lo imaginario”, en esa sién de Spinoza- que “se olvida” de las premisas y para lo 14 cual, por tanto, la “conclusién” es solo un dato: una especie de callosidad ideolégica ya impenetrable que se nos ofrece de forma inmediata como principio y que, en consecuencia, no nos deja ver su principio. Todo esto Marx lo descubrié -y de ahi que el marxismo no sea una ideologia sino una ciencia- sirviendose de con- ceptos. iConceptos? Si, es muy probable que la postmoder- nidad (desde Adolfo Dominguez dado ~que es la forma mis definitiva de la “superacién" lo Que es un concepto: exactamente lo contrario de un dato, de una imagen, de una’ callosidad ideolégica. Un concepto es ese producto del conocimiento sin el cual el objeto (del conocimiento) no es inteligible 0, mejor dicho, ni siquiera visible (p. ¢j., el concepto de gravedad, el de inercia, el de plusvalia); ese producto del conocimiento encallado sin duda en el discurso y, en consecuencia, en el movimiento, pero que tiende por su propio dinamismo cientifico hacia la inmovilidad divina (el concepto de perro no ladra, el con- cepto de gravedad no pesa). Un concepto, en fin, es un obje- to del pensamiento sin el cual el pensamiento no alcanza ja- més su objeto; un objeto, pues, de la “prictica tedrica” 0 -para los'que todavia nos atrevemos a emplear ciertas dia- crisis solemnes- de la Teoria. Y hablamos de Teoria tratan- do precisamente de evocar su sentido etimolégico mis pre- cioso, esa acepeién casi sagrada que hacia de la Teoria una mn”, pero ademas una visién “divina”. Visién, si, pero no esa visién paciente e impresionable a la que se entregan, ‘en forma de datos, los objetos que se encostran en el “maci- 20 ideolégico”; no esa visin a Ia que es interior un no-ver Ja problemética que (ella) es en acto. Una visién que ve el problema en el dato (y que ve, por tanto, més acé del “ma- cizo ideolégico”) precisamente porque es un concepto; una visién que ve por primera vez el objeto precisamente por- que ha construido su concepto. Divina, pues, porque ha sus- pendido ese no-ver interior al ver y ve por fin su objeto, 15 Barrionuevo) haya olvi- pero no Dios ell misma (y de aqui la ruptura de Marx con Hegel) porque es necesario que el sujeto que piensa, desde el ‘macizo idcoldgico”. construya su concepto (no se cons- truye, pues. a si mismo). 2. ¥ eon tndo. nadie duda que la postmode:nidad ha su- perado a Marx dle fiecho. No conforme con esto, sin embar- go. ha querido superarlo también de derecho, Para medir el admirable aleance de este intento, basta con echar una mi- rada a las obras de aquél al que la critica considera “teérico del pensamiento postmodemo™: Gianni Vattimo. Bien es cierto que. como si él juzgara también consumada y, por lo tanto, obvia esta superacién de hecho, apenas si cita expre- samente a Marx mas que de soslayo, para ilustrar un cami zno que la Filosofia hace ya mucho tiempy recorrié y del que no conserva mas que un puriado de arena, y se empefia ade- mas en citar siempre al Marx que a él le parece digerible y “reciclable”. a ese Marx no-marxista (como no son newto- niianos los chistes de Newton) y al que quizis por eso no deja nunca de llamar marxiano (que es como lo Haman aquellos que quieren proteger a Marx de si mismo). Sin em- bargo, si se puede Ieer en el conjunto de los textos de Vati- ‘mo, por debajo. al sesgo. una voluntad tedrica de superacién del pensamiento marxista. Se puede leer no ya en su invita- én a abandonar el balneario de Descartes. Hegel, Marx {icomo si fuesen lo mismo!) para beber en las. provelos fuentes de Heidegger y Nietzsche sino. sobre todo. en su au sencia del discurso de la postmodernidad. Marx, en electo, est ininterrumpidamente presente, como superado pero aludido, en su elusién del discurso postmoderno. Pedimos or anticipado disculpas a Vattimo (que es sin duda muy in- teligente) por hacer una reduceién tan mal intencionada de ese pensamiento concentrado. concienzudo. tan alemanote. que rezuma al escurrir sus libros y que muchos (éy quignes, somos nosotros para dudarlo?) juzgarin mis serio. pero por nuestra parte nos conformamos con agradecerle el que por 16 Fin nos haya abierto los ojos acerca de la verdadera naturale- za de la postmodernidad. La postmodemnidad no renuncia a los descubrimientos de Marx; al contrario se viste con ellos, los asume, 0, mejor, Jos subsume completados, acabados en cl interior del in- consciente colectivo, La postmodernidad “lo sabe todo’ Claro que el hombre no llega a tocar la Historia, claro que el modo de produccién capitalista atiende tinicamente a sus necesidades de ininterrumpida valorizacién del valor sacrifi- cando a menudo, como los antiguos dioses sacrificaban a los hombres arrojindoles sus rayos, las necesidades de la Hu- manidad (iquién no sabe eso!). Pero dejemos entonces que la Historia transcurra, dejemos que se organice a nuestras cespaldas; dejemos que las condiciones de produccién capita- lista sacien su sed de plusvalia pagando los imprevisibles como el rayo en el cielo sereno, dird Marx pero siempre modestos tributos que nos exige a cambio (nuestra econo- mia se sostiene gracias a sus tres millones de parados). Nada podemos hacer, nada depende de nosotros (ihasta un nifio sabe eso!). Aceptar nuestro caricter residual constituye el principio de la individualidad postmodema, ya desposada con la Felicidad. Porque si, en efecto, el hombre no Hlega a tocar la Historia, el hombre al mismo tiempo, por una ex- quisita paradoja, permanece de algin modo intocado. Por supuesto que se encuentra embutido en su “macizo ideolé- ico”. por supuesto que él mismo ¢s “idcoldgico” (imagina- rio} hasta en el retrete (itodos saben esol), pero se refleja ‘milagrosamente entero en el espejo (pues su integridad per- tenece justamemte al espejo). No es ya més que un dato en tre otros datos, una erupcién ideolégica en medio de otras protuberancias ideol6gicas. pero en el interior de ese “mac 70 ideolégico™ este nuevo sujeto-dato (dira Vattimo) “tiene tun margen de libertad”, puede jugar més o menos con esos oiray datos que se le dan y en los que él esté también ya-da- der, puede jugar consigo mismo, por tanto, onanista y narci 17 sista, desplegando el verdadero poder creativo que es propio del swieto-dato: el de interpretar y combinar, como rifios abandonados definitivamente a sus juegos, los otros catos, las otras costras ideoldgicas sin tratar nunca (itodos sabemos que es imposible!) de salir de su jurisdiccién: el dato, 10 imaginario, el “macizo ideolégico” (do debemos de- cir con Vattimo el “circulo hermenéutico™?). Pensar después de Nietzsche y Heidegger (subtitulo de una de las obras de Vattimo) significa, pues, sancionar el proceso por el que finalmente se consuma la usurpacién por parte del ‘‘macizo ideolégico” del lugar de /a naturaleza ‘misma: sellada la caverna platénica, el filésofo ya no es mas que un alegre ‘contable’ de sombras, Pensar después de Nietzsche y Heidegger significa asumir el callo ideolégico como la verdadera naturaleza (“ousia") del hombre en su nueva forma de sujeto-dato: un hombre juguetén, travieso, ingenioso, inteligente: un hombre que es sw propio juego. Pensar es burlarse, y burlar, la realidad. Pensar ahora es aceptar la entrafia imaginaria del “macizo ideolégico” como tinica posible matriz del pensamiento, aceptar la nueva esencia de la diferencia en que consiste el discurso mismo de lo ideolégico (infinitas imagenes, todas distintas, todas igualmente legitimas en relacién a una Ciencia ya ilegitima) ‘como su verdadero estatuto ontolégico y, en consecuencia, aceptar la idea exquisitamente democritica de que cuales- quiera palabras.(incluso mis protestas de amor o mis deli- fos) forman un pensamiento y que por fin todos los hom- bres (incluida Agatha Ruiz de la Prada) piensan. En defini- tiva, pensar después de Nietzsche y Heidegger (y esto en nombre de Nietasche y Heidegger) significa negar el pensa- miento para poner en su lugar la opinién, abandonar la episteme para reivindicar el rico, variado y abigarrado poli- pero de la doxe. Perdido el verdadero Bien, decia Pascal, todo es nuestro verdadero bien. ‘Ahora ya estamos en disposicién de seffalar la verdadera 18 grandeza de la postmodernidad. Ahora estamos en condicio- nes de explicar por qué, de qué forma, la postmodernidad ha superado a Marx: dando la razén a Hegel. El “macizo jeol6gico™ se ha ensimismado, pero ahora bajo ta forma de la reflexidn (genuflexién ante el poder), y de este modo se dha cerrado sobre si en una Parusia de la que no importa que quede fuera el Concepto, la Verdad, el Ante, la Poesfa, maydsculas solemnes y caducas que deben ser sustituid: por las mayiisculas de la diferencia, mucho més escurr zas y divertidas: diSefio, modA, mOvida... El verdadero lo- gro de la postmodernidad no es el de haber acabado con ta era moderna sino el de haberse gustado en ella. “Seguir so- fiando sabiendo que se suefin", decia Nietzsche. La Historia, por supuesto (iquign no lo sabel), sigue siendo moderna, si- gue en el dique piitrido de la modemnidad (las relaciones de produccién capitalistas), pero el hombre, el nuevo sujeto- callo, el nuevo sujeto-dato esta ya muy por detante. Althus- ser eseribié que “todo vacio teérico es un Ileno ideolégico” (todo el mundo lo sabe); Ia hazaiia de la post modernidad ha sido Ia de haber comprendido que ese Ileno es la propia na~ turaleza del hombre y su verdadero obrar (Finalmente teoria y praxis coinciden facilmente, como las dos valvas de una misma concha) un obrar en ese /leno. La postmodernidad no es un nuevo periodo de la Historia: es s6lo el para-si del “macizo ideolégico", la AUTOCONCIENCIA DE LO IMAGINARIO, que se ha reconocido y se ha gustado, LA POSTMODERNIDAD, pues, ES LA “AUTOCONCIEN- CIA DE LA IDEOLOGIA MODERNA: un undnime boste- zo tedrico de la humanidad que inmediatamente ha sido “rellenado” con todo el polvorén ideolégico de la sociedad moderna... iY todo esto en nombre de Nietzsche y Heidegger! 3. Sabemos por fin por qué el pensamiento de Marx ha sido superado: porque lo que ha sido superado es el pensa- ‘miento mismo. Naturalmente, esto no constituye un drama 19 para nadie (sélo para ciertos paletos de la cultura empefia- ‘dos en seguir siendo marxistas pese a lodas las evidencias). 'Y sin embargo, las consecuencias de este “vacio teérico™ pueden rastrearse facilmente en los medios de difusién, en los periddicos, en la televisién (y si hay fuerzas para ello, uno puede incluso reise...) Por ejemplo: en el espejo de esta usurpacién por parte del ideol6gico™ del lugar de la naturaleza (¢ incluso de la razén, bajo una dulce inercia hegeliana), los adjetivos han usurpado también el lugar de las explicaciones. El “terroris- mo" es ya s6lo “pitrida barbarie”, éste es su principio de Naturaleza, la esencia de la que emana el fendmeno de la sangre y la metralla, Se acumulan los signos-callo; cl tele~ diario anuncia en sus titulares: “Barrionuevo condena el te- rrorismo”, “Chirac condena el terrorismo™, “los partidos democriticos condenan el terrorismo”. iQué noticia! Es cierto que no se trata de una novedad, pero la condena con- suetudinaria se ha convertido ya en signo opaco que impide el acceso a los signos que lo sustentan; la condena significa (se esta de este lado 0 del otro), como significa religiosamen- te la persignacién para los cristianos o la shahada para los musulmanes. iSe pasard pues, mds adelante, a condenar también el granizo que destruye nuestras cosechas y el in- cendio que devora nuestros bosques 0, por el contrario, el telediario nos saludard algin dia con un titular de infarto: “Barrionuevo explica el terrorismo™? Por ejemplo: recientemente un grupo de intelectuales y politicos del PSOE (ientre los que se encontraban Claudin, Pilar Brabo y Txiqui Benegas!) trazaron la estrategia de los socialistas para los prdximos afios. Entre otras conclusio= nes, tuvieron la audacia (cémo no agradecérselo) de propo- ner (}) la eliminacién de los riesgos nucleares, con la misma ingenuidad con que un nifio, en sus oraciones, hubiese podi- do proponer a Dios que eliminase los volcanes 0 los terre- ‘motos. Puestos a proponer, épor qué no ir més lejos? Por 20 qué no proponer al ministerio de Sanidad que elimine los virus 0 al ministro de Transportes que elimine los acciden- tes de circulacién 0 al mismisimo Papa que elimine las ga- nas de comer 0 las de fornicar? Por ejemplo: en esta misma reunién de “intelectuales” se propuso asimismo la democratizacién de la economia (una economia cuyas necesidades, complemente independientes de las necesidades de los agentes de la produccién y de las voluntades mis 0 menos democriticas de los ministros de nnanzas, se fundamentan en la perpetuacién de una clase ex- plotada y de una clase desempleada). iDemocratizar la eco- nomia quiere decir que se dejard elegir al obrero, entre una docena de candidates, al empresatio que se apropiard sin equivalente de su trabajo? CO que se permitira visitar a los tres millones de parados, por riguroso turno, el edificio de la Bolsa? Por ejemplo: no hace mucho tiempo, ¢! telediario anun- ciaba que en nuestro pais existen ocho (en realidad diez) mi- ones de pobres y sefialaba como “causa” fundamental de Ja pobreza “la falta de cultura”. No hay error posible: las ¢s- tadisticas demuestran que el 85% de los pobres espafioles no abe quién es Shakespeare. Ergo, “no saber quien es Shakes- peare™ ¢s la causa de su pobreza. iProfunda y rigurosa argu- mentacién!, Pero épor qué no ahondar atin mas en las ver- daderas razones de la pobreza? Las estadisticas prueban que cl 99% de los pobres espaiioles no ha comido nunca caviar. De ahi que haya que concluir que la causa més profunda de la pobreza es precisamente “no haber comido nunca ca- viar", Es decir, que los pobres son pobres porque comen porquerias, Por ejemplo: un contoneo de caderas puede refutar un concepto. Esta es quizis la mejor definicién de eso que se ha dado en Hamar movida, Nombre bien escogido, pues la ‘movida, en efecto, es todo lo contrario de un movimiento: ni rebelién ni reflexién sobre la realidad, se agita todavia en 21 una contorsién obtusa y reaccionaria. La movida, epénimo cultural de la postmodernidad, no ha producido ni un solo concepto, ni un solo verso, ni un solo cuadro auténtico, Eso si, a su sombra se ha hipostasiado algunas manifestaciones excrecientes del fenémeno artistico que, en este juego de usurpaciones, han usurpado también el lugar del Arte. Es el éxito de los “mercados reducidos” (gracias a cuya existencia un tedrico de la postmodemidad, desde La Luna -iy dénde iba a estar si no? pretendia haber superado a Marx) una necesidad mas de la produccién capitalista, pues en esa resta entre dos cantidades de trabajo que es la plusvalia se suma ahora un elemento ideoldgico sobredeterminante (cl disefio), tan inconmensurable como ella misma, que activa podero- samente el proceso de valorizacién del valor (ademés, los “mercados reducidos™ respetan cl paro, otra de las necesi- dades basicas del capitalismo). 4. De este modo, el “mazico ideolégico” ha rellenado los ‘iltimos intersticios’ del sujeto-dato: ha triunfado la inteli- gencia. Porque, sres. Vattimo, Savater, Sidaba; sres. Cueto, Verdi, Vicent (que no queria que las radiaciones de Cher- nobil tocasen sus lechugas), sr. Luis Antonio de Vilena (que votaba “si” a la OTAN porque los que votaban “no” co- mian tortilla y bebian tintorro); sres. postmodernos (y cita- mos sélo a los més inteligentes): ustedes son desde luego muchos mas inteligentes que los que escriben estas lineas, ustedes han leido mucho mas que los que escriben estas eas, pero ustedes -siguiendo la recomendacién que hace Calicles en el Gorgias platénico~ dejaron de pensar a los dieciséis afios. Completamente. Para siempre. 5, éSe atreverd algin dia la humanidad a escribir de nue- vo con mayiisculas Verdad, Arte, Poesia, vinculando estos ‘conceptos a la transformacién de las condiciones que sofo- ‘can la verdad, el arte y la poesia y pone en su lugar, necesa- riamente, el paro, el hambre, la guerra, la sujecién y, a su 22 lado y no menos necesariamente, la ilusién de nuestra ta? “Un comunista nunca esti solo”, repetia y repite, com- pletamente solo, Louis Althusser en un manicomio de Paris, Pero quizas bajo esta patética expresidn se oculte una ver- dad inconjurable, quizis alli donde se siga pronunciando el nombre de Platén, Aristétcles, Spinoza, Hélderlin, Leopar- di... alli donde alguien se atreva de nuevo a pensar, a produ- cir conceptos... alli ni Althusser ni ningiin comunista esta~ in solos. Entre tanto, amenazados por ese teléfono de extirpar rojos que ha instalado Barrionuevo, amenazados por su policia corrupta y torturadora, pinzados entre Reagan y Felipe Gonziilez, solos como sdlo puede estarlo hoy un comunista, todavia podemos iva el pensamicnto!™, 2. Apéndice Las paginas precedentes fueron publicadas en noviembre de 1986 en la revista Imprecor, bajo el titulo de Ideologia y practica de la postmodernidad -més tarde se publicaron también en La Luna-. El articulo fue contestado por Javier Sadaba mediante una larga carta, publicada también por la misma revista, en la que, entre otras cosas, se decia: ‘El andlisis contiene una buena porcién de confie- sién, Estoy en principio de acuerdo con mucho de Jo que se dice acerca de la postmodernidad. Un buen trozo de ésta no es sino el regodeo en la no por t6pica menos presente razén instrumental. En ceste sentido, la postmodernidad es el fingido regoci jo en las apariencias de libertad que otorga un ea- italismo casi d io. Pero ocurre que no es ése 23 el tinico andlisis interesante de la postmodernidad. Autores marxistas, como es el caso de Jameson, dan a la postmodernidad un valor pasitivo que por rningtin lado aparece en el articulo en cuestion. Por- que una cosa es esa modernisima postmodernidad que consiste en decir: "Sefiores modernos, si lo que rnos hen dado es tales y tales cosas basdndose en unas creencias que nadie cree, seamos descarados, reconezcamos que no creemos en nada y vivamos como ustedes, sélo que con todo el cinismo del mundo” y otra la postmodernidad que critica en se- rio la razén moderna porque le importa la razén. Un breve ejemplo. Cuando un postmoderno hiicido y no entregado distingue entre razon dramdtica y razén normalizada esté senalando algo sumamente decisivo. La primera sabe que cuando descubre algo, topa al mismo tiempo con el enigma, mien- tras que la segunda lo allana todo, no permite som- bra critica alguna y se impone como, real y brutal ‘mene, se ha impuesto, (..) Nos encontramos con que un Althusser, por ejemplo, no ha sido “supera- do” porque algunos postmodernos pensaran mal sino porque, entre otras cosas, hablé con esos tonos apocalipticos que anuncian la propia destruccién. Su “ciencia de la historia” no deja de ser un “pio deseo”. Que no se le siga no es traicién alguna nia Marx ni a otros autores o experiencias que nos si- ‘guen pareciendo ejemplares. Es, simplemente una deficiencia de su obra. (..) Paso inmediatamente a la cita final en la que se me coloca junto a otros su- puestos postmodernos, con los cuales no tengo nada que ver (s6lo con uno me liga la amistad per- sonal), ¥ nv tengo nada que ver porque mi ideolo- sia ~pace Althusser-es otra, Es completamente dis- 24 tinta, Y sino, me remito a la praxis (prueba de cualquier teoria para todo marxista)."" Tras definir asi el criterio “de todo marxista’* -bien hizo Marx en declarar “yo no soy marxista"- Javier Sddaba hace un breve examen de conciencia respecto de su propia comu- nién con el aludido criterio, legando a las siguientes con- clusiones: J) y si se me dice que yo he dado lugar a tales criticas (aparecer de determinada manera en tales y tales sitios) he de contestar que, si de cien actuacio- nes me he confundido en diez, el error no es excesi- vo. No es facil, muchas veces, sustraerse a la pre- sién de amigos 0 gente que necesita confeccionar cualquier cosa. Es cierto que en més de una oca- sion deberia haber dicho que no a algo que ni me gustaba ni me producia el mas minimo bien. Pero curiosamente munca he recibido una critica decidi- da de una persona realmente comprometida en la juierda, Como mucho han preguntado. Jamas me han confundido con los que votan que si a la OTAN, porque los del NO comen tortilla, El dia que me pasaron esta revista estaba yo en un mitin en el que, en un ambiente afortunadamente leno y cdlido, hablébamos contra la tortura, No vi a los que escriben este articulo. Me imagino que estarian manifestandose a favor de la existencia de Riaito. De ahi no deduzco que hayan dimitido del pensa- miento. Finalmente se podria decir que si no el estido de vida (écudlt) si mis escritos abogan por su esis, Me imagino que no seré, por ejemplo, la polé- mica sobre Euskadi o tantas cosas mas. Les desafto a que encuentren una pagina en la que puedan sus- tentar su posicién. Ni siquiera en ese libro circuns- 25 tancial que se Nama (y del tituls es quizds de to tinico que me alegro) Saber vivir". Hemos dedicado el préximo capitulo a explicamos sobre este malentendido. 26 CAPITULO SEGUNDO RESPUESTA A JAVIER SADABA 1. Debemos explicarnos mejor Quiero pedir disculpas a Javier Sadaba si alguna ambigiie- dad por nuestra parte le ha dado a entender que le asocidba- mos con practicas politicas detestables o vergonzosas. Jamas he pretendido criticar su intervencién en los medios de co- municacién, ni su actitud politica personal, respetando an- tes bien no pocas de sus iniciativas ¢ incluso compartiendo ‘muchas otras. Ni en el articulo publicado en Imprecor y en La Luna ni en las alusiones contenidas en Dejar de pensar, he querido acusar a Javier Sédaba de nada de lo que él se defiende en su respuesta. Hay, sin embargo, un determinado nivel -el nivel te6rico- en el que precisamente las actitudes personales no significan nada, tal y como saben muy bien los matematicos, seguros siempre de que ninguna iniciativa personal podria afiadir nada al hecho de que “dos y dos sean cuatro”, salvo un error. Era s6lo eri este nivel en el que pre- tendia referirme a Javier Sidaba, més alli de Javier Sédaba y de sus iniciativas politicas y morales. Si el tono de la re- daccién de nuestros textos ha sugerido otra interpretacién, 27 adit un ruego at las disculpas solieitadas: jdzguense los ingumentas, olvidense las opi mismo, de mi profundo que ha hecho gal tranguili der alguna. importance ido a Siidaba hablar del “fin de la era de lo politico”. tal y como Joxé Luis Bi n irritante homenaje Faseista aa estulticia, planteaba hace tiempo en las paginas de E Pais). Javier Siidaba dice creer en la importaneia de la “discu- sién politica”. Quisiera hacer comprender. en esti ovasién, que hoy como siempre. la discusién politica sigue siendo una discusién platénica, Es decir. no un diiilogo entre dos posturas teéricas distintas. sino una lucha encarnizada yp ligrosa -esa misma lucha que habia levado a Séerates al pa- tibulo- contra la explotacién idcoldgica del saber por parte del poder establecido. Una discusién que sin contar con m: Poder que el de los argumentos teéricos, pretende combatir el olvido del ser y el olvido del pensamiento: la radical am- nesia con la que el poder nos eneadena, Esa misma lucha que antafo estuvo a punto de costar su vida a Phitén, que condené de por vida al Marqués de Sade y que ain hoy ha valido el presidio para Toni Negri y también, hay que reco- nocerlo asi, para Althusser. Esa misma lucha ~que muchos Hamarian hoy “apologia del terrorismo"= contra ese terror de Estado que nos mantiene encadenados, ciegos, sordos y adicalmene desmemoriados respecto al ser de las cosas, condendndonos a la evidencia de unos datos que él solo ilu. mina. Ahi donde la evidencia del dato supone un olvido de! concepto. ahi donde la impresién personal que las cosas nos Producen nos hace o/vidar lo que las cosas son, quien se be- neficia es siempre aquél al que no le conviene que nada cambie en lo real. Este y no otro es el secreto por el que Pla- tn dijo que el Bien era la luz del mundo inteligible: por esta y no por otra razén ~pese a todas las estupideces que 28 muchos “defensores de la libertad” han apuntado contra un Platén desvirtuado (pienso por ejemplo en J. M. Valverde} cs por lo que en el ideal del gobernante-filésofo sélo es posi- ble reconocer, de acuerdo con el macstro griego, al revoli- cionario, Esa lucha que es la “discusién politica” se resume, se ha sumido siempre en cualquier auténtica filosofia, cn una defensa del pensamiento tedrico. Una lucha que Sidaba hace bien ew Hamar “politica”, porque no se trata de una discusidn tedriea, sino de una batalla encamnizada que libra Jo teérico por imponer sus derechos asi donde las imagenes fran sustituido al concepto, ahi donde la imagen persuade amis que kt verdad. ahi donde ya nadie reconoce en la ver- dad a verdadera retérica, ahi donde la retérica mas persua- siva no es sino la de evidencias de un encadenado que vonfunde su libertad con sus cadenas. sus ojos con su cegue- igue siendo, todavia hoy, cl desesperado in- lento de hacer ver los conceptos a quienes ya sélo pueden ver sombras, a quienes se reconocen en sus cadenas, en su caret de identidad, en su foto, incapaces’de recordar que las cosas sen, que son esto o lo otra, independientemente de sus ojos, independientemente de su opiniones. Esa lucha no solo tiene que combatir las opiniones de derechas: por des- gracia, se ve forzada a combatir también las opiniones de quierdas: porque cualquier opinién, incluso la opinién de quien se indigna ante el paro, la tortura o el deterioro ecolé- gico, encubre un olvido del concepto, un olvido de lo que es el paro, la tortura o el deterioro ecolégico. Cualquier opi- nin ¢s la opinién de alguien, de alguien que pretende estar 0, de alguien que pretende vivir una vida, que reconoce esa vida como suya. Alguien, pues, que se reconoce a si mis- londe le reconoce el Estado -asi sea para encarcelar- Ie, asi sea para condenarle-. alguien que no es capaz de dar- ‘se cuenta de que su yo -asi sea el mas rebelde- es su primer enemigo. que su opinidn sobre las cosas ~por inconformista 29 que resulte- es su forma de olvidar lo que las cosas son, que incluso sus més sinceras pataletas contra el Estado son, por el mero hecho de ser-suyas, las pataletas de alguien que se reconoce como vivo ahi donde el Estado quiere reconocerle. Por eso, Sécrates y Platén sabian muy bien que la filosofia ra incompatible con la vida, y que pensar era, ante todo, luchar contra las opiniones. Luchar contra toda opinién en general, incluso contra las més dignas opiniones, hasta el punto de definir la filosofia como un “aprendizaje de la muerte”: “aprendizaje de la muerte”, tinica subversin posi- ble contra el poder establecido para el que el Estado reservd precisamente, ya desde tiempo de Sécrates, la pena capital, “Aprendizaje de la mue-te” que los griegos descubrieron en primer lugar en la maternética, ahi donde quedaba claro que “saber vivir” nada tenia que aportar a las determinaciones conceptuales y que mientras el presupuesto siguiera siendo “el yo es mio” (Sédaba) ningtin concepto se haria visible ja- més: no en vano la historia de la filosofia nace cuando T: les, absorto en la comprensién del cielo, mas alld de si mii mo, de sus proyectos y de sus agudas opiniones sobre el mundo que tanto respetaron sus contemporineos, tropieza y se cae a un pozo provocando la hilaridad incluso de sus criadas. Su respuesta parece confirmar que para Sddaba una cien- cia de la historia no es sino un “pio deseo", No es que no le guste la concepcién althusseriana de esta ciencia de la histo- tia; a Sadaba la idea de conocer la historia, la idea de produ- cir conceptos que la expliquen parece traerle sin cuidado mientras una sepa mantenerse firme en una encomiable ac- titud politica progresista. De ahi que ~no por otra razén le citamos en nuestro articulo- Javier Sidaba haya tomado partido en la discusién politica: el partido de quienes prefie- ren que los conceptos sean olvidados, el partido de aquellos que por mucho que abominen de la guerra, denuncien Ia to- rutura o se escandalicen ante los tres millones de parados, 30 prefieren permanecer ignorantes y ciegos ante lo que la gue- rra, la tortura y el paro son realmente. Por desgracia, los que prefieren indignarse a preguntar équé es?, por mucho que resulten més simpaticos que los apologetas del Estado, se- guirdn estando siempre, como siempre lo han estado desde los tiempos de Platén, del lado de la Tirania en cualquier “discusién politica”: aunque en las chacharas de sobremesa y en los dominicales de E! Pais pasen como “filésofos” dis- traidos que, por estar siempre en las nubes, aciertan de ordi- nario con la postura politica mas progresista. Mientras tan- to, a nadie se Ie ocurre bromear respecto de los verdaderos Filésofos: todo el mundo sabe que no pueden estar en las nu- bes, todo el mundo sabe que donde tienen que estar ~donde suelen estar-es en la cércel, Por eso, nos vemos obligados a responder a Javier Sibada, Le hemos acusado de haber renunciado al pensamiento y, aunque él mismo de muestra de habernos entendido asi, su ‘arta prefiere eludir el tema, como si hubiéramos criticado su modo de vida o sus sentimientos politicos. Por lo visto, ‘no nos habiamos hecho comprender suficientemente. Inten- taré, por mi parte, explicarme mejor en esta ocasién. 2. Aceptemos Ia gravedad del problema Lo mas chocante de su carta es que bajo el epigrafe “A propésito de la postmodernidad”, Javier Sédaba se pone a hablarnos del marxismo, de Althusser. cuando no de si mis- mo, Dejemos aparte -también deberiamos haberlo hecho nosotros- el tema Marx o el tema Althusser, No nos llevar muy lejos valorar si existe 0 no una postmodernidad *mar- xista” —incluso el PSOE era “marxista” hace unos afios. La polémica en tomo a si la pastmodernidad ha superado 0 0 a Marx se inspira en una tramposa actitud academicista ci- rente de toda honradez tedrica. Lo importante es que la postmodernidad ~como su propio nombre indica pretende 31 que se ha superado la modemnidad. Aqui y sdlo aqui reside la verdadera cuestién y si los marxistas ~quienes quiera que fueren- tienen algo que decir que lo digan con argumentos y no con alusiones a su padre espiritual. Como marxista no puedo sino suplicar: olvidese a Marx; lo que se exige es un concepto que demuestre que esta sociedad no es la sociedad moderna, Si Sédaba quiere salir en defensa de una “por- cién” del pensamiento postmodemo agradeceria que su “ra- z6n dramética” nos ofreciera alguna razén a este respecto. Este y no otro es el auténtico desaffo, la unica pregunta que quiero plantear. Declino la responsabilidad de explicar el surrealista desatino que pretende superar a Marx superando Ta modernidad, cuando nada mas marxista podria plantear- se, precisamente, que el que fuera superada esa modemidad que Marx tanto odi6. Hasta tal punto Marx odié la sociedad moderna que reprimié su indignacién aceptando el esfuerzo teérico de conocerla. ZY por eso resulta que atacar la mo- demidad es superar a Marx? Hace falta una nulidad tedrica completa, hace falta no haber invertido ni un minuto de vida en el penoso esfuerzo de pensar, hace falta ni siquiera comprender lo que es la tcoria, para confundir las cosas has- ta este extremo. 3. Ahi donde ni usted ni yo estamos “éNo percibes que las opiniones sin ciencia son to- das lamentables? En el mejor de los casos, ciegas. 40 te parece que los ciegos que hacen correctamen- te su camino se diferencian en algo de los que tie- nen opiniones verdaderas sin inteligencia?” Repiiblica, 506c. Hemos denunciado en la postmodernidad una “renuncia al pensamiento™. Hemos afirmado que nunca como hoy he- mos estado tan lejos de Grecia y la filosofia. Por qué? No se 32 trata de que los conceptos sean modemos 0 postmodernos ~acaso es modemno postmodemo el Teorema de Tales? sino de que, digimoslo de una vez, estamos convencidos de que el tinico concepto capaz de pensar esta sociedad sigue siendo el concepto de capital: es decir, e! concepto de “*vio- Tencia expropiadora de las condiciones sociales de trabajo". Ello significa que esta sociedad es incomprensible si nos ol- vvidamos de que las condiciones generales de trabajo perma- necen atin violentamente expropiadas a la poblacién, priva- tizadas de tal forma que cualquier miembro de esta sociedad se ve alin forzado a vender su trabajo para sobrevivir. Y es preciso el pensamiento teérico para comprender que aque- lo que da su valor a cualquier mercancia -el trabajo- no puede tener un valor a su vez, de modo que, en adelante, aunque parezca lo contrario, ni lo que vende realmente el ‘obrero ¢s su trabajo, no lo que produce realmente es lo que parece que produce: coches, lavadoras, armas, etc. No: el obrero vende -eso es lo que le pagan- una porcién de los productos que fabrica cada dia, la que equivale a los pro- ductos que necesita para volver a trabajar al dia siguiente. Y Jo que realmente fabrica ese obrero no es sino precisamente esa diferencia intangible, esa diferencia que nadie puede ver ni tocar ni vivir en general, esa diferencia que existe entre los productos que él fabrica y los productos que otros obre- ros fabrican para alimentarle y mantenerle con medios para seguir trabajando. Esa diferencia invisible ~que nos define como productores de esa diferencia, como sujétos capaces de “saber vivir"- es el plusvalor. Lo que fabrica el obrero ya no son coches, ni lavadoras, ni pan, ni metralletas; en ade- lante esos productos no son sino esa diferencia (el plusvalor) y’sus destinos dependen tan sdlo de las leyes invisibles que igen esa invisible diferencia. Una diferencia, una resta, que nosotros no podemos ni ver, ni tocar, deferencia que no po- demos comer ni utilizar como asiento, diferencia que jamais podra ser vivida por nosotros porque pertenece a una vida 33 “anterior” a nosotros: la vida que nos define como siendo nosotros, es decir, 1a vida que nos define como siendo bien obreros, bien capitalistas: desposeidos de nuestras condicio- nes de vida o propietarios de las condiciones de vida de los demas, Esa diferencia no la podemos vivir, pero la podemos pensar. ‘Sélo la podemos pensar: es decir, s6lo podemos producir- la conceptualmene en un papel en blanco, en un papel en el que nosotros ya no estamos, en el que nuestras impresiones personales y nuestras opiniones ya nada cuentan, un papel en el que olvidamos que tenemos cuerpo, en el que olvida- ‘mos nuestro nombre, olviddndonos casi de respirar, hasta caer en él, como en un pozo: un papel en blanco en-el que estamos literalmente muertos. Un papel que Sécrates defi- ‘nié'von esa sentencia que hoy ya nadie, absolutamente na- die, es capaz de comprender: “yo solo sé que no sé nada”, Un papel en el que nada hay que vivir, un papel en el que se trata tan solo de recordar, de recordar una vida anterior a nosotros que es anterior porque es la que nos define como sujetos capaces de vivir (como obreros, como propietarios, como Javier Sidaba 0 como Carlos Femandez). Esa es la vida anterior, la vida inteligible, la vida del pensamiento que Platén, y Marx acertaron a considerar como la vida del ser. iSi, seflores sempitermos, criticos “del idealismo"! iBas- ta de palabreria “marxista” al criticar a Platén para luego criticar a Marx con el més apestoso e inconfesado hedor idealista! No se preocupen, no: ni Marx, ni Pletén, ni nin- giin filésof0() sido jams tan inepto de creer que ese papel ‘en blanco del discurso conceptual fuera creador de la mate- ria y el mundo material. Platén, como Marx, como cual- quier pensador, solo pretenden que ni usted ni yo ni ellos ni nadie en general puede ni podri jamés opinar sobre el ser. Platén, como Marx, como cualquier pensador solo preten- den hacerle comprender que un concepto no es una opi- nién, y que un concepto no es nada que pueda ser vivido. Y 34 que, por eso mismo, un pape! en blanco en el que ni usted, ni yo, ni nadie, puede ya meter su nariz -un papel mate y opaco, incapaz de reflejarnos-, es el instrumento idéneo para apropiarse teéricamente de un ser que ni usted ni yo podriamos vivir cuando es precisamente el que nos define a usted ya mi. 4, Nos explicaremos mejor Queriamos decir que esta sociedad es la sociedad moderna Porque, sencillamente, es la sociedad capitalista. Ello sig- nifica que es imposible entender lo que es una crisis econé- mica sin considerarla como una premisa en la légica'de la produccién de plusvalor. Significa que una-guerra no es un problema, sino una solucién para los problemas del ¢apital, Que el paro no es una tragedia, sino una condicién del capi- tal, Que la tortura no es una lacra abominable, sino uno de los instrumentos de reproduccién del capital. Que el derro- che de riqueza humana, la destruccién de stocks, no es una léstima, sino un remedio para los problemas del capital. Que la contaminacién no es una amenaza, sino un elemento inevitable de Ia produccién capitalista. Que la democracia actual no es una bendicién, sino un paréntesis entre el golpe de Estado que el capital provocd y el que provocard el dia que no le convenga el resultado de las clecciones -recordemos al presidente Ortega, imaginemos un Yoldi lendakari, Comprendo que esta cantinela es monétona y ca- rece de sentido del humor, comprendo que resulta cruel: tan cruel como es el capital. iVenga, hombre, atrévase a ver lo agradable que es la tortura, lo conveniente que es el paro, la gran solucién que es cualquier guerra! iAtrévase a decir que la venta de armas a Inin se hace en beneficio de la creacién de puestos de trabajo en Espafia! Ya sé que ningun ser hu- mano -excepcién hecha de algunos ministros~ puede ser tan inmundo de reconocerse en tales vivencias. .No compren- 35 i den mejor ahora lo que es un concepto? No ven ahora mas claro por qué deciamos que el SER de las cosas era invivi- ble? Porque, si, seflores, si: el paro, la tortura, la guerra SON muy buenas, muy razonables e incluso muy racionales en esta sociedad capitalista. Para descubrir lo racionales que son solo tienen que razunar, es decir, sélo tienen que hacer el esfuerzo de dejar de vivir y ponerse a pensar: basta con que pregunten tan sélo équé es? y contestar qué ¢s, en lugar de contestar qué les parece. Por ejemplo, pregunte usted qué es una metralleta y evite cambiar de tema diciendo que es un abominable objeto metalico: usted no sabe lo que es un metal, eso déjelo para el fisico, para el que, por cierto, nada de abominable tiene esa aleacién que tiene delante de sus ojos. Reconozca que esa metralleta es una cantidades de trabajo que enriquece a unos propietarios y que, habida cuenta de que muchos obreros dependen de ellos, es también una bendicién para las clases trabajadoras y un alivio para la crisis capitalista mundial. No se preocu- pen, porque tales vivencias inmundas no mancharan su in- maculado humanitarismo; al contrario, esa no-vivencia- inmunda-visién-de-esta-sociedad-inmunda es el_privilegio con el que Aristételes distinguié a los hombres de entre to- dos los seres: el pensamiento teérico. Ya ven que salen uste- des ganando. De hecho, la cosa no acaba aqui: esta sociedad es la socie- dad modema, la sociedad capitalista, porque sdlo en la so- ciedad capitalista puede entenderse que el trabajo sea un “derecho” en lugar de un “castigo” como nos dice el Géne- sis, no con menos crueldad, pero si con mayor sensatez. Sélo en la sociedad capitalista puede concebirse que no te- ner que trabajar sea una calamidad y no una prueba de que ~de no existir el capital- el hombre podria muy bien vivir del arte, de la poesia, del amor y del ocio. De‘ hecho, de no cxistir el capital, el nivel tecnolégico actual nos permitiria vivir practicamente sin dar golpe, pero sdlo en las condici 36 nes capitalistas de produccién puede concebirse que el hom- bre sea forzado a ver en el progreso tecnolégico una amena- za en lugar de una victoria. Sélo en su condici on de ‘sicrvo: Absolute de un capital propietario de sus condiciones ele- ‘mentales de vida, es posible comprender que ‘el hombre su- plique un “castigo” como es el trabajo y huya del ocio ~de bee ocio del que nacié la filosofia, la ciencia, el arte y la poe- ia como del mayor de los peligros: el paro. Sélo en las Condiciones capitalistas de produccién puede entenderse Gque la sobreproduccién sea un motivo de crisis en lugar de una ocasion de fiesta y regocijo. Esta sociedad es atin la so- ciedad moderna porque la unica forma de pensarla, la unica forma de explicarla, es aceptar que s¢ trata de la sociedad capitalista, sindo por tanto cl capital su Unico motor y su unico poder definidor. 5. Usted es un hombre justo Si pretendigramos, pues, solucionar el paro, el hambre, la tortura, la contaminacién, nos veriamos obligados a supri- mir cl capital, ya que para ver ahi problemas necesitados de solucién es preciso luchar contra aquello que no ve ahi sino soluciones a un probletna. Lamentarse abstractamente por un problema que no ¢s sino la necesidad y el motor de ‘una estructura a la que ni siquiera se alude es contradicto- rio, cinico, estipido y criminal. dEs sensato hablar de los hombres y de su sociedad alli donde todos los problemas de la “sociedad humana” son condiciones, necesidades o reme- dios de la sociedad capitalista? Sr. D. Javier Sédaba, no se preocupe. También nosotros, incluso nosotros, como miem- bros que somos de la Humanidad y de la, Sociedad, fielmen- te unidos en fervorosa atencién, hemos escuchado dia a dia sus humanitarios consejos, nos hemos indignado minuto a minuto en santa comunién con su justa y sincera indigna- cién —fijese, incluso hemos leido Saber vivir... Es usted un 37 hombre justo. No todos nuestros intelectuales estn tan po- dridos y son tan insensibles y ciegos como Savater. Pero. Sr. Siidaba: nuestro problema no es que seamos hombres: nues- tro problema es que somos obreros, es decir. que nos vemos obligados a ver soluciones en el paro, en la guerra, en la tor- tura, en la destruccién de stocks, que nos vemos obligados a ver una bendicién en el trabajo, asi sea en una central nu- clear, asi sea en una fibrica de armamento, que nos vemos obligados incluso a alegramos cuando sube la bolsa, pues sabemios que, en tanto obreros, nuestra nica posible alter- nativa seria Ia de morir de hambre. Que, en tanto que obre- ros, las necesidades de la produccién de plusvalor son. por muy horrorosas y sangrientas que nos parezcan, también nuestras propias necesidades, habida cuenta de que. en tan- to que obreros, dependemos a vida o muerte de las necesida- des del capital. Por es0, lo tinico que podemos desear real- mente es dejar de ser obreros. suprimir el capital. Usted nos trata como a seres humanos: muchas gracias por conceder- nos esta dignidad en cuanto que interlocutores. No la mere- ‘cemos porque ningiin ser humano podria ver jamais ~como nosotros (obreros) hacemos dia a dia— una solucién en la guerra o una bendicién en el trabajo, Esas soluciones, esas necesidades, son necesidades del capital y si nosotros acep- tamos la inevitabilidad de una guerra, la prudencia de ingre- sar en un bloque militar, la conveniencia “lamentable” de la tortura o la socializacién de las pérdidas de Rumasa no se debe a que seamos malvados encima de comunistas- 0 a ‘que los bu2nos consejos de Javier Sédaba no hayan podido convencemnos, sino a que somos sujefos porque estamos a vida o muerte sujetos a la suerte del capital. De ahi que no se trate de que Gonzalez Marquez nos haya mentido, Sol- chaga sea un sinvergiienza o Barrionuevo tenga las manos tintas en sangre: sinvergtienzas, ladrones 0 asesinos, ellos tienen al menos la superioridad sobre Sadaba de decirnos la verdad, es decir, la Unica verdad de que mientras exista el 38 capital nuestra suerte como obreros depende de que no en- torpezcamos el libre desarrollo del beneficio de nuestras em- presas. Gracias a ellos sabemos, al menos, que ahi no se tra- ta de “problemas sociales” sino de problemas de la sociedad capitalista. Y que. por eso mismo -a ese respecto, pues el capital, ¢s cierto, no es cl tnico problema existente— nuestro linico y verdadero enemigo es el capital. Ello explica que nuestros ministros no se olviden janis de defender al capi- tal como. en cambio. Stidaba se olvida siempre de atacarlo. 6. Mu ccrucles.,. estamos del Indo malo Felicitemos, pues, a Siidaba y a todos los postmodernos que luchan contra cl paro o se indignan ante la tortura. Feli- citemos incluso —por qué no- a Mickel Jackson por prestar- se filantrépicamente a colaborar en “We are the world’ Ante este tipo de problemas Marx, mucho mds frio, mucho mis cruel, se puso del otro lado: prefirié demostrarnos que l paro, el trabajo excesivo. Ia guerra, In tortura, eran nece- sarias, necesarias para el capital, y convenientes, razonables, sensatas y descables para cualquicr “persona” sujeta al capi tal. De ahi que no sc olvidara cn ningun momento de decir que esta sociedad era la sociedad capitalista y que su primer problema era ese: que era capitalista i, Marx, en lugar de abominar ciegamente sobre su so- ‘edad y cacarcar sobre lo lidico y lo moral, prefirid enten- der. Entender precisamente para saber qué merecia risa y ‘qué merecia Ianto, pensar para saber de qué nes estamos realmente riendo y de qué estamos realmente abominando. Y por eso se sento frente a un papel en blanco con el firme propésito de enmudecer todo lo posible, hasta que hablara por si mismo -en un discurso conceptual~ aquello que mis odiaba: el capital. Esta estrategia teérica que los griegos ad- miraron desde los primeros tcoremas matemiticos, esta ¢cs~ trategia ‘que ya desde entonces fue perseguida y castigada 39 por el poder establecido con sanguinaria represién, queda, por lo visto demasiado lejos de las narices de nuestros inte- lectuales contemporineos. Un razonamiento tan sencillo como el que hiciera Simén Bolivar serfa hoy en dia incom- prensible: “La guerra debe continuar! A mi me duele en el alma, porque sé que las guerras son el compendio de todos los horrores. Pero sé también que el absolutismo es el com- pendio de todos los horrores... y de todas las guerras.” He aqui lo que tienen en comiin la “razén normalizada” y la “razén dramatica sadabiana”. No se trata de “porciones de postmodernidad”; se trata de que ambas se olvidan de ensuciar su inmaculada cabecita poniéndose del otro lado: ese"reverso tenebroso en el que es preciso otorgar su racio- nalidad al paro, a la destruccién de stocks, al trabajo excesi- vo, al servicio militar e incluso a la tortura, ahi donde la ra- cionalidad de los efectos demuestra definitivamente la irra- cionalidad absoluta de la causa que los produce. Y digo bien: “se olvidan”. Quiero subrayarlo porque gracias a Pla- tén sabemos que lo que se olvida prioritariamente es el con- cepto. Los postmodernos se olvidan de que la sociedad mo- derma era la sociedad capitalista y, por eso mismo, no son capaces de recordar algo tan elemental como que, para de- clararse “postmodemnos”, tendrian que demostrar que el ca- pitalismo mismo ha sido suprimido. Pero des que alguna vez acertaron a ver que la sociedad moderna cra la sociedad ca- pitalista? En realidad, ellos se preguntaban qué era vivir en Ja modemnidad, sin jamés preguntarse qué “era” la modemni- dad. Para estos “intelectuales” para los que pensar es un “estilo de vida”, el término Teoria, sencillamente, no signi- fica nada; jamds han deseado suprimirse por entero, jamés han creido necesario cerrar su boca y callar, callar del todo, hasta dejar hablar a la cosa. Como si la verdad no fuera sino la opinién mas exacta, cuando no meramente Ia opinion mas ingeniosa, estos profesionales del saber no podrian creer jamés en una ciencia de la historia, porque la ciencia 40 misma para ellos no significa nada. Ahi donde el saber es un estilo de vida, es dificil comprender por qué Sécrates fue condenado a muerte cuando el pobrecillo sélo se habia limi- tado a pensar. Se imaginan, todo lo més, que Sdcrates del 8 de pensar algo peligroso 0 delictivo para el poder estableci- do. Quisiera poder demostrar que Sécrates fue condenado por matematico y que asi se hubiera limitado a defender toda su vida el teorema de Tales habria sido igualmente eje- cutado. Lo peligroso no era lo que pensaba, lo peligroso era que pensaba. Lo peligroso era que, en todo su empeiio filo- séfico por “aprender a morir”, Sécrates habia dejado de ge- mir y protestar y estaba ya decidido a dejarse iluminar por la luz del ser, por esa luz en la que dos y dos no sélo pare- cen cuatro a mis ojos sino que som cuatro aunque yo no ten- 2a ojos. Sécrates era peligroso, Sécrates merecia la muerte, porque estaba ya lo suficientemente muerto como para de- cir aquello que todos olvidaban: el ser de lo que era y, por tanto, fo que era el poder establecido. Si hoy los matemati- cos no temen por su garganta, es o bien porque no son ma- temiéticos 0 bien porque los verdugos no sospechan lo que realmente son las matemiticas. 7. Veamos por qué.. Los postmodemos se “han olvidado” del capital. Cues- tign de memoria. iCuestién precisamente de esa particular “memoria” a la que Platén llamé pensamiento! La postmo- dernidad se propone “saber vivir". Hombre, no por eso se convierte uno en un Luis Antonio de Villena, un Savater 0 un Leguina. Pero, por mucho que uno no pueda “vivi gemir por el paro o sin indignarse ante la tortura, por mu- ‘cho que uno tenga la honradez de votar “no” a la OTAN 0 de denunciar el expolio perpetrado al obrero al no subirle un punto mas su sueldo, “saber vivir” seguird siendo, como era para Platén, renunciar al pensamiento. Es decir, renun- 41 ciar a ese nivel en el que un obrero es un obrero, un ban- quero es un banquero y un capitalista es un capitalista, ese nivel en el que, situados ante “aquello que hace bellas las cosas bellas” ¢ “injustas las cosas injustas”, podemos por primera vez indignamos ante la injusticia “invivible” que supone el que un obrero sea obrero, por bien o mal que le trate la patronal. También en la “caverna” son posibles los Moriqueos humanistas antes los banqueros sinvergiienzas, ante los empresarios sin escripulos, ante los “rehenes del capital” como Reagan, sanguinarios, crueles, cinicos y men- tirosos, antes los torturadores sin entrafias ante los milita- res golpistas. Pero sélo “fuera de In caverna”, sélo en el pensamiento o en la accién revolucionaria, es posible ind narse ante aquello que hace banquero a un banquero, capi- talista a un capitalista, obrero a un obrero y militar a un mi- Titar. Por eso hablamos en su momento de una “‘renuncia al Pensamiento”: porque a un obrero se le puede tocar, se le puede matar, se le puede torturar, se le puede subir el suel- 40 0 incluso se le puede besar, pero aquellos que hace obre- ro a un obrero es “invivible”: slo se puede pensar. Marx, en El Capital, nos hace el favor de relatarnos la triste historia del infortunado empresario Sr. Peel, quien de- cidido a montar una empresa en Nueva Holanda, se levé en un barco todo cuanto preveia necesario: dinero, maquinas, materias primas...; era tan previsor y tan inteligente -en eso se parecia, en efecto, a nuestros intelectuales: entender, en él nada tenfa que ver con pensar que, para no olvidarse de nada, se llevé también a los obreros. Su agudeza Ileg6 inclu- so al extremo de embarcar con ellos a sus familias, asegu- rando asi la reproduccién de su clase obrera empaquetada. Pero iay! en cuanto atracé la embarcacién, los obreros vie- ron tierras virgenes y, como por milagro, dejaron de ser ‘obreros de la noche a la mafiana: se dedicaron a Ia agricul- tura, a la carpinteria, edificaron sus propias casas, criaron gallinas, algunos se convirtieron en auténticos holgazanes y 42 otros incluso Ilegaron a la osadia de convertirse en competi- dores del propio sr. Peel, En eso imitaron a los nativos quie- nes, inexplicablemente, andaban por ahi en taparrabos sin la menor intencién de aceptar los'contratos de trabajo de ese patrén Hlovido del cielo. Algo habia salido mal. Y es que el pobre Sr. Peel se habia olvidado algo en Inglaterra; se habia olvidado algo que no se podia tocar, ni ver, ni oler, algo que no se podia transportar, algo que no s¢ podia en absoluto vi- vir las relaciones de produccién capitalistas. ‘Se habia olvi- dado el capital, qué demonios! Reflexionen ustedes y adver- {in que el sr. Peel habia embarcado todo cuanto un capita- lista y un obrero pueden vivir en la sociedad capi Y. sin embargo, se habia olvidado, precisamente, el capital: se habia olvidado esa violencia sangrienta, esa violencia radi- cal y absoluta, por Ia que la poblacién inglesa habia sido ex- propiada brutalmente de sus condiciones generales de traba~ jo. Esa violencia que era el nico secreto por el que un hombre es, ademas de hombre, un obrero. Se habia olvidado esa violencia “invivible”, invivible ya en Inglaterra para niingiin obrero, para ningin capitalista, pues era precisa- mente ~parifrasis de Platén- aquello que hacia obreros a 0s obreros y capitalistas a esos capitalistas. Esa ¢s previa a cualquier obrero, previa a todas las vivencias, porque es la que define precisamente que quien vive es un obrero. Peel habia empaquetado a sus obreros, dejindoles vivir, vivir incluso una vida familiar, y sin embargo, se ha- bia dejado en Inglaterra el ser de sus obreros. Légico: el sr. capitalista Peel no podia sino olvidar aquello que le hacia capitalista (capaz. de olvidar, capaz de recordar otras cosas, ‘menos esa}; a su vez, los obreros, por definicién, era logico ‘que fueran incapaces de recordar en Inglaterra, tinico sitio cen que eran obreros, aquello que les hacia ser obreros. JBI sr, Peel se habia olvidado, precisamente, de recordar! De recordar aquello-que-merece-ser-recordado-por-exce- celencia, ya que es algo que sélo se capta en el recuerdo, 4B siendo como es invisible, intocable, invivible. Aquello que es por naturaleza anterior es el concepto. La préxima vez que se encuentren parpadcando como idiotas ante la tesis platénica de que “conocer es recordar”, piensen en el sr. Peel y se dardn cuenta de que lo tinico que habia olvidado concebir su inteligencia era el concepto y lo tinico que se ha- bia quedado en Inglaterra era el capital ~esa violencia mate- rial expropiadora de las condiciones generales de trabajo. Asi es que, por favor, no se rompa la cabeza ahora con estu- leces gnoseoldgicas preguntandose si no estaremos renun- ciando al materialismo-y si no estaremos diciendo algo como que la idea es anterior a lo real, El materialismo es mas sencillo que todo eso: lo anterior en el saber es el con- cepto; lo anterior en lo real es el ser. No por otra razén, Pla- tén hacia muy bien y era muy buen materialista al llamar al ser con el término Idea. No se preocupe, que eso no quiere decir que los obreros, las piedras y su ombligo estén hechos de algo asi como de un aire mental. Eso significa s6lo que mientras usted pretenda seguir hablando por los codos, mientras usted siga opinando sobre todo, mientras siga em- pefiado en “saber vivir”, usted jamas podra pensar y jams podra conocer la realidad: porque la Idea no se puede tocar, ni beber, ni oler, ni meter en su cabeza. La Idea sélo esta ahi donde usted no estd, ahi donde usted todavia no esta: en cl Pensamiento que ya no es pensamiento de nadie, en un nto que se piensa a si mismo”: el discurso cienti- fico. Y el motivo de esto es precisamente que el ser es siem- pre anterior a usted, porque es en usted aquello que le defi- ne como usted. De ahi que Platén acertara al decir: precisa- mene porque el ser no se puede vivir, s6lo ha de poderse pensar. Usted puede vivir esto 0 lo otro, puede introducir en su cabeza hasta la imagen de una locomotora, pero jamais ‘un concepto que explicite el ser de algo podré penetrar en su cabeza cuando el ser es por naturaleza lo anterior a us- ted, Por eso, si alguna vez quiere usted montar un negocio 44 ‘en Nueva Holanda, procure no introducir en su equipaje tan sdlo aquellas cosas que “tiene en la cabeza”, por muy previsor que se considere: acuérdese de pensar, acuérdese de preguntar iqué es? o se olvidara... hasta de recordar. ie recordar qué? De recordar que no hay obreros mis que alli donde una sangrienta mano asesina ha arrebatado a la poblacién sus condiciones de existencia. No se olvide, pucs, los fusiles; dispare contra todo holgazén en taparrabos ‘que se conforme con comer plétanos y tocar la guitarra, en- carrile por medio de la policia la ley natural d: la oferta y la demanda de trabajo, destruya sus medios de produccién 0 apropiéselos por la fuerza y cuando la poblacién ya no pue~ da sino suplicarle un trabajo o morir de hambre satisfaga su libre eleccién con una sonrisa. Eso ES el capital. {No se acordaba? Eso ES esta sociedad, aunque, hoy en dia, puesto ‘ue nosotros ya somos obreros, puesto que ya no hace falta ‘que nos arrebaten algo que ya nos han arrebatado, no pode- ‘mos, por nuestra parte, sino recordarlo, lejos ya de nuestras vidas, como aquello que dia a dia nos define en una vida anterior a nosotros. ‘A quienes digan que no consideran preciso estar constan- temente haciendo alusién al capital para enjuiciar los mil variopintos aspectos de esta sociedad, les sugiero unos mi- nutos de reflexién sobre este triste episodio relatado. Olvi- dar un concepto supuso para el sr. Peel la ruina de un gran negocio; es cosa de preguntarse hasta qué punto ese mismo olvido no estara suponiendo la ruina de todos esos pequefios negocios que son nuestras vidas. A ver si va a resultar final- mente que “saber vivir"supone, al tiempo que olvidarse de saber, olvidarse también de vivir. Pero, antes de pasar a cuestiones tan delicadas, quisiera servirme de un ejemplo mas sobre esta particular amnesia teorica. 8. Un ejemplo Rafael Sanchez Ferlosio. Leyendo Mientras los dioses no- 45 cambien, nada ha cambiado uno se da cuenta de hasta qué punto pensar no tiene nada que ver con tener algo en la ca- beza. Comentando las impresiones de Alejandro Humboldt durante su estancia en Nueva Espafia (1803), Sanchez Fer- losio acierta a recordar cémo es precisa una violencia origi- naria para hacer de un hombre un obrero. Pero una cosa es recordar lo que s¢ ha visto, oido y tocado hace tiempo, lo ue otros vivieron en la Historia, y otra cosa muy distinta es recordar aquello-que-sélo-puede-ser-recordado; el ser de las cosas no es ningiin acontecimiento vital anterior a otros acontecimientos, es lo necesariamente anterior a todo acon- tecimiento vital: una vida anterior. Lo que nos cuenta Fer- losio es una historia muy bonita, asi es que vamos a repasar- la.en pocas lineas. Humboldt estaba seriamente preocupado porque los na vos de esas benéficas tierras eran felices comiendo plitanos, tocando la guitarra, haciendo el amor y rascdndose la ba ga. Lo malo es que tanta felicidad no beneficiaba precisa- mente a las empresas balleneras europeas, las cuales encon- traron serias dificultades para hacerse con mano de obra. Légico: “teémo se pueden encontrar marineros que quieran dedicarse a un oficio tan duro, a una vida tan miserable cual ¢s la de los pescadores de cachalote? {Cémo hallarlos en un pais en donde el hombre es feliz sélo con tener platanos, came salada, una hamaca y una guitarra?”. Solucién: que- mar las plataneras. Este “remedio violento” es algo més que una barbara y sanguinaria medida. Seria asi si se tratara tan solo de arrebatarles los platanos: ley de vida, el pez grande se come al chico. Pero el remedio era muy diferente: se tra- taba de arrebatarles sus condiciones de existencia. Destruir sus plataneras, pero, a la vez, procurar que no pudieran vol- ver a replantarlas. Un hombre no es un obrero hasta que no ace en una ticrra que no es suya v en un asfalto en el que ya no puede cultivar. Ferlosio denuncia muy indignado las justificaciones ideo- 46 logicas de tales procedimientos. Hace falta, sin duda, un ci nismo infinito para considerar aqui una manera de civilizar la humanidad. Masacrar a la poblacién indigena hasta tras- formarla en proletariado no es un tributo pagado al progre- so; eS una infamia violenta y sanguinaria cuyo Gnico fin es el de beneficiar a las industrias balleneras. Actualmente ya no es necesario que nos transformen violentamente en obre- ros: nacemos ya obreros, desprovistos de toda condicién de produccién. Somos obreros en paro, obreros que cumplen siete, ocho y hasta dieciséis horas de jomada laboral, obre- ros que, en el mejor de los casos, tienen que conformarse con tocar la guitarra una vez a fa semana. Era de esperar que el actual nivel tecnolégico permiticra a la humanidad trabajar menos que los indigenas de Nueva Espafia y vivir con més comodidad. Pero no, Ahora como entonces no se trata de nuestra felicidad. Por rica que sea ya la sociedad las crisis de sobreproduccién son prueba de ello- hay que seguir trabajando como bestias ~asi sea para crear stocks que luego hay que tirar- porque de lo contrario, no siendo preci- so trabajar mas, no habria ya miis beneficio para el propie- tario de las condiciones de trabajo, y no teniendo que traba- jar tanto, no habria ya tanto beneficio para el propietario de las condiciones de trabajo. No, aqui tampoco se trata de Progreso: aqui se trata sencillamente de que atin no nos han sido devueltas nuestras condiciones de trabajo, de tal modo que nosotros podamos decir cuindo queremos trabajar mis y eudindo queremos trabajar menos. Por eso,no es que nos ‘comportemos como obreros: es que somos obreros. Por €s0, no es que nos explote el patrén al no subimos un punto mas el sueldo, es que estamos definidos, es que continuamos definidos por la crucl y sanguinaria violencia que dia a dia nos transforma de hombres en obreros. Esa violencia que transformé a los natives de Nueva Espafia cn marineros fue directamente sufrida por aquellos que aiin-no-cran-obreros. Hoy, esa violencia es la que nos define como obreros; hoy, 47 esa violencia no puede ser vivida por ningin obrero; hoy, ‘nos vemos obligados a pensar esa violencia, es decir, a re- cordar en qué consiste ser obrero. Pero no. Sanchez Ferlosio echa un vistazo a nuestro siglo, se coloca bien las gafas para decubrir alguna otra canallada disfrazada de Progreso y iqué descubre?: 1a catdstrofe del Challenger. Normal. Esa violencia de la ‘que hablébamos hace ya tiempo que dejé de ser visible. Jamas un obrero po- dra sufrir la violencia que convierte a los hombres en obre- ros. iPara eso tendria que ser un Hombre y no, precisamen- te, un obrero! Como obrero podri sufrir otras violencias, también humanamente inadmisibles, pero esa jamis. Todo lo més, esa violencia seri vivida ahi donde deje de ser obre- 10; en el momento de cortarse las venas, en el momento de volverse loco, en el momento en que el mono sustituye al caballo arrojindose de nuevo al mundo de la delincuenci del proletariado. En el momento, también, de vivir “mis aca de la vida”, en esa vida anterior en la que el mundo es aquello capaz de definir el mundo: el concepto. Ahi donde los obreros ya no sufren: sélo ahi es posible sufrir la violen- cia en que consiste ser obrero. Sin duda, Sanchez Ferlosio considera mucho mas impor- tante indignarse que pensar. Por eso, se indigna ante la ma- saere de un pueblo feliz del siglo XIX, sin poder indignarse Porque esa masacre siga definiéndonos atin como una hu- manidad masacrada de antemano. El reino de lo siempre- ‘ya-puesto-en-las-cosas-de-antemano, el reino del ser de las cosas, es un reino invisible incluso para los ojos mas sensi- bles, incluso para los ojos mas honrados: es un reino del que s6lo nos podemos apropiar tedricamente mediante concep- tos. Es curioso que Sanchez Ferlosio se haya negado a dar este paso, siendo como es una de las pocas personas que han comprendido en Espafa lo que es el pensamiento cien- tifico: un acto de absoluta modestia por el que ciertos hom- bres deciden callar por entero, dispuestos a dejar de o 48 de existir en un papel en blanco en el que, procurando so- meterse por entero a la disciplina de una argumentacién, ponen la esperanza de que sea la cosa misma la que hable (cfr. S.F. &. II). Menos sorprendente es que Javier Sddaba, proponiéndose “saber vivir” bajo la evidencia de que “el yo io", haya sido ineapaz de recordar esa vida anterior a “yo”, esa vida invivible que nos sitia ahi donde las cosas legan a ser lo que son y que es la que define lo que se vive y quien lo vive, qué eres y qué es... Menos sor- prendente aiin cs que cl sr. Peel, que era precisamente el propictario de las condiciones de trabajo de los demas, ol dara que un obrero no es un obrero mas que alli donde las, condiciones de trabajo son sanguinariamente privatizadas ten unas pocas manos. El imaginaba que la convivencia d mocritica todopoderosa era capaz de convencer a cualquier holgazin que tocara la guitarra de que debia perder su vida trabajando en sus fabricas. En cuanto la cosa le fue mal, de pronto “recordé”, en un auténtico golpe de estado especula- tivo, lo que se habia olvidado: la necesidad de asegurar dia a dia, minuto a minuto, un golpe de estado real lo suficiente- ‘mente contundente para asegurar su verdadera condicién encubierta tras el benévolo demécrata: su condicién de usurpador absoluto de todos los medios de produccién so- ciales. El st. Peel tuvo que “recordar para seguir siendo lo que era. Nosotros, en cambio, s6lo tenemos que “olvidar” para seguir siendo lo que somos: sus obreros, 9. No somos ni ricos ni pobres Muchos de nosotros parecemos pobres. Algunos parecen ricos. Y los que parecemos pobres no es porque “aparente- mos” algo que no somos: no, parecemos exatamente lo que parecemos. De ahi que no parezcamos un albaricoque o una gaviota; parecer no es cosa gratuita, pero en cualquier caso, no es lo mismo que ser. Porque un obrero, por pobre que 49 parezca, no es pobre, sino algo mucho més refinado: una persona que tiene que pedir prestadas sus condiciones de vida, No sélo una persona que no tiene nada en la vida, sino, ante todo, una persona que no tiene ni siquiera la con- dicién precisa para tener mucho 0 poco en la vida. Un obre- Fo no es que tenga pocos productos, es que carece de tierra y carece de inedios de produccién. De la misma manera, por mucho que no sea ocioso decir que un capitalista no parece en absoluto un albaricoque o una sandia, sino que parece més bien una persona bastante rica, no por eso un capitalis- ta es un rico, sino un propietario de las condiciones de vida de su sociedad: Digo esto porque no puedo dejar de insistir en que el ca- pital es algo que no se puede ni ver, ni tocar, ni vivir en ge- neral. Sélo se puede o imponer de golpe, o suprimir de gol- ‘pe, © pensar con conceptos. Ningiin sujeto puede vivir algo que consiste precisamente en definir sujetos, en definir aquello que se vive y quién lo vive. Por eso, el problema de esta sociedad no es que haya “desigualdades entre los hom- bres”; ese sera el problema de toda sociedad, de ésta, de !a sociedad comunista o de la sociedad marciana, por los siglos. de los siglos. El hombre también vive de problemas, asi es que el “problema” no me parece muy grave. Pero el proble- ‘ma absoluto es la desigualdad absoluta de que unos tengan las condiciones de trabajo de otros que carecen de ellas en absoluto. Porque csa desigualdad absoluta ya no es una desi- gualdad humana, por la sencilla razén de que niega la hu- manidad del perjudicado, siendo asi imposible proponerle una vida “humana” cuando previamente se le ha usurpado su condicién vital. Este es el motivo por el que el sr. Pec! no empaquet6 realmente obreros, sino personas que parecian pobres -iy lo parecian de veras, no habia mas que mirar- les!-, y tampoco empaqueté capital, sino sencillamente algo que parecia riqueza ~iy lo que parecia de veras, $ 500.0001. Pero ni una persona muy pobre es un obrero -también los 50 nativos lo eran-, ni una persona muy rica es un capitalista. La riqueza, la pobreza, la podemos ver, tocar, oir, transpor- tar en un barco, Podernos rezar por los pobres, podemos in- ddignamos ante la riqueza de alguien capaz de comprar un Van Gogh por cinco mil millones de pesetas; seremos, asi, unos buenos cristianos, Ni por un momento habremos pregunta- do qué es, ni por un momento habremos pensado. La ausen- cia de pensamiento, haciendo absolutamente invisible la ferencia existente entre poseer productos (muchos 0 pocos) y poseer las condiciones de la produccién en general, ha permitido a la ideologia dominante ridiculizar a Marx como si el comunismo consistiera en un afin de igualdad entre to- dos los hombres que terminaria con la propiedad privada de los productos sociales. Conviene recordar que es hoy en dia cuando los productos sociales no son propiedad privada de nadie: la prueba es que nadie puede decidir qué fabricar, ni ‘en qué cantidad, ni con qué calidad, y que ni siquiera ya una vez fabricados podemos decidir si los productos deben ser 0 no consumidos, viéndonos “obligados” en muchas ocasiones incluso a destruirlos “absolutamente nuevos” (*). Marx pretendié devolver al hombre la propiedad sobre las, cosas por él fabricadas y precisamente por eso afirmé que tal cosa era imposible mientras las condiciones de trabajo fueran privadas. Quicn no ve sino ricos y pobres en esta s0- ciedad, no ve en absoluto esta sociedad; puede ser un buen cristiano, pero jamais podri decir que es un marxista, (Aun- que ya sé que Sédaba 0 Ferlosio no creen que el comunis- ‘mo consista en que todos los obreros van a utilizar tu cepi: Io de dientes, no por eso parecen haber comprendido mejor a Marx. Incapaces de ver e! capital siguen de todos modos separados por una frontera absoluta de aquello que ocupé a Marx durante la mayor parte de su vida. A estos y otros tan- © Ulilizo fiteralmente palabras de Luis Solana en el articulo que comenta- ‘mos en extenso en el capitulo siguiente. 51 tos intelectuales brillantes les vendria muy bien “leer El ca- pital”, en lugar de confiar en su suprema capacidad de jui cio con sdlo saberse de memoria las Tesis sobre Fenerbach. Entonces se morderian los labios antes de soltar pamplinas como “la praxis es el criterio de todo marxista™. No, sr. Sa- daba: la praxis no es el criterio de Marx ni de ningin mar- xista. O por lo menos, no desde luego la “praxis” de la que usted nos habla.) Pues bien: aquello que queda todavia por hacer con las cosas cuando ya no las tocamos, ni las vemos, ni tas senti mos, cuando ya no opinamos sobre ellas y ya ni siquiera las vivimos, eso es el pensamiento, Esta muy bien que un capi- talista parezca a nuestros ojos un rico mas que un albarico- que, esta bien que por una especie de milagro se lo parezca también a los demés. Con todo, aquello que hace capitalista a un capitalista, el capital, el ser de un capitalista y el ser de cualquier cosa, es algo que ni usted, ni yo ni nadie podra ja- ‘mas vivir. Por eso mismo, un verdadero acto, un acto en el ser, una verdadera decisién, una decisién en el ser, una ver- dadera vivencia, una vivencia en el ser, eso es algo que nada he que ver con aquello que usted y yo y todos llamamos ‘nuestras vivencias”, “nuestros actos”, “nuestras decisio- nes”. Un acto capaz de actuar en el ser es lo que llamamos un acto revolucionario. Un verdadero acto es tan ajeno aun acto suyo como un concepto es ajeno a su opinién: Un ver- dadero acto es siempre revolucionario. Por eso, “los fildso- fos deben gobernar™, pero los filésofos no gobernardn real- mene hasta que ni usted, ni yo, ni nadie gobierne en absolu- to, “El yo es mio” es la mejor forma de decir: ni saber, ni vivir, Pero quisiera justificar esto mejor. 10. «Aprender a insultar» Sadaba no puede “vivir” junto a la tortura, se indigna 52 ante ella, como se indignaria ante un golpe de Estado o un cruel y sangriento Vietnam. Compartimos esa indignacién. S6lo que “dramaticos” o “normalizados”, si nos declaramos postmodemos, por muy indignados que estemos, serd, inevi tablemente, para olvidar lo que es la tortura, lo que es una guerra, lo que es un golpe de Estado: un procedimiento smpre deseable, siempre razonable para quien depende a vida 0 muerte del capital- de preservar la produccién de plusvalor. Si pretendemos “saber vivir" de este modo, aca- bbaremos diciendo que trabajar es un “derecho” ~io es que es posible “aprender a vivir” para un obrero en paro?. Por “draméticos” que seamos, acabarin por parecemnos norma- les pintadas como “OTAN no, trabajo si”, incapaces ya de advertir que el paro no es nuestro problema, sino, al contra- rio, una condicién de la economia privada y una prueba de que, de no existir la propiedad privada de las condiciones de trabajo, el nivel tecnolégico actual permitiria al hombre vi- vir pricticamente sin trabajar. Confundiremos asi, como les ocurria a los encadenados platénicos, nuestra vida y nuestra renuncia a ella, nuestros ojos y nuestra ceguera, y nuestra li bertad y sus cadenas. Llamaremos en adelante libertad a las, cadenas mismas en las que consiste el ser obrero; y enton- ces, nuestro “saber vivir” consistird todo lo mds en refunfu- iar ante los “abusos” de un Solchaga. Asi, sin pensar qué es el capital, olvidando el capital, olvidaremos el mundo del ser propio de la sociedad capitalista y viviendo mas alld del ser, viviremos en lo tinico que hay en ese “mas alld”: el ser mismo, igual de terrible, igual de espantoso, pero ahora acompafiado del autoengaiio, de la “ceguera” y, por tanto, de la sumisién. De esa sumisin absoluta que supone creer que tus cadenas son tu libertad. Nosotros, siempre anticuados, preferimos pensar como Platén: en lugar de valernos del “yo” para olvidar el ser -un ser horrendo y criminal-, tenemos la esperanza de deshacer- nos del “yo” para, por primera vez, ser capaces de pensar y 53 capaces de actuar. Pues como Platén creemos que sélo don- de hay pensamiento hay accién y slo donde hay accién hay pensamiento. Ahi, por consiguiente, donde la accién intenta modificar lo que las cosas son y no lo que (nos) “parecen” éMe he explicado bien? Pensar no es hablar en voz baja, ni tampoco oir, ver 0 tocar interiormente. Pensar no es intro- ducir imagenes mentales en nuestra cabeza: no es en absolu- to ponemos ante otras cosas en otro mundo, como algunos pretenden entender en Platén. Pensar, ya lo deciamos antes, €s aquello que atin podemos hacer con un caballo cuando ya no se trata de cabalgar, cuando ya no se trata de tocarle, de cepillarle, de verle ni oirle: cuando ante un caballo que ya no relincha y ya no galopa, nos situamos ante aquello en que consiste ser caballo. Pensar es aceptar que existe un ni vel en el que un obrero es un obrero, un capitalista es un ca- pitalista, un banquero un banquero y no ya alguien que pu- diera estafarte, explotarte 0 subirte ios intereses. En ese vel las cosas llegan a ser lo que son, en ese nivel reside el ser de todas las cosas. Ese nivel del ser lo descubrieron los grie- 0s, por primera vez en la historia de la humanidad, hace veintiseis siglos. Puede afirmarse con certeza que, hasta en- tonces, Ia pregunta iqué es? no habia sido planteada jamés. También puede afirmarse con certeza que, desde entonces, ‘nunca como hoy hemos sufrido la ausencia absoluta de esa pregunta, Actualmente se nos reclama nuestra opinién so- bre todo, pero jamds un concepto que responda del ser de las cosas. Queremos saber qué parecen las cosas, queremos saber cémo son las cosas en nuestra cabeza, en la cabeza de Jos demds, en la cabeza de todos, como si el ser pudiera ser el conjunto de nuestras opiniones. La pregunta por el ser permanece olvidada, reprimida: nadie quiere saber qué son las cosas después de haber perdido la cabeza. Nadie quiere saber qué son las cosas independientemente de su cabeza, porque, hoy como en tiempos de Sécrates, esa pregunta te puede costar ni mas ni menos que la cabeza. 34 Pensar es vivir en el ser. Pensar es apropiarse mediante conceptos del ser de las cosas. Ni pensar es ponerse ante otro mundo el mundo de nuestras imagenes mentales-, ni dejar de pensar es realmente abandonar el mundo del ser. Sin el pensamiento este mundo sigue siendo igual de horri- hile, igual de atroz, igual de injusto, igual de real; sin el pen- samiento, sencillamente, este mismo mundo se hace acom- pafiar de nuestra capacidad de olvido, de nuestra capacidad de decir yo: nuestra capacidad de olvidar que por indignante y repulsiva que nos parezca la tortura, por intolerable que nos resulte la cifra de tres millones de parados, por mucho que despierte nuestra nestalgia y nuestra melancolia el dete- Fioro ecolégico, Ia tortura, el paro, In contaminacién ade- mis de parecer problemas ~nuestros problemas son y son, precisamente, las soluciones de nuestra sociedad capitalist Las ideas se apropian tedricamente de lo real, pero no son lo real. “Dejar de pensar” no es libramos de este mundo atroz, sino, antes bien, condenarnos a él: vivir en él, como decia Platén, “a ta deriva” entre cosas que ya no recorda- mos lo que son. Tocar sin saber qué tocamos, oir sin saber qué oimos, ver sin saber qué estamos viendo. Es la ceguera de quien ve muy bien lo negra, fria y peligrosa que es la me- tralleta que le han puesto entre sus manos, pero no es capaz de recordar que esa metralleta es el beneficio privado de una empresa privada: una solucién a los problemas de una pro- in que ya no ¢s produccién de metralletas sino pro- duccién de plusvalor. Que esa metralleta aunque parezca distinta a un cepillo de dientes es, en las condiciones capita- listas de produccién, exactamente 1o mismo que un cepillo de dientes: una ocasién de beneficio privado para la propie- dad de una empresa privada. Que en las condiciones capita- listas de produccién, unos dientes sanos no son nada distin- to de un soldado muerto: la ocasién de un mercado capaz de transformar un beneficio privado en dinero. Que, por tanto, cen las condiciones capitalistas de produccién los dientes de 35 los obreros no pueden distinguirse de los obreros muertos. ‘Que por muchos contornos diferentes que aprecien nuestros ojos y por muy variados que sean nuestros sentimientos ante lo que tenemos delante, el mondtono mundo del ser se defi- ne y se definiré mientras exista el capital con el tinico erite- rio de lo que es 0 no ocasién de un beneficio privado para los propietarios de nuestras condiciones elementales de exis- tencia, Y por eso mismo, a la inversa, pensar no es situarse ante otro mundo: ¢s, al contrario, estar decidido a decidir sobre el ser. Es querer la accién en el ser, la tinica accién que pue- de llamarse gobierno y no sumisién, la sumisién de quién anda a la deriva entre apariencias guiado tan solo de sus, ‘buenas o malas intenciones personales. Por eso, no quisiéra- ‘mos nunca olvidar que la tortura, el paro, la guerra, el tra- bajo asalariado, los golpes de Estado, no slo parecen ho- rrendos, indignantes o repulsivos sino que, sobre todo, son condiciones, necesidades o soluciones de la produccién ca- pitalista, de la economia privada. Por eso también, contra toda la palabreria intelectual de hoy en dia, sabemos que la tinica palabra capaz de sustituir a un concepto es un insulto: un insulto a los banqueros por ser banqueros, un insulto a los empresarios por ser empresarios, un insulto a la policia por ser policia. Sélo quien es capaz de insultar es atin capaz de recordar que un banquero no sélo es alguien més rico que ti, més gordo, més malo que bueno, sino que, ante todo, es un banquero (un hijo de puta). Sélo quien es capaz de insultar es capaz alin de colocarse ante aquello que hace bellas las cosas bellas, malas las cosas malas, obreros a los obreros y banqueros a los banqueros. Por eso hemos afirma~ do que, a Dios gracias, pese a toda la reaccién postmoderna, el pensamiento, la Historia de Pensamiento, sigue viva y po- derosa en las letras de la Polla Records. “Era un hombre, ahora es un poli” es quizds una de las escasisimas muestras literarias en las que Platén se reconoceria hoy en dia. 56 11. Los caballos con alas Marx era un pensador porque estaba ante lo nunca vivido por definicién, ante aquello que define Io que se vive y quign lo vive en las condiciones capitalistas de produccién, Pero, mientras Marx eseribia, un fantasma que recorria Eu- ropa s¢ situaba ante lo mismo que él, para demostrar que la iinica forma de pensarlo era suprimirlo. Los obreros se ne- gaban a ser obreros, igual que Marx descubria aquello que nunca un obrero puede vivir como obrero: el capital. Sin metéfora ni voluntarismo teérico alguno queremos afirmar que la revolucién y el pensamiento se sittian ambos en el mismo nivel en el que las cosas llegan a ser lo que son. La experiencia del pensamiento y la experiencia revolucionaria participan ambas de una misma luz, més alld de la luz del sol que ilumina las cosas para nuestros ojos y nuestras bue- ‘nas © malas intenciones personales: ambas se sitian ante aquello que Platén dijo que “recordabamos” cuando nos fi- jabamos no en las cosas ndo iluminadas por el astro rey, sino en las cosas siendo lo que son a la luz del ser. Es el mundo de “lo siempre ya puesto de antemano en el mun- do”, cl mundo del ser de las cosas que ni siquiera la refinada mirada del st. Peel pudo alcanzar a dislumbrar: el tinico mundo en el que la accién es capaz de modificar la defin cién de las cosas, Ia definicién de lo real. El tnico mundo, deciamos, en el que la accién puede ser llamada, como que- ria Platén, gobierno. Nos podemos ahorrar todos los misteriosos procedimien- tos especulativos de la Escuela de Frankfurt para identificar “teoria” y “praxis”. No se trata aqui de una “ocurren de Marx, Sc trata de un descubrimiento socratico, platénico, que alcanza a Marx no por el hecho de ser éste también un pensador platénico, sino sencillamente por el hecho de ser un auténtico pensador. Situado ante aquello que hace obre- ro a un obrero, capitalista a un capitalista, Marx, prescin- a diendo de sus opiniones sobre capitalistas, obreros y terrate- nientes, en un papel en blanco en el que la luz del sol ya nada iluminaba, alcanzé a descubrir aquello.en lo que el ca- pital mismo consistia: una violenta y continua usurpacién de las condiciones de trabajo de la humanidad. Mientras el ‘matematico alcanza la luz del ser en un objeto matemitico tranquilo y reposado, estético y feliz, Marx descubrié espan- tado cémo el ser en el continente Historia se revelaba san- griento, cruel, horrible, regido por el poder definidor de lo Que ¢s en realidad una ininterrumpida violencia. Contra la esperanza hegeliana de ver autoconistruirse el concepto de obrero (el concepto de trabajo) en el concepto de Hombre, Marx constata que el Hombre no se convierte en obrero mis que alli donde una brutal violencia asesina asume los dere- cchos especulativos de toda inferencia Idgica. Pero no por ello Marx es menos “matemético”; al contrario, el mismo motivo que impide absolutamente demosirar el teorema de itégoras midiendo con una regla los lados y los cuadrados de un triangulo de cartén o de tiza es el que impide que los ojos de os que ya son obreros puedan jamas dislumbrar Ia violencia ininterrumpida en la que ser-obrero consiste, La constante violencia expropiadora de las condiciones sociales de trabajo slo puede ser “recordada”. Pero recor- dar esa violencia, que es precisamente construir el concepto de aquello que nos constituye como sujetos capaces de olvi- darla, es advertir de golpe que vives sin darte cuenta en una revolucién, en una lucha de clases, Es recordar, de pronto, que para ser lo que eres, obrero, Javier Sébada o Carlos Fer- néndez, has estado ya siempre de antemano empufiando las armas para ser derrotado. Es reconocer que, contra todas las apariencias, tt eres lo que eres a fuerza del poder Idgico de mil fusiles que te apuntan y que, por eso mismo y por des- gracia, slo un pueblo en armas seria capaz de actuar en este mundo del ser que por las armas se define. Si. Porque los encadenados platénicos en la caverna, pri- 538 vvados de la luz del ser, incapaces de pensar, incapaces de ac- tuar, no por eso dejan de intervenir en el ser y en la accién. ‘Ain hoy, pese a todo delirio postmoderno, el mundo del ser, del tinico ser que existe hoy en dia -la sociedad moder- na, Ia sociedad capitalista~ sigue siendo, de todas formas, su mundo, Y su accién sigue siendo, asimismo, una accién en este mundo: la accién que consiste en “ir a la deriva” some- jo a algo que desconoces, la accién sumisa del encadenado que toma sus cadenas por libertad y su ceguera por capaci- dad de ver. No quisiera haber errado en el orden pedagdgico propuesto en esta discusién, habiendo dado lugar a un ma- Ientendido respecto al pensamiento platénico. He comenza- do diciendo que la luz del ser es la luz del pensamiento. No podemos cabalgar sobre una idea, no podemos comémosla ‘ni bebérnosla, oirlz ni verla. Sdlo podemos “pensarla™ Pero ipensar no es simplemente captar Ideas en la mente! No debemos olvidar que ya Platén puso mucho cuidado en localizar en el mundo inteligible, ante todo, la Accién y el Deseo. Y esto lo hizo cn un sélo movimiento tedrico, al tiempo que introducia el pensamiento que todos esperiba- mos ahi encontrar: un pensamiento arrastrado por dos caba~ Ilos alados. Pensar era dominar la accién y el deseo o mejor dicho, lograr que recordando las Ideas pudieramos actuar y desear sobre el ser y en el ser. Pensar no es necesario “para después actuar”: pensar es actuar en el ser. La “caida” no puede “caer a otro mundo”: la “caida” es. la caida en Ia acti vidad sumisa de quien ya no puede gobernar porque ya no recuerda qué hay que gobernar. No s¢ trata, de una especie de liviana pedorreta cl alma- que de pronto se veria encar- celada en un mundo nuevo ¢ irreal, el mundo corporal. El cuerpo no es sino el alma a la deriva, como el alma no es ‘sino un cuerpo que decide. Un alma “caida” ya no ve sino Sus ojos, ya no oye sino sus oidos, habla impidiendo hablar ‘a la cosa, acta sin poder actuar sobre nada, modificando solo Io que no son sino sus propias ilusiones, sus propies 59 imagenes sobre este mundo. La diferencia reside en decidir sobre el ser 0 dejar que el ser nos defina. Porque, aunque nosotros no gobernemos, sdlo hay gobierno en el ser y, ahi donde nuestra decisién sobre el ser falta, nunca falta una de- cision del ser que nos define como “encadenados”, como sujetos “sujetos a él, como sujetos capaces de olvidarlo: un carro que anda a la deriva y sin control. 12. «Moriréis como imbéciles» El pensamiento y la accién revolucionaria nos sitian ahi donde las cosas Ilegan a ser lo que son. Sélo asi es apreciable la violencia que hace capitalista al capitalista, banquero al banquero, militar al militar. Me hacen mucha gracia aque- los que despectivamente, declaran considerar “evidentes” los textos de la Polla Records. “Banqueros unos ladrones’ “En la guerra morirds por su dinero, en la guerra morirds Por sus interés, moriréis como imbéciles, yo no pienso ir”. “Tu libertad, vigilada por los cafiones del capital”, etc. ‘éQuién no sabe todo esto? Todo el mundo sabe que existe la sexualidad infantil, todo el mundo sabe que ha muerto Dios yes que hoy en dia todo el mundo es de izquierdas, casi por naturaleza, todo el mundo lo sabe ya todo, todo el mundo lo entiende todo, por eso se puede decir que los marxistas can- san, que los marxistas son unos seflores que siempre vuelven con la misma cancién porque son incapaces de vivir nada nuevo. Y es verdad: los marxistas somos incapaces de vivir nada nuevo, porque estamos seguros de que, por desgracia, no existe atin nada nuevo que vivir. Hoy se escriben cosas tan divertidas, tan ingeniosas, todas ellas tan ““progresistas”: ya nadie es capaz de pensar que todo sigue siendo igual de absurdo ¢ igual de miserable. Todo el mundo quiere ser muy listo ¢ innovador y para ello lo mejor es no pensar, no recordar que la realidad misma no es ni graciosa ni novedo- 60 sa. Los marxistas se repiten: se repetirin tanto como siga re- pitiéndose la realidad. Hoy todo es evidente y con eso parece bastar. Incluso es Uificil comprender que para defender tales evidencias hayan caido tantas cabezas en la Historia del Pensamiento. Pues Fo, no ¢s que vivamos una época menos intransigente que la de Sécrates o la de Freud. Es que, sencillamente, Sécrates, como Freud, como Marx, como Sade, como Nietzsche eran pensadores, cosa que nosotros ya no somos. El pensamiento de Freud o el pensamiento de Nietzsche no son hoy eviden- tes porque todos estemos ya de acuerdo, sino porque ya na- dic se molesta en pensarlos. No es que se dé ya por supuesto cl pensamiento de Sécrates, es que ya nadie piensa en gene- ral, Es sorprendente cémo nuestros intelectuales creen co- nocer a Freud, a Marx, a Platon sin sentir ni por un mo- mento que su garganta peligra por ello. Ya sé: estar en la cércel no es ningiin criterio de verdad. No, pero pensar sue- le tener consecuencias de ese estilo y no por casualidad. De- cir “lo que es" es siempre decir lo que es el poder estableci- do y eso es algo que inevitablemente se dice contra el poder establecido al menos mientras ese poder sea injusto. En este sentido, incluso el més insignificante teorema matematico es Fevolucionario y podria ser titulado en El Pais de “apologia del terrorismo™. No es por otra razén por lo que Platén identificé ta luz del ser en el pensamiento con la luz del Bien y la Justicia: es imposible en absoluto ver un concepto a otra luz distinta del Bien, ver cualquier concepto sino es contra el Poder. No es una gran virtud de nuestra caverna democratica el que los pensadores no estén ya en la cércel, Hoy como siempre la carcel tiene sus celdas reservadas para cualquier pensador; y es que la libertad de opiniones ni tie- ne ni puede tener nada que ver con el pensamiento. Opinar que Marx tenia razén es algo que nada tiene que ver con pensar lo que Marx pensé. Opinar lo mismo que Marx, opi- nar lo mismo que Freud, pretender opinar lo mismo que un 61 pensador que durante toda su vida intenté dejar de opinar en un papel en blanco para ceflirse a la disciplina de un Pensamiento que ya no fuera su pensamiento, un pensa- miento que fuera capaz de “pensarse a si mismo", es tan in- congruente com hablar del sabor de un tridngulo, de lo re- dondo que es 2nr o de la velocidad del tocino. El que nos esté permitido opinar sobre Marx es taito como decir que nos esté permitido olvidar a Marx. Se puede llegar a demos- trar que Marx no tenia razén, pero Marx no es opinable, ningiin desarrollo tedrico es opinable: un concepto sélo puede ser demostrado 0 refutado y ninguna de las dos cosas tiene nada que ver con la opinién, La discusién tedrica no tiene nada que ver con un consenso de opiniones, ante todo, porque el obj sto de la discusién tedrica es distinto del obje- in, La opinién més exacta estd tan lejos del pensamiento como la mas disparatada. Quien recurre a un insulto como “Moriréis como imbéci- les” estd situado ante un objeto distinto que quien declara considerar evidente cosas por el estilo. Claro que casi todo el mundo esta hoy dispuesto a admitir que en la guerra se muere por el dinero de “ellos” (los ricos, 1os poderosos.). Pero entre el insulto y Ia evidencia se abre un abismo. Quien considera evidente que los banqueros son unos ladro- ‘nes —como son evidentes las Iluvias y los terremotos- piensa cn realidad que si los banqueros roban es porque es inevita~ ble que sea asi y porque es incluso conveniente que siga siendo asi si no queremos que la crisis los vuclva mas ladro- nes todavia. La crisis es la nueva providencia que hace a los banqueros tan evidentes como naturales. Hay que procurar “saber vivir”, procurar que los banqueros no te estafen més de la cuenta, pero ya nadie ve una estafa en aquello que hhace que un banquero sea precisamente un banquero, al igual que los sofistas no veian nada que pensar en aquello ‘que hacfa que una cosa bella fuera bella. El mundo de las ideas, podria decirse, ha sido definitivamente olvidado des- 62 pués de que el carro alado sc estrellase contra el mundo de las sombras de democracia. Quien, ante esa misma realidad, decide recurrir al insulto admite en ella un objeto que sélo se puede pensar, pensar o suprimir revolucionariamente, La mncia hace de la ignorancia -la “crisis”, la “naturaleza” el “hombre” un argumento, el insulto abre el mundo del ser para el pensamiento y para la accién. Sélo quien admite la posibilidad de actuar sobre el ser encuentra en el ser un objeto que pensar. Sélo contra el poder es posible producir conceptos. De ahi que quien insulta al capitalista no se in- digne simplemente por lo que los capitalistas hacen; por el mero hecho de insultarle abre para la ciencia el objeto teéri- co de lo que hace capitalistas a los capitalistas: el capital. Un ejemplo. Tantos intelectuales pidieron el sia la OTAN! La inteligencia no pretende pensar sino “entender”. Entender, si, por qué la OTAN es buena para la paz, enten- der un complejo de funciones en el que unas cosas se inte- rralacionan con otras, un complejo en el que la industria ar- mamentistica crea puestos de trabajo, amortigua la crisis que el paro agravaria arrojindonos, quizd, a las puertas de una guerra més cruel y sangrienta todavia. La inteligencia procura entender como se relacionan las cosas en unas con- diciones que ella no puede ya recordar, que ella no puede ya pensar: “La crisis", he aqui algo que ya no se trata de “en. tender”, he aqui algo que ya no depende de la esencia de las cosas en las que todos vivimos, sino de las condiciones en Tas que queremos negarnos a vivir. 13, Nuestros «pfos deseos» Unas palabras mas que contribuyan a distinguir la discu- jén teérica de Ia discusién politica. Tengo la sensacién de saber ya qué se me va a responder a cuanto Hevo planteado, asi es que no quisiera escatimar ciertas clarificaciones. Todo el mundo sabe que el tcorema de Pitigoras no es la “opi- 63 nién de Pitigoras”. que Pitégoras no se parecia en nada a su teorema y que Pitégoras no pretendia aportar “lo mejor de si mismo” en sus raciociniay matematicos: més bien preten- dia al contrario desaparecer en sus teoremas. “aprender a morir™ en un discurso que, precisamente por no poderlo considerar en absoluto suyo, pudiera afirmarse que era, pre~ cisamente, un discurso verdadero, un discurso iluminado no ya por la perspectiva de sus ojos, sino por la luz de la ver- dad, por la luz no ya de lo que parece exactamente lo que parece, sino de aquello que cs cxactamente lo que es. Los griegos descubrieron asi que por este peculiar procedimien- to cambidbamos incluso de objeto teérico. Pitégoras ya no hablaba de uno 0 de muchos triéngulos que pudieramos ver iquiera de todos los triingulos que podemos ver-: Pitd- goras hablaba del triangulo, un objeto puramente teérico porque ya no era posible vivirlo, verlo ni tocarlo en general, ni por él, ni por mi, ni por nadie. Un objeto sobre cl que no se puede opinar: he aqui el objeto general del proceder cien- tifico. Ello no significa, adviértase bien esto, que sea un ob- Jeto sobre el que no se puede discutir. Al contrario: sobre este tipo de objetas es sobre aquellos que, por primera vez, es posible dliscwtir en general. Pues, en efecto, la luz de la verdad es también la luz del error: y sélo en ese nivel es po- ible la discusién tedrica. Es, en cambio, la opinién la que jamés puede plantear una verdadera discusién. Cualquier ‘opinién es por definicién “verdadera”, quizés precisamente por su condicién absolutamente ajena ~ni siquiera “contra- ria"- a la verdad. Incluso si yo pretendo opinar que dos y dos son cinco nadie podra jamds discutirme este punto de vista, teniendo en cuenta que para mi a lo mejor dos son ‘compaiiia pero tres son ya multitud. Y si, desde luego, esto lo sabe todo el mundo: hasta los profesores de matemdticas saben que un alumno que dice “dos y dos son cinco” sim- plemente comete un error, mientras que quien declara que “dos y dos le parece cuatro" es negado para las matemati 64 is. Todo el mundo admite que los matemiiticos no hacen referendums para deducir sus teoremas. Pero cs que noso- {ros no estibamos hablando de objetos matematicos, sino de lia Historia y en este terreno, como sucle decirse, abandons mos el campo de las Conviene sefialar un malentendido en esta forma de plan- tear el problema, No por otra razén queriamos insistir tanto cen que cl pensamiento cientifico tiene otros objetos que la experiencia natural, El objeto de 1a ciencia es el Concepto, precisamente porque lo que se intenta conocer es el ser y no cl parecer de las cosas. De ahi que hayamos afirmado que tun concepto no es en absoluto una “opinién muy exacta”. ‘Aunque s: admiticra que en el “continente Historia” la dis- cusién tedrica es mucho mas pronunciada que en el terreno dle la geometria o cl algebra. eso no podria en absoluto signi- ficar que la Historia fuera cuestion de opiniones. La discu- sin teérica nada tiene que ver con Ia chiichara de of y, de hecho, tampoco es identificable con la discusién poli- tica, Platén nos ilustra muy bien en qué consiste la discu- sién politica con la metifora del “regreso a la caverna”. El ‘encadenado fugitivo, después de haber nacido al mundo del ser, un mando en el que las cosas son, regresa al mundo de las imagenes y la opinién y ya no ve ni encuentra nada so- bre lo que opinar. Sus compaficros encadenados le toman, entonees, paraddjicamente, por ciego. La discusién que se entabla entre ellos es la discusién politica: permanecer en el olvido del ser es negarse a ver lo que es el poder establecido. Es el poder que mantiene encadenados a sus sujetos quien sta interesado en permanecer entre sombras, precisamente Porque en las sombras ni él ni las cadenas pueden ser visi- bles. Un modelo de discusién politica es, en este sentido, la Critica al programa de Gotha. En la sociedad burguesa, en la que toda riqueza aparece como mercancia, es decir, como producto del trabajo intercambiable por otros productos del trabajo. lo Unico que es posible ver es lo siguiente: el trabajo 65 ¢s la fuente de toda la riqueza. Pero Marx no se ha limitado ver qué es una mercancia: ha pretendido pensarla, llegan- do a la conclusién.teérica invisible de que la riqueza no aparece necesariamente como mercancia més que alli donde las condiciones generales de produccién son privadas. Por eso Marx responde contra todas las evidencias sensibles: el trabajo no es la fuente de toda riqueza, La naturaleza es también la fuente de'los valores (de uso). La burguesia esta muy interesada en olvidar que el trabajo productivo tiene unas condiciones de produccién. Por qué? Pues precisa- mente porque ella es la propictaria de esas condiciones de produccién. El estudio de esas condiciones de produccién, cl estudio del capital es, precisamente, la empresa cientifica que de inmediato ocuparé a Marx en esa obra monumental que es Das Kapital. Se trata ya no de ver ni de opinar, sino de recordar aquello que es anterior a nosotros mismos, por- que es lo que nos define como siendo nosotros mismo (obre- +05). No es extrafio.que esta obra maltratada haya sido mis, que ninguna censurada, anulada por el'olvido y por la igno- rancia, porque es precisamente a fuerza de ignorar el ser de las cosas ~proponiendo a cambio la pluralidad de opiniones y de evidencias sensibles~ como la discusién politica reac- ciona siempre contra los conceptos que no se considera ca- paz de refutar en una discusién teérica. El poder ni necesita ni puede estar interesado en reconocerse: cuando las som- bras ocultan la violencia injusticia por la que las cosas se de- finen, no hay empresa més castigada que el trabajo teérico de definirlas. De ahi que en toda discusién politica haya un esfuerzo politico por impedir una discusién teérica, No por otra razén conviene que la ciencia de la Historia siga siendo considerada un “pio deseo”. iCudl es la causa del paro? El hombre. iCudl es la causa de todas las guerras? El hombre. éCual es la causa de la pobreza, del hambre, de la injusticia, del deterioro ecolégico? El hombre. éQuién si no? LY que hacer con esta vacua cantinela? Si todo son pro- 66 blemas morales, icémo no ver que una ciencia de la historia ‘no serd sino un “pio desco™? Picnso que si el poder defini- dor de la naturaleza hubicra consistido cn una violenta in- justicia usurpadora, el poder natural estaria muy interesado en que la fisica fuera un “pio deseo". éPor qué caen las pie- dras? Por la Naturaleza. éPor qué se dilatan los cuerpos? Por la Naturaleza, éPor qué se mueven los astros? Por la Natu- raleza, Los que se escandalizan ante una ciencia histérica que pretende cludir al “Hombre”. supuesto sujeto de la Historia, parecen olvidar que también Ia fisica tuvo que luchar -en una batalla sangrienta, por demis- para obtener cl derecho a eludir a Dios, sujeto de la Naturaleza. Cuando Galileo arrojaba su bola en un plano horizontal, todos los ojos cons- tataban una evidencia sensible insuperable: la bola se dete- nia (tarde o temprano, cuestién de opiniones). Galileo, tozu- damente, seguia empefiado en que si se detenia era precisa- mente, porque su esencia cra continuar indefinidamente ro- dando. Aludia al rozamiento para justificar la deceleracién. Pero eso no podia convencer a los tribunales: el hecho em- pirico era que siempre la bola se paraba. Siempre. “El re- proche que’ constantemente se hace a Galileo es precisa- mente no atenerse a los hechos concretos, sino anteponerles cierto tipo de exigencias del entendimiento teérico; parece como si, después de que el nominalismo ha destruido la ‘esencia’ en cl viejo sentido, Galileo estableciese una nueva ‘esencia’ que, como ley del entendimiento esta (como Ia idea de Platén) de antemano presente como exigencia con la que. el entendimiento acoge los datos” (*). Tales construccionles: “ideales” eran ya de por si “heréticas”, pues limitaban la omnipotencia divina, como si Dios, el absoluto sujeto de todo, hubiera tenido que plegarse a unas esencias inevita- bles. (*) Felipe Martinez Marzoa: istaria de la Filosyia. 67 ‘Cuando Galileo afirma la homogencidad de los cielos y la Tierra, invita a sus retractores a contemplar por el telesco- pio las montafas de la luna. Pero nadie acepta asomarse a ese instrumental de brujeria, Al hereje que contradice las Sagradas Escrituras, el telescopio no hace sino afiadir al bru- jo capaz de modificar la apariencia de las cosas: la Luna, lo dice el gran maestro Aristételes, no puede tener arrugas, pues si se mueve en circulo es porque es perfecta. . Hoy en dia es muy facil decir que a la incipiente fisi moderna no se oponian sino especulaciones, mitos ¢ image- nes: la ideologia de todo un modo de produccién feudal que hacia de la omnipotencia divina el sujeto general de la natu- raleza. Hoy es muy facil decir que ese Sujeto no hacia sino entorpecer y.sustituir con una “imagen” el conocimiento conceptual de la naturaleza. Hoy es muy facil decir que res- ponder a la pregunta qué ¢s un terremoto diciendo que es la “voluntad de Dios” no es decir nada. iY nadie se rasga las vestiduras o siente la necesidad de dejar de creer en un Dios creador por culpa de la ciéncia de la naturalezal. Pero eso si hoy, en cambio, todo son grito histéricos cuando alguien pretende prescindir del Hombre para elaborar una ciencia de la Historia, como si eso supusiera asesinar realmente a todos los hombres. Hoy en dia es muy facil reconocer los in- tereses feudales dominantes que en tiempos de Galileo se empefiaban en impedir un desarrollo cientifico que amena- zaba al pilar del poder establecido: la religién feudal. Sin embargo, los que discutian con Galileo no se consideraban aunque sea ficil olvidarlo ahora~ meros “creyentes” sino también auténticos cientificos. Mas cientificos que Galileo, pues hablaban latin y lefan en latin, teniendo asi acceso a la joria del saber. Es cuando las revoluciones burguesas cambian el modo de produccién cuando la fisica de Galileo desbanca y arrincona la religiGn en el campo de la fé, La nueva clase social, el ca- |, necesita de Ia fisica para su reproduccién ampliada, y, ‘en cambio, para nada necesita ya de ese sujeto que ya mu- chos declaraban como meramente imaginario: Dios. Pero tan ‘inconcebible como cra en el medievo una ciencia‘de la naturaleza que prescindiera de Dios, es hoy una ciencia de la Historia que prescinda del Hombre. Hoy, los defensores del Hombre también pretenden ser cientificos. Cientificos modestos, dispuestos a admitir que Jas “ciencias humanas” no logrardn jamés la exactitud de la fisica. Cicntificos que consideran la ciencia como un “pio deseo”. Y como los criticos de Galileo que consideraban evidente que la bola se paraba, también ellos recurren a una evidencia: équién va a hacer la historia sino el hombre? Y es que, al igual que el poder eclesidstico veia una amenaza en cl conocimiento cientifico de la naturaleza, hoy el capital s6lo puede ver una amenaza en la ciencia de la historia. Y como antes hiciera la Inquisicién, recurre a las evidencias, siempre mis “convincentes” que los conceptos, para impe- dir de esa ciencia de la historia, Con gran refinamiento deciden que el Hombre es un objeto “epistemoldgicamente jificil” y con un cierto cinismo lamentan que las ciencias humanas no se desarrollen tan perfectamente como la fisic: Con ello permanecen ciegos a una ciencia de la historia que Mleva desarrollandose -pese a las también sangrientas repre- siones- desde hace un siglo, Dicen echar en falta en las cien- is hi icas la matematizacién rigurosa de la fisica. Pero, cn realidad, s6lo echan en falta cl restringido tipo de mate- matizacién que ellos mismos tienen en su cabeza. No quit ren reconocer que hace ya mucho que la propia matematica se ha desembarazado de la restriccién al campo cuantitativo de los nimeros, "Cualquiera que sea la idea que Kant podia tener de cual era de hecho el contenido de la ciencia mate- miatica, la nocién que él mismo establece de los matematico no incluye que lo matematico sea lo ‘cuantitativo’. (...) La ‘estructura’ del estructuralismo no es nada cuantitativo y, sin embargo, es matemdtica en sentido kantiano (...) A lo que 69 mas se parece la construccién estructuralista es a la defini- ccidn de ‘estructuras’ en algebra. Las ciencias histéricas es- tan, pues, encontrando su camino también en lz matemd- tica, pero sélo por cuanto la matemética ha dejado de ser el estudio de lo cuantitativo; Lévi Strauss es concluyente a este respecto; “las investigaciones estructurales han aparecido en las ciencias sociales como consecuencia directa a ciertos de- sarrollos de la matemética moderna (..) En distintos campos (..) se ha comprendido cémo problemas que no comporta- ban solucién métrica podian ser igualmente sometidos a tra- tamiento riguroso™ (*). Estos desarrollos de Ia matematica estin contribuyendo, en realidad, a rescatar el sentido ori nal, platénico, del término también hace mucho tiempo res- catado por Heidegger. Un significado que ha mostrado cérrio cualquier auténtico concepto teérico es “matematico” en el sentido original de ser aquello-que-siempre-se-sabe-de antemano-en-las-cosas, aquello que es preciso saber de ante- mano para conocer, tal y como estdbamos diciendo, a un obrero, a un banquero, a un capitalista, a un militar... ‘Aquello que en la realidad no es posible vivir, aquello que sélo se puede pensar porque es el ser en que las cosas con- sisten es, desde tiempos de los griegos, aquellos que merece ser llamado ““matemético”. Pero ajenos a toda matematica que escape a los limites de una asignatura de bachillerato, los censores oficiales de las ciencias histéricas siguen insistiendo en su “esencial” sub- desarrollo teérico. Quieren hacer creer que los historiadores no han sido capaces de aleanzar auténticos conceptos y apuntan como prueba el hecho de que no paran de discutir entre si. No se dan cuenta de que'los cientificos de la histo- ria hace ya mas de un siglo que no discuten entre si ni mas rni menos que los herederos de Galileo. No menos ~y no es (2) Felipe Martinez Marzon: Historia de la Filexotia. 70 oco-, pero tampoco mis. No se dan cuenta de que la cien- cia de la historia esti “discutiendo” en realidad ~encarizadamente- s6lo contra aquellos que no ven en ella sino una amenaza, igual que Galileo no “discutia sino con aquellos que ~aunque también se llamaban fisicos~ no veian en la ciencia fisica sino el desvelamiento de la farsa que les hacia poderosos. No se dan cuenta de que la discusién con la que pretenden desprestigiar su estatuto cientifico no es sino la encarnizada batalla politica por acallar la voz de la ciencia de la historia. Por eso, tales “defensores del hom- bre” no son sino los que desean que la historia de los hom- bres siga siendo un misterio incognoscible. Pignsese que atin hoy, ésofos ereyentes, ajenos todavia al pensar fisico, siguen diciendo que Descartes fra- ‘cas6 en su proyecto de proporcionar un método para poner de acuerdo a los fildsofos, y alegan como prueba que tras él los filésofos siguen discutiendo tanto como antes, sin poder valerse para nada de la famosa mathesis universalis. Estos ancestrales cerebros’atin no han sabido reconocer las mathe= sis universalis en la fisica moderna, que, gracias, a las coor- denadas cart ms propia. No han advertido atin que esas coordenadas no son una ocurrencia casual de un Descartes “aficcionado a la ciencia™ sino precisamente el método mismo aplicado al mundo de la extensién, a la naturaleza: el nico proced miento de que las “figuras” se hicieran claras y distintas era comprender que una recta no es una linea “muy derecha” sino a algo que “se parece” muy poco a ella: y= ax +b. Estas mentes, marcadas para siempre con una sabiduria de libro de texto, no son capaces de comprender que el mundo ex- tenso que Descartes “recupera” al final, no es cl mismo mundo sensible que sucumbié a la Duda -icomo si Descar- tes no hubiera tenido otra cosa que hacer que perder el tiempo dudando de todo para luego recuperarlo igualito!-, sino precisamente, cl mundo de la fisica moderna. Hablan " de cémo “se recupera” el mundo sensible sin advertir que algo como y= ax +b no es ni se puede ser nada “sensible”, que no es una recta “mas derecha” 0 “mas exacta” que la del principio, sino que es, como diria Platén la recta misma, Hablan de que Descartes “subjetiviza” el mundo “a la ma- nera idealista”, sin advertir que‘el tinico camino teérico que persigue Descartes es aque! capaz de transformar las Image- nes en Conceptos, permitiendo asi a la mente apropiarse tedricamente del Ser y no del Parecer. Para ellos, significan uy poco las palabras del propio Descartes sobre Galileo hace filosofia [iDescartes dice “filosofia!] mucho mejor de lo que es comin, pues trata de examinar cuestiones fis ‘cas por medio de razonamientos matemiticos (...) Defiendo que no existe otro procedimiento para alcanzar la verdad” (). Pero esos intérpretes aludidos, anclados en un prejuicio medieval, todavia ven a los filésofos discutiendo por todas artes, porque son incapaces de ver que los filo-sofos, en rtos campos como Ia fisica ~Zo es que la fisica no ¢s filo- sofia?-, hace ya mucho que dejaron de discutir en ese sent do. Igualmente, hay muchos motivos para negarse a ver que existe ya una ciencia de la historia desarrollada y continuar alegando la dificultad intrinseca de las “ciencias humanas”. Esa ciencia de la Historia hace mucho que demostré que en las condiciones capitalistas de produccién, un arma no es sino plusvalor para el capital, que una guerra no es sino un mer- cado donde transformar ese plusvalor en dinero, que el paro Ro ¢s un problema, sino una necesidad del capital, que la ribucién humana de la riqueza no es una “aspiracién ética” sino una idad de la produccién de! plusva- lor. Esa ciencia de la Historia ya hace tiempo que demostré () Descartes: 4 Mersenne, 11 de Octubre de 1638, R que el capital mismo no es sino una ininterrumpida violen- cia expropiadora de las condiciones generales de trabajo; que los obreros no son “hombres libres”, sino “obreros li- bres” de aceptar trabajar en lo que sea o de acabar en el paro- y que no son obreros sino por medio de una brutal usurpacién de las condiciones vitales de su “humanidad”. Al capital, asi pues, le conviene negar que exista una autén- tica ciencia de la historia. Prefiere olvidar su esencia y aco- gerse a su nuevo credo religioso consistente en constantes exhortaciones a la Humanidad y sinceras entonaciones de un nuevo mea culpa, El capital necesita que la sociedad en- tera viva en la bella sombra del Hombre, sin preguntarse ja- mis qué es el paro, que es el salario, qué es la banca, qué es cl capital. Ese mundo del ser puede permanecer-olvidado mientras los imprevistos no amenacen con modificarlo, atentando contra el poder de quienes se benefician con él. Ya vimos como un “imprevisto” -la existencia de tierras virgenes~ obligé a “recordar” al st. Peel -en un monumen- tal pinochetazo especulativo- que habia que “encarrilar por medio de la policia la ley natural de la oferta y la deman- da”. En el siglo XX todos estamos habituados a ver cémo los sempiternos defensores de la democracia (cristiana) sabe muy bien recurrir a los golpes de Estado para encarrilar el curso democrético capaz de otorgarles la victoria aunque sea con el retraso de cuarenta afios de dictadura militar. Por eso, hoy que vemos a todos los partidos defender “an- te todo” la democracia para encubrir las mas violentas re- presiones y las mas intolerables injusticias, hoy mas que nunca conviene recordar. Recordar que tal democracia no existe, que no podra existir mientras no nos sean devueltas las condiciones de nuestro trabajo ~unas condiciones que no ‘hos usurparon precisamente a base de referéndums- y que, por consiguiente, los tinicos verdaderos defensores de la de- mocracia son aquellos que luchan contra toda Constitucién que protega la propiedad privada de los medios de produc- 73 in: la tierra que labramos y las empresas en las que produ- cimos. Sin las condiciones elementales de nuestras vidas, ni nosotros ni nadie puede alardear de ser demécrata. Sin esas condiciones, no podemos siquiera alardear de ser Hombres, 14 CAPITULO TERCERO. LA SANTA TRINIDAD SAVATER, VERDU, SOLANA Cuando se abren las puertas del infierno, surgen de é- tas vaharadas de feridos olores acompaiadas de humes y llamas come los que se ven cuando aleiin edificio esté ardiende: otras veces se ven Hamas sin fuego ¥ es eo= imiin que al abrirse tales puertas los alrededores se imunden de negros hollines que surgen de las oscuras neblinas. Me dijeron que los espiritus infernales no son capaces de captar estas horrendas imagenes, pues éstas constituyen la atmésfera de su vida y por lo tanto las propias delicias de su vida, 1. Swedenborg 1. Un nuevo Discurso del método Platén hizo un descubrimiento muy peligroso. Ac de ver cémo la vista, el oido, el tacto, podian convertirse en 15 cadenas, en las cadenas con las que ¢l poder nos reconoce y en las que nosotros nos reconocemos como sus siervos. Los intelectuales en Ia caverna han renunciado a la filosofia. Era de esperar que una vez ciegos para la luz del Bien, cie- 0s para el concepto, ciegos para el pensamiento, la inmora- lidad subsiguiente fuera un buen caldo de cultivo para re- pugnantes aberraciones y perversiones; algunos han escogi do asi su forma de ceguera en la mas baja e indigna de sus capacidades: el olfato, su capacidad de oler y, sobre todo, de detectar malos olores. Por eso, Vicente Verdi y Fernando Savater -y tantos otros periodistas como Manuel’ Vicent, Juan Cueto, ete. ya no se dejan guiar como Javier Sédaba por las buenas intenciones de su “yo-suyo”: se limitan a no soportar otro olor que el de sus propios pedos, seguros de que la nica sumisi6n que no podrian soportar es la de oler algo menos refinado. Las sombras de la caverna han dejado de “excitarles” y esta gran conmocién sexual les ha hecho cefirse a una tinica conviccién: “la punta de mi nariz es el limite de mi mundo”. También ellos forman parte de la postmodernidad. Si an- tes comprobabames que el ser de la sociedad modema, el capital, era invisible, intangible, ahora ni que decir tiene que es igualmente “inoloro”, siendo todo lo mas apreciable una cierta “fragancia de gel” (cfr. Vicente Verdi, El Pais, 29-1-87). Desde que se inventaron los ambientadores, en la caverna hemos superado a Marx, hemos anulado el capital. Sélo existe lo que atin huele mal. Por eso, Savater no en- cuentra otra cosa que criticar que el hedor de aquellos que “todavia huelen a naftalina y gulag revanchista”. Luis An- tonio de Villena razonaba su decisién de votar sia la OTAN alegando que los que votaban “no” eran los que atin comian tortilla de patata y bebian tintorro. Por su parte, Vi- cente Verdi ha hecho un fundamental descubrimiento: si la sociedad capitalist ya no huele mal équé queda de la mo- demidad? Nada, a excepcién, naturalmente de los rusos. La 16 Unidn Soviética: he aqui el Unico objeto tedrico al que aun podemos aplicar nuestros entendimiento, nuestro Olfato. Los rusos hieden, “La impresin dominante cuado se visita la Unién Soviética es que han estado guisando en el cuarto de estar al dia anterior y todavia no han ventilado el piso. Esta es la primera conclusién politica” (El Pais. 29 de ene- ro de 1987) No es cosa que deba pasarnos desapercibida cl rigor y Ia autocoherencia epistemologica de que hace gala Vicente Verdi al considerar esta impresién suya con el ran- go de “conclusién politica”. A renglén seguido, Vicente Verdi nos offece lo que podriamos llamar su “discurso del método”: es imposible pensar, es imposible conecbir idea ahi donde hucle a cocido. “Cuesta muchos creer que con esas pestilencias saturando oficinas y cines, salas de audien- cia y koljozi los dirigentes puedan llegar a concebir una idea, discurrir con nitidez y no ciscarse en este cochino mundo". (Ibidem). Observando estas rewlas merddicas con paciente aplicacién, este revolucionario autor acierta a dar ccon su “segunela conclusién politica”. especialmente intere- sante por cuando nos arroja luz sobre el mayor de los peli- sgrosal que se enfrenta la Humanidad: el olor a rancio. “La ‘mayor amenaza nuclear sovidtica, caso de que exista, radica en esta sensacidn de hastio inducido por ef olor a rancio. Quien no haya tenido esta experiencia ¢s dificil que Hlegue a ponderar el peligro en que nos encontramos. Esta seria otra conclusién politica” (Ibidem). Y atin es posible encontrar. en estas densas lineas, una definicién general del Enten miento: rigientes de la URSS nunca se les entende- ra bien si se prescinde de las constantes mefiticas que sopor- tan dia tras dia (..) Todo converge en una misma metéifora de higicne general."(Ibidem). Siguiendo de este modo el or- den de lis cuatro preguntas kantianas. Vicente Verdi res- ponde de forma novedosa a la cuestién transcendental “iqué nos cabe esperar?”: pese a que “Gorbachoy no ha lo- grado todavia el codiciado aspecto de hombre con fraganci 7 de gel”, es ya una esperanza para el mundo y sus destinos el que “antes de salir de casa se eche una rociada de colonia sobre el abrigo™ (Ibidem). Este es el nuevo Discurso del Método. Pero si correspon- de a intelectuales como Savater y Verdi el mérito de haber- lo edificado, la tarea de explotarlo en toda su fecundicad es- capa de sus manos. Habiamos aprendido de Platén que ‘cuando las cadenas de la ceguera asumen las funciones de li- bertad y capacidad, es siempre el poder establecido el que toma la palabra: quien vive entre apariencias no deja de vi- ir por eso en el mismo riguroso y decidido mundo del ser; ahi donde él pierde la capacidad de la accién, es el ser mis mo en persona quien asume las funciones del gobierno, ese ser siempre concreto siempre presente aiin en el olvido, que se define en cada caso pot un determinado poder estableci do. En ese mismo ntimero de E! Pais encontramos un ejem- plo de este arquetipico fenémeno. La propedéutica de Vi- cente Verdi halla en Luis Solana, presidente de la Compa- fia Telefénica Nacional de Espafia -entre otras cosas-, la ocasién de lo que podria ser considerado como un sistema de la ciencia, a salvo, como se verd, de todo delirio metal 0 y toda tentacién dialéctica, EI que estos dos articulos aparecieran en el mismo nime- r0 de El Pais nos permite fechar con precisién este gran acontecimiento en el que la intelectualidad espafiola, tras largos afios de noviazgo, decide al fin consumar el matiimo- nio con el mundo empresarial. Repasemos este episodio crucial de la prensa del corazén... 2. La culpa la tienen los rusos Demécrata y cristiano, podridy We dowry, hinchade como un cerdo, icémo hueles! Hiciste nuestras casas al lado de tus fibricas y nas vendes to que nosotros mismuy 78 res demécrata ¥ cristiano, eres un guste (Polla Records) Creo deducir que el teléfono aumentard sus tarifas sustan- cialmente. Y la culpa, una vez mas, la tienen los rusos. Si sefores, no se Ileven las manos a la cabeza. El articulo de Luis Solana, presidente de la Telefonica, “E! mercado sovi tico como necesidad”, lo explicaba a la perfeccién. La crisis, econémica, el paro, la inflacién, el problema de los exce- dentes comunitarios, de éstas y de tantas otras cosas, siguen siendo responsables los rusos. Por ejemplo: usted se habri preguntado alguna vez cémo puede tener pérdidas la Telefonica con la cantidad de duros que se tragan las cabinas estropeadas. No se enfoque por ahi el tema. Mas que pérdidas, la Telefonica tiene una gran ne- cesidad de responder a su creciente demanda de inversiones. La Telefonica es la empresa de moda porque leva mucho tiempo invirtiendo en otras empresas productoras de alta tecnologia que, cémo no, estén lamentablemente afectadas por las crisis. Gracias a Luis Solana podemos comprender el céncer que ataca tan digna esfera de la produccién. Los paises desarro- ados fabricamos tecnologfa, 0 cémo él dice con orgullo, la “inventamos”. Pero, ay, un dia sobreviene la crisis y nues- tros sofisticados productos tecnolégicos “empiezan a amon- tonarse absolutamente nuevos” en almancenes y basureros. “UA quién vender lo que se inventa?” Usted diré épor qué producir més de lo que se necesita? Pero no sea ingenuo: las ‘empresas tienen propietarios y esos propictarios necesitan seguir produciendo para que siga rentando su inversion, por mucho que ya nadie necesite lo que se fabrica, Si opta- 9 ran por dejar de producir, cerrarian la fabrica y usted iria a cengrosa las filas del paro, pues ino habia advertido que us- ted mismo no tiene posibilidad alguna de trabajar sefiores propietarios no acceden a prestarle unas condicio- nes de trabajo? No, el problema es el que dice Luis Solana: las empresas estan “solas”, “triste”, “muy dolidas” ~como suele decir Reagan-, porque echan en falta el carifio mater- no del mercado. “Es impresionante comprobar ~contintia- cémo la bus- queda de mercado empieza a ser el problema fundamental de paises y empresas”. Usted dird: serd de los paises ricos. De nuevo, refrene su ingenuidad, la suerte de los paises po- bres depende de que les vaya bien a los ricos; son pobres precisamente porque los otros son ricos y cuanto mas ricos sean estos mejor para ellos, pues asi podrén recibir més li- mosnas via Domund, Lo que si resulta un poco extrafio es que Luis Solana declare sentirse impresionado por esta no- vedad. La verdad es que la busqueda de mercados hace ya mucho tiempo que es un poblema del capital; es mas ya se ‘encontré un remedio: el imperialismo. Por ejemplo, la ilti- ma vez que faltaron mercado a los productores de acero ale- manes estos optaron por una sensata solucién: fabricar tan- ‘ques con ese acero para conquistar los mercados oportunos. Y es curioso, al igual que Solana, no se olvidaron de los rusos. Intentando “convencerles” de que abrieran sus puer- tas al progreso tecnol6gico, se vieron forzados a sacrificar a veinte millones de tozudos soviéticos. Pues bien, ahora, de nuevo, “las economias desarrolladas necesitan la apertura del Este..." iPero los rusos no acaban de ceder! Y sin embar- 80, la cosa esta clarisima: “EE.UU ha derrotado a la URSS en la lucha tecnoldgica”

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