Está en la página 1de 34
AUGUSTO RAUL CORTAZAR ESQUEMA DEL FOLKLORE > 4 = COLECCION | ESQUEMAS EDITORIAL COLUMBA te http://bibliotecafolk.blogspot.com/ Augusto Ratil Cortazar nacié en Salta en 1910. Graduado en la Fa- cultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires como profesor en Letras, biblictecario y doc- tor en Filosofia y Letras, se ha con- sagrado a la docencia, abandonando su profesién de abogado. Actué co- mo bibliotecario desde 1a juventud y Megé a la direccién de la Biblioteca Central de aquella Facultad, donde re- organiz6 con orientacién técnica mo- derna ‘la carrera de bibliotecario. Actualmente es profesor en la Escue- Ja Nacional de Bibliotecarios, creada en 1956 en la Biblioteca Nacional. J El doctor Cortazar es actualmente _ profesor titular, por concurso, de Li- _ teratura Argentina en la Facultad de Filosoffa y Letras, jefe del Seminario de Folklore y miembro del Directorio del Fondo Nacional de las Artes, en _ cuyo seno preside la Comisién de Ar- ‘tesanfas y Expresiones Folkléricas. Realiza importante tarea en cuan- to a la investigacién y la ensefianza de la literatura argentina y el folklo- ze. Su tesis doctoral sobre El folklore _ 9 sus expresiones en ia literatura ar- gentina, asi como vatios de sus prin- cipales libros, reflejan una decidida dedicacién a esta especialidad: Guia hibliogrifica del folklore argentino (1942), Confluencias culturales en el folkiore argentino (1944), El carnaval en el folklore calchaqui (1949), Folklore argentino: el Nor- oeste (1950), Indios y gauchos en la literatura argentina (1956), “Poe- (Contintia en Ie solapa posterior.) COLECCIGON ESQUEMAS IMPRESO EN LA ARGENTINA Queda hecho el depésilo que previene ta ley niimero 11.723. Copyright bp Editorial Columba SACL, Br. Aires, 1959. AUGUSTO RAUL CORTAZAR Del natural, por Ramén. Columba. AUGUSTO RAUL CORTAZAR ESQUEMA DEL FOLKLORE CONCEPTOS Y METODOs EDITORIAL COLUMBA LOS FENOMENOS FOLKLORICOS LA PALABRA “FOLKLORE” Y SUS ACEPCIONES L4 palabra Folk-Lore fué propuesta por William revista John Thoms en su ya famosa carta a The Athenaeum, de Londres, que la publicé en el N® 982, del 22 de agosto de 1846. Con el nuevo término procuraba sustituir ambiguas expresiones en- tonces en uso, como “antigiiedades populares” y “lite- ratura popular”, designando concretamente el saber tra- dicional (“Lore”) del pueblo (“Folk”). En Ta misma arta se alude al “estudio de los usos, costumbres, cere- monias, creencias, roi anes, etc., de los tiem- pos antiguos” (7) sobrevivientes en el pueblo. Por lo tanto, en esta especie de partida de bautismo del folklore hallamos en germen la doble acepcién con que la palabra ha _cargado hasta hoy, originando no po- cas confusiones: (is) el saber del pueblo; (2) lo que se sabe acerca del pueblo, mediante Ia investigacién sis- tematica. En la terminologia actual, decimos que en el primer caso la palabra se refiere a los fendmenos folklé- ticos y en el segundo a la ciencia que los estudia. () ‘Thoms, William Jehn, Letier in ‘The Athenaeum... [Trad. R. 8, Boggs]. (En Folklore Américas, vol. 5, N? 2. Chapel Hill, North Carolina, dic. 1945.) r } Pero no son éstas las Gnicas acepciones,| Se llama /ha- bitualmente también “folklore” a ciertas expresiones, en particular de caracter artistico, como danzas, canciones, miisica, representaciones teatrales y cinematograficas, etc.,. no producidas espontinea y tradicionalmente en una region determinada por el “folk”, sino cultivadas por artistas determinados que reflejan en sus obras el estilo, el cardcter, las formas o el ambiente propios de la cul- tura popular. \No son por lo tanto fendmenos folkléri- cos, sino proyecciones de esos fendmenos en el dmbito de las ciudades, en el plano de Ja creacién artistica in- dividual y destinadas a un ptiblico que no es por cierto el “folk” y que con frecuencia se reduce a refinadas “ites”. Por otra parte, para producir, expresar y difun- dir tales proyecciones se utilizan elementos complejfsi- mos (imprentas, escenarios, maquinarias, organizacién técnica y comercial, etc.), inconcebibles en el modesto mundo del pueblo, | Las proyecciones revelan inspiracién folklética y se manifiestan en los mas diversos campos: novela y cuen- to, poesfa y sainete, misica y coreogratia, radio y tele- visién, pintura y escultura, cine y fotograffa.. . Si bien las de cardcter artistico son las mas evidentes y divulga- das, se revelan también en la industria (tejedurfa, pla- terfa, cerémica, etc.), en la moda femenina, en el arte culinario. El aprovechamiento de materiales folkléricos en Ia escuela, la ensefianza metodizada de las danzas nativas, son interesantes ejemplos de cardcter pedagdgico. yLas proyecciones del folklore son legitimas cuando se afianzan en el conocimiento directo y en la documen- tacién veraz de los fenédmenos, en la compenetracién del autor o del productor con el espiritu caracteristico 8 y con el estilo representativo del complejo folklérico que se trata de reflejar:’ Dignamente expresadas, presti- gian el folklore de un pais y contribuyen a que tras- cienda de su realidad viviente y de su documentacién técnica a planos més difundidos y a veces universales, acentuando la personalidad cultural del pafs. A la in- versa, las expresiones chabacanas e irresponsables cons- piran contra el patrimonio espiritual de la nacién. Por fin, hay otros casos a los cuales propongo llamar trasplantes. Son manifestaciones de indiscutible cardcter folklérico que se producen ocasionalmente fuera de su ambiente y desengranadas de su sistema funcional, aun- que los protagonistas ¢ intervinientes puedan ser miem- bros del “folk”, como por ej. personas o grupos que, trasladados de su pueblo provinciano a las grandes ciu- dades, gustan cultivar ciertas costumbres y mantener vi- vo el recuerdo de Ja tierra nativa. .Los hechos serfan folkléricos en razén de las personas Cmiembros del “folk”) y por la indole de la manifestacién supuesta (cancién, danza, comida tipica), pero en cambio han dejado de ser funcionales, ya con respecto al ambiente geogrifico, ya al grupo social. Han variado las necesida- des que se quieren satisfacer: las impuestas por las con- diciones de la existencia cotidiana lugarefia, para ser sus: tituidas artificialmente por un afin evocativo, por ape- tencias nostdlgicas o propésitos concretos de afirmar la fisonomfa y la personalidad provinciana o extranjera frente a un mundo que se considera indiferente, desde- fioso u hostil. En el uso de prendas campesinas o en las actitudes propias de los paisanos: en la reunién hoga- refia en la que se sirven tortas fritas y se toma mate: en el cultivado matiz del habla regional o en los plato; 3 tipicos de un almuerzo criollo hallan pretexto, los “tras- plantados” provincianos y extranjeros, para recordar el terrufio nativo; pero se ve que esos ejemplos no confi guran auténticos fenémenos folkléricos ni Ilegan tam- poco a ser proyecciones. Son como gajos que se quiere cultivar’ en macetas: proceden, es cierto, de “la tierra” lejana, pero no se pretenda que equivalgan, por su. des- arrollo y su funcién en Ia naturaleza y la vida humana, al 4rbol afioso del monte nativo. COMO RECONOCEMOS LOS FENOMENOS FOLKLORICOS * P ARA lograr una caracterizacién que permita su des- linde con respecto a otros fenémenos culturales’ sé- mejantes es conveniente afirmar, como punto de partida, el concepto de que se trata del resultado de un proceso no de manifestaciones estaticas. Son comparables a ios Besar slcaeran tosdurerasealande, en sintesis complejas, elementos diversos y no a joyas qué se con- serven intactas a través de generaciones. El] hecho de que el ritmo del proceso sea tan pausado que muchas veces no llege a percibirse en el curso de una vida, no contradice su naturaleza esencialmente dindmica. 4) Segtn un\ primer fasge_caraterizadonyel folklore no .€8 nunca privativo del individuo, circunscripto a lo per- sonal, sino por el contrario colectivo, socializedo y v i. gente. El origen remoto habra sido sin duda un acto in- dividual; el impulso generador pudo haber sido una invencién, o un descubrimiento, o la imitacién de algo prestigioso en la ciudad o Ja adopcién de una herencia 10 cultural indigena. Lo que interesa no es tanto el origen de Jos elementos, sino precisamente el haber dejado de ser manifestacién personalizada, tinica, para pasar a ser colectiva, compartida por todos los miembros de la co- munidad. Estos pueden no haber sido actores, parte ac- tiva en el proceso; basta con que en conjunto presten ambiente de receptividad general al bien de que se tra te. En otros términos, que el hecho no resulte, en el con- senso social, exético, llamativo, anacrénico. Si al hacer, pensar, creer, sentir, cantar no se suscita en los demds extrafieza, rechazo, burla, desprecio, incomprensién en el sentido social, se trata de un fenémeno colectivizado. Todos lo sienten como propio, como natural, como. pe vigentefen ese lugar y en un momento dado. Para que Seismcde ponte ots puletiow de lav oorenderas sean fendmenos folkléricos no es preciso, desde luego, que todos los miembros de la comunidad sean domadores o curanderos. .. Su vigencia social significa que el grupo los considera incorporados a su patrimonio tradicional, del que todos, por lo tanto, se sienten coparticipes, aun- que no intervengan personalmente en su expresién. Esto trae como consecuencia que cada uno siente la- tir en si, como en potencia, el derecho a introducir al- guna variante en Ja forma consagrada, El ejercicio de este derecho esta limitado por el concepto predominante en los grupos populares que valoran y prestigian lo he- redado y consabido, velando por su integridad, por su estilo, por su caracter. De ahi que la reaccién colectiva tienda més bien a proscribir que a prohijar las noveda: des, maxime si son desorbitadas. Esta actitud, a la vez que fundamenta la llamada “ley de autocorreccién” (enunciada por Walter Anderson), explica que la vida ll 4 / { tradicional del folklore se manifieste en variantes, sin cesar renovadas. No obstante lo cual, versiones anti- quisimas mantienen a través de los siglos los rasgos que las hacen inconfundibles y tnicas: pese a la infinita variedad de detalles, son perfectamente reconocibles los viejos romances espafioles, ya se recojan entre los se- fardies de los Balcanes, ya en Africa del Norte, ya en cualquier punto de América; los cuentos de Caperucita Roja o de Cenicienta, extendidos a los cinco continentes, repetidos en muchas lenguas, son reconocidos por todos, pese a que nadie se siente constrefido a respetar una versién tinica. La creacién originaria ha sido desde luego individual; pero en el curso del proceso, cada cantor o narrador se siente intérprete de un repertorio que la me: motia de los integrantes del grupo atesora, consideran- dolo como propio. Las variantes, las refundiciones, 1a reelaboracién del tema consabido mantienen la estruc- tura, la fisonomia fundamental, aunque los renovados matices atestiguan la intervencién de muchos narradores, de muchos verdaderos poetas (aunque anénimos) en el curso de las generaciones. Por lo tanto, el material reco- gido en el seno de una comunidad popular cualquiera representa una obra sutilmente colectiva y en este senti- do no es un despropésito hablar del pueblo, genérica- mente, como verdadero creador del folklore. (Pero si seria absurdo pensar en la creacién simultanea y colec- tiva, al conjuro del “espiritu del pueblo”. ) 2) En consecuencia, un segundo rasgo caracteriza los fenédmenos folkléricos: (el de se i de expresién espontdnea de una_ previa asi - lectiva por el “folk”. Como corolario, que aqui sdlo sefialaré de paso, cabe 12 t \ | | | | | i | hacer notar que no deben confundirse con instituciones y estructuras oficiales, de cardcter politico, juridico, econémico, etc., incorporadas a la vida del pueblo, a la cual a veces rigen y condicionan, como el gobierno municipal, la escuela, 1a policta, la iglesia, las oficinas administrativas, etc. Aunque los miembros del “folk” las integren, ejerzan o representen, no pueden, por su propia esencia, ser folkléricas. Tampoco se deben confundir con manifestaciones ocasionalmente popwlarizadas (no populares en aquel sentido), como una cancién o una danza en boga, los caprichos de la moda, los dichos y chistes de actualidad. Su vigencia pasajera, su falta de arraigo muestran que el pueblo ha sido temporariamente un medio fugaz de di- fusién, pero no el artifice concienzudo que selecciona, reelabora y asimila un bien cualquiera. 3En virtud de qué trayectoria cultural un nuevo ele- mento logra esa incorporacién al patrimonio tradicional de la comunidad? “Si observiramos un ambiente popu- lar tipico: pueblecito remoto, aldehuela aislada, caserio disperso, comprobarlamos que la menor porcién de su vida colectiva es la sometida a los moldes rigidos y uni- formizadores de lo cinstitucionalizado oficial> (Corgani- zacién politica, juridica, econémica, administrativa, etc.). Frente a estos casos cada individuo en desarrollo, por el contrario, se compenetra de todo el saber del gru- po escuchando sus conversaciones y asimilando sus téc- nicas; le basta parar mientes en lo que a su alrededor ocurre. Las ideas bisicas, los valores de la cultura y las pautas para su conducta social se le presentan en térmi- nos sencillos y accesibles con slo observar lo que todas 13 las personas normales creen 0 cémo cada cual reacciona: ante determinadas situaciones. “Desde luego no hay aqui erudicién ni saber libresco; falta la teorfa pura, la doctrina abstracta, el sistema inte- lectualizado; todo se edifica sobre la base de la expe- riencia, inductivamente, y no a través de un conocimien- to légico, sistematico, causal y cierto de los fendmenos. Hasta las més complicadas formas resultan de la equi- librada suma de experiencias que afiaden, quitan, pu- len, innovan o restauran la herencia comin. El producto es, por fin, la exteriorizacién de un intimo proceso en- cauzado por los criterios tradicionales, el medio natu- tal, los impulsos psiquicos, las necesidades funcionales. Asi, una larga germinacién se abre, al cabo, en flor de belleza o se brinda en fruto de sabiduria.” (*) En este sentido digo (y serfa_el tercer rasgo) que los fenémenos folkléricos son empiricos, esponténeos, no institucionalizados. m cuanto a los medios de trasmisién de los bienes en el 4mbito de la cultura popular, no son los caracte- risticos de las sociedades civilizadas contempordneas: libro, periddico, radiotelefonia, cinematdgrafo, televi- sién. En aquel ambiente “la difusién se logra merced ala palabra hablada, coloquial, directa. Por eso se dice con verdad que la trasmisién folklérica es oral, dando convencionalmente al término un sentido muy lato: se basa en la palabra, pero subrayada y a veces sustituida por el acto mismo, por el manipuleo que se aprende practicando, por el gesto que complementa o refuerza, G@) A, R. Cortazar, Qué es el folklore; planteo » respuesta con especial referencia a 10 ergentino y americano, p. 40. Buenos Aires, Lajouane, 1954, 14 negativa, porque se prescinde cominmente de la escritu- ta. En fin, el acervo cultural, que no por ser empfrico es endeble ni torpe, pasa asf, por la palabra, el ejemplo, Ja imitacién, a enriquecer los espfritus que inician su so- cializacién en el acotado ambiente de la aldea”. (*) i) a iat sl enaro singe diferensiador:_loefendmenos olkI6ricos son orales, dando a esta palabra un valor con- Vencional muy lato, que eguivale a no escrito, a no ad- itido a través de procesos institucionalizados yp siste- méticos de ensehanza endizaje. facias a su experiencia, el pueblo va asimilando nue- vos elementos que enriquecen el patrimonio tradicional. La intercomunicacién, cada dia més frecuente, con los centros urbanos irradiantes, los medios de difusién pro- gresivamente mds activos y variados, la corriente de trans- culturaciones de mis en més caudalosa multiplican las posibilidades de eleccién; pero el “folk”, mientras man- tenga su condicién de tal, en tanto no haya desnatura- lizado su cardcter, es muy parsimonioso en la eleccién. No acoge indiscriminadamente cuanto a su conocimien- to llega. Sélo acepta y progresivamente asimila aquellos elementos en los que descubre aptitud para satisfacer “necesidades” colectivas del grupo, ya de indole biolé- gica (alimentarse, vestirse), ya juridica o estética (re- particién hereditaria, decoracién o danza), ya mégica o religiosa. A diferencia de lo que ocurre en ambientes ) refinados, el “folk” se muestra muy cauto y sobrio en Ia eleccién de los medios que considera adecuados para sa- tisfaccién de esas necesidades. Se abstiene tanto de la duplicacién o de la heterogeneidad intitiles como del re- (@)° Ibid, p. 40. | por el ejemplo expresivo aunque mudo, Dicho en forma finamiento superfluo; también el artificio petulante, la singuralidad caprichosa, precisamente por lo que tienen de individualismo exacerbado, quedan al margen de la aceptacién general del pueblo. Cuando, por el contrario, esta aceptacién se va gene- ralizando y llega el bien a incorporarse al patrimonio comtin, es porque ha probado su aptitud para satis- facer alguna necesidad colectiva. Utilizando un tecni- cismo etnoldgico, llamo “funcién”, en este sentido, a la satisfaccién de necesidades del “folk”. En consecuencia, el folklore es siempre funcional tt Comunidad. EI pueblo se desembaraza o deja “pasar sin aceptarlos aquellos “pesos muertos”, aquellos elementos que hayan perdido o no hayan llegado a ad- quirir una “funcién” en la existencia del grupo, Y cuan- do esta funcién, por el contrario, se cumple, es decir, cuando un elemento cualquiera (comida o vivienda, mi- to o cancién) demuestra aptitud para satisfacer necesi- dades de la comunidad, queda por esto mismo engrana- do en el contexto de 1a cultura del grupo, a la cual in- tegra orgdnicamente, vitalmente. De allf que para definir, comprender e interpretar el valor o papel de cualquier fenémeno folklérico, haya que analizarlo, observarlo cuidadosamente como parte del conjunto, y no como manifestacién aislada, auténo- ma, suficiente por sf misma. Todos los elementos inte- grantes del folklore de una determinada comunidad se amalgaman en unidad superior y funcional que no ad- mite desgajamientos incomprensivos que atentan contra su naturaleza o tronchan su armoniosa realidad, Por esta condicién de satisfacer necesidades de los gru- Se pos populares, matizandose, por una parte, de tonalida- des tipicas determinadas por la tradicién y por el am- biente regional, y, por otra, correlacionéndose entre si en trabaz6n inextricable, los fenémenos folkléricos son 5) esencialmente funcionales. (Y éste es el quinto rasgo. ) Para lograr Ia plenitud de Ia condicién folklorica fal- tarla otra etapa esencial: el arraigo popular a través del __tiempo. No es suficiente"que un Bien se incorpore oca- sionalmente al patrimonio cultural del grupo: es menes- ter que integre la herencia social que Jos miembros de una generacién trasmiten a otra, en sucesién indefinida. EI fendémeno folklérico se configura cuando _concu- fa horizontal de su colectivizacion empirica entre los com- ‘ponentes de una comunidad en un momento dado, y la ma etapa es la cion. Si consideramos, por ejemplo, una cancién que por cua quier circunstancia fa- vorable se difunde en el pueblo y llega a adquirir vigen- cia en el grupo social, no creo que por ¢so sélo sea justificado que la lamemos folklérica. Puede tratarse de una popularizacién fugaz y no de una verdadera asimi- lacién perdurable. Serd, si se quiere, un fenémeno “en estado naciente”, mas para que Ilegue a la plenitud ha- br4 que aguardar la etapa de tradicionalizacién, es decir, comprobar sus condiciones de viabilidad. Para que aquella trasmisién de legados culturales con- figure, a lo largo del tiempo, una tradicién, se presupone, ademés, la existencia de un reconocimiento colectivo (expreso o ticito) de la eficacia de ésta, una refirma- cién de su excelencia, una aceptacién de su prestigio. Su propia venerable estabilidad, capaz de adaptarse 17 ined 7 mesuradamente, sin embargo, a los cambios de las so- ciedades modernas, sirve de base a ideales de vida y a concepciones del mundo muy caros a las comunidades del tipo “folk”. Por otra parte, desde Thoms en adelante, se consi- deré que uno de los rasgos mds definidores del material que la ciencia en esbozo estudiarfa, era precisamente el ser como una persistencia del pasado mds o menos re- moto en Ja cultura popular actual. Esto no quiere decir que esa tradicién sea en todas las épocas reconocida unanimemente y que siempre haya dejado huellas, vestigios, documentos. La falta de éstos no significa, desde luego, la inexistencia de aquélla. El eclipse, durante ciertos periodos, de un fendmeno fol- Elético (por lo tanto tradicional) ha sido comprobado més de una vez por la investigacién cientifica. La mds rotunda demostracién, en el caso de los romances espa- fioles, se debe a Ramén Menéndez Pidal. Sus conclu- siones exceden el caso particular estudiado por el maes- tro y refirman las obtenidas, en otros campos, por la ciencia folklérica (*). He dicho que el folklore es popular y funcional, que integra org4nicamente la vide del pueblo; pues bien: éste incorpora también a su vida actual ese pasado, que sobrevive en la memoria colectiva, no como simple re- cuerdo de algo ocurrido y concluso en una época cual- quiera, sino como tradicién, como elemento provenien- te de un pretérito indeterminado, pero vigente hoy en las preferencias colectivas, en los ideales comunes, en ()_ Ramén Menéndez Pidal, Romancero hispdnico, t. 2, p. 361- 362, Madrid, Espasa-Calpe, 1953. 18 ae ee las costumbres, en las normas consuetudinarias. Esa tra- dicién rige a su vez los actos, establece pautas de con- ducta colectiva. Por lo cual es evidente que la tradicién no es yerto pasado, no sdlo existe por ser pretérito (como ocurre con la historia), sino que nutre las conciencias de los hombres de hoy y, en una palabra, integra fun- cionalmente la vida del pueblo. Confirmando lo antes dicho: si la tradicién es folklé- rica, es funcional y, por lo tanto, actuante, vigente en la cultura actual de las comunidades populares de tipo “folk”. Esta perduracién indefinida, que suele ser secular y no pocas veces milenaria, que se mantiene a través de pueblos, lenguas, civilizaciones y Ambitos geogrificos distantes y disimiles es uno de los mis poderosos atrac- tivos del folklore y en ciertos casos se presenta como un verdadero prodigio. r(lf El sexto rasgo nos muestra, por lo tanto, que los fendmenos folkléricos son tradicionales, Tal circunstancia favorece el olvido de los nombres de los iniciadores del proceso, sean artistas o maestros de danza, héroes o inventores, hechiceros o principes. La anonimia va borrando los rastros. Pero no sélo por obra del tiempo. El pueblo mismo, al incorporar cada nuevo bien a su cultura, prescinde del nombre del crea dor porque considera que el acervo espiritual es colec- tivo, M4s atin: se despreocupa del autor individual puesto que (segiin ya dije) cada miembro del “folk”, cada intérprete de un fendmeno folklérico se ve a si mismo como coparticipe de una herencia comin y no concebirfa el respeto individualista de nuestra civiliza- cién por los “derechos de autor”, La consecuencia es 19 que al finalizar la trayectoria los fendmenos folkiéricos (y éste es el séptimo rasgo) resulian andnimos, Hasta ahora he considerado relacionados con los aspectos sociales y temporales del proceso de folklo- tizacién. En iltimo término, aludiré brevemente al fac- tor geografico, vale decir, a la influencia del medio na- tural, Es particularmente importante, dadas algunas de las caracteristicas de los grupos de tipo “folk”. Su pre- ferente localizacién marginal, con respecto a las grandes cindades y a las zonas de intenso trafago, de vida cos- mopolita ¢ industrializacién creciente, los pone en con- tacto mas inmediato y estrecho con la naturaleza, Ella condiciona algunas de las manifestaciones folkléricas més tipicas, como la vivienda, la indumentaria, la alimenta- cién, los transportes, las actividades laborales, las técni- cas agropecuarias y hasta las artesanias. La naturaleza circundante, con la que el grupo “folk” tipico vive en {ntimo contacto, forma con éste y su cultura tradiciona- lizada un complejo en el que la influencia geografica tiene papel decisivo. No creo que Ilegue a ser “determi- nante”, pero sin duda contribuye a configurar la fisono- mia inconfundible de cada conglomerado folklérico. Los 'géneros de vida, dice un gedgrafo de la autoridad de Federico A. Daus, son “modalidades por las cuales los pueblos que viven en contacto con la naturaleza logran obtener de ella su sustento” (+). Baséndome en el mis- mo autor, diria por mi parte que dmbito folklérico es la regién o area del territorio cuyos habitantes conservan tradicional y anénimamente un legado de cultura (es- (1) Federico A. Daus, Geograffla » unidad argentina, p. 223. Bue- nos Aires, Nova, 1957. 20 —— eto a ea FM ee piritual y material), por lo cual poseen conciencia de su individualidad. Be Ee eat ing El mundo natural circunvecino, que nutre la expe riencia comin, se infiltra en el ambito mental de cada paisano afincado en su terrufio y se trasluce luego en lo que su mente concibe. La animizacién y hasta la deificacién de las montafias y rios, del mar y la selva, que hacen germinar mitos y practicas rituales, leyen- das explicativas e infinidad de comparaciones, im4genes y metaforas del cancionero popular, tienen en el pai- saje su razén de ser. De alli que todo conglomerado folklérico Ileve la impronta del ambiente geogrifico en cuyo seno el “folk” desenvuelve su vida, por lo cual resulta interesante el estudio de lo que he llamado “eco- logia folklérica” (*). Surge de aqui el octavo y ultimo de los rasgos caracterizadores que he procurado puntua- lizar: todo fendmeno folklérico es geogrdficamente loca- lizado, es decir, tiene expresion regional. Al afirmar que el fenémeno folklético es lugarefio y tipico no quiero decir que sea exclusivo del lugar, ni Unico, ni de invencién o de origen local. El pueblo se- lecciona, adopta, adapta y asimila elementos culturales muy diversos y los va armonizando con las exigencias del medio circundante; pero entre esos elementos los hay excelsos por su jerarquia espiritudl, por su mérito artistico o por su milenaria antigiiedad, como los estu- diados por los investigadores en costumbres de campesi- nos y pescadores europeos, cuyo origen se ubica en la protohistorias otros equivalentes han pasado a América @)_ A. R. Cortazir, “Ecologia folklérica”, (En Gaea, Anales de Ja Sociedad Argentina de Estudios Geografices, t. 8, p. 125-139. Buenos Aires, 1947.) a1 en el folklore espafiol, rico en matices musulmanes y hebraicos, con lo cual el remoto Oriente confluye con las caudalosas supervivencias autéctonas en la formacién del folklore americano. Muchos de ellos han navegado en corrientes histéricas por centenares de afios, decan- tandose y acendrdndose en la reiterada tamizacién, Sue- len ser universales y representar lo més puro y perdura- ble de las creaciones del espiritu humano. Para no re- cordar sino un caso, piénsese en la deslumbrante calidad de la poesia del Siglo de Oro hisp4nico, germen de los infinitos cantares (romances, glosas, décimas, coplas)) que hoy entonan los campesinos americanos, Por eso Ia expresién regional del folklore no excluye la difusién ni la trascendencia universal de muchos de los elementos que lo integran. CARACTERIZACION SINTETICA SQUEMATIZANDO, diria que los fenémenos que han cumplido su complejo proceso de folkloriza- cién resultan ser populares (propios de la cultura tradi- cional del “folk”), colectivizados (socialmente vigentes en la comunidad), empiricos, funcionales, tradicionales, anénimos, regionales (geogrificamente localizados) y trasmitidos por medios no escritos ni institucionalizados. Es importante tener en cuenta que al intentar un diag- néstico de un fendmeno para determinar si es o no fol- klérico, se deben hacer jugar todos los criterios enuncia- dos y no reducirse a una confrontacién trunca o arbitra. ria de aquellos rasgos (por ej., tener en cuenta slo la condicién de tradicional, o de popular, o de anénimo, desechando las demés). 22 S{MBOLOS gut se cierra el ciclo que se inicié en las paginas primeras. Espero que, como sintesis, quede la ima- gen de un dindmico proceso cultural a cuyo término el folklore se brinda en noble fruto o en floracién de be- lleza, Esta imagen tan reiterada ha llevado a muchos a proponer el acertado simbolo del drbol. También podria setlo el rio, con lo que expresarfamos, a la vez, una as piracién. Somos, como pueblo, una ininterrumpida co- triente en la historia y en esta continuidad finca nuestra fisonomfa tradicional. Aceptemos el imperative de man- tener nuestro cardcter, pero no anquilosado y yerto, co- mo una momia sagrada y centenaria, sino como algo vi- vo y dinémico; parezcémonos al rio, siempre renovado y siempre idéntico, que mantiene por milenios su confi- guracién en el paisaje, a pesar de los aportes de sus afluentes, y que conserva su ser pese a las variables sus- tancias arrastradas por su corriente. Sea nuestro folklore como el rfo, cuyas aguas no adul- teran su naturaleza aunque se oscurezcan con las sombras de las barrancas © resplandezcan con la luminosidad del cielo: tal como los valores esenciales de la tradicién flu- yen en la historia sin afectarse por la mutacin de tiem- pos transitoriamente borascosos 0 limpidos. Sea nuestro folklore como el rio fecundante, que re- activa la vida propia de las tierras por donde pasa, fa- voreciendo la expresién de sus fuerzas teldiricas, y se ufa- na luego en rendir tributo generoso al mar, Constituya también nuestro folklore estimulo sugerente para el es- piritu de nuestro pueblo; tenga la aptitud de “reactivar 23 la vida propia” de cada rincén de nuestra tierra, pero, legado el caso, sea capaz de ofrendar su caudal al mar, al infinito mar de la cultura del mundo. PLANTEO Y DISCUSIGN DE ALGUNAS CUESTIONES E n el curso de la sintética caractetizacién que antece- de han sido analizados varios ejemplos y discuti- dos diversos problemas. A manera de recapitulacién, con el propésito de aplicar coordinadamente los criterios ex- puestos, pasaré revista a cuestiones que suelen suscitarse. a) Concebido el folklore como un fluente proceso y considerando que éste es cada vez més acelerado en ra- zén de una mayor intercomunicacién social, de la ten- dencia niveladora del Estado y de la industria, etc., gre- sultard que en plazo mds o menos breve, segtin los paises y las regiones, est’ condenado a desaparecer? In- dudablemente no, pues ese dinamismo cultural, esa mo- vilidad social rigen también para todos los sectores de la sociedad, pero con un diferente ritmo, con un “tem- po” que siempre y forzosamente ha de ser més lento en las comunidades de tipo “folk”. Por lo tanto, siendo el folklore resultado de una diferenciacién cultural, mostra- rd siempre el contraste entre aquellos estratos antagéni- cos (por ¢j., “pueblo” y “élites”), que son tan antiguos como la civilizacién, pues surgen de divergentes moda- lidades del espiritu humano, de ideales de vida dispares, de condiciones de existencia que jamés podrin parango- narse, como las tipificadas por Ia ciudad y el campo, las oligarquias y el “folk”, y, en otro orden, la ensefianza institucionalizada y la empfrica, la tendencia hacia lo no- 24 vedoso y la idealizacién del pasado, la mezcla cosmo- polita y la decantacién regional y provinciana, Se suelen levantar voces medrosas que temen pot la desaparicién del folklore. Se acallarian si lo concibieran como un proceso y no como un caudal que va gastando- se. Basta considerar, a este respecto, paises como Suiza, Suecia, Bélgica y tantos otros en los que, por su escasa extensién y su grado elevadisimo de cultura publica, de- beriamos suponer ya cumplidos los vaticinios de extin- cién. Sin embargo, no sdlo asombran por la riqueza de su tradicién popular en todos los érdenes, sino también por la inexhausta dedicacién de sus especialistas, la mag: nificencia de sus museos “vivientes”, la actividad ejem- plar de sus instituciones y la perfeccién técnica de algu- nas obras que condensan estas circunstancias, como el Atlas del folklore suizo, por ejemplo. b) Resumiendo consecuencias de los rasgos determi: nados, se puede afirmar que: 19. Todo lo folklérico es popular, vale decir, resultado de la asimilacién funcional del pueblo; pero la inversa no es equivalente, porque hay as- pectos de la vida popular que no son folkléricos, precisamente por ser institucionalizados y no em- piricos, oficiales y no espontaneos; por ej., la apli- cacién, en una escuela aldeana, de métodos peda- gdégicos y el cumplimiento de reglamentaciones im- puestas no es por cierto folklore, aunque los alum- nos sean integrantes del “pueblo” lugareiio, pero si serfa el juego tradicional que esponténeamente practican las criaturas durante los recreos, La fies- ta organizada por la municipalidad de un pueble- cito en cumplimiento de disposiciones superiores, 25 con motivo de un acontecimiento cualquiera, pue- de contar con la concurrencia de los pobladores, pero no es folklérica por no ser el resultado de una espontanea y consuetudinaria reaccién tradi- cional y colectiva del pueblo; lo cual no obsta para que, aprovechando la circunstancia, se pon- gan de relieve hechos folkléricos asociados, como cantos, comidas, juegos, etc. 2°. Todo lo folklérico es tradicional, pero son miiltiples los casos de bienes tradicionales ajenos en absoluto al folklore, como ceremonias litirgi- cas, protocolo de las cortes reales, costumbres pro- pias de ambientes académicos, uniformes y actitu- des habituales en la vida militar, etc. 3°. Todo lo folklérico es anénimo o tiende a la anonimia, pero esto no justificaria considerar que una obra literaria cuyo autor se ignore deba por eso ser folklérica, 4°. Todo lo folklérico es regional, pero este concepto abarca, ademas, diversos aspectos, desde el paisaje a la historia, de la economfa a la indus- tria, muy distintos, por cierto, del vivir consuetu- dinario del pueblo. c) Tradicién presupone trasmisién, y etimoldgica- mente no significa otra cosa; pero en esa trasmision cultural, las fuerzas o tendencias innovadoras estin en constante pugna, y de la suerte variable de esta oposi- cién puede resultar, segtin los casos: 1°) la muerte de una tradicién existente (por ej., una costumbre que cae en desuso; un romance que se olvida; un término regio- nal que se convierte en arcaismo); 2°) el comienzo de un nuevo proceso de tradicionalizacién debido al triun- 26 fo de la forma innovadora (una prenda de indumentaria que es poco a poco adoptada; un episodio impresionante que va convirtiéndose en legendario); 3°) por fin, la coexistencia de ambas formas (una copla y su variante; dos procedimientos 0 técnicas, uno arcaico y otto nuevo, para cualquier actividad). d) Lo folklérico es la antitesis de lo oficial, de lo re- glamentado, pues la espontaneidad y la libre aceptacién y vigencia colectivas son sus rasgos entrafiables; por lo tanto, fiestas como la de la vendimia, por ej., organiza- das por el gobierno de una provincia, aunque logren la participaci6n de auténticos trabajadores, no son en si mismas folkléricas; serian mas bien un buen ejemplo de proyeccién de una faena popular y tradicional. LA CIENCIA FOLKLORICA BREVISIMOS ANTECEDENTES os fenédmenos folkléricos se habrin manifestado en las primeras sociedades humanas desde el momento en que se cumplieron procesos culturales del tipo de los que acabo de esquematizar. Por ser aquéllos caracteristi- cos y muchas veces pintorescos, suscitaron la atencién de escritores y tedlogos, de historiadores y viajeros, de filé- sofos y poetas, Las obras interesantes desde este punto de vista figuran entre las mds notables de 1a cultura uni- versal, desde los libros épicos y religiosos de la India o los poemas de Homero hasta nuestros dias. La produccién medieval ofrece una riquisima cantera, hasta ahora inexhausta. Basta pensar, por una parte, en trabajos descriptivos y criticos referentes a supersticiones ei y magia, para lo cual hasta las actas de los concilios son documentos valiosos, y por otra, en obras literarias que recogen o reelaboran cuentos, apdlogos, fabulas, etc., de origen oriental en buena parte. En la edad moderna aparecen en diferentes paises pensadores, fildsofos, literatos y hombres de ciencia cu- yos aportes tienen valor fundamental. Son verdaderos precursores. La obra de algunos de ellos es netamente folklérica por su enfoque, su rigor y su calidad. Sirvan de ejemplo los nombres de Jean Baptiste Thiers (1636- 1703), Joseph Frangois Lafitau (1670-1740) y Char- les Perrault (1628-1703) para Francia; Gianbattista Basile (1575-1632) y Giovanni Battista Vico (1668- 1744) para Italia; Johann Gottfried Herder (1744. 1803) y-los hermanos Grimm (Jakob, 1785-1863; Wilhelm, 1786-1859), para Alemania; Thomas Percy (1729-1811) para Inglaterra, etc. El caso de Espafia presenta ejemplos memorables como el marqués de San- tillana (1398-1458), recopilador de “refranes que di- cen las viejas tras el fuego”; Rodrigo Caro (1573- 1647), estupendo tratadista, no suficientemente cono- cido, de los juegos de su tiempo en relacién con los an- tecedentes clasicos, en su curiosa obra Dias geniales o lidicros (1622); Juan de Zabaleta (1610-1670?), a quien debemos menuda descripcién de costumbres en sus Dias de fiesta; el P. Benito Jerénimo Feijoo (1676- 1764), exponente de la reflexién critica de muchos as- pectos de la vida popular, y tantisimos otros que la es- trechez de estas paginas impide citar, En el siglo XIX, al conjuro de la ideologia roméanti- ca, un verdadero torrente bibliografico sefiala la culmi- nacién del gusto colectivo hacia lo popular y tradicional. 28 Se creé un clima impregnado de interés y de simpatia hacia lo ristico y espontineo, lo legendario y lo anénimo, reaccionando asi contra los excesos del frio intelectualis- mo de la era iluminista y neoclasica. Esta atmésfera pro- picia preparé el advenimiento del Folklore. No de los fenémenos, desde luego, tan antiguos como la sociedad, sino de la recoleccién y estudio sistematicos y metédicos de esos fenémenos. Es decir, un primer esbozo de lo _ gue seria la ciencia de] folklore. William John Thoms _ MIX TBOS=185 fat tree de ‘tal inquietud, Con la palabra que él cred (Folk-Lore), sé concreta una ~aspiracién que muchos séntian, m4s o menos difusamen- te. Por cierto que la palabra no es la ciencia; pero el término encierra un concepto, un propésito, un progra- ma que el mismo Thoms expuso en su recordada carta. Orras circunstancias favorecieron este impulso inicial. Se abria una era de cientificismo y las especulaciones teéricas marcharon de consuno con las exploraciones en el mundo colonial que los pafses europeos expandian y consolidaban. Disciplinas afines nacen también a la vida o alcanzan répida madurez y notoriedad por esta época, como la Sociologia, la Etnografia, la Etnologia, la An- tropogeografia. Hacia fines de siglo, la semilla arrojada por Thoms al azar de un articulo periodistico germina en tierra fértil. Un grupo de antropdloges, “anticuatios” e historiadores consolida las conquistas fundando la Folk-Lore Society, de Londres (1878), publicando la primera revista cien- tifica de la especialidad (Folklore Record, 1878- 1882) y el primer manual de sistematizacién. E] panorama se ha desplegado prodigiosamente en el presente siglo. La sola mencién de los diferentes aspec- 29 tos Ilevaria un volumen. El desarrollo total, desde sus comienzos, tiene una utilisima guia en la Nodicia histéri- ca del folklore; origenes en todos los paises hasta 1890; desarrollo en Espanta hasta 1921 (Sevilla, Impr. Al- varez, 1922), de Alejandro Guichot y Sierra, la cual puede complementarse hasta nuestros dias con el recien- te libro de Giuseppe Cocchiara, Storia del folklore in Europa (Turin, 2? ed., Einaudi, 1954), Los antece- dentes argentinos han sido reunidos por Juan Alfonso Carrizo en su Historia del folklore argentino (Buenos Aires, Instituto Nacional de la ‘Tradicién, 1953). No es ésta la oportunidad para resumir tales historias. Bas- tard Ja escueta enunciacién de algunos aspectos que son algo asi como los signos externos y visibles de la conso- lidacién de la ciencia folklérica en un doble aspecto: su difusién mundial y su perfeccionamiento interno, en cuanto a su estructura epistemolégica, al alinamiento y adecuacién de sus métodos, al rigor de sus investigacio- nes de campo y de gabinete y a la seriedad y trascenden- cia de sus resultados. Algunos indices de ese notable progreso son: a) Multiplicacién de sociedades cientificas en el mundo. b) Revistas especializadas, de investigacién y de difusién. c) Colecciones de textos y “bibliotecas” editoriales. d) Publicaciones técnicas, tratados y manua- les. ¢) Bibliograffas generales y periddicas. f) Enciclo- pedias especiales y: articulos, cada vez en mayor nt- mero y extensién, en las mds modernas de cardcter ge- neral. g) Diccionarios folkléricos. h) Museos folkléri- cos (especialmente los Ilamados “vivientes”) y seccio- nes espécificas en museos de otro cardcter. i) Tnvestiga- ciones técnicas de campo, individuales y en equipo. j) 30 Métodos, escuelas y corrientes cientificos, k) Institutos de investigaci6n. Archivos, encuestas, ficheros, catd- logos, 1) Catedras universitarias, m) Carreras integras (licenciaturas y doctorados) en muchas universidades del mundo. n) Congresos nacionales e internacionales cada vez més frecuentes. Jornadas, coloquios y otras reuniones de este tipo. fi) Entidades, de diversa indole y categoria, que se vinculan con el cultivo del folklore Yy sus proyecciones (asociaciones, sociedades, centros, circulos, “pefias”, etc.), 0) Reparticiones y organismos dependientes de los Estados, de las provincias o muni- cipios, dedicados a recoger, estudiar y difundir las ex- presiones folkléricas del pats, DOCUMENTACION DETERMINADA DE LOS MATERIALES Y AMBITO INFINITO DE LA INVESTIGACION L punto de partida es una visién amplia, integralista, no artificialmente fragmentada, de la cultura. Pero esta actitud intelectual no excluye la imprescindible nece- sidad de establecer convencionalmente los limites del campo de trabajo de cada disciplina; méxime si se trata, como en este caso, de una ciencia que surgié para ocu- parse del estudio de unideterminado sector de la reali- dad no incluido explicitaménte en Ta tematica de las _ciencias existentes entonce. istoria, Antropologia, Sociologia, étc, ) de .), 9 no considerado por ellas desde este’ nuevo punto de vista, En mi opinién la ciencia del folklore reivindica para si aquel material, aquel sector de 1a realidad, aquellos fenémenos caracterizados por todos los rasgos analizados 31 en el capitulo correspondiente (populares, tradiciona- les, empiricos, etc. ). Considero que e! Folklore debe es- tudiar todas las manifestaciones (no oficiales ni institu. cional > de la cultura tradicional del “folk”: éte es el amplio campo donde puede documeniar (buscar, “conocer, cosechar, recoger) los variados fenémenos que lo integran. Debo insistir ex que decumentader come folkléricas, tales fenémenos pueden ser estudiados en cualquiera de los aspectos que a la ciencia interesen: evolucién histérica, orfgenes, funcién cultural, simbolis- mo, relacién con supervivencias y trasculturaciones, transferencias religiosas y psicolégicas, peculiaridad re- gional, etc., etc., lo cual presupone en el investigador la més absoluta libertad de indagacién y estudio a través de los campos de las ciencias que en cada caso ofrezcan su auxilio, Entre estas ciencias, algunas son afines y tra-_ tan_con frecuencia el mismo material, aunque enfocado _ _ desde sus _propios dngulss otras estén totalmente desvin- culadas, pero ocasionalmente auxilian ante una investiga-_ cién determinada: entre las primeras, por ejemplo, Etnologia, la Sociologfa, la Geograffa humana, la Histo- tia, etc., y_ entre las segundas, las ciencias fisicas, exacta y naturales en general: By ree ps Como én todos los otros.casos del quehacer cientt- fico, es necesario establecer, aunque sea convencional- mente, limites entre las disciplinas afines, determinando Tos séctores de la realidad que cada una de ellas docu- menta € investiga con métodos propios y de acuerdo con puntos de vista y objetivos especificos. Negar esta po- sicién significaria borrar las fronteras entre las ciencias particulares y contradecir la evidencia de la progresiva constitucién de disciplinas auténomas. 32 Es claro que habré fenémenos que son estudiados por varias, lo cual es lo corriente en la investigacién de cualquier especialidad. Algtin ejemplo bastard para nuestro caso. Las ceremonias, las supersticiones, la ma- sica, la danza, son especies folkléricas; pero en muchos casos pueden no serlo. Se justificaria que el especialis- ta considerara como material especificamente folklérico, por ej., las ceremonias antiquisimas que se cumplen en el Vaticano con motivo de Ja eleccién de un pontifice, o el protocolo de Jas cortes reales, o las supersticiones de los jugadores de ruleta, o la miisica de los conserva- torios, o la técnica del ballet? gSon temas folkléricos la poligamia o la tactica guerrera de ciertas tribus indi- genas? 2No estarfa nuestra ciencia invadiendo los te- rrenos propios de otras especialidades? De este planteo se ha querido derivar una conclusién que me parece injustificada. Mantener los limites de las ciencias afines no quiere decir, en modo alguno, que se coarte la libertad absoluta que por cierto tiene el in- vestigador cientifico de recorrer todos los rumbos que considere convenientes a los fines de su estudio. Supon- go que jamds un folklorélogo dedicado, por ejemplo, al estudio de los mitos, dejara de tomar en cuenta los que le interesen sélo porque se manifiesten fuera del “folk”, ya en culturas etnograficas, ya en las “élites” més refinadas; mas esto no quiere decir que los materiales sean folkléricos, sino simplemente que son ttiles o nece- sarios a los fines de una investigacion. Es lo corriente en el campo cientifico. Sin salir del caso del Folklore, pensemos, como un ejemplo al azar, en las informacio- nes botanicas que se requieren para estudiar la funcién del algarrobo en la vida popular y tadicional del Nor- 33 oeste argentino; o bien las de catdcter astrondmico pa- ra sondear todas las posibilidades de explicacién de un mito astral. Nadie considerara abusivas estas incursiones en campos de la botinica o la astronomia, si lo requiere asf la indagacién cientifica, pero nadie tampoco sosten- dra que las plantas y los astros son materiales folkléricos. En resumen, determinar convencionalmente el cam- po y adoptar un punto de vista para que la ciencia fol- klérica observe, recoja y documente los materiales espe- cificos, sin superponer su tarea con otras disciplinas co- lindantes, no quiere decir que se intente retacear el li- bérrimo derecho del investigador, que por cierto no reconoce vallas en el estudio, explicacién, comparacién € interpretacién de los fendmenos documentados. Mas atin: personalmente he sostenido siempre el anhelo de que el folklorélogo adopte en su labor una cibir tanto las interrelaciones entre los fenémenos com los vinculos entre las ciencias, para no hacer del Folk una menguada especialidad, sino una “ciencia del hom- aaah REFERENCIA METODOLOGICA. EL METODO INTEGRAL A comienzos del siglo XX, aunque perfilado el Fol- klore como disciplina auténoma, no habja elabora- do su propio método. Los primeros investigadores fue- ron, por fuerza, especialistas en otras ciencias preexisten- tes, que subyugados por el atrayente panorama que se les brindaba en el nuevo campo, cambiaron de rumbo. Procedian de la Antropologfa, la Etnologia, la Historia, 34 la Sociologia, y aplicaron en los nuevos estudios los mé- todos en los que ya estaban adiestrados. Estas fecundas contribuciones inter-cientificas se man- tienen hasta hoy. En Ja bibliografia argentina, solamen- te, se podrian encontrar ejemplos de aplicacién de los siguientes métodos: histérico (en el doble sentido de historia del folklore y monografias de tipo historicista); antropogeogrdfico (por ej., en relacién con la vivienda); histérico-cultural (expuesto como teoria y aplicado en la practica); “de palabras y cosas” (Werter und Sa- gen), como provechosa contribucién de los lingiiistas; sociolégicos y psicoanaliticos, formulados tedricamente y Ilevados también a la practica; funcionalista, que yo contribui a divulgar traduciendo el libro péstumo de Bronislaw Malinowski (’), etc. E] método histérico-geogrdfico, llamado también fin- landés en homenaje a sus creadores, es una de las mas honrosas conquistas de la ciencia folklérica en lo que va del siglo, tanto por el acierto en su concepcién y el rigor de su técnica, como por el prestigio de sus culti- vadores y el fruto de sus estudios y monografias. Ha conquistado a investigadores eminentes en Estados Uni- dos y tiene destacados cultores en América Latina (7). (@) Bronislaw Malinowski, Una teorfa cientifies de Ie cultura 9 otros ensayos, Buenos Aires, Sudamericana, 1948, 253 p. (2) Ey libro bisico es el de Kaarle Krohn, Die folkloristische Ar- beitsmethode. Oslo, 1926. En América Latina han trabajado en este sentido Luis da Cimara Caseudo (Brasil), Yolando Pino Saavedra (Chile), Efrain Morote Best (Perti), Bruno Jacovella y Susana Cher- tudi (Argentina), entre otros. El més notable represntante americano de csta escuela es Stith Thompson, autor de The folktale (New York, ‘The Dryden Press, 1946) y de monograffas publicadas por Ralph S. Boggs en la serie Folklore (hei tacad ecibeanelicaa sieves zado y publicado los resltados de Feur symposia on Folklore (Bloomington, Indiana University Press, 1953). 35 El método integral. Considerado el folklore no en abstracto o en una sola de sus especies, sino en la reali- dad concreta de sus expresiones, se nos muestra, en cada comunidad popular, en cada regién del mundo donde florece, como un conjunto complejo de manifestaciones que reflejan casi todos los aspectos de la vida tradicional del pueblo. Esta evidencia ha hecho nacer en mi la inquietud por concebir un método que enfoque el problema desde otro punto de vista. La aspiracién es que mediante él] se pueda documentar, en cada investigacién, la totalidad de aquellos fenémenos, abarcando en consecuencia todas las expresiones de la vida del grupo popular en estudio que respondan a los rasgos sefialados como signos de lo folklérico. Para llevar ala practica esa concepcién es preciso comenzar por circunscribir el posible campo de aplica- cién. De los mencionados rasgos elijo como base: su caracter regional, su condicién de funcional y su raiz tradicional. “Si los fenémenos folkléricos son funcionales y tradicional- mente localizados en una regién, el método por medio del cual se pretende captarlos debe tender a enmarcar geografica y culturalmente el dmbito de la investigacién y a documentar luego, dentro de tales limites, no una especie o manifestacién aislada de ese conjunto, sino todas las expresiones de cardcter folklérico recolectables. En resumen, la investigacién resultar4 geogtaficamente circunscripta y folkléricamente integral. “La exigencia primera del método consiste, por lo tanto, en elegir la regién donde las investigaciones se Hevardn a cabo. Se trata de escoger, dentro de la extensién total del pats, los sectores presuntivamente mis ricos en manifestaciones tradicio- nales, mas conservadores y replegados en su carécter y modo 36 de vida, m4s tipicos y recios en su personalidad colectiva. En una palabra, mas adecuados para un estudio de esta indole. “El objetivo concreto que-se persigue es doctunentar en su propio medio, con todo el rigor cientifico exigible, los fend- menos folkléricos. La eleccién de un drea adecuada y aun su limitacién convencional hasta adecuarla a las posibilidades coneretas de cada caso, tora perfectamente factible el expan- dir la observacién a todos los 4mbitos de ese diminuto mundo folklérico y documentar cuantas manifestaciones de tal cardcter pueda el investigador recoger o registrar.” (+) Este enfoque es traducible en términos del moderno “estudio de dreas”: ya de comunidad, ya regionales, ya nacionales (7). El método folklérico integral tiene pun- tos de contacto con los dos primeros y especialmente con el “de comunidad”, puesto que intenta documentar la realidad en todos los aspectos atinentes, con criterio mas cualitativo (atendiendo, por ej., més a la estructura y ala funcién) que cuantitativo o estadistico; pero procu- ra perfeccionar los estudios sociolégicos “de comunidad” en varios sentidos: a) No olvida ni desecha (cotno éstos suelen hacer- lo) lo histérico, desde que, siendo lo folklérico tradi- cional, su vinculacién con el pasado es permanente y est4 en su misma esencia. b) Se interesa también por las expresiones folkléri- cas que han cafdo en el olvido o en desuso, perdiendo su vigencia actual (folklore histérico). c) Presta atencién a las relaciones culturales de la comunidad con el conjunto mas amplio de la sociedad G). A. R. Cortazar, Ej carnaval en el jolklore cdchaqui. p. 250- 253, Buenos Aires, Sudamericana, 1949. (2) Juliin H. Steward, Teorla » prictica del utudio de éreas. Washington, Unién Panamericana, 1955, 86 p. (Manuales Técni- cos, N? 2.) 37 contemporanea del pais, pues el folklore est4 constituido en gran medida por la asimilaci6n de elementos irradia- dos por los centros y ciudades prestigiosos. A la inversa, las proyecciones del folklore prueban que éste llega con frecuencia a integrar la cultura superior, letrada, en sus expresiones artisticas, industriales, sociales, etc. COMO LOS FENOMENOS FOLKLORICOS SON DOCUMENTADOS EN SU PROPIO AMBIENTE P ara lograr esa finalidad de documentacién integral, es evidente que el investigador debe preparar es- crupulosamente y cumplir con maxima consagracién una etapa esencial de su labor: la llamada investigacién de campo. Los datos técnicamente recogidos, precisos, fie- les, completos, son condicién para realizar después es- tudios valederos y extraer conclusiones legitimas. Con esto no excluyo ni desdefio los aportes, con frecuencia valiosos, de quienes, impulsados por su amor al terruiio, un minucioso conocimiento de la regién y su buena voluntad, recogen y publican compilaciones y referencias que se presentan como “el folklore” de de- terminado lugar. En muchos casos, aun escaseando el método, el material es de primera mano, variado, amplio y a veces de notable penetracién psicolégica. El folklo- rélogo aprecia estas contribuciones, siempre bien veni- das; pero no deja de someterlas a critica, supliendo con su anilisis la técnica ausente en la recopilacién. Lo indudable es que el folklorista no puede apoyarse exclusivamente en tales fundamentos por valiosos que sean. Por exigencia del método, no debe prescindir de su propia observacién. Por eso organiza los viajes de 38 st estudio, Estos, segin las necesidades y circunstancias, son simplemente preliminares, de observacién, de tan- teo o bien de documentacién propiamente dicha, caso en el cual son realizables en varios perfodos de estadas breves o mediante una permanencia que preferentemen- te abarcar4n un ciclo anual completo, Cada caso tiene sus proes y sus contras, que el interesado sopesard. Cualquiera de estos viajes o excursiones demandan una serie de tareas, estudios p gestiones previos que a su vez deben amoldarse a su respectivo método y a una precisa técnica, El desideratum es que hasta la misma excursion preliminar se emprenda después de haber el folklorista agotado los medios y posibilidades de infor- macién respecto del lugar de destino, de sus habitantes y su vida tradicional. Esto significa haber compilado pre- viamente una bibliografia, es decir, una némina, cata- logo o fichero de lo publicado (libros, folletos, articu- los) sobre los temas de interés relacionados con la regién y su folklore. Esta sera la base metodolégica pa- ra el estudio de lo esencial de aquellos aspectos més vin- culados con su objetivo, como, por ejemplo, la geogra- ffa humana y la cartograffa; la historia local y la arqueo- logia cuando corresponda; los datos antropoldgicos, et- nogrificos y lingiiisticos, Complementariamente, las grabaciones, lminas, fotograffas y peliculas. Las obras literarias, de memorialistas y viajeros, plan- tean conocidos problemas, Por cierto que no ofrecen al investigador la misma garantla que los materiales técni- cos, pero no deben ser desechadas por prejuicio. No faltan especialistas en Folklore y otras ciencias afines que valoran sélo los testimonios que, so pretexto de técnicos, estén escritos con insfpida sequedad; desdefian ¢l aporte 39 de un dato extraido de obras literarias si adolece del “defecto” de estar expresado con elegancia. .. Creo que sometiéndolo a critica (como a cualquier otro material ) el investigador puede obtener sumo provecho, especial- mente en los aspectos descriptivos, de evocacién del pa- sado y de captacién de matices psicoldgicos. El folklorista en busca del pueblo. El Folklore es cien- cia de la vida tradicional del pueblo, el que es preciso frecuentar hasta lograr el ideal de familiarizarse con to- dos los aspectos del mundo material y espiritual de la comunidad. Para esto hay que salir de las aulas y biblio- tecas en busca del “folk”. En este punto evito las genera- lizaciones tedricas y brindo aqui algunos rastros de mi propia experiencia a través de tantos episodios como he vivido en mds de quince afios jalonados de metédicos viajes de estudio por regiones riquisimas en “sustancia folklérica”, apartadas por cientos y miles de kilémetros de la Capital. Téngase presente que la extensién de la Argentina (casi 3 millones de Km*.) es varias veces su- perior a la de Francia, por ej. Como consecuencia, una excursién de estudio exige recorrer previamente distan- cias enormes para alcanzar la “base de operaciones” de - la investigacién propiamente dicha. Y no serdn por cierto las ciudades cémodas y ricas en recursos sino el pueble- cito, la aldea, el villorrio o algtin establecimiento agro- pecuario, forestal, maritimo o minero, Una prueba de la eficacia de la preparacién previa que el folklorista ha logrado seria que las cosas, el elemento humano y el ambiente geogrifico y cultural no le resul- taran novedosos, insdlitos, exdticos, sino que fuera re- conociendo en torno los trazos caracterizadores anticipa- dos por sus estudios preliminares, 40 Conviene establecer los primeros contactos con per- sonas que por su posicién social y nivel de cultura no integran en realidad el “folk”, pero que suelen ser Ilaves maestras para despejar el camino, orientar, prevenir res- pecto de ciertas modalidades del mundillo local y reco- mendar a quienes serdn majiana los verdaderos infor- mantes, Como ejemplos infaltables en los pueblos, pue- do mencionar a los maestros, sacerdotes, médicos y fun- cionarios de diversa jerarquia y especialidad. La aldea misma suele ser magnifico campo de traba- jo; pero, aun asf, es necesario recorrer los alrededores, emprender desde la “base de operaciones” la iltima etapa del viaje que se torna en verdad azaroso y com- plicado. El transporte es (como siempre) arduo pro- blema, ya sea a lomo de mula, ya en las destartaladas mensajerias de campaiia; pero para el folklordlogo las incomodidades y los riesgos no cuentan y a lo largo del camino va recibiendo insuperable leccién. La mirada curiosa e inquisitiva descubre o confirma detalles de to- da indole: materiales y forma de los ranchos; faenas agropecuarias; matices del habla regional durante las platicas con los viajeros lugarefios que la marcha coin- cidente allega; la indumentaria y los arreos de las cabal- gaduras y otros medios de transporte; modos de com- portamiento (folkways) que resultan encantadores en el saludo y en las hospitalarias bienvenidas en humildes viviendas de pastores y labriegos, Los émnibus y men- sajerias rurales son teatro de indecibles molestias, su- peradas siempre por ese desborde de espontaneidad cordial, de solidaridad sincera, de festiva socarroneria con que el pueblo matiza su vida colectiva. jCémo 41 aprovecha el folklorista estos laboratorios prodigiosos! jCu4ntos aspectos le es dado documentar! El “folk” y su cultura. Cuando el viaje llega a feliz término, el alojamiento es problema que se plantea como sucesor del transporte. A falta de hotelucho o modesta pensién, hay que confiar en la hospitalidad de que hace gala el criollo del campo. El ambiente doméstico, con sus ricos pormenores, se despliega en primer término ante los ojos del folklorista. No dan abasto la atencién y la memoria para registrar los multiples aspectos: los objetos y las actitudes; la distribucién del trabajo segin los sexos y las edades; el “status” de cada miembro de la familia; el papel de los ancianos y el grado de subor- dinacién de los nifios, entre tantos ejemplos. Pero no basta saber observar. Los objetos por sf solos engafan si no se comprueba su funcién. Para conocerla, hay que penetrar muchas veces en el mundo interior, psicolégico, de quienes se recatan de toda averiguacién con inveterado repliegue de cardcter. Asf, por ej., en el Noroeste y otras regiones andinas, un simple montén de piedras puede ser una apacheta, especie de altar ris- tico ante el cual los viandantes ofrendan y rezan a Pachamama, diosa autéctona de la Tierra: un cuerno incrustado en la pared, con apariencia de percha, un con- juro para asegurar la fidelidad en ausencia del matido. . . “En el curso de varios lustros de viajes de-estudio he co- nocido numerosos pueblos, aldeas, caserios, ranchos aislados, desde la puna jujefia a la pampa bonaerense. Junto a casos de conflicto y catistrofe, otros hay mds felices. Han quedado al margen del tiempo y su propio aislamiento los ha salvado. Sufren el olvido, pero evitan el aniquilamiento. En ellos se advierte que viven una etapa retrasada, pero normal, dentro 42 del proceso de su evolucién. Lugares asi son para el viajero verdaderos oasis, no sélo geograficos, sino espirituales. El in- vestigador encuentra en los ranchos familias, con frecuencia numerosas, perfectamente integradas, en el sentido juridico, so- cial y ético. Llama la atencién Ja sagaz armonfa funcional con que han amoldado los medios de vida a las caractéristicas de la naturaleza circundante, Esta no guarda para ellos secre: tos. El conocimiento del medio y el dominio de las técnicas risticas son empiricos, lo cual no quiere decir escasos, ni zur- dos, ni superficiales, La conducta individual y colectiva se amolda a ideales de vida y a normas consuetudinarias, acaso no razonados ni expresos, pero intuidos con agudeza y practi- cados con rectitud. Las expresiones populares del culto suelen ser ingenuas y a veces fetichistas y supersticiosas, aunque es envidiable, en cambio, la firmeza de la fe y la actitud piadosa y caritativa que dan resplandor a estas existencias oscuras. Otras virtudes, derivadas de ese centro esencial, ennoblecen la convivencia: el trato hospitalario, la solidaridad en la des- gracia y el dolor, la cooperacién en el trabajo, el respeto mu- tuo entre los miembros de Ja familia y de la comunidad. Tras las mfseras apariencias de la indumentaria raida y del rancho decrépito, sorprenden la sobria cortesia en el trato, el sefiorio hidalgo en las actitudes. Cuando hay ocasién, en el canto, en el baile, en las obras artisticas de sus manos surge, como flor impecable entre las pefias, un depurado sentido de lo bello que parece nacido por milagro.” (*) Esta convivencia, aunque sea fugaz y ocasional, si se reitera una y otra vez en varias poblaciones y en incon- tables ranchos, me parece condicién importante para que dé frutos el método integral. Insisto en que a la preparacién teérica, de libros, escuelas y universidades, debe agregar el aspirante a folklorélogo ‘Ja prictica de la investigacién de campo, con la doble finalidad de ob- (4) A. R. Cortazar, “Los libros y 1a reilidad vivinte en Ia inves- tigacién folklérica”. (En La Biblioteca, 2! época, N° 1, p. 102- 103. Buenos Aires, ler. trim. 1957.) 43 tener material documentado en el terreno y cumplir el objetivo de familiarizarlo con la realidad en cuya entra: fia, a veces esquiva, hallara los datos que busca. Para que esta cosecha sea mas impecable y completa, los investigadores cuentan con el auxilio de las guias y cuestionarios técnicos y suelen organizar encuestas como recurso complementario. El contenido, uso y organiza- cién de estos elementos, corrientes en la practica cienti- fica, exigirian prolijas explicaciones que desbordan los Iimites de este libro. Informantes. En términos generales, el sujeto. ideal seria un individuo de edad avanzada, que conservara el pleno goce de sus facultades mentales y en especial la memoria, nativo del lugar y residente en él durante largo tiempo, y bien impuesto de lo que se trasmite por tra- dicién oral. Todo esto no sdlo refuerza la autenticidad de la informacién, sino que demuestra hasta qué punto, y en virtud de qué circunstancias, el colaborador oca- sional puede ser tomado como representante del grupo humano con el cual convive, como intérprete del sentir de la comunidad y fie] conservador del legado tradicio- nal. En este sentido los ancianos, y especialmente las mujeres, son informantes preferidos por los folklorélogos, pues los consideran nexos vivos entre el presente y el ayer. En los testimonios de los ancianos, el técnico de- berd distinguir lo que corresponde al folklore vigente, por coincidir con otros datos actuales, y aquello que ha pasado a ser folklore histérico. Tanto o mas valiosos que los ancianos son los nifios cuando se trata de especies como cuentos, juegos, ron- das, etc. La doble comprobacién, en los abuelos y en los nietos, revela en el fendmeno la condicién de estar 44 tradicionalizado y a la par en vigencia, con presunto impulso para perdurar en la generacién subsiguiente. En todos los casos, sea informante ocasional o cali- ficado, hay que anotar los datos personales y en parti- cular cualquier referencia que caracterice su personali- dad, su tipo y nivel de cultura, su arraigo en la zona y compenetracién con la corriente tradicional. Maneras de actuar del folklorista en campafia. El médulo personal juega un papel preponderante y el temperamento, la idiosincrasia, no son siempre adap- tables a la técnica. Se supone que el folklorista, ademas de vocacién, cuenta con ciertas condiciones personales como, por ej., aptitudes fisicas y psicoldgicas apropiadas para esta clase de viajes; capacidad para superar el des- arraigo de su ambiente urbano habitual; desapego de los halagos de la comodidad; espiritu avenido a las circuns- tancias e incomodidades; sensibilidad adecuada para captar y gustar lo popular y tradicional; intuicién y agudeza para diferenciar lo afiejo legitimo de lo adve- nedizo deleznable; memoria fiel, etc. La propia actitud del folklorista es por cierto de im- portancia decisiva, La Ilaneza, la cordialidad sin aspa- vientos, la generosidad sincera, la sencillez y el 4nimo modelable a todas las contingencias son condiciones muy apreciadas, La paciencia y la discrecién son virtudes cardinales. Los paisanos son més dados a averiguar sobre lo que hace el extrafio que a responder sobre la propia vida. El interés benévolo por los problemas particula- res de cada interlocutor abre muchas puertas y predis- pone a la simpatia de quienes comienzan siendo infor- mantes y terminan como afectuosos amigos, Puede con- siderarse que el investigador ha fracisado, dice Evans- 45 Pritchard, “si en el momento de despedirse de los ha- bitantes de la regién, no existe por ambas partes la pena de la partida”. Hay que tener presente que el folkloré- logo no es reformador social, ni misionero, ni politico. Su objetivo no es modificar la forma de vida lugarefia, sino nada mds (y nada menos) que documentarla, y en este sentido es mds alumno que maestro, Su anhelo es aprehender algo de lo que atesora la sabia experiencia de los nativos, que en punto a su propio folklore saben por supuesto mucho més que él. Se recomienda comenzar la observacién pot los aspec- tos materiales externos, perceptibles sin intervencién de las personas, como, por ej., la vivienda, los aperos de labranza o de pesca, ciertas faenas, la indumentaria, etc. En ciertas regiones esto se facilita porque la vida colec- tiva y aun doméstica se realiza en gran parte al aire libre. Cumplida esta etapa, se justifica el paso de la indaga- cién a planos mas {ntimos, como creencias y practicas miégicas, supersticiones y recetas, cultos religiosos, etc. Cuando ciertas manifestaciones no se ofrecen esponta- neamente, hay que buscar (o inventar) el expediente mis feliz para congregar a los vecinos, organizando una reunién e invitando generosamente. Ante el anuncio, trasmitido no se sabe por qué medio misterioso a varias leguas a la redonda, brotan los concurrentes de bajo tierra. La propia iniciativa del visitante en el canto, el baile, el relato de algiin cuento jocoso desarma las pre- venciones. Los presentes quieren también exhibir su propio repertorio; algunos se convierten en colaborado- res oficiosos orientando sobre las personas a quienes conviene acudir para informarse sobre aspectos parti- 46 culares, como tejido o alfareria, canto o baile, recuerdo de tradiciones o narracién de cuentos, El avance, cada vez mis intrépido, del turismo en sus manifestaciones burdas o grosetas deja en los primeros tiempos una estela negativa en la regién alcanzada por este desborde ciudadano, Las actitudes desdefiosas y burlonas, cuando no el abuso y hasta la rapifia, son saldo tristemente negativo con que muchos lugarefios quedan, después de haber padecido estas expresiones morbosas de una actividad en si misma tan loable como el turismo. Hasta que el nativo, viendo invadida su comarca por estos temporarios habitantes, se amolda a las circuns- tancias, aprovecha las ventajas y, reaccionando a su mo- do, cultiva la técnica sutil del engafio de los despreve- nidos y los crédulos, Lo peor que al investigador le pue- de pasar es que sea tomado por turista. . . Material documentado. Préximo ya el regreso, con- viene hacer un balance provisional del material recogi- do. La investigacién de campo seria satisfactoria si se hubiera obtenido, por ejemplo: a) Miltiples observaciones directas, verificadas, se- guras. b) Documentacién completa (fotos, dibujos, croquis, etc.) y descripciones prolijas de folklore ma- terial. c) Datos de informantes ocasionales corrobora- dos luego por otras referencias. d) Datos de informan- tes calificados, como pueden ser una tejedora, un do- mador, un curandero, etc., sobre sus respectivas activi- dades. ¢) En cuanto a las formas de documentacién, pueden ser, entre las ms corrientes y accesibles: 1) Anotaciones manuscritas y taquigrificas en las libretas de viaje. 2) Transcripciones fonéticas 47 que procuren reflejar matices del habla popular, las cuales serdn reforzadas por las grabaciones. 3 ) Esquemas, croquis, dibujos, etc. 4) Anotaciones musicales, correlacionadas también con las graba- ciones. 5) Abundante material fotografico, en ne- gro y en color. 6) Filmaciones cinematograficas de carécter documental. 7) Las grabaciones dichas, en aparatos adecuados. 8) Objetos curiosos y re- presentativos para enriquecer las colecciones de museos especializados. Por la multiplicidad de la tarea (investigacién cientl- fica, técnica foto y cinematogréfica, etc.), la presencia de materiales que exigen especializacién (musica, fend- menos lingiiisticos, etc.) y tantas otras razones, creo que conviene insistir en las tentativas de investigacién en equipo. Es claro que para esto hay que superar las cons- tancias de la experiencia en cuanto a dificultades de or- ganizacién, conflictos personales, riesgos de toda indole, disparidad y retrasos en los trabajos, etc. Visién integralista de la investigacién folklérica, El criterio que aqui expongo es metodolégicamente integra- lista, cualesquiera pudieran ser las diversas formas de llevarlo a la prdctica. “El objeto. es compenetrarse del cardcter, técnica, modali- dad, ete.; de cada una de las manifestaciones folkléricas, a fin de comprender su naturaleza y descubrir el grado de afinidad funcional y trabaz6n intima que relaciona a una con las otras; por consiguiente, no se requiere adquirir calidad de especia- lista cada asunto. Nadie pretende que el folklorista sea sucesiva o simultineamente curandero y albafiil, trenzador © alfarero, mago o bailarin. No se trata de ejercer el oficio, ni siquiera de ahondar y ofrecer explicaciones de los fendmenos, 48 sino slo de registrarlos con fidelidad, Y en el plano de la vida folklérica, no se manifiestan de manera tan intrincada © compleja que resulten herméticos para el investigador culto. “En todo lo dicho subyace el supuesto de que me refiero a una investigacién determinada, pero ¢l mismo. folklorista puede repetir integramente el proceso en regiones distintas, tantas veces como las circunstancias lo permitan. En realidad, ése seria precisamente el caso ideal, por lo que significa como multiplicidad de experiencia y por las perspectivas que abre a los ¢studios comparativos, indudable meta final de estas pesquisas.” (*) La documentacién obtenida con enfoque integralista debe ser complementada con otras series de datos que ayudan mucho a lograr esa profunda comprensién inte- gral que se procura. Me refiero especialmente a: a) Calendario folklérico de la comunidad en estudio Cfestivo, laboral, etc.), para el curso del afio y particu- larmente en cada periodo estacional. b) El ciclo de la vida para cada sector generacional de la sociedad: nifios, jévenes, ancianos y, desde otro punto de vista, mujéres y hombres, Es claro que, en principio, los datos que integran es- tas series seran los mismos registrados en el curso de la busqueda integral del folklore del lugar; pero no son én manera alguna redundantes estas ordenaciones com- plementarias. En primer lugar, presentan panoramas congruentes, vinculados, captables con facilidad y muy ilustrativos. En segundo lugar, el solo hecho de ordenar Jos datos que constituyen esos conjuntos, tanto el tem- poral como el vital, permite advertir las lagunas que se hubieran deslizado en la documentacién. En tercer lu- C@) A. R. Cortazar, El folki iudio integral, 5 ee eae folklore su eiudio integral, p. 18-16. 49) gar, pueden ser hilos conductores para el mismo inves- tigador que los prefiera como puntos de referencia, en lugar de cefiirse a las guias clasificadas por aspectos cul- turales, puesto que no recargan la memoria con sistema- tizaciones a veces minuciosas en demasia, desde que se basan més bien en lo que la realidad y la existencia co- tidiana van desarrollando ante los ojos. Requisitos téenicos de los datos documentados. Se pueden mencionar los siguientes, dando por supuesto que los materiales han sido previamente analizados a la luz de la critica técnica que todo testimonio requiere en la labor cientifica: a) Expresién clara y correcta de lo observado. b) Propiedad en las descripciones, que deben ser exactas, completas, “graficas”. ¢) Correlacién precisa con los elementos de ilustra- cién audio-visual (fotos, grabaciones, etc. ). d) Objetividad, en el sentido de que el investigador no debe permitir la intromisién de su yo, de sus preferencias y prejuicios, en una palabra, de la subjetividad, a fin de salvar siempre lo que se ha dado en Ilamar “la santidad del texto”. e) Fidelidad, en el sentido de que Jo observado se refleje sin deformaciones, pues éstas pueden de- rivarse de otros factores que no sean el subjetivis- mo (incomprensién, fallas en las notas, atribu- ciones erradas, etc.). f) Precisién. Aun siendo objetivo y fiel, el dato puede resultar impreciso; por ej., por haberse omitido ciertas constancias sobre lugar, fecha, momento, medidas, circunstancias, etc. 50 g) Como condicién bisica, que engloba y supera to- das las otras, la mas limpida probidad intelectual, que torna inconcebible (aunque la dolorosa ex- periencia lo contradiga) el caso del que falsea los datos para amoldarlos a sus intereses o a sus hipd- tesis; que desnaturaliza la informacién para ade- cuarla a sus concepciones religiosas o politicas o econémicas; que excluye materiales para que no rocen sus escrtipulos éticos, etc. En cuanto a los prejuicios, los mas frecuentes en nues- tro campo son los nacidos del afin incomprensivo y uni- lateral de pureza de estilo, que lleva a condenar lo que no coincide con la orientacién o el cardcter de lo que se da por legitimo, Otro es el que da preferencia a lo pintoresco en las investigaciones folkléricas, desprecian- do datos valiosos si se muestran opacos o prosaicos, con lo cual se fomenta Ja tendencia lamentable a considerar folklérico sélo lo tipico, brillante y superficial. Seria redundancia prevenir sobre la confusién que suele hacerse entre prejuicio e hipdtesis de trabajo. El primero es una falla metodolégica y ética; la segunda es como una luz que antecede al investigador ayuddndo- lo en la busqueda del verdadero camino, Por fin, otra falla, verdadera aberracién metodoldgi- ca, es la de pretender apresuradamente llegar a la sintesis sin pasar concienzudamente por la documentacién y el andlisis. Se da el caso de partir de la conclusién, procu- rando luego amoldar los datos a la sintesis prematura, lo cual produce la dolorosa impresién de advertir la carco- ma en el fruto inmaduro. : 51 Regreso del folklorista. La intensa jornada cumplida por el investigador va Ilegando a su término. Se ha pro- longado por meses, que llegan a ser afios, en el curso de largas estadas en la regién o de viajes reiterados. La salud sé encarga con frecuencia de dar la voz de alarma. La alimentacién tipica, nutritiva pero mondétoma y pesada, desconcierta a un pobre estémago acostumbrado a las co- midas ciudadanas; desequilibran el organismo tanto el tipo de actividad, habirualmente inusitada para el estu- dioso sedentario, como el suefio insuficiente. La cama prestada tiene sus inconvenientes y por eso se prefiere la propia montura, con el poncho por cobija. Salvados los multiples escollos, recogido el material, llega el viaje a su término, El folklorista, rendido por la fatiga, a veces afiebrado y maltrecho, emprende el re- greso. ¢Cudles son los resultados? Hacen suponer que han sido éptimos la satisfaccién y el entusiasmo que, des- de el fondo del corazén, retemplan el dnimo. Por lo tanto, no serin sdlo el cansancio y el malestar que siente. Ni-los riesgos que acechan en esos aspérrimos caminos, y menos los gastos que representan las provisiones, rega- los, alojamientos, transportes... Pareceré un caso de ingenuidad digno de lastima, pero para él todo esta com- pensado con los datos interesantes que le bailan en la memoria, con las imagenes de escenas populares, estam- padas.en su retina. La cosecha se concreta en las pigi- nas de sus libretas y en las peliculas de sus fotos. Para- déjicamente, se alivia del agobio presente pregustando el trabajo futuro, Piensa en la labor de gabinete que le permitira desplegar en millares de fichas los datos reco- gidos. Se plantea por anticipado problemas de clasifica- cién y de terminologia. Cavila sobre el procedimiento 52 para cortelacionar la nueva documentacién con la biblio- grafia y el archivo fotografico. Se propone leer y revi- sar... En fin, entra en pleno delirio, provocado sin duda por la febricula que lo aqueja. Esto es lo que cual- quiera diagnosticaria. Pero no. Sabemos hasta qué extre- mos de sacrificios y heroismo puede impulsar la pasién por un tema, el cultivo de una especialidad. Seria initil tratat de explicarlos a quien no haya sentido en lo mas profundo del alma la fuerza de una vocacion, el atracti- vo irresistible de un ideal, el amor auténtico hacia la ciencia desinteresada y pura, en aras de la cual se con- sagra hasta la vida. INVESTIGACION DE GABINETE esta altura se impone preguntar: {Qué hace el fol- kdorista con los materiales recogidos? gPara qué siryen los datos documentados con tanta dedicacién? EI retorno de cada viaje abre a su vez una nueva eta- pa en la metédica labor del folklorélogo, Etapa también intensa y sacrificada, de duracién indefinida, que suele prolongarse por afios. La inmediata preocupacién se con’ centra en las fotografias y peliculas, en los discos y cintas magnetofénicas. Los croquis, dibujos, hojas pentagra- madas deben ser pasados en limpio, reproducidos, etc. Por fin comienza la benedictina tarea de releer las anota- ciones de las libretas de viaje y redactar las fichas de‘ do- cumentacién con cada uno de los datos folkléricos regis- trados. Es el momento de perfeccionar la critica de los materiales, iniciada en la investigacién de campo. Las fi- chas deben ser clasificadas y sélo entonces comienza el estudio propiamente dicho de los fendmenos folkléricos 53 documentados. Es un principio que no tiene fin, La sel- va de los libros se extiende ante los ojos, al parecer enma- rafiada e interminable. Llega entonces el caso de elegir el tema nuclear en torno del cual va a girar toda la inves- tigacién subsiguiente, vale decir, el estudio, andlisis, co- rrelacién y comparacién de los fenémenos para arribar a la sintesis final. El desarrollo de esta labor en su impo- nente conjunto y en sus miltiples detalles es lo que cons- tituye la investigacién de gabinete. Apenas se justifica aqui esta mencién para no dejar trunco el desarrollo me- tédico; pero por la variedad de los tépicos y la intrin- cada complejidad técnica de las cuestiones el asunto re- clama un volumen para su cumplida exposicién. RESULTADOS S 1 el folklorista ha aplicado el método integral que preconizo, comprobara, a esta altura de su labor, que su influencia otientadora se proyecta hasta las ilti- mas consecuencias de la investigacién. Si ésta ha tenido por objeto la presentacién panora- mica del folklore de determinado dmbito en el cual se ha desarrollado la investigacién de campo, nada mds feliz y adecuado que ese material recogido con visién integral, y que por lo tanto refleja todos los aspectos re- presentativa y especificamente folkléricos de la regién. Pero el método integral no impide, sino aconseja ele- gir un tema determinado, un fenémeno o un complejo de fenémenos funcionalmente trabados. Este fué mi pun- to de vista desde que conceb{ y apliqué la tesis hace quince afios; la bosquejé en mi articulo Hacia Ja inves: tigacién folkidrica integral (Buenos Aires, 1944), la 54 expuse en mi trabajo El folklore » su estudio integral (Buenos Aires, 1947), y fué la base de la investiga. cién de cinco afios que dié por fruto mi libro Fl carnaval en el folklore calchagui (Buenos Aires, 1949). Tengo la satisfaccién de que otros estudios metodolégicos pos- teriores coincidan con este criterio, E. E. Evans-Pritchard lo establece expresamente en su Antropologia social, p. 70 (*); lo recomienda un especialista eminente co- mo Lauro Ayestarin (*) en el campo bien definido de la investigacién del folklore musical; Isabel Aretz (*) lo considera un progreso, segtin la propia experiencia a través de sus magnificos trabajos de campo y de sistema tizacién. Como resumen, transcribo pirrafos de aquellos cita- dos trabajos: “La naturaleza funcional de los fenémenos folkléricos aca- rrea la consecuencia de que todo estudio monografico, por mas serio y cientifico que sea, pierde gran parte de su efica- cia si considera exclusivamente una especie o manifestacién folkldrica. Todos los aspectos viven tan indisolublemente uni- dos, que resulta estéril interesarse slo por uno de ellos sin tener a vista cudntos, de cerca o de lejos, influyen sobre él. “Si la documentacién ha sido integral, sera provechosa la investigacién monogrifica y geogrificamente localizada, pues se dispondra de un cuadro total, dentro del que se elegira el sector que convenga. “Para esto se cuenta con la posibilidad de agrupar en la forma aptopiada, segin la naturaleza del tema, todo el ma- @) _E. E. Evans-Pritchard, Antropologta social. Buenos Aires, Nueva Visién, 1957. 123 p. (Coleccién Inter-ciencia.) (2) Lauro Ayestarén, “Metodologla de 1a investigacién folldlérica”. (En Marcha, afio 18, N? 849, p. 14-15. Montevideo, 1° feb, 1957.) (8) Isabel Aretz, Mana] de folklore venezolano, Caraces, Diree- cién de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educacién, 1957. 219 p. (Biblioteca Popular Venezolana, vol. 62.) 55 terial recogido, todos los datos que desde cualquier ingulo contribuyan a iluminar ta zona sobre la cual se concentre la luz de la investigacién.” (+) “Los datos obtenidos no son fines en si mismos, sino me- dios para un objetivo cientifico mis completo. Esta vision total, al desplegar el cuadro del conglomerado folklérico, per- mite precisar sus aspectos mds representativos, los que encar- nan con mayor evidencia y patetismo sus rasgos caracter{sti- cos, tipicos, esenciales. Entre ellos determinara el folklorista qué sector es més afin con sus preferencias o particular ca- pacidad e¢ informacién. Ese sera su campo predilecto; alli ahondara la busqueda hasta agotar el material. Pero ese niicleo no estard desvinculado e inconexo: a su alrededor, como on- das concéntricas de propagacién indefinida, iran ordendndose los datos restantes. Pocos seran los que se desechen como in- trusos. La gama integra de la paleta interviene en el colorido del cuadro: ciertos tonos desde luego més afines con el mo- tivo central, pero proporcionando todos, casi sin excepcién, algin matiz que contribuye arménicamente a dar a Ja imagen impresién de vida auténtica y veraz. “Fundamenta esta tesis no s6lo una razon causal: la fun- cionalidad de los fendmenos folkléricos, sino también una fi- nalidad: la de aprehender lo mds recéndito, lo mds propio y auténtico del folklore en estudio. “El grupo humano acaso nos confie asi el secreta de sus motivaciones mds intimas y sabremos cuél es su imagen del mundo, su concepto de Ja vida y de la muerte; qué impul- sos mueven preferentemente sus acciones y qué temores las paralizan; cudles son sus vicios y defectos, y si hay acaso vir- tudes redentoras; gustaremos el desahogo estético de su alma y ahondaremos en el misterioso repliegue de su magia; en fin, en una palabra, procuraremos captar desde el rasgo sefiero de su vida colectiva hasta la proyeccién de su alma en el mundo sobrenatural. “Logrado este objetivo, se puede trascender del imbito puramente cientifico para cumplir la finalidad patridtica de conocer a fondo, sin prevenciones ni sentimentales arranques, @) ALR. Cortazar, El folklore y su esiudio integral, p, 14-15. 56 niicleos humanos que constituyen la Nacién, dentro de cuyos dilatados limites hay muchos compatriotas a quienes senti- mos como extranjeros porque son exéticos para nosotros mis- mos sus modos tipicos de vida. “Y més alld todavia. Para la ciencia no hay fronteras, En cuanto mds profundicemos’el examen de un caso, mas lo vin- cularemos con 1, unidad indisoluble de la cultura humana, proteiforme pero eterna, localizada pero universal, Y asi también, universal y eterno, es el folklore, expresién quinta- esenciada de la potencia espiritual del hombre.” (1) En resumen, si el folklorélogo ha seguido la trayec- toria metodolégica que aqui propongo y ha cumplido las etapas precedentemente bosquejadas, se habré com- penetrado con el material que recogid; lo habré some- tido a critica y desmenuzado en andlisis; lo habra estic- diado sin limitaciones y comparado con materiales afines, ‘proyectindolo en el plano universal de Ia ciencia p de la cultura; estara sin duda en condiciones de interpretarlo y habra llegado el momento de redactar la exposicién definitiva, la anhelada sintesis de su complejo y perseve- rante trabajo. Sintesis, por cierto, precavida y mesurada, sin afin de generalizaciones aparatosas, afianzada en ma- ciza solidez en lo que concretamente investigd. La redaccién final de estos resultados deberd ser cla- ra, sencilla, concisa; pero nada impide que sea también elegante y expresiva, siempre que la forma literaria no altere el rigor ni la exactitud de la informacién; debe desecharse la idea de que un escrito cientifico tiene valor sdlo cuando muestra insipidez y desalifio. Por el contra- rio, creo firmemente que el recurso artistico del estilo, cuando el investigador es capaz de manejarlo con sentido ggg) AR: Cortezar, El carnaval en ef folklore calchegut, p. 259. BY) estético, es un elemento auxiliar, un nuevo tentaculo que se tiende para lograr la suprema finalidad de aprehender lo recéndito, lo mas propio y auténtico de esa expresion de vida popular que se ha estudiado. Recurso sin duda sutil, que el lector cientificista o exclusivamente técnico no siempre llega a apreciar, pero qué es importante si lo que se anhela es dar una wivida imagen, ya pldcida, ya patética, de la existencia real de una comunidad de tipo “folk”, con todo lo que tiene de humano, es decir, de caudaloso, de contradictorio, de inasible. Algo siem- pre escapa a las rigidas reticulas de la documentacién. Y ese algo, que puede ser la esencia, sélo se rendir4 ante el poder de captacién del espititu, que supera a la téc- nica. Del espiritu, que el folklorista enamorado de su disciplina y atraido por su tema proyecta hacia la reali- dad con maxima tensién. Asi el investigador penetrard hasta lo més intransferible y caracterizador, pues cuenta no sélo con la ciencia, sino también con el impulso de su simpatia, con el “golpe de sonda” de su intuicién, Lo que aprese en su red no cobrard vida para los demas si él no tiene aptitud para infundirle el hilito de una fuerza convincente, de una expresién sugestiva, de una forma armoniosa, vale decir, art{stica. OBJETIVOS ACTUALES DE LA CIENCIA FOLKLORICA NTRE los objetivos de la ciencia folklérica que apa- recen en la actualidad como més concretos y ur- gentes, segtin mi punto de vista, figuran: 1°) Documentar técnicamente los fenémenos fol- kléricos mediante investigaciones de campo, individua- 58 les y en equipo, encaradas preferentemente con visién integral, en las regiones caracteristicas de cada pais y organizadas con la urgencia que reclaman las aceleradas transformaciones sociales y culturales contempordneas. 2°) Investigar cientificamente los datos recogidos, con el auxilio de todas las fuentes documentales, biblio- graficas y audio-visuales asequibles. 3°) Procurar que los estudios monogrdficos compa- rativos extremen el anilisis de los fendmenos folkléricos por naturaleza locales y tipicos, pero sin aislarlos de las expresiones, tanto histéricas como contempordneas, de la cultura. 4°) Lograr, por la aplicacién rigurosamente cienti- fica de los métodos y procedimientos técnicos, que las sintesis establezcan correlaciones fecundas entre lo regio- nal ‘y lo universal. 5°) Cultivar en la sociedad el amor hacia los nobles valores de Ia tradicién popular y, en general, hacer acce- sible el conocimiento, favorecer la comprensién y sus- citar la simpatia por sus expresiones auténticas. 6°) Difundir tanto las conquistas logradas por la ciencia folklérica, como sus legitimas “proyecciones” en el campo de las artes, la ensefianza, el turismo y espe- cialmente de las industrias capaces de armonizar los pro- gresos técnicos con el ideal de un estilo que refleje el cardcter nacional. 7°) Tener en cuenta, como medios de difusién, no ~ sélo los consabidos del libro, la monograffa y el articulo periodistico, o los cursos y conferencias, sino también las audiciones radiales y televisadas, las fotografias, pelf- culas, “tiras diddcticas”, grabaciones documentales, dis- cos y cualquier otro medio adecuado de que se disponga. 59 8°) Publicar compilaciones bibliogréficas dela pro- duccién folklérica de todas las especialidades y épocas, con inclusién de articulos de revistas. — 9°) Propender, mediante el conocimiento reciproco de la vida popular de diversas regiones, a una mas intima unidad del espiritu nacional. En orbita mas amplia, as- pirar a que ese mismo conocimiento, extendido a todos los pueblos de la tierra, fortalezea la caracteristica de ser el Folklore disciplina de amor y confraternidad. Sobre la base de este fundamento y demds dichos, batallar para que se incorpore, como materia cultural » formativa, a los planes de estudio de los diversos ciclos de ensefianza; en otro sentido, propender a la consolidacién y creacion de institutos y centros de estudio y cultivo del folklore, asi como a la realizacién de congresos y jornadas nacio- nales e internacionales. 10°) Insistir en que el Folklore sea reconocido, no solo por su cardcter cientifico y técnico y por sus contri- buciones al mejor conocimiento de la verdad, sino tam- bién como disciplina humanista, puesto que se afana por lograr una mas honda comprensién del hombre, de su es- piritu y de sus ideales a través de la expresién concreta de la vida del pueblo y de su cultura tradicional. (7) (2) A. R. Cortazar, Qué es el folklore. Trabajo que obtuvo el ler. 988) en el concurso internacional del SODRE, Montevideo (abril 60 BREVE SELECCION BIBLIOGRAFICA Bibliografia — Manuales — Diccionarios — Historias Antologias. Boces, Raps Sreeve, Bibliography of Latin American folklore, New York, Wilson, 1940, 109 p, (Inter-Ame- tican bibliographical and library association publications, serie I, vol. 5.) Boccs, Ratru Sreeze, “Folklore bibliography”. (En Southern for Quarterly, Gainesville, Florida, USA, 1940—. Se publica en el n° de marzo de cada afio, hasta la fecha. Corrazar, Aucusto Ravi, Guia bibliogrdfica del fol- klore argentino. 1* contribucién, Buenos Aires, Instituto de Literatura Argentina de la Facultad de Filosofia y Le- tras, 1942. 291 p. (Seccién de bibliografia, t. 1, N® 1.) Avmewa, Renato, Inteligéncia do folclore. Rio de Janeiro, Livros de Portugal, 1957. 313 p. ilus, Aretz, Isaner, Manual de folklore venezolano. Caracas, Direccién de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educacién, 1957. 219 p. (Biblioteca popular yenezo- lana, vol. 62.) Buenos Arres (Provincia de). Ministerio de Educacién, Instituto de la Tradicién, Encuesta folklérica general del magisterio. Manual-guia para el recolector, La Plata, 1951. 48 p. Texto preparado por Bruno C. Jacovella. Carnerro, Enison, Pesquisa de folclore. Rio de Janeiro, Comissao Nacional de Folclore do Instituto Brasileiro de Educacio, Ciencia ¢ Cultura, 1955. 38 p. 61 Caro Baroja, Juxio, Anélisis de la cultura; etnologia, his- toria, folklore. Barcelona, Consejo Superior de Investiga- ciones Cientificas, Centro de Etnologia Peninsular, 1949, 251 p. ilus. Carvatuo Nero, Pauto pe, Concepio de folklore. Mon- fevideo, Livratia Monteiro Lobato, 1955, 191 p. (Bi- blioteca de Antropologia y Folklore, vol. 3.) Carvatno Nevo, Pauto ve, Técnica de investigacién fol- Elérica, (Experiencias del Paraguay.) Montevideo, Impr. El Siglo Ilustrado, 1956. 26 p. Corrazar, Aveusto Ratz, Qué es el folklore. Buenos Aires, Lajouane, 1954. 116 p. (Coleccién Lajouane de folklore argentino, vol. 5.) Horos SArnz, Luis pe; Horos SaNcHo, NIEVES DE, Manual de folklore. Madrid, Revista de Occidente, 1947. 602 p. ilus. —— Imsexwoni, Jost, Concepto p praxis del folklore como ciencia. Buenos Aires, Nova, 1943. 136 p. ilus. (Hu- manior, t. 6.) Morote Best, Errain, Elemenios de folklore. Cuzco, Universidad Nacional, 1950, 511 p. w=. Moya, Ismarx, Didictica del folklore. Buenos Aires, El Ateneo, 1948. 294 p, ilus. —~ Povitia, Atrrepo, Teoria del folklore. Cérdoba, Assan- dij, 1953. 217 p. Ramos, Artuur, Estudos de Folk-lore. Rio de Janeiro, Casa do Estudante do Brasil, [1952?]. 191 p. (Co lego Gaivota, vol, 8.) Socrepsp Forxiérica pe México, Aportaciones a la investigacion folklérica de México. México, D. F., Impr. Universitaria, 1953, 115 p. Nuevas aportaciones a Iq investigacién folklérica de Méxi- co. Enero de 1956. México, D. F., Edit. Libros de México, 1958. 133 p, Corvccio, Féxx, Diccionario folkldrico argentino. 2a. ed., Buenos Aires, El] Ateneo, 1950, 503 p, ilus. 62 Carrizo, Juan Atronso, Historia del folklore argentino. Buenos Aires, Ministerio de Educacién, Instituto Nacional de la Tradicién, 1953, 183 p. Coccurara, Gruserre, Storia del folklore in Europa. 2a. ed. Turin, Einaudi, 1954. 622 p. ilus. (Collezione di Studi Religiosi, Etnologici ¢ Psicologici, vol. 20.) Guicnor x Srerrs, ALEJANDRO, Noticia histérica del folklore; origenes en todos los paises hasta 1890; desatro- ilo en Espafia hasta 1921, Sevilla, Impr. Alvarez, 1922. 249 p. ARGENTINA. Consejo Nacional de Educacién, Antologia folklérica argentina. Buenos Aires, Impr. Kraft, 1940. Para las escuelas primarias, 250 p. Para Jas escuelas de adultos, 245 p. Cotuceto, Féxrx, Antologia ibérica y americana del fol- hlore. Buenos Aires, Kraft, 1953. 320 p. ilus. Conuecio, Féxrx, Folklore de las Américas; primera an- tologia. Buenos Aires, El Ateneo, 1948. 468 p. ilus. Folklore y tradicién; antologia argentina, Seleccién y notas de Julio Diaz Usandivaras y Julio Carlos Diaz Usandivaras. Buenos Aires, Raigal, 1953. 345 p. ilus. 63 — INDICE LOS FENOMENOS FOLKLGRICOS, _ LA PALABRA “FOLKLORE” y sUS ACEPCIONES 7 Como RECONOCEMOS LOS FENOMENOS FOLK- ORIGOS otyotelarc fae fete eats eee CARACTERIZACION SINTETICA .. IREBOLOS es! cin ace ele sytqan ate 10 oe hae eee PLANTEO x DISCUSION DE ALGUNAS cUES- ANION Say anvils Beane ei | LA CIENCIA FOLKLORICA. Brevismmos ANTECEDENTES pte osm cts ah 27 DocuMENTACION DETERMINADA DE LOS MA- TERIALES x AMBITO INFINITO DE LA INVES- TIGACION( uss cu lnrises + REFERENCIA meTopoLécica. EL 3 METODO 1: f TEGRAL oc os wa cisie ees ese ws eo pee ce ae ee C6émMo Los FENOMENOS FOLKLORICOS SON DO- CUMENTADOS EN SU PROPIO AMBIENTE .. 38 La INVESTIGACION DE GABINETE .......... 53 RzesuLTapos ....... 54 Oxyerivos ACTUALES DE LA CIENCIA FOLK- ORICA fis otal eicls Kanye eae Be i OB BREVE SELECCION BIBLIOGRAFICA ......... 61 Este libro se termind de imprimir

También podría gustarte