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Ariel Lingitistica M. Victoria Escandell Vidal Introduccién ala pragmatica Nueva edicién actualizada Editorial Arid, SA. Barcelona. Disetio evbiens: Nacho Soriano Ledisi on Ariel Lingsic: oetubee 1996 (© 1996: M, Victoria Bscandell Vid Derechos exclusives de edicién en espaol reservados para todo el munde: (© 1956: Eeitoril Ave, S.A, (Coreega, 27008008 Barcelona ISBN: 84-344-9220-7 Depésito legal: B. 35.310 - 1996 Impeeso en Bspara Ninguns pare dees publican need ao e Icublona, pode er epredusdsaacenadeo ansrtiéa ea mazera gun i por cingin medio, ya sexier, ‘hmiog, meses pico, de gravee ode foteoop fin peso previo de eto. PRESENTACION sLo que voy a decir aqui no es dificil ni polémico; el anico mérito ‘que quisiera reivindicar para mi exposicin es que es verdadera.... all menos en parte.» Con estas palabras comenzaba J. L. Austin el ciclo de conferencias mas famoso de la historia de la pragmatica, Salvando las distancias, me gustaria creer que las mismas palabras pueden apli- carse también a este libro, En él se quiere ofrecer una presentacion clara, accesible y sistemética de las teorias y los aspectos més rele- vantes de esta reciente disciplina. Ha transcurrido més de medio siglo desde que C. Morris introdu- jo el término pragmatica para designar «la ciencia de los signos en re- lacién con sus intérpretesr. De este modo, la pragmatica pasaba a ocu- par un lugar junto a la seméntica y la sintaxis dentro de su conocida tricotomia: la pragmética toma el Ienguaje tal y como se manifiesta, es decir, inmerso en una situacién comunicativa concreta; la seménti- ca hace abstracci6n de los usuarios y se centra en la relaci6n entre los signos y los objetos a los que aquellos representan; y la sintaxis atien- de s6lo a las relaciones existentes entre los signos, prescindiendo de toda alusiGn a los usuarios o a los significados. El concepto de pragmética, tal y como se propuso originalmente, resulta demasiado amplio: decir que la pragmatica debe ocuparse de Ja relacién entre los signos y sus usuarios es asignar a una sola mate- ria un terreno précticamente inabarcable, no s6lo por su extensi6n, sino también por su cardcter muchas veces interdisciplinar. Esta am plitud es la causa de que hoy no pueda hablarse de una sola pragmé- tica, sino de tantas como centros de interés puedan aislarse. Por otro lado, el interés por la materia no ha hecho més que crecer en los tiltimos afios: existe una asociacién dedicada exclusivamente a los estudias de pragmética (la International Pragmatics Association), que ya ha celebrado su quinto congreso internacional, y que redine a un elevadisimo ntimero de expertos de todo el mundo; contamos con 8 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA, varias revistas especializadas (Joumal of Pragmatics, Pragmatics, Prag- matics and Cognition, Argumentation 0 Pragmalingtiistica) que difun- den los estudios de pragmética; y nuestras universidades ya han in- cluide programas de pragmética en los cursos de licenciatura 0 de doctorado de sus planes de estudio. ‘Ambos hechos (la extensi6n del campo y el creciente interés que suscita la pragmitica) sugirieron la idea de elaborar un manual que recogiera de manera sistemdtica las principales aportaciones y los, principales enfogues de los iltimos afios. Es cierto que se han publi- cado traducciones de algunas obras clave (por ejemplo, las de J. L. Austin, J. Searle, O, Ducrot, o D. Sperber y D. Wilson), pero ni estan traducidos todos los textos importantes, ni éstos ofrecen una visién de conjunto que permita apreciar la estructura y el desarrollo de todo el campo, Este libro esta pensado para servir como texto-base de un curso in troductorio de pragmatica, 0 como primer instrumento de contacto con la materia para cursos més especializados. Para seguirlo no se re- quieren conociinientos previos especificos. Seguramente resultara mas provechoso a quienes tengan una cierta familliaridad con los temas y métodos de la lingistica contemporanea, ya que es fundamentalmen- te lingatfstica Ia perspectiva desde la que se abordan los problemas. ‘También puede ser atil a fildsofos y estudiosos de la literatura, y, en general, a todos aquellos que se interesen por las condiciones que re- gulan el empleo del lenguaje en la comunicacién. En todo aso, pre- tende ser una gufa que ayude al lector a adentrarse por primera vez en un termitorio desconocido, y que le sittie en una posicién desde la que le pueda ser més fécil continuar la exploracién por sus prapios medios. El contenido esta organizado en cuatro partes. La primera es una introduccién general, que presenta una visién panoramica del terreno, una justificacién de la importancia de los estudios pragméticos, y un. primer acercamiento a los conceptos fundamentales. La segunda par- +e ofrece los hitos mas importantes del desarrollo de la pragmética en Jos ultimos treinta afios. La perspectiva cronolégica tiene el interés de mostrar cémo las inadecuaciones de una teorfa constituyen el punto del que arranca la siguiente para tratar de evitarlas. La parte tercera recoge algunos estuclios realizados desde una perspectiva pragmética, con el fin de mostrar las posibilidades explicativas y las ventajas de di- cho enfoque. Los hechos lingtifsticos analizados van desde el valor de la conjuncién copulativa en las lenguas naturales hasta las peculiari- dades de la comunicaci6n literaria, pasando por los principios que ha- cen posible la variedad de usos de los enunciados interrogativos o los mecanismos que intervienen en la interpretacién de las metéforas. La PRESENTACION 9 Gltima parte aborda algunas cuestiones tedricas relativas al lugar que cocupa él conocimiento de los principios que organizan la comunica- cién dentro del conocimiento general del lenguaje, y consiguiente- mente, al lugar de la pragmatica en relacién con otras materias dentro de la teorfa lingiistica, Cada parte est4, a su vez, organizada en dife- rentes capitulos, y cada capftulo se cierra con una selecci6n de lectu- ras recomendadas, que permitirn al lector interesado continuar con mas profundidad el estudio de los diversos aspectos. La necesidad de dar una visién lo mas unitaria posible y el cardc- ter introductorio de a obra me han llevado a dejar fuera algunas ver- tientes de la pragmética. No he querido tratar, por ejemplo, Ia co- miente de estudios que hoy se conoce como andlisis de la conversaci6n, y que adopta un punto de vista sociolingustico, porque se aparta de Ja perspectiva elegida tanto en sus supuestos de partida como en su método de trabajo. Algo semejante puede decirse de las orientaciones que suelen englobarse bajo la denominacién de gramdtica del texto 0 gramdtica del discurso, También he dejado fuera un tema, el de la pre- suposicién, que forma parte de algunos manuales de pragmética. En este caso, las razones han sido de otra indole: las presuposiciones es- tan ligadas a los contenidos conceptuales de las unidades lingiisticas, y son inmunes a los cambios contextuales: por ello, en mi opinién, son tun fenémeno mas seméntico que prazmético. En este punto, sigo la posicién defendida por Burton-Roberts (1989), y me remito a los ar~ gumentos que él presenta. Aunque ésta ha sido una cuestién amp! mente controvertida, no volveré sobre ella. Si he querido incluir, en cambio, algunos capitules que no pueden encontrarse en las pocas traducciones con que contamos. Es el caso, por ejemplo, del extenso capitulo dedicado a la teorfa de la relevancia, que ¢s actualmente uno de los modelos més importantes del panora ma internacional; 0 el que se ocupa de la cortesia y de las estrategias gue entran en juego para regular la interaccién social. También cons- ttuyen una cierta novedad en cuanto a su orientacién los dos capitu- los que forman la Gltima parte y que se dedican a la organizacién in- tema de la teorfa lingtifstica, considerando el problema desde una perspectiva amplia: ademas de las cuestiones puramente teéricas, se toman en cuenta datos significativos sobre la organizacién de las di- ferentes capacidades que conforman la facultad del lenguaje dentro de Ja arquitectura cerebral En todos los casos, hay una idea comtin que subyace a la perspec: tiva adoptada y a los temas tratados: la de presentar la pragmética en su orientacién mas general, es decir, aquella que se ocupa de dar cuen- +a de los principios que regulan la comunieacién humana. En muchas ocasiones hay una distancia considerable entre lo que se dice y lo que 10 INTRODUCCION A LA PRAGMATIC realmente se quiere decir; a pesar de ello, la comprensién no esté ne~ cesariamente en peligro: ambos hechos sugieren que, si concebimos la comunicacién humana como un mero proceso de codificaciéa y des- codificacién, estamos dando de ella una vision parcial e inexacta, y que la explicacién debe completarse con algtin conjunto de estrategias y principios generales que sirvan de puente para salvar dicha distan- Cia: el libro se centra, pues, en la identificacién y el estudio de estos Principios y estrategias. ‘Tal y como la entiendo, la pragmética no ¢s un nivel més de la des- cripcién lingiifstica —comparable a la sintaxis 0 a la seméntica—, ni una disciplina global que abarca todos los niveles y los supera; la prag- matica es una perspectiva diferente desde la que contemplar los fené- menos, una perspectiva que parte de los datos ofrecidos por Ja gra- matica y toma luego en consideracién los elementos extralingttisticos gue condicionan el uso efectivo del lenguaje. En este sentido, la prag~ mética no pretende invadir el terreno de la investigacién gramatical, sino, en todo caso, complementarlo; por ello resulta periectamente compatible con una descripcién formal del sistema lingtstico (del es- tilo, por ejemplo, de la que propone el programa chomskiano). Algunas partes de este trabajo las he presentado en diferentes oca- siones en forma de cursos o seminarios en la Universidad Auténoma de Barcelona, en la de Alcala de Henares, y en la de Castila - La Man- cha, ademés de en otros ciclos para profesores organizados en Valla~ dolid, Palma de Mallorea, Alcal4 de Henares y Madrid, Las preguntas y los comentarios de los asistentes me han lievado a clarificar varios ‘aspectos de la presentaci6n: gracias, puss, a todos ellos. Gracias tam- bién 2 Manuel Leonetti por sus sugerencias y su ayuda constante. El apoyo de mi familia ha sido siempre decisive a la hora de superar las, diferentes crisis por las que suele pasar siempre la redaccién de un libro. INTRODUCCION Carfruto 1 LA PRAGMATICA 1. ¢Qué es In pragmética. — 2. Tres problemas de pragmatica, 2.1. El peo- blema del significado no convenclozal, 2.2. Sintaxis y contexio. 23. Refe- rencia y defsis, ~ 3, La necesidad de la pragmatics, 1. Qué es la pragmatica? Las primeras paginas de una obra de introducci6n suelen dedicar- se siempre a establecer y definir los conceptos basicos sobre los que se funda el nuevo campo de estudio, En este caso, la tarea resulta e3- pecialmente compleja por varias razones: en primer lugar, porque —como ocurre con todas Jas disciplinas en las primeras etapas de su consolidacién definitiva— no s6lo hay que caracterizar pormenoriza~ damente el nuevo ambito, sino que incluso hay que justificar la nece- sidad de establecerlo; y, en segundo lugat, porque bajo la misma ri- brica de pragmdtica vienen conviviendo desde hace tiempo direcciones de investigacién muy diferenciadas. Sin embargo, no parece oportuno convertir el primer capitulo en una mera relacién de definiciones, en una confrontacién académica —y quizé estéril— de puntos de vista, o en un relato de los conflictos fronterizos entre la pragmatic y otros dominios cercanos, como la se- médntica o la sintaxis, que no contribuiria en modo alguno a aclarar Jas cosas, y sia sembrar la confusi6n. Resulta més interesante y mas esclarecedor sugerir al principio una caracterizacién intuitiva e infor- mal, que luego se iri elaborando y precisando teéricamente. Las re- flexiones sobre el lugar de la pragmatica dentro de la linguistica y sus relaciones con otras disciplinas tendrén su lugar en el capitulo 14. Pese a las divergencias en otros aspectos, puede decirse que hay una cierta unanimidad en lo que se refiere al objetivo central de la teo- ria: se entiende por pragmdtica el estudio de los prineipios que regu- 4 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA Jan el uso dal lenguaje en 1a comunicacién, es decir, las condiciones que determinan tanto el empleo de un enunciado concreto por parte de un hablante concreto en una situacién comunicativa concreias, como su interpretacion por parte del destinatario. La pragmética es, por tanto, una disciplina que toma en conside- raci6n los factores extralingtisticos que determinan el uso de! lengua- je, precisamente todos aquellos factores a los que no puede hacer re- ferencia un estudio puramente gramatical: nociones como las de erni- sor, destinatario, intencién comunicative, contexto verbal, situacién o conocimiento del mundo van a resultar de capital importancia. Lo que separa a los diferentes enfoques es la decisién que cada uno de ellos toma acerca de cémo debe interpretarse este objetivo: para unos, la pragmatica ha de centrarse, sobre todo, en la relacién del significado gramatical con el hablante y con los hechos y objetos del mundo que intenta describir; para otros, por ejemplo, debe tratar de analizar la re- Jacién entre la forma de las expresiones y las actitudes de los usuarios. En qué medida es interesante un estudio de este tipo? ¢Qué ven- tajas puede reportar en el conocimiento y 1a comprensién del lengua- je? Sila pragmética es realmente necesaria hay que suponer que, sin ella, muchos hechos relevantes quedarian sin explicar o se explicarian de manera inadecuada, sobrecargando algin componente de la gra~ matic. En las secciones siguientes presentaremos algunos fendmenos que no pueden ser comprendidos de una manera completa y adecua- da si no es haciendo referencia a elementos o principios de orden ne- tamente pragmético. De este modo, ejemplificaremos los diferentes as- pectos que pueden individualizarse dentro de la carscterizacién ante- rior, y a la vez intentaremos dejar patente Ia necesidad de tomar en consideracién esta perspectiva dentro del andlisis lingifstico. 2. Tres problemas de pragmatica 2.1, EL PROBLEMA DEL SIGNIFICADO NO CONVENCIONAL Generalmente solemos dar por sentado que las lenguas naturales fancionan como cédigos, es decir, como sistemas que emparejan signos y mensajes de una manera constante: la lengua establece una relacion @iddica, convencional y azbitraria entre representaciones fonol6gicas, (Gignificantes) y representaciones semanticas (significados). También habitualmente partimos de la base de que, cuando nos comunicamos por medio del lenguaje, lo que hacemos es simplemente codificar in- formacion, esto es, elegimos las representaciones fonolégicas que co- rresponden al contenido seméntico que deseamos transmitir. LA PRAGMATICA, 15 Estas dos ideas la de que las lenguas son cédigos, y la de que co- municarse consiste en codificar y descodificar informacién—, que go- zan de extraordinaria popularidad y difusién, pueden resultar titiles en algunos momentos y para algunos propésitos concretos, pero dibujan sélo un esquerna muy simplificado de la comunicacién, La realidad se encarga pronto de demostrar que las cosas no son tan sencillas. Observers el texto (1): (1) Cuando un diplomético dice sf, quiere decir ‘quizs’ cuando dice quizd, quiere decir ‘no’; y cuando dice no, no es un diplomético. Cuando una dama dice no, quiere decir ‘quiz4’; cuando dice guizd, quiere decir ‘st; y cuando dics sf, no es una dama, Vourame El texto representa un ataque frontal a la consideraci6n de la len- gua como cédigo, ya que afirma que las palabras pueden tener un va- lor diferente al que les asigna el sistema. Pero, gpodemos transgredir impunernente las reglas? oe de dar respuesta a esta cuestin, comparemos el texto (1) con el Q): (2) Aqui tienes una gloria. No sé que quiere usted decir con wna gloria —dijo Alicia. Por supuesto que no lo sabes....a menos que yo te lo diga. He que- ido decir ‘Aqu{ tienes un argumento bien apabullante —Pero gloria no significa ‘argumento bien apabullante! —Cuando yo uso una palabra, esa palabra significa exactamente lo que yo decido que signifique..., ni mas ni menos. La cuestién es si uno puede hacer que las palabras signifiquen co- sas tan diferentes, ‘La cuestién es, simplemente, quign manda aqui, Lewis Carron, Podria decirse que ambos casos tienen en comin el presentar usos eno convencionales» de algunas palabras: en (1), quizd significa ‘no’ en una ocasién y ‘sf’ en la otra; y en (2), gloria se emplea con el signifi- cado de ‘argumento bien apabullante’. Sin embargo, es facil darse cuenta de que existe un claro contraste entre los dos textos. El segun- do resulta inaceptable y absurdo, y no reproduce una posibilidad exis- tente en Ja «vida reale: todos sabemos que una persona no puede, por mucho que mande, cambiar arbitrariamente y a su antojo el signifi- cado de las palabras, de modo que nos identificamos inmediatamente 16 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA con la protesta de Alicia. La afirmacién de Voltaire, en cambio, refle- ja una situacién muy frecuente en nuestros intercambios comunicati- vos. De hecho, nosotros, como usuarios de la lengua, no sentimos nin- gin rechazo ante tal posibilidad, y comprendemos perfectamente lo que el autor francés quiere decir, Pero, entonces, :c6mo es posible que Jo que decimos y lo que queremos decir no coincidan en algunos ca- sos? {De qué depende? ‘Volvamos a nuestros dos textos. Puesto que solo el primero retrata una posibilidad aceptable, una buena manera de dar respuesta a las cuestiones anteriores consiste en descubrir de qué factores depende esa aceprabilidad En qué radica la diferencia entre las situaciones descritas en (1) y en (2)? Claramente, en (1) la palabra quizd varfa de significado en primer lugar de acuerdo con quién sea la persona que lo diga: no es lo mis- mo que sea un diplomatico o una dama. Pero esto no basta. Tenemos, ademés, que imaginar, al menos, otros dos factores: de un lado, quién es el interlocutor; del otro, cual es la pregunta © la peticién que recibe el quied por respuesta. En el primer caso, suponemos gue el interlo- cutor es un diplomético de otro pais, y que la peticién afecta a algu- na cuestiOn de Estado; en el caso de Ja dama, imaginamos facilmente que el interlocutor es un caballero y que la peticién es amorosa. Con estos elementos, y con nuestro conocimiento del mundo (en particu- lar, con lo que sabemos acerca de las misiones de los diplométicos, y de las obligaciones de las damas en Ia época de Voltaire) logramos lle- gar a una interpretacién que conjuga todos estos factores: por razones diferentes en cada caso, ni los diplomaticos ni las damas deben hablar abiertamente, de modo que, cuando transmiten su intenci6n, lo hacen de un modo indirecto que les libere de la responsabilidad del uso lite- ral, Ahora bien, gpor qué imaginamos la situacién asf, y no de otra manera? La respuesta es simple: porque esta contextualizacién es tal vez la dnica que restaura la inteligibilidad. Est4 claro que no tendrfa ningtin sentido que el diplomético utilizara quied para rechazar la c veza que le ofrece un amigo; o que la dama pretendiera responder afir- mativamente con guizd a la inocente pregunta de su hermana sobre si estd loviendo.. En el texto de Lewis Carroll, en cambio, ninguna serie de inferen- cias permite encontrar una explicacién razonable a la arbitrariedad gue comete Humpty-Dumpty: ser el que manda, 0 —como dice més adelante— dar una paga doble a las palabras por su trabajo extra, no autorizan a cambiar las convenciones de una lengua. Lo importante del andlisis del ejemplo (1) es que muestra que la idea de que Ja lengua en la comunicacién funciona como un cédigo no es adecuada. No hay una correspondencia biun{voca constante en- TA PRAGMATICA a tre representaciones fonolégicas e interpretaciones. Y, sin embargo en contra de lo que pudiera esperarse—, esto no constituye necesaria- mente un obstaculo para la comunicacién, De hecho, contamos siem- pre con la posibilidad de que haya una cierta separacién entre lo que se dice (entre los significados literales de las palabras que se pronun- cian) y lo que se quiere decir (la intencién comunicativa subyacente): por eso hablamos con absoluta naturalidad de leer enre lineas, de la diferencia entre el espiritu y la letra de un texto; o decimos cosas como, cuando dije aquello, lo que queria decir en realidad era... Hemos desa- rrollado complejos mecanismos de inferencia que entran en funcio- namiento autométicamente para hacernos recuperar lo que nuestros interlocutores quisieron decir a partir de lo que realmente dijeron, Es- tamos usando constantemente estrategias que nos conducen a contex- tualizarlo todo de la mejor manera posible para que encaje y tenga sentido. ‘Al comentar los textos anteriores hemos utilizado informalmente términos como los de interlocutores, contexto, situacién, conocimiento del mundo y del interlocutor, intencién comunicativa, inferencia: si no tenemos en cuenta estas nociones, hay una parte importante del fun- cionamiento de la lengua que queda sin explicar, ya que —como sa- bemos—la gramética no debe ocuparse de los factores externos al sis- tema lingiifstico mismo. 2.2, SINTAXIS Y CONTEXTO Examinemos ahora un segundo hecho. Sabemos que existen len- guas que tienen un orden de palabras en la frase relativamente libre, mientras que el de otras es més bien fijo. En general, la explicacién més extendida que suele darse a este fenémeno se funda en el tipo y en el grado de caracterizacién formal de las relaciones de dependen- cia estructural entre los constituyentes, Se parte del supuesto de que Jas lenguas tienen al menos dos maneras de marcar estas relaciones: el orden de palabras y la morfologia (sea por afijacién 0 por medio de adposiciones). Cada lengua decanta sus preferencias hacia uno de esos. procedimientos. Se establece entonces la siguiente correlacin: cuan- to mejor caracterizadas estén desde el punto de vista morfolégico las relaciones sintécticas, menor necesidad habra de marcarlas con el or- den de palabras. Con estas ideas en mente se dice, por ejemplo, que el latin era uma lengua con arden de palabras libre porque las desinen- cias de caso y de concordancia marcaben suficientemente las relacio~ nes gramaticales; el inglés suele citarse, en cambio, como prototipo de Jengua en que las relaciones de dependencia estructural vienen indi- 18 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA cadas por medio de un orden de palabras relativamente fijo. Para mos- trarlo, se aducen ejemplos como los siguientes: (3) Latin: Caius amat Liviam (‘Cayo ama a Livia’) Caius Liviam amat Amat Caius Liviam ‘Amat Liviam Caius Liviam amat Caius Liviam Caius amat (4) Inglés: John loves Mary (‘Juan ama a Maria’) “John Mary loves “Loves John Mary “Loves Mary John #Mary loves John *Mary John loves ‘Marfa ama a Juan’) Las afirmaciones anteriores son bésicamente ciertas; pero, nueva- mente, presentan s6lo una faceta de la realidad, lo que las convierte en una verdad a medias, En primer lugar, aunque semAnticamente equi- valentes, no es del todo seguro que las frases latinas de (3) fueran to talmente intercambiables entre sf en todos los contextos y situaciones, como no lo son los ejemplos andlogos de otras lenguas vivas con orden de palabras libre. En segundo lugar, no deberia dejar de ser inquietan- te el hecho de que en las lenguas consideradas de orden de palabras fijo haya un ntimero relativamente elevado de construcciones gramati- cales que parecen destinadas a flexibilizar el orden de palabras: se ta- ta siempre de construcciones que pueden expresar el mismo estado de cosas (es decir, que mantienen las mismas condiciones de verdad), pero ‘que, sin embargo, permiten un orden de constituyentes diferente, Comencemos ocupandonos del primer aspecto. Los datos del espa~ fiol y de otras muchas lenguas de orden de palabras relativamente li- bbre, como el polaco o el htingaro, muestran con claridad que no todas las frases que comparten las mismas condiciones veritativas resultan adecuadas en los mismos contextos. Vearnos un ejemplo muy simple. A primera vista se dirfa que las frases de (5) son equivalentes, ya que describen siempre el mismo estado de cosas, de modo que no se pue- de decir que una es verdadera y las otras son falsas sin incurrir en una grave contradiccion (5) @. Juan ama a Maria A Marfa la ama Juan ce. Juan a Maria la ama LA PRAGMATICA 19 Ahora bien, si fueran totalmente equivalentes deberian poder in- tercambiarse en todos los contextos; pero esto no es asf, En (6) vemos c6mo las continuaciones propuestas varian en su aceptabilidad de acuerdo con el orden de palabras de la secuencia precedente. © no la odia a, Juan ama a Maria, no Pedro no a Rosa #no la odia b. AMarfalaama Juan, | no Pedro #no a Rosa no la odia c. Juana Marialaama, { #no Pedro #no a Rosa Lo que estos contrastes muestran es que cada uno de los diversos ordenes de palabras trata cada constituyente oracional de forma dife- rente desde el punto de vista comunicativo. En cada una de las frases de (6) hay una parte del contenido informativo que se presenta como tun hecho establecido (como un conocimiento compartido por los in- terlocutores), mientras que otra parte se introduce como informacién snuevar: en (6a hablamos de Juan, y la informacién que aportamos se refiere a si odia o ama a Maria, o si es a Maria a quien ama; en (6) Jo que no se cuestiona es el predicado (que Matia ¢s amada), y se in- troduce la informacién sobre la identidad de la persona que la ama; y en (6)e se da por supuesta una relaciGn entre Juan y Marfa, y se pre- cisa que es de amor. Esta no es, ni mucho menos, tina peculiaridad del espafiol. Las lenguas de orden de palabras libre presentan este mismo tipo de efectos. Las lenguas de orden de palabras menos flexible expresan estos contrastes valiéndose de otros medios gramaticales. El inglés, por ejemplo, suele utilizar las variaciones en la prominencia con que se pronuncian los constituyentes para marcar el centro de atencién den- tro de la frase. Los ejemplos de (7) son semejantes a los espafioles de (6): (@) a. John roves Mary b. JouN loves Mary ¢. John loves Mary 20 INTRODUCCION 4 LA FRAGMATICA A la vista de todo ello, parece claro que puede hablarse de orden de palabras libre s6lo si se adopta una perspectiva formal. Efectiva- mente, en espafiol no hay ninguna regla sintdctica que impida ningu- no de los érdenes de (6); sin embargo, el empleo de cada una de las varlantes esta estrictamente condicionado por el conocimiento previo de la situacién, Es verdad, por tanto, que hay una relacion entre gra- do de caracterizacién morfolégica y orden de palabras. Pero es ilegi= timo extraer de ah la conclusidn dé que, en las lenguas cayo orden de palabras no viene fijado de manera estricta por la sintaxis, todas las variantes posibles son absolutamente equivalentes en todos los con- textos y situaciones. Lo que ocurre es que, mientras algunas lenguas deben contentarse con procedimientos fonolégicos (prominencia pro- sédica) © gramaticales (cambio de construccién) como medios para expresar diferencias en la estructura informativa de las frases, otras, pueden servirse también del orden de palabras para establecer esas di- ferencias. En resumen, si contemplamos los hechos desde un punto de vista general, resulta evidente que incluso algunos aspectos tipicamente gramaticales, como el orden de palabras, estn determinados por fac- tores de tipo contextual 0 situacional, especialmente en lo que se re- fiere al contraste entre Ja informacién que se presenta como compar- ‘ida por los intetlocutores y la que se considera nueva. La cuestién no puede, pues, plantearse exclusivamente en términos de correcci6n gra- matical, sino también de adecuacién discursiva. ¥, puesto que para ex- plicar los contrastes existentes vuelve a ser necesario recurrir a con- ceptos como los de interlocutor, situacién, contexto 0 conocimiento compartido, parece claro que sélo un enfoque pragmético podré dar ‘cuenta de manera completa de las condiciones que regulan la eleccion entre las diversas variantes. 2.3. RERERENCIA Y DEIXIS| Ocupémonos ahora del tercer tipo de hechos. Desde el punto de vista de la comunicacién, comprender una frase no consiste simple- mente en recuperat significados, sino también en identificar referen- tes. No basta con entender las palabras; hay que saber a qué objetos, hechos o situaciones se refieren. Si alguien me dice: (8) Sino cierras la puerta, Kiko se escapard debo identificar correctamente los objetos del mundo a los que alude Ia frase. Si no lo hago y cierto una puerta «equivocada», mi interlocu- TA PRAGMATICA 21 tor me acusaré —con razén— de que no me he enterado de lo que me ha dicho; ademés, es probable que tenga que acabar escaleras abajo buscando al gato. Si Kiko es un loro, seguramente serfa la puerta de su jaula la que mi interlocutor cree que debo cerrar, y no la de la en- trada. La asignacién de referencia constituye, pues, un paso previo © ‘imprescindible para la adecuada comprension de las frases. Es verdad que la lengua proporciona pistas nada desdefables: nos dice que el ob- jeto que debe cerrarse pertenece a la clase de los que suelen ser desig- nados con el nombre de puerta. Pero, en cualquier caso, solo la situa cién puede proporcionar los datos necesarios para decidir que el in- terlocutor se esta refiriendo precisamente a aquella puerta que impida de manera mis eficaz que Kiko —-quienquiera que sea— se escape, Con todo, éste no es el caso mas Hamativo. Imaginemos que en- contramos un papel en el suelo con el texto que aparece en (9): () Te espero maiiana donde siempre Como hablantes nativos del espafiol conocemos todas las palabras que aparecen en ese mensaje y somos capaces de caracterizar su sig- nificado sin especiales dificultades. Aun asf, fuera de todo context o situacién, nos veremos obligados a admitir que no sabemos a qué se refiere el mensaje, ni cudles pueden ser sus implicaciones. Y es que, para poderlo dotar de todo su contenido, nos falta informacion, al me- nos, sobre los siguientes aspectos: 1 equién es el yo que promete esperar? n) a quién va dirigido el mensaje? m) {euindo es maftana? NN) {donde es donde siempre? Sin conocer todos esos datos, no podemos decir que estemos en condiciones de interpretar el mensaje hasta sus ultimas consecuen- Justamente, todos los elemeritos que faltan dependen directamen- te de la situacién comunicativa: si he encontrado el papel en la calle, lo mAs sensato es suponer que no va dirigido a mf; pero si lo he en- contrado sobre la mesa de mi despacho, lo mejor que puedo hacer es empezar a pensar quién me lo envia. Si he estado ausente durante una semana, probablemente me ser4 dificil saber exactamente cual era el dia de la cita; pero si he salido de mi despacho hace diez minutos y al regresar encuentro que han deslizado ese mensaje por debajo de la puerta, estoy obligada a creer que la cita sera al dia siguiente... Y asi con todos los demés elementos. 2 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA ‘Todas las lenguas tienen formas especiales para hacer referencia a los diferentes elementos de la situacién: son los defcticos. Entre ellos se encuentran no sélo los pronombres personales de primera y segun= da personas en todas sus formas, los demostrativos, los posesivos, ¥ muchos adverbios de lugar y de tiempo; debernos contar también los morfemas de tiempo de la flexi6n verbal y las férmulas de tratamien- to, Ademés, habria que afiadir todas las formas anaforicas y catafSri- cas, es decir, aquellas que se usan en el discurso para hacer referencia a algunas partes del propio discurso. Por todo ello, no es de extrafar que més del 90 % de las oraciones de una lengua contengan unidades de este tipo. Una vez mas nos encontramos con que una parte importante de le interpretacién de un gran ntimero de enunciados depende decisiva mente de los factores extralingiifsticos que configuran el acto comu- nicativo: conocer Ia identidad del emisor o del destinatario y conocer Jas circunstancias de lugar y tiempo de emisién son requisitos im- prescindibles para conseguir una interpretacion plena. ¥ una vez més, también, resulta evidente que s6lo desde una perspectiva pragmatica se podra tener acceso al tipo de informacién necesaria para lograr este objetivo, 3. La necesidad de la pragmatica La distancia que existe a veces entre lo que literalmente se dice y Jo que realmente se quiere decir, la adecuacién de las secuencias gra~ maticales al contexto y a la situacién, o la asignacién correcta de re- ferente como paso previo para la comprensién total de los enunciados son tres tipos de fenémenos que escapan a una ceracterizacién preci sa en términos estrictamente gramaticales. Hemos visto que en la comunicacién las frases pueden adquirir contenidos significativos que no se encuentran directamente en el sig- nificado literal de Jas palabras que las componen, sino que dependen de los datos que aporta la situacién comunicativa en que dichas fra- ses son pronunciadas. De este modo, quedan puestos de relieve dos he- chos fundamentales: 1D. que hay una parte del significado que logramos comunicar que no es Teductible al modelo de un cédigo que empareja con- vencionalmente significantes y significados: y ) que para caracterizar adecuadamente dicho significado hay que tomar en consideraci6n los factores que configuran la si- tuacién en que las frases son emitidas. LA PRAGMATICA, 23 Por otro lado, el ejemplo (9) muestra como una parte muy impor- tante de lo que se comunica depende directamente de los elementos que configuran la situaci6n. Es cierto que se puede dar una caracteri- zaci6n del significado abstracto de los defctioos desde un punto de ta semantico; pero esto no nos permitiré indicar a qué dia se refiere Ja palabra mafiana en un enunciado concreto si se desconoce el mo- mento de emisi6n. Por tratarse en todos los casos de términos cuya referencia se establece por relacién a los elementos de la situacién comunicativa, s6lo adoptando una perspectiva de tipo pragmatico puede darse una interpretacién completa de los enunciados en que aparecen estos términos, Asf{ las cosas, una teorfa general del lenguaje deberd dar respuesta adecuada —al menos— a las siguientes preguntas: 2) ¢Cémo es posible que lo que decimos y lo que queremos de- cir puedan no coincidir? 1) @Como es posible que, a pesar de todo, nos sigamos entendiendo? im) ¢Qué parte de lo que entendemos depende del significado de las palabras que usamos? W) Qué parte depende de otra cosa? v) @e qué otra cosa? Estas interrogantes, que ponen de manifiesto la complefided de le interaccién verbal, plantean, a su vez, toda una serie de problemas de orden tedrico de largo alcance y de no siempre facil solucién. Estos problemas constituyen el centro de interés de la pragmatica. Los ejemplos anteriores, ademas de haber puesto de relieve algu: nos aspectos diferenciales y especificos de la pragmética, han tratado de mostrar la utilidad y las posibilidades de un enfoque pragmético: gracias a ellos hemos podido comprobar cémo efectivamente algunos fendmenos reciben una explicacién més completa si se adopta tambien uun punto de vista pragmético. No pretendo decir en modo alguno que la pragmatica pueda —o deba— sustituir a Ia reflexiOn gramatical; ni tampoco que haya que mezclar indiscriminadamente ambos enfoques: al contrario, Jo que me gustarfa dejar claro es que las explicaciones que ofrecen la gramética y la pragmatica deben entenderse siempre como complementarias. La perspectiva pragmatica aporta diversas ventajas: de un lado, complementa y matiza de un modo altamente eficaz las consideracic nes gramaticales; del otro, y si se distinguen con nitidez los dos pun- tos de vista —el gramatical y el pragmaético—, contribuye no sélo a dar una visién més precisa de la compleja realidad lingaistica, sino sobre todo a simplificar notablemente la descripcién del nivel estructural. 24 INTRODUCCION A LA PRAGMATIC Lecturas recomendadas ‘Sobre Ia definicién de pragmatica pueden consultarse el primer capitulo de Levinson (1983), el clasico Mortis (1938), 0 Stalnaker (1972). Los manuales ns conocidos son Levinson (1983) y Leech (1983), pero resultan también uti lisimos los de Green (1989), Latraverse (1987) —para una perspectiva hist6ri- ca—, Mey (1993), Bertuccelli Papi (1993), y en particular los mas recientes, como Grundy (1995), Thomas (1995), o Yale (1996), El estado de la cucstion més completo y actualizado es el que ofrece el manual de la International Pragmatics Association (IPrA, 1994), con sus addenda anusles. Dentro del 4m- bito hispdnico, contamos con las introducciones de Reyes (1990 y 1995). Ac. cesible, pero menos interesante, es Schlieben-Lange (1974). Especialmente ro. comendables son las paginas dedicadas a la pragmética en Hurford y Heasley (1983) —para un nivel introductorio—, en Lyons (1977, 1981 y 1995), allan (1986), Horn (1988), Heméndez Sacristén (1990) y Moreno Cabrera (1994). Los manuales introductorios de filosofia del lenguaje (y algunos de l6gica) suelen incluir capitulos dedicados a temas de pragmatica: veanse, por ejemplo, Acero, Bustos y Quesada (1982), Hierro S. Pescador (1980), Garrido Medina (1988) y MeCawley (1981) aE Las antologias mas importantes sobre esta area de la investigacién lingils- {ica son Cole y Morgan (1975), Cole (1978 y 1981), y la més reciente Davis (1991). La de Valdés Villanueva (1991) tiene la ventaja de que contiene tra: lucciones al espaftol de algunos da los trabajos mas significativos. Nuyis Verschueren (1987) es la més extensa bibliogralia sobre pragmética. Mocsch ler y Reboul (1994) es una enciclopedia especializada. En uno de los apartados de este capitulo Remos presentado un problema de organizacién del discurso y de reparto de la informacién en la estructura sintéctica. Estos aspectos de la interaccién entre gramética y pragmatica no volveran a aparecer en las préximas secciones. Sobre el anélisis del discurso existe una bibliografia muy extensa, de la que destacamos van Dijk (19772). Bernardez (1982), Brown y Yule (1983), Lozano e al (1982) o Princé (1938). Givén (1979) y Hickey (1989) estén dedicados a la relacisn entre sintaxis, dis. curso y estilo, La distincién ya clésica entre informacion nueva e informacion dada se estudia en Prince (1981), Jiménez Julia (1986) y Horn (1986). Sobre referencia y dettis, son utiles los capitulos corvespondientes de Lyons (4977, Kerbrat-Orecchioni (1980), Levinson (1983), Green (1989), 0 Givon, (1988), junto con las secciones ILy I de la antologia de Davis (1991), yla obra colectiva de Morel y Danon-Boileau (1992), Ea espafiol contamos con los i bros de Cifuentes Honrubia (1989) y Vicente Mateu (1994). Cartruto 2 CONCEPTOS BASICOS DE PRAGMATICA 1. Loe componentee smaterisless, — 1.1, El emizor. 12. El destinateri. £3. El enunclado. 1.4. E) entome (o etacién espacio-temporal). — 2, Los ‘componantas relacionales. 2.1. La informacion pragmética. 2,2. La inten eign, 23. La rolacién social — 3, Signlficede ¢ interpretacién. — 4. Se- smfatica y pragmatice. En el capitulo anterior vimos que para explicar algunos hechos era necesario recurrir a conceptos como los de emisor, destinatario, situa- cién comunicativa, contexto 0 informacién compartida, Para entender lo que allf se querfa decir, bastaba con una comprensién intuitiva de tales conceptos, Pero para poder integrarlos en un sistema coherente que permita dar cuenta de manera sistematica del uso del lenguaje en la comunicacién, es necesario proporcionar una caracterizacion més precisa de los diferentes tipos de elementos que configuran la situa- cién comunicativa. Este ¢s el cometido del presente capitulo, El modelo de andlisis pragmatico que vamos a proponer esta cons- tituido por dos clases de elementos: 1) de naturaleza material, efisica», en cuanto que son entidades objetivas, descriptibles externamente; y nm) de naturaleza inmaterial, ya que se trata de los diferentes tipos de relaciones que se establecen entre los primeros. Unos y otros son parémetros de referencia obligada al estudiar Ja actividad lingaistica. 26 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA 1. Los componentes «materiales» Li EL Euasor Con el nombre de emisor se designa a la persona que produce in- tencionalmente una expresién lingufstica en un momento dado, ya sea coralmente 0 por escrito, El término se ha tomado de Ia teorfa de la in- formacién; el concepto, sin embargo, esta aqui entendido de un modo algo diferente, porque no se refiere a un mero codificador o un trans- misor mecénico de infor macién, sino a un sujeto real, con sus cono- cimientos, creencias y actitudes, capaz de establecer toda una red de diferentes relaciones con su entorno. La palabra emisor anade algunas precisiones importantes desde el punto de vista pragmitico al término hablante, sin duda mas habitual en Ja gramatica. Un hablante es un sujeto que posee el conocimiento de una determinada lengua, independientemente de que en un mo- mento dado actualice o no ese conocimiento, Cuando un individuo ha aprendido a hablar espafial, se dice de él que es hablante de espartol, y se considera que lo es también en los momentos en que esté callado. Un emisor, en cambio, es el hablante que est4 haciendo uso de la pa- labra en un determinado momento, y lo es sélo cuando emite su men- saje. Mientras que la condicién de hablante es de cardcter abstracto, y usualmente no se pierde nunca, la de emisor es mucho més conere- ta y esté en funciGn de una situacién y un tiempo precisos. Con emi- sor no nos referimos a una categorfa absoluta, sino a una posicién de- terminada por las circunstancias. Est4 claro que en la comunicacion en forma de diélogo los interlocutores estén constantemente inter- cambiando sus papeles, de modo que el emisor pasa a ser destinata- Ho y viceversa, Incluso si pensamos en tipos de comunicacién clara- mente monologante, es evidente que toda intervencién tiene un prin- cipio y un final, y que estos dos puntos marcan también el inicio y el fin de la condicién de emisor. 1.2. BL DESTINATARIO Con el nombre de destinatario se designa a la persona (o personas) a la(s) que el emisor dirige su enunciado y con la(s) que normalmen- te suele intercamabiar su papel en la comunicacién de tipo dialogante. E] término destinatario aporta también algunas precisiones a otras denominaciones semejantes. Frente a receptor, la palabra destinatario sélo se refiere a sujetos, y no a simples mecanismos de descodifica- cién. Por otra parte, destinazario se opone a ayente en el mistno senti- ‘CONCEPTOS BASICOS DE PRAGMATIC ar do en que emisor contrasta con hablante: un oyente es todo aquel que tiene la capacidad abstracta de comprender un determinado oédigo lingatstico; el destinatario es la persona a la que se ha dirigido un mensaje. En el caso de hablante y oyente, al tratarse de dos nociones te6ricas que se conciben como la cara y la cruz de una misma reali- dad, puede usarse la combinacién hablante-oyente para hacer referen- cia al sujeto que posee el conocimiento de una lengua. En cambio, por razones obvias, no puede hablarse de emisor-destinatario. La intencionalidad se convierte también en una nota distintiva. No puede considerarse destinatario a un receptor cualquiera, o a un oyen- te ocasional: alguien que capta por casualidad una conversacién no es su destinatario, El destinatario ¢s siempre el receptor elegido por el emisor. Pero no s6lo eso: ademés, el mensaje est construido espectfi- camente para él. Este hecho es de capital importancia, ya que condi- ciona en gran medida la forma del mensaje: no es lo mismo hablar a un adulto 0 a un nifio, 2 un amigo de la infancia o a alguien a quien apenas se conoce, a un especialista en una materia o a un profano en, ella... Incluso el escritor, que ni conoce ni tiene fisicamente presentes a sus posibles receptores, prefigura una imagen ideal del tipo de per- sonas a quienes le gustaria que estuviera dirigida su obra, y se cons- truye un modelo de destinatario. Como veremos més adelante —y puesto que hemos dicho que el mensaje esté especificamente cons- truido pensando en el destinatario—, una de las tareas del emisor con- sistira en analizar y evaluar adecuadamente las circunstancias que concurren en su interlocutor para poder «calcular» con éxito su inter venci6n, 1.3. Et ENUNcIADO El tercer elemento material que hay que tener en cuenta es el entrt- ciado, la expresién lingaifstica que produce el emisot. Desde el punto de vista fisico, un enunciado no es mas que un estimulo, una modifi- cacién del entorno, sea el entorno auditivo (como en la comunicacion oral), sea el entorno visual (como en Ja escrita). Frente a otros térmi- nos més generales como mensaje, que pueden designar cualquier tipo de informacién transmitida por cualquier tipo de cédigo, el término enunciado se usa especificamente para hacer referencia a un mensaje construido segtin un cédigo linguistico. En cuanto a sus limites, éstos estén fijados por la propia dinémica del discurso: cada una de Jas intervenciones de un emisor es un enun- ciado; dicho de otro modo, su extensiGn es paralela a la de la condi- cién de emisor. El enunciado esté, por tanto, enmarcado entre dos 28 INTRODUGCION A LA PRAGMATICA, pausas, y delimitado por el cambio de emisor. Segtin esta caracteriza- cién, pueden ser enunciados tanto una simple interjeccién como un li- bro entero, tanto un sintagma nominal como un parrafo. Ello implica que no hay Limites gramaticales a la nocién de enunciado; o, mas bien, que no puede individualizarse un enunciado utilizando criterios gra” maticales. Los tnicos criterios que resultan vélidos son los de natura- leza discursiva, los que vienen dados por cada hecho comunicativo particular Algunos autores han querido establecer un paralelismo entre ora- cidn y enunciado, y han sugerido que un enunciado es la realizacién concreta de una oracién, Esta visién —aunque es claramente inade- cuada— tiene, al menos, la ventaja de diferenciar con claridad entre oracién (unidad abscracta, estructural, definida segt criterios forma les, y perteneciente al sistema de la gramitica) y enunciado (actuali- zacion de una oraci6n, unidad del discurso, emitida por un hablante conereto en una situacién concreta), es decir, entre lo que pertenece al ambito de la gramatica y lo que atane a Ja pragmética. Sin embar- go, cuenta con um grave inconveniente: considera como enunciados sélo a aquellas expresiones lingiifsticas con forma estructural de ora- ciéa, y no da cabida, por tanto, ni a unidades mayores, ni a unidades menores. Entre las desventajas de este enfoque pueden considerarse las siguientes: 2) utiliza un criterio gramatical para definir un concepto prag- matico: 1) sobrecarga innecesariamente el aparato conceptual, al obli- garle a buscar nuevos términos para designar a los diversos tipos de intervenciones que no tienen forma de oracién; y mi) rompe 0 fragmenta en oraciones lo que el emisor considera ‘como un todo. El criterio basico para definir una unidad del discurso debe ser de tipo discursivo, y debe basarse en los elementos que configuran la pro- pla comunicacién: una unidad del discurso no puede tener més limi- tes que los que establece el emisor y su intencién comunicativa, inde- pendientemente del grado de complefidad de su realizaci6n formal. Es ierto, sin embargo, que en muchas ocasiones un enunciado es, de he- cho, Ja realizacion concreta de una oracién; pero éste es sélo un caso. particular, una més de las situaciones posibles. La actualizacién de una oracion puede constituir en muchos casos un enunciado, pero no todo enunciado es Ja actualizacién de una oracién. Se establece, de nuevo, una distincién entre un concepto gramati- cal (oracién) y otro pragmético (enunciado). El vocabulario pragmati- CONCEPTOS BASICOS DE PRAGMATICA 29 co va cobrando entidad e independencia frente a la terminologia que usualmente se emplea para describir hechos y fenémenos gramati- cales. Las diferencias entre oracién y enunciado pueden resumirse en el siguiente esquema: Oracién Enunciado + entidad abstracts, teérica, no reali- + secuencia lingifstica conecreta, rea- zada izada por un emisor en una sivua- clon comunieativa + se define dentro de una teorfa gra- + se define dentro de una teorfa ‘matical, con arreglo a criterios de _pragmitica, de acuerdo con crite- naturaleza gramatical rios discursivas * unidad de la gramstica + unidad del diseurso su contenido seméntico depende + su interpretacién depende de su de su estructura, no de sus usos contenido semdntico y de sus con posibles diciones de emision ‘se evaliia en términos formales: es + se evalia segun criterios pragmati- correcta © incorrecta cos: es adecuado © inadecuado, efectivo inefectivo, 1.4, EL ENTORNO (0 SITUACION ESPACIO-TEMPORAL) El cuarto elemento que configura materialmente el acto comuni- cativo es el eniorno, que en muchos lugares aparece designado como contexto 0 situacién espacio-temporal. Es el soporte fisico, el «decora- do» en el que se realiza la enunciacién. Incluye como factores princi- pales las coordenadas de lugar y tiempo. Pero representa algo mas que tun mero escenario. En muchos casos, como vimos en el capitulo an- terior, la situaci6n espacio-temporal es un factor determimante: las cir- cunstancias que imponen el aguf y el ahora influyen decisivamente en toda una serie de clecciones gramaticales y quedan reflejadas habi- tualmente en la misma forma del enunciado: y, a la vez, constituyen uno de los pilares en que se fundamenta su interpretacién. Es habitual utilizar términos como entorno o contexto para referir- se a un concepto sélo parcialmente coincidente con el que acabamos de definix. Por citar simplemente el caso ms conocido para los lin- gliistas, recordemos que Coseriu (1967: 313 ss.) habla de contexto ex- traverbal para referirse al conjunto de «circunstancias no lingafsticas que se perciben directamente o que son conocidas por el hablante, es, decir, a todo aquello que, Fisica o culturalmente, rodea al acto de enun- ciacién, Entre estos factores, Coseriu distingue los siguientes: 30 INTRODUCCION A LA PRAGALATICA Esovema21. Las componentes matavales dela situaclén comunicatva 1) contexto fisico: «las cosas que estén a la vista o a las que un signo se adhieren; 1) contexto empirico: «los estados de cosas objetivos que se co- nocen por quienes hablan en un lugar y en un momento de- terminados, aunque no estén a la vista»; 10) contexto natural: «totalidad de contextos empiricos posibles»; WW) contexto préctico u ocasional: «la particular coyuntura objeti- va o subjetiva en que ocurre el discurso»; ¥) contexto histérico: «las circunstancias histéricas conocidas por los hablantes»; WD) contexto cultural: «la tredicién cultural de una comunidad» Es cierto que todos esos elementos contribuyen de manera decisi- va a la comunicaci6n. Sin embargo, sélo el contexto fisico es un fac- tor «material», externo y descriptible objetivamente. El resto de los econtextos» corresponden, en realidad, a conceptualizaciones del mundo hechas por los hablantes, y determinadas empfrica, social o culturalmente; no son, por tanto, parte del entorno tal y como lo he- mos definido aqui (esto es, como las coordenadas espacio-temporales que rodean a la comunicacién como acto fisico), sino —lo veremos més adelante— tipos especiales de relaciones entre los sujetos que se comunican y todo lo demas. Como resumen de lo dicho hasta aqui puede proponerse el esque- ma 2.1. 2. Los componentes relacionales Mis significativos que los propios elementos son las relaciones que entre ellos se establecen. De hecho, hemos visto cémo incluso algunos rasgos constitutivos de los elementos materiales derivan precisamente de los puntos de contacto que los enlazan con otros elementos, de tal manera que queda establecido um conjunto de relaciones que sirve para marcar los limites de un elemento material. CONCEFTOS BASICOS DE PRAGMATICA, 31 Las relaciones que se establecen dan lugar a conceptualizaciones subjetivas; éstas, a su ver, generan principios reguladores de la con- ducta que se objetivan en forma de leyes empiricas (es decir, de regu- laridades observables de naturaleza no prescriptiva). La existencia de estos otros factores se justifica en vista de los resultados que produce su funcionamiento. 2.1. LA INFORMACION PRAGMATICA Por informacién pragmdtica entenderemos el conjunto de cono- cimientos, creencias, supuestos, opiniones y sentimientos de un indi- viduo en un momento cualquiera de la interaccién verbal. Emisor y destinatario, en cuanto sujetos, poseen una serie de experiencias an- teriores relativas al mundo, a los demés, a lo que les rodea... Hay una interiorizacién de la realidad objetiva. Pero no se trata sélo de cono- cimientos; la informacién pragmatica comprende todo lo que consti- tuye nuestro universo mental, desde lo mas objetivo a las manfas mas personales, Siguiendo a Dik (1989), puede decirse que la informacién pragmé- tica consta de tres subcomponentes: 1) general: comprende el conocimiento del mundo, de sus carac- teristicas naturales, culturales. 1) sitwacional: abarca el conocimiento derivado de lo que los in- terlocutores perciben durante la interaccién; y 1) contextual: incluye lo que se deriva de las expresiones JingUisti- cas intercambiadas en el discurso inmediatamente precedente. Hemos dicho que hay una interiorizacién del mundo, y, por tanto, que la informacién pragmitica es de naturaleza claramente subjetiva: ello no implica, sin embargo, que la informacién pragmatica de cada individuo sea radicalmente diferente de la de los otros. De hecho, los interlocutores suelen compartir enormes parcelas de informacién, que ‘comprenden los conocimientos cientificos, las opiniones estereotipa- das 0 la visién del mundo que impone la pertenencia a una determi- nada cultura. El lenguaje es, sin duda, otra de esas parcelas que se suponen co- munes, de modo que Jos que interactian suelen partir del supuesto de ‘que su conocimiento coincide basicamente, tanto en lo que se reliere al sistema gramatical como en lo relativo a los contenidos semAnticos de las unidades que entran en juego. Esta parcela incluye también ciertos conocimientos y creencias sobre el uso que se presumen com- 32 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA, partidos, y especialmente la idea de que tras lo que se dice hay una in- tencién comunicativa determinada. Ademés de esa parte comiin, la informacion de cada uno de los interlocutores también contiene una ateorfa» sobre el otro, sobre la informacion pragmatica del otro, y so- bre lo que se comparte. La idea de que los interlocutores comparten una parcela de infor- macién pragmatica, conocida como hipdtesis del conocimiento mutuo, no se ha visto libre de criticas. Sperber y Wilson (1986: 1.3), por ejem- plo, sostienen que es pricticamente imposible delimitar con precision, esa parcela y, sobre todo, saber exactamente qué se comparte y gué se sabe que se comparte. Para ellos, uno nunca puede estar plenamente seguro de lo que sabe el otro, y viceversa, de modo que el éxito de la conversacién no puede venir garantizado por la existencia de ese co- nocimiento compartido. Su propuesta consiste, entonces, en sustituir la hipétesis del conocimiento mutuo por la del entorno cognoscitivo compartido, segin la cual lo que los interlocutores comparten es un conjunto de hechos cuya representacién mental dan como verdadera por ser directamente perceptible o inferible. Ahora bien, lo que es directamente perceptible o inferible es, sin duda, una porciéa importante de lo que comparten los interlocutores, pero no ¢s todo lo que comparten. Muchas interpretaciones estén ba~ sadas en supuestos que se consideran comunes, a pesar de que no sean mutuamente manifiestos: la referencia a un amigo comin au- sente no se apoya en ningtin hecho perceptible o inferible, sino en la simple creencia de que el otro recuerda a la persona en cuestién, La teorfa del entomno cognoscitivo compartido es, pues, demasiado res- trictiva, porque no da cabida a todo el ambito de informacién prag- matica que se comparte y que puede ponerse en juego en una inter- pretacién. Por otro lado, tampoco esta teoria puede —o pretende— garantizar el éxito, De hecho, no ¢s ni necesario ni conveniente gue una teoria explique con absoluta exactitud qué comparten los interlocutores, ya que éste no serfa, ni siquiera, el supuesto del que parten ellos mismos. Como hemes dicho antes, lo tinico que hace el emisor es avanzar wna ipdtesis sobre el otro y sobre su informacion pragmética; es decir, él mismo sabe que no puede confiar en tener plenas garantias de estar ex lo cierto (no es preciso tener una certeza del 100 % sobre lo que se comparte), pero trata de aproximarse en la mayor medida posible. Lo que se da por supuesto suele ser suficiente para asegurar la inteligibi- lidad en la mayorfa de los casos; pero también sabemos que no faltan Jos malentendidos. Ello indica que la comunicacién no se funda en co- nocimnientos falseables, sino en hipStesis gobernadas por una logica de tipo probabilistico. ‘CONCEPTOS BASICOS DE PRAGMATICA 33 yo a5 Informacisn pragma ca! | Parca Esavema 22, Puede acepterse, pues, sin grandes reparos, la idea de que los in- terlocutores comparten una parcela de informacién pragmética de di- mensiones variables segtin los casos, y que, ademds, cada uno cons- truye una hipétesis sobre dicha parcela y sobre la informacion del otro. De lo adecuado de estas hipétesis dependera en gran medida el éxito y la comprensi6n, El punto central de la comunicacién, en cambio, se sittia con mu- cha frecuencia fuera de esa parcela comiin: esto ocurre, por ejemplo, ama Goramasr Parla Intacisn comin raga ct osinatare EERE Noe cl carnntac sor eset HRB Corre ane cmon Esquana 23, 34 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA en el caso caracteristico de transmisi6n de informacién, en el que el emisor informa al destinatario de algo que éste ignora. Ahora bien, in- cluso la informacién nueva debe poder ser identificada y situada co- rrectamente a partir de los conocimientos de esa parcela comin Como sefiala van der Auwera (1979), si no tuviéramos ningtin tipo de informaci6n previa a a que ligar lo nuevo que se nos dice, todo enun- ciado resultarfa ininterpretable (véase el esquemna 2.2). ‘Terminada la comunicacién con éxito, la nueva informacion trans- mitida pasa a formar parte de la parcela comin (véase el esquema 2.3). El conjunto de conocimientos y creencias de los interlocutores de- sempefia, pues, un papel fundamental, ya que hace posible la comu- nicacion. ¥ decimos que es un principio regulador de la conducta por- que tanto le propia informacién pragmitica como las teorfas sobre el otro determinan y condicionan el contenido y la forma del enunciado. 22. La INTENCION El segundo tipo de elemento que consideraremos es la intenciér. Se trata de la relacién entre el emisor y su informacion pragmética, de un lado, y el destinatario y el entorno, del otro. Se manifiesta siem- pre como una relacién dindinica, de voluntad de cambio. En este sentido, se ha hablado mucho de las relaciones entre in- tencion y accion. Parret (1980) sefiala que las perspectivas adoptadas han sido muy diversas. Para unos, acciones e intenciones son radical- mente diferentes, en el sentido de que las intenciones no son tipos de acciones, sino més bien tipas de proposiciones. Otros, en cambio, pre~ fieren poner el énfasis en el hecho de que muchas clases de enuncia~ dos tienen un cardcter de accién precisamente porque tras ellos se si- ‘téa una intencién que los organiza. Finalmente —y ésta es hoy dia la postura mas extendida—, otros ven dicha relacin en términos de cau- salefecto: la intencién se explica a partir del hecho de que todo dis curso es un tipo de accién; dicho de otro modo, de las mareas y re- sultados de la acciOn se deduce la intencién. Efectivamente, toda actividad humana consciente y voluntaria se concibe siempre como reficjo de una determinada actitud de un suje- to ante su entorno. Por tanto, es legftimo tratar de descubrir qué ac- titud hay detrés de un determinado acto, es decir, preguntarse cual es Ja intencionalidad de los actos y decisiones. El mismo acto de romper el silencio y hacer uso de la palabra es, resultado de una decisién, de una eleccién entre hablar y no hablar. La comunicacién humana tiene como finalidad fundarental el alcan- zar clertos objetivos en relacién con otras personas: hablamos con una CONCEPTOS BASICOS DE PRAGMATICA, 35 determinada intencién. Por tanto, si en un momento dado utilizamos el lenguaje es porque hemos considerado que puede adaptarse mejor a nuestros objetivos. El emisor, al hacer uso de la palabra, pretende actuar de alguna manera sobre el estado de cosas preexistente, ya sea para modificarlo de manera efectiva, va sea para impedir que se lleve 2 cabo una modificacién previsible. Ese estado de cosas incluye, cla- ro esté, tanto su propia posicién, como la del interlocutor, como el en- toro mismo. En todo caso, el instrumento utilizado para conseguir la intencién deseada es el lenguaje. El término intencién no debe entenderse en su acepci6n subjetiva y psicolégica. Contra el peligro de hacerlo asi nos advierte Leech (1983: 13): ¢El término meta es mAs neutro, porque no compromete al usuario a tratar con problemas como el de la volicién consciente o el de la motivacién...» Sin embargo, parece que tampoco la nocién de meta se libra con facilidad de esas connotaciones no deseadas: no acaba de estar muy claro cémo podria restarse carécter intencional (incluidas volicién consciente y motivacién) al hecho de perseguir una meta o intentar al- canzar un objetivo. En el término intencién, en cambio, son intere- samtes las ideas etimologicas de direccién, de tendencia, de esfuerzo por conseguir algo, que ponen de manifiesto la orientacién hacia la consecucién de un determinado fin La intencién funciona como un principio regulador de la conduc- ta en el sentido de que conduce al hablante a utilizar los medios que considere més idéneos para alcanzar sus fines. Es interesante la dis- tincién que sugiere Parret (1980) entre intencién y accion intencional: mientras que la primera puede ser simplemente privada, interior, y no llegar a manifestarse exiernamente, la accién intencional siempre sé manifiesta, y debe entenderse como la puesta en practica efectiva de ona intencién. Claro esta que el silencio —esto es, la opcién de permanecer calla- do 0 de no seguir hablando—, en cuanto actividad consciente y vo- luntaria, puede ser también un medio indirecto para conseguir deter- minados objetivos. Alguien podria preguntarse qué sentido tiene el conferir al silencio alguna clase de valor comunicativo. La respuesta esta cuestién parece clara si pensamos en lo dicho anteriormente: cuando se elige el silencio en lugar de la comunicacién, est& quedan- do reflejada alguna actitud del sujeto ante el entorno, y, por tanto, po- demos inquirir cud} es esa actitud. Ante quien no quiere cooperar ha- blando nos preguntaremos enseguida por qué lo hace: ges por miedo?, dindiferencia?, cpara ocultar alguna cosa?... El silencio, pues, tiene au- téntico valor comunicativo cuando se presenta como alternativa real al uso de la palabra 36 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA De todos modos, el término decisién no debe entenderse en un sen- tido demasiado limitativo. No hay que interpretar que la decision de hablar deba ser una tarea laboriosa y largamente meditada. Desde lue~ 0, puede haber casos especiales en que asi sea por una determinada serie de circunstancias; pero lo cierto es que habitualmente esto se hhace de manera répida y espontanea; dicho de otro modo, normal- mente es més lenta la decisién de no hablar que la de hacerlo. Pero de todas formas, en cualquiera de los casos, y sea cual sea la opei6n elegida, uno siempre puede alegrarse por la oportunidad de la decisién tomada 0, por el contrario, Iamentarse por haberla tomado. Por otra parte, tampoco debe entenderse en sentido demasiado es- tricto la afirmacién de que se habla con una determinada intencién, porque, aunque la intencién existe siempre, sin enabargo no siempre puede resultar nitida para el sujeto; ni hace falta que sea concebida con antelacién, ni que sea puesta en prictica con arreglo a un plan. ‘Lo que hemos dicho hasta ahora se relaciona con la intencién con- templada desde el punto de vista del emisor, es decir, entendida como cl principio que le mueve a llevar a cabo un determinado acto. Ahora bien, hay una segunda perspectiva desde la que se puede contemplar también el concepto de intenci6n, y es aquella que adopta el punto de vista del destinatario. En este sentido, el reconocimiento por parte del destinatario de Ja intencién de su interlocutor constituye, como han puesto de manifiesto la mayorfa de las teorfas pragméticas, un paso ineludible en 1a correcta interpretacién de los enunciados. No basta, pues, con comprender los significados de las formas utilizadas: es ne~ ‘cesario también tratar de descubrir la intencién concreta con que fue- ron elegicas. Por todo ello, parece que queda establecido que el uso del lengua- Je como actividad consciente refleja la actitud del hablante ante el en yoo y responde a una determinada intencién. Resulta, por tanto, no sélo perfectamente legitimo, sino incluso necesario, el abordar el es- tudio de los enunciados —esto es, de las emisiones reales—, teniendo en cuenta la intencién del sujeto que los produje. 2.3. LA RELACION sociA, El tercer tipo de relacién que tomaremos en cuenta es la que existe entre fos interlocutores por el mero hecho de pertenecer a una socie- dad (es decir, a una organizaci6n humana con una estructura soci Su papel en la comunicacién es fundamental, ya que —como dj mos— el emisor construye su enunciado a la medida del destinatario. Uno de los factores que debe tener en cuenta, por tanto, es el grado CONCEPTOS BASICOS DE PRAGMATICA 37 de relacién social entre ambos. De este modo, la relacién social impo- ne una serle de selecciones que determinan la forma del enunciado. En el capitulo 8 volveremos con més detalle sobre estos aspectos. 3. Significado e interpretaci El significado (0 contenido seméntico) es Ia informacién codifica- da en la expresién lingtiistica. Se trata, por tanto, de un significado de- terminado por las reglas internas del propio sistema lingitistico. Como sabemos, las lenguas —consideradas como oSdigos— establecen rela- clones constantes entre representaciones fonol6gicas (los significan- tes) y representaciones seménticas (los significados). La correlacién es, pues, diddica, y puede expresarse con la formula ¢QuE significa X?, que conecta una expresién lingiifstica (X) con un contenido semantic exoraisningaisica ~ ‘SIGNFICADO ie regen <—— SM > prenrremoiu ng oe . \/ HEY tras gon ai pion seven 24 En consecuencia, la interpretacién concreta de un enunciado en una situacién dada no podra ser objeto del anélisis seméntico, ya que para determinarlo es necesario hacer intervenir elementos extralingitisticos. TTodo lo dicho hasta aqui puede resumirse en el esquema 2.4 4, Semfntica y pragmatica El significado puede, pues, analizarse como una propiedad consti- tutiva de los signos lingiisticos, es decir, de las expresiones dentro del sistema de una Iengua: a una forma significante le corresponders un significado. El cédigo establece, por tanto, una intima relacién diédi ca entre ambos. Esta relacién es de tipo convencional, y esta arbitra- riamente establecida, como lo esta también el resto del oddigo de la lengua. Esta es la concepcién de la semantica que ha sido tradicio- nalmente utilizada para descubrir el sentido de las unidades léxicas. Para analizar el sentido de las estructuras oracionales es impres- cindible utilizar el mismo marco de referencia: difcilmente podrian mantenerse a la vez la tesis de que la oracion (como configuraci6n sin- tagmética) es una unidad gramaticel —y, por tanto, un signo lingtifs- tico—, y la idea de que tal estructuracion carece de un significado asignado por el sistema. Este seré necesariamente descriptible en tér- minos formales: de oposicién entre Ia presencia y ausencia de deter- minados constituyentes, de orden de palabras, de asignacién obligato- ria de una curva entonativa determinada... El significado oracional esta gobernado por reglas y sélo admite explicaciones formales. Y CONCEPTOS BASICOS DE PRAGMATICA 39 puesto que s¢ trata de categorias discretas, el cambio en alguna de ellas supone un cambio en la estructura completa, Frente a esta concepcién del contenido semédntico se levanta la idea de significado pragmatico. Este establece una funcién multivoca entre el significado gramatical, de un lado, y el emisor, el destinatario y la situacién en que tiene lugar el intercambio comunicativo, del otro. No es el resultado de usar y aplicar reglas convencionales pertenecientes al sistema, sino de poner en funcionamiento una serie de leyes emp{- ricas y de principios motivados por el objetivo al que se dirige el enun- ciado. Por ello, las explicaciones pragmaticas no son exclusivamente formales (como ocurre en el caso de las seménticas), sino que deben ser basicamente funcionales. Y la entrada en juego de factores no es- trictamente verbales, que no constituyen un sistema de oposiciones preciso, tiene como consecuencia el hecho de que las diferencias 0 cambios no siempre producen un cambio de categorfa o de unidad, sino que suponen una eradacién de valores dentro de un continusm de limites indeterminados. Desde este punto de vista, podemos decir que la pragméttica se ocu- paré del estudio de los principios que regulan el uso del lenguaje en la comunicacién, entendido como al estudio de todos aquellos aspec- tos del significado que, por depender de factores extralingdisticos, quedan fuera de] ambito de la teoria semnéntica (es decir, de los signi ficados convencionales). Por ello, puede proponerse provisionalmente la siguiente ecuacién: Pragmdtica = Significado ~ Seméntica En el capitulo 14 volveremos a examinar las relaciones entre se- méntica y pragmética, Lecturas recomendadas Los manuales generales de pragmética no siempre dedican una atencién sistemética ala definicion de conceptos bésicos, pero hay péginas de gran in- terés en Leech (1983) y Allan (1986). El capitulo t de Bustos (1986) concede especial atencion a Ia nocion de conterzo, y Sperber y Wilson (1986) la refor- mulan dentro de su teoria de la relevancia, Barton (1990) estd enteramente de dicedo a la relaci6n entre el contexto y el uso y la interpretacion de los enun- ciados no oracionales. Sobre la relacién entre oraciones y enunclades, véanse Iyons (1977), y Acero, Bustos v Quesada (1982), sobre el problema del reco- nocimiento de las intenciones comunicativas del hablante, los trabajos de Gri ce sobre la teoria del significado, recogidos en Grice (1989) EL DESARROLLO DE LA PRAGMATICA Captruto 3 AUSTIN Y LA FILOSOFIA DEL LENGUAJE CORRIENTE 4. Puntos de partida. 1.1. La revalertzacin del lenguale corriente 1.2. Con- tua al veriicacionalisma, 1.3. La falacin deseriptiva. — 2. Lor emunciados realizatives. 2.1. Ta distincion entre oracion y entineiedo. 22. Palabras acciones. 23. Los inforcunios. 24, Realizativas frente a constataivos. — 3, Locutvo /iloeutivo / perocutivo. — 4. Conclusion, Sin duda, una de las lineas de investigacion pragmatica més im- portantes dentro del pensamiento contemporaneo es la iniciada por J. L, Austin, Sus ideas sobre el interés de estudiar el lenguaje corrien- te comienzan a fraguarse alrededor de los afios cuarenta, y se cuentan hoy entre las més influyentes, no solo dentro del campo de la lingiis- tica, sino especialmente dentro de la Blosofia del lenguaje. Intentar extraer los aspectos mas relevantes de las doctrinas que Austin expuso sobre todo en sus clases, seminarios y conferencias, —recogidas luego en suis obras péstumas de 1962 y 1970—~ y resumir- los fielmente en unas pocas paginas, no es en absoluto una tarea fa- cil, Pero antes de exponer sus puntos de vista, es necesario hacer dos precisiones: 1) aungue Austin no habla expresamente de pragmatica, sin embargo podemos incluir sus investigaciones en lo que hoy consi deramos como tal; y 2) como hemos dicho, Austin no es propiamente un lingtiista, sino un filésofo del lenguaje: no hay que extraiiarse, por tanto, ante el hecho de que su contribucién no siga, en principio, los caminos habituales en el terreno de la Lingitistica, aunque haya servi- do como punto de partida (especialmente a través de Searle) de toda una corriente lingiifstica de enorme éxito y difusién, | OCLC es oh os Bie 44 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA 1. Los puntos de partida Lil. LA REVALORIZACION DEL LENGUAJE CORRIENTE Todo al interés que Austin siente por los aspectos del uso lingifsti- co que hoy consideramos pragmaticos tiene su raiz en una actitud es- pecial ante el lenguaje de cada dfa. La revalorizacién que propone ‘Austin del lenguaje coiriente frente a los lenguajes filoséficos y cien- tificos supone un punto de inflexién decisivo en la historia de la filo- sofia del lenguaje. Como es bien sabido, una buena parte de la filosoffa ha dedicado su atencién a mostrar que las lenguas naturales son altamente imper- fectas, y que, par tanto, no pueden servir como metalenguaje de las espectilaciones Filoséticas y cientificas, Toda materia que pretenda ela~ borar un discurso tedrico coherente debera crear y definir con preci- sin un lenguaje inequivoco, que no se preste a la ambigtiedad, la va- guedad o las malas interpretaciones que propicia tan a menudo nues- tra lengua de cada dia. Frente a esta postura, Austin defiende la tesis de que el Ienguaje que usamos en nuestra comunicacién ordinaria es una herramienta que el paso del tiempo ha ido puliendo, hasta hacer de ella un itil per fectamente adaptado a los fines a los que sirve. Se trata de un instru- mento empleado por generaciones y generaciones, que lo han ido ajus- tando paulatinamente a las necesidades de cada momento, En este sentido, las distinciones que establece el lenguaje corriente tienen que considerarse como un buen indicativo de que la sociedad que las es- tablece las considera necesarias. La filosoffa se obstina en buscar y en- contrar problemas donde realmente no los hay. En ocasiones se ha criticado Austin atribuyéndole la idea de que el lenguaje cortiente esta bien tal como esté, y, por tanto, no debe en- mendarse ni modificarse. A este respecto, Austin admite que siempre debe buscarse um lenguaje adaptado a la tarea que se deba realizar; pero afiade que la base de cualquier lenguaje filoséfico o cientifico debe ser el lenguaje corriente. Las distinciones que ha mantenido el lenguaje ordinario sirven sobre todo para las cuestiones «précticasx de a vida; pero no debe despreciarse el hecho de que pueden ser también un buen punto de partida para la reflexién filoséfica, 0 para elaborat Juego distinciones més precisas y més sutiles: Ciertamente; el lenguaje ordinario no puede tener la pretensién de ser la lima palabra, si es que existe tal cosa. Pero incorpora, realmen- te, algo mejor que la Metafisica de la Edad de Piedra, a saber, y como se dijo: la experiencia y la agudeza heredada de muchas generaciones de AUSTIN ¥ LA FILOSOFIA DEL LENGUATE CORRIENTE 45 hombres. Ahora bien, esa agudeza se ha centrado primariamente en las, ccupaciones précticas de la vida. Si una distincién funciona bien para los propésitos pricticos de la vida ordinaria (lo cual no deja de ser una hhazafa, pues incluso la vida ordinaria esta llena de cosas dificiles), en- tonces es seguro que algo tiene que haber en ella; aunque es de esperar ‘que no sea la mejor forma de ordenar las cosas si nuestros intereses som més amplios 0 més intelectuales que los ordinarios. [.. Ciertamente, ‘pues, el lenguaje ordinario no es la tiltima palahra: en principio, en todo lugar puede ser complementado, mejorado y sustituido. Pero, recorde- ‘mos, es la primera palabra [Austin, 1970: 177] Una buena vfa de acercamiento a cualquier clase de problema —in- cluidos los problemas especificamente lingisticos— pasar4, pues, ne- cesariamente, por un examen pormenorizado de las distinciones que establece el lenguaje de cada dia. Y es precisamente observando las istinciones dentro de nuestra lengua cotidiana como Austin nota al- gunas propiedades interesantes de ciertos tipos de enunciados, lo cual Ie llevara a formular su teoria de los predicados realizativos. 1.2, CONTRA EL VERIFICACIONALISMO. De otro lado, es especialmente interesante para la lingiifstica en ge- neral, y para la teorfa del significado en particular, el hecho de que Austin se sitiie fuera de la linea en que solian colocarse los filésofos con respecto a la verdad o la falsedad: para ellos, las proposiciones se caracterizaban siempre como verdaderas 0 falsas, y sobre estas nocio- nes esté edificada una buena parte de la logica y de la filosotia del len- suaje. Sin embargo, est4 claro que todas las Ienguas tienen una variedad de estructuras mucho mayor de la que toman en consideracién los fi- Iésofos cuando se ocupan del Ienguaje. De oraciones como (1) a. gCudndo has legado? b, {Sal de la habitacién inmediatamente! €. Ojalé dejara de llover. no puede decirse que sean ni verdaderas ni falsas: no pueden evaluar- se de acuerdo con su correspondencia o no con la realidad, ya que nin- guna de ellas esté pretendiendo refiejar un estado de cosas existente No tenemos que retroceder muy lejos en Ia historia de a Filosofia para encontrar fildsofos dando por sentado, como algo mas o menos na- ‘tural, que la dnica ocupacién interesante de cualguier emisién es ser ver- 46 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA, dadera 0, al menos, falsa, Naturalmente, siempre han sabido que hay otros tipas de cosss que decimos (cosas como imperatives, Ias expres nes de deseos, exclamaciones), algunas de las cuales han sido incluso clasificadas por los graméticos [..]- Pero, con todo, los filésofos han dado por sentado que las nicas Cosas en que estin interesados son las femisiones que registran hechos o que desctiben situaciones con verdad © con falsedad. En los tiempos recientes este tipo de postura ha sido puesta ea duda (Austin, 1970: 217-218). Por otro lado, sabemos que el patron normal para decidir si un enunciado es verdadero es el de su correspondencia con los hechos. Ahora bien, como Austin sefials, «ser falso no es corresponder a un no-hecho, sino corresponder incorrectamente a un hecho» (1970: 128, nota 24). Pero es que, ademés, la correspondencia o no con los hechos no puede entenderse —como se ha venido haciendo— como una ca- racterizacién bipolar, que sélo utiliza dos valores, ni siquiera en el caso evidente de los enunciados mAs puramente descriptivos. A la hora de evaluar la correspondencia de un enunciado con un hecho, el Jenguaje corriente reconoce una buena gama de matices «interme- dios», que el andlisis Biloséfico no deberfa ignorar: Decimos, por ejemplo, que un determinado enunciado es exagerado, 0 vago, o érido; una descripciéa, un tanto tosca, 0 desorientada, 0 no ‘muy buena; um relato, més bien general o demasiado conciso, En casos como éctos es intitil insistir en decidir en términos simples si el enum ciado es ‘verdadero o falso’ (Austin, 1970: 129] Y tampoco basta con evaluar la verdad de los enunciados de acuer- do con los hechos que pretenden reflejar. Hay que tomar en conside- racién, al menos, una variable més: no sdlo tiene que tenerse en cuen- ta el grado de correspondencia con la realidad; es necesario conside- rar también el propésito general con que se describe dicha realidad: Hay diversos gracios y dimensiones de éxito al hacer enunciados: los ‘enunciados se ajustan a los hechos siempre més 0 menos laxamente, de diferentes formas en diferentes ocasiones para diferentes intentos y pro- positos. Lo que puede que obtenga los maximos resultados en una prue- ‘ba general de conocimiento, puede que en otras circunstancias obtenga, un simple aprobado. ¢Qué pasa, ademas, con el amplio ndimero de oca- siones en que un erunciado no es tanto falso (o verdadero) como fuera de lugar, inadecuado [...]? (Austin, 1970: 129] Queda, asf, perfilado uno de los conceptos que resultaran funda- mentales en la teoria pragmética: se trata de Ia idea de adecuacién del enunciado. No es suficiente con caracterizar un enunciado diciendo si AUSTIN Y LA FILOSOFIA DEL LENGUAJE CORRIENTE 47 €s verdadero 0 falso; hay que valorar también su grado de adecuacién a las circunstancias en que se emite, De este modo, se abre la puerta al estudio de toda la serie de variables situacionales que determinan las condiciones de adecuacién de los enunciados. 1.3. La FALACIA DESCRIFTIVA Intimamente ligada a la conviccién de que los enunciados no son s6lo verdaderos o falsos, nace una idea que es, tal vez, una de las més importantes y, sin duda, uns de las que han resultado més fructiferas, en sus desarrollos posteriores: se trata de Ja idea de que el lenguaje no es exclusivamente descriptivo, ni siquiera por lo que se refiere a los, enunciados formalmente declarativos. La descripcién de estados de cosas existentes en el mundo y la transmisin de informacién no son las tinicas funciones del lenguaje: es decir, un enunciado puede de- sempefiar diferentes funciones, una de las cuales —pero no la tinica— es describir un estado de cosas. En otras ocasiones puede ser parte im- portante del cumplimiento de una accién. Es lo que ocurre, por ejem- plo, con la frase Si, quiero dicha en las circunstancias adecuadas: no describe un estado de cosas, sino que realiza una accién. Emitir expresiones rituales obvias, en las circunstancias apropiades, no es describir Ja accion que estamos haciendo, sino hacerla.(...) Tales expresiones no pueden, estrictamente, ser mentiras [Austin, 1970: 107. 108}. El interés de esta perspectiva radica no en su originalidad —para los linguistas este hecho resulta bastante claro—, sino en el hecho de que supone también un punto de inflexién en la historia de la filoso- fia del lenguaje: los filosofos normalmente se ocupaban del lenguaje tomando sélo en consideracién su faceta descriptiva; con la propues- ta de Austin los enunciados no descriptivos adquieren un lugar propio dentro de la reflexién filoséfica. 2, Los enunciados realizativos 2.1, La DISTINCION ENTRE ORACION Y ENUNCIADO Como acabamos de ver, Austin comienza por sefialar que el estu- dio que se haga del significado lingtistico no debe excluir toda la gama de oraciones que no pueden considerarse ni verdaderas ni fal 48 INTRODUCCION A LA PRAGMLATICA sas; pero seguidamente afiade una precisién fundamental: ser verda- deras o falsas no es una propiedad intrinseca de las oraciones, sino de los enunciados. Es necesario, entonces, establecer una distincién pre- cisa entre ambos conceptos. Una oracién es un tipo de estructura gramatical, abstracta, no rea- lizada. Un entinciado, en cambio, es la realizacién concreta de una oracién emitida por un hablante concreto en unas circunstancias de- terminadas. Con respecto a las oraciones, puede decirse que son elipticas, o cam- puestas, © aliterativas o agramaticales. (..] Un enumeiado se hace, y el hhacerlo #s un evento histérico: la emisién, por parte de un determinado hhablante 0 esctitor, de determinadas palabras (una oracién) a una au- diencia, con referencia a una situaci6n, evento, o lo que sea, hist6ricos [Austin, 1970: 120-121] Una oraci6n, en cuanto unidad gramatical, sélo se puede evaluar en términos estrictamente formales (por el orden en que aparecen sus elementos, por su buena o mala formacién, por la complejidad de su estructura, etc), y no en términos de verdad o falsedad. Si pue- den utilizarse, en cambio, los conceptos de verdadero o falso al ha- blar de enunciados (al menos, de aquellos que pretenden reflejar un hecho). El razonamiento de Austin es el siguiente. Si hemos dicho que la verdad se mide evaluando la correspondencia de una descripeién con respecto a los hechos que trata de describir, umo de los factores deci- sivos para determinarla sera de naturaleza externa al lenguaje mismo. Como consecuencia de ello, es imposible considerar que la verdad sea una nocién de naturaleza’gramatical, puesto que depende directa: mente de la situaci6n extralingiistica. El problema de la verdad no es, por tanto, un problema del sentido oracional, sino del uso particular de una oracién determinada, pronunciada por un hablante concreto en determinadas circunstancias. A ello se refiere Austin (1970: 122) cuando dice que «un enunciado es lo que es verdadero». No hay que interpretar demasiado literalmente estas palabras, en el sentido de que s6lo son enunciados las emisiones verdaderas de las oraciones, sino, mis bien, como «sélo los enunciados, y no las oraciones, pueden ser verdaderosr. Ello no implica, claro esté, que deban serlo. Para Austin, los enunciados son tipos de acciones; las oraciones son tipos de estructuras gramaticales. Los enunciados estan hechos de ‘oraciones; pero cada una de las emisiones de una misma oracién cons- tituye un enunciado diferente: AUSTIN Y LA FILOSOFEA DEL LENGUAJE CORRIENTE 49 Los enunciados se hacen; las palabras o las oraciones se usan. Ha- blamos de un enunciado, pero de fas oraciones castellanas. La misma oracién puede usarse para hacer diferentes enunciados (yo digo «Es ‘mion; ti dices «Es mfos); puede usarse en dos ocasiones 0 por dos per sonas para hacer el misrao enunciado, pero para eso la emisién debe ha- cerse con referencia a la misma situacion o evento (Austin, 1970: 121], 2.2, PALABRAS Y ACCIONES A partir de aquella primera intuicién desarrollada como critica de la falacia descriptive, Austin va construyendo la teoria de los enuncia- dos realizativos (performative utterances). El enunciado realizativo tie- nne unas caracteristicas propias: 1) desde el punto de vista gramatical es una oracién declarativa; n) vaen primera persona de singular del presente de indicativo; 1M) no se trata de una expresién carente de sentido; pero 1) no puede ser calificada como verdadera o falsa, sino como adecuada o inadecuada. Los enunciados realizativos se oponen a los enunciados constatati- vos, que sf describen estados de cosas y que, por lo tanto, si pueden evaluarse en términos de verdad o falsedad. Como ejemplos de enunciados realizativos pueden considerarse sexpresiones rituales» como @) a Le pido disculpas b. Bautizo este barco con el nombre de Lolica ¢. Te apuesto cinco duros a que mafiana lovers Al emitir uno cualquiera de estos enunciados, el hablante no est meramente registrando un estado de cosas, transmitiendo una infor- macin, 0 describiendo una accién: la esta haciendo. Por ejemplo, cuando uno dice Le pido disculpas, no est pretendiendo simplemente informar a su interlocutor de algo que éste ignora; realmente esta realizando —de ahi el nombre de enunciados realizativos— la accién de pedirle disculpas. Es cierto que el enunciado puede, de hecho, infor- mar a otra persona de cual es la accién que se est levando a cabo; pero ésta es sélo una consecuencia secundarie. Los enunciados realizativos se usan para llevar a cabo diferentes ti- pos de acciones, mas o menos ritualizadas o convencionalizadas, uno de cuyas episodios principales —si no el principal— consiste precisa- mente en pronunciar determinadas palabras. De hecho, es dificil ima- 50 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA ginar una manera de pedir disculpas a alguien que no consista en la expresiGn de una frase semejante a ésta. Y lo mismo ocurre en el caso de una apuesta o de la botadura de un barco. Ello no significa —cla- ro esté— que algunas acciones convencionalizadas no se puedan Tea- lizar sin palabras, Por ejemplo, para apostar a la ruleta no es necesa- rio pronunciar frase alguna; basta con que uno coloque la ficha en la casilla correspondiente al ntimero por el que desea apostar. Precisamente es su cardcter de accién, y no de descripcién, le que confiere a los enunciados realizativos sus propiedades especiales. Puesto que son expresiones no descriptivas, no pueden considerarse ni verdaderas ni falsas. Y, por formar parte de la realizacién de una ac- cin, suelen aparecer en primera persona de singular del presente de indicativo: si el enunciado lleva el verbo en pasado 0 en otra persona gramatical (Le pedf disculpas; le piden disculpas), la lectura realizativa es précticamente imposible, de modo que sdlo se obtiene la interpre- tacién descriptiva. El humor ha explotado a veces el recurso de la po- sible ambigtiedad entre la lectura realizativa y la constatativa, como en el siguiente chiste: (3) _ El boxeador esté rectbiendo una paliza considerable de un adversa- rio francamente agresivo y colético, En vista de que su inferioridad es manifiesta y su estado fisico es ya lamentable, su preparador le aconse- Ja desde el rincén: Tira Ia toalla! {Tira la toalla El boxeador, medio muerto, responde: —Tirdrsela, no; en todo casa, se la daré en la mano, para que no se enfade todavia més. Ademds de tener propiedades externas diferenciadas, los realizati- vos poseen también condiciones especiales de emisi6n. Austin (1970: 219-220) precisa al respecto que «las palabras tienen que decitse en las circunstancias apropiadas». En caso contrario, la emisi6n y el acto realizado cpueden fracasar de maneras especiales», si fallan de un modo u otro las convenciones que regulan el cumplimiento de dichas, aceiones. Por ejemplo, en el caso de Le pido disculpas, se espera que ‘quien pronuncia este enunciado realmente quiera disculparse; pero si esto no es asi, uno no puede decir en sentido estricto que el enuncia- do era falso, sino més bien que la peticién fue insincera, que no se albergando los sentimientos requeridos. Lo mismo ocurre si el que pronuncia Jas palabras rituales para la botadura del barco no es la per- sona que tiene potestad para hacerlo: en este caso, el acto resulta nulo. Y si, cuando se apuesta una cantidad, uno no piensa pagar la deuda gue pueda contraer, decimos que la apuesta se hizo de mala fe. AUSTIN Y LA FILOSOF{A DEL LENGUAJE CORRIENTE 31 2.3. LOS INFORTUNIOS La idea de que los enunciados realizativos, a pesar de no ser ni ver- daderos ni falsos, pueden ser inadecuados 6 desafortunados, lleva a Austin a desarrollar la teorfa de los infortunios. Hemos visto que la emisién de determinadas palabras es, en mu- chos casos, un paso obligado en Ia realizacién de determinado tipo de acciones convencionales. Pero hemos visto también que no basta con. las palabras: éstas tienen que emitirse siempre en las condiciones re- quetidas. Un fallo o una violaci6n de cualquiera de estas condiciones da lugar a un infortunio. Veamos, entonces, cudles son las reglas 0 condiciones que, segiin Austin (1962: IID, se aplican a los actos ritua- lizados: A.D) Existencia de un procedimiento convencional —con un efec- to también convencional— que incluya la emisién de deter- minadas palabras por parte de determinadas personas y en determinadas circunstancias; ademés A2) las personas y circunstancias que concurren deben ser las apropiadas para el procedimiento, B.1) Todos los participantes deben actuar de la forma requerida por el procedimiento; y ademas B.2) deben hacerlo asf en todos los pasos necesarios. T.1) Cuando el procedimiento requiere que las personas que lo realizan alberguen ciertos pensamientos o disposiciones de 4nimo, deben tenerlos; ademas 1-2) los participantes deben comportarse efectivamente de acuer- do con tales pensamientos. ‘Todos los actos altamente convencionales se prestan a suftir infor- tunios; ahora bien, el infortunio sera diferente tanto en su naturaleza como en sus consecuencias segtin cudles sean la condicién 0 condi- ciones que no se cumplen. Si el fallo esté en las condiciones A (esto es, si no existe el proce- dimiento, 0 sino puede hacerse valer en la forma en que se intent hacerlo), el infortunio se denomina mala apelacién al procedimiento. Si el fallo atatte a las reglas B (cuando los pasos requeridos se levan 1 cabo incorrectamente), se habla de mala ejecucién de! procedimien- zo. En ambos casos, la consecuencia es que el acto realizado es nulo, © carente de efecto; en este sentido, puede decirse que las reglas Ay B constituyen una tnica clase, ya que la violacion de una cualquiera p: 52. INTRODUCCION A LA PRAGMATICA, ono oe Peet vesoigron 708 es I sonra ‘ . | i ves ne ee Zany Penner atti qiee HSceTecee eect 1 ue oe sa spleacones vases hoorduooe sous 3.1 de ellas da lugar a un mismo tipo de resultado: el acto resulta nulo en ambos casos. A esta clase de infortunios Austin les da el nombre ge- nérico de desaciertos. La violacién de las reglas T, en cambio, da lugar a un tipo distinto de efecto: produce un acto «hueco», es decir, un acto aparentemente valido en la forma externa, pero sin el contenido necesario. Austin lla- ma abusos al conjunto de los infortunios que producen actos «huecos». Las diferentes clases de infortunios quedan reflejados en el esque- ma 3.1, Segiin puede verse en él, la transgresi6n de cada una de las re- alas recibe un nombre diferente, excepto en el caso de las violaciones de la regla A.1, para las que Austin no encontré un término adecuado. ‘Veamos un ejemplo de cada tipo de infortunio. El enunciado de (4) (4) Me divorcio de ti puede ser informativo, o puede declarar las intenciones del hablante, pero no puede considerarse como un realizativo, ya que en nuestra so- iedad no existe una convencién que establezca que esta férmula ve para divorciarse. Si se pretendiera utilizar con este fin, su emisin seria una violacién de la regla A.1, y el resultado serfa un acto nulo, sin validez. Sin embargo, repetida tres veces, es una formula conven: ional que tiene entera validez entre los musulmanes. AUSTIN ¥ LA FILOSOFIA DEL LENGUAIE CORRIENTE 53 Como vimos més arriba, si la persona que bautiza un barco no es la persona autorizada para hacerlo, también nos hallamos ante una ‘mala apelaci6n, pero en este caso la regia transgredida es la A.2 (mala aplicacién); el resultado ¢s, nuevamente, un acto sin efecto. Las malas ejecuciones tienen que ver con la realizacién de los pa- sos requeridos en la secuencia adecuada. Si el oficiante de una cere- monia de boda invierte el orden de las diferentes partes de que cons- ta el acto, el resultado es una violacién de la regla B.1 y el acto resul- ta viciado. Si, en cambio, omite alguno de dichos pasos (por ejemplo, cl intercambio de anillos), se viola la condici6n B.2, y el acto es in- concluso. Ambos infortunios dan lugar también a un acto nulo, en particular cuanto més convencionalizado y regularizado se halle el procedimiento. La vida cotidiana ha relajado un poco las exigencias a este respecto, y es relativamente normal que demos por buenos algu- nos actos mal ejecutados: pensemos, por ejemplo, en la situacién en que alguien que acude con regularidad a una tienda se olvida un dia del dinero necesario y el dependiente le permite diferir el pago; a pe- sar de que falta el paso final, tendemos a considerar que la compra- venta se ha efectuado. En cambio, para la Administracién publica —menos flexible—, cualquiera de estos infortunios, por pequefio que sea, da lugar a un defecto de forma que anula de raiz el acto admi- nistrativo realizado. El incumplimiento de las reglas [1 y I.2 produce un acto hueco. Del emisor de un enunciado como () Te felicito por tu ascenso se espera gue realmente quiera hacer llegar su sincera felicitacién a su interlocutor; pero si en el fondo esta lamentando su buena suerte, el acto es ciertamente vélido, pero simulado, insincero: el fallo afecta la condicién F.1. En cambio, cuando se hace una promesa sin la in- tencién de comprometerse a realizar lo prometido, la condicién trans- gredida es la I.2, y el resultado es un incumplimiento. ‘La clasificaciOn de Austin no pretende ser exhaustiva: ni es com- pleta, ni las clases de infortunios son mutuamente excluyentes. De he- cho, y en primer lugar, se puede transgredir més de una convenci6n a la vez: y, en segundo lugar, no siempre las diferencias entre las trans- gresiones son del todo nitidas. Sin embargo, constituye un buen pun- to de partida para tratar de explicar los tipos de infortunios existentes. Cuando se trata de actos muy convencionalizados, los infortunios pueden tener consecuencias que traspasan el ambito de lo lingaistico y se adentran en el terreno de lo legal. El lenguaje jurfdico ha desa- rrollado toda una serie de etiquetas propias para calificar los diferen- 54 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA tes tipos de infortunios. Ante las malas apelaciones a un procedi- miento, la justicia contesta con un no ha lugar; ante las malas ejecu- ciones concluye —como vimos— que se ha producido un defecto de forma; el resultado es siempre la anulacion del acto. Por el contratio, ante los abusos (simulaciones, incumplimientos), admite la validez del acto realizado, pero reacciona penalizandolo con diferentes tipos de sanciones. 2.4, REALIZATIVOS FRENTE A CONSTATATIVOS Austin ha caracterizado los enunciados realizativos como aquellos que estan ligados a la ejecucién de ciertos tipos de actos convencio- nales o ritualizados. Frente a los enunciados constatativos, que des- criben estados de cosas y se evaltian en términos de verdad 0 falsedad, Jos realizativos sélo pueden considerarse adecuados o inadecuados. Otras propiedades formales, como la aparicién de los realizativos en primera persona de singular del presente, contribuyen a marcar la di- ferencia entre ambos tipos de enunciados. Austin sefiala a este res- pecto que hay una asimetria sistematica entre esa forma (primera persona de sin- gular del presente de indicativo] y las otras personas y tiempos del mis- ‘myo verbo. El hecho de que haya esta asimetria es precisamente la nota mis caracteristica del verbo realizativo (Austin, 1962: 105], En teorfa, y sobre el papel, la distincion puede resultar suficiente- mente clara; sin embargo, como el propio Austin sefiala, en la reali- dad las cosas son algo mas complejas. Para empezar, hay enunciados realizatives que no aparecen en primera persona de singular del pre- sente de indicativo: © a. Se advierte a los passjeros que. b. Por la presente, est usted autorizedo a.. La compatifa advierte a los pasajeros que. Por la presente, el Ministerio le concede la autorizacién que usted solicits para, mA Parece innegable que los enunciados que comienzan como los de (6) y (7) tiene el mismo derecho que los de (8) a ser considerados rea- lizativos: AUSTIN ¥ LA FILOSOFLA DEL LENGUASE CORRIENTE 55 (8) a. Advierto a los pasajeros que b. Por la presente le autorizo a... De otro lado, un gran ntimero de expresiones en primera persona de singular del presente de indicative no dan lugar a enunciados rea- lizativos. Tal es el caso, por ejemplo, de enunciados que describen ac- ciones habituales, como los de (9): (9) a. Yo s6lo prometo una cosa cuando sé que puedo cumplirla Bb. Todos los sdbados apuesto 2.000 pesetas en las carreras En la misma situacion se encuentran los llamados «usos hist6ri- cos», © narrativos, del presente: (10) ..y después de aquello, apelo contra Ia sentencia. Y hay también algunos verbos que simplemente funcionan como indicadores, pero no dan lugar a enunciados realizativos: (1) a. Me rio de ti Cito: «2 Ninguno de los ejemplos de (11) realiza por sf mismo el acto que describe; simplemente lo anuncia, ‘Ademés, se da el caso de que, incluso verbos tipicamente realizati- vos, como llamar, dar el nombre de.., etc., tienen usos descriptivos no ya en otras personas y tiempos gramaticales, sino también en prime- ra persona de singular del presente: (12) Llamo inflacién al exceso de dinero en pos de bienes escasos Finalmente, no todos los actos tienen su verbo realizativo corres: pondiente: disculparse e insultar son dos tipos de actos: pero, mien- tras que para llevar a cabo la accidn de disculparse uno debe decir algo parecido a Me disculpo, para insultar a alguien no basta con de- cirle Te insulto, sino que hay que proferir directamente ante él los tér- minos injuriosos, Los ejemplos anteriores han mostrado como desde el punto de vis: ta formal o gramatical resulta dificil mantener siempre la oposicion realizativoiconstatativo. La distincién se desdibuje atin mas si consi- deramos que muchos actos se realizan sin que para ello sea necesaria la utilizacién del predicado realizativo. Las acciones realizadas al emi- tir enunciados como los de (13) pueden equivaler a las de (14); pero en (13) no hay realizativo explicito: 56 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA, iGire! Yo girarfa c. Usted giré demasiado rapidamente Le ordeno que gire Le aconsejo que gire c. Le acuso de haber os irado demasiado deprisa Una manera de incluir todos los casos dentro de la misma tcorfa consiste en sugerit, como hace Austin, que realmente no hay diferen- cia entre realizativos y constatativos. El contraste que observamos en- tre los ejemplos de (13) y los de (14) sélo radica en que los de (14) ha- cen explicito el tipo de acto realizado, mientras que en los de (13) es implicit, Podrfa decirse, entonces, que es reslizativa toda expresion reducible, expandible o analizable de modo tal que se obtuviera una for- ‘ma en primera persona de singular del presente de indicativo en voz ac~ tiva (Austin, 1962: 105], La relacién entre los enunciados de (13) y los de (14) seria, pues, de paréfrasis. La idea de que en todos los enimciados puede haber un predicado realizativo implicito dio lugar en los afios setenta a la la- mada hipétesis realizativa, uno de los intentos mas Hamativos de inte- grar la pragmitica en la sintaxis. Sobre ella volveremos en el capitulo siguiente (seccién 2.2. La idea de la existencia de un realizativo implicito es, efecti- vamente, tentadora, porque permite unificar el andlisis de un buen numero de enunciados, y permite dar cuenta de manera natural del hecho de que muchas de sus propiedades derivan directamente de su. carfcter de accién, Ahora bien, el propio Austin reconace que Ia equi- paracién se presta a errores. Por un lado, resulta evidente que no hay ‘una equivalencia absoluta entre enunciados como Estaré alli y Prome- 40 estar allt: 3610 en el primer caso el interlocutor puede preguntar si el enunciado es 0 no una promesa; y sdlo en el primer caso son igual- mente adecuadas respuestas como St lo prometo, o No, pero me pro- pongo estar all, 0 No, pero preveo que podré ir. Ademés, por otro lado, no puede decirse que haya una correspondencia constante entre for ma linglistica y tipo de acto realizado, de modo que una misma forma gramatical puede usarse para realizar acciones muy diferentes entre sf: un imperative como ;Hazlo! puede utilizarse para ordenar, autori- zax, sugerir, exigir, pedir, recomendar, advertir AUSTIN Y LA FILOSOFIA DEL LENGUATE CORRIENTE st 3. Locutivo / iloeutive / perlocutivo La distincion entre enunciados realizativos y enunciados constata- tivos, que en principio estaba bien establecida, parece ahora tamba- earse, especialmente por el hecho de que numerosos enunciados que no se ajustan a las especificaciones de los realizativos, presentan, sin embargo, muchas de sus caracteristicas, Ello sugiere la existencia de un cierto deslizamiento de todos los enunciados hacia el terreno de los realizativos, como si todos ellos tuvieran algunos elementos comunes. Tales rasgos comunes parecen depender, como ya difimos, del caréc- ter de accion que, de una manera u otra, poseen todos los enunciados. Partiendo de este supuesto, Austin elabora su famosfsima tricotomia acto locutivosilocutivo/perlocutivo. El acto locutivo es el que realizamos por el mero hecho de «decir algo»; pero el acto de «decir algo» es en si mismo una actividad com- pleja, que comprende, a su vez, tres tipos de actos diferentes: 1) acto fonico: el de emitir ciertos sonidos; ) acto fiitico: el de emitir palabras, esto es, secuencias de soni- dos pertenecientes al Iéxico de una determinada lengua; y emitirlas, ademés, organizadas en una construccién gramati- cal estructurada de acuerdo con las reglas de una lengua de- terminada; y m) acto rético: el de emitir tales secuencias con un sentido y una referencia mas o menos definidos, es decir, con un significa- do determinado. En consecuencia, él acto locutivo puede definirse como ela emision de ciertos Tuidos, de ciertas palabras en una determinada construc- cin, y con un cierto “significado”» (Austin, 1962: 138). El acto ilocutivo es el que se realiza al decir algo (tw saying some- thing). Para saber cual es el acto ilocutivo realizado en cada momen- to hay que determinar de qué manera estamos usando el enunciado: Es muy diferente que estemos aconsejando, o meramente sugiriendo, © realmente ordenando, o que estemos prometiendo en sentido estricto © sélo anunciando una vaga intencién, [...] Constantemente discutimos preguntando si ciertas palabras —un determinado acio locutivo— tenfan [a fuerza do una pregunta, o debian haber sido tomadas como una apre- iacién, etc. (Austin, 1962; 143-144). Finalmente, el acto perlocutivo es el que se realiza por haber dicho algo (ay saying something), y se refiere a los efectos producidos: 58 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA normalmente, decir algo producira ciertas consecuencias 0 efectos sobre los sentimientos, pensamientos 0 acciones del auditorio, o de quien emi= te la expresion, © de otras personas [Austin, 1962: 146] La distincién entre estos tipos de actos es sobre todo teérica, ya que los tres se realizan a la vez y simultdneamente: en cuanto decimos algo, lo estamos haciendo en un determinado sentido y estamos pro- duciendo unos determinados efectos. Pero es interesante distinguirlos porque sus propiedades son diferentes: el acto locutivo pasee signifi- cado; el acto ilocutivo posee fuerza; y el acto perlocutivo logra efectos. ¥, de hecho, podemos referirnos a ellos como si fueran realidades in- dependientes: (15) a. Me dijo: eDaselo a ella» b, Me aconsejé que se lo diera a ella c. Me convencié de que se lo diera a ella Con enunciados como (15)a estamos simplemente reproduciendo el acto locutivo de otra persona; (15), en cambio, recoge el acto ilo- cutivo realizado, es decir; la fuerza del enunciado; y (15)c hace expli- Cito el acto perlocutivo, el efecto logrado. A partir de esta tricotomia puede reexaminarse el problema de las relaciones entre enunciados y acciones. Para empezar, el reconoci- miento de que todo acto locutivo va acompafiado de actos ilocutivos y perlocutivos ayuda 2 explicar que incluso los enunciados menos cla- ramente realizativos tengan propiedades que los acercan a las accio- nes. De hecho, pueden observarse bastantes puntos de contacto entre los actos ilocutivos y los enunciados realizativos, aunque hay diferen- cias notables. En primer lugar, es diferente el grado de institucionali- zaci6n de unos y otros. Ademés, cual sea el acto ilocutivo realizado en uun enunciado particular depende decisivamente de toda una serie de factores externos; los realizativos explicitos, por el contrario, resultan inequivocos en cuanto al tipo de acto ilocutivo que realizan porque se identifican con él. Ello no quiere decir, por supuesto, que la fuerza ilo- cutiva de un determinado enunciado no pueda expresarse de forma explicita: Te aconsejo que se lo des a ella. Esta posibilidad esta exclui- den cl caso de los actos peslocutivos, Jo cual explica los contrasts de (1 (16) a. Te aconsejo que se lo des / #Te convenzo de que se lo des 1b, Te advierto que es peligroso / #Te asusto con que es pe- ligroso AUSTIN Y LA FILOSOFIA DEL LENGUATE CORRIENTE 59 El acto ilocutivo que se realiza esté previamente calculado por el emisor, que sabe siempre cual era el alcance exacto y la fuerza que quiso dar a sus palabras; los actos perlocutivos pueden intentar cal- cularse previamente, pero ello no asegura que el efecto logrado sea ‘exactamente el previsto: es posible no lograr producir el efecto desea- do, 0 producir efectos no deseados. Otro punto de contacto interesante es el de que todes los enuncia- dos —y no sélo los realizativos— se prestan a infortunios. Para des- cribir dichos infortunios, tienen plena validez las condiciones estable- cidas més arriba para los enunciados realizativos. Veamos algunos ejemplos: (17) @. Los hijos de Juan son rubios LY todos sabemos que Juan no tiene hijos] 4b, Enestos momentos de embargo, la emocién me jubila TEI emisor ha trastrocado algunas palabras} ¢, Esté Hoviendo TY no lo creo; de hecho, sé positivamente que hace un sol espléndido} Si uno hace referencia a algo inexistente, como en (17)a, el infor- tunio se asemeja a una mala apelacion, es decir, a una violacién de la condicién A.1; el resultado no es que el enunciado sea falso, sino que es nulo, Por otro lado, cuando se utiliza una palabra equivocada, como en (17)b, el emisor no necesariamente ¢s responsable de haber querido decir lo que ha dicho: se trata, simplemente, de una mala eje- cuci6n, y la regla afectada es la B.1; como consecuencia, estamos ante tun acto viciado, que también resulta nulo, Sin embargo, el destinata- rio tiende a sustituirlo mentalmente de manera automética por la se- cuencia correcta: En estos momentos de jtibilo, la emocion me embar- ga. Finalmente, el no albergar las creencias 0 sentimientos requeridos produce, como sabemos, un abuso, una transeresion de la condicién Til: el enunciado (17) es insincero. 4. Conclusion, Las distinciones establecidas por Austin son fundamentales en to- dos los estudios posteriores sobre el significado. Tres son, a nuestro Juicio, las mnds relevantes aportaciones del fil6sofo britanico: Del apoyo a la tesis de que el lenguaje no es sélo descriptive y, por tanto, no todos los enunciados tienen que ser necesaria- mente 0 verdaderos 0 falsos; 60 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA m1) el estudio de los enunciados realizativos, que establecen un estrecho vinculo entre lenguaje y accién siguiendo unas pau- tas de conducta convencionalmente establecidas; y 1m) Ia tricotomfa locutivo/ilocutivo/perlocutivo Por encima de todo ello, hay que sefialar que las ideas de Austin constituyen, sin duda, el fundamento de la moderna pragmitica, y el punto de origen al que necesariamente hay que retornar si se quiere tener una visién completa de lo que representa la incorporacién a la teorfa general del lenguaje de los principios que rigen las acciones. Lecturas recomendadas Demtro del enorme caudal de publicaciones generado por la obra filoséfica de Austin, pueden destacarse Strawson (19642), Warnock (1973) y Holdcroft (1978). Sbisé (1978) es una antologia muy atil. Como libros de tipo general pueden verse Récanati (1979) y Sbis4 (1989); Berrendonner (1982) ofrece una erspectiva critica, No hay que olvidar que al mismo tiempo que la filosofia anglosajona daba lugar a obras como Austin (1962), E. Benveniste desarrollaba en Francia ideas muy similares: véase Benveniste (1965), y una aplicacién en Anscombre (1979) CaptruLo 4 SEARLE Y LA TEORIA DE LOS ACTOS DE HABLA 1. Sus puntos de partida. — 2. Le tzorfa de los actos de habla. 2.1. Fuerza Alocutiva y forma linguistica. 2.2. La hipétess reslizativa. 23. Condiciones ae adecuacién de los actos loautivos. 24. El problema de los actos indi- rectos. — 3, Algunas erica, Los trabajos de J. Searle contintian la linea de investigacién ini- ciada por Austin, integrando sus ideas en un modelo més desarrolla- do y llevando hasta sus iltimas consecuencias muchas de las int clones apuntadas por el fildsofo briténico, Aunque Searle esté también més cerca de la filosofia que de la lingiifstica, sus teorfas supusicron. una extraordinaria popularizacién y difusin de ciertos temas floséfi- cos entre los estudiosos del lenguaje, y sirvieron de puente para que muchos lingitistas se interesaran por algunos tipos de problemas que hasta el momento parecian constituir una parcela reservada a los fi- losofos, 1, Sus puntos de partida La idea que sirve de base a toda la teorfa de Searle es el supuesto de que Habla una lengua es tomar parte en una forma de conducta (alta- mente compleja) gobernada por reglas. Aprender y dominar una lengua ‘2s (inter ali) haber aprendido y dominado tales reglas [Searle, 1969: 22] ‘Su hipétesis es, en la prictica, una extensin de las ideas de Aus- tin, Sigue habiendo en ella una clara identificacion entre acci6a y Jen- guaje, en el sentido de que el uso del lenguaje en la comunicacién se concibe como un tipo particular de accién. De hecho, el propio Sear- 62 INTRODUCCION A LA PRAGMAATICA Ie recanoce que Ia teorfa del lenguaje forma parte de una teorfa gene- ral de la accién, y llega incluso a afirmar que un estudio de las pro- piedades exclusivamente formales de una lengua no tendria sentido si no va acompatiado de un estudio sobre el papel que desempefian ta- les formas. Pero hay, ademés, en ella un segundo aspecto que no estaba pre- sente en Austin, o al menos no lo estaba de manera tan nitida: se trata de la idea de que tode la actividad linglfstica —y no sélo ciertos tipos de actos ritualizados— es convencional, en el sentido de que esta con- trolada por reglas. Ello daré como resultado una extensién tanto de los Principios que regulan los diferentes tipos de actos, como de las conse- cuencias que los fallos o las violaciones de tales principios puedan te- ner en la interpretacién y calificacién de los actos a los que afectan, La hipétesis de partida se presentara luego de una manera mas precisa y detallada: La forma que tomaré esta hipétesis es 1a de que hablar una lengua onsite en realizar acos de habla, actos tales como hacer afimaciones statements], dar Srdenes, plantear preguntas, hacer promesas, etc., ms abstractamente, actos tales conto referie y predicar; y, en segundo lugar ue cstos acts son en general posbles gracias a, ya zealizan de acuerdo con, ciertas reglas para el uso de los elementos lingtsticos [Searle, 1969: 25-26] El acto de habla —esto es, la emisién de una oracién hecha en las condiciones apropiadas— es la unidad minima de la comunicacin linguistica. Las oraciones (en cuanto unidades abstractas, no realiza- das) no pueden ser las unidades basicas de la comunicacién humana, porque carecen de la dimensién fundamental para ello: no han sido producidas. La nocién de acto de habla se convierte, de este modo, en el centro de la teorfa de Searle, 2.. La teoria de los actos de habla E] uso del lenguaje est4 regulado por reglas y principios, al igual ‘que ocurre, por ejemplo, con los reglamentos de un juego. Pero no hay que olvidar que, junto a las reglas propiamente dichas, deben existir determinadas actitudes por parte de los participantes. Searle (1969: 43, nota 1) sefiala a este respecto que En la nocién de «actuar de acuerdo con Jas reglas», intento incluir las reglas que hacen claro cual es wla meta del juego». Ademés, pienso ‘que existen algunas reglas cruciales para los juegos competitivos que no SEARLE ¥ LA TEORIA DE LOS ACTOS DE HABLA 6 son peculisres de éste o aguel juego. Por ejemplo, pienso que ¢s una re- gla de Ios juegos competitivos el que cada parte se comprometa a inten ‘tar ganar. Obsérvese a este respecto que nuestra actitud hacia el equipo ‘ hacia ol jugador que deliberadamente pierce Ia partida es la misma que hacia el equipo 0 jugador que hace trampa. En ambos casos se vio- Tam las reglas, aunque las reglas sean de diferentes clases De este modo, el lenguaje 0, mas apropiadamente, el uso del len- guaje en la comunicacién, esta sometido a una serie de reglas —ello no implica que sean conscientes— que gobiernan cualquier emision lingaistica. Los infortunios de que hablaba Austin para los enunciados realizativos no son sino un caso ids de diversos fallos en la correcta aplicacién de las reglas. Y estos principios reguladores que utiliza. el lenguaje no son, en esencia, diferentes de los que se siguen en todas las actividades humanas. Para analizar cualquier tipo de acto ilocutivo, Searle (1969) propo- ne un modelo que recoge tanto las caracteristicas formales de la ore- cién emitida, como las condiciones que deben darse en las circuns- tancias de emisiOn para poder realizar con éxito un determinado tipo de acto, 2.1. FUERZA ILOCUTIVA Y FORMA LINGUISTICA Ya que para Searle la nocién central ¢s la de acto de habla, habré que preguntarse cual es la relacién entre fuerza ilocutiva y forma lin- giifstica. En este sentido, su propuesta no puede ser més radical: am- bos conceptos estén intimamente unidos por una relacién regular y constante. Pues de la misma manera que forma parte de nuestra nocién de sig- nificado de una oracién el que una exaision liveral de esa oracién con ese significado en un cierto contexto constituye la realizacion de un acto de habla particular, asi también forma parte de nuestra nocién de acto de habla el que exista una oracién (u oraciones) posibles, cuya emision, en cierto contexto, constituirfa, en virtud de su(s) significado(s), una rea Lizacin de ese acto de habla (Searle, 1969: 27]. Ello implica, por ejemplo, que hay una relacién sistematica entre Ja forma lingifstica inperativo y el acto de habla mandato, o entre ora- ccidn interrogativa y pregunta La identificacién extrema entre fuerza ilocutiva y forma lingiisti- ca tiene importantes consecuencias en la propia estructura de la teo- rfa del lenguaje. La de mayor alcance es, sin duda, la de desdibujar, de 64 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA, hecho, la frontera entre semAntica y pragmética; 0, mejor dicho, la de incluir una buena parte de lo que normalmente consideramos prag- mitico en el terreno de Ia seméntica: puesto que la fuerza ilocutiva pasa a ser una parte constitutiva de la caracterizacién sintéctica de las, estructuras oracionales mismas, el estudio de los actos ilocutivos es tuna parcela de la semantica. No hay, por tanto, dos estudios seménticos distintos ¢ irreductibles: por un lado un estudio de los significados de las oraciones y por otro un estudio de las realizaciones de los actas de habla [Searle, 1969: 27], La distincién propuesta por Austin entre oracién y enunciado era un intento de mantener independientes desde el punto de vista tedri- co las propiedades puramente lingilsticas, abstractas —entre ellas, por supuesto, el significado—, y las acciones que pudieran realizarse por medio de emisiones concretas. Como queda patente en el texto an- terior, para Searle la diferencia que suele establecerse entre seménti- ca y pragmatica es artificial y no debe ser mantenida, ya que, en su opinion, cada uno de los tipos de acto de habla esté convencional- mente asociado con una determinada estructura lingiistica. Ello no significa, sin embargo, que Searle no distinga entre el con- tenido proposicional y la fuerza ilocutiva. De hecho, en la produccién de un enunciado se puede individualizar tres tipos de actos diferentes: 1) acto de emisién: emitir palabras, morfemas, oraciones; 3) acto proposicional: referir y predicar; y mm) acto Wocutivo: enunciar, preguntar, mandar, prometer.. De otro lado, el significado de cualquier oracién podré analizarse en dos partes: 1) un indicador proposicional, que es el contenido expresado por la proposicién (en general, la unin de una referencia y una predicacion); y n) un indicador de fuerza ilocutiva, que muestra en qué sentido (con qué fuerza ilocutiva) debe interpretarse la proposicién, y, en suma, cudl es el acto ilocutivo que esté realizando el ha- blante. Entre los indicadores de fuerza ilocutiva pueden sefia- larse la curva de entonacién, el énfasis pros6dico, el orden de palabras, y, por supuesto, los predicados realizativos. De acuerdo con esta biparticién, un acto ilocutivo se representa de manera genérica como una funcién entre una fuerza ilocutiva (repre- SEARLE Y LA TEORIA DE LOS ACTOS DE HABLA 6 sentada por la variable F) y un contenido proposicional (representado por la variable p): @ Fe) La variable ilocutiva F puede tomar diferentes valores, segiin cuél sea el acto ilocutivo representado. Entre estos valores estan los si- guientes: 2 asercién Pr promesa peticion 2 pregunta general (de sino) Asi, + (p) representa una asercién; Pr (p), una promesa, ete. A pesar de las dificultades que supone el intentar elaborar una cla- sificacién de los diferentes actos ilocutivos, Searle (1979: 29) propone una reduccién de todos ellos a cinco categorias principales, de acuer- do con los siguientes argumentos: No hay [..] un numero definido o indefinido de «juegos» 0 usos de! Jenguaje. Mas bien, la ilusion de un mimero ilimitado de usos esta en gendrada por una enorme falta de claridad acerca de lo que constitu. ye los critevios para delimitar un «juego» 0 uso lingitistico de otro. Si uusamos el fin llocutivo [illecutionary point] eomo nocién basica, i tonces hay un nimero més bien limitado de cosas que se hacen cor Tenguaje: decimos a la gente cémo son las cosas (actos asertivos); tea- tamos de conseguir que hagan cosas (directives); nos comprometemos hacer cosas (compromisivos); expresamos nuestros sentimientos y actitudes (expresivos); y producimos cambios a través de nuestras emit siones (declaraciones). A menudo, hacemos mas de una de estas cosas ala vez, En cuanto al contenido, cuando la proposicién consta de sujeto y predicado, se realizan también los actos de referir y predicar, con lo que la representacién interna de la proposicién puede realizarse como en (3), donde R representa la variable de la expresi6n referencial su- Jeto, y Pes la variable del predicado: (3) F(PR) ‘Veamos un ejemplo. El mismo contenido proposicional puede uti- lizarse con diferentes fuerzas ilocutivas: 66 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA (@) a Juan viene © (Ven, Juan) b. Prometo que Juan vendra Pr (VENIR, Juan) ¢. {Que venga Juan! ! (Venn, Juan) 4 jNiene Juan? > (VeNtR, Juan) Entre las ventajas de esta notaci6n esté la de que permite diferen- ciar con claridad la negacién proposicional de la negacién flocutiva: el contraste entre (5)a y (5) (3) @ No prometo venir b. Prometo no venir ¢ representa como en (6)a-b (para mayor claridad, omitiré la repre- sentacion interna del contenido proposicional, y utilizaré s6lo la va- riable p): (@) a -Pre) b. PrGp) |A veces hay indicadores ilocutivos sin que haya contenido proposi- cional propiamente dicho: es el caso de enunciades como (7) @ Ay! b. jViva el Betis! que deberfan recibir respectivamente una representacin como @) a F b Fin) donde n representa una frase nominal. Pero, por otro lado, la diferencia entre contenido proposicional ¢ indicador ilocutivo no siempre resulta nitida: en un enunciado como Prometo venir es dificil tomar una decisién sobre dénde erapiezan y dénde acaban el indicador ilocutivo y el contenido proposicional; es decir, sobre si su representacién correcta es la de (9) 0 (9)b () a Pr (Xo, VeNiR) b. © (Yo, PROMETER (Yo, VENIR)) SEARLE Y LA TEORIA DE LOS ACTOS DE HABLA 67 2.2, LA HIPOTESIS REALIZATIVA La hipétesis realizativa no es una propuesta de Searle, sino una adaptacién radical de sus teorfas elaborada en los anos setenta dentro del marco teérico de la semAntica generativa. En la década de los se- senta se habfan notado ya algunas inadecuaciones en los primeros andlisis transformacionales —como los de Chomsky (1957)—: por ejemplo, no explicaban claramente por qué se desencadenaban las transformaciones; 0 no justificaban las diferencias de significado que separaban dos oraciones relacionadas transformacionalmente. La hi- pétesis de la inmunidad, propuesta en Katz y Postal (1964), que esta- blecfa que las transformaciones no podian modificar el significado, es un intento de motivar las transformaciones tanto desde el punto de vista sintéctico como desde el interpretativo. La hipotesis realizativa lleva la hipétesis de la inmunidad a sus timas consecuencias. La hipétesis se conoce con este nombre precisa- mente porque identifica la parte no proposicional del significado de la oracién con el acto que el que habla realiza al emitirla, y propugna una representaci6n sintéctica para la fuerza ilocutiva. Toda proposi- cidn aparece dominada en Ia estructura profunda por un predicado realizativo abstracto, organizado de la siguiente manera: 1) un sujeto en primera persona; 1) un verbo realizativo abstracto, formado por rasgos como [+V1, +realizativo], [-comunicativo}, [ingifstico], y un ras- 9 especifico correspondiente al acto ilocutivo realizado, del tipo de [+asertivo], [+interrogativo], etc., que es la represen- tacién seméntica de la fuerza ilocutiva de la oracién; i) un objeto directo, que es la oraci6n analizada; y WY) un objeto indirecto referido a una segunda persona, es decir, al destinatario. Toda esta estructura puede ser elidida opcfonalmente. Ast, Ia ora- cin (10)a tendria, segin esta hipétesis, una estructura como (10): (10) a ¢Bajan los precios? b. Te pregunto si bajan los precios Las consecuencias m4s importantes de este tipo de anélisis son que la fuerza ilocutiva se considera una parte del significado profundo de la oraci6n, y que esta asimilada a su estructura sintéctica. Los argu- mentos que se esgrimen para defender esta propuesta son de natura- leza gramatical y se basan, fundamentaimente, en fenémenos de pro | 6 BXTRODUCCION A La PRAGMATICA nominalizacién y en ciertas restricciones de coaparicién de algunas expresiones adverbiales: pueden verse en Ross (1970) 0 Sadock (1974: cap. 2). Los problemas que plantea se trataran en la seccién 2.4. 2.3. CONDICIONES DE ADECUACION DE LOS ACTOS LocUTIVos Volviendo al modelo propuesto por Searle, hay que sefialar que éste distingue cuatro tipos de condiciones que gobiernan la adecuacién de Jos enunciados. Estas condiciones son las siguientes: 1) Condiciones de contenido proposicional: se refieren a las carac- teristicas significativas de la proposicién empleada para llevar a cabo el acto de habla, Si se trata de advertir a alguien, el contenido propo- sicional debe basarse en un acontecimiento 0 estado futuro; para dar las gracias, en cambio, el contenido proposicional debe referirse a un acto pasado hecho por el oyente. W) Condiciones preparatorias: son preparatorias todas aquellas condiciones que deben darse para que tenga sentido él realizar el acto ilocutivo, Searle lo ejemplifica diciendo que al ordenar a alguien que preste atencién es preciso tener sobre esa persona algtin tipo de auto- ridad, y ademés, es necesario que no estuviera prestando atencién an- tes, Sui cumplimiento se presupone por el mero hecho de llevar a cabo ese acto. 1) Condiciones de sinceridad: estas condiciones se centran en el estado psicolégico del hablante, y expresan lo que el hablante siente, © debe sentir, al realizar el acto ilocutivo. Searle (1969: 72-73) precisa, en este sentido, que Esta ley vale independientemente de si el acto es sincero o insincero, esto es, independientemente de si el hablante tiene o no efectivamente el estado psicologico expresado. Asi, aseverar, afirmar, enunciar gue p cuenta como una expresién de creencia de que p. WW) Condiciones esenciales: son aquellas que caracterizan tipol6gi- camente el acto realizado. O, dicho de otro modo, la emisién de cier- to contenido proposicional en las condiciones adecuadas, tal y como aparecen expresadas por los otros tipos de regla, cuenta como la rea- lizaci6n del acto que se ha pretendido llevar a cabo. De esta manera se quiere contar con un dispositivo tinico, capaz de dar cuenta de los principios que regulan la emisién de todos los actos, slocutivos en virtud de las diferentes posibilidades de combinacién de SEARLE Y LA TEORIA DE LOS ACTOS DE HABLA ° las variables que los integran, Es interesante sefialar que el de Searle, tras los analisis de Austin acerca de los diversos tipos de infortunios y fracasos de un enunciado realizativo, es el primer gran intento de ela- borar un esquema valido y eficaz, que permite realizar una seleccion de los elementos relevantes de entre aquellos que integran una situa- cién comunicativa. ‘Cuando las condiciones estipuladas no se cumplen en alguno de los aspectos, el resultado es también un cierto tipo de infortunio, que va~ sia en su naturaleza y consecuencias de acuerdo con cual sea la regla infringida. Por ejemplo, en el acto de pedir, el no cumplir la condicion de sinceridad (desear que el oyente realice una determinada acci6n, precisamente aquella que se le solicita que haga) da lugar a una emi- sin insincera. Y éste es, sin duda, un infortunio bastante diferente de los que se producen al fallar alguna de las condiciones preparatorias, or ejemplo, si el oyente es incapaz de realizar la accién que se le pide. El humor juega, a veces, con estas condiciones. Hay toda una legion de «chistes-adivinanza» construidos segin el siguiente esquema. Al- guien le pregunta a uno 2Qué hace falta para encender una vela?; uno en general suele comenzar a enumerar sin éxito los diferentes tipos de instrumentos auxiliares utilizados habitualmente para llevar a cabo tal accién; ante Ja constante negativa del que propuso la adivinanze, uno se da por vencido: Ia solucién correcta era Que esté apagada. La res- puesta no consiste, pues, en decir el nombre de un instramento, sino en expresar una de las condiciones preparatorias. La irritacién del que es sometido a esta bromita se justifica si tenemos en cuenta que, como afirma Searle, la realizacion de cualquier tipo de acto implica y pre- supone, en principio, que las condiciones preparatorias se satisfacen. ‘Veamos ahora como ejemplo completo la. caracterizacién de! acto ilocutivo de pregunta. De acuerdo con el modelo, este acto esté inti- mamente ligado a la estructura interrogativa, y presenta el siguiente anélisis (tomado de Searle 1969: 74-75): Contenido proposicional: cualquier proposicién 0 funeién propos Condiciones preparatorias: 1)_El hablante no sabe la «respuesta», esto es, no sabe si la pro- osicion es verdadera (como en ¢Viene Juan?) 0, en el caso de la fun- i6n proposicional, no conoce la informacion necesaria para comple- tar la proposicién (como en ¢Quién viene?). Esto sirve para las pre- guntas «reales», En las preguntas de examen, el hablante sélo desea saber si el oyente sabe la respuesta. 2) No es obvio para ninguno de los dos interlocutores que el oyente haya de proporcionar Ja informacién sin que se le pida. 70 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA Condicion de sinceridad: el hablante desea esa informacién. Condici6n esencial: la emisiOn del enunciedo cuenta como un in- tento de obtener del oyente esa informacién. 2.4, EL PROBLEMA DE LOS ACTOS INDIRECTOS El anélisis anterior puede ser, en principio, valido para las oracio- nes interrogativas usadas como peticiones de informaci6n, es decir, y segtin la propia terminologia de Searle, emitidas en sentido literal Esta sitmaci6n ejemplifica el caso més simple de significado: aquel en que el hablante emite una oracién y con ella quiere decir exactamen- te lo que dice; en tales circunstancias, la fuerza ilocutiva deriva direc: tamente del conocimiento que el oyente tiene de las reglas que go- biernan Ia emisién de dicha oracién. Ahora bien, es obvio que no todas las oraciones interrogativas se uusan para preguntar, como también Io es que no todos los imperati- vvos realizan el acto ilocutive de mandar, ni todas las oraciones decla- rativas tienen la fuerza de aserciones. Hay muchos usos en los que el hablante quiere decir algo ligeramente distinto de lo que realmente ex- presa: estos usos reciben el nombre de actos de habla indirectos (1) a Podrias hacerme este favor? 5. Me gustaria que hicieras esto En (11)a-b tenemos una interrogativa y una asertiva-desiderativa; sin embargo —y a pesar de que retinen las condiciones formales para ello—, en la mayor parte de los contextos su emisiOn no realizaré res- pectivamente los actos ilocutivos de pregunta o de mera expresién de tun deseo: en ambos casos es normal que se interpreten como peticio- nes. Estamos, pues, ante un enunciado que realiza un acto ilocutivo diferente del que su forma lingtistica haria prever. Los actos ilocutivos indirectos constituyen un serio problema para la teoria, ya que debilitan uno de sus presupuestos fundamentales: el de la existencia de una relacién constante entre forma gramatical y acto ilocutivo. El problema planteado por los actos de habla indirectos es el de como le es posible al hablante decir una cosa y querer decir esa cosa y algo més. Y puesto que el significado consiste en parte en la intencién de producir comprensién en el oyente, una gran parte de ese problema tr la de como le es posible al oyente el entender al acto de habla indi- ecto cuando Ia oracién que oye y entiende significa otra cosa diferente (Searle, 1975: 60] SEARLE Y LA TEORIA DE LOS ACTOS DE HABLA 7 Tiene que haber, por tanto, algtin factor capaz de modificar la in. terpretaciOn «literal» en favor de Ia otra, sin que se produzca por ello alguno de los infortunios seftalados. En 1969, Searle sugeria como explicacién que los actos de habla indirectos se producian cuando las oraciones empleadas estaban sa- tisfaciendo algunas de las condiciones necesarias para el acto indirec- to realizado, Generalmente la realizacién de un acto indirecto consis- te en indicar la satisfacci6n de la condicién esencial afirmando o pre- guntando una de las otras condiciones: en (Li)a se interroga sobre el cumplimiento de la condicién preparatoria de «ser capaz de evar a cabo la acci6n requerida»; en (11)b se expresa la condicién de since- ridad (el hablante realmente desea gue se realice la accién). De otto lado, la solucién propuesta por los defensores de la hipé- tesis realizativa para dar cuenta de los actos indirectos consistfa en decir que lo que varia es el predicado realizativo abstracto del que de- pende la oracién. Una estructura como (12) (12) Puedes ponerte un poco més a la derecha? puede interpretarse, en principio, bien como una peticién de infor- macién, bien como una peticién de accién. Segin estos autores, esta doble incerpretaci6n procede del hecho de que (12) es una oracién es- tructuralmente ambigua, es decir, remite a dos estructuras profundas diferentes, representadas en (13)a y (13)b: (13) @ Yo te pregunto si puedes ponerte um poco més a la de- recha b. Yo te pido que te pongas un poco més a la derecha La hipotesis resulta claramente insostenible, ya que conduce a afir- mar que una oracién con tres posibles lectures realizativas remitirfa a tres estructuras profundas, y asi sucesivamente hasta llegar a un nti- meto potencialmente ilimitado de interpretaciones diferentes y de es- tructuras diferentes. ‘Un camino distinto es el que sugieren Gordon y Lakoff (1971), adaptando algunas de las ideas de Grice —véase el capitulo 5— desde una perspectiva seméntico-generativista, Estos autores presentan su teoria tomando como ejemplo los principios que rigen la sinceridad de Jas peticiones: si A pide sinceramente a B que éste haga R, entonces sucede que: 1) A quiere que B haga R; n) A supone que B puede hacer R: R INTRODUCCION A LA PRAGMATICA m) A supone que B esté dispuesto a hacer R; y 1) A supone que B no hara R si no se le pide que lo haga, Este conjunto de condiciones de sinceridad determina, a su vez, un conjunto de postulados conversatorios. Tomemos los enunciados de (14), que son formas diferentes de hacer una misma peticién: (14) @ Quiero que sagues la basura ¢Puedes sacar la basura? ¢Sacarés la basura? @Quieres sacar la basura? eCémo es posible que, a pesar de tener formas gramaticales dis- tintas, todas ellas constituyan peticiones? La respuesta de Gordon y Lakoff (1971) consiste en decir que esto es posible porque cada una de ‘llas refleja una de las condiciones de sinceridad: para (14)a es t; para (1)b es n; para (14)o es tt y para (14)d es wv. De acuerdo con esta pro- puesta, hacer una afirmacién o una pregunta acerca de la condicién de adecuacién de un acto de habla cuenta como la ejecucién de ese acto de habla, cuando la fuerza literal esté bloqueada por el contesto. Es més, s6lo pueden hacerse afirmaciones sobre las condiciones ba- sadas en el hablante (Quiero X), y tipicamente se preguntan las con- diciones basadas en el oyente (;Puedes/quieres X?). De este modo se obtienen los postulados conversacionales que establecen equivalencias entre forma y acto indirecto: (15) @ Quiero que vengas + Te pido que vengas Drom (@, b, QUERER (a, R)) —> Prpir (a, b, R) b, Tengo la intencion de venir — Prometo venir DectR (a, b, TENER INTENCION (a, R) -> PROMETER (a, b, R) Més tarde, el propio Searle (1975: 60-61) modifica su teoria y re- chaza los anilisis realizativos y las propuestas de Gordon y Lakoff (1971), sugiriendo una explicacién en los siguientes términos: El hablante comunica al oyente mas de lo que dice basdndose en la informacién ce fondo compartida, tanto lingiistica como no lingtiftics, yen los poderes generales de raciocinio ¢ inferencia del oyente. [..] No hhace falta suponer Ia existencia de ningiin tipo de postulado conversa~ cional [..1, ni de ningin imperative oculto u otras ambigdedades simi- ares. De esta manera, Searle trata de evitar la multiplicidad de estructu- ras que se producen cuando una misma oracién se usa para realizar SEARLE Y LA TEORIA DE LOS ACTOS DE HABLA actos ilocutivos diferentes. Para explicar la interpretac terrogativa como (16) Puedes pasarme la sal? en Searle (1975) se proponen los pasos que detallamos a continuacién: 1) El emisor me ha preguntado si soy capaz de pasarle la sal. 1) Supongo que su comportamiento es cooperative y que su enunciado responde a un intencion determinada (principio de cooperacién). m) El contexto de la conversacién no indica ningtin interés teéri- co en mi habilidad para pasar la sal (informacién contextual). 3v) Ademés, el emisor probablemente ya sabe que Ja respuesta a Ja pregunta es si (informacién contextual) ¥) Por lo tanto, su enunciado no debe ser una simple pregunta. Probablemente tiene alguna finalidad ilocutiva ulterior (infe- rencia a partir de 1, u, my w). vi) Una condicién preparatoria para cualquier acto ilocutive di- rectivo es la capacidad del oyente para realizar el acto en cuestién (teoria de los actos de habla). vn) Por lo tanto, el emisor me ha hecho una pregunta cuya res- puesta afirmativa indica que se satisface la condicién prepa- ratoria para pedirme que pase la sal (inferencia a partir de 1 yw. vit) Sabemos que en la mesa se utiliza la sal, que las personas se Ja pasan unas a otras, ete. (conocimientos compartidos). 1) Al aludir a la satisfaccién de una condicién preparatoria para las peticiones, supongo que mi interlocutor quiere indicarme las condiciones de obediencia de una peticién (inferencia a partir de vt y vin). x) En ausencia de ninguna otra finalidad ilocutiva plausible, el emisor est4 probablemente pidiéndome que le pase la sal (in- ferencia a partir de Vy 0. Finalmente, otros autores, como Morgan (1978), sostienen que los actos indirectos son tipos de actos convencionales. Lo convencional en ellos es usarlos para ciertos cometidos. Esto significa que la lengua esté gobernada por dos tipos de convenciones: las propias del sistema lingUistico (como, por ejemplo, la relacién entre la forma de las pala- bras y su significado), y las convenciones de uso, que son de natura- teza cultural, y que se sittian a mitad de camino entre lo radicalmen- te convencional (Ja gramética) y lo natural (la pragmética). 4 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA Es cierto que, en el caso de ¢Puedes pasarme la sal?, podria decir- se que la distancia entre el significado literal y el de peticién se deri- va por inferencia. Pero, sin embargo, nuestra intuicién como bablan- tes nos dice que no hay un céleulo de inferencias propiamente dicho por parte del oyente. La aparente contradiccién se explica si pensamos que la relacién convencional entre este tipo de preguntas y una peti- cion es muy directa. Hay que suponer, entonces, que los mecanismos de inferencia pueden sufrir procesos de institucionalizacién. Para re- ferirse a estos casos, Morgan utiliza el nombre de implicaturas corto- circuitadas. De este modo, quedan resueltos algunos problemas, como el que plantea el hecho de que algunas expresiones, a pesar de ser seménti- camente equivalentes, no funcionan como actos indirectos con la mis- ma facilidad: (17) a Puedes dejarme mil pesetas (por favor)? b. GBres capaz de dejarme mil pesetas (#por favor)? Sélo el primer enunciado resulta una peticién natural; ello explica, de paso, que (17)a acepte la presencia de por favor, tipica de las peti- clones, mientras que ésta sea inadecuada en (17)b. La respuesta de Morgan, como la de Searle, consiste en afirmar que (17)a es una for- mula convencionalizada, y (17), no. 3. Algunas criticas El anilisis de los actos ilocutivos indirectos constituye el principal problema con el que tropieza la teorfa de los actos de habla. Hemos revisado algunas de las soluciones que se han sugerido, pero la cues- tidn esté muy lejos de quedar resuelta satisfactoriamente. En efecto, la propuesta sigue contando con serios problemas. N6- tese que para que una oracién tenga su sentido literal y realice el acto de habla esperado, debe emitirse en un contexto adecuado. Podriamos decir, por ejemplo, que una oracién imperativa literalmente realiza un acto de mandato si se emite en las circunstancias adecuadas; en caso contrario, la fuerza ilocutiva puede quedar modificada. Pero, si esto es asi, entonces es el contexto de la emisién —y no su forme lingilisti- ‘ca-— lo que determina qué acto de habla realiza una estructura ora~ cional dada. Resulta poco econémico afirmar que oraci6n y acto de habla estan indisociablemente unidos si nego hay que acaba conce- diendo que esta unién esta siempre « merced del contexto: tener que construir un mecanismo que, en determinadas circunstancias, modifi- SEARLE Y LA TEORIA DE 105 ACTOS DE HABLA 15 ‘que la fuerza ilocutiva basica de la oracién, parece ms costoso, des- de el punto de vista tedrico, que postular que las oraciones, como uni- dades abstractas, tienen un sentido constante, mientras que solamen- te los enunciados, como unidades actualizadas, pueden tener fuerza ilocutiva, y que ésta depende siempre del contexto. El enfoque resulta también insuficiente en algunos otros aspectos importantes, como seftala Franck (1981): 1) La atribucién de eetiquetas» como actos de habla a segmentos de comportamiento verbal parece muy arbitraria en varios sentidos: a) Ja segmentacién de la cortiente del discurso en actos de habla: Ja oracin gramatical no es la unidad bésica del discurso, por- que normalmente los actos de habla vienen realizados por més de une oracion; y b) Taasignacién a cada emision de una, y sélo una, denominacién de acto de habla, extraida de un repertorio finito. Resulta tam- bign antiintuitivo porque con un solo enunciado solemos rea- Iizar a la vez mas de un acto de habla. 1) El restringido vocabulario de la teoria de actos de habla obli- ga a no tomar en consideracién muchos de los factores que intervie~ nen en los enunciados. El resultado es una categorizacion demasiado simplista Tm) La teorfa de actos de habla es insuficiente para explicar el me- canismo de la interaccién. La indeterminacién de los actos de habla no es una imperfeccién de la comunicacién humana, sino un requisi- to previo para permitir una interacciGn flufda y en constante proceso de elaboracién. WN) El punto de vista adoptado es demasiado estético, y no pone de manifiesto la naturaleza dinémica y estratégica de la comunicacion humana. La légica interna del desarrollo de la conversaci6n se pierde si se disecciona el discurso en actos de habla. Las unidades del habla. no son shechos consumados», sino unidades en construccién. ¥) La perspectiva es excesivamente unidimensional, y no explica suficientemente los cambios que se producen a medida que se habla. Cada intervencién se convierte en la base de la reaccién siguiente. vi) La nocién de contexto en la teoria de los actos de habla es marginal: sélo se apela e él cuando las palabras «fallan» (casos de am- bigtiedad, actos de habla indirectos...). vi) Hay tres aspectos relacionados con el significado que no es- tén suficientemente explicados: 16 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA a) cémo se combinan el significado proposicional y el significado ilocativo; b) cémo funcionan las expresiones defcticas (fuertemente rela- cionadas con el contexto); ¥ 6) cémo se explica la vaguedad en las lenguas naturales. Ademés, quiz4 el principal problema —de él se derivan todos los demés— es el de que utiliza un nivel de abstracci6n inadecuado tanto al objeto que estudia como al tipo de resultados que serfa deseable ob- tener: El significado pragmtico no parece existir en abstracto, fuera de las realizaciones concretas, sino que se construye a partir de los ele- mentos que integran cada situacién comunicativa. ‘A pesar de todo ello, la teorfa de Ios actos de habla ha abierto pers- pectivas muy enriquecedoras y ha aportado soluciones valiosas a una gran parte de los problemas que plantea el estudio del uso efectivo del Tenguaje. La magnitud y la importancia que tal avance supuso estén hoy fuera de toda controversia. Lecturas recomendadas La teorfa de los actos de habla ha suftido diversas modificaciones desde su presentacion en Searle (1969): hay aportaciones interesantes en Stampe (1975), Holdcroft (1978), Bach y Hamish (1979), Searle, Kiefer y Bierwisch (1980), Vanderveken (1988), y Tsobatzidis (1994). Searle y Vanderveken (1985) es un intento de formalizacién de varios espectos de la teoria. Sobre la hipé- tesis realizativa, el texto clésico es Ross (1970); Gazdar (1979) presenta una critica detallada. Sadock (1988) es util como valoracién global. El espinoso problema del fimcionamiento de los realizatives explicitos se trata en Récana- i (1981) ¥ Searle (1989). Sobre actos indirectos pueden verse, entre otros, Morgan (1978), Clark (1979), Fauconnier (1981) y Haverkate (1983), Haverke- 42 (1979 y 1984) son aplicaciones de Ie teoria a datos y problemas del espariol Capfruo 5 GRICE Y EL PRINCIPIO DE COOPERACION, 1, Puntos de partis, -- 2, Su tooria. 2.1, Bl principio de cooperacién y las mdximas. 2.2. Tipes de contenidos implicites. — 3. Las implicararas con- versacionales, 3.1. Los incumplimientos de las maéximas. 32. Implicatums {yrndaimes. 3.3 Iiplicaruras ¥ context. 34, Propiedades caracteistcas de las implicaturas conversacionales. — 4. Algunas exticas 1. Puntos de partida Si las doctrinas de Searle se podian situar en un terreno frontert- zo entre la seméntica y la pragmatica —él mismo es quien propone no hacer distinci6n entre lo que solemos llamar el significado de una ora- cién y su fuerza ilocutiva—, las de H. P. Grice, en cambio, pueden in- cluirse decididamente en la parcela de la pragmatica, Grice no se ocu- pa de las relaciones entre estructura gramatical y fuerza ilocutiva, sino gue se centra precisamente en el estudio de los principios que regulan Ia interpretaci6n de los enunciados. Sus ideas constituyen el punto de partida de la concepeién de pragmatica mas extendida actualmente. ‘Muchas veces los filésofos del lenguaje han puesto de relieve que los operadores légicos y sus contrapartidas en las lenguas naturales parecen no tener Jas mismas propiedades; en particular, han destaca- do la vaguedad de las conjunciones, frente a la precision de las pro- piedades de los conectores I6gicos. El trabajo de Grice nace del deseo de demostrar que tal separacion es sélo aparente: las conectivas de las lenguas naturales tienen el mismo valor que se describe para los ope- radores logicos; las diferencias de significado que pueden observarse derivan de la intervencién de otros factores de tipo conversacional. Su modelo trata, precisamente, de identificar y de caracterizar cudles son los mecanismos que regulan el intercambio comunicativo y son los responsables de ese «significado afiadidon. 8 BXTRODUCCION A LA PRAGMATICA, 2, Su teoria 2.1, EL PRINCIPIO DE COOPERACION Y LAS MAXIMAS En efecto, Grice propone un andlisis del tipo particular de légica que acttia y tige en la conversacién. Hay que tener en cuenta que él de Searle, al proponer sus cuatro tipos de condiciones, eta ya un paso muy importante en este sentido; pero no hay que olvidar que su mo- delo establece una correlacién sistemética entre clase de oracién y fuerza ilocutiva que plantea no pocos problemas de orden tebrico. Gri- ce, por el contrario, propone una serie de principios no normativos, que se suponen aceptados técitamente por cuantos participan de buen grado en una conversacién. Todos ellos se incluyen en lo que Grice (4975: 45) lama principio de cooperacién: Nuestros intercambios comunicativos no consisten normalmente en tuna sucesia de observaciones inconexas, y no seria racional si lo fue. ran. Por el contrarfo, son caracteristicamente —al menos, en cierta me: dida— esfuerzos de cooperacién; y cada participante reconoce en ellos, de algtin modo, un propésito 0 conjunto de propésites comunes 0, al menos, una direccién aceptada por todos. [..] En cada situacién, aleu nos de los posibles «movirnientos» conversacionales serfan rechazados por inapropiados conversacionalmente. Podriamos, entonces, formular tun principio general, que es el que se supone que observan los partici ppantes: Haga que su contribucién a la conversacién sea, en cada momen ‘0, la requerida por el propdsito 0 la direccién del intercambio comuunica- tivo en el que esta usted involucrado, A pesar de lo que su formulacién en forma de imperativo pudiera sugerit, no se trata de un principio prescriptivo, en el sentido habitual del término, sino de un principio descriptivo: es simplemente una con- dicion de racionalidad que resulta basica para que el discurso sea in- tcligible y tenga sentido. De hecho, el principio de cooperacién de Gri ce es, en el fondo, un cierto tipo de «condicién preparatoria> que se espera que los participantes observen. Cuando los participantes no se ajustan a él, la conversacién es inconexa y absurda. ‘Ahora bien, que tal principio no sea prescriptivo no implica que su incumplimiento no pueda merecer-algtin tipo de sancién social: si uno de jos interlocutores deliberada y malintencignadamente trata, de al: guna manera, de cboicotear> la conversacion por medio de violacio- nes ocasionales o constantes de dicho principio, se expone a las pro: testas y advertencias de los otros participantes, ¢ incluso a ser exclui- do del diélogo por ellos. El principio de cooperacién se desarrolla en otras normas de menor GRICE ¥ EL PRINCIPIO DE COOPERACION 79 rango, a las que Grice, siguiendo a Kant, da el nombre de categoréas de cantidad, cualidad, relacién y modalidad. Cada una de ellas, a su vez, se subdivide en maximas mas especificas. Vamos a resumitlas breve- mente (de acuerdo con Grice, 1975: 45-47) 1) Cantidad. Se relaciona obviamente con la cantidad de infor- macién que debe darse. Comprende las siguientes maximas: 2) que su contribucién sea todo lo informativa que requiera el propésito del diglogo; pero 5) que su contribucién no sea mas informativa de lo necesario. 1) Cualidad. Esta categoria comprende una stperméxima: el auténtico contenido que se ha tratado de comunicar (y restaurar, a veces, la vigencia de las maximas). En términos més pre- cisos, la implicatura conversacional puede caracterizarse de la si- guiente manera (tomada de Grice, 1975: 49-50): cuando alguien dice que p, implica conversacionalmente que q si 1) se supone que el emisor esté observando las maximas, 0 por Jo menos, el principio de cooperacién; n) con el fin de mantener este supuesto, hay que suponer que el emisor piensa que i) el emisor piensa que tanto él como el destinatario saben que este tiltimo puede figurarse que la suposicién de 1 ¢s nece- saria, GRICE Y EL, PRINCIPIO DE COOPERACION 83 3.2, IMPLICATURAS Y MAXIMAS Hemos dicho que las implicaturas pueden surgir para tender el puente necesario entre la aparente violacién de una maxima y la pre- suncién de que, a pesar de ello, el principio de cooperacién sigue vi- gente. En realidad, las cosas son un poco mas complejas, de modo que entre implicaturas y méximas puede haber varios tipos de relaciones: 2) hay implicatura, pero no hay violacién aparente; 1) hay implicatura, y debe inferirse que se viola una méxima para evitar un conflicto con otra maxima; ¥ m) hay implicatura precisamente porque se viola abjertamente una maxima, Veamos ahora algunos ejemplos de las diferentes situaciones posi bles. En el primer caso —hay implicatura respetando las méximas— nos hallamos ante implicaturas conversacionales de tipo generalizado: si alguien dice Pepe tiene dos hijos entendemos que tiene exactamente dos, y no uno o tres. Como ejemplo de las situaciones en que la implicatura leva a su: poner que se viola una maxima para no violar otra de mayor rango, suelen proponerse como casos prototipicos aquellos en que el emisor da menos informacién de la requerida —infringiendo, asi, la maxima de cantidad— con tal de no transgredir las maximas de cualidad: (2) A: —{A qué hora es la pelicula? B: —A media tarde. La respuiesta de B no es suficientemente informativa, porque no proporciona todos los datos solicitados por 4, Ante esta respuesta, A tiene que pensar una de estas dos cosas: o bien que B no desea coo- perar; o bien que B desea cooperar, pero no puede hacerlo de la ma- nera requerida por A, ya que carece de informacion detallada, En este tiltimo caso, se ha producido un conflicto entre dos maximas, la de cantidad y la de cualidad, que suele resolverse a favor de la ultima. De hecho, es normal conceder cierta supremacia a la de cualidad, ya que suele partirse de la base de que la veracidad del enunciado constituye tun requisito previo ¢ imprescindible pata que el mecanismo de infe- rencias pueda funcionar correctamente. En tercer lugar, dijimos que habfa implicaturas basadas en el in cumplimiento abierto de alguna maxima, Como ejemplo de la trans- gresién patente de Ia primera méxima de cantidad (Que st contribu- 84 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA, cidn sea todo lo informativa que requiera el propésito del didlogo), Gri- ce propone un ejemplo que hoy es ya clésico (3) Aun profesor le piden un informe sobre uno de sus discfpulos que ha solicitado un trabajo relacionado con la filosofia; en su carta, el profesor no menciona en absolute esta disciplina, sino que da otro tipo de informacién. El profesor ha incumplido claramente la primera maxima de can- tidad —y yo dirfa que también la de relacion (Diga cosas relevantes)—; y, sin embargo, ha escrito respondiendo, lo cual elimina la posibilidad de pensar que no quiere colaborar. Hay que concluir, entonces, que si no escribe nada sobre las dotes como fildsofo del candidato es, tal vez, Porque no tiene nada bueno que decir. ¥ esto es, precisaments, lo que Puede estar implicando conversacionalmente su carta. En cuanto a la violacién de la segunda maxima de cantidad (Que su contribucién no sea mds informativa de lo necesario), hay que co- menzar sefalando que la propia existencia de la maxima es motivo de controversia: de hecho, dar mas informacion no parece, de entrada, una raz6n suficiente para pensar que se esté transgrediendo el princi- pio de cooperacién. Grice es consciente de los problemas que puede plantear el proponer una méxima de esta clase; pero, como apunta él mismo, una «sobreinformacién» puede producir la confusion entre los interlocutores, que seguirdn la tendencia enatural» de interpretar el enunciado como si estuviera dando toda la informacién necesaria, y sélo la informacién necesaria. La transgresién abjerta de la primera maxima de cualidad (No diga «algo que crea falso) da lugar a un amplio abanico de implicaturas que comprenden un gran nimero de figuras y tropos: las metéforas (Tus labios son rubtes), Ia ironfa (;Bonita faena me has hecho!) o la hipér- bole (Es el mejor que he comtido en toda mi vida) pueden explicarse de esta manera (para la metéfora, véase el capitulo 11). Los mejores ejemplos de violacion flagrante de la segunda maxima de cualidad (No diga algo de lo que no tenga pruebas suficientes) sue- len ser los de las insinuaciones: (A) Los Peldez estén gastando mucho dinero dltimamente: ya se sabe, al dinero que se gana fécilmente, se gasta facilmente. Uno expresa algo que no sabe a ciencia cierta simplemente para ver cual es Ja reaccién de su interlocutor o para inducirle a pensar, por ejemplo, que los negocios de los Peldez no son del todo limpios, que el suyo es dinero enegro», etc. GRICE ¥ EL PRINCIPIO DE COOPERACION 85 Ya hemos visto algunos ejemplos de la violacién abierta de la mé&- xima de relacién (Diga cosas relevantes). Un caso extremo es aquel en el que un brusco cambio de tema trata desviar la conversacion hacia otro tema que se considera menos epeligroson; 0 aquel otro en que el emisor trata de advertir a su interlocutor de la presencia de otra per- sona que no debe escuchar la conversacién que estaban mantenien- do.. ‘La superméxima de modalidad (Sea claro) puede englobar varios ti- pos de transgresiones. Entre ellos hay que contar la excesiva proliji- dad. El enunciado de (5) es un ejemplo clasico. Si como critica a un. recital alguien escribe (5) La soprano emitié una serie de sonidos que reproducfan cerca- namente las notas de la partitura del Avia de las Joyas Ja perfirasis empleada para describir el resultado de la actuaci6n Llé- va a pensar que lo que hizo la intérprete no podia llamarse cantar en el sentido mas genuino del término, 3.3, IMPLICATURAS ¥ CONTEXTO ‘Lo que hemos dicho hasta aqut se refiere a las relaciones entre mé- ximas e implicaturas. Pero, como apuntamos mas arriba, hay otro as- pecto de las implicaturas que conviene examinar, y es el de su relacién con el contexto. De acuerdo con este factor, Grice distingue entre im- plicaturas particularizadas ¢ implicaturas generalizadas. Las particula- rizadas se producen por el hecho de decir algo en un determinado con- texto (es decir, su existencia y funcionamiento depende decisivamente del context), mientras que las generalizadas tienen lugar indepen: dientemente de cudl sea el contexto en que se emiten. Las implicatu- ras que dependen de la méxima de relacién suelen ser particulariza- das, ya que necesitan actuar sobre los conocimientos contextuales compartidos. En cambio, si decimos (©) Juan va a cenar con una mujer cualquiera que sea el contexto en que se pronimcie, la interpretacién inmediata ¢s aguella en que la mujer no es ni su esposa, ni su hija, ni su madre, ni su hermana...: 6ste es un ejemplo de implicatura genera- lizada. Las implicaturas generalizadas dependen del significado de las palabras, as{ que, como el propio Grice reconoce, no es dificil con- fundirlas con las implicaturas convencionales. 86 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA 3.4. PROPIEDADES CARACTERISTICAS DE LAS IMPLICATURAS CONVERSACIONALES, Las implicaturas conversacionales presentan algunas caracteristi- cas que, si bien aisladamente no constituyen una prueba totalmente fiable para decidir si algo es 0 no una implicatura ~Grice mismo se ha visto obligado a admitirlo—, sin embargo si pueden proporcionar indicios de que realmente nos hallamos ante un tipo de implicito con- versacional. Las propiedades originalmente propuestas por Grice (1975: 57-58) son las siguientes: 1) Cancelabilidad, Las implicaturas conversacionales (especial- ‘mente las generalizadas) son cancelables, sea afiadiendo al enunciado en que aparecen una cléusula que las invalide de manera explicita, sea emitiendo dicho enunciado en un contexto que indique claramente que se esta violando de manera flagrante el principio de cooperacin. u) No separabilidad. Las implicaturas conversacionales que no se basan en la violacién de las méximas de manera dependen —de- Jando aparte el conocimiento del mundo y Ia situacion— del conteni- do expresado, y no del particular modo de expresarlo, m) No convencionalidad. Las implicaturas conversacionales no forman parte del significado convencional de las expresiones a las que se ligan. W) No deducibilidad logica. Las implicaturas conversacionales no son propiedades logicamente deducibies o inferibles a partir de lo dicho; es decir, no dependen de lo que se dice, sino mas bien del he- cho de decir lo que se dice. v) Indeterminacid. Lo que se implica conversacionalmente po- see un cierto grado de indeterminacién, ya que las maneras de conse- guir restaurar la vigencia del principio de cooperacién y de las méxi- mas pueden ser varias y diversas. Las propiedades 1 y 1 (cancelabilidad y no deducibilidad idgica) ayudan a separar las implicaturas conversacionales de otros tipos de implicaciones légicas, que no son cancelables y s{ son deducibles por procedimientos formales. La implicatura descrita para el ejemplo (6) puede cancelarse facilmente, como en (7): (Juan va a cenar con una mujer: la suya Esto es imposible cuando estamos ante una deduccién légica: (8)a implica légicamente (8)b, y esta implicacién deductiva no puede can- celarse como se pretende hacer en (8): GRICE Y EL PRINCIPIO DE COOFERACION 87 (8) 4 Maria tiene tres hijos 5, Maria tiene hijos ¢. #Marfa tiene tres hijos, pero no tiene hijos Por el contrario, la implicatura de cantidad correspondiente a (8)4, que es (9)a, se cancela sin dificultades en (9)b: (8) 2 Marfa tiene exactamente tres hijos b. Maria tiene tres hijos, y puede que mas Por Io que se refiere a Ia imposibilidad de ser deducidas légica- mente, los ejemplos con cuantificadores parecen constituir una buena muestra de esta caracteristica. De la proposicién (10)2 se sigue (10); pero la implicatura (10)c, obtenida a partir de la proposicion (10) en. virtud de la aplicacién de las maximas de cantidad, no es una impli- caci6n legitima desde ¢l punto de vista légico: (10) a. Todos los delegados votaron a favor de la propuesta b. Algunos delegados votaron a favor de la propuesta c. No todos los delegados votaron a favor de la propuesta El rasgo 1 (no separabilidad) sugiere la diferencia entre implicatu- ras conversacionales y presuposiciones: las presuposiciones dependen decisivamente de la aparicién de ciertas palabras; las implicaturas, en cambio, dependen de su contenido, de su significado. Por ello preci- samente se dice que la implicatura no puede separarse de dicho con- tenido, Esto, a su vez, permite predecir que las sustituciones sinont- micas no afectarn al contenido implicado, como se ve en (11) @ Juan trato de saltar los 2,15 metros b. Juan intenté saltar los 2,15 metros ¢. Juan probé a saltar los 2,15 metros Todos los enunciados implican que Juan no consiguié superar el listén. Hay que excluir, por razones obvias, las implicaturas que provienen. de la maxima de manera, ya que éstas s{ dependen del modo de decir y, por tanto, son sensibles a la sustitucién; la implicatura generada por (U2)a no esta presente en (12)b: (12) a. La soprano emitié una serie de sonidos que reproducian cercanamente las notas de la partitura del Aria de las Joyas b. La soprano canté el Aria de las Joyas 88 IXTRODUCCION A LA PRAGMATICA Por su parte, las caracteristicas m y WV (no convencionalidad y no deducibilidad ldgica) ponen de relieve que las implicaturas conversa- cionales son propiedades de los enunciados, y no de las oraciones; 0, dicho de una forma més precisa, son propiedades derivadas del hecho de enunciar, y no del significado convencional de lo que se enuncia. Ello explica que una misma oracién pueda dar lugar a un ndmero no predeterminado de implicaturas diferentes: (13) Pepe es un demonio puede querer decir muchas cosas: que es malo, que es malintenciona- do, que es eravieso, ques listo. .ora bien, como adelantébamos mas arriba e ado de poner de relieve los ertivos de Gre. ninguna de ess ps piedades constituye una prueba suficientemente precisa para deter- ‘miner la existencia de una implicatura conversacional. Para empezar, la cancelabilidad no parece ser una propiedad exclusiva de las impli- caturas: de hecho, sabemos que las implicaciones Igicas de tipo in- ductivo pueden cancelarse. De otro lado, y por lo que se refiere a la ho separabilidad, tampoco resulta una prueba suficiente, porque en. muchos casos tampoco las presuposiciones son separables y permi- Pr sustitucién sinonimica, y tanto (14)a como (14)b presuponen (14) a. Juan ha dejado de pegar a su mujer >. Juan ya no pega a su mujer c. Antes Juan pegaba a su mujer Como solucién puede sugerirse que, para que una inferencia sea considerada una implicatura, hay que tomar las cinco propiedades en conjunto. Sadock (1978) afiade una propiedad més: las implicaturas son las tnicas inferencias reforcables, compatibles con la mencidn de su contenido sin que se produzca redundancia. La implicatura de can- fided que se deriva de (15)a puede reforzarse con la continuacion de sin que el resultado sea extrafio o inn jente redundant ero no con la de (15): eee (15) @, Algunos de los chicos fueron al partido, &. pero no todos ¢. ? pero no ninguno GRICE Y EL PRINCIPIO DE COOFERACION 89 4, Algunas criticas El principio de cooperacién postulado por Grice y las méximas que Jo complementan se han convertido en un modelo ya clasico dentro de a teorfa pragmatica. De acuerdo con su formulacién no es dificil ob- servar que las normas que regulan el intercambio comunicativo no son distintas de aguellas que operan en todos los otros tipos de acti- vidad cooperativa: la de hablar se configura, por tanto, como una mas de las acciones del hombre. Por ello, se considera que, mientras no se demuestze claramente Io contrario, el principio de cooperaciéa y las méximas estan siendo observados por todos los participantes en el didlogo. Y cuando aparentemente esto no es asf con respecto sélo a una de las méximas, opera otra estrategia que trata de restituir su cumplimiento, reinterpretando lo dicho, de tal manera que se obtiene, por medio de \na imaplicatura conversacional, un nuevo contenido sig nificativo no contradictorio con el principio de cooperacién, De este modo, la nocién de implicatura permite cubrir la distancia que separa lo que se dice y lo que efectivamente se comunica (es de- cir, explicar un tipo de significado del que la sernéntica no puede dar cuenta). Y, gracias a ello, permite también simplificar las descripeio- sintdcticas y seménticas, asignando a los elementos léxicos signi- dos unitarios y estables. ‘A pesar de su interés, el enfoque de Grice resulta, en parte, reduc- cionista. Hablar no es sélo desarrollar una actividad casi puramente mecénica destinada a transmitir una informacion objetiva de la mejor manera posible; es decir, no consiste en proporcionar sin ambigiiedad la cantidad precisa de datos necesarios y verdaderos. Sin embargo, tal seria el resultado obtenido por una aplicacién estricta de las maximas {que integran el principio de cooperacién. E] propio autor se dio cuen- ta de que su formulacién era insuficiente, pero esto no siempre ha sido considerado por algunos de sus seguidores. Merece la pena, por tanto, volver a repetir las palabras de Grice (1975: 47 He establecido mis méximas como si el propdsito fuera tn intercam- bio de informacién lo mis efectivo posible; esta especificacién es, por supuesto, demasiado estricta, y el esquema necesita ser ampliado para introducir propésitos generales como influir u organizar las acciones de Bn efecto, hablar, comunicarse con los demés, significa también, y muy especialmente, establecer determinados tipos de relacién con otras personas, producir en ellas determinados efectos, y conseguir, asi, ciertos objetivos, Grice sefiala que puede haber otras méximas que complementen en esta direccién el modelo por él propuesto: 90 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA Hay, por supuesto, otras clases de maximas (estéticas, sociales, mo- rales... tales como «sea cortés», que normalmente son observadas por Jos participantes en el intercambio comunicativo, y que también pueden generar implicaturas no convencionales (Grice, 1975: 47]. Con todo —y pese a los problemas que plantean algunas de sus propuestas—, la obra de Grice es hoy un punto de referencia necess. Fo, ya gue constituye el punto de partida de muchos enfoques poste- tiores. Estos se han encaminado en dos direcciones diferentes: unos ~Horn (1984), Levinson (19872) 0 Sperber y Wilson (1986a)—~ han wratado de simplificar el aparato conceptual, reduciendo en lo posible el ngimero de méximas; en cambio, otros —como Leech (1983)— han preferido seguir la recomendacién del propio Grice, y han tratado de establecer otros principios y maximas complementarios que sirvan para dar cuenta de las dimensiones de la comunicacién no contem- pladas por el modelo original Lecturas recomendadas Ademas de los tataos originales de Grice —eopectalmente, Grice (1975, 1st 1961), ide toon en ce (989), ce meres lie nografico de serkeley Linguistic Society (1990) dedicado a la obra de este Blssofo ae aplesctonss dee tons dees ions ences Sido ms mumroces Hamich 1970, Meta GOT, Sanaa ona y Lona 90) Hor Gee toy enon 6) cote ares en eae valoratonso tures de In eae oe Goes oe Been a a (1979), Burton-Roberts (1984) y Kempson (19884). eee El tnbaje tn reprecoratva sobre fnglcavas convenionles es Kart tunen y Peers (1979) Son muchos 1s pos oe cosa eas oe Kae Yel de pressposttan, que no apeece ads oe eae Bee Famos un probletna de sendin us gue de repaint aloe ee Supesiis se rinone a Fogel abo cece nes omer ae ton 1980. La sntloga de Oty Dineen 099) eee ees ae tones tha bibliog especizade, Poe ee ene ee ‘semintica al tema de la presuposicién, véase Burton-Roberts (1989), Inchaoalguncsaspecns del sunclonnotent Se ie bread es entan pot cine ans fon cbs Case Lene ee pode implantes vee Lesion {19879 5 Sot) Hane HoB fee andfora, y Hawkins (1991) para los articulos, - et a Capfruto 6 ANSCOMBRE Y DUCROT Y LA TEORIA DE LA ARGUMENTACION 1. Puntos de partida. — 2, La teorfa de Ja argumentacion, 2.1. Qué es ar Gamentar? 22. Argumentacién Iégicn y sngumentaciOn discursiva, 35" Marcadores argumentetives. 2.4. Las escalas argumentativas y los topoi. — 3, Algunas consecuencias En los capftulos precedentes hemas revisado las propuestas que han ido abtiendo el camino a los estudios pragméticos dentro de una perspectiva linguifstica. Hemos visto cémo algunas teorfas pragmaticas ponfan el énfasis en caracterizar las condiciones de emision que de- serminan el tipo de acto ilocutivo realizado por un determinado enun ciado en una situacién comunicativa; y vimos también como otras se ‘centran en el estudio de los contenidos que un enunciado puede trans- mitir de manera impl(cita. Todas ellas tienen algo en comtin: repre- sentan puntos diferentes dentro de la Iinea fundamental del desarro- Uo de la pragmética anglosajona. : El presente capitulo quiere abrir un paréntesis para introducir una perspectiva algo diferente, sobre todo desde el punto de vista del ob- eto estudiado, pero también desde la tradicién lingUistica en que se enmarca: como veremos, la teorfa de la argumentacion se centrard en ciertos tipos de adecuacién contextual, y lo hard dentro de una tradi- cién francesa. Los trabajos de J.C, Anscombre y O. Ducrot (ya sea en colaboracién, ya por separado) constituyen las bases de este enfoque. 1, Puntos de partida Como acabamos de decir; la pragmatica inglesa se ha ocupado en poner de relieve el carécter de accién que subyace a toda comunica- 92 INTRODUCCION 4 La PRAGMATICA ci6n lingitistica y los principios que determinan la adecuacién de los enunciados a la situacién externa en que se emiten (determinando, asi, las condiciones que rigen su interpretaci6n). La teoria de Anscorbre ¥ Ducrot, en cambio, tiene mas que ver con los prineipios que deter. minan Ta adecuacién de los enunciads con respecto al coritexto lin Buistico en. que aparecen (es decir, lo que es 0 no adecuado como con. timuacién a una determinada frase), y representa el enfoque «interno» ¥ discursivo, En efecto, en el discurso, es habitual que se encadenen dos 0 mds oraciones con una direccién ilocutiva concrets, Uno de estos tipos de encadenamientos es el que se define como argumentacién. Por el momento, basta con la idea intuitiva de que at gumentar es aducir argumentos a favor de una determinada conclu. sion, Lo que quieren mostrar Anscombre y Ducrot es que los princi. ios que rigen los encadenamientos argumentativos dependen funda. mentalmente de la propia estructura lingufstica de los enunciados, y no sélo de su contenido. El punto central de la teorfa va a sen, por tal, 0, mostrar cuales son los elementos, las reglas y los prineipios que de- terminan la organizacién externa y la interpretacién de las argumen. taciones, La suya es, pues, una orientacién teérica radicalmente distinta de cualquiera de las contempladas hasta ahora, ya que su objetivo es ana. lizar de qué manera la forma lingifstica influye o determina los enea, denamientos posibles y una parte de Ia interpretacisn, En este senti. do, Anscombre y Ducrot intentarén mostrar que el lugar idéneo para tratar tales fenémenos ¢s una semantica ampliada, que abarque tan. bién a la pragmatica o, al menos, a una parte de la pragmitica 2. La teoria de la argumentacion 2.1, QUE Bs ancuMENtaR? Por argumentacién se han venido entendiendo al menos dos cosas diferentes, dependiendo de a qué Ambito se ligara el término: desde una perspectiva retérica, la argumentacién comprende el conjunto de SaGEEss gue orwanizan el discurso persuasivo, desde tna perspecti- va logica, una argumentaci6ni es un tipo de razonamiento, El content. do especifico que adquiere la palabra argumientacion dentro del mar £0 teérico de Anscombre y Ducrot tiene cierta relacién con los dew sentidos descritos, pero su alcance es algo més restringido. Para ellos, argumentar es basicamente dar razones a favor de una conclusi6n: LA TEORIA DE LA ARGUMENTACION 93 u ntacion cuando presenta un enunciado (0 un tun emisor hace una argumer (oun ynjunto de enunciados) £, [argumentos] para hacer admaitir otro e Ciado (@ confante de enuncladce) Ey leoclusonl[Anscombre y Dict, 1983: 8) a que a argu irando las cosas desde otro Angulo, puede decirse a mentacign es Un tipo particular de reacién discursiva que liga 4 uno v {os con una conclusion, ; ° Wahora bien, el trmino arumertarno debe extenders come “e- smostrarformalmente la validez de una conclsién, ola veracidad de ssereial Ta expresién-clave —subrayada por los propos auto. res logica, es hacer admitir: se s—, que opone su concepcién a la de la trata‘de presenter algo como ot fuora una buena ragén pare lezar 2 una conclusicn determinada; pero no se afirma que lo sea real De hecho ls leves discursives que detorminan qué tipo de enun- ciado cuenta como un argument a favor de una concusion pueden slejrse bastante de las de le légica No deberfas contratarlo Argumento Conclusién final explicito ‘implicita En el caso de (21), también hay una parte de la argumentacién implicita: pero introduce esta vez no un argumento, sino una conclu- sién; hay, adem, una conclusién parcial implicita que se rechaza ante el mayor peso que se atribuye 2 la conclusion encabezada por el conector. En esquema, la estructura es la siguiente: LA TEORIA DE LA ARGUMENTACION 101 (23) Me gustamucho > Voy aquedérmelo Argumento Conclusién parcial XN implicita pero, XN No voy a quedérmelo Conclusién final explicita En este segundo caso, pero puede ser sustituide por sin embargo; en el primero tal sustituci6n es imposible. (24) aq “Es inteligente, sin embargo perez0s0 B. Me gusta mucho; sin embargo, no voy a quedérmelo Pero y sin embargo se oponen en que pero puede introducir indis- tintamente un argumento o una conclusion, mientras que sin embar- g0 s6lo puede introducir una conclusién. Por ultimo, el tercer criterio para clasificar los conectores es el que se refiere precisanienté a la orientacién argumentativa de los elemen- tos que enlazan: cada conector proportions “instriicciones bastante precisas sobre la interpretacién que debe hacer el destinatario. Se dice que dos argumentos estén coorientados cuando van en la misma di- receién argumentativa (esto es, cuando favorecen la misma conclu- sin). En cambio, si los argumentos van en direcciones diferentes (si favorecen couchsiones diferentes), se dice que estin aufiorentados. En los casos de conectores que enlazan dos elementos, la orfeita: cién sélo puede ser una: la que favorece la conclusién expresada. En cambio, en el caso de Ios conectores de tres elementos, pueden darse Jas dos situaciones. En el ejemplo (21)2 hemos visto que el conector introduce un segundo argumento con una orientacién contraria al pri- meto; en (21)b es una conclusién contraria Jo que se introduce. En re- sumen, lo que caracteriza la funcion argumemtativa de pero en ambas ocasiones es que introduce siempre elementos argumentativos —sean implicitos 0 explicitos; sean argumentos 6 conclusiones— antiorienta- dos, que van en direcciones opuestas. Sasi “Otros conectores slo pueden utilizarse si los argumentos estén coorientados. Retomemos el ejemplo de (6), repetido ahora como (25): (25) Decididamente, Parfs no es una buena ciudad para la musica: hace un afio cerraron el River Bop, al grupo BM no le dejan apenas tocar, y ahora acaban de cerrar otro teatro musical. 102 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA Como vimos, el conector decididamente introduce una conclusién cexplfcita apoyada en una serie de argumentos (explicitos 0 no) que la apoyan, como queda reflejado en (26): (28) Hace un afio cerraron el River Bop Al grupo BM no le dejan apenas tocar Ahora acaban de cerrar otro teatro musical “Argumentos coorientados decididamente Paris no es una buena ciudad para la musica Conclusion explicita En cambio, hay conectores especializados en indicar que los argu- mentos estin antiorientados: éste es el caso cuando el conector que se emplea para introducir la conclusion es al fir: (27) Me he levantado tarde, pero no he perdido el autobés: al fi- nal he tenido suerte La estructura argumentative de (27) puede representarse como en (28): (28) Mehe levantado tarde — No he tenido suerte ‘Axgumento explicit Conclusion parcial | pero I No he perdido el autobiis + He tenido suerte Argumento explicito Conclusién parcial | al final | He tenido suerte Conclusion final LA TEORIA DE LA ARGUMENTACION 103 ae 2 5 auncsee = = = : m ieee ete an) /Argumento ‘porque: vy encinna. sort ae a eee Ses — oo | BES | tonamen [Eo ceotennics | Antti ee Esqurae 6. Para resumir lo dicho hasta aqui acerca de los conectores y sus propiedades puede trazarse el esquema 6.1 (adaptado de Moeschler, 1985), 2.4, LAS ESCALAS ARGUMENTATIVAS Y Los TOPO Hasta el momento hemos hablado de los medios lingatsticos que sirven para orientar argumentativamente los enunciados; no hemos considerado, en cambio, cuales son los fundamentos de tipo concep- tual que hacen posible la relacién argumentative. Para explicario, comencemos recogiendo algunas nociones bésicas, introducidas més arriba y extendiendo su aplicacién. En algunos ejemplos anteriores hemos visto que pueden usarse varios argumentos para apoyar una misma conclusién: hablébamos, entonces, de argu- mentos coorientados. Este conjunto de argumentos coorientados for- ma una clase argumentativa, Sin embargo, dijimos que no todos los ar- gumentos tenfan la misma fuerza; esto nos permite suponer que las clases argumentativas poscen una cierta organizaci6n interna, segtin Ja cual los argumentos estén ordenados de mayor a menor en virtud de su fuerza: el conjunto de argumentos de una clase argumentativa asi ordenados constituye una escala argumentativa ‘Veamos el ejemplo de (29): 104 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA (29) Maria sabe mucho: tiene la licenciatura y ha terminado el doctorado, Tener ta licenciatura y haber terminado el doctorado son dos argu- mentos que apoyan la misma conclusion (Maria sabe mucho), ¥ que forman, por tanto, una clase argumentativa; ademas haber terminado el doctorado se considera un argumento de més peso que tener la licen- ciatura, ast que ocupa una lugar més alto en la escala argumentativa: (30) * Doctorado Licenciatura Aparte de ser considerado un argumento més fuerte, tener el doc- torado incluye tener la licenciatura, pero no al contrario. La organiza- cion de los enunciados en escalas argumentativas constituye uno de los pilares basicos de la explication de Ta Tégica discursi Por otra parte, vimos también cémo el funcionamniento de la argu- mentacién se aleja en muchos sentidos de las reglas que rigen la de- duccién logica: ello sugiere que los actos de argumentaci6n se basan en un tipo de (esto es, representaciones diferentes de las opiniones personales, las creencias, los deseos, ete.). Una inferencia es, por tanto, un proceso de tipo deductive, aunque no necesariamente ajustado a lai estiictas leves de la légica clasica. Cuando la inferencia extrafda es la correcta, ello nd Be debe tanto a la validez de los procesos I6gicos que intervinieron, sino més bien a Ja existencia dé restricciones especificas sobre la formacién y confir- macin de supuéstos. Yes que la comprensién, como otros mecanis- mos cognostitives, funciona pormedio de razonamientos heuristicos no enteramente falscables: en primerlugar, porque el destinatario no tiene uiria certeza absoliita sobre la intencién comunicativa del emisor, SPERRER Y WILSON Y LA TEORIA DE LA RECEVANCIA 115 sino que debe construir una hipétesis; en segurid® lugar, porque, in- cluso en las mejores condiciones posibles, él destinatario puede no acervar con esa intencién comunicativa: y, en teréer lugar, poraue, Ti clusorhabiendo deducido correctamente cudl és la intenciéa comuni- cativa, puede construir su inferencia sobre unos supuestos equiv dos y llegar a un conclusion inadecuada, Fe Por lo que se refieré"a Tos supiééstos, hemos dicho que son repre- sentaciones que un individuo acepta como verdaderas (es decir, ‘algo que uno da por supuesto’). Sin embargo, hay que afiadir algunas pre- cisiones més. La primera es que no todos los supuestos son igual- mente verdaderos, sino que unos se consideran mas verdaderos que otros. La existencia de diferentes grados en la veracidad de los su- puestos queda demostrada por dos héchios: °°" ~ 1) cuando hay contcadiggién entre dos supuestos, nos decanta- ‘mos poF el que nos parece mas verosirnil; y ut) cuando nos hallamos ante dos posibilidades, tendemos a ele- gir la que nos parece mas ségiira. Ahora bien, gde dénde procede el mayor o menor peso de un su- puesto? Segiin Sperber y Wilson, dé la propia shistoria» del supuesto. En principio, la fuerza de un supuesto depende dela manera en que éste se ha adquirido: cuando es fruto de la experiencia directa del in- dividuo, su peso es mayor. Le siguen en orden dé-importancia aque- los que han sido transmitidos por otras personas, y, en este caso, le fuerza del supuesto esté en relaci6n directa con el mayor 0 menor cré- dito que le otorguemos a quien nos lo ha transmitido. Pero éste es s6lo el principio, ya que el peso de los supuestos puede variar con el tiem- po y con las circunstancias. Es facil que uno, cuando obtiene nuevos datos sobre un hecho, modifique un supuesto que le ha comunicado ‘otro; no lo es tanto que tno modifique lo que adguirié por su propia experiencia ( de nuestra mente la acepéién de ‘animal doméstico’, porque apenas nos damos cuenta de que exista; y 1o mismo ocurre con la identificacién de la ventana «co- recta», 0 con Ja determinacién exacta de la relaci6n entre casa y Pe- dro (aunque en este tiltimo caso, no basta con la simple informacién situacional, sino que es imprescindible que haya un conocimiento pre- vio) Sélo sila eleceién més evidente no funciona por alguna otra razén, entramos en un proceso consciente de decision. Parece que nuestra cerebro filtra inmediatament toda la informaci6n y slo nos da acce- sole gue meor mpl con lo requstos de I etacion EI pac io geiieral Gute rige est05 tres procesos es, légicamente, el de relevan- Gi ef destinatarioceiges en ada caso, le opcion que imped manor Ssfuerzo GUE, a la vez, da lugar a mayores efectos contextuales (esto es, la opcién que es més coherente con el supuesto de que el emisor est siendo éptimamente relevante). SPERBER Y WILSON Y LA TEORIA DE LA RELEVANCLA, 125 Hemos visto cémo incluso un aspecto tan aparentemente objetivo como la determinacién del contenido explicitamente comunicado. por el enunciado trasciende los limites de la mera descodificacién y pre- cisa'la intervencién de mecanismos inferenciales. Y, como era de es- ‘perar por tratarse de tn caso més de comuinicaci6n ostensiva, es el principio de relevancia el que orienta todo el proceso heuristico. 3.2, LA DETERMINACION DE LAS IMPLICATURAS El segundo aspecto que hay que considerar es el que se refiere a la determinacién de las implicaturas. Aunque el término procede ori nalmente de la teorfa de Grice, Sperber y Wilson lo reclaboran, dan- dole un contenido ligeramente diferente. Una implicarura es un su- puesto eS decir, una representacién de algdir Hecho del mundo ereal»— que el emisor trata de hacer manifiesto a su intérlocutor sin expreéarlo explicitamente, Las fuentes de las que proceden las impli- cattiras son de varios tipos: pueden bien tomarse directamente del contexto, bien recuperarse del conocimiento enciclopédico almacena- do en Ia, memoria; 6 bieit dedlicirsé por inferencia a partir de las ex- plicaturas y el contexto. ‘Como éjemplo, consideremos el siguiente dislogo: (9) A: —gHas estado con Juan iltimamente? B: —Yo no me relaciono con delincuentes. La réplica de B no es una respuesta directa a la pregunta de 4, en el sentido de que no tiene Ia forma sintéctica que cabria esperar, del tipo de sf no, con sus posibles amplificaciones («Si, el jueves»; «No, hace mas de un afto que no nos vemos»). Sin embargo, hay que in- terpretarla como una respuesta coherente con el principio de relevan- cia, de modo que hay que buscar la conexién que la convierte en un enunciado adecuado. Incluso desde un punto de vista puramente intuitivo, resulta claro que la interpretacién que se obtiene necesita, tres pasos deductivos di- ferentes. EI REIMEF paso consiste en que el destinatario tiene que su- plir algunas pfemisas, es decir, el eslabn que falia en’ él razonamien- 1Qy que sirve para unir el significado contenido en la pregunta con el ‘que proparciona la respuesia (algo asf Corio tin juego que consiste en imaginar qué parte falta para que el razonamiento resulte completo) En este caso, la premisa es Juan es un delincuente, El €gandd paso consistiré en compbinar Ia premisa implicada con el supuesto explici- famente comunicado, paka extraer de le combinacion de ambos uae 126 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA conclusién coherente. El teiceDpaso utilizara todos los supuestos an- teriores para obtener la.conclusion. implicad@ general, que servira cone respuesta a la pregunta formulada. El proceso puede represen- arse como en (10) Explicatura: Yo no me relaciono con delincuentes [Premisa implicada: Juan es un delincuente] 2 — [Conclusién: Yo no me relaciono con Juart] [Conclusion implicada: No he estado con Juan tiltimamente] Como pone de manifiesto el caso anterior, hay diferenci tantes entre las premisas y las conclusiones. Las premisas implicadas son supuestos que debe suplir el gue interpreta el enunciado, ya sea porque los recupera directamente del conjunto total de suptiestosde su memoria, o bien porque los elabora a partir de esquemas deducti- ‘vos generales: en este caso, el mistno que funciona en los clasicos logismos del tipo (11) Todos los hombres son mortales; + Sécrates es un hombre; ‘ luego Sécrates es mortal, Lo que parece claro es que la premisa implicada es imprescindible para que se logre una interpretacién coherenté con el principio de re- levancia: gracias a ella el contenido explicitamente comunicado puede tener efectos contextuales con un coste de procesamiento relativa- mente bajo. Las conclusiones implicadas, por su parte, se deducen autométic: mente def proceso de razonamiento anterior, tomando cotio premises tanto’ las explicaturas como las implicaturas. Al contrario de lo que ccurria en el caso de las premisas, Ias conclusiones no las tiene que aportar el que interpreta el enunciado, sino que se obtienen de mane- ra necesaria, como consecuencia idgica e inevitable de la combinacién de los supuestos previos. Premisas y conclusiones tienen algunas propiedades en comin. Para empezar, tanto las premisas como las conclusiones implicadas comparten el hecho de que todas ellas estan, en cierto modo, prede- terminadas: el emisor las ha calculado, ha contado con ellas, ¥ espera que su interlocutor recupere exactamente esas premisas (y no otras), ¥ que obtenga esas conclusiones (y no otras). Es cierto que el desti- natario puede equivocarse, y suplir una premisa equivocada, como Juan no es un delincuente. En estos casos, la conclusién obtenida se deriva también de manera automética, pero, sin embargo, sus efectos SPERBER Y WILSON Y LA TEORIA DE LA RELEVANCIA 127 contextuales son claramente inferiores a los obtenidos con la premisa ecorrecta>, ya gue no conducen @ ninguna conclusién relevante para Ja pregunta formulada. De hecho, no es del todo legitimo extraer la conclusion He estado con Juan tiltimamente a partir del encadena- miento (12) Explicatura: Yo no me relaciono con delincuentes [Premisa implicada: Juan no es un delincuente) (Conclusion: Yo me relaciono con Juan] Como consecuencia de lo anterior, premisas y conclusiones tienen también en comtin el hecho de que el etnisor résilta ser responsable de sil Veracidad: puesto que slo recuperando esas premisas —v no ffas—~ se puede obtener una interpretacién que resulte éptimamente coherente con el principio de relevancia, el emisor no puede eludir la responsabilidad de —al menos— albergar en su mente los supuestos que constituyen dichas premisas y, a Ja vez, no incurrir en una fia~ grante contradiccién que haria ininterpretable e irrelevante su enun- clado, Finalmente, la particular seleccién de las premisas y las conclusio- nes que el emisor ha dejado que aporte el destinatario se convierte en un reflejo bastante fiel de la hipétesis que el emisor se ha formado so- bre los conocimientos previos, los supuestos y Ios recursos que es ca- paz de manejar su interlocutor. Cuanto mayores considere que son sus posibilidades, mayor podré ser el implicito; y viceversa, Claro esté que el emisor puede sobrevalorar al otro y creerle capaz de suplir unas premisas que en realidad desconoce; ahora bien, el error no estaré en Jos datos que fundamentan el proceso inferencial de célculo de las im- plicaturas, sino en el supuesto de que el interlocutor tiene acceso a la informacién necesaria: incluso en caso de equivocacién en este senti- do, Ia linea de razonamiento sugerida por el emisor seguiria siendo va- lida, aumque su oponente no pudiese reconstruirla. 3.3. ¢PoR QUE HAY IMPLICATUR, Hemos visto cémo los enunciados pueden expresar explicitamente sélo una parte de Ia informacién que comunican, y sugerir implicita- mente otra parte, que queda al buen hacer interpretativo del destina- tario. La pregunta que cabe plantearse ahora es la siguiente: ¢no ha bria sido mas relevante, mds facil, menos artiesgado y menos expues. to_a equivocaciones el haber expresado explicitamente.¢l-cont qué Se queria comuijicar? No habria sido mejor expresar, sencilla- 128 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA mente, la conclusién obtenida tras procesar explicaturas y premisas (esto es, No he estado con Juan siltimamente)? Es facil notar, sin embargo, que la respuesta de B comunica algo més de lo que expresa la conclusi6n implicada. Para empezar, la obli- gatoriedad de Utlizar una premisa como Juan es un delinouente para lograr una interpretacién relevante supone un énriqueciiniento del contenido comunicado: ademas de una respuesta negaliva, también se comunica un. supuesto del emisor acerca’ de Juan; yaque —como vi- mos— s¢ irata de una premisa necesaria, de modo que’el emisor no puede negar su responsabilidad sobre ella. Pero, ademés, hay otros supuestos que quedan sugeridos: por ejem- plo, que uno ha roto una relacién qué téifa Gon Juan, que Juan ha de- jado de ser amigo, qiie urio’sé ha convertide en una persona honrada, que" uné"desaprucba el comportamiento de Juan... Todas estas otras insinuaciones (que son causas, consecuencias, explicaciones 6 éxten- sionés de las implicaturas) se Derderian con la respuesta directa. NO- tese que se las podria considerar como implicaturas $616 en un senti- do muy débil del término, ya que tienen propiedades que las oponen claramente a las premisas 0 a las conclusiones (esto es, a las implica- turas «fuertes#): en primer lugar, no se pueden calcular con precision; en segundo lugar, no estan predeterminadas, porque no son impres- cindibles para mantener la relevancia; en tercer lugar —y al no ser im- prescindibles—, son deducciones que el destinatario hace por cuenta propia, de modo que no puede responsabilizar al emisor de haberlas, implicado (es posible que el emisor ni siquiera sea consciente de to- das ellas); finalmente, un error en su célculo no invalida la totalidad del razonamiento ni modifica el grado de relevancia del enunciado. La interpretacién que se logra resulta, pues, mucho més rica que la que se Obiendria simplemente con una respuesta total ‘direc- ta. En este sentido, la relevancia aumenta, porque procesando un solo enunciado se hace mani wi gran cantidad de suptiestos. La fuerza torque el emisor sfie tales suipuéstos es muy alta para tas premisas y conclusiones implicadas, y muy baja para los contenidos insinuados, lo cual le proporciona, de paso, un buen sistema para in- ducir al otro a tomar en consideracién dichos sapuestos sin que se le pueda imputar apenas ninguna responsabilidad sobre ellos, 4, Consecuencias de Ia teoria La presentaci6n de ta teorfa de la relevancia y la exposicion de c6mo se aplica a la comunicacién verbal nos han permitido pasar re- vista a los aspectos mds notables de este modelo de andlisis pragma- ‘SPERBER Y WILSON ¥ LA TEORIA DE LA RELEVANCIA. 129 tico. De todo ello, pueden extraerse algunas consecuencias de orden te6rico, que tienen repercusiones importantes sobre la teorfa general del lenguaje. Una de estas consecuencias es la de que comunicacién verbal y co- municacién no verbal 1g som} en el fondo, dos tipos de comunicacion radicalmente diferentes. Hemos visto cémo pueden aplicarse les mos principios tanto a la comunicacion que se vale de uni gilsticas cdmno a aquella otra que utiliza Fecursos no coulficados. De esta manera, se puede unificar con cierta facilidad el andlisis de todos los diferentes tipos de estitiulos que Tos fiumans vilizan intencio- nalmente con el firr de tomiutnicarse. De paso, cualquier auevo avan- ce, Sea en’el-campo de la comunicacién verbal, sea en el campo de la comunicacién simplemente ostensiva, podré aportar datos significati- ‘vos para las otras facetas. x Ello, a su vez, tiene también algunas consecuencias teéricas inte- resantes. La primeraes la de mostrar de forma indiscutible que éntre lengua y comunicacién no hay una relaci6n de correspondencia bitiii= voca. En su interpretasién mids evidente, la afirmacién anterior impli- cca que el lenguaje puede ser uiinstrumento de comunicacién, pero no irumento es decir, io es el ‘nico fiédio— necesario e im- prescindible de que se sirve la Comunicacion humane. En su otra interpretacion —quiza menos evidente—, induce a pen- ‘sar que es posible que el lenguaje no sea necesariamente un medio de comunicasion. En cuanto sistema de représeitacién regido por una gramética, el lenguaje parece ser, sobre todo, un instrumento esencial para memorizar y procesar informacién: prueba de ello es que tanto los animales como los ordenadores necesitan y manejan alguna clase de c6digo. En este sentido, el lenguaje-cédigo no seria una facultad ex- clusivamente humana, y podria concebirse més como tuna propiedad necesaria delos.organismos y de los sistemas que se comunican que como un instrumento de comunicacién en s{ mismo. Lo que sf serfa espécificamente humano, segtin Sperber y Wilsot, es el uso que nues- a especie Have del lenguaje para comunicarse. Otra consecuencia interesante, conectada con Ia anterior, es Ia de poner de relieve que la comunicacion humana —y sélo ella, frente a otros tipos posibles dé conitiiieaciis~ pone en marcha a la vez las dos clases de_procesos comunicativos: eld coilificacién/descodifi- cacidn y el de ostensidn/inferencia, En este sentido, el disefio de la teoria refleja claramente una concepcisn fodoriana de la arquitectura cerebral y cognoscitiva, en la que los procesos de codificacién y des- codificacién utilizan tipos de sistemas Cérebrales radicalmente dife- rentes de los usados en Jos procesos de ostensién e inferencia (sobre esta cuestién volveremos en el capitulo 13). Desde el punto de vista del 130 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA destinatario, la interpretacion de un enunciado comienza necesai mente por la descodificacién de la representacién seméntica abstrac- ta que encierra; pero éste es sélo el primer paso, ya que se convierte en la base sobre la que se construye luego todo el proceso inferencial. La dualidad de procesos se convierte tambien en una propiedad espe- cificamente humana, ya que ni ¢l «lenguaje animal» ni el «lenguaje de Jas maquinas» son capaces de ir mnds alld de la fase puramente mecé- nica de codificacién/descodificacion. 5. Algunas criticas al modelo de relevancia EI modelo de relevancia, pese a ser hoy uno de los més atractivos ¢ influyentes dentro del panorama general de la pragmatica, no se ha visto libre de criticas. Efectivamente, algunos de sus planteamientos pueden ser discutibles; en esta seccién sefialaremos los que han sus- citado més controversia, Sin duda el aspecto mas polémico es precisamente el punto de par- tida general que adoptan Sperber y Wilson. La principal debilidad del modelo, segiin sus criticos —véanse, por ejemplo, Mey y Talbot (1988), O'Neill (1988-89), 0 Walker (1989)—-, es la de que la teorfa es cl reduccionista, en el sentido de que parte del supuesto de que la es exclusivamente un mecanismo de procesamiento de informacién que, segin esta perspectiva, tiene una tendencia natural a mejorar constantemente el conocimiento del mundo que posee. En consecuencia, la c0% tiende en términos de_procesa- mignto.e intercambio de informacién. "sia postura es reduceionista porque, para empezar, parte del su- puesto de que nuestro tinico objetivo es mejorar constantemente nues- tra representaci6n del mundo, almiacetiands cada vex maS'¥ Wigjor i formacién sobre aquello que nos rodea. Sin embargo, parece claro que ilo Unico que nos interesa a los humanos es acumular informacién, ni el propésito de toda la informacién que almacenamos es mejorar nuestra representacién del mundo: en gran néimero de ocasiones nues- tros fines son més précticos y mas inmediatos. Resulta evidente que Ja informacién no es siempre el punto central de nuestra actividad co- municativa: cuando sugerimos, ordenamos 0 pedimos algo, nuestro abjetivo no es de naturaleza cognoscitiva. La obtencién y transmisién de informacién no puede considerarse, por tanto, el objetivo basico de Ia comunicacién. __ Come consecuencia de ello —y ésta es tal vez una de las objecio- es més serias—, este enfoque tiende a borrar o desdibujar Ja dimen in social de la comunicacién. Los humanos no somos simplemente SPERBER Y WILSON Y LA TEORIA DE LA RELEVANCIA, 131 mecanismos que procesan y transmiten informacién eficientemente:.. soffios tariibién séres sociales que interacttian, y que se encuentran su- jetos a las normas y convenciones sociales de la colectividad en la que viven. E] lenguaje se usa no sélo para aportar informaci6n nueva y re Ievante, o para modificar las creencias del otro; en maltiples ocasio- nes, lo que se intenta es creat, mantener, mostrar, reforzar o destruir relaciones sociales. En el capitulo siguiente presentaremos algunas so- luciones a este problema. Finalmente, la concepeién exclusivamente proposicional de los su- puestos —y, en consecuencia, de la comunicacién y de la interpreta cién de los enunciados— parece vilida en Ia medida en que lo sea la afirmacion de que el objetivo tiltimo es la transmisiGn eficaz de infor- macién, Para tratar de evitar tanto los problemas derivados de una concep- cién que deja de lado la proyeccién social, como los que provienen de una nocién proposicional de la relevancia, O'Neill (1988-89) propone uaa modificacién del concepto mismo de relevancia. Para dicho autor, la versién presentada por Sperber y Wilson se basa erréneamente en una légica de tipo deductivo, cuando serfa mas interesante y més ade- cuada a los hechos una nocién de relevancia fundada en una l6gica probabilistica. En la teorfa probabilistica la relevancia se define como sigue: Dado ff; os relevante para x si la probabilidad de x, dados tanto h como fi, no es la misma que la de x dado s6lo h (O'Neill, 1988-89: 249), Esta definicion toma en cuenta las modificaciones que supone en. la probabilidad de un elemento la adicién de una nueva variable: si ésta produce un aumento de la probabilidad, entonces se dice que su relevancia es favorable; si produce una disminucién, su relevancia es desfavorable; si no produce ningtin cambio, es irrelevante. La nocién, tal y como se define habitualmente en la teoria proba- bilistica, involucra y pone en relacién tres elementos diferentes, mien- tras que la de Sperber y Wilson sélo toma en consideracién dos; am- bas se asemejan, sin embargo, por el hecho de ser de naturaleza pro- posicional. O'Neill, entonces, considera que no sélo las proposiciones pueden ser relevantes, sino que también pueden serlo los objetos, los estados de cosas, las acciones y los acontecimientos en relacién con proyectos, actividades, necesidades o intereses, y propone la siguiente ampliacién de la definicién: Dado m, un material mr, es relevante para un proyecto p si, dados conjuntamente m y my, la probabilidad de éxito de p no es la misma que dado sélo m (ONeill, 1988-89: 255} 132 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA Veamos un ejemplo sencillo. Si uno trata de cambiar una rueda pinchada y tiene una rueda de repuesto, tener también un gato resul- ta favorablemente relevante porque contribuyen decisivamente al éxi- to del propésito; carecer de él es desfavorablemente relevante porque disminuye notablemente las probabilidades de éxito; y que el coche sea rojo es, obviamente, irrelevante. Con este nuevo enfoque, se muestra que tanto los contenidos no proposicionales (objetos, acciones, etc.) como la vertiente social de la coraunicaci6n, pueden encontrar un lugar en un mareo que tiene el concepto de relevancia como nocién central. O'Neill no presenta, de todas formas, una teoria completa, sino una extensién de la nocién ba- sica desarrollada por Sperber y Wilson. =-UJn segundo aspecto que puede suscitar criticas es el relativo a la orientaciGn casi exclusivamente interpretativa del modelo: la teoria quiere dar cuenta dé-comio $e interpretan los eniunciados,-y trata de detallar pormenorizadamente los pasos que sigue el destinatario para construir las inferencias que le permitan descubrir la intencién de su interlocutor y encontrar una interpretacién coherente con el principio de relevancia. Pero apenas nada se dice de la faceta contraria, es de- cir, de la que se refiere a la produccién del enunciado por parte del emisor. Serfa necesaria una teorfa que explicara qué mecanismos in tervienen en el paso de la intencién del emisor a la verbalizacion de dicha intencin, Yeniéndo en cuenta los elementos de la situacién co- municativa y la identidad del interlocutor. Un enfoque de esta clase se convertiria en un complemento natural para el modelo aquf expuesto. ‘A éstas se podrian afiadir otras criticas menores, que tienen que ver mas con aspectos técnicos del modelo que con una concepcién gene ral de los hechos. Para Roberts (1991), por ejemplo, el principio de re~ levancia es dificil de aplicar, porque no hay un mecanismo preciso que indique ni como se evaliian los efectos contextuales obientdos y el es- fuerzo de procesamiento invertido en lograrlos, ni cémo se comparan beneficios y costes para poder saber si el balance es favorable o no. Sin embargo, aunque ¢s cierto que la relevancia es dificil de evaluar desde un punto de vista tedrico, parece innegable que la optimizacion de la relacién entre esfuerzo y efectos es una tendencia constante de todos los tipos de actividad humana Por otra parte, la aplicacién del principio de relevancia no garan- tiza que la interpretacién obtenida sea realmente la que intentaba transmitir el emisor: el destinatario puede llegar a conclusiones que le resultan altamente relevantes partiendo de supuestos equivocados que nada tienen que ver con los objetivos de su interlocutor. Pero éste no puede considerarse, sin embargo, un defecto del principio mismo: né- tese que lo que falla no es la presuncién de relevancia, ni la validez del SPERBER Y WILSON Y 1A TEORIA DE LA RELEVANCIA, 133 razonamiento implicado por el emisor, sino la seleccién del contexio adecuado por parte del destinatario; € incluso en este caso, st inter- pretacion seguir los pasos previstos por la teoria. Por otro lado, para Mey y Talbot (1988) no es legitimo construir una explicacién de la comunicacién que conecte intenciones y accio- nes, porque ello presupone tn conocimiento de las estructuras cog- noscitivas y las representaciones mentales del emisor; sin embargo, no tenemos acceso directo a ese conocimiento. Contra esta idea se puede decir que la conexion establecida se presenta simplemente como una hipétesis razonable, pero no necesariamente falseable. En realidad, son mayores las ventajas que se obtienen suponiendo que las acciones son reflejo de las intenciones —y que, por tanto, su estudio puede conducirnos a ellas—, que las que se obtendrfan de adoptar una posi- cién que defendiera que no puede buscarse una racionalidad tras los. actos humanos, ‘A pesar de las erfticas a algunos aspectos, puede considerarse que Ja opinién general que merece el modelo de Sperber y Wilson es cla- ramente favorable, Ha supuesto una simplificacién notable de la teo- rfa pragmética; ha supuesto también una profundizacién interesante en todo lo que se refiere al funcionamiento de los mecanismos men- tales que intervienen en la interpretacién de los estimulos ostensivos; y ha sentado Jas bases para nuevos estudios que puedan ir supliendo bus posibles deficiencias. ‘Lecturas recomendadas D. Sperber y D. Wilson han ido configurando su teoria en mumerosos tra bbajos desde finales de los afios setenta. Su distanciamiento del modelo de Gri ee se hace explicito en Wilson y Sperber (1281), y la presentacién definitiva de Ja troria es el ya citado Sperber y Wilson (19864). Pueden verse introducclo- nes titles en Blakemore (1988 y 1992), Récanati (1993) y Wilson (1993). Pue- den consultarse también los estudies incluidos en Kempson (19886), Moeschler eral. (1994), y los mimeros monograficos de la revista Lingua —Wil- son y Smith (1992 y 1993)—, y muy especialmente Wilson y Sperber (1993), que introduce una interesante distincion entre codificacién de conceptos y co dificacion de instrucciones desarrollando idees de Blakemore (1987). En es paol, puede destacarse Garrido Medina (1990) y Sanchez de Zavala (1990). Aplicaciones recientes de la teoria pueden verse en Smith (1993) sobre la tem- poraldad, Rouchota (1994) sobre los indefinidos, Leonett (1996) para le defi- nitud, Carston (1996) sobre negacién metalinghistica, Groefsema (1995) sobre argumentos implictos, Blakemore (1994) y Escandel-Vidal (19960) sobre i terrogativas, Escandell-Vidal (1995a) sobre la nocidn de estilo, y Escandel-Vi- dal (1996b) sobre cortesa, Cartruzo 8 EL ESTUDIO DE LA CORTES{A 1. La verdante social de la comunicaelén, ~~ 2, La cortesia, znarma social = 5. ia eetrategia conversacional? 3-1. La tonsism entre la corvesia y los ‘rincipios converssclonales. 3.2. Las reglas do cortesa de R. Lalo. 3.3. EI Principio de cortesle de Leech. 34 El modelo de Brown y Levinson. Ball, Puntos de partida. 3.42. Conceptos bésicos. 3.4.3. El funcionamien- to de la cortesfa. 3.4.4, Algunas consideraciones finales. 1. La vertiente social de Ia comunicacién Los modelos que hemos examinado se ocupan casi exclusivamente de la faceta individual, psicolégica y cognoscitiva de la comunicacién. La mayoria de ellos reconoce el caracter de accién de los intercambios ‘comunicativos, pero se centra en los principios que determinan la in- terpretacion de los enunciados inmersos en sus contextos y situa~ Sin embargo, como sefialabamos en el capitulo anterior, se han le- vantado ya muchas voces a favor de la necesidad de tomar en consi- deracién la vertiente social. Bl lenguaje es el mas poderoso medio de relacién interpersonal. Por ello, lo utilizamos cuando pretendemos determinados objetivos, especialmente aquellos cuya consecucién de- pende mas o menos directamente de otras personas. No se trata tan sélo de que el Ienguaje sirva de vehiculo para las propias intenciones, sino que debe serlo también de una interaccién con los demés. Conseguir la colaboracion del destinatario es una de las tareas fun- damentales de la comunicacién, y constituye el objetivo intermedio que hay que lograr para alcanzar el resultado final, Por ello, puede decirse que, en general, el hablante trata de actuar de alguna manera sobre su interlocutor. En este punto, es fundamental interpretar co- rrectamente la expresiOn actuar sobre, sin recargarla de un matiz:pe yorativo. Es habitual pensar que el que trata de actuar sobre otro por 136 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA medio de la palabra sélo persigue su propio beneficio, Pero no hay que olvidar la existencia de una larga serie de actos cuyo fin primordial no es especificamente favorecedor para el hablante, sino mds bien para el destinatario. Piénsese, por ejemplo, en acciones como las de aconse- jax, poner sobre aviso, advertir, sugerir, ofrecer, invitar, ensefiar, etc. todas ellas tienen una finalidad beneficiosa para el destinatario, y, sin embargo, han sido el resultado de que su interlocutor actuase sobre é1 de una determinada manera Ademas de estos casos, en el resto de las situaciones, el emisor, por el mero hecho de dirigirse a otra persona, esta entablando con ella un determinado tipo de relacién, que queda también reflejado en el uso del lenguaje. La naturaleza de esta relacién depende de la interaccién de una compleja serie de factores sociales: la edad, el sexo, el grado de conocimiento previo, la posici6n social, la autoridad, la jerarquta..., son algunas de las variables que determinan el grado de distancia en- ‘re ambos interiocutores. La realidad presenta una doble vertiente. De un lado, resulta inne- gable que aprender a comportarse de acuerdo con las normas que marca nuestra sociedad —ello no significa seguirlas: incluso para rom- per las reglas es necesario conocerlas de antemano— es uno de los ob- jetivos del aprendizaje de la socializacién. Como resultado, contamos con tn cierto conocimiento sobre los patrones que rigen Ia cortesfa, y sabemos distinguir cuéndo un acto es cortés y cudndo no. De otto lado, dentro de una comunicaci6n presidida por algiin tipo de princi- pio general de cooperacién, el uso del lenguaje tiende a mantener el equilibrio entre las diferentes posiciones sociales que se relacionan en el discurso. 2. La cortesia, norma social... La cortesia puede entenderse, por tanto, de dos maneras diferentes, Puede concebirse, en primer lugar, como un conjurto de normas so- ciaies, establecidas por cada sociedad, que regulan el comportamiento adecuado de sus miembros, prohibiendo algunas formas de conducta y favoreciendo otras: lo que se ajusta a las normas se considera cor- Xs, y lo que no se ajusta es sancionado como descortés. Esta cortesia se ha interpretado como un mecanismo de salvaguardia que estable- cen todas las sociedades para que la agresividad de sus miembros no se vuelva contra ellos mismas. Puesto que se trata de normas externas, es esperable que lo que puede ser cortés en una sociedad, sea descortés en otra. De hecho, contamos con ejemplos bien elocuentes de esta diversidad. Un occi- EL ESTUDIO DE LA CORTESIA 137 dental es invitado @ una cena por un rico arabe del desierto; ante la visign del suculento banquete preparado, el invitado se deshace en elogios relatives a los manjares alli expuestos; el anfitrién, algo con- trariado, ordena inmediatamente a sus servidores que retiren todos los platos y que preparen una nueva cena: en su cultura, el que un invi- tado alabe la comida no se interpreta como un cumplido, sino como un signo evidente de desagrado. E] protagonista de esta anéedota es el lingitista briténico David Crystal. Orr0 ejemplo bien conocido en los trabajos sobre cortesfa es el re- Jativo a la manera en que los japoneses ofrecen un regalo. Sabernos que la sociedad japonesa es fruto de una educacién muy estricta, en Ja que la modestia y la no exteriorizacisn de los propios sentimientos son consideradas normas esenciales de conducta. Pues bien, cuando un japonés ofrece un regalo, la cortesfa le obliga a minimizar su va- lor, exagerando sus cualidades negativas, e incluso afirmando categs- ricamente que se trata de una auténtica ofensa regalar tal cosa. La cor- tesfa occidental, en cambio, aunque no admite ningin tipo de jactan- cia por parte de quien ofrece el regalo, sin embargo tampoco acepta la pauta de conducta japonesa. ‘eames un tiltimo ejemplo. Los bibliotecarios de una universidad australiane elevaron una queja a las autoridades académicas acerca del comportamiento descortés de los alumnos que provenian de cul- turas orientales. Tras el desconcierto producido por esta afirmacion —suele considerarse que los orientales son un modelo de cortesia se ordend un estudio sobre los hechos. Los bibliotecarios se quejaban, or ejemplo, de que los alumnos no daban ni las gracias cuando se Jes entregaba el libro que habfan solicitado, Todo se aclaré en cuanto pudo comprobarse que en las culturas orientales s6lo se expresa agra- decimiento cuando se recibe un auténtico favor, pero no cuando al- guien simplemente hace algo cumpliendo con su deber 0 con su tra- bajo... En este sentido, las normas de cortesfa forman parte del apren- dizaje no sélo de una determinada lengua, sino de una determinada cultura. Uno de Jos aspectos en que resulta més patente la intervelacién en- tte cortesia y formas lingtifsticas ¢s el que se refiere a la formas de tra- tamiento o deicticos sociales. Las sociedades organizan a sus miembros en estamentos mas o menos cerrados de acuerdo con cada cultura. La clasificacién que recibe un miembro depende de dos tipos de rasgos: 2). Propiedades macrosociales: 4) ‘caracteristicas: edad, sexo, posici6n familiar... 5) _propiedades adquiridas: rango, titulo, posicién social 1) Actuacion individual. 138 INTRODUCCION A LA FRAGMATICA Cada cual debe tratar al otro de acuerdo con las posiciones relati- vas que ambos ocupen dentro de la escala social; ademas, esta situa ign no puede cambiarse mientras no se den las condiciones necesa- Tias pata hacerlo. En efecto, toda modificacién imprevista tiene in- mediatas consectencias sociales: en general, consideraremos que es Socialmente incorrecto o descortés el hecho de que una persona se di- rija con una repentina y excesiva famniliaridad a otra persona de ma- Yor rango, de la que le separa una considerable distancia social y je- yérquica. Pero la inadecuaci6n es también perfectamente perceptible ‘endl sentido contrario: si dos personas han mantenido siempre un tra- to cordial y familiar, y repentinamente una de ellas adopta hacia la otra un tratamiento excesivamente formal, parece claro que ello pue- ‘de representar un signo evidente de una voluntad de distanciamiento y enfriamiento de esa relaci6n. El uso de las formulas de tratamiento es la expresion lingitistica de la estructuraci6n que reconace una sociedad. Ahora bien, la nece- sidad de su empleo dentro de una lengua dada depende no del siste- ma lingliistico, sino de la forma de organizacién social: en japonés no hay practicamente oraciones neutras (no marcadas) desde el punto de vista social; si las hay, en cambio, en la mayoria de las lenguas euro- peas ‘Como hemos visto, es facil que un miembro de otra cultura, que no domina las reglas especificas, cometa errores y se comporte de una manera inadecuada. Ello es muestra de que este tipo de cortesfa tiene més relacién con la antropologia, la etologia o la sociologia, gue con la teorfa del lenguaje. Por tanto, y aunque una buena parte de la cortesfa entendida como norma social tiene claras repercusio- nes en la eleccién de ciertas unidades lingutisticas, los estudios prag- méticos se han inclinado més hacia la otra manera de concebir le cortesia. 3. .0 estrategia conversacional? Si convenimos en que la comunicaci6n verbal es una actitud in- tencional dirigida a lograr un determinado objetivo en relacién con ‘otras personas, resulta logico pensar que el uso adecuado del lengua- je puede constituir un elemento determinante para el éxito del objeti- vo perseguido. Sabemos que el emisor debe tener en cuenta que su enunciado se adapte no solo a sus intenciones y a sus objetivos, sino también a la categoria y al papel social del destinatario. Por ello, no es dificil imaginar la importancia de utilizar convenientemente todos Jos medios que posee el lenguaje para mantener una relacién cordial EL ESTUDIO DE La CORTESIA 139 especialmente cuando el hablante debe enfrentarse a un conflicto en- tre sus objetivos y los del destinatario, y quiere, a la vez, no romper sus buenas zelaciones con é: en este sentido, la coresfa puede enten- lerse también como un conjunto de estrategias conversacionales desti- nadas a evitar 0 mitigar dichos conflictos. El término cortesta debe en- tenderse sin esa connotacién peyorativa que, a veces, nos hace verla como algo artificial. Como sefiala Leech (1983: 83) Hoy una desafortunada asociacién del término [cortesfe] con formas de comportamiento humano superficialmente gertiles pero en el fondo Sesnceras y por elo es tentadbr el elimina In cones (al mance en ertos entomos) por considerarla como un factor superfluo y trivial, que po es mas ue un domo del uso seio del lenguajer oud? comtesia es és bien, una estratepia para poder mantener las yuenas relaciones. Se cuenta que, ante las afirmaciones de su int: Gator gue habia sostenido que le cortesta cra inecesaiay que mo ea mas que aire, un famoso general francés replicé: «También una rueda esté lena sélo de aire, y sin embargo ese aire sirve para amortiguar los baches del camino...» e 3.1, La TENSION ENTRE LA CORTES(A Y LOS PRINCIFIOS ‘CONVERSACIONALES. Cuando Grice establecfa su clasificaci6n de las implicaturas, ha- blaba de implicatura no convencional no conversacional para referir~ se a aquella que se produce cuando el principio que entra en juego no es el de cooperacién y sus méximas, sino prineplos de otra natu- raleza: Hay, por supuesto, otras clases de maximas (estéticas, sociales, mo- rales.) tales como «sea cortéss, que normalmente son observadas por los participantes en el intereambio comunicativo, y que también pueden generar implicaturas no convencionales (Grice, 1975: 47] Como sabemos, el principio de cooperacién tiene como meta ase- gurar una transmisiOn de informacién eficaz. La cortesfa, en cambio, es uma estrategia al servicio de las relaciones sociales. Puesto que Se trata de abjetivos diversos, es esperable que entre ellos se puedan crear conflictos de intereses, al igual que ocurria con las méximas con- versacionales. Y, de hecho, asf sucede en numeroses ocasiones. Vea- mos algunos ejemplos: 140 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA (2) a, Me temo que su marido no se encuentre muy bien... Real mente, su situacién puede calificarse de bastante grave... Con sti avanzada edad, y dado su deteriorado estado fisi £0, se requerirfa casi un milagro para que lograse superar la crisis... Debemos estar preparados para un desenlace fatal, que puede ser inminente.. Su marido ha muerto Los enunciados (1)a y (I)b pueden utilizarse para el mismo objeti- vo: anunciar a una mujer la muerte de su marido. La formulacién de (1)b es clara y directa, ajustada al principio de cooperacién y a las ma- ximas, y plenamente eficaz desde el punto de vista informative. Sin embargo, en muchas ocasiones se prefiere recurrir a circunloquios del tipo de (1)a, partiendo del supuesto de que, cuando la informacién que se va a transmitir constituye una mala noticia para el destinata- rio, debe mitigarse su efecto. En este sentido, es facil ver cémo (Da entra en conflicto con casi todas las maximas: va contra las maximas de cantidad, ya que el contenido no es todo lo informativo que podria ser; va contra las maximas de calidad, porque se afirma algo que no es exactamente verdadero —se supone que el que emite (L)a ya sabe que el marido ha muerto—; y, finalmente, va contra varias de las ma- ximas de manera, puesto gue no es ni claro, ni breve, y ¢s vago, ¢ in- necesariamente prolijo... En este caso, la cortesia se considera como un principio superior, que explica y hace legitima la transgresién de las maximas. Incluso cuando las situaciones no son tan graves, el uso de estra- tegias de cortesia sirve para atenuar el cardcter negativo de algunas afirmaciones. Compérense (2)a y (2)b: @) a. Sin duda, a todos nos convendria hacer un poco més de ejercicio y perder algo de peso b. Estas gordisima El ejemplo de (2)a vuelve a mostrar propiedades semejantes a las de (1)a: el caracier genérico de la afirmacién sirve para evitar la refe- rencia directa de (2)b. Nuevamente, las necesidades de la cortesfa so- brepasan los requisitos de los principios conversacionales. Hay, sin embargo, otras ocasiones en que la situacién parece in- vertirse, En los intercambios de tipo comercial, se suele esperar que el vendedor trate con cierto grado de deferencia al potencial comprador. Sin embargo, si uno esta interesindose por el funcionamiento de un ielevisor nuevo, lo més probable es que el vendedor utilice formulas parecidas a (3), y no a (3)b: EL ESTUDIO DE LA cORTESta 141 (3) a Para ponerlo en marcha, pulse el primer botén de la de- recha. Si quiere cambiar de canal, utilice estos botones. Para subir o bajar el volumen, tiene que darle a esta tecla. b. #Para ponerlo en marcha, espero que no le moleste pul- sar el primer botn de la derecha. Si quiere cambiar de canal, le agradeceré mucho que utilice estos botones. Para subir o bajar el volumen, cquerria darle a esta tecla, por favor? Cuando Jo importante es transmitir eficazmente una informacion, y especialmente cuando esa informacién interesa en particular al des: tinatario, la necesidad de concisién y claridad hacen prevalecer los principios conversacionales por encima de la cortesia. Un caso extremo es el que ofrecen las peticiones de auxilio. Pues- to que lo importante es la rapidez de la intervenci6n, la claridad y la eficacia, se emplean siempre formas directas y explicitas, como (#)a, ¥ no como (Mb: (@) a jSocorro! jSalveme, que me ahogo! b. Socorro! ¢No le importaria salvarme, por favor? Es que, verd usted, me estoy ahogando Los contrastes que acabamos de examinar sugieren que hay una di- ferencia clara motivada por el tipo de discurso y por sus objetivos prioritarios. Se dice que el intercambio es interaccional, cuando lo que importa es el mantenimiento de las relaciones sociales, y vence la cor- tesfa; y es transaccional, cuando lo importante es la transmisién eficaz de informacién, y tienen prioridad los principios conversacionales. Por supuesto, estas caracterizaciones no constituyen categorfas cerra- das, sino que representan los puntos extremos de una escala. Cada enunciado se coloca en un punto intermedio, de acuerdo con las cir- cunstancias, Por tanto, la explicacién del fumcionamiento de la cortesia estraté- gica presupone, de un lado, una clasificacién de los tipos de discurso y de los actos que pueden realizarse; de otro, una descripcién de los tipos de relacién social que resultan relevantes; y; finalmente, una ca- racterizacién detallada de las diferentes estrategias —especialmente en sus repercusiones lingtifsticas— y de las condiciones que gobiernan su adecuacién al contexto y la situacién, Esta tarea se ha abordado desde perspectivas algo diferentes, pero todas tienen en comin el con- siderar que el papel fundamental de la cortesta es el de servir a las re- laciones sociales. 142 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA 3.2, LAS REGLAS DE ConTEsia DE R. LaKOFF El enfoque de la cortesfa propuesto por R. Lakoff (1973) constitu- ye el primer intento de extender la idea de regia de la gramética para dar cuenta de la adecuacién pragmatica. Dos son las reglas bésicas propuestas por esta autora: 1) Sea claro 1) Sea cortés La primera quiere expresar él mismo tipo de contenido que las mé- ximas que desarrollan el principio de cooperacién de Grice, y va diri- gida fundamentalmente a asegurar una transmisién eficaz dé la infor- macién; la segunda recoge la faceta de la relaci6n interpersonal. La cortesia se entiende como un mecanismo que intenta reducir las ten- siones creadas en la interaccién. 1La regla general Sea cortés presenta tres posibilidades o modalida- des diferentes: 1) No se imponga nm) Ofrezca opciones MI) Refuerce los lazos de camaraderia Cada una de estas reglas tiene un émbito de aplicacién determina- do, de acuerdo con cual sea el grado de relacién existente entre los in- terlocutores. La regla No se imponga sc aplica especialmente en aquellas situa- ciones caracterizadas por una clara diferencia social enire Ios interlo- cutores, o simplemente por falta de familiaridad. Ninguno de los par- ticipantes debe obligar al otro de forma directa a hacer algo. En estos casos, las estrategias consisten en evitar o mitigar toda posible impo- sicién sobre el otto, pidiendo permiso, utilizando formas indirectas. (5) @uedo preguntarle, sino es mucha indiscrecién, custo le ha sostado? Se trata también de un tipo de cortesfa impersonal, que elude las referencias directas, los pronombres personales, las opiniones pro- pias... El enunciado de (6)2 se sirve de la mencién genérica, frente al de (6), que hace una referencia directa y especifica: (6) Enestos casos, lo que suele dar mejor resultado es pin- tarlo de nuevo 4, Pintelo de nuevo EL ESTUDIO DE LA CORTESIA 143, La segunda regla es Offezca opciones, y se aplica sobre todo cuan- do hay equilibrio social entre los interlocutores, pero falta farniliari- dad y conflanza. Ofrecer opciones equivale a presentar las cosas de manera que el rechazo de la propia opinion o de la propia oferta no se sienta como algo polémico. La réplica de B en el didlogo de (7) pue- de encubrir una estrategia para expresar una creencia sin mostrarla ‘como algo personal, sin que se le pueda atribuir una discrepancia con respecto a la opinién expresada por su interlocutor, y sin que su re- chazo cologue en una posicién incmoda a ninguno de los interlocu- tores: (7) A: —Parece que la situacién econ6mica no es muy alentadora B: —Sin embargo, algunos estudios recientes han apuntado que las perspectivas de recuperacién no son malas... Y un enunciado como los de (6) podria convertirse en: (8) Quiz una posibilidad serfa que lo pintara usted de nuevo, Finalmente, la tercera regla (Refuuerce los lazos de camaraderta) se adapta perfectamente a las situaciones en que la relacién entre los in- terlocutores es muy estrecha o muy cercana. Uno de sus objetivos es colocar al otro en una posicién agradable, mostrar interés por sus co- sas... Se utilizan las formas personales, es frecuente que el emisor se implique a sf mismo en las cuestiones del otro, y se expresan las pro- pias ideas y sentimientos. Cuando el médico pregunta al enfermo (9) ¢Cémo nos encontramos hoy? se est valiendo de una estrategia de este tipo. 3.3. EL PRINCIPIO DE CORTESIA DE LEECH Leech (1983) ya no establece reglas, sino que propone un principio de cortesfa, desarrollado en una serie de méximas, al estilo de los de Grice, y como complemento de sus principios conversacionales. Para Leech, la relacién existente entre los interlocutores impone una serie de selecciones que determinan la forma del enunciado y ma- tizan su significacién. Los objetivos de la comunicacién pueden m: nifestarse en dos direcciones: 0 bien se trata de mantener el equilibrio existente; o bien, de modificarlo (para mejorar la relacién para au- mentar la distancia). i 4 t 144 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA La cortesta es precisamente el principio regulador de la distancia social y su equilibrio: gracias a ella, mantenemos o disminuimos la distancia social. Debe interpretarse y valorarse como el necesario pun- to de referencia que nos permite medir la adecuacién entre el enun- ciado y el grado de distancia social que media entre los interlocutores. Este tipo de cortesia reeibe el nombre de cortesta relativa, ya que de- pende decisivamente de las posiciones sociales de los interlocutores. Ademés, existe una cortesia absoluta, que es una caracteristica propia de algunos actos. Como sefiala Leech (1983: 83): Algunas ilocuciones (por ejemplo, las érdenes) son inherentemente descorteses; ¥ otras (por ejemplo, los ofrecimientos) son inherentemen- 12 corteses. Esta cortesfa, entendida en sentido absoluto, se evaliia en una es- cala en términos del coste o del beneficio que suponga el cumpli- miento de la accién para el destinatario o el emisor. Asi, la accién es intrinsecamente mas «descortés» cuanto mayor es el coste para el des- tinatario y menor su beneficio; y es mas «cortés» en el caso contrario, es decir, cuanto mayor sea el coste para el emisor y mayor el beneli- cio para el destinatario: ao) EMISOR ——— menos cortés * —— miscortés —— coste BENEFICIO| ———— mis corés, ——~ —— menos cortés ——— DESTINATARIO Pues bien, de acuerdo con ello, Leech establece una clasificacién general de intenciones en cuatro categorias principales: 1) Acciones que apoyan la cortesia, es decir, que suponen un bene- ficio para el destinatario y un coste para el emisor, y, por tanto, man- tienen o mejoran la relacién social existente entre ellos. Se trata de ac~ ciones como ‘agradecer, ‘felicitar’, ‘saludar’, ‘ofrecer’, ‘invitar’.. 1) Acciones précticamentte indiferentes a la cortesia, es decir, en las que no hay un desequilibrio claro entre coste y beneficio para los in- terlocutores. El empleo de formas de cortesia relativas apoya la rela- ign social. Es el caso de ‘afirmar’, ‘informar’ ‘anunciar’.. mm) Acciones que entran en conflicio con la cortesta, esto es, que implican algan tipo de coste para el destinatario; si quiere mantener se 0 mejorarse la relacién’con el interlocutor, es necesario compensar EL ESTUDIO DE LA CORTESIA 145 la edescortesfar intrinseca de estas acciones por medio de otras f6r- mulas de cortesia relativa que la mitiguen. En caso contrario, la rela- cién corre el peligro de deteriorarse y aumentar la distancia entre los, hablantes, No es dificil imaginar lo que ocurre cuando se pide algo sin la cortesia adecuada... Como ejemplos de estas acciones podemos ci- tar ‘preguntar’, ‘pedir’, ‘ordenar’. WV) Acciones dirigidas frontalmente contra el mantenimiento de la relacién entre los interlocutores, En ellas, la cortesia relativa estA fuera de lugar, porque pretenden acrecentar la distancia 0 destruir las rela- ciones existentes: ‘amenazar’, ‘acusar’, ‘maldecir’. Por supuesto, estas cuatro categorfas no constituyen grupos cerra- dos, sino que son més bien los puntos-clave de un continu. La se- gunda categoria, por ejemplo, siempre estar4 orientada hacia alguna de las dos limfirofes: como vimos, no es lo mismo informar al desti- natario déndole una buena noticia (el beneficio para él es grande), que dandole una mala noticia (en la que el coste para él es mayor). Sobre esta clasificacién general funcionan dos tipos diferentes de cortesta: positiva y negativa. En palabras de Leech (1983: 84): La cortesfa negativa consiste en minimizar la descortesta de las ilo cuciones descorteses, y la [eortesia] positive, en maximnizar la cortesfa de las coreses. Mientras que la cortesfa negativa suele resultar imprescindible para mantener las buenas relaciones, la cortesia positiva es secundaria. Dentro de esta perspectiva, uno de los aspectos que despiertan més interés es el de las acciones que pueden entrar en conflicto con la cor testa (las del tipo 1). Los actos directivos (aquellos en los que el en sor pide a sut interlocutor que Heve a cabo una determinada accion) son actos que, en algunos casos, pueden amenazar el equilibrio en la rela~ ci6n social. El grado de posible confiicto se determina en una escala de coste/beneticio, del tipo de la de (11), tomada de Leech (1983: 107): aay DESTINATARIO. — CORTESIA Coste ‘Menor Pela esas patatas Pasame el periédico Signtate Diviértete Tomate otro canapé Beneficio Mayor 146 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA Cuanto mayor es el coste para el destinatario, mayor es la descor- tesfa intrinseca de la accién; y cuanto mayor es el beneficio que pue- de obtener, mayor ¢s la cortesfa intrinseca. ‘Los actos que pueden resultar descorteses suelen dar lugar a for- mas indirectas de expresién. El mismo contenido proposicional_ se puede manifestar de forma mis 0 menos directa, dando lugar también a una escala: (2) DIRECTO DESCORTS Contesta el teléfono (Contestas el teléfono? {Puedes contestar el teléfono? Ge importaria contestar el teléfono? INDIRECTO —coRrES La cortesta se convierte en el principio que justifica cl empleo de formas indirectas, Estas resultan més corteses porque no imaponen una obligacién, sino que «fingen» abrir al oyente la posibilidad de rea- lizar o no el acto solicitado. Ello explica que su uso se restrinja casi exclusivamente a los actos inherentemente descorteses, y que resulte extraiia cuando el acto ya es cortés por si mismo: (13) a Témate otro canapé b, #zTe importaria tomarte otro canapé? El tinico tipo de situacién en que (13) resulta adecuado seria si el emisor deseara que sus invitados, haciendo un tiltimo esfuerzo, se ter- minasen la bandeja de canapés: en este caso, el beneficio seria para ély no para el destinatario, lo cual justifica el uso de la forma més cortés El principio de cortesia de Leech se desglosa también en una serie de maxirnas: 1) Méxima de tacto: suponga que usted es el autorizado, y su in- terlocutor es quien debe autorizar 3) Méxima de generosidad: minimice su propio beneficio; maxi- mice el beneficio de su interlocutor um) Méxima de aprobacién: minimice el desprecio hacia el otro; maximice el aprecio hacia el otto Wy) Maxima de modestia: minimice el aprecio hacia si mismo; ma- ximice el aprecio hacia el otro. ¥) Méxima de acuerdo: rainimice el desacuerdo con el otro; ma- ximice el acuerdo, EL ESTUDIO DE LA CORTESIA 147 vi) Maxima de simpatia: minimice la antipatia; maximice la sim- patia, Todas ellas presentan la doble vertiente: Ia negativa, que es la més, importante, la auténticamente necesaria, que constituye le primera parte de la formulacién; y la positiva, que tiene una valor secundario. Como resulta evidente por el mismo contenido de cada maxima, no todas se aplican por igual a todos los tipos de actos: la maxima de tac to funciona en las peticiones; las de generosidad, aprobacién y mo- destia parecen més generales; y las de acuerdo y simpatfa se aplicarén sobre todo a los actos de tipo aseverativo. La cortesfa es, pues, un principio regulador de la conducta que se sitia a medio camino entre Ia distancia social y ta intencién del emi- sor, haciendo posible el mantenimiento del equilibrio social entre los interlocutores a pesar de que la intencién del emisor esté dentro de las, calificadas como inherentemente descorteses, En este sentido, los me- canismos que emplea son estrategias dirigidas a reducir o evitar las, tensiones en la interaccién social. El enfoque propuesto por Leech, aunque es basicamente adecuado, hha recibido algunas criticas. Por un lado, se dice que la proliferacién de maximas resulta tal vez excesiva y, sobre todo, no esta justificada en virtud de principios independientes. Por otro lado, la cortesia esta determinada culturalmente, de modo que quizé las méximas sicvan para una sociedad, pero no para otras. Pero, sin duda, la objecién mas, seria es la que pone en tela de juicio la consideracién del principio de cortesia como un auténtico principio, En el modelo de Grice o en el de Sperber y Wilson, se da por supuesto que los hablantes observan los principios. Dicho de otro modo, por lo que se refiere al enfoque de Grice, hay que suponer que el hablante esta siendo cooperative para explicar la violacién aparente de las maximas que da lugar a la impli- catura; y en el de Sperber y Wilson, el principio de relevancia esté siempre vigente y de ello deriva el céleulo de Ja interpretacién. En cambio, el principio de cortesia de Leech no puede entenderse en el mismo sentido: el emisor puede optar por ser cortés © no; pero no sti ponemos que estA siempre tratando de ser cortés, ni que hay que bus- car una implicatura que restaure la cortesia cuando ésta parece estar ausente. 3.4. EL MODELO DE BROWN ¥ LEVINSON La teoria expuesta por Brown y Levinson (1987) es actualmente el intento mas elaborado y mejor esiructurado de explicar los motivos y 148 INTRODUCCION A LA PRAGMATIC el funcionamiento de la cortesfa en las lenguas. Pretende completar el modelo de Grice, afiadiéndole la faceta interpersonal de la que carecia. 3.4.1. Puntos de partida Brown y Levinson parten del supuesto de que toda sociedad tiene que controlar la agresividad de sus miembros, a la vez. que intenta ca- nalizar ese potencial de agresividad como instrumento de control in- terno y como fuerza de la que servirse en las relaciones competitivas con otros grupos sociales. La cortesia presupone, por tanto, la exis- tencia de ese potencial agresivo, y trata de contrarrestarlo para hacer posibles las buenas relaciones sociales. ‘Otro de sus puntos de partida es el de que Ia comunicacion es un tipo de conducta racional, que busca la méxima eficacia, En este sen- tido, la comunicacién esta sujeta al principio de cooperacién de Grice, entendido como el marco socialmente neutro en el que se desarrollan los intercambios comunicativos, y que presupone su racionalidad y eficacia. Se supone también que uno sélo se aparta de él cuando tie- ne una buena raz6n para hacerlo; y la cortesia —la necesidad de man- tener las relaciones sociales— puede ser una de estas buenas razones. 3.4.2. Conceptos bdsicas Los individuos, en lo que atafie a la comunicaci6n, presentan, por tanto, dos propiedades basicas, que sirven para explicar su comporta- miento comunicativo: 1) Racionalidad, Cada individuo posee un modo de razonamien- to que se puede definir con precision, y que le conduce de los fines que persigue a los medios necesarios para intentar conseguir dichos fines. Est4 ligada al principio de cooperacién. u) Imagen piiblica (en inglés, face). Cada individuo tiene y re- clema para sf una cierta imagen ptiblica (un cierto prestigio) que quie- re conservar. Esté ligada a la cortesfa. El concepto de imagen piiblica es la nocién central dentro de la teo- ria de Brown y Levinson, De la necesidad de salvaguardarla se derivan todas las estrategias de cortesia. La cooperacién entre los hablantes se basa precisamente en el supuesto compartido de que la imagen ptbli- ca es vulnerable, de que hay que ponerla a salvo, y de que una mane- ra de hacerlo consiste precisamente en no dafiar ni amenazar la de los demés. Esta imagen piblica tiene, a su ver, dos vertientes: EL ESTUDIO DE LA CORTESIA, 149 1) negativa: deseo de tener libertad de accién, de no suftir im- posiciones por parte de los demas, de dominar el propio te- mritorio. 1) positiva: deseo de ser apreciado por los demés, y de que otros, ‘compartan los mismos deseos. La noci6n de imagen piiblica es, en si misma, universal; y también Jo es el modo en que determina los comportamientos sociales: lo que varia de una cultura a otra son los elementos particulares que confi- guran en cada caso los rasgos que constituyen la imagen publica de- seable. 3.4.3, Bl funcionamiento de la cortesta Se parte, pues, de la idea de que todos los individuos tienen su ima- gen ptiblica, que todos quieren mantenerla a salvo, y que el buen fun- cionamiento de las relaciones sociales exige el mantener a salvo la de Jos demés. Ahora bien, como ya hemos visto, hay varios tipos de ac- ciones que crean conflictos de intereses y que, por tanto, ponen en pe- ligro la imagen piiblica, bien de uno mismo, bien del interlocutor: se trata de acciones que amenazan la imagen publica (face-threatening acts). En estos casos —y ano ser que se desee realmente amenazar- Ia— lo normal es que el emisor trate de suavizar la potencial amena- za: para ello, es necesaria la cortesfa. El nivel de cortesia que debe emplearse depende de tres factores: poder relativo (P) del destinatario con respecto al emisor, y que constituye la dimensién vertical de la relacién social; 1) distancia social (D), que incluye el grado de familiaridad y contacto entre los interlocutores, y que forma el eje horizon- tal de dicha relacién; y ut) grado de imposicién (6) de un determinado acto con respecto ale imagen piblica. Todos ellos son de naturaleza social, porque incluso el «ltimo de- pende de la consideracién que cada tipo de acto reciba en cada cultu- ra, El riesgo potencial que entrafia una determinada accion que ame- naza la imagen publica (AAIP) se calcula sumando los valores de estos Factores: Riesgo (AAIP) x = (D +P +G)x 150 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA Menor Po > ite siete conan ponta FE) sonme < Semen 5 encwionamente N\. cotsianegatna Ts | nomanisane wher Esoventa 8.1 La conjuncién de todos estos factores permite calcular la reper- cusion esperada de una AIP y, si se quiere, elegir las estrategias de cortesia destinadas a mitigar ¢l peligro. Los tipos de estrategias exis- tentes y las circunstancias que determinan la eleccién de una w otra pueden resumirse en el esquema 8.1, tomado de Brown y Levinson (1987: 60). Las posibilidades de estrategia reflejadas en el esquema son cinco: 1) Abierta y directa (on record, without redress) ) Abierta e indirecta, con cortesia positiva (on record, with re- dress, with positive politeness) im) Abierta ¢ indirecta, con cortesia negativa (om record, with re- dress, with negative politeness) 1) Encubierta (off record) v) Evitar la AIP Pueden ejemplificarse, respectivamente, en (14): (14) a Préstame mil pesetas b. ¢Me prestas mil pesetas? c. ¢No te importaria prestarme mil pesetas, por favor? d_ El cajero no funcionaba y estoy sin dinero Una estrategia es abierta cuando con ella el emisor muestra clara- mente su deseo de hacer participe al interlocutor de su intencién sin cocultarla. Ademés, es directa o sin compensaciones cuando no hay nin- giin intento de contrarrestar el dafio potencial. La estrategia abierta y directa consiste en expresarse literalmente, en seguir las maximas de Grice: es clara, concisa y no ambigua: EL ESTUDIO DE LA CORTESIA 151 (15) @ {Ten cuidado! b, {Presta atencién! cc. {Baja la basura! Que resulte © no descortés depende de cud] sea su potencial de ‘amenaza a Ja imagen publica: puede ser apenas inexistente en (15)a, medio en (15), y alto en (15)c. También se emplea esta estrategia, como vimos, cuando lo decisivo es la rapidez y la eficacia: (16) La estrategia, ademés de abierta, puede ser indirecta (0 con com- pensaciones). En estos casos, el emisor, sin dejar de mostrar clara- mente su intenci6n, trata de compensar o reparar de alguna manera el posible dafio o amenaza a la imagen pablica que supone la realiza- cién de un determinado acto. Las compensaciones pueden hacerse uti- lizando un tipo de cortesia orientada bien a la imagen priblica positi- va, bien a la imagen priblica negativa. La estrategia abierta, directa y con cortesta positiva se basa en la ex- presién de aprecio hacia el destinatario y sus deseos, y en la similitud de estos deseos con los del emisor. Quiere ser una muestra de intimi- dad, familiaridad y amistad, y construye una plataforma comtin para da interaccién (17) Tenemos que bajar Ia basura b. ¢Bajards la basure? cc. Hoy bajas ti la basura y mafiana la bajo yo Los enunciados de (17) son muestras de esta estrategia, En (17)a se crea una terreno comtin, identificando los deseos de emisor y des- tinatario; en (17)b se da por sentado que la agresién es minima y que se cuenta de antemano con la cooperacién del destinatario; en (17)c, al ofrecerse la compensacién explicita, la reciprocidad disminuye el riesgo. Otras estrategias de cortesia positiva consisten, por ejemplo, en usar les marcas de identidad social o de grupo caracteristicas del des- tinatario (una jerga o dialecto...), usar diminutivos carifiosos, chistes y bromas que refuercen los conocimientos compartidos..., etc. Incluso cuando los cumplidos resultan exagerados, lo importante es que el emisor esté mostrando ablertamente su deseo de halagar la imagen plblica del destinatario para compenser la posible amenaze. La estrategia abierta, indirecta y con cortesta negativa se basa en la expresién de que el acto realizado no pretende limitar Ia libertad de accién del destinatario. Es el ejemplo prototipico de lo que considera- 152 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA, mos habitualmente cortesfa, y su cardcter respetuoso la hace adecua- da a las situaciones en que no hay familiaridad o igualdad. En gene- ral, todas las lenguas poseen un conjunto de fSrmulas linglifsticas mas (© menos convencionalizadas que sitven a esta estrategia. La mas co- min es el uso de formas indirectas: a pesar de pretender ser encu- biertas, su cierto grado convencionalizacién las convierte en expresio- nes no ambiguas: (18) a. Sitienes un rato, puedes revisar estos informes 6. @Podria usted revisar estos informes, por favor? c. Querfa pedirle, si no es mucha molestia, que revisara es- tos informes d. Convendrfa que revisara a fondo estos informes En (18)z se expresa claramente la voluntad de no interferir en los planes del destinatario; en (18)b, el uso del condicional unido a la for ‘ma interrogativa indican que no se parte del supuesto de que el desti- natario est dispuesto a hacer la accién, y el uso de por favor pretende compensar la posible molestia ocasionada; en (18)c, el pasado mitiga la fuerza de la peticién, y la cléusula condicional expresa explicita- menie la intencién de no invadir el terreno del otro; en (18), el uso de un verbo impersonal desliga al emisor de la peticién, que se hace no por deseo propio, sino como expresién de una necesidad superior. Las estrategias se orientan, sobre tado, en tres direcciones: no limitar la libertad de accién del destinatario; pedir excusas u ofrecer com- pensaciones por la posible limitaci6n; y distanciarse de la responsabi- lidad de haber efectuado Ia peticion. Por tiltimo, se puede optar por una estrategia encubierta. Con ella, el emisor pretende, en cierto modo, enmascarar o disimular su verda- dera intencién. El emisor quiere evitar que le sea atribuida la respon- sabilidad de haber realizado un acto amenazador. Al llevarlo a cabo encubiertamente, deja al destinatario la tarea de decidir cémo inter- pretarlo. De este modo, el emisor se reserva la posibilidad de no com- prometerse con la interpretacién més amenazadora del enunciado, y poder «refugiarse» en otra. 49) a. Este informe necesita wna revisién a fondo 5. La basura esté empezando a oler mal El enunciado de (19)a utiliza una estrategia basada en la generali- dad absoluta: el emisor siempre puede decir que no pretendia pedir al destinatario que fuese él quien lo revisara; y (19)b se presenta sélo como la descripcién de una situacién, pero de hecho puede enmasca- EL ESTUDIO DE LA CORTESIA 153 rar una peticién o un reproche. La violacién de las maximas de Grice, con la generaci6n de las consiguientes implicaturas, es muchas veces el mecanismo empleado. Estas estrategias no deben entenderse como categorias separadas: no siempre es facil decidir con precisién cual es el procedimiento uti- lizado, entre otras cosas porque muchas veces se mezclan 0 se com- binan, 3.4.4. Algunas consideraciones finales En muchas ocasiones se ha dicho que este tipo de enfoque presen- ta une vision algo paranoide de las relaciones sociales: la imagen pu- blica aparece como algo extraordinariamente débil y vulnerable, siem- pre sometida a agresiones potenciales, continuamente amenazada por actos a veces insignificantes, y que hay que estar reparando constan- temente. Sin duda, no les falta razén a quienes apuntan que el pano- rama dibujado resulta excesivamente catastrofista. De todos modes, la teorfa de Brown y Levinson constituye un buen punto de partida para adentrarse en el estudio de las relaciones entre formas lingtifsticas y estructuras sociales. Lo que parece claro es que las estrategias de cor- tesfa existen; Jos hablantes las utilizan de manera sistematica para ase- gurar 0 modificar el estatuto de sus relaciones sociales: para mejorar el trato amistoso, o para establecer un clima de respeto mutuo, 0 in cluso para distanciarse del destinatario... De otro lado, el modelo propuesto puede aportar algunos elemen- tos de juicio sobre la tensién entre modelos formales y modelos fun- cionales dentro de la teorfa lingifstica. Para que Jas explicaciones funcionales resulten interesantes, es preciso encontrar principios fun- cionales (0 sociales) independientemente motivados. En este sentido, Ja tendencia a salvaguardar la propia imagen publica de posibles agre- siones podria verse como un tipo de universal sociolégico que «pre- siona» las estructuras lingitisticas. Si esto es cierto puede convertirse ‘en un punto de apoyo importante para las hipétesis funcionalistas, ya que, normalmente, las presiones sociales sobre el sistema lingtiistico se presentan bajo la forma de extensiones del significado e implicatu- ras que revierten sobre la forma (es decir, que acaban convencionali- zandose y asociandose a un correlato formal especifico), Lecturas recomendadas Los trabajos pioneros en el estudio de la cortesfa desde la perspectiva prag- matica son probablemente Lakoff (1972 y 1973). Ademas del estudio funds- 154 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA mental de Brown y Levinson (1987), pueden verse Kasher (1986), los ndmeros monograficos de la revista Multilingua (editados por Ide) correspondientes a 1988, 1989 y 1993, el niimero 14 de Journal of Pragmatics (1990), que también 5 un naimero monogrifico dedicado al tema de la cortesia, con contribucio- nes de Ambito general como Fraser (1990) y Kasper (1990), y Watts, Ide y Ehlich (1992), Sobre la pragmatic dela cortes(a en espaiiol, véase Haverkate (1987, 1990, 1991 y 1994). Los estudios sobre la cortesia han recibido un notable impulso en el eam- po de la comparacién intercultural, con importantes implicaciones para Ia en SeBanza de segundas lenguas. Sobre todo ello, pueden verse Blum-Kulka, Hou- se y Kasper (1989), Kerbrat-Orecchioni (1990-94), Wierzbicka (1991), Janney y Arndt (1992), Kasper y Blum-Kulka (eds.) (1993), y Escandell Vidal (19956 y 11996a). Seollon y Scollon (1995) es un buen manual introductorio. LAS EXPLICACIONES PRAGMATICAS ence CaPtruLo 9 CONECTIVAS: EL CASO DE LA CONJUNCION ¥ 1. El consctor logico de y la conjuncién copulativa y. — 2. Las explicaco nes semantieas. 2.1, El significado convencional de y. 2.2. Las inadecus siones del enfogus seméntico. — 3. La soluctén praginétca, 3.1. Los valo- res dey obtenidos como implicaturas. 3.2, Los valores dey obtenidos como cexplicatures. 3.3. Ventajas del enfoque pragiétic. Uno de los problemas que més ha preocupado primero a los gra- madticos y fildsofos, y luego a los pragmatistas, ha sido el de describir el valor de los elementos de conexién entre oraciones: una buena par- te de la logica ha hecho de ellos el punto central que articula la teorfa, del razonamiento; y Ia gramatica ha debido ocuparse de su funciona- miento y valor en las lenguas naturales. En este capitulo examinare- mos los problemas que plantea la caracterizacién semdntica y prag- mtica de la conjuncién copulativa 9. 1. El conector légico & y Ia conjuncién copulativa y El filésofo briténico Strawson noté que no hay una coincidencia absoluta entre los valores de y en las lenguas naturales y los que se atribuyen habitualmente al signo de conjuncidn (&) en la Iégica de predicados. En légica suele decirse que el conector & enlaza entre sf dos proposiciones simples, formando una proposicién compleja, que es verdadera sélo si lo son cada una de las proposiciones simples que la integran, tal y como queda reflejado en la siguiente tabla: 158 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA Pero si consideramos su fumcionamiento en una lengua natural, ¢s facil comprobar cémo sus propiedades no parecen las mismas que los légicos habjan identificado. Consideremos los ejemplos de (2) (2) a #Un trigngulo tiene tres lados y anteayer com pollo b. Se casé y tuvo un hijo # Tuvo un hijo y se casé Esté claro que en una lengua natural no basta con unir por medio de y dos oraciones cualesquiera para que el resultado sea aceprable, ‘como queda patente en (2)a. Por otro lado, el orden de las oraciones, gue no resulla relevante para la caracterizaci6n veritativo-funcional donde p & q es igual aq & p—, si lo es en las lenguas naturales, como pone de manifiesto el contraste que se observa en el ejemplo —ya clasico— de (2)b: los hablantes se sienten fuertemente inclinados a decir que no es lo mismo casarse y tener un hijo que tener un hijo y casarse El examen de casos como los de (2) ha servido de fundamento Jos fildsofos para defender la idea de que las lenguas naturales son ins- trumentos altamente imperfectos —y por ello «peligrosos»— frente a Ja univocidad constante de los lenguajes formalizados. Desde la. pers- pectiva lingtistica, en cambio, se critica la caracterizaci6n légica y se Ja tacha de simplista, porque no resulta adecuada para dar cuenta —se dice— de la amplia variedad de significados y el rico abanico de ma- tices que las conjunciones de las lenguas naturales son capaces de transmitir, 2, Las explicaciones seménticas 2.1, EL SIGNIFICADO CONVENCIONAL DEY [Ante esta situacién, muchos lingtistas defienden la idea de que el conector logico y la conjuncién copulativa son diferentes. La conjun- cién copulativa no es simplemente una marca de suma o de adicién; su signiticado convencional —esto es, el que se le asigna dentro del c6- CONECTIVAS: EL CASO DE LA CONTUNCION ¥ 159 digo de la lengua— es mucho més rico de lo que lo describen los 16- gicos, y comprende, al menos, estos dos valores més’ 1) conezién: las dos proposiciones son parte de la misma situa- cién; ¥ 1) sucesion: el primer acontecimiento es anterior al segundo. Asi quedarian explicados los hechos de (2): en (2)a falta conexicn, y por ello el encadenamiento resulta dificilmente aceptable; en (2)b la @iferencia observada es consecuencia del valor temporal caracteristi- co que separa a la conjuncién y del conector légico &. Consideremos ahora las secuencias de (3): (3) a. Fue acusado de varias irregularidades y dimitié b. Dame tu teléfono y yo te daré el mio c. Se fue de vacaciones a Francia y se matriculé en un cur 30 de cocina d, Fuia su casa y descubr{ que me habla mentido A la vista de tales encadenamientos, puede pensarse que también Ja caracterizacién anterior es insuficiente, y que se hace necesario completar la lista con nuevos valores de la conjuncién y. En (3)a pa- rece clara la relacién causal; no basta con pensar que son dos aconte- cimientos en simple secuencia temporal, sino que se interpreta inme- diatamente que entre ellos existe una conexién de causa/consecuencia: Ja razon de su dimision es precisamente a! que se hubieran detectado irregularidades en su gestion. En (3)b tampoco basta con una inter- pretacién temporal: los términos resultan més bien contractuales, y la relacién se siente, por tanto, como condicional. En (3) la lectura pa- rece locativa: no son dos acontecimientos sticesivos —Irse de vacacio- nes a Francia (y volver) y después hacer un curso de cocina—, sino que se interpreta de manera directa y natural que es precisamente en Fran- cia donde hace tal curso. Finalmente, en (3)d hay una interpretacion resultativa no causal: la segunda parte del enunciado es, efectivamen- te, un resultado de la primera; pero no hay una relacién causal entre ambas (haber ido a su casa no es la raz6n de haber descubierto que me mintizra). Los ejemplos de (3) se interpretan, por ello, de una manera mas o menos equivalente a las pardfrasis de (4): a. Fue acusado de varias irregularidades, por lo cual dimitio b. Sime das tu teléfono, yo te daré el mfo ce. Se fue de vacaciones a Francia, donde se matriculé en un curso de cocina 160 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA d Fuiasu casa; gracias a ello, descubri que me habia men- tido El significado convencional. de y, segtin esta perspectiva, deberia definirse como un variado conjunto de rasgos y valores, que incluye- ra los sentidos de conexién entre los acontecimientos, de sucesion temporal, de causa, de condicién, de lugar, de resultado... ¥ no es se- guro que la lista de valores estuviera completa: probablemente nuevos ejemplos obligarian a reconocer nuevas relaciones y a incluir nuevos valores. De otro lado, es facil comprobar que no todos estos valores apare- cen a la vez en la misma secuencia: en (3)a el valor condicional resul- tarfa claramente inadecuado; y lo mismo puede decirse con respecto a (3)e y al valor causal, 0 a (3)b y al valor locativo. Habra que dotar al sistema con un mecanismo capaz. de elegir en cada caso el valor co- rrecto y deseartar los que resulten inadecuados. Sin embargo, no esté claro sobre qué tipo de elementos 0 de datos podria fundarse el fun- cionamiento de tal mecanismo. 2.2. LAS INADECUACIONES DEL ENFOQUE SEMANTICO Esta concepci6n de los hechos, que a primera vista podria resultar atractiva, presenta, en efecto, serios inconvenientes. El primer problema es de orden tedrico: como acabamos de sefia- Jar, la lista de valores no est cerrada, y podria alargarse atin més. Como consecuencia de ello, la definicién del significado de y —apar- te de convertirse en algo bastante complicado— no tiene el grado de explicitud y precisién requerido. Ademés, parece dificil —si no impo- sible— predecir, a partir de las propiedades formales de las oraciones que enlaza, cual va a ser en cada caso la interpretacién de y, En segundo lugar, nos hallamos también con problemas de inade- cuacién descriptiva. Incluso los valores mejor establecidos (conexién y sucesién) cuentan con serias dificultades. Por lo que se refiere a la conexién entre los dos acontecimientos, resulta evidente que la pre= sencia de la conjuncién no la crea por si misma, si no existe ya de an- temano, como puso de manifiesto el ejemplo (2)a, de modo que no puede considerarse como un valor que derive de su significado. Y, por To que respecta a la relaci6n de sucesién temporal, a pesar de que pa- rece un ingrediente basico de la interpretacién de todas las frases de (3), no es dificil comprobar que no siempre existe. Para empezar, en. muchos casos el orden de los acontecimientos es irrelevante, como en el caso de los de (3): ‘CONECTIVAS: EL CASO DE LA CONTUNCION Y 161 () @ La Luna gira alrededor de la Tierra y la Tierra (gira) al- rededor del Sol = La Tierra gira alrededor del Sol y la Luna (gira) alrededor de la Tierra 5. Marfa hizo unas ensaladas y Jaime puso las bebidas = Jal- me puso las bebidas y Marfa hizo unas ensaladas En otras ocasiones, el orden no es irrelevante, pero no es exacta- mente de sucesi6n temporal: (©) a. Se durmi6 profundamente y sofié que volaba b. El hombre-orquesta tocaba la flauta y llevaba el ritmo con un bombo y unos platillos En (6)a no hay estrictamente encadenamiento de dos aconteci- mientos, sino que el segundo (soflar) esté necesariamente contenido en él tiempo del primero (dormir) (aunque hay que admitir que el co- mienzo de] segundo acontecimiento tiene que ser posterior al del pri- mero): hay, por tanto, tna telacién de inclusion. ¥ el caso de (6)b plan- tea un problema atin mayor, ya que la relacién entre los dos aconteci- mientos (Tocar la flauta y Hevar el ritmo con un bombo y unos platillos) tampoco puede ser de sucesién temporal, ni siquiera en el comienzo, sino que se requiere necesariamente que sea de absoluta simula. En tercer lugar —y éste es, sin duda, el argumento més conclu- yente—, en todos los casos anteriores puede eliminarse la conjuncién y (sustituyéndola por una pausa) sin que el enunciado pierda o vea modificado ninguno de sus valores, como se ve en (7): a. Se cas6; tuvo un hijo # Tuvo un hijo; se cas6 Fue acusado de varias irregularidades. Dimiti6 Dame tu teléfono; yo te daré el mio Se fue de vacaciones a Francia; 4e matrioulé en un curso Ful a su casa: descubrl que me haba mentido Se durmié profundamente. Soii6 que volaba El hombre-orquesta tocaba la flauta, Llevaba el ritmo con tun bombo y unos platillos RO SR entre las interpretaciones de tipo transaccional y las de tipo interaccional, como en (23): (23) a De dénde venimos? b. ¢Aleanzas ese libro? Tanto (23) como (23)b pueden ser preguntas «reales»; pero ade- més, (23)a puede ser una interrogacién problematica, y (23)b puede entenderse como una peticion. Sern los elementos precisos de la si- tuacién comunicativa (objetivo, conocimientos compartidos, entorno de emisién, relacién entre los interlocutores...) los que determinen el valor concreto. ‘Lo que parece claro es que s6lo postulando dos tipos diferentes de significado —uno seméntico, dependiente de los procesos de codifica- cién; ¥ uno pragmatico, anclado en los elementos que conforman la situacién extralingilfstica— se puede dar cuenta adecuadamente de los diversos valores significativos de los entnciados interrogativos. Lecturas recomendadas Acero (1977) y Karttunen (1977) son buenos ejemplos de los intentos de abordar el estudio de las interrogativas desde Ia perspectiva de la seméntica formal, mientras que Malone (1978) resume los plamteamientos gramaticales, LOS ENUNCIADOS INTERROGATIVOS 185 ‘Hudson (1975) y Huddleston (1994) son, sin duda, dos de los trabajos mas re- presentativos de la orientacién pragmacica, en la que también pueden incluir- se las antologias de Hiz (1978), Meyer (1981), Chisholm (1984), y Kerbrat- Orecchioni (1991). Anscombre y Ducrot (1981) representa el punto de vista de Js teorfa de la argumentacién; Wilson y Sperber (1988), Blakemore (1994) y Escandell Vidal (1996c) ofrecen diferentes perspectivas dentro de la teorfa de Ja relevancia. Para el espafiol, puede verse ademas Dumitrescu (1993), y Es- candell Vidal (1984, 1988 y 1990). Capiruto 11 LA METAFORA 1. Las explicaclones semanticas. 1.1, La teor(a de Ie interaccion de raseos. 112. La teorfa de la coraparacisn elidida, 13. Los problemas de un enfoque semnintico. — 2. Lae scluciones pragmdticas. 2.1. La propuesta de Grice, 22. Lag actrategias de interpretacién do Searle. 23. Las metiforas en la ‘woria dela volevancia. Como sabemos, uno de Jos principales problemas que debe tratar de resolver la teorfa pragmatica es el de cémo es posible que no siem- pre haya coincidencia entre lo que decimos y lo que queremos decir; y, sin duda, uno de los casos extremos en lo que a divergencia entre el significado literal y el significado que se pretende comunicar lo cons- tituyen algunos de los usos que la retérica clisica ha catalogado tra dicionalmente como figuras. Estas han recibido una secular atencién, y se han analizado muy extensamente desde diferentes perspectivas. La que ha dado lugar a tuna bibliografia més extensa ¢s, sin duda, la perspectiva literaria. Se ha tratado de los diferentes subtipos dentro de cada figura, de la ori- ginalidad o el valor literario, de las relaciones entre tipos de figuras y escuelas... Por otro lado, sigue siendo habitual que los manuales de seménti- ca dediquen uno de sus capitulos a figuras como la metdfora, la meto- nimia y la sinécdoque dentro de la parte dedicada a los cambios se- manticos y a los «deslizamientos» de significado. Ello indica que di- chas figuras se consideran como un tipo de fenémeno explicable en términos semanticos. En este capitulo abordaremos el estudio de las metaforas desde una perspectiva radicalmente distinta: la perspectiva pragmatica. No nos ocuparemos de ellas en cuanto fenémenos literarios, sino mas Dien de su presencia en la lengua comiin. Trataremos de mostrar que, para explicar adecuadamente las condiciones que determinan su uso, 188 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA, es necesario un enfoque que pueda tomar en consideracién elementos no estrictamente linghisticos. Nos centraremos, por tanto, en cuestio- nes tipicamente pragméticas, como las siguientes: —>1) cules son los mecanismos que las hacen posibles; 1) cudles son los principios que determinan su produccisn por! parte del emisor; y im) cuéles son las estrategias que hacen posible su reconocimien- to e interpretacién correcta por parte del destinatario. : Desde Aristételes la merdfora suele definirse como la utilizacion de una palabra para designar una realidad distinta a la que convencio- nalmente representa; es deci, se trata del uso de un signo por otro. Aunque hay una asociacién inmediata que suele ligar el término me- téfora a la lengua literaria, resulta claro que no se trata de un fené- meno exclusivo de este registro, Nuestro lenguaje cotidiano esta lleno de ellas; por eso, los ejemplos que utilizaremos no serén literarios, sino del uso comtin, ¢ ilustraran la amplia gama de usos figurados de las palabras. Algunas mevéforas han quedado fosilizadas y ya se han lexicaliza- do completamente, de modo que el término que comenz6 siendo me- tafrico es hoy a veces el tinico que conocemos para designar una de- terminada realidad 0, al menos, el que nos parece mas directo. Es el caso, por ejemplo, de pupila, originalmente ‘huérfana menor de edad en relacién con su tutor’ y metaforicamente ‘abertura en medio del iris del ojo de los vertebrados’, que hoy ha perdido su valor metaférico y se ha convertido en un término comin. Para recuperar la metéfora hay que recurrir a un sintagima de valor semejante: la nivta de los ojos. Bl factor que legitima los usos metaforicos se ha identificado ha- biualmente con la existencia de una relacién de semejanza mas o me- nos cercana entre las dos realidades que se ponen en relacién, La pre- gunta que surge inmediatamente es la de como se llega a identificar Ia metéfora y cémo se acierta a dar con su significado. A continuacién veremos algunas propuestas. 1, Las explicaciones seménticas La corriente contemporénea que ve en la metéfora un fenémeno de tipo seméntico parte, sobre todo, de la idea de que enunciados como los de (1) se reconocen como metaforas sin necesidad de tener que re~ currir 4 ningwin contexto o situacién particular, ni a ningtin supuesto sobre las intenciones del emisor: LA METAFORA 189 (1) @ Allfinal me tragué todo el discurso b. Es una mujer de hierro Si el contexto resulta innecesario es —se dice— porque los propios significados basicos de las palabras puestas en relacién son los res- ponsables de los valores metafiricos. La explicacién sobre cul es el ‘mecanismo concreto que hace esto posible ha tomado dos direcciones diversas 1) Teoria de la interaccion de rasgos. 1) Teoria de la comsparacién elidida. 1.1, La TEORIA DE LA INTERACCION DE RASGOS La teorla de la interaccion de rasgos es ptobablemente la mas difundida entre los lingistas. Parte de la idea de que el significado Iéxico de cada palabra puede descomponerse en rasgos seménticos diferemtes. Igual que decimos que el significado de una expresién com- pleja es consecuencia de la interaccién entre los rasgos de los térmi- nos que se ponen en relacién, el significado particular de una metéfo- ra depende también de la combinacién entre los rasgos seménticos de Jas unidades léxicas empl “Lo que hace que las metéforas constituyan un caso algo especial es ‘que se producen —y por ello se reconocen— cuando se combinan sin- tagmaticamente dos o mas unidades éxicas con rasgos incompatibles. En el caso de (1)a, por ejemplo, lo que nos permite identificar la me- tAfora seria Ia incompatibilidad entre el rasgo [+concreto] que exige tragar a su complemento, y el rasgo (-concreto] que inherentemente lleva la palabra discurso. El conflicto entre esos rasgos da lugar a una interpretacién que modifica el contenido seméntico de los términos afectados. En la interpretacion, 0 tragar modifica sus exigencias para admitir un complement abstracto, o la palabra discurso adquiere el rasgo [+-concreto]. De modo andlogo, en (1)b las propiedades atribui- das al hierro como metal (dureza, inflexibilidad, resistencia...) pasan a aplicarse a la mujer. Asf, las metAforas amplian los contenidos de los términos que relacionan y crean nuevos valores significativos que pro- ducen imagenes, impresiones y sentimientos nuevos. 1.2, La TEORIA DE LA COMPARACION ELIDIDA La teoria de la comparacién elidida se basa en la idea clasica de que tras toda metéfora hay una comparacién subyacente; 0, dicho de otro 190 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA | modo, que puede establecerse una relacién sistemética (tanto sintéc- tica como semédntica) entre la estructura que contiene explicitamente el elemento de comparacién y aquella otra —la metéfora— en que di- cho elemento esta implicito. La interpretacién de una metéfora pasa necesariamente por la reconstruccién de la comparacién: toda meté- fora es, desde este punto de vista, reductible a una estructura compa- rativa, en la que todos los elementos que contribuyen a su significado aparecen expresados de forma explicita. ‘Una de las versiones més radicales de esta idea es la que presenta Miller (1979), Para poder ofrecer una formalizacion de las relaciones existentes entre metéforas y comparaciones, comienza distinguiendo tres tipos de metafora: 1) Nominal o atributiva: Ser (x, y), donde x es el término real, € y es el término metafsrico, puestos en relacién por medio de la cépula ser, 1) Predicativa: G(x), donde G representa un predicado metaféri- co, yx es un término real. 1m) Oracionat: G(y), donde G es un predicado, ey es su argumen- to, ambos metaféricos. Los tres tipos pueden ejemplificarse respectivamente como en (2): (2) a Juanes un plomo b. Juan rebuzna ¢. La pelota esta sobre el tejado Las metiforas nominales responden al esquema Sex (x, )). La com- paracién subyacente a (2)a es (3) Tuan es pesado como un plomo en Ia que hay que suplir la propiedad con respecto a la cual se com- paran Juan y un plomo. Segiin Miller, este tipo de metéforas se inter- pretan de acuerdo con el patron general propuesto en (4) (4) SeR (x, y) G4 FG (Sear (Flx)), (GO) La formula anterior debe entenderse del modo siguiente: afirmar que es y equivale a decir que existe una propiedad Fy existe una pro- piedad G tales, que el predicar la propiedad F respecto de x es similar TA METAFORA 191 (5) SR (Juan, un plomo) < 3 INSISTENT: 3 Pesapo (SIMILAR (IN- sistent. Juaz)), (Pesapo (plomo))) Decir que Juan es un plomo equivale a decir que ser insistente di- cho de Juan es similar a ser pesado dicho de un plomo. Las metaforas predicativas funcionan de un modo semejante. El término elidido en el caso del ejemplo (2)b es el que aparece en (6) (6) Juan rebuzna como un burro La formula general para su interpretacin es (1D Gls) + AF By (Statar (F(x), (GO) que, en el caso que nos ocupa, se convierte en (8) Reuznar Juan) <> 3 Hastar 3 burro (Siwar (Hascar (Uuan)), (REBUENAR (burr0})) Afirmar que Juan rebuzna equivale a decir que el resultado de apli- car el predicado hablar a Juan es semejante al del predicado rebucrear aplicado a un burro. Por ditimo, en las metéforas oracionales como (2)¢ no hay una re- lacion sintagmatica entre términos reales y términos metaforicos: to- dos los términos son figurados, y lo que debe suplirse es la realidad a la que hacen referencia. La formula subyacente a esta clase es la que aparece en (9): (9) GG) 493 F 3x (Smear (Fx), (GO) En el caso de (2)c, la interpretacién es la de (10): (10) Estar SOBRE Et, TEIADO (pelota) <> 3 Sex INCIERTA 3 solucion (Suman (SER INIERTA (Solucidn)), (ESTAR SOBRE EL TEIADO (pelota))) esto es, decir la pelota estd sobre el tejado equivale a afirmar que hay una semejanza entre el hecho de que una pelota esté sobre un tejado. yel.que una soluci6n sea incierta Estas formulas de conversin de las metéforas a estructuras com- parativas tienen Ja ventaja de que presentan un anélisis unificado de todos los tipos de metéfora: la segunda parte de cada interpretacion a predicar la propiedad G respecto de y. Traducido a los términos con- (la parte sefiaiada con la letra C) es siempre la misma, como puede cretos del ejemplo (2)a, a formula offece el siguiente resultado: | verse en (11) fac > 192, INTRODUCCION A LA PRAGMATICA ay SeR (x, y) 3 F-3 G (Staak (Fx), (GO) G(x) BF By (Snuar (F(x), (GO))) Gy) +3 F 3x (Suman (F(x), (GQ) A B c Lo que varia en cada caso es, por un lado, la informacién propor- cionada por la metéfora (la parte de la formula), y, por otro, la par- te de la informacion que debe suplirse (la parte B). Si la metAfora es nominal, se dan dos argumentos, y los elementos que faltan son dos predicados: el que corresponde al término real y el del término meta forico; cuando la metéfora es predicativa, lo dado es el predicado me- taférico y el témino real, de modo que faltan el predicado corres- pondiente al argumento real y el término argumental metaférico; y, finaimente, en las metéforas oracionales se da una predicacién meta- férica y es necesario suplir la predicacin real. Sin embargo, como veremos en la seccion siguiente, las explica- ciones del significado metaférico que pretenden hacerse desde una perspectiva seméntica plantean mAs problemas de los que resuelven, 1.3. Los PROBLEMAS DE UN ENFOQUE SEMANTICO Tanto la teorfa de la comparacién como la de Ia interaccién han sido objeto de numerosas criticas, que se han ocupado de mostrar lo inadecuado de un tratamiento de la metéfora en términos seméanticos. Todas ellas apuntan hacia la necesidad de un enfoque pragmético. El argumento central en que se basa la teoria de la interaccién es el de que la metéfora cs una cuestién seméntica ya que una metéfora se reconoce automaticamente en el momento en que se descubre la in: compatibilidad de rasgos semanticos entre los términos puestos en re~ lacién, Sin embargo, es facil ver que la incompatibilidad de rasgos no es una condicién necesaria para la existencia de metéforas: no suele haberla en las metAforas oracionales del tipo de (2)¢ (La pelota esta so- bre el tejado); ¥ no la hay tampoco en ejemplos como (12)a 0 (12)b: (12) @. Juan es un pirata b. Juan esta cantando Pese a que no hay incompatibilidad de rasgos entre Juan y pirata, (12)a puede ser una metéfora (‘Juan es un ladr6n/desaimado/aprove- chado...), y recibir, por tanto, una interpretaciOn no literal (esto es, diferente de ‘Juan cruza los mares y asalta a otros barcos para robar- 1A METAFORA 193 les’). De modo semejante, (12)b se utiliza metaforicamente para indi- car que Juan esta delatando a sus compafieros o revelando un secre- to, 0 que huele mal, y no sélo para decir que esta produciendo cierto tipo de sonidos con Ia voz. El mismo comportamiento puede observarse cuando las metaforas, tienen forma negativa: se pierde la incompatibilidad de rasgos, pero no necesariamente el valor figurado: (13) a Juan no es un ince 5. Marfa no echaba chispas La interpretacion de los enunciados de (13) se basa necesariamen- te ep la adecuada recuperacion del sentido metaférico de ser un lince y echar chispas, Por otro lado, es dudoso que la base de las metéforas sean siempre los rasgos semnticos. Para empezar, muchas metaforas se construyen. no sobre propiedades semnticas de tipo Iingifstico, sino sobre con- notaciones © sobre propiedades contingentes de los objetos designa- dos: (14)a puede emitirse con la intencién de comunicar (14)b: (14) @ Juan es un cerdo Juan es sucio/gloton Sin embargo, parece dificil que una teorfa semAntica admita que ser sucio 0 ser glotén son rasgos seménticos inherentes de la palabra cendo. Otras veces, las propiedades atribuidas al objeto metaférico pueden i incluso en contra de lo que el conocimiento real de los objetos per- initfa predeci. EI significado de (15) se asocia habitualmente con 15) (15) @ Es una mujer de hierro 2, Es una mujer inflexible Sin embargo, el hierro se caracteriza por ser un metal diictil y ma- leable (deformable por medios mecénicos en frio, y que se puede la- minar con facilidad): o sea, por ser flexible. Finalmente, en muchas ocasiones uno de los términos que forma la metéfora carece de rasgos serndnticos: es lo que ocurre cuando uno de Jos elementos es un nombre propio. Puesto que los nombres pro- pios no tienen significado, es dificil suponer cémo podian entrar en conflicto sus rasgos seménticos con los de otra palabra. En las meté- foras del tipo de 194 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA (16) a Juan es una rata b. Africa lora por la sequia la tinica «colisién» que se produce es la que deriva del supuesto «na- tural» de que Juan es una persona y Africa un continente. Pero ser una persona 0 ser un continente no son rasgos semnénticos de los nombres propios en s{ mismos, sino —en todo caso— caracteristicas de las en- tidades de la realidad por ellos designadas. De hecho, no supone ni- guna contradiccién el dar el nombre de Juart a una rata de laborato- Tio, 0 el de Africa a una persona. Por lo que a la teorfa de la comparacién se refiere, también ésta ha recibido serias criticas. En primer lugar, no parece siempre adecuado afirmar que bay una correspondencia entre la metéfora y la compara- cién explicita; 0, dicho de otro modo, no hay equivalentes literales de las expresiones metaféricas. Esto ¢s asf por varias razones. En la ma- yoria de las ocasiones, las sugerencias y las imagenes que suscita una metéfora no pueden reducirse a una tinica estructura comparativa sino que resultan potencialmente ilimitadas. Ademés, las asociaciones que se establecen son en gran medida subjetivas, de modo que no pue- den atribuirse sélo al contenido semantico de la metéfora. Las pard- frasis pueden, en todo caso, tratar de recoger la interpretacin —més bien, una de las interpretaciones—; pero lo que parece claro es que no son en sentido estricto una traduccién del contenido seméntico de la oracién, Las que acabamos de seftalar no son las Gnicas dificultades que se plantean. La teorfa no aclara, por ejemplo, cémo se recupera la parte lidida de la comparacién, es decir, cudl es el mecanismo seméntico por el que se asigna un valor determinado a las incégnitas que figu- Tan en las formulas de interpretacién. De hecho, no siempre es facil llegar a identificar la parte que falta. Una oracién como (17)a respon- dea la formula de (17), que obliga a suplir los elementos que figu- ran subrayados, es decir, un predicado adecuado a discurso y un ar- gumento para zragar; sin embargo, no resulta evidente de qué valores pueda tratarse en este caso: (17) a. Al final me tragué todo el discurso Bb. Ge) @ AE Fy (Snaar (FQ), (Gy) c. Me tragué el discurso como si fuera un 72? De otro lado, incluso en el caso en que podames contar con una relacién precisa de las propiedades que distinguen a un determinado elemento, no esta claro cémo se selecciona la propiedad relevante para al sentido metafsrico: LA METAFORA 195 (18) a. Es una mujer de hierro b. Es una mujer (dtictil? / maleable? / tenaz? / gris azula- da? / con un peso atémico de 55,19? / con un peso es- pecifico de 7,86 glcm®? / 222} Ademés, hemos visto que no es necesario que las propiedades ati buidas al término metaforico sean reales: en el caso de (18), como guedaba reflejado en (15), el predicado que se prefiere no se corres- ponde con las propiedades fisicas del hierro, La formula predice tam- bién la existencia de los objetos que constituyen el término de com- paracién; sin embargo, ello no siempre es cierto: (19) a Maria se esfumo &, Esrumarse (Marfa) <> 3 Marcarse 3 fantasma (Snaiar (Mancuarss (Maria)), (EsrumaRse (fantasma))) El ejemplo (19)a corresponde, de nuevo, al esquema de (17)b, y puede traducirse como en (19)b; pero no resulta deseable tener que comprometerse por ello a afirmar la existencia de los fantasmas... Fi nalmente, es tamblén discutible que la relacién sea siempre de esi emejanza: (20) a Eleraun voleén Sex (x, y) © 3 F 3G (Sitar (F(x), (GO) cc. Ser (él, un voledn) ++ 3 SER APASIONADO? 3 ALCANZAR AL~ ‘TAS TEMPERATURAS? SER ARDIENTE? (SIMILAR (APASIONADO (eb), (ARDmENTE (voleén))) Suponiendo que los predicados que hay que suplir sean los co- rrectos, la telaciOn entre ser apasionado aleandar alas temperate ras/ser ardiente no es una relacién de semejanza real, sino que ella mis- ma resulta metaférica: un cardcter primario, impulsivo, emotive no guarda ninguna relacién de semejanza con la temperatura de un ob- jeto. Sin embargo, el uso de metéforas térmicas para referirse al ca. racter de las personas es, de hecho, uno de los mas extendidos. 2. Las soluciones pragmaticas Las criticas que hemos recogido ponen de relieve que un enfoque seméntico de la metéfore-no resulta adecuado: o bien no describe co- srectamente el significado de las metaforas, o bien no se desarrolla dentro de los limites de una teorfa semntica, El principal problema 196 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA, deriva de una identificacion equivocada entre oracién y enunciado. La seméntica debe ocuparse del significado de las oraciones, y debe asig- nar a cada oracién un significado determinado por sus propias reglas, sin traspasar el umbral de lo lingiifstico. Segiin este principio, y como sefiala Davidson (1980: 238), desde un punto de vista estrictamente se- méntico, patente de este principio; si se quiere mantener la suposicién de que el emisor esté siendo coope- rativo, hay que buscar la implicatura que restaure la vigencia de la méxima. Esta propuesta tiene ya la virtud de trasladar el problema al terreno de la pragmética, pero cuenta todavia con no pocos inconve- nientes. En primer lugar, no proporciona un criterio fiable para iden- tificar una metafora, ya que no es cierto que todas las metéforas sean violaciones de la maxima de cualidad (es decir, no todas son falseda- des evidentes). Algunas, como (22), serfan, més bien, violaciones de la primera méxima de cantidad (Que su contribucion sea todo lo infor- mativa que requiera el propésito del didlogo): La MErAroRA 197 (22) Juan es un animal Si Juan es una persona, ello implica lente ; necesariamente que es un ani- mal, as{ que el enunciado no es informativo en su sentido literal. Otras, como las metéforas oracionales, constituirian ejemplos de vio. lacion de la maxima de relacion (Diga cosas relevantes): (23) A: —{Qué tal fue la reunién? B: —Las espadas estan en alto. La respuesta de B no parece tener mucha relacién desde el punto de vista formal con la pregunta de A; la relevancia habré que buscar- la por medio de una implicatura. En segundo lugar, Ia propuesta de Grice no puede dar cuenta de los paso: roc i pretacién. pasos que sigue el proceso de inter- 2.2. LAS ESTRATEGIAS DE INTERPRETACION DE SEARLE Searle (1979), por su parte, tras presentar vatios , > en argumentos en contra de los anilisis seménticos, aboga también por una explicacion pragmatica, Las metaforas presentan dos propiedades muy caracteris- icas: 1) son restringidas: no se puede construir una metafora sobre cualquiera de los sentidos en que una cosa se asemeja a otra; 1) son sistematicas: se pueden comunicar gracias a la existencia de um conjunto de prineipios compartido por emisor y desti- natario. En cuanto al primer aspecto, es fcil comprobar que las compara- ciones explicitas presentan mayores posibilidades que las metdforas. Se puede decir algo como (24)a y se entiende perfectamente; en cam: bio, es dificil encontrar una inierpretacién satisfactoria para (24)b: (24) a Marfa nada como un pez Marfa es un pez Incluso si modificamos el enunciado para favorecer la lectura de- seada, como en (25), la metéfora sigue sin resultar claramente inter- pretable: 198 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA (25) Esther Williams es un pez Por lo que se refiere al cardcter sisternético de la interpretacién de las metéforas, es més una necesidad teérica para explicar su comprensién que una propiedad especifica de los enunciados metafé- ricos. "Para Searle, la interpretacién de las metaforas se basa en la exis- tencia de ciertos patrones de inferencia que funcionan regularmente. En ellos pueden distinguirse tres tipos de estrategias diferentes: 1). de reconocimiento: estrategias que permiten determinar si hay que buscar o no una interpretacién metaférica; n) de cdleuto: estrategias para calcular los diferentes valores que se pueden asignar a la entidad con respecto a la cual dos ele- ments son semejantes; im) de restricciém: estrategias para restringir las posibilidades cal- culadas, ¢ identificar el factor concreto que sirve como fun- damento de la metéfora. Las estrategias de reconocimiento se basan en Ia existencia de al- ‘gin tipo de anomalfa si el enunciado se toma en sentido literal. La es- trategia es més amplia que la propuesta en la teorfa de la interaccién de rasgos, porque no limita el 4mbito de la anomalia al terreno se- méntico. La irregularidad puede ser, efectivamente, semédntica, como velamos en el caso de las falsedades categoriales del tipo de (21); pero ten el enfoque de Searle, puede consistir también en una violacién de los principios que regulan la conversacién y los actos de habla. De este modo, se da cabida a las metaforas que se producen por violacién de Jas méximas de cantidad o relaci6n, como las de (22) y (23). Las estrategias de céleulo suelen centrarse en la biisqueda de pro- piedades caracteristicas del objeto designado por el término metatéri- Co. Tampoco en esta ocasién es imprescindible que sean rasgos se- ménticos, de modo que se toman en cuenta todas Jas propiedades (rea- les 0 atribuidas) que nuestro conocimiento del mundo relaciona con dicha entidad. Las estrategias de restriccién pretenden acotar el ntimero de valo- res posibles comparandolos con los que pueden resultar compatibles con los del término real ‘Veamos un ejemplo del fumcionamiento de tales estrategias. Romeo dice (26) Julieta es el Sol LA METAFORA 199 ‘ras haber reconocido la falsedad de la oracion ela en su sentido lite- ral, hay que busear una lista de raspos y proplelades carsctercas del Sol: entre otras pueden ctarse ser una estrella, ser un cuerpo ga- seoso incandescente, tener 1.400.000 kilémetros de didmetro, estar a 150,000,000 kilémetros de la Tiera, ser el centro de ruestvo sistema a rededor del cual giran los planetas, ser nuestra fuente de luz, vida y ener- sia, etc.; por ttimo, hay que volver al término real para water de re- conocer cules de esas propiedades pueden set comuines en este caso, tal Ye as de ser fuente de cz vida y ener, 0 sere arto de nuestro ; sual gira lo demas... obtiene interpretacion de tipo de las de Oye” De odo. se oben una 27) a Julieta es para mf una fuente de I 8 ita es el conto de mia San Y sere El modelo de Seale representa un paso muy importante en ¢l con- junto de los tratamientos de la metafora, especialmente porque mues- tra con claridad que las interpretaciones dependen decisvamente de estrategias, informaciones y conocimiento: ne seating 4 y tos que no son estrictamente 2.3. LAS METAFORAS EN LA TEORIA DE LA RELEVANCIA ‘Veamos ahora otra perspectiva: la de la teorfa de Sperb: S x : la de la ber y Wilson (19862) (véase capitulo 7). En ella, las Giguras, como todos los fend- menos que habitualmente consideramos parte del estilo, se consideran consecuencia de una bisqueda de mayor relevancia. Fl emisor que a pire a lograr un grado Optimo de relevancia dejar impli quello que erea que su interlocutor puede suplircon un efucrzo me, nor que el que se requerirfa para procesar el mensaje explicit. , qos los tropos se caracterizan por ser tipos de enunciados en que el emisor expresa abiertamente una creencia que jue nadi coat aes amare cra geen gue pea gs rae y Wilson se dirfa que no hay coincidencia entre forma proposicional y explicatura esto es, entre el contenido codificado y el contenido que el emisor trata de comunicar, de haces esto a en st manifiesto a su interlocutor En (28) Juan es un lince Ja explicatura no equivale al significado literal de k significado literal de la proposicién, que resultarfa obviamentefalso: el emisor no trata de comuniear que e i- iI s ( OS 200 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA dividuo al que se refiere con el nombre de Juan ¢s un mamifero car nivoro de la familia de los fislidos. De acuerdo con cules sean las con- diciones de emisién, la explicatura puede parafrasearse més 0 menos como en (29)a, 0 como en (29): (29) a. Juanes muy listo b, Juan es muy tonto En el primer caso, la interpretacién es metaférica; en el segundo, nos encontramos ante un caso de ironfa, ‘Lo interesante es que los principios que determinan la interpreta- ion de los tropos no son diferentes de los que entran en juego para la interpretacién de los usos literales: no hay necesidad, por tanto, de proponer conjuntos de estrategias distintas. ¥ las figuras no son, en el fondo, mds que un caso extremo de separaci6n entre el contenido que se codifica y el que se pretende comunicar. Lecturas recomendadas ‘los usos no literales del lenguaje estn dedicados Vanderveken (1991), la seocidn VI de la antologia de Davis (1991), y muchas paginas estimulantes de Kerbrat-Orecchioni (1986) ‘Lakoff y Johnson (1980) se ha convertido ya en referencia obligada sobre a metéfora; a este libro podemos afiadir los trabajos incluidos en Ortony (4979), como Black (1979); ademés Searle (19794), Kleiber (1984a), Kittay (1987), Sperber y Wilson (1990), y Vicente (1992 y 1993), ‘ ‘La jronfa es otro uso no literal que ha recibido mucha atencién en los ail- mos aftos: veanse Kerbrat-Orecchioni (1981), Sperber y Wilson (1981), Leech (1983), Haverkate (1985 y 19905), Wilson y Sperber (1992) y Mariscal Chica sno (1994). Captruto 12 PRAGMATICA Y LITERATURA 1. La teravura segiin un tedrico de la pragmaticn, — 2. La perepectiva ppragmatica en la imvestigacion lieeraria. 2.1. Los elamentos de la situaclén, ‘comunicativa. 2.2, Bl problema de a referencia en la obra ltararia. 2.3. Lt teratura y actos llocutivos. 2. La faneion del lector y Ia inversion en el proceso inferencial. 25. La especificidad de la literatura desde el punto de vista pragmitice, — 5. Literatura y convencién soelal Encontrar una caracterizacion de qué es la literatura —una carac- terizacién que permita distinguirla con nitidez de otros tipos de reali- zaciones textuales— ha sido, y sigue siendo, uno de los abjetivos cen- ‘ales de la teotfa literaria. En algunas épocas se ha pensado que ha- bia temas y contenidos espectficamente literarios; sin embargo, una aniplia mirada a la literatura desmiente enseguida la.validez de tal creencia. A partir de la idea de Jakobson de que en el lenguaje posti- 0 el elemento de la comunicacién que predomina es el mensaje mis- mo, se ha desarrollado toda una corriente de estudios inmanentistas, que han tratado de buscar la especificided de la literatura en las pro- piedades formales del lenguaje con el que esta construida. Pese a su innegable interés, esta perspectiva resulta insuficiente, ya que es difi- cil encontrar propiedades formales o fenémenos lingtiisticos comunes a todo tipo de obras literarias: no hay ni palabras, ni construcciones, ni tipos de estructuracién particular que puedan considerarse exclusi- vvos del lenguaje literario y que sirvan para caracterizar inequivoca- mente la literatura frente a lo demas, Dicho de otro modo, ningtin ras- g0 lingutistico aislado puede convertirse en una condicién necesaria 0 suficiente para determinar de manera automitica la literariedad de un texto Por otro lado, puesto que hemos venido aceptando que la pragmé- tica es la perspectiva que, dentro de la teorfa lingtifstica, se ocupa de los principios que regulan el uso (la produccién y la interpretacién) 202 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA \del lenguaje, y dado que Ia literatura es, de hecho, un tipo particular Ide uso del leriguaje, cabe preguntarse ahora si la pragmatica tiene algo ‘que decir acerca de la comunicacion literaria: si la literariedad no re- side exclusivamente ni en los contenidos, ni en la forma externa de presentarlos, puede tratar de buscarse una solucién en las circunstan- Gias que hacen de la literatura un acto de comunicacion. En este ca- pitulo trataremos de mostrar que la respuesta es necesariamente afir ‘mativa: la adopcién de una perspectiva pragmatica puede contribuir decisivamente a delimitar con més precisién los criterios para esta- blecer la frontera entre Io literario y lo no literario. 1. La literatura segtin un te6rico de la pragmitica Aunque ninguno de los autores que hemos recorrido en los capftu- los precedentes se ha dedicado en profundidad al andlisis pragmatic de ia literatura, sin embargo en muchos de ellos pueden recogerse al- gunos comentarios interesantes sobre el modo y la medida en que la comunicacién literaria se aparta de los principios establecidos para re- gular los usos cotidianos del lenguaje, Como muestra, recogeremnos la opinién de Austin, que es quiz la més influyente y significativa. ‘Austin (1962) nota inmediatamente que las condiciones de ade- cuacién de los actos ilocutivos —Ias que sirven para determninar si la realizacion de un acto es correcta, 0 si se ha producido alguna clase de infortunio— no pueden aplicarse, entre otros, en los casos en que el enunciado forma parte de una obra literaria: En tales circunstancias, el lenguaje no se usa en serio, sino en modos y maneras que son dependientes de su uso normal. Estos modos y ma- hheras caen dentro de la doctrina de las decoloraciones del lenguaje [Aus- tin, 1962: 63], Més adelante precisa lo que significa para él decir que el lenguaje no se Usa en serio: Hay usos «perdsitos» del lenguaje, que no son «en serio», © no cons: tituyen su uso normal pleno». Pueden estar suspendidas las condicio- nes normales de referencia, o puede estar ausente cualquier intento de llevar a cabo un acto perlocucionario tipico, 0 todo intento de lograr que ‘mi interlocutor haga algo. Asi, Walt Whitman no incita realmente al Aguila de la libertad a remontar el vuelo (Austin, 1962: 148] La alusién a Whitman muestra bien claramente que Austin esté pensando en la literatura cuando habla de estos usos. PRAGMATICA Y LITERATURA 203 En Ja comunicaci6n literaria, por tanto, no estén vigentes las reglas, de adecuacion: no se dan los requisitos exigidos, ni se generan las ex- pectativas y los comportamientos habituales, ni se producen los efec- tos esperados; ademés, tampoco la referencia funciona del mismo modo en que Io hace en el empleo corriente. Sin embargo, no por ello Jos textos literarios se interpretan como muestras de constantes infor- tunios. ¥ es que los lectores sabernos de antemaro que no cabe espe rar que se satisfagan los principios que rigen los intercambios coti- dianos. La consecuencia que de ello se deriva parece clara: tiene que haber algo en la literatura que la aparte de los usos ordinarios del len- guaje, que ponga sobre aviso a los destinatarios de que quedan sus- Pendidas ls comvenciones correntes, y que sea responsable de as va riaciones observadas. 2. La perspectiva pragmatica en la investigactén Iiteraria Alentados por el interés de los comentarios del fildsofo briténico, diferentes te6ricos de la literatura se han propuesto utilizar y extender el marco desarrollado primero por el propio Austin y después por el estadounidense Searle, para intentar lograr una caracterizacion en tér- minos pragméticos de qué es lo literario. 2.1. Los Bu) (ENTOS DE LA SITUACION COMUNICATIVA Hemos visto que para dar cuenta dela produccién e interpretacién de los enunciados en la comunicacién ordinaria hay que tener en ‘cuenta los elementos que configuran Ia situacién en que se produce el intercambio. Veamos ahora en qué medida la comunicacion literaria dibuja un entorno comunicativo peculiar. Lazaro Carreter (1980), partiendo del esquema de la comunicacién lingaistica de Jakobson, muestra que los elementos que Jo integran (emisor, receptor, contexto, mensaje, eddigo) presentan propiedades especiales cuando se trata de la comunicaci6n literaria: 1). Elemisor comienza por recibir un nombre especial: el de au- tor. Se trata de un emisor distante, que no conoce a sus receptores po- tenciales, y al que éstos, la mayoria de las veces, tampoco conocen per- sonalmente. La intencidn que le leva a emitir su mensaje no deriva de ninguna urgencia comunicativa inmediata ni de ninguna utilidad practica: ni siquiera es seguro que sea él mismo quien nos habla des- de las paginas de su obra, Su mensaje no nace sujeto a un contexto { | | | | | | ial 204 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA definido, sino que se proyecta hacia otros tiempos y otros espacios. Ademés, tampoco desea respuesta, sino acogida: que su obra perdure y se diftmda, 1) El receptor, en contra de lo que ocurre normalmente, es el que tiene la iniciativa del contacto: es él quien se acerca al mensaje. Tam- poco este acercamiento suele ser fruto de la urgencia comunicativa 0 Ia necesidad préctica. Su interaccién con el emisor se realiza necesa- riamente a distancia: puede que no coincidan ni en el lugar ni en el tiempo. Por otro lado, y en virtud de este desconocimiento, el mensa- je no est construido especialmente para él, sino que se le presenta ‘como una realidad cerrada, conclusa: podrd asentir o disentir, pero nunca dialogar, replicar 0 modificarla, 1) El contexto no es tinico y compartido, como ocurre en buena parte de la comunicacién cotidiana. Pueden variar el lugar, la época, Ia cultura... No puede hablarse, por tanto, de un contexto exteriors nico. La obra literaria tiene que crear ella misma su propio contex- to, con arreglo al cual todo debe ser interpretado. 1) El mensaje nace para ser siempre de la misma manera, per- durable, distinto y distinguible. Forma y contenido se han concebido para ir siempre indisociablemente ligados. v) El eddigo no constituye un desvio de Ja norma comin, sino un sistema propio: el de la Iengua literaria. Ademés, cada tipo de género cuenta con sus propias convenciones y restricciones. La comunicacién literaria dibuja una situacién de comunicacion bien distinta de la que obtenemos no sélo en una interaccién directa, sino también en otros tipos de comunicacién diferida (desde una car- ta aun tratado cientifico). Establecidos ya algunos elementos responsable de la especificidad de la comunicacién literaria, la siguiente cuestion que hay que plan- tearse es la de cudles son las consecuencias que se pueden derivar de todo ello. 2.2. EL PROBLEMA DE LA-REFERENCIA EN LA OBRA LITERARIA, Sabemos que las palabras —al menos, muchas de ellas—, cuando se utilizan insertas en un enunciado conereto, tienen la propiedad de tener referencia. Ahora bien, si —como ccurre en la comunicacién li- teraria— ese enunciado est desligado de una situacién comunicativa concreta, entonces la manera de asignar referente las expresiones re- ferenciales tendr que utilizar mecanismos diferentes. ‘Como sefiala Oomen (1975), los defcticos no funcionan de la for- PRAGMATICA Y LITERATURA 205 ma habitual, En una obra literaria, los pronombres de primera y se- gunda persona pueden recibir muy diversas interpretaciones. Pueden, efectivamente, identificar al emisor y al destinatario; pero no es nece- sario que esto sea asf. Es posible quie yo designe al autor, y que ti no se refiera al destinatario; o puede que el que habla sea diferente del autor, mientras que el destinatario sf pueda identificarse con el lector; puede que ninguno de ellos coincida; en muchos casos, no es facil de- cidir a quién designan realmente esas personas gramaticales, y quiz ni siquiera sea relevante para la obra. Tei y yo pueden, pues, perder sus propiedades de referencia habituales. Y én la misma situacién se encuentran los demas defcticos, desde los adverbios de localizacién es- pacial y temporal, hasta las referencias contenidas en la flexion de los, verbos. Las expresiones referenciales, por su parte, muestran un compor- tamiento semejante. Los nombres propios de referencia tnica, como la Puerta del Sol 0 el 2 de Mayo de 1808, suelen mantener sus referen- tes; otros, como Sherlock Holmes o Caperucita roja, no tienen un refe- rente «real» fuera de la obra literaria que los crea, y uno puede re- ferirse a ellos s6lo en cuanto personajes de ficcién. Con el resto de las expresiones referenciales se utiliza un mecanismo semejante: se cons- truye todo un mundo propio, en el que el autor hace que las palabras refieran de una manera semejante 2 como Io hacen en la lengua enor- mals Las particularidades de la asignacion de referente en las obras lic terarias no deben confundirse, por supuesto, con modificaciones en el significado. Como apunta Searle (1969: 87): es esencial pensar que incluso en Capercita roja, roja significa ‘roja’. Las convenciones de ficcién no cambian el significado de lae palabras u otros elementos linguisticos. 2.3. _Liveraruga ¥ actos ocutvos Dejando de Jado el problema de la referencia, la mayor parte del interés de los estudiosos de la literatura ocupados en cuestiones prag- méticas se ha centrado en la idea de que los enunciados de la obra li- teraria no tienen las mistnas propiedades ilocutivas que sus correlatos de la comunicacin normaly. Ohmann (1971) ha mostrado con detalle que las condiciones pi puestas por Austin para los actos convencionalizados no pueden apli- carse estrictamente cuando estos actos forman parte de la literatura. Para empezar —y como sefialdbamos més arriba, ni siquiera es se- 206 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA guro quién ¢s el emisor: si es el autor mismo, o si es un personaje fic~ ticio por él inventado. Asi las cosas, no se puede decir, por ejemplo, si quien hace afirmaciones retine los requisitos necesarios para hacerlas (esto es, si es la persona apropiada); sin embargo, esto ¢s irrelevante para la obra. En segundo lugar, la literatura establece muchas refe- Tencias imperfectas; pero no por ello los actos resultan incompletos 0 defectuosos. En tercer lugar, et requisito de ajustarse a los hechos no tiene vigencia: las afirmaciones que se hacen pueden ser verdaderas 0 falses; pero carece de importancia que lo sean o no. Ademas, se trata siempre de actos ilocutivos ante los que el lector no puede —no debe— reaccionar. Todas estas caracteristicas conducen a la idea de que en la litera- tura no se realizan actos de habla en sentido estricto; los que apare- ‘cen como tales son representaciones de actos de habla: no hay més que imitaciones de actos ilocutivos. Como afirma Ohmann (1971: 28): Una obra literaria es un discurso abstrafdo, o separado, de las cir cunstancias y condiciones que hacen posibles los actos ilocutivos; es, por tanto, un discurso gue carece de fuerza ilocutiva. (..] [un discurso} cu» ‘yas oraciones [entiéndase enursciados] carecen de la fuerza Ulocutiva que les corresponderia en condiciones normales. Su fuerza ilocutiva es mi mética. Este cardcter mimético explica, a su vez, vatias peculiaridades més. T. van Dijk (19772) sefiala que, mientras en la comunicacién «normal» todo acto de habla se realiza con la intencién de producir alguna mo- dificacién en el entorno, en la literatura no se impone nada: el acto de habla que se produce es impresivo 0 ritual, y tiene la intencién de cambiar Ja actitud del oyente con respecto al contexto (texto, hablante, ete), especialmente las actitudes valorativas [van Dijk, 1977: 183], Otra consecuencia decisiva es la de que, puesto que se trata de re- presentaciones, no deben utilizarse los criterios de verdad habituales. Schmidt (1978: 203) ha dicho que en la comunicacién estética rige el siguiente principio: [que los participantes] de entrada no juzguen los objetos de comunica- clon interpretables referencialmente, 0 sus constituyentes, segiin crite. rios de verdad.. Esta «suspensién del juicio» es decisiva para la correcta interpre- tacion de la obra literaria, Ademés, es importante notar que la ficcién PRAGMATICA Y LITERATURA 207 es abierta, transparente: el autor, con sus diferentes fingimientos (el relativo a su persona, la imitacién de actos ilocutivos, la falta de vali- dez de las aserciones...), no pretende engafiar al lector. La obra no esta construida para que alguien la crea verdadera en todos sus aspectos. El lector lo sabe y lo acepta, Por otro lado, al tratarse de una repre- sentacién, el texto no puede verse afectado por la interacci6n entre el autor y sus lectores, y, por tanto, su forma se hace definitiva Hemos visto, pues, cOmo también desde l punto de vista de los ac- tos ilocutivos la literatura resulta tener propiedades especiales: al tra- tarse de una representacién, la fuerza ilocutiva desaparece, y los cri- terios habituales para juzgar los actos de habla quedan en suspenso. 2.4. LA FUNCION DEL LECTOR ¥ LA INVERSION EN EL PROCESO INFERENCIAL Cabe preguntarse ahora cual puede ser ef papel del lector en este tipo peculiar de situacién comunicativa, Pratt (1977) ha indicado que una de las caracteristicas definidoras del concepto de literatura es pre- cisamente la de la no participacién del lector. Es cierto que la comu- nicacion literaria presenta un claro ejemplo de comunicacién mono- logante; es cierto también que el receptor no puede negociar ningtin tipo de modificacién del mensaje, y que no debe reaccionar ante los, actos ilocutivos aunque parezca que van dirigidos a él; y, finalmente, es cierto que puede considerarse casi como un receptor ocasional, ya que con toda probabilidad el emisor no cifrs su mensaje pensando és- pecificamente en él. Pero, por otro lado, resulta evidente que le suya no es una presen- cia pasiva: para empezar —y como hemos dicho—, es él quien toma Ia iniciativa de acercarse al mensaje, Ademés, a él le corresponde una tarea sin duda mas compleja que la que realiza en la comunicaci6n or- dinaria, en el sentido de que, puesto que son més los elementos que faltan © que no estan suficientemente especificados, es més lo que debe aportar. La participacién del lector es, pues, cognoscitiva e ima- ginativa: tiene que utilizar sus conocimientos y capacidades para re- construir todo el mundo de ficcién que se representa ante sus ojos; debe imaginar quién es el emisor y quién el destinatario, cual es el contexto, cules son los detalles de la locelizacién de las acciones... ‘Toda esta informacién debe inferirla a partir de su conocimiento de las convenciones que rigen los actos ilocutives en la vida ordinaria: de los actos realizados en la obra literaria extrae juicios acerca de las intenciones de sus emisores y de las acciones que se estén Ievando a cabo. El emisor da muchos datos; pero es el lector quien crea el mar- 208 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA co en el que suceden las cosas. Es habitual que, cuando una novela se leva al cine, la mayoria de la gente se sienta decepcionada por la adaptacion cinematografica, y afirme que xera mejor el libro». Sin en- trar en casos coneretos, lo que creo que sucede es que dificilmente coincidiran el marco imaginado por el lector y el creado por el adap- tador, por lo que la sensacién ser siempre la de que no se ha hecho Justicia al texto. Con todo, el efecto mas notable que produce la comunicacién lite- raria en lo que se refiere a la participacién del lector es, aparte de la suspensién del juicio, la inversién del proceso de inferencia. Hemos * dicho en varias ocasiones que la interpretacién de los enunciados uti- liza conjuntamente la informacién codificada y la informacién situa- cional, Tanto una como otra nos vienen, en cierto modo, dadas: reci- bimos un mensaje, y lo recibimos ligado a una serie de circunstancias de emisi6n, De estas circunstancias, de lo que sabemos del emisor y de Jo que sabemos del mundo, extraemos las inferencias pertinentes para lograr una lectura adecuada. En el caso de la literatura la situa- cin vuelve a ser especial, ya que carecemos, en principio, de infor- macién suficiente sobre el émisor y sobre el entoro de emisién. Solo disponemos del mensaje; y si podemos reconstruir lo que falta es pre~ cisamente a partir de lo que el propio mensaje sugiere. Conocido el mensaje, tenemos que inferir cudl es la situacién en que debe inte- grarse, En este sentido, podemos decir que el camino de la légica in- ferencial tiene que ser en parte el contrario. Como sefiala Ohmnann (1972: 47): 1La mimesis literaria invierte Ia dizeccién usual de inferencia del lee- tor. Cuando participamos en el habla cotidiana, nos servimos de nuestro conocimiento sobre el hablante y sobre las circunstanciss para valorar Ja adecuacién de los actos de habla. Cuando partieipemos en la mime- sis, damos por supuesta la adecuacion de los actos hipotéticos, e infer ‘ios un mundo a partir de las clrcunstancias requeridas para esa ade- cuacién. 2.5. LA ESPECIFICIDAD DE LA LITERATURA DESDE EL PUNTO DE VISTA PRAGMATICO Las reflexiones anteriores nos han servido para explorar algunos aspectos que revelan en qué medida el funcionamiento de las obras li- tetatias, consideradas como piezas de comunicacién, se aparta del de otros tipos de discursos. Hemos visto cémo una parte central est4 ocupada por un proceso de fictivizacién: se finge la comunicacién, se finge la existencia de un PRAGMATICA ¥ LITERATURA 209 emisor y un destinatario, se fingen acciones y personajes, se finge una actividad ilocutiva.. La ficcién debe ser, ademés, abierta, transparen- te. Para que ello sea posible, se necesita una suspension temporal de las reglas usuales que gobiernan los intercambios comunicativos: que- dan en suspenso los mecanismos de asignacién de referencia, los cri- terios que determinan la verdad de los enunciados y las condiciones de adecuacién que regulan los actos ilocutivos. Como consecuencia de ello, y al no existir una situacién compartida, se produce una érver- sion del sentido habitual de los procesos de inferencia, que parten del texto para inferir todo el contexto, La adopeién de una perspectiva pragmatica permite, pues, adoptar puntos de vista renovadores, que ayudan a trazar una imagen mds fiel y detallada de las caracteristicas propias de la comunicacién literaria. De esta forma, hemos podido individualizar los rasgos que diferencian Js literatura de otras formas de expresién verbal. Ello ha hecho posi- ble acercarse a una caracterizacion mas completa del hecho literario. De otro lado, esta misma perspectiva ha permitido también poner de relieve que las obras literarias no son, en el fondo, una realidad tan alejada del lenguaje cotidiano: los mismos instrumentos teéricos que habfan dado buenos resultados en la descripcién del funcionamiento de la comunicacién ordinaria han servido para analizar y explicar lo que de distinto y distintivo hay en la literatura. 3. Literatura y convencién social La pragmatica ha mostrado en qué medida puede ser util para ca- racterizar algunos aspectos de la comunicacién literaria. Queda, sin ‘embargo, tuna cuestin decisiva sin resolver: cuando algo ¢s literatura, ge6mo lo sabemos? El tipo de lenguaje con que esta construida una ‘obra puede darnos una pista importante, pero nunca resulta un crite- lo absoluto: la literariedad no reside en las propiedades lingiiisticas de un texto, De otro lado, las modificaciones que hemos observado en los ele- mentos de la situacién comunicativa y las diferencias que de ello se derivan son mas bien consecuencias —y no causas— del cardcter lite- rario de un texto. Dicho de otro modo, s6lo porque sabemos que se trata de literatura damos por sentado que hay que contar con tales modificaciones: el emisor puede no ser el autor mismo, la referencia puede no funcionar de Ja manera habitual, la ficcién no pretende en- Bafiar, los actos ilocutivos pierden su fuerza, las condiciones de verdad no estan vigentes... Lo que queda sin explicar es cul es el mecanismo que «detecta» la obra literaria e induce todos esos cambios. | 210 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA La respuesta parece estar en el hecho de que Ia literatura es una institucién social. La literatura nos viene dada por nuestra sociedad: tuna obra se ofrece ante nosotros como literaria, y entonces nosotros realizamos los ajustes cognoscitivos pertinentes. La manera en que una sociedad como la actual «informa» a sus miembros de que algo es literatura incluye a las editoriales, los canales de distribucién, la crt- tica... Ello no implica, por supuesto, que se deba restar participacién © poder de decisién al autor sobre el tipo de discurso a que se adscti- bbe su obra; pero el autor que quiere escribir literatura debe conseguir que la sociedad y la cultura le otorguen la denominacién que reclama. El argumento més claro a favor de esta idea es el de Ja literarizacién. Hay obras que, en principio, ni fueron concebidas como obras litera- ras, ni fueron consideradas como tales en su época; sin embargo, hoy gozan de un reconocimiento unénime como parte de la literatura. Es ‘el caso de muchas cartes, memorias o diarios. Igualmente, una gran parte de lo que hoy consideramos literatura medieval probablemente en su momento no habria recibido tal tratamiento. ‘Ast pues, considerar que algo es literatura es fruto de una conven- cién social. Por ello, y como ocurre con todos los tipos de convencién, hay que saber cémé reconocerla y cules son sus implicaciones, Los nifios aprenden pronto que la narracién que va encabezada por Erase una vez... tiene propiedades especiales, y la asocian con la necesidad de efectuar ciertas modificaciones en su patron normal de interpreta- ‘ion. Ese conocimiento va perfeccionandose a medida que entramos en contacto con diferentes obras y diferentes géneros. Las implicaciones son claras: como hemos dicho, la literatura im- pone una ruptura cognoscitiva con los principios que regulan el fun- cionamiento habitual del lenguaje, tanto en su forma como en su con- tenido. En cierto sentido, puede hablarse también de la existencia de condiciones de adecuacién para la recepcién de la obra literarla, cuyo incumplimiento puede dar lugar a diversos tipos de «infortunios». De hecho, la literatura misma ha explotado, a veces, la tensiGn existente entre los principios del mundo «real» y los del mundo creado por la ficcién. Veamos, para terminar, dos ejemplos: el primero es el que pre- senta El Quijote: el segundo, el que propone Alicia en el pats de las ma- ravillas. En la obra de Cervantes, el desencadenante de la acci6n es preci- samente un desajuste en Ia aplicacion de convenciones pragméticas La locura de Don Quijote consiste en que no ¢s capaz de distinguir la ‘comunicacién literaria y la comunicacién enormal», es decir, el mun- do de la ficcién y el mundo real». El hidalgo manchego hace caso omiso de las condiciones institucionales, sociales y culturales que de- terminan el estatuto literario de los libros de caballerias; y, consi- PRAGMATICA Y LITERATURA 2u1 guientemente, no realiza en su mente los ajustes cognoscitivos que exi- gen las convenciones que gobiernan la recepcién de la obra literaria: suspension de los juicios de verdad, de la realidad ilocutiva de los enunciados, y del compromiso de existencia de los personajes, accio- nes y lugares citados, EI resultado es que traslada a su actuacion en. Ia evida real» las convenciones que ha aprendido en la obra literaria. El caso de Alicia en el pats de las maravillas presenta, en cambio, la faceta opuesta. En la obra de L. Carroll, Alicia es un personaje ereals, con sus pautas de conducta «reales», que se ve inmerso, un poco a su pesar, en las nada convencionales condiciones que gobier- nan un particular mundo de ficcion, Asf se explican sus constantes quejas y protestas ante la «falta de légicay de los personajes y los acon- tecimientos. Don Quijote pretende trasladar el mundo de ficcién a la «realidad»; con Alicia, es lo «real» lo que se introduce en la ficcién, En ambos ca- sos, se produce una inadaptaci6n del personaje al medio; y es que, como sefialaba Austin, los enunciados de la literatura no pueden «to- arse en serio». Lecturas recomendadas Le antologia de Mayoral (1987) es, sin duda, la referencia obligada para adentrarse en el terreno de las relaciones entre pragmitica y literatura. Con- tiene, ademas, una extensa bibliografia, a la que remito al lector interesado. PRAGMATICA Y TEORIA LINGUISTICA Capiruro 13 EL CONOCIMIENTO PRAGMATICO 4. El lenguaje en la mente, — 2, La pragmatice, écompetencia 0 sctuscién? 1. El lenguaje en la mente Una manera de plantear las relaciones entre lo pragmatico y lo gra- matical consiste en asomarse a Jo que sabemos hoy sobre la organi- zacién de la actividad del cerebro. Hemos visto c6mo las explicacio- nes pragmaticas recurren necesariamente a toda una amplia gama de procesos mentales, desde el almacenamiento de informacién hasta la deduccion de inferencias complejas. De otro lado, hemos partido del supuesto de gue los procesos gramaticales tienen lugar en un nivel au- tonomo, que funciona de acuerdo con sus propios principios. Mien- tras que los procesos inferenciales parecen ser comunes a todos los miembros de la especie humana, los mecanismos gramaticales difie~ ren considerablemente de una lengua a otra. Ello sugiere que gramé- tica y pragmatica son —o, al menos, utilizan— capacidades cerebrales diversas. Una aproximacién a las respuestas viene, pues, de la mano de la psicologia, la neurologfa y la ciencia cognoscitiva. Hoy suele admitirse que el aparato psiquico esta constituido por un conjunto estructurado de sistemas diferentes: iransmisores sensoriales (sensory transducers), sistemas de entrada (input systems) y sistemas centrales (central systems), tal y como se recoge en el esquema 13.1. Cada uno de estos tipos de unidad tiene propiedades empiricas di- ferentes. Para empezar, cada sistema acepta sélo cierta clase de datos, es decit, las representaciones que vienen en un determinado «forma- to». Ademés, cada uno tiene una forma propia y especifica de repre- sentar esta informaci6n y de procesarla. Los transmnisores sensoriales recogen la informacién que procede del exterior —un tipo de infor- macion diferente para cada transmisor— y la envian a los sistemas de GSE k Ww va he be 216 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA Transmisones |_| ISENSORIALES oa parapet oan sramiticn SISTEMAS OF ENTRADA SISTEMAS CENTRALES: quem 13. entrada. Estos son sistemas deductivos altamente especializados en el Procesamiento de diferentes tipos de informaciones, que elaboran los datos que aportan los transmisores sensoriales de acuerdo con sus principios, y que forman nuestra representacién del cardcter y el or- den de las cosas. Esta representaci6n sirve a su vez como punto de partida de los procesos que s¢ Hevaran a cabo en los sistemas centra- les, que son los que determinan los diferentes estados mentales, tales como creencia, deseo, intencién... Los sistemas centrales son los de tipo mas general, y aceptan informaciones provenientes de los otros sistemas. Una de las exposiciones de esta materia més difundidas en- tre los lingiistas es la de Fodor (1983). Para ilustrar estos procesos, tomaremos como ejemplo la percep- cién de la musica. Como sefiala Roederer (1982), en ella aparecen cla- ramente involucrados los tres tipos de sistemas. En primer lugar, es necesario que haya una percepcion fisica de los sonidos: de ello se en- cargan los érganos auditivos, que recogen las diferentes variaciones f sicas del sonido (frecuencias, timbres, intensidades y duraciones), y ‘que funcionan como transmisores sensoriales. La informacién acésti- ‘ca es procesada luego en un sistema de entrada, que elige sdlo la par- te musicalmente relevante (por ejemplo, deja fuera de consideracién los ruidos ambientales) y la interpreta como una sucesiGn de sonidos. Esta representacion es enviada a los sistemas centrales, que son los, responsables de nuestras respuestas emocionales a los «mensajes» musicales, Por lo que se refiere al lenguaje, Dik (1989) ha seialado que la co- municacién humana pone en funcionamiento al menos cinco tipos di ferentes de sistemas: 1) Capacidad lingitstica: permite a los hablantes producir ¢ in- terpretar expresioneslingbstices de longitad y eomplejdad variable. EL CONOCIMIENTO PRAGMATICO 217 1) Capacidad epistémica: hace posible que podamos construir, mantener, modificar, poner al dfa y usar una base de datos y conocimientos organizados. La interpretacién de expresiones lingtisticas es uno de los medios de obtener nuevos datos. mt) Capacidad logioa: nos permite derivar nuevas unidades de co- nocimiento a partir de otras ya existentes, usando para ello le- yes de razonamiento légico y probabilistico. 1) Capacidad perceptiva: gracias a ella, podemos percibir el en- ‘torno que nos rodea, derivar de esta percepcién nuevos datos ¥y conocimientos, y usarlos. v) Capacidad social: guia nuestra conducta en Ia interaccién so- cial, y nos permite adaptarnos en cada momento a las carac- teristicas del interlocutor La capacidad lingiiistica recoge el conocimiento del cédigo, lo es- trictamente gramatical; el resto de las capacidades, en cambio, apor- tan informaciones extralingitisticas, del tipo de las que toma en con- sideracién la pragmética: conocimientos y creencias anteriores, cono- cimiento de la situacién y del interlocutor, capacidad de inferencia, etestera, ‘De qué tipo son estos sistemas? Para dar respuesta a esta pre- gunta, volvamos al esquema anterior. En él la gramatica (que corres- ponde basicamente a la capecidad lingiéstica de Dik) aparece ya ca- ractetizada como un sistema de entrada. Cabe preguntarse, entonces, cudles son los rasgos distintivos que oponen esta clase de sistemas & los demas. Suele decirse que los sistemas de entrada son mddulos, esto es, uni- dades de procesamniento totalmente independientes entre si. Para que podamos afirmar que un sistema es un médulo, aquél debe cumplir, al menos, estas dos condiciones: 1) operar s6lo sobre un tipo de informacién especifica: y 3) poser principios de funcionamiento propio, que no pueden esalir> fuera del sistema. Esta autonomia de los sistemas centrales aparece representada en el cuadro por la linea de trazo més grueso que B+ A) (3) a. No robé el dinero y fue al banco; fue al banco y robé el dinero b. Es mejor encontrar al hombre de tu vida y casarte, que casarte y encontrar al hombre de tu vida Sin embargo, no hay tal contradiccién. Ello sugiere que, a la hora de asignar condiciones de verdad, se tienen en cuenta no sélo las re- presentaciones seménticas abstractas, sino también las explicaturas del enunciado: (4) a. No robé el dinero y [luego] fue al banco; fue al banco y [allt] robs el dinero », Es mejor encontrar al hombre de tu vida y casarte [con i], que casarte [con otro hombre] y encontrar (luego] al hombre de tu vida Ante hechos de esta naturaleza, Gazdar (1980: 11) se ve obligado a admitir Hey cada ver més pruebas de que el componente semantico de la teo- la [del significado] debe tener acceso a Ias propiedades pragmaticas de Jas claustilas para poder asignar 2 las oraciones compuestas sus condi- ciones veritativas. Ello indica que el componente semantico no es auté: ‘nomo con respecto al componente pragmatico. Hay, pues, una parte del significado veritativo-condicional que cla- ramente depende de factores de naturaleza pragmética. 2Es necesario, entonces, abandonar la separacién metodolégica seméntica/pragmati- ca que habiamos propuesto al principio? Parece que no. Podemos seguir suponiendo que existe una semdn- tica lingutstica, gue se ocupa solo del significado convencionalmente codificado en las expresiones lingiifsticas, y que ¢s totalmente inde- pendiente de la pragmdtica. Habra también una sentdntica veritativo- condicionai, que, partiendo del significado lingtifstico y de las explica- turas, pueda caracterizar adecuadamente las condiciones de verdad de un enunciado; esta seméntica ya no ser auténoma, sino que depen- derd tanto de la seméntica lingitistica como de los mecanismos de in 232 INTRODUCCION A LA PRAGMATICA ferencia pragmatica. Por tiltimo, existira la pragmdtica, que puede traspasar los limites tanto de lo lingitfstico, como de lo puramente ve- ritativo-condicional, para adentrarse en los significados implicados conversacionalmente. De este modo, quedan delimitadas tres parcelas diferentes, cada una con un ambito bien definido; juntas contribuirén a der una visién completa del significado. 4. La especificidad de ta pragmética , Lingua, 96, pp. 139-161. Grundy, P. (1998): Doing Pragmatics, Londres, Edward Arnold, Harnish, R. (1976): «Logical Form and Implicature», en T. Bever, J. Katz y D, Langendoen (1976), pp. 313-392. También en 8. Davis (1991), pp. 316364, Harnish, R, M. y Farmer, A. K. (1984): «Pragmatics and the Modularity of the Linguistic Systeme, Lingua, 63, pp. 255-277. Haverkate, H. 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El entomo (o situacion espacto-temmporel) 2, Los componentes relacionales 2.1. La informacién pragmatica 2.2. Laintencién 2.3, La relacién social 43. Significado e imterpretacién 4, Seméantica y pragmética Lecturas recomendadas EL problema de significado no Convencional 13 B 4 4 v7 22 24 25 26 26 27 29 30 31 34 36 37 38 39 > Or 248 INDICE EL DESARROLLO DE LA PRAGMATICA, 3. Austin y la filosofia del lenguaje corriente 1. Los puntos de partida 1.1. La revalorizacién del lenguaje coriente 1.2. Contra el verificacionalismo 1.3. La falacia descriptiva 2. Los enunciados realizativos 7 2.1, La distincion entre oracién y entunciad® 2.2. Palabras y acciones 23. Los infortunios 2.4, Realizativos frente 2 constatativos 3. Locutivo / ilocutive / periocutivo 4. Conelusién Lecturas recomendadas 4. Searle y la teoria de los actos de habla... i 1. Sus puntos de partida 2. La teorta de los actos de habla 2 eras cut y form nglaea 2.2. La hipétesis realizativa 23. Condiciones de adecuacién de los actos tlocutivos 2.4. El problema de los actos indirectos 3. Algunas criticas Lecturas recomendadas DO DOD a SG eo 5. Grice y el principio de cooperacién 1, Puntos de partida 2. Su teoria in 2. El prineipto de cooperacién y las méximas 2.2. Tipos de contenidos implicitos 3. Las implicaturas conversacionales 3.1. Los incumplimientos de las méximas 3.2, Implicaturas y méximas 3.3. Implicaturas y contexto 3.4. Propiedades caracteristicas de las implicaturas conver. sacionales 4. Algunas exiticas Lecturas recomendadas Anscombre y Ducrot y Ia teoria de la argumentacién 1. Puntos de partida 2 2. La teoria de la argumentacion INpies 2.4. Qué es argumentar? aE 2.2, Argumentacién légica y argumentacién discursiva 3. Marcadores argumentativos 24, Las escalas argumentativas y los topoi 3. Algunas consecuencias Lecturas recomendadas Sperber y Wilson y la teoria de la relevancia 1, Algunos pumtos de partida . 2. Elmodelo 2.1. Coditicaciénldescodificacién y ostensién/inferencia 2.2. EI proceso de inferencia ae 2.3, La relevancia 3. El funcionamiento de la comuinicacion verbal. 3.1. La determinacién de las explicaturas 3.2. La determinacién de las implicaturas 3.3. Por qué hay implicaturas? 4, Consecuencias de la teoria 5. Algunas criticas al modelo de relevancia Lecturas recomendadas ts i. El estudio de a cortes{a cen - 1, La vertiente social de la comunicacién La cortesfa, norma social. 7 (o estrategia conversacional? . a 3.1. La tension entre la cortesta y los principios conversa- cionales i 3.2, Las reglas de contesta de R. Lakoff 3.3. El principio de cortesta de Leech 3.4. El modelo de Brown y Levinson Lecturas recomendadas LAS EXPLICACIONES PRAGMATICAS Conectivas: el caso de Ia conjuncién » 1. Bl conector légico & y la conjuncién copulative y 2. Las explicaciones seménticas 2.1, El significado convencional de y : GES eeeepere Leno eee toe La solucién pragmética 3.1. Los valores de y obtenidos como implicataras 249 2 36 103 105 107 109 109 110 110 4 aT yi 122 125 127 128 130 133 135 135 136 138 139 142 143 “aT 153 187 157 158 158 160 162 162 250 10. UL. 2 inpice 3.2. Los valores de y obtenidos como explicaturas 3... Ventas del enfoquepragmitico Lecturas recomendadas Los enuneiados interrogativos 1. La nocign tradicional de modalidad interrogativa 2. Las explicaciones seménticas oe 2.1, La teorfa del conjunto de respuestas 2.2. La teoria del imperativo epistémico 23. La perspectiva «sintécticar 214. Los problemas del enfoque seméntico 3. La solucién pragmatica 3.1, Los entinciados interrogativos en los discursos transac: cionales 3.2. Los enumciados interrogatives en los discursos interac- cionales fn 4, Conclusion 7 Lectaras recomendadas: La metéfora os son 1. Las explicaciones semanticas 1.1. La teoria de la interaccién de rasgos 12. La teoria de la comparacién elidida 13. Los problemas de un enfoque seméntico 2. Las soluciones pragmaticas 21, La propuesta de Grice 22. Las estrategias de interpretacion de Seatle 2.3. Las metaforas en la teorfa de le relevancia Lecturas recomendadas Pragmética y leratura 1. Ta literatura segtin un tedrico de la pragmatica 7 2. La perspectiva pragmatica en Ja investigacién literaria 2.1. Los elementos de la situacién comunicativa 22. Bl problema de la referencia en la obra literaria 2.3. Literatura y actos ilocutivos 2.4, La funcién del lector y la inversion en al proceso infe- rencial 25. La especificidad de la literatura desde el ol punto de vista pragmatico 7 3. Literatura y conveneién social Lecturas recomendadas 164 166, 167 169 169 171 17 172 174 175 176 177 180 184 184 187 188 199, 189) 192 195 196 197 199 200 201 202 203 203 208 205 207 208 209 2b tnpice PRAGMATICA ¥ TEORIA LINGUISTICA 13, El conocimiento pragmético 1. Ellengusje en la mente... 2. La pragmética, gcompetencia o actuacién? Lechuras recomendadas on 14, La estructura de Ia teoria lingiiistica 1. Bl gra de abstraceion den pragméticn 2. Pragmatica y modularidad 3, Seméntica y pragmética 4. a eepciickad del pragmstcn ‘Lectutas recomendadas BIbliogtafia sore 251 215 215 220 223 225 226 228 230 232 233 235

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