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Destruir, Dice
Destruir, Dice
DESTRUIR, DICE
Coleccin Andanzas
Traduccin de Juana Bignozzi
Tiempo nublado.
Los ventanales estn cerrados.
Desde el lugar que l ocupa en el comedor no se puede ver el parque.
Ella, s, ella ve, ella mira. Su mesa toca el borde de los ventanales.
A causa de la luz molesta entrecierra los ojos. Su mirada va y viene. Otros
clientes tambin miran esos partidos de tenis que l no ve.
l no ha pedido que le cambien de mesa.
Ignora que la miran.
Esta maana llovi hacia las cinco.
Hoy las pelotas rebotan en un tiempo blando y pesado. Ella lleva un vestido de
verano.
Delante de ella est el libro. Empezado despus que l llegara? O ya antes?
Cerca del libro hay dos frascos de pldoras blancas. Las toma en cada comida. A
veces abre el libro. Luego lo cierra casi enseguida. Mira el tenis.
En otras mesas otros frascos, otros libros.
Los cabellos son negros, grises negros, lisos, no son hermosos, secos. No se
distingue el color de los ojos que, cuando ella se gira, continan todava desgarrados
por la luz, demasiado directa, junto a los ventanales. Alrededor de los ojos, cuando se
sonre, la piel ya est delicadamente estriada. Es muy plida.
Ninguno de los clientes del hotel juega al tenis. Son jvenes de los alrededores.
Nadie se queja.
Esta juventud es agradable. Adems son discretos.
l es el nico que lo ha notado.
Uno se acostumbra a ese ruido.
Hace seis das, cuando l lleg, ella ya estaba ah, con el libro delante y las
pldoras, encerrada en una larga chaqueta y un pantaln negro. Haca fresco.
l haba observado la elegancia, la forma, luego el movimiento, luego el sueo
cada da en el parque y luego las manos.
Alguien llama por telfono.
La primera vez ella estaba en el parque. l no oy el nombre. La segunda vez lo
entendi mal.
As que alguien llama por telfono despus de la siesta. Una consigna seguro.
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