En lo ms recndito de un bosque, donde la luz del alba incida a travs de la
oquedad que formaban las grandes palmeras de austero follaje, habitaba un rbol ya entrado de aos, que ansiaba poder conocer las maravillas del mundo, de las que las golondrinas solan vanagloriarse de haber conocido durante sus arduos viajes. Soy cautivo de mi desgracia!.-musit el sauce blanco, exhalando un ahondado suspiro.-Si tan solo la Divina providencia me hubiese dado pies en lugar de estas gruesas races, que enclaustran mi libertad, y aminoran mis esperanzas de conocer el mundo! Sobrecogido, comenz a dar rienda suelta al llanto. No fue sino hasta que escuch los pasos retumbantes de un hombre, acercarse hacia donde estaba. Creo que este rbol si habr de servirme.- exclam con voz rspida aquel hombre. Cuan feliz crey ser el sauce al or tales palabras, aquel hombre habra de librarle de su cautiverio de alguna manera. Fue entonces que empez a imaginar los exuberantes parajes a los que habra de conducirle el destino que habra de elegir el hombre. Pero Ay! , pronto sus esperanzas vieronse desvanecidas a cada golpe que asestaba aquel ominoso hombre sobre su tronco agrietado con un hacha de doble filo. Muri soando con su libertad.